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ISBN 978-84-87699-60-3 i
A la espera d e D io s es exp resió n de la a ctitu d a te n ta y
vigilante, p ero tam bién del c a r á c te r siem pre in a ca b a
d o de una búsqueda e x ig e n te de v e rd a d , c o m o la o b ra
y la vida de Sim one W eil.
Las cartas y ensayos re co g id o s en este v o lu m en
y publicados p o stu m am en te en 1 9 4 9 , fu e ro n e s c ri
to s en tre en ero y junio de 1 9 4 2 y re co g e n m u ch as
de las claves que m arcan la o b ra de 'Weil: ra d icalid a d
d esco n certan te, p rob id ad y c o h e re n c ia in telectu ales,
a m o r y p ro fu n d o co n o c im ie n to de los clásico s g rie
g o s, id en tificación c o n los v e n c id o s , v o ca ció n « c a tó
lica» de sim patía con to d o s los h o m b re s, e x p e rie n c ia
m ística...
;
A la espera de Dios
II'
lí.
A la espera de Dios
Simone Weil
E D I T O R I A L T R o T T A
C O N T E N ID O
C O L E C C IÓ N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S
S e r ie R e lig ió n
CARTAS
Primera edición: 1993
Vacilaciones ante el bautismo ........................................................................................... 25
Segunda edición: 1996
Tercera edición: 2000 En el u m b ral............................................................................................................................... 31
Cuarto edición: 2004 Algo me dice que debo p a rtir.............................................................................................. 35
Quinta edición: 2009 A u to b io g ra fía ............................................................................................................................ 37
Vocación in te le ctu a l............................................................................................................... 51
Título original: Altente de Dleu
Últimos pensam ientos............................................................................................................. 55
© Editorial Trotta, S.A ., 1993, 1996, 2 0 0 0 , 2 0 0 4 , 2009
Ferraz, 55 . 28008 Madrid EN SA YO S
Teléfono: 91 543 03 61 Reflexiones sobre el buen uso de los estudios escolares como medio de cultivar
Fax: 91 543 14 88 el amor a D i o s .................................................................................................................. 67
E-moil: editorial@trotta.es
El amor a Dios y la desdich a.............................................................................................. 75
hftp://www.trofta.es
Formas del amor implícito a D i o s .................................................................................... 87
© Libroirie Arthéme Fayard, 1966 E l amor al p r ó jim o ....................................................................................................... 88
E l amor al orden del m undo...................................................................................... 98
I M a ría Tobuyo y Agustín López, para la traducción, 1993 E l amor a las prácticas re lig io sa s............................................................................ 111
La am istad ......................................................................................................................... 122
© Carlos Ortega, para el prólogo, 1993 El amor implícito y el amor ex p lícito .................................................................... 127
Sobre el «Padre nuestro» ..................................................................................................... 131
Diseño Los tres hijos de Noé y la historia de la civilización m ed iterrán ea.................... 139
Joaquín Gallego
APÉNDICE
ISBN: 97 8-8 4.87699-60-3 Carta a J . M . P e rrin .............................................................................................................. 151
Depósito Legal: M -46.212-2009 Carta a Gustave T b ib o n ....................................................................................................... 153
Carta a Maurice S c h u m a n n ................................................................................................ 155
Impresión
Fernandez Ciudad, S.L.
p
P R O LO G O
■■
la Escuela N o rm a l Superior cu a n d o co lab o ró p o r p rim era vez con los p itagórico que luego com p u sieron sus Intuitions pre-chrétiennes, y
m ovim ientos sindicales y co n la «Revolución P ro le ta ria » , sin llegar red actó parte de los m ateriales que m ás tarde el sacerd ote dom inico
a afiliarse a ninguno de ellos, p ero sin dejar de trabajar nunca a su lado. J .- M . Perrin publicaría (junto con otras cartas dirigidas a él m ism o
E n Le Puy, su prim er destino com o p rofesora de Filo so fía, causó y a o tra s personas) con el título de A ttente de D ieu, que recogem os
escándalo el que rep artiera su paga co n los p a ra d o s, al tiem po que en este volum en, y en los que m uestra su am or p o r la G recia clásica
participaba en las luchas sindicales de los obreros o co m p artía su ocio
y p o r los grandes m ísticos.
con ellos. Sin em bargo, no co n o ce rá la verdadera dimensión de la con Fue acusada de resistente por las autoridades franco-alem anas, que,
dición obrera h asta q ue, después de h aber p asad o por la fábrica Als- sin em b arg o , la pusieron en libertad inm ediatam ente «p or lo ca». E n
thom de com ponentes eléctrico s y por las F o rjas de B asse-ín d re, no m ayo de 1 9 4 2 , parte con sus padres en b a rco , vía C asab lan ca, p ara
ingrese en la parisina R enault en 1 9 3 5 p ara trab ajar co m o peón fre- N ueva Y o rk , donde p asará varios meses antes de lo g rar el traslad o
sador, abandonando m om entáneam ente su puesto de enseñante. Su a L o n d res, el lugar en que ella deseaba estar, cerca del cen tro de la
experiencia de aquel añ o q ued ó recogida en su Jo u rn a l d ’usine, luego R esistencia, p ara sacrificarse p or su cau sa. Pero la m isión m ás im por
publicado con el título de la L a condition ou u riére: «La p ru eb a rebasó tan te que consigue de De G aulle, el jefe de la Fru n ce L ib re, es la escri
sus fuerzas», señala uno de su s b iógrafos; «su alm a fue co m o aplas tu ra de U E n ra c in e m e n t* , un libro que en tron ca co n la literatu ra
tada por aquella conciencia de la desgracia que la m a rcó p ara toda
u tópica.
la vida». E lla m ism a vio así su paso p o r la fábrica de coch es: «Allí Su solidaridad con los franceses de la zona ocu p ad a quiso ser tan
recibí p ara siem pre la m a rca de la esclavitud, co m o la m a rc a a hierro
auténtica que se negó a com er m ás de lo que ellos co m ían , y fruto
candente que los rom anos p o n ían en la frente de sus esclavos más des de esa p rivación , que agravó determ inantem ente una recién diagnos
preciados. D espués, m e he con sid erad o siem pre com o u n a esclava». ticada tuberculosis, se produjo su m uerte el 2 4 de agosto de 1 9 4 3 ,
T al vez p ara reconstruirse — «tenía el alm a y el cuerpo en peda a los 3 4 años. E l informe del forense indicaba sin paliativos: «L a falle
zos», escribe en una c a rta — , y antes de volver de nuevo a la ense
cida se m ató al negarse a sí m ism a la ingestión de alim ento suficiente
ñanza, viaja con sus padres a Portugal, y allí descubrirá el cristianismo
cu and o se hallaba con sus facultades m entales trasto rn ad as».
com o la religión de los esclav o s. Cuando en 1 9 3 6 estalla la G uerra
civil española, se alista com o brigadista y acude, junto a las líneas repu
2. H u ir al cam po d el vencido
blicanas, al frente de A ra g ó n , de donde tuvo que ser ev acu ad a ense
guida a su país, luego de h aberse abrasado la pierna con el aceite hir
U no adm ira en el otro aquello de lo que carece, y el héroe resulta atrac
viendo de una sartén , debido a su falta to tal de habilidad.
tivo p o r lo que tiene de uno m ism o, p o r la identidad que devuelve.
A tacad a desde siem pre de trem endos dolores de ca b e z a , en la p ri
Las vidas ejemplares suelen ten er, p o r cie rto , esos dos com p on entes,
m avera del 3 7 viaja a ItaHa, a Asís, y en la sem ana san ta del 3 8 a
que las acercan y las alejan de las nuestras. Santos y héroes se nos
Solesmes, donde tendrá sus p rim eras experiencias m ísticas, envueltas
escap an , ¡y están tan cerca de n osotros! Dicen que pasan p or pruebas
en los efectos d olorosos de sus fortísim as jaquecas. E so s hechos tra s
decisivas y extrem as. ¿Y quién no pasa p o r pruebas decisivas y extre
cendentales provocan su ab an d o n o de la enseñanza y señalan el punto
m as tod os los días, y aun a cad a h ora? N o s im aginam os que el efecto
de inflexión a p artir del cual su m irada sobre el m undo recibe una
de elevar unas vidas p or encim a de otras deriva de nuestra voraz facul
rotunda con form id ad so b ren atu ral. L a cu ltu ra de la G recia clásica se
tad de ad o ració n , de auténtica ad o ració n , y no de una estucada ido
hace coherente con la civilización del cristianism o. Lee a los m ísdcos
latría b a ra ta , sino de la que busca una exp licación del m undo y de
— lo que no había hecho h asta entonces— , y frecuenta las cerem onias
sí m ism o en el objeto ad orad o. Y de ahí tam bién el deseo de darlo
religiosas. Sin em b arg o , se resistirá al bautizo «p or razones intelec
a con ocer, a ese objeto ad orad o, sin medir ninguna consecuencia, lo ca
tuales y porque le p arecía q u e las iglesias estaban corrom p id as p o r
m en te, co m o aquel C and au les, rey de L id ia, q ue, en am o rad o hasta
el poder y la riq u eza», c o m o ha señalado J . Jim énez L o z a n o , aun
el límite de su m ujer, quería a to d a costa que un general de su ejército
cu and o, ya m orib un d a, a c c e d a , según p a re ce , al deseo de una amiga
la con tem p lara desnuda, p ara que — aun a riesgo de su vida— se co n
de derram arle agua sobre la cabeza.
venciera p o r la vista de su herm osu ra im presion ante, y a que él no se
Al declararse la segunda G uerra M u n d ial, tiene que dejar París
veía capaz de hacérsela com prender con p alab ras.
y trasladarse junto con su fam ilia a M arsella, donde, al m argen de
Pero cuando la vida que se pretende p ro p ag ar es la de una per
sus trabajos co m o jornalera ag ríco la, trab a relación co n los medios
sona aparentem ente «ciega, tercam ente obtusa y aborrecible» (R obert
de los Cahiers du Sud, en lo s que publicó im portan tes artículos.
Durante ese tiem po trad u jo a Platón, escribió los te x to s de carácter
1. De próxim a publicación en esta Editorial.
Coles, Sim one W eil, B a rce lo n a , 1 9 9 0 , p. 1 3 ), y se ha desarrollad o en heroísm o m ediando la renuncia previa a to d a recom pensa. H a habido
medio de una lancinante soled ad y de una caren cia absoluta de co m u y hay o tro s que han cap tad o de inm ediato la profundidad de su o b ra.
nicación y a m o r, y ha cu lm inad o en un fracaso evidente, entonces uno U n o de ellos fue Albert C am u s, quien lo p rim ero que hizo en cu anto
se pregunta dónde situarse p a r a m irarse en ella, y qué clase de ejem- le concedieron el Premio N ob el fue ir a visitar a la m adre de Simone
plaridad se tra ta de tran sm itir. W eil en P arís, en un gesto de grandísim a elocuencia. P ara C am u s, las
E stas preguntas son pertinentes frente al favor editorial que han R eflexio n es sobre las causas de la libertad y de la opresión social, uno
tenido las biografías y estu d ios b iográficos — alguno bastante de los libros m ás lúcidos de Simone W ., en el cual expone el m eca
h agiográfico— de Simone W eil en E sp añ a, y el nulo, o casi nulo, caso nism o y las form as actuales que tiene la op resión , constituyen un hito
que h asta ahora se ha hecho a su s propias o b ra s, sin las cuales su vida de la filosofía política: «Desde M a r x ...» , escribió el au tor de E l extran
sólo puede p ro y ectar una so m b ra oblicua co m o la que debían crear je r o , «el pensam iento p olítico y so cial n o había p rod ucido en O cci
las p alab ras co n que C and au ies describía a la reina en la m ente de dente n ada m ás penetrante y p rofético». Y h o y , a la vista de lo que
su general. Y , sití em b argo, es u n a vieja actitu d esta de dejarse sedu sucede en el E ste y en el O este, resulta asom b roso co m p ro b ar hasta
cir por la vjdá de esta m ujer e n detrim ento de lo que p arece ofrecer qué punto es profético. E n tre sus p ágin as puede en contrarse un análi
su obrq.^Alguien tan parecida e n algunos aspectos a ella com o la nove sis de las nociones de «trabajo» y «esclavitud». P ara Simone W ., el
lista n o rteam erican a Flannery O ’C onnor m anifiesta desde tem prano binom io deseo-satisfacción debe sustituirse p o r el de pensam iento-
su interés por esa vida que «com b in a en prop orcion es casi perfectas acció n co n el fin de hacer posible la con figu ración de un nuevo m odo
elem entos cóm icos y trágicos» (F . O’C .), al tiem po que juzga ridicula de trab ajo . E lla sabe que la esperanza está envenenada, y que la deses
gran p arte de su o b ra hasta el p u n to de q ue, en una ca rta de respuesta p eran za cubre cualquier intento de alcan zar una m ayor justicia. Sabe
a una am iga que le había en viad o una edición inglesa de los Cahiers que la responsabilidad revolu cion aria ha m u erto y q ue, sin em b argo,
de W eil, exp resa su deseo de re c o rta r la foto de la a u to ra que h a visto hay que devolver a los hom bres u n a idea de trab ajo en la que p reva
en un núm ero del T im e p ara pegarla en el libro, porque piensa que lezca el sentido de p rolon gación n atu ral y esp ontánea de su n atu ra
su rostro «confiere una suepKT'de realidad a)sus an o tacio n es». P ara leza libre. P ero para ello antes debe salvarse la diferencia entre tra
o tros, co m o es el caso d e ^ b r i e l M arcel, el4ech azo puede argu m en bajo «m anual» y trab ajo «in telectu al», división que consolida el
tarse en razón de la rareVa^esp iriffla l,^ é í sincretism o, de los falsos régim en de opresión y los privilegios de las clases «intelectuales».
conceptos com o el de humiícTáJI¡ro-tie las d olorosas con trad icciones E sa rad icalid ad, forjad a a m edias p o r el elem ento im pulsivo de
que destila toda su obra. su ca rá cte r y por el com ponente tem erario de su p erson ah d ad , que
Incluso el últim o de sus b iógrafos, el am ericano R obert Coles citado le lleva en la vida a ad o p tar determ inaciones condenadas de antem ano
más arriba, que, p o r haber dedicado parte de su vida a la obra de Simone al fra ca so , se coron a con el éxito en su o b ra . Si pese a tener una acti
W eil, debería estar a cubierto de toda duda que pudiera arrojarse sobre tud n egadora de la vida y sentirse siem pre «ansiosa p o r d ar su últim o
su adhesión a la pensadora fra n ce sa , despacha de m an era displicente respiro» (C o les), la figura de Sim one W . resulta atractiv a es porque
a veces algunos de los com ponentes esenciales de su pensam iento, com o su o b ra es equiparable, si no su perior, al reflejo de su vid a, y , sobre
su antijudaísm o (¿sólo por m a la conciencia de raza o p o r un deseo de to d o , porque las dos, d o ctrin a y existen cia, se correspon d en, d ialo
singularizarse?), su política (¿u n pensam iento inm aduro fruto sólo de gan , y m arch an unidas. Su vida es im itable y ha estado precedida de
su pasión por los p obres?), su posición frente a la ética (¿tan rígida otro s m uchos ejemplos en la h istoria de la hum anidad. Sin em b argo ,
y censora com o p a ra que le lleve a su aislam ien to?), o su co n cep to de su o b ra es ú nica, porque nunca n ad ie había argu m en tad o antes con
gracia (¿reducido simplemente a sus experiencias m ísticas m ás expre- tan to esclarecim iento p o r qué es n ecesario actu ar co m o lo hizo Anti-
sables, y olvidando que ella m ism a llegó a decir: «llevo dentro de mí g o n a, la hija de E d ip o, resistiéndose a ced er, al m ism o tiem p o, a una
el germ en de to d o s los crím enes posibles, o de casi to d o s» ?). E n su ley del m undo y a una convención de los hom bres. Según cuenta A po-
ceguera. Coles disocia las diversas actitudes de Simone W eil co m o si lo d o ro , cu and o C reonte se hizo ca rg o del reino de T eb as dejó inse
surgieran de personas diferentes: la m ística, la revolucionaria, la inte pultos los cadáveres de los argivos, que habían pretendido conquistar
lectual an tijudía, e tc ., sin d arse cuenta de que todas son y proced en a ciudad de los tebanos y habían p erecido todos en el intento. C reonte
de un m ism o y ú nico pensam ien to. C laro que qué cabe esp erar de no se lim itó a prohibir so pena de m uerte que se los en terrara, sino
alguien que se cree en el deber de añadir, co m o un dato singular de que adem ás puso vigilantes en el cam p o en el que yacían m u ertos los
la vida de otra p erso n a, el que ésta no se ca sa ra ni tuviera hijos. vencidos. E n tre éstos se en co n trab a Pohnices, hijo de E dipo y her
Pero no tod os, afortunadam ente, miran a Simone W eü de la misma m an o de A n tígona, a quien su o tr o h erm an o, E teo cles, en defensa
m anera, subyugados sólo p o r esa especie de no-vida entregada al de T eb as, había dado m uerte y había m uerto él m ism o. La reacción de
PROLOGO
Antígona fue la de huir al ca m p o de los ven cid os, ro b ar el cuerpo to d a tu vida, tra ta desde a h o ra , te lo ru eg o , de acostu m b rarte un p oco
de Polinices, y en terrarlo en secreto. E ste episodio es el que da pie a la oscuridad y al olor frío y p enetrante que reinan aquí. N o te espan
a la A ntígona de Sófocles y a h a s Suplicantes de Eurípides. T am b ién te s, ni te o fen d as... E s preciso aprender a am ar la m iseria, a cu idarla.
es Antígona la que aco m p añ a a su padre E dipo cam in o del destierro. Besa, te lo ruego, la húmeda tierra de este subterráneo, sí, bésala. D arás
Antígona rep resen ta, pues, u n a figura activa que se encuentra siem así una prueba tangible de tu dócil sumisión a la aspereza y a la tris
pre del lado de la calam idad y del infortunio, p e ro de una calam id ad teza que, p o r lo que p arece, h an de con stituir gran p arte de tu vida”».
y un infortunio que a ella no le tocan . L a injusticia procede siempre Simone W . está, al m ism o tiem p o , en los antípodas de lo que se d en o
de la consideración de un bien y un m al subjetivos, que luchan entre m ina resignación cristiana. Su v o cació n es de ascesis; n h n fr""*"
sí, com o E teocles y Polinices, o de la idea de un bien com ú n en car
mental na especie de tratad o s m ísticos d e s o rd e n a d o s
co m o su vida d om éstica, al m od o de los de Ju a n de la Q iuáj (diiiu i. líi'rr
nado en una institución (E s ta d o , Iglesia, p a rtid o , e tc .), co m o la que
alienta la prohibición de C re o n te . El tiem po en carniza la injusticia infinitas e insospechadas ram ificacion es de carácter ético -social y
y se erige en piedra de toque d e la m iseria y la desgracia h um anas. estético.
N adie com o Simone W . había dirigido antes su pensam iento sobre Pero en ton ces, ¿dónde queda la dignidad.^ ¿qué es lo que Simone
este tema de la desgracia, no de u n modo com placiente, no p ara lavarse W . encuentra en el cam p o del vencido? Ju an de la C ru z tenía un lem a
la conciencia, sino desde la ó p tica de A n tígona, co m o quien se halla que decía «N o a lo m ás, sino a lo m en o s», y su crítica al p rop io orgu
tocado de una especie de «locura de amor» que le lleva al cumplimiento llo es fe ro z ... L os filósofos de la antigüedad sop ortab an sin el m en or
de una m isión en el m undo. asom o de dignidad ofendida tod a clase de injurias y golpes porque
La vida de Simone W . es u n intento frustrad o de p asar al cam p o lo consideraban una especie de deber profesional. L a dignidad queda,
del vencido, pero su o b ra , in scrita en to d a una «tradición de la hum i p ues, en el ám bito superior de la h um ildad, y en el cam p o del vencido
llación», la salva siem pre de esos intentos. E n virtud de su co m p ro encuentra Simone W . la civilización. E n un pequeño ensayo titulado
miso «de estar entre los h o m b res», hubo de re co n o ce r su fracaso en «L os tres hijos de N o é y la historia de la civilización m editerránea»
queda esbozada esa últim a resp u esta. C am es el único hijo de N oé
la enseñanza, su fracaso en la s fábricas, su fracaso en la G u erra de
E sp añ a, cu and o se alistó c o m o brigadista, su fracaso en la Resisten que no se avergüenza de ver a su p ad re ebrio y d esnu d o. Sobre los
cia, después de que el general D e Gaulle la disuadiera de su deseo de hijos de C a m , afirm a Simone W ., se fundan las civilizaciones; sobre
saltar en paracaídas sobre la F ran cia ocupada. Pero en su pensam iento los hijos de Sem y Ja fe t, la b arb arie y la guerra. L os hijos de C am
teórico no h ay lugar p ara el fracaso : «prefiero ser objeto de persecu son siempre los pueblos invadidos, los pueblos d erro tad o s; sólo de
ción a ser objeto de filan tro p ía», escribió en cierta ocasión. Y en este ellos puede n acer una civilización. Aquellos invasores que se som etan
sentido, algo hace que nos recu erd e a aquel hom bre del subsuelo de a sus víctimas acabarán creando una civilización; aquéllos que se m an
Dostoievski, aquel hom bre h u ra ñ o y solitario que había perdido «la tengan al m argen, con su orgullo y su b rutalidad, h arán que crezca
costum bre de la v id a», aquel c e ro a la izquierda que prefería o cu p ar el atraso y la tiniebla.
Frederik H etm ann com en zab a su ensayo b iográfico sobre Simone
«tranquilam ente el últim o puesto» a cualquier o tr o , y que en contrab a
un cierta voluptuosidad en el h echo de sentirse hum illado. L a v o c a W . dejando en el aire esta pregu nta clave: «¿Por qué n o h acer por
ción de Simone W . excluye tam bién la p articip ación de o tro s. E s una una vez propaganda de una p erson a, de su m anera de vivir y pensar?».
vocación de soledad que co n siste, com o si de un filósofo antiguo se E n vez de eso, a nosotros n os gu staría h acer lo que el rey lidio C an-
tra ta ra , en ponerse al final de la co la, p or debajo del que carece de daules. Sabía que su general arriesgaba la vida, si la reina lo veía mien
tod o, por detrás del último h o m b re, del m ás d esgraciad o, del m ás tras la contem plaba desnuda. Sabía que había un peligro cierto. Pero
humillado. E s la m ism a que en diversas ocasiones a lo largo de su vida su pasión era m ás fuerte.
T am b ién la lectura de la ob ra de Simone W eil resulta p ertu rb a
la lleva a no com er o a restringirse el alim ento, la últim a de ellas con
resultado de m uerte. E s la m ism a que, co m o un filósofo an tig u o , la d o ra y arriesgada. Pero es h o ra y a de dejar de suplantar sus p alab ras
conduce a esa «com pleta disponibilidad», a esa sumisión p a rca co m o y acercarse a la belleza desnuda de sus libros.
la del Jak o b von G untem de R o b ert W alser. Ja k o b von G untem y
C arlos O rtega
R obert W alser pertenecen tam bién a la progenie de los d erro tad o s.
¿Qué habría sentido Simone W . ante este fragm ento de la novela de
W alser? «“A h o ra nos e n co n tra m o s”, dijo la señorita B enjam en ta, “en
las criptas y en los d eam bulatorios de las privaciones y la p ob reza,
y ya que tú , mi querido Ja k o b , probablem ente seguirás siendo pobre
P R EFA C IO
Los texto s aquí reunidos se cuentan entre los m ás herm osos que me
dejara Simone W eil. Fu eron escritos entre enero y junio de 1 9 4 2 y
están todos ellos relacion ados de form a más o m enos directa con el
diálogo que am bos m an ten íam os, desde el mes de junio del año ante
iV-
rio r, a la escucha de la v erd ad , ella atraíd a p o r C risto , y o , sacerdote
desde hacía trece años.
E n 1 9 4 9 decidí publicar estos escritos y en p articu lar la co rres
pondencia — que es su p arte m ás bella— a fin de dar a co n o cer las
páginas m ás ilum inadoras de su exp erien cia interior y de su p erson a
lidad; pero la razón principal de su p ub h cación fue el deseo, exp líci
tam ente expresado p o r Simone en varias ocasio n es, de d ar a otros la
posibilidad de en trar en el diálogo. D oy fe de que h abíam os hablado
de ello con frecuencia y en este espíritu me entregó estos te x to s y los
de Intuitions pré-chrétiennes. E n su carta de adiós me transm itía así
su pensam iento: «N o sé de nadie m ás que usted a quien pueda im plo
ra r atención en su favor. Q uisiera que su carid ad , que tan pródiga
ha sido con m igo, se desviase de mí p ara dirigirse h acia lo que llevo
en m í y que vale, quiero creerlo , m ucho m ás que yo».
H e elegido co m o título A la espera de D ios p o r ser una expresión
ca ra a Sim one; veía en ella la vigilia del sirviente atento al regreso del
señor. E ste título exp resa tam bién el carácter in acab ad o que, a causa
de los nuevos descubrimientos espirituales que p o r entonces hizo, ato r
m entaba a Simone.
E sta observación, p o r breve que sea, es tanto m ás necesaria cuanto
que no estamos aquí en presencia de unos textos destinados a ser publi
cad os y concebidos p ara vivir de algún m odo independientem ente de
su au tora. Por el co n tra rio , las ca rta s, sobre to d o , form an p a rte , valga
la expresión, de ella m ism a, y no se las puede co m p ren d er sin situar
las en su búsqueda, en su evolución e incluso en el d iálogo en que
se había com p rom etid o.
