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6 NOTAS PREVIAS SOBRE EL TEXTO Y LAS IMÁGENES
P. 44 2. LA CASA CIELO
EL ARQUETIPO DOMÉSTICO COMO OMBLIGO CÓSMICO
P. 88 3. EL CIELO EN LA CASA
CASAS DE PATIOS, SOL Y LLUVIA
BIBLIOGRAFIÍA
COPACABANA 61.421 70
ENVIGADO 174.108 78
GIRARDOTA 42.830 83
ITAGÜÍ 232.680 21
LA ESTRELLA 52.563 36
LA ESTRELLA
ITAGÜÍ
SABANETA
ENVIGADO
CALDAS
9
BELLO
COPACABANA
GIRARDOTA
Río Medellín
BARBOSA
10
La condición actual del ser humano es fundamentalmente histórica, y en este
sentido constituye una especie transformadora que deja huella a partir de su ac-
ción en el mundo, por esto, acudir al estudio de un producto cultural, concebido
como expresión de quienes lo engendran en un determinado contexto temporal
y geográfico, permite acercarse a la dimensión poética de la especie, y en tal
medida, allana el camino de comprensión del presente y puede anticiparse a po-
sibles futuros para conducir por la senda de la autoconciencia en beneficio de la
experiencia existencial ya que “[…] toda imagen se transforma en representación
de algo que supera los propios límites físicos y perceptivos del reconocimiento
para dilatarse indefinidamente hasta constituirse en ‘visión del mundo’, que a su
0.1
vez es reflexión y parte constitutiva de este”.1 Así entonces, en este trabajo se
presenta un acercamiento crítico a un tipo de producción de posibilidades artísti-
cas, para reflexionar sobre el ser y el hacer desde lo que se denomina el espacio
doméstico situado en el marco arquitectónico del Valle de Aburrá.2
0.5 0.6
1
Maurizio Vitta, El sistema de las imágenes, Barcelona, Paidós, 2003, p. 66.
0.1. La huella histórica: petroglifos prehispánicos, 2
Ubicado en el departamento de Antioquia (Colombia), contiene el Área Metropolitana del mismo nombre, que incluye
ocupación tardía, El Rosario, Itagüí.
los municipios de Caldas, La Estrella, Itagüí, Sabaneta, Envigado, Medellín, Bello, Copacabana, Girardota y Barbosa;
0.2. Posibles futuros: Medellín utópica, estudiantes tiene una extensión de 1.168 km² y 3.700.000 habitantes.
de arquitectura, modelo tridimensional, 50 x 70 cms., 2011. 3
Entre el 1 de enero y el 22 de noviembre de 2012 se registraron 2.177 personas desplazadas por violencia delincuen-
0.3. Problemas urbanos: carro recolector de basuras, cial en el Valle de Aburrá. Fuente: Personería de Medellín, Teleantioquia noticias, Canal Regional Teleantioquia, Medellín,
Medellín, 2013. noviembre 22 de 2012.
la influencia de los tipos espaciales y los modelos estéticos que las clases más
favorecidas han importado.
Y en este trabajo no solo se acepta el hecho de la predeterminación del sujeto 0.10. El sensible sistema natural: flores de guayacán amarillo,
por los espacios y objetos, sino que además se incluye la noción descriptiva de Medellín.
que estudiar este espacio también “[…] es albergarlo, pintarlo, duplicarlo, poblarlo 0.11. El tejido urbano doméstico: Bello, 2009.
La historia del espacio doméstico en este cañón del río Aburrá, evidencia tres
0.14
momentos fundamentales en su desarrollo asociados a sendos tipos arquitectóni-
cos generalizados y que no han hecho distingo entre grupos sociales, culturales
o económicos ni ha diferenciado barrios o ubicaciones. El análisis crítico de las
rupturas y continuidades que estos tipos básicos han producido en la concepción
y caracterización del espacio doméstico, así como sus sistemas estructurales de
carácter simbólico, constituyen el objeto central de esta investigación, en la que
se parte de la idea cassireriana del hombre como un animal simbólico.
El Hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar
las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en
un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este
universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de
la experiencia humana.14 0.20
ticidad, engendrados de esta miope manera, están muy alejados del verdadero
sentido del espacio doméstico y están producidos primordialmente para satis-
facer indicadores, atributos ajenos a la dimensión humana o para fines de lucro
privado, más que para servir realmente de nicho protector para la intimidad;
parecen vasijas vacías de un material permeable e incapaz de contener el fluido
vital de la existencia. El comportamiento que se deriva de esta relación entre
la insatisfacción profunda de la condición íntima y el escenario arquitectónico,
conduce a un desgarramiento, pues el objeto no se adecúa a la necesidad y a la
función, aunque produzca otras satisfacciones.
0.22 0.23
Por esto, el arquitecto que desarrolla en la actualidad su ejercicio en estas tie-
0.19. Influencias extranjeras: edificio de vivienda, South Beach,
rras, no solo tiene una tarea de enorme responsabilidad, sino que además tiene Miami, EEUU.
el reto de facilitar un cambio mediante la definición de las estrategias necesarias, 0.20. Los dominios poéticos del espacio doméstico: llamador,
Santafé de Antioquia, Colombia.
15
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 332. 0.23. Horizontes de significación: casa, San Benito, Medellín.
los mecanismos urgentes y los dispositivos arquitectónicos catalizadores, que
aporten en la solución del aspecto deficitario del espacio doméstico, pero enten-
dido mucho más allá de su dimensión cuantitativa, tributando nuevos horizontes
de significación y haciendo un llamado sobre los aspectos más relevantes de la
condición doméstica para que su espacio arquitectónico responda de manera
más adecuada a las necesidades profundas y reales.
Sin pretender versiones románticas o limitadas, habrá que apuntar a una contex-
tualización del fenómeno sin desconocer la condición virtual y errante del mundo
actual, para encontrar la doble posibilidad del reconocimiento de las particu-
laridades locales con visión universal. De tal manera, se espera hacer un aporte
para que quienes piensan, crean y planifican el entorno material para el espacio
doméstico en el Valle de Aburrá, descubran una nueva perspectiva que facilite el
0.28
camino de su cualificación, “de este modo se instaura el ‘círculo hermenéutico’,
según el cual toda acción de conocer lo es a su vez de re-conocer, de relacionar
la ‘cosa’ con un universo de conocimientos del que ya se está en posesión”,18
para abordar la arquitectura como producción que supere lo pragmático y se
sitúe en el universo de una estética memorable y poética.
Así, y volviendo a Leroi-Gourhan, espacio, tiempo y forma son productos de los 0.28. Estéticas memorables: casa particular, autor desconocido,
1919, Prado, Medellín.
21
Simón Marchán F., La estética en la cultura moderna, Madrid, Alianza, 1987, p. 236. 0.31. La experiencia espacial, álbum familiar.
ritmos, de tal manera que en el espacio arquitectónico el recorrido, el paso de la
luz, el descubrimiento de las estancias, el tránsito entre ámbitos y la repetición
de elementos y recintos, determinan la ritmicidad de la percepción que involu-
0.32
cra una estética funcional, una fisiológica y una figurativa. En consecuencia, el
tiempo y el espacio solo son posibles en la medida en que son materializados
en un contenedor que a su vez habita al ser. Aquí es factible asociar la idea del
filósofo español José Luis Pardo (1954), de que “[…] el sentido habitual de un
edificio, de la fachada de una casa o de una carretera es el de ser precisamente
escenarios donde suceden las cosas […]”;22 de acuerdo con ello, la arquitectura
cobra sentido en el momento en el cual es posible reconstruir la historia de su
tiempo para comprender la forma y su constitución; ahí radica el argumento que
permite explicar la razón de ser del análisis crítico e histórico de un dominio cul-
tural que pertenece, determina y posee al espacio geométrico. Por consiguiente,
se puede afirmar, con el filósofo italiano Maurizio Vitta (1936), que el aspecto
matérico y sensible de la arquitectura, como imagen, es doble: “Por un lado de-
fine, en el interior del sistema linear de su proyecto, el espacio de lo vivido; por el
otro, sitúa la obra en el espacio físico –natural o urbano– para fijarlo, activando
un instantáneo proceso de simbolización, en la historicidad del lugar”.23
Así mismo, algunas veces se incluirán teorías urbanas ya que “[…] la forma en
que se realizan los tipos edificatorios residenciales, el aspecto tipológico que
les caracteriza, está estrechamente vinculado a la forma urbana”.24 También se
0.35
consideran, para efectos del análisis, otros aspectos que inciden en la concreción
0.32. Escenario existencial: Puente sobre el Drina, Fernando Mar-
tínez, óleo sobre cartón, 10 x 35 cms., 2003, colección particular. del espacio doméstico, como los principios religiosos, los preceptos educativos,
0.33. El universo íntimo: casa de Marco Fidel Suárez,
las conductas sociales, las instituciones que conducen estos aspectos y el marco
c. 1850, Bello.
Ahora bien, si se acepta que “[…] los espacios tienen mil sentidos, suponen un
oleaje ilimitado y continuo de proliferación de sentidos, de producción de sentido
[…]”,27 es de suponerse que la categoría estética a la que se ha hecho referencia
trasciende la envoltura delimitante, para situarse en la concepción compleja de
la experiencia que tiene como escenario de desarrollo el espacio geométrico. De
tal suerte, se reafirma que la producción arquitectónica doméstica requiere una
18 verdadera transformación de las ideas que la gobiernan en pos de superar la
retórica que caracteriza en la actualidad la producción de la vivienda en el Valle
de Aburrá y necesita posibilitar la reaparición de la poética perdida en la espesura
de los atributos aparenciales, de los aditamentos tecnológicos y de las cualidades
comerciales, que incluso evaden la realidad virtual que arremete sobre el espacio
arquitectónico creando otras poéticas de errancia y huida.
0.37
Estos otros mundos artificiales, de naturalidad dudosa y borrosa, recalcan la
ansiedad por escapar del universo real tormentoso, contaminado, agresivo e in-
discreto. Ello, entre otras cosas, confirma que algo no está bien en la arquitectura
doméstica, además se añora el pasado y la nostalgia por él suele ser un indicador
de descontento con el presente; la imagen ideal de la casa unifamiliar aislada en
un campo natural es el sueño encarnado de un estado platónico de vida esencial
en estrecha relación con los íntimos y a salvo de intrusos. Y aunque muchos
de los habitantes de este valle apenas logran satisfacer su necesidad básica de
vivienda, y por lo tanto su sueño inmediato remite a un hogar propio y estable,
deambula el fantasma de la casa aislada, arquetipo que no deja de ser un ideal
universal: 0.38
Por esto, el estudio histórico que se hace en este trabajo acoge la tipología como
herramienta básica para el análisis de la arquitectura, ya que ella permite re-
conocer los hábitos y las estructuras simbólicas subyacentes sin hacer aproxi-
maciones particularizadas. La perspectiva desde la cual se adopta el concepto de
tipología, que tiene su origen en el griego typos, acoge la definición del filósofo y
0.42
arqueólogo francés Quatrémère de Quincy (1755-1849), que plantea que el tipo
es el principio fundamental, el núcleo sobre el cual se coleccionan y se coordinan
0.39. La concepción vacua del espacio doméstico: Pintura con
en el tiempo los desarrollos y variaciones de las formas a las cuales es suscep-
espejo, Santiago Cárdenas, óleo sobre lienzo, 193,5 x 168,5 cms.,
1972, colección Coltejer.
28
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 335.
0.40. La pugna entre las ideas abstractas y las
necesidades reales. Klaus Honnef, Arte contemporáneo, Alemania, Taschen, 1991, p. 187.
29
0.41. La expansión sin límites: Medellín, 2008. Según Julio Solano J., “Nuevo aire para la vivienda”, Arquitecto, Bogotá, SCA, 2012, (2), julio - septiembre de 2012, p.
30
0.44 0.45
El historiador italiano Giulio Carlo Argán (1909-1992), decía que: “Un tipo es
una idea general de la forma del edificio, y permite cualquier posibilidad de va-
riación, naturalmente dentro del ámbito del esquema general del tipo”;35 Argán
afirmaba que el tipo resulta de un proceso en el cual se selecciona un conjunto
de objetos similares dentro del cual se abstraen los elementos característicos
comunes para sintetizar luego el trabajo en un esquema que los contiene. Y con
20 esta definición demuestra que la labor proyectual en arquitectura encuentra en la
tipología una posibilidad creativa que trasciende el sentido de las artes miméticas
al superar la simple repetición de un modelo y acuñar una descripción espacial a b
factible de manipularse en el detalle. De tal forma, la tipología es “[…] un proce-
dimiento cognoscitivo por medio del cual la realidad de la arquitectura revela su
contenido esencial”;36 que es precisamente lo que interesa para efectos de esta
investigación al pretender aclarar las estructuras simbólicas domésticas que hay
detrás de la forma y el espacio arquitectónicos; en efecto, Martí plantea que la
tipología penetra en el interior de lo fenoménico para encontrar las constantes de
raíz común por encima de lo aparente y lo material.37
32
Antoine C. Quatrémère de Q., “Concepto de tipo”, Arquitectura, Universidad San Buenaventura, Cali, (18), 1995, pp.
20-24. También A. C. Quatrémère de Q., “Dictionnaire Historique de l´Architecture”, citado en Carlos Martí A., Las
variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 142.
33
C. Martí A., Op. cit., p. 11.
34
A. Rossi, Op. cit., p. 67.
35
Giulio C. Argán, El concepto de espacio arquitectónico, desde el Barroco a nuestros días, Buenos Aires, Nueva Visión,
1961, p. 29.
36
C. Martí A., Op. cit., p. 13.
Ibíd., p. 114.
37
sentido poético y el dominio estético de la experiencia espacial.
b c Bajo esta noción del tipo, se asocian también los conceptos de prototipo, arqueti-
po y estereotipo. El prototipo no es muy aplicable al universo arquitectónico, pues
remite al primer objeto que se produce antes de fabricar una serie, por lo tanto
tiene más uso en el diseño industrial. El arquetipo en cambio, es un concepto
universal que sintetiza lo más importante de un tipo, se asocia a una imagen o
a una forma establecida y aceptada colectivamente de manera incondicional. El
arquetipo no requiere explicaciones y es comprendido de manera casi inmediata,
actúa a nivel del inconsciente y pulsa como una energía que requiere ser ma-
terializada. Ciertas expresiones o representaciones arquetípicas tienen rasgos
d infantiles por lo esenciales y ellas están presentes incluso en los imaginarios de
0.47
los niños. Para el mencionado Jung, un arquetipo es un símbolo común a toda la 21
humanidad, con la particularidad individual interpretable según las condiciones
de cada circunstancia; dentro de su psicología “[…] a los contenidos de lo incon-
sciente colectivo los denominamos arquetipos”;40 por lo tanto, el concepto de
arquetipo designa contenidos psíquicos que no han sido sometidos a ninguna
elaboración consciente y representan un dato psíquico todavía inmediato.
0.48
“Pero el arquetipo como imagen del instinto, es psicológicamente una meta es-
piritual hacia la cual tiende la naturaleza del hombre […]”,41 por ello, para el caso
del espacio doméstico, el concepto de arquetipo es completamente aplicable y
remite por ejemplo a la imagen de la casa básica ideal, aquella que un niño
dibuja como expresión del hogar asociado a la protección, la felicidad y el estado
platónico de aislamiento de lo indeseado. Esta noción arquetípica que se tra-
duce gráficamente en la casa con techo a dos aguas, chimenea, puerta central
y dos ventanas simétricas, en un paraje campestre, se extiende universalmente
como el sueño anhelado para la intimidad doméstica, estrechamente referido a
la imagen del rostro humano, encarna la materialización arquitectónica del orden
humano en el mundo, la exteriorización de la esencia humana, y el reflejo de “[…]
0.49
un espacio ordenado, cuyos límites se pueden tocar en un tiempo compatible con
la rotación de las operaciones cotidianas. Es también un espacio que responde a
la necesidades estéticas fundamentales, que responde a la inserción de las su-
0.47. El tipo de patios: a. proyecto Centro de Moda, J.D.Ch., 1987.
Medellín, modelo del autor. / b. centro comercial Premium Plaza,
Fajardo Moreno y Cía., 2007, Medellín. / c. edificio comercial,
Cartagena, Colombia. / d. casa republicana, Medellín.
38
Giulio C. Argán, Proyecto y destino, Caracas, Universidad Central, 1969, p 57.
39
Ibíd., p. 58.
0.48. Procesos proyectuales basados en la tipología.
40
Carl G. Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Paidós, 1994, p.10.
0.49. La imagen arquetípica de la casa: dibujo sobre papel,
Samuel Correa (6 años), 2007. 41
Ibíd., p. 157.
perficies humanizadas en una proporción suficiente, de cielo y de naturaleza”,42
de cuya aplicación, como se verá, se desprende el análisis para los tres tipos que
se abordarán en la investigación.
Estas propiedades del habitar, cruzadas con los postulados conceptuales aso-
ciados a la tipología en relación con el problema arquitectónico de la vivienda 0.53
y del espacio doméstico, permiten integrar su condición tectónica a la revisión
histórica para verificar la aparición, transformación, supresión y pervivencia de 0.50. El estereotipo doméstico:
urbanización Isla Fuerte, Envigado.
De tal manera entonces, y bajo el título de “La casa cielo, el arquetipo doméstico
0.55
como ombligo cósmico”, la capitulación continuará con un análisis del espacio
doméstico prehispánico asociado al tipo de la cabaña primitiva, que dio luego
paso al primer estereotipo traído por los colonizadores españoles, constituyó la 23
primera ruptura tipológica y la implantación de una nueva noción de espacio do-
méstico basada en el tipo de patios, tema del capítulo identificado como “El cielo
en la casa, casas de patios, sol y lluvia”. Luego, el tipo de la torre de apartamen-
tos, que instauró una nueva ruptura, se analizará en el capítulo correspondiente
bajo el título de “El cielo afuera y la tierra distante”, para dar lugar a la compren-
sión de las condiciones actuales del espacio doméstico en el valle. Finalmente,
se dará paso a la conclusión del ejercicio en un aparte denominado “El próximo
0.56
cielo, para sanar la tierra”, en el que se espera brindar un posible horizonte de
transformación del espacio doméstico basado en el sustrato de su triple natu-
raleza: funcional, social y de orden. La alusión a las dos polaridades, la celeste y
la térrea, obedece a la aceptación de la propuesta de Félix Duque de que:
[…] erigir una ciudad o techar un edificio implica prestar atención a las líneas en los cielos:
rectas en las constelaciones, curvas en las órbitas planetarias. Ambas susceptibles de
ser proyectadas trigonométricamente sobre la tierra. E implica igualmente corresponder
a la resistencia prestada por la tierra, que permite el establecimiento sobre y contra ella
de todo firme […].47
Obsérvese también que los tres tipos históricos en los que se concentrará el trabajo
0.57
del espacio doméstico en el Valle de Aburrá corresponden con el planteamiento
0.54. La idea arquetípica de lo doméstico: casa particular, que el filósofo y escritor francés Régis Debray48 (1940) hace sobre el devenir de
Christiansted, St. Croix, Islas Vírgenes, EEUU.
la imagen en Occidente identificando tres momentos de la historia de lo visible y
0.55. La casa cielo: poblado arhuaco, Sierra Nevada de Santa
Marta, Colombia.
A esta idea debreyana se suma la caracterización propuesta por el arquitecto y 0.58 0.59
catedrático polaco Amos Rapoport (1929) sobre la relación que el hombre ha es-
tablecido históricamente con el paisaje, quien también la define bajo tres actitudes
determinantes de la forma de la vivienda: una primera religiosa y cosmológica en
la que el entorno es dominante sobre el humano, una segunda simbiótica bajo la
cual hay un equilibrio entre la naturaleza y el hombre y en la cual él se considera
responsable de ella ante Dios, y una tercera actitud explotadora que convierte a
la especie humana en consumidora, modificadora y destructora de la Tierra.49 0.60 0.61
Puede observarse que cada una de estas tres actitudes frente al medio, co-
rresponde a las tres miradas que Debray define, y que al mismo tiempo se em-
parentan con los tres tipos básicos de formas arquitectónicas que el mismo Rapo-
port establece; la primitiva, en la que hay muy pocos tipos de edificios con un
modelo que varía muy poco y que son construidos colectivamente; la vernácula
preindustrial, que da lugar a un mayor número de tipos edilicios, aunque limitado,
con más variaciones individuales y construidos por profesionales; y una tercera,
moderna, con muchos tipos de edificios especializados y de corte original, di-
señados y construidos por equipos de especialistas.50 0.62 0.63
49
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 101.
50
Ibíd., p. 18. 0.67
51
F. Duque, Op. cit., p. 98.
52
Paola Coppola P., Análisis y diseño de los espacios que habitamos, México, Pax México, 2004, p. 26
53
Ibíd., p. 47.
25
Este hombre es ahora precisamente el centro del espacio, pues la concepción 1.8
4
“Spatium est ordo coexistendi” (El espacio es el orden de lo coexistente): M. Jammer, Op. cit., p. 23.
5
La conceptualización del problema del espacio doméstico que se presenta aquí es una versión revisada y ampliada de
la reflexión realizada por el autor en El péndulo del hogar, Medellín, Universidad Nacional, 2011. y que tuvo origen en la
tesis, publicada como libro, de la Maestría en Historia del Arte: Habitarte, Medellín, Universidad de Antioquia / CPNAA,
2009.
6
José L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-textos, 1992.
7
Ibíd., p. 12. 1.7. La dimensión externa del ser: el espacio.
8
Entendido a la manera aristotélica de ser la frontera adyacente del cuerpo continente: M. Jammer, Op. cit., p. 38. 1.8. La condición simbólica del espacio humano: Momentum
movimentum, Laura Porras, instalación, 2013, Sala U, Universidad
9
Otto F. Bollnow, “El hombre y su casa”, Eco, Bogotá, Tomo IX (52-54), agosto - octubre 1964, p. 461.
Nacional, Medellín.
10
Gottfried W. Leibniz, Discurso de metafísica, Madrid, Alianza, 1994, p. 99.
1.9. La relatividad subjetiva del espacio: Sin título, Natalia Giraldo,
11
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p.303. instalación, 2013, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
y que Michel de Certeau propone “[…] en cuanto que se toman en consideración
los vectores de dirección, las cantidades de velocidad y la variable del tiempo.
El espacio es un cruzamiento de movilidades”;12 es, en términos pardianos, una
exterioridad al sentido, al tiempo y a la historia.
12
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
Estudios Superiores de Occidente, 2007, p. 129.
13
José L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Barcelona, Del Serbal - Guitard, 1991, p. 41.
1.10. Cruzamiento de movilidades: ventana doméstica, Medellín. 14
E. Cassirer, Op. cit., p. 81.
1.11. Polaridades complementarias: Sin título, Catalina Ferrer, óleo N. K. Smith (tr.), Immanuel Kant´s Critique of pure reason, Londres, Macmillan, 1950, p. 71, citado en: M. Jammer, Op.
15
sobre lienzo, 50 x 70 cms., 2008, colección particular.
cit., p. 178.
1.12. El sentido simbólico ilimitado del espacio: Isolda, Diana Mar- 16
Régis Debray, Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1998, p. 53.
tínez, instalación, 2008, Museo El Castillo, Medellín,
foto de la artista. Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 109.
17
dependen de la perspectiva y la relación que el sujeto le otorga.
Por su parte, Leibniz, como ya se adelantó, planteaba que se alcanza una re-
presentación del espacio mediante un proceso de abstracción, definiéndose el
espacio como relativo o relacional, es decir, como dominio de coexistencia entre
seres posibles, lo cual genera un sentido que trasciende la mera localización de
cada ser u objeto por sí mismo de manera aislada y condicionándolo frente a
otros que simultáneamente hacen parte del mismo universo material e inmate-
rial; lo cual conduce inexorablemente a plantear la diferenciación del concepto de
territorio o lugar y de espacio, el primero asociado a la idea de la ocupación y el
segundo a la posibilidad de su practicabilidad. Para efectos de esta investigación,
la noción territorial de espacio se deja al margen, para activar de preferencia
la dimensión experiencial. Entendido en esta dimensión, bajo la línea kantiana
que retoman Cassirer, Leroi-Gourhan y Pardo, el espacio conduce a una pre-
determinación del ser similar a la del lenguaje; en este sentido, así como el ser
humano es hablado por su lengua, también es habitado por el espacio; aquí vale
recordar que la filosofía del arte recurre a las ciencias del lenguaje para apoyar
su refle-xión e intentar una teorización consecuente con las expresiones artís-
ticas modernas, dentro de las cuales cabe la arquitectura, y que ello conduce
a comprender la limitación del ser sobre el espacio para formularlo sujeto del
espacio; esto es, sujetado por el espacio. 1.13
Nótese que la idea kantiana de formular el espacio como una forma a priori de la
sensibilidad, como intuición pura de carácter infinito e imaginado, respalda esta
concepción determinística. Sin embargo, la idea kantiana de la irreductibilidad
del espacio al orden conceptual en la cual el espacio se entiende como la forma
30 de la sensibilidad, supera la afirmación de Leibniz de que el espacio no es nada
real, sino solamente una forma de considerar las cosas. Vale enfatizar entonces
que el concepto de espacio aquí se acerca a la definición de la física moderna
que “[…] califica al espacio de continuo, isotrópico, homogéneo, finito o infinito,
en la medida en que no es un simple sistema de relaciones”,18 sino que conlleva
el reconocimiento emotivo de valores y está mezclado con la emoción, como
lo dejara ver la idea del poeta griego de la segunda mitad del siglo VIII a. de C.,
Hesíodo, como los pitagóricos lo vinculaban con el cielo (dado según ellos, su
carácter ilimitado) o como lo consideró en su momento el filósofo y poeta italiano
Tommaso Campanella (1568-1639), como una entidad absoluta de condiciones
espirituales y atributos divinos. 1.14
En este orden de ideas se puede afirmar que el arte, y por ende la arquitectura,
1.15
desde la perspectiva del filósofo alemán Hans-George Gadamer (1900-2002) y
bajo las teorías de Cassirer, Leroi-Gourhan y del teórico español de la actualidad
Simón Marchán Fiz, que lo consideran lenguaje y como tal, una forma simbólica
del hombre, ve retroceder su realidad física en la misma proporción que surge
su propiedad simbólica. Así también el crítico y filósofo estadounidense Arthur
Coleman Danto (1924) coincide con ellos al proponer que “[…] para ser arte, el
arte debe representar algo, es decir, debe poseer alguna propiedad semántica”.19
Por ende, en sentido simbólico, cada arte propone una manera de comprender y
sentir el mundo; el de afuera, el de lo(s) demás (la exterioridad espacial), y el de
adentro, el íntimo, el propio (la interioridad temporal).
Entre las ideas formuladas para el espacio desde el ámbito geométrico, debe
mencionarse la del científico inglés Isaac Newton (1643-1727), que determinó la
base de la física clásica en la cual el espacio absoluto es una necesidad lógica
y ontológica por ser un requisito de la dinámica; en su concepción, el centro del
mundo es el centro de gravedad del sistema tierra - sol - planetas definiendo así
una noción relacional y que tiene un precedente fundamental en su maestro, el
teólogo y matemático también inglés Isaac Barrow (1630-1677), para quien “[…]
el espacio es la expresión de la omnipresencia divina, de la misma manera que el
tiempo es la expresión de la eternidad de Dios”,23 nótese que esta definición vin-
cula de nuevo al espacio y al tiempo como dos caras de una misma moneda, con 1.19
Ahora cabe incluir una reflexión adicional que tiene origen en la condición tempo-
ral del espacio, pues de ella se desprende la conexión que el ser tiene a través de
él con el presente. Como lo dice Pardo: “El sujeto está forzosamente sujeto a su
presencia a sí, a su presente, pero ese presente está hecho de pasados conge-
lados y de futuros imperfectos, la presencia está hecha de ausencias […]”,26 tal
y como lo evidencia la magistral obra cinematográfica Blade Runner,27 en la cual 33
se muestra que el espacio mental de los replicantes (seres humanos artificiales),
contiene registros del pasado de seres humanos verdaderos, que son incorpo-
rados en la memoria electrónica de estos robots cuasi perfectos, incapaces de
distinguir entre la realidad real de sus pensamientos y recuerdos, y la realidad
virtual y realmente ausente, forzosamente inyectada para permitirles, mediante
1.23
el autoengaño, la existencia. De igual manera, la angustia y el desespero que
desarrollan los más sofisticados de estos seres artificiales, ante la inminencia de
su fugacidad, los lleva a producir pasiones, sentimientos y deseos de eternidad
pues el futuro imperfecto que los gobierna determina su limitación. Pero aunque
en la cinta el problema se sitúa en los espacios simbólicos de estos hombres
electrónicos, lo que el tema en última instancia permite es comprender que el
espacio está plagado de escenarios ausentes, lugares temporales en los que el
ser no puede estar presente en el presente.
cos que pertenecen a este dominio espacial están previamente moldeados por
la referencia ancestral del hogar y son anteriores al sujeto que los habita para
confirmar que “sin duda la dimensión de la pura privacidad constituye el reino
de la singularidad”;31 determinada por ese ir y venir entre los dos factores: ser y
espacio.
34
Factores que se diluyen el uno en el otro; para Jung por ejemplo, la casa es una
representación simbólica del ser que la habita, al igual que para la tradicional
ciencia oriental del Feng Shui, en la cual cada área de la casa representa sim-
bólicamente un aspecto de la personalidad, físico, mental y espiritual; ella toma la
forma de la calidad de su ocupante, en ella se establecen y configuran los modos
de vida, pero también el tiempo de quienes la practican. Hay tal sentido de sim-
biosis entre la casa, el espacio doméstico y el ser, que el ingreso no autorizado
es sentido como una agresión (violación del domicilio en términos jurídicos) y
cuando alguien experimenta el hecho de regresar a su hogar y descubrir que
allí tuvo lugar un robo, hay una intensa emoción física y síquica que supera con
1.26
creces la pérdida de los bienes hurtados y se acerca a la terrible sensación del
acceso carnal violento y sin consentimiento; es la sensación de que alguien ha
husmeado sin permiso la interioridad, lo íntimo, lo profundo, el alma. En tales
circunstancias, emana la noción de privacidad que adquiere el espacio domés-
tico, pues aunque no se sea el propietario del inmueble ocupado, el residente ve
superadas las barreras matéricas entre su yo y la vivienda.
Así pues, la privacidad, como factor decisivo del espacio doméstico incorpora el
ámbito de construcción de la individualidad, necesaria para la salud mental; es el
lugar de preparación del individuo para afrontar la exterioridad; es el espacio de la 1.27
creatividad por excelencia, gracias a sus condiciones de aislamiento; es el mundo
1.25. El bucle sujeto-objetos: Sin título, Verónica Morales, insta-
29
Giulio C. Argán, El concepto de espacio arquitectónico, desde el Barroco a nuestros días, Buenos Aires, Nueva Visión, lación, 2013, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
1961, p. 157.
1.26. Mimesis casa-ser: dibujo, enciclopedia hebrea, s. XVIII.
30
R. Debray, Op. cit., p. 111.
1.27. La construcción de la individualidad asociada al espacio
Mauricio Vitta, El sistema de las imágenes, Barcelona, Paidós, 2003, p. 75.
31
doméstico, álbum familiar.
de la pura libertad sin restricciones ni censura; y es el soporte de la intimidad en
el que se pueden construir relaciones intensas y sinceras.32 Pero además, es la
esfera de la racionalidad ya que “[…] el abandono del mundo público supone una
opción […] porque, al ser resultado de una elección de carácter moral, implica la
activación de la voluntad […] porque es la morada donde se construye una vida
concebida como una obra de arte […]”;33 de tal manera, la privacidad facilita el
habitar del ser en el mundo, promueve su condición humana y ejerce la concre-
ción de sus polaridades componentes, presentes en el universo natural y con
1.28
mayor razón en los productos tecnológicos de su creación. A estas propiedades
de lo privado se suma el supuesto efecto de seguridad que opera en el espacio
doméstico frente a la temeraria realidad exterior, urbana o natural.
Así pues, la idea de que el espacio doméstico posee una doble condición consti-
tutiva afecta sustancialmente las cualidades de sus componentes dentro de la
dimensión temporal, y por el otro lado promueve la conciencia de lo inmaterial,
lo atmosférico y espiritual, pues acogiendo lo planteado por Marchán Fiz para la
poesía, la pintura y la escultura, ampliado al universo arquitectónico, “[…] ya no
son tanto una acumulación de imágenes, transformaciones y sublimaciones de
un material preexistente cuanto una suma de efectos estéticos, comprometidos
con las virtualidades de la propia materia”.34 El espacio doméstico por lo tanto es
un feudo de significaciones y va mucho más allá de una colección de objetos y
lugares que se nutren de dicha consistencia, aunque todos los objetos y lugares
del espacio doméstico comparten la cualidad inherente a él, que posee una sus-
1.29
tancia estética impuesta por la experiencia cotidiana, que es la única justificación
del espacio-tiempo, entendido entonces como un rasgo accidental de la tetradi-
mensionalidad en la que transcurre la habitación que hace el ser sobre la tierra.
35
Siguiendo a Marchán, para la aproximación profunda al espacio doméstico se
adopta una mirada que integra tanto la versión formalista de la estética como la
interpretativa, para verificar el ser y el quehacer de su efectividad estética. De tal
suerte que significado y apariencia comulgan para reconducir la aproximación a
este universo de experiencias “[…] a menudo más comprometido con los signifi-
cados periféricos, marginales o reprimidos de la obra de arte que con los más
evidentes […]”,35 de ahí la dificultad que tienen el común de los habitantes del
1.30
espacio doméstico para asumir de manera crítica una postura frente al soporte
físico que el medio le ofrece, que a su vez se aprovecha de tal condición para ob-
tener el lucro económico a costa de la calidad profunda y de un verdadero ámbito
de intimidad propicio para la experiencia doméstica. De esta manera, la estética
funcional se ve transgredida y se rompe el vínculo necesario entre la arquitec-
tura de la vivienda y el espacio doméstico, conduciendo al ser a una disolución
temporal y simbólica.
La segunda idea que debe trasgredirse es la que hace referencia a que el espacio
es una delimitación exclusivamente material del vacío que ocupan los cuerpos,
pues como se ha explicado, esta idea reduce el sentido de la existencia a un
plano práctico de corte científico, técnico y naturalista, en cambio el espacio es
mucho más que esta reducida concepción e involucra la complejidad simbólica,
la inagotabilidad artística y la posibilidad poético-estética. Se reitera que el espa-
cio está inscrito en el cuerpo y en la mente, en la memoria y en la imaginación, 1.34
36
Ibíd., p. 226. 1.34. La complejidad simbólica, poética y estética del espacio
doméstico: Sin título, Lidó Rico, instalación, 1997,
37
Nicolás Bourriaud, “Lo moderno y lo enraizado”, en: Forum IDEA 2006, La Habana, Centro de Arte Contemporáneo Festival Internacional de Arte, Medellín.
Wilfredo Lam, 2006, p. 124.
1.35. Novísimos espacios ilusorios: habitación de un
J. L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Op. cit., p. 21.
38
adolescente, Medellín.
individuos cuya característica común radica en la aproximación conceptual de
aquella conciencia existencial. Y si bien el espacio se concibe como un dominio
exterior a la subjetividad, ella permite unificar las producciones arquitectónicas
que poseen el atributo del espacio específico más allá de las particularidades
impresas por sus creadores y sus habitantes.
En este punto aparece una reflexión que hace alusión al orden de los fenóme- 37
nos, que de acuerdo con Pardo, tienen sentido en cuanto que ellos se dan en
las dimensiones del tiempo y del espacio. La primera como orden de sucesión
de acontecimientos y la segunda como orden de existencia simultánea. Nótese
que ambos espacios, el doméstico y el geométrico, aluden al sentido de existen-
cia más allá del de sucesión. Sin embargo, tanto el tiempo como el espacio son
sistemas de relacionamiento, principios de ordenamiento de los hechos, de los
objetos, de las prácticas. En última instancia, ni el tiempo ni el espacio existen
1.37 sin la confluencia de objetos, fenómenos o eventos y aunque uno de los dos
sistemas puede determinar con mayor fuerza una serie de fenómenos, siempre
estarán presentes ambos. Lo que sucede es que el espacio está subordinado a
la definición del tiempo ya que se trata de un orden de coexistencias, es decir, de
eventos que coinciden en su realidad y que se ordenan bajo un mismo sistema.
Otra condición propia del espacio doméstico es, que a diferencia del tiempo, no
está exclusivamente circunscrito a la eternidad del ser, sino que en tanto que in-
cluye la noción de espacio topológico y geométrico, está directamente condicio-
nado por la corporalidad, que en términos de Pardo, es viciosa y amnésica, a lo
1.38
que puede añadirse que es fugaz. Es decir, que acude a lo concreto y por lo tanto
se distancia de la memoria que es significativamente temporal y “[…] produce en
un lugar que no es el suyo propio. Recibe su forma y su implantación a partir de
1.36. El sentido pleno del espacio doméstico: Mujer en el balcón,
siglo XX, T. H. Pellini, óleo sobre tela, colección Museo de
una circunstancia ajena […]”.41
Antioquia, Medellín.
39
Juan Llavería A., “El sentido de lo poético en la definición del espacio público”, en: Forum IDEA 2006, Op. cit., p. 85.
1.37. Confluencia de objetos, fenómenos y eventos: objetos
decorativos, residencia particular, Medellín. Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano II, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
40
pero que al mismo tiempo posee “[…] fragmentos de naturaleza, fenómenos, res-
tos, fósiles, cosidades y animalidades”,44 incluido el ser con su sentido histórico,
productor de movimientos u operaciones inagotables; así, habrá, como lo en-
tiende el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), tantos espacios
como experiencias espaciales se tengan.
extensión de la piel, es, al igual que el vestido, el dominio expandido del ser para
1.39. Asemiosis artística: arlequín de trapo.
Obsérvese por ejemplo que los límites entre el individuo, su grupo familiar y su
casa, son vagos; por ello, en el lenguaje verbal cotidiano se pone al descubierto
1.44
la noción intrínseca de hogar cercana a la familia y su lugar de habitación; se
dice entonces “mi casa” aludiendo el espacio geométrico de la habitación de los
padres, pero también haciendo referencia al núcleo familiar, a los individuos que
lo conforman y a sus hábitos, a su historia y a su tiempo. En la casa, la dermis
térrea del lugar se hace arquitectura y la piel de la arquitectura se convierte en
indumentaria del habitante, por ende, el lugar se hace la piel del habitante, todos
son uno solo, por eso el filósofo francés Gastón Bachelard (1884-1962) puede
afirmar que “[…] muchos soñadores quieren encontrar en la casa, en el cuarto, 39
un vestido a su medida”.47 La casa, como los poros en su dueño, labra en sus
moradores el registro de su existencia, deja la estela indeleble de su existencia
1.45 que se deposita en cada grieta de las maderas del techo, en los intersticios del
pavimento y en los ratos de aislamiento del mundo tormentoso del afuera.
1.46. Hábitos íntimos: Sin título, Luis Caballero, óleo sobre papel Martín Heidegger, Observaciones relativas al arte - la plástica - el espacio. El arte y el espacio, Navarra, Cátedra Jorge
49
De esta forma, las maneras de ‘habitar’ (una casa o una lengua) […] las insinúa en el
sistema que le impone la construcción de una vivienda de interés social o en el sistema
de la lengua […] Sobrepone esas maneras y, mediante esta combinación, se crea un es-
pacio de juego para las maneras de utilizar el orden imperante en el lugar o respecto de
la lengua.50
ser abordada con una actitud incluyente, holística y blanda. Y sobre todo, una
constante recurrencia a las dos dimensiones complementarias que conforman el
universo, pues como el mismo Debray lo dice: “Es pues, imposible comprender
las imágenes sin mezclar los registros del alma y el cuerpo”.52
Habitar entonces se hace posible por las historias que se despliegan mediante la
experimentación del espacio combinando tiempos y facilitando la construcción de
40 relatos en los que los contrarios adquieren una connotación simbólica. Como lo
plantea Vitta,53 la cotidianidad, asentada en la costumbre, constituye una segunda
naturaleza identificada con la nostalgia y alimentada por una energía indiscer-
nible pero vital que está plagada de imágenes visuales de las cuales se llena la
conciencia.
