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La historia más
bella del amor
M
ANAGRAMA
Colección Argumentos
Jean Courtin, Paul Veyne,
Jacques Le Goff, Jacques Solé,
Mona Ozouf, Alain Corbin,
Anne-Marie Sohn, Pascal Bruckner,
Alice Femey y Dominique Simonnet
La historia más
bella del amor
Traducción de Óscar Luis Molina S.
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
Título de la edición original:
La plus belle histoire de l’amour
© Editions du Seuil
Parts. 2003
Diseño de la colección:
Julio Vivas
Ilustración: «Júpiter y Juno en el monte Ida», James Barry, 1770,
City Art Gallery, Sneffield, Gran Bretaña
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Acto I
Primero, el matrimonio
ESCENA 1
LA PREHISTORIA: LA PASIÓN DE LOS CROMAGNON
APARECE LA SENSIBILIDAD
HUELLAS DE SOLIDARIDAD
EL ARTE Y EL AMOR
LA EDAD DE ORO
PANTALONES DE PIEL
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¿Qué se puede apreciar entonces en las pinturas y cerámicas
deesa época?
En casi toda Europa, especialmente en los Balcanes y en
Oriente Próximo hay representaciones de madres fecundas.
Las estatuillas de Malta o de Anatolia representan a damas
gordas y corpulentas... En el Sahara y en Anatolia se
encuentra también el simbolismo del toro, príncipe viril,
complemento de la diosa madre. Pero, al contrario del de
los cazadores-recolectores, el arte de los campesinos es
completamente realista: pastores que conducen ovejas, mu
jeres que trituran el grano en morteros...
¿Yparejas que se abrazan?
Sí. En las pinturas del Sahara (entre -5.000 y -2.000 años)
hay esta vez numerosas escenas de coito: personajes ha
ciendo el amor en cabañas. Son las primeras imágenes de
este tipo. Muestran varias posiciones y siempre parejas. No
hay acoplamientos múltiples... Hace poco se ha encontrado
en el valle del Ródano tumbas del neolítico que contienen
un hombre acompañado de dos y a veces de tres mujeres, a
las cuales debieron de matar y enterrar, pues, al mismo
tiempo. Lo que, en esta ocasión, sugiere poligamia y cierta
violencia.
¡Se acabó el paraíso! El neolítico no es verdaderamente un
progreso para la vida privada...
Y sin embargo este modo de vida campesino se extiende por
todas partes. Nunca he logrado comprender, y soy hijo de
campesinos, por qué tuvo tanto éxito, por qué los últimos
cazadores-recolectores, hombres del mesolítico que vivían
en un clima templado y contaban con recursos abundantes
y variados, abandonaron la caza y la pesca y se dedicaron a
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desbrozar los bosques, a cavar el suelo, a exponerse a todos
los azares de las cosechas, a constituir rebaños que los lo
bos, las enfermedades y la codicia del vecino amenazaban...
Y ya son las mujeres las que pagan las consecuencias de este
frenesí productivo.
Las tareas domésticas de las mujeres se multiplican. Ahora
hay que participar en la siembra, en la siega, en la molienda
del grano, en la fabricación de alfarería, en su horneado...
Actividades incesantes que aún se ven en la selva de África
central: las mujeres no cesan de trabajar en toda la jomada.
El neolítico inauguró el principio de las obligaciones feme
ninas. Y es probable que los sentimientos y la sexualidad en
tre la gente se hayan normalizado cada vez más en esos
tiempos y que entonces nacieran y se desarrollaran el rapto,
la violación y la esclavitud. Es el comienzo de los proble
mas. La edad de oro ha terminado y el mundo moderno ya
está en marcha.
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ESCENA 2
EL MUNDO ROMANO. LA INVENCIÓN DE LA PAREJA
PURITANA
LA PAREJA IDEAL
DIVORCIO A HURTADILLAS
CACERÍA DE VIUDAS
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UNA VIOLACIÓN LEGAL
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¿Sería razonable decir que la sociedad romana es desenfre
nada?
¡No! Se suele imaginar la Antigüedad según El Satiri-
cón y las películas de Federico Fellini. Es exactamente al
revés. El mundo romano es un mundo musulmán antes de
tiempo, es puritano. No había orgías en Roma. Por eso,
precisamente El Satiricón, no describe lo que se hace,
sino lo que no se hace, lo que se sueña hacer. Se fantasea
allí como hace un colegial de hoy ante su primera revis
ta pornográfica. También se cuentan algunos casos ex
travagantes: un noble romano, riquísimo, tan depravado
que... se hace servir a la mesa por mujeres desnudas. Y al
gunos casos de sexo en común: entregaba a sus esclavas jó
venes, como en un burdel, a sus invitados. Y el caso de un
perverso que había instalado espejos en su alcoba. ¡Qué per
versiones!
