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En Saavedra se hizo la luz | Periódico El Barrio http://www.periodicoelbarrio.com.ar/auxagosto2005.asp?url=N77nota...

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AÑO 16 · N° 192 · MARZO 2015

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COMUNA 12 · CIUDAD DE BUENOS AIRES · REPUBLICA ARGENTINA · 3 DE ABRIL DE 2015

Año 1999
Año 2000 AÑO 7 · Nº 77 · AGOSTO 2005
Año 2001
Año 2002 Nota de Tapa
Año 2003
Philips cumplió 70 años en la Argentina y 60 en el predio lindero a la Av. Gral. Paz
Año 2004
Año 2005
En Saavedra se hizo la luz
Año 2006
Año 2007
La firma de origen holandés llegó al país en junio de 1935 y nueve años después inició la construcción del
Año 2008 edificio de la calle Vedia 3892. Se hizo famosa por la producción de lamparitas, televisores y afeitadoras.
Año 2009 Hablamos con la Gerente de Comunicación Corporativa y obtuvimos los testimonios de dos profesores de la
Escuela Técnica, que funcionó en la misma planta, y de un obrero que trabajó 25 años en la empresa.
Año 2010
Año 2011 Por Daniel Artola
dartola@periodicoelbarrio.com.ar
Año 2012
Año 2013
Año 2014
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Año 2015
Cuando la vereda representaba el patio grande de todos los vecinos y el mundo era “menos peor”, como dic
la película de Alejandro Agresti, los pibes de la calle Deheza salíamos a jugar a la pelota. Sólo nos detenía
el paso del colectivo 149 y en especial el interno 112, que lucía filetes atractivos con cintas de colores. Nos
llamaba la atención su bocina característica, que imitábamos hasta retorcernos la garganta. El chofer,
macanudo, detenía la marcha y nos subíamos un instante al estribo.

El partido continuaba sin interrupciones hasta que a las tres y media de la tarde sonaba la sirena de la
Philips, que anunciaba el final de la jornada laboral. Entonces mirábamos hacia el fondo de la calle y ahí
estaba la mole con su nombre en lo alto, orgullosa y satisfecha de su fama. En un segundo brotaban de las
vías del ferrocarril racimos de obreros que cruzaban a paso firme para llegar pronto a sus casas. Esas casas
bajas que crecieron en la falda de la zona alta del barrio. “Gente”, gritaba un pibe y a un tiempo nos
quedábamos quietos, con la pelota parada para evitar que alguna jugada peligrosa terminara sobre los
huesos de los peatones.

La barra ya no existe más porque los pibes pasamos al equipo de los adultos. Jugamos campeonatos más
difíciles, donde a veces se gana y otras se pierde. Así es la vida. En tanto, la sirena de la fábrica enmudeció
pero la mole sigue allí, adaptándose a los tiempos y empecinada en su papel de faro, de guía, de punto
geográfico insustituible. Philips cumplió en junio pasado 70 años de su llegada a la Argentina y 61 de su
instalación en el barrio: la piedra fundacional, que aún se conserva, fue colocada el 14 de julio de 1944.
Entonces pienso que es una buena excusa para hacer una nota.

Idea en forma de lámpara

Las bases de lo que se iba a convertir en una de las compañías de cuidado de la salud, estilo de vida y
tecnología más grande del mundo fueron establecidas en Eindhoven, Holanda, en 1891, cuando los
hermanos Gerard y Anton Philips fundaron Philips & Co. para satisfacer la creciente demanda de bulbos d
luz por la comercialización de la electricidad. En 1918 Philips lanzó un tubo de Rayos X médico, en 1925 se
involucró en los primeros experimentos de televisión y en 1927 comenzó a producir radios; para 1932 ya
había vendido un millón de ellas. Para 1939, cuando se lanzó la primera afeitadora eléctrica Philips, la
compañía empleaba a 45.000 personas en todo el mundo.

