Vous êtes sur la page 1sur 8

La literatura apocalíptica

Armando J. Levoratti

La expresión literatura apocalíptica ha sido ojos humanos el curso presente y el destino fi-
creada por la ciencia bíblica moderna para de- nal de la historia. Tal misterio estaba oculto des-
signar un conjunto de escritos que contienen nu- de la eternidad en la sabiduría de Dios, pero él
merosos rasgos comunes, pero cuya definición ha querido manifestarlo a un escritor privilegia-
aún no se ha podido exponer de manera plena- do, que recibe la revelación divina en visiones o
mente satisfactoria. De hecho, las obras que in- sueños, o por intermedio de un ángel. El conte-
tegran esa literatura presentan considerables di- nido de esta revelación se refiere de un modo
ferencias, tanto de forma como de contenido. especial a lo que ha de suceder pronto (Ap 1,1).
De ahí la doble consecuencia que es preciso Para precisar aún más este significado, con-
tener en cuenta cuando se exponen las carac- viene recordar que el sustantivo griego apoká-
terísticas de la llamada literatura apocalíptica. lipsis deriva del verbo apokalyptô, cuyo sentido
Ante todo, no se trata de un género literario en es «des-cubrir», «des-correr el velo que cubre
sentido propio, ya que los distintos apocalipsis una cosa y la oculta a la mirada». En la tra-
no responden a un modelo formal uniforme. ducción griega del AT llamada «de los Setenta»
En segundo lugar, la considerable variedad en (LXX), este verbo se emplea algunas veces pa-
la forma y el contenido impide exponer una ra designar la revelación de un secreto que los
síntesis que pueda considerarse como el refle- humanos pueden llegar a conocer por medios
jo fiel de una presunta teología apocalíptica. naturales. Otras veces, en cambio, se trata de
La época llamada intertestamentaria fue un secretos inaccesibles, que no pueden ser cono-
período de esplendor para la literatura apoca- cidos a menos que Dios los revele (cf. 1 Sm 3,7;
líptica. El pueblo judío esperaba la transfor- Am 3,7). Entre los autores del NT, Pablo es el
mación escatológica –es decir, última y defini- que utiliza con más frecuencia la palabra mis-
tiva– de la historia, y los apocalipsis exponían terio en un sentido muy cercano al de los es-
visiones y revelaciones que permitían atisbar critos apocalípticos (cf., p. ej., Rom 11,25;
de algún modo lo que debía suceder al fin de 16,25; 1 Cor 2,1.7; 4,1; 13,2; 14,2; 15,51).
los tiempos. La esperanza de participar en ese Aunque la palabra apocalipsis no figura
mundo liberado de todas las miserias de esta siempre al comienzo de todos estos escritos,
tierra ayudaba a soportar las contrariedades su contenido de revelación parece ser una no-
del tiempo presente e impulsaba incluso a ta constante. La literatura apocalíptica tiene
afrontar el martirio. El mártir apostaba su vi- como eje principal la «revelación» de secretos
da al cielo nuevo y la tierra nueva que no tar- divinos, y esa revelación se expresa en una
darían en manifestarse (cf. Ap 21,1). gran variedad de formas literarias.
El libro de Henoc, que comprende poemas
y parábolas, es en lo esencial el relato de dis-
Una literatura de revelación tintas revelaciones obtenidas por medio de vi-
siones: «Henoc pronunció sus poemas; era un
Los escritos apocalípticos suelen ser caracte- hombre justo a quien se le reveló una visión de
rizados como pertenecientes a una literatura de Dios, y tenía la visión del Santo y del cielo...»
revelación. De hecho, la palabra griega apo- (Henoc, I,1,2). El apocalipsis de Baruc empie-
kálypsis significa «des-cubrimiento», «de-vela- za con la siguiente frase: «Relato y revelación
miento», «re-velación»; es decir, alude al acto de de Baruc acerca de las cosas secretas que con-
descorrer el velo o la cobertura que oculta un templó por orden de Dios» (I,1). Y el cuarto li-
objeto. En el caso de la literatura apocalíptica, bro de Esdras incluye hasta siete visiones, in-
este «des-cubrimiento» se refiere en primer lu- terpretadas unas veces por el ángel Uriel y
gar al «misterio» o secreto que encierra para los otras por el Altísimo (4 Esd 13) 1.
COMENTARIOS AL ANTIGUO TESTAMENTO 592

