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( rr'rrnoDucc,O* )

Rrnes,, LX*ki P, t; f
'".- Y l. Polít¡ca, conflicto y pensamiento trágico
{rnnrá, r, It As , h\hue bo3 ¿Oómo pensar la política? ¿Con qué instrumentos, con qué categorías, con qué
' r,r, ionalidad? Aquí querría proponer y examinar una cierta conjetura: la de que el
urrr¡rdo de la tragedia (de la forma artística que reconocemos con ese nombre, del
"¡rcrrsamiento trágico" asociado no necesariamente limimdo- a la reflexión
-aunque
r,rlrrc csa forma) contiene un conjunto de claves de comprensión de las cosas que
¡'rrcrlcn resultar de mucha ayuda para un pensamiento que se proponga pensar Ia
I'tlit ica. ¿Por qué? Pues porque la tragedia es un modo de lidiar con el conflicto, con
l.r tlir¡rensión de contradicción y de antagonismo que presentan siempre las vidas
,1,' krs hombres y las relaciones entre ellos, y esa cuestión del conflicto es también
rrro de los grandes problemas, uno de los núcleos fundamentales de la política.
Arrnque ponerlo así lo hace sonar todavía un poco ingenuo, o por lo menos un
¡rrrco débil: deberíamos decir, mejor, que el conflicto es un elemento "constitutiuo
,lc lrr política'(Lefort, ¿Permanece...?,p.37, subr. mío), yque lo es en el sentido
rrr,is ladical de que constitaye su misrna rnateria. Es lo que sugería, por ejemplo,
M;rx V/eber, cuando caracterizabii al mundo de la política como el espacio de esa
"liucrra ent.e loi dioses" con la que ran vigorosamente aludía a la lucha entre valores
.'rrlicntados, y lo que, recogiendo los ecos de una vasta tradición, puede afirmar
lr.y un autor como el filósofo italiano Roberto Esposito, cuando sostiene que "el
..,,rrflicro, en toda su vasta gama de eipresiones, no es otra cosa que la realid¿d de
l;r lrolítica, sufactum, su facticidad" (Esposito, p.2l). El conflicto, entonces, apa-
r ('cc en estas caracterizaciones como la materia, el corazón y el núcleo irreductible

rlc la política (o de "lo" político: ya diremos algo sobre esta disrinción), y esa es la
r,rzrln que nos anima a sugerir nuestra hipótesis sobre la capacidad de la tragedia
y ,lcl pensamiento tágicó para pensar los fenómenos políticos.
Porque, como decíamos, esta cénralidad-del conflicto es también la que define
,,1 ,',,unáo de la tragedia. En efecto, como observa Arnoldo Siperman, la tragedia
t'l teatro trágico, de Sófocles a Shakespeare: de Antigona a Hamlet- constituye
rrrr:r forma de presentación del conflicto que, partiendo de reconocer tanto su
incvitabilidad como su carácter refractario a cualquier forma de "negociaciónr' (el
.. onflicto trágico, efectivamente, no es "tramitable", ya que no se refiere a diferen-

, irrs sostenidas sobre la aceptación de un piso común de valores compartidos, sino

