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Ill, LA CONEXION CAUSAL EN LA HISTORIA § 1. cular podra ser de un tipo bastante diferente del de cualquier otro en que una ley cientffica hecha y derecha nos permite una buena comprensién ... Una ley cientifica pretende abar- car todos los casos de un ‘tipo’ dado. En cambio, una ex plicacién causal plena intenta ocuparse de la naturaleza com> pleta de nuestro caso... De tal suerte, ellas, las leyes cienti- ficas, no son sustitutos de explicaciones causales plenas: st tarea cs de un tipo diferente, y no debe permitirse que sit. dependencia respecto del anilisis causal oculte esta diferene cia” (pp. 237-238). La anterior explicacién de Ja naturaleza de las relacion causales est sujeta a critica, puesto que sugiere que el dl mm TA CONEXION CAUSAL EN LA HISTORIA 105 cubrimiento de una conexién causal y la formulacién de una generalizacién o ley, son dos procesos distintos, aunque el segundo aparentemente “presupone” el primero o se basa en él: la presnposicién parece consistir en que una ley es una generalizacién acerca de conexiones causales precisamente advertidas. Pero si nuestro conocimiento de la existencia de tuna conexién causal no depende de que hayamos observado una regularidad en la concurrencia de dos acontecimientos, debemos preguntar, entonces, en qué otra cosa consiste. Y aqui nos retrotraemos a la cnestién tan vigorosamente plan- teada por Hume: Supongamos que se nos presentan dos objetos, de los cuales uno @s la causa y el ot7o ¢s el efecto; es claro que por la simple consideracidn de uno o de ambos objetos, nunca advertiremos el vinewlo que los tune, ni podremos afirmar oon certeza que existe una conexién entre ellos. No es, por consiguiente, a partic de un caso tal como arribamos a la idea de causa y efecto, de una conexién necesaria de poder, de fuerza, de energia y de eficiencia, * Puesto que, en otra parte de su libro, Mandelbaum se refiere a Hume en. términos aprobatorios, resulta dificil de entender que no advierta lo embarazoso de su posicién. La falla en la posicién de Mandelbaum, y en la de muchos otros filésofos, consiste en que no reconoce el grado en que yor anillisis, y en la con- Ja causalidad es susceptible de mi secuente creencia de que Ja conexién causal es tltima. Man- delbaum hace un esfuerzo heroico para obtener lo mejor de dos mundos, pero el resultado neto es que trata el proble- ma dos veces. Una ley se convierte en generalizacién acerca de cierto nimero de conexiones causales especificas; pero la forma en que legamos a saber que una conexién causal €s valida en un caso particular, sigue siendo un misterio, No es dificil desenredar los hilos de esta madeja. En primer Jugar, tenemos Ta indole engaiiosa de la terminologia que “atirma conexiones entre los hechos” — que ya hemos criti- cao, Es preciso, sin embargo, decit algo mis sobre dicha 8 Treativeof human nature, p. 161 106 TA CONEXION CAUSAL EN LA EsTORTA [see. terminologia, pues clla da la impresién de que el historiador, al emplear el término “porque” para conectar las cléusulas de una afirmacién, est aseverando la existencia no s6lo de los dos hechos a que 'se hace referencia en estas cliusulas, sino ademés la de tina entidad Hamada “conexién”. Y resulta facil concluir que, dado que los dos hechos coneetados son hechos individuales, la conexién entre ellos debe ser también individual. Es cierto, desde luego, que existe una diferencia entie decir “p y q” y decir “p porque q”: lo que justificaria Ja primera afirmacién no justificarfa la segunda. Pero Ia dife- encia no radica en la suma de una entidad adicional Hamada “conexi6n”. | En segundo lugar, tenemos el punto importante, tan cierto ‘en la historia como en la vida ordinaria, de que muchas co- nexiones causales son “inteligibles” sin tna formulacién ela- borada de la generalizacién que las justifica. Cuando a mi se me informa que mi ventana esta rota porque tn transetinte Ie arrojé una piedta, yo no acepto tal explicacién después de haber efectuado un Targo proceso de raciocinacién acerca de lo que sucede la mayoria de las veces en que las piedras cho- can contra los cristales de las ventanas. Mi familiaridad con las situaciones de este tipo es tal que he desarrollado ciertas reaceiones habituales ante ellas, En tercer lugar, existe en la historia una tendencia a con- siderar todas las conexiones causales inteligibles o “intuibles” por otta razén: porque la historia trata de las acciones de los seres humanos por analogia con nuestra propia experiencia, Y, aunque Mandelbaum dice poco en su libro sobre tal asum= to, éste ha influido, acaso inconscientemente, en su conside- racin de las conexiones causales en general. Este tipo de com- prensién ciertamente desempefia un papel importante en la historia, y no puede ser ignorado, Con todo, por e) momento me contentaré con observar que no parece ser correcto decit que siempre que un historiador asevera la existencia de una conexién causal entre