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Introducción
Este trabajo tiene por objetivo una reflexión en torno a la poesía de Aurelio
Arturo, Eugenio Montejo y Charles Baudelaire, así como la narrativa de Juan
Rulfo, a partir de las nociones expresadas en La poética del espacio de Gaston
Bachelard. Esto como forma de conexión y dialogo entre autores que a primera
vista lucen disimiles y distintos pero comparten una relación profunda con distintos
tipos de espacios en el arte poética de cada uno.
Aurelio Arturo
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¿Cómo describir y entender la lectura de la poesía de Aurelio Arturo? Sí en
realidad existiese una respuesta a esa pregunta, o al menos un atisbo para
responderla, se podría afirmar que es una declaración de amor a la tierra. En la
tercera parte de Morada al Sur, Arturo expresa:
(…).
Considero que este libro permite reconocer el país en un paisaje, un país verde y
de enormes cielos, sin dejar de lado una tendencia a la evocación y a la melodía.
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En las noches mestizas que subían de la hierba,
Jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
Estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.
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Terredad es un neologismo creado por el poeta. La materialidad en la obra de
Montejo constituye un puente o umbral entre lo visible y lo invisible. Con esta
palabra, el poeta buscaba: “nombrar la condición tan extraña del hombre en la
tierra, de saberse aquí entre dos nadas, la que nos precede y la que nos sigue”
(en Gómez-Lara, M., 2017). Está tan anclada tanto en la materia como en el
tiempo. Condición misteriosa de nuestro habitar en la tierra. La terredad, de estar
en la tierra. Pero también su negación, su sombra. Nosotros navegamos en el
umbral. Terredad equivale a nuestro paso efímero por la tierra; el tiempo de estar
vivos. Posee un cierto aire de carácter sagrado. Contacto con la vida, con el
umbral. En la poesía de Montejo existe una confrontación constante entre
presencia y ausencia, el presente y el pasado. En particular, la memoria como una
experiencia singular, donde confluyen todos los planos del tiempo. Memoria
referida a un hogar.
De acuerdo con esto, en la poesía de Montejo se puede reconocer un lirismo
interesado en la expresión del paisaje, y la generación de núcleos de significado
desde objetos que son privilegiados de intuición: el árbol, el río y el hogar. Esto es
posible mediante un equilibrio de la forma y el sentido en su poesía, caracterizado
por una economía de recursos retóricos.
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EN LOS BOSQUES DE MI ANTIGUA CASA (1967)
En los bosques de mi antigua casa
Oigo el jazz de los muertos.
Arde en las pailas ese momento de café
Donde todo se muda. Oréanse ropas
En las cuerdas de los góticos árboles.
Cae la luz entre las piedras y se dobla
La sombra de mi vida en un reposo táctil.
Atisbo en la mudez del establo
La brida que lleve por la senda infalible.
Palpo la montura de ser y prosigo.
Cuando recorra toda llamaré ya sin nadie.
Los muertos andan bajo tierra a caballo.
TERREDAD (1976)
Estar aquí por años en la tierra,
Con las nubes que lleguen, con los pájaros,
Suspensos de horas frágiles.
A bordo, casi a la deriva,
Más cerca de Saturno, más lejanos,
Mientras el sol da vuelta y nos arrastra
Y la sangre recorre su profundo universo
Más sagrado que todos los astros.
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Partiendo juntos cada vez el pan
En dos, en tres, en cuatro
Sin olvidar las sobras de la hormiga
Que siempre viaja de remotas estrellas
Para estar a la hora en nuestra cena
Aunque las migas sean amargas. (Montejo, E., 2005: 95).
“La tendencia a relacionar los espacios de Juan Rulfo con espacios escatológicos
proviene de la sostenida afirmación de que la obra rulfiana es una especie de
Divina Comedia latinoamericana, en donde los lugares tienen que representar
necesariamente los conceptos de infierno, purgatorio, paraíso, especialmente
cuando nos referimos a Comala y Luvina. Parecen ser ellas y no un personaje en
específico la protagonista de la obra (Pino Alonso, 2017: 2).
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Por último, Charles Baudelaire es una de las figuras más importantes de la poesía
moderna. Nacido en 1821 y fallecido en 1867, la mayor parte de su vida transcurre
en la ciudad de París, lugar privilegiado para la creación y sustento de su obra
poética. Su libro Las flores del mal, publicado por primera vez en 1857, reúne una
parte significativa de su producción de poesía. También se destaca El Spleen de
París o Los pequeños poemas en prosa, publicados póstumamente en 1869.
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Así, abordando las imágenes de la casa con la preocupación de no quebrar la
solidaridad de la memoria y de la imaginación, podemos esperar hacer sentir toda
la elasticidad psicológica de una imagen que nos conmueve con una profundidad
insospechada. En los poemas, tal vez más que en los recuerdos, llegamos al
fondo poético de la casa. 29
Ahora, nuestro objeto está claro: debemos demostrar que la casa es uno de los
mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los
sueños del hombre. En esa integración, el principio unificador es el ensueño. (…).
La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de
continuidad. Sin ella sería un ser disperso. Lo sostiene a través de tormentas de
cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser
humano. (…) 29-30
Y todos los espacios de nuestras soledades pasadas, los espacios donde hemos
sufrido de la soledad o gozado de ella, donde la hemos deseado o la hemos
comprometido, son en nosotros imborrables. (…). 32
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Esos valores de albergue son tan sencillos, se hallan tan profundamente
enraizados en el inconsciente que se les vuelve a encontrar más bien por una
simple evocación, que por una descripción minuciosa. La palabra de un poeta,
porque da en el blanco, conmueve los estratos profundos de nuestro ser. 34
(…). Las verdaderas casas del recuerdo, las casas donde vuelven a conducirnos
nuestros sueños, las casas enriquecidas por un onirismo fiel, se resisten a toda
descripción. (…). La casa primera y oníricamente definitiva debe conservar su
penumbra. Se relaciona con la literatura profunda, es decir, con la poesía, y no
con la literatura diserta que necesita de las novelas ajenas para analizar la
intimidad. Solo debo decir de la casa de mi infancia lo necesario para ponerme yo
mismo en situación onírica, para situarme en el umbral de un ensueño donde voy
a descansar en mi pasado. 34
(…). La poesía, en su gran función, vuelve a darnos las situaciones del sueño. La
casa natal es más que un cuerpo de vivienda, es un cuerpo de sueño. Cada uno
de sus reductos fue un albergue de ensueños. Y el albergue ha particularizado con
frecuencia la ensoñación. Hemos adquirido en él hábitos peculiares de ensueño.
La casa, el cuarto, el granero donde estuvimos solos, proporcionan los marcos de
un ensueño interminable, de un ensueño que solo la poesía, por medio de una
obra, podría terminar, realizar. (…). Para comprobar, a través de todos nuestros
años, nuestra adhesión a la casa natal, el sueño es más poderoso que los
pensamientos. Son las potencias del inconsciente quienes fijan los recuerdos más
lejanos. (…). Es en el plano del ensueño, y no en el plano de los hechos, donde la
infancia sigue en nosotros y poéticamente útil. (…). 36
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Bibliografía
Arturo, Aurelio (2003). Obra poética completa. Edición crítica de R-H. Moreno
Durán. Madrid: ALLCA XX.
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