ll
a litigios que se expresan en imperarivos muruamenre incomparibles), opta por ,lc otro modo, 'itiende ver a los seres humanos dominados por la contradicción,
a
exhibirlo, por "ponerlo en escena", en toda su desnuda crudeza,en toda su insopor- l)or cortes y desdoblamientos, por las exigencias encontradas de requerimientos
table irresolubilidad (cf. Siperman , pp.9-45). La postulación de esa inevitabilidad irrcomparibles" (Siperman , p.20), es un tipo de pensamiento especialmente aPto
e irresolubilidad del conflicto es lo que da su fuerza a las grandes obras trágicas ¡,ula el estudio de los fenómenos políticos. Esa es, si tuviera
que Presentarla del
que han marcado singularmente la subjetividad y el pensamiento occidentales. Lo nrodo más general posible, la tesis principal que me gustaría defender en este libro'
que da su fuerza a Antígona, por ejemplo, cuyo nervio radica -como se ha dicho
tantas veces- en la circunstancia de que el enfrentamiento que sostiene Antígona
con Creonte no puede resoluerse, y ello simple menrc porque no existe ningún terrenl 2. FilosoFía política y trdgedia
común en el que ks pretenúones morales de una y otrl puedan encontrarte. Y lo que "... poner en cuestión la axiomática impensada de la filosofía política clásica y de la
da su fuerza también ala pieza de la que aquí vamos a ocuparnos: a Hamlet, que politicología moderna. El núcleo de esa axiomática: la tesis de un orden o una armonía
es la historia de alguien somerido a dos mandatos morales que tampnco pueden como horizonte efectivo o virtual dela polis; el irresponsable optimismo de pensar que
encontrar ningún principio de resolución, superdción o síntesis, porque son radical- los conflictos de la polis son resolubles."
mente irreconciliables. En efecto: aunque nos ocuparemos de esto con mayor FnaNclsco Pr,ñallcn
cuidado, podemos decir desde ahora que si Hamlet "es alguien que, como dicen
las tías, no sabe lo que quiere" (Lacan, p. 93) es porque no sabe a qué sistema de De todos modos, es necesario apuntar desde el comienzo un problema serio, que
valores, a qué código moral, de los dos que se disputan su alma, quiere ser fiel. ..s la muy antigua antipatía que la tradición filosófica occidenml, desde sus grandes
Porque tiene que elegir (y en esre "rener que elegir", veremos, radica el núcleo de r"xtos fundadores, ha manifestado hacia el mundo de la tragedia y de lo trágico. De
la experiencia trágica) entre dos pauras de acción opuesras, ambas perfectamente l,L¡tón en adelante, en efecto, las líneas mayores de esa tradición se han empeñado,
"morales", pero conespondientet a morales distintas mutuamente incompatibles. La
1t rro solo en descalificar de modo muy tajante a la tragedia, sino incluso en frrndar [a
proverbial irresolución de nuestro príncipe se revela así como algo más que un
¡,trsibilidad misma de un pensamiento filosófico por oposición al tipo
de pensamiento
rasgo personal, más o menos patológico, de su "carácter": es la expresión, en el mundo. Si fuéramos a hacer caso al autor de La fupública, deberíamos
¡rropio de ese
corazín de su subjetividad atormentada, del principio de la contradicción radical al conjunto de imágenes -imá-
l)ues, , bien rcnu¡ciar a hacer asomat nuestra mirada
alrededor del cual se organiza la experiencia de lo trágico. propias del universo dela lrybris trágica,
¡i,,rres abismales, d¿smesuradas: peligrosas-
Pero esa experiencia de lo trágico, decíamos, se manifiesta no solo en un conjunto
,, ltien renunciar alaaspiración a ver galardonado nuestro pensamiento con el título
de piezas teatrales como esras que acabamos de mencionar, sino también en un tipo
,lc ftosofa. AI joven Nier¿sche de El nacimiento de la tragedia esta última renuncia,
específico de pensamiento, al que correspondería llamar, por lo tanto, "pensamiento libro de 1870,
¡ror cierto, no le parecía en absoluto gravosa. En ese deslumbrante
trágico", y que podría definirse como un pensamiento que (como el del propio Nictzsche subrayaba la radical contraposición entre el "esquematismo lógico" de la
\7eber, pero también como los de Sigmund Freud o Walter Benjamin) "acepta tlitléctica (cuyo máximo emblema encontraba en la adusta 6gura del viejo Sócrates)
refexionar sobre el mundo reconociendo en él ámbiros de conflicto irreductible"
v l:r forma superior y verdadera del conocimiento que en su opinión proponía entre
(Siperman, p. 36). Un pensamienro que conserya -como escribe Eduardo Grüner
hrs griegos el arte trágico. Pero esta contraposición, que Nier¿sche localiza en un
refiriéndose a Ia "dialéctica negariva" de Theodor \( Adorno, sin duda una de las nromenre muy particular de la historia de la construcción de los grandes modos de
formas más sugerentes que esre "pensamienro trágico" adopta en la filosofía del siglo de la tragedia (forma superior
lx.nsar en Occidente, y cuyo desenlace es la aniquilación
xx- "el movimiento perperuo de un conficto agónico sin superación posible, sin ,lt,l arte "entre los griegos de la época mejor, más fuerte, más valiente" [Nietzsche' p.
Aufhebungj'(Grüner, "La experiencia...", p.65).Ahora bien: ya que, de acuerdo a .l{rf ) bajo el peso del racionalismo científico y filosófico, no se reduce, sin embargo,
lo que veníamos de decir, la existencia de esos ámbitos de conficro es exactumente .r cse particular momenro hisrórico: "Si la tragedia antigua fue sacada de sus rieles
la que def.ne k naturaleza de lo político, se desprende que el pensamiento trágico
1,or el instinto dialéctico orientado al saber y al
optimismo de la ciencia -sostiene
es especialmente apropiado para dar cuenta de los movimientos producidos en ese
Nicrzsche-, habría que inferir de este hecho una lucha eterna entre la consideración
ámbito. EI pensamiento trágico, en efecto, en la medida en que es un pensamienro tróricay la consideración trágica dtl mundn" (p. 140).
capaz de convivir con el conflicto y de tratar de pensar en él y a partir de él (y no
Una "lucha eternd', enronces, entre la consideración teórica y la consideración
a petar de é1, ni mucho menos contra éI), en la medida en que, para decirlo apenas
r rrigica de las cosas. Entre la filosofía y la tragedia. ¿Estaremos obligados a tomar