J. M . P E R R I N
Simone W eil, que había n a cid o en París el 3 de febrero de 1 9 0 9 , Sin em bargo, Simone estaba lejos de sentirse satisfecha: p a ra quien
n o recibió ninguna educación religiosa: «Fui ed ucad a p o r mis padres verdaderam ente am a, la com p asión es un to rm en to . E n 1 9 3 4 decidió
y mi hermano en un agnosticism o com pleto». U no de los rasgos dom i a d o p ta r, en tod a su dureza, la condición o b rera. C o n o ció entonces
nantes de su infancia fue el am or com pasivo p o r los desdichados; tenía el h a m b re , la fatig a, los m alos m o d o s, la op resión del trab ajo en
ap roxim ad am en te cin co años cu an d o la gu erra de 1 9 1 4 y el m adri- cad en a, la angustia del p aro . P ara ella no se tra ta b a de una «exp e
nazgo de un soldado le hicieron descubrir la m iseria. N o quiso to m ar rien cia», sino de una en carn ación real y to tal. Su «d iario de fábrica»
un solo terrón m á s de azú car a fin de enviarlo tod o a los que sufrían es un testim onio d esgarrad or. L a p rueba fue su perior a sus fuerzas;
en el frente. P ara com p ren d er el ca rá cte r e xtrao rd in ario de esta co m su alm a resultó com o ap lastada p or esta con cien cia de la desdicha y
pasión — que se rá uno de los ra sg o s esenciales de su vida— hay que quedará m a rca d a p o r ella durante tod a su vida.
reco rd ar el desahogo m aterial, la tolerancia y el afecto co n que sus C u an d o en 1 9 3 6 estalló la gu erra de E sp a ñ a , Sim one — que había
padres no cesaron de ro d earla. particip ado activam ente en las huelgas (artículos p ara R évolution p ro
L a p recocid ad de su inteligencia propició su éxito esco lar. Fue en létarienne)— n o dudó en p artir p ara el frente de B a rce lo n a ; un acci
el Liceo Duruy donde hizo su cu rso de filosofía, recibiendo allí la ense dente causado por su falta de habilidad (se quem ó con aceite hirviendo)
ñanza de Le Senne; en el H enri IV preparó el exam en de entrada a obligó a su casi inm ediata evacu ación . P osteriorm en te apenas h abla
la Escuela N o rm a l y recibió la influencia profunda de A lain. T enía ría de estos h echos, si no era p ara rendir hom enaje a sus com p añ eros
diecinueve años cu an d o fue ad m itid a al exam en de ingreso en la N o r
de arm as.
m al y veintidós cu an d o salió titu lad a: 1 9 2 8 - 1 9 3 1 . E n 1 9 3 8 p asa la sem ana santa en el m on asterio de Solesmes y,
D urante aquellos años se m o s tró m arcad am en te an ticlerical; era algunos m e k s m ás tard e, tiene lugar la gran ilum inación que cam bió
incluso lo bastan te antirreligiosa com o p ara estar enfadada durante su vida: «C risto m ism o descendió y me to m ó ». E s difícil determ inar
varios meses co n un am igo que se convirtió al catolicism o. A b ord ab a con precisión la fecha de este acontecim iento pues g u ard ó celosam ente
la vida de docente y su activid ad hum ana en un com p leto agnosti el secreto; ninguno de sus escritos personales se refiere a ello ni lo habló
cism o, negándose a plantearse e l problem a de D ios y no pudiendo ta m p o co , al p arecer, con sus am igos m ás p ró x im o s, a excep ción de
resolver el enigm a del destino. E n aquella ép oca en tró en co n ta cto la c a rta a Jo é B ousq u et, en la que h a ce alguna alu sión , y de lo que
con el movimiento sindicalista y c o n el grupo Révolution prolétarienne. a mí me co n tó de viva voz o p or escrito. L o que es evidente es que
E n lo sucesivo n o dejará de co la b o ra r con am bos m ovim ien tos, sin en m edio de los tanteos de su búsqueda y de los vaivenes de su pensa
afiliarse sin em b argo a ningún p artid o . N u n ca habló de las p erson a m iento, jam ás volvió sobre eso; a raíz de la exp erien cia de ese senti
lidades im portantes a las que tu v o ocasión de co n o cer o de ay u d ar, m iento d esco n ocid o, dirigió una m irad a nueva sobre el m u n do, sobre
ni del papel que ella m ism a desem peñó; p a ra ella la p reocu pación su p oesía y sus tradiciones religiosas y especialm ente sobre la acción
p rioritaria era el a m o r a los d esgraciad os. U n joven o b re ro , co m p a al servicio de los desdichados, cam po en el que intensificó sus esfuerzos.
ñero de sus luchas sociales, me decía: «Jam ás ha hecho p o lítica», y V ino luego la guerra. N o ab and on ó París h asta que la capital fue
añadía: «si tod o el m undo fuera com o ella n o habría desdichados». d eclarad a ciudad ab ierta. Fue entonces cu an d o llegó a M arsella. Allí
E sta com pasión p o r los d esgraciad os es u no de los rasgos esenciales estaba cu and o se prom ulgó el d ecreto adm inistrativo en co n tra de
de su vida.
los judíos. E n junio de 1 9 4 1 vino a verm e. E n u n a de sus prim eras
L e Puy fue su prim er destino docente; allí com en zará a d ar libre entrevistas me habló de su deseo de com p artir la condición y las lab o
cu rso a esa com u n ión real con la m iseria de los o tro s. P ara ten er dere res del p roletariad o agrícola. M e di cuenta enseguida de que no se
cho al subsidio de p a ro , los o b re ro s estaban obligados a duros trab a tra ta b a de una idea irreflexiva, sino de una decisión p rofu n d a; pedí
jos; les veía p icar p iedra y , co m o ellos y con ellos, quería m an ejar el entonces a Gustave Thibon que le facilitara el p royecto; pasó así varias
p ico. E n u n a o casió n les a co m p a ñ ó en n o sé qué m a rch a de reivindi sem anas en el valle del R ód an o y co n o ció el duro trab ajo de la ven
cación a la p refectura. Se asignó p ara vivir la sum a correspondiente
dim ia.
al subsidio cotidiano de p a ro , distribuyendo el resto de su sueldo entre ¿Q ué decir de aquellos meses de M arsella? Su extrem a reserva y
los dem ás. E n los d ías de p aga se podía con tem p lar la fila de sus nue el p ud or que se ocultaba bajo el to n o inflexible y m on óton o de las
vos am igos a la p uerta de la jo v en profesora de filosofía. M á s ade discusiones teóricas le h acía hablar p o co de sí m ism a y de sus activi
lante, llevará incluso sus aten cion es hasta dedicar buena p a rte de su dades. P ero sin em b argo, ¿podía p asar desapercibida?
tiem po — tiem po que quitaba a lo s libros, a los que co n ta n ta pasión E n cu an to a su actividad literaria, estaba en co n ta cto con los
am ab a— a jugar a las cartas c o n unos, tra ta r de can ta r co n o tro s, Cahiers d u S u d y escribía con el pseudónim o de E m ile N ovis (an a
y convertirse realm ente en uno d e ellos. gram a de su n om b re); aparecieron varios artícu los suyos im p o rtan
tes, especialmente «L a Ilíada o el poem a de la fu erza», «L a agonía fue la ocasión de sus cartas m ás b e lla s'. E l 1 4 de m ayo de 1 9 4 2 se
de una civilización con tem p lad a a través de un poem a épico» o «En em b arcab a con sus padres.
qué consiste la inspiración o ccita n a » , además de algunos poem as. Pero U n a vez en N u eva Y o rk , ech ó m an o de tod os sus con ocid os y de
lo mejor de su tiem po lo d ed icab a a las traducciones de P lató n , a los to d as sus antiguas am istades p a ra tr a ta r de regresar a L o n d res; sufría
textos p itagóricos que se han pub licad o con el título de Intuitions pré- c o m o una deserción haber dejado F ra n c ia y enviaba m isivas en estos
chrétiennes y a la elaboración de los te x to s que con stituyen , en p a rte , térm in os: «¡Se lo ru ego, con siga que regrese a L on d res, no m e deje
este libro. Leía estos escritos en reuniones íntim as con algunos am i m o rir aquí de p en a!», «Apelo a usted p a ra salir de la situación m oral
gos a los que transm itía su a m o r por G recia y , sobre to d o , las e x p e extrem ad am en te dolorosa en que me en cu en tro », «Le suplico me p ro
riencias vividas p o r los grandes m ísticos. cu re , si le es posible, los sufrim ientos y peligros útiles que me p reser
Como lecturas preferidas en aquella época es bastante destacable v arán de ser estérilmente con sum id a p o r la p ena. N o puedo vivir en
su interés p o r las m em orias del cardenal de R etz y p o r Los trágicos la situación en que ah ora m e en cu en tro , que m e co lo ca m uy cerca de
de Aubigné. la desesperación» (a M . S chum ann).
L ectu ras y e scrito s no co lm a b a n su v id a; su in clin ació n esp iri P ero no p o r eso dejará a un lado su am or p or los desheredados.
tual y la volu n tad de co m p a s ió n que le c a ra cte riz a b a n no p o d ían «E xp lo ro H arlem — escribía a uno de sus am igos— y todos los dom in
m antenerla indiferente a la v id a de ios d esd ich ad o s; ella m ism a les gos voy a una iglesia b aptista en la q u e, salvo y o , no h ay ningún
buscaba y se m ezclab a co n e llo s p ara co n o ce rlo s y a y u d a rlo s. Se b lan co ». E n tab lab a relación co n m u ch ach as negras y las invitaba a
interesó m uy particularm en te p o r los an nam itas desm ovilizados que su c a s a ; ese m ism o am igo, que la co n o cía bien, me decía: «¡Si Simone
esperaban su re p a tria ció n ; co n s ta ta n d o la in justicia de su su erte, se hubiera quedado en N u eva Y o rk se habría hecho n eg ra!».
actu ó tan eficazm en te que co n sig u ió que d estitu y eran al d ire cto r Su corazón , sin em bargo, estaba en el universo: «La desdicha exten
del cam p o . dida sobre la superficie del globo terrestre me obsesiona y me ab ru m a
E n una o ca sió n , su am or p o r los dem ás le salvó la vid a; detenida al p u n to de anular mis facu ltad es; n o puedo recu p erarlas y liberarm e
por gaullism o, interrogada y am en azad a de cárcel, en la que ella, p ro de esa obsesión si no es p o r la p articip ación en el peligro y el sufri
fesora de filosofía, se vería m ezclada con las p ro stitu tas, dio esta m iento. E s pues una condición p ara recu p erar mi cap acid ad d e ,tra
incom parable respuesta: «Siem pre he deseado co n o cer ese m edio y b ajo» (a M . Schum ann).
nunca he creído que para e n tra r en él hubiera p ara mí m ejor form a L o n d res, adonde llegaba a finales de 1 9 4 2 , le cau só una cruel
que ésta: la cárcel». Ante estas p a la b ra s, el juez, tom án d ola p o r lo ca , d ecepción. Sólo tenía un objetivo: con seguir una m isión difícil y peli
ordenó fuera puesta en lib ertad . g ro sa , sacrificarse de m an era ú til, fuera p ara salvar o tras vidas, fuera
Y , puesto que estam os h ab lan d o de la clandestinidad, Simone se p ara realizar algún acto de sab otaje. L o reclam a de viva v o z; insiste
entregó a la difusión de T ém o ig n a g e chrétien, m ovim iento que gozaba p o r escrito: «N o puedo evitar el ten er la indiscreción y el im pudor
de sus preferencias entre los entonces existentes; m ás tard e, p ara inten de los m endigos; com o los m endigos, sólo sé, a m od o de argu m en to,
tar que le dejaran lanzarse en p a ra ca íd a s sobre F ra n cia , haría valer g ritar mis n ecesid ad es...». Pero era im prudente acep tar. Se le en co
los lazos que le unían con los organ izad ores del m ovim iento; sobre m endó un trab ajo intelectual. P asab a h o ras en su d esp ach o, alim en
este punto escribía a M aurice Schu m an n : «C reo que es con m ucho tándose a m enudo con un simple bocadillo y quedándose allí to d a la
lo mejor que hay en Fran cia en este m om ento. ¡Q ue no les o cu rra nin n oche tras haber dejado p asar la h o ra del últim o m etro , p ara dorm ir
guna desgracia!» (Écrits de L o n d res). ap o y ad a sobre la mesa o tu m b ad a en el suelo.
Su gran p reocupación seguía siendo no obstante la cuestión reli C uan d o con insistencia suplicaba que le fuera asignada una
giosa: escru tab a detenidam ente el evangelio, co m en tán d olo con sus «m isión», señalaba: «El esfuerzo que h ag o aquí se verá dentro de p oco
amigos, co n los que se e n co n trab a en la misa del dom in go; frecuente detenido p o r un triple límite. U n o m o ra l, pues tem o que el d olor de
mente venía a verme y , para disfrutar de m ayor soledad, asistía a veces, no sentirm e en mi sitio, creciend o sin ce sa r, a ca b a rá , a mi p esar, p o r
entre sem ana, a una misa m a tin a l. Fue p o r aquel tiem po cu and o me obstacu lizar mi pensam iento. E l segu nd o, intelectual; es evidente que
escribió: «M i corazón ha sido transp ortado para siempre, así lo espero, en el m om ento de bajar a lo con creto mi pensam iento se detendrá falto
al Santo S acram en to expuesto so b re el altar». E s ta frase dice m ucho de o b jeto . E l tercero , físico; pues la fatiga crece».
de la atracción que sobre ella ejercía el silencio vivo de las iglesias. L os acontecim ientos debían darle la razón. E n abril había que ren
Las sem anas y los meses de M arsella p asaron p ro n to . E n m arzo dirse a la realidad e internarla en el h ospital de M iddlesex; los cu id a-
de 1 9 4 2 fui destinado a M ontpellier, pero volví frecuentem ente a M a r
sella y pude verla varias veces antes de su m a rch a ; este alejam iento 1. Véase Apéndice, infra, pp. 149 ss.
dos que allí recibió no pudieron restablecerla de la extrem a debilidad
a que la fatiga y las p rivacion es la habían con du cido. Q uiere ir al
cam po y consigue que la trasladen al sanatorio de Ashford, donde falle
cía el 2 4 de agosto de 1 9 4 3 .
Por los texto s de las sem an as que precedieron a su m u erte, p arece
que se encontraba todavía m u y alejada, en múltiples p u n to s, de la fe
católica en su plenitud y sentía profundam ente que sólo la m uerte le
llevaría a esa verdad de la que se sabía tod avía distan ciad a. Fijaba
perm anentem ente su atención sobre los puntos que perm anecían
oscuros^ p ara ella, a fin de re cib ir su luz: las grandes líneas que
dom inaron su vida, de las que h a b ía to m ad o conciencia en los meses
de M arsella y que son co m o e l fondo de A la espera d e Dios.
J . M . P e r r in CARTAS
2. Véase Pensées sans ord re c o n c er n a n t l ’am ou r d e D ieu, de próxim a publicación en esta Edi-
torial.
VA CILA CIO N ES A N T E E L B A U T ISM O
1 9 de enero de 1 9 4 2
Q uerido Padre:
M e decido a escrib irle... p ara p o n er fin — al m enos h asta nuevo
aviso— a las conversaciones referentes a mi situación personal. E sto y
cansada de hablarle de m í, me p arece un tem a m iserable; no o b stan te,
me veo obligada a hacerlo p or el interés que usted me dispensa.
M e he pregu ntado estos días a ce rca de la voluntad de D ios, en
qué consiste y de qué m anera es posible llegar a con form arse p len a
m ente a ella. V o y a exponerle lo que pienso sobre este asunto.
H a b ría que distinguir tres ám b ito s. P rim e ro , lo que no depende
en m o d o algu n o de n o so tro s y que in clu ye to d o s los aco n tecim ien
tos que tienen lu g ar en el universo en este in sta n te , adem ás de to d o
aquello que está en vías de realizació n o d estin ad o a realizarse p o s
terio rm en te m ás allá de n u estro a lca n ce . E n este te rre n o , to d o lo
que de h ech o se p rod uce es sin ninguna excep ció n voluntad de D ios.
E s preciso p u es, en esta área, am arlo ab solu tam en te to d o , en el c o n
) ju n to y en ca d a d etalle, incluido el m al en to d a s sus fo rm a s, esp e
cialm en te los p ro p io s p ecad os co m e tid o s en el p asad o en ta n to que
son p a sa d o s (pues h ay que o d iarlo s en la m ed id a en que su raíz esté
to d a v ía p re sen te), lo s p rop ios su frim ien tos p a sa d o s, presen tes y
fu tu ros y — lo que es con m u ch o lo m ás d ifícil— los sufrim ientos
de los d em ás en ta n to no se esté llam ad o a aliv iarlo s. D ich o de o tra
fo rm a , es p reciso sentir la realid ad y la p resen cia de D ios a través
Estas cartas, q u e co rresp o n d en a l período co m p ren d id o entre el 1 9 d e de to d as las co sas exterio res sin e x c e p c ió n , tan claram en te co m o
enero y el 2 6 de m ayo de 1 9 4 2 , no p u ed en considerarse representati la m an o siente la co n sisten cia del p ap el a tra v é s del p alillero y de
vas de m i relación co n S im o n e Weil. F u e en ju n io de 1 9 4 1 cu ando la p lu m a.
Sim one Weil vino a verm e p o r vez prim era e, incluso después d e m i E l segundo ám bito es aquél que se sitúa bajo el imperio de la volun
nominación en M ontpellier, reg resé fre cu en tem en te a M arsella d o n d e tad . C om prende las cosas puram ente n atu rales, cercan as, fácilm ente
tuve ocasión de seg u ir en co n ta cto con ella. representables p o r m edio de la inteligencia y la im agin ación , entre las
que podem os elegir, disponer y com binar desde fuera unos m edios aquéllos cu yo cam ino está trazad o p o r esa vía. Sin em b argo , n o hay
determinados con vistas a fines determ inados y finitos. E n este terren o, ahí una p articip ación en los sacram en tos co m o tales. C reo que sólo
es preciso ejecutar sin desfallecim iento ni dem ora to d o lo que ap arece quienes se encuentran p o r encim a de un cierto nivel de espiritualidad
m anifiestam ente co m o un d eb er. Y cuando ningún deber ap arece de pueden participar en los sacram entos en cuanto tales. Quienes se sitúan
forma manifiesta, es necesario o bien observar unas reglas m ás o menos p o r debajo de ese nivel, h agan lo que h ag an , en tan to no lo hayan
arbitrariam ente elegidas pero fijas, o bien seguir la inclinación n a tu a lca n z a d o , no pertenecen estrictam en te h ablando a la Iglesia.
ral, aunque en una m edida lim ita d a ; pues una de las form as m ás peli P o r lo que a mí resp ecta, pienso que estoy p o r debajo de dicho
grosas del p ecad o , o quizá la m á s peligrosa, consiste en llevar lo ili nivel. É ste es el m otivo por el que le d ecía hace unos días que m e co n
mitado a un p lan o esencialm ente finito. sideraba indigna de los sacram entos. E sta idea no tiene su origen, com o
E l tercer ám bito es el de aquello que sin estar situado bajo el im pe usted ha p en sad o , en un exceso de escrú p u los. E stá b asad a, p o r una
rio de la volu n tad , sin ser relativ o a los deberes natu rales, no es sin p a rte , en la conciencia de faltas p erfectam en te definidas en el orden
em bargo enteram ente independiente de n o so tro s. E n este dom inio de la acción y las relaciones con los seres h u m an os, faltas graves e
J sufrimos una co a cció n p o r p a rte de D ios, a condición de que m erez incluso vergon zosas, que sin duda usted m ism o juzgaría co m o tales
cam os sufrirla y en la m ed id a e x a cta en que lo m erezcam os. Dios y que so n , ad em ás, bastante frecuentes; p o r o tra p a rte , se basa ta m
recom pensa al alm a que pien sa en él con atención y a m o r y la re c o m b ién, e incluso de form a especial, en un sentim iento general de insufi
pensa ejerciendo sobre ella u n a presión rig u ro sa, m atem áticam ente cien cia. N o me exp reso así p o r hum ildad. Pues si poseyera la virtud
p roporcional a la atención y al am or. H a y que abandonarse a ese de la hum ildad, la m ás bella, quizá, de las virtudes, no me en co n tra
im pulso, co rrer h asta el p u n to preciso al que nos lleve y no d a r un ría en tan miserable estado de insuficiencia.
solo paso m ás, ni siquiera en dirección al bien. Al m ism o tiem p o , hay P a ra term in ar con lo que person alm en te m e con ciern e, m e hago
que continuar pensando en D io s cada vez co n m ás am or y m ayor aten la siguiente reflexión: la inhibición que m e retiene fuera de la Iglesia
ción p ara seguir siendo em p u jad o , p ara seguir siendo el objeto d e esa es debida o bien al estado de im perfección en que m e en cuen tro, o
coacción y que ésta se ap odere de una p arte perpetuam ente creciente bien a que mi vocación y la volu n tad de D ios se oponen a ello. E n
del alm a. C uan d o esa presión se ha ap od erad o de toda el alm a , se el prim er c a s o , n o puedo rem ediar d irectam en te esta inhibición, sino
está en estado de perfección. P e ro sea cual sea el nivel en que se esté, sólo de form a indirecta, haciéndom e m enos im perfecta si la gracia me
es preciso no realizar n ada m á s que aquello a lo que uno se sienta ayu da. P a ra ello es preciso, p o r una p a rte , esforzarse en evitar las fal
irresistiblemente im pulsado, n i siquiera co n vistas al bien. tas en el ám bito de las cosas natu rales y , p o r o tr a , p oner siem pre m ás
H e reflexion ad o tam bién so b re la natu raleza de los sacram entos atención y am or en el pensam iento de D ios. Si la voluntad de Dios
y quisiera transm itirle igualm ente lo que de ello pienso. es que yo entre en la Iglesia, él m e im pon d rá esa volu n tad en el
Los sacram en tos tienen un v a lo r específico que constituye un m is m o m en to preciso en que yo m erezca que m e la im ponga.
terio en tan to im plican una c ie rta form a de co n ta cto con D ios, co n E n el segundo caso, si su voluntad n o es que yo entre, ¿cóm o enton
tacto m isterioso p ero real. Al m ism o tiem p o, tienen un valor p u ra ces p o d ría entrar? Sé muy bien lo que usted m e ha repetido con fre
mente hum ano en tan to que sím bolos y cerem onias. Bajo este segundo cu encia: que el bautism o es la vía com ú n de salvación — al m enos en
aspecto no difieren esencialm ente de los ca n to s, gestos y consignas los países cristianos— y que no hay absolutam ente ninguna razón para
de ciertos partidos políticos; a l m enos, no esencialm ente p or lo que que yo cuente con una vía excep cion al. E sto es evidente. P e ro , sin
en sí m ismos so n ; aunque, evidentem ente, sí difieren esencialm ente e m b arg o , en el caso de que, de h ech o , no me correspon d iera seguir
por la d octrina a la que rem iten . C reo que la m ayoría de los fieles ese ca m in o , ¿qué podría h acer? Si fuera concebible que uno se con de
sólo tiene co n tacto con los sacram en to s en tan to que sím bolos y cere n a ra obedeciendo a Dios y se salvara desobedeciéndole, elegiría de
m onias, incluidos algunos que están persuadidos de lo co n tra rio . Por to d as form as la obediencia.
absurda que sea la teoría de D urkheim confundiendo lo religioso con C reo que la voluntad de Dios n o es que yo entre en este m om ento
lo social, encierra n o obstante u n a verdad: a saber, que el sentim iento en la Iglesia. Pues, com o y a le dije an tes, y sigue siendo v erd ad , la
social se asemeja al sentim iento religioso h asta el punto de llegar a inhibición que m e retiene n o se deja sentir co n m enos fuerza en los
confundirse con él. Se le p arece com o un diam ante falso a o tro v erd a m om en tos de aten ción , de am or y de o ració n que en los restantes.
dero, de tal m od o que, en e fe cto , induce a confusión a quienes no Y , no obstante, he experim entado una gran alegría oyéndole decir que
posean un discernim iento so b ren atu ral. P o r lo dem ás, la p articip a m is p ensam ien tos, tal com o se los he exp u esto , n o son incom patibles
ción social y hum ana en los sacram en tos en tan to que cerem onias y con la pertenencia a la Iglesia y que, p o r consiguiente, no le soy extraña
símbolos es algo excelente y saludable, en calidad de etapa, p ara todos en espíritu.
VACILACIONES ANTE EL B A U T I S M O
N o puedo dejar de p regu ntarm e si, en estos tiem pos en que una escritos relativos a sus vidas — a excep ció n de algunos a los que m e
parte tan considerable de la hum anidad se encuentra sumida en el m ate es im posible am ar plenam ente o con sid erar com o san to s— . A m o a
rialism o, no querrá D ios que existan hom bres y mujeres que, en tre los seis o siete católicos de espiritualidad auténtica que el azar m e ha
gados a él y a C risto , p erm an ezcan sin em bargo fuera de la Iglesia. llevado a e n co n trar en el curso de m i v id j. Am o la litu rgia, los cán ti
En todo ca so , cu an d o m e im agino con cretam ente y co m o algo que cos, la arq u itectura, los ritos y las cerem onias católicas. Pero no siento
podría estar p ró xim o el acto p o r el cual entraría en la Iglesia, ningún en m o d o alguno am or p o r la Iglesia p ropiam ente d ich a, al m argen
pensam iento me apena m ás q u e el de separarm e de la m asa inm ensa de su relación con tod as esas co sas a las que am o. Puedo sim patizar
y desdichada de los no creyentes. Tengo la necesidad esencial, la v o ca con quienes sienten ese am o r, pero y o no lo experim ento. Sé m uy bien
ción — pues creo que puedo llam arla así— de m overm e entre los h o m que to d o s los santos lo exp erim en taron . P ero tam bién casi to d o s ellos
bres y vivir en diferentes m ed ios hum anos fundiéndom e con ellos, n acieron y crecieron en el seno de la Iglesia. Sea co m o fuere, el am or
adoptando su m ism o c o lo r, en la medida al m enos en que la con cien no surge p o r prop ia voluntad. T o d o lo que puedo decir es que, si ese
cia no se op on ga, d esaparecien d o en ellos, a fin de que se m uestren am or constituye una condición del p rogreso espiritual — co sa que
tal co m o son sin que tengan que disfrazarse p ara m í. Q uiero co n o ce r ignoro^— o form a parte de mi v o ca ció n , deseo que algún día me sea
los p ara am arlos tal co m o so n . Pues si n o los am o tal co m o son, no con cedid o.
es a ellos a quienes am o y mi a m o r no es v erd ad ero. N o hablo de ayu Bien podría ser que una parte de los pensam ientos que acab o de
darles, pues hasta a h o ra , desgraciadam ente, soy com pletam ente in ca exponerle sea ilusoria y m ala. P ero, en cierto sentido, p o co im p o rta;
paz de hacerlo. C reo que de ningún m odo entraría nunca en una orden no quiero analizar m ás; después de to d as estas reflexiones he llegado
religiosa p ara no sep ararm e p o r un hábito del com ún de los m o rtales. a una co n clu sión , que es la resolución p u ra y simple de no volver a
H ay seres hum anos p a ra los que esta separación no ofrece inconve pensar en la cuestión de mi eventual en trad a en la Iglesia.
nientes graves, pues están ya sep arad os del con ju nto de los hom bres E s m u y posible que después de h ab er estado sin reflexio n ar sobre
por la pureza n atu ral de su a lm a . En cu anto a m í, p o r el co n tra rio ello durante sem anas, meses o años, sienta un día el im pulso irresisti
— com o creo haberle dicho y a — , llevo en mí m ism a el germen de todos ble de solicitar inmediatamente el bautism o y vaya corriendo a pedirlo.
los crímenes o p o co m en os. M e hice especialm ente consciente de ello Pues o cu lto y silencioso es el cam in o p o r el que la g racia se adentra
en el curso de un viaje, en circun stan cias que ya le he relatad o . L o s en los co razo n es.
crímenes me p roducían te rro r, m a s no m e sorprendían; sentía su p osi Puede o cu rrir que mi vida llegue a su térm ino sin haber exp eri
bilidad dentro de m í y , p recisam ente p o r sentir en mí m ism a esa p osi m en tad o jam ás ese im pulso. Pero una co sa es absolutam ente cierta;
bilidad, me h orrorizab an . E s ta disposición n atural es peligrosa y m uy si llega el día en que yo ame a Dios lo suficiente p ara m erecer la g ra
d olorosa, pero co m o to d a disposición n atu ral puede ponerse al servi cia del b autism o, recibiré esa gracia ese m ism o día, indefectiblem ente,
cio del bien si se sabe h acer u n uso adecuado de ella con el auxilio bajo la fo rm a que Dios quiera, sea p o r m edio del b autism o p ro p ia
de la gracia. Implica una v o ca ció n , la de mantenerse de alguna m anera m ente d ich o , sea de cualquier o tra fo rm a . ¿Por qué, en ton ces, p reo
en el an onim ato, dispuesto a m ezclarse en cualquier m o m en to con la cuparse? N o es en mí en quien debo p en sar, sino en D ios. E s Dios
m asa com ún de la h um anidad. A h o ra bien, en nuestros días, el estado quien debe pensar en mí.
de los espíritus es ta l que hay u n a b arrera más m a rc a d a , una sep ara E sta carta es m uy larga. U na vez m á s, le habré quitado m ás tiempo
ción m ás tajante, entre un c a tó lico practicante y un no creyente que del que hubiera sido deseable. Le pido p erd ón. M i excu sa es que cons
entre un religioso y un laico. tituye, al m enos provisionalm ente, una conclusión.
