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Hace no más de dos días en Brasil, el expresidente de Uruguay, José Mujica, afirmó que
a Latinoamérica le falla la integración política, y que además, hay muchos discursos,
muchas fotos y muchos banquetes pero no hay un real avance en un tema supremamente
relevante en la política exterior de todos los países latinoamericanos, como lo es la
posible (pero paulatina) configuración de una unificación de políticas, regímenes e
instrumentos entre los Estados que quieran hacer parte de dicha iniciativa para consolidar
a América Latina como una región sólida y competitiva en el sistema internacional.
Para comenzar con este escrito, es necesario dejar claro que se entiende por Integración
de Estados en términos políticos y económicos, con qué motivo se hace y porque no se
ha consolidado como una integración capaz de negociar acuerdos con los mercados más
poderosos. Podríamos definir una integración, como un modelo de unión de Estados que
intrínsecamente están inmersos en un proceso de unificación política, económica, social y
cultural. En cuanto a lo político, supondría una unificación de aspectos jurídicos, políticas
de defensa común, un marco y unos objetivos en cuanto a relaciones exteriores; en
cuanto a lo económico, se esperaría una integración en cuanto a políticas
macroeconómicas, sistemas salariales, relaciones comerciales, sistemas tributarios y
fiscales, entre otros. Por último, encontramos el componente social y cultural, que traería
consigo el libre tránsito de personas entre los Estados vinculados, los temas asociados a
la ciudadanía dual (enfocado a la región latinoamericana) y a todo lo relacionado con
seguridad social. En el contexto latinoamericano, la integración es concebida por muchos
expertos como un camino que debería posibilitar que mejoren las condiciones para la
inserción internacional, que otorguen una sustentabilidad real, y que pueda llegar a
constituirse como un genuino proyecto político estratégico con miras al corto y largo plazo
(Altmann, Beirute & Rojas, 2012).
Es bajo todo este contexto histórico, que surge la propuesta de la CELAC, La Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que busca llenar el vacío integracionista y
quiere demostrar ser un proyecto político estratégico como actor importante y unido en el
sistema internacional. La creación de esta, se atribuye principalmente a los esfuerzos
unidos de los dos “pesos pesados” de la región: Brasil y México, basados en el deseo de
concertar una integración que tenga como pilar el sentido de soberanía regional frente a
actores externos, junto con principios característicos de uniones de Estados, como lo son
la cooperación y la solidaridad intralatinoamericana y caribeña, y que además, pueda
imponer férrea resistencia a las imposiciones que pudiesen provenir desde fuera de la
región (Rojas Aravena, 2012). Cabe resaltar que EEUU no pertenece a la CELAC, pero sí
lo hace Cuba, lo que podríamos interpretar como una clara contraposición a la OEA, la
cual es, ampliamente reconocida, como un mecanismo más de control de los Estados
Unidos sobre los Estados latinoamericanos. Además de esto, y como lo afirma Rojas
Aravena, la CELAC es una entidad distinta, con una identidad latinoamericana más
marcada y que no va en contraposición de la ya mencionada OEA, y que tampoco quiere
ir en contra de otros organismos subregionales como la Asociación de Estados del Caribe
(AEC), la Comunidad del Caribe (CARICOM), el Sistema de la Integración
Centroamericana (SICA) y la UNASUR.
Referencias Bibliográficas
Altmann, J., Beirute, T., & Rojas-Aravena, F. (2012). Integración política: Un nuevo
camino hacia la integración latinoamericana. Costa Rica: Facultad de Ciencias
Sociales. Recuperado de http://www. corporacionescenarios.
org/zav_admin/spaw/uploads/files/Biarritz11. FLAC SO. pdf.