t2 r3
Irr*r ¡(lo clr cfiil :rr rig.¡r (lucrclla? Me gustaría anticipar desde
ahora _y justificar en el ,¡trc se desprende es que, contra lo que podría pensarse, la filosofía política no es un
e rrrs' tlc e'sta rnisma "rntroducción"-"una respuesta
negativa a esta pregunta, aunque ripo de conocimiento apro ("es un criterio inhabilitado", dice, tajante, Esposito, p.
r)or supucsro no debemos apresurarnos a despreciar eiproblema jue
¡'rti-dialécrico, el entusiasmo .10) para pensar, precisamente, la política. Conclusión tal vez sorprendente y que
anti-filosófico, anti-reórico de Nt.;.h:^;;;;,#". y que resurta
cspecialmente pertinente cuando se yrr nos ocuparemos de relativizat pero de la que por el momento conviene decir
trata {omo aquí se trata- no ya (luc no es tampoco exactamente novedosa. En una forma quizás algo más débil, la
d.e contraponer
una 'tonsideración teórica" y una "consid.eración
,rági.*,, d.l ('ncontramos anunciada por Sheldon'Wolin en el primer capítulo de su ya clásico
una consideración teórica y una consideración -,rnáo en generar, sino
nágica d el mundopolíticoen particular. lltlítica y perspectiua; "EI objeto de la filosofía política ha consistido en gran medida
Porque, en efecro, es en relación con
el mundo
preguntarnos por las posibilidades relativas 4olítico,repitamos, que queremos t'n la tentativa de hacer comparible la política con las exigencias del orden. La his-
de Ia álosofiay ¿i
y es esa preocupación Ia que nos nevó ;;;;iento
hace un momento a destacar ra especiar
trágico, toria de la filosofía política ha sido un diálogo sobre este tema" ('W'olin, p. 20). La
nencia de este último para enfrenar perri_ lirrmulación es menos rerminanre, decía, que la de Esposito, porque \íolin plantea
Io que, dijimos, constituye uno
consrirutivos de la política: el conficto.-En i.ro, elementos tomo un diálogo (dirílogo entre, para usar su terminología, la "filosofía política" y
cuanto alaftosofapori,t" (a
Ia filosofia l;r "práctica política") lo que Esposito presenta como una oposición radical. Pero el
política, insistamos, racionalista, "socrática,i, ,dialécdJa,r
.1 i'" l" que acá nos rinfl.sis en el compromiso de la filosofía política con el orden es el mismo: "Ningún
referimos), su relación con esra cuestión " ".s muy
fundamental d.l;;;;;
En realidad, opuesra. distinta. rcrilico político abogó jamris por una sociedad desordenada", asegura \Xlolin (ibíd.,
si el pensamiento rrágico es un ripo
que parre de aceptar elforque
carácter irreductible der con]fli"to .n
de pensamiento ¡r. l8), quien encuenra en Platón el punto de partida de la obsesión filosófica por
l" rriJ"l. los hombres l,r lrloducción de una "ciencia del orden' 6. a) capaz de conjurar "la propensión
y en las relaciones entre ellos, la firosofía
porítica que hereda .l ,..t socrático y irrtr'ínseca al desorden' (p.54 de la vida política, y en Hobbes -que compartía con
platónico al universo de ro. uágico,..,."-üio, "ro
solo iuede le";";";;i-perio a pardr ,'l ¡rtrtor de La República"laaversiín a la actividad política ylaapatía respecto de la
de la negación de esa irreducñbilid*d. p,
n,r.u"menre siperman quien, retomando
una advertencia del propio Niezsche, ¡rrrrticipación política" (p.299)- el gran teórico moderno dela paz.
nos pone en ra pista q". q;;í^*os
al recordarnos que la nt::?Ír,consid.erada :rgu"r recorrer []n un tono más fuerte y más provocador, la misma tesis puede encontrarse
qu. ra nagedia yque ra propia po- lrrlrnulada en el programático El drsacuerdp, de Jacques Ranciére, donde leemos
lítica, esas orras dos ...*.i-on., a.rg*i.
gti"!o- como una ,,esrrareg ia paraLa vida, ,¡rrc "lo que se denomina 'filosofía política' bien podría ser el conjunro de las ope-
para afrontar el conficto entendidá
un" realidad constitutiva del acontecer trtcit¡nes del pensamiento mediante las cuales la filosofía trata de terminar con la
humano", encuenrra su punro de partida "o-"o
relatos que se refieren t
enla idea
.olrri¿n de obrigaciones
-;-;;;il;:'lr.ro" la cual los ¡rolítica" (Ranciére, p. I 1), de sofocar, de conjurar, de suprimir -dice Ranciére- el
e morales opuesras repugnan a Ia "cscándalo" de la política.
razón" (Siperman, pp. 2g "
s.). ¿En qué consiste ese escándalo? Pues en la actualización
La filosofía se lwanta pu es contra k nagedia
rlcl litigió fundamental, de la disrorsión básica, del desequilibrio secreto que di-
porque se levanta conrra er conflicto. virlc y perturba a todo orden, y en la revelación de que, contra lo que prerende la
o -para decirlo con mayor precisión- por{ue ".u".rio
.n.u."rr" .ü"nflicto, lo hace "r¡rcntira" filosófico-política "que invenra una naturaleza social para dar una arhhé
a partir y dentro del oresupuesto
del otd.r,' (Esposito, p.zr).E;;;;",
filosoffa no piensa.l .o.rfli"to, ti:; parabras: ra ,r lrr comunidad" (ibíd., p. 31), ningin ord¿n social se funda en la naturaleza: hay
q;rr"rr;rrnta, es decirilo ordena. ..No existe
¡rolítica -escribe Ranciére- porque (o cuando) el orden presunramente natural de lo
-frhtofu del conflicto que no ,rdu.i* .r,. propio orden categorial
que' en definitiva, no lo niegue precisamente "l y por tanto rocial "es interrumpido por una libertad que viene a acrualizar Ia igualdad última"
represenració n" (íd.) . Así pues, er
-i.ni.", lo ,.p..r.r,?" | t.".,re, d. al (/¿/. ) sobre la que ese orden descansa, "vale decir, en última instancia, la ausencia de
"
a*" t i ilrii¡lro,,,noenrra en
conflicto, realidad
los esquemas represenrativ os dc ,tkhé,la pura contingencia de todo orden social" (p. 30).Así -se ve claramente-
kftosofaprriri.", no ., p.onun.iable en su lenguaje
conceptual" (íd.). si todo esto fuár" .i.rtá, .'r¡t rc filosofia política (o "política de los filósofos", como dice Ranciére) y política (o
I" firorofí*piil.;*b
conflicto en el mismo movimiento en er ñría pensar er
que pienr" 1", for.na , d, ,iruodrorh,
"¡rnictica política", como decía\(/olin) no hayya, aquí, ningún dirílogo posible, sino