Los apocalipsis, obra de escritores En realidad, los apocalipsis constituyen una


literatura para un tiempo de crisis. Expresan
De los profetas suele decirse que eran ante de algún modo la religión de gente oprimida,
todo predicadores, y que sus escritos fueron re- consciente de su opresión y sin fuerza para
dactados por ellos mismos o por su discípulos modificar su situación desesperada, debido a
después de haber sido proclamados oralmente. la tremenda adversidad de las circunstancias.
La apocalíptica, en cambio, es esencialmente En el transfondo de los escritos apocalípticos
un fenómeno literario, si bien muchas de sus están las preguntas que más inquietan a los
creencias y conceptos formaron parte origina- creyentes, sobre todo cuando la persecución y
riamente de una tradición oral abierta a múlti- el sufrimiento se abaten sobre ellos. ¿Por qué
ples influencias. Entre estas últimas se destaca los justos son perseguidos y triunfan los tira-
la influencia del zoroastrismo, que ayudó a ex- nos? ¿Dónde están las promesas de salvación
tender y desarrollar en Israel la idea de la uni- hechas por Dios a su pueblo? ¿Cuándo llegará
dad de la historia. Según la religión irania, en el reino de Dios anunciado por los profetas? Al
efecto, el mundo debía durar doce mil años, di- dar una respuesta a estas preguntas, los escri-
vididos en cuatro épocas de tres mil años cada tos apocalípticos se revelan como lo que son
una. De manera semejante, los escritos apoca- en última instancia: un mensaje de esperanza
lípticos dividieron la historia en vastos perío- para el pueblo de Dios que ha visto su fe pues-
dos, mostrando así de un modo más vívido y ta a prueba.
comprensible la unidad de la historia. Cada De acuerdo con la concepción apocalíptica,
una de estas épocas está predeterminada por el mundo está totalmente corrompido. No hay
Dios y sistematizada de tal modo que es posible esperanza de salvación dentro de él. La salva-
identificar en qué punto del proceso tienen lu- ción solo podrá sobrevenir cuando la situación
gar los distintos eventos y a qué distancia se en- presente sea totalmente transformada y Dios
cuentra el fin de la historia (cf. Dn 9,1-3). haga surgir un mundo nuevo, fundado sobre
A diferencia de los profetas, que anuncia- principios de vida opuestos a los del tiempo
ban la palabra de Dios de forma oral, los au- presente. En el fondo, la perspectiva apocalíp-
tores apocalípticos eran escribas que se consi- tica desespera de todo progreso o cambio del
deraban llamados a poner sus mensajes por sistema actual.
escrito. Estas revelaciones no debían ser acce- En este contexto de crisis, los apocalipsis
sibles a todos, sino que debían permanecer en son una palabra de aliento y consuelo para los
secreto hasta el momento señalado por Dios. que soportan la opresión. De ahí la paradoja
En este sentido, el Apocalipsis de Juan parece que encierran esos textos: por una parte, hay
constituir una excepción: Juan, arrebatado en en ellos una desolada resignación respecto del
éxtasis, recibe la orden de escribir en un libro presente; por la otra, una gran carga utópica y
la revelación que recibe de Dios y de comuni- una considerable reserva de esperanza. Ya no
carla a las siete iglesias (Ap 1,11). hay nada que esperar de la historia, que se en-
En estos escritos es frecuente la mención de camina precipitadamente hacia su fin: El tiem-
sueños, visiones, trances extáticos y voces de lo po está cerca (Ap 1,3).
alto. A través de todos estos medios, Dios trans-
mite su revelación. En la gran mayoría de los
casos es imposible decir cuándo la experiencia La profusión de imágenes y símbolos
descrita es algo más que un artificio literario.
Pero no por eso hay que excluir por completo Una de las mayores dificultades que plantea
la realidad de todas esas experiencias. la lectura e interpretación de los textos apoca-
lípticos radica en la abundancia de imágenes y
símbolos que utilizan sus autores. Penetrar en
Una literatura para un tiempo de crisis el mundo de los apocalipsis es adentrarse en
un universo fantástico, donde los símbolos se
Las palabras Apocalipsis y apocalíptico (co- encadenan y entrechocan sin dar un respiro al
mo el adjetivo dantesco) se han incorporado al lector. No hay nada en el mundo que no sea
lenguaje corriente para designar ciertos aconte- susceptible de una transposición simbólica:
cimientos catastróficos, como los terremotos, los colores y los números, los astros y los ele-
inundaciones, ciclones o incendios de magni- mentos del cosmos, el mundo vegetal y ani-
tud y características fuera de lo común. Es in- mal, y hasta el misterioso mundo de los ánge-
dudable que tal acepción tiene su origen en les y de las jerarquías angélicas. Obviamente,
ciertos símbolos y descripciones que aparecen esta imaginería simbólica tiene una de sus
en los escritos apocalípticos, de un modo espe- fuentes más importantes en el AT, especial-
cial en el Apocalipsis de Juan. Pero, al margen mente en los escritos proféticos.
de esta conexión puramente exterior, la identi- Más aún, la simbolización está en la base
ficación de lo apocalíptico con lo catástrofico misma del lenguaje apocalíptico. En Dn 7, por
tiene poco que ver con el auténtico mensaje de ejemplo, los cuatro animales enormes que sur-
aquellos escritos. gen del «mar» (símbolo de las fuerzas infor-
593 LA LITERATURA APOCALÍPTICA

