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Los Actuales Místicos Lémures de

California
Débora Goldstern

Continuando con nuestros relatos subterráneos de Shasta, hoy es el turno de citar uno de los
libros clásicos del tema: “Lemuria, el continente perdido del Pacífico: la gente misteriosa del
Monte Shasta” (1959) de Wishar S. Cervé, integrante de la agrupación rosacruz norteamericana,
Gran Logia Suprema de Amorc, a quién se le encargó la tarea de hacer público algunos documento
sobre Lemuria, continente desaparecido que una vez se extendió en el Océano Pacífico.

Cervé tardó diez años en compilar todos los datos que luego fueron la base de su obra,
considerado un libro de culto sobre el tema.

Este pasaje que citamos a continuación, corresponde al Capítulo XII “Los Actuales Místicos
Lemures de California”. Hay muchas pistas en este escrito, que conecta con otros post
subterráneos que integran nuestro menú y que luego invitamos a revisar. El lector observador
sabrá leer entre líneas y estará atento a las señales.

“El actual lago Klamath ocupa tan solo una corta porción de superficie en el ángulo nordeste de
Siskiyou, mientras que en otro tiempo ocupaba todo este condado y parte del contiguo. En este
lago se proyecta hoy una pequeña península, que es el residuo de una gran montaña donde
estuvo ubicada una de las colonias de los lemurianos supervivientes.

En las rocas de esta península se ven grabados unos signos de escritura criptográfica o jeroglífica,
que la ciencia moderna no ha sido capaz de interpretar. Hay millares de estos caracteres
criptográficos, de los que reproduce el grabado alguna de las principales muestras.
Quienes intentaron descifrar estos caracteres, se dieron cuenta que revelan una escritura
uniforme, pero no lograron descubrir el alfabeto o clave capaz de interpretar lo allí escrito para
que las futuras generaciones conocieran la índole de las colonia ubicada en las orillas del lago, y lo
concerniente a la catástrofe que allí los llevó y las luchas que hubieron de sostener en defensa de

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su vida.

Por mi parte encontré cierta analogía con algunos otros también lemurianos, en que aparece la
cruz según veremos más adelante.

Conviene advertir que, desde muy antiguo, ciertas partes del país del lago Klamath y de su cuenca
tienen nombres extraños y hace un siglo se creían que eran nombres dados por los indios en su
idioma; pero un más detenido estudio de tales nombres ha demostrado que ya existían mucho
antes de que los indios pudieran haberse establecidos en aquel país y que no son nombres indios.

Los arqueólogos convienen que la mayoría de los caracteres criptográficos aparecen grabados en
rocas que en diferentes períodos estuvieron sumergidas en el agua o emergidas de la superficie, es
decir, debajo del agua, según el período y que por lo tanto datan de hace muchos siglos, de suerte
que sucesivas generaciones futuras fueron aumentando dichos escritos con objeto que la historia
de su pueblo alcanzara a una época relativamente moderna.

Otras circunstancias muy significativas es que en algunos puntos de estas escrituras aparece el
roble sagrado de la antigua fraternidad mística de los druidas, y en otros puntos se ve la lámpara
sagrada de la misma fraternidad.

Se sabe que eventualmente tuvieron los druidas el centro de su actividad en las Islas Británicas, y
en el norte de las Galias al principio de la era cristiana. A parte de esta prueba de relación entre las
Galias y la colonia lemuriana de Klamath, tenemos la positiva que los autores de esos extraños
caracteres contribuyeron a la formación del sánscrito y del latín y por lo tanto, pertenecieron a las
cultas y civilizadas razas que derramaron la cultura literaria por varias partes del mundo. Ejemplo
de ello nos da la circunstancia que los indios modocos, establecidos posteriormente en el valle del
lago, lo llamaron “Valle del Conocimiento”, porque encontraron señales evidentes de que aquel
lugar había sido el centro de instrucción de antiguas tribus.

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Los indios norteamericanos llamaron a este Valle del Conocimiento el “Walla-Was-Skeeny”, que
significa también “Valle del Conocimiento”; pero las palabras de aquella denominación no
correspondían con la de su dialecto, sino que habían heredado dicho nombre de los descendientes
de las primitivas tribus que allí vivían cuando llegaron los indios y que la palabra “Walla-Was
Skeeny”, era un intento de pronunciar la palabra latina Vallis Sentía. Así mismo se descubrió que
los indios modocos habían heredado la palabra “wocus”, para el nombre del lirio, que en latín es
lotus.

Estos mismos indios llamaron moinia a las ruinas de un recinto amurallado que los lemurianos
habían construído en la cumbre de una montaña al norte de Olene, en el condado de Klamath, y
en latín es munitio toda obra de fortificación, reparo y defensa. A las colinas las llamaban collil,
que en latín son collis. Por otra parte aparecen en la toponimia algunos indicios del léxico griego,
pues a una montaña la llamaban Mu-Pi, en cuyas dos sílabas se reconoce dos letras del alfabeto
griego.

Valga decir de paso, que cuando los primeros exploradores de esa parte de California descubrieron
a los indios modocos y observaron los caracteres criptográficos de las rocas, los indios dijeron que
nada tenían que ver con el origen de dichos caracteres ni sabían interpretarlos. Además, los
filólogos que estudiaban el lenguaje hablado y escrito de los indios afirmaron que los caracteres
del lago Klamath eran totalmente distintos de los de la escritura de cualquier indio
norteamericana.

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Se ha dicho que hace muchos años, la comarca contigua a estas extrañas escrituras quedaban
nocturnamente iluminada por luces blancas, sin que nadie pudiese indagar la causa de semejantes
luces, pues en aquel entonces no se conocía la luz eléctrica en aquel distrito ni había señales de
fogatas en parte alguna.

