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INTRODUCCIÓN:
A.- El presente tiene como fin enseñar lo que la Biblia nos muestra en relación a la sanidad
que viene de la mano directa de Dios como evidencia de su amor y poder ya sea a favor de los
creyentes o no. Conoceremos algunas definiciones del término y progresaremos con el estudio de lo
mencionado a la luz de la Palabra.
B.- ¿Usa Dios la enfermedad en la vida de sus hijos para desarrollar su carácter? ¿es esto
coherente con las acciones de un Dios de amor? ¿estamos enfermos porque no tenemos la fe necesaria
para ser sanados? ¿sana Dios hoy a las personas? ¿qué debemos pensar o qué debemos hacer cuando
una enfermedad nos ataca? Son algunas de las interrogantes a las que se darán respuesta en nuestro
presente estudio.
B.- El concepto bíblico de la sanidad significa mucho más que el alivio de un conjunto de
síntomas físicos. Implica del cuerpo y el espíritu.
Muchas enfermedades son el resultado del modo de vida y las actitudes del individuo.
Muchos científicos médicos sostienen que gran parte de nuestros males se deben a causas
emocionales: tensiones, temores, tristeza, envidia, resentimiento, odio, etc. Los dolores y los
problemas físicos pueden ser muy reales; pero sus causas están enraizadas en las emociones.
El fumador de toda la vida puede desarrollar diversos males tales como enfisema, cáncer,
hipertensión sanguínea, etc., que afectan a la boca, la garganta, el esófago, los pulmones y el corazón.
El consumo de bebidas alcohólicas puede tener consecuencias devastadoras, tanto emocionales como
físicas. Muchas de ellas son irreversibles, debido a un conducto digestivo ulcerado, el hígado
destruido o el cerebro dañado. El comer en exceso o la desnutrición, durante períodos prolongados,
provocarán también problemas de salud.
Sin embargo, muchas enfermedades no se deben a los abusos, la disciplina o los problemas
emocionales. ¡Muchas personas están simplemente enfermas! Refiriéndose al hombre que había
nacido ciego, Jesús dijo: “no es que pecó éste ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él” (Jn. 9: 3). Acordémonos de los que nacen con defectos o males genéticos, las
víctimas de accidentes, los heridos o muertos que se deben a los descuidos o la falta de prudencia de
otros, las infecciones y las enfermedades virales, etc.
2. iaomai (ijavomai) sanar. Se usa: (a) de tratamiento físico 22 veces; en Mt 15.28; Hch
9:34; (b) en sentido figurado, de sanidad, espiritual (Mt 13:15; Jn 12.40; Hch 28:27; Heb 12:13; 1 P
2:24); posiblemente Stgo. 5:16 incluye ambos (a) y (b); en TR aparece esta palabra, con el sentido (b),
en Lc 4:18. Aparte de este pasaje, Lucas, el médico, utiliza esta palabra en quince ocasiones.
3. jugiaino (uJgiaivnw) estar sano, bien de salud (cf. el término castellano higiene, etc.). Se
utiliza metafóricamente de doctrina (1 Ti 1:10; 2 Ti 4:3; Tit. 1:9; 2:1); de palabras (1 Ti 6:3; 2 Ti 1:13);
«en la fe» (Tit. 1:13); «en fe» (Tit. 2:2). En 3 Jn. 2 se traduce «que tengas salud».
4. sozo (swvzw) salvar. Se traduce con el verbo sanar en Mr. 6:56: «quedaban sanos»; Jn
11:12: «sanará» (RV: «salvo estará»); Hch. 4: 9: «haya sido sanado»; 14:9: «ser sanado» ( RV: «ser
sano»).
A.- Sanidad Espiritual.- Dios trae sanidad para el espíritu de los humanos en la persona de
Jesucristo su Hijo al aceptarle como el Salvador personal de nuestras vidas. (Ef. 2: 1). Al recibirle en
su corazón el individuo es curado del pecado y llevado a una relación personal de vida y comunión
con Dios.