¿Yeso es todo?
Sí. En la realidad había una verdadera censura de las
costumbres: sólo se hacía el amor de noche, sin encen
der lámparas (pues, decían, sin creerlo en absoluto, que
eso manchaba al sol). Solamente los libertinos lo hacían
de día. El hombre honrado no ve entonces desnuda a su
amada, excepto, quizás, en los baños. A veces, por la noche,
si se ha dejado abiertos los postigos, puede haber una po
sibilidad... La luna penetra de pronto en la alcoba y per
mite ver la desnudez de la amada... Es el gran cliché de los
poemas.
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Pero esas estatuas desnudas, por todas partes en las calles, en
los palacios...
Muestran hasta qué punto lo imaginario es diferente de los
comportamientos reales y del discurso oficial. Con las esta
tuas de diosas, los romanos se hacen la idea más noble, más
sensual y más distinguida imaginable de la mujer. Juno es
una gran dama; Artemisa, una cazadora independiente; Ve
nus, un verdadero esplendor... Una Venus que se puede ver
en el museo del Capitolio en Roma, que probablemente
adornaba un establecimiento de baños o un palacio impe
rial, muestra una espalda tan vertical, tan noble, que se tie
ne la tentación de apodarla la «princesa del bello lomo».
Pero todo eso es solamente apariencia, imaginación...
Lo imaginario llega lejos. Pero no tiene ninguna relación
con toda esa verborrea cívica, esas costumbres de esclavis
tas y esas prácticas de puritanos. Si parece tan libre es por
que se ocupa, en el arte y la poesía, de diosas mitológicas,
de seres que sólo existen en la imaginación; por ejemplo, si
una mujer pasaba delante de una estatua de la bella cazado
ra Diana, le enviaba un beso a esta diosa virgen y le rogaba
que le concediera una hija tan hermosa como ella. Gl abis
mo entre el machismo de los romanos y su noble imagina
ción es considerable.
CONTRARIO A LA NATURALEZA
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¿Yla homosexualidad de las mujeres?
¡Un horror! Séneca, el gran moralista, distingue entre lo que
es conforme con la naturaleza y lo que es contrario a ella. El
filósofo Lucrecio, como epicúreo, era muy aficionado a la
naturaleza y no deseaba que se la burlara; reducía el placer
a todo lo que había de más natural. ¡Me parece que nada
hay menos chistoso que un antiguo epicúreo! ¡Era peor que
un ecologista! Lucrecio dice: «Hay libertinos que realizan
prácticas inútilmente complicadas, pero nosotros, epicú
reos, seguimos la naturaleza y no necesitamos de esas com
plicaciones. A nuestras mujeres hay que cogerlas por detrás,
como los animales, porque eso es lo natural. Y el esperma se
desliza mejor, porque está en pendiente.» Esto da una idea
general del pensamiento antiguo en esta materia. Y no, no
se trata de Fellini...
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¿Qué hace con ellos?
Los guarda para su retiro, para sus últimos días: le alimen
tarán cuando ya no pueda hacerlo por sí mismo. En el cam
po, para hacer la corte se lleva a la joven a un rincón, se la
viola y se contrae matrimonio con ella. Se puede suponer,
según los ejemplos griegos, que esta situación era corriente.
En cualquier caso, la violación formaba parte del juego. Si
había una joven deshonesta en la región, se acudía a violarla
en grupo. Los partidarios de los gladiadores a menudo sem
braban el terror de esa manera. Y la cortesana del lugar so
lía ser la víctima. «Para eso está...» No sabemos más.
Hay algo que falta en toda esta historia bastante cruda. Uno
apenas se atreve a pronunciar la palabra: el amor. O, si usted
prefiere, el sentimiento amoroso, la pasión...
Por supuesto que eran como nosotros: solían enamorarse.
Pero no lo dicen pues el amor era un gran peligro. La socie
dad sólo se mantiene porque los hombres son señores de sí
mismos, cualidad necesaria para poder mandar a otros.
Este señorío en sí mismo militar obliga a no ceder a los sen
timientos. Y en una institución noble como el matrimonio
tampoco se trata de caer en una atmósfera sentimental.
¿Yla pasión?
Está bien para los poetas. En las novelas se narraba con fre
cuencia la historia de dos enamorados que experimentan las
peripecias más inverosímiles: son capturados por piratas,
unos bandoleros venden a la mujer, pero en el momento en
que la van a violar Zeus fulmina a los malhechores... Ella se
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las arregla y permanece virgen. Después de veinte años de
peripecias, tan jóvenes como al principio, por fin se casan y
viven felices. Se parecen a nuestros folletines: la receta tiene
dos mil años. Pero sólo son novelas.