Este elemento de las luces extraña interviene a menudo en los misterios de California. En algunas
partes del país y en ciertas noches de cada mes aparecen iluminados los picos de las montañas o
se ve entre los árboles de los grandes bosques una extraña luz blanca muy parecida a la del
magnesio que usan los fotógrafos, pero que subsiste durante algunas horas, sin que modo alguno
hayan podido averiguar su causa los investigadores.

Así por ejemplo, en el año 1930, reapareció en las laderas del oriente de San José, a unos tres
kilómetros de la Misión, una luz blanca que ya había aparecido hace cincuenta años y se difundía
por el espacio de muchos metros por el Valle de Santa Clara, como si tuviera un foco en medio de
un espeso bosque y que sobrepusiera a los árboles. Se veía claramente desde la Bahía de San
Francisco.

Al principio creyeron algunos que aquella era una señal


convenida que hacían los clandestinos fabricantes de
licores, para avisar algunos barquichuelos de la bahía;
pero las indagaciones hechas durante el día no
descubrieron ni rastro de casa, choza ni cueva de nada
que indicase fuego. Finalmente se encargó a varios
agrimensores que trazaron el paso al exacto punto en
que por la noche se veía la luz y resultó ser un denso
grupo de árboles en la falda de la montaña, sin vivienda
alguna por aquel paraje ni señal de hojas quemadas en
el suelo. El alumbrado eléctrico no se conoce en aquel
distrito montaneros y uno de los inescrutados misterios
que preocupan a muchos pensadores es cómo puede
producirse una luz que dura largo rato sin dejar señal ni
rastro de su aparición.

Por otra parte, en prueba de que estas luces pueden relacionarse con alguno de los misterios de
Lemuria y sus habitantes, tenemos las fascinadoras leyendas del Monte Shasta, ubicado en la
extremidad de la sierra septentrional de Sierra Nevada, en el condado de Siskiyou, a pocos
kilómetros del Lago Klamath. Dicho monte es el cráter de un volcán apagado, con 4.312 metros de
altitud. Los geólogos infieren de las profundamente estriadas laderas de esta montaña, que en un
tiempo era mucho mayor su altitud; pero que se ha hundido el terreno en que se asienta y la
acción corrosiva de los hielos la fue desgastando.

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Hay cerca de allí otra montaña de 2.772 metros del altitud que da pruebas de ser el resto de su
primitiva ingencia. El cráter de Shasta todavía es susceptible de reavivarse, pues inmediatamente
del bajo del tope hay un respiradero sulfuroso y otros dos en la estribación septentrional, que
echan humo e irradian calor, con riesgo que un día sobrevenga una no muy violenta erupción del
volcán.

Pero hubo un tiempo en que era la montaña de Shasta la más alta de California. Ofrece una
hermosa vista con sus cimas cubiertas de nieve la mayor parte del año y se ve desde muy lejanas
distancias. Las corrientes fluviales de la comarca son de excelente calidad y fertilizan el suelo,
remontándose su antigüedad a la de las demás partes de California. A oriente del volcán, está el
famoso bosque de Shasta, cuyo centro dista algo menos de cincuenta kilómetros del pie del volcán
y la tierra de entre éste y el bosque es baja y la surcan suaves arroyos. Aunque poco conocida esta
comarca, la recuerdan millares de personas que la han contemplado desde ventajosas posiciones.

Durante siglos los habitantes del norte de California y los turistas, exploradores, funcionarios
públicos, científicos, escritores, novelistas, artistas y curiosos, enfocaron su atención en los
extraños sucesos de esta comarca. Hace muchos años era muy frecuente escuchar en el norte de
California relatos acerca de apariciones de personas que salían de los bosques y retrocedían para
esconderse cuando alguien los veía. De cuando en cuando, uno de aquellos extraños personajes,
raramente vestidos, se acercaba a una aldea y cambiaba pepitas y polvo de oro por algunas
modernas mercancías.

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Estas extrañas gentes no solamente lo eran por su traje, completamente distinto de lo usual entre
los indios norteamericanos y especialmente de California, sino por el color de su rostro, facciones,
talla, agilidad y gracia, con aspectos de ser muy viejos y sin embargo, sumamente viriles. Tenían
traza de extranjeros, pero con cabeza más voluminosa, más ancha frente y un tocado que tenía un
especial adorno que les caía por el centro de la frente hasta el caballete de la nariz, con lo que
ocultaban parte de la frente a las miradas de los que hubieran querido examinarla.

En pasado tiempo se veían en el centro de los bosques, grandes fogatas cuyo resplandor disipaba
la oscuridad de entre los árboles. Entre la fogata del observador se veía de cuando en cuando,
pasar la silueta de extrañas figuras iluminadas por el resplandor de la hoguera.

Otras veces, cuando el viento era favorable, se escuchaban mágicas canciones acompañadas de
fantástica música cuyos sones vibraban en dirección de una cercana aldea.

Todos los intentos de los investigadores que vinieron a este distrito para observar lo que sucedía,
dieron por resultado los mismos fenómenos, que también presenciaron muchas personas que
previamente no habían oído hablar de ellos, y esta circunstancia comprueba señaladamente la
veracidad de los relatos.

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Al investigadores se les tenía por intrusos, pues cuando uno de ellos llegaba cerca del foco de la
luz y de los sones, se le aparecía un sujeto de extraña facha y gigantesco corpacho que se lo
cargaba a hombros y lo ponía fuera del distrito, o bien se sentía el investigador invadido por una
fuerza extraña que le impulsaba a escapar más que de prisa o esta misma fuerza lo clavaba en su
sitio sin permitirle pasar delante ni moverse en otra dirección que la del retroceso para irse por
donde había venido.

Así continuaron durante muchos años los relatos de estos extraños fenómenos, hasta que el
famoso científico, el profesor Edgard Lucin Larkin, director del observatorio astronómico de Mont
Lowe, en el sur de California, descubrió unos cuantos misterios relacionados con este misterio de
la California septentrional.