B.- Sanidad del alma.- Dios sana nuestras heridas emocionales, las mismas que marcan
nuestra vida con hechos de los que nos es imposible olvidar. La Palabra del Señor dice en Lucas 4: 18:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los
ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. La palabra “quebrantados” es traducción del griego trau,
de la que se deriva nuestra palabra “trauma”. Kelsey dice que en los Evangelios se encuentran
registrados 41 milagros de sanidad física y mental.
Muchas veces un creyente sincero experimenta conflictos y derrotas, aunque desea crecer en
santidad y agradar al Señor. Por más que estudia la Palabra de Dios y ora, no puede tener victoria en
ciertas áreas de su vida, o le es difícil una relación armoniosa con los hermanos de la fe. Estas
situaciones, en muchos casos se deben a heridas del alma; y otras a ataduras u opresiones espirituales.
La conciencia es aquello que se sabe con claridad, que podemos reconocer libremente. La
subconciencia es el dominio de las emociones y complejos en oposición al reino conciente de la razón.
Allí suelen reinar pensamientos, sentimientos, deseos egoístas, mientras que en lo conciente suelen
predominar las tendencias de carácter social. El inconciente es el reino de los pensamientos
incontrolados, que no recordamos en absoluto, pero que están activos.
Cuando nos convertimos, la influencia del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios modifican
muchos de los valores y conceptos de nuestro conciente. También empieza a sujetar al subconsciente,
lo que se va acentuando en la medida que el creyente avanza en su entrega al señorío de Cristo.
También puede sanar las dolencias del inconciente.
Pero otras heridas pueden permanecer abiertas; traumas guardados en lo profundo del
inconciente que afectan la vida conciente del creyente, y por lo tanto su vida espiritual y su
crecimiento en santidad. Estas son las neurosis en el lenguaje psicológico, pero que Cristo también
vino a sanar. (Sal. 30: 2 – 3; 41: 4; 147: 3; Is. 57: 15 – 19).
C.- Sanidad física.- Los tiempos bíblicos y posteriores demuestran que Dios aun sana las
dolencias de nuestro cuerpo físico; pero no todas las enfermedades, no por falta de poder o autoridad
sino por el hecho de su soberana voluntad sobre la vida de sus hijos.
El ministerio de Jesús estaba dirigido al hombre en su totalidad, y rara vez sanó su cuerpo sin
tratar primero con los pecados del individuo. A decir verdad, en algunos casos, estos últimos eran
atendidos primero (Mt. 9: 2 – 7). Esto no implica que la enfermedad necesariamente es el resultado de
pecado o que la enfermedad es una forma de castigo. Podría ser una forma que Dios use para
desarrollar virtudes como paciencia y coraje (2 Co. 12: 9).
Las instrucciones de Jesús a los doce y a los setenta, cuando los envió en su misión,
incluyeron sanar a los enfermos; y de acuerdo con el libro de los Hechos, los milagros de sanidad
fueron parte de la iglesia primitiva. El poder de sanidad fue practicado posteriormente entre los padres
de la iglesia (Justino, Ireneo, Tertuliano, Orígenes), pero no se ejercitó de allí en adelante, sino hasta
tiempos recientes.
A.- La sanidad es parte de la obra de redención (Éx. 15: 25 – 26) ocurre al comienzo del viaje
de liberación de Israel). La sanidad es promesa de Dios mientras vivamos en obediencia y santidad en
la vida nueva.
C.- Is. 53: 4 – 5; Mt. 8: 16 – 17. La redención incluye la sanidad de nuestras dolencias físicas.
D.- Stgo. 5: 16
Siempre es bueno examinar nuestro corazón para ver si tenemos la culpa de nuestro dolor.
Puede darse por las siguientes razones:
Mefi-boset (2 S. 4:4; 9)
- Identidad: hijo pequeño del rey Saúl.
- Aflicción: lisiado por una caída.
- Fuente: no se da.
- Razón: no se da.
- Resultado: aflicción de por vida sin cura.
- Lección: Dios no siempre nos dice la razón de nuestro sufrimiento.
VI.- USA DIOS LA ENFERMEDAD PARA QUE LA GENTE BUENA SEA MEJOR?
