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La educación como constitución de los individuos para una sociedad democrática

¡Cuidado con los totalitarismos!

¿Por qué planear una educación distinta a la que planteaba la modernidad donde se buscaba
darle al hombre los conocimientos necesarios en la ciencia para desenvolverse en la sociedad
como productor de bienestar técnico? Por una muy simple, pero importante, observación: La
educación cuando solo se utiliza como capacitación de la persona para el saber técnico
termina por no poder ver al otro como una alteridad que me constituye e incluso me salva.

La educación moderna, que teniendo de fondo a la “divina” Razón ilustrada, termino por
llevar al ser humano a un infierno terrenal. Las promesas de la modernidad por traer el cielo
a la tierra con la ayuda del bienestar técnico se derribaron frente a una humanidad occidental
lastimada. Entre esos acontecimientos destructivos que llevo la tecnificación de la humanidad
son los totalitarismos.

Después de Auschwitz-escribe Barcena- la historia se ha quebrado. Ya no podemos pensar


como antes, ya no podemos ser como antes, ya no podemos vivir como antes, ya no podemos
educar como antes1

Ahora bien: ¿Qué consecuencias trae consigo el totalitarismo? Los totalitarismos constituyen
una sociedad donde la alteridad es negada, y donde aquellos otros que no se ajusten al molde
impuesto por un Estado u alguna otra institución, debe de ser desechado de la sociedad. Las
sociedades totalitarias se vuelven inhóspitas y la humanidad que se encuentra dentro de esta
comunidad va perdiendo su escucha a los otros. Las sociedades modernas están volcadas
hacía si mismas, ocasionando una Mismidad cerrada. La Mismidad, vicio de la razón
moderna, constituye un factor de inhumanidad que termina por llevar a la misma sociedad
cerrada a la destrucción de sí misma.

1
Fernando Barcena, Joan-Carles Melich, La educación como acontecimiento ético, Paidos, Buenos Aires,
Argentina, 2000, Pag. 20.
La experiencia de los modernos totalitarismos constituye una clase especialmente terrible
de acontecimientos destructores. ¿Destructores de qué?, podemos preguntarnos.
Destructores de humanidad, es la respuesta2. La educación después de los campos de
concentración y las Gulags debe de repensarse a sí mismas. Ahora bien: ¿Hacía donde
encaminar la educación?

¿A dónde tiene que ir la educación después de los totalitarismos del siglo XX?

Buscar una dirección a donde ir en la cuestión de educación no es realmente nuevo, debido


a que la educación constantemente está reinventándose ya que constituye una parte esencial
de su ser, esto con el fin de guiar al hombre ante sus circunstancias históricas.

La educación después de los acontecimientos del siglo XX no puede pasar por desapercibido
que el hombre, y por lo tanto el otro, en la modernidad paso a convertirse en un mero número
que constituye una pieza más del Estado. La persona, para el estado totalitario, debe educarse
para volverse competente para el servicio del Estado.

Una sociedad en la que «educar» constituye una tarea de «fabricación» del otro con el objeto
de volverlo «competente» para la función a la que está destinado, en vez de entenderla como
acogimiento hospitalario de los recién llegados una práctica ética interesada en la
formación de la identidad de los sujetos3.

Ante los acontecimientos del siglo XX para empezar a trabajar se debe de forjar una memoria
histórica y una conciencia de la subjetividad. La subjetividad debe de entenderse como el
sujeto que tiene una identidad propia y que esta inmerso en un mar de subjetividades. Para
poder entablar una apertura con la otra subjetividad, se debe de desarrollar una capacidad de
empatía con su dolencia para saberse responsable de su alteridad. Cuando se concientiza de
las dolencias comunes con los otros, la subjetividad propia llega a formar lazos que los unen

2
Ibid. Pag. 12.
3
Ibid. Pag. 15.
para poder llegar a ser una sociedad. Por lo cual, en tanto que yo soy responsable del otro,
mi subjetividad se realiza auténticamente.

Por eso podemos decir que la subjetividad se convierte en subjetividad humana no solamente
cuando el sujeto individual es capaz de decidir cómo debe ser y cómo orientar su vida, sino
también cuando es capaz de dar cuenta, además, de la vida del otro, cuando responde del
otro, de su sufrimiento y de su muerte4.

