Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
1987
La Gran guerra actuó como “gran línea divisora” de la historia de América Latina. Su importancia
es notoria porque permite que América Latina entre de lleno en la política mundial. La intención
del libro es ver la Gran Guerra desde la Argentina desde un eje de preocupación: en la “relación
triangular” Gran Bretaña-Estados Unidos- Argentina (y en este caso con el añadido del cuarto en
discordia, Alemania). Finalmente, se busca hacer una historia científica, ajena a las epopeyas
partidarias.
OPINIONES
Manuel Galvez: Dos años de neutralidad por una conducta blanca y cobarde
Gabriel del Mazo: Se hicieron ocho sucesivas declaraciones de neutralidad, entrando a una suerte
de desesperación. La neutralidad fue un puro formalismo
CONFLICTOS
DECLARACIONES DE NEUTRALIDAD
La desesperación de los gobiernos sin juicio propio por “declarar” la neutralidad procede de un
espíritu de dependencia: rendido de antemano o por intereses o por sentimientos de inferioridad.
Y esta situación se complicó más cuando se encuentra la inevitable presión de los aliados, que
pretendían incorporar al país a la contienda.
Díaz Araujo, Enrique (1987), Apuntes de Historia Argentina Contemporánea. Tomo I. Mendoza:
FFyL UNCuyo.
f) “Ninguna nación debe ser obligada a ir a la guerra, ni impedida de hacerla cuando con ella
defiende su soberanía.”
i) "En el marco internacional, todas las naciones deben ser iguales en sus derechos y
obligaciones: no deben existir naciones grandes y naciones chicas, ni mucho menos
naciones privilegiadas y naciones marginadas.”
Sin embargo, en un primer momento se encontraba más alineado a Estados Unidos y en una
postura antitética con Inglaterra. Esto cambia a partir de acontecimientos bélicos muy
particulares:
Declaración alemana: Constata la guerra submarina, a raíz del bloqueo inglés, y por lo tanto la
advertencia a todos los buques y submarinos neutrales de un posible ataque en caso de ingresar a
zona bélica. La respuesta argentina fue de neutralidad, alegando que se ajustarían a las normas de
derecho internacional, y respetando de la misma forma a todos los beligerantes. Según Díaz
Araujo, esta posición tomada correspondería a la ausencia de un marco jurídico internacional al
cual remitirse con cierta seguridad. La Argentina podía lamentar la decisión germana, pero no
podía ignorar la realidad fáctica en que se apoyaba, especialmente que a sus expensas se había
aplicado el bloqueo de cereales con quien hasta 1913 había ocupado el segundo lugar en su
intercambio. Se adopta una política de reserva para seguir atentamente el curso de los
acontecimientos futuros. Sobre todo, cuando el presidente tiene que computar también dentro de
la realidad a una opinión interna mayoritariamente anglófila prácticamente hasta el servilismo.
La postura de Yrigoyen durante el conflicto bélico no dejó de tener esa neutralidad benévola con
los Aliados. Éste alegaba que la imprescindible inserción de la Argentina en el mercado mundial
había resultado desequilibrada en los términos del vínculo. Las mismas habíanse vuelto
progresivamente dominadas por Inglaterra y los otros países. No se oponía a esa inserción del
país, sino al referido desequilibrio. Aceptaba los aportes ingleses al país, pero al mismo tiempo
rechazaba sus abusos.
Alemania Utilización del submarino para torpedear el nervio vital del imperio inglés. Política de
arrogancia.
El 4 de abril de 1917, el carguero Monte Protegido fue hundido por un submarino alemán mientras
navegaba en aguas del Atlántico Norte. Iba cargado de lino con destino al puerto neutral de
Rotterdam. Era propiedad del armador Pablo Arena e izaba pabellón argentino. No obstante,
todos sus tripulantes eran noruegos.