mes del caos) son cuatro imperios que se fue- En lo que respecta a las formas literarias,
ron sucediendo a través del tiempo. Los rasgos también es notoria la diferencia entre los pro-
que los caracterizan indican que cada nuevo fetas y los escritores apocalípticos. Los orácu-
imperio es más poderoso y cruel que su pre- los proféticos tuvieron al principio una conci-
decesor, hasta que al fin llega el cuarto animal, sa forma rítmica (cf., p. ej., Is 1,2-3) y luego se
«terrible, espantoso y extremadamente fuerte; fueron ampliando hasta llegar a expresarse en
tenía enormes dientes de hierro, comía, tritu- una elevada prosa poética (cf. Ez 18; 20; 23;
raba y el resto lo pisoteaba con las patas» (Dn 36). Tal proceso llega a su culminación en los
7,7). Es decir, mediante un proceso de simbo- textos apocalípticos, que no proclaman su
lización, el autor apocalíptico describe una se- mensaje en forma oral sino por escrito. Se tra-
rie de etapas históricas que han ejercido una ta de una diferencia significativa, que se fue
influencia dramática sobre la vida del pueblo desarrollando gradualmente.
de Dios, sometido sucesivamente al poder de
imperios más poderosos que él. Pero el texto
deja al mismo tiempo un espacio para la par- Dios es el Señor de la historia
ticipación del lector, que debe recurrir a su co-
nocimiento de la historia real para identificar La escatología del judaísmo apocalíptico
los nombres de esos imperios: Asiria, Babilo- presupone que Dios tiene absoluto dominio
nia, Persia y el reino del macedonio Alejandro sobre el curso del tiempo. Con su sola autori-
Magno y de sus sucesores (los llamados diado- dad él ha establecido los tiempos y los mo-
cos, especialmente los lágidas de Egipto y los mentos (cf. Hch 1,7) y ha impuesto su peso y
seléucidas de Siria). su medida al curso de los acontecimientos (cf.
Este imperio se describe simbólicamente co- Dn 5,25-28). El concepto expresa así que la in-
mo «diferente de todos los animales que lo ha- tervención de Dios depende única y exclusiva-
bían precedido» y provisto de «diez cuernos», mente de su voluntad, en el sentido expresado,
entre ellos un cuerno pequeño, con «unos ojos por ejemplo, en el cuarto libro de Esdras: «Ha
como de hombre y una boca que profería in- pesado el eón en la balanza. Ha medido las ho-
solencias» (Dn 7,7-8). Luego, cuando el ángel ras con la medida y ha contado con el número
intérprete explica el sentido de la visión, que- el tiempo... Entonces el Altísimo dirigió la mi-
da claro (aunque no se lo nombra) que este rada a sus tiempos. He aquí que estaban col-
cuerno pequeño representa a un individuo: mados».
Antíoco IV Epífanes, el rey que «hacía la gue- Aunque la historia se presente como un caó-
rra a los Santos del Altísimo y que prevaleció tico sucederse de acontecimientos inconexos,
sobre ellos hasta que vino el Anciano, se hizo para el apocalíptico tiene una trabazón estric-
justicia a los Santos del Altísimo y llegó el mo- ta y responde a un plan prefijado. Lo que a no-
mento en que los Santos entraron en posesión sotros nos parece desordenado, transcurre pa-
de la realeza» (7,21-22; cf. vv. 23-27). ra él según un orden misterioso. De ahí la
Un caso semejante es el que presenta el tendencia a considerar como una unidad todo
Apocalipsis de Juan, cuando el vidente recibe el ciclo completo de la historia humana, desde
la orden de escribir sendas cartas a siete «án- la creación hasta el último día.
geles de las iglesias». Pero esta vez la expre- La idea de la unidad de la historia ya esta-
sión tiene algo de enigmático y ha sido inter- ba presente de algún modo en los escritos pro-
pretada de distintas maneras. Unos la refieren féticos (especialmente en el Deuteroisaías);
a los jefes espirituales de las comunidades pero los profetas, en general, trataron el tema
cristiana, a semejanza de Ag 1,13, que da el tí- incidentalmente. Los apocalipsis, en cambio,
tulo de ángel (es decir, de enviado de Dios) a confieren mucho más relieve a esta idea, y pre-
un profeta, y de Mal 2,7, que hace lo mismo sentan la totalidad de la historia como el esce-
con un sacerdote. Otros, quizá más probable- nario donde Dios realiza sus designios. Esta
mente, piensan en una suerte de personifica- referencia al plan divino que recorre todo el
ción de la realidad espiritual de cada comuni- curso del tiempo y se realiza a través de él es
dad, ya que la creencia en un doble celestial de un punto crucial en la visión apocalíptica de la
las realidades terrenas era una idea familiar al historia.
judaísmo de la época. El designio histórico de Dios no terminará
Una forma peculiar de simbolismo es el de en el último día, porque el Altísimo no ha esta-
los números, especialmente del 3, 4, 7, 10 y 12. blecido una era sino dos (2 Esdras 7,50). Hay,
Los números, en efecto, más que un valor por lo tanto, un marcado contraste entre la era
cuantitativo encierran un significado simbóli- actual de impiedad y corrupción, y el mundo
co. Particular importancia tienen el número futuro en que reinará la justicia. Sin embargo,
12, que simboliza a Israel, y el 7, que aparece la discontinuidad entre el orden temporal y el
con inusitada frecuencia como símbolo de eterno no es absoluta, porque uno y otro for-
perfección y plenitud. Como contrapartida, el man parte del único plan divino. Todo lo que
6 (= 7 – 1) puede representar lo imperfecto e aconteció y acontece en el mundo se realiza
incompleto. conforme a ese designio misterioso, que habrá
COMENTARIOS AL ANTIGUO TESTAMENTO 594

de culminar al fin de los tiempos, cuando Dios plano de la historia, sino al fin del tiempo y de
triunfe definitivamente sobre las fuerzas del la historia. Y no está limitado a los vivos, sino
mal. El cosmos no puede ser reducido a un to- que incluye también a los muertos.
do armónico. Hay un marcado contraste entre También la creencia apocalíptica en la vida
la impiedad de la era actual y el cielo nuevo y más allá de la muerte sobrepasa lo que puede
la tierra nueva donde habitará la justicia (2 Pe encontrarse en los escritos proféticos, sin du-
3,13), pero el propósito de Dios los une como da por una cierta influencia de la religión per-
dos etapas de un mismo plan. sa. Pero incluso esta creencia fue construida
De este modo, la visión apocalíptica de la sobre la esperanza profética, aunque no sola-
historia entra de lleno en la escatología: el pro- mente para la nación en un reino terreno, sino
pósito de Dios se actualiza en la historia, pero también para el individuo en un reino celes-
su justificación y su verdadero sentido están tial. En vez de adoptar la forma de una gran
más allá del tiempo de este mundo. crisis inmanente a la historia, el juicio final
tendía a asumir un carácter forense, en el que
cada individuo sería juzgado personalmente.
El determinismo