C on ozco las p alab ras de C ris to : «De aquél que se avergonzare de R ecib a mi m ás vivo agradecim iento.
mí delante de los h o m b res, rae avergonzaré yo delante de mi P adre».
Pero avergonzarse de C risto quizá no signifique p ara to d o s y en tod os SiM O N E W E IL
los casos no adherirse a la Iglesia. Para algunos puede significar so la
mente no ejecutar los p re ce p to s de C risto, no irrad iar su espíritu, no
honrar su nom bre cu an d o se presenta la o casió n , no estar dispuesto
a m orir por fidelidad a él.
D ebo decirle la v erd ad , aun a riesgo de con trariarle y p o r m ás que
contrariarle me resulte extrem adam ente penoso. A m o a D ios, a Cristo
y la fe católica ta n to co m o a u n ser tan m iserablem ente insuficiente
fe -
le sea dado am arles. A m o a los santos a través de sus textos y de los
EN EL UM BRAL
JI
: j
Q uerido Padre:
E s to es u n a p osd ata a la carta que le escribí a m od o de conclusión
provisional. E sp ero p o r usted que sea la ú nica. T e m o que pueda lle
gar a aburrirle. Pero de ser así, reprócheselo a sí m ism o. N o es culpa
mía si creo m i deber exponerle mis pensam ientos.
L os obstáculos de orden intelectual que h asta estos últim os tiem
pos me habían retenido en el um bral de la Iglesia pueden considerarse
en rigor eliminados desde el m om ento en que no se niega usted a acep
tarm e co m o soy. Sin em b argo, sigue habiendo ob stácu los.
E n resum idas cu entas, creo que se reducen a lo siguiente: lo que
me da m iedo es la Iglesia com o realidad social. N o sólo a causa de
sus im perfecciones, sino p o r el hecho de p resen tar, en tre otras c a ra c
terísticas, la de ser un hecho social. N o es que m i tem peram ento sea
especialmente individualista. Tengo m iedo p o r la razón con traria. H ay
en mí una fuerte tendencia gregaria. Soy p o r disposición natural extre
madamente propensa a dejarme influir, sobre tod o p or las cosas colec
M i; J tivas. Sé que si en este m om ento tuviera ante mí una veintena de jóve
nes alem anes can tan d o him nos nazis a c o ro , una p arte de mi alm a
se haría inm ediatam ente nazi. E s ésta u n a gran debilidad, pero así
es co m o soy. C reo que n o sirve de n ad a co m b atir directam ente las
debilidades natu rales. E s preciso hacerse violencia p ara actu ar co m o
si tales debilidades no existieran en las circun stan cias en que un deber
lo exige de fo rm a im periosa; en la vida cotid ian a hay que con ocerlas
bien, tenerlas en cuenta con prudencia y esforzarse p o r h acer buen
uso de ellas, pues todas son susceptibles de ser correctam ente utilizadas.
Tengo m iedo de ese patriotism o de Iglesia que existe en los medios
católicos. Entien d o el patriotism o co m o el sentim iento que se ofrece
a una p atria terrestre. T engo miedo de él porque tem o con traerlo p o r
: contagio. N o es que la Iglesia me p arezca indigna de in sp irarlo, p ero
fn o quiero p a ra m í un sentim iento de ese tipo. L a p alab ra «querer»
\M .
no es la adecuada. Sé, siento c o n certeza, que to d o sentim iento de esa E sta s consideraciones atañen a este m undo y p arecen miserables
índole, sea cual sea su o b je to , es funesto p ara mí. si se tiene en cu enta el carácter sob ren atu ral de los sacram en to s. Pero
H ubo santos que a p ro b a ro n las C ru zadas o la Inquisición. N o justam ente tem o en m í la mezcla im pura de lo sobrenatural con el mal.
juedo sino pensar que estab an equivocados. N o puedo rech azar la E l ham bre es una relación con el alim ento m ucho menos com p leta,
uz de la conciencia. Si creo v e r con m ay o r claridad que aquellos san ciertam en te, pero tan real co m o el acto de com er.
tos respecto a alguna circu n stan cia c o n cre ta , y o , que tan p o r debajo N o es acaso inconcebible que p a ra un ser que tenga determ inadas
de ellos estoy, debo pensar q u e tuvieron que estar cegados p o r algo disposiciones n atu rales, determ inado tem p eram en to, determ inado
muy poderoso. Ese algo es la Iglesia en tan to que realidad social. Si p asado, determ inada vocación , e tc ., el deseo y la privación de los sacra
esa realidad les perju d icó, ¿q ué daño n o p od rá h acerm e a m í, que soy m entos puedan constituir un co n ta cto m ás p u ro que la particip ación
particularmente vulnerable a las influencias sociales y casi infinitamente en ellos.
más débil que ellos? N o tengo ni idea de si es así o no en lo que a m í resp ecta. Sé m uy
Nunca se ha dicho ni escrito nada que vaya tan lejos com o las p ala bien que esto sería algo excepcional y p arece que hay siem pre una loca
i J bras del diablo a C risto , en san Lucas, sobre los reinos de este m undo: presunción en adm itir que se pueda ser una excep ción . Pero el c a rá c
«Te daré to d o el p od er y la g lo ria de estos reinos, porque a mí me ter excep cion al m uy bien puede p roced er n o de una superioridad sino
ha sido en tregada, y se la d o y a quien quiero». Se deduce de ahí que de una inferioridad en relación a los demás. C reo que éste sería m i caso.
lo social es irreductiblem ente el dom inio del diablo. L a carne impulsa Sea co m o fuere, com o ya le he d ich o , no m e creo actualm ente
a decir yo y el diablo im pulsa a decir nosotros o , co m o los d ictad o res, cap az, en ningún c a so , de un verdadero co n ta cto co n los sacram en
yo con un significado co le ctiv o . Y con form e a su misión p ro p ia, el to s; tengo tan sólo el presentim iento de que ese co n ta cto es posible.
diablo fabrica una falsa im itació n de lo divino, un sucedáneo de lo C on m a y o r ra z ó n , m e es im posible saber en este m om en to qué clase
divino. de relación con ellos me conviene.
N o entiendo p o r «social» lo que se relacion a co n la ciu d ad anía, H a y m om entos en que estoy ten tad a de ponerm e p o r en tero en
sino solam ente los sentim ientos colectivos. sus m an os y pedirle que decida p or m í. P e ro , después de to d o , no
Sé perfectam ente que es inevitable que la Iglesia tenga tam bién un puedo h acerlo. N o tengo ese derecho.
carácter social; de lo c o n tra rio , no existiría. Pero en tan to que reali C reo que en las cosas m uy im portan tes los ob stácu los no se fran
dad social, pertenece al P rín cip e de este m u ndo. Y es precisam ente quean. Se los m ira fijamente durante el tiem po que h aga falta, hasta
por ser un órgan o de co n serv ació n y transm isión de la verdad por lo que, caso de p ro ced er de las p otencias de la ilusión, desaparecen. L o
que presenta un carácter sum am ente peligroso p ara quienes, co m o yo, que llam o «obstáculo» es algo distinto a esa especie de inercia que hay
somos excesivamente vulnerables a las influencias sociales. Pues, siendo que superar en cad a paso que se da en dirección al bien. T en go exp e
semejantes y estando con fu nd id os b ajo las m ism as p alab ras, lo m ás riencia de esa inercia. Los ob stácu los son algo m uy distinto. Si se los
puro y lo m ás im perfecto fo rm a n una m ezcla casi inseparable. quiere franquear antes de que hayan d esaparecid o, se corre el riesgo
Existe un am biente ca tó lico presto a acoger calurosam ente a cu al de que se p rod uzcan los fenóm enos de com p en sación a que alu d e, en
quiera que esté dispuesto a e n tra r en él. A h ora bien, yo no quiero ser S' mi op inión, el pasaje del evangelio sobre el hom bre del que salió un
adoptada en ningún am b ien te, no deseo h ab itar en un m edio en el dem onio p a ra en trar otros siete a con tin u ación .
que se diga «nosotros» y ser p a rte de ese «n o so tro s», no quiero encon M e horroriza el pensam iento de que alguna vez pudiera ten er, aun
trarm e com o en mi casa en ningún m edio h u m an o , sea cual fuere. Al que fuese nada m ás que p o r un in stan te, una sola reacció n interior
decir «no quiero» m e estoy exp resan d o m al, p ues, en realidad, bien de pesar caso de ser bautizada en disposiciones distintas a las que con
lo querría. T o d o eso es m aravilloso p ero siento que no me está p er vienen. Incluso si tuviese la certeza de que el bautism o es condición
mitido. Siento que m e es n ecesario, que me está p rescrito, encontrarm e absoluta de salvación, no q uerría, pensando en m i salvación, correr
sola, extran jera y exiliada resp ecto a cualquier m edio hum ano sin tal p eh gro. O p taría p o r abstenerm e en tan to no tuviera la convicción
excepción. de n o co rre r ese riesgo. Y solam ente se tiene tal con vicción cuando
E sto parece co n trad ecir lo que le decía sobre mi necesidad de fun se piensa que se actú a por obediencia. Sólo la obediencia es invulne
dirme con cualquier medio h u m an o p o r el que pase y d esaparecer en rable al tiem po.
él; p ero, en realid ad, es el m ism o p ensam ien to; desaparecer en un Si tuviese mi salvación eterna co lo cad a ante m í sobre esta mesa
medio no es fo rm ar parte de él y la cap acid ad de fundirme co n todos y me bastase con tender la m ano p ara conseguirla, no lo haría en tanto
im phca no form ar parte de ninguno. no creyera haber recibido la ord en . A sí, al m en os, quisiera creerlo.
N o sé si consigo hacerle com prender estas cosas casi inexpresables. Y si en lugar de la m ía se tratase de la salvación eterna de to d o s los
seres hum anos p asad o s, presentes y p o r venir, sé que debería h acer
lo m ism o. E n este c a s o m e resu ltaría m ás difícil. Pero si sólo se tra
tase de m í, casi creo poder afirm a r que no tendría dificultad. Pues no
deseo o tra cosa que la obediencia en su to ta lid a d , es d ecir, h asta la
cruz.
Sin em b argo, no tengo d erech o a hablar así. Al h a ce rlo , m iento. A LG O M E D IC E Q U E D E B O PARTIR*
Pues, si lo d eseara, lo con seguiría; y , de h ech o , con tin u am en te me
sucede el retrasarm e días y d ía s en el cum plim iento de obligaciones
evidentes, que siento com o ta le s , fáciles y simples de realizar e im por
tantes por sus posibles con secu encias p ara los o tro s.
Pero sería dem asiado la r g o y carente de interés entretenerle con
mis m iserias. Y , sin duda, n o tendría utilidad. Salvo, q uizás, la de
que no se form ase usted u n a idea equivocada sobre m í.
Cuente con mi m ás vivo agradecim iento. Y a sabe, así al menos
lo cre o , que no se tra ta de u n a fórm ula.
SiMONE W e il
1 6 de abril de 1 9 4 2
Q u erido Padre:
Salvo im previstos, nos verem os dentro de och o días p or últim a
vez. D eb o m archarm e a finales de m es. E sta ría bien que consiguiera
usted arreglar las cosas de m od o que pudiésem os h ab lar con tranq u i
lidad sobre esa selección de te x to s, aunque supongo que no será
posible.
N o tengo ninguna gana de irm e. P artiré con an gustia. Los cálcu
los de probabilidad en que se apoya mi determ in ación son tan incier
tos que apenas la sostienen. E l pensam iento que m e guía y que h abita
en mí desde hace añ os, de form a que no m e atrevo a ab and on arlo
aunque las posibilidades de realización sean escasas, está muy cerca
del p ro y ecto en el que tuvo usted la generosidad de ayudarm e hace
unos meses y que no tuvo éxito .
E n el fon d o, la principal razón que m e em puja es que, dado el
. j
ritm o y el curso de los acon tecim ien to s, m e p arece que sería la deci
sión de quedarm e la que constituiría un a cto de p rop ia voluntad. Y
mi m a y o r deseo es perder no sólo to d a volu n tad , sino todo ser propio.
C reo que algo me dice que debo partir. C om o estoy completamente
segura de que no es la sensibilidad, m e ab an d on o a ello.
1. La cuestión que le atorm entaba era la de su viaje a América que le alejaba de los peligros
de la inm inente ocupación de la zona libre. Para ella no era una cuestión de «peligro» sino de «ser
vicio». E n Nueva Y o rk , «desfallecerá de pena» en su im paciencia por m archar a Londres. M ás
aún, aspira incluso a una misión peligrosa (llegando hasta el sabotaje) que le hará caer en la enfer
medad y la muerte. V e en ello algo más que un rasgo de su carácter: siente que ésa es su vocación.
«Estoy fuera de la verdad; nada humano puede llevarme a ella; y tengo la certeza de que D ios no
me llevará de otra form a que ésa. Una certeza sem ejante a la que hay en la raíz de una vocación»
(Écrits d e L o n d res, carta a M aurice Schum ann). Ese viaje era para ella una cuestión de conciencia
en el que presentía comprometidas su vida y su m uerte, muerte a la qu e, por encim a de to d o, no
quería escapar.
Confío en que este ab and on o, incluso si m e eq uivoco, me lleve
finalmente a buen puerto.
L o que yo llamo buen p u e rto , co m o usted sabe, es la cruz. Si no
me es dado m erecer algún d ía la participación en la cruz de C risto,
sea, al m enos, en la del buen ladrón. D e todos los personajes, aparte
de C risto, que ap arecen en e l evangelio, el buen ladrón es con m u A U T O B IO G R A FIA
cho al que más envidio. H a b e r estado junto a C risto, en su misma
situación, durante la cru cifixió n , me p arece un privilegio m ucho más
envidiable que estar a su d erech a en su gloria.
Aunque la fecha esté p ró x im a , mi decisión no está tod avía to
mada de form a en teram ente irrevocable. Así que, si p o r azar tuviera
algún consejo que d arm e, é ste sería el m om ento. Pero no piense es
pecialm ente en ello. Sin d u d a , tendrá cosas m ucho más im portantes
en las que pensar.
Una vez me haya m arch ad o , m e parece p o co probable que las
circunstancias m e perm itan volver a verle algún día. En cu anto a
eventuales encuentros en la o tra vida, ya sabe que eso no se ajusta a P. D .: Léase en prim er lugar.
mi form a de ver las cosas. P e ro poco im porta. Le basta a mi amistad E sta ca rta es espantosam ente larg a, p ero puesto que no h ab rá lu gar
a respuesta — tan to m ás cuanto que y o , sin d ud a, me habré m arch ad o
con que usted exista.
N o podré dejar de p en sar con vivida angustia en tod os aquéllos ya— tendrá usted años p o r delante, si así lo d esea, p ara leerla. L éala,
£ que habré dejado en F ran cia y particularm ente en usted. Pero ta m p o en cualquier c a so , un día u o tro .
I co eso tiene im portancia. C r e o que usted es una de esas personas a las
que, pase lo que pase, jam ás puede ocurrirle ningún mal.
L a distancia no im p ed irá que mi deuda con usted crezca co n el M arsella, en to rn o al 1 5 de m ayo
tiem po, día a día, pues no m e im pedirá reco rd arle. Y es imposible
I Q uerido Padre:
pensar en usted sin pensar e n Dios.
Antes de p a rtir, quisiera dirigirme a usted de n uevo, p o r últim a
C on mi am istad filial,
vez quizá, pues desde allí me lim itaré a enviarle de vez en cuando n oti
cias m ías p a ra récibir las suyas.
SiM O N E W e IL
Le he dicho ya que tenía una deuda inm ensa con usted. T ra ta ré
de exponerle e x a cta y honestam ente en qué consiste. C reo que si ver
P. S.: Ya sabe que mi p ro p ó sito al hacer este viaje no es huir de los
sufrimientos y los peligros. M i angustia surge precisam ente de mi te daderam ente pudiera com prender cuál es mi situación espiritual, no
tendría ningún pesar p o r no haberm e llevado al bautism o. Pero no
m or a que, al m archarm e, esté haciendo, a pesar m ío y sin yo saberlo,
sé si esto le será posible.
lo que p or encim a de to d o quisiera evitar: huir. H asta ah o ra, aquí se
U sted no me ha transm itido la inspiración cristiana ni la figura
ha vivido co n tranquilidad. Si esa tranquilidad desapareciera precisa
de C risto; cuando yo le con ocí, nada quedaba p o r hacer en ese aspecto.
mente después de mi p a rtid a , sería horrible p ara mí. Si tuviera la cer
T o d o se había llevado a cabo ya sin la intervención de ningún ser
teza de que va a ser así, c r e o que me quedaría. Si sabe usted algo que
hum ano. Si no hubiera sido así, si no hubiera sido «tom ada» an te
perm ita hacer alguna previsión, cuento con que m e lo com unique.
riorm ente p o r C risto , n o sólo im plícita sino conscientem ente, no
hubiera usted podido darm e n ad a, pues yo no lo habría acep tad o. M i
amistad habría sido una razón p ara rech azar su m ensaje, pues habría
tenido m iedo a las posibilidades de e rro r e ilusión que lleva consigo
la influencia hum ana en el dom inio de las cosas divinas.
Puedo decir que en to d a mi vid a, jam ás, en ningún m o m en to , he
buscado a D ios. Q uizás p or esta ra z ó n , sin duda dem asiado subje
rl trT^
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tiva, es ésa una expresión que no me gusta y que me p arece falsa. E n
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la adolescencia pensaba que carecíam o s de los d atos necesarios p a ra des, en el que h abita la verdad. Prefería m o rir a vivir sin ella. T ras
resolver el problem a de D ios y que la única fo rm a segura de no resol m eses de tinieblas interiores, tuve de repente y p a ra siem pre la certeza
verlo m al, lo que me p arecía el peor de los m ales, era n o p lan tearlo. de que cualquier ser h um ano, aun cuando sus facultades naturales fue
Así que no me lo p lan teab a. N o afirm aba ni n egab a. R esolverlo m e sen casi n ulas, p od ía en trar en ese reino de verdad reservado al genio,
parecía inútil, pues pensab a que lo im p o rtan te, puesto que estam os a condición tan sólo de desear la verdad y h acer un con tin u o esfuerzo
en este m undo, era ad op tar la mejor actitud posible respecto a los p ro de atención p o r alcan zarla. Ese ser h u m an o se con vierte entonces en
blemas de este m u ndo. Y e sto no dependía del p rob lem a de D ios. un genio, incluso si, p o r carecer de talen to , tal genio pueda n o ser
E sto era verdad al m enos p a ra m í, pues jam ás he dudado a la h ora visible al e xterio r. M ás tard e, cuando los d olores de cab eza vinieron
de adoptar una actitud; siem pre he optado por la cristiana co m o única a añadir a las escasas facultades que p oseo una parálisis que enseguida
actitud posible. P o r decirlo de algún m o d o , he n a cid o , he crecido y supuse con to d a probabilidad definitiva, aquella m ism a certeza me
he perm anecido siem pre en la inspiración cristian a. Aunque el norn- hizo p erseverar d urante diez años en unos esfuerzos de aten ción sin
bre mismo de D ios no fo rm a b a parte de mis p ensam ientos, tenía res apenas esperanza de obtener resultados.
p ecto a los problem as del m u n do y de la vida la con cepción cristiana E n la palabra «verdad» englobo tam bién la belleza, la virtud y toda
de m anera exp lícita, rig u ro s a , incluidas las nociones m ás específicas clase de bien, de fo rm a que se tratab a p ara m í de una fo rm a de co n ce
que tal concepción im plica. Algunas de esas nociones están en mí desde bir la relación entre la gracia y el deseo. H ab ía recibido la certeza de
hace tan to tiem po co m o alcan za mi m em oria. E n cu an to a o tra s, sé que cuando se desea pan no se reciben piedras, aunque en aquella época
en qué m o m en to , de qué m an era y bajo qué fo rm a se han im puesto tod avía no había leído el evangelio.
a mí. C u an to m ás segura estaba de la eficacia que el deseo posee p or
P or ejem plo, siem pre m e he prohibido pensar en una vida fu tu ra, sí m ism o en el ám b ito del bien espiritual b ajo tod as sus fo rm as, m ás
pero siempre he creído que el instante de la m uerte es la n orm a y el lo estaba de su ineficacia en cualquier o tro terren o.
objeto de la vida. Pensaba que p ara quienes viven de la form a ade E n cu an to al espíritu de p o b reza, no recu erd o ningún m om ento
cuada ése es el instante en q ue, por una fracció n infinitesimal de en que haya estado ausente de m í, en la m ed id a, lam entablem ente
tiempo, la verdad p ura, desnuda, indudable, eterna, penetra en el alm a. escasa, en que era com patible con m i im perfección. M e sentí fasci
Puedo decir que jam ás he deseado p ara mí o tro bien. Pensaba que la n ada p o r san Fran cisco desde que tuve n oticia de él. Siempre he creído
vida que con du ce a ese bien n o está definida solam ente p o r la m oral y esperado que la suerte m e llevaría u n día p o r la fuerza a ese estad o
com ú n , sino que consiste p a ra cada uno en una sucesión de actos y de vagabundeo y m endicidad en que él en tró librem ente. N o pensaba
acontecim ientos que son rigurosam ente personales y h asta tal punto llegar a la edad que ah o ra tengo sin h ab er, cu an d o m en os, p asad o
obligatorios, que quien los elude no llega al objetivo. É sta era p ara por esa situación. Y lo m ism o podría decir de la cárcel.
mí la noción de v o ca ció n . V e ía el criterio de las accion es im puestas Tam bién tuve desde la prim era infancia la idea cristiana de la ca ri
p or la v ocació n en un im pu lso esencial y m anifiestam ente diferente dad a la que d aba ese nom bre de justicia que recibe en varios pasajes
de aquéllos que proced en de la sensibilidad o la razó n y no seguir ese del evangelio y que es tan herm oso. C o m o ya sabe, m ás tarde he fal
impulso cu an d o surgía, aunque ordenase cosas im posibles, me p are tad o gravem ente varias veces en relación a este p un to.
cía la m ay o r de las d esdichas. E s así co m o yo entendía la obediencia L a acep tación de la voluntad de D io s, cu alquiera que ésta sea, se
y la puse a prueba durante mi estancia en la fábrica, cuando me encon im puso a mi espíritu co m o el prim ero y m ás necesario de los deberes,
trab a en aquel estado de d o lo r intenso e ininterrum pido que reciente aquél al que no se puede faltar sin deshon rarse, desde que lo encontré
mente le confesé. L a vida que siempre me ha p arecid o m ás bella es expuesto en M a rco Aurelio bajo la fo rm a del a m o rfa ti de los estoicos.
aquélla en la que tod o está d eterm in ado, bien p o r la presión de las L a idea de p u reza, con tod o lo que esta p alab ra puede im plicar
circun stan cias, bien p o r tales im pulsos, y en la que jam ás hay lugar p ara un cristian o, se adueñó de mí a los dieciséis añ os, tras haber a tra
p ara ninguna elección. vesado durante algunos meses las inquietudes sentim entales propias
A los ca to rce años caí en una de esas situaciones de desesperanza de la adolescencia. L a idea m e surgió durante la con tem p lación de
sin fondo de la adolescencia y pensé seriam ente en m orir a causa de un paisaje de m o n tañ a y p o co a p o co se m e ha im puesto de m an era
la m ediocridad de mis facu ltad es naturales. L as dotes extrao rd in arias irresistible.
de mi h erm an o , que tu vo u n a infancia y una juventud com parables P o r supuesto, yo sabía m uy bien que mi con cep ción de la vida era
a las de P ascal, me fo rzaro n a tom ar conciencia de ellas. N o lam en cristiana y p o r tal m otivo jam ás me vino a la m ente la idea de en trar
taba los éxitos extern o s, sino el no poder abrigar esperanzas de acceso en el cristianism o. T enía la im presión de haber n acid o en su interior.
a ese reino trascendente, reservado a los hom bres auténticam ente gran Pero añadir el dogm a a esta concepción de la vida sin sentirme obli
gada a ello p o r alguna evidencia, me habría parecido una falta de p ro rab ie m aravilla de p ureza, donde tan a m enudo rezó san F ra n cisco ,
bidad. C o m o tam bién m e lo h a b ría parecid o el plantearm e co m o p ro algo m ás fuerte que yo me o b lig ó, p o r vez p rim era en mi vida, a
blema la cuestión de la v erd ad del d o g m a , o incluso el m ero deseo ponerm e de rodillas.
de llegar a una co n v icció n so b re ese p u n to . T engo una n o ció n e x tre E n 1 9 3 8 pasé diez días en Solesm es, del dom ingo de R am os al
m adam ente rigurosa de la p rob id ad intelectual, h asta el p u n to de que m artes de P ascu a, siguiendo los oficios. T en ía intensos d olores de
jam ás he en con trad o a nadie q u e no m e p areciera faltar a ella en m ás cab eza y cad a sonido me dañaba co m o si fuera un golpe; un esfuerzo
de un asp ecto ; yo m ism a te m o siempre faltar a ella. e x tre m o de atención me perm itía salir de esta carne m iserable, dejarla
Absteniéndom e así del d o g m a , estaba impedida p o r u n a especie sufrir so la , ab and on ad a en su rin cón , y en co n trar una alegría pura
de pudor de en trar en los tem p lo s, en los que sin em bargo m e gustaba y perfecta en la insólita belleza del can to y las p alab ras. E sta exp e
estar. N o ob stan te, tuve tres c o n ta c to s co n el catolicism o v erd ad era riencia m e perm itió com prender m ejo r, p o r an alogía, la posibilidad
mente cruciales. de a m a r el a m or divino a través de la d esdicha. E vid entem ente, en
Después del año de estan cia en la fáb rica, antes de volver a la ense el tran scu rso de estos oficios, el pensam ien to de la pasión de C risto
ñ anza, m is padres m e llev aro n a P o rtu g al; allí los dejé p a ra ir sola en tró en mí de una vez y p a ra siem pre.
a una pequeña aldea. T enía e l alm a y el cuerpo hechos p ed azo s; el Se en co n trab a allí un joven católico inglés que me transm itió p or
co n tacto con la desdicha h ab ía m atado mi juventud. H a sta en ton ces, vez prim era la idea de la virtud sob ren atu ral de los sacram en tos,
no había tenido exp eriencia d e la desdicha, salvo de la m ía , que, p or m ediante el resplandor verdaderam ente angélico de que p arecía reves
ser m ía, me parecía de escasa im portan cia y que no era, p o r o tra p arte, tido después de haber com u lgad o. E l az a r — pues siem pre he prefe
sino una desdicha a m edias, p uesto que era biológica y no social. Sabía rido decir azar y no providencia— hizo que aquel joven resultara p ara
muy bien que había m ucha desdicha en el m u n d o, estaba obsesionada m í un verdadero m ensajero. M e dio a co n o ce r la existencia de los lla
con ella, pero nunca la había co n statad o m ediante un c o n ta cto p ro m ad os poetas m etafísicos de la In glaterra del siglo X V I I y , m ás tard e,
longado. Estando en la fáb rica, confundida a los ojos de to d o s, incluso leyéndolos, descubrí el p oem a del que y a le leí una trad u cció n , p or
a mis propios ojos, co n la m asa anónima, la desdicha de los otros entró d esgracia m uy insuficiente, y que lleva p o r título A m or^. L o he
en mi carn e y en mi alm a. N a d a me separaba de ella, pues había olvi aprendido de m em oria y a m enudo, en el m om en to culm inante de las
dado realmente mi p asado y n o esperaba ningún futuro, pudiendo difí violentas crisis de dolor de cabeza, m e he dedicado a recitarlo poniendo
cilmente im aginar la posibilidad de sobrevivir a aquellas fatigas. Lo en él to d a mi atención y abriendo mi alm a a la ternu ra que encierra.
que allí sufrí me m a rcó de tal form a que, tod avía h o y , cu an d o un ser C reía repetirlo solam ente co m o se repite un herm oso p o em a, p ero ,
h u m an o, quienquiera que sea y en no im porta qué circu n stan cia, me sin que yo lo supiera, esa recitación tenía la virtud de una oración .
habla sin b rutalidad, no p u e d o evitar la im presión de que debe haber Fue en el curso de una de esas recitacio n es, co m o ya le he n a rra d o ,
un erro r y que, sin d u d a, ese erro r va desgraciadam ente a disiparse. cu an d o C risto m ism o descendió y me to m ó .