Esta palabra maravillosa de home, que designa un “lugar” físico, pero que también tiene
el sentido más abstracto de un “estado de ser”, no tiene equivalente en los idiomas ro-
mances o eslavos europeos. Tanto el alemán como el danés, el sueco, el irlandés, el
holandés y el inglés tienen palabras homófonas para decir home, todas ellas derivadas del
antiguo noruego heima.54
Desde esta concepción, la casa entendida como prótesis, como extensión del ser
en el mundo, asume el sentido aúrico benjaminiano pues la palabra casa ostenta
un arquetipo que significa y engloba un mundo al cual representa; en tal sentido,
cuando se dice casa, se remite a la noción de seguridad, de hogar, de tranquili-
dad, de resguardo, de protección y confort que lo doméstico brinda frente a lo
exterior. Aunque en última instancia realmente “nuestra casa es el yo, no un edi-
ficio de cuatro paredes […] El yo es una casa transportable, es cómoda, no tiene
1.61
que estar localizada”,61 lo cual confirma la tesis del abogado y geógrafo brasilero
Milton Santos (1926-2001) al concebirla como extensión mecánica que prolonga
el yo. Así entonces, la arquitectura doméstica se convierte en un intento por
imponer un orden donde no lo hay, es el reemplazo de la conciencia, del yo que
prolonga sustancia al entorno construido para darle sentido poético, simbólico y
trascendente. También cabe, para complementar estas ideas, la del historiador
austriaco Ernest Gombrich (1909-2001) de que el lenguaje, y por ende la arqui-
tectura, no solo es un canal de comunicación para con los demás, sino que sobre
todo permite “[…] articular e interpretar nuestro propio mundo de experiencias
para nosotros mismos […]”.62
1.62
Es posible entonces imprimir un atributo adicional al espacio doméstico que
lo convierte en dispositivo de autoconocimiento, de autoconcientización y posi-
bilitador de comprensión de la honda complejidad humana; ahora que el mundo
cuestiona su cultura, su desarrollo, sus valores, sus intereses y su manera de ser
y hacer, es posible encontrar a través del estudio del espacio doméstico una vía
de iluminación de la sombra inconsciente, aquella que bajo la óptica junguiana, 43
permite la individuación en beneficio del proceso evolutivo de la especie.
Teniendo en cuenta que la historia general del concepto de espacio lleva a afir-
mar que “como toda ciencia, la ciencia del espacio tiene que considerarse como
algo inacabado”,63 y recordando que el espacio “es una función de nuestro es-
quema conceptual”,64 antes de iniciar el estudio de los tres tipos arquitectónicos
fundamentales identificados en la historia habitacional del Valle de Aburrá y para
finalizar este aparte dedicado a la comprensión del concepto de espacio domés-
tico, puede traerse la idea de que la obra de arte es un lugar de paso del mundo
sensible al universo del concepto filosófico, al dominio simbólico de lo mental,
1.63 pues en última instancia lo que para este trabajo investigativo se denomina el
espacio doméstico, constituye esa dimensión filosófica del espacio geométrico
arquitectónico, en el que se suceden las experiencias sensibles de la intimidad
doméstica; cuyos contenedores espaciales pueden adquirir el estatuto artístico
en la medida de su capacidad para traducir la cotidianidad y los hábitos en expe-
riencias poético-estéticas con contenidos simbólicos y condición memorable. En
pocas palabras, la casa es el umbral dimensional al espacio doméstico, de su cal-
idad depende la felicidad del ser pues “solo se habitan lugares encantados”.65
61
Arturo Leyte, “La casa del ser y otras casas inhabitables” [conferencia], Medellín, Universidad Nacional, septiembre 26
1.61. Noción ancestral del hogar: dibujo sobre papel, de 2006.
María Correa (7 años), 2013. 62
Ernst Gombrich, Breve historia de la cultura, Barcelona, Península / Atalaya, 2004, p. 78.
1.62. La posibilidad iluminadora del espacio doméstico:
M. Jammer, Op. cit., p. 241.
63
casa particular, El Retiro, Colombia.
64
Ibíd., p. 218.
1.63. Umbral dimensional: La casa amarilla, Luis F. Peláez, modelo
tridimensional, 50 x 30 x 25 cms., 1997, propiedad del artista. 65
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano II, Op. cit., p. 121.
44
No obstante, lo más probable es que varias de estas tesis sean ciertas y que se
paleolítico
hubieran dado contactos en diversos momentos entre el Antiguo Continente y
el Nuevo, determinando un origen múltiple y muy antiguo del poblamiento, que
mesolítico
incluso podría ser próximo a la aparición del Homo Sapiens en el planeta, ya que
lític
o en el abrigo rocoso de Toca do Boqueirão, sitio Pedra Furada, Brasil, se han ha-
neo
llado objetos asociados a hogares que muestran fechas de ocupación cercanas
avcaunltura
zada al 47.000 a. p.; y en Monte Verde, Chile, aparecieron restos de carbón y piedras
rotas que posiblemente representan ocupación de hace 30.000 años.4
2.2
Si bien a la idea del múltiple contacto entre los americanos y culturas más avan-
zadas del Viejo Mundo se opone la posición de que las culturas americanas evo-
lucionaron en completo aislamiento, la última palabra sobre el poblamiento y el
desarrollo de los grupos asentados en América todavía no se ha dado. 45
POBLAMIENTO AL ALBA
A pesar de esta poligénica discusión, todo parece indicar que los primeros po-
bladores de lo que hoy es el territorio colombiano, llegaron hace más de 16.000
años procedentes del norte y del sur por vía terrestre a través de los actuales
Panamá, Ecuador y Perú, y por vía marítima costera desde Centroamérica, “[…]
eran portadores de patrones culturales correspondientes al Paleolítico Superior
del Viejo Mundo con agregados de rasgos persistentes del Paleolítico Medio […]”;5
y además, al ser una zona de paso obligada por la condición de embudo geográ-
fico, se acentuó la diversidad cultural por el tránsito de numerosos pueblos.
2.3 Estos primeros habitantes del país, que vivían en grupos pequeños en estado
nómada, recorrieron prácticamente todo el territorio en busca de alimento y
abrigo utilizando campamentos simples que establecían cerca de las fuentes de
agua por temporadas hasta que el alimento se terminaba y se veían obligados a
desplazarse en su búsqueda. Para facilitar el trabajo de cacería y su vida coti-
Poema precolombino citado en Sociedad Colombiana de Arquitectos, XVII Bienal Colombiana de Arquitectura, Bogotá,
1
En este sentido, se puede anotar que dos orígenes tipológicos se han identificado
en el planeta para el espacio doméstico, uno es aquel asociado a la tierra, a la
cueva que los humanos arrebataron a los animales para su supervivencia; el
otro es aquel que surge de la faz terrestre para dar origen a la choza, adaptando
2.4
ramas y troncos. Y aunque hasta ahora en los territorios colombianos se han
registrado muy pocas cuevas de habitación correspondientes a aquellos remotos
tiempos, los raros casos estudiados dan cuenta de su presencia en el proceso de
evolución de los pobladores de esta región.
Es de suponerse entonces, que tal y como ocurrió con los cueros de animales
que cubrieron las pieles humanas para mejorar las condiciones de comodidad en
un anticipo del arte textil, los componentes de origen vegetal se convirtieron en
los primeros elementos arquitectónicos de lo que posteriormente sería el léxico
46 del arte espacial. Estas primeras ideas arquitectónicas de fundar un mundo pro-
pio en el que la intimidad y el aislamiento encuentran asiento, constituyen el
óvulo del espacio doméstico; en palabras del arquitecto español Luis Fernández-
Galiano (1950) “cabaña y fogata pertenecen a la infancia de la arquitectura, apo- 2.7
copando en sus orígenes míticos la materia y la energía de la construcción”,6
ellas materializan la condición etérea del ser para asegurar la pervivencia de su
materialidad fugaz y encuentran en el principio legendario del ámbito doméstico
la noción heideggeriana de la tierra como “[…] aquello en donde el surgimiento
vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal”.7
Ya que estos períodos están asociados a la producción alfarera, aquí cabe traer
2.10 2.11
el discutido origen de la cerámica americana, pues para algunos arqueólogos
la aparición de la cerámica americana se debe a la introducción japonesa de la
manufactura, mientras que para otros los grupos cazadores recolectores que
llegaron a América desarrollaron de manera autónoma su cultura hasta la pro-
ducción cerámica; entre los que defienden esta teoría figuran el estadounidense
Alan Bryan y su compatriota el arqueólogo Stuart J. Fiedel quien afirma que la
cerámica de Valdivia, Ecuador, (más o menos 3000 a. de C.) es muy avanzada
para ser el comienzo de la técnica americana, e igual percepción tiene de la de
Swasey de Cuello, México (1100 a. de C.), y en consecuencia propone que “posi-
blemente, ambas tradiciones cerámicas procedan finalmente de una única fuente
2.12 ancestral en el norte de Suramérica; esta tradición puede estar representada en
el sitio de Puerto Hormiga, en el departamento de Bolívar, Colombia”,13 que du-
rante mucho tiempo fue considerada como la cerámica más antigua de América;
pero según el antropólogo colombiano Gustavo Santos V.,14 está fechada en 3930
a. de C. y la cerámica hallada hasta ahora como la más antigua del continente
fue encontrada en el Amazonas en los sitios Taperinha y Cueva Pintada (entre el
5570 y el 4290 a. de C.).
47
Es probable entonces que las técnicas y características de la cerámica de Puerto
Hormiga, de la Valdivia y de la Monagrillo, Panamá (2890 a. de C.), hayan llegado
2.13 2.14 a Antioquia y al Valle de Aburrá en su proceso de dispersión dando lugar a una
de las más antiguas de América, la referida Cancana, de la cual se han registrado
los restos más antiguos en la cuenca del río Porce (entre el 3000 y el 900 a. de
C.) y en el Valle de Aburrá en Pajarito, Medellín, (1970 más o menos 60 a.p.).15
Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del Municipio (explotación de sal, labores domésticas, rituales de cremación y enterramiento).
de Envigado. 12
Denominación para la cerámica Marrón Inciso en el Valle de Aburrá, que toma su nombre del corregimiento de Pueblo
2.14. Vasija marrón inciso, quimbaya temprano, colección Museo Viejo, La Estrella.
Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia. 13
S. J. Fiedel, Op. cit., p. 383.
2.15. La reproducción humana más antigua de Colombia: cabeza 14
Gustavo Santos V., Diez mil años de ocupaciones humanas en Envigado, Envigado, Alcaldía, 2010, pp. 20-21.
cancana, 5000 a 4500 a.p., recuperada en el valle del río Porce,
colección Museo de Antioquia, Medellín. 15
G. Santos V., Op. cit., pp. 20-21.
EL ABRIGO RUPESTRE. Ocupación precerámica
Aunque son pocos los hallazgos rupestres en los Andes colombianos, se desta-
can los trabajos en los abrigos rocosos de El Abra, Tibitó y Sueva, todos en
el departamento de Cundinamarca. En los dos primeros se hallaron lascas i-
rregulares del 12400 y 11740 a.p. respectivamente,16 las cuevas de Sueva datan
del 8900 a. de C.17 y los estudios del antropólogo colombiano Gonzalo Correal
U. (1939) en El Abra, determinaron ocupaciones en distintos períodos por más
de 10.000 años que incluyen un último momento de ocupación muisca hacia el
siglo XV escenificando el mito del eterno retorno planteado por el filósofo e his- 2.16
toriador rumano Mircea Eliade (1907-1986), quien dice que “en el detalle de su fogones estadio I
Además, nótese que la mujer está místicamente relacionada con la Tierra, pues
ambas representan la fertilidad; la primera manifiesta literalmente la procreación
y la segunda remite al mito de la creación del mundo y de su fecundidad produc-
tora de vida. Es desde ahí donde se puede afirmar que “la sacralidad de la mujer
depende de la santidad de la tierra. La fecundidad femenina tiene un modelo
cósmico: el de la Terra Mater, la Genetrix universal”;21 así, la conexión simbólica
y mística entre la Tierra, la mujer y la casa, determina la condición femenina del
espacio doméstico y su estructura de carácter cósmico; es por eso que Tierra,
2.21
casa, hogar, mujer, madre y espacio doméstico se entienden simbólicamente
como expresiones de la misma unidad sagrada.
Ahora, los primeros pobladores del país encontraron un territorio rico en condi-
ciones aptas para la vida humana, lo que contribuyó con la dispersión que se dio
por las costas y por los cañones fluviales, principalmente por los ríos Magdalena,
Cauca, Atrato, Sinú y San Jorge. Según el arqueólogo peruano Augusto Cardich 49
(1923), una vez establecidos de manera sedentaria en el período entre el 7000
y el 1000 a. de C., los grupos de varios lugares en los Andes tropicales iniciaron
2.22
la domesticación de especies vegetales hacia el 6000 a. de C. y poco a poco su
supervivencia comenzó a depender de los recursos vegetales complementados
con la caza, la pesca y la recolección. Tal y como aconteció en otros lugares del
globo, el cambio de la condición nómada a la sedentaria, asociada a la domesti-
cación de plantas y animales, debió traer consigo el fortalecimiento de la relación
del espacio doméstico con la condición femenina de protección, procreación y
cuidado de las crías. Para adoptar estas ideas de carácter universal dentro del
contexto específico del Valle de Aburrá:
[…] debemos considerar la posibilidad de que estas convergencias surjan, o bien porque
la mente humana está “predispuesta” a hacer sus obras de una sola manera (por ejem-
plo, creando opuestos binarios), o bien porque ciertos temas psicológicos profundamente
2.23
asentados fueron establecidos en las culturas del Paleolítico superior en Asia y conti-
nuaron expresándose periódicamente en las tradiciones culturales posteriores de Asia y
América.22
LA CABAÑA PRIMITIVA
[…] gigantescas malocas en las selvas amazónicas, pequeñísimos bohíos de base rectan-
gular en las laderas de la Sierra Nevada del Cocuy, medianas construcciones circulares en
los valles interandinos, empalizadas y casas en los árboles en las laderas del Cauca Medio,
altos palafitos en las llanuras inundables del Atrato y el Magdalena, extensos terraplenes
en el Sinú y el San Jorge, bohíos con aterrazamientos en piedra en la Sierra Nevada de
Santa Marta, entre muchas más.29
2.29
29
Juan P. Duque C., Oscar Salazar G. y Gloria E. Castaño A., Saminashi, Bogotá, Universidad Nacional, 2004, p. 27. 2.29. Variaciones del tipo: rancho wayuu, Guajira, Colombia.
El control del ambiente que logra esta cabaña primitiva permite obtener un clima
artificial en el cual se está a salvo de la intemperie, los insectos, los animales
salvajes y los enemigos, pero al mismo tiempo se abrigaba en la Tierra, que a
través de las ramas extiende su cobijo. Así, el espacio doméstico cobraba sentido
solo en la dimensión cosmogónica de interdependencia del ser respecto al resto
de la naturaleza, convirtiéndose en posibilitador de una experiencia dialéctica en
la que su imagen era decisiva al imponer su atributo, constituyendo, en términos
gadamerianos, una verdadera experiencia, un nuevo conocimiento, y la autocon-
cepción asociada a lo doméstico.
2.30
Pero tal divinización estaba además subrayada por el hecho de que la percep-
ción de un ámbito arquitectónico produce una experiencia emocional, “[…] lo que
antes era simple observación material puede ser transpuesto a otra esfera. Es
posible percibir súbitamente esos elementos diversos como una única entidad,
una totalidad provista de cualidades espirituales”.33 En este sentido, cabe adaptar
lo que el psicólogo alemán Rudolf Arnheim (1904-2007)34 plantea sobre el hecho
de que la visión poética del espacio se centra en la dinámica de la percepción
2.30. El control del ambiente: maqueta de casa, neolítico,
recuperada en Cranón, Tesalia, Grecia, museo de Volos, Grecia.
30
Ibíd., p. 87.
2.31. La reproducción de lo celeste.
M. Eliade, El mito del eterno retorno, Op. cit., p. 75
31
propio del grupo bajo una noción consciente de la existencia en relación con el
cosmos y los otros. Además, la referencia ancestral del hogar de la casa comu-
nal con el espacio doméstico se mantiene hoy, y aunque se haya reemplazado
52 por aparatos eléctricos o electrónicos, la marca genética del sentido protector
y diferenciador le convierten en un espacio de carácter sacro; de hecho “[…] en
todas las culturas tradicionales, la habitación comporta un aspecto sagrado y […]
por esto mismo refleja el mundo”.38
APROXIMACIÓN AL VALLE
Sin duda alguna, las condiciones de fertilidad y el clima propicio para la vida en
el Valle de Aburrá favoreció la implantación definitiva de algunos de aquellos po- 2.45
bladores erráticos que encontraron un lugar ideal para iniciar la etapa sedentaria
de su evolución. Se debe tener en cuenta además que en los descubrimientos
datados entre el 5500 y el 3000 a. de C. en el departamento,53 se observa mayor
intervención en el bosque y polen de maíz, lo que lleva a deducir la adaptación
2.41. Sitios de hallazgos arqueológicos antiguos en Antioquia.
47
Miguel Triana, La civilización chibcha, Bogotá, 1970, p. 51.
2.42. Puntas líticas bifaciales de proyectil, chert, 10500 a.p.,
48
Francisco Arango M., Mapa de grupos indígenas desaparecidos en Antioquia, Medellín, Museo Etnográfico Miguel Ángel reportadas en Niquía, Bello, colección de antropología del Museo
Builes, s.f., (inédito), visita noviembre 15 de 2010. Universitario de la Universidad de Antioquia, Medellín,
foto: Hernán A. Pimienta B.
Neyla Castillo E., “Las culturas indígenas prehispánicas”, en: Jorge O. Melo, ed., Historia de Medellín, Tomo I, Bogotá,
49
Compañía Suramericana de Seguros, 1996, p. 47. 2.43. Hacha tallada, 10060 a 9680 a.p., recuperada en La Morena,
Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del Municipio
50
G. Santos V., Op. cit., pp. 22-24.
de Envigado.
51
Ver: Anexo 3.1. Sitios Porce Y52 y La Blanquita, Medellín.
2.44 “muchas casas muy grandes de madera”: tambo embera,
52
Pedro Cieza de León, “Crónica del Perú, apartes de los capítulos X y XI”, en: Javier Piedrahita E., Documentos y estu- modelo a escala, colección Museo Etnográfico Miguel Ángel
dios para la historia de Medellín, Medellín, Consejo Municipal, 1975, p. 9 Builes, Medellín.
53
Ver: Anexo 3.1. Sitios Casablanca, La Estrella; Los Guayabos, Medellín; y Porce Y52. 2.45. El valle privilegiado, atardecer.
de prácticas de cultivo; y en relación al espacio de habitación se identifican pisos
empedrados con rocas fragmentadas que se explican quizás para controlar la
humedad y la erosión del suelo estableciendo la noción territorial del espacio
doméstico soportado en la cabaña primitiva.54
De todas maneras, lo que sí se puede confirmar con base en los registros pre-
cerámicos, es la continuidad de los asentamientos en los mismos sitios, es decir,
algunos de aquellos lugares que sirvieron de escenario al espacio doméstico
paleoindio también muestran ocupaciones posteriores asociadas a estadios de
desarrollo más avanzado, revelando secuencias de ocupaciones prehispánicas
que llegan incluso hasta épocas posteriores a la Conquista. Además, no solo se
habitó el mismo emplazamiento, sino que hay registro de que algunas herra-
mientas se heredaron en el uso a través de los siglos, lo cual pone en evidencia 55
la permanencia del espacio doméstico ancestral afirmando que “[…] en este lugar
palimpsesto, la subjetividad se articula sobre la ausencia que la estructura como
2.47
existencia y la hace ‘estar allí’, Dasein”.56
[…] fue a descobrir por otra parte e nunca pudo hallar poblado, puesto q(ue) halló muy
grandes hedificios antiguos destruydos e los camynos de peña tajada hechos a mano más
anchos q(ue) los del Cuzco e otros bohíos como a man(er)a de depósytos y el capitá(n)
no se atrevió a seguir aquellos camynos porque quyen los avia fecho devía de ser mucha
posibilidad de gente e ansy se volvió al real e se partió de aquella provincia de Aburra
[…].58
incas. Para el sector del sur-occidente del valle por ejemplo, “[…] los cronistas
ubican una red principal de caminos, formando un corredor sobre el pie de monte,
entre los hoy denominados sector de Altavista y Ancón Sur”.61 Esta red baja que
desapareció por completo, parece que se conectaba con la región de Heliconia a
través de un eje paralelo a la quebrada Altavista hacia el alto del Chuscal; algunos
fragmentos de líneas altas todavía se conservan en la cuchilla del Barcino, Piedra
56 Gorda, Alto Manzanillo, Eustaquio y el Cacique hasta descender a Betania en la
parte posterior del Club El Rodeo, Medellín.
Pero los vestigios mejor conservados de este tipo de infraestructuras en el valle 2.51 2.52
se encuentran en Bello en el camino que conduce al alto de Medina y luego al
municipio de San Pedro de los Milagros, parte alta de Niquía en la cuenca de
la quebrada La Señorita, en donde además del camino propiamente se pueden
apreciar innumerables petroglifos. Al respecto, la arquitecta colombiana Dora L.
Mejía A. (1948) describe las líneas de los caminos prehispánicos que cruzaban
el Valle de Aburrá,62 demostrando la complejidad de aquella malla que articulaba
la cuenca de la quebrada Piedras Blancas con los ríos Medellín-Porce, Cauca
y Magdalena y sus ramales El Sango-Guarne, el camino de Peñol-Rionegro y
el camino de la cordillera. Quizás la relación cultural entre estos sitios es muy
antigua pues una de las conclusiones que el estudio de Santos V. arrojó de los 2.53
hallazgos de La Morena, es la evidencia de campamentos provisionales o de paso
entre las plataformas geográficas de Rionegro y del río Cauca.
57
Jorge Robledo, “Relacion de Anzerma”, en: Hermes Tovar P., Relaciones y visitas a los Andes. s. XVI, Bogotá,
Colcultura / Biblioteca Nacional / Instituto de Cultura Hispánica, 1993, p. 351. 2.49. “muy grandes hedificios antiguos destruydos”: ruinas
pétreas, parte alta del camino prehispánico de Cieza, Medellín.
58
Juan B. Sardela, “Relación de lo subcedio al magnifico senor capitan Jorge Robledo”, en: H. Tovar P., Op. cit., p. 290.
59
J. Robledo, Op. cit., p 350. 2.50. Sistemas de drenaje: camino prehispánico de Niquía, Bello.
60
Pedro Cieza de León, “La crónica del Perú”, historia 16, Madrid, 1984, en: José A. Benítez, Carnero de Medellín y 2.51. Estructuras líticas similares: Ciudad Perdida, Sierra Nevada
miscelánea de varias noticias antiguas y modernas de esta villa de Medellín, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, de Santa Marta, Colombia.
1988, p. xxi.
2.52. Camino prehispánico, fragmento de la línea hacia Heliconia,
Luz E. Martínez G. et al., Territorios culturales, contextualización y ubicación de los asentamientos aburráes, Medellín,
61 sector Buga, Altavista, Medellín.
CORANTIOQUIA / Corporación GAIA, (inédito), 2000, p. 36.
2.53. Vestigios de redes complejas: camino prehispánico
62
Ver: Dora L. Mejía A., Metropolivisión, Bogotá, Universidad Nacional, 2005, pp. 44-45. de Niquía, Bello.
Aunque no está clara la función de estos caminos, para algunos investigadores
“[…] antes que en el orden del intercambio, de la guerra o del prestigio, se encon-
traría en aspectos de orden simbólico o de configuración territorial”;63 a pesar de
la difícil topografía, sus características no solo facilitan el recorrido bajo cómodas
condiciones, sino que permiten pensar en flujos muy significativos de viajeros;
además, la datación más probable de estos caminos está entre los siglos III a. de
C. y VI d. de C.,64 período que corresponde al auge del poblamiento y la explotación
de los recursos. Para los intereses de esta investigación, es preciso resaltar el
sentido simbólico de estos caminos constatable en las referencias cósmicas de
2.54 2.55
su trazado, el trabajo paisajístico, el manejo de las vistas, la asociación con sitios
de poder, los innumerables petroglifos en los pavimentos, los muros anexos y
otros referentes líticos a manera de hitos.
Por otro lado, la originalidad de los pueblos precolombinos y lo que los diferenció
2.56
de los del Antiguo Mundo, es que adquirieron las técnicas neolíticas de otras
maneras, no tenían trigo, centeno, avena, ni arroz, pero domesticaron el maíz;
tampoco emplearon el arado, ni la rueda (salvo en algunos juguetes mexicanos)
y tampoco amansaron cabras, ovejas, caballos o bovinos, no tenían rebaños (ex-
cepto en los altiplanos donde se domesticaron la llama y la alpaca), en cambio
tenían el perro, el pavo y la abeja. Lo que lleva a afirmar que estos pueblos habían
orientado su desarrollo hacia otros aspectos, como la escritura de jeroglíficos,
las matemáticas, la astronomía y los calendarios, lo cual influiría notablemente el
espacio doméstico, como se verá.
2.57 2.58 Como ya se anotó, en el Valle de Aburrá, en el período posterior a las ocupaciones
tempranas seminómadas surgió un movimiento de grupos más avanzados con
modos de vida próximos al sedentarismo y una protoagricultura; paulatinamente, 57
estos grupos se fueron asentando hasta lograr el sedentarismo con cosmo-
gonías basadas en la domesticación del tiempo y del espacio. Los diversos sitios
arqueológicos estudiados65 muestran numerosos artefactos de piedra tales como
hachas, metates, maceradores, percutores, azadas, manos y placas de moler,
instrumentos de corte y cantos rodados utilizados como yunques; que asociados
a los vestigios paleoecológicos remiten a la preparación de pieles y a la manipu-
2.59 lación básica de especies vegetales. En contrapunto, los fragmentos de vasijas
de cerámica de diversas formas y decoraciones destinadas a labores domésticas
de cocción, almacenamiento y consumo de alimentos, así como también algu-
nas destinadas a usos funerarios como urnas o ajuares, exponen estados más
avanzados asociados a la domesticación de animales y plantas y a la industria
alfarera. Pero lo más significativo en relación a esta investigación son las eviden-
2.60
cias de reutilización de las herramientas en distintos períodos.
2.54. El orden simbólico territorial: camino prehispánico
de Cieza, Medellín.
Pues si bien, en algunos de estos sitios se observaron evidencias de ocupación en
2.55. Referencias cósmicas: petroglifo, camino prehispánico,
sector Buga, Altavista, Medellín. períodos de corta estadía que sugieren migraciones estacionales dentro del valle
2.56. Hitos y referentes simbólicos: a. y b. camino prehispánico con reocupación de los emplazamientos, en otros hallazgos el emplazamiento
de Cieza, Medellín. / c. y d. camino prehispánico, sector el
Barsino, Altavista, Medellín.
muestra continuidad de las instalaciones por largos tiempos, lo que indica, en
ambos casos, la continuidad de asentamiento en los lugares de habitación y la
2.57. Paisajismo y sitios de poder: sector el Cai, camino
prehispánico de Cieza, Medellín.
Estos lugares sagrados acuáticos eran concebidos como puertas dimensionales 2.61. Ancestros en el espacio doméstico: urna funeraria globular
y su capacidad reflectiva los convierte en espejos que perfilan el límite de cone- fragmentada, marrón inciso, 1740 a.p., recuperada en Álamos
del Escobero, Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del
xión entre el supramundo y el inframundo. “Estos espacios se revisten de signos, Municipio de Envigado.
códigos y lenguajes que indican la sacralidad del lugar […]”,70 remiten al concepto 2.62. El carácter sagrado de las fuentes de agua:
laguna de El Romeral, La Estrella.
México, Anthropos / Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, 2006, p. 99. 2.64. Obras civiles simbólicas asociadas al agua: a. Quebrada
La Chocha, La Estrella. / b. Laguna de Guarne, Santa Elena,
67
El 5 de diciembre de 2010, en presencia del autor, un mamo realizó rituales para apaciguar el invierno.
Medellín. / c. Quebrada El Rosario, Santa Elena, Medellín.
68
En entrevistas realizadas en el barrio El Rosario en noviembre de 2010, varios vendedores estacionarios, tenderos y
2.65. El agua, fuente de toda vida: centro ceremonial
habitantes, mencionaron estas visitas esporádicas de indígenas al lugar.
prehispánico, urbanización La Aldea, La Estrella.
69
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 113.
2.66. El agua, representación de las capas profundas
70
María J. Rave A., “Espacio y territorio sagrado”, en: Libro tres, Medellín, Universidad Nacional, (3), 2008, p. 11. del inconsciente, álbum personal.
de un universo oculto, inconsciente, profundo, estable y trascendente. Allí se
materializa el sentido de paso, acceso, salida y retorno propio de todo ritual, “[…]
como una puerta en una pared que nos conduce a un jardín secreto. En el jardín
ingresamos a otro espacio y otro tiempo. Es un jardín encantado. Pero también
tenemos que salir de ese jardín, de modo que tiene que haber una puerta que nos
permita hacerlo, para poder regresar al mundo corriente”.71 El carácter espiritual
de estos grupos indígenas se manifestaba plenamente en la posibilidad natural
que el valle les brindaba, pues no solo las fuentes de agua lo catalizaban, sino
que además los cerros que se destacan en los dos ramales de la cordillera y los
2.67 2.68
que están en el centro del valle, potencian la percepción mágica del entorno, ya
que “en la historia de las religiones del mundo, las montañas suelen ser lugares
sagrados, […] es un patrón arquetípico que constantemente se repite […]”.72 Así
pues, las condiciones naturales de la cuenca geográfica potenciaban el sentido
mágico de su mundo prehispánico, reflejado obviamente en la arquitectura, en la
infraestructura civil, en la casa y en el espacio doméstico.
2.69 Por otro lado están los centros ceremoniales líticos, entre los cuales se destaca
el de la finca Corrales, Bello, parte alta del área cercana del camino que de Niquía
lleva a San Pedro de los Milagros, donde puede todavía apreciarse una estruc-
tura del tipo cromlech o henge; y que es escenario vigente de eventos, como
la instalación de un campamento de dos días a donde acudió una veintena de
indígenas uitoto para ejecutar rituales con el fin de mantener activa la energía
cósmica del planeta, y otro ritual realizado por indígenas arhuacos con similares
2.70 fines.73 En el mismo sitio hay varios muros de piedra que en la actualidad de-
limitan, como probablemente lo hicieron en el pasado, zonas de cultivo; también
hay allí numerosas terrazas, algunas con piezas grabadas, que daban asiento a
viviendas y estancias, así como algunos pisos empedrados con lajas. 59
2.73 Es común en estos centros la configuración espacial radial demostrando que “el
uso del círculo como motivo central se encuentra repetidamente en los rituales
2.67. Puerta dimensional: laguna de Guarne, Santa Elena,
Medellín. sagrados, al igual que en las rondas infantiles, suministrando un centro de segu-
2.68. La percepción mágica del valle: 8:30 p.m. / Nubes flotando ridad y tranquilidad […]”,75 pues además el círculo como representación ancestral
en el Quitasol, Juan J. Rivillas, plumilla, 19,5 x 23 cms., 2010,
colección particular.
de los astros y por su relación con el deseo de procreación y fertilidad, “resulta
James Roose-Evans, Ritos del alma, Bogotá, Electra, 1995, p. 76.
71
2.69. Centro ceremonial tipo cromlech: finca Corrales, Bello.
72
Ibíd., p. 65.
2.70. Terrazas prehispánicas: finca Corrales, Bello.
Según John Rodríguez C., guardabosques de Corrales, en la primera parte del segundo semestre de 2010, se
73
2.71. Integración de la sique co el entorno: piedra tallada presenció en el lugar una serie de rituales de un grupo uitoto que viajaba desde el sur del país por distintos centros
antropomórfica ¨la hechicera¨, finca Corrales, Bello. ceremoniales (entrevista personal, noviembre 19 de 2010), y en los primeros días de 2013, tuvo lugar un ritual nocturno
realizado por cuatro mujeres arhuacas (entrevista personal, marzo 14 de 2013).
2.72. Ícono pétreo: ánade empollando, finca Corrales, Bello.
74
Iván D. Vélez R., “Urbanismo prehispánico”, Éolo aterios, Medellín, (15), diciembre 2010, p. 43.
2.73. Estructura ceremonial espiralada:
urbanización La Aldea, La Estrella. 75
J. Roose-Evans, Op. cit., p. 141.
solamente en parte de la experiencia externa; por la otra es un símbolo, una ex-
periencia de dentro”.76 Pero en estos casos, no aparece tan solo el círculo, sino
que hace presencia la espiral77 como figura más compleja que irrumpe varias
dimensiones y establece vínculos temporales en un escenario que permite cru-
zar un umbral para acceder al mundo sagrado ubicado en otra región, donde no
hay límites entre la materia y el espíritu, ni entre los dioses y los mortales. La
estructura lítica ceremonial es un símbolo de aislamiento y delimitación de un
espacio que se convierte en lugar de culto con una energética indescifrable a la
luz actual y que además recurre a la repetición rítmica de puntos, incisiones, pa- 2.74
En estos sitios rituales es posible reconocer cierta relación armónica con el terri- 2.76
torio e identificar una energética especial, revelando que tal vez “fuera cual fuese
su forma, había en el pasado una actividad humana conspicua que reconocía el
valor del lugar, del espacio sagrado; una preocupación por la integración de la
psique y el entorno […]”.79 Es el respeto por el genius locci presente en los anti-
guos romanos, la aceptación del mensaje de Ge o Gaia para los antiguos griegos, 2.75 2.77
o el culto a Isis en el antiguo Egipto.
aledaño al Camino de Cieza, donde se localizan numerosas tumbas saqueadas y 2.75. Umbral sagrado: centro ritual, finca Corrales, Bello.
76
Carl G. Jung, Formaciones de lo inconsciente, Barcelona, Paidós, 1990, p. 17. 2.78. Integración de la psique con el entorno: piedra tallada
antropomórfica, centro ceremonial, urbanización
77
Es uno de los símbolos más antiguos en todos los continentes, fundamental desde su aparición en el arte megalítico. Girasoles de Toledo, La Estrella.
En muchos lugares representa el ciclo nacimiento-muerte-nacimiento, así como el sol, que se creía seguía ese mismo
ciclo naciendo cada mañana y muriendo en la noche. 2.79. Vestigios integrados a la dinámica urbana contemporánea:
obras líticas prehispánicas, Los Guayabos, puente de la calle
78
C. G. Jung, Op. cit, p. 107. 4 sur, Medellín.
79
Paul Devereux, La memoria de la Tierra, Barcelona, Martínez Roca, 1993, p. 23. 2.80. Terraza de habitación: zona aledaña a la laguna de Guarne,
Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
80
Según P. Aristizabal E., Programa de arqueología preventiva puente de la calle 4 sur, informe final, Medellín, Consorcio
puente calle 4 sur / Secretaría de Obras Públicas / Alcaldía, (documento electrónico inédito), 2011, p. 246, las eviden- 2.81. Camino restaurado: zona aledaña a la laguna de Guarne,
cias encontradas son de campamentos base de grupos horticultores y alfareros tempranos. Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
estructuras en piedra muy deterioradas. Los estudios efectuados en el sector,81
evidencian cultivos en el bosque desde el siglo II a. de C. con restos cerámicos
del tipo Ferrería, lo cual demuestra que este paraje hizo parte de la dinámica de
colonización paulatina de zonas boscosas altas que se convirtieron en cultivos
desde el siglo V a. de C. hasta el V d. de C. Sin embargo, estas investigaciones
demuestran que los cultivos estaban por fuera de las terrazas contenidas por
muros de piedra, haciendo suponer que su objeto era el control de las aguas llu-
vias y los procesos de erosión, o tal vez, como lo afirma la arquitecta colombiana
María J. Rave A. (1947),82 la monumentalidad y la forma en espiral de las estruc-
2.82
turas son características de un complejo ceremonial con rasgos astronómicos.
Además, el Cerro junto con otros dos montículos conocidos como las pirámides
del sol y la luna, y la denominada piedra Galana, establecen un escenario que
permite avistar con particularidad algunos fenómenos celestes.83
2.86
Por su parte, la ocupación conocida como Marrón Inciso, se extendió amplia-
mente por el territorio antioqueño en la cuenca del río Cauca así como en la
cordillera Central incluyendo el Valle de Aburrá, donde abarcó prácticamente toda
su área con asentamientos tempranos y tardíos identificados en Barbosa, Girar-
dota, Copacabana, Medellín, La Estrella e Itaguí.87 Dado que cronológicamente
2.82. La amenaza de la urbanización: cerro Pan de Azúcar,
2013, Medellín. esta ocupación se ubica entre el siglo III a. de C.88 y el VII d. de C. traslapando
2.83. Posibilidades astronómicas de la geografía: cerro Pan
de Azúcar y “pirámides” del sol y de la luna desde el camino
de Cieza, Medellín. 81
Luis C. Cardona V., Mauricio Obregón y Mauricio Castillo, Prospección arqueológica en el Cerro Pan de Azúcar,
Medellín, CORVIDE / Universidad de Antioquia, (inédito), 1999, p. 53-61.
2.84. Marcas simbólicas en la geografía: piedra Galana desde 82
María J. Rave A., Arquitectura prehispánica en el Valle de Aburrá, Medellín, Universidad Nacional, 2010, p. 40.
el camino de Cieza, Medellín. 83
Ver: D. L. Mejía A., Op. cit., p. 34.
2.85. Humanizando el mundo: piedra tallada antropomórfica, 84
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p. 305.
camino prehispánico, sector Buga, Altavista, Medellín. 85
Ver: Anexo 3.2.
86
L. E. Nieto A., A. Restrepo y J. C. Restrepo, Op. cit., p. 124.
2.86. Fragmento de borde - cuello y borde - reborde con cuello,
ferrería, recuperados en Álamos del Escobero, Envigado,
87
Ver: Anexo 3.3.
colección Sala Museo Arqueológico del Municipio de Envigado. 88
G. Castro H., Op. cit., p. 164.
su existencia con el estilo Ferrería, se han planteado varias teorías: una es que
ambos grupos coexistieron, otra es que se dio un desplazamiento gradual de la
tradición Ferrería por la Marrón Inciso, y también que pudo haberse tratado de
dos sociedades o de un mismo grupo con dos estilos.
futuro eterno de la muerte para el cual se disponían mejores recursos. 2.88. La permanencia del tipo ancestral de la choza primitiva:
dibujo hipotético.
Estos grupos que enterraban a sus muertos incinerados en urnas de cerámica 2.89. La relación mágica del emplazamiento: pozo real de aguasal,
Chorroclarín, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
depositadas en pozos irregulares y superficiales en el área de sus viviendas,92
2.90. Mejores recursos para el futuro eterno: urna funeraria
marrón inciso, quimbaya temprano, recuperada en la vereda
89
Santiago Ortiz A, “Estilo Pueblo Viejo – Marrón Inciso”, en: E. Prieto S., Op. cit.
Guayasabra, Santafé de Antioquia, colección Museo Juan del
90
Gustavo Santos V. y Helda Otero de S., El Volador: una ventana al pasado del Valle de Aburrá, Medellín, Universidad de Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
Antioquia, (inédito), 1996, p. 8
2.91. Estética austera para lo doméstico: vasija marrón inciso,
M. Triana, Op. cit., pp. 128-129.
91 quimbaya temprano, recuperada en la vereda Guayasabra,
Santafé de Antioquia, colección Museo Juan del Corral, Santafé
92
Este es un patrón universal primitivo, ver: J. Attali, Op. cit., p. 50 y S. Giedion, Op. cit., p. 117. de Antioquia, Colombia.
o en sus cercanías tapadas con lajas de piedra, y que acompañaban con vasi-
jas domésticas, con husos y en algunas ocasiones con objetos de orfebrería,
entendían la vida como preparación para la muerte y afirmaban su espacio co-
tidiano en el virtual del más allá. “Algunos volantes de huso hallados en estas
tumbas-vivienda parecen reflejar, por sus formas cónicas y los motivos de líneas
incisas, la forma y estructura de las cámaras funerarias. Esto es posible ya que
el modelo del universo puede reproducirse indefinidamente a distintas escalas y
en múltiples espacios y objetos”.93 Este sistema fractal de pensamiento complejo
también se reflejaba en la concepción de la vivienda y por lo tanto imprimía al
2.92 2.93
espacio doméstico idéntica noción de interconexión cosmológica. Cabe anotar
que además de los mencionados en Girardota, entierros de este tipo se han re-
portado en Bello, Envigado y en los barrios de Simón Bolívar y Manrique Oriental
en Medellín.94
Sin lugar a dudas, la concepción animista del universo mítico de aquellos grupos
prehispánicos llevó a dividir el mundo en dos realidades, la una asociada al
cuerpo físico tangible y finito, y la otra relativa a lo espiritual, invisible y eterno;
por ello, los enterramientos, asociados topográficamente con la vivienda, funda-
ban el sentido trascendente del espacio doméstico hacia esa dimensión inmortal
2.94 del ser. Ya que “el mundo se divide en dos mitades, y el hombre se ve a sí mismo
igualmente escindido”,95 la casa, que no es otra cosa que el cuerpo sin órganos,
adopta la misma dualidad y se convierte en receptáculo de las dos realidades.