Dios ha determinado de antemano el curso La pseudonimia


de la historia y a sus elegidos les ha dado a co-
nocer su designio. El orden fijo de los aconte- Aunque no es la característica más impor-
cimientos está grabado en las tablas celestia- tante, es una de las más notables. Los autores
les; los destinos de Israel y de las naciones ya apocalípticos no escriben bajo su propio nom-
han sido prefijados, y Dios pondrá fin al mun- bre, sino que se presentan deliberadamente
do presente cuando se haya cumplido el tiem- como personajes que la tradición judía consi-
po establecido: Lo determinado se cumplirá dera famosos por su sabiduría, su comunión
(Dn 11,36). con Dios o su gran antigüedad. Esta identifi-
Nadie puede alterar el plan establecido por cación con los héroes antiguos cumplía proba-
Dios, y no existe la menor posibilidad de des- blemente varias funciones. Ante todo, era un
viarlo. Pero es posible investigar el desarrollo medio de conferir mayor autoridad a los escri-
de ese plan, a fin de vislumbrar, en la medida tos. Puestos bajo el nombre de Henoc, Abra-
de lo posible, en qué etapa se encuentra el pue- ham, Moisés, Baruc o los doce hijos de Jacob,
blo de Dios con respecto al fin de sus tribula- sus mensajes se investían del prestigio que la
ciones (Dn 9,1-4: «Yo, Daniel, investigaba en tradición confería a aquellos personajes. Al
los libros el número de años que, según la pa- mismo tiempo, sus autores se consideraban
labra del Señor al profeta Jeremías, debían herederos de una historia que se remontaba a
cumplirse sobre las ruinas de Jerusalén: eran los más grandes héroes del pasado. Por tanto,
setenta años»). el recurso a la pseudonimia no puede ser con-
siderado sin más como un intento de pia fraus
(o «fraude piadoso»).
La escatología apocalíptica La pseudonimia podría interpretarse tam-
bién como un intento de situar las revelacio-
La profecía y la literatura apocalíptica tie- nes apocalípticas con respecto a la Torá y a los
nen cada una su propia escatología o doctrina Profetas. Los apocalipsis, en efecto, hablan de
de las «cosas últimas». Sin embargo, está cla- un mundo trascendente donde se prepara y es-
ro que los escritores apocalípticos retuvieron tá ya presente el futuro escatológico del mun-
los elementos esenciales de la escatología pro- do. En tal sentido, declaran de algún modo in-
fética. Sin perder de vista las enseñanzas de suficientes a los mediadores tradicionales de
los profetas sobre la esperanza futura, ellos la la revelación. Pero no por eso se desligan to-
ampliaron y enriquecieron con sus aportes talmente de la tradición, ya que los nombres
propios. La diferencia más notable radica sin de los mediadores de la nueva revelación están
duda en el dualismo de la concepción apoca- tomados de la Torá y los Profetas: Abraham,
líptica y en la visión trascendente del Mesías. Moisés, Isaías, Esdras, Baruc.
(Cf. el texto ya citado de 2 Esdras 7,50: El Altí- El mensaje de los apocalipsis, como el de
simo no ha establecido una era sino dos.) los profetas, estaba dirigido primordialmente
De especial interés es la representación al momento presente. Pero los profetas consi-
apocalíptica del día del juicio final, que puede deraban tan importante el lugar y el tiempo de
describirse como una especialización del Día la transmisión y recepción del mensaje que a
del Señor anunciado por los profetas. En los veces los indican expresamente (cf. Is 6,1: El
escritos proféticos, el Día del Señor es el día en año de la muerte del rey Ozías; cf. 7,1-3; Ez 1,1-
que Dios se manifiesta victorioso en el orden 3; 8,1). Incluso en el período postexílico, las
de este mundo presente y en el escenario de la palabras de Ageo y Zacarías están fechadas en
historia humana. En la visión apocalíptica, el un día preciso (Ag 1,1; Zac 1,7; 7,1). El recur-
juicio no se sitúa en el curso del tiempo y en el so a la pseudonimia sugiere, por el contrario,
595 LA LITERATURA APOCALÍPTICA

