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PALEOLÍTICO Y NEOLÍTICO

Paleolítico significa “piedra antigua” y su nombre se debe a la


fabricación de una gran cantidad de utensilios con piedras.
Esta etapa comienza hace 2,5 millones de años con la
aparición de las primeras herramientas de piedra y finaliza con
el desarrollo de la agricultura por parte del homo sapiens
sapiens.

Los seres humanos vivían en clanes y bandas conformados


por grupos de familias de entre 25 y 100 integrantes que eran
parientes sanguíneos y culturales. Además, eran nómadas ya
que se trasladaban para recolectar vegetales, frutos, pescar,
cazar y recoger restos de animales muertos. Específicamente,
cazaban mamuts, bisontes, reptiles, renos, insectos, entre
otros. Luego de salir a cazar utilizaban la carne como pieles
para cubrir las tiendas y vestirse, también utilizaban colmillos
y dientes de los animales para la construcción de chozas y confección de adornos y los huesos para hacer instrumentos y
los tendones para fabricar cuerdas. Los primeros seres humanos habitaban en cuevas o tiendas construidas con palos,
pieles y barro con la finalidad de protegerse del calor, el frío y la lluvia. No obstante, no tenían residencia fija, sino que se
trasladaban constantemente en busca de: refugio, comida o escapando de los riesgos.

Neolítico es una palabra compuesta que significa “piedra nueva” y corresponde a un periodo de la humanidad en donde las
herramientas de piedra se perfeccionaron y presentaron una estructura pulimentada. Esta etapa comenzó hace unos
10.000 años con el descubrimiento de la agricultura a través de la comprensión de que los alimentos recolectados en los
campos eran semillas que podían almacenarse y plantarse. La agricultura sujetaba a la tierra a quienes la practicaban, ya
que exigía una serie de tareas a lo largo del año: arar la tierra, luego sembrar, regar el campo si las lluvias no eran suficientes
y, finalmente, cosechar las plantas ya maduras.

El ser humano se transformó en agricultor y empezó a asentarse en poblados haciéndose sedentario dejando de ir de un
lugar a otro sin establecerse en una residencia fija. Y, especialmente, lo hacía en zonas con abundancia de agua. La forma
de habitar característica de las sociedades neolíticas fue el poblado agrícola-ganadero. En un área no muy extensa (una o
dos hectáreas) se levantaba un conjunto de casas de madera, piedra y paja. Cada casa albergaba a una familia amplia, que
en su conjunto armaban una tribu de unas 100 a 200 personas que debía preocuparse de producir lo necesario para vivir.
Con el paso del tiempo, las tribus conformarán las primeras aldeas, base mínima para evolucionar, más adelante, al
surgimiento de las ciudades.

Los seres humanos empezaron a domesticar animales, tales


como aves y ganado, obteniendo carne, leche, lana y cueros.
Este mayor acceso a los alimentos permitió a la humanidad
almacenar para las temporadas de escasez y destinar de
tiempo libre para dedicarse a diferentes actividades, tales
como: fabricación de utensilios de arcilla, búsqueda de
alimentos y confección de vestimentas hechas con lana animal
o fibras vegetales. Con ello la mortalidad se vio reducida con
la mejor alimentación y con los beneficios de la vida sedentaria
que permitió cuidar mejor a niños débiles, a enfermos y
ancianos.

Finalmente, algunos conocimientos eran de gran valor para la


vida de la tribu y quienes los poseían adquirían mayor
prestigio. Era fundamental, por ejemplo, conocer los ciclos de
la naturaleza para definir los momentos precisos en que debían realizarse las diversas tareas agrícolas, lo que determinó la
elaboración de calendarios agrícolas. También se requería de la realización de ciertas ceremonias religiosas para
favorecer la fertilidad de la tierra, lo que solía estar a cargo de un sacerdote, es decir, un intermediario entre la comunidad
y las divinidades o espíritus protectores.

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