Dios sí usa la enfermedad en las vidas de sus hijos para convertirlos en mejores personas y
hacernos crecer espiritualmente (Job 1:6-12; 2:1-10; 23:10; 2 Co. 12: 8 – 10).
Sí. Dios sana milagrosamente . . . pero no siempre. Y cuando no lo hace, no tenemos que
culparnos ni caer en la desesperación. Nadie puede negar el hecho de que sí ocurren muchas sanidades
milagrosas por la mano de Dios hoy en el cuerpo del hombre.
Podemos creer que Cristo sana hoy porque la sanidad de los enfermos es una de las señales
ciertas que Él prometió que acompañarían a los que creen (Mr. 16: 17–18). Jesús dijo que una de las
señales poderosas que confirmaría la predicación del evangelio a todo el mundo sería que cuando los
creyentes impusieran las manos sobre los enfermos, se sanarían. Así como fuimos comisionados a
predicar a todas las naciones la muerte salvadora de «Cristo crucificado», tenemos el privilegio de
declarar la promesa de la sanidad de los enfermos que tienen fe para creer.
Los "demonios" Significan "espíritus malignos"; son los ángeles que siguieron a Satanás
cuando se rebeló, y son "muchísimos", "legión", se llaman ellos mismos en Lc. 8:30, en Gadara. Éstos
producen enfermedades en las personas como aliados y secuaces de Satanás.
- A Job, que era un hombre justo y bueno, Dios le permitió que le produjera lepra, que
murieran sus hijos y que se quedara arruinado, Job 1:6, 2:7.
- Sordomudez", Mt. 9:32.
- La negativa a usar ropa, y el hacer su morada entre las tumbas, Lc. 8.27.
Se debe hacer la distinción entre enfermedad demoníaca y posesión, por ejemplo, en Mt. 4:
24 leemos de los que “tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los
endemoniados, lunáticos y paralíticos”.
Otras citas bíblicas aclaran de que los demonios ocasionaron enfermedad en personas (Mr. 1:
27; 9: 17, 20, 25, 26; Lc. 4: 46; 6: 18; 7: 21; 8: 2; 9: 39, 42, etc.).
Debemos cuidarnos de no atribuir todos los casos a demonios, pero tampoco debemos
descartar esa posibilidad.
La Biblia no dice que la oración es el único remedio a la enfermedad. Por cierto, cualquier
sanidad verdadera proviene directa o indirectamente de Dios. Ninguna medicina curaría la enfermedad
si Dios no hubiera creado al hombre con mecanismos internos de sanidad. Santiago dice que la
oración debe ser el primer recurso del cristiano cuando está enfermo (Stgo.5:13–16). Los
descubrimientos y la aplicación de las sustancias terapéuticas naturales, como los antibióticos, estaban
sin duda en la mente de Dios en la creación. A los creyentes no se les priva nunca de las habilidades
quirúrgicas precisas. Sin embargo, para los creyentes, orar por la potencia sanadora de Dios a través
del bendito Espíritu Santo es el primer paso hacia la plenitud. No existe ningún médico escrupuloso
que no agradecería la oración de sanidad que acompaña a sus medicinas y procedimientos . No se debe
tomar equivocado el camino del rey Asa que dejó de consultar a Dios, fío de los médicos humanos y
murió (2 Cr. 16: 12).
No divinicemos las ayudas porque es mejor el médico de arriba, los médicos no pueden hacer
nada si el Señor no cicatriza y controla los tejidos, pero si nosotros ponemos la mirada en la ciencia, si
en vez de consultar al Señor, vamos solo a consultar al hombre, allí es donde se va torciendo. Dios
tiene el control de todo.
Si Dios no sana, nadie sana y si Dios no estuviera de acuerdo con las ayudas (medicinas),
éstas jamás podrían devolver la salud al cuerpo. La cirugía sería un fracaso total, porque quien sino
Dios, hace que los tejidos cicatricen. Si Dios no estuviera dando los medios de ayuda para el
cuerpo, jamás se hubiera escrito: “Toma un poco de vino a causa de tus continuas enfermedades” (1
Ti. 5: 23) y los analgésicos o antibióticos nunca lograrían los grandes éxitos que alcanzan.