que las visiones apocalípticas quieren ser in- el pensamiento patrístico de los primeros si-
terpretadas como predicciones que se remon- glos, hasta su culminación en los veintidós li-
tan a tiempos muy antiguos y que en el mo- bros de La Ciudad de Dios de san Agustín.
mento debido se revelan a unos pocos, porque El libro de Daniel y el Apocalipsis (los dos
los «acontecimientos del fin» son ya inminen- escritos reconocidos por la Iglesia como canó-
tes. Por eso Daniel (presentado en Dn 1-6 co- nicos en medio de una considerable cantidad
mo un sabio israelita que vivió en tiempos del de textos apocalípticos) han ejercido y aún ejer-
exilio) recibe del Señor la orden de ocultar es- cen una fascinación muy especial. A ellos han
tas palabras y de sellar el Libro hasta el tiempo recurrido siempre los cristianos con el deseo de
del fin (12,4), y cuando él pregunta cuál será la vislumbrar algo del misterio que encierra la
última de estas cosas, la respuesta que recibe historia humana, pero las lecturas e interpreta-
es: Ve, Daniel, porque estas palabras están ocul- ciones se hacen muchas veces a partir de ideas
tas y selladas hasta el tiempo final (12,9). preconcebidas y a veces rayanas en el delirio.
La pseudonimia también desempeña un pa- De ahí la utilidad de las publicaciones que tra-
pel de cierta relevancia en otros escritos del tan de iluminar esos enigmáticos textos con los
NT, sobre todo después de la muerte de la pri- instrumentos proporcionados por los métodos
mera generación apostólica. Pedro, Pablo y científicos de interpretación de la Biblia.
Santiago fueron martirizados entre los años La historia humana es tan compleja que
60 y 64 d.C. Estas muertes crearon un vacío de ningún pensamiento humano podría abarcar-
poder, y la pseudoepigrafía llenó de algún mo- la en su totalidad y ni siquiera en una etapa
do ese vacío, ya que varios conocedores de la muy reducida. Tanto es lo que haría falta sa-
literatura epistolar del cristianismo primitivo ber para penetrar en el sentido último de cada
escribieron cartas en nombre de los apóstoles acontecimiento, que es imposible lograrlo con
fallecidos. Para las cartas «deuteropaulinas», una mirada incapaz de abarcar todo lo que ha
Pablo fue la autoridad decisiva. Otros escri- pasado, pasa y pasará en el tiempo vivido por
bieron en nombre de Pedro, Juan, Santiago y la humanidad; en una palabra, sin poseer la
Judas, el hermano de Santiago (cf. Gál 1,19). ciencia de Dios.
Así, mientras que los evangelios ejercían sobre Pero el Dios de la revelación judeocristiana
la conducta de las comunidades una autoridad –el que «hace alternar los tiempos y las esta-
indirecta, ya que hablaban de la vida y las en- ciones», el que «depone y entroniza los reyes»
señanzas de Jesús, las cartas les proponían, de y «revela las cosas profundas y ocultas», por-
manera más inmediata, instrucciones y direc- que «conoce lo que está en las tinieblas y la luz
tivas concretas. habita junto a Él» (Dn 2,21-22)– no nos ha de-
jado completamente desvalidos frente al mis-
terio de la historia. La fe, en efecto, nos da a
La concepción apocalíptica de la historia conocer de manera cierta lo esencial del mis-
terio que ella encierra; pero esa participación
Ya se ha convertido casi en un lugar común en el conocimiento divino se realiza según el
decir que la noción misma de filosofía de la modo propio de la fe –in speculo et aenigmate–
historia es una herencia recibida del cristia- que se distingue de la clara visión. Por lo tan-
nismo. Obviamente, esta herencia no se expli- to, aunque conocemos el fin de la historia, se
ca simplemente como una transposición de la nos escapa la razón de ser y el sentido último
teología. Se trata, más bien, de un proceso lar- de cada acontecimiento singular, especialmen-
go y complejo, cuyo resultado fue, a un mismo te de los más dolorosos.
tiempo, el amplio desarrollo de la conciencia La fe no nos aclara toda la anchura, la altu-
histórica (sobre todo en los ss. XVIII y XIX) y ra y la profundidad del plan divino de salva-
la eliminación de la dimensión trascendente, ción. A la Iglesia peregrina en la tierra no le es
esencial a la visión cristiana pero casi por dado comprender todos los caminos que ha
completo ajena a la moderna cultura seculari- recorrido y recorrerá la historia en su marcha
zada. Así la historia, reducida ya al nivel de lo hacia la meta final (una meta que se habrá de
empíricamente observable, apareció como un alcanzar, aunque no sepamos cuándo ni có-
todo autónomo, que se basta a sí mismo. mo). Tampoco puede discernir con certeza ab-
Hecha esta salvedad, no deja de ser verdad soluta, y en todos sus detalles, qué es lo que ha
que la historia, según la concepción predomi- contribuido y contribuye de hecho al adveni-
nante en la cultura occidental, es un proceso miento del Reino. Los caminos de Dios son
irreversible, y no, como tendían a verla los inescrutables, y él puede servirse incluso del
griegos, un proceso cíclico que vuelve eterna- mal para realizar sus designios. Pero aunque
mente sobre sí mismo. Es también verdad que «conocemos solo en parte» (1 Cor 13,12), la Bi-
esta idea constituye un residuo secularizado de blia nos habla de la «obra» que Dios ha reali-
la teología judeocristiana de la historia, es de- zado y continúa realizando, invisible y secreta-
cir, de una concepción teológica que entró en el mente, en el corazón del tiempo (cf. Ecl 3,9-11),
área mediterránea especialmente con el Libro y así nos ha concedido ver, en el claroscuro de
de Daniel y luego fue elaborada lentamente por la fe, dónde está la verdadera historia. Esa his-
COMENTARIOS AL ANTIGUO TESTAMENTO 596