Ninguna de las dos es más importante que la otra, es tan significativa la conexión
simbólica y ritual con dioses y seres extraterrestres como la actividad cotidiana
de la supervivencia biológica.
1995, p. 43.
2.95. La realidad tangible y finita complementada con la espiritual 94
Ver: Gonzalo Castro H., Investigaciones arqueológicas en la cuenca alta de la Quebrada Piedras Blancas, Medellín,
y eterna: sección conceptual del espacio arquitectónico doméstico
prehispánico. CORANTIOQUIA, (inédito), 1999, p. 8.
95
Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte I, Barcelona, Debolsillo, 2004, p. 24.
2.96. La cerámica del ámbito doméstico: vasija marrón inciso,
recuperada en Guayabal, Medellín, colección de antropología del 96
G. Castro H., Prospección y valoración del patrimonio arqueológico en el Corregimiento de Pueblo Viejo, Op. cit., p. 103.
Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, Medellín,
foto: Hernán A. Pimienta B. 97
J. B. Sardela, Op. cit., p. 288.
diferentes preparaciones en períodos cortos y largos con o sin cocción para su
consumo. A pesar de la ausencia de decoración que aparenta descuido estético
y aunque en el ámbito textil la situación era bien diferente, la amplia tipología de
vasijas denota el nivel de especialización de sus usos determinados por la forma
el espesor de sus paredes y las clases de cuellos.
cas señalan que los víveres almacenados (maíz, fríjol, batatas, raíces, arvejas y 2.97
frutas) en los bohíos, podían mantener la tropa de Jerónimo Luis Tejelo por más
de dos meses.98 Estas despensas estaban administradas por los jefes o caci-
ques,99 eran producto de los tributos de sus aldeanos, y con ellas se comerciaba
en trueque con otros grupos; así por ejemplo, “de esta Provincia era señor o rey
2.98
uno llamado Nutibara hijo de Anunaibe; tenía un hermano que se decía Quinuchu
[…] el cual proveyó siempre a este señor de muchos puercos, pescado, aves y
otras cosas que en aquellas tierras se crían […]”.100 Como se puede observar, la
riqueza de la dieta aborigen era notable, pero lo que también vale la pena analizar
de las actividades domésticas es la determinación por género, lo cual obvia-
mente repercute en la caracterización y progresiva especialización del espacio
doméstico. Al respecto el historiador húngaro Arnold Hauser (1892-1978) dice:
Las tareas del arte sepulcral y de la escultura de ídolos, así como la ejecución de las
danzas culturales […] estuvieron exclusivamente confiadas a los hombres, sobre todo a 2.99
los magos y sacerdotes. El arte profano, por el contrario, que estaba limitado a la mera
artesanía y tenía que desarrollar simplemente cometidos decorativos, es posible que se
dejase por completo en manos de las mujeres y constituyese así una parte de la industria
64
doméstica.101
completa, no solo a nuestros oídos e inteligencias, crean resonancias y asocia- 2.98. La especialización femenina del arte profano: collar de
chaquiras, colección Museo de la Madre Laura, Medellín.
Y como las terrazas fueron el elemento básico del lenguaje arquitectónico del
mundo prehispánico del valle y del espacio doméstico en particular, se hace
necesario abordar su estudio tanto desde la óptica pragmática y funcional como
desde sus aspectos simbólicos, teniendo en cuenta que “en todos los grupos
humanos conocidos, el hábitat responde a una triple necesidad: la de crear un
medio técnicamente eficaz, la de asegurar un marco al sistema social y la de
2.102 poner orden, a partir de allí, en el universo circundante”;103 las terrazas pues, se
construyeron para cultivos o para albergar una o varias viviendas, la mayoría
de ellas tenían forma circular u orgánica, con connotaciones religiosas repre-
sentando el universo bajo el concepto del simbolismo de la circunferencia y del
centro, que define a cada asentamiento y a cada construcción como el núcleo
cósmico, para otorgarle así el carácter de puerta dimensional, donde se encuen-
tran el Cielo y la Tierra. Sus cimientos se fabricaron con piedras en forma anular
o llevando las cotas de la topografía, con accesos escalonados de dos o tres
contrahuellas de lajas talladas. Para el caso de las que servían de emplazamiento
a casas, la orientación del acceso se determinaba según las vistas, la relación
2.103 2.104
con los caminos y con las fuentes de agua; el fogón no parece conservar una
posición definida respecto a un sector y solo se puede confirmar que está a un
lado del eje central de la terraza y localizado de manera cercana al acceso, muy
probablemente por facilidad funcional.
65
Según las excavaciones realizadas por Santos V. en el cerro El Volador por ejem-
plo, la respuesta de las casas a las condiciones naturales del sitio, muestra este
espíritu pragmático de la orientación y la organización de las viviendas unido a
la cosmogonía, de tal manera que el agua, que como se ha indicado constituía
2.105 2.106 el hilo vital mágico, ritual y de supervivencia de estos grupos, determinaba el
emplazamiento de la casa.
En El Volador, las viviendas asociadas a los grupos tempranos eran de forma circular y de
tamaños relativamente pequeños, entre 5 y 8 m. de diámetro. El tamaño de las viviendas
sugiere que fueron habitadas por familias pequeñas, posiblemente nucleares. La cerámica
se concentra en todas las terrazas hacia las partes opuestas a los accesos naturales desde
el Río Medellín y la quebrada La Iguaná, o partes más altas de las terrazas, las cuales
corresponderían con la parte posterior y la parte de atrás de las plantas de las viviendas.
Esto permite decir que los frentes de las viviendas corresponderían a los accesos a los
cursos de agua, y que la parte posterior correspondería al área culinaria, lo cual indicaría
2.107 0 5
2.102. La representación religiosa del universo:
una sectorización del espacio doméstico, y por tanto, una orientación de las viviendas.104
terraza habitacional prehispánica, finca Corrales, Bello.
Esta disposición de la orientación del acceso dando frente a la fuente de agua,
2.103. La triple condición del hábitat: terraza prehispánica,
laguna de Guarne, Parque Arví, Santa Elena, Medellín. obedece a un principio que también es de orden universal en las culturas primi-
2.104. El simbolismo universal de la circunferencia: conjunto tivas, así lo dejan ver las investigaciones realizadas por la Universidad Javeriana
megalítico de Stonehenge, 1800 a. de C., Wiltshire, Gran Bretaña. que estudiaron gran parte de la arquitectura indígena actual del país,105 y que
2.105. Aspectos utilitarios y simbólicos integrados: terraza de
cultivo, urbanización La Aldea, La Estrella. 102
J. Roose-Evans, Op. cit., p 88.
2.106. Emplazamientos escalonados: pozo real de aguasal, A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 311.
103
Chorroclarín, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
104
G. Santos V. y H. Otero de S., Op. cit., p. 11.
2.107. Cosmogonía pragmática: viviendas, cerro El Volador,
Medellín, redibujado de Santos, G. y Otero, H., El Volador: una Gabriel A. Rubio M. y Annuar Abdala C., Atlas del hábitat en Colombia, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, s.f.,
105
ventana al pasado del Valle de Aburrá (inédito), 1996. pp. 30, 49, 63 y C. Varini, Op. cit., p. 48.
además hacen referencia a que “en todos los relatos se encuentra el mundo al
cual pertenecen los seres vivientes en una posición intermedia entre los dioses
creadores –coincidente con el cielo– y la de los otros seres a los cuales se ac-
cede por una quebrada o por debajo de la tierra […]”.106
Para los zenú por ejemplo, en la casa confluyen el mundo acuático y el terrestre
al utilizar elementos de los dos: el bejuco y la palma respectivamente;107 nótese
que la casa se constituye en punto de convergencia, en ella surge un límite que
a la vez es conector entre el agua y la tierra o los cultivos; entre los elemen- 2.108
tales naturales que se encuentran, evidenciando el papel del bohío como objeto
mágico que relaciona agua, Tierra y Cielo, y como instrumento para el encuentro
del inframundo, de donde proviene el agua de los ríos y lagunas, con el supra-
mundo, hábitat de las divinidades superiores. Así, la forma de la casa no solo es
una respuesta obvia al problema pragmático de la evacuación de la lluvia y la
cobertura del sol, sino que, naciendo en el suelo, aferrado a la Tierra, estira hacia
el infinito celeste el mundo de los mortales a través de su cubierta espigada en
busca de la libertad inmaterial propia de los seres divinos.
Estas viviendas, ubicadas cerca de los cultivos como lo constatan los estudios ar-
queológicos, afirman la idea de que “en la huerta comienza el sentido del hábitat;
así una familia o una comunidad puede conformar ‘territorios islas’ en diferentes 2.109 2.110
Luis C. Cardona V. y Luis E. Nieto A., Transformaciones territoriales en los ecosistemas estratégicos del Valle
110
2.112. El sentido cosmológico de los cultivos: vallado, aledaño
de Aburrá, Medellín, CORANTIOQUIA / Universidad de Antioquia, (inédito), 2000, pp. 52-53. al camino prehispánico de Cieza, Medellín.
crean núcleos de microcosmos interdependientes por los lazos de consanguini-
dad, que con el transcurrir del tiempo van cobrando autonomía pero que forman
pequeños conglomerados en torno a un centro jerárquico alrededor del cual
orbitan. Esta manera orgánica de crecimiento de los asentamientos refuerza
el sentido comunitario y fomenta valores de solidaridad, confianza, seguridad,
amistad y fraternidad; e incluso facilita el convite para tareas especiales como la
edificación de la casa, la comunal o la privada.
2.113 De tal manera, la construcción de la casa la hacían los hombres en minga, como
todavía opera en las comunidades actuales, mediante ceremoniales con ofrendas
y previo permiso de los sacerdotes. La elección del lugar era una tarea comu-
nitaria en la que intervenían los miembros del grupo familiar convocando las
fuerzas de la Tierra y la intersección de los espíritus de los antepasados a través
de los sacerdotes. El objeto arquitectónico entablaba comunicación armónica
con el espacio y con el tiempo del emplazamiento, y de tal manera “la toma de
posesión del sitio es definida no solamente por elementos visibles, también por
un ritual sacro, como si la elección fuera demandada por una presencia divina
que los Jaibaná consultan […] aparecen también elementos –como ollas de barro
o esculturas antropomórficas– que tienen la tarea de preservar la construcción y
2.114 sus habitantes libres de dichos espíritus […],111 lo que también se confirma entre
los actuales indígenas.112
La casa así era el sitio seguro por excelencia, el reducto de tranquilidad aferrado
a la Tierra y conectado con los espíritus desde la eternidad, por eso entre otras
cosas, cuando los indígenas se vieron atacados por los invasores españoles “[…]
e se metían en los boyos e otros se subia(n) en la cumbre dellos como si allí no
los pudiera(n) tomar […]”;113 tal y como ocurre en otros grupos primitivos y con 67
2.115 el sentido universal de la casa como recinto sagrado de protección, su habitante
la entiende como una prótesis defensora, y entonces “la desnudez de sus habi-
tantes parece protegida por el terciopelo herboroso de las paredes y los flecos de
las palmas […]”,114 que constituyen la materialidad de la coraza intangible.
Esta relación mimética del cuerpo biológico con el vestido y la casa se da como un
asunto natural, por esto se puede afirmar que “la casa es la prolongación de uno
mismo. El valor de la ambigüedad hace su aparición en el adorno y la ostentación,
dota de sentido a un espacio invisible para todos”,115 ese espacio geométrico da
soporte al universo mental de carácter espiritual que tiene además tintes animis-
tas e incorpora en su consistencia profunda cada objeto, cada paraje, cada ser;
la representatividad simbólica de la choza como punto de contacto y confluencia
de seres no implica ningún acto forzoso, sino que por el contrario, hace parte de
la cotidianidad establecida por siglos; una vez inaugurada la puerta dimensional
2.116
en el ritual de construcción del bohío, quedaba establecida la condición mágico-
protectora del microcosmos.
2.115. La idea ancestral de la protección doméstica: venus Santacruz A., indígena tule.
prehistóricas, a. Willendorf / b. Valle del Indo / c. Chipre / 113
J. B. Sardela, Op. cit., p. 287.
d. Amlash / e. Siria.
114
Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1976, pp. 205-206.
2.116. La relación mimética: reconstrucción de una casa indígena,
Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín. 115
S. Murillo, Op. cit., p. 25.
el tipo de la cabaña, se explica en el pensamiento de estos pueblos que organiza-
ban las dimensiones del tiempo y el espacio desde un punto referencial, la casa
misma, del cual se desprende todo el universo, material e inmaterial, ya que “el
pensamiento de la antigüedad prealfabética es radiante como el cuerpo del erizo
o de la estrella de mar”,116 por esta razón el espacio geométrico de su recinto
íntimo es unitario pero multidireccional, convergente y a la vez divergente; en él
surgen fuerzas centrípetas que transmutan a centrífugas y viceversa; por eso tal
vez la espiral, como lo materializaron en sus petroglifos y en sus disposiciones
megalíticas, y como todavía surge en vestidos y sombreros, es la figura geo- Planta Elevación
existencial que se podía tener en un tambo, pues “la espiral es el tiempo. […] el
tiempo es el tiempo de aprender ¿qué se aprende? aprendemos del pasado, traer
de los acontecimientos de la historia al presente; el tiempo es vivo si traigo las
cosas para que sean el presente; el tiempo que se repite es el futuro”.117
El espiral, de acuerdo a los arhuacos, comprende el crecimiento del Universo relacionado 2.118
en nueve mundos, nueve mundos en el que se forman los humanos (nueves meses) este
68 espiral tiene en su centro el quinto mundo donde vivimos los humanos, y los cuatro mun-
dos hacia arriba o hacia abajo hacen parte de la integralidad terrenal. Por lo cual siempre
se entiende la vivienda como útero, donde permanentemente se forma la vida a partir del
espiral de la vida.119
Son numerosas las referencias literales y simbólicas de la espiral entre los gru-
pos indígenas colombianos, especialmente en las artesanías, petroglifos y en
la arquitectura;120 el filósofo y etnógrafo colombiano Fernando Urbina R. (1939)
sintetiza así las características de este símbolo aplicadas en el territorio indígena
del país: 2.119
[…] dado que esta figura ha sido manejada por casi todas las culturas aborígenes con
signo positivo: se dibuja en la piel de los danzantes y en las tela de corteza de sus
vestimentas, o en el cuerpo de la maloca; fragua coreografías y está en la forma y en la
decoración de los utensilios: ruedo o soporte del cernidor, tubo o cinta exprimidora del
matafrío, rollos de arcilla que se sobreponen o extienden en espiral para confeccionar
el ceramio, cerco de la gran casa, cuerpo ahuecado, sonoro y vibrador de los tambores
sagrados, trama en espiral del canasto, tubo de la cerbatana con su diente ponzoñoso (el
dardo), columnas del gran tambo cuyo diseño repite el universo… en fin, trazo que termina
116
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 208.
A. Green S., Op. cit.
117
118
S. Giedion, Op. cit., p. 43.
119
Jair O. Zapata T., arquitecto, indígena aruhaco, entrevista personal, noviembre 13 de 2012.
2.117. El pensamiento radiante:
Ver: Marta Saade G., “Las formas del entramado. Encuentro, tejido y pensamiento en el pueblo de los pastos”, en:
120 la espiral simbólica del espacio doméstico.
Cecilia Duque D., comp., Lenguaje creativo de etnias indígenas de Colombia, Medellín, Suramericana, 2012, pp. 176 y
2.118. La espiral eterna: petroglifo, Valparaíso, Colombia,
179; Edgar Bolívar R., “El universo hiperbólico de las chaquiras. Comunicación y adorno entre los emberá de montaña”, redibujado de Arcila, G., Memorias de un origen, p. 233.
en C. Duque D., Op. cit., p. 318; Lyda del C. Díaz, “Los dibujos en la caña flecha, símbolo de persistencia de la herencia
cultural Zenú”, en: C. Duque D., Op. cit., p. 390; Rosa E. Salamanca G., “Creatividad y abstracción de lo sagrado”, en: C. 2.119. Espiral de vida, la casa como útero: volantes de huso,
Duque D. Op. cit., p. 417 y Weilder A. Guerra, “Creatividad Wayuu”, en: C. Duque D., Op. cit., pp. 495-496. colección Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes, Medellín.
por interiorizarse y configurar el espíritu, ese que en espiral –como los remolinos del
río– desciende a lo profundo para cobrar la fuerza, o en espiral se eleva como águila para
columbrar y dominar el conjunto.121
Parece ser además, que el tejido de las cubiertas de los bohíos se hacía en
espiral, validando la idea de la multiescalaridad de las imágenes. Así aparece
representado en algunas tumbas, como se verá, y así también lo manifiestan al-
gunos indígenas: “Las espirales no tienen tanto con la casa sino con todo objeto
2.120 2.121 redondo; tiene simbolismo, la espiral es más que todo parecido como a la casa
del tambo, al techo”;122 “la espiral es el techo del tambo, que es tejido todo, como
lo hacen los animalitos, los pájaros”;123 “la espiral está en el techo, como es el
sombrero vueltiao; en la parte superior del techo donde termina y se viene hacia
abajo hasta que termina más amplio también en la forma de espiral”.124 Pero la
espiral también tiene un atributo mágico de seguridad: “Lo otro es que se rela-
ciona mucho, como la casa es la protección, también con la mola, porque en la
escritura de las molas, aparecen espirales y la mola es de protección”.125
Y aunque “el mundo interior, como enseñó Carl Jung, es tan real como el mundo
exterior; de hecho es más real, pues es infinito y eterno y no cambia ni se de-
2.122 2.123
teriora como sucede constantemente con el mundo exterior”,126 la dimensión
material del espacio doméstico de los indígenas del Valle de Aburrá, que acudía a
la huella y a la memoria para proyectar el futuro eterno, materializaba en sentido
literal la dinámica perceptual, lo que brinda otro elemento más para afirmar la
idea de la multidimensionalidad manifiesta en la imagen de la espiral.
En este universo animista todo cobraba sentido simbólico; cada objeto, así como 69
cada elemento arquitectónico, tenía la posibilidad de ser receptáculo de un men-
saje y una caracterización, “de este modo […] las rocas, montañas, ríos son
2.124
biomorfas o antropomorfas, y el universo está poblado de espíritus, genios, dio-
ses, que están en todas las cosas o detrás de todas las cosas”.127 Y el espacio
doméstico no se escapa a esta condición y en él también aparece la posibilidad
metamórfica de doble dirección, el individuo es parte de todo lo que lo rodea, y
todo lo que le sirve y acompaña es parte de él; en las descripciones de las vi-
viendas tules, por ejemplo, cada poste y las paredes representan una parte de la
comunidad o a sus gobernantes.128
Ahora bien, los materiales utilizados para la construcción del arquetipo debieron
ser la madera rolliza, lianas y bejucos, paja o palma para la cubierta y también
2.125 parece que se utilizó la técnica del bahareque y algunas cortezas tal como se em-
plean en la actualidad en algunos grupos. Aunque precisamente por la naturaleza
perecedera de estos materiales no hay vestigios (excepto las marcas dejadas por
los horcones hincados en la tierra, las tumbas y los rastros de fogones), puede
A partir de este punto, la llave del universo está entre las manos del hombre y, bajo
formas variadas pero finalmente convergentes, nacen extraordinarios cuerpos de cono-
cimientos, enteramente fundados sobre el juego de las identidades y de los contrarios, los
cuales engloban todo lo conocido, desde los números a la medicina, de la arquitectura a
la música.130
Incluso en la vivienda prehispánica del valle “la sectorización del espacio, basada
en su orientación a partir de la definición de un centro, expresa siempre esta
dicotomía sagrado-profano asociada generalmente a otras dicotomías de orden
2.127
social y cultural como masculino-femenino, nacimiento-muerte, consanguinidad-
afinidad, o cultivo-recolección, las cuales están expresadas también en la división
del tiempo”.131 La vivienda entonces constituía un microcosmos en equilibrio en el
que la imagen proyectada por la condición femenina protectora se establecía en
el mundo material propio de la polaridad opuesta, y como centro convergente en-
70 tre el mundo superior y el inferior, brindaba el nicho adecuado en el que “los dos
modos coexisten, se ayudan mutuamente, están en constante interacción, como
si tuvieran una permanente necesidad el uno del otro […]”.132 El conocimiento
empírico, técnico, racional conducía así al mito para darle vida y cuerpo, y facilitar
la experiencia existencial en el ámbito de lo íntimo.
2.128
las prótesis, en donde los límites entre el objeto y el cuerpo, entre el artefacto
y la conciencia se diluyen, se convierten en extensiones del ser sin distinguir
fronteras.
De igual forma, lo que Gombrich admite en el sentido de que las imágenes tienen
2.139
la capacidad de traer a la temporalidad algo ausente, es aplicable a la produc-
ción arquitectónica de los nativos del Valle de Aburrá cuya posibilidad lingüística 2.135. La configuración arquetípica del espacio doméstico:
asentamiento piaroa, Amazonas, Venezuela, planta y detalle de la
se expande y adquiere la capacidad de interconectar horizontes temporales a la casa, redibujado de Rapoport, A., Vivienda y cultura, p. 54.
manera de lo predicado por Gadamer. Entonces, “[…] las viviendas constituyen 2.136. La multiescalaridad geométrica: volantes de huso, 800
así no solo estructuras arquitectónicas donde se define y se resuelve un espacio a 1600, recuperados en Guayabal, Medellín, colección de
antropología del Museo Universitario de la Universidad
en términos físicos, sino que como imágenes, que no agotan su contenido en de Antioquia, Medellín, fotos: Hernán A. Pimienta B.
referencia a lo concreto, son un medio de expresión cultural por excelencia del 2.137. La mitologización de la geometría: planta del centro
orden social y natural”140 en el cual el soporte arquitectónico incursiona en tem- ceremonial megalítico de Castlerigg, c. 3200 a. de C.,
cercanías de Keswick, Inglaterra.
Carl G. Jung et al., El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1969, p. 243.
137
2.138. La actitud cosmológica en las creaciones: roca tallada,
camino prehispánico de Niquía, Bello.
138
C. Varini, Op. cit., p. 61.
139
César Sondereguer, Manual de estética precolombina, Buenos Aires, Nobuko, 2007, p. 13. 2.139. Temporalidades ausentes: urnas funerarias marrón inciso,
1740 a.p., recuperadas en Álamos del Escobero, Envigado,
140
G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 41. colección Sala Museo Arqueológico del Municipio de Envigado.
poralidades ausentes y trae espacialidades pretéritas o futuras reafirmando su
condición simbólica y artística.
A todo esto debe añadirse el planteamiento del filósofo y crítico del arte inglés
Herbert E. Read (1893-1968) de que la concepción del espacio abstracto en el
nivel intelectual exige el desarrollo de la imaginación y de una lógica simbólica,
lo cual solo es posible cuando hay “[…] una mayor conciencia de los elementos
separados implicados en la creación de símbolos complejos, y de la posición o
relación de estos elementos aislados en un espacio concebido separada e in-
2.140 telectualmente”,141 lo que permite deducir la importancia de los petroglifos y los
centros ceremoniales prehispánicos en tanto que ellos prepararon y facilitaron la
concepción del espacio abstracto de aquellos grupos humanos asentados en el
territorio del valle.
Derivado de estas deducciones, de acuerdo con que “una de las mayores pre-
rrogativas del simbolismo humano es la aplicabilidad universal”,144 teniendo en
cuenta los expertos consultados y las entrevistas en el marco de esta inves-
tigación,145 así como una confrontación con las construcciones actuales de al-
gunos grupos que mantienen parte de la herencia ancestral,146 puede plantearse
que es muy probable que la casa indígena precolombina del Valle de Aburrá
representara simbólicamente tres estratos que a su vez reflejarían la concepción
141
Herbert Read, “Los símbolos de lo desconocido”, en: Imagen e idea, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp.
78-79.
142
Según G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 39., estas tumbas, ubicables dentro de los
primeros cuatro siglos d. de C., corresponden a un asentamiento Marrón Inciso.
2.140. Anticipos del espacio abstracto: petroglifo, N. Castillo E., Op. cit., p. 50.
143
El Rosario, Itaguí.
144
Ernst Cassirer, Antropología filosófica, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1976, p. 63.
2.141. El mediador referente: reconstrucción gráfica de una casa
prehispánica. 145
Ver: Anexos 1 y 2.
“El ombligo del mundo es el punto de entrada en los otros mundos, y el lugar a
donde uno regresa: una especie de terminal de salida y terminal de llegada en
un mismo sitio. Es donde se encuentran el tiempo mundano y el Gran Tiempo,
la eternidad”;151 en palabras del arquitecto e indígena arhuaco Jair O. Zapata T.
(1977):
2.148
De manera similar, Neyla Castillo E. confirma esta idea y amplía su explicación a 2.151
[…] los antropólogos han descrito el nivel de localización de las cosas materiales, como
un nivel estructural de la vivienda. Sin embargo, creo que como lo han dicho muchos an-
tropólogos, es una estructura universal que responde a la estructura del cosmos, y ambas
al cuerpo humano que en última instancia es el referente a partir del cual se ordena el
mundo […] si se abstraen los elementos comunes de todas las viviendas y cosmologías
del mundo, se obtendrán los principios que estructuran el espacio doméstico, los mismos
que estructuran el cosmos: superposición de mundos en números diferentes con un
desdoblamiento en el nivel del mundo habitado por los humanos, en el que convergen los
componentes de los mundos del nivel superior, mundos subterráneos habitados por seres
asociados al frío, la muerte, la fertilidad, lo femenino, etc… y los del nivel superior, donde
están los mundos de seres relacionados con elementos activos como la luz, el aire, el
2.152
conocimiento, la fecundidad, la vida, lo masculino… Además de los diferentes niveles, hay
que ocuparse también de los planos que se derivan de la orientación obtenida según la
localización de los postes o pilares de la vivienda con respecto a los puntos cardinales, los
cuales definen otros niveles estructurales. Es aquí donde intervienen los postes centrales
como ejes cósmicos que conectan los mundos de abajo y de arriba.157
76
Nótese que la alusión a la casa como expresión del referente corporal confirma
la noción integradora de ella con el mundo, con el ser que la habita y con la expli-
cación simbólica que da al universo; como se ha dicho, la casa es prolongación
del ser, hecha a su imagen y semejanza. Como puede verse además, esto lleva
a una connotación religiosa en la cual el mundo material porta una intención
conciliatoria de los poderes divinos que controlan el destino de los mortales 2.153
y en consecuencia surge la cualidad metafísica asociada a un impulso ritual,
“alzándose en sí misma, la obra abre un mundo y lo mantiene en una reinante
permanencia”;158 la arquitectura se concibe así como expresión de fuerzas que
despliegan la posibilidad trascendental y arquetípica en tanto tendencia para for-
mar representaciones de un motivo, que pueden variar en su detalle sin perder
el modelo básico, y que en tal caso es el hombre mismo.
Puede observarse por ejemplo que los círculos concéntricos y las espirales, que
reproducen el universo macro y microcósmico, se manifiestan en el muro de
contención, en la terraza y en la cabaña, pero simultáneamente representan el
sentido del tiempo, los ciclos naturales y las etapas vitales del ser, subrayando
las interconexiones dimensionales ligadas mediante actos mágicos de carácter
2.155
temporal. En la casa entonces se establece una estructura que no solo es mate-
rial sino sobre todo perceptual y simbólica; cuya expresión más evidente se halla
registrada en las mencionadas pinturas de los techos de algunas de las tumbas
del cerro El Volador, en las que “[…] la espiral estaría separando varios niveles
cósmicos, al mismo tiempo que uniéndolos, como un cordón umbilical […]”.160
sección oeste de la cámara
Esta tendencia al diseño concéntrico, tanto en los monumentos ceremoniales
sección general norte como en la aldea y en la casa misma, se repite en diferentes contextos de cul-
turas similares a los pueblos que habitaron el valle antes de la aparición de los
españoles; tal es el caso de todas las tribus pertenecientes al grupo lingüístico
planta general sección este de la cámara
ge, descritas por el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908).161 De esta
0 2 0 1 manera, la choza es símbolo de convención determinando que más que una cosa
2.156 es una operación y una ceremonia, está más próxima a la inmaterialidad sim-
bólica que a la consistencia tangible; su tectónica es una expresión ritual.
Aunque el mismo Leroi-Gourhan dice que “la escritura alfabética reserva al pen-
samiento cierto nivel de simbolismo personal”,163 lo cierto es que el lenguaje
posee una estructura lineal de continuidad y contigüidad, en cambio la expresión
gráfica, y por extensión la espacialidad arquitectónica, es polivalente y multila-
teral. Y esta posibilidad, como se ha dado ha entender, se aplica para la arqui-
tectura habitacional de los nativos del valle, para quienes la imagen de la casa
se tornaba obra de arte al facilitar este universo simbólico asociado al espacio
doméstico mítico.
En este punto es bastante esclarecedora la idea de que “solo en tanto el artista 2.159
establece símbolos para la representación de la realidad, puede tomar forma la
mente, como estructura del pensamiento”;164 así, el indígena tomaba conciencia
de diversos aspectos de la realidad cuando establecía los sistemas simbólicos
figurativos, plásticos o arquitectónicos. En este proceso, el espacio es clave, en
tanto se concibe como un vacío inmaterial de extensión infinita que supera la
concepción organicista de entenderlo como un complejo continuo de lugares, lo
que permite encender la llama que revela a la conciencia la exterioridad, la dife-
78 renciación de un yo y un universo, la racionalización de las relaciones naturales
y de la propia vida, que se entiende en su fugacidad frente a la inmortalidad, a la
cual asocia seres divinos habitantes de mundos paralelos. 2.160
2.165. Ajuar sacro: vasija marrón inciso, recuperada en la escuela Gustavo Santos V., Una tumba de cancel en el Valle de Aburrá, prospección y rescate arqueológico del área de la
166
Alfonso López, barrio Manrique, Medellín, colección Museo urbanización Álamos del Escobero, Envigado, Vértice Ingeniería / Secretaría de Educación para la Cultura del Municipio
Universitario de la Universidad de Antioquia. de Envigado, (documento electrónico inédito), 2006.
A pesar de que en esta ocupación tardía se presenta un incremento en la po-
blación, una diferenciación social evidenciada en los tipos de enterramientos, una
especialización del trabajo (agricultores, mineros, alfareros, orfebres, ingenieros)
y una presencia de chamanes y sacerdotes, las investigaciones todavía no dan
cuenta de diferencias culturales profundas que identifiquen modificaciones sus-
tanciales en la concepción del espacio doméstico y sobre todo en su estructura
simbólica de carácter vertical.
Este período tardío se extendió hasta el siglo XVI d. de C. cuando la devastadora 2.166
colonización española impactó el proceso natural de desarrollo de los nativos,
rompió su equilibrio entre población y producción, y los obligó a replegarse a
sitios inhóspitos para los cuales no estaban preparados o conduciéndolos a su
desaparición por los malos tratos, los suicidios colectivos, el hundimiento psi-
cológico167 y las enfermedades traídas del Antiguo Continente, especialmente la
viruela, el sarampión y tal vez una influenza o tifus conocida entonces como
matlazahuatl.
No obstante la destrucción, tanto las crónicas como las conclusiones de los estu-
dios arqueológicos ratifican que los asentamientos indígenas constituían una ex-
tensa red de poblados intercomunicados mediante una compleja estructura de
caminos que conectaban con las rutas incas, mayas y aztecas.168 Son de singular
valor las crónicas del historiador Pedro Cieza de León (1520-1554), del cronista
jesuita Fray Pedro Simón (1574-1628) y del escritor militar Gonzalo Fernández de
Oviedo (1478-1557), todos españoles, quienes registraron el mundo natural, los
grupos étnicos, sus costumbres, rasgos culturales, artísticos e incluso algunos
datos arquitectónicos. De acuerdo con estas crónicas y los análisis posteriores, 2.167
80 al momento de la llegada de los españoles el Valle de Aburrá estuvo poblado por
los bitagüíes en el sur y por los niquía en el norte.
Estos grupos habrían tenido una interacción fluida con los pobladores del resto
de Antioquia, con la zona del río Cauca y con el valle medio del río Magdalena,
no obstante, su espacio doméstico seguía siendo el centro de la vida misma, “la
mayoría de la población residía en pequeñas aldeas o caseríos, solo visitaban el
lugar central para las fiestas ceremoniales en las cuales el jefe dispensaba su
generosidad”.172 A pesar de la desaparición de la mayoría de los asientos de es-
tos grupos, por fortuna se han ubicado rastros en sitios altos de la topografía del
2.172
valle;173 se sabe por ejemplo que durante estas ocupaciones tardías, la población
en el sur del Valle de Aburrá se concentró en aldeas, mientras que en Girardota
desaparecieron los asentamientos del período anterior asociado a la cerámica
2.173
Marrón Inciso, y la ocupación se atomizó en sitios de poca dimensión. En todo
caso, el aparto tecnológico identificado a lo largo y ancho del valle, demuestra
2.170. Relación continua con los recursos bióticos: Geografías I
(detalle), Juan G. Bedoya M., mixta sobre madera, 152 x 39 cms.,
una ocupación intensiva de todo el territorio que incidió de manera notable en la
2008, colección particular. transformación del paisaje mediante la organización socio política jerarquizada,
2.171. El orden higiénico y simbólico del agua:
quebrada La Iguaná, Medellín.
169
L. E. Martínez G. et al., Op.cit., p. 47.
2.172. Rastros en sitios altos: ánade, petroglifo,
Doce de Octubre, Medellín.
170
M. de Certeau, Op. cit., p. 95.
2.173. Aldeas en el Valle de Aburrá: huellas de postes sobre Jaime Sierra G., Antioquia pasado y futuro, Medellín, Politécnico Colombiano, 1980, p. 34.
171
Y que primero se edifique casa para Dios, se destruyan los edificios y casas edificadas
para morada del demonio, y así se da orden en esta obra como se arranquen todas las
malas plantas y se destruya toda la mala semilla que el hombre malo sembró en las tierras
de Dios, como son todo género de pecados, ritos y ceremonias gentilicias, sacrificios y
malas costumbres tocantes al culto del demonio, y los templos para su servicio dedicados,
y borre la memoria dellos y sus xeques, mohanes y sacerdotes; y después desta general
bastación y destryción de todo lo dañoso y malo […]176
2.177
Por otro lado, según los estudios arqueológicos y las crónicas de los peninsu-
2.174. Comunicación virtual dimensional: urna funeraria
lares, la organización social de los indígenas de esta ocupación tardía mantenía marrón inciso, recuperada en El Volador, Medellín, colección
la base en la familia nuclear y la tierra todavía era concebida como un elemento de antropología del Museo Universitario de la Universidad de
Antioquia, Medellín, foto: Hernán A. Pimienta B.
de uso comunitario. Sus distintivos sedentarios agrícolas, alfareros e hilanderos
2.175. Acercamiento a la racionalidad pragmática: Proyecto
definieron algunos de los rasgos fundamentales del espacio doméstico, que es- anamórfica, Evan Penny, instalación, 1997, Festival Internacional
de Arte, Medellín.
Aún en la cabaña de las ocupaciones tardías convivían todos los seres: reales y
virtuales, materiales e intangibles, presentes y ausentes, ellos llenaban el espacio
doméstico de significado y trascendencia; “en estos nudos simbolizadores se
esbozan […] tres funcionamientos distintos (pero conjugados) de las relaciones
prácticas espaciales y prácticas significantes: lo creíble, lo memorable y lo primi-
2.178
tivo”;177 donde cada poste, cada madero y cada pieza tiene un significado simbóli-
co que supera la dimensión matérica del recinto para conectar el microcosmos
con el universo pues “la construcción de estas estructuras arquitectónicas es la
construcción del cosmos, la imitación del trabajo de los dioses, y por lo tanto un
lugar sagrado donde es posible la comunicación con otros niveles del cosmos
[…]”.178 A pesar del inicio de la especialización del ámbito íntimo y de la confor-
mación de lugares independientes de la vivienda para el enterramiento de los
muertos, la permanencia en los sitios ancestrales y la conservación de las tradi-
ciones rituales mantenían el halo mágico del espacio doméstico. No obstante, en
la constitución de la casa se incorporaron nuevos elementos, como lo muestran
2.179 los hallazgos detectados en las excavaciones en El Volador:
[…] en uno de estos sitios fechado entre los siglos X y XI se encuentran elementos nuevos
en la vivienda, como el gran tamaño, 12 m de diámetro, la forma algo elíptica de la planta,
y la presencia de una construcción adicional asociada a un fogón, que indicaría la exis-
tencia de un espacio culinario separado de la vivienda. Otro de los sitios (T 11), al lado del
anterior, donde se halló cerámica tardía no muestra evidencias de haber tenido más de
una vivienda y su presencia debe obedecer a la cercanía de un sitio reocupado (T 10) y a
su utilización para otras actividades distintas a la vivienda.179 83
En esta descripción se confirma una vez más el poder que emana del espacio
doméstico en la caracterización del hombre indígena que habitó el valle a la
llegada de los españoles. El amor filial entre los miembros del grupo familiar se
mantenía como condición de cohesión derivada de compartir un ámbito propio
para la intimidad al cobijo del fuego del hogar, siempre remitiendo al sentido
t ra s c e n d e n t e y cósmico. Obsérvese por ejemplo que un fragmento de la si-
guiente crónica deja ver la diferenciación lograda por la cultura del valle respecto
a otros contextos: “[…] se hace un valle e un buen río grande que corre por él en
el qual está aquella provincia de Aburrá la qual es dyferente de todas estotras 2.182
ansy en el traje como en la manera de las casas, como en todo lo demás […]”;181
se resalta incluso la referencia específica a las construcciones de habitación, que
a juicio del cronista merecían destacarse.
Como se ha planteado, la casa no solo era el recinto de cobijo para un grupo con
lazos íntimos relativos a la subsistencia; era realmente un objeto de condiciones
artístico poéticas que poseía todos los atributos simbólicos de una entidad multi-
plicadora de la experiencia existencial; era síntesis cósmica del sistema mítico de
quienes la habitaron y poseía una estructura virtual de connotaciones verticales
uniendo diversas regiones dimensionales. Adicionalmente, “las proporciones de
la casa indígena (tambo y maloca) se organizan acordes con la cruz multidimen-
84
sional […] Los cuatro cuadrantes determinan el uso del espacio dentro de la vi-
vienda: el lugar para el fogón, el lugar donde se ubican los hombres y las mujeres
y la zona para el descanso”;182 los usos prácticos tenían una connotación mecáni- 2.183 2.184
ca y una respuesta simbólica que los condicionaba y los fundía con aquellos fac-
tores territoriales, regionales y universales en conexión con el aspecto analógico,
emotivo y metafórico. Sin embargo, la especialización de lugares al interior, la
modificación geométrica de la planta y la aparición de recintos menores anexos
al núcleo central, hablan de un proceso de transformación de aquella idea de
que hombre, naturaleza y casa estaban íntimamente ligados constituyendo una
unidad indisoluble para facilitar la experiencia existencial.