Los funcionarios argentinos manifestaron que el hundimiento del buque constituye una ofensa a la
soberanía argentina que pone al gobierno de la república en el caso de formular la justa protesta y
la reclamación de las explicaciones subsiguientes. Alemania respondió por su parte que lamentaba
este hecho, consecuencia de la guerra intensiva, y que ofrecería en cuanto pudiera, ofrecer
respeto y saludo al pabellón argentino por la propia escuadra imperial.
Esto fue una victoria tajante y absoluta de la soberanía patria, y un costoso error para los
alemanes que develaron un sistema comercial de intercambios directamente localizado hacia
Imperios Centrales. Esto no solamente afectaba sus relaciones diplomáticas con la Argentina en un
momento crucial, sino que ponía al descubierto ante los Aliados los embarques “sin destino” que
venían maniobrando económicamente con los gobiernos argentinos.
El 8 de mayo de 1917 la cancillería argentina cursó una nota a todas las naciones americanas
neutrales en las que expresaba su voluntad de procurar entre ellas una inteligencia con motivo de
la guerra que cada día abarcaba mayor extensión en el mundo. La reunión se articularía bajo dos
conceptos: uno coyuntural, el de la guerra; y uno más amplio, el de la armonía de los estados
americanos que constituye un ideal político y un propósito al que prestaría su preferente atención.
La neutralidad actual es una cosa bien distinta a la antigua neutralidad. Ha dejado de ser una
actitud pasiva para convertirse en una forma de actividad. La neutralidad ya no es una situación,
constituye una política.
El congreso de los neutrales haría que la República Argentina no apareciera como una
individualidad aislada, sino que conglomeraría a su alrededor a todos los demás neutrales de
América; define un pensamiento, una actitud, una voluntad. Este proyecto de unidad
hispanoamericana no podía sino inquietar a los norteamericanos, dueños e inventores del
panamericanismo. No hace falta aclarar que quien fomenta y es el principal ideólogo de este
congreso es el mismo Yrigoyen.
Los norteamericanos reaccionan lógicamente ante esto, y se encargaron de sembrar entre las
diferentes cancillerías el rumor y la presión yankee, de que el congreso sería un fracaso. De
manera que cuando Yrigoyen señala las influencias inconfesables de los Estados Unidos que han
logrado sembrar entre las cancillerías de todo el sur, sabía de qué estaba hablando. El veto yankee
fue entonces el causante de este fracaso de reedición de la idea bolivariana de la anfictionía de
Panamá.
El 6 de junio de 1917, cerca del puerto francés de Tolón, fue hundida la barca velera del pabellón
argentino “Oriana”, cuyo puerto de destino era Génova. Aquí nuevamente se permitió el
salvamiento de la tripulación,
El 22 de junio, en las cercanías del Peñón de Gibraltar, un submarino alemán hundió al carguero de
matrícula argentina “Toro”, de dueños argentinos y mayoría tripulante argentina. Transportaba
lanas, carnes, grasas, cueros y taninos. Nuevamente se respetó a la tripulación. Coincidentemente
también se dirigía al puerto de Génova.
Pero acá la Argentina, segura de su derecho, se jugó a fondo en defensa de los principios de
neutralidad. Alegaron que, ante la reiteración del hecho, las satisfacciones morales y las
indemnizaciones del daño material eran insuficientes para salvar el derecho vulnerado.
Reclamaban entonces que además del desagravio moral y de la reparación del daño, la seguridad
del gobierno alemán de respetar en lo sucesivo a los barcos argentinos en su libre navegación de
los mares.
Esto consistía en un gran desafío: pretender la seguridad de respetar la libre navegación de los
mares era una verdadera temeridad. Los diarios de Buenos Aires pensaron que al final estaban
ante un casus belli. Entretanto, la respuesta alemana demoraba. El 24 de julio respondía a la
Argentina que el incidente era producto de la aplicación de las reglas generales internacionales del
derecho en la guerra marítima. Evidentemente una respuesta que no satisfacía para nada la
demanda. Seguido de este hecho, el gobierno argentino (Yrigoyen) afirmaba que las convenciones
que aquéllos afirman le son extrañas o por imposiciones de una lucha en la que no participaban.