toria verdadera no está constituida por la eco- Por otra parte, el primer advenimiento de
nomía, la política, las técnicas, las artes, y ni Cristo no es el comienzo de la historia de la sal-
siquiera por las formas exteriores de la vida re- vación. Antes de él está el tiempo del AT, es de-
ligiosa. Por lo tanto, resulta inaccesible para el cir, la lenta preparación evangélica por la que
que pretende entenderlo todo a partir de la his- Dios, como dice san Ireneo, «disponía de múl-
toria terrena y solo a la luz de la experiencia tiples maneras al género humano para alcan-
sensible. Al igual que el Verbo encarnado du- zar la salvación». De esta preparación no es-
rante su vida terrena, no se manifiesta a los taban excluidos los pueblos paganos, pero lo
ojos de la carne, sino únicamente a la mirada esencial de aquel primer acto se desarrolló en
de la fe. la historia de Israel, el pueblo elegido, con el
La sustancia de esta historia verdadera –ya que Dios estableció su alianza y al que le fue re-
lo hemos dicho– son las acciones que Dios rea- velada la Ley, que era el pedagogo que debía
liza en el curso del tiempo para «recapitular» conducirlo hacia Cristo (Gál 3,24).
todas las cosas en Cristo. Por tanto, al Dios de Finalmente, la revelación nos dice que en la
Israel, que es también el Padre de Nuestro Se- base de esta teología está la fe en la providencia
ñor Jesucristo, no se lo puede conocer, como a y en el amor de Dios, que sostiene con su mano
los dioses de los antiguos pueblos semitas, en el poderosa el desarrollo de los tiempos desde el
curso previsible de los acontecimientos natura- primer día de la creación. Una fe que debe tener
les. Ciertamente, el ámbito de las acciones divi- la mirada fija en la cruz y en la Resurrección de
nas es la naturaleza, y por eso «el cielo procla- Cristo, y que está llamada a no desfallecer ni si-
ma la gloria de Dios y el firmamento pregona la quiera cuando el mal irrumpe y da la impresión
obra de sus manos» (Sal 19,2). Pero el conoci- de arrebatarlo todo, o cuando el mundo se con-
miento que nos da la revelación cósmica con- vierte en un valle de lágrimas y la historia pare-
duce únicamente, por así decirlo, a lo exterior ce no ser otra cosa que el escenario de sufri-
de Dios. La trascendencia y el poder creador de mientos y desdichas, de fracaso y de muerte.
Dios quedan de ese modo afirmados, pero el
cosmos no dice nada de su ser más íntimo y
personal. Si ya en el plano humano la interiori- Las distintas formas de milenarismo
dad de una persona resulta inaccesible a no ser
que se manifieste en sus gestos y palabras, tan- La lectura de un misterioso pasaje del Apo-
to más la trascendencia divina habría sido una calipsis canónico ha dado pie al surgimiento
barrera infranqueable para el entendimiento de la doctrina conocida como milenarismo,
humano, si Dios mismo no se hubiera revelado que ha estado presente a lo largo de toda la
en acciones y palabras (cf. Heb 1,1). historia de la Iglesia y que en la actualidad es-
Esta historia invisible pero real comprende tá muy difundido entre los grupos cristianos
tres momentos esenciales. En el centro del de tendencia fundamentalista. Es el texto de
tiempo está la encarnación del Verbo, la kéno- Ap 20,1-6 el único texto de la Biblia que habla
sis del Hijo de Dios: El Verbo se hizo carne, y expresamente de un reino de mil años. De ahí
puso su morada entre nosotros (Jn 1,14). que el milenarismo reciba también el nombre
Pero si la salvación ya ha sido realizada por de quiliasmo, en razón de la palabra griega ji-
Cristo, la historia del mundo aún no ha com- liás, que significa «mil».
pletado su curso. Dios ha querido que se dé un El milenarismo se ha presentado y aún se
intervalo entre la ascensión de Cristo y su pa- presenta bajo diversas formas. Entre las mu-
rusía final, y ese intervalo no puede ser un chas maneras de concebir este reino de los mil
hueco insignificante e inútil. Es el tiempo de años pueden mencionarse las corrientes desig-
la Iglesia, tiempo en que el Espíritu ha sido de- nadas con los nombres de premilenarismo,
rramado para que los discípulos de Jesús lle- posmilenarismo y amilenarismo.
ven a cabo la misión evangelizadora y santifi- De acuerdo con la doctrina del premilenaris-
cadora que el mismo Señor les ha confiado. Es mo, habrá ciertos signos que anticiparán la ve-
también un tiempo de espera, pero no de pura nida de Cristo: la predicación del evangelio a
expectativa, porque cada uno ha recibido uno todas las naciones, una gran apostasía, guerras
o muchos talentos para llevar a cabo en la tie- y catástrofes naturales, la manifestación del
rra la tarea que le ha asignado el dueño de ca- Anticristo y la gran tribulación. Luego Cristo
sa (Mc 13,34). Al término de la espera están reinará junto con sus santos en una prolonga-
«el cielo nuevo y la tierra nueva donde habita- da era de paz y de justicia. Así se cumplirán las
rá la justicia» (2 Pe 3,13; Ap 21,1). Y esta con- antiguas profecías, y todo el mundo será col-
sumación escatológica, simbolizada en la figu- mado de bendiciones divinas. En este reino del
ra de la «nueva Jerusalén» que baja del cielo y milenio los judíos se convertirán y tendrán una
viene de Dios (Ap 21,2), desautoriza a quienes gran participación en él (aunque hay diferentes
pretenden consumar la historia haciéndola de- interpretaciones sobre el «cómo» y el «cuán-
sembocar, desde dentro de sí misma y en vir- do» de esta conversión).
tud del esfuerzo humano, en una situación de Satanás, que había sido atado y aprisiona-
plena realización y de perfecta armonía. do en el Abismo durante mil años (Ap 20,2-3),
597 LA LITERATURA APOCALÍPTICA