Por desgracia, las culturas indígenas, no solo las que poblaron el Valle de Aburrá,
sino una gran parte de las del país, e incluso del continente, se han perdido en la
memoria; su rescate parece ser tarea de titanes que mantienen la esperanza de
recuperar valores que posiblemente instaurarían una civilización más armónica
pero que la historia los ha sumergido en un mar poco atractivo para el mundo
actual, que atiende más lo efectista, inmediato y superfluo, y que mantiene el
horizonte económico como prioridad de toda acción. No obstante, y aunque no
es el caso del valle, “[…] ciertas tipologías edilicias básicas de vivienda conti-
nuaron construyéndose inercialmente durante todo el tiempo en que sobrevivió
una población indígena aglutinada […]”.184 Y aunque estos raros especímenes ar-
quitectónicos sobrevivientes mantienen algunas características heredadas desde
tiempos inmemoriales, hoy está bastante deshecho el concepto mágico del espa-
cio doméstico en los territorios antioqueños.
85
En su proceso de desarrollo el tipo de la cabaña primitiva había mantenido la
2.188
condición de lo primigenio en relación armónica con el macrocosmos, siendo
fractalmente reflejo para alojar el espacio doméstico de condiciones bipolares
que abordaban lo real real y lo real virtual; dentro de una noción holística espa-
cio-temporal vinculó el pasado con el futuro y el inframundo con el supramundo
a través de su consistencia tridimensional, no identificaba los límites propios de
la cultura occidental que no la pudo comprender, no la supo valorar ni respetar y
mucho menos la pudo aceptar.
valle utilizaban para pintarse, y para teñir y decorar sus telas, las que usaban en
la cotidianidad y en los rituales, incluyendo los suicidios que cometieron cuando
se vieron invadidos en el siglo XVI por los extraños jinetes barbados ataviados
con armaduras y fusiles:
Acontesció en esta provincia a algunos españoles yendo por fruta y a caza de aves yr
donde algunos yndios estavan e ansi como los vían se quytavan una manta de vara y
m(edi)a de largo e de una en ancho con q(ue) traen atapadas sus verguenzas, quytasela
e darse una buelta al pescuezo y a(h)orcarse […].189
2.196 2.197
185
Según G. Castro H., Investigaciones arqueológicas en la cuenca alta de la Quebrada Piedras Blancas, Op. cit., p. 7,
están datados en un período entre el 1302 a. de C. y el presente, con uno de mayor actividad sobre los años 80 a 550
d. de C.
Según P. Aristizabal E., Op. cit., p. 245, en este sitio se recuperaron evidencias que muestran ocupación continua
186
En casi todos los casos, los habitantes de estos sitios contactados en el marco de esta investigación carecen de
187
asiento reticulado con cinco o seis manzanas donde se ubicaban el templo y las
6
viviendas, estas últimas hechas con materiales perecederos que poco a poco ESPAÑA
Ahora bien, el análisis histórico del patio doméstico en Occidente posee un hito
fundamental en Creta, cuyas casas tenían óptimas condiciones funcionales con
sistemas en torno a patios en los que se realizaban festividades religiosas; de
tal manera, la arquitectura doméstica mantenía su papel de soporte ancestral de
la fantasía mítica borrando los límites con la realidad y recordando que “[…] se
‘vive’ el mito, en el sentido de que se está dominado por la potencia sagrada, que
exalta los acontecimientos que se rememoran y se reactualizan”.7 Tanto la cul- 3.11 3.12
tura cretense como la micénica se constituyeron en elementos de la civilización
3.6. Origen de los españoles asentados en Medellín durante la
griega que a su vez tuvo influencia de la mesopotámica, la minoica y la egipcia; Colonia.
en la antigua Grecia el espacio doméstico se mantuvo en un universo oculto e 3.7. Aldea neolítica, Catal Hüyük, Anatolia, redibujado de Leroi-
introvertido, incluso fue más modesto que en la cultura micénica y se redujo a Gourhan, A., El gesto y la palabra, p. 164, según James Mellart.
unos pequeños sistemas, casi siempre de un nivel en torno a uno o dos patios 3.8. Casa en Babilonia, redibujado de Norberg-Schulz, Ch.,
Intenciones en arquitectura, p. 224, según Lundberg.
resaltando la noción de que “[…] el hombre es el ser entreabierto”,8 pero la casa
griega mantuvo en su estructura simbólica el carácter numinoso del hogar, inclu- 3.9. Casa en Ur, Caldea, 2000 a. de C., redibujado de Ching, F.,
Arquitectura: forma, espacio y orden, p. 172.
so en el interior de algunas viviendas hay una referencia formal a los templos en
3.10. Los patios domésticos amerindios: Zona residencial de
Teotihuacan, México, redibujado de Versan, J., Le Grand Atlas de
L´Architecture Mondiale, p. 91.
6
Se destacan Jericó, con evidencias entre el 7220 y el 5850 a. de C.; Catal Hüyük, donde se registran obras del 8750 3.11. Antecedentes griegos: casa del funcionario Nakht,
a. de C.; Haçilar, con vestigios del 6800 a. de C.; Mohenjo-daro, con casos del tercer milenio a. de C.; y Mesopotamia, antiguo Egipto, redibujada de http://www.egiptologia.com/
images/stories/geografia/mapas/tell_el_amarna/ajetaton_
en donde se ubican los yacimientos neolíticos de Tell es-Sauwan y Hassuna.
nakht(visir).png
Mircea Eliade, Mito y realidad, Madrid, Guadarrama, 1968, p. 31.
7
3.12. Casas, Delos, Grecia, sector de los s. III y II a. de C.,
8
Gastón Bachelard, La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 261. redibujado de Capitel, A., La arquitectura del patio, p. 11.
su habitación principal que se edificaba en forma de un megaron con su pórtico,
cualificando el patio; este espíritu religioso, que como se ha visto es muy antiguo,
se reafirmaba en Grecia para proyectarse hasta la actualidad como se verá, ya
que esta cultura se constituyó en pilar de la occidental.
En el contexto español, los fenicios, que también tenían patios en sus palacios
antiguos, llegaron a la península ibérica hacia el 700 a. de C. constituyéndose en
3.15 3.16
los ancestros de los cartagineses, quienes fueron derrotados por los romanos
en las Guerras Púnicas (624-146 a. de C.), luego de las cuales Roma incorporó
los territorios conquistados a su imperio imponiendo los modos de vida y por
supuesto los productos culturales, entre los cuales estaba obviamente la casa
de patios grecolatina. Por otro lado, la herencia árabe, que llegó a la península
con la ocupación islámica en el siglo VIII y que se extendió hasta 1492, fue clave
para el momento de la conquista del Nuevo Mundo, toda vez que la Reconquista
española del territorio estaba todavía fresca. Así, la arquitectura de ascendencia
musulmana le incorporó al patio doméstico de herencia romana la sensualidad
y el significado religioso de su cultura, reforzando la introversión del tipo, que al 91
igual que el burka o el niqab islámico, esconden a la mujer, resguarda y protege
3.17 3.18
el universo íntimo asociado a lo femenino desde antaño.
Como puede verse, el origen del patio doméstico es múltiple, su condición utópi-
ca constituye uno de los elementos más representativos de la órbita íntima, y
desde los comienzos de la civilización es lugar de confluencia de la dinámica
3.19
de la vivienda, territorio de conexión trascendente con lo celeste, dispositivo de
control bioclimático y ordenador geométrico de los recintos “[…] dotándoles de
una superior unidad, de manera que el organismo en su conjunto tiende a la in-
troversión y todas sus partes recrean la integridad de ese núcleo íntimo en el que
el edificio se contempla y mide el pulso de su vida cotidiana”.9 Su capacidad de
adaptación a distintos emplazamientos, parcelas y modos de vida, lo hace
3.13. Casa con megaron, Priene, Grecia, fines del s. IV a. de C.,
redibujado de Capitel, A., La arquitectura del patio, p. 13. instrumento versátil de condiciones universales que manifiesta además que “el
3.14. El pragmático espacio doméstico romano: esquema
ser es por turnos condensación que se dispersa estallando y dispersión que
tipológico de una domus, redibujada de http://mundopapercraft. refluye hacia un centro. Lo de afuera y lo de adentro son, los dos, íntimos; están
wordpress.com/2010/03/22/papercraft/domus-romana/
próximos a invertirse, a trocar su hostilidad”.10
3.15. El patio poético y práctico: Casa de las Bodas de Plata,
Pompeya, Roma, redibujado de Ching, F., Arquitectura:
forma, espacio y orden, p. 142. Puede confirmarse entonces que “las reglas y principios del sistema, ligadas a
3.16. La herencia árabe: casa semiurbana, Nubia, Alto Nilo, s. XIV una lógica formal y espacial que podría definirse como inexorable, traspasaron así
(etapa árabe), redibujada de
http://etsamtallerjmsanzbelendelolmopuente.blogspot. épocas y lugares; en unas ocasiones existieron tradiciones y herencias culturales
com/2011/09/la-casa-arabe.html
que las unieron, pero en otras las cosas se repitieron de formas muy semejantes
3.17. Resguardo y protección de lo femenino: mujer con niqab. simplemente sujetas por una misma lógica arquitectónica”;11 todo indica enton-
3.18. Dispositivo poético complejo: Casa del conde de Pestagua, 9
Carlos Martí A., Las variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 16.
Cartagena, Colombia.
10
G. Bachelard, Op. cit., p. 256.
3.19. Condición utópica del patio: granja francesa e italiana típicas
con patio, redibujado de Rapoport, A., Vivienda y cultura, p. 51. 11
Antón Capitel, La arquitectura del patio, Barcelona, Gustavo Gili, 2005, p. 16.
ces que este tipo ancestral es pues otro arquetipo, al cual muy probablemente se
hubiera llegado con el proceso evolutivo natural de la cabaña primitiva amerindia,
también arquetípica; de tal manera, la instalación española de la casa de patios
en América sería un salto vertiginoso en el tiempo del devenir del espacio do-
méstico, pues los arquetipos tienen: a b
Y dado que lo poético es el aspecto significante del tipo, porque es lo que señala
y crea singularidad conduciendo a la identificación cultural de la sociedad que lo
produce, se puede plantear que el reconocimiento y la percepción de las formas
y los espacios del tipo constituyen un registro espiritual, que para el caso del
92 arquetipo patial, se impregna con el simbolismo de la estructura vertical que une
las dimensiones superiores con el mundo de los mortales. Este aspecto estético- 3.23
numinoso, que se analizará a lo largo del resto de este capítulo, estará precedido
de un aparte dedicado al espíritu de la cultura europea en los años previos a la
llegada de los españoles a América para contextualizar el objeto de la investi-
gación. Por lo pronto, a manera de colofón de esta parte, se puede resaltar que
el origen de la arquitectura doméstica neogranadina está ricamente constituido
por la influencia de numerosos pueblos; lo polivalente de su origen y constitución
le determina un carácter híbrido que lo hace más acorde con la esencia de lo
doméstico y por ello “descendemos para habitar junto a la tierra, en el suelo de
la cabaña y después, con algunos castillos en España querríamos dominar el
horizonte. Y cuando la lectura nos da tantos lugares habitados, sabemos hacer 3.24 3.25
vibrar en nosotros la dialéctica de la choza y del castillo”.14
LOS DESTELLOS DEL RENACIMIENTO. Mirando a través de la razón 3.20. El arquetipo u-tópico: a. Casa colonial en Venezuela / b.
Casa de patio en el antiguo Egipto / c. Casa de patio en la antigua
Grecia / d. Casa de patio marroquí. Redibujado de Rapoport, A.,
Si bien en España en el siglo XV pervivía un aire gótico tardío, en la Europa del Vivienda y cultura, p. 109.
XIII la reaparición del Humanismo condujo a una renovación y a un redescubri- 3.21. Descubrimiento e invención en el arquetipo: patio de armas,
miento del mundo; se recuperó la actitud de vivir sin considerar futuros premios Fuerte de San Cristóbal, San Juan, Puerto Rico.
o castigos, y el arte se hizo no tanto para Dios como para el hombre, a quien en 3.22. Estética, poética y religiosidad: patio colonial, Santafé de
Antioquia, Colombia.
consecuencia, todo debía servir, contribuyendo a su realización y a su perfeccio-
3.23. La poética significante del tipo de patios: casa de Don Juan
namiento, incluyendo la arquitectura, la vida social, la esfera íntima y el espacio de Vargas (fundador de Tunja), finales s. XVI, redibujado
de Arango S., La arquitectura en Colombia, pp. 38-39.
Como puede verse y como se había advertido, el caso del Valle de Aburrá tiene
3.36
una particularidad respecto al proceso de urbanización, ya que antes de la fun-
dación de poblados, fue ocupado por hatos que concentraban pequeños núcleos
de población o tenían haciendas en su territorio, determinando la ocupación
en los potreros referidos, a los que se añadieron los de Barbosa, La Tasajera,
Fontidueño y Hatoviejo, cuya producción estaba fundamentalmente destinada a
satisfacer la demanda de carne de Santafé de Antioquia. Una vez consolidados
estos pequeños núcleos, se inició el proceso de organización racional urbana a
partir de la idea renacentista de orden bajo una malla reticulada ortogonal, cuya
condición trajo una significativa conciencia de la urbanidad dentro de la cual las
casas eran modestas células del organismo urbano. 3.37
que sería posteriormente la ciudad de Medellín, mediante Auto de Resguardo 3.33. Escuetas intenciones barrocas: catedral de la Habana, Cuba,
1748-1832.
del visitador español Francisco Herrera Campuzano (?-1630), con el nombre de
San Lorenzo de Aburrá, y a partir de 1620 se formalizaron los demás poblados 3.34. Jorge Robledo, anónimo, colección Museo de Antioquia,
Medellín.
ya nombrados, a los cuales se agregarían el de Aná, el de Girardota, el de La
3.35. Las modestas viviendas campestres: casa particular, 1904,
Culata, el de Santa Gertrudis, el de La Estrella, el de Belén y el de La Granja. foto Benjamín de la Calle, tomada de Arango, D., Metropolivisión,
Obviamente: p. 136.
cación y Cultura del Departamento, 1976, p. 12. 3.37. La obsesiva matematización renacentista del mundo: plano
de una iglesia o basílica circular basado en las proporciones del
Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Patrimonio urbanístico y arquitectónico del Valle de Aburrá, Medellín, Área
18
cuerpo, Francesco di Giorgio, s. XV, redibujado de Jung, C.,
Metropolitana del Valle de Aburrá, 2010, p. 18. El hombre y sus símbolos, p. 243.
Aquellas primeras construcciones no serían muy babilónicas que digamos: techos de
paja, paredes de palo parado o de cañas embarradas, puertas a zuela y hacha, si no de
cuero; talanqueras de palitroques, fogones en el suelo, piedras de moler en patas de gallo,
camas y tarimones de vara en tierra. La tapia y la teja vendrían lentamente, para las ofici-
nas públicas y las casas de los magnates. Las más espléndidas tendrían suelo apisonado,
patio empedrado, blanquimento con el barro blanco de La Iguaná, santos en las paredes,
taburetes de cuero, con todo y pelo.19
Para entonces, Medellín era uno de los miles de poblados sin mayor importancia
en las Indias Occidentales, no había allí ningún interés económico ni político, no
era un lugar estratégico ni estación en un recorrido, por ende los recursos que
se disponían para esta incipiente urbe eran mínimos, y el espacio doméstico se
resguardaba todavía en construcciones muy modestas; incluso “[…] a finales del
siglo XVII, había casas de nativos en el marco de la plaza de la recién creada vi-
lla”,20 lo cual muestra además que no todos los indígenas estaban en resguardos 95
o reducciones como lo establecía la Ley, por lo cual el Cabildo ordenó la compra
de aquellas casas por súbditos españoles. Reducidos y desplazados los indíge-
3.41 nas, la ciudad se consolidaba con lentitud, y a finales del siglo XVII y principios del
XVIII era aún una apacible provincia de vocación agropecuaria con condiciones
precarias donde la vida íntima era muy provinciana y las casas apenas iniciaban
su caracterización colonial; de hecho apenas en 1745 los techos pajizos del mar-
co de la plaza se estaban cambiando por teja de barro para prevenir incendios y
obtener una imagen más moderna.21
soporte doméstico cuya conexión simbólica con el Cielo a través del patio, marcó
profundamente la mirada estética que encaraba. Como ocurrió, lo natural era
que los inmigrantes españoles trajeran sus formas de vida, sus creencias y sus
deseos, y para la puesta en escena de ello requerían un escenario conocido, el
de sus casas patiales. Así por ejemplo:
Ahora bien, la élite del valle tenía dos orígenes básicos: por una parte, los hidal-
3.48
gos provenientes de Santafé de Antioquia, y por otra, los inmigrantes españoles
referidos atrás, que tenían un gusto estético sobrio en cuanto a la arquitectura,
3.43. Las herencias indígenas materiales para el espacio
explicable por la herencia musulmana, la tendencia humanista del Renacimiento doméstico: casa típica de las afueras de Medellín, tomada de
Bedout, F., Álbum Medellín 1932, p. 56, foto Rodríguez.
y el uso ingenuo de los libros de Sagredo y Vignola. Ciertamente la simpleza
también se debía a la ausencia de recursos económicos y de mano de obra cali- 3.44. El nuevo arquetipo: esquema en planta de la casa colonial
de patio central.
ficada, y así la actitud pragmática y recatada de los europeos fue adoptada por
3.45. Establecimiento introvertido: casa colonial, Santafé de
los criollos, quienes tuvieron el norte de sus costumbres en la península ibérica, Antioquia, Colombia.
influyendo sobremanera el espacio doméstico; de tal forma, “[…] los patios, los 3.46. El vocabulario conocido de los inmigrantes: casa colonial,
grandes portones, los dos niveles, las ventanas con balcón (propios de las islas calle del Campo Santo, Cartagena, Colombia.
El patio constituye la felicidad y el lujo de los sevillanos. No sabemos qué espíritu miste-
rioso e irreprimible nos lleva a los que allí vivimos, y en todos los órdenes sociales, a pen-
sar que la realización feliz de nuestra vida consiste en una solería de mármol, un chorro
3.50 de agua, unos arcos sobre columna, flores y un pedazo de cielo […] Esto es esencial: el
cielo. Un pedazo de cielo para nosotros solos. El cielo dentro de la casa; es decir, con-
templando solitariamente desde la butaca o la silla preferida, con el libro, con el periódico
o con el quehacer de aquel día entre las manos. El patio aísla del mundo en torno, y sólo
admite una vecindad franca: la celeste, la suprema, la casa de Dios. “Dios está azul”, dijo
Juan Ramón Jiménez. Y en este aislamiento del patio, entre flores –hortensias, geranios,
campanillas–; entre mármoles –arcos, cielos y columnas–, el sevillano se siente poseído
de una extraña felicidad. ¿En qué consiste? Tal vez en acusar solitariamente, casi con
egoísmo, su presencia en el orden maravilloso de la creación.27
3.51
Además, debe entenderse que la tradición castellana medieval daba mucha im-
portancia a la pertenencia a una familia pues esto diferenciaba a los cristianos
de los judíos, los gitanos y los conversos, lo cual se extendió a la Nueva Granada 97
en donde la distinción entre familia y casa era prácticamente inexistente. La re-
lación intrínseca y ancestral entre estos dos conceptos se mantenía para facilitar
la instauración del hogar y preservar el honor. Fuera de esto, la concepción to-
mista de la vuelta al mundo para encontrar a Dios, hacía que la casa y el mundo
material en general, fueran entendidos como una vía de salvación del alma; en
tal sentido, la arquitectura determinaba un comportamiento y un carácter místico
que llenaba el espacio doméstico:
3.52
B. Colomina, La domesticidad en guerra, p. 349. Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, 1955, citado en A. Capitel, Op. cit., p. 159.
3.53. El remanso religioso: oratorio, Casa Santa Fe, Medellín. 28
T. Carrasquilla, “Enredos e incongruencias”, Op. cit., p. 440.
Ahora bien, es muy importante tener presente que las haciendas se preservaron
simultáneamente con la consolidación de las casas urbanas, aunque desde los
inicios de la villa sus habitantes mantuvieron su preferencia por la vida del cam-
po, lo que obligó posteriormente a decretar instrucciones para que la población
de los ejidos tuviera adicionalmente una casa en la ciudad; tal predilección se
extendió durante muchos años, fue así como a finales del siglo XVIII la cabecera
urbana cayó en decadencia y los vecinos prestantes habitaban las haciendas
para estar más al tanto de sus tierras, e incluso todavía a finales del XIX, este era
el modelo territorial predominante en el valle con casas campestres dentro de un
3.54 3.55
mundo ideal. En una descripción del entonces, en la que se expone tal situación,
resalta la mirada estética sobre la realidad:
Los corredores, además de servir de tránsito entre el exterior y el interior en- 3.58
3.54. La preferencia campestre: Hacienda de los Arboleda,
riqueciendo la experiencia espacial, conducían de lo abierto a lo cerrado y vice- Girardota.
32
Hermes García citado en F. Botero G., Op. cit., p. 67. 3.58. “ese vaho sabroso de la miel caliente”: trapiche, Barbosa.
versa a través de un componente entreabierto, entrecerrado, sombrío y semiper-
meable; eran excelentes amortiguadores climáticos contribuyendo con el confort
interior, y además eran lugares aptos para el ocio poético: “Después del almuerzo
me tiro en la hamaca del corredor largo a dormir la siesta, y a veces duermo sin
soñar y otras sueño sin dormir”.33 De tal manera, la condición estética asociada a
una circunstancia funcional adecuada, promovía la respuesta afectiva de sus ha-
bitantes en correspondencia con el sentido naturalista de la vida del momento:
Allá en la fronda, contra la verdura de los plátanos y de los maizales en flor, se alza or-
3.59 3.60
gullosa una blanca y limpia casita; los jardines la circundan por todas partes; con sus a-
bigarrados colores luchan los rosales, las amapolas y las madreselvas; los naranjos lucen
al sol sus dorados frutos; los pájaros revolotean, cantan elevan al cielo sus trinos; el agua
de la fuente cristalina se desliza por los patios.34
Patios estos que escenificaban la adaptación amable que el arquetipo hacía sobre
el emplazamiento gracias a su capacidad versátil de establecer armonías sim-
bióticas con la naturaleza en “[…] una especie de topografía artificial que acaba
confundiéndose con el propio sitio, de manera que todo intento de acuerdo o de
diálogo que la arquitectura instaura con el sitio acaba confirmando la recurrencia
3.61 3.62
de la idea, la persistencia del tipo”,35 que en última instancia contribuye con una
percepción sensible positiva del mundo terrenal; en tal sentido, la experiencia
estética del espacio doméstico se acercaba notablemente al estado ideal de la
vida en equilibrio con la naturaleza.
Estas casas de hacienda no tenían nada que envidiar de las urbanas, el am-
biente, el mobiliario y el lujo era similar o mejor cuando la posibilidad económica
de sus propietarios lo permitía, muchos de los muebles y demás objetos del 99
ajuar doméstico eran incluso a veces importados, y “más que un lugar de recreo,
la casa de hacienda colonial llegó a constituir para los propietarios su segundo
hogar, cuando no su residencia fija”;36 no obstante, la funcionalidad que originó
3.63
esta duplicidad de domicilio fue transformándose por un deseo lúdico que aún se
mantiene, pues este es un comportamiento universal que obedece a la necesi-
dad de reencontrase con lo natural para equilibrar la presión de la vida urbana.
Es tal vez la nostalgia del primigenio espacio doméstico en el que se estaba en
contacto directo con la naturaleza que proveía el alimento biológico y espiritual:
“¿A dónde irá el hombre a buscar un refugio privado en esta sociedad tan fuer-
temente comunitaria, tan controlada por lo ‘público’? A su casa particular, a su
sommarstuga de madera, rústica, pérdida en el bosque o recostada al borde del
agua”;37 anhelo soñado de carácter global que se constata en todas las latitudes
3.64
y culturas.
casa particular, San Cristóbal, Medellín. Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Norma, 1996, p. 91.
3.65. Sommarstuga aburrá: modelo comercial de casa Sophie Body-Gendrot et al., Historia de la vida privada. Tomo 10, El siglo XX: diversidades culturales, Madrid, Taurus,
37
En estas casas, las habitaciones ubicadas al lado del acceso se articulaban por
medio del zaguán, que conectaba la calle con el patio interior y que se delimitaba 3.67
zaguán patio
Esta referencia a lo eclesiástico y el ambiente religioso impreso en la casa colo-
nial, que como se ha dicho es propio del espacio doméstico universal y ancestral-
corredor
mente, se subrayaba con las imágenes sagradas y con las costumbres devotas
habitáculos de sus gentes, fortaleciendo la condición numinosa del espacio doméstico, lo
3.72 3.73 cual se ha mantenido en numerosas oportunidades hasta la actualidad y a pesar
de los cambios tipológicos en la vivienda. Con frecuencia, las casas tenían sus
propios altares, ubicados en el zaguán, en las esquinas del patio principal, en
la sala o en los dormitorios; con ellos se afirmaba la atmósfera de austeridad
e introversión en medio de la condición estética mística que correspondía al
sentido espiritual que tenía la vida, así por ejemplo, “en una mesa, sobre la urna
del quiteño Nacimiento, arde con llama azulada y mustia un vaso de aceite de
higuerillo, ante el Divino Rostro; frente por frente, en la otra mesa, entre los flore-
ros de yeso y los ajados claveles de papel, se consumen nueve velas alumbrando
la Virgen del Perpetuo Socorro […];”43 también se tenían lugares consagrados
3.74 3.75
“[…] a San José, a quien dedicaba comuniones y ponía no pocas velas y flores.
En su propio cuarto lo acompañaba uno de lienzo […]”;44 de similar manera en
casas más humildes la presencia santa en el recinto doméstico se manifiesta en
las imágenes adoradas con toda devoción: “[…] una como mesa, con tres platos
de loza desportillados, un pocillo sin orejas y unos asientos de botella con flores
de caunce y de lenguadebuey: es el altar de la Virgen. A un lado un grabado del
Nazareno; al otro, uno de San Antonio, a cuál más viejo y roído”.45 La siguiente
trascripción complementa la idea sobre la atmósfera general de los interiores, al 101
describir en detalle una alcoba colonial del valle:
Era ésta espaciosa y alta; el cielo raso blanquísimo y con uno a manera de quinqué, de
3.76 3.77 pantalla opaca con tildajos de cristal. Tapizaba las paredes papel de afelpadas floronas y
filetes dorados; adornábalas grandes oleografías, en marcos de gruesa moldura, dorada
también […] La cama, al frente de la puerta del zaguán, con la cabecera arrimada a la
pared, en medio de dos cómodas gemelas y con la mesita de noche a la derecha […] las
cuatro de comino crespo y muy buena hechura, hacían flux y llenaban el testero. El lado
de la calle lo ocupaba una tarima –turquesa que llaman por aquí–, vestida de lanilla verde
con cojines de lo mismo, sobre la cual estaban los blancos de la cama, los almohadones
y el rollo, ahorcado con cintas en las puntas, todo de lino y de letines […] Por el lindero
del zaguán sigue un escaparate de perchas, muy grande y mejor trabajado; después la
puerta y luego el lavabo, que, fuera de lo necesario, tiene de cuanto Dios ha criado en
frascos, botes y cepillos […] Nada que huela a libro, ni a impreso, ni a recado de escribir.
3.78
Pulcritud, simetría y brillo, eso sí, por todas partes. Dos mecedoras de juncos, “una mesa
redonda”, un reloj pequeño de bronce sobre una cómoda, y un frutero de Camargo sobre
la otra, completan el mobiliario, el cual se asienta en tapiz envigadeño de cabuya, de fondo
3.72. El sistema espacial de la casa colonial: diagrama en planta. oscuro, a listones rojos y verduscos.46
3.73. Gradación amable: portón, zaguán, contraportón y patio,
casa particular, Jericó, Colombia.
Las profusas descripciones de los platos y las costumbres culinarias del Valle de 3.81
Banco de la República, 1981, pp. 235-237. 3.82. El escenario de la estética alimenticia: cocina,
Museo Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
48
Tomás Carrasquilla, “El Zarco”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 795.
3.83. Estética culinaria: venta ambulante de frutas,
49
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p. 271.
Cartagena, Colombia.
50
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 99.
3.84. Los múltiples estímulos sensitivos: objetos domésticos,
51
Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 587. Casa Santa Fe, Medellín.
que acompañaba la experiencia cotidiana con un sentido de ubicuidad total.
Asociados a las cocinas estaban los solares, donde también existía un universo
lleno de incitaciones estéticas por la presencia de toda clase de especies ve-
getales y animales, que constituían la versión complementaria de los patios cen-
trales; allí primaba otro orden, el de una naturaleza medio virgen, en proceso
de domesticación; era el rastro de la selva indómita y de su caos, que también
era parte del espacio doméstico, haciendo eco tal vez de la polaridad humana
analógica:
3.85
Entraron por la puerta falsa, que daba directamente al solar donde se encontraban los
animales cuidados por Roberto. Era un corral grande, un huerto sombreado y fresco, con
varios árboles frutales y toda clase de gallináceas. Allí el pollo pelón y desgarbado, de
músculos jugosos, listo para un caldo suculento. La gallina, con aires de matrona y ojillos
vigilantes, escarba y más escarba, asistida por la inquieta nidada de plumones como de
suave algodón diversamente coloreados. El pavo pavoneándose repelentemente, el cuello
repechado contra el cuerpo, con su congestionado adefesio a un lado del pico y que arras-
traba las alas contra el suelo, en tanto que esponja la cola gastándose humos de altísimo
y vacuo personaje. El gallo sensual y esplendente de marcial postura, listo a la defensa
como noble y celosos caballero, ante la más leve agresión a cualquiera de sus amadas
3.86 del momento. Habitan las palomas en cuatro o cinco cajones de pino, colocados contra la
pared a vara y media del suelo, y con el vano de un rectángulo que les sirve de entrada.
Un palomo azul, de penacho y plumas calzas, preferido por Roberto, arrulla en poemas
de ternura sobre uno de los cajones a una palomita blanca, de pico y patitas rojos y ojillos
negros y movibles. Hasta diez curíes de todos tamaños se andan por los rincones, tímidos
y acesantes, luciendo el fulgor de sus pelambres multicolores.52
En relación al agua, las tareas domésticas que tenían que ver ella estaban enco-
3.89 3.90
mendadas a las manos femeninas; se disponía para la limpieza personal, como
3.85. El complemento indómito del patio: solar, se ha mencionado, para el consumo en tinajas ubicadas en los corredores del
Casa Barreneche, Caldas.
patio, en los escasos comedores y en la cocina, donde también se utilizaba para
3.86. Todos los reinos en la estética del espacio doméstico:
plumas, colores, olores, voces, ternura, fuerza, vida…
la cocción de los alimentos y para el lavado de los enseres. El agua de casa
servía además para asear a los niños y a los enfermos, que no se desplazaban a
3.87. El agua distante del espacio doméstico:
fuente pública, Santafé de Antioquia, Colombia. las quebradas o al río para los baños periódicos; también se utilizaba para dar de
3.88. La limpieza superficial del cuerpo: aguamanil, casa colonial, beber a las bestias, asear las bacinillas y por supuesto para la tarea de limpiar la
Santafé de Antioquia, Colombia. casa; por su parte el lavado de la ropa también se hacía en las quebradas o en el
3.89. Higiene descuidada: letrina, Casa Barreneche, Caldas.
Y si no se hubieran sembrado al azar los naranjos en el patio, ¿qué sombra tendrían los
perros para dormir la siesta? ¿Y a dónde podría encaramarse la lora?... La casa no es una
arquitectura sino un ser vivo que encierra un alma misteriosa, que se expresa por medio
de extraños ruidos en las noches de miedo… Diría que inconscientemente, me refiero a
ella como a una persona. A su contacto con la casa, mi alma se modifica. Su espíritu se
funde misteriosamente con el mío…55 3.93
[…] el hecho de que la casa con patio es muy parecida en Grecia, en el norte de África y
en América Latina, sugieren que se relaciona con algún factor social, que puede ser la
extrema necesidad de privacidad para las mujeres, que son enclaustradas. Las ventanas
y tejados de estas casas se diseñan de manera que impiden el que alguien se entrometa
en la intimidad de la casa.57
Manuel Uribe, “Cuánto me costó la burra”, en: Jorge A. Naranjo M., comp., Antología del temprano relato antioqueño,
56 3.95. El espacio doméstico hermético: casa particular, Caldas.
Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, 1995, pp. 122-123.
3.96. Defensa de miradas impertinentes: cubierta hermética,
57
A. Rapoport, Op. cit., p. 88. casa colonial, Mompox, Colombia.
Además, en la cultura antioqueña, “el puritanismo sexual se explica por el avance
libidinoso hacia el dinero, para encerrar en torre de marfil el hogar paisa”;58 de
hecho hasta las ventanas que daban a la calle con frecuencia se aislaban, y
por eso las casas eran “espaciosas, cómodas, aseadas, a un solo piso desde el
umbral de la puerta hasta los mas retirados aposentos, con sus ventanas mui
rasgadas en las cuales acostumbran poner un pequeño bastidor que defienden
las salas i las alcobas de las miradas de los curiosos impertinentes”.59
Así, la casa y sus mujeres permanecían distantes de las afrentas contra el honor
3.97
familiar radicado en la pureza sexual femenina, ya que “las señoras de las clases
altas casi nunca se ven, excepto detrás de las ventanas enrejadas, o muy de
mañana en la primera misa que jamás pierden”;60 y lo mismo se afirmaba sobre
una niña de principios del siglo pasado en Medellín: “Pues la señorita Amparo
[…] llevándose una vida de reina; jamás se le ve sonreír y no sale de su casa sino
para asistir a la iglesia [...]”;61 y “es que en esta tierra hay que casarse para poder
conversar con alguna mujer […]”;62 pues “como consecuencia de la vida claus-
tral que llevan, tienen más virtudes domésticas que dotes de sociedad”.63 Todavía
en el siglo XVIII, una madre medellinense, refiriéndose a sus hijas, le imploraba
3.98 a su marido que “si a mi no me atiendes, al menos conduélete de estas pobres
muchachas que en nada gozan y que viven tan encerradas”.64 Desde niñas pues,
las mujeres de esta cultura montañera se encerraban en sus casas como si-
guiendo la insinuación de la geografía del valle que obliga a la concentración de
la mirada sin horizonte extenso, cuya única salida al infinito la encuentra en el
firmamento celeste:
Es un espectáculo que causa tristeza y admiración al mismo tiempo ver en las parroquias
y los campos, a muchísimas jóvenes de buenas familias, blancas hermosas, que con me- 105
jores atavíos y un poco de cultura intelectual podrían brillar al sol de nuestras ciudades,
verles digo, al otro día de su boda, desprenderse de sus galas de novias, de sus ilusiones
de niñas, para enterrarse en cuerpo y alma en la casa de su marido, a desempeñar sin
tregua ni descanso las tareas más penosas; pues ellas, como en la familia bíblica, ordeñan
3.99 las vacas, preparan la comida y van a las fuentes a lavar la ropa.65
58
Jaime Sierra G., Antioquia pasado y futuro, Medellín, Politécnico Colombiano, 1980, pp. 68-69.
Juan F. Ortiz, fragmento de “Observaciones de Viaje a la Provincia de Antioquia”, en: Angélica Morales P., comp.,
59
En este orden de ideas, es conveniente recordar que la historia global del espacio
doméstico muestra que la introversión, el cerramiento, el aislamiento y la con-
3.102 3.103
formación de un límite sólido, son condiciones fundamentales del recinto arqui-
tectónico que lo alberga; por eso la casa colonial, reproduciendo estas caracterís-
ticas universales retomadas desde la antigüedad ancestral, se cierra francamente
con sus gruesas tapias “y en cuanto a dejar traslucir su vida íntima, el muro de
piedra del hogar es más que sobrado para sustraer en absoluto a las miradas de
un tercero […]”.70 Aunque no se puede afirmar que dichas condiciones se deban
exclusivamente al objetivo de encerrar a las mujeres, sino también a la necesidad
de aislamiento general del ser como se ha demostrado, además del sistema de- 3.104
Las casas mismas hablan de esa dualidad, con sus anchos portales, sus vestíbulos suge-
rentes y sonoros, pavimentados de bastas piedras, sus habitaciones espaciosas y frescas
que tienen un no sé qué de maternal y acogedor, alumbradas por amplísimas ventanas sin
cortinajes, y entabladas de maderas brillantes y olorosas. Firmes, gruesos y sólidos, los
muros dan una inmensa sensación de paz; y sobre los barandales del patio, las ropas al
sol ponen su blanca nota, sencilla y confidencial. Son también las mansiones una mezcla
106 de lo señorial y lo rústico, de Castilla la vieja y de los Andes vírgenes.71
3.105
Ese cielo, que colado por los patios introducía en el espacio doméstico la estruc-
tura sagrada del mundo pues “el Cielo revela, por su propio modo de ser, la
trascendencia, la fuerza, la eternidad”,76 acentuaba el aspecto numinoso de la
casa. Y es que además los patios, como se ha planteado, son herederos de la
condición venerable de la casa, recordando, aunque inconscientemente, que ella
es templo santo y expresa el sentimiento profundo de ser consagrada porque,
como lugar privilegiado, permite que desde ella se acceda al Cielo. Obsérvese
que “en la palabra latina ‘templum’, que verbalmente significa ‘lo cortado’, esto se
3.109 3.110 expresa con toda claridad, pues la palabra no designa originariamente al edificio,
sino al pedazo de cielo, cortado de la bóveda celestial para el estudio profético
del vuelo de los pájaros”,77 que brinda una imagen primitiva de la relación con
los designios divinos que operan sobre el devenir de los mortales a la espera del
más allá prometido. Esta relación simbólica establecida en los habitantes de la
casa colonial, se extendía incluso a la servidumbre con ciertos mestizajes que
enriquecían la experiencia mística:
Previa tregua de media hora, la negrería se congrega en el corredor; tiende Narcisa una 107
alfombrilla pastusa, en el umbral de la puerta del aposento, la señora se arrodilla, se
arrodillan todos, en dos filas, machos acá, hembras allá […] Con la última santiguada
principia el bureo, y anochece. Casi hay plenilunio; pero los negros, en un soplo, recogen
helecho y hojarasca, prenden hoguera en el patio.78
3.111
Medellín. principios del siglo pasado. Luisa Estrada G., entrevista personal, octubre 28 de 2012.
En el patio se oyó una música muy bella; papá y mamá fueron a abrir, y ahí estaba la Vir-
3.113
gen con un envoltorio bajo el manto de estrellas y de luna; dos angelitos alumbraban con
faroles; otro tenía el paraguas; otro tocaba la campanita; una docena más atrás, cornetas
y tambores; y unos pajaritos muy lindos hacían pío, pío. La Virgen, calladita, se entró en la
alcoba; puso adentro a bebé con mucha maña, y el canasto de ropa sobre un taburete; y
salió, calladita como había entrado; y ella y los ángeles, y los pajaritos se volvieron volando
para el Cielo.81
La casa de nuestro amigo era una de las grandes y buenas del pueblo. Su estilo, viejo
español; de las llamadas del número siete. Grandes alcobas enladrilladas y bien aireadas; 3.116 3.117
patio empedrado; en sus eras florecían los novios, las dalias, las siemprevivas, las amapo-
las. […] El comedor con ancha puerta al patio principal; en frente el tinajero, con su grande,
encarnada tinaja de barro; el consabido jarro de picos para sacar el agua; en la repisa del
tinajero ordenada hilera de naranjas, que ostentaban su lozanía y sabor almibarado […].84
Como se puede ver, las flores, eran un componente fundamental dentro del uni-
verso patial y en numerosos pasajes literarios se encuentra alusión a la impre- 3.113. “…ahí estaba la virgen…”: patio central, casa particular,
Girardota.
sionante orquestación de especies florales de todo tipo, colores y fragancias que
3.114. La presencia de lo efímero atmosférico en el tipo:
Casa Ditaires, Itagüí.
En aquel tiempo de los caserones se llamaba casita a cualquiera como la nuestra. Hoy
sería enorme para nuestra familia. Tiene agua, baño, dos patios y solar. Sus dueños an-
teriores eran de siembras útiles y de ornato. A los postes se arriman las rosas guayabo y
3.118 los heliotropos. En los patios hay granados, mirtos, jazmines de Malabar y no sé cuántos
y variados árboles de azucenos y otros arbustos florales que ya no se ven en la ciudad.