dos acontecimientos histéricos, lo hace por analogia con lo que é hubiese hecho en la situacién en cucstién: 1a proyccciin universal de los rasgos de stu propio caricter a personas que viven bajo condiciones totalmente Cy, Primera secién,§ 3. mn) 1A CONEXIGN CAUSAL HN TA HISTORIA 107 distintas y que poseen antecedentes, temperamentos y heren- ccias sumamente variados pareceria’ una empresa arriesgada, por no mencionar el hecho de que expondria al historiador a muy setias acusaciones de subjetividad. La cuarta razdn —especialmente importante para nuestros fines en este punto— radica en el hecho de que, con fre- cuencia, un acontecimiento en la historia no es tan obvia- mente un ejemplo de un tipo dado, como si lo conte- cimiento de los que tratan Ta ciencia o el_ sentido comin. Un quimico podria decimos por qué un liquido se comporté en tal o cual forma en una ocasién particular, con sélo hacer referencia a una ley de la forma “Los liquidos del tipo H se comportan de tal manera cuando se les calienta a una temperatura de tantos grados Farenheit” y con sefialar que el liquido en cuestién es del tipo H, que fue calentado a la temperatura especificada y que efectivamente se comportd Se a muds al ie sates loc epee Ia log Be es: tonces posible (aunque no particularmente afortunado, puesto que la terminologia causal sugiere una sucesién temporal que std fuera de lugar en este contexto) decir que el calenta- miento del iquido causé el comportamiento inusitado. De manera similar, experimentamos poca preocupacién de indole filoséfica cuando el vecino nos informa que nuestras ven- tanas estén rotas porque él se ha pasado la tarde arrojindoles piedras. Nosotros sabemos acerca de las piedras y las ven- tanas. Pero, ,somos eapaces de interpretar con la misma com- placencia la explicacién que da el historiador de la impopu- laridad de Luis XIV en términos de la generalizacion de que los gobernantes de las naciones se hacen impopulares cuando siguen una politica que conduce a la decadencia del pais por ellos gobernado? jFs siempre vilida esta regla? ¢Lo ¢ incluso generalmente? Y las dificultades aumentan cuando los historiadores se ocupan de acontecimientos més nebu- losos, como las revoluciones, las guerras y los movimientos rcligiosos; cuando se apartan de lo concreto y consideran en- tidades mds intangibles, “Como una generalizacién monda y lironda —podria decirse—, la concepcién de que las guerras 8 Existe, desde luego, la dificltad adicional que se presenta cuando el Wistoriador fata fenémenos de masa y no siopletente divin. 108 {LA CONENION CAUSAL EN ZA HISTORIA [sre tienen su origen en conilictos econémicos es bastante buena, pero cuando nos ocupamos de una guerra particular no es satisfactoria. El historiador quiere descubrir cudles fueron las causas de esta guerra, y para lograr su objetivo tiene que in- vestigar su material en forma considerablemente detallada. Hay muchos factores que pueden dar al traste con su gene- ralizacién, que pueden hacerla inaplicable.” Y de aqui es fell regresar a la creencia de que la interpretacién de la causalidad basida en la regulaidad esti fuer de Togar en Ia historia, y que en lugar de ella debemos reconocer que el historiador busca conexiones “que subsisten en el mundo real”, cualquiera de las cuales puede estar presente en una ocasién tinica, pero puede no volver 2 ocurti jamés, istamos obligados a aceptar esta concepeidn, que con- vierte en disparate gran parte de lo que hasta ahora hemos sostenido? Creo que no. De todos modos, merece interés como una expiesién de la insatisfaccion —Ja sensacién de que algo falta— que puede sentirse respecto de la formula- cién positivista de la explicacién histérica que a veces se oftece. El profesor Popper escribe: # ---nunea podemos hablar de causa y efecto de un modo ab: soluto, pero... un acontecimiento es una causa de otro acon- tecimiento... relativo a alguna ley universal, Sin embargo, estas leyes universales son a menudo tan triviales... que pot Jo general Tas damos por descontadas, en lugar de utilizarlas conscientemente... Si explicamos —-por efemplo— la primera patticién de Polonia en 1772 sefalando que le era imposible a aguel pais resistit el poderio combinado de Rusia, Prusia y Austria, entonces estamos usando ticitamente alguna ley uni vversal trivial como: “Si de dos ejércitos que estin mis 0 menos igualmente bien armados y dirigidos, uno tiene una tremenda superioridad numérica, entonecs el olso nunca vence.” Tal ley podria ser descrita como una ley de la sociologia del poderio militar; pero es demasiado trivial para que jams pueda plan: tearles un problema setio a los estudiosos de la sociologia, 0 ‘aun Tamar su atencién. 