¿Y la pasión legendaria de Antonio y Cleopatra?
¡No es difícil amar a una reina que te entrega todo Oriente!
Por lo menos uno se enamoraría. Un episodio de la Odisea
de Homero dice todo sobre Antonio y Cleopatra y con nueve
siglos de anticipación: Ulises se encuentra con Circe, que
tiene el don de convertir a los hombres en puercos. Pero él
resiste, pues ha recibido la protección especial de los dioses.
Entonces Circe le dice: «Vamos a mi cama y, convertidos en
amantes, nos demostramos con eso que nos podemos fiar
ahora uno del otro.» Son Antonio y Cleopatra. Podrían ha
ber sido rehenes uno del otro. Prefirieron ir a la cama.
LA NUEVA MORAL
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La represión.
Cambia la doctrina oficial: desde ese momento, el acuerdo
en el matrimonio, que sólo era un deseo, se convierte en
contrato mutuo (pero todavía no se trata de amor). El adul
terio del marido se considera tan grave como el de la mujer
(pero en la realidad no se castiga, no hay que exagerar).
Ésta se convierte en la compañera, que reconoce su inferio
ridad natural, pero que cumple su deber. El buen marido la
debe respetar. Los esposos deben ser castos, controlar el me
nor de sus gestos, no acariciarse demasiado y hacer el amor
sólo para procrear. La sexualidad es para hacer niños. ¡Los
romanos inventaron la pareja puritana! ¡Inventaron la mo
ral conyugal!
DISTRIBUCIÓN DE LATIGAZOS
LA VUELTA DE TUERCA
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ESCENA 3
LA EDAD MEDIA: Y LA CARNE SE HIZO PECADO...
¡Ah! El amor más fuerte que el exilio, más fuerte que la muer
te, el filtro que enlaza para siempre, las declaraciones inflama
das de los caballeros, las prolongadas quejas de los enamora
dos sacrificados («por mi muerte tendréis un dolor tal,
sumado a vuestra grande languidez, que jamás podréis sa
nar», gime Isolda, separada de su THstán)... Se diría que cierta
Edad Media habría celebrado la pasión, ese sentimiento mor
tal pero sublime. ¡No tan rápido! La época no era tan román
tica. Y el amor no tan cortés si no era adulterio. De hecho, el
cristianismo dio una nueva vuelta de tuerca a la pesada losa
que habían puesto los últimos romanos sobre la pareja casa
da. Y la carne se hizo pecado...
NO TAN CORTÉS
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Acto II
También el sentimiento
ESCENA 1
EL ANTIGUO RÉGIMEN: REINA EL ORDEN SEXUAL
CARICIAS EN EL HENO
LA VIRGEN Y EL BRUTO
DE UN AMANTE A OTRO
ORGÍAS SATÁNICAS
¿El libertinaje del siglo xvm será una reacción contra ese cli
ma de rigor?
Desde el siglo xvi había, como hemos dicho, una reacción li
bertina de la élite contra las reformas rigoristas. La Iglesia y
el Estado consiguieron controlar al pueblo, pero la aristo
cracia mantuvo una gran autonomía. ¡Que no fueran a mi
rar demasiado en las camas! Los bailes y las fiestas son una
incitación al adulterio, un modelo que el mismo rey propa
ga. La libertad sexual, vivida entre bambalinas, se considera
un privilegio aristocrático. Casanova, que no es un persona-
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je imaginario, es un buen ejemplo de la libertad de las cos
tumbres. Se pasa así lentamente de un libertinaje oculto a
un libertinaje reivindicado. Don Juan será su teorizador.
Sade representa su delirio maximalista y aterrador. El liber
tinaje es fundamentalmente una apología del placer indivi
dual, con todo lo que éste comporta de asocial. Se convierte
en moda durante el siglo xvm.
Una moda que la Revolución abolirá.
Sí. Desde la Revolución la Iglesia enseñará a los jóvenes no
bles que los pecados de sus padres libertinos provocaron la
catástrofe. La futura marquesa de Rochejacquelin, la heroí
na de la Vendée, y su primer marido, Lescure, contraen ma
trimonio por amor, pero lo viven en la piedad absoluta y al
servicio de la Iglesia. En la Restauración, la nueva genera
ción será muy devota, rigorista y antilibertina. Se anuda en
tonces una contradicción que Rousseau ilustra bien: el elo
gio de la omnipotencia del individuo, en lo que tiene de más
íntimo, y el sacrificio de este individuo a la dimensión colec
tiva. Bajo la Revolución, el ciudadano derrota al libertino.
Y la Iglesia apoyará esa tendencia. Se vuelve a poner la tapa
sobre la sexualidad y allí permanecerá mucho tiempo.