Mientras experimentaba probando las nuevas características de


un en telescopio de largo alcance, lo dirigió hacia el Norte y
después al Sur de su situación, a lo largo de las cimas de la
cordillera en que hacía muchos años estaba ubicado el
observatorio, con el objeto de calcular el tiempo diurno que
había de servirle para el trazado de una nueva escala de
distancias. Aseguró Larkin que jamás había oído hablar de los
misteriosos fenómenos que ocurrían al decir de las gentes en el
distrito de Shasta, y probablemente no hiciera gran caso de ello si
lo oyera. Asestó el telecopio a la cumbre del Shasta, con el
propósito de comparar estas cifras con las obtenidas en su nueva
escala de distancias, movió el telescopio de modo que en el
campo de visión queda incluída la parte inferior de la falda
oriental del Shasta, creyendo solo vería las copas de los árboles
del fondo, cuando le sorprendió el espectáculo de una luciente superficie curva completamente
desconocida hasta entonces.

Como quiera que el sol hería aquel reluciente objeto ubicado entre los árboles, semejaba aquella
vista la de la dorada cúpula de un templo oriental. A intervalos de unos veinte minutos iba Larkin
anotando sus observaciones y según fue el sol adelantando en su aparente carrera, acabó por
descubrir que la columbrada superficie eran dos cúpulas que sobresalían de la copa de los árboles
cercanos al Shasta y que a muchos metros de distancia se veía parte de una tercera cúpula.
Moviendo de nuevo el telescopio descubrió entre los árboles, el ángulo de otro edificio al parecer
de mármol.

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Como quiera que Larkin estaba seguro que no había tales construcciones en el norte de California
y mucho menos en el distrito de Shasta, mantuvo fijo el telescopio en la última posición para
observar qué aspecto tomaban aquellas cosas durante la puesta del sol y por la noche y mucho fue
su asombro al observar una vez cerrada la noche, que alrededor de las cúpulas brillaban varias
luces, al parecer blancas, que las iluminaban en parte y las hacían visibles, aunque no era noche de
luna.

Anotó escrupulosamente Larkin sus observaciones y esperó la salida del sol para proseguirlas,
descubriendo por nueva variación del telescopio, una columna de humo que se levantaba entre
los árboles y parte de otro edificio.

Después de una semana de estudiar el asunto, decidió llevar más adelante las investigaciones y a
su ejemplo otros científicos decidieron explorar el distrito hasta donde les fuese posible y
compilaron los informes recibidos de las gentes del país, de los que se vino en conocimiento que
hubo tiempo en que un anciano personaje había aparecido en el distrito, marchándose a pie a la
ciudad de San Francisco, donde lo recibió una comisión de ciudadanos opulentos, que lo
acompañaron a la Casa de la Ciudad, donde se celebró una ceremonia secreta.

Quienes vieron al anciano personaje acompañado de tal suerte, dijeron que en la vida habían visto
tanta nobleza y a la par humildad y majestuosa prestancia. Nunca se supo quién era ni a que fue a
San Francisco y aún la misma fecha de esta visita no se quiere revelar a los investigadores; pero el
relato es de real conocimiento y concuerda con otros relatos de análogas visitas por partes de

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extraños personajes al distrito. A varios vecinos que tenían su vivienda al pie del Shasta, se les vio
inesperadamente en medio de la carretera, vestidos de blanco, con sandalias, larga cabellera
rizada, de alta estatura y majestuoso aspecto, pero que se retraían de la pública atención, pues
apenas intentaba retratarlos un fotógrafo o si alguien se acercaba para hablarles, desaparecían
repentinamente, diciendo uno que se habían ocultado en los bosques lindantes con la carretera,
mientras que otros aseguraban que habían desaparecido en la sombra.

Quiénes de estas extrañas gentes han ido a perpetrarse en las aldeas aledañas, especialmente en
Leed, hablaban un inglés correcto, con ligero acento británico y nunca quisieron decir nada acerca
de ellos. Siempre pagaron las mercancías que compraban en pepitas de oro de valor mucho más
subido que de el género comprado, sin que aceptaran compensación, pues decían que para ellos
no tenía el oro ningún valor ni necesitaban para nada el dinero.

Quiénes han observado de lejos las ceremonias de estas extrañas gentes alrededor del fuego a
medianoche, aseguran haber contado de cuatrocientas a quinientas siluetas en sólo un lado del
fuego, cuyo origen y naturaleza se desconocen, pues desde luego no son fogatas de leñas o de
malezas ni lámparas de aceites ni gasolinas, porque la luz es blanca tirando a violada.

En cierto punto de la ceremonia de medianoche hieren las copas de los árboles, rayos de brillantes
luz que iluminan el firmamento y tiñen el borde de alguna baja nube. También iluminan estos
rayos la parte superior de los edificios y especialmente las cúpulas que parecen chapadas de oro.
Cuando por estar iluminados los edificios se los puede observar más detenidamente, parecen
como si fuesen entonces de mármol y ónice.

Al salir el sol se celebra entonces una ceremonia análoga, pero más curiosa, por las luces en las
partes sombrías del bosque. La única clave de estas ceremonias es la reproducción escultórica en
unas estelas semejantes a las de Egipto, ubicadas en los linderos del bosque.

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En una de esas estelas se ven muchos jeroglíficos debajo de los cuales aparece cuidadosamente
esculpida en inglés una inscripción que traducida dice:
“CEREMONIA DE ADORACIÓN A GAUTAMA”.

Indican los jeroglíficos que esta ceremonia se celebraba al salir el sol, al ocaso y a medianoche, y
que la palabra “Gautama” significa el continente americano.

Es posible que estas ceremonias tuviesen carácter de acción de gracias, por haberse salvado sus
descendientes de la catástrofe que hundió el continente lemuriano excepto la pare oriental donde
lograron refugiarse.