La ciencia y la tecnología experimentaron un tremendo desarrollo en las décadas del 40 y 50 y el


departamento Philips Research inventó los cabezales rotativos que conducirían al desarrollo de la afeitadora
eléctrica Philishave. En 1963 la compañía holandesa lanzó el Cassette Compacto de Audio y en 1965
produjo sus primeros circuitos integrados. En 1972 creó PolyGram, el exitoso sello discográfico, y en 1983
alcanzó un hito con el lanzamiento del disco compacto. Otros logros de la época fueron la producción del
televisor número 100 millones en 1984 y de la afeitadora eléctrica Philishave número 300 millones en 1995.
En 1997, en cooperación con varias compañías y basada en el suceso de su tecnología de disco compacto
(inventada por Philips y lanzada al mercado junto a Sony), Philips lanzó lo que sería el producto electrónico

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hogareño de más rápido crecimiento de la historia: el DVD.

El arribo al país

La poderosa multinacional desembarcó en la Argentina el 19 de junio 1935 como fábrica de lámparas, para
luego ampliar sus actividades fabriles y comerciales. Por aquellos años estableció una asociación con Radio
Prieto adquiriendo el porcentaje mayoritario de las acciones de esta sociedad que fabricaba receptores y,
además, poseía dos estaciones radiotelefónicas (Prieto y Argentina), que durante un tiempo fueron
administradas por Philips Argentina. Hacia 1938 Philips se expandió hacia el interior del país y en 1944 inició
la construcción de su sede de Saavedra, sobre terrenos linderos a la Avenida General Paz.

En 1946 Philips Argentina perdió todo contacto con Holanda. Primero se recurrió a la importación de materia
luego hubo que improvisar válvulas de radio o recuperar casquillos para seguir fabricando lámparas
incandescentes. La consigna era mantener la producción a “cualquier costo”. A partir de ahí Philips Argentin
creó el Departamento de Artículos Adicionales y empezó la comercialización de heladeras eléctricas y a
hielo, ventiladores, estufas a kerosene, antenas y equipos de amplificación. Luego se estableció un convenio
comercial con la empresa Dante Martiri y otro con Gigler, que desembocó en el nacimiento de la Línea
Blanca. En 1951, gracias a la importación de los primeros 4.000 aparatos desde Holanda, llegó la televisión
nuestro país. En 1955 la empresa comenzó a fabricar televisores localmente, lo que sería uno de los mejore
negocios de Philips, y en 1958 incorporó otro gran producto: la afeitadora.

Volver al presente

Salgo de mi casa de siempre y rumbeo derecho para cruzar las vías. Miro a un lado y otro de la cuadra y
nadie grita “pincha paga” o “pido” en un partido imaginario que se disputa en la cancha de los recuerdos.
Camino sin pausa y la mole crece como queriendo atraparme. Voy por Plaza, que está repleta de autos
estacionados porque una torre vecina se ha instalado con aires de modernidad. Doblo por Vedia e ingreso a
la recepción. Entrego mi documento y una persona de seguridad toma los datos y hasta me saca una foto.
Caramba, no me afeité. Pero a la seguridad no le importa la estética.

Cruzo por los jardines y llego a un hall donde un televisor de ultimísima generación muestra sus bondades a
un sillón vacío. Me siento para matar el tiempo. Lo miro y no dejo de asombrarme. Es rectangular y parece u
cine. Observo una pared y descubro una caja de vidrio. Adentro hay un desfibrilador, un aparato que puede
salvar la vida de alguien con el corazón tullido. A los pocos minutos aparece María Alejandra Grignani
gerente de Comunicación Corporativa, con una sonrisa espontánea a cuestas.

Esta es la segunda oportunidad que conversamos, porque hubo una primera entrevista con motivo del
tomógrafo móvil de Philips que recorre el país atendiendo a personas de escasos recursos. Recordamos el
tema y me dice que ahora trabajan junto a LALCEC para la detección y seguimiento del cáncer, “siempre en
forma gratuita y además para aportar al país un mapa de la enfermedad”. Ingresamos a su oficina, luminosa
y llena de chiches electrónicos junto a fotos familiares.

