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INTRODUCCIÓN
La palabra lípido proviene del griego lipos, que significa grasa y cuya aplicación no ha sido bien
establecida; originalmente se definía como “una sustancia insoluble en agua, pero soluble en
disolventes orgánicos como cloroformo, hexano y éter de petróleo”; con esta consideración de
solubilidad, existen muchos otros compuestos, como terpenos, vitaminas y carotenoides que
también están incluidos. Sin embargo, algunos autores consideran como lípidos sólo a aquellas
moléculas que son derivados reales o potenciales de los ácidos grasos y sustancias relacionadas;
según esta definición, los aceites y las grasas se consideran por antonomasia como lípidos. Los
lípidos son grupos de compuestos constituidos por carbono, hidrógeno y oxígeno que integran
cadenas hidrocarbonadas alifáticas o aromáticas, aunque también contienen fósforo y
nitrógeno. Desempeñan muchas funciones en los tejidos, además de que son la fuente
energética más importante, ya que cada gramo genera 9 kcal (38.2 kJ) porque en su estructura
contienen más átomos de carbono que las pro- teínas y los hidratos de carbono que producen
4 kcal/g (17 kJ/g) cada uno; muchos cumplen una actividad biológica, unos son parte estructural
de las membranas celulares y de los sistemas de transporte de diversos nutrimentos, otros son
ácidos grasos indispensables, vitaminas y hormonas, algunos son pigmentos, etcétera. También
actúan como aislantes naturales en el hombre y en los animales ya que, por ser malos
conductores del calor, el tejido adiposo mantiene estable la temperatura del organismo. Las
grasas y los aceites son los principales lípidos que se encuentran en los alimentos, y contribuyen
a la textura y, en general, a las propiedades sensoriales y de nutrición (cuadro 4.1); no hay una
distinción entre ambos grupos, aun cuando algunos consideran que las grasas son de origen
animal y los aceites de origen vegetal, o bien, las grasas son sólidas a “temperatura ambiente”,
mientras que los aceites son líquidos. Sus principales fuentes son las semillas oleaginosas y los
tejidos animales, terrestres y marinos, ya que las frutas y las hortalizas presentan normalmente
muy bajas concentraciones, con algunas excepciones como el aguacate, las aceitunas y algunos
tipos de nueces.
CLASIFICACIÓN
El número de sustancias consideradas como lípidos es muy grande y la manera de clasificarlas
resulta difícil; existen diversos métodos para hacerlo, cada uno con sus propias ventajas y
desventajas, pero todos se basan en las propiedades físicas o químicas que los caracterizan.
Los lípidos compuestos son aquellos que están integrados por una parte lipídica y otra que no
lo es, unidas covalentemente, como los fosfolípidos y los glucolípidos. También se incluyen las
lipoproteínas pero, dado que sus integrantes (proteínas y lípidos) se enlazan hidrofoba y
electrostáticamente, algunos autores no las consideran en este grupo; su importancia biológica
es enorme puesto que, entre otras cosas, son parte de la membrana celular y de los complejos
que forman con el colesterol. Por último, los lípidos asociados o derivados son todos los que no
se ubican en ninguna de las subdivisiones anteriores; en esta categoría están los ácidos grasos
libres, carotenoides, vitaminas liposolubles, colesterol, etcétera.
Otra clasificación se basa en su capacidad para producir jabones: aquellos que los forman se
llaman saponificables y los que no, insaponificables; la saponificación es una reacción de
esterificación que se usa en los análisis de lípidos, y consiste en hacerlos reaccionar con
hidróxidos de potasio o sodio para generar ésteres de los ácidos grasos (jabones). Los lípidos
saponificables comprenden grasas, aceites, ceras y fosfolípidos, mientras que los
insaponificables son básicamente esteroles, hidrocarburos, pigmentos y prostaglandinas.
Por otra parte, debido a que las grasas y los aceites son los lípidos más comunes y más
importantes para el tecnólogo de alimentos, se les ha clasificado en función de su origen y de su
contenido de ácidos grasos; así tenemos que se les divide en: grasas animales (sebo, manteca
de cerdo, huevo); aceites marinos (fauna de acompañamiento de la pesca); grasa de la leche
(mantequilla); grasas vegetales (cacao); aceites con ácido láurico (coco y palmiste); aceites con
ácidos oleico y linoleico (maíz, girasol, algodón); y aceites con ácido linolénico (soya)