A.- La oración de fe (Mr. 11:24).- Es la oración por los enfermos basada solamente en
la confianza en las promesas de Dios y en la obra de Cristo (Sal.103:2-3; Is.53:4-5; Heb.13:8,
etc.).
B.- El ungimiento con aceite (Stgo. 5:14 -16).- Parece estar indicado especialmente en los
casos de postración por una enfermedad grave, aunque muchos lo practican en otros casos. El
aceite se utilizaba como símbolo de la obra del Espíritu Santo. Su aplicación declaraba que la
sanidad era el resultado de la obra del Espíritu de Dios, no del poder y santidad de los ancianos
que oraban (Hch 3.11–16).
C.- La imposición de manos (Mar. 16:17-18). Es privilegio y deber para "todos los
que creen".
D.- El uso de prendas (Hch. 19:12).- Solamente se da la referencia histórica de lo que
sucedía con las prendas de Pablo, mas no hay ninguna instrucción al respecto. Ello nos lleva a
pensar que funcionará sólo en casos que Dios así lo determine en su soberanía, pero que no es
un método para todos en toda circunstancia.
E.- La sombra (Hch. 5: 15).- es el caso de algunos enfermos por lo menos esperaban
que la sombra del apóstol Pedro los cubriera al pasar y sean sanados.
F.- La sanidad por la alabanza y adoración.- Aunque no hay referencias bíblicas para
ello, la experiencia nos muestra que cuando se alaba y adora a Dios en espíritu y en verdad, se
producen sanidades por la unción de la presencia de Dios.
G.- El don de palabra de ciencia y la sanidad (Hch. 14: 8 – 10).- Cuando Dios
revela por medio del don de palabra de ciencia alguna enfermedad, es seguro que quiere sanar
como señal de su presencia y poder .
A.- Los dones de sanidades (1 Co. 12: 9b).- Son unciones especiales con las cuales Dios
permite que los miembros del cuerpo de Cristo sirvan como instrumentos o vehículos para sanar
aflicciones y restaurar la plenitud a los creyentes y no creyentes sin el uso de medios naturales. Las
sanidades pueden ser físicas, mentales, emocionales o espirituales.
Los dones de sanidades son la vía sobrenatural, sin necesidad de usar medicina, no es de
llegar a ver si el Señor puede, sino que en los dones de sanidades el Señor opera y avisa. La verdad es
que el propósito del Espíritu Santo en dar el don de sanidad nunca era curar a todos.
La sanidad divina a través de los dones es exclusivo para la iglesia; pero no fue limitada sólo
a la iglesia; sino que creyentes e incrédulos fueron sanados por los que tenían el don de sanidad
divina. Se puede confirmar en Hechos 3:1-10. Otro caso similar se describe en Hechos 28:1-10. En la
isla de Malta Pablo sanó al padre de Publio, el "hombre principal de la isla."
B.- Fe.- Las sanidades por fe, no son los dones de sanidad, es sencillamente que cuando
hay una fe milagrosa, fe que se pone en acción, fe que opera, entonces el Señor premia y da la
salud. Hay gente que hace alarde de fe, una cosa es fe y otra cosa es creer tenerla.
Una de las interrogantes más comunes es: ¿Debemos esperar que Dios siempre sane? Las
respuestas son muy variadas:
A.- los creyentes del Movimiento de Fe generalmente dirán.- "Siempre porque la
enfermedad es parte de la maldición de la ley, y hemos sido librados de esa maldición. Si no sanas es
porque no tienes fe o estás en pecado".
B.- Los creyentes conservadores en la sanidad divina generalmente dirán.- "Si Dios
quiere, obrará. Pero no hay que presionar ni insistir. Dejémoslo a su voluntad".
C.- La verdad es que Dios siempre quiere sanar.- Esa es su voluntad general y debemos
esperar que siempre sane. Pero Él es soberano, y "sus caminos son más altos que nuestros caminos y
sus pensamientos más que nuestros pensamientos". Ya veces tiene propósitos que desconocemos, y
por los cuales retrasa o niega una sanidad. A Job no lo sanó hasta que renunció a su justicia propia y
el autoconcepto que tenía. Tampoco podemos negar los casos en 1Tim.5:23 y 2Tim.4:20; y el mismo
aguijón de Pablo (2Co. 12:7-9), aunque desconocemos la naturaleza exacta de ese aguijón.