rarb' dinluyll, /_, por esas vías, sacarlo supe- t'rrli'cntamiento y combate abierto: hay política cuando Ia contingencia igualitaria
d. h ár"err". Ahora: si por un lado la trama Intcrrumpe la presunta "naturalidad" del orden social, presunta "naturalidad" que
categorial de la filosofía polírica
-a diferencia de_la del p;rr#;;; trágico_ está h ¡ropia flosofia política tiene la tarea de forjar La política se levanta pues clntrd
incapacitada para hacerse cargo de Ia
centraridad . ir..du.r[iiiü¿ ¿.r conflicto,
y por orro lado este constituye ra propia l.r lilosofía política. Y esta, por su parte, tiene el proyecto de reemplazar "el orden
materiaridad d. i.;;iJ-ü L conclusión ,rrirnrético, el orden del más y del menos que rige el intercambio de los bienes

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l5
perecederos y los males humanos" por el orden geométrico "que rige el verdadero delineado por esros dos grandes "principios generadores" de cualquier sociedad: el
bien, el bien común que es virtualmence la ventaja de cada uno sin ser la desven- conf,icto y el poder. O, si se prefiere: la división y la articulación, la aperrura y el cie-
taja de nadie" (p. 29): k flosofza política se leuantd pues, riempre en todas partes
! rre, el desorden y el orden. Por supuesto, nada de esro nos obliga a cambiar nada de
-! porque esta es exactamente su función-, contra la política, contra la "tragedia" de lo que hemos dicho respecro a las potencialidades de la tragedia y del pensamiento
la política. Como nos decía Esposito: la filosofía política rechaza de su seno a la trágico para pensar la política: es evidente que la idea de conficto propia del mundo
política, porque rechaza el principio mismo de la contradicción, sobre el cual cle lo trágico solo tiene sentido, también, por referencia a la idea de un Orden sobre
-y
solo sobre el cual- la política puede tener lugar. Ahora bien: esta proposición, sin cl telón de fondo del cual el desarreglo de las cosas en el que consisre la materia de lo
duda algo altisonante y pomposa, nos deja frente a dos problemas serios. El primero trágico adquiere significación. Lo que sí nos permite esta punrualizaciónes introducir
se refiere al equívoco significado de la palabra "política"; el otro, a qué enrendemos la noción de una ten¡ión enrre esos dos exrremos, bordes o límites del campo donde
o a qué debemos entender por "flosofia política", y a si esramos siendo justos, con la política encuentra su lugar. En cierto senddo, la discusión de esa tensión será uno
las cosas que hemos estado diciendo hasra acá, con el vasto y heterogéneo conjunto .lc los temas de este libro.
de pensamientos que es posible reconocer bajo esa denominación. Será necesario Pero hay una segunda cuestión que debemos comenrar. Si repasamos nuestra
decir dos palabras sobre una y otra de estas dos cuesriones. rripida síntesis del modo en que Ranciére contrapone las ideas de "filosofia política"
y de "política", advertiremos que esta última noción aparece definida, en las for-
lnulaciones del filósofo francés, como algo muy distinro (en cierto senrido, como
3. Juegos de espejos, juegos de palabras rrlgo radicalm enrc opuesto) a lo que generalmente, en nuestros usos cotidianos de la
"Qué adorables propósitos los de los juristas que nos dicen: 'El Esrado es esto, la Na- lcngua, ponemos bajo los auspicios de ese nombre: la gestión de los asuntos públicos,
ción, aquello'. Ahí van ellos, con la cinta métrica en la mano: 'cintura, ranto... Hom- l;r administración de la "cosa públicd', la tarea o el conjunto de tareas de las que
bros' tanro...', Acabada la ropa, grito de rriunfo: '¡eué bien cae!'Ahora: sc ocupan "los políticos" (p"r" lo que Ranciére propone reservar el nombre menos
¿qué es, sin
embargo, lo que cae?" i'¡rico de "policía'). Así, el autor de La lección d¿ Abbuser suma su voz (cierto que
LucrpN FesvRE
,lc un modo extremadamente sutil y lleno de consecuencias) al coro de pensadores
(luc en los últimos años se han abocado a la rarea de intentar "corregir", digamos
"Si una idea fundamental tiene una ambigüedad esencial, una formulación precisa de ;rsí, la perturbadora ambivalencia que carga consigo la palabra "política", siempre
esa idea debe tratar de capturar esa ambigüedad anres que de borrarla o eliminarla." sospechosa de querer decir "más cosas" que las convenientes, o de estar indebidamente
t ontaminadapor un uso vulgar, corriente o de'tentido común" que la volvería inepta
Av¡nry¡ S¡N
¡rura designar, sin muchas precisiones adicionales, el "verdadero" objeto al que sería
Primero, enronces, la política. unas páginas más arriba apuntamos la idea de Lefort ncccsario hacerla corresponder. Ranciére -bastante cercano en esro a, por ejemplo,
según la cual esta encuentra en el conflicto un elemenro constitutivo firndamental, y Al:rin Badiou- adopta en relación con esra cuestión un criterio que lo enfrenta a la
derivamos de ahí el corolario de que un pensamienro que se propon gapensar k polítiia rcrrtlcncia, digamos, "objetivista" (característica en cambio de, verbigracia, la politi-
debe ser un pensamienro capaz -{omo lo es el pensamiento trágico- de dar cuenta . okrgía sistémica), a definir la política como un cierro "campo" o "subsisrema' del