Los relatos que atribuyen místicas facultades a estas gentes, se escuchan con incredulidad y
desconfianza, aunque el lector puede interpretarlo como guste. Por ejemplo, se dice cuando en
varias ocasiones estallaron incendios en los bosques de California, al acercarse las llamas al de
Shasta, se levantó del suelo ocupado por aquellas gentes una densa niebla que rodeó como una
muralla todo el territorio, sin que las llamas pudieran atravesarlas.

Algunos indígenas de aquel distrito se complacen en acompañar a los escépticos e incrédulos a


que de vuelta por allí y vean el cinturón de árboles quemados que señalan el círculo en donde se
detuvo el incendio. Dentro de este círculo abundan lo árboles milenarios de talla gigantesca, sin la
menor huella del incendio que abrasó los árboles cercanos.

Dicen otros que intentaron penetrar en automóvil en aquel distrito y al llegar a cierto punto se les
apareció una luz y el coche perdió la acción, como si los detuviera un circuito eléctrico, viéndose
precisado los pasajeros a bajar del auto, empujarlo hacia atrás unos treinta metros y virar en
redondo, para que el motor volviese a funcionar.

También se refiere que a veces salieron del bosque rebaños de reses completamente distintas de
cuantas se conocen en América, pero antes de alejarse mucho por los vericuetos, quedaron los
animales espantados por alguna señal invisible y de pronto dieron vuelta entera y retrocedieron al
lugar de dónde habían salido.

Muchos otros testimonios hay de gente que aseguran haber visto surgir de los bosques una
especie de barcos que volando por encima de las montañas de Californias fueron a bogar por las

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aguas del Pacífico.

Los marinos han visto barcos semejantes en alta mar, que se levantaban en los aires para aterrizar
en alguna isla del Pacífico, y no falta quién los viera tan hacia el norte como en una de las islas
Aleutianas.

Hace poco tiempo, unos deportistas que jugaban al golf en uno de los campos cercanos a Sierra
Nevada, vieron en los aires un extraño barco que parecía de plata, y desapareció de su vista tras
las cumbres de las montañas.

Acaso la más verosímil explicación de lo que se observa en este distrito es que allí subsisten
centenares de lemurianos que con su trabajo satisfacen sus más imperiosas necesidades y se
mantienen aislados, como se mantuvo el otro grupo de lemurianos que hace muchos años vivió en
Santa Bárbara. Pero su poblado está sólo en parte en la falda del Shasta, pues atraviesa la
montaña un túnel que da a un vasto recinto en el que se asienta una ciudad de extrañas viviendas,
de las que salen el calor y el humo que parecen surgir el cráter del volcán. Esto no es cuento
peregrino, pues hay datos demostrativos de la existencia en México de otros grupos de
descendientes de Lemuria, que moran en el centro de un volcán apagado, retraídos de toda
mundana observación”.

Fin primera parte ..

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La otra cara de las revelaciones del Monte Shasta - Una mirada
Crítica - Débora Goldstern
Débora Goldstern©

Monte Shasta

Hoy Crónica Subterránea se posa sobre un tema que aunque ya tratado en alguna oportunidad
dentro del blog, sentimos requiere una aproximación mayor, y que tiene al Monte Shasta, como
protagonista absoluto de nuestra pesquisa.

Este enclave norteamericano que se yergue en las montañas californianas, es uno de los centros
más convocantes en cuanto a misticismo se refiere, y reverenciado desde la antigüedad por
muchos pueblos indígenas de la región. Sin embargo, su ascendencia ganó notoriedad a partir de
los años noventa, cuando la explosión New Age, estaba en auge, dando nacimiento a la era de los
canalizadores modernos.

Valga decir que el legendario Monte Shasta, siempre fue asociado con historias de tesoros
perdidos de supuestas civilizaciones desaparecidas, fenómenos de corte ufológico, así como
extrañas formaciones de nubes, sin olvidar su principal vinculación que tiene al mundo
subterráneo como uno de sus tópicos centrales.

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Aunque dentro de este informe algunos de estos puntos vamos abordar, nuestra mirada se va a
centrar en cierta información canalizada, la cual hace referencia a la tierra hueca, o mejor dichos
los mensajes de Telos, que a pesar del fraude evidente sigue viéndose como un relato fidedigno
emitidos por los intraterrenos, que muchos afirman tienen su residencia en el interior del Monte
Shasta.

Veamos.

Dianne Robbins

La historia se remonta a los tempranos noventa, cuando una escritora y canalizadora


norteamericana, Dianne Robbins, publica, “Telos: original transmission from the subterranean city
beneath Mt. Shasta, 1996, y que en castellano se rebautizó como “Telos: sale el llamado desde la
tierra hueca y las ciudades subterráneas”, en el 2003 le seguiría una continuación “Messages from
the Hollow Earth”. Examinando el prólogo de ambos materiales encontramos la siguiente
revelación, y que pone en la pista de un nombre clave dentro de la saga telosiana, Sharula Dux.

“A principios de los 1990, leí un boletín acerca de una mujer llamada Sharula, nacida en Telos, una
Ciudad Subterránea ubicada bajo el Monte Shasta, California. Ella salió a la superficie en 1960.
Ahora vive en Santa Fe, Nuevo Méjico con su esposo Shield. En los años anteriores a su mudanza a
Santa Fe, la conocían en el área de Monte Shasta como Bonnie.

En su boletín Sharula escribió acerca de la vida en Telos, y acerca de otras ciudades Subterráneas
que existen bajo la superficie de la Tierra. Ella escribió acerca del Maestro Ascendido y Alto
Sacerdote de Telos, llamado Adama. Poco después de leer acerca de Adama, él me contactó
telepáticamente y me preguntó si tomaría sus mensajes. Verán, nuestros pensamientos salen al
Universo y nos conectan instantáneamente con quienes sean en que estemos pensando”.