Por el patio interior se enreda un norbio, que todo lo impregna con esa fragancia similar
a la de las violetas.87
[…] el patio me fascinaba. Érase una plaza ladrillada en trenza y a lo diagonal y al mismo
nivel de los corredores. Arrancaba la hilera de los ángulos interiores, muy ajustadita y 109
3.120 3.121 acondicionada, y afuera la desbarataban, levantándole tolondrones, dislocándole bal-
dosines, las raíces formidables de un tamarindo, que amenazaba derribar el caserón.
El trono aquel se sostenía en cinco dedos como la garra de un monstruo del infierno
formando otras tantas cuevas. Cardos, musgos, helechos, poníanle vendajes; tendíanse
los brazos de la calle a la huerta: trabábanse las ramazones, para resguardar la casona;
y aquella eflorescencia prodigiosa cubría el follaje de no sé cuántas filigranas y cuquerías
de orfebre […] Zumbaban cucarrones atabacados y los blondos abejorros; loqueaban las
mariposas tornasoladas y las libélulas de gasa; discurrían pausados los escarabajos de
coraza verdosa y los de cuernos; retorcíanse los gusanos de peluche bordado y los cien-
topiés de chaquiras; daban cada zancajo los arañones y los “caballos de palo”. Atacaba
los nervios el febricitante enredar de aquellas legiones de lagartos, que cambiaban de
colores y relumbraban al sol, como si fueran de lata esmaltada […].89
[…] parecía aquella casa el remanso de los espíritus y el cielo sin nubes de los corazones.
¡Así son las cosas! En aquel patio, florido y cultivado, tan limpio y tan extenso, de paredes
tan blancas y acicaladas, sentíase a tales horas un reposo conventual digno de un Bruno.
Un vientecillo cariñoso con alas de colibrí, traía desde las próximas laderas átomos de
salvia y de tomillo. Por el corredor soleado colgaba un jazmín su cortinaje obscuro, bor-
dado de luceros. Una muchedumbre de pensamientos, con caritas expresivas e irónicas,
vueltas a un mismo lado, presenciaban, abajo, el espectáculo de las eras. ¡Que mundo! 3.125 3.126
¡Cómo extiende la reseda sus blancos edredones para que se desmayen los claveles y se
mueran de amor las albarinas!93
Algo similar ocurría en los solares, que también propiciaban experiencias de una
intensidad estética asociada a los estados del alma:
En el gran patio, o mejor, en el prado de la cocina, junto a la tapia que lo separa del jardín-
110 baño, pasa aquello. El sol de agosto, sazonando frutos, reventando gérmenes, difunde
la vida y la alegría. Son las dos y las proyecciones de sombra de los madroños y naran-
jos que se alinean del lado occidental, se van extendiendo por el limpio, recién cortado
césped, como la calma del espíritu después de la exaltación.94
Ahora, para completar la aproximación al tipo colonial de patios, vale hacer men-
ción al mobiliario y los objetos que acompañaban la cotidianidad en el espacio
doméstico, pues como se ha dicho, ellos permiten desplegar la acción y la ocu-
pación del ser en el tiempo y el espacio, sin olvidar que simultáneamente pre-
ocupan al hombre. En este sentido puede anotarse que “los muebles coloniales 3.124. Atributos divinos de lo celeste del patio: patio principal,
casa particular, s. XVIII, Caldas.
No debe extrañarse entonces que los objetos domésticos, incluidos los muebles,
y si se quiere hasta los arquitectónicos como la casa, no solo contribuyeran
con la mirada estética, sino que además ellos son mecanismos que fomentan la
mirada sobre el mundo, al fin y al cabo, ellos son producidos, adquiridos, con-
sumidos, usados y habitados dentro del mismo espíritu de la época y por ende
3.131 “en el stile de las cosas diarias se oculta la sustancia estética de la experiencia
cotidiana, de la que se desprende la trama de posibilidades y opciones sobre las
que se funda el propio concepto de cultura […]”,98 construido por los seres de 111
un espacio-tiempo determinado, con unos ideales, unos sueños, unos deseos y
también con una memoria, con un pasado y con un mundo.
España hacía para ponerse a la par de Inglaterra y Francia, que habían entrado 3.135. Percepción afectiva positiva: patio central, casa colonial,
Santafé de Antioquia, Colombia.
de lleno a la Revolución Industrial; sin mucho éxito se pretendió una reorga-
nización estatal, un cambio en la educación, una nueva economía tecnológica y 3.136. “Esperar a los seres divinos en cuanto divinos”:
El esqueleto, Alejandro Castaño, 2013, trabajo en proceso,
una higienización del hábitat reafirmando a la ciudad como centro civilizador; a taller del artista, foto del artista.
su escala, la casa fue el mejor dispositivo para ordenar y controlar la vida privada 3.137. “Vivir estando a la muerte”: Mientras muerta mejor,
dentro de la vigilancia familiar, aunque en este sentido es necesario aclarar que Coco Fusco, 1997, performance, Festival Internacional de Arte,
Medellín.
el concepto de lo privado en su pura acepción solo se consolida en la sociedad
3.138. El tipo de bajos recursos: casa de Marco F. Suárez, Bello.
A principios del siglo XVIII Medellín no tenía más de cinco mil habitantes103 y en
1769 unos seis mil,104 pero en menos de una década había llegado casi a quince
mil,105 incluyendo las poblaciones vecinas. Según la descripción que el goberna-
dor Francisco Silvestre y Sánchez (1734-1806) le presentó al Virrey en 1776, “la
3.141
villa de Medellín, á día y medio de distancia de esta capital, es la más poblada y de
mayor vecindad de la Provincia y donde abunda más que en otra parte la gente
distinguida. Se contarán en ella de 12 a 14 mil almas en comunión […] siendo
excesivas en las casas de campo de sus inmediaciones”,106 lo que llevó a la
comentada obligación de tener casas urbanas a sus propietarios. No obstante,
según el informe de Francisco Visadías y Andrés Pardo al Virrey dentro de la
Expedición Botánica en 1783, “[…] la desnudez de los vecinos era casi general y
deplorable […] en su mayor parte eran tan pobres, que rara vez se comía carne
[…] y el sebo no alcanzaba para el ruin alumbrado de los vecinos […]”;107 como
puede verse, el aspecto general no era de mucho desarrollo a pesar de algunas
excepciones de personajes y familias de mejor nivel económico y cultural.
104
A. Bernal N., Op. cit., p. 37.
guas y modernas de esta villa de Medellín, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, 1988, Op. cit., p. xxxiv.
3.142. El giro histórico de Mon y Velarde: la Plaza Mayor de la
Villa, c. 1860, atribuida a Simón E. Salom, acuarela, Medellín, foto 107
José M. Bravo B., Evelio Ramírez M. y Socorro Restrepo R., 330 años de historia de Medellín. Pasado, presente y
Rodríguez Hermanos, tomada de Varios, Libro de Oro de Medellín,
futuro, Medellín, Consejo de Medellín y Academia Antioqueña de Historia, 2005, p. 34
p. 32.
108
Ibíd., pp. 35-39.
3.143. La capital de la provincia hasta 1826: Cabildo de Antioquia,
1797, Santafé de Antioquia. 109
J. Benítez, Op. cit., p. 176.
de España sino directamente del Vaticano. Dentro de estas circunstancias surgió
en la ciudad una clase comerciante y una élite intelectual que fijaron sus ojos
en el otro lado del océano como objetivo de vida; de esta manera, los conceptos
culturales renacentistas de la Europa anhelada, llegaron por fin a los espíritus de
los pobladores del país para incluir la riqueza, el bienestar, la ciencia y el dominio
de la naturaleza en la vida cotidiana. En consecuencia, se dio un fenómeno de
expansión y consolidación urbana y las casas entraron en un paulatino proceso 3.144
En la noche del Día 16 de abril al amanecer del año de mil ochocientos treinta y seis
sucedió la desgracia de haberse incendiado la casa de balcón frente a la Plaza Mayor en
la acera de la Casa Municipal, del Señor Juan Uribe Mondragón, con pérdida de consi-
derables intereses, en el almacén de ropas comerciables, oro en polvo, moneda de plata,
que todo se resolvió, alhajas de mucho valor en espejos, cristalería, locería y demás
muebles del menaje de casa de muy buen gusto, mesas, canapés, sillería, bufetería y
otras piezas.111
114
Estas quintas trataban de reproducir el ambiente mágico y la comodidad de las
élites de ultramar acudiendo a un goce estético de “[…] fantasías y sueños de
modernidad, […] con espejismos y fantasmas y de la lucha contra ellos. [que]
Para ser fiel a la vida de la que procede, se ve obligado a ser estridente, basto y 3.147
rudimentario”.112 En efecto, hacia 1880 la ciudad seguía llena de contradicciones,
era un poblado con cañaverales, grandes pesebreras y trapiches, con mulas,
bueyes, caballos y unos pocos coches en sus calles, y con un grupo de hábiles
comerciantes con contactos en Europa y el Caribe, evidenciando que el desper-
tar a la modernidad tocaba la realidad de manera paradójica.
Al contacto directo que aquellos comerciantes tuvieron con los hábitos y estan-
cias europeas, se sumó el hecho de que numerosos profesionales llegaron al
valle para desempeñar diversas tareas,113 quienes más allá del enorme aporte en
sus profesiones u oficios trajeron el ideario vital europeo que reforzaba el sueño 3.148
social de una modernidad ajena. El espacio doméstico entonces pulsaba por 3.144. Nuevos modelos de lo doméstico: Palacio Iseppo Porto,
establecer estos nuevos modelos, es el caso particular del denominado Palacio Andrea Palladio, 1552, Vicenza, Italia, redibujado de Ching, F.,
Arquitectura: forma, espacio y orden, p. 315.
Amador, construido por el arquitecto francés Carlos Carré (1863-?),114 finalizado
3.145. Los vulnerables contenedores tectónicos del espacio
Véase K. Gosselman, Op. cit., pp. 25-26 y p. 210.; Carlos de Greiff, “Apuntamientos Topográficos y Estadísticos de la
110 doméstico: la Plaza Mayor, 1895, foto Rodríguez, tomada de
Provincia de Medellín”, en: A. Morales, Op. cit., p. 68. y J. Piedrahita, Documentos y estudios para la historia de Medellín, Varios, Libro de Oro de Medellín, p. 143.
Op. cit., p. 469 y 471.
3.146. El ambiente refinado del ideal doméstico: El Salón Rojo,
J. Benítez, Op. cit., p. 329.
111 1909, foto Melitón Rodríguez, tomada de la exposición
La fotografía en Antioquia, imágenes de nación, 2010,
112
Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire., México, Siglo Ventiuno, 1988, p. 239. Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.
Ver: Rodrigo García, Extranjeros en Medellín, [sitio en internet], Bogotá, Biblioteca Luis Ángel Arango, (blaa digital),
113
3.147. Las contradicciones del poblado: Palacé, Medellín, 1905,
Boletín cultural y bibliográfico, Nº 44, vol. XXXIV, 1997, disponible en: foto Melitón Rodríguez, tomada de Molina, Luis, Fotografía de
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boletin1/bol44/bol44d.htm arquitectura en Medellín 1870- 1960, p. 38.
Carré llegó a Medellín en 1889 contratado por el obispo Bernardo Herrera R. para dirigir las obras de la Catedral de
114
3.148. El ideario europeo: salón, Palacio Amador, Carlos Carré,
Villanueva. Otras de sus obras destacadas en el valle fueron el mercado cubierto de Guayaquil, la iglesia de Girardota y 1892, foto Rodríguez, 1901, tomada de Varios, Libro de oro de
los edificios Vásquez y Carré. Medellín, p. 124.
en 1892 y que incorporaba escaleras de mármol importado, estucos, rejas y
espejos del exterior, muebles europeos, lujosas alfombras y ornamentaciones,
vitrales en los balcones y tenía un jardín exterior con estanque en el que nadaban
cisnes. Esta construcción además, cuya fachada era hecha en ladrillo a la vista,
incluyendo molduras y balaustradas del mismo material, constituyó un hito en la
historia de la arquitectura doméstica al romper con los modelos tradicionales de
entonces.
3.150 Pero las casas construidas en el valle en el siglo XIX seguían siendo vernáculas,
sin pretensiones estilísticas ni teóricas, aunque con una enorme potencialidad
estética que pervivió a través de las generaciones con la dimensión espiritual
presente propiciada por los patios, pues “[…] el hombre de las sociedades tradi-
115
cionales no podía vivir más que en un espacio ‘abierto’ hacia lo alto, en que la
ruptura de nivel se aseguraba simbólicamente y en el que la comunicación con
el otro mundo, el mundo ‘trascendente’, era posible ritualmente”;116 por ello, el
arquetipo patial más que un objeto tridimensional es, como todo tipo, en términos
de Martí A., una estructura que se manifiesta a través de la reunión de elementos
formales, pero que les es previa, es un principio ordenador, una idea nuclear que
3.151
conduce la proyectación y construcción de la realidad del objeto arquitectónico;117
de tal suerte, los patios seguían encarnando la apertura trascendente para es-
tablecer comunicación con lo divino, que además se mezclaba con seres de
otros mundos asociados a mitos, leyendas, fantasmas, brujas y entes sobre-
naturales que le otorgaban al espacio doméstico un ingrediente adicional en su
condición estética, añadiéndole misterio, espanto, temor y hasta terror; pero la
casa, precisamente por su misma naturaleza divina, era el resguardo ante el mal,
ella estaba bendecida por la protección celestial aunque no obstante algunos“[…]
afirman que en el silencio de sus alcobas, y ya encerrados, oían andar, respirar,
3.152 3.153 suspirar, abrir puertas y dar golpes acompasados en algún mueble”.118
Nótese que en tal noción protectora radica la intención arcaica de separar del
3.149. El Romanticismo tardío: comedor, Palacio Amador, Carlos
Carré, 1892, foto Melitón Rodríguez, 1909, tomada de Molina, Luis, espacio doméstico lo indeseable; desde los desperdicios del propio cuerpo y los
Fotografía de arquitectura en Medellín 1870- 1960, p. 51.
desechos de los alimentos, hasta los enemigos (reales o imaginarios), pasando
3.150. La majestad del espacio doméstico: Casa Viscaya, 1902, por los artefactos descompuestos y por los individuos expulsados del grupo. En
barrio El Poblado, Medellín.
Sin embargo, y a pesar del lujo descrito y los deseos de modernidad, en el primer
cuarto del siglo XIX las casas del valle todavía no tenían baño y la gente se seguía
aseando en el interior de sus viviendas de manera superficial o esporádica-
mente en el río y las quebradas una o dos veces por semana. Posteriormente
aparecieron los establecimientos de baños públicos, entre los cuales surgieron
verdaderos recintos de placer social coligado a la higiene y al disfrute lúdico del
agua, y luego empezaron a introducirse en las casas las bañeras, las duchas y los
baños de inmersión como se verá posteriormente, presagiando la especialización
acorde con la vida moderna. Entre tanto, el espacio doméstico mantenía sus
reservas con relación al cuerpo, y su cuidado excesivo era sinónimo de una vida 3.156
licenciosa ajena al puritanismo promulgado por el espíritu de la época presente
hasta en los más sutiles pormenores como en “[…] el humo, medio eclesiástico,
del sahumerio”120 que inundaba todo el espacio en la mayoría de las casas.
que quemaban, imploraban, a la luz de los cirios santos misericordia del cielo
[…]”;122 frente a tal condición mística, se corrobora que el mundo habitado, la
casa, el espacio doméstico, es una imago mundi, es el centro microcósmico del
universo en donde tiene lugar la realidad indivisible del mundo.
En estas casas el patio central, como núcleo simbólico que establece comuni-
cación con lo divino celeste gracias a una tridimensionalidad dispuesta genero-
samente a servir de puente, es portador de un sentido de pertenencia sobre la
creación; y en él aparece una noción dual y polar complementaria, pues aunque 3.159
en la esencia del patio está la de ser un recinto interior y seguro, también se
tiene el concepto paradójico y simultáneo de apertura al exterior; pero tal vez 3.154. Suntuosidad y comodidad sinónimos de libertad:
casa natal de Miguel Uribe R., s. XVIII, Envigado.
lo que representa mayor significado es su capacidad de instaurar el sentido de
3.155. Las paradojas higiénicas de la modernidad en el espacio
la privacidad “[…] no sólo en el sentido funcional sino también en el posesivo y doméstico: utensilios para la limpieza corporal, Museo Juan del
representativo: el patio es un paraíso privado, un particular centro del mundo”123 Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
gobernado por el sentido trascendente en el cual “hay toda una actividad de 3.156. Los establecimientos públicos de baño:
El Jordán, Robledo, Medellín.
El comedor que daba al frente del zaguán de entrada, era, asimismo presentable, pues
aunque es verdad, y de lamentar, que los estantes y escaparates estaban vacíos y ajenos
de vajillas o de cosas que se le pareciera, la mesa la cubría un mantel blanco, muy limpio
y de buena tela, y en su centro se elevaba un magnífico frutero de cristal, en el cual casi
nunca faltaba un pepino de olor, media docena de naranjas chinas, otra media docena de
guayabas dulces, cuatro higos del Cucaracho y unos cuatro ajíes muy colorados; y digo
que casi siempre, porque estas frutas eran puramente para la exhibición y nunca para el
3.161 3.162 consumo.126
Es apenas obvio que en un mundo en el que las relaciones sociales eran muy
limitadas, el comedor fuera simplemente un lugar para mostrar, más que para
ser usado, pues “comer sirve no solo para conservar la maquinaria biológica del 117
cuerpo, sino para concretar una de las maneras de relación entre la persona y el
mundo […]”;127 pero a medida que el espacio doméstico se fue modernizando, y
por lo tanto abriéndose a nuevos modos de relacionamiento, incluso más infor-
males entre los propios miembros de la familia, este recinto haría mayor presen-
cia en la dinámica cotidiana del hogar. Nótese que además la alimentación está
estrechamente ligada a la oralidad, no sólo desde el punto de vista material y di-
3.163 3.164
gestivo, sino también “[…] como apoyo a una actividad lingüística profusa, placer
de hablar […]”,128 por lo que el recinto para su práctica tiene sentido en la medida
en que la conversación haga parte del mundo doméstico, así la mesa deja de ser
un simple soporte de subsistencia para convertirse en lugar de placer estético.
De otro lado, el patio seguía recibiendo todo el cuidado para constituir el recinto
estético por excelencia de la casa que dispersaba su carácter numinoso a toda la
casa, articulaba su dinámica y conservaba su papel de eje vertical simbólico de
la estructura trascendental dentro del espacio doméstico:
3.165
Le toma ambas manos, amoroso, rendido, y con verdadero sentimiento de lo bello y esa
118 acentuación característica del parisiense, va emitiendo despacito las dulces languideces y
aquella tristeza tan honda, tan saludable, de Lucía. Las acompaña el gorgoreo del agua y
los estremecimientos rumorosos de los follajes del patio.131
3.168
Por su parte, el mobiliario del siglo XIX comparado con el colonial, era más peque-
ño, liviano y de diferentes estilos; corroborando una vez más, que los productos
culturales poseen el mismo halo de la mentalidad que los concibe, de tal manera,
ante una actitud más ligera de la vida, los muebles facilitaban un contacto menos
denso con el mundo, más virtual si se quiere, más cercano al universo de las
ideas que al material y corporal; siendo en general modesto en la primera mitad
del siglo, ya en la segunda y sobre todo en las clases más favorecidas, muchos
de los muebles se traían de Francia y hacían parte del conjunto los más variados
y hasta inútiles menajes:
La dicha casita tenía un exterior bastante decente, como por aquí decimos, y en su in-
terior, en la parte expuesta a los visitantes, su aspecto era agradable y revelaba en sus
habitadores un gusto regularmente refinado y no escasas comodidades. La sala o salón
de recibo, en la que en verdad no se recibe sino por muerte de un Obispo, era una pieza
amueblada con relativo lujo y a la moda de estas tierras; los muros cubiertos con un 3.169 3.170
papel serio de buen tono y de un precio elevado, según su buena calidad; y el piso con
tapiz pintado de graciosos dibujos, de veinte reales el metro cuadrado. Entre los muebles 3.166. El eje vertical simbólico: patio central, casa particular,
registraré dos mesas consolas de madera de caoba, en las cuales lucían sendos espejos Caldas.
de medio cuerpo y algunos juguetes de cristal y de porcelana; dos sofás esterillados, dos 3.167. El sentido sagrado vital: patio, casa particular, Medellín.
La pieza contigua, designada como siempre, aunque sin razón, con el nombre de antesala,
exhibía en el centro una cama de cedro con embutidos de rosa y dibujos incrustados en
blanco, tirando a amarillo, a la cual hacía juego, colocados a sus lados, un gran escaparate
y una mesa de baño de la misma madera y de igual o semejante construcción. Aquella
lucía tendidos bordados al pasado y en partes al relieve sucedía en las marcas que in-
dicaban en iniciales el nombre de mi mujer, todo de exquisito gusto. Cubrían los muros,
3.171 3.172
también empapelados, algunos cromos y acuarelas (imitación) que por serlo no dejaban
de agradar la vista, sobre todo aquí donde no sabemos de pintura más allá de Palomino
y Carrasquilla.132
Era la habitación de Gabriela, coqueta como un estuche de joyas, y suavemente alumbra- 119
da por una lámpara de pantalla rosa. Allí dominaba la nota blanca en muebles, cortinajes
3.174 3.175 y en el papel del muro. Por donde quiera rosas y claveles frescos y lujuriantes, en frágiles
vasos artísticos, sobre la mesita de noche, en el pequeño escritorio, en el tocador de tres
lunas de Venecia, donde, junto a los frascos y lociones y perfumes, de formas caprichosas
algunos, lucían un sinnúmero de menudencias llenas de gracia […].
Y la sensación de primavera y alegría, a parte de las flores, la daban algunos óleos peque-
ños, llenos de colorido y matices. El tapiz mullido, de gris perla, ornamentado de amplios
florones, donde predominaban las evanescencias del azul pálido y del rosa, contribuían a
hacer grato aquel ambiente.133
Todo muestra que la geometría de los recintos del arquetipo patial favorecía el
sentido trascendente de su atmósfera, pues ellos, ligados al componente natural
introducido por los patios, evidencian que “lo orgánico, con su simetría, con su
contorno, su exterior y su interior, sigue remitiendo a las coordenadas rectilíneas
de un espacio estriado. El cuerpo orgánico se prolonga en líneas rectas que lo
relacionan con lo lejano”137 para superar incluso los límites terrenales de la mate-
ria e incluir en el espacio doméstico la dimensión inmaterial de lo sagrado.
3.179
Otro aspecto que merece ser resaltado es la labor doméstica de la costura, cuyos
ancestros indígenas se comentaron en el capítulo anterior y tuvieron un impor-
tante impulso con algunas estrategias implantadas por el visitador Mon y Velarde
desde el siglo anterior; la modistería ocupó un lugar importante dentro del es-
pacio doméstico y en la vivienda se dispuso un sitio para esta actividad desem-
peñada en algunas oportunidades por empleadas especializadas que llegaban
una o dos veces por semana para reforzar el trabajo que hacían las dueñas de
120 la casa. El costurero se ubicó en los corredores o en los salones y también llegó
a ocupar habitaciones que dejaban de ser usadas como dormitorios cuando los
hijos establecían sus propios hogares o incluso se ubicaron en habitáculos espe- 3.180
ciales para ello. La siguiente es una descripción que corresponde a uno de estos
recintos en 1848:
A fuer de amigo antiguo ella me recibió por la tarde en una alcoba que le servía de cos-
turero, pieza desmantelada, sin un mueble blando, sin un adorno elegante de ninguna
clase, pues nuestro lujo de pura vanidad se queda regularmente en la sala, y en lo interior,
que es donde se pasa la vida, por lo común no hay otra cosa que asientos ordinarios y
duras tarimas. El confortable es casi desconocido entre nosotros.138
El costurero no estaba a la altura de las dos piezas que acabamos de describir, pero no 3.178. El mundo místico: patio central, casa particular, 1826,
El Escobero, Envigado.
carecía de lo que es costumbre mantener en esa pieza en la que nunca se cose, bien
que todo más sencillo; mesitas de comino casi crespo, dos sillones (butacas) forrados 3.179. La geometría que relaciona con lo lejano: casa particular,
Girardota, redibujado de Área Metropolitana del Valle de Aburrá,
en vaqueta y bien pintados; media docena de taburetes de igual construcción; tarima Patrimonio urbanístico y arquitectónico del Valle de Aburrá,
p. 205.
En el costurero, donde jamás se cose, baja un poco el tono, si bien continúa la Emulsión y
la paja: “esteras antioqueñas”, unidas con trenza; par de turquesas, de percal rojo, con sus
respectivos cojines; taburetes de vaqueta pintada y con grabados iluminados que suponen
la historia de Colón […] una jaula verde con canario, colgando de la puerta ventana; cro-
3.183 3.184 chet en los taburetes, crochet en los cojines, crochet en las dormilonas.140
Fue así como la casa entonces tuvo que adaptarse a las nuevas condiciones 3.189
tectura de estilos, con gran acento neoclásico, que irremediablemente cayó en 3.189. La permanencia de los patios: panorámica, Medellín,
la cursilería pedante de la falsa erudición. El sistema delimitante de las casas fotógrafo son identificar, tomada de Varios, Libro de oro de
Medellín, p. 68.
cambió utilizándose en él un repertorio ecléctico en el que se mezclaron diver-
sos estilos historicistas cuya escogencia tenía intenciones de diferenciación y 3.190. Inicios de la mecanización doméstica: anuncio publicitario.
de materialización de las fantasías arquitectónicas de la nueva burguesía. Como 3.191. La llegada de la modernidad: teléfono, colección particular.
3.197. La intención neoclásica diferenciadora: casa particular, Las casas pues, especialmente en sus fachadas exteriores, se llenaron con
Prado, Medellín. columnas, balaustradas, arcos, óculos, tímpanos, frisos, cornisas, molduras y
3.198. Reminiscencias: casa particular, Prado, Medellín. toda clase de ornamentos. Además se incorporaron en el lenguaje dérmico tec-
3.199. Recreaciones del colonial: casa particular, Prado, Medellín. nologías novedosas como el manejo del ladrillo a la vista, la mezcla de materiales
3.200. Juegos formales externos: Casa Estrada
al descubierto, el hierro forjado y, el uso de bloques y láminas de vidrio. Pero tec-
Nel Rodríguez H., 1932, Prado, Medellín. nológicamente también se modernizaron con la incorporación de sistemas eléc-
3.201. Reproducciones simbólicas: Palacio Egipcio, 1930,
Nel Rodríguez H., Prado, Medellín.
144
Alberto Saldarriaga R., Casa moderna, Bogotá, Villegas, 1996, p.19.
3.202. El interés en lo aparente: casa de Heliodoro Medina, Tulio
Medina A., 1916, Prado, Medellín. Alberto Saldarriaga R., Casa republicana, Bogotá, Villegas, 1995, p. 152
145
tricos y de iluminación, desagües y abastecimiento de agua, mediante instalación
de tuberías y accesorios de hojalata, que mejoraron notablemente los aspectos
mecánicos y de salubridad de la vivienda.
Poco a poco los cambios culturales fueron adentrándose no solo en la casa sino
en el espacio doméstico propiamente; como ocurrió con la afición por el piano,
que se difundió bastante entre las familias de la época, aunque su uso decayó
después cuando aparecieron las pianolas, las vitrolas, las ortofónicas y posterior-
mente la radio; lo resaltable de la presencia de estos aparatos, además de ser un
3.203 3.204
símbolo de status, es también la idealización romántica del espacio doméstico y
la musicalización refinada de su atmósfera que representaba el sentido moderno
de la vida con una actitud placentera y noble del ocio:
Como el Medellinense halla todas las dulzuras de la vida concentradas en el hogar domés-
tico, pasa el dia en sus negocios i por la noche se encierra, con la señora i niños, a buscar
la dulzura inefable de estar con la familia. La villa entonces queda decierta i lúgubre. Solo
se oyen los lindos walses de Straws que salen de alguna que otra casa, pues aunque hai
como treinta pianos, la mayor parte de ellos sirve de mero adorno en las salas, de pasto
al comejen o de vivienda a los ratones.146
3.205
En este orden de ideas, y acorde con la apertura cultural de mayor contacto so-
cial, los salones fueron abriendo sus puertas paulatinamente, pues la mayoría del
tiempo habían estado cerrados y se usaban solo para visitas muy excepcionales,
y fueron convirtiéndose poco a poco en el lugar más representativo de la casa
y en un signo de sociabilidad burguesa donde se siguieron instalando, como se
hizo desde la Colonia, los muebles y objetos más refinados con una inclinación
124
estética para conformar mundos europeizados:
Aquello es un salón propio para esa sacra real majestad que figura en los cuentos. El tapiz 3.206
rojo oscuro, con grandes flores de un verde desteñido, tibio y blanco, donde se hunden
los pies sin ruido, como si acariciara, y que […] constituye el sumun de la aristocracia […]
En los muros cubiertos con papel blanco brillante, bellos dibujos dorados y rojos forman
de trecho en trecho grandes cuadros de flores, donde lucen dos lunas de Venecia con
admirables marcos estilo Luis XV y dos cuadros valiosos que representan, el uno la Coro-
nación de Napoleón y el otro el Gran Corso de Santa Elena, paseando su desolación bajo
los árboles melancólicos de la isla inclemente. Pesados cortinajes granates, atados con
gruesos cordones de seda, terminados en borlas, cubren en parte puertas y ventanas. Del
centro del techo pende la araña hasta de diez candelabros magníficos, cuyos collares y
prismas de cristal, al ser movidos por el más leve aleteo del aire, campanillean vibrantes
notas musicales. Sofás y sillones, ocultos bajo fundas de coleta, con aspecto sui géneris
de fincamiento humano y retraído, realzan lo ceremonioso de aquella estancia, donde 3.207 3.208
raras veces penetra alma viviente. Dos consolas de mármol blanco, sobre las cuales lucen
dos jarrones de porcelana de sajonia, completan el mobiliario.147
Es de anotar que la apertura social del recinto doméstico a través de los salones
y los recibos también trajo una actitud diferente en el comportamiento, pues
“los salones, con grandes espejos, ricas arañas, briseros, bellas colgaduras, y 3.203. Cambios culturales: piano, Casa Santa Fe, Medellín.
esquisitos muebles, están animados por las amables i elegantes medellinenses 3.204. La modernización de la estética acústica: vitrola,
que se esmeran en tratar a toda jente con gracia i con recato, con amabilidad i colección Café Malaga.
con modestia”.148 Otra de las consecuencias del incremento de la actividad so- 3.205. El placer estético del ocio: radio Casima,
colección particular.
cial en el recinto doméstico fue la separación definitiva del mundo íntimo de los
3.206. Signos de sociabilidad burguesa: salón, Casa Barrientos,
década de 1870, Medellín.
146
J. F. Ortiz, Op. cit., pp. 61-62.
3.207. La europeización del espacio doméstico: sillón,
A. Castro, El señor doctor, Op. cit., pp. 44-45.
147 colección Pueblito Paisa, Medellín.
148
J. F. Ortiz, Op. cit., p. 62. 3.208. Estética refinada: vajilla europea, colección particular.
dormitorios y de los recintos del área social, de tal manera, en muchas casas se
dispuso el segundo piso para el ámbito más privado dejando en el primer nivel
el resto de las funciones de la casa. Esta partición rompió una de las cualidades
propias del tipo que tenía en el patio el núcleo articulador de la actividad de toda
la casa; la búsqueda de la independencia de los dormitorios respecto al resto de
estancias los alejaría de esta dinámica centralizada atentando contra la esencia
patial. Como símbolo de esta novedosa autonomía de los dormitorios, la esca-
lera se convertiría en un objeto escenográfico de características aparentes, cuya
dinámica se manifestaba literalmente con geometrías y materiales elocuentes.
3.209 3.210
La atmósfera culinaria seguía llenando con sus aromas el gusto de los habi-
tantes de la casa como lo había hecho la casa colonial, y la espera oportuna
de los manjares añadía un toque poético a la vida desde aquel sentido olfativo
tan olvidado en la actualidad y que le imprime al sentido vital el carácter de “la
estética gastronómica […] fundada sobre un hecho biológico muy general y que
es el reconocimiento alimenticio”.151 Obsérvese cómo las cualidades propias del
espacio arquitectónico, el mobiliario y las condiciones estéticas del ritual de la
alimentación, se complementaban para constituir un universo rico, lleno de te-
3.213 3.214
situras para los sentidos:
3.209. La apertura social: Casa Santa Fe, Medellín. El comedor correspondía a los lujos del salón. Tapizado con tapiz de cabuya a rayas, os-
3.210. Nuevas escenografías: escalera, casa particular, Medellín. tentaba en el centro la mesa tendida con impecable mantel y sobre el cual se alzaba un
frutero, donde los oros de las naranjas se sumaban al amarillo pálido de los bananos, y
3.211. Un tiempo gris, de hastío: ventana de cocina,
Casa Barreneche, Caldas. el rosado provocador de los mangos del número once contrastaban con el verde de los
3.212. La consolidación del comedor: Casa Santa Fe, Medellín.
Rezan a las seis, y de ahí en adelante, mientras estudian los niños, leen los periódicos […]
A las nueve tocan a chocolate, piden los hijos la bendición, y todos se recogen.
Viene, entonces, la lectura íntima, en plena cama, hasta las diez y media. La Invernizzio, la
Braemée, Montepin, Jonson du Terrail, así como los horrores policíacos de Raffles y Nick 3.217 3.218
[…] al aire libre, al sol de Dios o a la sombra de enredaderas y rosales, por allá en un
patio hermético y tranquilo […] arbustos, flores, perfumes, azul y nubes brindan en estos
3.221 recintos familiares con las delicias del Edén perdido […] cascadas artísticas de pedruscos
abruptos, sembradas de helechos y parásitas; recipientes enormes de formas primoro-
sas; mosaicos y lozas norteamericanos; grifos y perchones niquelados de todo tamaño y
graduación; revestimientos por suelos y paredes; tocadores de mármol auténtico, colum-
natas, máscaras, relieves […],156
3.223 3.224
Los baños disponían una escenografía perfecta para la intimidad fantasiosa
descrita, en sintonía con el sentido religioso, pero cada vez con un sentido más
lúdico y placentero del cuidado de la carne, así por ejemplo:
Más apenas saboreando el agridulce placer de la venganza, estas aguas inermes y buenas
que no guardan caimanes rencorosos ni traidoras rayas –que sólo se aposentan, como
los crímenes, en las aguas turbias– ellas mismas levantan entre sus túnicas de cristal al
3.225 nadador que sonríe desgreñado y victorioso, forcejeando entre las linfas espumosas […] el
espíritu no recuerda que las horas bailan su nacimiento perpetuo y su eterna extinción al
3.221. Lo numinoso del baño: alberca, Casa Ditaires, Itagüí. compás de las inaudibles orquestas del infinito, y chapotea, chapotea como un niño. Cada
3.222. La experiencia íntima en la naturaleza con visión religiosa: baño es un nuevo bautismo para el espíritu.158
Bigfoot, Idan Zareski, resina, 478 x 175 x 162 cms., Jardín
Botánico de Miami, EEUU.
Estas sensaciones vividas en los baños catalizan la poética propia de los vacíos
abiertos al firmamento pues “cuando me tiendo bocarriba en el agua, los chulos
nadan en el cielo, y al otear desde ese abismo luminoso mi proyecto de cadáver
en la alberca, tal vez piensen que yo estoy volando en el agua”.161 En tal escena,
en la que el cielo y el agua se involucran en la misma experiencia, se vislumbra
el efecto cromático del azul en el comportamiento del ser humano, pues él sim-
boliza la inspiración, la creatividad, la espiritualidad, la verdad, la revelación, la 3.227 3.228
sabiduría, la serenidad, la lealtad y la fe, conceptos y valores asociados desde
siempre por el ser humano con la armonización universal y el mundo superior;162
por ello el azul induce al retraimiento y a la conexión con el mundo interior, pues
en contrapunto a la dimensión infinita de lo celeste, surge el opuesto comple-
mentario. Y es que ver el mundo bocarriba, como se percibe desde el patio:
Es tener el cielo como espectáculo, el infinito como escenario; es ponerse de frente al éter
128 y aspirar la sumidad de la altura; es dar la espalda a la tierra, al limo, al fuego, a las co-
rrientes subterráneas, a todas las cosas silenciosas y temibles que conspiran torvamente
a fin de encolerizar los volcanes y hacer bailar los territorios.
A parte del hombre, ninguna criatura puede experimentar la indescriptible inquietud de 3.229 3.230
ver el firmamento de cuerpo entero, el claro y pasmoso infinito en donde la larga mano
del alma no halla fondo.
[…] Cómo captaba el infinito a trueque de dar la espalda a lo pequeño! […] Si es de día, el
firmamento ensancha ante sus ojos el ilímite abismo de luz, en donde residen todas las
grandes fuerzas, calladas y transparentes que designamos con los nombres de electri-
cidad, viento, armonía, relación y claridad: el infinito se le encarna; lo inmutable le mira
con sus ojos eternos; todos los éteres y los fluídos visibles e imponderables que pueblan
el espacio y que llenan los “vacíos” intersetelares, le cercan para intruírle sus poderes
desconocidos. El hombre tiene necesidad de palpar la tierra para no creerse transpor-
tado a zonas de ilusión. Si es de noche, de un golpe se revelan al hombre todos los
lívidos caminos de las estrellas; los guiños de los soles distantes; los matices volubles de 3.231 3.232
los astros mayores; las manchas blanquecinas de las nebulosas remotas; toda la ronda
vagabunda de los cuerpos celestes que se balancea en la maravillosa y trágica maroma 3.226. Poética de azules complementarios, cielo y agua en la
misma experiencia: edificios de posgrados, Rogelio Salmona,
que no termina nunca.163 1999, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia.
patios de las casas se tenía con el cielo, enfatizando su carácter espiritual aso- 3.228. Los efectos cromáticos del azul: casa particular,
Cartagena, Colombia.
[…] pasan al comedor; nada falta: tras el cristal de los artísticos aparadores relumbran
porcelanas y electroplatas; en las rinconeras ostentan los cacharros sus campos y ara-
bescos de oro, sus pinturas al fuego, el rococó de sus relieves; Baccarat ha enviado sus
primores de muselina, sus copas de gasa; Pomona, sus grosuras; Flora, lo más selecto de
su reino; y hasta el sol parece que acrecentara su belleza para filtrarse por los vidrios de
colores de la ancha reja.165
3.234
Así pues, toda la arquitectura, el mobiliario, las vajillas, los jardines y las flores,
se disponían, como se observa en esta cita, para establecer un escenario memo- 129
rable y pomposo que se entendía propio de la modernidad cultural que la nueva
burguesía trataba de establecer.
Por su parte los “excusados” o “cuarticos”, que seguían siendo muy precarios
hasta los años treinta, se mejoraron para dar lugar al cuarto de baño aislado en
el cual se tenía también una experiencia de placer y contemplación del cuerpo
entre baldosines, espejos, con el jabón, la toalla, el papel y los aparatos higié-
3.235 3.236
nicos. La dicotomía cuerpo-alma establecida desde la Colonia, iba dando paso
a una actitud conciliada que se vio reflejada en actividades cotidianas como la
alimentación, la salud, la gimnasia y el sueño. Con ello la estética moderna de
la experiencia corporal inició un proceso de reducción del tiempo y del espacio
del ritual del baño, que llevaría con los años a su simplificación constriñendo el
placer estético.