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ESCENA 2
LA REVOLUCIÓN: EL TERROR DE LA VIRTUD
«¿PENSARÁN CASARME?»
Bello.
¿Verdad? Mme. Roland es una heroína stendhaliana antes
de tiempo: como Julien Sorel, halla una forma de felicidad
en la cárcel después de romper las amarras con la sociedad
y cultivando el recuerdo del ser amado. Olvida la vida políti
ca y se refugia en otra parte: en el amor, que es otra patria...
Antes de que estalle la Revolución, lo hemos visto con Jacques
Solé, el matrimonio por amor ha comenzado a abrirse cami
no, por lo menos en las clases populares... Se supone que eso
se va a desarrollar.
La reivindicación del matrimonio por amor se extiende du
rante todo el siglo xviu. Piense en Diderot, en la Nanine de
Voltaire, en todas esas heroínas de Marivaux... En los me
dios populares, donde los intereses importan menos y donde
los jóvenes se frecuentan, el sentimiento comenzaba a ocu
par un lugar en el matrimonio. Pero no en los medios ilus
trados de las Luces. Dos ejemplos lo muestran. En Las rela
ciones peligrosas, de Choderlos de Lacios, la pequeña Cécile
de Volanges vuelve a casa desde el convento y se encuentra
con una gran agitación: hay obreros, costureras... «¿Pensa
rán casarme?», se pregunta. Una carroza se detiene ante el
castillo y una sirvienta la llama de parte de su madre. Está
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muy agitada. ¿Será su futuro marido? Esta inocente encara
el matrimonio con una ignorancia absoluta de lo que la es
pera durante la noche de bodas e incluso sobre la identidad
del que encontrará en su cama. Hasta que Valmont la espa
bila... Otro ejemplo es el de Mme. d’Épinay.
La amiga de Rousseau...
Esta mujer hace lo imposible por contraer un matrimonio
por amor, rechaza a los hombres que no le gustan, llene
una tórrida luna de miel, que impresiona a sus amigos...
Y después, una vez terminado el viaje, el marido vuelve al
código aristocrático del matrimonio: estimando que ya ha
hecho lo que debía hacer, busca amantes. Ella se enfurece,
llora, se desespera. Hasta que interviene su madre para pe
dirle que... pida disculpas al marido tres veces adúltero. Así
es el amor aristocrático en tiempos de las Luces: se reivindi
ca una unión con sentimiento, pero se mantiene el matrimo
nio por mera conveniencia y los hábitos masculinos de la
nobleza. La Revolución no cambiará nada de todo esto.
Esas costumbres llegarán inamovibles hasta el siglo xdc.
Una persona, sin embargo, causará algún impacto: Jean-
Jacques Rousseau.
EL DILEMA DE JULIE
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¿Yellas aprovecharán la ocasión?
Numerosas mujeres se precipitan por la brecha para huir de
un marido indeseable... Pero no es tan sencillo. Recuerde a
Delphine, la heroína de Mme. de Staél (que en sus novelas
siempre pone en escena a mujeres casadas con seres lamen
tables): viuda de un ferviente defensor de las ideas revolu
cionarías e ilustradas, se enamora de un hombre mediocre
lleno de prejuicios que termina por casarse con una devota.
Después de mil vicisitudes, Delphine ingresa en un conven
to, jura sus votos, el ejército revolucionario fusila a su ena
morado y ella se envenena. Esos dos seres, sin embargo, se
habrían podido desligar: el divorcio ya era legal y los votos
monásticos se podían rescindir. Podrían haber vivido juntos,
felices. Pero no lo hacen.
¿Porqué?
Porque sobre ellos se ejercen mil presiones, porque la opinión
pública no ha cambiado. La legislación revolucionaria era
muy avanzada en relación con las costumbres vigentes. Como
dice Saint-Just: «La felicidad es una idea nueva en Europa.»
Los dos enamorados no sólo son desgraciados, sino que la
nueva libertad les hace responsables de su desgracia. Se pro
híben a sí mismos aprovechar esa «idea nueva». Mme. de
Staél lo comprendió bien. Dar autonomía a las personas pro
duce un efecto perverso: hace que les cueste mucho más
aceptar su angustia de vivir o su malestar. Si la Revolución
cambia alguna cosa en la vida privada, es ésta: ahora cada
uno es responsable. Antes, si uno se equivocaba, se podía de
cir «es culpa de mi padre o de mi marido». Ahora esto es un
asunto personal... Pero todo esto durará poco: Termidor dará
el primer golpe a la ley de divorcio al suprimir la incompati
bilidad de caracteres y el consentimiento mutuo y, más tarde,
el código civil volverá a establecer la superioridad del marido.