de ese elemento fundamental. Ahora: es también obvio que si la política contiene ris(r'ma social. El criterio adoptado por Ranciére consiste enronces en: a) separar muy
esa dimensión de conficto como una dimensión esencial e inerradicable (en efecto: rítirlamente el campo de las instituciones y de los intercambios mediados por ellas
no hay ni podría haber política sin una cisura primera que divida a la comunidad (.1<' los "poderes constituidos", si quisiéramos apelar a esa terminología, propuesra y

e introduzca en ella el principio de la diferencia)r, esa dimensión de conflicto no ,lif irndida últimamente porAntonio Negri) yel campo de las prácticas de conrestación
ptrede tampoco agotar el espacio de la política ni su definición: no hay ni podría , irrrpugnación de esos órdenes institucionales (de los "poderes constituyentes" de la
haber política en una sociedad donde sob hubiera división y antagonismo. De ahí rrrrrltirud, de la "parte de los sin parte", de los que reclaman ser "tenidos en cuenta" en
que Lefort aPunte inmediatamente un segundo elemento constitutivo de la política: I'r , ucnta siempre fallada del poder), y b) reservar el nombre de "política" solamente
el podtr, que ofrece a ese mismo cuerpo social escindido o dividido una no menos ,r l,rs ¡rcciones realizadas por los sujetos en este segundo campo.
necesaria articulación, e instituye de ese modo, por encima del conflicto y a pesar de l)c acuerdo. La distinción entre las prácticas de administración del orden y
é1, un espacio común entre los hombres. fuí, la política aparece definida en eiespacio l,rr ;rcciones que buscan impugnarlo es sin duda pertinente y necesaria. Lo que