Estas construcciones, que con el paso del tiempo también serían absorbidas por 3.240
el crecimiento de la urbe, fueron adquiriendo un carácter moderno tanto en su
estilo arquitectónico como en sus comodidades e instalaciones técnicas. Además
se destacaban en ellas los trabajos decorativos en madera para pilastras, corni-
sas, enrejados, celosías y cerraduras; también tenían adornos especiales como
albercas, grifos, zócalos, faroles, estanques y piscinas; los jardines, plantas y
árboles eran particularmente cuidados y ofrecían un ambiente campestre de
inigualables condiciones estéticas como la descrita en el siguiente fragmento: 3.205
130
Que es de las llamadas de número 7, con buenas piezas y corredores adentro y afuera
–estos últimos mirando al valle y al sur– y con un patio chico, cerrado en el ángulo li- 3.241 3.242
bre por un trincho de piedra sembrado de rosales y con colgajos de panameña y malva
española por los lados. Cae al patio por un atanor y en una alberca un chorro nada cris-
talino, que luego pasa al baño. Éste es de piedra sin labrar y está rodeado de culantrillo y
helechos, y en la mitad del jardín, si tal puede llamarse un rastrojo de bejucos, maromas
y parásitas que se extiende al sur de la habitación […] enredaderas de recuerdo y rosa-té,
en los corredores; golondrinas, procreando en los aleros del tejado; colonia de colibríes,
en las fucias; concurso de mariposas, abejas, abejones y gusanos.166
3.243
Las casas campestres que aparecieron en el Valle de Aburrá a mediados del
siglo XX adoptaron otros esquemas tipológicos y de volumetrías distintas a las
propias del tipo tradicional de patios, a medida que las influencias de corrientes
extranjeras asociadas a la Arquitectura Moderna fueron tomando fuerza, lo cual
dio lugar a otra deriva de la imagen de la domesticidad del valle y que tendrían
una muy corta vida por el implacable crecimiento de la urbanización. Más cer-
3.244
cana a la idea de la casa unifamiliar aislada, propia de las culturas anglosajonas
y ampliamente difundida por los medios de comunicación en todo el mundo, 3.238. Los espacios femeninos: La planchadora, Eladio Vélez,
1938, óleo sobre tela, colección Museo de Antioquia, Medellín.
pero especialmente utilizada en los Estados Unidos, este tipo encarnó la idea del
emplazamiento sin contexto específico, en la cual la casa particular es amplia, 3.239. Los espacio masculinos: máquina de escribir y muebles,
colección Casa Museo Otra Parte, Envigado.
horizontalizada, rodeada de césped con un sentido dominante sobre el territorio,
3.240. La premodernidad masculina: biblioteca,
que se extiende de manera figurada al mundo a través del jardín que la circunda, casa particular, Laureles, Medellín.
mientras que en el tipo de patios, no se domina el mundo, sino que el universo 3.241. Predilección de aislamiento: casa La Alhambra, La Estrella.
domina la intimidad, es el cielo el que hace presencia en lo doméstico, la casa no 3.242. Otros esquemas: casa particular, Miraflores, Medellín.
hace presencia en el mundo como lo hace la unifamiliar aislada. Así pues, esta
3.243. Influencias foráneas: casa particular, Lalinde, Medellín.
Es por eso que en estos casos, el patio constituye más bien otra caja, aunque
vacía, de la agrupación de microcomponentes del sistema, en consecuencia, en
estos patios se realiza poca actividad ya que no están pensados para integrarse 3.251
a la dinámica doméstica, significan poco y se comportan como un descampado
aprovechable para ser ocupado con extensiones o adiciones de la casa, tales
como dormitorios adicionales, un taller doméstico, un garaje o incluso un peque-
ño apartamento de alquiler. Aquí el patio pierde su cualidad poética al desvincu-
larse de la fantasía en la cotidianidad y romper su estructura simbólica vertical
olvidando que “la casa es, desde luego, memoria silenciosa y determinante, la
que se aloja en la teoría bajo la metáfora del habitus y que, por añadidura, aporta
a la suposición un elemento referencial, un aspecto de realidad”.169
Ninguna de las casas de patios coloniales se mantiene en pie, una gran parte de
las republicanas ha sido demolida para dar paso a torres de vivienda o edificios
para otros usos, y el resto de ellas están amenazadas por la misma situación,
dentro de una cultura que no acaba de comprender sus valores y que cree to-
3.255 3.256
davía ciegamente en el progreso y en la felicidad basada en la acumulación de
bienes materiales y de dinero. En general pues, en el privilegiado Valle de Aburrá,
la casa es un tipo en vías de extinción que pervive paradójicamente entre los
más ricos y los más pobres, y que ha dado paso a la imposición de las torres de
apartamentos correspondiente a la mirada económica debreyana y sobre la cual
se despliega el análisis del siguiente capítulo en el que se pondrá en evidencia la
pérdida de la mirada estética presente en el arquetipo patial, y que de acuerdo
con M. de Certeau conduce al ser a estados incompletos, ya que salvo extrañas
excepciones, los hombres no se benefician de los contactos directos y prolonga-
dos con los bienes de consumo, e ignoran casi siempre la experiencia estética
de este contacto.170 3.257 3.258
4.3 También en el ámbito doméstico, los edificios han ganado paulatinamente altura
hasta llegar a desafiar no solo las leyes físicas, sino también las sociales y sobre
todo las condiciones más básicas del espacio doméstico. Pero además hay que
tener en cuenta que “este deseo de altura parece un deseo natural, como el sexo
4.4 4.5 o la lucha. […] Se relaciona con el poder y la dominación, unos conceptos que
parecen obsoletos pero que aún permanecen en el alma humana sin encontrar
su vía de expresión”.1
Y precisamente por la condición universal del interés por la altura, las raíces de
este tipo arquitectónico son diversas e híbridas, al igual que en los arquetipos de
la cabaña y de la casa patial. Un antecedente antiguo es el de las comentadas
insulaes romanas, que tenían entre cuatro y seis niveles, generalmente ordena- 135
dos en torno a patios con corredores perimetrales de acceso a las unidades y
que aparecieron como solución a la demanda del crecimiento poblacional de la
urbe. Debido a la falta de instalaciones adecuadas, la ausencia de energía eléctri-
4.6 4.7
ca, la precaria ventilación e iluminación, el uso de materiales combustibles en la
construcción y la cantidad de personas, la vida en las insulaes era bastante incó-
moda, en condiciones higiénicas deplorables, con alta contaminación, constantes
incendios y frecuentes altercados entre vecinos; nótese que, aunque guardadas
las proporciones, algunas de estas condiciones poco han cambiado. De similar
manera, muchas de las ciudades medievales y de la temprana modernidad se
vieron obligadas a crecer verticalmente por el agotamiento del suelo disponible,
pero las limitaciones técnicas mantuvieron el control de la altura, que también se
regulaba mediante normas básicas, y por un cierto deseo de unidad urbana y de
anonimato.
4.8
En este breve recuento histórico conviene recordar que con la Revolución In-
4.1. La naturaleza para acercarse al Cielo: cerro Corcovado, Río dustrial los avances en la metalurgia, en las comunicaciones y en los procesos
de Janeiro, Brasil.
mecánicos trajeron enormes cambios a muchas ciudades, convertidas en polos
4.2. La excepción funcional: faro de Alejandría, ca. 290 a. de C. de atracción de numerosos inmigrantes; en consecuencia, estas urbes crecieron
4.3. Eternidad celeste: pirámides, Guizá, Egipto, c. 2500 a. de C. y transformaron sus estructuras físicas para responder a las nuevas necesi-
4.4. El deseo numinoso de altura: acrópolis griega. dades. Por su parte, la cultura norteamericana impulsó los edificios en altura
4.5. Acenso trascendental: Templo de los Guerreros, 550-900,
como producto de una serie de circunstancias particulares como los avances
Chichén Itzá, México. tecnológicos en la industria del acero y de los ascensores, el rápido crecimiento
4.6. Evidencias prehispánicas: camino de Cieza, Medellín. urbano en el siglo XIX (a diferencia del estancamiento europeo) y gracias a una
4.7. El desafío: Mirador de la 80, barrio Robledo, Medellín.
Se asume generalmente que las formas de los edificios modernos de gran altura ejem-
136 plifican las fuerzas de la industrialización y del cambio cultural y social. La interpretación
ortodoxa de este proceso de denomina “determinismo técnico”, por el que se hace re-
ferencia a que los edificios altos son percibidos exclusivamente como la consecuencia 4.11
Fue así como el tipo de la torre se difundió por todo el planeta conformando
los perfiles de una infinidad de ciudades en una competencia desaforada por
mostrar el poderío de sus promotores, particularmente en sociedades capitalis- 4.12
Precisamente los aspectos simbólicos asociados al espacio doméstico son los 4.10. Compitiendo por la altura: Singer, Ernest Flagg, 1908, New
York, EEUU., tomada de Gössel, P. y Leuthäuser, G., Arquitectura
del siglo XX, p. 38.
2
Ibíd., p. 15. 4.11. “Determinismo técnico”: New York, EEUU., 2007,
foto Diana Giraldo.
Ibíd., p. 32.
3
4
Matthew Wells, Rascacielos, Madrid, H. Kliczkowski, 2005, p. 9. 4.12. El tipo difundido: Castillo Grande, Cartagena, Colombia, 2012
5
China levantará un rascacielos cada cinco días en los próximos tres años y para el año 2016 tendrá más de 800 edifi- 4.13. La estela de destrucción: demoliciones, Ayacucho, Medellín.
cios de una altura superior a los 150 mts.
4.14. La silueta mensaje más efectivo: Pirámide transamericana,
6
Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, Siglo Ventiuno, 1988, p. 72. William Pereira, 1972, San Francisco, EEUU., foto Sergio Giraldo M.
más descuidados, incluyendo el numinoso, al poner paradójicamente distancia
entre el ser humano y lo celeste divino.
Los rascacielos son indudablemente una celebración del avance tecnológico, un gesto
orgulloso de la capacidad del hombre de construir cada vez más alto en su intento por
alcanzar los cielos. Pero son también un producto de la calificación del suelo, del mercado
inmobiliario, de la especulación. Son el mayor elemento de inversión urbana debido a los
precios astronómicos que alcanzan los solares en los centros de las ciudades. Sin em-
bargo, la euforia económica y el romanticismo tecnológico, obviaron los efectos que estos
edificios tienen sobre la vida de las ciudades y sus habitantes.7
4.15
4.20. Estrategias de difusión del Estilo Internacional: Raymond Hood, George Howe & William Lescaze, Richard Neutra y Monroe & Irvin Bowman, realizadas entre 1926
portada de la publicación castellana de 1983. y 1932.
no obstante la buena intención en el origen de la búsqueda, en las propuestas
de arquitectos como los ingleses Raymond Unwin (1863-1940) & Barry Parker
(1867-1947), el holandés Jacobus J. P. Oud (1890-1963), el suizo Hannes Meyer
(1889-1954), los alemanes Bruno Taut (1880-1938),12 Hugo Häring (1882-1958),
Adolf Rading (1888-1957),13 Ludwig Hilberseimer (1885-1967) y Otto Haesler
(1880-1962), y el ruso Alexander Klein (1879-1961),14 entre otros, la repetición,
la sistematización, el aprovechamiento máximo de los lotes, las ideas higienistas
y la búsqueda de modelos de aplicación masiva, condujeron a concebir la casa
como un objeto industrial, con todas las implicaciones negativas que ello con-
4.21
lleva para el espacio doméstico, que como se ha dado a entender, trasciende la
concepción moderna del mundo visto bajo el lente racional.
En tal sentido, y para establecer el vínculo entre la casa y las torres, se puede
afirmar que “[…] es la casa positivista la única que encuentra su culminación en
el bloque residencial […]”,15 en el que se reprodujo la tendencia decimonónica
de empaquetar todo; la filósofa e historiadora estadounidense contemporánea
Susan Buck-Morss retomando al filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940),
dice: “Vivir era entendido como crear un estuche para los seres humanos, en-
castrados tan profundamente con todas sus posesiones […]”,16 donde el objeto
es contenido por un envoltorio cuya forma resulta de una actitud de control mol- 4.22
Bajo estos ideales utópicos que extendían el concepto económico hasta los com-
portamientos humanos:
El bloque colectivo permitirá […] la síntesis entre lo orgánico y lo maquínico, el evolucio- 4.31 4.32
nismo y la industrialización, será a la vez expresión culminante de la metáfora orgánica
de la sociedad –la célula y el organismo–, y producto de una industrialización que fabrica
en serie objetos tipo para familias tipo: las leyes inmutables de la naturaleza se repro-
ducen en la sociedad y son los científicos y los arquitectos modernos, que trabajan a su
imagen y semejanza, los que poseen los conocimientos esenciales para perfeccionar este
esquema”.22
140 Entre 1946 y 1952, Le Corbusier, quien incluso visitó Medellín en 1947 impac-
tando directamente el valle con sus ideas, formuló la Unidad Habitacional basada
en aquel documento del CIAM IV, de una ciudad vertical para obtener grandes
4.35
zonas verdes. Pero la idea de naturaleza aquí “[…] servirá tan solo a los deportes,
a la salud y la higiene: quedará para ello plana, reducida a ‘superficie verde’: res
extensa + eje heliotérmico”23 y con el tiempo se demostró que sin respaldo en los
primeros pisos, estas zonas se convierten en territorios desolados. La Unidad
Habitacional había sido concebida por el genio como la solución rápida, eficiente,
higiénica y económica al déficit de vivienda de Francia, albergando unas mil
seiscientas personas por bloque, con células de dos niveles y frentes en lados
opuestos, con servicios comunales en un piso intermedio y en la azotea, y con
la liberación del primer piso. Sin lugar a dudas, en este planteamiento hay ideas
interesantes, pero el juego abstracto del mecano, que fue la idea que se difundió
4.36
por el mundo, evade la dimensión profunda del espacio doméstico.
4.31. El espíritu nuevo: Poema del ángulo recto, Le Corbusier,
1947, instalación, exposición Le Corbusier en Bogotá, Museo de
Aunque la proporción volumétrica de las Unidades Habitacionales es fundamen- Arte Moderno de Medellín, 2010.
talmente horizontal, a diferencia de las torres de la Ciudad Radiante, ambos tipos 4.32. La serialización (a la manera de Warhol): sopas Campbell’s.
son concebidos como elementos de crecimiento ilimitado similar a las obras 4.33. La eficiencia económica: a. casas en hilera, complejo
Kiefhoek, J. J. P. Oud, 1925, Rotterdam, Países Bajos / b. casas
escultóricas minimalistas, y la espacialidad interior que se tiene en ambos es agrupadas, Bruno Taut, 1925, Berlín, Alemania / c. bloque con
de horizontalidad contundente, como una consecuencia de la superposición de Planta Camarote, Otto Haesler, 1930, Kassel, Alemania / d. bloque
con Planta Camarote, Ludwing Hilberseimer, 1928.
células que conduce a la desaparición de la noción cósmica de lo vertical; “de
4.34. Res extensa + eje heliotérmico: Unidad de Habitación,
nuevo nos encontramos con una instalación en el mundo de perfil nítidamente Le Corbusier, 1952, Marsella, Francia, modelo, exposición Le
Corbusier en Bogotá, Museo de Arte Moderno de Medellín, 2010.
22
I. Ábalos, Op. cit., p. 78. 4.36. La superposición minimalista: dibujo de la obra Sin título,
Donald Judd, 1965, escultura en hierro galvanizado, 23 x 101,5 x
23
Ibíd., p. 76. 79 cms. cada pieza, colección Lockslem.
nietzschiano: la horizontalidad radical evoca la supresión misma de la divinidad,
de cualquier vínculo vertical; es expresión del gozo de la vida en sí misma, una
afirmación del protagonismo del sujeto que debe expandirse por la casa […]”.24
Incluso en los dibujos de Corbusier, el ojo que representa la mirada de uno de los
habitantes se extiende horizontalmente hacia el infinito, mostrando la seguridad
del hombre moderno (aunque luego se resquebraría) y que surgía dominante so-
bre el mundo, con actitud soberbia, que afloraba en aquel entonces presagiando
la catástrofe, pues ella ha puesto al borde del colapso el planeta.
4.37
Con base en este tipo se construyeron miles de edificios en todo el mundo, obvia-
mente con distintos niveles de calidad, pero hay casos extremos como el de los
Bloques Pruitt-Igoe, del arquitecto estadounidense Minoru Yamasaki (1912-1986),
construidos en San Luis, EEUU, en 1955, en los cuales el nivel de deterioro social
obligó a su demolición,25 confirmando que “la historia detecta en el género hu-
mano un componente de agresividad que parece aumentar en la misma medida
en que el hombre se desvincula de la naturaleza”.26 Como podrá deducirse, la
instalación de la idea corbusiana en los diferentes contextos fue bastante simple
y en la mayoría de los casos no encontró un suplemento cultural, puesto que se
materializó la idea de la imposición infinita del tipo aunque “este nuevo estilo no
es internacional en el sentido de que la producción de un país es idéntica a la de
otro […] sólo ha llegado a ser evidente y definible a medida que por todo el mundo
diversos innovadores han ido realizando con éxito varias experiencias parale-
las”.27 No obstante, se multiplicaron indiscriminadamente los principios básicos
del Estilo: la concepción de la arquitectura como volumen y no como masa, la
regularidad como sustituta de la simetría en el ordenamiento proyectual, y la
eliminación de lo decorativo.
141
4.38
Ahora, el tipo de la Unidad Habitacional no se aplicó literalmente en el Valle de
Aburrá,28 en cambio se desarrolló el tipo de la torre propiamente dicha, en la que
la forma volumétrica encuentra la perfecta empaquetadura para los intereses
especulativos. Y aunque a medida que el edificio gana en altura la experiencia
visual se hace más impactante, siempre y cuando no haya obstáculos, la exten-
sión exclusivamente horizontal de la mirada borra la posibilidad de la condición
simbólica vertical. En estos prismas pues, el cielo está afuera y la tierra distante,
y lo paradójico es que a mayor altura la situación se acrecienta a pesar incluso
de que muchas veces las unidades más altas tienen mejores condiciones; pero
4.39 4.40 los esquemas espaciales de los apartamentos varían muy poco en relación a los
usados desde el siglo XIX reproduciendo los tipos reduccionistas y funcionalista
herederos de la planta flexible, la planta camarote y la planta clásica concentrada,
que son ajenos a la cualidad estética tradicional del espacio doméstico y propios
de la mirada económica.
Para hacer énfasis en la mirada económica desplegada en este tipo, debe ano-
4.41
4.37. La aplastante horizontalidad: supresión del rastro divino.
4.40. La Unidad en contextos de bajos recursos: ciudadela Aparejadores y Arquitectos Técnicos / Galería-librería Yerba / Consejería de Cultura y Educación de la Comunidad
Nuevo Occidente, Medellín. Autónoma, 1984, p. 32.
4.41. Tipos ajenos a la tradición: a. planta orgánica para un Algunos casos que acogen principios de la Unidad de Habitación son el edificio Los Conquistadores (1962) de Elías
28
conjunto residencial, Han Scharoun, 1930, Berlín, Alemania / Zapata (1927-1968), Guayacán de Avignon II (2007) de Carlos A. Pardo B., Mauricio Zuloaga L. y Nicolás Vélez J., y uno
b. proyecto con planta concentrada, Walter Gropius, 1930. de los recientes bloques de la Ciudadela Nuevo Occidente.
tarse que la obsesión de la mayoría de los arquitectos modernistas era precisa-
mente económica, para ellos había “[…] que transformar totalmente los métodos
de los arquitectos […] plantear el problema como se lo han planteado los inge-
nieros aeronáuticos y construir en serie las máquinas de habitar”;29 de tal ma-
nera, la serialización y la regulación conducirían, según ellos, a una arquitectura
en resonancia con el espíritu de la época y liberarían al hombre del yugo histórico
que obstaculizaba su desarrollo, pero no tuvieron presente que la arquitectura
concebida de esa forma, produciría “[…] un espacio sin densidad; un espacio sin
memoria, lanzado al futuro contra el pasado”.30 Cabe aquí señalar que precisa-
4.42
mente lo que se denomina hoy como la cultura global, tiene entre sus cometidos,
la recuperación de la memoria, el retorno antidogmático al pasado en contra-
punto con la actitud desarrollista moderna, no obstante, esta es la que impera en
la mirada económica que se tiene sobre el espacio doméstico contemporáneo en
el Valle de Aburrá.
29
Le Corbusier, Op. cit., p. 100.
30
I. Ábalos, Op. cit., p. 75.
4.42. Actitud desarrollista y destructora: Robledo, Medellín.
Publicada en la revista Bauhaus II (1928) como declaración CIAM, firmada por: Berlage, Bourgeois, Chareau, Frank,
31
Guevrekian, Haefeli, Häring, Höchel, Hoste, Jeanneret, Le Corbusier, Lurçat, May, Mercadal, Meyer, Moser, Rava, 4.43. La tergiversación del sentido económico:
Rietveld, Sartoris, Schmidt, Stam, Steiger, von der Mühll y Zabala. Torres de San Sebastián, San Diego, Medellín.
H. P. Berlage et al., “Declaración Oficial CIAM”, Bauhaus II, Dessau, 1928, en: P. Hereu, J. M. Montaner y J. Oliveras,
32
4.44. Economía de medios con efectos sorprendentes: Sin título,
Op. cit., p. 268. Julio Le Parc, 1983, fibra de vidrio, Cerro Nutibara, Medellín.
el material”.33 También Hannes Meyer decía: “Todas las cosas de este mundo son
un producto de la fórmula: (función por economía) […] Nosotros organizamos
estos materiales de construcción en una unidad constructiva según principios
económicos […]”;34 y el alemán Walter Gropius (1883-1969) en su ponencia para
el tercer CIAM de Bruselas en 1930, planteaba:
[…] racional es lo mismo que económico; textualmente es así, pero en nuestro caso com-
prende ante todo las necesidades psicológicas y sociales, además de las económicas.
Las condiciones sociales de una política de vivienda sana son sin duda mucho más im-
4.45 portantes que las económicas, pues la economía no es un fin en sí misma, sino solo un
medio para conseguir un fin. La racionalización solo tiene sentido si es enriquecedora, si
–traduciendo al lenguaje económico– ahorra la «mercancía» más preciosa: el esfuerzo
del pueblo.35
Theo van Doesburg, “Hacia una arquitectura plástica”, De Stijl, 1924, en: P. Hereu, J. M. Montaner y J. Oliveras,
33
Vivir quiere decir vencer el tiempo. […] Mientras que el universo físico se agota en su
transcurrir, se distiende absolutamente en el tiempo, el ser vivo dura, permanece. Vivir
es no pasar absolutamente. El ser vivo es capaz de retener su pasado, y además de
retener como simultáneo lo que fue solo sucesivamente. El ser vivo es capaz de retener
su pasado a la vez. Esta capacidad de retener el pasado, es lo que se ha llamado inma-
nencia. En cuanto que la inmanencia del ser vivo es su capacidad de superar la distensión
espacio-temporal, la inmanencia del vivo es inmaterial.41
Sin embargo, más allá de los datos numéricos, algo muy significativo fue la
objetivación biológica de una familia tipo, que condujo a un proceso de opti-
144
mización regulado del espacio doméstico derivado de la producción industrial.
4.51
Es obvio que en la vivienda social lo universal cobra mayor importancia que
lo particular, y “podrá, incluso, por razones económicas y a favor del estilo
arquitectónico general, prescindir por completo de las peculiaridades de la
tradición local […] Su meta será la aproximación a un nivel ideal”;43 por ello las
estadísticas y los aspectos tecnoconstructivos son los únicos lenguajes en los
que se entiende el espacio doméstico. La mirada económica, que procuraba
un camino de realización humana, desembocó en la aplicación de unos prin- 4.52 4.53
cipios económicos que se convirtieron en la mejor excusa para esconder las
intenciones de la especulación urbana; sin importar las consecuencias que ya
otros contextos habían padecido y han tratado de corregir a grandes costos,
lo que en principio pretendía economía, a largo plazo exigirá enormes inver-
siones.
El trabajo del arquitecto se desplaza así desde la invención técnica positivista –emulando a
su héroe, el científico-inventor– hacia la organización de sistemas constructivos mediante
patentes comerciales. No habrá ni épica de la invención ni emoción por el detalle; será
la eliminación de ambos lo que ahora se proponga en esa materialidad subsumida en el
mercado. Imbuida de este espíritu comercial, la casa pragmática no solo adquiere una 4.54
materialidad contingente, como la de los objetos de consumo, sino que toda se entiende 4.49. La memoria (blanco del ataque moderno): álbum familiar.
como un superobjeto listo para el consumo.44 4.50. Inmanencia doméstica: casa particular, El Volador, Medellín.
40
M. Berman, Op. cit., p. 1. 4.51. Reducción de la existencia: Sin título, Lidó Rico, instalación,
1997, Festival Internacional de Arte, Medellín.
Jorge V. Arregui y Jacinto Choza, Filosofía del hombre, Madrid, Rialp, 1993, p. 60.
41
42
Ver: Ernst May, “Cinco años de construcción de barrios en Frankfurt”, Das Neue, Frankfurt, (2-3), 1930, en: P. Hereu, 4.52. Objetivación biológica de la familia tipo, foto álbum familiar.
J. M. Montaner y J. Oliveras, Op. cit., p. 284.
4.53. La excusa de la especulación urbana: costo de la tierra en
43
H.-R. Hitchcock y P. Johnson, Op. cit., p. 114. Medellín, estudiantes de arquitectura U.P.B., maqueta.
44
I. Ábalos, Op. cit., p. 186. 4.64. Objetos del consumo: Ibiza, Laureles, Medellín.
Como había ocurrido con la imposición del tipo de patios, este tipo del bloque en
altura, cuya mirada económica da lugar al paisaje actual del Valle de Aburrá, se
ha convertido en modelo que se repite indiscriminadamente, evadiendo la con-
cepción auténtica del hombre y de su espacio doméstico, pues “la vivienda debe
ser la expresión de un hombre: debe reflejar un largo pasado, si es que se quiere
proporcionar al hombre el sentimiento de una segura continuidad de la vida”,45
de lo contrario, será tan solo un recinto vacío incapaz de albergar la vida en su
sentido completo.
4.55
Puesto que este tipo impone, como lo hace cualquier otro, una manera de ser,
de entender el mundo y de establecer las relaciones; la torre encarna el cambio
en la mirada, que en términos debreyanos, pasa de ser estética a económica
y comporta una ruptura tipológica, “en este caso, la moderna reversión de la
forma estética significó una diferencia visual en gran escala. El siglo XX con su
porosidad, transparencia, luminosidad y aire libre puso punto final al vivir en el
antiguo sentido”;46 una nueva manera de habitar, que se puede calificar de frágil,
aparente y epidérmica ocupa ahora el espacio doméstico. Y no se trata de traer
románticamente el pasado al presente, sino de verificar si realmente los rituales
de la vida cotidiana requieren o no el cambio impuesto por la modernidad, ya
4.56
que los objetos mnemotécnicos, entre ellos los arquitectónicos, tienen sentido en
tanto que logren recrear las experiencias del pasado para actualizarlas, mante-
niendo la experiencia histórica y respetando la memoria, porque es en ella donde
el ser humano es sujeto.
Volviendo al panorama global, en los últimos años del siglo pasado y lo que va
corrido del presente, una deriva interesante de las torres acerca el futuro al
presente y se ocupa de planteamientos de orden ambiental, de la generación de
sistemas autosostenibles, de la incorporación de materiales y tecnologías nove-
dosas, incluye la biónica, la bioclimática, la ingeniería aeroespacial y la ecología
en las variables proyectuales, e incluso incorpora la dinámica de manera literal
146 a las edificaciones.50 Sin embargo, todavía estos experimentos están en fase de
comprobación y perfeccionamiento, lo que no permite aún un acercamiento críti-
co claro. Lo que sí puede afirmarse, es que estas propuestas, que pueden abrir
posibilidades enriquecedoras para el espacio doméstico, no aparecen todavía en
el Valle de Aburrá y apenas hay tímidos acercamientos a la preocupación am-
bientalista, a pesar del reciente título obtenido por Medellín como “la ciudad más
innovadora del mundo”.
Pero el primer arquitecto antioqueño titulado fue Juan Lalinde y Lema (1819?-
?),54 quien realizó estudios en Inglaterra; y fueron posteriormente Enrique Olarte
(1876-1923) y la firma H. M. Rodríguez e Hijos quienes constituyeron los prin-
cipales gabinetes que atendieron la demanda propiciada por el auge en las ex-
portaciones de café y en la incipiente industrialización. No obstante, la arqui-
tectura desarrollada por estas firmas era todavía de corte académico y aunque
prepararon el terreno para el despegue de la Arquitectura Moderna poco tuvieron
que ver con los postulados teóricos del Estilo Internacional. Sin embargo, como
4.67 4.68
antecedentes de la transformación de Medellín hacia la modernidad, que tuvo un
particular despegue después de los incendios del Parque de Berrío en 1921 y
1922, se construyeron algunos edificios de carácter premoderno de cuatro pisos
en promedio, que iniciaron el cambio de la imagen colonial de la urbe, pero que
lamentablemente han sido todos demolidos.55
4.69 4.70
Juan Lalinde y Lema. Medellín, Banco de la República, 1983, p. 23, estudió ingeniería y arquitectura en New York, donde participó en el
proyecto del rascacielos Wordsworth.
4.67. Cambiando la imagen colonial: Ismael Correa, Medellín,
demolido, foto Rodríguez, tomada de Bedout, F., Álbum Medellín 53
Fundó la primera oficina de arquitectura de Medellín, H. M. Rodríguez e Hijos, en la que trabajó desde 1903 con sus
1932, p. 160. hijos Horacio, Martín y Nel. Esta oficina diseñó y construyó el primer edificio en concreto reforzado en Colombia, el
Hotel Magdalena en Puerto Berrío, Antioquia, entre 1908 y 1912.
4.68. Versiones cosmopolitas: Banco Republicano, Medellín,
demolido, foto Rodríguez, tomada de Bedout, F., Álbum Medellín 54
Medellinense, vivió varios años en Inglaterra, fue director de la Escuela de Artes y Oficios entre 1876 y 1886. Entre
1932, p. 89. sus obras se destaca la casa de Pastor Restrepo, ubicada aún el Parque de Bolívar.
4.69. Europeización de la urbe: Echavarría, Medellín, demolido, 55
Cabe mencionar los edificios Ismael Correa (1922) de Félix Mejía A. (1895-1978); el José María Sierra (1925), el Banco
fotógrafo sin identificar, tomada de Melo, J., Historia de Medellín, Republicano (1921) y el Saldarriaga (1927) de H. M. Rodríguez e Hijos; el Zea (1922), el Echavarría (1920),
p. 634. el Gutiérrez (1919), el Británico, el Hernández (1920), el del Banco de Colombia y el Olano (1922), primero con
ascensor en la ciudad, de Enrique Olarte.
4.70. Caracterización premoderna: Olano, Medellín, demolido, foto
Melitón Rodríguez, tomada de Mejía, D., Metropolivisión, p. 146. 56
Carlos García P., Cromos, 1929, en: M. Bernal V., A. L. Gallego V. y O. L. Jaramillo R., Op. cit., p. 37.
4.71. El espíritu moderno: edificio Henry, Medellín. 57
Lorenzo Fonseca M., y Alberto Saldarriaga R., Arquitectura colombiana, Bogotá, Proa, 1984, p. 83.
También, y aunque con solo tres pisos, los edificios Vásquez y Carré, diseñados
por Carlos Carré, son otro antecedente clave, ya que fueron los primeros edifi-
cios de apartamentos propiamente en el valle. De ellos cabe anotar que ambos a b
poseen una planta con un sistema estructural reticulado, sin muros portantes
en el interior, lo que les otorga una gran flexibilidad anticipándose al principio
estructural básico de las torres.
Como dato normativo referido a la altura de los edificios, puede traerse un aparte
de la reglamentación de la Junta Central de Higiene que en 1918 dictaba:
4.75 4.76
Artículo 14. La altura máxima de los edificios queda sujeta al ancho de la vía, y se regla-
mentará así:
1° En vías de una anchura menor de doce metros, la altura del edificio puede ser de seis
metros, más el ancho de la vía.
2° En vías de doce metros hasta quince de anchura, la altura del edificio puede ser hasta
de diecinueve metros.
3° En vías de más de quince metros, la altura puede llegar a veinte metros.
148 Artículo 15. El número de pisos en los edificios queda a elección y conveniencia del pro-
pietario, pero la altura interior de la construcción, medida del suelo al cielo raso, no será
menor de tres metros para el primer piso y de dos metros con ochenta centímetros para 4.77
los demás.58 a b c
Fue así como la destrucción de la herencia colonial en resonancia con los prin-
cipios de la Arquitectura Moderna encontraron terreno abonado para la aparición
de edificios que reprodujeron los tipos empleados en otras latitudes, durante las
d e f
décadas de los treinta y cuarenta; pero la arquitectura doméstica todavía seguía
al margen de la idea de las torres.59 En la década del cincuenta se consolidó el uso
del hormigón armado en el Valle de Aburrá en todos los usos, abriendo el camino
para las torres de vivienda en los siguientes años. Con el recrudecimiento de la
violencia política en el país en los años cincuenta, una importante oleada migra- 4.78
toria llegó al valle generando grandes concentraciones de arquitectura informal 4.72. Precursores: a. Carré, 1894 / b. Vásquez, 1906, Medellín.
que lentamente se han ido consolidando con el tiempo. Paralelo a ello, surgieron 4.73. Preferencia historicista: casa de Ricardo Botero, Francisco
las iniciativas estatales y privadas para financiar la construcción masiva de vi- Navech, 1894, Buenos Aires, Medellín.
vienda en las que el Banco Central Hipotecario y el Instituto de Crédito Territorial 4.74. El republicano clasicista: casa particular, autor desconocido,
1919, Prado, Medellín.
tuvieron un papel fundamental.
4.75. Experimentos modernos: casa de Camilo Halaby, Ignacio
Vieira J., Federico Vásquez V. y Alberto Dotheé, 1943, Prado,
En las décadas del cincuenta y sesenta, el trabajo profesional de la arquitectura se Medellín.
orientó básicamente hacia dos frentes: la transformación del centro tradicional de 4.76. Ideas funcionales para lo doméstico: casa de Rafael
Echavarría A., 1943, Antonio Mesa J., Buenos Aires, Medellín.
Medellín y el desarrollo de nuevos asentamientos residenciales en las periferias
4.77. Reglamentando con sentido humano: Calle del Comercio,
1915, foto Rodríguez, tomada de la exposición La fotografía en
58
Junta Central de Higiene, Acuerdo Número 40 sobre Higiene de las Construcciones, Bogotá, Imprenta Nacional, 1918. Antioquia, imágenes de nación, 2010, Museo Universitario de la
Universidad de Antioquia.
59
De aquellos edificios con acento moderno pueden destacarse: el de la Naviera Colombiana (1946), el de la Bastilla
(1943) y el Bemogú (1947), de Ignacio Vieira J., Federico Vásquez V. y Alberto Dotheé; el Álvarez Santamaría (1944) de 4.78. Nuevos horizontes: a. Naviera Colombiana / b. La Bastilla
Roberto Vélez; el de Suramericana de Seguros (1947) de Federico Blodek F., Rafael Mesa, Tulio G. Ospina P. y Juan F. c. Bemogú / d. Álvarez Santamaría / e. edificio Suramericana de
Restrepo. Seguros / f. publicidad del Banco Central Hipotecario, Medellín.
y en los restantes municipios del valle.60 En las características de la arquitectura
doméstica de mediados de los sesenta, “la economía predominaría sobre otras
consideraciones, la ausencia de intenciones sería la única aproximación a los
problemas y las consignas acerca de la prefabricación, de la estandarización, etc.
a b serían los apoyos fundamentales de cualquier proposición”.61 En estos intereses,
que inicialmente se aplicaron para el caso de la vivienda en las urbanizaciones
unifamiliares para estratos bajos y medios, y que se instalaron desde entonces
para llegar hasta la actualidad, se tergiversó terriblemente la concepción de la
economía promulgada por los maestros de la Arquitectura Moderna, desviándola
c d
hacia la comercialización y la rentabilidad financiera.
4.79
De hecho “los americanos han elaborado técnicas de gestión del tiempo que se
enseñan en las high schools. La finalidad siempre es la eficacia, y existen dos
palabras para designarla: eficiente (la tarea será efectuada en el mínimum de
tiempo) y efectiva (su objetivo será alcanzado)”.64 Esto conduce a sentencias
tan significativas y populares como time is money y a dinámicas sociales que
tocan el ámbito doméstico como la aludida fast food, los baños compactos, las
cocinas integrales, la barra americana, la zona de ropas compacta, el salón-
4.83 4.84
comedor, el departamento, etc. Esta fue la versión del modelo de unidad vital
4.79. El acento moderno para la vivienda: a. Claret / b. Echavarría que llegó mediante las torres en el valle; pero parece que este no es realmente
Misas / c. Emilita, Laureles / d. Quimbaya, Medellín.
69
La upaquización es la implantación del sistema de la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC). 4.90. Nombres atractivos: Nuevo Mundo, San Antonio, Medellín.
desastrosos para los propietarios, quienes vieron incrementadas sus deudas de
manera astronómica y obligados en muchos casos a entregar sus viviendas a las
entidades crediticias, quedando en la ruina y sin hogar. Así, el problema de la vi-
vienda pasó del Estado a la empresa privada generando una ciudad formal
upaquizada rodeada de cordones de miseria. La ética profesional de los arqui-
tectos se perdió con la construcción masificada desatada por el sistema UPAC, lo
cual trajo graves consecuencias al espacio doméstico, pues la principal orient-
ación de los proyectos de vivienda apuntaba a la rentabilidad económica.
4.91 4.92
El impacto inicial de la disponibilidad de dineros para la solución de vivienda motivó una
severa especulación en la construcción, incrementó de manera exagerada el precio de los
materiales y desencadenó serios deterioros en el ejercicio profesional. El diseño desa-
pareció, la tecnología se convirtió en instrumento del mercantilismo y la búsqueda de una
excesiva utilidad llevó a convertir la vivienda en bien de consumo.70
4.93
Además, la acción del Estado sobre la vivienda económica para los menos fa-
vorecidos se deterioró tremendamente desde los años setenta y ochenta, y las
denominadas viviendas sin cuota inicial y las normas dimensionales extremada-
mente reducidas, produjeron verdaderos desastres arquitectónicos en los que
todo el sentido del espacio doméstico se pierde, pues se acude a la condición de
pobreza resolviendo exclusivamente la subsistencia biológica. En 1971 un grupo
de consultores privados estableció las normas mínimas de urbanización, servi-
cios públicos y comunitarios para el Instituto de Crédito Territorial, pero ello no
mejoró la calidad de la denominada vivienda social.71
4.94 4.95
Como resultado de las múltiples violencias que azotan al país desde el asesinato 4.97
del líder político Jorge E. Gaitán en 1948 en la capital, apareció una obsesiva
búsqueda de la seguridad, que se tradujo en términos arquitectónicos, en rejas,
mallas y conjuntos cerrados vigilados. Con el interés de encontrar seguridad, 4.113
Esta situación a la que llegó la arquitectura por la presión de los promotores y los
bancos en el último cuarto del siglo XX, infortunadamente no ha cambiado hasta
el momento, y por el contrario, se ha recrudecido como podrá constatarse en el 4.99
siguiente aparte de este capítulo.
4.97. Algunos destacables con mejor calidad: a. Banco Comercial
Antioqueño, Villanueva / b. San Diego, av. La Playa / c. Lorena,
Para completar el panorama poco alentador de las décadas de los ochenta y av. La Playa / d. Cámara de Comercio, La Candelaria / e.
urbanización Carlos E. Restrepo / f. Marfil, La Candelaria / g.
noventa, en aquellos años de narcotráfico, de dineros ilícitos y de riquezas rápi- conjunto La Candelaria, Belén / h. El Patio, Patio Bonito / i.
Torres Blancas, Patio Bonito / j. urbanización Nueva Villa de
Aburrá, Belén / k. Urbanal Nutibara, Laureles / l. San Lucas, San
Lucas, Medellín.