será liberado por un breve tiempo al fin del Baste indicar, sucintamente, que hacia co-
milenio, y los creyentes se verán sometidos a mienzos de la era cristiana cobró nueva fuer-
una dura prueba. Pero luego él será arrojado za en el judaísmo la esperanza en una futura
al «lago de fuego y azufre», donde están tam- intervención de Dios, que traería a su pueblo
bién la «bestia» y el «falso profeta» (los ejecu- la salvación anunciada por los profetas y las
tores de sus designios, cf. Ap 20,10). Entonces bendiciones prometidas a Abraham y a su des-
llegará el fin: serán creados el nuevo cielo y la cendencia.
nueva tierra y comenzará la era de la felicidad Las representaciones concretas de esta sal-
eterna. vación futura eran en extremo variadas, pero
El posmilenarismo afirma que el Reino se se distinguían, a grandes rasgos, dos tenden-
ha extendido a través del mundo a medida que cias predominantes: unos la concebían escato-
ha sido anunciado el evangelio. En el futuro, lógicamente; otros, en cambio, la asociaban a
la influencia del cristianismo va a ser tal que un descendiente de David, que reunía al mismo
sobrevendrá una larga era de paz y de prospe- tiempo características propias de Moisés, del
ridad en todo el mundo. Pero no habrá una Hijo del hombre (cf. Dn 7,13-14) y del profeta
ruptura catastrófica entre el mundo presente y anunciado en Dt 18,17. A esta figura se la de-
el «milenio», sino un crecimiento gradual a signó en adelante con el nombre de Mesías (el
medida que más y más personas se conviertan. «ungido de YHWH»).
La influencia del mal irá decreciendo bajo el Esta idea no la encontramos en el AT. En él,
influjo de la fe cristiana, y muchos problemas la espera de la salvación futura se expresaba
sociales y económicos quedarán resueltos. en distintas claves: un nuevo éxodo (Is 43,16-
Luego llegará el fin definitivo: Cristo se mani- 21), la nueva alianza escrita en los corazones
festará por segunda vez, resucitarán los muer- (Jr 31,31-34), el «germen justo» (Jr 33,15-16),
tos y tendrá lugar el juicio final. la restauración de la «choza derruida de Da-
El amilenarismo rechaza los dos sistemas vid» (Am 9,11), la Jerusalén renovada (Ez 40-
anteriores. El reino de Dios ya se ha hecho 48), la paz universal (Is 2,1-5; 11,6-9; Miq 4,1-
presente en el mundo con la venida de Jesús; 5). Estas claves no se integraban en un
el trigo y la cizaña seguirán creciendo juntos, conjunto uniforme, en una asociación metafó-
sin que ninguno llegue a imponerse definitiva- rica o en una doctrina sobre la llegada y la na-
mente sobre el otro antes del juicio final. A turaleza de la salvación definitiva.
partir de su resurrección, Cristo ha sido cons- Por otra parte, en los escritos proféticos la
tituido Señor, pero solo en su parusía se esta- plenitud de la salvación no era necesariamen-
blecerá definitivamente su reinado, en el cielo te escatológica en el sentido estricto de la pa-
nuevo y en la tierra nueva 2. labra, es decir, no ponía un fin definitivo a la
En este contexto cabe recordar el decreto historia presente para instaurar «un cielo nue-
emitido por el Santo Oficio el 21 de julio de vo y una nueva tierra» (Is 65,17; Ap 21). La sal-
1944, que responde a una consulta relativa al vación tampoco llegaba siempre por la media-
así llamado milenarismo mitigado, es decir, a ción de un rey mesiánico, y aun en los casos
la creencia según la cual Cristo, antes del jui- en que se habla de un personaje escatológico
cio final, precedido o no por la resurrección de (como el Hijo del hombre), no siempre se tra-
muchos justos, vendrá a reinar visiblemente taba del «Ungido» de la casa de David.
en esta tierra. La respuesta fue que el sistema En algunos casos, por ejemplo, la inaugura-
del milenarismo mitigado no es del todo con- ción del reino de Dios no incluye una inter-
forme a la fe católica (tuto doceri non potest). vención humana (cf. Sal 47; 93; 95-99) y al
El milenarismo no ha sido condenado co- Siervo de Yahvé del Deuteroisaías o al Hijo del
mo herejía, pero la Iglesia católica lo conside- hombre de Daniel no se los presenta como
ra erróneo. Entre otras razones, porque la vástagos del linaje de David, aunque en este
doctrina milenarista se basa en una exégesis último caso se produjo con el paso del tiempo
demasiado literalista del Apocalipsis. Esta exé- una curiosa fusión de distintas tradiciones. La
gesis no debe perder de vista que el autor re- figura del Hijo del hombre, en efecto, proviene
curre en forma constante al simbolismo, y en de los escritos apocalípticos del judaísmo tar-
particular al simbolismo de los números, entre dío y se aparece al visionario del libro de Da-
ellos el del número 1.000 3. niel como un ser que desciende de las nubes
del cielo y recibe un reino eterno y el dominio
sobre todos los pueblos (Dn 7,13-17). El escri-
El mesianismo tor apocalíptico no veía en él a un individuo,
sino a un símbolo del pueblo de Israel, y ex-
Como conclusión de esta visión panorámi- presaba, en medio de la persecución por parte
ca parece oportuno añadir una breve consi- del rey Antíoco IV, una esperanza que sobre-
deración sobre el tema del mesianismo, sin pasaba los estrechos límites del nacionalismo
entrar en los detalles sobre el origen y el desa- judío y que adquiría una dimensión universal,
rrollo de esta idea, desde el AT hasta los escri- porque traía consigo el final del mundo anti-
tos apocalípticos y el NT. guo y la aurora de un mundo nuevo. Pero con
COMENTARIOS AL ANTIGUO TESTAMENTO 598