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deberíamos preguntarnos es si, calificando como "políti cas" solament¿ a estas úl- ,rrrtenido en la.categoría filosófica de "sujeto" (que es subjectum, o sea, soporre o
timas (y rebautizando como "policiales", o como se quiera, a las otras), el tipo de sustrato de una identidad, de unas determinadas propiedades, erc., perl tdmbi¿n,
pensamientos que estamos comentando no corre el riesgo de replicar, de modo v rrl mismo tiempo, subjectus, es decir, alguien sometido o sujetado) es "un juego
invertido, la disociación propuesta por los cuerpos de ideas que buscan combatir ,lt'palabras objetiuo, inscrito en la historia misma de la lengua y de las institucio-
(y qu. a los efectos de lo que aquí interesa podemos convenir en llamar, tal vez, rrc.i' (Balibar, "sujeción...", p. 188), y que es exacramenre en esra doble valencia
"institucionalistas"), los que, por su parte, tarnbién imaginan que hay un único .ltrnde radica el valor de esa palabra, que solo gracias a ella puede ser uerdaderamente
signifcado uerdadero para la palabra "política" (el que permite identificar la polírica cosa que designa. y lo mismo
rlucriptiua de la tensión real sobre la que se sostiene la
instituciona[), y relegan en consecuencia al campo de lo "no-político", de lo "exrra- ¡'rclría decirse, sin duda, de los "juegos de palabras" involucrados en muchos atr¿s
político" o de lo "pre-político" a las prácticas de conrestación de ese orden que no v,rcablos, tales como, por ejemplo, "composición", "construcción", "constitución"
estén dispuestas a jugar las reglas que el mismo propone. De ahí que orros aurores r "institución", que designan al mismo tiempo la acción -subjetiva- de componer,
hayan apelado, para aludir a esta misma distinción sin incurrir en los riesgos de t onstruir, constituir o instituir y el resultado -objerivo- de esas acciones. Es claro
este "juego de espejos", a la contraposición entre el concepto de "la" política y el de ,¡trc cuando se habla, por ejemplo, de "la constirución de un sujeto popular", o
"lo" político, contraposición que constituye ella misma, como observa Lefort, un rlc "la institución de nuevas reglas de juego" se piensa en acciones y en procesos
indicio de la ambigüedad que aquí nos interesa destacar. Aunque tampoco ellos, .lifc.entes que los que nos rraen a la mente expresiones como "la constitución
debemos agregar, están de acuerdo sobre el mejor modo de nombrar a cada una de rr¡rcional" o "las instituciones de la República", Pero nada ganaríamos (y sí, en
estas dos esferas de acción. Así, si en las primeras páginas de Poder político y clases . rrmbio, perderíamos mucho) si decretáramos que solo "corresponde" utilizar las
sociales en el Estado capitalista, de Nicos Poulantzas, podemos leer que es necesario 1r;rlabras "constitución" o "institución" en uno de esos sentidos, y no en el otro.
distinguir "enrrela superestructura jurídico-política del Estadp,lo que puede llamarse l\rrque es precisamente la indeterminación y la variabilidad del significado de esas
lo político, y las prácticas políticas de clase
-lucha política de clase-, lo que puede ¡rllabras lo que las hace ran apras para dar cuenra del carácter dinámico que tiene
llamarse la política" (Poulantzas, p.33), orras veces ambas expresiones se usan en sicrnpre la vida de las sociedades, vida que no se presenra nunca bajo la forma de
un sentido exacramenre opuesro. Así, por ejemplo, el propio Lefort defrne a la rrna oposición dicotómica entre un "polo" de instituciones establecidas y "poderes
política como un campo de acción (un "sistema específico", dice) entre orros, y a t onstituidos" y orro "polo" de prácticas instituyentes y de "poderes constituyen-
lo político como "una dimensión originaria de lo social" (Lefort, op, cit., pp. l9 tcs", sino que se manifiesta siempre bajo la forma de un proceso permanente, un
ss.). Así, rambién, Eduardo Grüner, en un arrículo al que ya hemos aludido (y rrrovimiento incesante y una tensión ineliminable entre esos dos extremos.
que de hecho constituye un excelente "estado de la cuestión" sobre estos debates Pues bien:-la idea que aquí estoy intentando proponer es que con la palabra
"en la zona izquierda del espectro"), define a la experien cia de lo político como "la "política" sucede algo semejante,
Que, igual que las palabras que acabamos de
experiencia de una violencia originaria" (Grüner, op. cit,, p. 66), anrerior a cualquier tonsidera¡ la palabra "política' es ambivalenrc no porque esré necesitando una
forma de contrato y, por supuesto, exrerior al juego de las instituciones, mientras "rlcfinición" más precisa, sino porque aquello que nombra inuolucra una tensión
que la política, en cambio, es definida como el conjunto de prácticas en las que inuradicable. En efecto: conrra quienes reducen la política (como lo hacen las
consiste, precisamente, ese juego institucional. tcorías "institucionalistas" que dominan el ambiente de la politicología académica)
Por mi parte, he sugerido hace un momento la conveniencia de preservar la rrl rnero funcionamiento de la maquinaria insritucional, pero tambiéncontra quie-
ambivalencia, la polisemia, de la palabra "política". Más aún: de explorar la posi- ttcs buscan la política solamente en las prácticas de oposición a esos dispositivos,
bilidad de postular que la riqueza de esa palabra, 'polltlca", reside exactarnente en su sostendré acá que el conflicro y la tensión entre la idea de la política entendida
ambigtiedad. Que esta no es un defecto que deberíamos lamentar ni un déficit que toruo práctica institucional de administración de las sociedades y Ia idea de la
deberíamos tratar de corregir apropiándonos de (o simplemente inventando) nuevas ¡r<rlítica entendida como antagonismo y lucha ¿s constitutiua de la política misma.
palabras o modulaciones para idenrificar a cada una de sus distintas acepciones, (]rrc el espacio de la política se define exacramenre en esa rensión, en ese punto
de
sino la expresión del mouimiento real de aquello que esa pakbra sirue para designar. t ¡ ttce entre las instituciones formales y las prácticas sociales (entre
-si quisiéramos
De otro modo: que el "juego de palabras" que ese término implica es un juego de ¡tonerlo en los términos de una contraposición clásica sobre la que volveremos- las
palabras "objetivo". Tomo esra úldma expresión, "juego de palabras objerivo", de "irrstiruciones políticas" y las "acciones políticas"), enrre los poderes constituidos
un bello texto de Étienne Balibar donde puede leerse qu..l ";u.go de palabras" tlc los Estados y el "poder constituyente" de la multitud, entre las "insriruciones"