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Sus libros trataban en extenso la supuesta comunidad lemuriana, a la cual describía como una
sociedad superviviente de un tremendo cataclismo, el cual buscó refugio en las entrañas de la
tierra, y que actualmente continuaría en actividad, leyenda, muy en sintonía, con los relatos que
circulaban en la zona acerca del pasado de Shasta. La Robbins invocaba además la presencia de un
mentor, Adama, el cual funcionaba como su catalizador subterráneao, y cuyos mensajes decía
canalizar. Aunque sin presentar ninguna evidencia concreta que avalara su relato, sus ediciones se
convirtieron en un clásico dentro de la naciente comunidad internauta, expandiéndose
rápidamente como una historia aceptada por los seguidores de la vida intraterena. La Tesis de la
Tierra Hueca volvía a la palestra, y más viva que nunca.

Pero volviendo a nuestro dato estrella como decimos en el prólogo enunciado, se aludía a un
nombre, Sharula, y que más tarde supimos se apellidaba Dux. Aunque la Robbins se hace suyo el
mensaje de esta misteriosa mujer, Sharula Dux, es en realidad la verdadera precursora, aunque
como veremos en el trascurso de nuestra investigación, es solo la punta del meollo.

La princesa Sharula Aurora Dux como se la conocía en los algunos círculos esotéricos de Estados
Unidos, se presentaba como nativa del estado de Nuevo México, siendo acompañada por su
esposo, Shield Dux, quiénes son uno de los promotores del colectivo conocido como World
Ascension Network.

En otra parte de su “biografía oficial” se mencionaba que su verdadero nacimiento fue en la


ciudad subterránea de Telos, siendo sus padres Ra y Rana Mu, agregándose que fue designada
como embajadora para el mundo de la superficie de la red de Agartha. Se cree tiene 236 años,
pero aparenta 30 …

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Su primera manifestación oficial como “embajadora del mundo subterráneo”, fue publicar Secrets
of the Subterranean City (Secretos de Ciudades Subterráneas), 1995, una especie de manifiesto
divido en cuatro partes que entre otras revelaciones contenía lo siguiente:

“Telos era el nombre del gran parte de lo que es hoy el suroeste y mucho de lo que es conocido
hoy como California, Telos significaba “comunicación con el espíritu” “uno con el espíritu”
“entendimiento con el espíritu”. Fue construida para albergar un máximo de 2 millones de
personas. Cuando los cataclismos empezaron sólo 25.000 personas se salvaron. Muchas fueron
traídas a Telos antes de que los cataclismos empezaran, pero cuando empezó una segunda serie
en Lemuria los volcanes entraron en erupción tan rápido que había tantos escombros en el aire
que aunque pretendían salvar al menos un millón de personas de la tierra principal, sólo pudieron
salvar 25.000”.

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Monte Shasta - La Leyenda de J.C. Brown - Débora Goldstern

El personaje principal de la siguiente historia es un elusivo hombre llamado J.C. Brown, quien, en
1904, era un empleado de la Lord Cowdray Mining Company de Londres, Inglaterra. El fue
empleado para buscar metales preciosos en esta región de de vetas de oro, y mientras que estaba
aquí, se topó con una sección de roca en el frente de un peñasco que parecía no concordar con la
formación que lo rodeaba. Mientras que estaba examinando esta piedra curiosa, notó que
bloqueaba la entrada a lo que parecía ser una cueva. Brown, que era un geólogo, pensó que toda
la escena no era natural y comenzó a cavar en la entrada de la cueva, la cual se hallaba llena de
basura y vegetación.

Él comenzó a ver que no era una cueva pequeña y después de mucho cavado se encontró a si
mismo en un túnel que formaba una curva hacia abajo dentro de la montaña. Equipado con
linternas y los utensilios de minería, salió para explorar.

Más tarde contó que “a tres millas de la entrada del túnel me encontré con un cruce mostrando
mineral con contenido de oro y más adelante, me encontré con otro cruce en donde una raza
antigua aparentemente habían trabajado cobre”. El creía que los otros cruces aparecían en alguna
otra parte de la montaña. El declive continuó por aproximadamente unas 11 millas dentro de la

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montaña donde encontró lo que él llamó “El Depósito de la Aldea” (The Village Blets), donde se
encontraron muchas piezas y cuartos.

Los cuartos estaban literalmente llenos con láminas diversas, todas prolijamente inscriptas. Las
paredes se hallaban forradas de cobre laminado y había colgando escudos y piezas decorativas
para la pared, hechas de oro. Algunas de las láminas doradas notó estaban grabadas con ciertos
dibujos y jeroglíficos. Las piezas se abrían hacia otros cuartos, uno de los cuales parece haber sido
un lugar de adoración. Además de ello, había 13 estatuas hechas de cobre y oro y un diseño de un
gran sol del cual sobresalían irradiaciones doradas. La forma en la que los objetos se hallaban
apilados, le dio la sensación de que los ocupantes de la ciudad subterránea se fueron bajo el
impulso del momento. Y luego se encontró frente a una escena macabra - en una pieza contó 27
esqueletos, el menor de los cuales era de unas 6’6” y el más grande alcanzaba a más de 10 pies.
Dos de los cuerpos se hallaban momificados, cada uno vestido con túnicas ornamentadas y de
colores. Brown pasó muchos días explorando, estudiando los jeroglíficos e imprimiéndolos
indeleblemente en su mente. El estaba muy excitado acerca de este gran hallazgo arqueológico y
decidió abandonar el túnel y su contenido, dejando todo exactamente tal como lo había
encontrado. Él pensó que iba a regresar. Pero, en primer lugar, diestramente disimuló la entrada
al túnel y marcó en su mapa exactamente donde se hallaba en la montaña.