el paso del tiempo la expresión adquirió un [dirs.], Los manuscritos del mar Muerto. Ba-
nuevo sentido, y los escritos posteriores mues- lance de hallazgos y de cuarenta años de estu-
tran que esa extraña figura se personalizó has- dio, El Almendro, Córdoba, España, 1994, pp.
ta identificarse con el Mesías de Israel (Henoc 189-206).
48,1-3; 62-63; 4 Esd 13).
A pesar de las diferencias, todas las corrien-
tes del judaísmo coinciden en un punto co- NOTAS
mún: con o sin Mesías, se mantiene viva la ar-
diente espera de una intervención de Dios 1. Cf. G. Aranda Pérez, F. García Martínez, M.
como go’el o Redentor de su pueblo. Más aún, la Pérez Fernández, La literatura judía intertestamenta-
escatología judía asigna un importante lugar a ria, Verbo Divino, Estella 1996, especialmente pp.
271-354.
la espera del Mesías de la estirpe davídica (y, en 2. Para una exposición más detallada de estas
grupos más restringidos, de un Mesías sacer- corrientes milenaristas, cf. D. S. Russell, Prophecy
dotal). Los Salmos reales, que se referían ini- and the Apocalyptic Dream. Protest and Pomise, Hen-
cialmente al monarca reinante, se releyeron drickson Publishers, Peabody, Massachusetts 1994,
cuando la dinastía davídica no era más que un pp. 73-80.
recuerdo del pasado y fueron interpretados co- 3. Cf. C. Nardi, Il Millenarismo. Testi dei secoli I-
mo anuncios proféticos de un futuro «Ungido II, BibPt 27, Fiesole 1995. A modo de ejemplo puede
de YHWH», es decir, del Mesías en sentido es- leerse el texto siguiente: «Los hijos de Dios vivirán
tricto. Esta esperanza, estimulada por una todos alrededor del templo, gozando de aquello que
les concede el creador y Monarca justiciero, porque
constante relectura de los Libros sagrados, co- él solo los protegerá y asistirá con gran poder, con
bró especial actualidad en tiempos de Jesús, una especie de muro de fuego ardiendo en derredor.
particularmente en los círculos fariseos. Sin guerras, vivirán en sus ciudades y en sus campos
y no los tocará la guerra malvada. Y Él mismo [Dios]
será su mejor defensor inmortal y la mano del que es
El mesianismo cristiano santo» (Oráculos Sibilinos, III, 702-709).

El mesianismo es un dato tan central en el


NT, donde a Jesús de Nazaret se lo identifica BIBLIOGRAFÍA
simplemente con «el Cristo» (es decir, el «Me-
sías», el «Ungido», gr. Jristós). Pero este Cristo Beuken, W., «¿Tenía Israel necesidad del Mesías?»,
es a la vez un «Mesías sacerdote», un «Mesías Concilium 245 (1993) 1931.
Collins, J. J., The Apocalyptic imagination. An Intro-
rey», un «Profeta como Moisés», un «Siervo duction to the Jewish Matrix of Christianity,
sufriente» y un «Mesías celestial» (el «Hijo del Crossroad, Nueva York 1984.
hombre» como rey y juez universal; cf. Mt Clements, R. E., «The Messianic Hope in the Old
25,31-46). En decir, la comunidad cristiana ha Testament», Journal for the Study of the Old Tes-
atribuido a una persona histórica todos los tament 43 (1989) 3-19.
rasgos de las figuras mesiánicas que en el AT Gelin, A., «Messianisme», DBS V (1955) 1165-1212.
se hallaban germinalmente, aglutinando en un Hanson, P. D., Old Testament Apocalyptic. Interpre-
fruto magnífico los múltiples gérmenes «me- ting Biblical Texts, Abingdon, Nashville 1987.
siánicos» del AT. Jossa, G., Dal Messia al Cristo, Paideia Editrice,
Brescia 1989.
Hasta hace poco tiempo, señala acertada- Kaiser, Jr., Walter C., The Messiah in the Old Testa-
mente F. García Martínez, no se podía recons- ment, Zondervan Publishing House, Grand Ra-
truir el proceso por el que esas semillas se de- pids, Michigan 1995.
sarrollaron y transformaron en fruto, ni cómo Russel, D. S., Prophecy and the Apocalyptic Dream.
en el s. I de la era cristiana los gérmenes de es- Protest and Promise, Hendrickson Publishers,
peranza que incluía el AT crecieron hasta con- Peabody, Massachusetts 41995.
centrarse en la sola persona del Nazareno. —, Divine Disclosure; An Introduction to Jewish
Ahora, en cambio, los manuscritos de Qumrán Apoclyptic, SCM-Fortress, Londres-Filadelfia 1984.
Schürer, E., Historia del pueblo judío en tiempos de Je-
han proyectado nueva luz sobre este proceso, sús, vol. II, Cristiandad, Madrid 1985, pp. 631-713.
como lo muestra de manera convincente el es- Sicre, J. L., De David al Mesías, Verbo Dvino, Estella
tudio del autor sobre «Los manuscritos del 1995 (con abundante bibliografía).
mar Muerto y el mesianismo cristiano» (en —, Profetismo en Israel, Verbo Divino, Estella 1992,
Antonio Piñero y Dimas Fernández-Galiano pp. 485-536.

Vous aimerez peut-être aussi