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EL AMOR ES EL ENEMIGO
Se cerrará muy pronto la puerta entreabierta a la libertad de
amar. En 1793 Robespierre tanza el Terror y la Virtud. Poco a
poco, la Revolución reglamenta la vida íntima...
Toda revolución intenta evitar las desviaciones y codificar
las relaciones humanas. Saint-Just lo intenta en los Frag
mentos sobre las instituciones republicanas: toda pareja casa
da durante siete años y que no tenga hijos debe separarse.
Hay que declarar oficialmente las amistades. Ya no hay vida
interior ni intimidad de sentimientos. ¿Y qué molesta más a
esta codificación de las relaciones humanas? El amor, sin
duda. El amor, esa relación no preparada, no negociada, es
pontánea, que puede trastornarlo todo... El amor es inacep
table para quien tiene que reglamentar la vida privada. El
amor es el enemigo de la Revolución.
LA DERROTA ROMÁNTICA
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El amor y tas mujeres finalmente no ganaron gran cosa con el
episodio revolucionario.
Al principio de la Revolución hubo toda suerte de sueños de
igualdad amorosa y cívica. Pero fueron aplastados por la
losa del código civil y de las restauraciones. «¡La extin
ción!», dijo Stendhal. Las mujeres salen de la Revolución
como víctimas. Otra vez reducidas al silencio y a la soledad.
Pero creo que, en definitiva, ganaron entre 1789 y 1792 con
la legislación revolucionaria del matrimonio, del divorcio,
de los derechos sucesorios y con la idea de su papel funda
mental en la educación ciudadana de los hijos, que apunta a
una nueva sociabilidad mixta. Y, en última instancia, tam
bién progresó la relación amorosa: a pesar de todo, la Revo
lución dibujó el esbozo de un mundo donde las relaciones
humanas pueden ser diferentes. Habrá que esperar más de
un siglo, pero la idea ya estaba sembrada.
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ESCENA 3
EL SIGLO XIX: TIEMPO DE PAVITONTAS
Y DE BORDELES
SUSPIROS Y ROZAMIENTOS
EL CUERPO ENCORSETADO
A OSCURAS Y DEPRISA
Estamos lejos del romanticismo, en efecto. ¿Se sabe cómo se
comportaban estas dos especies tan diferentes que son los
hombres y las mujeres de esa época cuando estaban juntos en
la cama?
En las casas burguesas, la noche de bodas es toda una prue
ba. Es el duro momento de la iniciación femenina, que efec
túa un marido que ha conocido la sexualidad venal. De allí
proviene la costumbre creciente del viaje de bodas, para evi
tar un momento tan molesto al entorno familiar... La alcoba
de los esposos, donde se refugia la sexualidad conyugal, es
un santuario y el lecho un altar donde se realiza el acto sa
grado de la reproducción. Por lo demás suele estar remata
do por un crucifijo. El cuerpo está siempre cubierto de ropa.
La desnudez completa sigue siendo algo excepcional hasta
el siglo xx (la desnudez evocaría demasiado el burdel). Es lí
cito todo lo que facilita la concepción.
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Todo lo demás está prohibido.
Sí. Se hace el amor a oscuras, sin preocuparse demasiado,
parece, del placer de la compañera, en la posición llamada
del misionero casi siempre, pero también con la mujer arro
dillada, como recomendaban los médicos a los cónyuges de
seosos de concebir. Las prácticas aconsejaban, además, que
el hombre realizara una administración parsimoniosa de su
sustancia, que debía modular según la edad (consideraban
que la cincuentena era el límite último de la actividad mas
culina). Todo permite pensar que la brevedad de las relacio
nes conyugales persistió durante todo el siglo. Y parece ha
ber favorecido la concepción.
¿Se sabe cómo soportaban las mujeres tanta indigencia?
¿Confesaban su placer? ¿Superaban el desprecio o la moles
tia que podía inspirarles su compañero? No hay modo de sa
berlo... Las mujeres, en sus diarios íntimos o en su corres
pondencia, nunca hablan de ello antes de la década de 1860.
La posible y única confidente es la amiga íntima, a veces
una prima, que se conoció en el internado.
MASTURBACIONES MUTUAS
En el campo, los jóvenes viven en todo caso sus amores con ma
yor libertad y honestidad. Por h menos, espero que así fuera...
El campo es otro mundo. Desde los primeros años de la mo
narquía de Julio, se populariza el discurso del amor román-
101
tico: en la campiña del Limousin, por ejemplo, los romances
y los folletines rechazan los cantos tradicionales. Pero allí el
sentimiento se expresa poco mediante el lenguaje. Más bien
por los gestos. Para indicar una inclinación mutua, se aprie
tan las manos con fuerza o se dan grandes palmadas en los
hombros. Tal como ha mostrado Jacques Solé en relación
con el siglo xvm, las parejas jóvenes practican una sexuali
dad distinta.
