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La reforma del contrato de seguro. Una burla constitucional más.

Alfredo Morles Hernández*

*Profesor Honorario y Ex Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés


Bello. Individuo de Número y ex Presidente de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales.

1. Para el día 30 de diciembre de 2015 existían en Venezuela dos leyes que regían la materia de
seguros: a) la Ley del Contrato de Seguro (Decreto N° 1.505 de fecha 30 de octubre de 2001,
publicado en la Gaceta Oficial N° Extraordinario 5.553 de 12 de noviembre de 2001); y b) la Ley de
la Actividad Aseguradora (Decreto de 5 de agosto de 2010, publicado en la Gaceta Oficial N°
Extraordinario 5.990 de 29 de julo de 2010).

2. El día 30 de diciembre de 2015 fue dictado el decreto N° 2.178 (Gaceta Oficial N° Extraordinario
6211 de 30 de diciembre de 2015). Este decreto-ley fue reimpreso por “fallas en los originales” en
la Gaceta Oficial N° Extraordinario 6.220 de 15 de marzo de 2016. Por medio del decreto 2.178 se
dispuso: a) reformar la ley de la actividad aseguradora; b) derogar la ley del contrato de seguro;
y, c) ordenar que el órgano de supervisión de la actividad aseguradora dictara normas para regular
el contrato de seguro. La orden está contenida en la disposición transitoria primera: “Dentro de
los ciento ochenta días siguientes a la entrada en vigencia de este Decreto con Rango, Valor y
Fuerza de Ley, la Superintendencia de la Actividad Aseguradora dictará las normas que regulen el
contrato de seguro y otros contratos y relaciones de la actividad aseguradora”. Nadie entendió
que se derogara una ley que había llenado un vacío importante en la legislación nacional y, mucho
menos, nadie comprendió que se rebajara para el futuro la necesaria cualidad constitucional de
su rango de ley.

3. Con fecha 1 de julio de 2016, según resolución N° FSAA-9-00661 de la Superintendencia de la


Actividad Aseguradora publicada en la Gaceta Oficial N° 40973 de fecha 24 de agosto de 2016, han
sido dictadas las ”Normas que regulan la relación contractual en la actividad aseguradora”,
normas que según su artículo 1 “tienen por objeto regular, en sus distintas modalidades, los
contratos de: seguro, reaseguro, medicina prepagada, administración de riesgos, financiamiento
de primas de seguros o cuotas de medicina prepagada, fianzas, refinanciamientos y fideicomiso”.

4. La Superintendencia de la Actividad Aseguradora reclama “el ejercicio de la potestad


regulatoria” contenida en la Ley de la Actividad Aseguradora, específicamente en los numerales 1
y 3 del artículo 6; así como también invoca la atribución que tiene el Superintendente de “ejercer
la dirección y como máxima autoridad la potestad de ejecutar de manera directa las competencias
atribuidas a la Superintendencia”, de acuerdo a los numerales 1, 2, 7 y 44 del artículo 8 de la
misma ley.

5. La actuación de la Superintendencia de la Actividad Aseguradora contenida en la Resolución de


1° de julio de 2016 es violatoria de principios y reglas constitucionales, como también lo es el
decreto-ley de 30 de diciembre de 2015 en el cual se fundamenta su conducta. Un resumen
apretado es el siguiente:

1
(i) El Decreto-Ley 2.178 es el producto de un acto dictado por el Presidente de la República
en ejercicio de una potestad legislativa delegada para ser ejercida dentro de un período
determinado. El Presidente de la República no puede delegar la potestad que le ha sido delegada
y, mucho menos, puede conceder un período para que se ejerza esa potestad más allá del período
que a él le ha sido fijado. Lo contrario a estas prescripciones fue, precisamente, lo que hizo el
Presidente de la República al subdelegar en la Superintendencia de la Actividad Aseguradora la
potestad de dictar normas más de 180 días después (el 11 de julio de 2016) que había expirado el
período en que él mismo podía ejercer su potestad (hasta el 31 de diciembre de 2015);

(ii) entre las justificaciones para dictar el decreto-ley 2.178 se encuentran las
circunstancias, según el propio decreto-ley, de que la actividad aseguradora debe supeditarse
como sector económico a las políticas dictadas por el gobierno nacional y al proyecto de país
inmerso en el Plan de la Patria. El Plan de la Patria, como se sabe, carece de fuerza normativa y ha
sido estimado inconstitucional por las Academias Nacionales y por los expertos en derecho
constitucional;

(iii) La materia de seguros pertenece al ámbito mercantil. La regulación de la materia


mercantil pertenece al grupo de materias que, por su relevancia, solo pueden ser reguladas
legislativamente por el parlamento, porque cualquier limitación o restricción tiene que adaptarse
a la configuración constitucional de la protección del derecho respectivo. En el caso de la materia
mercantil, al respeto al principio constitucional de libertad de empresa y al principio de autonomía
de la voluntad derivado del principio general de libertad. Por ello, la materia mercantil integra lo
que se llama la reserva de ley, esto es, la materia cuya regulación es competencia exclusiva del
poder legislativo. En forma directa y expresa, el numeral 32 del artículo 156 de la Constitución
dispone que la legislación en materia de bancos y de seguros es de la competencia del poder
público nacional, es decir, del parlamento. Así como no se pueden crear delitos y establecer
sanciones por vía de legislación delegada, tampoco se pueden establecer restricciones o
limitaciones a los derechos económicos por vía distinta a la legislativa. La legislación delegada o
el reglamento no son aptas, por regla general, para tal propósito;

(iii) Aun suponiendo que fuera válida la delegación de la potestad delegada que hizo el
Presidente de la República en el decreto-ley 2.178 de 30 de diciembre de 2015 y que esa sub
delegación se pudiera extender más allá del período original que el parlamento le fijó al titular
original de la función delegada, la Superintendencia de la Actividad Aseguradora carece de
potestades regulatorias en las cuales se pueda fundamentar su actuación. La simple lectura e
interpretación de las disposiciones invocadas en la Resolución del 1° de julio de 2016 de la
Superintendencia de la Actividad Aseguradora no permiten concluir que el órgano de supervisión
del mercado asegurador tenga la amplitud de potestades que reclama;

(iv) La actuación de la Administración Pública es cada día más arbitraria en Venezuela.


Esto ha sido denunciado reiteradamente. El hecho de que el Poder Judicial haya declinado su
potestad de control sobre el poder ejecutivo coloca los derechos individuales de los
administrados, especialmente en el caso de los derechos humanos, en una situación de
precariedad;

(v) El caso de la Resolución de la Superintendencia de la Actividad Aseguradora que rebaja


la calidad de las normas legales del contrato de seguro a normas de rango inferior; y que mucho

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más de seis meses después de haberse extinguido las potestades que tenía el Presidente de la
República para legislar, legisla en nombre de éste, es una burla del estado de derecho. La
Administración Pública venezolana sirve en bandeja de plata a sus opositores a que ejerza la
presidencia de Mercosur un buen ejemplo para fundamentar sus reservas.

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