H e recibido p ara siem pre la m a r c a de la esclavitud co m o la m a rca de
hierro candente que los ro m a n o s ponían en la frente de sus esclavos
1. H e aquí el poema en una traducción que me han hecho:
m ás despreciados. Desde en ton ces, me he considerado siem pre una
esclava. Ei Amor me acogió, mas mi alm a se apartaba,
culpable de polvo y de pecado.
C on este estado de án im o y en unas condiciones físicas m isera
Pero el Amor que todo lo ve, observando
bles, llegué a ese pequeño p ueb lo portugués, que era igualm ente mise mi entrada vacilante
rable, so la , p o r la n o ch e , b ajo la luna llena, el día de la fiesta p a tro se acercó hasta m í, diciéndome con dulzura:
nal. El pueblo estaba al borde del m ar. L as mujeres de los pescadores ¿hay algo que eches en falta?
Un invitado, respondí, digno de encontrarse aquí.
cam inaban en p rocesión junto a las b a rca s; p ortab an cirios y en to n a T ú serás ese invitado, dijo el Amor.
ban cán tico s, sin dud a muy an tig u o s, de una tristeza d esg arrad o ra. ¿Y o , el m alvado, el ingrato? jA h , mi amado!
N ad a p od ría d ar u na idea de aq uello. Ja m á s he oído algo tan co n m o yo no puedo mirarte.
vedor, salvo el ca n to de los sirgadores del V o lg a. Allí tuve de repente E l Amor tomó mi m ano y replicó sonriente:
¿quién ha hecho esos ojos sino yo?
la certeza de que el cristian ism o era p o r excelencia la religión de los Es cierto, señor, pero yo los ensucié; que mi vergüenza
esclavos, de que los esclavos n o podían dejar de adherirse a ella, y vaya donde se merece.
yo entre ellos. ¿Y no sabes, dijo el A m or, quién ha tom ado sobre sí la culpa?
¡M i amado! Entonces, podré quedarm e...
En 1 9 3 7 pasé en Asís dos d ías maravillosos. Allí, sola en la pequeña
Siéntate, dijo el Am or, y degusta mis m anjares.
capilla rom án ica del siglo X I I de Santa M a ria degli A ngeli, incom pa- Así que me senté y com í.
É
En mis razon am ientos sob re la insolubilidad del p roblem a de Dios E l co n ta cto con usted no me indujo a rezar. P or el co n tra rio , el
no había previsto la posibilidad de un co n tacto real, de persona a p er peligro m e p arecía tan to m ás tem ible cu an to que tam bién tenía que
sona, aquí abajo, entre un ser hum ano y Dios. H abía oído hablar vaga desconfiar del poder de sugestión de mi am istad hacia usted. Al mismo
mente de cosas de ese tip o , p e ro nunca las había creído. E n las Fio- tiem p o, me sentía m uy m olesta p o r no rezar y no decírselo. Y sabía
retti, las historias de ap aricion es me d esagrad aban m ás que o tra co sa , que no podía decírselo sin inducirle a p ensar erróneam ente sobre m í.
lo mismo que los m ilagros en el evangelio. Por o tra p arte, en este súbito E n aquel m om ento no habría podido h acérselo com p ren d er.
descenso de C risto sobre m í, ni los sentidos ni la im aginación tuvie H a sta el p asad o m es de septiem bre jam ás había re zad o , ni tan
ron parte alguna; sentí so lam en te, a través del sufrim iento, la presen siquiera una vez, al menos en el sentido literal del térm ino. Jam ás había
cia de un a m o r análogo al que se lee en la sonrisa de unirostro am ad o. dirigido palabras a D ios, m entalm ente o en voz alta. N u n ca había p ro
N u n ca había leído a los m ísticos porque n un ca había sentido nada nunciado una plegaria litúrgica. E n ocasiones había recitad o el Salve
que me ordenase leerlos. T am b ién en las lecturas m e he esforzado siem R egina, pero sólo com o se recita un h erm oso p oem a.
pre p o r p ra ctica r la ob ed ien cia. N o hay n ad a m ás favorable al p ro E l verano p asado, estudiando griego co n T . . . , le traduje del griego
greso intelectual; en la m ed id a de lo posible, no leo m ás que aquello el P adrenu estro, p alab ra p or p alab ra. N o s com p rom etim os a ap ren
de lo que tengo ham bre y en el m om ento en que la ten g o , y entonces derlo de m em oria. C reo que él no lo h izo; tam p o co y o , en un prim er
no leo , d evoro. Dios me h ab ía impedido m isericordiosam ente leer a m om en to. Pero algunas sem anas después, h ojeando el evangelio, me
los m ísticos a fin de que m e fu era evidente que yo no había fabricado dije que, puesto que me lo había p rom etid o y estaba bien, debía
ese co n ta cto absolutam ente inesperado. h acerlo. Y lo hice. L a dulzura infinita de aquel te x to griego m e im pre
Sin em bargo, todavía rech acé en p arte, es decir, rech azó mi inteli sionó de tal m od o que durante algunos días no pude dejar de repe
gencia, que no mi am or. Pues me parecía indudable, y aún hoy lo sigo tirlo incesantem ente. U n a sem ana después, com en cé la vendim ia.
creyendo, que no se puede resistir dem asiado a D ios si se hace p o r pura T o d o s los días, antes del tra b a jo , recita b a el Padrenu estro en griego
preocupación por la verdad. C risto quiere que se prefiera la verdad, pues y lo repetía con frecuencia en la viña.
antes de ser el C risto, él es la verdad. Si uno se desvía de él p ara ir en Desde entonces me impuse p o r ú n ica p ráctica recitarlo cad a
pos de la verdad, no andará largo trecho sin caer en sus brazos. m añana con total atención. Si durante la recitación mi atención se dis
Fue tras esta exp erien cia cuando sentí que Platón es un m ístico trae o se adorm ece, aunque sea de form a infinitesim al, vuelvo a empe
y que toda L a Ilíada está b añ ad a de luz cristiana y que Diónysos y zar h asta conseguir una atención ab solu tam en te p u ra. Se m e ocu rre
Osiris son en cierto sentido el propio C risto ; y m i am o r p o r él se vio a veces volver a empezar una vez m ás p or p uro p lacer, pero no lo hago
así acrecen tad o. a no ser que sienta un verdadero deseo.
N u n ca m e p reguntaba si Jesús fue o no una en carn ación de D ios; L a virtud de esta p ráctica es e xtrao rd in aria y no deja de sorpren
pero, de h ech o , era incapaz de pensar en él sin pensarlo co m o D ios. derm e, pues aunque la llevo a cab o cad a d ía, sobrepasa siempre lo
E n la prim avera de 1 9 4 0 leí la Bhagavad-Gita. C uriosam ente, fue que espero.
leyendo aquellas palabras m aravillosas y de resonancias tan cristianas, A veces, ya las prim eras p alab ras arran can m i pensam iento de mi
puestas en b o ca de una en carn ación de D ios, cu an d o sentí con fuerza cuerpo y lo traslad an a un lugar m ás allá del espacio en el que no hay
que debem os a la verdad religiosa una adhesión m uy distinta a la co n ni perspectiva ni punto de vista. E l espacio se ab re. L a infinitud del
cedida a un herm oso p o e m a , una adhesión m ucho m ás categ ó rica. espacio ordinario de la p ercep ción es reem plazada p o r una infinitud
Sin em b argo, ni siquiera creía posible plantearm e la cuestión del a la segunda o a la tercera p oten cia. Al m ism o tiem p o , esa infinitud
bautismo. Sentía que no p od ía abandonar honestamente mis sentimien de infinitud se llena por entero de silencio, un silencio que no es ausen
tos respecto a las religiones n o cristianas y a Israel — y, efectivam ente, cia de son id o, sino el objeto de una sensación p ositiva, m ás positiva
el tiem po y la m editación n o han hecho sino refo rzarlo s— y pensaba que la de un sonido. L os ruidos, si los h ay , sólo m e llegan después
que éste era un ob stácu lo ab solu to. N o im aginaba la posibilidad de de haber atravesado ese silencio.
que un sacerd ote pudiera ni siquiera pensar en concederm e el b au A veces tam bién, durante esta recitación o en o tros m o m en to s.
tism o. De no haberle co n o c id o , jam ás me h abría plan tead o el b au C risto en persona está presente, p ero con una presencia infinitam ente
tismo co m o p roblem a p rá c tic o . m ás real, m ás punzante, m ás clara y m ás llena de am or que aquella
D urante tod o este p ro ce so espiritual no he rezado n u n ca. T em ía prim era vez en que se ap oderó de mí.
el poder de sugestión de la o ració n , ese poder por el cual la recom ienda Ja m á s habría podido decirle estas co sas si n o estuviera p o r medio
Pascal. E l m étodo de Pascal m e parece uno de los peores p a ra llegar el h echo de m i viaje. Y co m o en cierta m edida m e voy co n el pensa
a la fe. miento de una m uerte p robable, creo que no tengo derecho a callarm e
estas cosas. Pues, a fin de c u e n ta s, no se tra ta de m í, sino de D ios. N a d a me perm ite m edir m ejor la m agn itud de su caridad que el
Y o no cuento para nada en ello. Si pudieran suponerse errores en D ios, hecho de haberm e sop ortad o tan to tiem po y con tan ta dulzura. Puede
pensaría que tod o esto ha caíd o en mí p o r erro r. Pero acaso D ios se p arecer que b ro m eo, pero no es así. E s verd ad que usted n o tiene los
com p lace en utilizar los d esperdicios, las piezas d efectuosas, los obje mism os m otivos que yo (aquéllos que le co n tab a el otro día) p ara exp e
to s de desecho. Después de to d o , el pan de la hostia, aun cuando pueda rim en tar odio y repulsión h acia raí. P e ro , n o o b stan te, pienso que su
estar enm ohecido, se tra n sfo rm a igualm ente en el cuerpo de C risto paciencia p ara conmigo sólo puede proceder de una generosidad sobre
u na vez con sag rad o por el sa ce rd o te . A h ora bien, él no puede re ch a n atu ral.
zarlo, m ientras que nosotros sí podem os desobeceder. E n ocasiones N o me ha sido posible evitar cau sarle una gran decepción. Pero
pienso que siendo tratad a d e u n a form a tan m isericord iosa, tod o hasta a h o ra , aunque a m enudo me h aya plan tead o la cuestión durante
pecado que co m eto se convierte en pecado m ortal. Y los co m eto sin la o ra ció n , durante la m isa, o a la luz del resp lan d or que queda en
cesar. el alm a después de la m isa, jam ás he ten id o, ni tan sólo una v ez, ni
J Le he dicho que usted es p a ra mí algo así co m o un padre y un siquiera un segundo, la sensación de que D ios me quisiera en la Igle
herm ano a la vez. Pero estas p a la b ra s n o expresan m ás que una an a sia. N i siquiera he tenido n unca una sensación de incertidum bre. C reo
logía. Q u izás, en el fon d o, corresp on d en solam ente a un sentim iento que en este m om ento puedo, p o r fin, co n clu ir que Dios no me quiere
de afecto, de gratitud y ad m iración . Pues en cuanto a la dirección espi en la Iglesia. N o ten ga, p ues, ningún p esar.
ritual de mi alm a, creo que D io s mismo la to m ó en sus m an os desde N o lo quiere al m enos p o r ah ora. P e ro , a no ser que me equivo
el comienzo y no la ha ab an d o n ad o . q ue, m e p arece que su voluntad es que p erm an ezca fuera tam bién en
Eso no me impide tener hacia usted la deuda más grande que pueda el fu tu ro , salvo, quizás, en el m oníento de la m uerte. Sin em b argo,
haber con traíd o co n un ser h u m a n o . Le diré exactam en te en qué co n estoy siem pre dispuesta a obedecer to d a o rd en , cualquiera que sea.
siste. O b edecería co n alegría la orden de ir al ce n tro m ism o del infierno y
En prim er lu gar, usted m e dijo en u na o casió n , al p o co tiem po perm an ecer allí eternam ente. N o pretendo decir, claro está, que tenga
de conocernos, unas palabras que llegaron hasta el fondo de mí: «Preste preferencia p o r este tipo de órdenes. N o tengo tal perversión.
m ucha atención — me dijo— , p u es sería u na lástim a que se en con E l cristian ism o, puesto que es c a tó lic o , debe con ten er todas las
trase con algo im portante y p asase de larg o ». vo cacio n es sin excep ción . E n co n secu en cia, tam bién la Iglesia debe
E sto me hizo rep arar en o tr o aspecto del deber de p rob id ad inte ría h acerlo . P e ro , a mis ojos, el cristian ism o es cató lico de d erech o,
lectual. H asta entonces yo sólo la había entendido co n tra la fe. A un n o de h ech o . T an tas cosas están fuera de él, tan tas cosas que am o
que esto pueda p arecer h o rrib le, no lo es; al co n trario : significa que y que no quiero ab an d on ar, tan tas cosas que D ios am a, puesto que
yo ponía todo mi am or del la d o de la fe. Sus palabras m e hicieron de lo co n tra rio no tendrían e x iste n cia ... T o d a la inmensidad de los
pensar que quizás había en m í, sin que yo tuviera conciencia de ello, siglos pasados a excepción de los veinte ú ltim os, todos los países habi
obstáculos im puros a la fe, p reju icio s, h áb itos. Después de haberm e tad os p o r razas de co lo r, to d a la vida p ro fan a en los países de raza
estado diciendo durante tan to s años n ad a m ás que «Q uizá to d o eso blanca y , en su historia, todas las tradiciones acusadas de herejía, com o
no sea verdad», sentí que, sin dejar de decírmelo — todavía ah ora tengo la m aniquea y la albigense, tod as las cosas surgidas del R enacim iento,
, buen cuidado de repetirlo a m en u do— , debía añadir a esa fórm u la m uy a m enudo degradadas, p ero en ab solu to caren tes de valo r.
su co n traria, «Q uizá tod o eso sea v erd ad », y alternarlas. Puesto que el cristianism o es católico de derecho y no de hecho, creo
Al m ism o tiem po, al h acer de la cu estión del bautism o un p ro legítimo por mi parte ser m iembro de la Iglesia de derecho y no de hecho,
blema p ráctico , usted me fo r z ó a m irar de frente, durante m ucho y no sólo p o r un tiem po sino, llegado el caso , durante tod a mi vida.
tiem po, m uy de cerca y con absoluta aten ció n , la fe, los dogm as y Y no es sólo legítim o; en tan to D ios n o m e dé la certeza de que
los sacram entos co m o realid ades hacia las que tenía unas obligacio m e ord en a lo co n trario , creo que es p a ra m í un deber.
nes que discernir y cum plir. E s t o me era indispensable y de no ser p or Pienso, al igual que u sted, que la ob ligación de los dos o tres p ró
usted no lo habría hecho. xim os añ os, obligación tan estricta que casi no podría eludirse sin caer
Pero el m ayor beneficio que m e ha p rop orcion ad o ha sido de otra en la traició n , es m ostrar a las gentes la posibilidad de un cristianism o
índole. Al apoderarse de mi am istad mediante una caridad cuyo equi verdaderam ente en carn ado. N u n ca en to d a la h istoria actualm ente
valente jam ás había con ocid o, m e procuró la fuente de inspiración m ás co n o cid a hubo una época en que las alm as estuvieran tan en peligro
poderosa y m ás pura que p u ed a encontrarse entre las cosas hum anas. co m o ah o ra en tod o el globo terrestre. H a y que elevar de nuevo la
serpiente de bronce p ara que cualquiera que levante h acia ella su
Pues ninguna de ellas es tan provechosa p ara mantener siempre la mirada
intensamente en D ios, co m o la amistad p o r los am igos de Dios. m irad a se salve.
Pero to d o está tan ligado a to d o , que el cristianism o sólo p odrá L a situación de la inteligencia, al ser algo específica y rigu ro sa
encarnarse realm ente si es ca tó lico , en el sentido que acab o de defi m ente individual, es la piedra de toque de esa arm on ía. A rm on ía que
nir. ¿C óm o p odría circular a través de los pueblos de E u ro p a si no existe siem pre allí donde la inteligencia, m anteniéndose en su lu g ar,
contuviera en sí m ism o to d o , absolutam ente to d o ? Salvo, p o r supues actú a sin trab as y cum ple la plenitud de su fu nción. E s lo que santo
to , la m entira. Pero en to d o lo que es, hay casi siem pre más verdad T o m á s dice adm irablem ente de tod as las p artes del alm a de C risto ,
que m entira. a p ro p ó sito de su sensibilidad al d o lo r durante la cru cifixión .
Teniendo un sentim iento tan intenso, tan d oloroso, de esta ur L a función propia de la inteligencia exige una libertad to ta l, que
gencia, traicion aría la verdad, es decir, el aspecto de la verd ad que yo im plica el derecho a n egarlo to d o , y ninguna pretensión de dom inio.
percibo, si dejara el punto en que me en cuen tro desde mi nacim iento, D onde usurpa un m an d ato, hay un exceso de individualism o. D onde
en la intersección del cristianism o y de tod o lo que no es él. se en cuen tra in có m od a, h ay una o varias colectividades op reso ras.
Siempre he estado en ese punto preciso, en el um bral de la Igle L a Iglesia y el E stad o deben castig arla, cad a uno en la m anera que
sia, sin m overm e, quieta, kv Í)ttoiíovt| (¡palabra m ucho más bella que les es p ro p ia, cu and o aconseja acto s que ellos desaprueban. C uando
patiential); sólo que ah ora m i corazón ha sido tran sp o rtad o , p ara se m antiene en el ám bito de la especulación p uram en te te ó rica , tienen
siem pre, esp ero, hacia el sa n to Sacram ento exp uesto en el altar. tam bién el deber, llegado el ca so , de p o n er al público en gu ard ia, p or
C om o ve, estoy muy lejos de los pensam ientos que H ... m e atri tod os los m edios a su alcan ce, co n tra el peligro de la influencia p rá c
buía con muy buenas in tenciones. Estoy lejos tam bién de exp erim en tica que ciertas especulaciones pueden tener sobre la co n d u cta. Pero
tar ningún to rm en to . cualesquiera que sean esas especulaciones te ó rica s, ni la Iglesia ni el
Si siento tristeza, se debe en prim er lugar a la tristeza perm anente E sta d o tienen derecho a tra ta r de asfixiarlas o a infligir a sus autores
que la suerte ha im preso p a ra siem pre en mi sensibilidad, a la que ningún daño m aterial o m oral. E n p a rticu la r, no se les debería privar
sólo pueden superponerse las alegrías más grandes y más puras, y de los sacram en tos si los desean. Pues sea lo que fuere lo que hubie
ello al precio de un esfuerzo de atención; en segundo lugar, a mis ran d ich o , aun cuando hubiesen n egad o públicam ente la existencia
miserables y continuos p ecad o s; por últim o, a todas las desdichas de de D io s, no han com etido quizá ningún p ecad o . E n tal caso , la Iglesia
esta ép oca y de todos los siglos pasados. debe d eclarar que están en el e rro r, p ero no exigir de ellos n ada sem e
Si, aun siendo sacerd ote, le es posible adm itir que una vo cació n jante a una retractació n ni privarles tam p o co del Pan de vida.
auténtica impida entrar en la Iglesia, p o d rá usted com p ren d er p o r L a colectividad es depositaría del d o g m a; y el dogm a es un objeto
de con tem p lación p ara el am o r, la fe y la inteligencia, tres facultades
qué siempre le he ofrecido resistencia.
estrictam ente individuales. De ahí el m alestar del individuo en el cris
De o tro m od o, existirá u n a barrera de incom prensión en tre n o
tianism o, casi desde el origen, y especialm ente el m alestar de la inteli
sotros, ya sea usted o yo quien esté en el erro r. Si así ocu rriera, me
gencia. E s algo que no se puede n egar.
sentiría profundam ente ap en ad a, habida cuenta de mi am istad hacia
Si C risto , que es la V erdad m ism a, h ab lara en una asam blea, p o r
usted, pues el balance de los esfuerzos y los deseos p ro v o cad o s p o r
ejem plo en un con cilio, no utilizaría el lenguaje que utilizaba con ver
su caridad hacia mí con stituiría para usted una decepción. Y aunque
sando co n su am igo bien am ad o, y , co n fro n tan d o frases, se le p od ría
no fuese culpa mía, no p o d ría dejar de acusarm e de ingratitud. Pues,
a cu sar, con cierta lógica, de con trad icción y de m en tira. Pues por una
una vez m ás, mi deuda con usted sobrepasa tod a m edida.
de esas leyes de la n aturaleza que el p rop io D ios resp eta, puesto que
.1,' Q uisiera llam ar su a te n ció n sobre un p un to: hay un obstáculo
las quiere desde tod a la eternidad, h ay dos lenguajes com pletam ente
absolutam ente infranqueable a la encarnación del cristianism o. Es distintos aunque com puestos de las m ism as p alab ras, el lenguaje colec
el uso de estas dos palabras; anathem a sit. N o su existen cia, sino la tivo y el individual. E l C on solad or que C risto nos envía, el Espirítu
utilización que hasta ah o ra se ha hecho de ellas. También esto me de v erd ad , utiliza uno u o tro según la o casió n , y p or necesidad de la
impide franquear el um bral de la Iglesia. Perm anezco junto a todas propia n atu raleza, no hay co n co rd an cia.
las cosas que no pueden e n tra r en la Iglesia, recep tácu lo universal, a C uando auténticos am igos de D ios — co m o lo fue en mi opinión
causa de esas dos palabras. Y perm anezco tan to más a su lado cuanto el m aestro E ck h art— repiten palabras que han escuchado en lo secreto,
que mi prop ia inteligencia es una de ellas. en el silencio, durante la unión de a m o r, y están en desacuerdo con
La encarnación del cristianism o im plica una solución arm oniosa la enseñanza de la Iglesia, se debe sim plem ente a que el lenguaje de
del problem a de las relaciones entre el individuo y la colectividad. la plaza pública no es el de la cá m a ra nupcial.
Arm onía en el sentido p itag ó rico : justo equilibrio de los con trarios. T o d o el m undo sabe que no hay posibilidad de conversación ver-
Ésta es la solución que los hom bres anhelan precisam ente ah ora. : daderam ente íntim a m ás que entre dos o tres p erson as. C uando se
trata ya de cinco o seis, el lenguaje colectivo em pieza a dom inar. Por L a Iglesia defiende hoy la cau sa de los d erech os irrenunciables del
eso, se incurre en un co n trasen tido flagrante cu and o se aplica a la Igle individuo co n tra la opresión co lectiv a, la libertad de pensar co n tra
sia la frase «D onde están dos o tres reunidos en mi n om b re, allí estoy la tiran ía. Pero éstas son causas que ab razan gustosos quienes en un
yo en medio de ellos». C risto no dijo d o scien to s, cincuenta ni diez, m om ento determ inado sienten que no son los m ás fuertes. E s su único
sino dos o tres. D ijo estrictam en te que él es siem pre el tercero en la m edio p a ra volver a ser quizá un día los m ás fuertes. E sto es algo bien
intimidad de una am istad cristian a, en la intim idad del ca ra a ca ra . co n o cid o .