La memoria histórica es un deber de las subjetividades por el hecho de pertenecer a una


historia concreta en la que pertenecen y se desarrollan. Cuando la comunidad de las
subjetividades se desencarna de la historia pierden la noción de su memoria y olvidan las
experiencias pasadas. Esto es una acción terrible debido si la comunidad olvida las acciones
pasadas termina por olvidar la conciencia ética que forjo después de experiencias
desagradables que se efectuaron.

Una cultura y una subjetividad amnésica es cómplice de los verdugos, de los vencedores de
la historia. No hay, después de Auschwitz, lugar siquiera para la razón comunicativa que no
tenga presente una razón anamnética, una razón basada en la capacidad de recordar. Para
ésta, y a diferencia de la comunicativa, los recuerdos no pueden solamente avivar los
discursos, sino también interrumpirlos y disiparlos.9 Nuestra ética democrática
contemporánea, asentada en esa razón comunicativa, no deja paso a la razón anamnética,
a la memoria y al recuerdo como rememoración y como conmemoración inspirada, no en la
venganza, sino en una nueva teoría de la justicia5.

Para Dewey la educación debe de ser una guía que estimule a los individuos de a construir
una comunidad donde cada subjetividad debe de compartir su espacio con los otros, no solo
de acogimiento, sino de participación forjando así una sociedad donde la democracia sea
realmente posible.

Los dos elementos de nuestro criterio se dirigen hacía la democracia. El primero significa
no sólo puntos más numerosos y mas variados de interés participados en común, sino
también el reconocimiento de los intereses mutuos como un factor del control social. El

4
Ibid. Pag. 17.
5
Ibid. Pag. 19.
segundo significa no sólo una interacción más libre entre los grupos sociales (antes aislados
donde la intención podía mantener una separación) sino también un cambio en los hábitos
sociales; su reajuste continúo afrontado las nuevas situaciones producidas por el
intercambio variado. Y estos dos rasgos son precisamente los que caracterizan a la sociedad
democráticamente constituida6.

La educación que este trabajo propone ante el problema de la educación moderna es la de


una educación de la hospitalidad. Es decir, la de una educación que se sepa que ha sido
acogido por los otros y que se sabe deudor de ello por lo cual tiene el deber de acoger en la
sociedad democrática. Para ello, la educación tiene que olvidar de formar mismidades, para
hacer conciencia de las alteridades. Ahora bien, para ello se debe de tener presente es la
conciencia de un nacimiento, creación y esperanza.

El nacimiento como oportunidad de alteridad contra el concepto de fabricación.

Ahora bien, definido los términos me propongo a exponer lo siguiente: Que la educación,
como nacimiento, es novedad. Novedad como una oportunidad de innovar un campo que se
pensaba caduco se retoma y se mejora, o se moldea según las necesidades humanas que
surgen en una época determinada.

¿Qué debemos entender por nacimiento? Este concepto debe de entenderse bajo la
perspectiva de Ana Arednt, el cual la define como inicio, comienzo y novedad. El nacimiento
de una subjetividad inaugura una nueva posibilidad de una acción diferente dentro de la
historia. Da la oportunidad de la pluralidad. Es decir, es la inauguración de los otros. El
nacimiento es la capacidad de un nuevo comienzo de algo nuevo.

Ahora bien, ¿Qué debemos entender por acción? Bajo la definición de Arednt acción es la
única actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materia, y su
condición humana básica es la pluralidad. La acción se inscribe en una esfera de pluralidad

6
John Dewey, Democracia y Educación: una introducción a la filosofía de la educación, Ediciones Morata,
Madrid, España, 1920, Pag. 81.
humana y es, así, la condición esencia l de toda vida política, esa esfera pública de encuentro
entre los hombres en la que éstos aparecen ante los demás y confirman el hecho biológico
de su propio nacimiento. La acción es reveladora de quién es uno. Muestra quiénes somos
ante los demás. No se expresa. Por la acción aparecemos ante los demás (…) La capacidad
humana para la acción no es una capacidad que se pueda ejercitar en el aislamiento. Estar
aislado equivale a ser incapaz de acción. Para privar al hombre de acción, basta con
aislarle, con dejarlo solo, o bien privarlo de su distinción frente a otros hombres
vinculándolo a una masa. Impidiendo que los hombres tengan tanto vida pública como
intimidad o vida privada, logramos privarlos de la capacidad de acción 7.Es en la acción
donde la subjetividad puede darse a conocer por ser percibido y percibir a los otro. Es en la
acción donde se puede llegar a ser.