María Alejandra trae dos tazas de café humeante y el aroma de la infusión impregna el lugar. Me cuenta que
la empresa utiliza el predio de Vedia como una gran oficina comercial. “La producción se radicó en la planta
de Río Grande, Tierra del Fuego, donde se fabrican equipos de audio, video y DVD”, cuenta María Alejandra
Entre la planta del sur del país y la sede de Saavedra se da empleo a 1.000 personas. “Durante la crisis
económica se exportó el 80 por ciento de la producción y el resto se volcó al mercado interno, cuando en
épocas normales es al revés. De esta forma se pudieron mantener las fuentes de trabajo porque elegimos
quedarnos acá”, afirma con convicción.

Tecnología fácil

El lema de la empresa es hacerle más fácil la vida a la gente. Por eso desarrollan equipos sofisticados de
manejo sencillo. En la actualidad Philips está volcada a mejorar las tecnologías para la salud. “Aunque suen
lejano para nuestro país, en Europa se están probando equipos que un paciente puede conectar a Internet
para que su médico, a la distancia, le realice un chequeo”, explica la Gerente de Comunicación. Entonces
viene a mi memoria el desfibrilador que vi hace un rato y María Alejandra se alegra de que lo haya notado.
“Hay uno en cada piso y la idea es que sirvan ante una urgencia hasta que llegue el médico. Una voz indica
cómo proceder y dice si es necesario usar el equipo o no. Lo puede manejar hasta un chico. Si bien es
costoso tenerlo en una casa de familia, un shopping o un edificio podrían adquirirlo como un elemento más
de prevención”, detalla.

Según una encuesta de la empresa CEOP, publicada en el diario Clarín, Philips se ubicó en el quinto lugar
de la preferencia del público. Y una curiosidad: a pesar de que hace diez años discontinuó la fabricación de
llamada línea blanca, “la gente sigue preguntando por las heladeras y lavarropas Philips Whirlpool”, comenta
María Alejandra. El logotipo de la firma de origen holandés se actualizó con cambios leves. Por ejemplo, ya
no utiliza el escudo con líneas ondulantes y estrellitas que la distinguió salvo en el cierre de algún video
institucional y en cambio se destaca el nombre con letras claras. Por su parte, el edificio de Saavedra tuvo
modificaciones en su fachada hace diez años y para el próximo se planea agrandar la recepción a fin de
instalar una exposición de aparatos nuevos y antiguos y hasta un barcito para realizar entrevistas. “Vamos a
tirar paredes porque hay que adaptarse a las exigencias del trabajo”, aclara María Alejandra. Tratándose de
una empresa que nació fabricando bombitas, no sorprende que durante la noche el edificio de Saavedra

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luzca radiante gracias a un equipo de iluminación económico y de larga duración.

María Alejandra cuenta que para mucha gente del barrio “la Philips, como le dicen, representa un elemento
de deseo debido a que muchos quisieron ingresar a trabajar porque sabían lo que eso significaba”. Entre
sorbos de café y apuntes en una libreta, María Alejandra cuenta una anécdota que refleja hasta qué punto la
compañía está metida en la piel de los vecinos: “Ana, una colaboradora nuestra, me contó el día de la
entrevista laboral que su mamá, vecina de Vicente López, siempre soñó con que sus hijos ingresaran a la
empresa, un anhelo que se demoró hasta que ella logró el empleo. Fue un acontecimiento enorme”.

Agradecemos a María Alejandra Grignani y a Ana Busto Marolt la información y fotografías facilitadas par
la elaboración de esta nota.