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y los "acontecimientos", entre la autoridad y la novedad. O, si quisiéramos volver r.rbrc el viejo tema de la oposición entre las teorías que enfatizan la importancia
ahora sobre los dos "principios generadores" de los que nos hablaba Lefort unas lc: llt acción política y las que acentúan la centralidad de las instituciones políticas.
páginas atrás: entre el poder y el conflicto. Que no constituyen sino las dos partes lisrr <lposición es fundamental en nuestro recorrido, y por cierto volveremos sobre
de una unidad inseparable, y que no pueden pensarse, en consecuencia, sino en ,'llrr: ya tendremos tiempo de ubica¡ en efecto, ala cabezade una y otra de esas dos
su mutua relación. La política es siempre, en efecto, la actividad o el conjunto de rrrr(liciones teóricas, a los dos aurores de los que habremos de ocuparnos con más
actividades desarrolladas en ese espacio de tensión que se abre entre las grietas de t t¡iclado: a Maquiavelo, auror de la primera teoría moderna de la acción política, y
cualquier orden precisamente pzrque ningún orden agota en sí mismo todos sus sentidns ;r I lobbes, padre fundador de la refexión moderna sobre las instituciones políticas.
ni satisface las expectatiuas que los distintos Actores tienen sobre é1. srstcndremos también que todo el desarrollo del pensamiento político moderno
¡trrt'cle ser pensado como un prolongado diálogo (diálogo no exenro de tensiones y
t onllictos, pero también de puntos de encuentro y de articulación) entre estas dos
4. El orden y la revolución, "metáForas de la política" t rltliciones. Lo que por ahora querría apenas indicar es que el argumento desarrollado

Una excelente argumentación a favor de esta hipótesis de que la palabra "política", ¡ror'[)e Ipola en el libro que estamos comentando se sostiene sobre este mismo telón
rlc fi¡ndo, y sobre un diagnóstico que no nos cuesta trabajo compartir y que de hecho
como venimos sosteniendo, no tiene "un' signiñcado correcto y verdadero, y de que
yit lrcmos anunciado, a saber: el del decidido triunfo, en las líneas dominantes del
un pensamiento adecuado a la complejidad del objeto que ella nombra sería aquel
que se permitiera pensar (en) la brecha que se abre entre los distintos significados que ¡rctrsamiento social y político contemporáneo, de las posiciones más "insritucionalis-
l,rs" cn desmedro de los pensamientos acerca d ela acciónpolítica, y en la consecuente
ella tolera, puede encontrarse en un precioso libro de Emilio de Ipola, Metáforas de
rrc.csidad de recuperar la constelación de pregunras que había dado impulso, orrora,
la política, al que me gustaría hacer comparecer en mi ayuda en este punto. De Ipola
.r l:r reflexión sobre esta úldma, y de volver a plantearse el conjunto de problemas
afirma, en su libro, que la política puede ser concebida tdntl como un "subsistema"
(tcriricos, epistemológicos, metodológicos, ontológicos) que ella plantea. Imposible
con funciones determinadas (y comopArte, en consecuencia, de un "sistema social"
r oltsiderar aquí este vasto conjunto de cuestiones. Baste mencionar los dos grandes
más vasro, que lo excede y "sobre el cual solo puede incidir en el interior de límites
rlif logos que De Ipola sostiene en esre libro y que son fundamentales, me parece, en
acotados" [De Ipola, p. 10]), cuantl como "un todo capaz de exceder cualquier límite"
$u ilrgumenro: su diálogo con Niklas Luhmann y su diálogo con Marx.
(íd.), de mosrrarle a ese orden social la contingencia radical sobre la que se sostiene
.Se entiende por qué la obra de Luhmann es reiteradamenre somerida a crítica
y eventualmente, incluso, de subvertirlo. [¿ primera de esas dos acepciones de la
crr las páginas del libro que comento: poniendo su tratamiento de los fenómenos
palabra "política" nos enfrenta a la idea de ord¿n; la segunda, a la idea de reuolución.
rociales bajo el amparo de una teoría general de los sisremas, de una hipótesis sobre
Esas son las dos "metáforas de la política" a las que alude el título del libro de De
t'l t'arácter autopoiético y autorreferencial de los distintos sistemas (o "sub-sistemas")
Ipola, las dos grandes figuras con las que la política suele ser pensada: una metáfora
"débil", sistémica, y una metáfora "fuerte", rupturista. Y aquí, la tesis de De Ipola, rociales y de una clasificación que le permite distinguir tres tipos distintos de esos
ristcmas o sub-sistemas autopoiéticos y autorreferenciales atendiendo a sus diferentes
perfectamente consistente con lo que veníamos nosotros proponiendo: que las ideas
sobre la política sostenidas sobre la aceptación excluyente de una uotrade estas dos ¡ir:rclos de complejidad , Lultmann expuha a k acción del campo de los problemas de bs
,¡tr ltabria que zcuparse. Pero no solo eso: al. enfaúzar la autonomía y particularidad
grandes metáforas coinciden en el error de perder en el camino la esquiva naturaleza
,lc cada uno de los distintos sistemas sociales cuyo interjuego consrituye la vida de
de lo que buscan defrnir. En efecto: no consiguep ensar Ia política, escribe De Ipola,
rrrr:r sociedad, esa reoría se prohíbe pensar la eventualidad de que uno de esos siste-
ni el que la considera exclusivamente como un subsistema del sistema social al el que
nr;rs (el que aquí inreresa: el político) pueda en dererminado momenro exhibir una
la concibe apenas como el momento de crisis del pacto que sostiene todo el edificio
",rs¡riración a la totalidad": una prerensión de serlo todo (y
de la sociedad, sino solo el que "osa emprender Ia ardua travesía del laberinto que no apenas una parte de un
ttrrl<r mayor) y de podea en consecuencia, desde esta ambiciosa exigencia, subuertirlo
ambas metáforas dibujan en el dominio huidizo e irrepresentable de lo social" (ibtd.,
ttu/a. Es decir: se prohíbe pensar a la política en el sentido "fi¡erre" en el que permite
p.12). Porque solo así (insisto, a riesgo de ser redundante) puede darse cuenta del
hecho de que lo ambivalente no es /n palabra "política", sino, si se me pernrite decirlo ¡'.'trsarla la metáfora "rupturista" de la revolución: debeforcluirlaideade la política
,,,r¡ro revolución. El problema del pensamiento sistémico de Luhmann, enronces,
de esre modo, la política misma.
( \ (luc, forcluyendo una de las dos metáforas que se disputan la
Hemos indicado un poco más arriba que la contraposición entre las dos ideas conceptualización
,lt' lrr política y pensando solamente en el interior de la otra (de la meráfora "débil":
sobre la política que aquí estamos discutiendo puede leerse como una variación