Cuando una persona se convierte en "nueva criatura" en Cristo (2 Corintios 5:17), descubre
que Jesús puede satisfacer todas las necesidades. Muchos han dado testimonio de que, cuando
enderezaron todas las cosas espiritualmente y comenzaron a vivir dentro de la perspectiva correcta y
en relación con Dios, sus males desaparecieron. El escritor de himnos William B. Bradbury se refirió a
esta nueva perspectiva.: "A pesar de que soy pobre, desvalido y ciego; La vista, las riquezas y la salud
mental, Todo lo que necesito, encuentro en Ti, Oh, Cordero de Dios, vaya Ti".
Muchos cristianos llevan vidas miserables, débiles y, con frecuencia, enfermizas, debido a su
desobediencia y sus pecados no confesados. Esas personas podrían recuperarse totalmente si se
enfrentaran a su pecado. El salmista dijo: "El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas
tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias ... " (Salmo
103:34).
C.- Dios sana mediante intervenciones milagrosas que se conforman a su voluntad
soberana y sus propósitos
La Biblia contiene muchos ejemplos de esto. También tenemos pruebas de esos milagros en
nuestros días. Sin embargo, Dios no cura a todos los que se lo piden o por los que oran otros. "Dios
no hace acepción de personas" (Hechos 10:34); pero cura a unos y a otros no, con una divina
selectividad que refleja su propia sabiduría eterna y su divina voluntad. "Así son mis caminos más
altos que vuestros caminos" (Isaías 55:8). Esta selectividad divina puede apreciarse en el ejemplo de
Pablo que oró durante mucho tiempo para que le fuera quitada una aflicción (2 Corintios
12:8 -10). Dios no curó a Pablo. ¡Le proporcionó gracia y fortaleza - no para que Pablo pudiera
soportarlo, sino para que aprendiera a tener gozo y a gloriarse de su absoluta dependencia del Señor!
Dios está tratando de enseñarles a los suyos que en todas las circunstancias debemos aprender que "la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros" (2 Corintios 4:7). La voluntad y los caminos
gloriosos de Dios se pusieron de manifiesto en la vida de Pablo, cuando aprendió que "porque cuando
soy débil, entonces soy fuerte" (2 Corintios 12:10).
No obstante, nada de esto debe hacemos desistir de orar con fe por los enfermos o por
cualquier otra cosa. Dios puede responder a nuestras oraciones de fe de modos que nos asombrarán.
"Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17) es su mandato. El consejero debe tener cuidado para no dar
la idea de una curación física garantizada, como resultado de sus oraciones.
XVI.-SALUD DIVINA
Aparece la cruz del calvario y en esa cruz está depositada la salud del pueblo, por su llaga
fuimos curados (Is. 53: 4; Mt. 8: 16 – 17). No siempre podemos experimentar la salud inmediata,
por ejemplo, en el calvario está el pecado pagado, cancelado, sin embargo, después del calvario,
todavía lo experimentamos, será que no está cancelado? No. El pecado y la enfermedad ya están
expiados pero serán erradicados cuando el cuerpo sea glorificado. Esa es la meta.
Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y
dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié
a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. (Léase el contexto, vs. 22–27.)
En este pasaje, denominado el pacto de sanidad divina del Antiguo Testamento, Dios no sólo
se compromete a sanar, también revela uno de sus nombres «Jehová-rapha». El Señor realmente dijo:
«Yo soy Jehová tu sanador; este es mi NOMBRE. A partir de este pacto revelado en Éxodo 15
sabemos que el Señor nunca dejará de sanar a su pueblo. Nosotros, por otra parte, debemos entender
que esta promesa es condicional. Para recibir la sanidad, debemos ser obedientes a sus deseos.