C risto hizo prom esas a la Iglesia, p ero ninguna de ellas tiene la A ca so esta idea le ofenda. P e ro , de ser así, in cu rriría en un erro r.
fuerza de la expresión: «V uestro Padre que está en lo secreto». L a pala U sted no es la Iglesia. E n los p eríod os en que la Iglesia ha p erp etrad o
bra de Dios es p alab ra secreta. Aquél que n o ha oído esa p alab ra, aun los abusos de p oder m ás atro ces, debía h aber en ella sacerdotes com o
cuando manifieste su adhesión a todos los dogm as enseñados p o r la usted. Su buena fe no es una g a ra n tía , aunque fuera com ún a tod a
Iglesia, no está en co n tacto c o n la v erd ad . su O rden . N o puede usted prever c ó m o van a desarrollarse las cosas.
L a función de la Iglesia c o m o co n serv ad o ra colectiva del dogm a P a ra que la actitud actual de la Iglesia fuera eficaz y p enetrara ver
es indispensable. Tiene el d erech o y el deber de castigar con la p riv a d aderam ente co m o una cuña en la existencia social, haría falta que
ción de los sacram entos a cualquiera que la ataque expresam ente en m anifestase abiertam ente que ha cam b iad o o quiere cam biar. D e o tro
el dom inio específico de esa función. m o d o , ¿quién podría tom arla en serio, recordan d o la Inquisición.? Dis
A sí, pues, aunque yo ign ore casi to d o de ese asu n to, me inclino cúlpem e p o r hablar de la Inquisición; es una evocación que m i am is
provisionalm ente a creer que tenía razó n castigand o a L u tero . tad p o r usted, y que a través de usted se extiende a tod a su O rd en ,
Pero com ete un abuso de p od er cu an d o pretende obhgar al am or h ace p a ra m í m uy d olorosa. Pero lo cierto es que ha existid o. T ra s
y a la inteligencia a tener su lenguaje p o r n o rm a . E ste abuso de p oder la caíd a del Im perio ro m a n o , de c a rá c te r to ta lita rio , fue la Iglesia la
no procede de D io s, procede de la tendencia n atu ral de to d a colectivi p rim era en establecer en E u ro p a , en el siglo xiii, tras la gu erra c o n
d ad, sin excep ció n , a los ab usos de p od er. tra los albigenses, un esbozo de to talitarism o . E se árbol ha p ro d u
L a imagen del cuerpo m ístico de C risto resulta m uy seductora. Pero cido n um erosos frutos.
yo interpreto la im portancia que actualm ente se le concede co m o uno Y el resorte de ese to talitarism o es el uso de esas dos p alab ras;
de los signos m ás graves de nuestra d ecadencia. Pues nuestra verda anathem a sit.
dera dignidad n o radica en ser parte de ningún cuerpo, aunque sea m ís P o r o tra p a rte , es m ediante u n a juiciosa transposición de ese uso
tico, aunque sea el de Cristo. R adica en que en el estado de perfección, co m o se han forjad o los partidos que han fu n d ad o, en nuestros días,
que es la vocación de todos, n o vivimos ya en nosotros m ism os, sino regím enes totalitarios. E s un asp ecto de la h istoria que he estudiado
que es Cristo quien vive en n o so tro s; de m an era que, por ese estado. de fo rm a especial.
C risto en su integridad, en su unidad indivisible, se convierte en cierto D eb o darle la im presión de un orgullo luciferino al h ab lar así de
sentido en cad a uno de n o so tro s de la m ism a fo rm a que está íntegra m uchas cosas que son dem asiado elevadas p ara mí y que n o tengo
m ente en cada h ostia. Las h o stias no son p artes de su cuerpo. derecho a com prender. N o es culpa m ía. L as ideas vienen a posarse
E sta im portancia que actualm ente reviste la imagen del cuerpo mís en m í p o r e rro r; luego, recon ocien d o su e rro r, quieren salir a tod a
tico m uestra h asta qué p un to los cristianos son m iserablem ente a co co sta . N o sé de dónde vienen ni cu ál es su v a lo r, p ero , p o r si a caso ,
modaticios a las influencias externas. Ciertam ente hay una viva em bria no m e creo con derecho a im pedir ese p roceso .
guez en ser m iem bro del cu erp o m ístico de C risto . P ero , hoy día, A d ió s. Le deseo to d o s los bienes posibles salvo la cru z; pues no
num erosos cuerpos místicos que no tienen p o r cabeza a C risto p ro cu am o a m i p ró jim o co m o a mí m is m a , ni a usted p a rticu la rm e n te ,
ra n , en mi op in ión , a sus m iem bros exp erien cias em briagadoras de c o m o ya h ab rá com p ren d id o. P ero C risto co n ced ió a su am igo bien
la m ism a natu raleza. a m a d o , y sin dud a a to d o s cu an to s fo rm an p a rte de su linaje espiri
Se me hace ligero, siendo que lo h ago p o r obediencia, estar p ri tu a l, llegar h a sta él no p o r m ed io de la d e g ra d a ció n , el d esh o n o r
vad a de la alegría de form ar p a rte del cuerpo m ístico de C risto . Pues, y la an g u stia, sino en una aleg ría, u n a p u reza y u n a dulzura in in te
si Dios quiere ayu darm e, testim oniaré que sin esa alegría se puede no rru m p id as. P o r eso puedo p erm itirm e el deseo de que, aun cu an d o
obstante ser fiel a C risto h asta la m u erte. L o s sentim ientos sociales tuviere usted un día el h o n o r de m o rir p o r el S eñ or con m u erte v io
tienen actualm ente tan ta fu erza, elevan de tal m od o hasta el grado le n ta , sea en la alegría y sin an g u stia n in gu n a; y que sólo tres de
supremo del heroísm o en el sufrimiento y en la m uerte, que me parece las bienaventuranzas (mites, m u n d o co rd e, pacifici) puedan serle apli
positivo que algunas ovejas se queden fuera del redil p ara dar testi ca d a s. T o d a s las d em ás en cierran en m ay o r o m en or m ed id a su fri
m onio de que el am or de C risto es algo esencialm ente distinto. m ien to .
E ste voto no se debe sólo a la debilidad de la am istad h um ana.
Con cualquier ser hum ano individualm ente considerado encuentro
siempre razones p a ra concluir q u e la desdicha no le conviene, sea p o r
que m e parece dem asiado m ed io cre p ara algo tan g ran d e, o , al c o n
trario , dem asiado precioso p a ra ser destruido. N o se puede faltar m ás
gravem ente al segundo de los d o s m andam ientos esenciales. Y , en V O C A C IO N IN T E L E C T U A L
cu anto al p rim ero , falto de m a n e ra tod avía más h orrible, pues cu an
tas veces pienso en la crucifixión de Cristo com eto el pecado de envidia.
C o n mi inquebrantable y filial am istad y mi m ás sincero ag rad eci
m iento.
SiM O N E W E IL
C asablanca
Q uerida S.:
Le envío cu a tro cosas.
E n prim er lu gar, una carta personal p ara el P. Perrin. E s muy larga
y no contiene nada que no pueda esp erar indefinidam ente. N o se la
envíe; désela cu and o le vea y dígale que deje su lectu ra p ara un día
en que se encuentre con tiem po libre y libertad de espíritu.
E n segundo lugar (en sobre cerrad o p ara m ay o r com od id ad , pero
que usted ab rirá, al igual que los o tro s dos) el co m en tario de los te x
tos pitagóricos que no había term inado por falta de tiem po y que deben
ser añadidos al trab ajo que le dejé cu an d o m e fui. Será fácil, pues va
n um erad o. E stá horriblem ente m al red actad o y co m p u esto , es cierta
mente m uy difícil de seguir caso de ser leído en voz alta y resulta dem a
siado larg o p ara ser tran scrito . N o puedo h acer o tra cosa que en viár
selo tal cual.
D ígale al P. Perrin que por fin, co m o le había dicho al principio,
desearía que tod o el trab ajo fuese con fiad o al cu id ad o de T hibon y
unido a mis cu adernos. Pero que el P. Perrin lo conserve durante el
tiem po que crea necesario y en tan to piense que puede e xtraer algo
de él p a ra su prop ia utilidad. Q ue se lo deje tam bién a quien crea con
veniente. Se lo lego en com pleta propiedad sin reserva alguna. M ucho
me tem o que, salvo los p ropios te x to s griegos, el v alo r del regalo sea
nulo. Pero no tengo o tra cosa.
E n tercer lu gar, le envío tam bién la cop ia de una tradu cción de
un fragm ento de Sófocles que he en co n trad o entre mis papeles. E s el
diálogo completo entre E lectra y Orestes del que solam ente había trans
crito algunos versos al trab ajo que usted tiene. Al cop iarlo, cada pala
bra resonaba en el fondo de mi ser de una form a tan profunda y secreta,
que la interpretación que relaciona a E lectra con el alm a hum ana y
a Orestes con C risto m e p arece ta n cierta co m o si yo m ism a hubiera Si mis p alab ras fuesen m otivo de pena p a ra el P. Perrin, no podría
escrito esos versos. D ígale tam bién eso al P. Perrin. Al leer el te x to , sino desear que m e olvidase enseguida, pues preferiría mil veces n o
com prenderá. tener parte alguna en sus pensamientos que ocasionarle el menor pesar.
Léale tam bién lo que viene a con tin u ación ; espero con tod o m i A m enos que de ello pudiera obtener algún bien.
corazón que no le cau se pesar. V olviendo a m i lista, le envío tam bién el trab ajo sobre el uso espi
Al term inar el tra b a jo sobre lo s p itagóricos, he sentido de fo rm a ritual de los estudios escolares que me h ab ía traíd o p o r erro r. E s tam
segura y definitiva, en la m edida en que un ser h um ano tiene derecho bién p ara el P. Perrin en razón de sus relacio n es indirectas con la J E C
a emplear estas dos p alab ras, que mi vocación m e exige m antenerm e de M ontpellier. E n cu anto a lo demás, que h aga co n ello lo que quiera.
fuera de la Iglesia, e incluso sin com p rom iso algu n o, ni siquiera implí Perm ítam e agradecerle una vez m ás y de to d o co razó n su am abili
cito , con ella ni co n el dogm a cristian o ; al m en o s, durante todo el dad p ara con m igo. Pensaré con frecuencia en usted. Espero que p o d a
tiem po en que no sea incapaz de un trabajo intelectual. Y ello p a ra m os in tercam b iarn os noticias de vez en cu a n d o , p ero no es seguro.
el servicio de Dios y la fe cristian a en el cam p o de la inteligencia. E l Su am iga,
grad o de probidad intelectual obligado p ara m í, en razó n de mi v o c a SiMONE W EIL
ción p articu lar, exige que mi p ensam iento sea indiferente a todas las
ideas sin excep ció n , in clu yen d o, por ejem plo, el m aterialism o y el
ateísm o; igualmente receptivo e igualm ente reservado p ara to d o , co m o
el agua, que, indiferente a los ob jetos que en ella caen , no los p esa,
sino que ellos m ism os se pesan en ella, tras un cierto tiem po de o sci
lación.
Sé muy bien que n o soy realm en te así, sería dem asiado h erm o so ;
pero tengo la obligación de ser así y de ningún m o d o p od ría serlo si
estuviera en la Iglesia. En mi c a s o co n creto , p a ra ser engendrada a
p artir del agua y el espíritu, d eb o abstenerm e del agua visible.
N o es que yo me sienta con capacidad p a ra la creación intelec
tu al; pero siento obHgaciones que guardan relación con ella. N o es
culpa m ía, no puedo evitarlo. N a d ie que no sea yo puede apreciar esas
obligaciones. Las condiciones de la creación intelectual o artística son
algo tan íntimo y secreto que nadie puede penetrar en ellas desde fuera.
Sé que los artistas disculpan así sus m alas accio n es, p e ro , en mi c a so ,
se trata de algo m uy distinto.
E sta indiferencia del pensam iento en el terren o de la inteligencia
n o es de ningún m od o incom patible con el a m o r de D ios, ni siquiera
con un voto de a m o r interiorm ente ren o v ad o , cad a d ía, a ca d a
segundo, siempre eterno y eternam ente in tacto y nuevo. Así sería, si
y o fuese co m o debiera ser.
É sta parece una posición de equilibrio inestable, pero la fidelidad,
g racia que espero no m e sea n eg ad a por D ios, p erm ite m antenerse en
ella por tiem po indefinido, sin m o v erse, év útcoh,out| {en h u p o m o n e).
E s por servicio a C risto en ta n to que es la V e rd a d p o r lo que m e
privo de p articip ar en su carne d e la m anera que él m ism o instituyó.
O , m ás exactam en te, es él quien m e priva de ella, pues, h asta a h o ra ,
jam ás he tenido, ni p o r un segu nd o, la sensación de haber hecho una
elección. E sto y tan segura com o u n ser hum ano tiene derecho a estarlo
de que esa privación se extiende a tod a mi vid a; salvo quizá — sólo
quizá— en el caso de que las circunstancias me imposibiliten de form a
definitiva y to tal el tra b a jo intelectual.
U LT IM O S P E N S A M IE N T O S
Q uerido Padre;
Fue un acto de bondad p o r su p a rte el escribirm e. H a sido m uy
im portan te p ara mí el co n tar con esas afectuosas p alab ras suyas en
el m om ento de p artir.
M e cita usted unas espléndidas p alab ras de san Pablo. E sp ero que
al confesarle mi m iseria no h aya d ad o la im presión de d escon ocer la
m isericordia de D ios. C onfío en no h ab er caído y n o caer jam ás en
ese grado de bajeza e ingratitud. N o tengo necesidad de ninguna espe
ra n z a , de ninguna p rom esa, p a ra creer que Dios es rico en m isericor
dia. C o n o zco esa riqueza con la certeza de la exp erien cia, yo m ism a
la he to ca d o . L o que de ella co n o zco p o r co n ta cto sob rep asa de tal
m od o m i capacidad de com prensión y gratitud que ni la m ism a p ro
m esa de felicidades futuras añadiría n ad a al significado que p ara mí
tiene, de la m ism a form a que p ara la inteligencia h um ana la adición
de dos infinitos no es una adición.
L a m isericordia de Dios se m anifiesta en la desdicha ta n to , o quizá
m á s, que en la alegría, pues bajo aquella form a no tiene analogía con
nada hum ano. L a m isericordia del h om b re no ap arece m ás que en el
don de la alegría o bien al infligir un d olor con vistas a efectos e x te r
n o s, cu ración del cuerpo o ed ucación . Pero no son los efectos e x te r
nos de la desdicha los que dan testim onio de la m isericordia divina.
L o s efectos externos de la verd ad era desdicha son casi siem pre m alos.
C uando se quiere disim ularlo, se m iente. E s en la desdicha m ism a
donde resplandece la m isericordia de D ios, en lo m ás hond o de ella,
en el centro de su am argura inconsolable. Si, perseverando en el am or,
se cae h asta el punto en que el alm a n o puede ya retener el grito «Dios
m ío , ¿por qué me has ab an d o n ad o ?», si se p erm anece en ese punto
sin dejar de am ar, se acab a p o r to ca r algo que no es ya la desdicha,
tid o , su c a rta m e h a sido m uy valiosa. N o ha p od id o op erar o tra cosa
que no es la alegría, que es la esencia central, in trínseca, p u ra , no sen
en mí,, p ero no era n ecesario.
sible, com ún a la alegría y al sufrim iento y que es el am o r m ism o de
C o n o zco lo suficiente mi m iserable debilidad y sé que un p o co de
D ios.
Se sabe entonces que la alegría es la dulzura del co n ta cto con el fortu na adversa b astaría quizá p ara llenar m i alm a de sufrimientos
h asta el p un to de n o dejar durante m u ch o tiem po ningún lugar p ara
am o r de D ios, que la desdicha es la h erida de este m ism o co n ta cto
los pensam ientos que acab o de exp resarle. P ero incluso esto im p o rta
cuando es d oloroso y que lo ú n ico im portante es el co n ta c to , no la
p o co . La certeza n o está som etida a los estad os de án im o. L a certeza
m odalidad.
está siem pre en p erfecta seguridad.
De la m ism a form a que si se vuelve a ver a un ser querido tras
una ausencia p ro lo n g ad a, lo im p o rtan te no son las p alab ras que co n H ay sólo una circu n stan cia en la que ya n o sé realm ente n ad a de
esa certeza. E s el co n ta cto co n la desdicha de los d em ás; tam bién, qui
él se intercam bian, sino sólo el sonido de su voz que nos asegura su
zás incluso m ucho m ás, la de los indiferentes y los desconocidos, inclui
presencia.
dos los de los siglos rem o to s del p asad o . E s te co n ta cto m e h ace un
E l conocim iento de esta presencia de Dios no con suela, no quita
n ad a a la horrible am arg u ra de la desdicha ni cu ra la m utilación del daño tan a tro z , m e desgarra de tal m o d o el alm a de p arte a p a rte ,
que el a m o r a D ios se m e h ace p o r un tiem p o casi im posible, p o r no
alm a. Pero se sabe de m an era cie rta que la sustancia de esa am arg u ra
decir sim plemente im posible. H asta el p u n to de que m e inquieta por
y de esa m utilación es el am or de Dios hacia n o so tro s.
Q uisiera, p o r g ratitu d , ser ca p a z de dejar testim onio de ello. E l m í. M e tranquilizo un p o co al reco rd ar que C risto lloró previendo
p oeta de L a litada am ó suficientem ente a Dios p a ra disponer de tal los h orrores de la destrucción de Jerusalén. E spero que perdone la com
pasión.
capacidad. Pues ése es el significado im plícito del p oem a y la fuente
M e apena que m e diga que mi bautism o sería p a ra usted una gran
única de su belleza, aunque ap en as se haya com prendido.
alegría.
Aun cuando no hubiera n a d a m ás p a ra n o sotros que la vida
terren a, aun cuando el in stante de la m uerte no nos ap ortase n ada Después de h aber recibido tan to de u sted, está, p ues, en mi m an o ,
n uevo, la sobreabundancia infinita de la m isericordia divina está y a causarle una alegría; y sin em bargo, ni p o r un segundo abriga mi mente
ese pensam iento. N o puedo hacer nada sobre eso. C reo realm ente que
secretam ente p resente, aquí, en toda su integridad.
Si, p o r una hipótesis a b s u rd a , m uriera sin h ab er com etid o faltas sólo Dios tiene sobre mí el poder de impedirme que le cause esa alegría.
graves y cay e ra , no o b stan te, al fondo del infierno, debería de tod as Incluso considerando n ad a m ás el p lan o de las relaciones estricta
form as una gratitud infinita a D io s por su infinita m isericordia a causa m ente h um anas, le debo una gratitud infinita. C reo que, a excep ción
de mi vida terren a, p o r m ás que yo pueda ser un objeto tan m al a c a de u sted, to d o s los seres hum anos a los q u e, en razó n de m i am istad,
haya podido d ar la posibilidad de hacerm e d año fácilm ente, se han
b ad o. Incluso en ese c a s o , cre e ría haber recibido to d a m i p a rte en la
riqueza de la m isericordia divin a. Pues ya aquí recibim os la ca p a ci com p lacido en h acérm elo , y a h aya sido de fo rm a o casio n al o con fre
dad de am ar a Dios y de representárnoslo con toda certeza co m o posee cu encia, de form a consciente o in consciente, p ero tod os alguna vez.
dor de una sustancia que es u n a alegría real, e te rn a , p erfecta, infi C uan d o reco n o cía que era consciente, co g ía u n cuchillo y co rtab a la
am istad, sin advertir p o r o tra parte al interesado.
n ita. A través de los velos de la carn e, recibim os de lo alto suficientes
presentim ientos de eternidad p a r a disipar tod as las dudas que sobre N o actuaban así p o r m aldad, sino p o r efecto de ese fenómeno bien
conocido que em puja a las gallinas, cuando advierten que una de ellas
ese punto puedan suscitarse.
está h erid a, a arrojársele encim a a p icotazos.
¿Qué más pedir? ¿Q ué m á s desear? U n a m ad re, una am an te,
teniendo la certeza de que su h ijo , su am an te, está en la alegría, n o T o d o s los hom bres llevan dentro de sí esa n atu raleza anim al que
podría pedir ni desear o tra c o s a . Y aún tenem os m ucho m á s, pues determ ina la actitu d con sus sem ejantes, co n su con ocim iento y su
lo que am am os es la alegría p erfecta en sí m ism a. C uan d o esto se sab e, adhesión o sin ellos. A veces, sin que el p ensam iento se dé cuenta de
la propia esperanza se to rn a inútil, pues deja de tener sentido. L o único n ad a, la n atu raleza anim al de un hom bre percibe la m utilación de la
que queda esperar es la gracia d e no desobedecer. E l resto es asunto naturaleza animal de otro y reacciona en consecuencia. L o mismo ocu
rre en to d as las situaciones con sus reaccion es anim ales correspon
de Dios y no nos con ciern e.
Por este m otivo, aunque m i im aginación esté m utilada p o r un sufri dientes. E sta necesidad m ecánica dom ina a tod os los hom bres en tod o
miento dem asiado largo e ininterrum pido y no pueda aco g er el pen m om ento; escapan a ella solam ente en p ro p o rció n al lugar que ocu pa
en sus alm as lo auténticam ente sob ren atu ral.
samiento de la salvación co m o alg o posible p ara m í, n o m e falta n ad a.
Lo que usted m e dice al re sp e cto no puede tener o tro efecto sobre m í E l discernim iento, incluso p arcial, es m uy difícil en esta m ateria.
que el de persuadirm e de que siente usted am istad p o r m í. E n ese sen Pero si realm ente fuese posible, se ten d ría ahí un criterio de la p arte
que ocupa lo sob ren atu ral en la vida de un alm a, criterio seguro, p re Puede creer tam bién en mi p alab ra de que G recia, E g ip to , la an ti
ciso com o una balanza y com p letam en te independiente de tod as las gua In d ia, la antigua C hina, la belleza del m u n d o , los reflejos p uros
creencias religiosas. E s e sto , en tre o tras m uchas co sa s, lo que C risto y autén ticos de esa belleza en las artes y en la cien cia, el esp ectácu lo
indicó cu an d o dijo: «E stos d o s m andam ientos son uno solo». de los repliegues del corazón h u m an o, aun en aquéllos vacíos de creen
Sólo con usted no he sido alcan zad a n unca p o r la acción de ese cia religiosa, to d o esto ha h echo tan to co m o las cosas visiblemente
mecanism o. M i situación respecto a usted es semejante a la de un m en cristianas p a ra entregarm e cau tiva a C risto . C reo incluso que p od ría
digo reducido p o r la indigencia a un ham bre perpetua que, habiendo decir m ás. E l am o r p o r las cosas que están fuera del cristianism o visi
ido durante un añ o a una casa próspera en busca de p an , no hubiese ble m e m antiene fuera de la Iglesia.
sufrido p o r p rim era vez en su vida ninguna hum illación. Si ese m en T a l destino espiritual debe p arecerle ininteligible. Pero p o r esa
digo tuviera una vida p ara dar p o r cada tro zo de p an , y las diera tod as, m ism a razón es adecuado p ara h acer de ello un ob jeto de reflexión.
no pensaría que su deuda h ab ía m enguado. E s bueno reflexionar sobre lo que fuerza a salir de sí m ism o. M e cuesta
E n cu an to a m í, el hecho de que, ad em ás, la relación hum ana co n im agin ar có m o puede usted sentir am istad hacia m í; p ero puesto que
usted encierre perpetuam ente la luz de D io s, debe elevar la gratitud aparentem ente es así, podría tener este u so.
a un nivel m uy distinto. T e ó ricam en te usted adm ite plenam ente la n oción de fe im plícita.
Sin em b arg o , no voy a d arle ningún testim onio de gratitu d , sino E n la p ráctica tiene tam bién una am plitud de espíritu y una p robidad
que le diré algunas cosas que p odrían cau sarle una legítima irritación intelectual excep cion ales; p e ro , pese a ello, m uy insuficientes to d a
contra mí. Pues no m e con vien e de ningún m o d o decirlas y ni siquiera vía, en mi opinión. Sólo la p erfección es suficiente.
pensarlas. N o tengo ese d erech o y lo sé m uy bien. A m enudo m e ha parecido ap reciar en usted, acertad am en te o n o ,
P ero, co m o de hecho las he p ensad o, no me atrevo a ocu ltárselas. actitudes parciales. E specialm en te, una cierta resistencia a adm itir de
Si son falsas, no harán ningún daño. P ero no es imposible que co n h ech o , en casos co n creto s, la posibilidad de la fe im plícita. Al m en os,
tengan algo de verdad. E n tal caso , h ab ría lugar a pensar que D ios yo he tenido esa im presión cuando le hablé de B ... y , sobre to d o , de
le envía esa verdad p o r m edio de la plum a que se encuentra casu al un cam p esin o español al que con sid ero no m uy lejos de la santidad.