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Durante las siguientes tres décadas, las que van desde 1904-1934, las actividades de Brown
parecen ser rodeadas de misterio, pero se ha sabido que él estudió la literatura y la filosofía
correspondiente al continente perdido de Mu y a la civilización Lemuriana perdida, entre otros
conocimientos de razas prehistóricas. Años de estudio y comparación de los jeroglíficos y
pictográficos que él encontró en el túnel lo convencieron de que ciertamente, eran registros de la
raza Lemuriana. Y así, después de 30 largos años, Brown salió a la superficie. Él decidió que la
gloria de aquellos Lemurianos y de los artefactos dorados que aún se encontraban tranquilamente
colgados en la cueva de la montaña, tendrían que ser compartidos con otros.

En 1934, a la edad de 79 años, Brown apareció en Stockton, California. Era su idea organizar un
grupo de gente interesada en acompañarlo, por su cuenta, hasta el Monte Shasta, y que una vez
allí, ellos seguirían explorando más allá del antiguo túnel que había encontrado en 1904.

Ocho ansiosos residentes de Stockton, incluyendo al editor de un diario, un guardián de un museo,


un impresor retirado, varios científicos y otros ciudadanos sólidos formaron un grupo para
investigar el túnel junto a J.C. Brown. Durante seis semanas se encontraban en la noche para
planear la expedición, y también para escuchar los fabulosos cuentos de Brown acerca de
continentes perdidos, jeroglíficos, y las seductoras descripciones del tesoro, que parecía estar
justamente al alcance de su mano. Algunos incluso abandonaron sus empleos y algunos vendieron
cantidad de su propiedad personal durante estas seis semanas, tan seguros se sentían de que sus
vidas se verían alteradas y enriquecidas después de sus descubrimientos notorios.

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El editor y el guardián del museo cuestionaron a Brown intensamente, repasando una y otra vez
los detalles de su historia tan rara. Brown dio a conocer que él había pasado una gran parte de los
30 años previos buscando registros antiguos correspondientes a los Lemurianos, y su cuadro
mental de los jeroglíficos en el túnel de la aldea subterránea lo habían convencido de haber
encontrado el eslabón perdido en la historia de la civilización.

Y él les dijo que creía que las antigüedades de oro que había encontrado eran las de los
Lemurianos o de sus descendientes. Brown incluso prometió suministrar un yate para transportar
al grupo hasta tan al norte como pudiesen ir por agua. Ellos partirían el 19 de junio a las 1:00 p.m.
El día amaneció claro y hermoso, y 80 ciudadanos de Stockton estaban esperando a la hora
señalada la llegada de su líder. Ellos se habían reunido la noche anterior a fin de finiquitar los
detalles finales, después de lo cual J.C. Brown les dijo adiós hasta la tarde siguiente. Sin embargo,
Brown nunca más fue visto por alguien del grupo, y lo que le sucedió es una adivinanza de cada
uno. Los miembros del grupo temieron por su vida, ya que previamente había mencionado que
una vez había sido secuestrado por gente que no deseaban que esta información salga,
(generalmente agencias gubernamentales); y de que apenas pudo escapar con vida. Ellos
involucraron a la policía de Stockton, pero no se encontró rastro del hombre. Había desaparecido
totalmente. Pero las 80 personas que esperaron en vano que apareciera en ese día de junio,
creyeron en la autenticidad de su historia y ellos creen en la existencia del amplio túnel en el
Monte Shasta, lleno con artefactos de oro. Lamentablemente, J.C. Brown nunca reveló la
ubicación exacta del túnel secreto en la montaña, y es altamente probable que estos tesoros de
una era prehistórica nunca más volverán a deleitar la vista de otro ser humano. Envuelto en las
nubes y la niebla y sellado a través de las eras en hielo y nieve, el Monte Shasta mantiene su
secreto para sí, como siempre.

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“La red de Agarta”

Sharula Dux

Durante este tiempo, había integración, más y más con la red Agarta. Como expliqué antes, Agarta
es una confederación de muchas ciudades subterráneas. De hecho hay más de 120. Algunas
fueron construidas muy al principio de los tiempos como Shambala la Menor, que está poblada
por seres de Hiperbórea. Miden casi 4 metros de alto. Cuando perdimos la capa de ozono
recibimos más y más rayos de sol al planeta de los que podíamos aguantar, lo que causó cambios
en nuestros cuerpos. Ya por el tiempo del hundimiento de los continentes bajaron de los 4 hasta
los 2,5 metros. Los atlantes y lemurianos medían 2,5 y todavía lo miden. Y como puedes ver las
personas han reducido su altitud para la mayoría a menos de 1,90 metros. De todas formas, esta
tendencia está empezando a cambiar y al crecer nuestra espiritualidad, lentamente volvemos a
nuestra altura original.

Dentro de la red de Agarta, las ciudades que se unen son aquellas que se basan en los principios
de la luz, las que se basan en el amor, las que no dañan las que se basan en la no agresión. Dentro
de la red agartiana, aparte de Telos, que es la capital, hay 4 ciudades más que están construidas en
las ideas y tecnología de Lemuria. Una es llamada Rama que está debajo de la India (siendo Arama
el nombre original de la India). La cultura Arama consiste en gente que son casi puros lemurianos,
antes de que los conocidos como los de raza aria entraran en la India. Las otras dos ciudades,
aunque tienen mucha independencia, son las ciudades Ulger. Una se llama Shonshi, que está bajo
el Tibet, no muy lejos de la capital del Tibet. Está siendo cobijada en la superficie por un templo
budista. Los Ulgers son un grupo de personas que dejaron Lemuria hace de 40 a 50.000 años y se
situaron por una gran extensión de Asia, India y Europa central. La segunda ciudad Ulger se llama
Shingla y está en el Gobi o debería decir bajo el desierto del Gobi.

