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A partir de la aprobación de la Nueva Constitución Política del Estado (N.C.P.E.), queda abierta la construcción de
un Estado plurinacional cuyos pilares serían, según el propio texto constitucional, las circunscripciones especiales
indígenas y las autonomías indígenas. Pero ¿cómo se han de encaminar las autonomías indígenas? Quisiera
mencionar aquí algunos aspectos que forzosamente serán parte de la discusión y sobre los cuales cada pueblo
indígena originario campesino tendrá que tomar decisiones propias. Estas reflexiones no tienen otra pretensión que
aportar al debate actual con algunos insumos puesto que quienes han de tomar las decisiones, a final de cuentas,
son los originarios de cada pueblo indígena.
La Escala De La Autonomía
En primer lugar, se tendrá que discutir a qué escala se han de construir estas autonomías. Según la Constitución
Vigente (disposiciones transitorias: Séptima) y, la Ley Electoral Transitoria (Art. 35, inciso IV) indica que una Tierra
Comunitaria de Origen (T.C.O.) puede convertirse en autonomía indígena como también un municipio. En el caso de
las tierras bajas, el municipio no tiene el arraigo territorial que tiene en tierras altas y las T.C.O’s fueron demandadas
mayormente por pueblo indígena (salvo algunas que fueron demandadas como territorios multiculturales) por lo
que se convierten en escenario favorable de las autonomías indígenas. En las tierras altas, en cambio, la mayoría de
las T.C.O’s se han planteado a nivel de ayllu, que es la escala donde se ha mantenido de manera más clara el
gobierno originario sobre un territorio determinado. Las demandas de T.C.O. a nivel de jach’a suyu (ayllus grandes)
han presentado mayores problemas de factibilidad pero también de cohesión interna puesto que no existen
autoridades tradicionales a esta escala y por lo tanto requiere de un trabajo de “reconstitución” de niveles
organizativos que se perdieron en el período colonial. Pero si bien las T.C.O’s se han conquistado mayormente a
nivel de ayllu, esto no quiere decir que éste sea necesariamente la escala apropiada para una autonomía indígena.
Efectivamente, en los andes (altiplano), el municipio corresponde muchas veces (no siempre) a una marka; es decir
a un espacio político-ritual compartido por varios ayllus. Además desde la implementación de la ley de participación
popular, los ayllus han desarrollado estrategias para empoderarse de su municipio y llevar adelante un desarrollo
municipal. En este sentido, el municipio puede ser una escala más adecuada para implementar autonomías
indígenas. No es casual que la primera autonomía piloto que el ministerio de autonomías quiera llevar adelante es
precisamente la de de Jesús de Machaca; un municipio constituido por varios ayllus relacionados entre sí. Es que, por
lo general los ayllus conforman una estructura política con un janansaya, un urinsaya (parcialidad de arriba y abajo)
y, dentro de cada parcialidad, con ayllus mayores y menores. Por ello una autonomía por ayllu (o T.C.O.) podría
conducir a una desestructuración de los ayllus.
De mi punto de vista, sería un error querer inventar la pólvora. Se tiene que partir de lo que ya existe en cuanto a
prácticas autónomas de los ayllus en la gestión municipal. En la actualidad sabemos que la elección de las
autoridades municipales se hace en dos tiempos: Primero en cabildos o ampliados y luego mediante el voto
universal secreto. También sabemos que concejales y alcaldes deben presentar sus informes regularmente ante el
cabildo que les renueva o no su confianza. Para los alcaldes “orgánicos”, como se les llama, es decir aquellos que se
deben a su organización, la aprobación del cabildo es indispensable para seguir en el cargo. También se ha visto
alcaldes municipales sancionados por sus autoridades originarias por haber defraudado la confianza depositada en
ellos. Por último, se sabe que, en varios municipios, existen experiencias interesantes de descentralización
municipales a través de distritos indígenas que corresponden a cada uno de los ayllus que compone el municipio. En
estos distritos indígenas, es interesante notar que no delegaron la función de subalcalde a la autoridad originaria
sino eligieron a una persona por consenso (no por voto) para asumir esta responsabilidad. En este caso el subalcalde
es el brazo operativo que responde a los mandamientos del ayllu y de la autoridad originaria. Me parece que la
autonomía indígena tiene que apuntar a profundizar estas prácticas autonómicas y no a crear nuevas realidades.
Entonces queda la pregunta final: si el ayllu es quien ha de definir el destino de sus recursos, controlar su buena
administración y sancionar a los malhechores, ¿quién ha de manejar la plata? Aquí existen dos repuestas posibles.
Hay quienes piensan que las autoridades originarias deben manejar el dinero público. Pero personalmente pienso
que no debería ser así. El Alcalde y el subalcalde están en la actualidad sometidos a la autoridad máxima de los
kurakas. Quizás sea esto lo que hay conviene institucionalizar dentro de la autonomía indígena.
gobierno propio través de una red de apoderados. Considero que el proceso de descolonización se ha afianzado en
los ayllus a través de la institución de un gobierno propio e independiente que, en ciertas ocasiones, ha sabido
enfrentarse al Estado boliviano. En este sentido, el proceso de descolonización del Estado es una cosa y el proceso
de descolonización de los pueblos es otra. El querer absorber a las autoridades originarias dentro de la estructura
estatal me parece que sería repetir la experiencia colonial.
El reconocer la autonomía de los ayllus pasa al contrario, creo yo, por mantener su independencia hacia las
estructuras estatales de poder. Los ayllus constituyen un sistema político que ha tenido la capacidad de convivir, a lo
largo de su historia, con diferentes modelos de Estado, como ser el Estado incaico, el español, el republicano, el
Estado nacional del MNR y ahora con el Estado plurinacional del MAS pero no se confunde con ninguno de ellos y su
participación en cualquiera de estos modelos estatales siempre ha sido objeto de una negociación más o menos
pacífica, más o menos violenta; más o menos voluntaria, más o menos forzosa. En este sentido, hay que tener claro
que la Constitución no instituye sino reconoce una autonomía indígena que los pueblos mantuvieron a lo largo de los
siglos.
Las autonomías municipales, departamentales y regionales se dejan delimitar por las competencias que tendrán y
los recursos que manejarán. Los municipios empezaron a cobrar vida a partir de los recursos de coparticipación y los
departamentos a partir del IDH. En cambio los ayllus se mantuvieron vigentes a pesar de no tener recursos, ni
personaría jurídica ni nada. Está muy claro ahora que la autonomía departamental de Santa Cruz no podrá aplicarse,
a pesar de la aprobación de su estatuto, hasta inscribirse en el ordenamiento constitucional del país. La autonomía
indígena al contrario ya está en marcha, ya se vive independientemente de la figura jurídica que se le quiera dar. Por
ello, creo que los ayllus están una vez más ante el desafío de posicionarse como un sistema político diferente capaz
de articularse con el Estado y sus fuentes de financiamiento público pero sin confundirse con las estructuras
estatales ni depender de ellas.