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UN LUGAR LLAMADO “SIN SALIDA”


Por David Wilkerson

“Los que descienden al mar en naves, y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han visto las
obras de Jehová, y sus maravillas en las profundidades. Porque habló, e hizo levantar un viento
tempestuoso, que encrespa sus ondas.
Suben a los cielos, descienden a los abismos; sus almas se derriten con el mal. Tiemblan y
titubean como ebrios, y no sabían más que hacer” (Salmo 107:23-27).
En este Salmo el momento cuando “y no sabían más que hacer” transcurre en la cubierta de un
barco en un mar sacudido por las tormentas. Las olas gigantes llevaban la nave hasta los cielos,
y luego la hacían caer hasta las profundidades. Los vientos potentes la lanzaban hacia adelante y
hacia atrás para que ninguno de los marineros pueda encontrar su “equilibrio”. Se tambaleaban
por la cubierta como hombres borrachos.
Las velas del barco están deshilachadas y rotas, y una ola después de otra ola poderosa se
estrella contra la cubierta. Los marineros tienen que luchar sólo para aferrarse. Parece que todo
ha terminado para ellos, y están en total desesperación. Están indefensos, vulnerables al poder
de las circunstancias, incapaces de detener la tormenta, impotentes para salvarse a sí mismos.
Estos marineros han llegado a un lugar llamado “sin salida”. Es una condición que aflige a todos
los cristianos en un momento u otro. Esta frase significa simplemente “haber perdido o agotado
cualquier posibilidad de ver o pensar en una salida”. En resumen, es el fin de toda capacidad y
recursos humanos. No hay escapatoria, no hay ayuda, no hay liberación, excepto en Dios mismo!

¡Tal vez ya hayas llegado a tu “sin salida”!


Al igual que los marineros a bordo de la nave, has estado simplemente ocupándote de tus
asuntos, avanzando en tu caminar con Jesús. Entonces un día, de la nada, una tormenta golpea
y las olas del problema vienen azotándote por todos los lados!
Los problemas de la vida rara vez vienen de a uno a la vez. Son como las olas en una tormenta,
que se suceden una tras otra, rápidas y furiosas, subiendo más y más. Es como si el sol se
hubiera ido, el aire se volviera frío y helado y los vientos de los problemas comenzaran a golpear.
Como los marineros en el Salmo 107, tu “… alma se derrite con el mal…” (Versículo 26). (La
palabra hebrea aquí para derretir significa “desmayarse de miedo”).
Debo señalar: ¡Dios mismo ha iniciado esta tormenta! “... Porque habló, e hizo levantar un viento
tempestuoso, que encrespa sus ondas...” (Versículo 25). Él es quien trajo a los marineros a este
lugar. Él es el que levanta el viento, agitando las olas, arrojando el barco. ¡Todo es obra Suya!
Sin embargo, esto puede ser un gran estímulo para nuestra fe siempre que los problemas nos
golpeen por todos lados. Tenemos el conocimiento de que todos los problemas y tormentas en
la vida han sido ordenados por Dios, para aquellos que caminan en justicia. No son causados
por el diablo o algún pecado en particular. Más bien, el Señor nos ha llevado “a tocar fondo”
y Él tiene un propósito en todo esto!
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna
cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos
de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro
4:12-13).
Dios no se sorprende por tu sufrimiento. De hecho, está sucediendo porque Él quiere producir
algo en tu corazón, para revelar Su gloria en ti.

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Sin embargo puedes sentir que es absolutamente la peor tormenta en tu vida! Tu prueba
puede ser problemas económicos y financieros, calumnias, problemas familiares o una tragedia
personal. Te vas a la cama por la noche con una inquietud adentro, una nube encima tuyo.
Cuando despiertes, el desánimo sigue estando contigo. Y sigue allí hasta que un día te
despiertas llorando, “Dios, ¿cuánto más tengo que soportar? ¿Cuánto tiempo más permitirás
que pase por esto? ¿Cuándo terminará todo?”
¿Cuándo cesó la tormenta para los marineros en el Salmo 107? ¿Cuándo Dios los trajo a su
destino deseado? Según el salmista, sucedieron dos cosas:
•P
 rimero los marineros llegaron a tocar fondo, renunciando a toda esperanza o ayuda
humana. Dijeron: “No hay manera de que podamos salvarnos a nosotros mismos. ¡Nadie en
la tierra puede sacarnos de esto!”
•E
 n segundo lugar clamaron al Señor en medio de su angustia, volviéndose solo a Él para
pedir ayuda.
“Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad
en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al
puerto que deseaban” (Salmo 107:28-31).
Por favor entiende: Dios nunca es tomado por sorpresa. Él no tiene que cambiar
espontáneamente su dirección divina cuando nos llegan los problemas. Él no tiene que tirar
alguna moneda cósmica para resolver Sus acciones a nuestro favor. No, mucho antes de que
Israel saliera de Egipto y llegara a Migdol, el plan de Dios para ellos ya estaba establecido.
Ya había ordenado que los vientos soplaran a cierta hora, para abrir el Mar Rojo. ¡Él ya sabía
exactamente desde el principio lo que iba a hacer!
Igualmente hoy Dios tiene un plan para sacarte de tu tormenta. De hecho, Él ideó ese plan
mucho antes de que tu problema comenzara. Sin embargo, Él lo preservará hasta el último
momento, esperando que confíes en El. Él quiere ver si pones tu vida en Sus manos y digas:
“Vivo o muerto, confiaré en el Señor!”
Podrás responder: “Pero no sé lo que voy a hacer. La tormenta sigue furiosa. Todo parece
sin esperanza. No veo ningún signo de ayuda o de liberación!” A todas estas cosas Dios dice
todavía: “¡Confía en Mi, Hijo Mío y serás bendecido!”
No importa si tu prueba es con tu familia, con tus negocios, o con la comida que pones en la
mesa. Si pones tu total confianza en Su Palabra y Su fidelidad, Dios ha prometido bendecirte
y Él no puede mentir! Cuando llega el calor, no te preocuparás. Cuando llegue el viento, te
mantendrás firme, porque habrás aprendido a confiar en Él a pesar de todas las circunstancias
inquietantes. Serás un árbol verde que llevarás el abundante fruto de la confianza y todos
los que te rodean tendrán esperanza y ánimo mientras contemplan tu tranquila confianza.

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