Arriba de la ciudad atlante llamada Poseida que está en la meseta de Mato Grasso, hay otra ciudad
atlante. Sólo un poco más al norte y hay otra ciudad atlante que está bajo el océano atlántico, y
muchas pequeñas ciudades satélite por el planeta. Como dije, todas son miembros de la red de
Agarta. Además hay otras muchas ciudades independientes que simplemente construyeron bajo

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tierra para escapar de lo ocurrido en la superficie, algunas son de antes del desastre y otras
posteriores”

Este engendro literario, que llevaría otro informe decodificar, por la cantidad de errores o mejor
dichos “horrores citados”, fruto de las lecturas de clase b de ciencia ficción y el esoterismo más
bajo, alcanzó como dijimos cierta repercusión y hasta el día de la fecha continúa siendo un texto
de lectura obligatoria, para aquellos seguidores que comulgan con la idea de civilizaciones
viviendo bajo tierra.

Pero el destino tenía preparada una sorpresa.

Se encontraba esta escritora buceando en un viejo monográfico subterráneo, donde se mencionan


historias norteamericanas sobre la materia, recogidas por un tal Brandon, y que por desgracia
desapareció misteriosamente de la red … En ese intenso estudio recopilatorio di por casualidad
con un cita bibliográfica, firmada por William F. Hamilton, y que se diera a conocer en el hoy
desaparecido The New Atlantean Journal, En ese artículo titulado “The girl from the lemurian
beneath Mt. Shasta”, 1982, Hamilton narra su encentro con Bonnie, a quién describe como una
belleza rubia, la cual habría nacido en Telos, remontándose su natalicio al 1951, para más datos,
signo de Leo. La tal Bonnie contó que su padre se llamaba RA-MU, su hermana, Judi y sus primas
Lorae y Matox y habló de una civilización emparentada con los desaparecidos continentes de
Lemuria y Atlántida, siendo su tecnología sumamente avanzada. También hace mención de los
Uighurs, a quiénes sindica como los Naga-Maya, descendientes también de estos pueblos
olvidados. Otros conceptos vertidos hablaban de cristales poderosos, y de un reino aún más
antiguo, especie de confederación llamada o casualidad “Agartha”.

Examinados ambos relatos estamos en condiciones de decir que Sharula y Bonnie Condey, tal su
apellido, o son la misma persona, o la tal Sharula encontró finalmente la fama reconvertida en la
princesa Sharula, la ahora embajadora del imperio subterráneo bajo los subsuelos de Shasta.

Para empezar a entender este entramado, es necesario atender algunos detalles que se desprende
del informe hasta aquí remitido.

Primeramente señalar que Sharula Dux, es un personaje extraído de la novela “Sunrise of


Splendor”, 1978, del escritor norteamericano Joyce Verrette, quién ambientó su obra en el
antiguo Egipto.

Pero hay más. Sabemos que su canal “Adama”, es en realidad el nombre del comandante de la

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popular serie Galáctica, personaje interpretado por Lorne Green y que tenía como base principal la
trilogía de La Guerra de las Galaxias.

El término Telos, la supuesta ciudad intraterrena, vio la luz cuando George Hunt Williamnson, uno
de los primeros hombres contactos junto con George Adamsky, diera a luz “Sacred Places of the
Lion", 1958, donde se hacía mención de mismo, sindicándolo como un lugar antiguo en la actual
zona de Sedona, estado de Arizona, donde antiguos lemures se refugiaron después del cataclismo.
Más adelante retomaremos la cuestión.

Siguiendo con las fuentes que armaron el relato de Sharula, podemos mencionar también
referencias como las extraídas de James Churchward, el padre de la saga sobre Mu, así como
Nicola Tesla y Edgard Cayce al tratarse la cuestión tecnológica.

Si la cuestión Telos queda desmitificada por completo, no es tan fácil poder obviar algunas
historias que sobre el Monte Shasta aún circulan, sobre antiguos rumores de extraños eventos en
sus cercanías. En Crónica Subterránea desarrollamos algunos de esos tópicos, que vale la pena
recordar.

Uno de esos expedientes X tiene a J.C. Brown como protagonista, de un hallazgo sensacional.
Recordemos que fue en los inicios del siglo 20’, que este geólogo, empleado de la Lord Cowdray
Mining Company de Londres, Inglaterra declaró haber encontrado dentro de la cueva de la región,
un túnel “que formaba una curva hacia abajo dentro de la montaña”. Según Brown: a tres millas
de la entrada del túnel me encontré con un cruce mostrando mineral con contenido de oro, y más
adelante, me encontré con otro cruce en donde una raza antigua aparentemente habían trabajado
cobre”. “Creía que los otros cruces aparecían en alguna otra parte de la montaña. El declive
continuó por aproximadamente unas 11 millas dentro de la montaña donde encontró lo que él
llamó “El Depósito de la Aldea” (The Village Blets), donde se encontraron muchas piezas y cuartos.

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Mapa de J.C. Brown

Los cuartos estaban literalmente llenos con láminas diversas, todas prolijamente inscriptas. Las
paredes se hallaban forradas de cobre laminado y había colgando escudos y piezas decorativas
para la pared, hechas de oro. Algunas de las láminas doradas notó estaban grabadas con ciertos
dibujos y jeroglíficos. Las piezas se abrían hacia otros cuartos, uno de los cuales parece haber sido
un lugar de adoración. Además de ello, había 13 estatuas hechas de cobre y oro y un diseño de un
gran sol del cual sobresalían irradiaciones doradas. La forma en la que los objetos se hallaban
apilados, le dio la sensación de que los ocupantes de la ciudad subterránea se fueron bajo el
impulso del momento.