Escuela técnica con espíritu humanista


Hugo Tuzio tiene 75 años de edad y 30 de docente. Trece años los pasó en la Escuela de Capacitación
Industrial de Philips, enseñando música y dirigiendo el coro. “Si bien la escuela era técnica, los holandeses
no descuidaban la parte humanística. Por eso se daba historia, literatura y música”, cuenta en su casa de
Coghlan. Tuzio ingresó en 1960 a la institución, que funcionaba en el primer piso de la planta industrial,
gracias a la invitación del vicedirector Omar Flores, que era vecino suyo.

“Era un ser extraordinario que se brindaba entero a los chicos. Junto a él y otros compañeros vivimos una
época muy linda, de gran camaradería, donde los estudiantes recibían educación, recreación deportiva y
enriquecimiento espiritual”, detalla el maestro, mientras despliega un álbum de fotos de aquella época. “Con
el coro actuábamos en todas partes. Un día cargamos las gradas y el piano en un camión y nos fuimos a
cantar a un colegio secundario de Pontevedra. Hasta actuamos en el Teatro General San Martín”, dice con
orgullo.

Imbuidos por el interés de conocer y aprender de todo, visitaron el Museo de Bellas Artes, el Museo
Saavedra, la Casa Yrurtia y presenciaron espectáculos en el Teatro Colón, el Gran Rex y el Opera. Tuzio
destaca la labor del director de la escuela, Andrés Cabral, responsable de su crecimiento porque “antes de
retirarse de su cargo dejó un plan para que la escuela incorpore hasta el sexto año, ya que los alumnos
debían completar sus estudios en otros establecimientos como el Cuba de Belgrano”.

Tuzio mira las fotos y recita de memoria los apellidos de los alumnos que aparecen con caras adolescentes
con todo el futuro por delante. “A muchos de ellos me los encuentro cuando voy con mis nietas al Parque
Saavedra. También me habla desde Alemania otro ex alumno, Héctor Muñoz, que vive en Munich junto a su
familia”, dice mientras apura el café que sirvió su esposa.

Las fotos en blanco y negro se conservan espléndidas y disparan una catarata de anécdotas y recuerdos.
Tuzio se detiene en un par donde los jóvenes practican educación física en el campo de deportes, que tenía
unas dimensiones fuera de serie. “Había un profesor fenomenal que cuando lo nombro me pongo de pie. Se
llama Omar Balsebre y debe tener 90 años. Hace poco me crucé con la esposa. Los chicos lo adoraban y
organizaban campamentos en Sierra de la Ventana y en Córdoba”, rememora. Tuzio apunta que cuando
empezó a enseñar se apoyó en partituras de Carlos Guastavino, “un compositor de una cultura y delicadez
admirables”.

En un momento de la conversación, hace una pausa y posa su mirada en una foto. “Acá estoy yo y muy bien
Sin los kilos de más que tengo ahora”, reconoce. Recorre con el dedo índice las personas que lo acompaña
y habla de ellas con respeto y, en algunos casos, admiración. “Acá está Celinda Fadalti, que era la
secretaria del director, y su hermana Ana María. Celinda vive cerca de la fábrica y siempre la recuerdo con
cariño. Ella conoce muy bien la historia de la escuela”, afirma Tuzio.

En efecto, este cronista se comunicó por teléfono con la mujer que vive en Saavedra. Entró a Philips a los 1
años, en el Sector de Administración, y se retiró luego de 38 años de servicio. “¿Por qué quiere hablar de
algo que ya no existe más como las escuelas fábrica?”, pregunta con un dejo de queja. El cronista le dice qu
es justo reivindicar a esos establecimientos educativos que sirvieron como trampolín para el ascenso social
de los hijos de los obreros fabriles. “Tiene razón. A mí en Philips me trataron muy bien y nunca tuve
problemas”, admite.

En verdad la escuela sigue funcionando con el nombre de la firma pero en forma separada, en un local
situado en Chacarita. “Me comentaron que el nivel académico de la escuela sigue siendo muy bueno”, afirm
Tuzio al tiempo que remata: “Yo enseñaba con tanta alegría que salía renovado de cada clase”.