E s verd ad que, sin d u d a, ha sido sobre tod o p or culpa m ía; mi to r
mente en m i m an o . H ay pensam ientos a los que conviene ser envia
peza es tal que siem pre hago d año a lo que am o al h ablar de ello; lo
dos por inspiración y a otros p o r m ediación de alguna criatu ra; D ios
he experim entado con frecuencia. Pero m e parece tam bién que cuando
se sirve de una u o tra vía co n sus am igos. E s bien sabido que cu al
le hablo de no creyentes que, sumidos en la desdicha, la aceptan co m o
quier co sa , p o r ejem plo una b u rra, puede perfectam ente servir de
parte del orden del m u n do, no le cau sa la m ism a im presión que si se
m ediación. Q uizás D ios se com p lace incluso en elegir p ara este uso
tra ta de cristianos y de su acatam ien to a la voluntad de D ios. Sin
los objetos m ás viles. T engo necesidad de decirm e estas cosas p a ra
em b arg o , no hay diferencia. Al m en os, si realm ente tengo derecho al
no tener m iedo de mis p ro p io s pensam ientos.
nom bre de cristian a, sé por exp erien cia que la virtud estoica y la cris
C uando le envié p o r escrito un esbozo de mi autobiografía espiri
tiana son una sola y m ism a virtud. M e refiero a la virtud estoica autén
tual, era co n una intención. Q u ería p ro cu rarle la posibilidad de co n s
tica, que es ante todo am o r, no a la caricatu ra que hicieron de ella
tatar un ejemplo con creto y verdadero de fe im plícita. V erdad ero, pues
; algunos brutos rom anos. Creo que teóricam ente, tam poco usted podría
sé que usted sabe que no m iento.
n egarlo. Pero se resiste a reco n o cer de h ech o , en ejem plos co n cretos
Equivocadam ente o no, usted piensa que tengo derecho a llam arm e
y co n tem p o rán eos, la posibilidad de u na eficacia sobrenatural de la
cristiana. L e aseguro que cuando a propósito de mi infancia y mi juven
virtud estoica.
tud em pleo las p alab ras v o ca ció n , ob ediencia, espíritu de p o b re z a , M e cau só tam bién una gran pena que utilizase en una ocasión la
pureza, acep tació n , a m o r al p rójim o y o tras sem ejantes, es rig u ro sa p alab ra «falso» cuando quería decir «no o r to d o x o » '. De inm ediato,
mente con el significado que p ara mí tienen en este m om en to. Sin usted se co rrigió. E n mi opinión hay una confusión en los térm inos,
em b argo, fui ed ucad a por m is padres y mi herm ano en un ag n o sti incom patible con una p erfecta p rob id ad intelectual. E s imposible que
cism o co m p leto ; y jam ás he h ech o el m en or esfuerzo p o r salir de él, esto com p lazca a C risto , que es la V erd ad .
jam ás he tenido el m en or deseo de h acerlo , con buen criterio en mi
opinión. A pesar de esto , desde mi n acim ien to , p o r decirlo así, nin
guna de mis faltas, ninguna de mis imperfecciones, ha tenido realmente 1 . Para Simone W eü, la ortodoxia es toda enseñanza impuesta desde fuera antes de poder
ser asim ilada: «Decir para empezar: la tierra gira alrededor del sol, es la noción inquisitorial de
com o excu sa la ignorancia. D e todas sin excepción deberé rendir cuen
la ortodoxia como sucedáneo de la verdad» (É crits d e L o n d res). Para un cristiano, «ortodoxia»
tas el día de la cólera del C o rd ero . es aquello que es conforme a la enseñanza de Cristo.
M e p arece indudable que h a y ahí u n a seria im perfección. ¿Y p o r debido sólo a D ios y a tod a su creación y , p o r o tr o , a las obligaciones
qué tendría que h aber im perfección en usted? N o le conviene de nin h acia to d o lo que es m ás pequeño que el universo. C reo que san F ra n
gún m odo ser im perfecto. E s co m o u n a n o ta falsa en un herm oso cisco de Asís y san Ju an de la Cruz fueron así. P or eso am bos fueron
cántico. p o etas.
E sta im perfección es, yo c r e o , el apego a la Iglesia en ta n to que E s cierto que hay que am ar al p ró jim o , pero en el ejem plo que
patria terrestre. L a Iglesia es de hecho p a ra u sted, al m ism o tiem po da C risto co m o ilustración de este m an d am ien to, el p rójim o es un ser
que el vínculo co n la p atria celestial, u na p atria terren a. E n ella vive desnudo, en san gren tad o, desvanecido en m edio de un cam in o y del
en una atm ósfera h um anam ente cálid a, lo que hace casi inevitable un que n ad a se sabe. Se tra ta de un am or com p letam en te an ónim o y p o r
cierto apego. eso m ism o com pletam ente universal.
Ese apego es quizá p ara u ste d com o el hilo extrem ad am en te fino E s verdad tam bién que C risto dijo a sus discípulos: «A m aos los
de que habla san Ju an de la C r u z , que, en tan to no se ha ro to , m a n unos a los o tro s» . Pero en este caso creo que se tra ta de am istad , de
tiene al p ájaro ligado a la tierra ta n firm em ente co m o pudiera hacerlo la am istad p ersonal que debe vincular en tre sí a to d o s los am igos de
una gruesa cad en a de hierro. Im agin o que el últim o hilo, p o r delgado D ios. L a am istad es la única excepción legítim a al deber de am ar sola
que sea, debe ser el m ás difícil d e rom p er, pues una vez ro to es p re m ente de m an era universal. A dem ás, en m i op inión, la am istad sólo
ciso levantar el vuelo y eso da m iedo. Pero tam bién la obligación es es verdaderam ente pura si está ro d ead a de una envoltura co m p acta
im periosa. de indiferencia que m antiene la distancia.
Los hijos de Dios no deberían tener m ás p atria aquí abajo que el Vivim os en una época sin precedentes y la universalidad que antaño
universo m ism o, con la to ta lid a d de las criatu ras racionales que ha podía estar im plícita debe ser en la situación actu al plenam ente explí
contenido, contiene y contendrá. É s a es la ciudad natal digna de m ere cita. Debe im pregnar el lenguaje y to d a la m an era de ser.
cer nuestro a m o r. H o y , ni siquiera ser un san to significa n a d a ; es p recisa la santidad
Las cosas m enos vastas que el universo, entre las que se encuentra que el m om ento presente exige, una santidad n ueva, tam bién sin pre
la Iglesia, im ponen obligaciones que pueden ser extrao rd in ariam en te cedentes.
am plias, p ero entre las que n o se encuentra la obligación de am ar. M aritain lo h a dicho, pero ha enum erado sólo los asp ectos de la
A l m enos, así lo creo . E sto y con ven cid a tam bién de que n o se cuenta santidad antigua que h oy están , p o r el m om en to al m en os, p ericlita
entre ellas ninguna obligación q ue tenga relación con la inteligencia. dos. N o ha percibido h asta qué p un to la santidad de h oy debe ence
N uestro a m o r debe tener la m ism a extensión a través del espacio rr a r, p o r el co n trario , una novedad m ilag rosa.
y la misma igualdad en todas sus partes que tiene la luz del sol. C risto U n nuevo tipo de santidad es un afloram iento, una creación. G uar
nos ha ordenado llegar a la p erfección de nuestro Padre celestial im i dando las p ro p o rcion es, m anteniendo cad a cosa en su lu g ar, es casi
tando esta distribución indiscrim inada de la luz. N u estra inteligencia algo an álogo a una nueva revelación del universo y del destino
debe tam bién tener esta im parcialidad absoluta. h u m an o. E s co m o dejar al descubierto una am plia p o rció n de verdad
T odo lo que existe es igualm ente m antenido en la existencia p o r y de belleza ocultas hasta ese m om ento p o r una densa cap a de polvo.
el am or cread o r de D ios. Los am igos de Dios deben am arlo h asta el H a ce falta m ás genio del que necesitó A rquím edes p ara in ven tar la
punto de con fu nd ir su am or c o n el de él p a ra con las cosas de aquí m ecán ica y la física. U n a santidad nueva es una creación m ás p rod i
abajo. giosa.
11 Cuando un alm a ha llegado a un a m o r que colm a p o r igual to d o Sólo una especie de perversión puede llevar a los am igos de Dios
el universo, ese am o r se con vierte en el polluelo de alas de o ro que a privarse del genio, pues p ara recibirlo con colm ad a ab un d an cia les
rom pe el huevo del m undo. D esp u és, a m a el universo no desde den bastaría pedirlo a su Padre en el n om b re de C risto.
tro sino desde fu era, desde el lu g a r en que m o ra la Sabiduría de D ios, E s ésa una dem anda legítim a, actu alm ente al m en os, puesto que
que es n uestro h erm an o p rim ogénito. T a l am or no am a los seres y es n ecesaria. C reo que es la prim era petición que en este m om ento
las cosas en D io s, sino desde D io s. E stan d o junto a D ios, dirige su debe h acerse, ya sea en esta fo rm a o en o tra equivalente; una petición
m irada desde allí, confundida c o n la m irada de D ios, sobre tod os los que habría que h acer todos los días, a tod as h oras, com o un niño ham
seres y sobre tod as las cosas. briento que no deja de pedir p an . E l m undo tiene necesidad de santos
H ay que ser ca tó lico , es d e cir, no estar ligado p o r un hilo a nada co m o una ciudad con peste tiene necesidad de m édicos. Allí donde
creado, sino a la totalidad de la creación. E s ta universalidad pudo hay necesidad, h ay obligación.
antaño estar im plícita en los s a n to s , incluso en su propia con cien cia. P o r mi p a rte , no puedo h acer ningún uso de estos pensam ientos
Podían im plícitam ente hacer lu g a r en su alm a, p o r un lad o, al am or ni de todos aquéllos que los acom pañan en mi mente. E n prim er lugar,
N o sé si en el cu rso de los meses y las sem anas que se avecinan
la considerable im perfección q u e mi cob ard ía p erm ite subsista en m í, p odré enviarle noticias m ías ni recibir las suyas. P ero esta separación
me sitúa a una distancia excesiv a del punto en que son aplicables. E sto no es un mal más que p ara mí y por tan to no tiene im portan cia.
es algo im perdonable p o r m i p a rte . U na distancia tan g ran d e, en el N o puedo sino ratificarle una vez m ás mi gratitu d filial y mi am is
m ejor de los caso s, sólo p u ed e ser salvada co n el tiem p o. tad sin límites.
Pero, aun cu and o la h ubiese franq u eado, soy u n instrum ento
podrido. E sto y dem asiado a g o ta d a . Aunque crey era en la posibilidad SiM O NE W e il
de obtener de D ios la re p a ra c ió n de las m utilaciones de la naturaleza
que existen en m í, no podría decidirme a pedirla. A un si estuviera
segura de ob ten erla, no p o d ría h acerlo. U na petición así m e p arecería
una ofensa al A m o r infinitam ente tierno que m e ha con cedid o el don
de la desdicha.
Si nadie se aviene a p re sta r atención a los pensam ientos que, no
sé cóm o, se han posado en un s e r tan insuficiente co m o y o , serán ente
rrados conm igo. Si co n tien en , com o creo , alguna v e rd a d , sería una
lástim a. Y o les perjudico. E l hecho de que estén en mí impide que
se les preste atención.
N o sé de nadie m ás que u sted a quien pueda im p lo rar atención
en su favor. Q uisiera que su ca rid a d , que ta n p ród iga h a sido con
m igo, se desviase de mí p a ra dirigirse hacia lo que llevo en mí y que
vale, quiero creerlo , m ucho m á s que yo.
M e resulta m uy d o lo ro so pensar que los pensam ientos que han
descendido sobre mí están con d en ad os a m uerte p o r el co n tag io de
mi insuficiencia y mi m iseria. Siento un estrem ecim iento ca d a vez que
leo la historia de la higuera estéril. C reo que es mi vivo re tra to . T a m
bién en ella la n aturaleza era im potente y, sin e m b arg o , no p o r ello
fue disculpada. C risto la m ald ijo .
Por eso , aunque quizá n o h a y a en mi vida faltas co n cretas verda
deram ente graves aparte de las que ya le confesé, pienso que, m irando
las cosas fríam ente y de m a n e ra razonable, tengo m á s m otivos legíti
m os p ara tem er la cólera de D io s que m uchos grandes crim inales.
N o es que la tem a en realid ad . P o r una ex tra ñ a inversión, el pen
samiento de la cólera de D ios n o suscita en m í m ás que el am o r. Es
el pensam iento del posible fa v o r de D ios, de su m iserico rd ia, lo que
me causa una especie de te m o r , lo que me h ace tem blar.
El sentimiento de ser p ara C risto com o una higuera estéril, me des
garra el corazón .
Afortunadam ente, Dios p ued e enviar con facilidad no sólo los mis
m os pensam ientos, si es que s o n buenos, sino o tros m u ch o mejores
a un ser in tacto y cap az de servirle.
¿Pero quién sabe si los que se encuentran en mí no estarán al menos
parcialm ente destinados a q u e usted haga algún uso de ellos.? Sólo
podrían estarlo a quien sin tiera algo de am istad p o r m í, de am istad
verdadera. Pues p ara los d e m á s , en cierto m o d o , n o existo . Tengo
el color de las hojas m u e rta s, com o ciertos insectos.
Si en todo cu anto acab o d e decirle hay algo que le p arece falso
o fuera de lu gar, p erd ó n em elo . No se irrite con m igo.
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ENSAYOS
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R E F L E X I O N E S S O B R E E L B U E N U SO
D E LOS E S T U D IO S E S C O L A R E S C O M O M E D IO
D E CU LTIV A R E L A M O R A DIOS
L a clave de una con cepción cristiana de los estudios rad ica en que la
oración está hecha de atención. La oración es la orientación hacia Dios
de tod a la atención de que el alm a es cap az. L a calidad de la oración
está p ara m uchos en la calidad de la aten ción . L a calidez del corazón
no puede suplirla.
Sólo la parte m ás elevada de la atención entra en con tacto con Dios,
cuando la o ració n es lo bastante intensa y p u ra co m o p a ra que el co n
tacto se estab lezca; pero tod a la atención debe estar orientada haciá
D ios.
L os ejercicios escolares d esarrollan, claro está, una parte menos
elevada de la aten ción . Sin em bargo, son plenam ente eficaces para
increm entar la cap acid ad de atención en el m o m en to de la o ració n ,
a condición de que se realicen con este fin y solam ente con este fin.
Aunque hoy en día p arezca ignorarse este h ech o , la form ación de
la facultad de atención es el objetivo verd ad ero y casi el único interés
de los estudios. L a m ayo r p arte de los ejercicios escolares tienen tam
/ bién un cierto interés intrínseco, pero se tra ta de un interés secunda
rio. T o d o s los ejercicios que apelan realm ente a la cap acid ad de aten
ción tienen un interés m uy similar e igualm ente legítim o.
Un estudiante que am e a Dios no debería decir n u n ca: «me gus
tan las m atem áticas», «me gusta el francés», «me gusta el griego». Debe
aprender a am ar tod as estas m aterias p orq ue increm entan la atención
que, orientada h acia D ios, es la sustancia m ism a de la oración.
N o tener una n atu ral facilidad o preferencia p o r la geom etría no
impide el desarrollo de la atención p o r m edio de la resolución de un
problem a o el estudio de una d em ostración . M a s bien al co n trario ,
es casi una circun stan cia favorable.
P o r o tra p a rte , im porta p oco que se llegue a en co n trar la solución
o a entender la d em ostración , aunque ciertam ente h aya que esforzarse
por lo g rarlo . N u n ca , en ningún caso , un verd ad ero esfuerzo de aten-
E NSAYOS REF L E XIO N E S SOBRE EL B U E N U S O OE L O S E S T U D I O S E S C O L A R E S
ción se pierde. Siempre es plen am en te eficaz en el p lan o espiritual y , dose p o r igual a todos los ejercicios, en el p ensam iento de que tod os
3 o r consiguiente, lo es tam bién p o r añadidura en el p lan o inferior de sirven p ara fo rm ar la atención que constituye la su stan cia de la o ra
a inteligencia, pues to d a luz espiritual ilumina la inteligencia. ción . E n el m om ento en que uno se aplica a un ejercicio, hay que tr a
Si se busca co n v erd ad era aten ción la solución de un p rob lem a de tar de realizarlo co rrectam en te, pues esta volu n tad es indispensable
geom etría y si, al cab o de una h o ra , no se ha avanzado lo m ás m ínim o, para que haya verdadero esfuerzo. Pero a través de este fin inm ediato,
sí se ha avanzado sin e m b a rg o , durante cada m inuto de esa h o ra , en la intención profunda debe estar dirigida exclusivam ente h acia el acre
o tra dimensión m ás m isteriosa. Sin sentirlo, sin sab erlo, ese esfuerzo cen tam iento del poder de atención de c a ra a la o ra ció n , de la m ism a
en apariencia estéril e in fru ctu o so ha llevado una luz h asta el alm a. form a que cu and o se escribe se dibuja la form a de las letras sobre el
E l fruto se en co n trará algún d ía , más adelante, en la o ra ció n . Y ta m p apel, sin que el objeto sean las letras en sí, sino la idea que se quiere
bién se en co n tra rá , sin d ud a, en un dom inio cualquiera de la inteli exp resar.
gencia, acaso ajeno p o r c o m p le to a las m atem áticas. Q uizás un día, P on er en los estudios esta única inten ción co n exclu sión de cu al
el protagonista de ese esfuerzo ineficaz p o d rá, gracias a él, cap tar m ás quier o tro fin es la prim era condición p a ra su buen uso espiritual. L a
directam ente la belleza de un v erso de R acin e. Pero que el fruto del segunda condición es obligarse rigurosam ente a m irar de frente, a co n
esfuerzo revierte en la o ra c ió n , eso es algo seguro, algo de lo que no tem plar con aten ción , durante largo r a t o , cad a ejercicio m al resuelto
h ay la m enor duda. en to d a la fealdad de su m ed iocrid ad, sin b uscar ninguna excu sa, sin
Las certezas de este tipo s o n de carácter exp erim ental. Pero si no desdeñar ninguna falta ni ninguna co rrecció n del p ro feso r, tratan d o
se cree en ellas antes de h a b e rla s experim entado, si no se a ctú a , al de rem ontarse al origen de cad a erro r. E s grande la tentación de hacer
m enos, com o si se crey era, n o se llegará nunca a la exp erien cia que lo co n tra rio , de echar sobre el ejercicio co rreg id o , si es deficiente, una
las hace posibles. H ay ahí u n a especie de co n trad icció n . Así ocu rre m irada oblicua y olvidarlo enseguida. C asi todos los estudiantes actúan
a p artir de un cierto nivel co n tod os los conocim ientos útiles al p ro así la m ay o r parte de las veces, pero hay que rech azar esa ten tación.
greso espiritual. Si n o se los a d o p ta co m o regla de co n d u cta antes de P or o tra p a rte , nada es m ás necesario al é x ito esco lar, pues se trabaja
haberlos verificado, si d urante largo tiem po no se les p resta adhesión con escaso ap rovech am ien to, hágase el esfuerzo que se h a g a , cu and o
solam ente por la fe, una fe en principio tenebrosa y sin luz, jam ás se no se presta atención a las faltas com etid as y a las correccion es de
los transform ará en certezas. L a fe es condición indispensable. los p rofesores.
El mejor apoyo de la fe es la garantía de que si pedim os pan al Así puede adquirirse, sobre to d o , la virtu d de la hum ildad, tesoro
P adre, no nos dará piedras. A l margen incluso de to d a creen cia reli
infinitamente m ás precioso que todo progreso escolar. A este respecto,
giosa exp lícita, cu antas veces u n ser hum ano realiza un esfuerzo de
la contem plación de la p rop ia estupidez es quizá m ás útil incluso que
atención con el único p ro p ó sito de hacerse m ás capaz de cap tar la ver
la del p ecado. L a conciencia de p ecado p ro p o rcio n a el sentim iento
d ad , adquiere esa m ay o r c a p a cid a d , aun cuando su esfuerzo n o p ro
de ser m a lo , lo que puede dar ocasión al d esarrollo de un cierto orgu
duzca ningún fruto visible. U n cuento esquim al exp lica así el origen
llo. C u an d o uno se obliga p o r la fuerza a fijar la m irad a de sus ojos
de la luz: «El cu e rv o , que en la noche eterna no podía e n co n tra r ali
y de su alma sobre un ejercicio escolar estúpidamente resuelto, se siente
m en to, deseó la luz y la tierra se ilum inó». Si hay verd ad ero deseo,
con evidencia irresistible la propia m ediocridad. N o hay conocim iento
si el objeto del deseo es realm en te la luz, el deseo de luz prod uce luz.
más deseable. Si se llega a co n o ce r esta verd ad con tod a el alm a, uno
H a y verdadero deseo cuando h a y esfuerzo de aten ción . E s realm ente
se establece firmemente en el verdadero cam in o.
la luz lo que se desea cu and o cualquier o tro móvil está ausente. Aun
que los esfuerzos de atención fuesen durante años aparentem ente esté Si se cumplen estrictam ente esas dos condiciones, los estudios esco
lares son un cam ino h acia la santidad tan bueno co m o cualquier otro.
riles, un día, una luz e x a cta m e n te p roporcional a esos esfuerzos inun
d ará el alm a. C ad a esfuerzo añ ade un p o co m ás de o ro a un tesoro P a ra cumplir la segunda, basta con q uererlo. N o ocu rre lo m ism o
que nada en el m undo puede su straer. L os esfuerzos inútiles realiza con la p rim era. P ara p restar verdadera a ten ció n , hay que saber cóm o
dos por el cura de A rs d urante largos y d olorosos años p a ra aprender h acerlo. M u y a m enudo se confunde la aten ción con una especie de
latín, ap ortaro n sus frutos en el discernimiento m aravilloso que le per esfuerzo muscular. Si se dice a los alum nos: «A hora váis ap restar aten
mitía percibir el alm a m ism a d e los penitentes detrás de sus palabras ció n », se les ve fruncir las cejas, retener la resp iración , co n traer los
e incluso detrás de su silencio. m úsculos. Si p asado un p ar de m inutos se Ies pregunta a qué están
Es preciso pues estudiar sin ningún deseo de obtener buenas n otas, prestan d o aten ción , no serán capaces de resp on der. N o han p restado
de aprobar los exám en es, de conseguir algún resu ltado esco lar, sin atención a n ada. Sim plem ente, no han p restad o aten ción , han co n
ninguna consideración p o r los gustos o aptitudes n a tu ra le s, aplicán- traíd o los m úsculos.
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R E F L E X I O N E S S O B R E EL B U E N U S O DE L O S E S T U D I O S E S C O L A R E S
Se prodiga con frecuencia este tipo de esfuerzo m uscular en los sam iento, pero en un nivel inferior y sin co n ta cto co n él, los diversos
estudios y , co m o acab a p o r c a n s a r, se tiene la im presión de haber tr a conocim ientos adquiridos que deban ser utilizados. P ara con los pen
bajad o. E s sólo una ilusión. L a fatiga no tiene ninguna relación con sam ientos particulares y ya fo rm ad os, la m ente debe ser com o el h o m
el trabajo. El tra b a jo es esfuerzo útil, sea o no can sad o . E s ta especie bre que, en la cim a de una m o n tañ a, dirige su m irad a h acia adelante
de esfuerzo m u scu lar es com p letam en te estéril p a ra el estudio, aun y percibe a un m ism o tiem po bajo sus pies, p ero sin m irarlo s, num e
que se realice con buena in ten ción . E sta buena intención es una de rosos bosques y llanuras. Y sobre to d o la m ente debe estar v a cía , a
ésas que sirven p ara em pedrar el cam ino del infierno. El estudio reali la espera, sin b uscar n a d a , pero dispuesta a recibir en su verdad des
zado de esta fo rm a puede a v eces ser positivo desde el p un to de vista nuda el objeto que va a p en etrar en ella.
escolar, de las notas y los exám en es, pero lo será a p esar del esfuerzo T o d o s los con trasen tid os en las trad u ccio n es, to d o s los absurdos
y m erced a las capacidades n atu rales; esa clase de estudio es siempre en la solución de los p rob lem as de g eo m etría, to d as las torpezas de
inútil. estilo y los defectos en el encadenam iento de las ideas en los trabajos
L a voluntad, la que llegado el caso hace apretar los dientes y sopor de fran cés, tienen su origen en el hecho de que el p en sam ien to, p reci
tar el sufrim iento, es el arm a principal del aprendiz en el trabajo pitándose apresuradam ente sobre algo y quedando así lleno de form a
m anual. P ero , con trariam en te a lo que de ordinario se pien sa, apenas p rem atu ra, no se encuentra ya disponible p a ra acoger la verdad. L a
cumple ninguna función en el estudio. L a inteligencia no puede ser causa es siempre la pretensión de ser activo, de querer buscar. Se puede
m ovida m ás que p o r el deseo. P ara que haya deseo, es preciso que co m p ro b ar que así es en cad a o casió n , en cad a fa lta , rem ontánd ose
haya placer y alegría. L a inteligencia crece y p ro p o rcio n a sus frutos hasta la raíz. N o hay m ejor ejercicio que esta com p rob ación . Pues esta
solam ente en la alegría. L a alegría de aprender es tan indispensable verdad es de las que sólo se aceptan experim entándola una y mil veces.
para el estudio co m o la resp iración p ara el atleta. Allí donde está L o m ism o ocurre con to d as las verdades esenciales.
ausente, no h ay estudiantes, ta n sólo pobres caricatu ras de aprendi L os bienes m ás preciad os no deben ser b u scad o s, sino esperados.
ces que al térm ino del aprendizaje ni siquiera ten d rán oficio. Pues el hom bre no puede en contrarlos p o r sus p rop ias fuerzas y , si
E s el papel que el deseo desem peña en el estudio lo que permite se pone en su búsqueda, sólo encontrará en su lugar falsos bienes, cuya
hacer de él una preparación p a ra la vida espiritual. Pues el deseo orien falsedad no sab rá discernir.
tado hacia D ios es la única fu erza capaz de elevar el alm a. O , más L a solución de un p rob lem a de geom etría no es en sí m ism a un
bien, es Dios quien viene a reco g er el alm a y a elevarla, pero es el deseo fin v alioso, pero tam bién se le aplica la m ism a ley, pues es la im agen
lo que obHga a Dios a b ajar; D io s sólo viene a aquéllos que se lo piden de un bien que sí lo es. Siendo un pequeño fragm en to de verdad p arti
y no puede dejar de hacerlo cu a n d o se le pide con frecuen cia, ardien cu lar, es una im agen p ura de la V erd ad ú n ica, eterna y viva, esa V e r
temente y de form a p ro lo n g ad a. dad que, con voz h um an a, dijo un día: « Y o soy la V erd ad ».
L a atención es un esfu erzo; el m ayor de los esfuerzos quizá, pero V isto así, to d o ejercicio escolar se asem eja a un sacram en to.
un esfuerzo negativo. Por sí m ism o no implica fatiga. C uando la fatiga H ay p ara cad a ejercicio escolar una m an era específica de alcanzar
se deja sentir, la atención ya ca s i no es posible, a menos que se esté la verdad m ediante el deseo de alcanzarla y sin necesidad de buscarla.
bien ad iestrado; es preferible entonces ab and on arse, b uscar un des H a y una m an era de p restar atención a los d atos de un problem a de
can so y luego, un p o co m ás ta r d e , volver a em pezar, dejar y reto m ar geom etría sin buscar su solu ción , a las p alab ras de un te x to latino o
la tarea com o se inspira y se espira. griego sin b uscar su sen tid o, hay una m an era de esp erar, cu and o se
Veinte minutos de atención intensa y sin fatiga valen infinitamente escribe, a que la palabra justa venga p or sí m ism a a colocarse bajo
m ás que tres h oras de esa d edicación de cejas fruncidas que lleva a la p lu m a, rechazando sim plemente las p alab ras inadecuadas.
decir con el sentim iento del d eber cum plido: «he trab ajad o bien». E l prim er deber hacia los escolares y los estudiantes es enseñarles
Pero, a pesar de las ap arien cias, es tam bién m ucho m ás difícil. H ay este m éto d o , no sólo en general, sino en la fo rm a p articu lar que con
algo en nuestra alm a que re ch a z a la verdadera atención m u ch o m ás cad a ejercicio se relacion a. E s un deber, no sólo de los p rofesores,
violentam ente de lo que la c a rn e rechaza el can san cio. Ese algo está sino tam bién de los directores espirituales. Y éstos deben, adem ás,
m ucho más p ró x im o del m al que la carn e. Por eso, cu antas veces se dejar bien cla ra , con diafanidad ab solu ta, la analogía existente entre
presta verdadera aten ción , se destruye algo del m al que h ay en uno la actividad de la inteligencia en esos ejercicios y la situación del alm a
m ism o. Si la atención se e n fo ca en ese sentido, un cu arto de h o ra de que, con la lám para bien llena de aceite, espera al esposo en confianza
atención es ta n valioso co m o m uchas buenas obras. y con deseo.