Y luego se encontró frente a una escena macabra - en una pieza contó 27 esqueletos, el menor de
los cuales era de unas 6’6” y el más grande alcanzaba a más de 10 pies. Dos de los cuerpos se
hallaban momificados, cada uno vestido con túnicas ornamentadas y de colores. Brown pasó
muchos días explorando, estudiando los jeroglíficos e imprimiéndolos indeleblemente en su
mente. El estaba muy excitado acerca de este gran hallazgo arqueológico y decidió abandonar el
túnel y su contenido, dejando todo exactamente tal como lo había encontrado. Él pensó que iba a
regresar. Pero, en primer lugar, diestramente disimuló la entrada al túnel y marcó en su mapa
exactamente donde se hallaba en la montaña. Durante las siguientes tres décadas, las que van
desde 1904-1934, las actividades de Brown parecen ser rodeadas de misterio, pero se ha sabido
que él estudió la literatura y la filosofía correspondiente al continente perdido de Mu y a la
civilización Lemuriana perdida, entre otros conocimientos de razas prehistóricas. Años de estudio
y comparación de los jeroglíficos y pictográficos que él encontró en el túnel lo convencieron de
que ciertamente, eran registros de la raza Lemuriana. Y así, después de 30 largos años, Brown salió
a la superficie. Él decidió que la gloria de aquellos Lemurianos y de los artefactos dorados que aún
se encontraban tranquilamente colgados en la cueva de la montaña, tendría que ser compartidos
con otros.

En 1934, a la edad de 79 años, Brown apareció en Stockton, California. Era su idea organizar un
grupo de gente interesada en acompañarlo, por su cuenta, hasta el Monte Shasta, y que una vez
allí, ellos seguirían explorando más allá del antiguo túnel que había encontrado en 1904.

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Ocho ansiosos residentes de Stockton, incluyendo al editor de un diario, un guardián de un museo,
un impresor retirado, varios científicos y otros ciudadanos sólidos formaron un grupo para
investigar el túnel junto a J.C. Brown. Durante seis semanas se encontraban en la noche para
planear la expedición, y también para escuchar los fabulosos cuentos de Brown acerca de
continentes perdidos, jeroglíficos, y las seductoras descripciones del tesoro, que parecía estar
justamente al alcance de su mano. Algunos incluso abandonaron sus empleos y algunos vendieron
cantidad de su propiedad personal durante estas seis semanas, tan seguros se sentían de que sus
vidas se verían alteradas y enriquecidas después de sus descubrimientos notorios.

El editor y el guardián del museo cuestionaron a Brown intensamente, repasando una y otra vez
los detalles de su historia tan rara. Brown dio a conocer que él había pasado una gran parte de los
30 años previos buscando registros antiguos correspondientes a los Lemurianos, y su cuadro
mental de los jeroglíficos en el túnel de la aldea subterránea lo habían convencido de haber
encontrado el eslabón perdido en la historia de la civilización.

Dijo creía que las antigüedades de oro que había encontrado eran las de los Lemurianos, o de sus
descendientes. Brown incluso prometió suministrar un yate para transportar al grupo hasta tan al
norte como pudiesen ir por agua. Ellos partirían el 19 de junio a las 1:00 p.m. El día amaneció claro
y hermoso, y 80 ciudadanos de Stockton estaban esperando a la hora señalada la llegada de su
líder. Ellos se habían reunido la noche anterior a fin de finiquitar los detalles finales, después de lo
cual J.C. Brown les dijo adiós hasta la tarde siguiente”. Jamás se lo volvió a ver. (Sobre esta historia
recomiendo ampliar el tema, a través del trabajo de Stephen Anthony Sindoni).

Esta narración cuenta con algunos paralelismos tradicionales dentro del folklore subterráneo, que
desde este blog venimos siguiendo. Cuevas y túneles perdidos, depositarios de un antiguo tesoro
ancestral, donde además abundan verdaderas bibliotecas metálicas con símbolos desconocidos,
todo lo cual remite a la legendaria Cueva de los Tayos, centro de nuestro estudio.

Si existen o no estos registros escondidos en las profundidades de Shasta es imposible por ahora
confirmarlo, no existen pruebas que avalen estos “supuestos hallazgos”. Otro relato oral también
ocurrido en esa misma época en que se produce la experiencia de Brown, es el que tiene a Edgard
Lucin Larkin como un testigo de una extraordinaria visión, la cual reveló al público causando
sensación. Larkin astrónomo de profesión y por ese entonces director del Observatorio del Monte
Lowe, dijo captar con su telescopio una especie de cúpula dorada, de apariencia oriental, a la cual
ubicó en las inmediaciones de Shasta. Tampoco aquí encontramos evidencias más contundentes,
salvos las declaraciones de Larkin, quién a su vez era un devoro creyente de las civilizaciones
desaparecidas.

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Actualmente las canalizaciones acerca de intraterrenos pululando por Shasta, continúan atrayendo
miles de creyentes, que no se convencen de las falsedades de algunas de estas historias. Esto se ve
reflejada en la entidad Adama, que aún tiene gran adhesión entre los seguidores de las mismas, y
cuyas revelaciones continúan produciéndose. Sin embargo creemos que el Monte Shasta guarda
enigmas antediluvianos, por ahora esquivo, pero que en futuro, quién sabe, vean la luz.

Bibliografía Consultada:

Dux, Sharula. Secretos de las ciudades subterráneas. Estados Unidos, 1995.


En:http://diannerobbins.com/dux4sp.html

Goldstern, Débora. Los actuales místicos lemures en California.


En:http://cronicasubterranea.blogspot.com.ar/2008/08/los-actuales-msticos-lemures-de.html

Goldstern, Débora. Monte Shasta. La Leyenda de J.C. Brown.


En:http://cronicasubterranea.blogspot.com.ar/2008/07/monte-shasta.html

Goldstern, Débora. Reflexiones sobre la Tierra Hueca y el Mundo Subterráneo II.


ContactoIntraterreno.En:http://cronicasubterranea.blogspot.com.ar/2009/09/reflexiones-sobre-
la-tierra-hueca-y-el_14.html

Robbins, Dianne. “Telos: sale el llamado desde la tierra hueca y las ciudades subterráneas, 4a.ed.
Estados Unidos: 2008. En: http://diannerobbins.com/TelosBook-spanish-sample.pdf

Truthseeker, J. Shasta True, 2005.


En:http://tech.groups.yahoo.com/group/prepare4contact/message/109

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