¿Fuera de la vista, en la granja o en los prados?
Sí. Se inician en el heno, a veces se hace la vista gorda ante
la violación de una pastora por parte de un joven. Se tocan,
se «hacen el amor», es decir, se cortejan. La joven entrega al
muchacho «la parte alta» o bien se deja acariciar. En algu
nas regiones, como en Vendée, se practican diversas formas
de masturbación recíproca. Las chicas se dejan acariciar en
los bailes sin que ello implique consecuencias. Curiosamen
te, el beso profundo es tabú. A veces pasan la noche juntos,
lo que no significa que hagan el acto sexual «completo». En
otras regiones, como el País Vasco o Córcega, se practica
una forma de concubinato o de ensayo de matrimonio. Los
burgueses, por su parte, sueñan con esos amores sencillos y
libres. Pero los temen.
ESCOTES INDECENTES
EL CLÍTORIS SUPERFLUO
106
TIEMPO DE CORNUDOS
El divorcio, instaurado en 1792 por los revolucionarios y su
primido en 1816, se restablece en 1884. Miles de mujeres lo re
claman. Pero el adulterio es el gran tema del momento.
El adulterio alimenta las conversaciones, en efecto. La nove
la y el vodevil incitan al engaño y ponen en escena el ménage
á trois. En el ámbito de la alta política es normal tener una
amante. Pero no hay que sobreestimar la amplitud del fenó
meno. Se asiste a las obras de Feydeau y se ríe con ellas, del
brazo de la esposa, para exorcizar la amenaza. Porque la
mujer virtuosa continúa siendo dominante, a pesar de todo,
en el seno de la burguesía.
Así pues, el adulterio sigue siendo condenable oficialmente.
El adulterio del marido ni siquiera puede ser perseguido, a
menos que el esposo infiel mantenga a una concubina en el
domicilio conyugal, lo que se acerca a la bigamia. Pero no
es infrecuente que en la promiscuidad de los apartamentos,
el burgués se acerque a la joven criada...
¿Yel adulterio de la esposa?
Siempre es un delito, punible en teoría hasta con dos años
de cárcel. El marido dispone de un derecho de gracia:
puede interrumpir la ejecución de la pena para permitir
que su esposa se reintegre al domicilio conyugal. Aunque
el adulterio femenino era menos frecuente de lo que se
cree, es verdad que las mujeres contaban con una movili
dad mayor. La concentración urbana y el alumbrado de
gas modifican los comportamientos; aumenta la vida noc
turna, los noctámbulos frecuentan los bailes y los espectácu
los y deambulan por los bulevares. A partir de la década
107
de 1880 las mujeres pueden exhibirse en las terrazas de
los cafés. Los viajes, en coche y después en ferrocarril, las
vacaciones de la mujer sola y los baños de mar favorecen
las aventuras.
Se desarrolla una práctica inédita entre los jóvenes y que
anuncia un amplio porvenir: el flirteo.
Si. El flirteo se vincula con el antiguo código romántico y
conciba virginidad, pudor y deseo. Es una mirada que
anuncia un encuentro, los tenues roces de los vestidos, de
la piel, la presión de las manos que esbozan los prelimina
res... Después los besos, las caricias, los tocamientos que
conducen a veces al orgasmo sin coito... Comienza una
nueva era.
UN NUEVO EROTISMO
108
A fines del siglo xtx, por tanto, está a punto de cambiar algp
en nuestra historia. Como si la pesada losa moral que gravita
ba sobre las relaciones de los hombres con las mujeres desde
la Antigüedad estuviera ahora a punto de resquebrajarse ver
daderamente.
Sí. A fines del siglo xix se dibuja un nuevo tipo de pareja,
más unida: una mujer más conocedora, un hombre más
preocupado por su compañera. Se desarrolla la anticoncep
ción (especialmente mediante el coitus interruptus). El egoís
mo masculino pierde su soberbia. Aparece una sexualidad
más sensual en lugar de la antigua sexualidad genital y rápi
da y concentrada en la procreación. Los esposos se llaman
«querido» y «querida». Algunas novelas para mujeres jóve
nes no vacilan en insinuar un velado erotismo. En suma, es
la primera revolución sexual de los años sesenta, un siglo
antes que la nuestra. La cuestión de la sexualidad ya está
planteada.
109
Acto III
Finalmente el placer
ESCENA 1
LOS AÑOS LOCOS: AHORA HAY QUE COMPLACER
114
Y para ser feliz hay que amar.
¿Acaso el abecedario de la felicidad no es vivir con alguien a
quien se ha elegido y con quien hay buen entendimiento?
