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DECONSTRUCCION
Jorge Panesi
En Sobre Walter Benjamin. Vanguardias, historia, estética y literatura. Una visión
latinoamericana. Edición a cargo de Gabriela Massuh y Silvia Fehrmann, Alianza Editorial /
Goethe-Institut Buenos Aires, Buenos Aires, 1993. pp. 57-68. Edición digital de Derrida en
Castellano.
Habría que indicar una vía abierta por Benjamín en los estudios sobre el
romanticismo, y que dos filósofos cercanos a Derrida retoman: se trata
de L’absolulittéraire[iv] de Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy. Este
libro está montado sobre el trabajo académico de Benjamin El concepto de crítica
de arte en el romanticismo alemán[v].Está claro en este libro “deconstructivo” el
papel que tuvo Benjamín en la reconsideración de los lazos que el romanticismo
establece fundacionalmente entre teoría, filosofía, literatura y crítica literaria en un
sentido moderno. Una pieza del juego está constituida, también, por la
institucionalización de la crítica literaria en las universidades alemana que Lacoue-
Labarthe y Nancy subrayan. Lo que interesa es nuevamente la delimitación de los
géneros o los tipos de discurso y el reparto de los saberes, tras lo cual la teoría del
lenguaje marca todos los derroteros, y en especial el lenguaje que debe hablar la
crítica respecto de objeto. Para los románticos, la crítica es parte del lenguaje de
la obra, es una producción del sentido que la completa. Como subraya
novedosamente Benjamin en su libro, esta defensa de la crítica supone una retirada
del culto ilimitado por el sujeto creador, y paralelamente una concepción del
sentido que prescinde del sujeto como foco originario de la significación (el
sentido como expresión de la subjetividad).
En estos intereses que coinciden con los de Benjamin, surge una dimensión
polémica en la filosofía deconstructiva que tiene que ver con la separación de los
géneros y los discursos, en especial los de filosofía y la literatura. La
deconstrucción, en teoría, postula una acción institucional que es una política
académica: en lugar de la fijación de límites discursivos (la división del trabajo en
las disciplinas universitarias) tiende a la mezcla de los géneros, a la borradura de
sus límites la “textuahdad general” no es el encierro en el texto sino todo lo
contrarío, o tal vez, la marca de ese encierro institucional: la acción de la cultura
es vista mediante la generalización de un mecanismo típico de escribas o de
filólogos, es un proceso general de lectura. O un proceso que entreteje la escritura
y la lectura indiscerniblemente en la generalidad de la inscripción. En la apertura
de la huella (o aquello que llaman différence) puede verse la apetencia y el deseo
de escapar al ahogo de una cultura académica que fija los campos, las
especialidades, las pertenencias y las propiedades. Los aliados deberán encontrarse
entre quienes a partir de ciertos bordes, o incluso desde la exclusión institucional,
practicaron toda suerte de híbridos discursivos: Mallarmé, Artaud,Joyce, pero
también la crítica literaria, y particularmente una crítica literaria como la
de Benjamin que, además de cumplir con estos requisitos institucionales de
exclusión y marginalidad, practica una doble vigilancia: el cuidado filosófico y el
esmero filológico.
Pero señalemos una particularidad de la lectura que los críticos ligados con
el pensamiento de Derrida efectúan sobre los textos de Benjamín: si toda lectura
crítica desbroza el terreno para leer, si destruye algo de una posible totalidad jamás
presente en un texto, en el caso de Benjamin lo que estos críticos universitarios
ignoran, minimizan o excluyen es su programa sociológico. Curiosa selección
que privilegia una identidad por sobre la no coincidencia o la fractura que el
pensamiento benjaminiano jamás se preocupo por suturar, y que es dentro de sí
la différence misma. Geoffrey Hartmann (“The
Sacred Jungle 2: Walter Benjamín”) señala lo inconciliable de la interpelación
teológica y la política, pero siempre relativiza los valores de una hermenéutica
materialista.[vii] Lo que también se juega en esta interpretación de Hartmann es
el descrédito de otro tipo de crítica literaria que concibe un uso monológico y
metalingüístico del lenguaje Importa a Hartmann la relación que el crítico tiene
con la lengua y el rescate de lenguajes u objetos culturales marginados. En efecto:
en “La enseñanza de lo semejante”,[viii] donde Benjamín analiza la dimensión
mágica y mimética del lenguaje, la adivinanza y la astrología aparecen
consideradas como reveladoras de una actitud básica hacia el uso de la lengua,
una actitud que contrasta con las diatribas de Adorno sobre el mismo tema.
Dice Benjamin: “Poseemos (...) un canon que permite echar luz sobre la
oscura morada de la semejanza extra sensorial. Y este canon es el
lenguaje”.[x] No es que Benjamín caiga en una teoría representativa o del reflejo,
sino que reconoce una no interrupción entre la naturaleza y lo simbólico, a través
de la facultad mimética, que es consubstancial y aun anterior al lenguaje mismo.