De alumno a profesor

Gabriel Macri tiene 42 años, vive en Saavedra y aparece en esta nota por su doble condición de alumno y
profesor de la Escuela Técnica de Philips. “Estudié entre el 76 y el 82. Era un régimen muy exigente. Para e
ingreso nos presentamos 400 chicos y quedamos 35 en primer año. Cuando me recibí, la mitad de mis
compañeros habían abandonado porque no pudieron seguir el ritmo”, explica. Porque todos los testimonios
recogidos por este cronista están fundados en la alegría de recordar una hermosa etapa de la vida que

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transcurrió para algunos entre máquinas, televisores, afeitadoras y -sobre todo- en un marco de respeto al
ser humano. “Se cursaba de siete de la mañana a siete de la tarde. No quedaba otra que estudiar en serio.
Yo dejé de jugar al fútbol con mis amigos y de ir a la cancha”, cuenta este hincha de Boca Juniors.

Gabriel menciona los paseos a teatros y museos, los campamentos y las anécdotas queridas. “Para juntar
dinero a fin de ir de viaje de egresados hacíamos rifas y se las vendíamos a los obreros. Nadie tenía
problemas y todos compraban un número. Llegamos a recaudar tanta plata que podíamos habernos pagado
dos viajes a Bariloche”, detalla. En la charla aparecen los nombres de gente que tuvo mucho que ver en el
crecimiento de la institución, como el director de entonces (el señor Domínguez), el profesor De Luca
daba matemáticas- y Rex Davis, que enseñaba inglés. “Había profesores que eran de otro planeta. Uno de
ellos era Cerutti y otro Giordani, que en una oportunidad participaron del programa Feliz Domingo
a un chico a responder en la rueda final de preguntas para ganar el viaje a Bariloche. Esto tipos sabían tanto
que a la salida del canal otros colegios les pedían que los ayudasen. Lo curioso fue que esa final duró tres
programas, porque no alcanzaba el tiempo, y ganó la Philips”, recuerda Gabriel con lujos de detalles. Y
hablando de programas de televisión, la firma holandesa tuvo uno propio y con gran éxito: Casino Philips

“Todos los años la casa matriz, que estaba en Europa, organizaba con las distintas sedes de todo el mundo
una competencia para saber la calidad de los productos que elaboraban cada una de ellas. En muchas
ocasiones ganó la filial de Argentina. El mérito era doble porque acá se trabajaba con máquinas que los
holandeses desechaban debido a que las reemplazaban por otras más nuevas”, dice Gabriel.

El vecino de Saavedra estuvo como profesor desde 1986 hasta 1991, cuando la escuela se separó de la
firma. La historia de su vínculo con la empresa viene de familia, porque su padre trabajó quince años, y en la
actualidad integra la peña de ex empleados que se reúne en la Sociedad de Fomento de Villa Cerini. “Yo a
veces paso y no puede creer todo lo que viví ahí adentro porque fue algo inolvidable”, confiesa.

“Trabajábamos todo el día”


Alfredo Martínez tiene 76 años y trabajó 25 haciendo los marcos para los televisores y los cables para las
afeitadoras femeninas que se mandaban a Brasil. “Entraba a las seis de la mañana hasta las tres y media de
la tarde, pero a veces me quedaba hasta las diez de la noche. Los sábados y domingos, también. En esa
época había mucho trabajo”, dice Alfredo, que consiguió su puesto por intermedio de un amigo.

“Cuando se paraba al mediodía comíamos un sándwich o una pizza y se jugaba a las cartas porque estaba
permitido”, agrega. Alfredo esperaba a sus compañeras en Deheza y Machaín para ir juntos hasta la fábrica
“Las chicas no querían cruzar solas las vías del tren por miedo a que les robaran”, señala.

Este ex empleado integró el Círculo de Pesca de Philips y ganó muchos campeonatos. “Philips nos llevaba a
pescar a Mar del Plata y pagaba todo. Hasta te daba el agua caliente para el mate en las horas de trabajo”,
señala con una sonrisa.

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