Esta idea innovadora asciende por las clases sociales hasta
los burgueses: ahora se afirma que las relaciones matrimo
niales deben apoyarse en un sentimiento recíproco. El amor
se convierte en el cimiento de la pareja. El matrimonio por
conveniencia parece vergonzoso.
ESPOSAS IRREPROCHABLES
123
«¡ERA UN VOLCÁN!»
LA REVOLUCIÓN AMOROSA
EL PARÉNTESIS ENCANTADO
131
COMO NIÑOS EN UNA PASTELERÍA
«¡ERECCIÓN, INSURRECCIÓN!»
SEGUNDA LIBERACIÓN
Las primeras víctimas de esta historia eran, otra vez, las mu
jeres.
Las mujeres se sentían negadas. Todo se había calcado so
bre la mecánica del orgasmo masculino, sobre la satisfac
ción que neutraliza la pulsión. Ellas no se reconocían en la
aceleración del consumo sexual, no deseaban convertirse en
objetos manipulables a voluntad por hombres calenturien
tos; querían nuevos derechos; aborto, contracepción, res
peto de su propio deseo, reconocimiento de su placer es
pecífico... Se planteaba, como hoy en día, la cuestión del
consentimiento sexual. Una parte del movimiento feminista
se alzó entonces contra la masculinidad; otra, acomodaticia,
trató de inventar relaciones más armoniosas entre los hom
bres y las mujeres. Y había siempre el renacimiento incesan
te, en cada relación, del sentimiento, una suerte de nostalgia
que se ahogaba, que se sofrenaba y de la cual nadie se atre
vía a hablar.
Pero después hubo quien se atrevió. Algunos, como Roland
Barthes (Fragmentos de un discurso amoroso), Michel Fou-
cault (Historia de la sexualidad) y Alain Finkielkraut y usted
mismo (El nuevo desorden amoroso), emprendieron la críti
ca y denunciaron esa gran ilusión sexual.
Hemos intentado que se comprendiera que la noción de re
volución sexual no tenía sentido alguno. Que el amor no
era reformable, que en amor no había progreso. Roland
Barthes se atrevió a proclamar: «¡No, el amor no es vergon-
141
zoso! Yo continúo amando; no sólo me interesa el deseo, a
veces amo el sufrimiento amoroso.» Barthes citaba a Wer-
ther, en esa época todo un exabrupto; invocaba a Rousseau
y a todos esos personajes caídos en el infierno de la litera*
tura clásica.
De pronto volvía a valorarse el sentimiento.
Sí. De pronto reivindicábamos el sentimiento como más re
volucionario que el deseo sexual. Lo que no impedía un con
sumo sexual frenético, especialmente en el mundo homose
xual; pero ya no era obligatorio. Se podía vivir a un tiempo
todos los caprichos del cuerpo y amar otra vez como anta
ño. Y se empezó a redescubrir La princesa de Chives, En bus
ca del tiempo perdido, Bella del Señor. El sentimiento regresó
por la puerta de servicio. Como si hubiera tenido lugar una
segunda liberación.
LA SEXUALIDAD ANSIOSA
LA INOCENCIA PERDIDA
144
Usted dijo una vez: «El amor es la pulsión más antidemocráti
ca imaginable.» ¿Es la moraleja de nuestra historia?
Sí. El amor no es democrático, no responde ni a la justicia
ni al mérito. Sigue siendo del orden de las preferencias, es
decir de la elección inducida por un ser en detrimento de
otro. ¿Por qué enamorarse de x y no de y? Porque x te hace
temblar y en cambio y te deja frío. Y es posible enamorarse
de una basura que te volverá loco de dolor. En el 68 murió el
angelismo del deseo y del sentimiento, la idea de que todo lo
relacionado con el sexo es maravilloso. Hoy sabemos que el
amor conlleva dependencia, abyección y servidumbre tanto
como sacrificio y transfiguración. Tenemos que volver a des
cubrir esta complejidad del amor.
145
ESCENA3
LA ACTUALIDAD: ¿LIBRES PARA AMAR?
EL PRESENTE INASIBLE
TODO ES POSIBLE
AMAR ES UN TRABAJO
FIELES E INFIELES
159
HOMBRES FEMENINOS, MUJERES MASCULINAS
Cabría preguntarse si no hay dos planteamientos del amor y
de la sexualidad, el masculino y el femenino, bastante incom
patibles.
Parece que los científicos están a punto de demostrar que
la diferenciación sexual no es una simple creación social.
Ya se sabe que el cerebro y la química amorosa de la mujer
y del hombre son diferentes. Las mujeres yuxtaponen natu
ralmente la sexualidad y el amor. Los hombres los disocian.
Cierto que hay un puñado de hombres femeninos y de mu
jeres masculinas que buscan el encuentro y la ruptura.