Ahora bien, las acciones de las subjetividades nunca se realizan en aislamiento, sino que
para realmente ser hay que ser percibidos por los otros. Eso se hace evidente con la propuesta
de que las acciones que realizan una subjetividad no serán ajenas a los otros, sino que ellos
se verán afectados por las consecuencias que la subjetividad realizara con la acción cometida.

Pero todo agente —o actor— es al mismo tiempo paciente. Al mismo tiempo hace, y sufre o
padece. Lo que un actor hace o comienza como agente, conforma una historia, un relato que
incluye sus consecuencias. Estas consecuencias, ilimitadas, las sufre tanto él como los
demás8.Este juego de acciones y consecuencias que las subjetividades se hacen a través del
tiempo, por lo que comienzan a formar la historia.

La historia es el conjunto de acciones que las subjetividades van realizando a través del
tiempo. Esto ocasiona una posibilidad de crear memoria y narraciones para los otros en la
posteridad. Es la posibilidad de ser percibidos por los otros del porvenir. Al ser percibido por
la posteridad, la subjetividad puede ser narrado, pero también puede llegar a ser narrador de
los otros que han dejado un peso histórico en la subjetividad del momento. Es decir, la
historia existe en cuanto es percibida por alguien, y mi historia, y la de los otros, solo puede
existir de esa manera.

7
Barcena, O.P., Cit., Pag. 64.
8
Ibid. Pag. 69.
Frente a la acción tenemos el concepto de “fabricación”. Debemos entender en el presente
ensayo el concepto de fabricación como lo entiende Arednt como una educación que moldea
al individuo bajo alguna idea prefabricada para que el individuo quepa dentro de una
estructura en la sociedad. Esta educación, que forma parte del proyecto moderno, priva la
capacidad de los individuos de posibilitar la alteridad, ya que cuando al individuo se le
moldea bajo un molde ideado se pierde en la mismidad.

El proceso de fabricación tiene un fin en el tiempo. Si la educación es fabricación no


acompañará toda la vida al ser humano en que ya está terminado. El individuo ya está
educado, fabricado. La formación ha finalizado. «Tener un comienzo definido y un fin
definido "predictible" es el rasgo propio de la fabricación, que mediante esta sola
característica se diferencia de las restantes actividades humanas.» Pero si la educación es
fabricación y, por lo tanto, finaliza, entonces la identidad deja de construirse. Aparece e l
sujeto orgulloso, que escapa al tiempo; surge el sujeto sustancializado, totalitario9.

La educación debe de posibilitar la conciencia de que el individuo pueda crear libremente sin
imposición alguna, por lo que en nuestro tiempo debe de repensar hacía donde lleva su
educación. La acción que Arednt señala me parece una alternativa adecuada frente a la visión
de “fabricación” de la educación moderna. Para concluir este punto, me parece pertinente
señalar una propuesta del pensador frances Remi Brague acerca de la educación en el que
debe de formar la conciencia de creación libre de la cultura y no la imposición de una
ideología sobre los individuos (caso del nacionalsocialismo o del comunismo de la URSS)10,
así se podrá hacer de la educación una guía para no repetir los estados totalitarios.

9
Ibid. Pag. 74.
10
Remi Brague, Moderadamente Moderno, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, España, 2016.
Ser percibido es existir o sobre la construcción del otro: Una vía a la democracia.

Hemos hablado de una alternativa a la educación de la fabricación que propone la


modernidad, el cual consiste en una “educación de la acción” desde el punto de vista de
Arendt. Ahora en este presente capitulo propondré que en la acción se tiene como fin el poder
dar la posibilidad de que los individuos construyan su subjetividad libremente pero que no
se cierren en ella (como en la mismidad del totalitarismo) sino que de una apertura a las otras
subjetividades para crear una comunidad plural el cual propicie la democracia.

Ahora bien, para comenzar a defender esta postura partiré de una premisa: el hombre por sus
acciones se va construyendo a través de la historia, y cuando se construye es percibido por el
otro, y cuando se es percibido la comunidad comienza a existir. Esto presupone que el yo
debe de salir de sí mismo y reconocer en el otro un distinto y un igual. Pero reconocer al otro
y que el otro me reconozca primeramente debo construirme y que el otro se construya. Debe
de haber dos subjetividades ya formadas que se reconozcan como subjetividades.