Manuel Mejía V., “Atisbos de Medellín”, en: Miguel Escobar C., La ciudad y sus cronistas, Medellín, ITM, 2003, pp. 196-
73
4.98. Reemplazando la protección antropológica: Nueva
197. Andalucía, Muñoz Neira & Cía. Ltda., 1980, San Javier, Medellín.
Carlos Niño M., “Colombia, cien años en la construcción de un país”, en: Sociedad Colombiana de Arquitectos, XVII
74
4.99. El símbolo del narcotráfico en el espacio doméstico: Torres
Bienal Colombiana de Arquitectura, Op. cit., p. 45. de Benarés, Los Naranjos, Medellín.
a b
das, se construyeron en el Valle de Aburrá algunos edificios de dimensiones y
características extravagantes, con materiales muy vistosos y ostentosos, con
comodidades y tecnologías estereotipadas, con una estética enrarecida, e in-
cluso desafiando el sentido común constructivo. El extremo opuesto a la reduc-
ción máxima tampoco logró encontrar el camino de la cualificación del soporte
c d e f
para albergar adecuadamente el espacio doméstico, ya que si bien en la unidad
mínima no es posible conciliar materia y tiempo, el dinero tampoco logra la trans-
formación requerida, pues el problema de fondo es simbólico y no dimensional ni
de lujos. Además, se requiere un justo punto medio, pues los “espacios grandes
pierden fácilmente su comodidad […] pero una acentuada pequeñez puede ate-
g h i j
morizar fácilmente. El espacio tiene que tener el tamaño necesario para que
el hombre que lo habita pueda llenarlo con su vida”.75 No obstante la crítica
situación de aquella época, también hubo excepciones de calidad en algunos
proyectos de vivienda en altura, en los cuales los diseñadores, del grupo de los
4.100
independientes, buscaron esquemas distintos a las fórmulas comerciales.76
En la última década del siglo pasado, y en lo que va corrido del nuevo milenio,
el valle ha visto una explosión edificatoria salida de todo control; la demanda de
suelo urbanizable, la presión de los numerosos inmigrantes y desplazados de
todo tipo para tener un alberge digno, la elevación de las tasas de nacimiento y
del promedio de vida a pesar de los índices de mortalidad violenta, la ocupación
subnormal mediante invasiones en laderas y predios de alto riesgo, así como la
multiplicación vertical del área ocupada, caracterizan la deficiente condición de
la urbe metropolitana que adquiere todos los vicios y deficiencias de cualquier
gran ciudad del planeta. Así mismo, la construcción y la inversión en propiedad
4.101 raíz, vistos como un lucrativo negocio, han contribuido al aumento general de la
edificación. Los niveles de poblamiento en relación al área de los municipios y la 153
concentración de la población en las áreas urbanas del valle se evidencian en los
anexos 8.1 y 8.2.
75
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 489.
4.100. Con búsquedas mencionables: a. Torreladera, El Tesoro /
b. La Mota, Belén / c. Teatro Colombia, 1982, Buenos Aires / d. Merecen mencionarse: Torreladera (1982) de Laureano Forero O. y Samuel Vigota; La Mota (1982) de Laureano
76
Corhal, Lalinde / e. Plaza de la Iglesia I y II, Laureles / f. Bosques Forero O. y Juan J. Escobar L.; el edificio Teatro Colombia (1982) de Augusto González V., José F. Ángel P. y Juana I.
de la Concha, Las Lomas / g. ciudadela San Diego, San Diego / h. González U.; Arboleda de la Concha (1983) de Hernán Vieira P.; Corhal (1983) de Nelo Romero; Tierraconcha (1984) de
Balcón de la Villa, Robledo / i. Sotoverde, El Poblado, Medellín / j. Carlos E. Calle B. y Sergio Mejía; Plaza de la Iglesia I y II (1985) de Álvaro Restrepo P., Luis F. Ramírez F., Carlos Reyes
Palma de Mallorca, Envigado.
L. y Fernando Villa N.; Bosques de la Concha (1985) de Hernán Vieira P.; ciudadela San Diego (1986) de Óscar Mesa R.,
4.101. Explosión vertical: crucero de la ochenta, Robledo, Medellín. Miguel Mesa y Laureano Forero O.; Balcón de la Villa (1986) de Jorge A. Espinosa R., Olga L. Jaramillo R. y María E.
Vanegas L.; Palma de Mallorca (1988) de Nagui Sabet; y Sotoverde (1988) de Marco A. Montes B.
4.102. Consecuencias del desarrollo desmesurado: Falta de
servicios básicos / Contaminantes / Enormes inversiones de
Según el artículo S.a., “Medellín vende más vivienda”, Vivir en el Poblado, Medellín, septiembre 6-13 de 2012, ed. 491,
77
mantenimiento / Problemas sociales y psicológicos. p. 3, sección Clasificados: “[…] en el total de los negocios inmobiliarios Colombia crece al 2.5 por ciento, mientras el
Valle de Aburrá lo hace al 4.5 por ciento”.
doméstico al pasar de casas a apartamentos. El anexo 8.3 muestra el porcentaje
de viviendas en casa o en apartamento en cada uno de los municipios del Valle
de Aburrá según el censo del 2005; dicha tabla ilustra que los porcentajes totales
para el valle arrojan un 42.6% de casas frente a un 55,3% de apartamentos, con
unos topes significativamente altos para apartamentos por encima del 63% en
Caldas, Medellín, Sabaneta e Itaguí. De estas cifras también debe resaltarse que
los únicos municipios que en el 2005 tenían mayor porcentaje de casas que de
apartamentos eran Barbosa, Girardota y La Estrella. Los dos primeros son los
municipios que se ubican más al norte del valle, lo que muestra la tendencia a
4.103
centralizar el crecimiento en altura en torno a Medellín. La Estrella por su parte,
además de ser el segundo municipio más pequeño en extensión y tener una
topografía bastante inclinada, ha estado retrasado con respecto al desarrollo del
resto del valle, aunque ahora asiste al mismo fenómeno cuyo protagonista es la
torre.
Unifamiliar Además, la mayoría de los arquitectos que egresan de los seis programas de
Trifamiliar
Tipo de vivienda más
adecuado para el
10%
10%
arquitectura que se imparten en el valle no tienen la capacidad ni el interés su-
Valle de Aburrá Bifamiliar
20%
ficiente para promover un giro cualitativo sobre la proyectación de la vivienda,
según los estudiantes. Multifamiliar
60% situación que por lo demás no es exclusiva de esta zona del país. El anexo 5, que
Menos de 5 corresponde a la encuesta realizada a veinte estudiantes de arquitectura que han
Altura apropiada para los pisos 5%
edificios de vivienda 20-30 pisos 5% Otros 5% cursado más del 80% de su plan de estudios en alguna escuela del valle, deja
en el Valle de Aburrá
según los
15-20 pisos 15% ver que en sus ideas el problema de la vivienda está supeditado a otros aspectos
estudiantes 10-15 pisos
20%
5-10
pisos 50%
distintos al espacio doméstico. Por ejemplo, el 60% considera que el tipo más
adecuado para la vivienda en el valle es el multifamiliar, el 20% el bifamiliar, el
10% el trifamiliar y el 10% el unifamiliar, pero los argumentos de esta elección re-
miten al crecimiento poblacional, a la liberación de espacio público, a condiciones
de iluminación y ventilación, y a las características geográficas del área; y solo
un estudiante hizo referencia a las relaciones intrafamiliares. De similar manera,
el 50% considera que la altura más apropiada para los edificios de vivienda en el
valle es entre cinco y diez pisos, el 20% entre diez y quince, el 15% entre quince
y veinte, 5% entre veinte y treinta, y 5% menos de cinco; las razones para estas 155
respuestas se dan a partir de la ocupación territorial, la liberación de espacio
público y la afectación al paisaje; ninguno hizo alusión a las condiciones internas
de las unidades.
4.109
En la misma encuesta, las ventajas planteadas para el tipo de torres remiten a las
vistas, la liberación de espacio público, el control al crecimiento urbano, la segu-
ridad, la economía, la integración comunitaria y las áreas comunes; las desven-
tajas manifestadas fueron la inseguridad, las dificultades en la convivencia, la di-
mensión reducida de los recintos, la poca privacidad, las condiciones deficientes
de iluminación y ventilación, la densidad, el hacinamiento y la estandarización.
Ninguno planteó el problema del alejamiento de lo natural ni la pérdida de las
condiciones simbólicas, aunque un estudiante dijo que las torres brindaban un
hábitat inapropiado, sin más explicaciones. Y finalmente, a la pregunta sobre la
principal responsabilidad del arquitecto frente a la vivienda en el Valle de Aburrá
tampoco salió a la luz la referencia a valores simbólicos ni a la necesidad de
conexión con lo natural.
por ejemplo que de acuerdo con el anexo 8.4 solo el 4,3% de los proyectos de
vivienda en construcción en el segundo semestre de 2012 en el valle son casas,
el restante 95,7% acoge la torre.
4.111
Dentro de los proyectos de vivienda de gran envergadura desarrollados en los
últimos años en el Valle de Aburrá, cabe mencionar entre otros, el plan par- a b
cial de Ciudad del Río y la ciudadela Nuevo Occidente en Medellín; la ciudadela
Suramérica entre Itaguí y La Estrella; y la ciudadela campestre Norteamérica
en Bello; en los cuales la torre es el tipo fundamental de desarrollo, con esque-
mas de apartamentos bastante simples que reproduce los modelos comerciales
probados financieramente; así mismo, para los próximos años se estarán desa- c d
rrollando los planes parciales de Indural, Villa Miriam, Sevilla, San Lorenzo, y el
de Naranjal y Arrabal, que igualmente tendrán como constituyente fundamental
para la vivienda el tipo de la torre. No obstante la dimensión, la complejidad y la
cantidad de apartamentos que estos proyectos poseen, la calidad de la búsqueda
espacial en los interiores es mínima. 4.112
a b
Incluso el panorama general del valle se ha uniformado a tal punto, “[…] que
refleja la pérdida general de jerarquías en la sociedad, y todos los edificios tien-
den a tener igual relieve. La desmitificación de la naturaleza ha conducido a la
156 deshumanización de nuestras relaciones con la tierra y la localización”,83 y la
4.113
necesidad de identidad particular es imposible en este escenario aberrante. Pero
como siempre ocurre, aparecen casos que constituyen la excepción y pueden
considerarse ejemplares; y aunque la mayoría de sus apartamentos también es-
tán constreñidos por la condición horizontal de su geometría, por lo menos los
esquemas de ordenamiento de recintos intentan otras búsquedas por fuera de
los parámetros exclusivamente comerciales; de nuevo estos proyectos son di-
señados por los denominados arquitectos independientes.84
81
En la X Bienal, Torreladera y Villas del Campo. En la XI, Balcón de la Villa y Palma de Mallorca. En la XIII, Tierra Concha,
Los Naranjos (1998) de Jorge M. Velásquez V. y Gabriel J. Gómez V. En la XIV, Guayacanes de Sotoverde (1993) de
Marco A. Montes B., Palmarreal y Bolivia (1991) de Laureano Forero O. En la XVI, el Ático (1998) de Felipe Uribe de B.
En la XVII, Puente Aviñón (1999) de Carlos A. Pardo B., Mauricio Zuloaga L. y Nicolás Vélez J. En la XVIII, Camino Aviñón
de los mismos anteriores. En la XX, Punta de Piedra de Ana E. Vélez V. y Juan B. Echeverri y Soho Lofts de J. Paul
Restrepo S. y Camilo Restrepo O. En la XXI, Guayacán de Aviñón I (2005) y II (2007) de los referidos Pardo, Zuloaga y
4.111. Otros destacados en las Bienales: a. Los Naranjos, Los
Vélez En la XXII, Salento de Nora Aristizabal, Andrés Ortiz y Fernando Sierra, Aviñón 20c de Pardo, Zuloaga y Vélez, y Naranjos / b. Puente Aviñón, / c. Guayacán de Aviñón I, /
Juan Bobo (2008) de la EDU. Y en la XXIII, Zándalo (2011) de Cristina Vélez O. d. Aviñón 20c, San Lucas / e. Punta de Piedra, San Diego /
f. Salento, Alejandría. / g. Zándalo, El Tesoro, Medellín.
82
Según el artículo de Juan F. Rojas T. y Francisco J. Arias R., “No hay techo propio para tanta gente”, El Colombiano,
Medellín, agosto 22 de 2012, p. 14: “Al 40% de las familias de Medellín no les alcanza el dinero para tener una vivienda 4.112. La torre predominante: a. Plan parcial de Ciudad del Río,
formal. Además, el 25% considera que sus ingresos son demasiado bajos para soñar con una casa digna y propia”. barrio Villa Carlota, Medellín / b. Ciudadela Nuevo Occidente,
Medellín / c. Ciudadela Suramérica, Itaguí y La Estrella / d.
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 167
83
Ciudadela campestre Norteamérica, Bello y Copacabana.
84
Además de los seleccionados en las bienales, otros proyectos destacables de los últimos veinte años son: Alminar
4.113. El futuro cercano: a. Plan parcial de Sevilla, Medellín /
(1995) de Carlos A. Pardo B. y Mauricio Zuloaga L.; Los Mandarinos (1996) de Alejandro Echeverri R. y Juan B. b. Plan parcial de Naranjal. Dibujos cortesía EDU.
Echeverri C.; Calle 6 (1998) de Juan D. Bocanumenth A.; Guadual de Aviñón (2004) de Carlos A. Pardo B., Zuloaga L.,
y Nicolás Vélez.; Astorga Lofts (2003) de Mauricio Valencia C. y Carlos M. Rodríguez O.; y Space (2012) de Laureano 4.114. Deshumanización del Valle: Loma del Indio,
Forero O. San Diego, Medellín.
a b c ferencia directa al problema del costo, la inversión monetaria y las implicaciones
de índole económico. El otro grupo se refiere a las condiciones o cualidades de
las unidades y de sus apartamentos, pero una mínima parte se refiere a asuntos
espaciales propiamente, es el caso de referencias a la flexibilidad y a la inte-
gración de los recintos sociales, aspectos que como se ha dicho, van en contra
d e f
de la especialización, la independencia y el aislamiento, condiciones básicas del
espacio doméstico. De nuevo salta a la vista la incomprensión del problema de
la domesticidad íntima; en estas estrategias no hay rastro de que “[…] sólo ha-
bitando puede llegar el hombre al cumplimiento de su verdadera esencia”,85 en
el sentido auténtico de habitar al encontrar un centro simbólico aislado de la ex-
4.115
terioridad, y mucho menos en la oferta de espacios complementarios comunes,
que es promovida como un atractivo de gran importancia.
LA COMERCIALIZACIÓN DE LO ECONÓMICO.
Tergiversación del ideal original
De manera simple podría decirse que si las necesidades básicas del hombre son
4.117
el alimento y el cobijo, la actividad humana originaria es la económica referida a
los bienes de vivienda, alimento y vestido, sin embargo, ninguna de estas necesi-
dades es exclusivamente económica, sino que ellas contienen prioritariamente
una dimensión simbólica religiosa, ética, jurídica, política, técnica o artística. En
este orden de ideas, el hogar instaura una versión propia de mundo en la cual
el ser tiene la experiencia vital llena de simbolismo y por ello “tener vivienda
es construir la tópica primitiva de la existencia humana, descubrir (alétheia) la
verdad del hombre y del cosmos”.87 Además, bien entendido el concepto de lo
económico, no se refiere a la rentabilidad financiera y ello representa más bien
una desviación de su acepción, pues economía es la “administración eficaz y
4.118
razonable de los bienes”;88 es por esto que en este aparte del texto se habla de
la tergiversación del ideal original de la mirada económica.
4.115. Otros casos sobresalientes: a. Alminar, b. Guadual de Aunque las preocupaciones básicas del proyectista cuando enfrenta el diseño
Aviñón, San Lucas / c. Los Mandarinos, Lalinde / d. Calle 6, La
Florida / e. Astorga Lofts, Astorga / f. Space, Altos del Poblado,
Medellín.
85
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 464.
4.116. Las estrategias comerciales: bono para compra de vivienda.
86
Le Corbusier, Op. cit., p. 96.
4.117. El simbolismo primitivo del espacio doméstico: plato de
porcelana con pintura (detalle), colección particular. 87
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 454.
4.118. La imagen, preocupación básica de proyectistas: Fountain RAE, Diccionario de la lengua española, 2001, disponible en: http://lema.rae.es/drae/, (acceso el 21 de septiembre de
88
Place, Ieoh Ming Pei, 1986, Dallas, EEUU, foto Yesenia Blandón. 2012).
de un rascacielos son básicamente las mismas y se concentran en la imagen, la
estructura y la seguridad, otra cosa diferente ocurre cuando el edificio es una
torre de vivienda que no alcanza a tener la suficiente altura ni la suficiente repre-
sentatividad en la silueta de una ciudad, como es el caso de la gran mayoría de
edificaciones en altura que albergan viviendas en el Valle de Aburrá,89 que oscilan
en promedio alrededor de los quince-veinte pisos, aunque obviamente están las
excepciones como el edificio de la Cámara de Comercio, el de vivienda más alto
del Valle de Aburrá con 139 metros y 32 niveles.
4.119
Bajo dichas condiciones la complejidad de la solución del problema estructural
y de la seguridad en el edificio es relativamente sencilla teniendo en cuenta
además que en el valle no se presentan vientos considerables para amenazar la
estabilidad de una edificación de las alturas manejadas y por otro lado, la zona
es de riesgo sísmico intermedio, lo cual tampoco exige sistemas estructurales
de gran envergadura, salvo contadas excepciones en las que la capacidad de
soporte del suelo lo exigen.
personales realizadas entre agosto y noviembre de 2012 a: Juan F. Montoya S. (Coordinador de diseño de vivienda de 4.120. Condiciones tecnoconstructivas de baja complejidad:
ARCO), Hernán D. Muñoz (Jefe de Taller de CONVEL), Jorge Hoyos C. (Arquitecto diseñador de AIA), Sergio Gallón V. panorámica del Valle de Aburrá desde el cerro del Padre Amaya.
(Director Departamento de Diseño de AIA) y en la experiencia profesional del autor.
4.121. Las unidades adaptadas a los criterios matemáticos:
El código colombiano de sismorresistencia NSR-10 se deriva de la Ley 400/1997 Por la cual se adoptan normas sobre
90 Entrepalmas de San Diego, San Diego, Medellín.
construcciones sismorresistentes, reglamentada y modificada por otras leyes y decretos, y establecido por el Decreto
4.122. La independencia de sistemas: Triangle, Las Lomas,
926/2010 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.
Medellín.
Le Corbusier, Op. cit., p. 192.
91
4.123. Inseparabilidad de los espacios geométrico y mental:
92
Carlos Martí A., Las variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 144. casa patial, San Cristóbal, Medellín.
la descomposición del soporte físico es perceptible, lo que fragmenta el tipo
conduciendo entonces a una percepción descompuesta del espacio doméstico.
Nótese que esta disección de los subsistemas de la arquitectura es también una
consecuencia del pensamiento positivista y abstracto de la cultura moderna; en
el que el mundo es factible de fraccionarse bajo un interés taxonómico, pues
frente al temor del caos natural y a la vida en su real expresión: rizomática, inex-
tricable, compleja, interpuesta, mixta, esférica, interconectada, múltiple… aparece
la mirada esquizofrénica, separatista, reduccionista, fragmentaria y distante del
verdadero sentido del espacio doméstico.
4.124
unos pocos casos otros sistemas especiales como aires acondicionados o siste-
mas inteligentes de control, obedecen a criterios fundamentalmente técnicos, al
cumplimiento de las regulaciones y las recomendaciones de los especialistas.99
Estos sistemas, en tanto que no modifican sustancialmente la experiencia del
espacio, sino más bien la apariencia superficial, no son significativos para el
espacio doméstico. 4.132
Hasta aquí, las variables son relativamente sencillas, de carácter técnico y no de-
mandan mucha creatividad ni conocimientos profundos por parte de los diseña-
dores. Pero otra cosa sucede con la imagen externa del edificio y por supuesto
con el espacio interior de las unidades que componen el sistema; y aunque este
160 último aspecto debería concentrar la atención de los arquitectos, por ser el es-
pacio geométrico el soporte fundamental de la experiencia íntima, “en cualquier
caso es la imagen, la forma distintiva del edificio asociado necesariamente a la
tecnología, la que sigue marcando las pautas de una tipología arquitectónica vin-
culada desde sus inicios a las leyes de mercado y a la representación simbólica
que ésta precisa”;100 la limitante de la creatividad en este sentido también es 4.133
financiera y parece por lo demás comandada aún por la idea de ruptura con el
pasado al considerar que “[…] en su lugar hay una apariencia de volumen, o, más
exactamente, de superficies planas que encierran un volumen”;101 que conducen
a una imagen frágil y simple para resguardar la interioridad humana.
99
Sobre instalaciones eléctricas y de datos, ver: ICONTEC, Código Eléctrico Colombiano NTC 2050, Bogotá, ICONTEC, 4.133. Imagen frágil para resguardar la interioridad:
2002, y el Reglamento Técnico de Instalaciones Eléctricas de 2004, definido por la Resolución 180398 del Ministerio de Mirador Barcelona, Robledo, Medellín.
Minas y Energía, modificado por otras disposiciones.
4.134. El esquema preestablecido: Bloque del zapatero,
100
F. Asensio C., Op. cit., p. 7. urbanización Römerstadt, Ernst May, H. Boehm y C. H. Rudolf,
1928, Francfort del Meno, Alemania, redibujado de Gössel, P.
101
H.-R. Hitchcock y P. Johnson, Op. cit., p. 56. y Leuthäuser, G., Arquitectura del siglo XX, p. 160.
lenguaje, pero el recurso monetario es siempre una condicionante fundamental.
4.136 Volviendo a la labor de diseño de las torres, cabe mencionar también que el
proceso inicia con la condición cuantitativa establecida por quienes atienden las
cifras y los requerimientos financieros de los proyectos; los diseñadores deben
obedecer la cuantificación del número de unidades y la cantidad de ellas por piso
y por torre, para que sean aceptadas por los potenciales compradores y de esta
manera obtener un proyecto exitoso, que se traduce en la venta anticipada de los
apartamentos en el menor tiempo posible. Los proyectos son abortados rápida-
mente si en sus etapas iniciales no logran satisfacer los intereses de los promo-
tores, representados en un número determinado de unidades con una cantidad
de metros y de recintos. Los arquitectos se ven en la disyuntiva de satisfacer 161
los intereses financieros de los promotores a costa de la calidad global de los
4.137 4.138
planteamientos. El trabajo se convierte en una labor de interpretación forzada de
normas103 y criterios para lograr acomodar a como de lugar el número de apar-
tamentos solicitado por el estudio financiero, con las condiciones que el mercado
dicta. Es aquí cuando se distinguen con claridad los mencionados dos grupos de
arquitectos en los que se divide el gremio.
4.138. Laboratorio de búsquedas: municipio, que incluye: medidas, disposiciones sobre elementos y espacios arquitectónicos, densidades, índices de
taller de profesional independiente, Medellín. ocupación y construcción, cantidad de unidades de vivienda y parqueaderos, alturas, retiros, cesiones, preservaciones,
restricciones, usos, etc.
4.139. Pérdida de la condición artística de la arquitectura:
ciudadela Sevilla, Medellín. 104
H.-R. Hitchcock y J. Philip, Op. cit., p. 97.
se conviertan en la reproducción de modelos de ordenamiento espacial y siste-
mas estructurales ya probados desde el punto de vista financiero, en contextos
y condiciones similares. Además, la experimentación estética, la respuesta a los
problemas profundos del habitar y de las condiciones del espacio doméstico,
pasan casi desapercibidos en la proyectación de la inmensa mayoría de estas
torres. No hay ni siquiera tiempo para pensar en ello, para cuestionar de manera
seria las implicaciones de las decisiones; la conciencia y la capacidad proyectiva
de los diseñadores se limita a producir esquemas abstractos de agrupamiento
según las normas y que aseguren el éxito comercial. Por ningún lado aparecen
4.140 4.141
las condiciones ontológicas, históricas y ancestrales del hogar; así, “[…] lo que
hacen sin modelo mítico, pertenece a la esfera de lo profano: por tanto, es una
actividad vana e ilusoria; a fin de cuentas, irreal”,105 que descuida la condición
numinosa del ser e impide el despliegue de lo trascendental.
Una vez encontrada la solución espacial del sistema general que produce las
suficientes unidades para alcanzar la rentabilidad requerida, el trabajo consiste
en desarrollar en detalle los aspectos tecnoconstructivos en el menor tiempo
posible y dentro de los estándares de costos predeterminados. De tal manera
se pone en evidencia que “[…] la facilidad y la simplificación técnicas serán unos
valores que se extenderán a todos los momentos de la casa […] El tiempo habrá 4.142
[…] el proceso de proyectación no tiene su modelo, su objeto de imitación en las acciones 4.140. Reproducción de esquemas tipológicos:
Roma, El Poblado, Medellín.
humanas del habitar, del sujeto hombre como producto cultural, sino en los compor-
tamientos del sujeto como consumidor y en consecuencia, los recursos poéticos, los que 4.141. El descuido de la condición numinosa:
Québec, El Poblado, Medellín.
hacen referencia al hacer humano, son cada vez más escasos en el diseño de la vivienda,
y cada vez son aquellos recursos retóricos, o sea los del persuadir, los del decir y el con- 4.142. El sentido material del tiempo.
vencer, los que predominan y tienen una mayor significación en la tarea del arquitecto.110 4.143. La repetición absurda de rutinas:
The joneses, Derrick Borte, 2009, imagen basada en
fotograma de la obra cinematográfica, tomada de http://collider.
105
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1992, p. 86.
com/david-duchovny-and-demi-moore-interview-the-jones/ the-
106
I. Ábalos, Op. cit., p. 183. jones-movie-image-7/
107
M. Eliade, Op. cit., p. 95.
108
Ibíd. 4.144. Visión pesimista de la vida: edificio,
barrio Doce de Octubre, Medellín.
109
J. Piaget et al., Op. cit., p. 31.
110
Gilberto Arango E., Gilda Wolf A. y Pedro P. Peláez, Los cambios en la vivienda en Colombia, discursos y percepciones, 4.145. La deshumanización del hábitat: Herradura,
Bogotá, Universidad Nacional, 1998, p. 93. Barrio Nuevo, Medellín.
Pero también es importante subrayar que uno de los factores qué más incide en
Infraestructura 12%
el costo de los proyectos de construcción urbana es el costo del suelo; según el
Terreno 13%
Factores de costo para la
Costos
administrativos 15% BID ,111 los costos de la vivienda en América Latina corresponden a 13% del
vivienda en América Latina
según el BID
terreno, 12% a la infraestructura, 60% a la construcción y 15% a los costos ad-
ministrativos. Sin embargo, en el Valle de Aburrá todavía existen áreas posibles
Construcción
60% para la expansión o zonas con muy baja densidad y usos inapropiados para su
ubicación, pero la presión que ejercen los grupos sociales sobre ciertas áreas
de preferencia elevan el valor de la tierra. Al respecto, el arquitecto antioqueño
Laureano Forero O. decía: “Hemos hecho experimentos teóricos de una Me-
dellín construida en cinco piso y el resultado sería maravilloso”.112 Por fortuna,
los proyectos de renovación urbana equilibran la preferencia por sectores, fa-
voreciendo un desarrollo más integral y amortiguando el costo de la tierra en
la región, además de concentrar el crecimiento. En este sentido, también es
necesario considerar que la expansión territorial trae consecuencias indeseables
como la pérdida de terrenos de cultivo, la destrucción de reservas, la cuantiosa
inversión en servicios públicos, las dificultades para el desplazamiento, etc.
4.146
Los rascacielos están justificados, en primer lugar porque optimizan el uso del territorio
4.147 ya que concentran la construcción verticalmente y así se respeta la vegetación y el eco- 163
sistema. En segundo lugar, el rascacielos es más eficiente en materia de transporte ya
que los desplazamientos se reducen al concentrarse en el interior del edificio, los rasca-
cielos son más eficientes en términos energéticos que el transporte en coches, trenes o
Altura apropiada para los Altura apropiada para los autobuses.114
edificios de vivienda en el edificios de vivienda en el Valle
Valle de Aburrá según los de Aburrá según los arquitectos
arquitectos no proyectistas. proyectistas.
De la encuesta realizada a arquitectos del Valle de Aburrá (anexos 6 y 7), el 66%
Otros 21% Otros 30% de aquellos que no han participado en la proyectación de torres de vivienda afir-
10-15
pisos
ma que la altura ideal para este tipo en el valle es entre cinco y diez pisos, y esa
13% 5-10 pisos
10- 15
pisos
5-10
pisos 40%
misma altura es la considerada como más apropiada por el 40% de quienes han
66%
30%
sido parte de los equipos proyectistas, seguidos de un 30% que dice que la altura
Prioridad en el diseño de Prioridad ideal en el diseño de idónea es entre diez y quince niveles, mientras que solo el 13% de los no proyec-
edificios de vivienda en el Valle
de Aburrá según arquitectos
edificios de vivienda en el
Valle de Aburrá según
tistas coincide con este rango. De esta misma encuesta se destaca el hecho de
proyectistas. arquitectos no proyectistas. que el 50% del grupo proyectista encuentra que el máximo aprovechamiento
del lote ha sido la prioridad del trabajo, seguido de un 20% cuyo objetivo funda-
Aspecto
estético
intereses
económicos
Otros
Aspectos
urbanos
mental fue el espacio público, y para un 15% o bien fue el aspecto estético o los
15%
15%
53% 27%
intereses económicos de los promotores. Mientras que en los no proyectistas,
para el 27% los aspectos urbanos deben primar, seguidos de un 20% que con-
Espacio
público
Máximo
aprovechamiento
Asuntos
bioclimáticos
sidera los asuntos bioclimáticos como los primordiales. Sorprendentemente, y a
20%
del lote 50% 20%
Juan F. Rojas T. y Francisco J. Arias R., “No hay techo propio para tanta gente”, El Colombiano, Medellín, agosto 22
111
de 2012, p. 15.
112
Raúl I. Mesa V., “Nano Forero suma otro premio y sigue soñando”, El Colombiano, Medellín, septiembre 19 de 2012, p.
44.
4.146. Los consecuentes problemas de la expansión urbana:
barrios noroccidentales, comuna 6, Medellín, 2012. Entrevista a Carlos Rubio C. en: Elmundo.es, Debemos volver a los bloques aislados y a la vivienda en altura, [video
113
Sin desconocer pues que las torres son una realidad ineludible y que tienen
enormes ventajas, para todos los usos, incluyendo el de habitación, hay que
poner en evidencia que ellas encarnan la mirada económica que se tiene en 4.148 4.149
[…] la ciudad en la que vive el sujeto posthumanista es el mundo entero, la ciudad global o
la “ciudad genérica” si se quiere, una entidad asociada intrínsecamente a los desarrollos
científicos y a la economía de mercado que implica la comprensión del territorio como
infraestructura de la circulación de las plusvalías, que se organiza no tanto por concen- a b
tración geográfica de plusvalía –la ciudad industrial– como por integración económica 4.150
utilizando la oposición desarrollo/subdesarrollo.115
164
nera adecuada, en tiempos coloniales “el fraude y la evasión de impuestos eran
hechos comunes en la provincia de Antioquia”.116 En 1852 el sueco Carlos S. de
Greiff (1793-1870) apuntaba que “por su carácter especulativo, verdaderos Yan-
kees, los habitantes de las secciones mencionadas de la provincia, conservan en
la jeneralidad, un profundo respeto a los preceptos de la relijión […];117 cosa curio-
sa y de doble moral pues por un lado se atendía supuestamente la religión, pero
por otro se especulaba con el dinero. Por el mismo año el ingeniero y geógrafo
italiano Agustín Codazzi (1793-1859) observaba que a los medellinenses los ca-
b c
racterizaba “[…] su deseo de enriquecerse lo más pronto posible […]”.118
Además, “sabido es que desde el siglo XVIII había aquí varios comerciantes que
acudían a las ferias de Cartagena, con escala en Mompós; y años después, previo
testamento y arreglo de conciencia se iban por esas Antillas, españolas o no”;119
mostrando desde aquel entonces la inclinación por estas actividades comercia-
les. Posteriormente hacia finales del siglo XIX el viajero d’Espagnat decía sobre
el medellinense:
4.152
El gusto por el dinero en Medellín también fue percibido por el médico y botánico
francés Charles Saffray (1838-?) a su paso por la ciudad, él decía: “El dinero
es el único que da a cada cual su valor […] El término único de comparación es
4.156 el dinero: un hombre se enriquece por la usura, los fraudes comerciales, la fa-
bricación de moneda falsa u otros medios por el estilo, y se dice de él: ¡Es muy
ingenioso!”;125 tradición que se extiende hasta el presente y que incluye el espacio
doméstico. Por su parte el periodista antioqueño Juan de D. Restrepo R. (1825-
1894) en 1852 manifestaba: “[…] esos banqueros […] que viven sentados en sus
poltronas explotando las miserias ajenas. Llenando sus cofres a mansalva, a-
rruinando los pueblos […] son una especie de vampiros que podrían inspirar
temor, pero nunca simpatías ni respetos”.126
4.154. Los valores culturales económicos: primer automóvil, Jaime Sierra G., Antioquia pasado y futuro, Medellín, Politécnico Colombiano, 1980, p. 73.
121
4.157. Las imágenes domésticas del dinero: Bucanero II, Juan de D. Restrepo R., “Cartas a un amigo de Bogotá”, en: Angélica Morales P., comp., De viajeros y visitantes,
126
Por otra parte, varios miembros de la élite, que pertenecían a la Sociedad de Me-
joras Públicas, estaban ligados al comercio y al desarrollo urbano, de hecho esta
asociación “[…] actuó como grupo político de presión frente al Estado para lograr
adelantar ciertas obras [que] convenían también a sus principales miembros,
pues estos estuvieron estrechamente ligados al negocio de las urbanizaciones
y a la especulación con finca raíz […]”.130 De tal manera, los promotores de estas
iniciativas acudían a los periódicos y revistas locales, para promocionar sus ur-
banizaciones y en ellos:
[…] resaltaban las cualidades del terreno, los espacios constitutivos de las casas, los es-
pacios nucleadores cercanos a los que iban a estar ubicados, los precios y las facilidades
de pago, entre otras características.
A partir de entonces la casa empieza a perder mucho de su valor simbólico como espacio
autoconstruido, al igual que se les imprimía el sello particular para habitarlo. La casa se
convirtió en un objeto que se construye para comerciar con él, entonces se compra y/o
166 se vende…131
4.159
127
Lisandro Ochoa, Cosas viejas de la Villa de la Candelaria, Medellín, IDEA / BENEDAN / FLA / EDA, 1984, p. 218.
128
Ibíd., p. 267.
129
Fabio Botero G., Cien años de la vida de Medellín 1890-1990, Medellín, Consejo de Medellín, 1994, p. 186.
130
F. Botero H., Op. cit., p. 41.
4.158. El antiguo negocio de la urbanización actualizado:
Lucía Martínez C., La transformación de los espacios y los objetos en las casas de Medellín entre 1830 - 1930, Trabajo
131 ciudadela campestre Norteamérica, Bello y Copacabana.
de grado en Historia, Universidad de Antioquia, Medellín, (inédito), 2000, pp. 96-97.
4.159. El fantasma comercial: casa particular, Miraflores, Medellín.
132
M. Berman, Op. cit., p. 88.
4.160. Destrucción imparable para el lucro especulador:
133
F. Botero H., Op. cit, p. 196. casa demolida, Boston, Medellín.
fue incrementando con el tiempo hasta llegar a los límites actuales, y si bien
la eficiencia constructiva y la rentabilidad conducen a la solución de muchas
dificultades y contribuyen a resolver el gravísimo problema de la carencia de un
techo, como no hay una reflexión profunda sobre la manera de habitar y sobre
las condiciones del espacio doméstico, a mediano y largo plazo el problema se-
guramente será más grave y traerá enormes dificultades que serán planteadas
en el siguiente aparte de este capítulo.
Finalmente, cabe manifestar que lo paradójico del asunto es que a pesar de que
la vivienda, desde este punto de vista, es un negocio financiero, “el mayor obs-
táculo que existe en la región [Latinoamérica] es el acceso al crédito por parte de
una gran porción de la población que vive en la informalidad, sumado a la falta de
suelo urbanizable en vivienda para estos segmentos”.135 Además, un 63% de los 167
colombianos paga arriendo y en el país hay solo 700.000 créditos hipotecarios,
lo cual muestra la incapacidad del sistema para atender la necesidad de vivienda.
Es posible pues que los intereses monetarios de los promotores de los proyectos
se vean satisfechos, pero el déficit de techo no queda solucionado; ni qué decir
4.164 de la calidad de la experiencia cotidiana de quienes habitan los cubículos de estas
torres, tema que se despliega a continuación.
4.166. El anhelo ideal: dibujo, Manolo Riba G. (seis años), 2013. 15B, el 59% de los habitantes de New York vivirían en otro sitio si pudieran”.
La forma residencial ideal, en cuanto es la más natural, es la casa baja unifamiliar. Ésta
garantiza a la familia la paz doméstica y una vida íntima, lo que en una época fuertemente
colectivista tiene una importancia particular. Solo este tipo de edificio permite enlazar
directamente todas las habitaciones con el jardín, aunque sea pequeño. Y esto significa
que el espacio habitable de la casa viene ampliado y completado por el espacio habitable
del jardín. La vivienda en la casa de pisos no podrá sustituir nunca para la familia y, sobre
todo, para los niños, las condiciones sanas de vida ofrecidas por la casa unifamiliar.137
También el arquitecto español Javier Gómez P., diseñador, con otros, de la Torre
Biónica,138 dice:
4.167
Yo creo que la mejor manera para un hombre vivir es en una casita pequeña en un acan-
tilado, en un bosque o mirando al mar, no hay lugar más ideal, pero diez millones de per-
sonas no pueden vivir en una casita pequeña en un acantilado mirando al mar; ante esa
elección, cuando pasamos de diez millones a veinte, a treinta o a cuarenta no nos queda
más remedio que vivir de otro modo.139
Pero además, “la vivienda soñada […] rodeada de hierba y árboles, en el campo
o en el suburbio, […] No es una necesidad real, sino un símbolo. Este símbolo
significa una casa aislada, unifamiliar, no una casa de hilera, y el ideal del hogar
es estético, no funcional”;140 en este sentido y adecuando lo planteado por Jung,
4.168
en tanto arquetipo, la casa unifamiliar aislada en el campo es una forma típica de
representación de una conducta, como lo es todo contenido de conciencia. Ella,
al representar autonomía, afirma dominio, raíces y una porción de mundo hecha
según los deseos personales.
4.177. Las “trayectorias” de Deligny: Calazans, Medellín. Estudios Superiores de Occidente, 2007, p. 40.
la memoria de lo superior –cielo y dioses– y que se aleja irremediablemente del
suelo conector con la Tierra, mutila pues la conexión cósmica del mito de la
construcción rompiendo la continuidad de la reactualización transmitida de
generación en generación y que está grabada en lo profundo de la memoria
humana y que, siguiendo a Jung, aunque pulsa, como todos los contenidos in-
conscientes, al no encontrar concreción en el mundo consciente, se convierte
en parte de la sombra síquica que impide la realización plena del ser. Y es que la
casa desde tiempos inmemoriales, como lugar de la existencia, dió cabida a los
ámbitos mentales y simbólicos del ser: 4.178
En tal sentido, debe agregarse “[…] que la mayoría de los pueblos primitivos ve-
neraban la Tierra, y que su sensibilidad religiosa gravitaba alrededor del culto a la
tierra y la naturaleza”,149 cosa que no fue ajena, como se mostró en los capítulos 4.179 4.180
anteriores, a la vivienda prehispánica ni a la casa de patios, pero que ahora se
obstaculiza en la realidad geométrica de las torres pues “por su naturaleza amu-
rallada, los edificios son excelentes para aislar las personas de la tierra, el sol,
las estaciones, las plantas, los animales y a las mismas personas entre sí. Hace
falta tomar conciencia para reestablecer las conexiones y crear edificios que in-
corporen estos elementos”;150 ya que la ruptura de la vertical producida por este
alejamiento de la tierra y por la desconexión con el cielo, parece ser uno de los
170 más graves inconvenientes que el tipo de la torre posee, aunque para la inmensa
mayoría de sus creadores, promotores, constructores y habitantes, pasa desa-
percibido. Incluso Hitchcock y Johnson lo manifestaron como anhelo moderno:
“[…] la horizontalidad, que es desde un punto de vista efectista la característica
más visible del estilo internacional, es todavía estéticamente inaceptable para el
cliente medio americano”,151 es decir, esta condición aplastante y bidimensionali- 4.181 4.182
zante habría de ser una conquista y la señal de apertura mental para alcanzar la
arquitectura del futuro. Tal vez en otros contextos, dicha intención sería acorde
con la realidad, pero en el Valle de Aburrá la situación es realmente diferente,
como se ha visto.
Para completar lo planteado, cabe extender las palabras que se refieren al pro-
blema enunciado: “La edificación por pisos genera naturalmente horizontalidad.