Pero la mayoría de las mujeres es femenina y desea la du
ración, un verdadero sentimiento vivo que dé sentido a su
existencia.
¿Los hombres desean en primer lugar placer y las mujeres un
marido?
¡No sé! Pero si fuera el caso, me dan ganas de decirle:
¿y qué? Todavía vivimos con la herencia de Mayo del 68, te
memos ser convencionales. Rechazar por principio toda
forma de convención es una forma de convención. Confese
mos que hay convenciones por todas partes y que las me
nos confesadas son las más peligrosas. Se busca también el
sexo opuesto para perpetuar los genes. También se sabe que
el deseo evoluciona en el curso de la vida de manera dife
rente en los hombres y las mujeres: es más fuerte en los
adolescentes que entre las adolescentes. Ellas tienen rela
ciones sexuales porque están sometidas a la presión social y
a la presión de los muchachos. El deseo erótico es fuerte,
en cambio, en las mujeres que tienen entre treinta y cua
renta años.
160
Lo cual no colabora a conciliar ambos sexos.
¡El ideal sería entonces la pareja formada por un joven y
una mujer de bastante más edad! Lo cual es contrario a to
das nuestras convenciones, que valoran la juventud y hacen
de la mujer el estandarte del hombre. También se sabe que
después de un parto las mujeres sufren un trastorno hormo
nal que mengua su deseo. Esto puede durar todo un año.
¿Deja de haber amor entonces? (Se podrá poner a punto tra
tamientos contra la disminución del deseo. Pero no contra
el desamor. Hay, pues, una química del deseo. Pero no hay
química del amor.)
APRENDAMOS A AMAR
164
BREVE RETRATO DE LOS AUTORES
170
ÍNDICE
Prólogo ........................................................................... 7
ACTO 1. PRIMERO, EL MATRIMONIO
Escena 1. La prehistoria: la pasión
de los Cromagnon.......................................... 15
Escena 2. El mundo romano: la invención de la pareja
puritana.......................................................... 30
Escena 3. La Edad Media: y la carne se hizo
pecado............................................................. 50
ACTO II. TAMBIÉN EL SENTIMIENTO
Escena 1. El Antiguo Régimen: reina el orden sexual.. 65
Escena 2. La Revolución: el Terror de la Virtud .......... 81
Escena 3. El siglo xix: tiempo de pavitontas
y de burdeles.................................................. 94
ACTO III. FINALMENTE EL PLACER
Escena 1. Los años locos: ahora hay que complacer .. 113
Escena 2. La revolución sexual:a gozar sinfreno.......... 128
Escena 3. La actualidad: ¿librespara am ar?................. 146
Breve retrato de los autores.............................................. 165
No sólo hay historias de amor. Hay también una Historia del amor. ¿Cómo se
amaba antaño en Occidente? ¿Cómo se vivía verdaderamente la sexualidad?
¿Cómo se conciliaba procreación, sentimiento y deseo?
Desde la era paleolítica hasta nuestros días, historiadores y escritores dibujan
por primera vez, con toda su continuidad, la sorprendente evolución de la vida
íntima. Seducciones, pasiones, erotismo, infidelidades... Veremos que nunca se
ha jugado con el amor y que el sexo no siempre ha sido parte del placer, lejos
de eso. Esta sorprendente comedia humana, que derriba numerosas ideas
heredadas, se realiza en tres actos: en primer lugar, el matrimonio: también el
sentimiento: finalmente el placer. Relata la larga marcha de las mujeres (y de
los hombres, algo atrás) para liberarse del encierro religioso y social y para
reivindicar ese derecho elemental: el derecho de amar.
Todavía hoy seguimos apoyándonos, sin saberlo, en viejas morales, en
antiguos tabúes, en aspiraciones ocultas. Quizás no sea más fácil amar en la
libertad que coaccionados. Sí, el amor tiene una historia y de ella somos
siempre los herederos.
«Leyendo La historia más bella del amor, obra en la que unos historiadores
vuelven sobre el tema del matrimonio en los grandes períodos de nuestra •
historia, nos damos cuenta de que aún nos atenazan fuertes clichés sobre la
historia del amor en Occidente» (Olivier Maison, Marianne).
«Para trazar la historia del amor, Dominique Simonnet ha tenido la feliz idea de
abordar a ocho historiadores en relación con el período predilecto de cada uno
de ellos» (Évelyne Lever, Madame fígaro).
Jean Courtin, Paul Veyne, Jacques Le Goff, Jacques Solé, Mona Ozouf, Alain
Corbin, Anne-Marie Sohn, Pascal Bruckner y Alice Ferney son prestigiosos
historiadores y escritores. Dominique Simonnet, jefe de redacción de
L'Express, es, entre otras cosas, coautor de La Historia más bella del mundo.