20 2t
la del orden), abandona la necesaria tensión enrre esas dos figuras, que solo resultan
productivas, como hemos dicho, cuando cada una tiene a la otra como telón de
fondo (como "complemento gestáltico", dice De Ipola) y como silenciosa referencia.
Abandonando tod.a referencia a ese "fondo gesráltico" que ofrece a cualquier idea
de la política como orden el fantasma de la idea de la política como revolución, el
pensamiento de Luhmann no consigue poner bajo el nombre de "política" más que
una insípida práctica de administración, gestión o "cálculo de experros".
Con Marx, por supuesro, estamos desde el comienzo en otro lado, porque esramos,
desde el comienzo, en el terreno de una teoría de la acción. Lo que De Ipola hace,
acá, es mostrarnos que esa teoría de la acción de Marx sí contiene esa ambivalencia
fundamental que a él le interesa rescatat y sin la cual cualquier pensamiento sobre
la política resuha, como el de Luhmann, por lo menos rengo. ¿Qué forma asume
en Marx esa ambivalencia? La de una distinción, dice De Ipola, entre dos ideas
-y
hasta entre dos categorías diferentes- para pensar la acción política: Marx, en efeco,
hablaba de "acción" cuando pensaba la política en un sentido "débil', y de "praxis"
cuando pensaba la política en un sentido "fuerre". Y las dos "meráforas de la política'
que ocupan a De Ipola reaparecen aquí muy nítidamente. Porque si la mera acción
política supone una idea de orden y se realiza en el interior de una esfera de la acción
que no prerende superponerse con la totalidad de lo social, la noción de praxis es
usada por Marx para referirse a acciones políticas fuertes y reuolucionarias, que tras-
tocan el orden y crean sujetos colectiuos. Este último punto es fundamental: sila mera
acción política, si la acción política en sentido "débif', presaplne un sujeto que la
lleva a cabo, la praxis revolucionaria es partera dc nueua¡ id¿ntid¿d¿s (por ejemplo: la
comuna). Lo que lleva a De Ipola a plantear una cuestión que es, en Marx, menos un
tema saldado que una permanenre tensión: su ambivalencia en los modos de pensar
a los propios sujetos de la acción política, que son los "obreros" cuando Marx piensa en
el interior de la metáfora del orden y el "proletariado" cuando lo hace dentro de la
metáfora de la revolución. En el primer caso estaríamos anre rma categoría "socioló-
gica' (como observa slavoj zizrk), "policial" (como diría Ranciére) o "débil" (como
dice De Ipola); en el segundo, anre una categoría "política" fuerte. como rendremos
ocasión de verifica¡ en efecro, la polírica, en su senrido más radical, implica siempre
un trastrocamiento en el orden de las identidades.

5. "Misión: imposible". Tragedia y "gran" filosotía


nuestra sugerencia de que la (anti-trágica) filosofia política y la (trágica)
.Pero
política se repelen y se
niegan muruamenre no solo planteaba problemas, di;imos,
respecto a lo que debíamos entender por "política", sino rambién respecto a lo que
deba entenderse por "flosofia política". Y es hora, en efecro, de preguntarnos si no
estamos siendo injustos con algunos grandes sisremas filosófico-políticos de los que

)',

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