La cuestión es paradójica: el ser humano se capta a sí mismo a través del aprendizaje y de


la mediación de los productos que él mismo crea. Llega al entendimiento de sí mismo des-
identificándose, des-subjetivándose, saliendo de sí en pos de lo otro11.

Dentro de ésta propuesta educativa ¿Cómo se construyen las subjetividades? Anteriormente


hemos dicho que en las acciones humanas a través del tiempo van dando su “esencia” a los
hombres concretos, por lo cual, cada hombre y su comunidad, es decir cada pueblo, tiene su
propia particularidad histórica. De esas acciones históricas se van creando vivencias que los
individuos de la comunidad van simbolizando y conforme pasa el tiempo estos símbolos dan
identidad a la comunidad. Con el mundo simbólico creado a través de la historia, el conjunto
de individuos entiende que deben heredarlas para que su memoria y la de los otros aún este
en la descendencia, dando una identidad al individuo que acaba de nacer. En conclusión, la
educación no solo crea, sino que transmite el mundo simbólico que la acción crea a través

11
Barcenal, O.P., Cit., Pag. 100.
del tiempo. Es en el mundo simbólico donde el individuo y su comunidad crean una identidad
que compartir y que mostrar.

Todo hombre o mujer es, en gran medida, resultado de la cultura en la que ha nacido y en
la que ha sido educado. En la educación se transmite un mundo simbólico a través de los
relatos y las narraciones, un mundo atravesado de ficción que es necesario para que el ser
humano pueda configurar su identidad. En este sentido, educar es desarrollar una
«inteligencia histórica capaz de discernir en qué herencias culturales se está inscrito», en
una búsqueda de los orígenes, de la historia de la comunidad en la que hemos nacido12.

Ahora bien, si cada una de las subjetividades se ha producido a través del movimiento
temporal esto significa que cada uno tiene una “historia”, algo del que se puede contar,
aprender y enriquecerse. Visto de esta manera el otro puede enriquecerme con el
conocimiento de una vivencia que otra subjetividad he vivido de una manera distinta o que
simplemente no la ha experimentado. Las subjetividades si se entienden de esta manera verán
a los otros (otras subjetividades) ya no como una amenaza contra su mismidad, sino como
algo del que pueden aprender.

Esto lleva a la siguiente premisa: Si la subjetividad deja de ver al otro como una amenaza
contra su identidad, se puede proceder a la esperanza de crear una comunidad donde las
pluralidades subjetivas puedan crear un espacio común de convivencia. Es decir, posibilitar
la creación de una política democrática.

Citando a John Dewey: La democracia es más que una forma de gobierno; es primariamente
un modo de vivir asociado, de experiencia comunicada juntamente. La extensión en el
espacio del número de individuos que participan en un interés, de modo que cada uno ha de
referir su propia acción a la de los demás y considerar la acción de los demás para dar
pauta y dirección a la propia, equivale a la supresión de aquellas barreras de clase, raza y
territorio nacional que impiden que el hombre perciba la plena significación de su
actividad13

12
Ibid. Pag. 101.
13
J. Dewey, O.P., Cit., Pag. 82.
Esta propuesta no es realmente original, ya la misma democracia presupone que sean los
individuos los que elijan libremente su forma de crear el estado, sin embargo, creo es
pertinente señalar el peligro de que la democracia pueda tornarse “demogresca”. ¿A que me
refiero con esto? Que no puede existir una democracia sin autentica pluralidad. Parece
evidente, pero si vemos nuestra comunidad contemporánea la democracia que según
elaboramos no es más que una apariencia de ella, debido a que el Estado se ha encargado de
homogeneizar a la población de una manera sutil. Se respira, no cerremos los ojos, un clima
de “moralización” homogénea de tinte laicista.

La educación, como hemos dicho más arriba, no puede caer en el error de homogeneizar a la
población, ya que nuestro agora, nuestro espacio público, no sería más que una apariencia.
La educación debe de llevar a la formación de conciencia donde el individuo sepa que es
consciente de crear su propia subjetividad, tanto individual como colectiva, y que es él el que
toma las riendas del mundo simbólico que ha creado. Debe recordar también, que el otro no
es una amenaza (usualmente no lo es) para su identidad, sino que debe llegar a reconocer en
él otro que puede enriquecerlo, y por qué no, que puede corregirlo en algo en el que se esté
equivocado. La hospitalidad al otro es una comunidad es una muestra de ser conscientes de
ser herederos de una herencia de “otro” que me creo, me configuro y me dio un fin.

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