L a atención consiste en suspender el p ensam iento, en dejarlo dis T o d o adolescente am an te de D ios, al h acer un ejercicio de latín,
ponible, vacío y penetrable al o b je to , m anteniendo p ró xim o s al pen- debería tra ta r de parecerse un p o co m á s, p o r m edio de dicho ejerci
REFLEXIONES S O B R E EL B U E N U S O DE L O S E S T U D I O S E S C O L A R E S
d o , al esclavo que vela y e scu ch a junto a la p u erta esperando la lle E sta m irada es, ante to d o , aten ta; una m irad a en la que el alm a
gad a del señor. A su llegad a, el señor sentará al esclavo a la mesa y se vacía de todo contenido propio p ara recibir al ser al que está mirando
él mismo le servirá de com er. tal cual es, en to d a su verd ad . Sólo es cap az de ello quien es capaz
Es sólo esa espera, esa a te n ció n , lo que obliga al señor a ese derro de atención.
che de ternura. C uan d o el esclav o se ha fatigad o h asta el agotam ien to Por eso es cie rto , aunque pueda p arecer p arad ó jico , que una tra
en el cam p o, el señor a su v u elta le dice: «P rep ara la com id a y sírve ducción latin a, un p roblem a de geom etría, aunque se h ayan resuelto
m ela». Y le considera un esclavo inútil que h ace sólo aquello que se m al, siempre que se les haya dedicado el esfuerzo ad ecu ad o, pueden
le m anda. C iertam en te, hay que cum plir, en lo que atañe a la acció n , p ro p o rcio n ar m ay o r cap acid ad de llevar a un desdichado en el
co n todo lo que se m a n d a , ai p re cio de cualquier esfuerzo, fatiga y m om ento culm inante de su angustia, si algún día la ocasión de ello
sufrim iento, pues el que desobedece no a m a. P e ro , h echo to d o eso, se p resen ta, el s o co rro susceptible de salvarle.
n o se es m ás que un esclavo in ú til. Es ésa una con dición del a m o r, Para un adolescente capaz de cap tar esta verdad y lo bastante gene
p ero no es suficiente. L o que fu e rz a al señor a h acerse esclavo de su ro so co m o p ara desear este fruto antes que ningún o tr o , los estudios
esclavo, a am arle, no es eso; y m en o s todavía cualquier búsqueda que tendrían una plenitud de eficacia espiritual, al m argen incluso de toda
el esclavo pudiese em prender tem erariam ente p o r p ro p ia iniciativa; creencia religiosa.
es únicamente la vigilia, la e sp e ra y la aten ción . Los estudios escolares son un cam p o que encierra una perla por
Felices, pues, aquéllos que p asan su adolescencia y su juventud la que vale la pena vender todos los bienes, sin guardarse n a d a , a fin
form ando únicam ente ese p oder de atención. Sin d u d a, no están m ás de p oder co m p rarlo .
p róxim os al bien que sus h erm an o s que trab ajan en los cam p os y en
las fábricas. Pero lo están de o tr a m anera. Los cam p esin os, los obre
ro s, poseen esa cercan ía de D io s , de sabor in co m p arab le, que yace
en el fondo de la p o b re z a , de la ausencia de co n sid eració n social y
d é lo s sufrimientos larg o s y co n stan tes. Pero con sid erad as las ocu p a
ciones en sí m ism as, los estudios están m ás p ró xim o s a D ios a causa
de esa atención que constituye su alma. Aquél que p asa sus años de
estudio sin desarrollar la a te n ció n , pierde un gran teso ro .
N o es sólo el a m o r a Dios lo que tiene por sustancia la atención.
E l am or al p ró jim o , que com o sabem os es el m ism o a m o r, está for
m ado de la misma sustancia. L os desdichados no tienen en este mundo
m ayor necesidad que la p resen cia de alguien que les preste atención.
L a capacidad de p re sta r aten ció n a un desdichado es co sa m uy ra ra ,
m uy difícil; es casi ■— o sin casi— un m ilagro. C asi to d o s los que creen
tener esta cap acid ad , en realid ad no la tienen. E l a rd o r, el impulso
del corazón , la piedad, no son suficientes.
E n la prim era leyenda del G ra a l se dice que el G ra a l, p iedra m ila
grosa que p or la virtu d de la h o s tia con sagrad a sacia to d a ham b re,
pertenecerá al prim ero que diga al guardián de la p ied ra, rey p aralí
tico en las tres cu artas p artes d e su cuerpo a cau sa de una dolorosa
h erida: «¿C uál es tu to rm e n to ? » .
La plenitud del a m o r al p ró jim o estriba sim plem ente en ser capaz
de preguntar: «¿C uál es tu to rm e n to ?» . E s saber que el desdichado
existe, no com o una unidad m á s en una serie, no co m o ejem plar de
u na categoría social que p o rta la etiqueta «d esdich ados», sino com o
h om bre, semejante en to d o a n o so tro s, que fue un día golpeado y m ar
ca d o con la m arca inim itable de la desdicha. P a ra ello es suficiente,
p ero indispensable, sab er dirigirle una cierta m irad a.
E L A M O R A DIOS Y L A D E S D IC H A
"■ N o ta d e lo s trad u ctores. Traducim os literalm ente las diversas cláusulas del Padrenuestro.
La versión de Simone W eil no se ajusta tam poco a la form a habitual que esta oración tiene en len
gua francesa.
ese nom b re, aunque sea trascen d en te. Brilla en la belleza y el orden tran sfo rm ad o , reto m am os ese deseo, con vertido en cierto m od o en
del m undo y en la luz in terior del alm a hum ana. Ese n o m b re es la eterno, para aplicarlo de nuevo al tiem po. Entonces nuestro deseo atra
santidad m ism a; no h ay sa n tid a d fuera de él; no n e ce sita , p ues, que viesa el tiem po p ara en co n trar detrás de él la eternidad . E s to es lo
se le santifique. Al pedir su san tificació n , pedim os lo que es etern a que ocurre cuando sabem os h acer de to d o acon tecim ien to cum plido,
m en te con una plenitud de re a lid a d a la que n o está en n uestro p oder cualquiera que sea, un ob jeto de deseo. E s una actitu d m uy distinta
añadir o sustraer ni tan siquiera u n a parte infinitamente pequeña. Pedir a la resignación. L a p alab ra «acep tación » es incluso dem asiado débil.
lo que es, lo que realmente es, infalible y eternam ente, de m an era to tal H a y que desear que to d o lo que ha sucedido h ay a sucedido y nada
m ente independiente de n u estra petición, es la petición p erfecta. N o m ás. N o porque lo que h aya sucedido esté bien a nuestros o jo s, sino
p odem os dejar de desear, s o m o s deseo; pero si lo vo lcam o s ín tegra porque Dios lo ha perm itido y porque la obediencia del cu rso de los
m ente en nuestra petición, p o d e m o s transform ar ese deseo que nos acontecim ientos a Dios es p o r sí m ism a un bien absoluto.
clav a a lo im aginario, al tie m p o , al egoísm o, en una p alan ca que nos
p erm ita p asar de lo im ag in ario a lo real, del tiem po a la eternidad,
m ás allá de la prisión del y o . á)c, fev oópavcí) Kal ¿tci y^<;
A sí en el cielo co m o en la tierra
áXOéTCo f) PaaiA,eía aou E s ta asociación de n uestro deseo a la voluntad tod o p o d ero sa de Dios
V en g a tu reino debe extenderse a las cosas espirituales. N uestros ascensos y desfalle
cim ientos espirituales y los de los seres a los que am am o s tienen rela
Se trata ah ora de algo que debe venir, que no está p resente. E l reino ción con el o tro m u n do, pero son tam bién acon tecim ien tos que tie
de Dios es el Espíritu Santo llenan d o p o r com pleto to d a el alm a de nen lugar en este m undo y en el tiem po. P or esta ra z ó n , son detalles
las criaturas inteligentes. E l E sp íritu sopla donde quiere; sólo p od e en el inmenso m ar de los acon tecim ien tos, arrastrad o s con tod o ese
m os llam arle. N o hay ni que p e n sa r en llam arle de m a n e ra p articu lar m a r según la voluntad de D ios. Puesto que nuestros desfallecimientos
p a ra uno m ism o, p ara unos o p a ra o tros, ni siquiera p a ra to d o s , sino pasados se han p rod u cid o, debem os desear que se h ayan p rod ucido.
llam arle pura y sim plem ente; que pensar en él sea una llam ad a y un Y debem os extender el deseo al porven ir p ara el día en que se haga
g rito . Así com o cuando se e stá en el límite de la sed, m uriendo de presente. E s una co rrecció n n ecesaria a la p etición de que venga el
sed , uno ya no se representa el a c to de beber en relación a sí m ism o , reino de D ios. D ebem os ab an d on ar tod os los deseos p o r el de la vida
ni siquiera al acto de beber en general, sino tan sólo el agu a en sí; etern a, pero debem os desear la vida eterna con ren u nciam ien to. N o
p ero esta imagen del agua es c o m o un grito de to d o el ser. h ay que apegarse ni siquiera al desapego. El apego a la salvación es
tod avía m ás peHgroso que los o tro s. H a y que p ensar en la vida eterna
co m o se piensa en el agu a cu and o se está a p un to de m o rir de sed y,
vevíiG-nTCO TÓ 9éA,ri|j,á oou al m ism o tiem p o, desear p ara sí y p ara los seres queridos la privación
H ágase tu voluntad eterna de esa agua antes que ser colm ados con ella en co n tra de la
volu n tad de D ios, si tal co sa fuese concebible.
N o estam os absoluta e infaliblem ente seguros de la volu n tad de Dios L as tres peticiones precedentes se relacion an co n las tres personas
m ás que con respecto al p a s a d o . T o d o s los acontecim ientos que se de la T rin id ad , H ijo , Espíritu y P ad re, y tam bién con las tres piartes
h an prod ucido, cualesquiera q ue sean, son conform es a la voluntad del tiem po, presente, porvenir y p asado. Las tres peticiones que siguen
del Padre tod op oderoso. E s to viene determ inado p o r la n o ció n de inciden m ás directamente sobre las tres partes del tiem po en otro orden,
om nipotencia. Tam bién el p o rv e n ir, cualquiera que deba ser, u n a vez p resente, p asado y porvenir.
realizado, se habrá realizado co n fo rm e a la voluntad de D ios. N o pode
m os añadir ni quitar n ada a esa conform idad. A sí, tras un im pulso
de deseo hacia lo im posible, de nuevo, en esta fase, pedim os lo que T óv ápTovfÍM,(í)V Tóv ¿Ttiotíoiov 8 ó q fijx ív OTÍixepov
es. Pero no ya una realidad ete rn a com o es la santidad del V e rb o ; aquí N u estro pan, q u e es sobrenatural, dánoslo hoy
el objeto de nuestra petición es lo que se produce en el tiem p o . Pero
pedim os la conform idad infalible y eterna de lo que se p ro d u ce en el C risto es nuestro pan. N o podem os pedirlo sino p a ra el m om ento pre
tiem po con la voluntad divina. T ra s haber arrancado el deseo al tiempo sente. Pues siempre está ahí, en la puerta de nuestra alm a; quiere entrar
co m o prim era petición para a p lica rlo a lo eterno y h aberlo p o r tan to p ero no fuerza el consentim iento; si se lo d am o s, en tra; si n o , se va
de inm ediato. N o podem os co m p ro m e te r hoy nuestra v olu n tad de Kttí ácpeq finív x á ocpei^iíjiaxa fiiaCov,
m añ an a, no podem os h acer h o y un p a cto con él p a ra que m añ an a é q Kal fmei(; &(pfÍKa|iev xoíq ó(peiX,éxai(; fin ó v
se encuentre en n osotros a p e sa r nuestro. E l consentim iento a su p re Y p erd ó n a n o s nuestra deudas, así co m o tam bién nosotros
sencia es lo m ism o que su p resen cia; es un acto y no puede ser sino hem o s p erd o n a d o a nuestros deu d o res
actu al. N o nos ha sido d ada u n a voluntad susceptible de aplicarse
al porvenir. T o d o lo que en n u estra voluntad no es eficaz es im agi E n el m om ento de decir estas p alab ras es p reciso haber perdonado
n ario. L a parte de la voluntad q ue es eficaz lo es de fo rm a in m ediata; ya tod as las deudas. N o se tra ta sólo de la rep aració n de las ofensas
su eficacia no es distinta de ella m ism a. L a parte eficaz de la volun que creem os haber sufrido; es tam bién el recon ocim ien to del bien que
tad no es el esfuerzo que se p ro y e cta h acia el p orven ir, sino el co n pensam os haber hecho y en general de tod o lo que esperam os p o r parte
sentim iento, el sí del m a trim o n io . Un sí p ron un ciad o en y p a ra el de los seres y las co sas, tod o lo que creem os que se nos debe y cuya
instante presente, pero p ro n u n ciad o co m o palab ra etern a, pues es el ausencia nos p ro p o rcio n aría una sensación de fru stració n . Son todos
consentim iento a la unión de C risto co n la parte eterna de nuestra los derechos que creem os que el p asado nos o to rg a sobre el porvenir.
alm a. P rim ero , el derecho a una cierta p erm an en cia. C u an d o hem os disfru
Tenem os necesidad de p a n . Som os seres que to m am o s co n tin u a ta d o de algo durante un tiem p o, creem os que n os pertenece y que la
m ente n u estra energía del e x te r io r , pues a m edida que la recib im o s suerte debe perm itirnos seguir gozan do de ello. A d em ás, el derecho
la a g o tam o s co n n u estro s esfu erzo s. Si n u estra en ergía no es c o n ti a una com pensación p ara tod o esfuerzo, tra b a jo , sufrimiento o deseo,
n uam ente re n o v a d a , nos q u ed a m o s sin fuerzas y so m o s in cap aces cualquiera que sea su n atu raleza. Siempre que hem os llevac^o a cab o
de cu alquier m o v im ien to . A p a rte de la co m id a p ro p iam en te d ich a , un esfuerzo y éste no revierte en n osotro s de fo rm a equivalente bajo
en el sentido literal del té r m in o , tod o lo que genere un estím u lo es la fo rm a de un fruto visible, nos queda u na sensación de desequih-
p a ra n o so tro s fuente de e n e rg ía . E l d in ero , el p ro g re s o , la co n sid e b rio , de v a cío , que nos lleva a pensar que h em os sido rob ad os. El
esfuerzo de sufrir una ofensa nos lleva a esp erar el castigo o las excu
ra ció n , las recom p en sas, la ce le b rid a d , el p o d er, los seres querid os,
sas del ofen sor, el esfuerzo de h acer el bien nos lleva a esperar el reco
to d o lo que estim ula n u estra c a p a cid a d de a ctu a r es co m o el p an .
nocim iento p o r p arte del b eneficiado; p ero éstos son solam ente casos
Si una de estas exp resion es d el apego p en etra b asta n te p ro fu n d a
particulares de una ley universal. T odas las veces que algo sale de noso
m ente en n o s o s tro s , llegand o h a s ta las raíces vitales de la existe n
tro s tenem os la absoluta necesidad de que al m enos su equivalente
cia ca rn a l, la p riv ació n p ued e herirnos e incluso h a ce rn o s m o rir.
regrese a nosotros y , por tener necesidad de ello, creem os tener tam
E s lo que se llam a m o rir de p e n a ; es co m o m o rir de h a m b re . T o d o s
bién derecho. N u estros deudores son tod os los seres, tod as las cosas,
estos objetos de apego c o n stitu y e n , co n el alim ento p ro p iam en te
el universo entero. C reem os tener créd ito sobre to d o . E n realidad, se
d ich o , el pan de este m u n d o . D epende en teram en te de las circu n s
tra ta siempre de un crédito im aginario del p asad o hacia el porvenir.
tan cias que le dem os n u estro a cu e rd o o lo re ch a ce m o s. N o debe
E s a ello a lo que debem os renunciar.
m os pedir n ad a resp ecto a las c ircu n sta n cia s, salvo que sean c o n
H ab er perdonado a nuestros deudores es haber renunciado en blo
form es a la v o lu n tad de D io s . N o debem os pedir el p an de este
que a to d o el p asad o. A cep tar que el porven ir está in tacto y virgen,
m u n do.
rigurosam ente ligado al p asado por lazos que ign oram os, pero com
H ay una energía trascen d en te cuya fuente está en el cielo y se pletam ente libre de aquéllos que nuestra im aginación cree poder impo
derram a sobre nosotros desde el m om ento en que la deseam os. E s real nerle. A cep tar la posibilidad de que suceda y , en co n creto , de que nos
m ente una energía y actú a p o r m ediación del alm a y el cu erp o. suceda cualquier cosa y de que el día de m añ an a haga de toda nuestra
Debemos pedir este alim en to . En el m om ento en que lo pedim os vida p asada algo estéril y van o.
y por el hecho m ism o de p e d irlo , sabemos que Dios nos lo quiere d ar. R enunciando de un golpe a tod os los frutos del pasado sin excep
N o debemos acep tar el estar un sólo día sin él; pues cu and o las ener ció n , podem os pedir a Dios que nuestros p ecad os pasados no aporten
gías terrestres, som etidas a la necesidad de este m u n do, son las únicas a nuestra alm a sus miserables frutos de m al y de erro r. E n tan to nos
en alim entar nuestros a cto s, no podem os h acer y p ensar m ás que el agarram os al p asad o, Dios m ism o no puede im pedir esa horrible fruc
m al. «Viendo Y ah v é que la m ald ad del hom bre cundía en la tierra, tificación . N o podem os apegarnos al p asado sin apegarnos a nues
y en todos los pensam ientos que ideaba su corazón eran p uro m al de tro s crím enes, pues lo que es esencialm ente p eor en nosotros nos es
co n tin u o ...» . L a necesidad que nos obhga al mal gobierna to d o en d esconocido.
n o so tro s, salvo la energía de lo alto cuando penetra en n o so tro s. N o L a principal deuda que creem os tiene el universo p ara con n oso
podem os h acer provisión de ella. tro s es la continuidad de nuestra personalidad. E sta deuda im plica
,
tod as las dem ás. El instinto de co n serv ació n nos hace sentir esa co n ti fianza d a la fuerza suficiente p ara que el tem o r n o sea causa de caíd a.
nuidad com o n ecesidad, y creem o s que una necesidad es un d erech o. T ra s-h a b e r contem plado el n o m b re, el reino y la voluntad de D ios,
C om o el mendigo que decía a T alleyrand: «M onseñor, tengo que seguir tras h ab er recibido el pan sob ren atu ral y haber sido purificados del
viviendo» y al que Talleyrand respondía: «N o veo la necesidad de ello». m al, el alm a está dispuesta p ara la v erd ad era hum ildad que co ro n a
N uestra personalidad depende enteram ente de las circunstancias e x te r tod as las virtudes. L a hum ildad consiste en saber que en este m undo
n as, que tienen un poder ilim itado p a ra ap lastarla. Pero p referiría to d a el alm a, no sólo lo que se llam a el «y o », sino tam bién su p arte
m os m orir a reco n o cerlo . Entend em os el equilibrio del m undo co m o so b ren atu ral, que es Dios presente en ella, está som etida al tiem po
un concurso de circunstancias e n virtud del cual nuestra personalidad y a las vicisitudes del cam b io. H a y que acep tar enteram ente la posibi
se m antiene in tacta y nos p erten ece. T o d a s las circunstancias p asadas lidad de que to d o lo que es n atu ral sea destruido. Pero hay que acep
que han herido nuestra personalidad nos parecen rupturas en el equi ta r y rech a z a r a la vez la posibilidad de que la p arte sob ren atu ral del
librio que un día u o tro d eberán ser infaliblem ente com pensadas p o r alm a d esaparezca. A cep tarlo co m o un h ech o que no se p rod u ciría si
fenóm enos de sentido c o n tra rio . V ivim os a la espera de tales c o m no fuera conform e a la voluntad de D io s; rech azarlo com o algo h o rri
pensaciones. L a p roxim id ad inm inente de la m uerte es horrible p o r ble que es. H a y que tener m iedo de ello, pero un miedo que sea la
que nos obliga a aceptar que esas compensaciones no van a producirse. cu lm inación de la confianza.
El perdón de las deudas es la renuncia a la p rop ia person alid ad , L a s seis peticiones se corresponden dos a dos. El pan trascendente
a tod o lo que llam o « y o », sin e xcep ció n ; es saber que en lo que llam o es lo m ism o que el nom bre divino. E s lo que op era al co n ta cto del
«yo» no hay n a d a , ningún elem ento p sicológico que las circu n stan h om b re con D ios. E l reino de D ios es lo m ism o que su p ro tecció n
cias exteriores n o pueden h a ce r d esaparecer; es acep tar eso y ser feliz exten d id a sobre n osotros con tra el m a l; p roteger es una función regia.
de que así sea. E l p erd ón de las deudas a nuestros d eu d ores es lo mismo que la plena
Las p alab ras «hágase tu v o lu n ta d » , si se las pron un cia con to d a acep tació n de la voluntad de D ios. L a diferencia estriba en que en las
el alm a, im plican esa a ce p ta ció n . Por eso se puede decir instantes des tres p rim eras peticiones la atención se orienta exclusivam ente h acia
pués: «hemos perd onad o a nuestros deudores». Dios y en las tres últimas se dirige h a cia u no m ism o a fin de obligarse
E l perdón de las deudas es la pobreza espiritual, la desnudez espi a h acer de estas dem andas un a cto real y no im aginario.
ritu al, la m u erte. Si acep tam os plenam ente la m uerte, podem os pedir E n su prim era m itad, la oración com ienza por la aceptación. Luego
a Dios que nos haga revivir purificados del m al que hay en n o so tro s. se permite form ular un deseo. M ás tarde se corrige volviendo a la acep
Pues pedirle que perdone nuestras deudas es pedirle que anule ese m al. tació n . E n la segunda m itad , el ord en se m od ifica; se acab a p o r la
E l perdón es la purificación. N i Dios m ism o tiene poder p a ra p erd o expresión del deseo. E l deseo se ha torn ad o negativo y se expresa com o
n ar el m al que está en n o so tro s. Dios nos perd ona nuestras deudas tem o r; corresponde así al m ás alto grad o de hum ildad, com o conviene
cuando nos p on e en estado d e perfección. p a ra term in ar.
H asta ese m om ento Dios n o s perdona nuestras deudas p a rcia l E s ta o ració n contiene tod as las p eticion es posibles; no puede c o n
m ente, en la m edida en que p erd onam os a nuestros deudores. cebirse o ració n que no esté con ten id a en ella. E l Padrenuestro es a
la o ració n lo que Cristo es a la h um anidad. N o cabe pronunciarla con
atención plena en cad a p alab ra sin que un cam b io , quizás infinitesi
KOI M-í] staevéYKTií; fiiaaq síq TiEipaanóv áXXa pOoai fmáí; m al p ero real, se opere en el alm a.
ano ToO TiovripoO
Y no nos arrojes a la tentación, sino p ro tégen o s d el mal.
L a tradición sobre N o é y sus hj|oí arro ja una luz deslum brante sobre
la historia de la civ ilizad íiirm ed iterrán ea, si bien hay que sep arar de
ella lo que los h e b p » S ^ añadieron m ovidos p o r el odio. Salta a la
vista que su in te f^ e ta c ió n es extrañ a a la p ro p ia trad ició n , puesto
que im putan una falta a C am y hacen recaer la m aldición sobre uno
de los hijos llam ado C an aán . L os hebreros se van agloriab an de haber
arra sa d o gran núm ero de cúniSdés y pljeblos en territorio de C anaán
cu and o eran conducidos p w Josu é. ien quiere ah o gar a su p erro,
lo acusa de rab ia. Quien lo^ ^ d o y a , co n m ayor m otivo. N o
hay que escuchar el testim onio que co n tra la víctim a lanza el asesino, mi tT Ivk« u a ci
Ja fe t es el padre de los pueblos nóm ad as en los que se ha reco n o
cido a los que llam am os indoeuropeos. Sem es el padre de los semi
ta s, hebreos, árabes, asirios y o tros; actualm ente se incluye entre ellos
a los fenicios, p or m otivos lingüísticos que no resultan convincentes;
incluso algunos, sin el m enor escrúpulo hacia los m u ertos, que deben
soportarlo to d o, m odela el pasado según su perspectiva presente e iden
tifican a fenicios y hebreos. L o s textos bíblicos no hacen alusión a nin
guna afinidad entre am bos pueblos; p o r el co n tra rio , se deduce del
Génesis que los fenicios descienden de C am . L o m ism o o cu rre con
los filisteos, a los que actualm ente se considera cretenses y , en conse
cu en cia, pelasgos; tam bién desciende de C am la p ob lación de M eso-
p o tam ia anterior a la invasión sem ítica; es d ecir, aparentem ente los
su m erios, cuya civilización ad o p taro n posteriorm en te los babilonios;
igualm ente los hititas y , finalm ente, los egipcios. T o d a la civilización
m editerránea que precede inmediatamente a iQg-tieffip o sTíístóricos pro-
cede de C am . Se incluyen ahí todos lo s^ p ^ b lo s civ iliz a ^ re s .