No es posible que sus productos naturales se califiquen en momento alguno como contrabando de
guerra. Ahora entonces reafirma su reclamo: reparación moral y material, libertad de los mares y
los productos argentinos no son contrabando de guerra. La respuesta alemana fue un triunfo
absoluto para la Argentina. Confirmaron todas las demandas que había efectuado Yrigoyen.
En medio de este conflicto, se menciona un rumor sobre la firma de un protocolo secreto con el
ministro de relaciones exteriores de Alemania en Argentina, Karl Luxburg. Este tratado habría
consistido en que el gobierno argentino procuraría que no salieran más buques con su bandera
para hacer viajes a través de las zonas de guerra. Varios autores afirman que el protocolo fue
rechazado por Yrigoyen, quedando firme la declaración pública alemana.
Luxburg informó a su gobierno para que cumpliera estrictamente lo prometido a Yrigoyen a fin de
evitar complicaciones inconducentes. Y si llegaba el caso de que la marina alemana considerase
que algún buque de bandera argentina debía hundirse, lo hiciera sin dejar rastros porque el
canciller Honorio Pueyrredón notorio asno anglóflio esperaba la oportunidad para romper
relaciones. Esta última información ha podido conocerse gracias a que forma parte de uno de los
tres telegramas interceptados por los ingleses y publicados por los norteamericanos el 7 de
septiembre.
Como fuere, lo cierto es que, a la época del hundimiento del Toro y sus públicas tratativas, el
supuesto arreglo secreto de mayo estaba denunciado de hecho. Posteriormente navegaron
buques argentinos hacia los puertos aliados o neutrales sin ser molestados jamás y que el fue
liquidado fue Luxburg. Todo esto huele en realidad a una guerra psicológica. Los norteamericanos
y sus amigos nativos no podían tolerar el éxito de Yrigoyen frente a los alemanes.
En julio de 1917, los norteamericanos aprovecharon la coyuntura para enviar una escuadra
encargada de patrullar el Atlántico Sur (realizado hasta entonces por los ingleses), con el muy
notorio propósito de hacer sentir a Argentina, su fuerza y obligarla al alineamiento forzoso. La
visita de barcos norteamericanos durante cuatro o cinco días obligaría a la Argentina a revocar su
neutralidad. El embajador de los Estados Unidos lo hace saber al gobierno: la escuadra entrará en
el puerto de Buenos Aires incondicionalmente. Yrigoyen le contesta que no permitirá la entrada
de barcos en el puerto. El embajador le pide que desista de su actitud y que solicite la entrada de
los barcos como visita de cortesía. Finalmente, el gobierno los acoge y el diario oficial da un
almuerzo a la marinería. Hay un cálido recibimiento, especialmente de parte de los aliadófilos;
pero no se logró la buscada pérdida de la neutralidad.
7) Telegramas Luxburg
El 12 de septiembre el gobierno argentino declaró que el conde Karl Von Luxburg había dejado de
ser persona grata, quedando así terminada su misión diplomática cerca del gobierno argentino. El
gobierno alemán lamentó vivamente lo ocurrido y desaprueba en absoluto las ideas expresadas
por Luxburg en los telegramas publicados por sus adversarios, sobre la forma de hacer la guerra de
cruceros. Esas ideas eran puramente personales. Ellas no tuvieron ni habrían tenido ninguna
influencia sobre la decisión y las promesas de gobierno imperial.
Como vemos, el gobierno argentino actuó contra Luxburg y no contra su gobierno. La renuencia
del presidente a utilizar la conducta de aquel como causa de ruptura de relaciones no satisfizo a
amplios sectores de la prensa argentina, la población y el Congreso. El presidente parecía más
molesto con Norteamérica por publicar sin consentimiento suyo cables reservados atinentes a
hombres y cosas de su país.
CONCLUSIONES