Un desvanecimiento o borrado de la oposición entre naturaleza y cultura que
Derrida ha emprendido en sus análisis de Lévi-Strauss, y Rousseau.[xi]
Si se consideran los trabajos de Derrida y de Paul de Man sobre
Benjamin,[xii] lo apuntado antes se corrobora: el texto que merece la atención de
ambos es el mismo, “La tarea del traductor”. En la traducción se juega toda una
concepción del lenguaje y, positivamente, el enfoque que la deconstrucción tiene
del sentido y de aquello que le es más idiosincrásico, lo que podríamos llamar
“una nueva retórica de la lectura”. Si hay algo que la deconstrucción ha intentado
es una nueva manera de acción sobre los textos: la traducción es simultáneamente
ese proceso indistinguible que supone la lectura y la re-escritura. La traducción
deja huellas en los textos que lee, la lectura no es una mera pasividad que roza lo
ya escrito, la suplementariedad de la lectura crítica es la misma suplementariedad
del lenguaje en general.
Necesariamente una teoría del lenguaje implica una concepción del sentido
y la lectura. Benjamín en Dirección única[xiii] narra la parábola de la lectura
crítica. Un texto es una huella o un camino y su fuerza varía según se lo recorra
a pie o en un avión. El paisaje en la intimidad de su diseño sólo se abre ante un
recorrido a pie que, en un límite utópico calcaría o copiaría el texto leído. El
recorrido aéreo del texto permite al yo lector entregarse al ensueño imaginativo,
pero en cambio, dice Benjamín, “el copista deja que el texto le dé
órdenes”.[xiv] Por distintos motivos, la metáfora de la huella, la carretera, la calle
y la vía obseden tanto a Derrida como a Benjamín. La mirada aérea, sin embargo,
es necesaria: es la mirada o la lectura del flâneur, que en su recorrido, al entregarse
a lo que acontece, se pierde, y sólo ha de encontrar algo al precio de la pérdida
momentánea de sí. Mirada aérea y terrestre coinciden o deben coincidir, pero
ninguna de las dos puede dibujar una totalidad en la lectura; en ambos casos, lo
determinante es que entran a formar parte del paisaje, o mejor aún, forman la fuerza
del paisaje leído porque el yo desaparece. Que el texto dé órdenes a quien lee,
supone una teoría de la lectura como acción. La copia del texto no es una
reproducción, sino un meditado recorrido que se deja llevar e implica también una
teoría de la acción sobre el lector de la crítica : “En mi trabajo, las citas son como
salteadores de caminos que irrumpen armados y despojan de su convicción al
ocioso paseante” afirma Benjamín en otro lugar. La lectura aérea es una lectura de
los intersticios en los que el yo imaginativo se proyecta mediante una narración, es
el modo de leer de los niños, el modo de leer de Benjamin niño: “¡Silencio del
libro, cuyo poder de seducción era infinito! Su contenido no era tan importante.
Pues la lectura coincidía aún con la época en que tú mismo inventabas en la cama
tus propias historias” (Dirección única, pág. 52). Ambas lecturas se presuponen y
ambas son polos utópicos para un posible lector: la colección de citas que conserva
y modifica a la vez el texto y cierto esquema narrativo-mítico que la crítica no
puede saltear.
Lejos, sin embargo, está Benjamín de presentar una visión sublimada de la
crítica literaria. Para él, la producción de sentido está involucrada en una batalla
que se libra dentro de la praxis literaria como se desprende de su irónica página
“La técnica del crítico, en trece tesis”[xv] (“El crítico es un estratega en el combate
literario”, “quien no pueda tomar, partido debe callar”; “La crítica debe hablar el
lenguaje de los artistas. Pues los conceptos del cénacleson consignas. Y sólo en
las consignas resuena el grito de combate”).[xvi] Un dejo melancólico, hay aquí,
pues Benjamin cree en la desaparición de la crítica derrumbada por la
generalización de la publicidad mercantil.
Como tampoco podría concebirse la filosofía de Derrida sin esa relación con
el alemán, sin ese permanente y obstinado ejercicio de traducción sobre el alemán,
casi una fiel y al mismo tiempo irreverente traducción francesa de textos alemanes.
Una larga nota al pie que un francés escribe en su lengua acerca de un hipotético
texto alemán perdido.
Jorge Panesi
[viii] En: Para una crítica de la violencia y otros ensayos, traducción de Roberto
Biatt, Madrid, La Piqueta, 1978, pág. 128.
[ix] Foucault, Michel, “Curso del 7 de enero de 1976”, en Mirofísica del poder,
Madrid, La Piqueta, 1978, pág. 128.
[xx] En Bennington, Geoffrey, Jacques Derrida, París, Seuil, 1991, pág. 165.