Dice la Biblia: «V iendo Y ah vé que l ^ m aldadjiel-Ijém b re cundía
en la tierra, y que tod os los pensam ientos q u eS d eab á™ corazón eran
p uro m al de co n tin u o ... y se in d ig n ó ...» . Pero estab a N o é. «N oé fue
el varón más justo y cabal de su tiem po. N oé andaba con Dios». Antes
que él, desde el com ienzo de la hum anidad , sólo habían sido justos religión y en los fenicios los agentes de su transm isión. L o s helenos
("Abel y E n o c h .') recibieron to d o su pensam iento religioso de los pelasgos, que a su vez
/ N oé salvó al género h u m an o de la destrucción. U n a tradición h abían recibido casi todo de E g ip to p o r m ediación de los fenicios. U n
f r i e g a atribuía esta acción a P ro m eteo . D eu calión, el N o é de la m ito p asaje espléndido de Ezequiel con firm a tam bién a H e ro d o to , pues en
logía griega, es hijo de Prom eteo. Una m ism a palabra griega sirve para él T iro es com p arad a al querubín que cu sto d ia el árbol de la vida en
designar el arca de D eucalión y , en P lu ta rco , el cofre en que fue en ce el E d é n , y E gip to al árbol m ism o — ese árb ol de vida que C risto co m
rrad o el cu erp o de O siris. L a litu rgia cristiana establece una relación p a ra b a con el reino de los Cielos y que tuvo com o fruto el p rop io
•entre el arca de N o é y la cruz. cu erp o de C risto colgado de la cruz.
A p arentem ente, N o é fue el p rim e ro , com o D yónisos, en p lan tar « E n to n a una elegía sobre el rey de T iro . Le dirás: ...E r e s el sello
u n a viña. «Bebió del vin o, se em b ria g ó , y quedó desnudo en m edio de u n a o b ra m a e stra ... E n el E d én estabas en el jardín de D io s ... Q ue
de su tienda». V em os también el vin o, juntamente con el p an, en manos rubín p erfecto de alas desplegadas te había hecho y o ... C am in ab as
de M eiquisedec, rey de justicia y de p a z , sacerdote del Dios suprem o, en tre piedras de fuego. Fuiste p erfecto en tu con du cta desde el día de
al que A b rah am se som etió p agánd ole el diezm o y recibiendo su ben tu creació n h asta el día en que se h alló en ti iniquidad».
d ición; a p ro p ó sito de él, se d ice en un salm o: «O ráculo de Y ahvé «Di al F a ra ó n : ¿A qué c o m p a ra r te ? ... A un ced ro del L íb an o de
a mi Señor; siéntate a mi d ie stra ... T ú eres por siempre sacerdote según espléndido ra m a je ... E n tre las nubes despuntaba su co p a . L as aguas
el orden de M eiquisedec»; y sa n Pablo escribió de él: «Rey de paz, le hicieron c re c e r... E n sus ram as anidaban tod os los p ájaro s del cielo,
sin padre, ni m ad re, ni gen ealogía, sin com ienzo de días ni fin de vida, b ajo su frond a parían todas las bestias del cam p o , a su som b ra se sen
asem ejado al H ijo de D ios, p erm an ece sacerdote p ara siem pre». tab an naciones num erosas. E ra h erm oso en su gran d eza... porque sus
Por el co n tra rio , el vino estab a prohibido a los sacerdotes de Israel raíces se alargaban hacia aguas abundantes. N o le igualaban los demás
en el servicio de D ios. Pero C risto bebió vino con los suyos desde el ced ros en el jardín de D io s... Y le envidiaban todos los árboles del
principio h asta el final de su v id a pública y se co m p aró a las cepas E d é n , los del jardín de D io s... ¡L e he desechado! E xtran jero s, los m ás
de la viña, residencia simbóHca de D yónisos p ara los griegos. Su p ri b árb aro s entre las n aciones, lo han talad o y lo han a b a n d o n a d o ...
m er acto fue la transm utación d el agua en vin o; el últim o, la tra n s Sobre sus despojos se han posado todos los pájaros del cielo ... E n señal
m u tación del vino en sangre de Dios. de duelo yo cerré sobre él el a b ism o ... y las aguas abundantes cesa
N o é, em briagado por el vin o, estaba desnudo en su tienda. D es ro n ; p o r causa de él, llené de som b ra el L íb an o».
nudo co m o Adán y Eva antes de la caíd a. El crim en de desobediencia ¡Si las grandes naciones se en co n traran todavía a la som b ra de este
suscitó en ellos la vergüenza de sus cu erp os, pero m ás aún la vergüenza árb o l! N u n ca desde entonces ha en con trad o E gip to una exp resión de
de sus alm as. N o so tro s, que p articip am o s de -- j----------------------
su crim en, p articipam --------
os dulzura tan d esgarrad ora p a ra reflejar la justicia y la m isericord ia
tam bién de su vergüenza,, y ten em oS l)uen cu
tene:pKrSl)uen id ad o dde
cuMadQ e m antener siem-
siem sobrenaturales hacia los hom bres. U na inscripción que cuenta co n cu a
pre alrededor de n u e stra s: ; alm as lW v estidu ras.de lo ^ e n s a m ie n to s car- tro m il años de antigüedad pone en b o ca de Dios estas p alab ras: «He
irtásem o
nales y sociales; si las ap artásem oss p o r'u
por \ n ln s ta n te ^ o riría m o s de ver- cre a d o los cu atro vientos p a ra que to d o hom bre pueda resp irar com o
güenza. Sin embargo, habrá que perderla un día, si hay que creer a Platón su h erm an o ; las g rap d €sag u as p ara que el pobre pueda usar de ellas
cuando dice que todos son juzgados y que los jueces, m uertos y desnu co m o lo hace si^«énor; he cread o a to d o hom bre sem ejante a su h er
d os, contem plan con el alm a a l a s ^ m a s , tod aS T n u ^ tas y desnudas. m an o . Y hg^-píohibido que com etan iniquidad, pero sus corazones han
Sólo algunos seres perfectos esíáíi^ g i^ rto s y d e sn u d ^ en el cu rso de destrp^ado lo que mi p alab ra había o rd en ad o ». L a m uerte h acía de
su vida en este m undo. Por e je m p l a > a r r ít s ñ ^ ^ que siempre to d o h om b re, rico o m iserable, un D ios p ara la eternidad, un Osiris
tenía el pensam iento fijo en la^ieSnudez y la pobreza del C risto cru cifi ju stificad o, si podía decir a O siris: «Señor de la v erd ad , te traigo la
cad o, o san Ju an de la C m z fq u e no tenía m ás deseo en el m undo que 'v e rd a d . H e destruido el m al p ara ti». P a ra eso, era preciso que pudiera
la desnudez deJkéspmttíTPero si so p o rtab an la desnudez era p o r estar decir: «Jam ás he antepuesto m i n om b re p a ra recibir h onores. N u n ca
em briagados'cle,>'tío; del vino que co rre cada día sobre el altar. Este exigí que se trab ajara un tiem po suplem entario p ara m í. N o hice cas-
vino es ej^ ^ ico re m e d io a la vergüenza que se apoderó de Adán y Eva. I tigar a ningún esclavo por su am o. N o he p rovocad o ninguna m uerte.
« Y iír tja m la desnudez de su padre y avisó a sus dos h erm an os». A nadie he dejado h am briento. A nadie he causado m iedo. A nadie
P ero ellos no quisieron verla. C ogieron un m an to y , cam inando h acia he h echo llo rar. N u n ca alcé de fo rm a altiva la voz. N o he sido sordo
a trá v e u b fIe ro ñ ~ 3 ^ u p adre. u - — ----- ^ a p alab ras justas y verdaderas».
(E^ p t q j y ,Fenigiar^son hijos^3fc? ^ a m . J -lerod oto. con firm ad o p or L a com p asión sobrenatural p ara los hom bres no puede ser sino
num efosáé tradiciones y testim on ios, veía en E gip to el origen de la una p articip ación en la com p asión de D ios, que es la Pasión. H ero -
d o to vio el lugar sag rad o , p ró x im o a un estanque red on do de piedra «P or ello diriges rectam en te el universal L o g o s a través de to d as
lleno de agu a, en que cad a año se celebraba una fiesta, a la que se las c o s a s ...
llam ab a m isterio, que rep resen tab a la pasión de D ios. L o s egipcios « É l, engendrado tan g ran d e, rey suprem o del universo».
sab ían que no nos es dado ver a D ios rnás que en el C o rd ero sacrifi
ca d o . H ace aproxim adam ente veinte mil años, si hay que creer a H ero- T am b ién bajo varios n om b res, to d o s equivalentes a Isis, co n o cie
d o to , un ser hum ano, pero san to y quizá divino, al que él llam a H e ra ro n los griegos un ser fem enino, m atern al, virgen, in ta cto , no idén
cles, y que acaso es idéntico a N e m ro d , nieto de C a m , quiso ver a tico a Dios y sin em bargo divino, una M a d re de los hom bres y de las
D ios cara a cara y le dirigió su súplica. Dios no quería acced er p ero , cosas, una M adre del M ed iad or. Platónxiabla claram en te^ g ^ lla, pero
n o pudiendo resistirse a su o ra ció n , m ató y despellejó un carn ero , tom ó co m o en voz b aja, con tern u ra y tem o r.
su cabeza com o m ásca ra , se revistió con su vellón y se le m o stró de O tros pueblos surgidos de Jafet o de Sem recibieron , tardía p ero
esta form a. E n recuerdo del acon tecim ien to, una vez al añ o se m ataba ávidam ente, la enseñanza que ofrecían los hijos de C am . É ste fue el
en T eb as un carn ero y se cu bría la estatua de Z eus con su piel, m ien caso de los celtas, que acep taron la d o ctrin a de los druidas, an terior
tra s el pueblo celebraba el d u e lo ; luego se en terraba el ca rn e ro en un ciertam en te a su llegada a la G alia, pues esta llegada fue tard ía y una
sepulcro sagrado. tradición griega se refería a los druidas de G alia com o uno de los o rí
E l conocim iento y el a m o r d e una segunda p erson a divina, dis genes de la filosofía griega. E l druidism o debió ser, p ues, la rehgión
tinta al Dios poderoso y cre a d o r y al mismo tiem po idéntica, sabidu de los iberos. L o p o co que sabem os de esta d o ctrin a lo relacion a con
ría y am or al m ism o tiem p o , ord en ad o ra de to d o el u niverso, in struc Pitágoras. Los babilonios absorbieron la civilización de M esop otam ia.
to ra de los hom b res, aunando en sí por la en carn ación la natu raleza L o s asirios, pueblo salvaje, se m antuvieron sin duda m ás o m enos aje
h um ana y la divina, m ed iad o ra, sufriente, red en tora de alm as; esto n os. L os ro m an o s fueron com pletam ente sord os y ciegos a to d o lo
es lo^_auejbs-pueblos e n co n tra ro n a la som bra del árbol m aravilloso espiritual, hasta el día en que fueron h um anizados en m ayor o m enor
; C am . Si ése es el vino que em briagó a N oé cuando grad o por el bautism o cristian o. P arece tam bién que las poblaciones
___ y d esnu d o, p o d ía muy bien haber perdido la ver- germ ánicas sólo tuvieron acceso a alguna n o ción de lo sobrenatural
|ue-es. herencia de los h ijo s de A dán, al recibir el bautismo cristiano. Pero sin duda hay que hacer una excep
jsh ejg n o s, hijos de Tafet, que se habían negado a ver la desnu ción con los g o d os, un pueblo de ju stos, sin duda tan tracio com o
dez d e T ^ ^ , llegaron ignorantes a la tierra sagrad a de G recia. Así lo germ ano y em parentado con los getas, n ó m ad as locam ente en am o ra
m anifiesta H erodoto y o tro s m u ch os testim onios. Pero los prim eros dos de la inm ortalidad y el o tro m undo.
en llegar, los aqueos, bebieron co n avidez la enseñanza que se les Israel rech azó la revelación so b ren atu ral, pues no necesitaba un
ofrecía. D ios que hablara al alm a en lo secreto, sino un Dios presente en la
E l dios que es distinto a l D io s supremo y al m ism o tiem po idén colectividad n acion al y p ro tecto r en la g u erra. Israel b uscaba el poder
tico está en ellos oculto tra s múltiples nom bres que no lo velarían a y la prosperidad. A pesar de sus co n tacto s frecuentes y p rolongados
nuestros ojos si no estuviésem os cegados p o r el p reju icio; en efecto, con E g ip to , los hebreos se m antuvieron im perm eables a la fe de O s i - /
num erosas relaciones, alusiones, indicaciones, a m enudo m uy claras, ris, a la in m ortalid ad , a la salvación, a la identificación del alm a con
m uestran la equivalencia de to d o s estos nom bres entre sí y con el de Dios p or la carid ad . E ste rechazo hizo posible que se diera m uerte
O siris. Algunos de estos n o m b res son; D yónisos, P ro m eteo , A m o r, a C risto y se p rolon gó después de esta m uerte en la dispersión y el
A frod ita celeste. H ad es, C o ré , P erséfon a, M in o s, H erm es, A p o lo , sufrim iento sin fin ...
A rtem isa, Alma del m undo. O tro nom bre que tuvo m agnífica fortuna Sin em b argo, Israel recibió en algunos m om entos destellos de luz
es L o g o s, V erbo o , m ás bien. R elació n , M ed iación . que perm itieron al cristianism o p artir de Jeru salén . Jo b era m esopo-
Los griegos tenían adem ás co n o cim ien to , sin duda recibido ta m ta m io , no judío, pero sus palabras m aravillosas figuran en la Biblia;
bién de Egip to puesto que n o disponían de o tra fuente, de una tercera evoca el M ed iad or en esa función suprem a de árb itro entre Dios y el
p erson a de la T rin id ad , relación entre las o tras dos. A p arece con fre hom bre, función que Hesíodo atribuye a P rom eteo. Daniel, el prim ero,
cu encia en Platón y se la e n cu en tra ya en H e rá clito ; el him no a Z eus cron ológicam en te, entre los hebreos cu ya historia no está m an ch ada
del estoico C lean to, inspirado en H eráclito , nos pone la T rin id ad ante p o r algún rasgo a tro z , fue iniciado en el exilio a la sabiduría caldea
los ojos: y fue amigo de reyes medios y persas. Los persas, dice H erod oto, recha
zaban to d a representación hum ana de la divinidad, pero ad o rab an ,
« ...T a l es la virtud del servidor que tienes en tus invencibles m anos. al lado de Z eu s, a la A frodita celeste b ajo el nom bre de M ith ra. E s
«Lo de doble filo, de fu eg o , lo eterno viviente, el r a y o ... ella sin duda la que ap arece en la Biblia con el nom bre de Sabiduría.
rT a m b ié n durante el exilio la n o ció n del justo sufriente, procedente E l cristian ism o, habiendo n acid o en Ju d ea bajo la dom inación
de G recia, de Egip to o de o tra p a rte , se infiltró en Israel. M ás tarde ro m a n a , lleva dentro de sí el espíritu de los tres hijos de N o é . Así,
el helenismo anegó p or breve tiem p o P alestina. G racias a to d o ello. han tenido lugar guerras entre cristian os en las que el espíritu de C am
Cristo pudo tener discípulos. ¡P ero qué larg a, paciente y prudente debió estaba de un lado y el de Ja fe t del o tro . É ste fue el caso de la guerra
de ser su form ación ! E n ca m b io , el eunuco de la reina de E tio p ía , el de los albigenses. N o en van o se en cuen tran en T oulouse esculturas
país que aparece en La litada c o m o tierra elegida p o r los dioses, donde ro m án icas de estilo egipcio. Pero si el espíritu de los hijos que rech a
según H ero d o to se ad orab a únicam en te a Z eu s y D yónisos y donde zaron particip ar de la embriaguez y la desnudez ha podido encontrarse
la m itología griega, según el m ism o H e ro d o to , situaba el refugio en entre los cristian os, ¡cu án to m ás entre aquéllos que rech azan el cris
que fue ocu ltad o y preservadp-D yoíírsos n in o T ^ u e l eunuco no tuvo tianism o y retom an abiertam ente el m an to de Sem y de Ja fe t!
necesidad de ninguna p r q p ^ c i ó n . En cu an to oyó el relato de la vida T o d o s los que tienen una p a rte , g ra n d e ^ p e q u e ñ a , d irecta o indi
y la m uerte de C risto rec'imóíSl-hsL re cta, consciente o im plícita, p ero autgíifíca, en el vino de N o é y M el-
Im períbirom ano era en ton ces verdaderam ente id ólatra. Su ídolo quisedec, en la sangre de Cristo^,,tcráos ellos son herm an os de^Égipte^
í a el E s t^ d c ^ e adoraba al em perador. D ebiendo estar tod as las for- y de T jjxu hijos a d o p tiv o s íle < ^ m . P ero h oy día los hijos d e-fafet y^
religiosa subordinadas a ésa, ninguna de ellas podía ele los d é S e n ^ a c e n muclj©<fías ruido. Poderosos unos, perseguidos otro s,
varse por encim a de la id olatría. Se dio m uerte a tod os los druidas de set?^^<i<3 s por un odio atro z, son herm anos y existe entre ellos un gran
la Galia. Se m ató y encarceló a lo s fieles de Dyónisos acusándoles de p arecid o. Se^Darece&Dori£Lr.echazo,.d&la<desHüdég^'0yiS^eeé^idad
libertinaje, m otivo m uy p oco verosímil dado el nivel de libertinaje públi del vestid o , hecho de carn e-v. sob re to d o de. calor^coleetivo,>que p ro
cam ente tolerado. Se persiguió a los p itagóricos, a los estoicos, a los tege c o n tra la luz el m al que cad a u n o lle y a;d en tro dé sE E & fe vestido'
filósofos. Lo que quedó era la b a ja idolatría y así los prejuicios de Israel hace inofensivo a D ios, permite indistintatem entenegarlo-o afirm arlo,
transm itidos a los prim eros cristian os se veían corroborados p o r coin invocarlo tanto con.nom bres.falsos com o verdaderos^ permite-llamarlo
cidencia. Los misterios griegos estaban desde hacía m ucho tiem po envi p o r su n om b re sin tem or a que el alm a se transform e p or el poder
lecidos, los im portados de O rien te tenían aproxim adam ente la m ism a sob ren atu ral de este-nom bre. >
autenticidad que tienen hoy día las creencias de los teósofos. E s difícil saber si la historia de los tres h erm anos, el m ás joven
Así pudo acreditarse la fa lsan p eió n cle paganism o. N o nos dam os de los cu ales, com o en los cu en to s, llevaría a cab o la aventura m a ra
cuenta de que si los h eb reo s^ e-^ ^ ello s tiempos resucitasen entre noso villosa, tiene una proyección m ás allá de los límites del M ed iterrá
tro s, su prim era re a c c ip ir^ ría m atarn o s a to d o s, incluidos los niños neo. Sólo se puede decir que la trad ición hindú, tan extrao rd in aria
en su cu nas, y arcasár nuestras ciudades, acusándonos de crím enes mente semejante en cuanto al núcleo de su inspiración al pensam iento
de idolatría. JB in a n que C risto es un B aal y la Virgen una A starté. griego, no es probablem ente de origen in d oeuropeo, pues los helenos
Sus perjuicios infiltrados en la sustancia m ism a del cristianism o la h ab rían poseído al llegar a G recia y n o habrían tenido que apren
d esarraigaron a E u ro p a , la sep araron de su p asado m ilenario y esta derlo to d o . P o r o tra p arte, según N o n n o s, hay dos referencias a la
blecieron una separación a b so lu ta , infranqueable, entre la vida reli India en la tradición dionisíaca; Z ag reu s había sido educado junto a
giosa y la vida p rofan a, siendo ésta última herencia íntegra de la época un río indio llam ado H ydaspe, y D yón isos habría hecho una exp edi
p agan a. Este desarraigo alca n z ó un m a y o r grado de profundidad ción a la India. Dicho sea de p a so , en el cu rso de este viaje se habría
cu an d o, más ta rd e , E u ro p a se sep aró en una am plia m edida de la p ro en co n trad o con un rey im pío que lanzó su ejército co n tra él cuando
pia tradición cristiana sin posibilidad de restablecer ningún vínculo se en co n trab a d esarm ad o, al sur del m on te C arm elo, obligándole a
espiritual con la antigüedad. Posteriorm ente h a Llegado hasta los demás refugiarse en el m ar R ojo. La litada h ab la tam bién de este incidente
continentes del globo p ara d esarraigarlos a su vez p o r las arm as, el pero sin situarlo. ¿Se refiere e Israel? Sea com o fuere, el parentesco
d in ero, la técnica y la p ro p a g a n d a religiosa. A h o ra puede quizá afir de Dyónisos con Vishú es evidente, y D yónisos recibe tam bién el nom
m arse ya que la totalidad del plan eta e ^ á desarraigado y huérfano bre de B a co . N o puede decirse n ada m ás de la India. Probablem ente
de su pasado. Y todo ello porque c r i s tia n is m o naciente no supo sepa no puede decirse nada más del resto de A sia, ni de O ceanía, ni de Ainé-
rarse de una tradición que^jio<íbstante, había llegado h asta el asesi rica , ni del Á frica negra.
n ato de C risto. Y sin,j6frrBMgo n o fue la idolatría el objetivo co n tra P ero p or lo que atañe a la cu enca m ed iterrán ea, la leyenda de los
el que C risto lagzcCel fuego de su indignación, sino los fariseos, p a rti tres h erm an os es la clave de la h isto ria. C am fue realm ente m alde
d arios y artífices de la restau ració n religiosa y n acional judía y enemi cid o , p ero la m aldición le es com ú n co n todas las co sas, con todos
gos del espíritu helénico. «H ab éis rob ad o la llave del con ocim iento». los seres a los que un exceso de belleza y de pureza destina a la desdi
¿Se ha com prendido alguna vez el alcance de esta acusación.? cha. M u ch as invasiones se han sucedido en el curso de los siglos. Siem
pre los invasores procedían de lo s hijos voluntariam ente ciegos. C ad a eran el elem ento in vasor, p ero en la que de h ech o p red om in ab an los
vez que un pueblo invasor se som etió al espíritu del lu g a r, es decir, pelasgos. L os pelasgos p roced en de C am . L o s helenos lo aprendieron
al de C am , y bebió de su inspiración, dio lugar a una civilización. Siem to d o de ellos. L os atenienses, en p a rticu la r, eran casi pelasgos puros.
pre que prefirió m antenerse en su ignorancia orgu llosa, hubo b arb a Si se adm ite, conform e a una de las dos hipótesis entre las que
rie , y tinieblas peores que la m u erte se extendieron d u ran te siglos. se dividen los eruditos, que los hebreos salieron de E g ip to en el siglo
Q ue el espíritu de C am p u e d a volver p ron to a florecer al borde X I I I , el m o m en to de su salida está p ró x im o a la ép oca de la gu erra
de estas olas. de T ro y a , según indica H ero d o to .
A partir de este d ato , una sencilla hipótesis se presenta a la m ente:
A d d en d u m el m om ento en que M oisés con sid eró, co n o sin inspiración divina,
que los hebreos ya habían errad o b astan te jj o r 'e l desierto y podían
H a y o tra prueba m ás de que N o é revelación. Se dice en en trar en Palestina, fue cu and o los gu errefos de este p aís se en co n tra
la Biblia que Dios hizo un p a ct h u m i l d a d en la p erso n a de ban ausentes por haber partido hacia T 'roy a, pues los troyanos habrían
N o é , p acto cu y o signo fue e icto de D ios co n el hom - llam ad o en su ayuda a pueblos'^situados incluso b astan te lejos de su
bre no puede ser sino un ____ territorio. L os hebreos^coríducidos p o r Jo su é pudieron aplastar sin difi
E sta revelación está re la cio n a d a con la idea de sacrificio. Fue al cu ltad es y sin necesidad de m u ch os m ilagros a unas poblaciones que
percibir el arom a del sacrificio de N o é cuando Dios resolvió que nunca no tenían defensa. Pero un día los gu erreros que h abían m arch ad o
m ás volvería a destruir la h um anidad. Fue éste un sacrificio red en tor. a T ro y a regresaron. E n ton ces la con qu ista se d etu vo. A sí, al princi
C asi podría creerse que se tra ta de una prefiguración del sacrificio de pio del libro de los Ju eces, se ve a los hebreos m u ch o m enos avan za
C risto. dos que al final del libro de Jo su é ; y se les encuentra enfrentados con
L os cristianos llam an sacrificio a la m isa, que repite to d o s los días p oblaciones que bajo Josu é decían h ab er exterm in ad o totalm en te.
la Pasión. L a Bhagavad-Gita, q ue es an terior a la era cristia n a , ta m Se com prende así que la gu erra de T ro y a no haya dejado ninguna
bién h ace decir al Dios e n ca rn a d o : «El sacrificio soy yo m ism o p re huella en la Biblia, co m o tam p o co la conquista de Palestina en las tra
sente en este cu e rp o » . El vín cu lo entre las ideas de sacrificio y en car diciones griegas.
n ació n es probablem ente m uy an tigu o. Sin em bargo el silencio to tal de H ero d o to sobre Israel resulta niuy
L a guerra de Troya, uno de lo s ejemplos m ás trágicos del odio de enigm ático. Este pueblo debe haber sido considerado en aquella época
los dos herm anos hacia C am , fu e un atentado contra éste p o r p arte de co m o sacrilego, com o algo de lo que no se debe h acer m ención. E s
Jafet. Del lado de los troyanos só lo se encuentran pueblos procedentes concebible si es el pueblo de Israel lo que se o cu lta tras el nom bre de
de C am , m ientras que ninguno d e éstos aparece en el bando con trario. L icu rg o , el rey que se lanzó en arm as sobre Dyónisos desarm ado. Pero
H ay una aparente e xcep ció n a lo dich o, p ero que es en reahdad tras el reto rn o del exiho y la recon stru cción del T em p lo , hubo segu
u na confirm ación: los cretenses. C reta fue una de las perlas de la civi ram ente un cam bio.
lización nacid a de C ara. E n L a litada vem os a los cretenses del lado
de los aqueos.
A h o ra bien, H ero d o to n os m u estra que se tra ta b a de falsos cre
ten ses, pues eran realm ente helenos que habían poblado p o co antes
la isla, una vez que ésta había llegado a estar casi desierta. A su vuelta.
M in o s, irritad o co n tra ellos p o r su participación en la g u e rra , los cas
tigó con la peste. E n el siglo V la Pitia de Delfos prohibió a los cre
tenses que se unieran a los grieg o s en las guerras m édicas.
L a guerra de T ro y a fue la em presa de la destrucción de tod a una
civilización. Y esa em presa triu n fó .
H o m e ro siem pre se refiere a T ro y a co m o «la sagrad a Ilión ». E s ta
g u erra fue el p ecado original de los griegos, el .objeto de su rem ordi-
m iento.»Por este rem ordim iento lo s verdugos se hicieron m erecedores
a la herencia p arcial de la in spiración de sus víctim as.
Pero tam bién es verdad q u e, exceptuados los d o rio s, los griegos
eran una m ezcla de helenos y pelasgos, m ezcla en la que los helenos
A PEN D IC E
CARTA A J. M . P E R R IN
(fragm ento)