Tal vez ayudaría examinar las condiciones necesarias para la sanidad; según el pacto de sanidad del
Antiguo Testamento, son cuatro:
Sí, Dios desea su sanidad, de la misma forma en que «quiere que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad (1 Ti. 2:4). Pero no todo el mundo acepta su oferta de salvación.
Dios quisiera ver a sus hijos bien, pero muchos desobedecen las reglas para disfrutar de una buena
salud. Algunos andan por caminos pecaminosos y necesitan ser castigados (He. 12:6). Todos nos
beneficiamos espiritualmente de algunas pruebas y del dolor. Tanto Pablo como Santiago exhortaron a
los creyentes a alegrarse cuando fuesen probados por el sufrimiento (Ro. 5:3-5; Stgo. 1 :2-4). Su ense-
ñanza nos asegura que es un elemento indispensable en nuestro desarrollo espiritual. A Dios le
gustaría que estuviésemos bien, pero no sería bueno para nosotros ir por la vida sin dolor.
Sin embargo, no concluimos por eso que debemos ver con pesimismo la salud física ni el placer.
Tampoco debemos resignamos estoicamente a la idea de que debemos esperar mucho sufrimiento.
Al contrario, debemos mirar la vida con optimismo. La Biblia da garantías y promueve un estilo de
vida que conduce al bienestar físico y espiritual y lo hace en al menos nueve formas:
Dios desea su sanidad. Él permite la enfermedad y el dolor sólo cuando los puede usar para
su bien. Y se va a ocupar de que usted esté bien por toda la eternidad. Creer esto va a promover su
buena salud.
¿Cómo voy a salir adelante cuando un médico me diga: "Lo siento, hicimos todo lo posible",
o "Espero que esté preparado para recibir malas noticias. Debo decirle que tiene cáncer y que no
podemos hacer mucho por usted"?
Usted no tiene que estar enfermo. Cristo murió por nuestras enfermedades así como por
nuestros pecados. Mediante la fe debemos reclamar la libertad de la enfermedad de la misma forma en
que reclamamos la libertad de la pena por nuestros pecados. Eso es lo que nos dice Mateo 8: 16, 17,
cunado uno está enfermo y no es sanado pese a que él y sus seres queridos hayan orado
fervientemente, no es muchas veces que sus oraciones ni su fe sean deficientes. Aparentemente no es
la voluntad de Dios sanar.
Examinemos Mateo 8: 16, l 7 para ver exactamente lo que dice acerca de la relación entre la
expiación y la sanidad. Leemos: “y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con
la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos, para que se cumpliese lo dicho por
el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
Las últimas palabras son una cita precisa del texto hebreo de Isaías 53:4. Jesús "llevó
nuestras enfermedades participando en los dolores y las tristezas de la humanidad solidaria y
compasivamente. Sus milagros de sanidad eran señales. Mostraban su compasión por nosotros y
señalaban a su muerte, con la cual pagaría el precio por el pecado de manera que, a la larga, el sufri -
miento pudiese terminar. Sus milagros de sanidad eran señales de la completa sanidad que a la larga
disfrutarán todos los que coloquen su confianza en Él.
No hay nada en este pasaje que sugiera siquiera remotamente que podemos reclamar sanidad
mediante la expiación. D. A. Carson observó astutamente: "La cruz es la base de todos los beneficios
que se le acumulan al creyente; pero eso no significa que todos esos beneficios se puedan obtener al
presente si los exigimos, de la misma forma en que tampoco podemos exigir ahora nuestros cuerpos
resucitados”.
Mucha gente tiene la idea de que si cumplimos las condiciones de Dios de tener suficiente fe,
siempre vamos a ser sanados. Por eso mencionan y reclaman audazmente una completa sanidad
cuando oran. Hasta le dicen a una persona que está bien, aun cuando los síntomas de la enfer medad
siguen presentes.
Ahora bien, estas personas tenían una fe tremenda. Pero la fuerza de nuestra fe en muchos
casos no determina si la sanidad vendrá o no. Algunos de los milagros del Señor no estaban
relacionados de ninguna manera con la fe de aquellos que se beneficiaron de ellos (Mt. 12:9-13; Mr.