8” The open society and its enemies, pp. 749 y ss m) TA CONEXION CAUSAL EN LA HISTORIA 109 Existen todas las razones para estar de acuerdo con la afir- macién de Popper en cl sentido de que no podemos hablar de causa y efecto de un modo absoluto, Popper dice también muchas cosas interesantes (omitidas de la cita anterior) acerca del “asunto infinito” de la historia y de la necesidad que ello impone al historiador de escoger “puntos de vista” selectivos a fin de organizar su material. * A pesar de esto, sin embargo, su tratamiento del problema tiene un tono “cientifico” que —en mi opinién— suscita ciertas reservas virtud de que, segtin est enunciado, puede sugerir una imagen artificial de Jo que Hleva a cabo el historiador, una lescripeién demasiado simplificeda_y excesivamente_nitida, Y el ejemplo que al cita es quizé demasiado favorable a su propio argumento: la ley es —como él dice~ “trivial”, pero también lo es la explicacién: tan trivial que probablemente ‘pocos historiadores se tomarian Ia molestia de darla, Volvamos a la explicacién de por qué Luis XIV representé, tun caso de la ley “Los gobernantes son impopulares siempre que si politica demuestra ser perjudicial a los intereses de su pais”, y que la explicacién en cuestién fue deducida de «sta Jey juntamente con las circunstancias del caso. En esta forma, sc asimilaria a la explicacién antes mencionada, rela- tiva al comportamiento del liquido que fue calentado a cierta temperatura. Peto podemos concebir al historiador objetando esta interpretaci6n en los siguientes téminos: “La suposicién de que el caso de Luis XIV es un caso de cierto tipo espect- fico, no es convincente. Los historiadores no son cientificos, y los casos que tratan no son repetibles: no hay tal cosa como ‘experimentos en Ia historia. Ni tampoco sus generalizaciones son leyes cientificas. Nadie pone en duda la existencia de nuebas exactas que pueden efectuarse para descubrir si un Fiquido ¢s. 0 no del tipo H, y hay prucbas cxactas que sirven para determinar su temperatura en. un momento particular, de este modo el cientifico es capaz de establecer correlaciones preci, confimmables 0 refutables. La afimacién de que un I liquido del tipo H se comporté en forma b porque fue ca- tado a una temperatura t, es una afirmacién que, en un. 0 sentido, representa la confirmacién de wna ley cienti- "La importancia de éstos sexh considerada en la siguiente section, 110 A CONEXION CAUSAL EN LA HISTORIA, [sec fica particular. Pero, como historiador, yo me sentirla incé ‘modo si se me sugiriera que mi afirmaciOn ‘Luis XIV. murié en la impopularidad porque su politica era perjudicial a Francia’ representa un ejemplo confinnatiyo de una ley his- torica (0 sociolégica) de la especie oftecida. Y esto no sc debe sdlo a que —como sugiere Popper— los historiadores no cstin interesados en establecer hipdtesis generales, Se debe aque yo no conseo la impopularidad de Lais XIV come tun caso de hipétesis general alguna. Lo considero como el resultado de un particular complejo de factores que incluia la politica exterior expansionista y as guetras de Luis XIV, su oneroso sistema de impuestos, su politica de corte con sus efectos desastrosos para cl papel que desempetiaba la nobleza, su persecucién religiosa de los hugonotes y sus ataques al jansenismo. Lo que en realidad es histéricamente impor- tante ¢s poner de manifiesto la naturaleza de la conexién ‘que existia entre la politica de Luis XIV y su impopularidad, y ésta ¢s, principalmente, una cuestién de anélisis detallado cl caso particular que tengo por delante.” Si lo anterior es representativo del tipo de cosa que espe- rariamos oft de un historiador, es posible reconocer mas claramente lo que esta en cuestién, y ademis yer por qué existe uma tendencia a creer que los historiadores se ocupan de conexiones excepcionales y que nunca han de repetirse, gue las explicaciones histéricas son de una clase diferente a la de las explicaciones cientificas 0 del sentido comtin. Este asunto podria plantearse en otra forma de la manera sic giiiente: Cuando se nos ha dado, en la quimica, una explicacién del tipo que hemos ilustrado anteriormente, no hay nada més que decir: Ia explicaciOn esta completa. Podemos, si asi lo deseamos, efectuar otros experimentos para comprobar la verdad de la ley que hemos supnesto, pero ahi termina el asunto. Una creencia similar de que la explicacion es relax tivamente completa, acompaia a mi reacciém cuando el vex cino me informa que ha estado arrojandoles piedras a mis ventanas, Pero consideremos ahora el caso de la explicacién historica, Cuando un historiador nos da una explicacién de la impopularidad de Luis XIV en términos de la politica a] LA CONEXIGN CAUSAL EN LA HISTORIA Ml de éste, deseamos saber mis acerca de la forma que tomé la impoptlaridad de dicho monarca, acerca de la relacién entre su impopulatidad y aquellos aspectos de su politica que la determinaron, acerca de la importancia relativa de esos as- pectos en la causacién de la impopularidad. (Es significativo de paso sea dicho— que la explicacién de Seignobos se produzea al final de un capitulo, como un resumen de mu- chas cosas que ya se han dicho, como un juicio final sobre

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