Es más, la mayoría de las funciones necesitan un extenso desarrollo en un plano
horizontal […] ya que la horizontalidad es la consecuencia más obvia y directa
del intento de satisfacer las funciones mediante la construcción moderna”;152 ob- 4.183
sérvese cómo la horizontalidad se acepta como una condición propia del mundo
4.178. Mutilación de las conexiones cósmicas: habitación,
moderno y no se cuestiona, sino que por el contrario se exalta como parte in- apartamento, El Pinar, La Florida, Medellín.
trínseca de la dinámica propia del espacio arquitectónico de corte funcional. Sin 4.179. La sombra síquica, obstáculo del ser.
embargo, los mismos autores hacen alusión a la contradicción que surge en el
4.180. El eje del mundo: casa particular, Saint Croix, Islas
Vírgenes, EEUU.
Tal y como lo plantea el arquitecto español Iñaki Ábalos (1956), “la horizontali-
4.184
dad se manifiesta por la negación total y sistemática de cualquier ordenamiento
vertical. Crea una imagen no ya de ligereza sino de indiferencia gravitatoria,
responsable junto con la luz y la simetría horizontal de ese efecto emocional
contradictorio […]”,154 así la percepción horizontalizada de la existencia, generada
en la imagen impuesta por el emparedado espacial de los apartamentos, obliga
al hombre a olvidar su condición mortal, su trascendencia primigenia y su sen-
tido vital. Además, la regularidad aumenta el efecto horizontalizante, sobre todo
aquella que sobreviene con la ventana corrida o la repetición indiscriminada de
vanos idénticos que no distinguen la especialidad de los recintos, ni sus condi-
ciones particulares de privacidad.
4.185
Así, de manera contradictoria, la verticalidad del volumen de las torres conduce
a la horizontalidad tajante del microcosmos habitacional, pues aunque la per-
cepción externa del objeto arquitectónico es vertical, la búsqueda de la altura es
tan solo una ilusión óptica que no tiene nada que ver con la vivencia del espacio
geométrico al interior de los recintos; el mismo Ábalos dice, refiriéndose a la
horizontalización del ámbito arquitectónico, “[…] que transforma al sujeto tradi-
cional pasivo en un sujeto activo, que construye en su motricidad, a través de la 171
experiencia fenoménica, las simetrías que antes se organizaban verticalmente
desde el más allá, como efecto de fuerzas cósmicas o trascendentes”;155 en tal
caso, podría afirmarse que el ser horizontal de estos microcosmos define una
4.186 4.187 deshumanización doble, descelestializada y desterritorializada.
Entonces, como ser carente de lo celeste y sin territorio, el ser humano que
habita estos lugares de tridimensionalidad horizontal instaura su universo mate-
rial, como imago mundi, carente de la relación vertical con otros universos y sus
seres, olvidando que “el hombre sabe de sí, pero necesita un punto de apoyo
en la realidad sensible exterior”,156 y en consecuencia, la existencia se aplana y
se diluye en un horizonte que muchas veces se limita con el obstáculo visual de
otras torres, o en el mejor de los casos, como lo es en el Valle de Aburrá algunas
veces, con el de las montañas próximas de su geografía. La ortogonalidad tridi-
mensional, propia de la percepción premoderna en el valle, se limita entonces de
4.188 4.189 manera exclusiva a una noción estrecha, unidireccional y achatada del mundo, ya
4.184. Destrucción de la escala humana y congestión visual: que “[…] las estructuras espaciales dependen de dos tipos de experiencia, física y
barrio Laureles, Medellín.
lógico-matemática (por esa razón, sin duda, la imagen visual desempeña un pa-
4.185. El efecto horizontalizante de la existencia: Buganville,
Laureles, Medellín.
pel privilegiado en la intuición geométrica), y de dos tipos de abstracción, simple
y reflexiva”.157 El producto de esta imagen simplificada y empobrecida del mundo
4.186. Aparente verticalidad: Silecia, Los Balsos, Medellín.
Por eso es que “la nueva antítesis de la ciudad ya no es el campo primitivo, sino
un mundo extraurbano altamente desarrollado, supertecnológico, autosuficiente,
planificado y organizado en su totalidad”,158 como son los centros comerciales
periurbanos o las utopías de Archigram, los metabolistas, o Arcosanti, y más re-
cientemente las anticiudades como Dubai, versiones todas que han sido creadas
ex nihilo, en territorio virgen, sin raíces en la Tierra ni en la historia. Y aunque en
4.190 4.191
el valle la metrópoli ocupa el lugar de su historia, “su presente se inventa, hora
tras hora, en el acto de desechar lo adquirido y desafiar el porvenir”,159 bajo la
sospechosa consigna de la innovación y en medio del mundo horizontalizado de
las torres, en las que:
Hasta la mirada se acobarda porque no alcanza lejanías. ¡Qué tristes son los ojos sin
horizontes! ¡Qué triste la vida, cuando sentimos que el espacio se nos reduce! Ya no hay
vuelos por las alturas, ya no divaga el pensamiento por el azul infinito; y el alma, aterida y
recelosa, repliega sus alas y quiere recogerse a su escondite. ¡Pero ni eso le es dado en
tanta angustia!160
4.192
Otra de las consecuencias del alejamiento de la Tierra tiene que ver con el hecho
de que “las adaptaciones domésticas del espacio público son las que extienden
el territorio de la casa al exterior de esta, llevando consigo parte de los hábitos
que configuran el hogar […]”. Esto ocurría sin inconvenientes en el tipo ancestral
de la choza y en la casa de patios, pero en el apartamento esta posibilidad se
prohíbe; no es posible extender el mundo sobre la tierra, ella está tan distante y
ha sido tan reglamentada, que las posibilidades de extensión del hogar se limitan 4.195
Alicia Lindón, “El mito de la casa propia y otras formas de habitar”, Scripta Nova, [revista electrónica en internet],
162
4.194. El espacio de la tranquilidad, ausente.
Barcelona, Universidad de Barcelona, agosto de 2005, IX (194), disponible en:
http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-20.htm, (acceso el 27 de julio de 2011). 4.195. Las extensiones territoriales populares: Bomboná, Medellín.
a ocupar una pequeña área en algunas zonas comunes. La clase de objetos y
actividades que pueden ser ubicados, utilizados o realizados en estos lugares
está predeterminada, no se permite ninguna libertad, en cambio hay todo tipo de
prohibiciones y restricciones, lo cual contribuye a aumentar la distancia mental
de la Tierra respecto al hogar.
4.200. La plenitud del contacto con la naturaleza: casa particular, P. Devereux, J. Steele y D. Kubrin, Op. cit., p. 17
163
propias necesidades especiales, pero a veces para fines que no están claros”.169
De los estudios que se han adelantado con mayor profundidad, están los que
tienen que ver con las consecuencias médicas de la ionización, que según los
investigadores pueden estar relacionados con diversas dolencias físicas y al-
teraciones de orden psicológico.172 Como es sabido, la estructura iónica de los
167
Roberto Giraldo M., médico colombiano, investigador, especialista en infectología e inmunología, 4.202. El cuerpo en permanente interacción con el medio.
psiconeuroinmunología y medicina psicosomática, entrevista personal, septiembre 20 de 2012.
4.203. La energía sutil, imagen con cambios digitales del autor.
168
Paul Devereux, La memoria de la Tierra, Barcelona, Martínez Roca, 1993, p. 301.
4.204. Implicaciones biológicas de los materiales constructivos
169
P. Devereux, J. Steele y D. Kubrin, Op. cit., p. 82.
en las torres: acero de refuerzo estructural.
170
Ver: Ibíd., pp. 77-101. y Mariano Bueno, El gran libro de la casa sana, Barcelona, Martínez Roca, 1992, pp. 25-93.
4.205. Efectos invisibles e incomprensibles del entorno en los
Mariano Bueno, Vivir en casa sana, disponible en: http://www.holistika.net/salud/articulos/vivir_en_casa_sana.asp,
171 organismos vivos.
(acceso el 31 de octubre de 2012).
4.206. El cuerpo humano determinado por infinidad de
172
M. Bueno, El gran libro de la casa sana, Op. cit., pp. 59-60. condiciones naturales.
átomos puede ser alterada por diversos factores, resultando perjudiciales los
cargados positivamente, mientras que los negativos resultan favorables a la vida
en general. En el sentido que ocupa a la investigación referente a la ubicación
de la vivienda en las torres, es de resaltar, que el alejamiento de la naturaleza
desconfigura la armonía iónica necesaria para un correcto ejercicio de los órga-
nos y funciones vitales. Recuérdese que el contacto directo con el suelo, con los
rayos solares, con la lluvia y con la vegetación estaba presente en los tipos de
la cabaña primitiva y en la casa de patios, pero en las torres de vivienda cambia
radicalmente. De hecho, la práctica de caminar descalzos en contacto directo
4.207 4.208
con la Tierra “[…] permite reequilibrar las cargas positivas (predominantes en la
atmósfera) y las negativas (predominantes en la tierra)”.173
Así también, las ondas Schumann, que ejercen una influencia reguladora y esta-
bilizadora sobre los procesos fisiológicos, aparecen con frecuencia perturbadas
o anuladas en edificios construidos con copioso hormigón;174 de similar manera,
el denominado efecto Jaula Faraday que resulta por el aislamiento del campo
eléctrico natural mediante estructuras metálicas, reduce notablemente la capaci-
dad de defensa del organismo; y dado que en los edificios en altura el acero
es utilizado abundantemente, es posible el riesgo.175 Otro aspecto de carácter
biológico asociable a las afecciones que puede acarrear en el ser humano la dis-
tancia de la Tierra, es el que se refiere a la periodización de los pulsos terrestres
4.209 4.210 que oscilan entre ocho y veinte ciclos por segundo y que están en consonancia
con los pulsos de la actividad electromagnética del cerebro, siendo entre ocho y
doce ciclos el ritmo del denominado estado alfa, que corresponde al de máxima
relajación.176
En este sentido, de las afecciones de la materia física y de las fuerzas que actúan 175
sobre, desde y contra ella, es importante tener en cuenta el problema de la
fuerza gravitatoria, ya que “la gravedad es una expresión del espacio curvado […]
Los seres humanos viven dentro del espacio curvado de la Tierra… y dentro de
su tiempo, pues ambas cosas forman parte del mismo sustrato de la existencia
4.211
del tiempo-espacio”;177 y cuanta mayor fuerza gravitatoria más lento transcurre
el tiempo, por ende a mayor altura, el transcurso temporal será más acelerado,
aunque en proporciones medibles sólo atómicamente. Habría que hacer estu-
dios más profundos sobre las implicaciones de la disminución de la gravedad
en los edificios de habitación, toda vez que hasta ahora se han considerado in-
significantes, pero que “aunque se trate de magnitudes relativamente débiles o
de escasa intensidad, son capaces por resonancia de interactuar con todos los
procesos de la vida”.178 Sin dudas pues, “el organismo humano requiere un con-
trapeso entre su entorno orgánico y su vecindad artificial. Separado de la tierra y
4.212
del crecimiento, no alcanzará nunca el equilibrio necesario para la vida”.179
4.207. El contacto directo con el mundo en la casa patial: casa de
San Pedro Claver, s. XVII, Cartagena, Colombia. Ahora bien, asociando esta condición física gravitatoria y sus implicaciones es-
4.208. La distante naturaleza en las torres: Fuentes de Perú, pacio temporales a la comentada horizontalización del dominio geométrico del
barrio La Candelaria, Medellín.
180
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 187. 4.214. La mirada veladora: Terraverde, Castropol, Medellín.
185
J. Attali, Op. cit., p. 68. 4.218. El lugar sagrado: imagen mariana al acceso.
se aplican aún hoy en los esquemas espaciales de las células de vivienda, y que
han conducido a la deshumanización del espacio doméstico:
4.219. Casa (lugar de los muertos y los vivos): a. Urna funeraria Aquí cabe incluir de nuevo las palabras de M. Berman cuando habla de la
prehispánica, marrón inciso, recuperada en Hato Viejo, Bello,
colección Casa Museo de Marco Fidel Suárez, Bello / b. Reunión consternación de algunos de los críticos de la modernidad quienes denuncian
íntima, álbum familiar.
que “[…] la vida moderna parece uniformemente vacía, estéril, monótona, ‘unidi-
4.220. Los símbolos numínicos ausentes en el espacio doméstico
de las torres: arreglo floral, Santa Helena, Medellín.
mensional’, carente de posibilidades humanas: cualquier cosa percibida o sentida
como libertad o belleza en realidad es únicamente una pantalla que oculta una
4.221. La exposición indeseada: ciudadela Nuevo Occidente,
Medellín esclavitud y un horror más profundos”,190 y lo peor es que la imposibilidad de
4.222. Perspectiva centrífuga: zona social, apartamento, La
Florida, Medellín.
186
Carl G. Jung et al., Op. cit., p. 94.
195
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 492. 4.230. Artífices de las fisuras domésticas.
que la especie humana se de cuenta, no solo los recintos domésticos, sino que
aquellos artefactos que no hace mucho soñó como posibilitadores de una mejor
vida, se han convertido en los enemigos electrodomésticos o digitodomésticos
de la intimidad, la pausa, la introspección, la meditación, la profundidad y la impe-
riosa individuación como posibilidad concientizadora e iluminadora de la sombra
interior del ser.
A esta situación habría que añadirle varias cosas, por un lado, la tendencia con-
temporánea promovida por ciertas corrientes psicológicas que promueven la
renovación del ser sobre sus valores individuales para hacerlo psíquicamente
más fuerte, más capaz y más independiente, convencido de que la soledad es
sinónimo de fortaleza, en contravía de los lazos sociales que han tejido por ge-
neraciones la urdimbre que soporta el espacio doméstico. Por otro lado, las pre-
siones económicas del mundo contemporáneo y los inducidos controles de la
natalidad, que se cruzan con la emancipación de la mujer y la superación de su
4.235
condición exclusivamente reproductiva y asociada al enclaustramiento domés-
4.231. Electroenemigos de la intimidad. tico, han llevado a la reducción del número de integrantes familiares, incluso al
4.232. El atraso de la arquitectura habitacional: a. Avellanas,
extremo de estar constituidas por un solo individuo.
2013, Robledo / b. Campiña del Rodeo, Capital, 2013, Belén / c.
Tierra Clara, Capital, 2013, loma de los González, Medellín.
Además, se ha publicado el espacio doméstico en el sentido en que ciertas fun-
4.233. La extraña consistencia de los espacio virtuales: Isolda,
Diana Martínez, 2009, instalación, Museo El Castillo, Medellín,
ciones anteriormente desarrolladas en el ámbito privado de la casa han sido
foto de la artista. absorbidas por instancias públicas. “Cielo, infierno y tierra tan cercanos que
4.234. Registros de cuerpo y alma: Homenaje a John Cage, Opus,
2012, instalación, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
196
B. Colomina, Op. cit., p. 283.
4.235. La urdimbre doméstica de las antiguas familias,
álbum familiar. 197
Régis Debray, Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1998, p. 93.
equivocan sus entradas y ya no se sabe quién es quién ni dónde se halla cada
uno”,198 de tal manera, las actividades sociales domésticas y tareas como la pre-
paración de los alimentos, el lavado de la ropa o la crianza de los hijos, se hacen
por fuera del espacio doméstico. A veces ni las funciones primigenias del hogar
están presentes en el recinto íntimo y “los productos se presentan y promocio-
nan como medios para viajar y evadirse. Nuevos objetos nómadas invaden el
día a día, prótesis de vida y de saber, instrumentos de un nomadismo lúdico: el
deporte, el turismo, el espectáculo y la droga”.199
rota con la aparición de las ideas modernas, incorporadas en las viviendas de los
años veinte y treinta, y que ahora obtiene su partida de defunción con la super- 4.236. El nomadismo lúdico.
especialización y la separación radical de pequeñas tridimensionalidades en cada 4.237. El espacio doméstico y la intimidad como mercancía
dormitorio, para dar apertura a universos conectados por redes virtuales muy de consumo: anuncio de Gran Hermano, tomada de AV
Monografías 102, p. 13.
recientemente conocidas y poco amistosas con el cuerpo matérico humano, cuya
constitución y memoria genética tiene más de cuatrocientos siglos de evolución 4.238. La presencia de lo irreal y ausente: La cita (homenaje a
Ethel Gilmour), Adriana Escobar, instalación, Sala U,
Universidad Nacional, Medellín.
“El narcisismo aparece, así, como la nueva faz del individualismo […] el individuo
narcisista es un ser insolidario y débil que encara todo contacto –incluso en el
terreno que más valora, el personal– con descreimiento y un profundo temor”;205
sin la posibilidad de que su casa sea la imagen de su Yo, como personalidad úni-
ca, el narcisista persigue desesperadamente una imagen ficticia de sí mismo en
la comercialización de sus deseos dando paso a una cultura envuelta en su pro- 181
pio veneno, embriagada con él y asistiendo a su muerte lenta, con el agravante
de que “[…] los mismos impulsos económicos y sociales que transforman in-
cesantemente el mundo que nos rodea, para bien y para mal, también transforma
4.244 4.245
las vidas interiores de los hombres y las mujeres que lo habitan y lo mantienen
en movimiento”.206 Surge entonces la duda sobre la permanencia, la memoria, la
huella y la historia en un contexto como el del Valle de Aburrá, en el que para el
espacio doméstico han operado dos rupturas tajantes por la imposición abrupta
de modelos estereotipados y que ahora se exalta con el fantasma de la inno-
vación, que sigue siendo producto de una modernidad mal entendida. No puede
escapar al espacio doméstico este crucial y actual cuestionamiento que en diver-
sos escenarios culturales se tiene como ruta para la recuperación de un orden
global humano en el que la diferencia y especificidad se respeten en equilibrio
con la idea de totalidad de la especie.
4.246
Los tipos mixtos, los edificios híbridos, los rascacielos de Ken Yeang, los observatorios
4.250
son denominaciones contingentes y pioneros de transformación, de disipación energética,
182 ahora produciéndose en la ciudad azul, estimulados por ellas. De hecho son los cuatro
elementos, el aire, el agua, el sol y la tierra, considerados como objeto de contemplación,
como infraestructuras o como energías, los que ahora se constituyen en los objetos prin-
cipales de proyectación: exfolian continuamente proyectos, tanto de naturaleza pública
como privada. Repensar los tipos desde esta atención a los elementos naturales es la
clave para desarrollar una nueva organización tipológica en la ciudad azul.208
4.251
Estas palabras se conectan directamente con una de las ideas que dio origen a
este trabajo investigativo, Casa, hogar y cielo, y que en el capítulo que concluye
se refuerza al evidenciar que el Cielo está lejano y la Tierra distante; habría que
intentar acercarlos de nuevo a la intimidad doméstica para asistir a una verda-
dera transformación cualitativa que beneficie el paso fugaz del ser humano por
el planeta, porque el cuerpo que lo alberga y su memoria ancestral están más
sujetos aún a la noción estética y a la mágica, aunque aparentemente no lo sea
así; incluso en este sentido puede afirmarse que el espacio doméstico “conserva
ciertos restos indisolubles de vida arcaica inaccesibles a un pensamiento racio-
nal pragmático”,209 restos que remiten a una materialidad perdida en los que se
4.252 4.253
estaba a salvo entre el Cielo y la Tierra, muy distinta a la emparedada espaciali-
4.247. La centenaria ilusión: planta concentrada, urbanización
dad de las torres. Durrenberg, Alexander Klein, 1931, Leipzig, Alemania.
pacio de la vida personal, sino un despliegue de tecnologías nómadas”210 que han 4.249. Disolución de los vínculos éticos: Alejandría, Medellín.
4.256
183
1
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 66.
2
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1992, p. 150.
3
Carl G. Jung et al., El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1969, p. 82.
4
M. Eliade, Op. cit., p. 146.
lo religioso y la estética, coloca al individuo en una situación favorable para el
buen funcionamiento del dispositivo sociotécnico”,5 en cambio, la ruptura de los
ciclos naturales impide el despliegue fisiológico y pone en desventaja al individuo
privado de ellos.
5
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p. 278.
6
M. Eliade, Op. cit., p. 151.
Carol Venolia, Casas que curan, Barcelona, Martínez Roca, 1996, p. 77.
7
8
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 282.
El marcado sentido simbólico y espiritual de la cabaña prehispánica, y el simbolis-
mo religioso, repleto de estímulos estéticos, presente en la casa de patios, dan un
sentido trascendente a la vida de sus habitantes; en tanto símbolos arquetípicos
dotan a los seres humanos de una prospectiva superior a su fugaz existencia,
“les da amplio espacio para el desenvolvimiento de la personalidad y les permite
una vida plena de verdaderas personas. Su situación es mucho más satisfactoria
que la del hombre de nuestra civilización que sabe que es (y seguirá siendo) nada
más que un ser vencido sin un sentido íntimo que darle a su vida”.9 En medio de
una crisis existencial generalizada, creyendo “superada” su condición espiritual,
el hombre actual, no es consciente de que “[…] lo quiera o no, conserva aún hue-
llas del comportamiento del hombre religioso. No puede abolir definitivamente
su pasado, ya que él mismo es su producto […] La mayoría de los hombres ‘sin
religión’ se siguen comportando religiosamente, sin saberlo”.10
9
C. G. Jung et al., Op. cit., p. 89.
10
M. Eliade, Op. cit., pp. 171-172.
11
Helena Béjar, El ámbito íntimo, Madrid, Alianza, 1988, p. 105.
12
Ibíd., pp. 211-221.
13
José L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-textos, 1992, p. 25.
14
C. G. Jung et al., Op. cit., p. 67.
cos logrados en los últimos años, ese cuerpo vital que contiene la información
ancestral, aunque inexplicable todavía en su totalidad, de carácter actitudinal,
psicológico, comportamental e instintivo, no se modificará en lo fundamental en
los próximos años o siglos, ya que, “[…] –salvo que se produzca algún desafuero
genético– es improbable que cambiemos en las generaciones venideras”;15 lo
cual plantea el reto de darle cabida en el futuro al pasado (incluso prehistórico)
y al presente actual, con todos sus logros tecnocientíficos, con todas las posibili-
dades virtuales y con todas las limitaciones de lo evanescente. En esta búsqueda
de un mejor futuro no puede olvidarse que “[…] la apoteosis de la modernidad es
una rutina”16 que el espacio doméstico no puede acolitar, pues en gran medida,
como se ha establecido, él define al ser, determina su manera de hacer y le da
sentido o no a su paso por el mundo.
Pero además, infortunadamente, ahora este mundo se ve como una simple ma-
terialidad instrumental, bajo una perspectiva explotadora, pues, como se advirtió
en el capítulo anterior, la mirada económica y de condición horizontalizada que
generan los apartamentos contemporáneos, instaura una posición de dominio
soberbio sobre la Tierra que conduce a un distanciamiento insensible, indiferente,
consumista y prepotente, llevando incluso al planeta al pie del abismo ecológico.
No obstante, y acogiendo el final del paradigmático libro de Berman, “creo que
nosotros y los que vengan después de nosotros, seguiremos luchando para ha-
cer de este mundo nuestro hogar, incluso si los hogares que hemos hecho, la
calle moderna, el espíritu moderno, continúan desvaneciéndose en el aire”.17 Por
eso es que el ideal doméstico de la casa aislada rodeada de bosques, aunque
utópico y exclusivo, pulsa en la mayoría de los atormentados mortales que ha-
bitan en el valle de los aburráes en la actualidad, o incluso tal vez en gran parte
188 del planeta citadino, sin la esperanza de alcanzar el sueño y sin una explicación
consciente de su razón de ser. En contraste, y sin la más remota posibilidad de
hacer de este el hogar común en el siglo XXI, los proyectistas más responsables
se debaten entre su ética y la presión implacable de los intereses financieros que
obligan la búsqueda del apilamiento en torres cada vez más altas compuestas de
unidades cada vez más pequeñas, en la mayoría de los casos.
18
A. Rapoport, Op. cit., p. 81.
Con mayor razón el reto es más fuerte y la necesidad del cambio es inaplazable,
tal vez de esta manera podrá avizorarse un futuro cualificado para el espacio do-
méstico de los habitantes de este cañón tropical, o incluso del globo entero; “en
esta situación, la cuestión de qué ha sido suprimido y rechazado al inconsciente y
qué debe ser restaurado si se quiere que el hombre recobre su equilibrio consti-
tuye una exigencia primordial para cualquier cultura integrada”.19 Por eso el cono-
cimiento de las verdaderas necesidades del ser en su intimidad doméstica, como
el aislamiento, la especialización de recintos, la gradación espacial, la relación
con el mundo natural, la conexión interdimensional y la fusión de horizontes
temporales, son fundamentales para establecer un escenario apto para habitar
la tierra, morándola a la espera del futuro y con arraigo en el pasado; proyectado
en el tiempo y el espacio, en armonía con el universo, simbólicamente aferrado a
la Tierra pero lanzado a la plenitud del infinito, porque “el hombre siempre puede
más y tal poder más implica insatisfacción […] Por eso una voluntad que es a la
vez finita –porque tiene comienzo y existe en el tiempo– e infinita se refiere al
futuro haciendo historia y se refiere a lo eterno esperándolo”.20
Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 31.
19
20
Jorge V. Arregui y Jacinto Choza, Filosofía del hombre, Madrid, Rialp, 1993, p. 379.
21
Jacques Attali, El hombre nómada, Bogotá, Luna, 2010, pp. 407-408.
22
Eugene E. Viollet-le-Duc, Historia de una casa, Madrid, Abada, 2004, p. 72
23
M. Eliade, Op. cit., p. 176.
24
Ibíd., p. 111.
–Cielo y Tierra– operan, como cualquier símbolo, desde el inconsciente, no hacen
presencia solo cuando se tiene consciencia de ellos, cuando están en la mente,
sino que por el contrario, predeterminan: comportamientos, actitudes, estados,
modos, maneras, conductas y relaciones, de manera integral pero silenciosa en
el ser humano.
25
Un prototipo en escala natural de esta casa fue construido en la exposición Daily Mail Ideal Homes en Londres,
Inglaterra en 1956.
26
Beatriz Colomina, La domesticidad en guerra, Barcelona, Actar, 2006, p. 235.
27
S. Giedion, Op. cit., p. 32.
28
A. Rapoport, Op. cit., p. 177.
Aldo Van Eyck, “El interior del tiempo”, en: Pere Hereu, Joseph M. Montaner y Jordi Oliveras, comp.,
29
Desde esta perspectiva, el receptor tridimensional del hogar tendrá que ser, para
responder a la verdadera consistencia estética, poética y simbólica del ser, una
colección agrupada de componentes que permita escenificar la diversa, errante,
variable e impredecible experiencia íntima, “[…] sería una multiplicidad de micro-
cosmos, cada uno de los cuales obtendría su identidad a través de sus propios y
diferenciados atributos topológicos. […] una suma de espacios, sin unidad ni co-
herencia final; una proliferación de habitaciones y cosas cuya relación únicamente
puede ser descrita por las preposiciones”.31 De esta manera, la visión científica
del espacio como una entidad neutra de carácter ilimitado, se transformará en
un dominio en el que surjan los hábitos determinantes de la experiencia vital a 191
través de estímulos y respuestas afectivas, de satisfacción, de utilidad, estéticas
por un lado, y por el otro de orden espiritual y religioso, pues “la función primaria
de la casa es filtrar el mundo exterior y producir un encuentro cuasiteológico con
el cielo vacío, un cielo que la casa privatiza. En cierto, modo la casa permite que
el cielo baje hasta tocar a su habitante”,32 para otorgarle sentido a la existencia y
facilitar la instauración de mundo en y con la Naturaleza.
Naturaleza natural que ha sido desplazada por ese tercer reino stiegleriano que
ha hecho ausente y ha puesto a punto de disolución la natural, pues por ejemplo
“rara vez nos percatamos de las mudanzas estacionales en el curso del sol, de
las fases de la luna, o de las señales que indican un cambio de tiempo. Y hemos
olvidado que estos y muchos otros factores todavía influyen en el estado de
nuestro ser”;33 en consecuencia, la casa próxima deberá contemplar la posibili-
dad de recobrar la Naturaleza, no solo de sus cualidades visuales o higiénicas,
sino también su sentido numinoso, y reconectar física, biológica, energética y
simbólicamente al ser humano con la Tierra, y con la tierra; deberá establecer
una nueva comunicación entre el mundo superior, el inferior y la superficie. De-
berá propiciar el encuentro directo con el humus, para volver a ser humanos y
recordar la aureola religiosa de las situaciones existenciales inmemoriales.
Bernard Stiegler, “Leroi Gourhan. L´inorganique organisé”, en: Les Cahiers de médiologie, Nº 6, Pourquoi des
30
médiologes?, Paris, Gallimard, 1998, (Jairo Montoya, tr.), en : Cuadernos de Biología N° 17, Medellín, 2002, p 67.
Iñaki Ábalos, La buena vida, Barcelona, Gustavo Gili, 2002, p. 96.
31
32
B. Colomina, Op. cit., p. 237.
33
C. Venolia, Op. cit., p. 20.
Y deberá también permitir la relación directa con el Cielo y con el cielo, tanto
desde el punto de vista mítico, trascendental, emotivo y espiritual, como desde
la perspectiva física literal, pues por ejemplo desde ese aspecto, “aunque en un
tiempo se pensó que la luz nos afectaba sólo por medio de los ojos, ahora se
sabe que penetra por la piel y alcanza incluso el cerebro directamente a través
del cráneo”,34 ya que como se ha dicho con anterioridad, el cuerpo anatómico
humano evolucionó por milenios en contacto directo con la luz solar, por lo que
requiere todo el espectro de la radiación solar para su correcto funcionamiento.
Así, incorporar el uso de la energía solar para los sistemas de acondicionamiento
del aire en la vivienda, para la preparación de los alimentos, para el calentamiento
de agua, para la refrigeración y para la iluminación, puede ser una vía de reco-
nexión con las redes cósmicas; al mismo tiempo, facilitar el avistamiento de los
fenómenos celestes, de los movimientos de las estrellas y demás cuerpos extra-
terrestres, puede inducir al descubrimiento de nociones olvidadas de significado
vital; de tal forma, el sentido de habitar la Tierra podría, volviendo a Félix Duque,
retomar la construcción como verdadera acción de ser en la tierra, propia de los
seres humanos que acuden al cultivo o cuidado de lo que crece en la tierra, de
lo que brota sobre ella, como la arquitectura. Y que conduce a salvar la tierra,
para que pueda acceder a su consistencia esencial, a recibir el cielo como cielo,
es decir, aceptar la naturalidad de la naturaleza sin pretender alterar los ciclos ni
sus condiciones para o contra la existencia humana, sin querer dominarlos sino
más bien comprendiéndolos y respetándolos, a esperar a los seres divinos en
cuanto divinos, o lo que implica aceptar la espera del cielo prometido y ausente,
en contraste con la limitación humana que aspira a la perfección y que conduce
al cuarto y último rasgo del habitar: vivir estando a la muerte, recordando lo
efímero de la existencia que culmina en el desapego a la dimensión corporal para
192 retornar al origen divino.
Si de acuerdo con Eliade, “para vivir en el Mundo hay que fundarlo”,35 la casa
deberá constituir un espacio diferenciado, heterogéneo, distinguido de la neu-
tralidad del espacio geométrico abstracto y partícipe de la creación mítica para
hacer del hogar un lugar sagrado; sin olvidarse, acogiendo a Duque,36 que la
arquitectura da lugar a la apertura de cielo y a la delimitación de tierra, en cuanto
que ella preserva las señas de la divinidad ausente y acoge la existencia de los
mortales; sin olvidar tampoco que hacer arquitectura debe implicar proyectar la
geometría celeste sobre la tierra, e implica responder a su resistencia, que per-
mite el establecimiento sobre ella; en tal sentido, el espacio doméstico volvería
a ser entendido como el huevo vital de Deleuze y Guattari: presente siempre y
acompañando al ser desde su origen biológico para extenderse hasta el ámbito
cósmico pasando por su componente psíquico.
Ahora bien, teniendo en cuenta que “[…] la vivienda sigue siendo un mecanismo
de formación del carácter”,37 será necesario hacer todos los esfuerzos posibles,
tomar los caminos más excepcionales y las medidas menos convencionales para
restablecer un espacio doméstico que permita al ser humano habitar el pla-
neta en consonancia consigo mismo y con su entorno, y no contra ellos, porque
aunque ningún mundo puede hacerse en el caos homogéneo y relativo del uni-
34
Ibíd., p. 61.
35
M. Eliade, Op. cit., p. 26.
36
Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008.
37
A. Rapoport, Op. cit., p. 173.
verso profano, en él habita lo numinoso. Por ello habrá que recuperar la dimen-
sión simbólica, el carácter sacro y la noción espiritual que siempre tuvo el hogar
si se quiere construir un ser realmente humano. De lo contrario, el sueño de una
humanidad en paz, feliz, equitativa, respetuosa y amorosa, se habrá perdido para
siempre en este valle surcado por su hilo plateado, o en cualquier otro recodo del
azulado planeta en el que somos.
Pero también habrá que construir un recinto que sepa “[…] abrirse a flujos de
entrantes y salientes, ser el lugar de paso de una circulación continua, donde
se cruzan objetos, gente, palabras e ideas. Pues la vida también es movilidad,
impaciencia del cambio […]”,38 y como se ha dicho, el ser es tanto interioridad
como exterioridad; lo importante son las características que deben tener dichas
aperturas, pues como en la casa de patios, deben servir de esclusas, permitiendo
exhibir lo mostrable y ocultar lo íntimo; dando lugar a una extensa posibilidad de
matices controlables por el dueño de casa, de tal manera que se pueda acudir a
la introversión cuando se requiera y lo reclame el espíritu. 193
En tal sentido, y acogiendo la idea del filósofo y poeta alemán August W. Schlegel
(1767-1845) de que lo poético es aquello que nos proyecta por encima de la
realidad común hacia un mundo fantástico, cuya exaltación se logra “[…] por
medio de la eficacia hipnótica de la sugestión, que cancela las fronteras férreas
entre la reclusión del sujeto y la realidad externa, en la representación espiritual
de una unidad bienaventurada,”39 puede plantearse que el espacio doméstico
requiere preservar la evocación de lo primigenio, afinar estados de ensoñación
íntima en los que el ser encuentre un sentido a su fugaz permanencia en la
Tierra, un sentido poético, como proceso configurador de mundo. De tal manera
será posible asistir a una cuarta mirada, post-económica, que por lo menos en
el ámbito del espacio doméstico no signifique una modificación de la esencia
humana, sino más bien su cualificación integral.
38
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Bohórquez O., Juan H., (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 2 de 2012.
Estrada G., Luisa M., (habitante de casa patial, Valle de Aburrá), octubre 28 de 2012.
Giraldo A., Paula A., (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 19 de 2012.
Green S., Abadio, (indígena tule), entrevista personal, noviembre 21 de 2012. 205
Montoya S., Juan F., (Coordinador de diseño de vivienda de ARCO), agosto 31 de 2012.
Ramírez T., Jorge W., (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 19 de 2012.
Restrepo G., Juan D., (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 8 de 2012.
Rodríguez C., John. (guardabosques finca Corrales, Bello), noviembre 19 de 2010 y marzo 13 de 2012.
Zapata T., Luz E., (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 25 de 2012.
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ABADIO GREEN S. / ADER GARCÍA C. / ADRIANA VARGAS R. / ALBA E. GÓMEZ / ALBERTO MONTES
O. / ALEJANDRA LÓPEZ R. / ALEJANDRA RESTREPO C. / ANA M. MEJÍA M. / ANAY PEDROZA D. /
ALEXANDRA CORREA / ANDREA OROZCO / ANDRES LAVERDE V. / BEATRIZ GÓMEZ S. / CARLOS A.
FERNÁNDEZ U. / CARLOS A. MARÍN H. / CARLOS E. LOPEZ P. / CARLOS A. RESTREPO / CAROLINA
ESCOBAR O. / CATALINA GARCÍA R. / CATALINA FERRER R. / CECILIA DUQUE D. / CLARA GIRALDO M.
/ DANIEL BARTOLINI A. / DANIEL GALLEGO / DANIELA VALDÉS Q. / DANILO SEPÚLVEDA G. / DAVID
VÉLEZ S. / DIEGO F. GONZÁLEZ R. / DORA L. MEJÍA A. / EDGAR BOLIVAR R. / EDGAR MESA / EDGAR
PULGARÍN S. / ESTEBAN VÉLEZ P. / EUGENIA ZAPATA G. / EULALIA YAGARÍA G. / DIEGO F. ARANGO V.
/ FERNANDO URBINA R. / FERNANDO A. GÓMEZ / FRANCISCO J. CHAVEZ R. / GABRIEL J. RODRÍGUEZ
/ GABRIEL M. VÉLEZ S. / GABRIEL MONSALVE / GABRIEL OBANDO L. / GABRIELA QUIROZ R. / GISELA
RUA / GUSTAVO A. RENDÓN C. / GUSTAVO SANTOS V. / GUSTAVO VÉLEZ / HECTOR J. SÁNCHEZ /
HÉCTOR L. GÓMEZ M. / HERNÁN A. PIMIENTA B. / HERNÁN D. CASTAÑO A. / HERNÁN D. MUÑOZ /
HUGO ZARAMA R. / IVÁN D. VÉLEZ R. / JAIME VÁSQUEZ / JAIR O. ZAPATA T. / JAIRO ESTRADA / JAIRO
MONTOYA / JAIRO R. ACOSTA C. / JAKELINNE QUIROZ L. / JAVIER ESCOBAR I. / JOHANNA VÉLEZ R. /
JOHN BOTERO S. / JORGE A. MEJÍA E. / JORGE HOYOS C. / JORGE A. PÉREZ J. / JORGE F. TORRES
H. / JORGE M. ISAZA L. / JORGE W. RAMIREZ T. / JOSE D. OCAMPO O. / JOSE L. TORRES / JUAN A. 209
SALDARRIAGA S. / JUAN C. CASTAÑEDA A. / JUAN CARLOS OCHOS B. / JUAN D. MARULANDA G. /
JUAN D. RESTREPO G. / JUAN F. MONTOYA S. / JUAN H. BOHORQUEZ O. / JUAN PABLO DIEZ R. /
LAURA C. RUÍZ V. / LAURA MÉNDEZ G. / LAURA P. GUTIÉRREZ R. / LUCA BULLARO / LUCY TOBÓN
O. / LUIS G. HERNÁNDEZ V. / LUIS F. DAPENA / LUISA F. ÁLVAREZ C. / LUISA M. ESTRADA G. / LUZ
E. ZAPATA L. / LUZ H. GIRALDO M. / LUZ M. GÓMEZ / MARCELA OROZCO C. / MARCELA RIVERA
A. / MARCO A. MONTES B. / MARÍA C. TINTINAGO / MARÍA CORREA CH. / MARÍA T. NARANJO /
MARIBLANCA RICO / MAURICIO GAVIRIA R. / MARÍA CAMILA DUQUE C. / MARÍA E. CASAS G. / MARÍA J.
RAVE A. / MARÍA M. MEJÍA B. / MILTON SANTACRUZ / MONICA URIBE L. / MORELIA MESA P. / MUSEO
DE ANTIOQUIA / MUSEO DE LA MADRE LAURA / MUSEO ETNOGRÁFICO MIGUEL ÁNGEL BUILES /
MUSEO JUAN DEL CORRAL / MUSEO UNIVERSITARIO DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA / NATALIA
SUAREZ / NEYLA CASTILLO E. / PAULA A. GIRALDO A. / PABLO ARISTIZABAL E. / PEDRO I. TORRES
A. / RICARDO GUIZADO A. / SALA MUSEO ARQUEOLÓGICO DEL MUNICIPIO DE ENVIGADO / SAMUEL
R. VELEZ G. / SANTIAGO MONTES P. / SANTIAGO ORTIZ A. / SEBASTIÁN GONZÁLEZ B. / SERGIO
GALLÓN V. / SERGIO GIRALDO G. / SILVIA E. BUILES C. / SILVIA VALLEJO G. / RAFAEL ATEHORTUA A.
/ ROBERTO GIRALDO M. / TATIANA C. DE LOS RÍOS G. / VALENTINA MEJÍA A. / VALERIA GIRALDO M. /
VANESA ARISTIZABAL / VERÓNICA ARISTIZABAL F. / YADIRA MUÑOZ M. / YENIFER ARISTIZABAL G.
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