1:23,28; Lc. 7: 11-15; 13: 10-13; 14: 1-6; 22:50,51; Jn. 9: 1-38). Además, ¿vamos a decir que Pablo no
fue sanado de su aguijón en la carne porque no tenía suficiente fe? ¿Era la falta de fe en Timoteo la
razón por la que tenía problemas estomacales? (1 Ti. 5:23). No, sino que esa es la voluntad de Dios
para con sus hijos y como relata Pablo haber oído de Dios: “Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para
que repose sobre mí el poder de Cristo . . . porque cuando soy débil soy fuerte” (2 Co. 12: 9 – 10).
Todas las bendiciones son el resultado directo de un activo ministerio de Cristo, llevado a
cabo desde su trono. Su iglesia ha empezado a crecer en conocimiento, gracia y espiritualidad a través
del envío del Espíritu Santo. ¿Acaso no les había hablado Jesús a sus apóstoles en el sentido de
esperar mayores obras de los creyentes que aquellas que Él mismo había hecho? Al predecir la venida
del Espíritu Santo (Juan 14:12) él había dicho solemnemente. «el que en mí cree, las obras que yo
hago, él las hará también; y aun mayores hará. porque yo voy al Padre”.
Los Pentecostales sugieren que las mismas obras y las mayores deben referirse a milagros. Si
así fuera, la profecía habría caído en el terreno del no cumplimiento. No tenemos razón para creer que
algún ap6stol haya efectuado obras milagrosas iguales a las del Hijo de Dios. Ni empiezan los
informes de maravillas modernas a alcanzar a la calidad de la grandeza de las obras de Jesucristo.
Nada sabemos de algo que siquiera pudiera aproximarse a la transformación del agua en vino, a la
alimentación de los 5.000 con unos cuantos panes y pececillos, o a la resurrección de alguien con
permanencia de cuatro días en el sepulcro. Nada sabemos de alguien que sea capaz de leer los
secretos más íntimos del coraz6n, o responder a preguntas no formuladas. Los milagros de Jesús no
permiten paralelo.
Empero el Cristo exaltado al derramar su Espíritu ha hecho «mayores obras a través de sus
siervos que aquellas que le vieron hacer durante su ministerio terrenal. Los mismos apóstoles
experimentaron una más profunda transformación espiritual después de la ascensión del Señor. Era
necesario que Él se fuera. Su profundidad espiritual en Hechos 2 es incomparablemente más grande
que aquella de que disponían durante el tiempo del Cristo encarnado. Aunque ellos habían sanado
enfermos y echado fuera demonios mientras Jesús estaba en la tierra, jamás, sin embargo, predicaron
y exhortaron a la iglesia de la manera en que lo hicieron luego de recibir el Espíritu Santo. Ningún
milagro de Jesús mientras estuvo sobre la tierra trajo 3 000 y 5 000 almas al nacimiento espiritual
mediante un sermón. Después de todo, ¿no es el cambio radical de un alma y el rescate de un hombre
del tormento eterno mayor que el hablar en lenguas o la restauración de la salud corporal?
Los cristianos tienen el Evangelio . . . por medio del cual llevan la gente a la conversi6n,
arrebatan las almas de las garras del diablo, las arrancan del infierno y de la muerte, y las llevan a los
cielos». Esto son las mayores obras que harían sus seguidores.
XIX.- DECLARACIÓN DE FE
(2 Reyes 5:1-19; Salmos 103:1-5; Mateo 4:23-24; 9:18-35; Juan 4:46-54; Hechos 5:12-16;
9:32-42; 14:8-15; 1 Corintios 12:4-11; 2 Corintios 12:710; Santiago 5:13-16)
CONCLUSIÓN
Las enfermedades no son imposibles para el poder de Dios. Pero todo está bajo su control, el
hombre por más que se aflija no podrá hacer nada si es que no es la voluntad de Dios sanarlo. Dios lo
usa con un propósito que sólo Él sabe y muchas de las veces no responde a nuestros porqués. Lo
cierto es de que las enfermedades de aquellos que han creído en Jesucristo han sido llevadas a la cruz,
razón por la cual en la eternidad gozaremos de completa sanidad integral.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA