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6 NOTAS PREVIAS SOBRE EL TEXTO Y LAS IMÁGENES

1. Hasta donde ha sido posible se han colocado entre paréntesis


el año de nacimiento y de muerte después del nombre de un
personaje citado por primera vez, cuando el personaje está vivo
sólo se coloca el año de nacimiento, cuando uno de los datos
se desconoce se ha colocado el signo ?, cuando se sabe el año
aproximado se ha colocado la letra c. antes del año y cuando
hay duda sobre el año se incluye seguido del signo ?

2. a. p. significa antes del presente; a. de C. significa antes


de Cristo; d. de C. significa después de Cristo.

3. Para las citas textuales se ha conservado la ortografía original.

4. Las fotografías han sido tomadas por el autor, excepto las


especificadas.

5. Los dibujos han sido realizados por el autor, excepto los


indicados. Cuando han sido realizados con base en un dibujo
previo de otro autor, se ha colocado la leyenda “redibujado de”
y se cita la fuente.

6. Cuando ha sido posible obtener la información se presenta


el siguiente orden:

-Obras de arte: título (en cursiva), autor(es), año de realización


de la obra, técnica(s), dimensiones, lugar, ciudad y país
donde se instaló, se expuso o donde se encuentra, propietario,
y el fotógrafo en caso de que no sea el autor de la presente tesis.

-Obras de patrimonio arqueológico: descripción del objeto,


ocupación o estilo cerámico al que se asocia, fecha, sito donde
fue hallado, lugar y ciudad donde se encuentra y el fotógrafo en
caso de que no sea el autor de la presente tesis.

-Obras arquitectónicas: nombre (en cursiva), proyectista(s),


año de inicio y finalización o en su defecto el año de finalización,
barrio o corregimiento, ciudad y país en caso de que no sea
en el Valle de Aburrá.

7. Algunos datos se han obviado en los pié de imágenes cuando


ya han sido dados en el texto principal o en las notas de pié de
página.
P. 10 URGENCIA INELUCTABLE

P. 26 1. perigeo AL ESPACIO DOMÉSTICO

P. 44 2. LA CASA CIELO
EL ARQUETIPO DOMÉSTICO COMO OMBLIGO CÓSMICO

2.1. INMIGRANTES TRANSOCEÁNICOS. El origen nómada del continente


2.2. POBLAMIENTO AL ALBA
2.3. EL ABRIGO RUPESTRE. Ocupación precerámica
2.4. LA CABAÑA PRIMITIVA
2.5. APROXIMACIÓN AL VALLE
2.6. LA CONDICIÓN MAGICA DEL ESPACIO DOMÉSTICO ABURRÁ
2.7. OCUPACIÓN TARDÍA Y TRUNCAMIENTO EVOLUTIVO

P. 88 3. EL CIELO EN LA CASA
CASAS DE PATIOS, SOL Y LLUVIA

3.1. LA IRRUPCIÓN EUROPEA. Borrando el rastro del demonio


3.2. EL ARQUETIPO DEL PATIO. Origen utópico del recinto confinado abierto al cielo
3.3. LOS DESTELLOS DEL RENACIMIENTO EN AMÉRICA. Mirando a través de la razón
3.4. EL VALLE DE ABURRÁ EN EL NUEVO REINO DE GRANADA.
Ecos destemplados de la Contrarreforma
3.5. LA CASA COLONIAL. La poética del arquetipo estético
3.6. EL NUEVO COLONIALISMO. Repostería y pastillaje
3.7. DEFUNCIÓ DEL TIPO PATIAL. El paso a la imagen económica 7

P. 134 4. EL CIELO AFUERA Y LA TIERRA DISTANTE


4.1. GENEALOGÍA DE LA TORRE DOMÉSTICA. al encuentro del cielo para alejarse de él
4.2. DE NUEVO EN EL VALLE DE ABURRÁ. El ascenso local de lo doméstico
4.3. LA COMERCIALIZACIÓN DE LO ECONÓMICO. Tergiversación del ideal original
4.4. LA PÉRDIDA DE LA VERTICAL EN LA TORRE ELEVADA. y otros valores abatidos

P. 184 5. EL PRÓXIMO CIELO


PARA SANAR LA TIERRA

BIBLIOGRAFIÍA

ANEXOS [Tomo II]


1. ENTREVISTAS PERSONALES A INDÍGENAS.
2. PREGUNTA SOBRE LOS NIVELES SIMBÓLICOS EN LA CASA PREHISPÁNICA.
3. CRONOLOGÍA DE SITIOS ARQUEOLÓGICOS DEL VALLE DE ABURRÁ.
4. ENTREVISTAS A HABITANTES DE APARTAMENTOS EN EDIFICIOS DE VIVIENDA
EN EL VALLE DE ABURRÁ.
5. ENCUESTAS A ESTUDIANTES DE ARQUITECTURA EN ESCUELAS DEL VALLE DE ABURRÁ.
6. ENCUESTAS A ARQUITECTOS QUE HAN PARTICIPADO EN LA PROYECTACIÓN
DE EDIFICIOS DE VIVIENDA EN EL VALLE DE ABURRÁ.
7. ENCUESTAS A ARQUITECTOS QUE NO HAN PARTICIPADO EN LA
PROYECTACIÓN DE EDIFICIOS DE VIVIENDA EN EL VALLE DE ABURRÁ
8. ESTADÍSTICAS
MUNICIPIO POBLACIÓN EXTENSIÓN K2

BARBOSA 42.439 206

BELLO 371.591 142

CALDAS 67.999 133

COPACABANA 61.421 70

ENVIGADO 174.108 78

GIRARDOTA 42.830 83

ITAGÜÍ 232.680 21

LA ESTRELLA 52.563 36

MEDELLÍN 2.499.080 382


8
SABANETA 44.480 17

TOTAL VALLE DE ABURRÁ 3.589.191 1.168 MEDELLÍN

LA ESTRELLA
ITAGÜÍ

SABANETA

ENVIGADO

CALDAS
9

BELLO

COPACABANA

GIRARDOTA

Río Medellín

BARBOSA
10
La condición actual del ser humano es fundamentalmente histórica, y en este
sentido constituye una especie transformadora que deja huella a partir de su ac-
ción en el mundo, por esto, acudir al estudio de un producto cultural, concebido
como expresión de quienes lo engendran en un determinado contexto temporal
y geográfico, permite acercarse a la dimensión poética de la especie, y en tal
medida, allana el camino de comprensión del presente y puede anticiparse a po-
sibles futuros para conducir por la senda de la autoconciencia en beneficio de la
experiencia existencial ya que “[…] toda imagen se transforma en representación
de algo que supera los propios límites físicos y perceptivos del reconocimiento
para dilatarse indefinidamente hasta constituirse en ‘visión del mundo’, que a su
0.1
vez es reflexión y parte constitutiva de este”.1 Así entonces, en este trabajo se
presenta un acercamiento crítico a un tipo de producción de posibilidades artísti-
cas, para reflexionar sobre el ser y el hacer desde lo que se denomina el espacio
doméstico situado en el marco arquitectónico del Valle de Aburrá.2

Este valle constituye, como muchas de las urbes contemporáneas, un territorio


de gran complejidad en su conformación física y social; en él los problemas
urbanos, al igual que los domésticos, son similares a los que aparecen hoy en
0.2 cualquier ciudad en la que se concentre un número significativo de pobladores;
sin embargo, sus especificidades históricas conllevan un interés particular para
develar su proceso de desarrollo, transformación y consolidación. Desde sus
primeros atisbos de poblamiento, en esta batea geográfica se dieron fenóme-
nos que marcarían su devenir y particularizarían su carácter; así, este valle fue
habitado ancestralmente por indígenas yamesíes, niquías, nutabes, bitagüíes y
aburráes de origen chibcha y posteriormente por inmigrantes que se mezcla-
ron con los nativos, desde los españoles en el siglo XVI, pasando por oriundos
de todo el globo a lo largo de la historia, hasta los más recientes colombianos 11
desplazados.

Muchos de estos desplazamientos de origen forzado3 son el producto de la vio-


0.3 0.4 lencia generalizada en el país y la disputa entre bandas que mezclan confusas
situaciones emparentadas con los estupefacientes, las extorsiones y la delin-
cuencia común, todo ello asociado a grupos armados al margen de la ley. Pero
la estructura social del Área Metropolitana también ha conducido a migraciones
internas producidas por deseos legítimos para mejorar las condiciones de vida;
lo que se ha traducido en movimientos internos de unos barrios a otros o incluso
entre municipios.4

Esta grieta topográfica enclavada en medio de la cordillera occidental del sistema


andino, goza de unas condiciones geográficas envidiables;5 la topografía que ro-

0.5 0.6
1
Maurizio Vitta, El sistema de las imágenes, Barcelona, Paidós, 2003, p. 66.
0.1. La huella histórica: petroglifos prehispánicos, 2
Ubicado en el departamento de Antioquia (Colombia), contiene el Área Metropolitana del mismo nombre, que incluye
ocupación tardía, El Rosario, Itagüí.
los municipios de Caldas, La Estrella, Itagüí, Sabaneta, Envigado, Medellín, Bello, Copacabana, Girardota y Barbosa;
0.2. Posibles futuros: Medellín utópica, estudiantes tiene una extensión de 1.168 km² y 3.700.000 habitantes.
de arquitectura, modelo tridimensional, 50 x 70 cms., 2011. 3
Entre el 1 de enero y el 22 de noviembre de 2012 se registraron 2.177 personas desplazadas por violencia delincuen-
0.3. Problemas urbanos: carro recolector de basuras, cial en el Valle de Aburrá. Fuente: Personería de Medellín, Teleantioquia noticias, Canal Regional Teleantioquia, Medellín,
Medellín, 2013. noviembre 22 de 2012.

0.4.Problemas urbanos: congestión vehicular,


4
Estos traslados iniciaron cuando las clases privilegiadas ubicadas en el centro urbano buscaron lugares de mayor
avenida San Juan, Medellín, 2013. tranquilidad como la actual avenida La Playa, los barrios Buenos Aires, Prado, El Poblado y Laureles, las zonas semi-
campestres y posteriormente los municipios del oriente y el occidente cercano.
0.5. Desplazamientos forzados: venteros ambulantes,
Medellín, 2013.
5
Las precipitaciones oscilan entre 2.000 y 3.000 mm/año en promedio; la temperatura media anual es de 23°C, la
altitud media es de 1.475 m.s.n.m. y sus coordenadas están alrededor de los 6°15’02’’ de latitud norte y los 75°34’36’’
0.6. El escenario del desequilibrio: comuna 13, Medellín, 2013. de longitud oeste del meridiano de Greenwich.
dea el valle lo protege de vientos fuertes y los flujos de aire predominantes que
viajan en sentido norte sur, refrescan el ambiente con un clima primaveral; los
suelos de formación aluvial brindaron en el pasado condiciones óptimas para
los cultivos y la cría de ganado constituyendo un atractivo adicional en los orí-
genes de su poblamiento. Estas condiciones naturales lo convirtieron en un lugar
privilegiado para la vida, atrayendo numerosas actividades económicas que se
mezclaron con los lugares de habitación durante su historia. El asentamiento que
se ubica en este valle, ha superado las barreras hidrográficas y topográficas y
se extiende por todos sus costados con una velocidad vertiginosa sin prudencia,
0.7 0.8
superando todos los intentos de planeamiento.

El paisaje ha sido modificado por una intervención antrópica ajena al equilibrio


natural y ha puesto al borde del colapso a la estructura geográfica y al soporte
social. La concentración de la alta densidad, el desconocimiento de los ecosiste-
mas y la ocupación de zonas de alto riesgo, han producido fenómenos e impac-
tos con consecuencias algunas veces irreversibles y resultados catastróficos con
pérdida de vidas humanas. A pesar de ello, el problema sigue en un segundo
plano, pero la potencia del efecto de lo artificial sobre el delicado y sensible
sistema natural detona el perentorio e ineludible cambio en la actitud. Ante la
pregunta formulada por el catedrático Félix Duque: “¿Hará falta recordar que 0.9 0.10

también homo procede de humus, y que, en consecuencia, ser hombre es saber


ser humilde?”,6 infortunadamente en este contexto, la respuesta es positiva. Esta
ciudad, su arquitectura y entre ella la doméstica, está muy lejana de una postura
dócil, respetuosa y acorde con la idea de humildad planteada por Duque.

De manera similar a lo que ocurre en la mayoría de las ciudades latinoameri-


12 canas, aproximadamente el 90% del tejido urbano del valle está constituido por
edificaciones que albergan el espacio doméstico, entendido, como se verá en
el siguiente capítulo, como un dominio de significaciones que trasciende el ám-
bito tridimensional. Pero además una buena proporción de este tejido ha sido
autoconstruido con sistemas artesanales transmitidos entre generaciones bajo 0.11

la influencia de los tipos espaciales y los modelos estéticos que las clases más
favorecidas han importado.

El estudio y análisis de este ámbito cultural, es clave para el acontecer y la super-


vivencia de quienes habitan en este lugar; sobre todo si se acepta que el espacio
doméstico determina en gran medida el carácter de quienes habitan un lugar y
establecen un modo particular de afrontar las conexiones existenciales con el
universo, pues antes de habitar y de ser sujeto, el individuo está ya pre-ocupado
por los espacios, la geografía y la arquitectura; ya el filósofo alemán Wilhelm
Friedrich Hegel (1770-1831) afirmaba desde principios del siglo XIX, que el sujeto 0.12 0.13
“[…] no es libre en sí mismo pues no se determina según la universalidad y racio-
nalidad esenciales de su voluntad, ni es libre respecto al mundo externo porque 0.7. La grieta topográfica privilegiada: el Valle de Aburrá,
Luis Enríquez, modelo tridimensional, 20 x 50 cms., 2008.
el deseo permanece esencialmente determinado por las cosas y relacionado con
ellas”.7 0.8. Naturaleza atractiva: orquídeas, Barbosa.

0.9. Intervenciones desafiantes: La Iguaná, Medellín, 2012.

Y en este trabajo no solo se acepta el hecho de la predeterminación del sujeto 0.10. El sensible sistema natural: flores de guayacán amarillo,
por los espacios y objetos, sino que además se incluye la noción descriptiva de Medellín.

que estudiar este espacio también “[…] es albergarlo, pintarlo, duplicarlo, poblarlo 0.11. El tejido urbano doméstico: Bello, 2009.

0.12. La influencia de las clases altas: casa, calle Ayacucho,


Medellín, 2012.
6
Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008, p. 62.
0.13. El ser determinado: Medellín (detalle), Frederich Wretman,
George W. F. Hegel, Estética. Introducción, Buenos Aires, Leviatán, 1983, p. 94.
7
instalación, 1997, Festival Internacional de Arte, Medellín.
de signos, esto es, de iconos estetográficos, aprioris ad hoc de su devenir sen-
tido”,8 es reconocerlo, darle su justa valoración para ahondar en la profundidad
de su alcance y comprender sus implicaciones en el ser establecido en medio
de montañas que restringen su horizonte. Es pues, “aceptar como dignas de in-
terés, análisis, registro, estas prácticas ordinarias consideradas insignificantes”,9
pues lo realmente interesante de lo cotidiano radica en lo invisible, aquello que
conecta al ser con su interior.

La historia del espacio doméstico en este cañón del río Aburrá, evidencia tres
0.14
momentos fundamentales en su desarrollo asociados a sendos tipos arquitectóni-
cos generalizados y que no han hecho distingo entre grupos sociales, culturales
o económicos ni ha diferenciado barrios o ubicaciones. El análisis crítico de las
rupturas y continuidades que estos tipos básicos han producido en la concepción
y caracterización del espacio doméstico, así como sus sistemas estructurales de
carácter simbólico, constituyen el objeto central de esta investigación, en la que
se parte de la idea cassireriana del hombre como un animal simbólico.

El estudio se hace a partir de una definición profunda del espacio doméstico y


mediante un trabajo analógico entre el tiempo y el espacio, teniendo como premi-
0.15 0.16
sa que “el hecho humano por excelencia es tal vez menos la creación del útil que
la domesticación del tiempo y del espacio, es decir, la creación de un tiempo y un
espacio humanos”.10 Encontrar las influencias, los aspectos más relevantes para
su definición, la relación entre el espacio doméstico y el espacio arquitectónico,
así como las líneas conductoras que la práctica profesional ha determinado para
el universo doméstico, son algunos de los alcances más significativos que se
trazan en el horizonte de la investigación.
13
Dentro de los postulados de este trabajo se entiende la producción arquitectónica
como una más de las creaciones culturales que puede alcanzar el carácter artís-
tico en tanto que ella puede conducir a una manera estética y simbólica de ser
en el mundo; desde esta óptica, se entiende, como un producto de condiciones
0.17
poético-estéticas factible de ser estudiado dentro de los saberes propios de la
historia, la teoría y la crítica del arte. De tal manera, tiene plena validez la com-
prensión artística del espacio doméstico para lograr un desarrollo cualitativo en
la producción arquitectónica de soporte, que clama por una transformación radi-
cal en beneficio de un mundo mejor.

Además, se pretende establecer conexiones con la cultura local y universal, para


construir una trama retrospectiva de condiciones que faciliten la comprensión
de las características propias del espacio doméstico en el territorio del valle
0.18 como una manifestación ligada estrechamente a los modos de pensamiento y
a los modos de producción. El análisis histórico se hace teniendo presente que
“[…] una nueva comprensión del pasado nos proporciona, al mismo tiempo, una
0.14. Lo realmente interesante: radiografía del ser, estudiante de
arquitectura, pintura sobre plástico, 70 x 200 cms., 2000. nueva prospección del futuro […]”,11 por lo tanto, aquella visión retrospectiva tiene
0.15. Momentos históricos superpuestos: casa y edificio Mira-
razón de ser en tanto que ella permita movilizar el presente y acercar el futuro
flores Señorial, Medellín, 2012. a lo anhelado.
0.16. Domesticación de tiempo y espacio: La escapada,
Rafael Cenogar, relieve sobre madera, 168 x 222 cms., 1972,
colección Coltejer. 8
José L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Barcelona, Del Serbal - Guitard, 1991, p. 62.
0.17. La condición artística de la arquitectura: proyecto Colegio 9
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano II, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
Hontanares, Verónica Henriques, Carlos Santos y J. D. Ch.,
Estudios Superiores de Occidente, 1999, p. 158.
modelo tridimensional, 350 x 50 cms., 2003.
10
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Universidad Central, 1971, p. 303.
0.18. La prospección del pasado: Emergencia, Dora Mejía, insta-
lación, 2010, Sala U, Universidad Nacional, Medellín. 11
Ernst Cassirer, Antropología filosófica, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1976, p. 263.
También se abordará el objeto con la intención de evidenciar, que aunque gen-
eralmente tarde, algunos tipos arquitectónicos que en el resto del mundo oc-
cidental han dado cabida al espacio doméstico, son parte del proceso histórico
en el paisaje del valle, confirmando la idea de la universalidad de la intimidad
doméstica humana, pues “[…] la mayor parte de la cultura está hecha de rasgos
que pertenecen en común a la humanidad o a un continente o, por lo menos, a
toda una región y a numerosos grupos, los cuales sin embargo, se sienten cada
uno como particular”;12 incluso se tendrá en cuenta la idea de que es “[…] nece-
sario hacer gravitar tácitamente una aproximación comparativa con los contextos
0.19
latinoamericanos e internacionales, pues [es] innegable la incidencia de factores
extranjeros en la historia arquitectónica colombiana”.13

Ahora, reconociendo que tras el universo arquitectónico tangible, se contraponen


los espacios mentales, simbólicos y trascendentales que provienen de la esen-
cia profunda del ser humano y que determinan el espacio geométrico, la com-
prensión extensa de aquellos dominios poéticos permitirá la cualificación de sus
escenarios en pos de una mejor condición de existencia, recordando que:

El Hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar
las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en
un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este
universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de
la experiencia humana.14 0.20

Este valle, de condiciones contradictorias de caos, violencia y disputas territo-


riales; y por otro lado, de esperanza vibrante, deseo de vida y pujanza, exige
14 la apuesta por un mundo mejor en el que el escenario íntimo de la existencia
propicie la cualificación de la experiencia y modifique su espacio arquitectónico,
pues no es ningún secreto que mucha de la arquitectura producida en el mundo,
el país y en este valle, está concebida fundamentalmente desde un punto de
vista físico, cuantitativo y no desde el humano y simbólico, que está arraigado
en lo cualitativamente poético, “Así se realizan inmensos espacios humanizados
de manera inhumana, en los cuales los individuos sufren el doble efecto de su
desintegración técnica y espacial”.15 Los espacios arquitectónicos para la domes- 0.21

ticidad, engendrados de esta miope manera, están muy alejados del verdadero
sentido del espacio doméstico y están producidos primordialmente para satis-
facer indicadores, atributos ajenos a la dimensión humana o para fines de lucro
privado, más que para servir realmente de nicho protector para la intimidad;
parecen vasijas vacías de un material permeable e incapaz de contener el fluido
vital de la existencia. El comportamiento que se deriva de esta relación entre
la insatisfacción profunda de la condición íntima y el escenario arquitectónico,
conduce a un desgarramiento, pues el objeto no se adecúa a la necesidad y a la
función, aunque produzca otras satisfacciones.
0.22 0.23
Por esto, el arquitecto que desarrolla en la actualidad su ejercicio en estas tie-
0.19. Influencias extranjeras: edificio de vivienda, South Beach,
rras, no solo tiene una tarea de enorme responsabilidad, sino que además tiene Miami, EEUU.
el reto de facilitar un cambio mediante la definición de las estrategias necesarias, 0.20. Los dominios poéticos del espacio doméstico: llamador,
Santafé de Antioquia, Colombia.

0.21. Condiciones de esperanza: desfile de silleteros, Medellín,


12
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 271. 1995.
Silvia Arango C., Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional, 1993, p. 11.
13
0.22. La satisfacción del lucro: edificio Platinum,
14
E. Cassirer, Op. cit., p. 47. Fajardo Moreno y Cía., 2005, Medellín.

15
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 332. 0.23. Horizontes de significación: casa, San Benito, Medellín.
los mecanismos urgentes y los dispositivos arquitectónicos catalizadores, que
aporten en la solución del aspecto deficitario del espacio doméstico, pero enten-
dido mucho más allá de su dimensión cuantitativa, tributando nuevos horizontes
de significación y haciendo un llamado sobre los aspectos más relevantes de la
condición doméstica para que su espacio arquitectónico responda de manera
más adecuada a las necesidades profundas y reales.

Esta cualificación debe atender de manera inmediata la crítica situación porque


de lo contrario se acrecentará la imposibilidad de corregir el rumbo y llevará a la
exacerbación de la condición infrahumana a la que se ha visto sometido el espa-
cio doméstico en el Valle de Aburrá. No solo pues, es deseable la comprensión
del problema del espacio doméstico en este entorno, sino que es una necesidad
urgente y una responsabilidad histórica que no da espera para su atención y
que requiere toda suerte de mecanismos no convencionales para superar la
situación.

0.24 La relación entre el espacio doméstico y la arquitectura que lo materializa, per-


mite entonces abrir un camino de entendimiento y de aproximación a la concien-
cia necesaria para su correcta definición, pues la historia del espacio doméstico
universal muestra cómo de alguna manera él determina el comportamiento y la
sensibilidad. Además, todo parece indicar que la condición profunda del espacio
doméstico se transforma muy lentamente en el tiempo y que en cambio su so-
porte arquitectónico ha denotado una modificación en los últimos cien años que
lo aleja de la verdadera necesidad humana. El afán comercial de la innovación,
ha desvirtuado el sentido de la arquitectura y ha hecho olvidar “[…] que toda la
ascensión de las civilizaciones se ha hecho con el mismo hombre físico e in-
telectual que acechaba al mamut y que nuestra cultura electrónica apenas quin- 15
0.25
cuagenaria tiene como soporte un aparato fisiológico viejo de cuarenta mil años”.16
Tal vez la persecución desenfrenada de formas, materiales y técnicas nuevas, se
explique precisamente por la insatisfacción estética que produce la arquitectura
cuando no atiende la necesidad funcional y se queda en lo aparente; pero por
ignorancia o por olvido, no se tiene en cuenta que “[…] en sus características más
profundas, la psicología humana es sorprendentemente estable”.17

Esta realidad de carácter global se ha visto dominada por movimientos y modas


exógenas que establecen un territorio malsano de ensayos y experimentos con
poco cuidado por la preservación de lo verdaderamente importante, imponiendo
estereotipos y rompiendo la conexión entre el alma de sus habitantes y los re-
cintos tridimensionales que dan lugar a lo doméstico, sacrificando la poética ar-
quitectónica en beneficio de una retórica que la alimenta sin sustancia ontológica
para forzar modos de habitar endebles.

Ahora bien, las historias parciales de eventos, fenómenos y arquitecturas en este


0.26 0.27 lugar del planeta, no dan cuenta aún de los factores profundos que determinan
esta situación problemática, por lo cual se requiere una mirada que aborde el
problema de manera compleja, estableciendo conexiones que logren desde lo
0.24. Condiciones infrahumanas: Palermo, Medellín, 2021. externo, la comprensión honda. A partir de las narraciones existentes es posible
0.25. La condición profunda del espacio doméstico:
reconstruir una versión integradora que abra nuevas trayectorias y que propicie
casa, Marinilla, Colombia. el trabajo intelectual sobre el más común de los espacios humanos, el doméstico,
0.26. Persecución de formas innovadoras: edificio 5G - 32,
J. Paúl Restrepo y Camilo Restrepo, 2007, La Florida, Medellín.
16
Ibíd., p. 388.
0.27. Modas exógenas: edificio Bucanero II, 2009,
Laureles, Medellín. Jean-Marie Schaeffer, Adiós a la estética, Madrid, Machado libros, 2005, p. 106.
17
pero que por obvio, ha pasado incomprendido y ha conducido a la generación de
un soporte poco cualificado.

Sin pretender versiones románticas o limitadas, habrá que apuntar a una contex-
tualización del fenómeno sin desconocer la condición virtual y errante del mundo
actual, para encontrar la doble posibilidad del reconocimiento de las particu-
laridades locales con visión universal. De tal manera, se espera hacer un aporte
para que quienes piensan, crean y planifican el entorno material para el espacio
doméstico en el Valle de Aburrá, descubran una nueva perspectiva que facilite el
0.28
camino de su cualificación, “de este modo se instaura el ‘círculo hermenéutico’,
según el cual toda acción de conocer lo es a su vez de re-conocer, de relacionar
la ‘cosa’ con un universo de conocimientos del que ya se está en posesión”,18
para abordar la arquitectura como producción que supere lo pragmático y se
sitúe en el universo de una estética memorable y poética.

En tal sentido se acoge la formulación de que “[…] la dimensión estética es una


propiedad relacional y no una propiedad del objeto”,19 que determina compor-
tamientos de discriminación cognitiva relacionada con la satisfacción o no de
una necesidad, y lleva a su vez a una disposición afectiva frente a los estímulos
que se perciben. Desde esta perspectiva antropológica y según el arqueólogo
francés André Leroi-Gourhan (1911-1986), el comportamiento estético hay que
entenderlo como un efecto de la realidad sobre la percepción sensible de los
ritmos y los valores, basada en propiedades biológicas; de tal forma que “en el
hombre, las referencias de la sensibilidad estética toman su fuente en la sensi- 0.29

bilidad visceral y muscular profunda, en la sensibilidad dérmica, en los sentidos


olfato-gustativos, auditivo y visual; en fin, en la imagen intelectual, reflejo del
16 conjunto de los tejidos de sensibilidad”.20

Se da por hecho entonces que la estética es un dominio de la conciencia que


se posa sobre las formas y el movimiento a partir de los cuales el mundo de las
sensaciones se convierte en universo simbólico al constatar la corresponden-
cia afectiva respecto a una necesidad; de aquí que, siendo la arquitectura una
realidad plástica espacial contenida por formas que dan cabida a la experiencia
sensible, se infiere su connotación estética y su potencia simbólica, confirmando 0.30
que “[…] el arte, al lado de otras actividades humanas como el lenguaje y el mito,
debe ser contemplado como una de las formas simbólicas, entendidas como
una actividad libre de la expresión humana”.21 Bajo estos postulados, teniendo
en cuenta la doble condición material e intangible del universo arquitectónico,
puede afirmarse que tanto la estética funcional como la formal o figurativa acu-
den entonces a la experiencia espacial arquitectónica; por ende hay que superar
la histórica separación que se ha dado entre lo útil y lo estético, sobre todo en la
arquitectura, en donde ambas dimensiones son parte constitutiva de su realidad.
Los dos paradigmas de la estética del siglo pasado, la formalización y la inter-
pretación son, en consecuencia necesarios para la comprensión del universo
arquitectónico y de sus espacios mentales, como el doméstico.
0.31

Así, y volviendo a Leroi-Gourhan, espacio, tiempo y forma son productos de los 0.28. Estéticas memorables: casa particular, autor desconocido,
1919, Prado, Medellín.

0.29. La propiedad relacional de la estética:


18
M. Vitta, Op. cit., p. 74. flores de pero de agua, Medellín.
J. Schaeffer, Op. cit., p. 34.
19
0.30. Correspondencia afectiva de la estética: accesorios sani-
20
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 268. tarios, venta callejera, Medellín.

21
Simón Marchán F., La estética en la cultura moderna, Madrid, Alianza, 1987, p. 236. 0.31. La experiencia espacial, álbum familiar.
ritmos, de tal manera que en el espacio arquitectónico el recorrido, el paso de la
luz, el descubrimiento de las estancias, el tránsito entre ámbitos y la repetición
de elementos y recintos, determinan la ritmicidad de la percepción que involu-
0.32
cra una estética funcional, una fisiológica y una figurativa. En consecuencia, el
tiempo y el espacio solo son posibles en la medida en que son materializados
en un contenedor que a su vez habita al ser. Aquí es factible asociar la idea del
filósofo español José Luis Pardo (1954), de que “[…] el sentido habitual de un
edificio, de la fachada de una casa o de una carretera es el de ser precisamente
escenarios donde suceden las cosas […]”;22 de acuerdo con ello, la arquitectura
cobra sentido en el momento en el cual es posible reconstruir la historia de su
tiempo para comprender la forma y su constitución; ahí radica el argumento que
permite explicar la razón de ser del análisis crítico e histórico de un dominio cul-
tural que pertenece, determina y posee al espacio geométrico. Por consiguiente,
se puede afirmar, con el filósofo italiano Maurizio Vitta (1936), que el aspecto
matérico y sensible de la arquitectura, como imagen, es doble: “Por un lado de-
fine, en el interior del sistema linear de su proyecto, el espacio de lo vivido; por el
otro, sitúa la obra en el espacio físico –natural o urbano– para fijarlo, activando
un instantáneo proceso de simbolización, en la historicidad del lugar”.23

A partir de esta bipolaridad, la etimológica y la paleontológica, la investigación


toma partido no convencional para estudiar el objeto arquitectónico como una
parte constitutiva de un universo mucho más amplio que incluye lo mental, lo
intangible e invisible. De esta manera, los capítulos centrales del proyecto abor-
darán el fenómeno espacial doméstico asociándolo a un tipo arquitectónico para
0.33 analizar la experiencia mental que promueve, adentrándose en la historia para in-
dagar por las estructuras subyacentes que propician la concepción del universo
íntimo como manifestación de la sensibilidad de quienes la viven. De igual forma, 17
se manifestarán los lazos entre la materialidad arquitectónica y los más signifi-
cativos acontecimientos sociales, señalando las fuerzas que hilan la producción
del espacio doméstico en la historia del valle.

De manera particular se acude a la contextualización analítica dentro del ámbito


cultural poniendo de manifiesto el proceso y los fenómenos de otras produc-
ciones por fuera de lo arquitectónico y que complementan la investigación, espe-
0.34
cialmente hallazgos arqueológicos y comparaciones etnográficas para el espacio
prehispánico; relatos, crónicas y textos literarios para el colonial y republicano;
así como entrevistas y testimonios; todo ello apoyado en la filosofía antropológica
y la etnografía comparativa, lo que permitirá evidenciar la huella histórica del de-
sarrollo del valle, la ciudad, sus costumbres, rituales, deseos y materializaciones,
y que permiten develar líneas y derivas culturales arraigadas en el espacio do-
méstico inmerso en la gran red vital.

Así mismo, algunas veces se incluirán teorías urbanas ya que “[…] la forma en
que se realizan los tipos edificatorios residenciales, el aspecto tipológico que
les caracteriza, está estrechamente vinculado a la forma urbana”.24 También se
0.35
consideran, para efectos del análisis, otros aspectos que inciden en la concreción
0.32. Escenario existencial: Puente sobre el Drina, Fernando Mar-
tínez, óleo sobre cartón, 10 x 35 cms., 2003, colección particular. del espacio doméstico, como los principios religiosos, los preceptos educativos,
0.33. El universo íntimo: casa de Marco Fidel Suárez,
las conductas sociales, las instituciones que conducen estos aspectos y el marco
c. 1850, Bello.

0.34. Comparaciones etnográficas: dibujos, Abadio Green (indí- 22


J. Pardo, Op. cit., p. 12.
gena tule), 2012.
23
M. Vitta, Op. cit., p. 222.
0.35. Influencias urbanas sobre el espacio doméstico:
tipología de manzanas. Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad, Barcelona, Gustavo Gili, 1971, p. 112.
24
político y económico. La perspectiva que se propone en esta investigación vincula
el contenido simbólico de la arquitectura presente en el espacio arquitectónico
con la materialidad plástica de carácter estético en tanto reflejo de un universo
amplio.

De nuevo es propicio traer a Leroi-Gourhan cuando manifiesta que “El análisis


de los objetos de uso práctico, como los útiles, las máquinas y los motores, así
como las casas y las ciudades, deja entrever propiedades estéticas peculiares,
directamente ligadas a su función”;25 sobre todo cuando se sabe que la arquitec-
tura posee la doble condición de lo programático y técnico, complementado por lo
0.36
simbólico y poético, puesto que: “La organización del espacio habitado no es so-
lamente una comodidad técnica; es, al mismo título que el lenguaje, la expresión
simbólica de un comportamiento globalmente humano”;26 desde esta visión, el
hábitat posee una triple condición: la funcional o mecánica para dar respuesta
a la necesidad biológica de supervivencia, la social para determinar un marco
referente, y la de ordenar el mundo en el que se desenvuelve la cotidianidad. Así
entonces, los productos arquitectónicos domésticos han de posibilitar la mate-
rialización de los sueños e ideales mediante escenarios en los cuales transcurra
la vida íntima al amparo de la materia protectora como expansión del cuerpo.

Ahora bien, si se acepta que “[…] los espacios tienen mil sentidos, suponen un
oleaje ilimitado y continuo de proliferación de sentidos, de producción de sentido
[…]”,27 es de suponerse que la categoría estética a la que se ha hecho referencia
trasciende la envoltura delimitante, para situarse en la concepción compleja de
la experiencia que tiene como escenario de desarrollo el espacio geométrico. De
tal suerte, se reafirma que la producción arquitectónica doméstica requiere una
18 verdadera transformación de las ideas que la gobiernan en pos de superar la
retórica que caracteriza en la actualidad la producción de la vivienda en el Valle
de Aburrá y necesita posibilitar la reaparición de la poética perdida en la espesura
de los atributos aparenciales, de los aditamentos tecnológicos y de las cualidades
comerciales, que incluso evaden la realidad virtual que arremete sobre el espacio
arquitectónico creando otras poéticas de errancia y huida.
0.37
Estos otros mundos artificiales, de naturalidad dudosa y borrosa, recalcan la
ansiedad por escapar del universo real tormentoso, contaminado, agresivo e in-
discreto. Ello, entre otras cosas, confirma que algo no está bien en la arquitectura
doméstica, además se añora el pasado y la nostalgia por él suele ser un indicador
de descontento con el presente; la imagen ideal de la casa unifamiliar aislada en
un campo natural es el sueño encarnado de un estado platónico de vida esencial
en estrecha relación con los íntimos y a salvo de intrusos. Y aunque muchos
de los habitantes de este valle apenas logran satisfacer su necesidad básica de
vivienda, y por lo tanto su sueño inmediato remite a un hogar propio y estable,
deambula el fantasma de la casa aislada, arquetipo que no deja de ser un ideal
universal: 0.38

La fórmula que correspondería idealmente a la inserción feliz en el microcosmos urbano


actual […] sería para cada célula familiar un refugio autónomo, en el centro de un territo-
rio personal constituido por un pedazo de naturaleza salvaje o doméstica, y unos medios 0.36. La triple condición del hábitat: Estudio de dormitorio,
Ethel Gilmour, óleo sobre papel, 30 x 20 cms., 1975,
colección particular.

0.37. Los atributos aparienciales:


25
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 291.
ciudadela campestre Norteamérica, Bello.
26
Ibíd., p. 311.
0.38. El refugio autónomo: casa particular, St. Croix,
27
J. L. Pardo, Op. cit., p. 22. Islas Vírgenes, EEUU.
de transporte individuales bastante rápidos como para que el terreno de caza, o sea el
trabajo, sea alcanzado en un tiempo equivalente a los desplazamientos de antes de la
revolución de los transportes.28

Esta perspectiva integradora de temporalidades es particularmente significativa


para la arquitectura doméstica porque como lo ha mostrado la historia, el espacio
arquitectónico moderno ha hecho una ruptura con el concepto histórico del con-
fort y ello ha traído consecuencias negativas en el cotidiano vivir, originadas en
la exaltación de la apariencia exterior, de estilo purista y abstracto, acompañada
de una concepción austera, casi vacua de la vida doméstica, que poco tiene que
ver con la necesidad vital. Incluso en mucha de la arquitectura doméstica más
reconocida por los medios de comunicación, hay una gran carencia de intimidad,
de confort y de bienestar, lo que subraya su incapacidad para responder a la
0.39
necesidad funcional y traslada la idea de confort a los objetos que la complemen-
tan, en la tecnología y en los atributos adicionales.

Las transformaciones continuas de las unidades de habitación, la discrepancia


permanente entre arquitectos y promotores con clientes y habitantes, las men-
cionadas migraciones constantes, y la búsqueda de un espacio íntimo alternativo
vacacional, dejan ver el abismo frecuente entre las necesidades y la solución
ofrecida por la arquitectura, corroborando que “En estas ideas petrificadas se
refleja el inmovilismo espiritual de una sociedad dominada por el estatus quo que
a veces parece como si fuera demasiado torpe para transformarse y que se pre-
0.40
cipita irreflexiblemente hacia su perdición”.29 El actual problema arquitectónico
del espacio doméstico del valle es doblemente preocupante pues no solo es de
carácter cuantitativo30 dada la carencia de vivienda digna para una gran mayoría
de sus habitantes, sino que además el problema es también cualitativo, como se 19
demostrará con la investigación, pues se asiste a una crisis en el espacio do-
méstico a pesar de la aparente normalidad, de los esfuerzos cuantitativos que se
hacen, y de la inconsciencia de la mayoría de quienes se ocupan de él. Además,
tal y como lo enuncia el historiador estadounidense Orest Ranum (1933) “[…] en
la historia del yo y de lo íntimo, todo o casi todo está por hacer”,31 y con mucha
mayor razón en el área urbana de la metrópoli del Valle de Aburrá, que cuenta
0.41 con una muy corta vida, de un poco más de trescientos años, cuyo crecimiento
exponencial se disparó en los últimos cuarenta, que desafía de manera irracional
a la naturaleza y que apenas reflexiona tímidamente sobre la calidad de su en-
torno material.

Por esto, el estudio histórico que se hace en este trabajo acoge la tipología como
herramienta básica para el análisis de la arquitectura, ya que ella permite re-
conocer los hábitos y las estructuras simbólicas subyacentes sin hacer aproxi-
maciones particularizadas. La perspectiva desde la cual se adopta el concepto de
tipología, que tiene su origen en el griego typos, acoge la definición del filósofo y
0.42
arqueólogo francés Quatrémère de Quincy (1755-1849), que plantea que el tipo
es el principio fundamental, el núcleo sobre el cual se coleccionan y se coordinan
0.39. La concepción vacua del espacio doméstico: Pintura con
en el tiempo los desarrollos y variaciones de las formas a las cuales es suscep-
espejo, Santiago Cárdenas, óleo sobre lienzo, 193,5 x 168,5 cms.,
1972, colección Coltejer.
28
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 335.
0.40. La pugna entre las ideas abstractas y las
necesidades reales. Klaus Honnef, Arte contemporáneo, Alemania, Taschen, 1991, p. 187.
29

0.41. La expansión sin límites: Medellín, 2008. Según Julio Solano J., “Nuevo aire para la vivienda”, Arquitecto, Bogotá, SCA, 2012, (2), julio - septiembre de 2012, p.
30

29, el déficit de vivienda en el país es de aproximadamente 1,5 millones de unidades.


0.42. La tipología como herramienta básica: casas patiales
griegas en Delos, redibujada de Ching, F., Arquitectura: forma,
31
Orest Ranum, “Los refugios de la intimidad”, en: Philippe Ariés y Georges Duby, Historia de la vida privada. Tomo 5: el
espacio y orden, p. 367. proceso de cambio en la sociedad de los siglos XVI- XVIII, Madrid, Taurus, 1992, p. 211.
tible un objeto.32

El tipo es pues, un concepto que permite agrupar varios elementos similares


con algunas características comunes pero también con ligeras variaciones; los
elementos pertenecientes a un mismo tipo, en su esencia, son muy parecidos,
tienen características genéricas aunque no son idénticos; siendo entonces, como
lo plantea el arquitecto y docente español Carlos Martí Arís (1948), “[…] una
estructura de la forma capaz de múltiples desarrollos”.33 En términos amplios, el
concepto de tipo es vago y general, apunta a la esencia y no al detalle, permite
0.43
incluir muchos elementos u objetos con la misma impronta pero con variaciones
particulares. Así, en la arquitectura se asocia el concepto de tipo con la cualidad c
simplificada o la esencia propia de muchos espacios u objetos arquitectónicos y a b

que representa la concreción de una serie de conceptos y de maneras de entablar


relación con el medio. “El Tipo se va constituyendo pues, según la necesidad y
según la aspiración de belleza; único y sin embargo variadísimo en sociedades
diferentes y unido a la forma y al modo de vida”.34 El tipo es aquello que perman-
ece común a varios objetos arquitectónicos a pesar de sus diferencias en forma,
proporción, escala o elementos compositivos; a pesar incluso de sus múltiples
transformaciones y adaptaciones como respuesta a condiciones precisas. d

0.44 0.45

El historiador italiano Giulio Carlo Argán (1909-1992), decía que: “Un tipo es
una idea general de la forma del edificio, y permite cualquier posibilidad de va-
riación, naturalmente dentro del ámbito del esquema general del tipo”;35 Argán
afirmaba que el tipo resulta de un proceso en el cual se selecciona un conjunto
de objetos similares dentro del cual se abstraen los elementos característicos
comunes para sintetizar luego el trabajo en un esquema que los contiene. Y con
20 esta definición demuestra que la labor proyectual en arquitectura encuentra en la
tipología una posibilidad creativa que trasciende el sentido de las artes miméticas
al superar la simple repetición de un modelo y acuñar una descripción espacial a b
factible de manipularse en el detalle. De tal forma, la tipología es “[…] un proce-
dimiento cognoscitivo por medio del cual la realidad de la arquitectura revela su
contenido esencial”;36 que es precisamente lo que interesa para efectos de esta
investigación al pretender aclarar las estructuras simbólicas domésticas que hay
detrás de la forma y el espacio arquitectónicos; en efecto, Martí plantea que la
tipología penetra en el interior de lo fenoménico para encontrar las constantes de
raíz común por encima de lo aparente y lo material.37

En su discurso, Argán aclaraba que se usan históricamente dos conceptos de c d


tipo, uno referido a la forma geométrica de la edificación y otra referida al uso 0.46

para el cual se destina el objeto arquitectónico. Aquí en este proyecto investiga-


tivo se retoma el concepto en relación a la forma geométrica de la generalidad
de la edificación, pero se extiende al dominio de lo intangible, que está detrás del
esquema y que determina el comportamiento, la condición de la habitación, el

32
Antoine C. Quatrémère de Q., “Concepto de tipo”, Arquitectura, Universidad San Buenaventura, Cali, (18), 1995, pp.
20-24. También A. C. Quatrémère de Q., “Dictionnaire Historique de l´Architecture”, citado en Carlos Martí A., Las
variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 142.
33
C. Martí A., Op. cit., p. 11.
34
A. Rossi, Op. cit., p. 67.
35
Giulio C. Argán, El concepto de espacio arquitectónico, desde el Barroco a nuestros días, Buenos Aires, Nueva Visión,
1961, p. 29.
36
C. Martí A., Op. cit., p. 13.
Ibíd., p. 114.
37
sentido poético y el dominio estético de la experiencia espacial.

El mismo Argán, respecto a la forma como surge un tipo arquitectónico, dice


que: “Las corrientes más inclinadas a admitir el valor y la función de los tipos
son las que explican las formas arquitectónicas en relación a un simbolismo y a
la ritualidad que a él se relaciona”,38 pero seguidamente, hace la aclaración de
la imposibilidad de establecer si el simbolismo es preexistente al tipo como tal,
a
determinándolo, o si es una deducción posterior. En tal sentido, es conveniente
incluir las reflexiones del psicólogo suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), que se
incluirán a partir del siguiente párrafo. Por lo pronto y para redondear la idea de
tipo, se vuelve a Argán para decir que: “El tipo se configura así como un esquema
deducido a través de un proceso de reducción de un conjunto de variantes for-
males a una forma-base común”,39 lo cual ratifica que obedece a una suerte de
estructura interna que da lugar a infinitas variaciones factibles de ser estudiadas
de manera general al conservar un principio en común.

b c Bajo esta noción del tipo, se asocian también los conceptos de prototipo, arqueti-
po y estereotipo. El prototipo no es muy aplicable al universo arquitectónico, pues
remite al primer objeto que se produce antes de fabricar una serie, por lo tanto
tiene más uso en el diseño industrial. El arquetipo en cambio, es un concepto
universal que sintetiza lo más importante de un tipo, se asocia a una imagen o
a una forma establecida y aceptada colectivamente de manera incondicional. El
arquetipo no requiere explicaciones y es comprendido de manera casi inmediata,
actúa a nivel del inconsciente y pulsa como una energía que requiere ser ma-
terializada. Ciertas expresiones o representaciones arquetípicas tienen rasgos
d infantiles por lo esenciales y ellas están presentes incluso en los imaginarios de
0.47
los niños. Para el mencionado Jung, un arquetipo es un símbolo común a toda la 21
humanidad, con la particularidad individual interpretable según las condiciones
de cada circunstancia; dentro de su psicología “[…] a los contenidos de lo incon-
sciente colectivo los denominamos arquetipos”;40 por lo tanto, el concepto de
arquetipo designa contenidos psíquicos que no han sido sometidos a ninguna
elaboración consciente y representan un dato psíquico todavía inmediato.
0.48
“Pero el arquetipo como imagen del instinto, es psicológicamente una meta es-
piritual hacia la cual tiende la naturaleza del hombre […]”,41 por ello, para el caso
del espacio doméstico, el concepto de arquetipo es completamente aplicable y
remite por ejemplo a la imagen de la casa básica ideal, aquella que un niño
dibuja como expresión del hogar asociado a la protección, la felicidad y el estado
platónico de aislamiento de lo indeseado. Esta noción arquetípica que se tra-
duce gráficamente en la casa con techo a dos aguas, chimenea, puerta central
y dos ventanas simétricas, en un paraje campestre, se extiende universalmente
como el sueño anhelado para la intimidad doméstica, estrechamente referido a
la imagen del rostro humano, encarna la materialización arquitectónica del orden
humano en el mundo, la exteriorización de la esencia humana, y el reflejo de “[…]
0.49
un espacio ordenado, cuyos límites se pueden tocar en un tiempo compatible con
la rotación de las operaciones cotidianas. Es también un espacio que responde a
la necesidades estéticas fundamentales, que responde a la inserción de las su-
0.47. El tipo de patios: a. proyecto Centro de Moda, J.D.Ch., 1987.
Medellín, modelo del autor. / b. centro comercial Premium Plaza,
Fajardo Moreno y Cía., 2007, Medellín. / c. edificio comercial,
Cartagena, Colombia. / d. casa republicana, Medellín.
38
Giulio C. Argán, Proyecto y destino, Caracas, Universidad Central, 1969, p 57.
39
Ibíd., p. 58.
0.48. Procesos proyectuales basados en la tipología.
40
Carl G. Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Paidós, 1994, p.10.
0.49. La imagen arquetípica de la casa: dibujo sobre papel,
Samuel Correa (6 años), 2007. 41
Ibíd., p. 157.
perficies humanizadas en una proporción suficiente, de cielo y de naturaleza”,42
de cuya aplicación, como se verá, se desprende el análisis para los tres tipos que
se abordarán en la investigación.

Por su lado, el estereotipo, aplicable también a lo arquitectónico, es un tipo que


no corresponde al sitio o al programa desarrollado; generalmente aparece por
el desconocimiento de las condiciones particulares del proyecto, por copia o
por imposición de un objeto preconcebido sin las debidas adaptaciones. El es-
tereotipo, relacionado con el espacio doméstico, permite identificar actitudes de
0.50
implantación de un tipo sin la debida contextualización, produciendo rupturas en
el proceso natural de transformación del ámbito doméstico y condicionando el
habitar a situaciones no aptas para la vida íntima y conduciendo a deformaciones
del espacio doméstico.

“Los tipos arquitectónicos se manifiestan en concepciones espaciales, distribu-


ciones típicas y elementos formales establecidos, que se desdoblan en varia-
ciones locales y que son utilizados por toda la población. Los tipos arquitectóni-
cos se refieren fundamentalmente a los procesos, es decir, a las continuidades”;43
en este sentido es posible dar cuenta de los elementos culturales, mentales, sim-
bólicos y representativos que se mantienen y aquellos que mutan o desaparecen,
develando lo que se instala detrás de lo material. Extendido esto al objeto de la
investigación, los tipos podrán mostrar los procesos asociados al devenir íntimo
de los grupos humanos establecidos en el Valle de Aburrá; y de nuevo Leroi-
Gourhan aporta aquí otra noción aplicable al proyecto, pues: “Lo propio de las 0.51
sociedades humanas es acumular las innovaciones técnicas y conservarlas, lo
cual está ligado a la memoria colectiva […]”,44 permitiendo verificar las rupturas
22 que en el ámbito de lo doméstico tienen repercusiones sociales; por lo tanto el
llamado al mantenimiento de estos aportes históricos facilita el cambio deseado
en beneficio de la humanización de la vida en el valle.

Humanización que ha de estar soportada por el sentido profundo de habitar, que


bajo la lente heidegeriana y la concepción de Félix Duque,45 alude a la construc-
ción como verdadera acción de ser en la tierra, propia de los seres humanos
(mortales como los denomina Duque), que acuden al cultivo o cuidado de lo que
crece en la tierra, de lo que brota sobre ella, como la arquitectura. Y que lleva a 0.52

salvar la tierra, para que pueda acceder a su consistencia esencial, a recibir el


cielo como cielo, es decir, aceptar la naturalidad de la naturaleza sin pretende
alterar sus ciclos ni sus condiciones para o contra la existencia humana, a espe-
rar a los seres divinos en cuanto divinos, o lo que implica aceptar la espera del
cielo prometido y ausente, y que conduce al cuarto y último rasgo del habitar:
vivir estando a la muerte, recordando lo efímero de la existencia que culmina en
el desapego a la corporalidad para retornar al origen divino.

Estas propiedades del habitar, cruzadas con los postulados conceptuales aso-
ciados a la tipología en relación con el problema arquitectónico de la vivienda 0.53
y del espacio doméstico, permiten integrar su condición tectónica a la revisión
histórica para verificar la aparición, transformación, supresión y pervivencia de 0.50. El estereotipo doméstico:
urbanización Isla Fuerte, Envigado.

0.51. Aspectos tipológicos asociados a la memoria colectiva:


42
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 333. casa del tipo de corredor, Medellín, álbum familiar.
S. Arango C., Op. cit., p. 11
43
0.52. Recibir el cielo como cielo: atardecer Vallé de Aburrá.
44
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 229.
0.53. Acercamientos poético-estéticos: corredor doméstico,
45
F. Duque, Op. cit., pp. 134-143. Christiansted, St. Croix, Islas Vírgenes, EEUU.
los tipos arquitectónicos que lo soportan en relación con las múltiples condicio-
nantes culturales de cada momento. La aproximación al objeto de la investigación
ve así enriquecidas sus posibilidades de comprensión con el acercamiento poé-
tico-estético que encuentra en las definiciones de Pardo, la carne etérea del
mundo íntimo de la domesticidad, soportado por el músculo orgánico de las
construcciones que “[…] dan lugar a la apertura de cielo y a la cerrazón de tierra,
en cuanto que ellas custodian las señas del dios ausente y acogen la existencia
de los mortales. Las construcciones engendran pues los espacios en los que se
fragua mundo”,46 entre los que se halla el espacio doméstico, que en tal sentido,
0.54
establece escenario para ser íntimos y ser domésticos, para seres íntimos y
domésticos.

Surge entonces la necesidad de una definición de lo que para el trabajo se en-


tenderá por espacio doméstico, que se elaborará bajo las líneas de pensamiento
esbozadas a partir de las reflexiones de José Luis Pardo y de Félix Duque, com-
plementadas con el pensamiento del filósofo alemán Martín Heidegger (1889-
1976) y del historiador, y antropólogo francés Michel de Certeau (1925-1986).
Para ello, se atenderá la comprensión de los dos componentes del concepto:
el espacio y lo doméstico con un lente incluyente y analítico. Luego de dicha
definición teórica, que se abordará en el próximo capítulo, se iniciará el estudio
de los tres momentos claves del desarrollo del espacio doméstico en el valle de
los aburráes.

De tal manera entonces, y bajo el título de “La casa cielo, el arquetipo doméstico
0.55
como ombligo cósmico”, la capitulación continuará con un análisis del espacio
doméstico prehispánico asociado al tipo de la cabaña primitiva, que dio luego
paso al primer estereotipo traído por los colonizadores españoles, constituyó la 23
primera ruptura tipológica y la implantación de una nueva noción de espacio do-
méstico basada en el tipo de patios, tema del capítulo identificado como “El cielo
en la casa, casas de patios, sol y lluvia”. Luego, el tipo de la torre de apartamen-
tos, que instauró una nueva ruptura, se analizará en el capítulo correspondiente
bajo el título de “El cielo afuera y la tierra distante”, para dar lugar a la compren-
sión de las condiciones actuales del espacio doméstico en el valle. Finalmente,
se dará paso a la conclusión del ejercicio en un aparte denominado “El próximo
0.56
cielo, para sanar la tierra”, en el que se espera brindar un posible horizonte de
transformación del espacio doméstico basado en el sustrato de su triple natu-
raleza: funcional, social y de orden. La alusión a las dos polaridades, la celeste y
la térrea, obedece a la aceptación de la propuesta de Félix Duque de que:
[…] erigir una ciudad o techar un edificio implica prestar atención a las líneas en los cielos:
rectas en las constelaciones, curvas en las órbitas planetarias. Ambas susceptibles de
ser proyectadas trigonométricamente sobre la tierra. E implica igualmente corresponder
a la resistencia prestada por la tierra, que permite el establecimiento sobre y contra ella
de todo firme […].47

Obsérvese también que los tres tipos históricos en los que se concentrará el trabajo
0.57
del espacio doméstico en el Valle de Aburrá corresponden con el planteamiento
0.54. La idea arquetípica de lo doméstico: casa particular, que el filósofo y escritor francés Régis Debray48 (1940) hace sobre el devenir de
Christiansted, St. Croix, Islas Vírgenes, EEUU.
la imagen en Occidente identificando tres momentos de la historia de lo visible y
0.55. La casa cielo: poblado arhuaco, Sierra Nevada de Santa
Marta, Colombia.

0.56. El cielo en la casa: casa de Carlos J. Echavarría, 46


Ibíd., p. 143.
Jhon Sierra R., 1945-1950, Parque de Bolívar, Medellín.
Ibíd., p. 121.
47

0.57. El cielo afuera y la tierra distante: edificio Matisse, 2004,


El Tesoro, Medellín. 48
Régis Debray, Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1998, p. 39.
que denomina como la mirada mágica, la mirada estética y la mirada económica,
tesis que sin duda permitirá incorporar al análisis una perspectiva universal para
corroborar que el proceso de desarrollo cultural del Valle de Aburrá, evidente en
el espacio doméstico, alcanza, aunque con cierto atraso como ya se planteó, el
pulso global de la historia mundial.

A esta idea debreyana se suma la caracterización propuesta por el arquitecto y 0.58 0.59
catedrático polaco Amos Rapoport (1929) sobre la relación que el hombre ha es-
tablecido históricamente con el paisaje, quien también la define bajo tres actitudes
determinantes de la forma de la vivienda: una primera religiosa y cosmológica en
la que el entorno es dominante sobre el humano, una segunda simbiótica bajo la
cual hay un equilibrio entre la naturaleza y el hombre y en la cual él se considera
responsable de ella ante Dios, y una tercera actitud explotadora que convierte a
la especie humana en consumidora, modificadora y destructora de la Tierra.49 0.60 0.61

Puede observarse que cada una de estas tres actitudes frente al medio, co-
rresponde a las tres miradas que Debray define, y que al mismo tiempo se em-
parentan con los tres tipos básicos de formas arquitectónicas que el mismo Rapo-
port establece; la primitiva, en la que hay muy pocos tipos de edificios con un
modelo que varía muy poco y que son construidos colectivamente; la vernácula
preindustrial, que da lugar a un mayor número de tipos edilicios, aunque limitado,
con más variaciones individuales y construidos por profesionales; y una tercera,
moderna, con muchos tipos de edificios especializados y de corte original, di-
señados y construidos por equipos de especialistas.50 0.62 0.63

Como se anticipó, la mirada retrospectiva a los tres momentos enunciados, se


24 enmarca en la idea de “[…] que proyección es retroferencia, que es necesario
saber dar un paso atrás para arrojar alguna luz sobre el inmediato futuro […]”,51
pues en última instancia la investigación cobra sentido si permite modificar la
concepción del espacio doméstico para transformarlo cualitativamente ya que
“Necesitamos de una nueva casa; es decir, de modelos de habitación no conven-
cionales, no especulativos, no conformes con los ‘tipos’ sedimentarios”.52
0.64 0.65

Se insistirá pues, particularmente en el último aparte, en la esperanza de que


este trabajo cuestione y aporte nuevos términos a los proyectistas y promotores
de vivienda del Valle de Aburrá y haga un llamado sobre los aspectos más re-
levantes de la condición doméstica para que su espacio arquitectónico responda
a las condiciones profundas y reales, modificando el escenario del habitar en 0.66
beneficio de las próximas generaciones dentro de una condición que valore lo lo-
cal, respete lo natural, se nutra en lo universal y proyecte un futuro democrático
y en armonía con el universo, sobre todo “[…] porque nuestro cuerpo, a pesar
de todos los aderezos y modificaciones tecnoartísticos que ese soporte recibe,
forma parte de la naturaleza y difícilmente puede existir sin ese medio ambiente
[…]”,53 recordando además que ecología viene de oikos, que significa casa, por lo
que se hace imperioso volver a la naturaleza como la propia casa.

49
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 101.
50
Ibíd., p. 18. 0.67
51
F. Duque, Op. cit., p. 98.
52
Paola Coppola P., Análisis y diseño de los espacios que habitamos, México, Pax México, 2004, p. 26
53
Ibíd., p. 47.
25

0.58. La mirada mágica: petroglifo, Támesis, Colombia.

0.59. La mirada estética: Reggae rose (detalle), Gabriel Gutiérrez,


mixta sobre papel, 50 x 70 cms., 2009, colección particular.

0.60. La mirada económica: comercial televisivo.

0.61. Actitud religiosa y cosmológica: montañas de Antioquia.

0.62. Actitud simbiótica: parcelación Popalito, Barbosa.

0.63. Actitud explotadora: densidad constructiva en Medellín,


Daniel Beltrán, modelo tridimensional, 50 x 70 cms., 2008.

0.64. El tipo primitivo: casas indígenas comunidad kuna yala,


Coe Dup, Islas de San Blas, Panamá.

0.65. El tipo vernáculo preindustrial: casa de tapia,


Santafé de Antioquia, Colombia.

0.66. El tipo moderno: casa particular, Lima, Perú.

0.67. La visión ecológica del hogar: suroeste antioqueño, 2012.


26
Son numerosas las ciencias, disciplinas y campos del conocimiento que se ocu-
pan de una u otra forma del espacio, entre ellas están la antropología, la filosofía,
la astronomía, la matemática, la geometría, la física, la geografía, la sociología, el
arte y la arquitectura; la comprensión del término de espacio depende pues del
ámbito de conocimiento desde el cual se interprete; el padre de la ciencia con-
temporánea, el físico y matemático alemán Albert Einstein (1879-1955), en 1953
en el prólogo de Conceptos de espacio,1 habla de dos tipos de espacio diferentes:
aquel que se considera como una cualidad posicional del mundo material de los
objetos, que conduce a una definición de espacio geométrico, y otro que hace
1.1 1.2
referencia al recipiente de todos los objetos materiales, propia del espacio ci-
nemático; el mismo Einstein dice que ambas nociones son invenciones humanas
para facilitar la comprensión de las experiencias sensibles, pero que la segunda
idea, que solo se desarrolló hasta después del Renacimiento, hace alusión a una
realidad superior al mundo material. En el citado texto, Einstein se refiere al físico
y químico británico Michel Faraday (1791-1867) y al físico y matemático escocés
James Clerk Maxwell (1831-1879) como puntales sobre los cuales se desplegó la
noción tetradimensional de toda la realidad física a partir de la cual se considera
representable como un campo, cuyos componentes son interdependientes y de-
terminados por los parámetros espacio-temporales. Obsérvese que la arquitec-
tura por su condición dual, háptica, recorrible y escenográfica, en el sentido de
1.3
servir de soporte a la experiencia sensible, en donde tienen lugar los eventos y
la historia, posee un tipo de espacio cinemático, pero a su vez, por su condición
material, física y tangible, requiere el espacio geométrico para disponer la sus-
tancia necesaria que alberga los cuerpos y objetos.

Y si para la filosofía aristotélica el espacio era una especie de accidente de la


sustancia, el filósofo y matemático inglés William Kingdon Clifford (1845-1879)2 27
propuso todo lo contrario, es decir, para él el espacio posee un estatuto previo
al de la materia, de tal forma, se anticipó desde la tercera parte del siglo XIX a la
idea de la predeterminación jerárquica del espacio sobre la forma, la materia y
el mundo físico. Siendo así, se presupone una preeminencia condicionante del
1.4 1.5
espacio sobre el tiempo, lo que implicó el triunfo del concepto de espacio sobre
los demás conceptos de la física teórica. Por lo demás, esta propuesta marcó la
senda que se acogerá en este trabajo respecto al dominio que sobre los seres
humanos tiene el espacio.

Como se dejó ver en la introducción, estas dos polaridades complementarias,


que Einstein formula como parámetros espacio-temporales, corresponden
respectivamente a una dimensión externa y a otra interna del ser humano. En
este sentido debe hacerse la aclaración de que el tiempo y el espacio absolutos
se excluyen del campo propio de las denominadas “ciencias exactas” pues su
condición metafísica, admitida filosóficamente, es físicamente imperceptible. He-
1.6
cha esta acotación, cabe admitir que ambas dimensiones (la externa co-
1.1. Conceptos de espacio: el atmosférico. rrespondiente al espacio y la interna referida al tiempo), hacen parte constitutiva
1.2. La cualidad posicional de los objetos: abstracción conceptual
y esencial del ser, determinando su posibilidad de existencia y su habitabilidad
de la Casa Elipse, Camilo Zapata, modelo tridimensional, 2012. en la tierra; como polaridades, “[…] no se excluyen mutuamente, sino que son in-
1.3. La experiencia del espacio cinemático: competencia deportiva. terdependientes: ‘armonía en la contrariedad como en el caso del arco y la lira’”.3
1.4. La condición dual de la arquitectura: espacio cinemático y
Para efectos de este trabajo investigativo, el concepto de espacio, asociado al
espacio geométrico.

1.5. El condicionamiento espacial del ser humano: Bigfoot, Idan 1


Max Jammer, Conceptos de espacio, México, Grijalbo, 1970.
Zareski, resina, 478 x 175 x 162 cms., Jardín Botánico de Miami,
EEUU. 2
William K. Clifford, The common sense of the exact sciences, New York, Knopf, 1946, en: M. Jammer, Op. cit., p. 207.
1.6. La dimensión interna del ser: el tiempo. 3
Ernst Cassirer, Antropología filosófica, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1976, p. 334.
dominio de lo doméstico, hace referencia a la segunda noción einsteniana que
evoca una realidad superior al mundo material como regulación de lo coexistente
de acuerdo con el filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz
(1646-1716),4 para quien el espacio era un orden de coexistencias y que co-
rresponde al parámetro temporal de la denominada exterioridad del ser.

Tal y como ya se anticipó, el concepto de espacio doméstico5 se ha abordado


desde una óptica de corte heideggeriano y que retoma José Luis Pardo cuando
hace su reflexión sobre el espacio y el tiempo en la introducción a su libro Las 1.7
formas de la exterioridad.6 En este sentido, se puede acudir a la cita del filósofo
alemán Martín Heidegger (1889-1976) hecha por Pardo en el exergo del citado
libro, en la que plantea la imposibilidad de dar una definición imperiosa de es-
pacio: “Sigue estando indeciso de qué manera es el espacio, e incluso si puede
atribuírsele un ser en absoluto”.7 Sin embargo, para efectos de la claridad teóri-
ca de este trabajo, se sigue al mismo Pardo para brindar un sentido de espacio
lo más acotado posible. Así, Pardo hace énfasis en que la experiencia del espacio
es algo inherente al ser humano; esta condición fundamental de íntima relación
entre el individuo y el espacio supera la idea de un lugar8 ocupado por un objeto
o un ser natural y se acerca a la condición simbólica que imprime el hombre a
sus conexiones con el universo.

Este hombre es ahora precisamente el centro del espacio, pues la concepción 1.8

moderna del problema ha superado la connotación estructural del universo para


pasar a un interés por la condición existencial, dentro de la cual el ser es el eje
desde el cual se concibe la realidad fenoménica. Ya Heidegger habló del espa-
cio en términos relativos al sujeto, es decir, se refirió a categorías de cercanía,
28 continuidad, lejanía, proximidad; siendo el individuo el referente espacial primor-
dial y su casa, por extensión, el centro simbólico del cosmos, por eso “la casa
llega a ser el centro concreto del mundo […] la casa está en el centro de toda
lejanía”;9 y de ahí que “[…] todo lo que acontece al alma y a cada sustancia es una
consecuencia de su noción, y por tanto, la idea misma o esencia del alma lleva
consigo que todas sus apariencias o percepciones tengan que surgirle (sponte)
de su propia naturaleza […]”.10
1.9
Recuérdese que la referida condición simbólica, presente en el espacio habi-
table, la confirma también el análisis de Leroi-Gourhan,11 que entre otras cosas
cuando se refiere al problema de la domesticación del espacio y del tiempo,
plantea como se anotó en el aparte precedente, que el espacio habitado contiene,
además de una condición técnica, una expresión simbólica de carácter universal.
Pero obsérvese además, que la diferencia entre lugar y espacio es radical para
la comprensión del sentido que se da al último en el marco de esta investigación

4
“Spatium est ordo coexistendi” (El espacio es el orden de lo coexistente): M. Jammer, Op. cit., p. 23.
5
La conceptualización del problema del espacio doméstico que se presenta aquí es una versión revisada y ampliada de
la reflexión realizada por el autor en El péndulo del hogar, Medellín, Universidad Nacional, 2011. y que tuvo origen en la
tesis, publicada como libro, de la Maestría en Historia del Arte: Habitarte, Medellín, Universidad de Antioquia / CPNAA,
2009.
6
José L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-textos, 1992.
7
Ibíd., p. 12. 1.7. La dimensión externa del ser: el espacio.
8
Entendido a la manera aristotélica de ser la frontera adyacente del cuerpo continente: M. Jammer, Op. cit., p. 38. 1.8. La condición simbólica del espacio humano: Momentum
movimentum, Laura Porras, instalación, 2013, Sala U, Universidad
9
Otto F. Bollnow, “El hombre y su casa”, Eco, Bogotá, Tomo IX (52-54), agosto - octubre 1964, p. 461.
Nacional, Medellín.
10
Gottfried W. Leibniz, Discurso de metafísica, Madrid, Alianza, 1994, p. 99.
1.9. La relatividad subjetiva del espacio: Sin título, Natalia Giraldo,
11
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p.303. instalación, 2013, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
y que Michel de Certeau propone “[…] en cuanto que se toman en consideración
los vectores de dirección, las cantidades de velocidad y la variable del tiempo.
El espacio es un cruzamiento de movilidades”;12 es, en términos pardianos, una
exterioridad al sentido, al tiempo y a la historia.

El sujeto-conciencia y el sujeto-cuerpo, como los denomina Pardo, determinan


dichas movilidades para llevar a las nociones de las formas de la interioridad y de
la exterioridad, por eso para él “los Espacios, en suma, son las inscripciones de
1.10
la exterioridad, son espacios escritos, inscritos, los Espacios de los que el propio
sujeto está hecho […]”.13 Esta noción de diferenciación de un campo externo y
otro interno tiene también cabida genealógica en el pensamiento kantiano, que
retoma a su vez el filósofo y pedagogo alemán Ernest Cassirer (1874-1945), quien
afirma que “según Kant, el espacio es la forma de nuestra experiencia externa
y el tiempo la de nuestra experiencia interna”,14 de esta manera se recurre de
nuevo a las polaridades esenciales propias del ser humano, que evidencian su
constitución como parte del universo natural y que como tal, hacen eco de él;
ninguna de las dos manifestaciones puede ser o existir sin la otra, no son ex-
cluyentes sino complementarias. Al día le corresponde la noche, a lo femenino
lo masculino, lo horizontal es impensable sin lo vertical, la actividad requiere el
reposo, el pulso del universo se constata en los ciclos y frente a lo íntimo surge
1.11 lo social.

Pero ya que se ha mencionado, cabe en este punto profundizar un poco en la


versión que el filósofo y geógrafo alemán Immanuel Kant (1724-1804) da en su
Crítica de la razón pura:

El espacio no representa ninguna propiedad de las cosas en sí, ni las representa en su 29


relación recíproca. Es decir, el espacio no representa ninguna determinación que vincule
a los objetos mismos y que se mantenga, aun haciendo abstracción de todas las condi-
ciones subjetivas de la intuición.15

De aquí se infiere que, según este pensador, en el mundo externo no existe


ninguna entidad denominada espacio, que el espacio no es un objeto de la per-
cepción, sino una mirada, un modo de recibir la exterioridad, para Kant tanto
el espacio como el tiempo son condiciones en las que se mueve la percepción
sensible. Si se acepta que el espacio entonces corresponde a una manera de
ver, ella genera una imagen y “la imagen es benéfica porque es simbólica”,16 pro-
cede de un tiempo que es inmóvil, que es el tiempo de lo afectivo y desconoce
la mecánica de la razón, por ende conecta con el universo de lo inconsciente, al
cual pertenecen los símbolos, reafirmando entonces una vez más que el espacio
es fundamentalmente simbólico y por lo tanto “sin intermediario de ninguna clase
[…] por su misma forma, tiene acceso directo a las emociones”.17 En tal orden, el
1.12 espacio no es mensurable, pues los sentidos de su significación son ilimitados,

12
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
Estudios Superiores de Occidente, 2007, p. 129.
13
José L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Barcelona, Del Serbal - Guitard, 1991, p. 41.
1.10. Cruzamiento de movilidades: ventana doméstica, Medellín. 14
E. Cassirer, Op. cit., p. 81.
1.11. Polaridades complementarias: Sin título, Catalina Ferrer, óleo N. K. Smith (tr.), Immanuel Kant´s Critique of pure reason, Londres, Macmillan, 1950, p. 71, citado en: M. Jammer, Op.
15
sobre lienzo, 50 x 70 cms., 2008, colección particular.
cit., p. 178.
1.12. El sentido simbólico ilimitado del espacio: Isolda, Diana Mar- 16
Régis Debray, Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1998, p. 53.
tínez, instalación, 2008, Museo El Castillo, Medellín,
foto de la artista. Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 109.
17
dependen de la perspectiva y la relación que el sujeto le otorga.

Por su parte, Leibniz, como ya se adelantó, planteaba que se alcanza una re-
presentación del espacio mediante un proceso de abstracción, definiéndose el
espacio como relativo o relacional, es decir, como dominio de coexistencia entre
seres posibles, lo cual genera un sentido que trasciende la mera localización de
cada ser u objeto por sí mismo de manera aislada y condicionándolo frente a
otros que simultáneamente hacen parte del mismo universo material e inmate-
rial; lo cual conduce inexorablemente a plantear la diferenciación del concepto de
territorio o lugar y de espacio, el primero asociado a la idea de la ocupación y el
segundo a la posibilidad de su practicabilidad. Para efectos de esta investigación,
la noción territorial de espacio se deja al margen, para activar de preferencia
la dimensión experiencial. Entendido en esta dimensión, bajo la línea kantiana
que retoman Cassirer, Leroi-Gourhan y Pardo, el espacio conduce a una pre-
determinación del ser similar a la del lenguaje; en este sentido, así como el ser
humano es hablado por su lengua, también es habitado por el espacio; aquí vale
recordar que la filosofía del arte recurre a las ciencias del lenguaje para apoyar
su refle-xión e intentar una teorización consecuente con las expresiones artís-
ticas modernas, dentro de las cuales cabe la arquitectura, y que ello conduce
a comprender la limitación del ser sobre el espacio para formularlo sujeto del
espacio; esto es, sujetado por el espacio. 1.13

Nótese que la idea kantiana de formular el espacio como una forma a priori de la
sensibilidad, como intuición pura de carácter infinito e imaginado, respalda esta
concepción determinística. Sin embargo, la idea kantiana de la irreductibilidad
del espacio al orden conceptual en la cual el espacio se entiende como la forma
30 de la sensibilidad, supera la afirmación de Leibniz de que el espacio no es nada
real, sino solamente una forma de considerar las cosas. Vale enfatizar entonces
que el concepto de espacio aquí se acerca a la definición de la física moderna
que “[…] califica al espacio de continuo, isotrópico, homogéneo, finito o infinito,
en la medida en que no es un simple sistema de relaciones”,18 sino que conlleva
el reconocimiento emotivo de valores y está mezclado con la emoción, como
lo dejara ver la idea del poeta griego de la segunda mitad del siglo VIII a. de C.,
Hesíodo, como los pitagóricos lo vinculaban con el cielo (dado según ellos, su
carácter ilimitado) o como lo consideró en su momento el filósofo y poeta italiano
Tommaso Campanella (1568-1639), como una entidad absoluta de condiciones
espirituales y atributos divinos. 1.14

En relación al lenguaje se puede pues plantear que la arquitectura, como toda


práctica artística es lenguaje y que así como a pesar de que cada persona tiene
su propio lenguaje y que no existe uno común para todos, los seres humanos
se entienden más allá de las fronteras de los espacios individuales, colectivos o
temporales; así entonces, aunque cada objeto arquitectónico constituye un len-
guaje propio, la practicabilidad del espacio arquitectónico hace de la arquitec-
tura un lenguaje de experiencias existenciales y vivencias sensibles plagadas de
materialidad e inmaterialidad conducentes a fenómenos memorables asociados
a dominios mentales de carácter simbólico, aceptando la idea cassireriana de
que el lenguaje, el mito, la religión y el arte son los componentes del universo
simbólico. Aquí radica una de las condiciones propias del lenguaje que se puede
1.13. La practicabilidad del espacio: El renacuajo paseador,
aplicar al concepto de espacio, ya que también las cosas se presentan con una Carlos Giraldo, presentación de títeres, 2010, sala de teatro
La Chacanta, Córdoba, Argentina, foto Rubèn Capodaquia.

1.14. Atributos espirituales del espacio celeste: el firmamento


M. Jammer, Op. cit., p. 25.
18
en el Valle de Aburrá.
realidad común y el modo de ser de las cosas, en este caso el modo de ser
del espacio doméstico, se revela hablando de él, practicándolo y habitándolo;
dándole el estatuto de objeto de investigación, salen a la luz profundidades inad-
vertidas, pues investigar también es hablar de algo de lo que no se ha hablado
lo suficiente para develar aquello que aún está escasamente abordado en un
campo del conocimiento.

En este orden de ideas se puede afirmar que el arte, y por ende la arquitectura,
1.15
desde la perspectiva del filósofo alemán Hans-George Gadamer (1900-2002) y
bajo las teorías de Cassirer, Leroi-Gourhan y del teórico español de la actualidad
Simón Marchán Fiz, que lo consideran lenguaje y como tal, una forma simbólica
del hombre, ve retroceder su realidad física en la misma proporción que surge
su propiedad simbólica. Así también el crítico y filósofo estadounidense Arthur
Coleman Danto (1924) coincide con ellos al proponer que “[…] para ser arte, el
arte debe representar algo, es decir, debe poseer alguna propiedad semántica”.19
Por ende, en sentido simbólico, cada arte propone una manera de comprender y
sentir el mundo; el de afuera, el de lo(s) demás (la exterioridad espacial), y el de
adentro, el íntimo, el propio (la interioridad temporal).

En consecuencia, el espacio doméstico rasga una manera propia de advertir,


1.16 pensar y percibir el universo de los espacios habitables; específicamente y para
efectos de este trabajo, espacios y formas de carácter arquitectónico para elabo-
rar relaciones de sentido entre lo doméstico y su espacio, y entre la arquitec-
tura y su espacio. Aquí se constata la diferenciación entre señales y símbolos;
las señales, como operadores, corresponden al dominio material de la realidad
arquitectónica, y los símbolos, como designadores, corresponden a los valores
funcionales a los cuales remite la sustancia. Por eso el espacio geométrico no 31
solo se vincula a figuras concretas, sino a abstracciones y relaciones de carácter
universal que se establecen en la objetualidad de la realidad fenoménica. Si-
guiendo a Cassirer de nuevo, se distingue entre un espacio perceptivo, propio del
reino animal y especialmente de aquellos denominados animales superiores, que
obedece a su organicidad y en el cual tiene lugar la acción; pero solo mediante
1.17 un proceso mental complejo, exclusivo de la especie humana, se llega a la idea
de un espacio abstracto que hace la apertura al universo de lo simbólico. Aquí
hay una notable similitud con la conclusión a la cual llevan todas las polémicas
teológicas en torno a la concepción de espacio, pues ellas desembocan en la idea
de una red de relaciones, lo que sin duda alguna, lo emparenta con el espacio
leibniziano, aunque él lo considerara “[…] desprovisto de existencia metafísica u
ontológica”.20

Pero antes de continuar con la aproximación al espacio doméstico, es impor-


tante aclarar que el espacio geométrico permite construir en términos mentales
un mundo “[…] homogéneo, universal, y solo por medio de esta nueva forma
característica del espacio pudo llegar el hombre al concepto de orden cósmico
1.18
único, sistemático”.21 En el proceso evolutivo de la especie humana, este logro
representó un significativo paso hacia la humanización del mundo, para permitir,
1.15. Fenómenos memorables asociados al universo doméstico: en términos heideggerianos, habitarlo. En esta noción espacial se conquista de
Pedro (detalle), Fernando Botero, óleo sobre tela, 1974, colección
Museo de Antioquia, Medellín.
manera definitiva la trascendencia hacia lo invisible, lo ausente, lo virtualmente
1.16. La aproximación del arte a la realidad sensible.
Arthur C. Danto, El abuso de la belleza, Barcelona, Paidós, 2005, p. 27.
19
1.17. La abstracción espacial como apertura del universo sim-
bólico: Escuela Metropolitana de Artes, Medellín. 20
M. Jammer, Op. cit., p. 152.
1.18. Orden cósmico: juegos pirotécnicos, Medellín. 21
E. Cassirer, Op. cit., p. 76.
presente, pues al dominar y superar la esfera de los hábitos cotidianos de orden
pragmático, se impulsa el ser comprehensivo que abarca la totalidad dimensional
del universo; como lo enunciara Leibniz, “[…] para inflamar a las almas de amor
divino y para elevar a los espíritus al conocimiento de las sustancias incorpóreas
[…]”,22 que estarán presentes por centurias, como se verá, en el espacio domés-
tico.

Entre las ideas formuladas para el espacio desde el ámbito geométrico, debe
mencionarse la del científico inglés Isaac Newton (1643-1727), que determinó la
base de la física clásica en la cual el espacio absoluto es una necesidad lógica
y ontológica por ser un requisito de la dinámica; en su concepción, el centro del
mundo es el centro de gravedad del sistema tierra - sol - planetas definiendo así
una noción relacional y que tiene un precedente fundamental en su maestro, el
teólogo y matemático también inglés Isaac Barrow (1630-1677), para quien “[…]
el espacio es la expresión de la omnipresencia divina, de la misma manera que el
tiempo es la expresión de la eternidad de Dios”,23 nótese que esta definición vin-
cula de nuevo al espacio y al tiempo como dos caras de una misma moneda, con 1.19

lo inmaterial; más allá del origen teológico de esta afirmación, lo interesante es la


mirada particular sobre la existencia de fuerzas invisibles e intangibles asociadas
al espacio, lo que conduce de nuevo a retomar la dirección del planteamiento de
Pardo de las formas interiores y exteriores del ser.

Volviendo entonces a Pardo, se afirma que el tiempo y el espacio son el dominio


de lo sensible en contrapunto con lo suprasensible, que no es ubicable en tanto
eterno e inextenso; además se aclara que para la definición de espacio se re -
q u i e re la consideración de la propia existencia y del pensamiento, ya que el
32 cuerpo humano mismo es espacio y por lo tanto la definición no puede quedarse
limitada al ámbito de lo físico. Incluso el cuerpo debe entenderse más como el
dispositivo que da consistencia al espacio; “[…] como transductor y productor
de espacio. El cuerpo humano es el que abre espacios”;24 como conductor de la
movilidad y creador de realidades, el cuerpo permite, a la manera de Heidegger,
habitar poéticamente lo “inpoético”. 1.20

El espacio comporta, más que una explicación matérica, un sistema de princi-


pios ordenadores bajo los cuales se disponen ciertos objetos, ideas, actitudes,
comportamientos y situaciones producidos por un individuo o un grupo humano;
esta producción por lo tanto constituye un espacio que puede ser reconocido y
diferenciado de otros. En consecuencia, y en sentido práctico, puede afirmarse
que el espacio doméstico constituye una realidad diferenciable de otros espa-
cios producidos por otras prácticas culturales, como puede ser por ejemplo el
espacio lúdico, el espacio laboral o el espacio social en términos generales y que
podrían a su vez contener, definir o incluir espacios arquitectónicos para soporte
material de su práctica, en caso tal se hablaría por ejemplo del espacio arqui-
tectónico lúdico o del espacio arquitectónico social y por supuesto del espacio
arquitectónico doméstico.
1.21
Ahora bien, considerando que cada acontecimiento se hace visible en el mundo
real básicamente por la huella que deja en las dimensiones del espacio y del 1.19. La existencia de lo intangible: Catedral de la Inmaculada,
Carlos Carré, 1875-1931, Parque de Bolívar, Medellín.

1.20. El cuerpo humano creador de espacio: Sin título, Félix E.


Naranjo, cera, 40 x 20 x 15 cms., 2013,
22
G. W. Leibniz, Op. cit., p. 98.
Espacio del Hombre, Universidad Nacional, Medellín.
23
M. Jammer, Op. cit., pp. 145-146.
1.21. El espacio arquitectónico doméstico: casa particular,
Félix Duque, “La ciudad” [conferencia], Medellín, Universidad Nacional, junio 8 de 2007.
24
Barbosa.
tiempo, y la existencia de un evento radica fundamentalmente en su condición
espacial, así entonces cada actividad, cada ocurrencia, cada hecho, cada ac-
cidente, tiene manifestación sensible en un espacio geográfico, geométrico o
arquitectónico determinado. Extendiendo esta idea al ámbito de este proyecto
investigativo, las manifestaciones de carácter espacial e íntimo del hogar, dejan
su registro en ese espacio que se ha denominado, para este trabajo, el espacio
doméstico, entendido como un “[…] conjunto indisoluble de sistemas de objetos
y de sistemas de acciones”,25 teniendo en cuenta que los límites de este espa-
1.22
cio son flexibles, elásticos, no están claramente definidos, son vagos y diluidos;
tal como el concepto etológico de territorio, el espacio no se puede identificar
exclusivamente con una porción de universo, está referido sobre todo al condi-
cionamiento previo que determina la conducta sin excluir el ámbito material y
tangible; de aquí se comprende la idea de que el espacio doméstico además se
interseca con el espacio laboral, con el espacio recreativo, con el lúdico, con el
social, con el sexual y con muchos otros, algunos de los cuales están contenidos
o están determinados o determinan en alguna medida el espacio doméstico.
Quizás una diferencia radical entre el espacio doméstico y estos otros espacios
cercanos a él, es que aquellos pueden desarrollarse y practicarse en lugares
ajenos a la intimidad del hogar, mientras que el espacio doméstico está afincado
por excelencia en el universo íntimo del morar.

Ahora cabe incluir una reflexión adicional que tiene origen en la condición tempo-
ral del espacio, pues de ella se desprende la conexión que el ser tiene a través de
él con el presente. Como lo dice Pardo: “El sujeto está forzosamente sujeto a su
presencia a sí, a su presente, pero ese presente está hecho de pasados conge-
lados y de futuros imperfectos, la presencia está hecha de ausencias […]”,26 tal
y como lo evidencia la magistral obra cinematográfica Blade Runner,27 en la cual 33
se muestra que el espacio mental de los replicantes (seres humanos artificiales),
contiene registros del pasado de seres humanos verdaderos, que son incorpo-
rados en la memoria electrónica de estos robots cuasi perfectos, incapaces de
distinguir entre la realidad real de sus pensamientos y recuerdos, y la realidad
virtual y realmente ausente, forzosamente inyectada para permitirles, mediante
1.23
el autoengaño, la existencia. De igual manera, la angustia y el desespero que
desarrollan los más sofisticados de estos seres artificiales, ante la inminencia de
su fugacidad, los lleva a producir pasiones, sentimientos y deseos de eternidad
pues el futuro imperfecto que los gobierna determina su limitación. Pero aunque
en la cinta el problema se sitúa en los espacios simbólicos de estos hombres
electrónicos, lo que el tema en última instancia permite es comprender que el
espacio está plagado de escenarios ausentes, lugares temporales en los que el
ser no puede estar presente en el presente.

Así, el espacio doméstico reproduce amplificado, lo patentado en la película de


Scott, pues este espacio sí que “[…] se imprime en nosotros configurando nues-
tra exterioridad, lo que somos pero no podemos percibir”.28 Como los personajes
1.24 perseguidos por el blade runner, que se esfuerzan por practicar su presente
bajo construcciones de un pasado que nunca fue ni será, pero al que no pueden
1.22. Intimidades del espacio doméstico: Torre del homenaje,
s. XVI, Santo Domingo, República Dominicana. eludir; el espacio doméstico está infestado por entes atemporales que deam-
1.23. La presencia de lo ausente: Blade Runner, Ridley Scott,
1982, imagen basada en un fotograma de la película, tomada de
http://www.cinedivergente.com/wp-content/uploads/2012/07/
25
Milton Santos, La naturaleza del espacio, Barcelona, Ariel, 2000, p. 18.
blade_runner_1.jpg 26
J. L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Op. cit., p. 20.
1.24. La poética de los eventos domésticos: Confidencias, 27
Ridley Scott, Blade runner, [obra cinematográfica], 1982, [117 min.].
Francisco A. Cano, óleo sobre tela, 1901,
colección Museo de Antioquia, Medellín. 28
J. L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Op. cit., p. 20.
bulan entre los tiempos idos y los por venir; está irremediablemente constituido
por el sentido histórico de los tiempos transcurridos, los eventos vividos y las
marcas memorables de cada instante. El espacio doméstico es un instrumento
con el cual la naturaleza dibuja el paisaje de la intimidad asociada al hogar, es la
información codificada de afecciones que se introduce en el pensamiento del ser
doméstico humano; con Argán, se podría entonces afirmar que “yo estoy aquí
ahora, pero no puedo prescindir de mi ‘haber estado antes y en otro lugar’, de lo
cual también tengo conciencia”;29 como la memoria de las casas habitadas, que
aunque parte del pasado están presentes en el presente de la domesticidad de
cada quien.

Por esto es que el espacio doméstico determina las condiciones y característi-


cas de los objetos y de los sujetos que pertenecen a él y viceversa, puesto que
“el sujeto humano es tanto la prolongación de sus objetos como lo contrario.
Bucle decisivo y sorprendente”,30 que permite entender que los productos téc-
nicos, como la arquitectura, entre muchos, amplían el universo metafísico de la
materialidad de la especie, al igual que los individuos que habitan un espacio
geográfico, que son predeterminados por su condición térrea y que a su vez la
modifican permanentemente, o como en la obra cinematográfica comentada, al
igual que los hombres de laboratorio que son el producto de la información artifi-
cial de su ascendencia digital y su genética electrónica, los objetos arquitectóni- 1.25

cos que pertenecen a este dominio espacial están previamente moldeados por
la referencia ancestral del hogar y son anteriores al sujeto que los habita para
confirmar que “sin duda la dimensión de la pura privacidad constituye el reino
de la singularidad”;31 determinada por ese ir y venir entre los dos factores: ser y
espacio.
34
Factores que se diluyen el uno en el otro; para Jung por ejemplo, la casa es una
representación simbólica del ser que la habita, al igual que para la tradicional
ciencia oriental del Feng Shui, en la cual cada área de la casa representa sim-
bólicamente un aspecto de la personalidad, físico, mental y espiritual; ella toma la
forma de la calidad de su ocupante, en ella se establecen y configuran los modos
de vida, pero también el tiempo de quienes la practican. Hay tal sentido de sim-
biosis entre la casa, el espacio doméstico y el ser, que el ingreso no autorizado
es sentido como una agresión (violación del domicilio en términos jurídicos) y
cuando alguien experimenta el hecho de regresar a su hogar y descubrir que
allí tuvo lugar un robo, hay una intensa emoción física y síquica que supera con
1.26
creces la pérdida de los bienes hurtados y se acerca a la terrible sensación del
acceso carnal violento y sin consentimiento; es la sensación de que alguien ha
husmeado sin permiso la interioridad, lo íntimo, lo profundo, el alma. En tales
circunstancias, emana la noción de privacidad que adquiere el espacio domés-
tico, pues aunque no se sea el propietario del inmueble ocupado, el residente ve
superadas las barreras matéricas entre su yo y la vivienda.

Así pues, la privacidad, como factor decisivo del espacio doméstico incorpora el
ámbito de construcción de la individualidad, necesaria para la salud mental; es el
lugar de preparación del individuo para afrontar la exterioridad; es el espacio de la 1.27
creatividad por excelencia, gracias a sus condiciones de aislamiento; es el mundo
1.25. El bucle sujeto-objetos: Sin título, Verónica Morales, insta-
29
Giulio C. Argán, El concepto de espacio arquitectónico, desde el Barroco a nuestros días, Buenos Aires, Nueva Visión, lación, 2013, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
1961, p. 157.
1.26. Mimesis casa-ser: dibujo, enciclopedia hebrea, s. XVIII.
30
R. Debray, Op. cit., p. 111.
1.27. La construcción de la individualidad asociada al espacio
Mauricio Vitta, El sistema de las imágenes, Barcelona, Paidós, 2003, p. 75.
31
doméstico, álbum familiar.
de la pura libertad sin restricciones ni censura; y es el soporte de la intimidad en
el que se pueden construir relaciones intensas y sinceras.32 Pero además, es la
esfera de la racionalidad ya que “[…] el abandono del mundo público supone una
opción […] porque, al ser resultado de una elección de carácter moral, implica la
activación de la voluntad […] porque es la morada donde se construye una vida
concebida como una obra de arte […]”;33 de tal manera, la privacidad facilita el
habitar del ser en el mundo, promueve su condición humana y ejerce la concre-
ción de sus polaridades componentes, presentes en el universo natural y con
1.28
mayor razón en los productos tecnológicos de su creación. A estas propiedades
de lo privado se suma el supuesto efecto de seguridad que opera en el espacio
doméstico frente a la temeraria realidad exterior, urbana o natural.

Así pues, la idea de que el espacio doméstico posee una doble condición consti-
tutiva afecta sustancialmente las cualidades de sus componentes dentro de la
dimensión temporal, y por el otro lado promueve la conciencia de lo inmaterial,
lo atmosférico y espiritual, pues acogiendo lo planteado por Marchán Fiz para la
poesía, la pintura y la escultura, ampliado al universo arquitectónico, “[…] ya no
son tanto una acumulación de imágenes, transformaciones y sublimaciones de
un material preexistente cuanto una suma de efectos estéticos, comprometidos
con las virtualidades de la propia materia”.34 El espacio doméstico por lo tanto es
un feudo de significaciones y va mucho más allá de una colección de objetos y
lugares que se nutren de dicha consistencia, aunque todos los objetos y lugares
del espacio doméstico comparten la cualidad inherente a él, que posee una sus-
1.29
tancia estética impuesta por la experiencia cotidiana, que es la única justificación
del espacio-tiempo, entendido entonces como un rasgo accidental de la tetradi-
mensionalidad en la que transcurre la habitación que hace el ser sobre la tierra.
35
Siguiendo a Marchán, para la aproximación profunda al espacio doméstico se
adopta una mirada que integra tanto la versión formalista de la estética como la
interpretativa, para verificar el ser y el quehacer de su efectividad estética. De tal
suerte que significado y apariencia comulgan para reconducir la aproximación a
este universo de experiencias “[…] a menudo más comprometido con los signifi-
cados periféricos, marginales o reprimidos de la obra de arte que con los más
evidentes […]”,35 de ahí la dificultad que tienen el común de los habitantes del
1.30
espacio doméstico para asumir de manera crítica una postura frente al soporte
físico que el medio le ofrece, que a su vez se aprovecha de tal condición para ob-
tener el lucro económico a costa de la calidad profunda y de un verdadero ámbito
de intimidad propicio para la experiencia doméstica. De esta manera, la estética
funcional se ve transgredida y se rompe el vínculo necesario entre la arquitec-
tura de la vivienda y el espacio doméstico, conduciendo al ser a una disolución
temporal y simbólica.

Esta ruptura se explica en tanto que el espacio doméstico inscribe en la memo-


ria y en la imaginación todas las afecciones íntimas dentro del ámbito privado
1.31 del hogar, inscripciones que como imágenes se tatúan en el cuerpo y en la
mente, que son indelebles y como tales hacen parte intrínseca de la definición,
1.28. El efecto de seguridad doméstico: Castillo Marroquí, el comportamiento, el relacionamiento, la sustancia, el espíritu, la conciencia y la
Bogotá, Colombia.

1.29. La sustancia estética de lo doméstico: balcón privado,


Medellín.
32
Helena Béjar M., El ámbito íntimo, Madrid, Alianza, 1988, pp. 154-55.
Ibíd., p. 236.
33
1.30. Significado y apariencia en la experiencia estética: zona de
servicios, Vicenza, Las Lomas, Medellín. 34
Simón Marchán F., La estética en la cultura moderna, Madrid, Alianza, 1987, p. 231.
1.31. Inscripciones indelebles: cuerpo tatuado. 35
Ibíd., p. 243.
inconciencia de cada individuo. Como las cicatrices, los rasguños y las arrugas,
como los lunares, las manchas y los brotes, están ahí, en la piel, en el cuerpo-
sujeto de la historia y los aconteceres, en el pasado presente en el presente y
presente en el futuro que anticipa. Por lo tanto es impensable separar el espacio
doméstico de su requisito funcional, aquel que remite a la necesidad de protec-
ción, de aislamiento, de seguridad, de recarga, de alimento. Si ese espacio no
permite estas condiciones, la marca y su inscripción de ausencia, de sentido
incompleto, de carencia y de vacío, corrompe el espíritu y la carne; deshace el
sentido vital, tergiversa la humanización del mundo y encamina la especie hacia 1.32
su autoextinción.

Es así que, si se acepta que el espacio incluye un condicionamiento para ver y


percibir el mundo según la ubicación de la manifestación en uno u otro espacio,
se requiere una inversión de dos ideas, la primera es la que tiene que ver con que
el lenguaje es la expresión del pensamiento, idea que implicaría la creencia, de
corte modernista, de que existe un único pensamiento y que cada pueblo o cada
cultura traduce dicho pensamiento según las posibilidades que le da su lenguaje,
de lo cual se puede inferir que no es deseable un único espacio arquitectónico
doméstico con carácter universal, pretendido obstinadamente por la Arquitectura
Moderna, disociando la unidad tradicional entre la forma y el contenido, como lo
afirma S. Marchán.36 Tal inversión lo que permite es abrir paso a la inclinación
1.33
contemporánea de contextualizar las producciones culturales, pues “[…] ha
llegado la hora de recomponer lo moderno en el presente, de reconfigurarlo en
función del contexto específico en el seno del cual vivimos”,37 de entender la
obra arquitectónica y el espacio de cada manifestación cultural como producto y
expresión de un grupo humano particular con su propio lenguaje y dentro de un
36 territorio que trasciende lo sensible.

La segunda idea que debe trasgredirse es la que hace referencia a que el espacio
es una delimitación exclusivamente material del vacío que ocupan los cuerpos,
pues como se ha explicado, esta idea reduce el sentido de la existencia a un
plano práctico de corte científico, técnico y naturalista, en cambio el espacio es
mucho más que esta reducida concepción e involucra la complejidad simbólica,
la inagotabilidad artística y la posibilidad poético-estética. Se reitera que el espa-
cio está inscrito en el cuerpo y en la mente, en la memoria y en la imaginación, 1.34

en la conciencia y en el inconsciente; en él y mediante este cruzamiento tem-


poral, se inscribe la historia personal, el pasado de virtualidades y el futuro de
proyecciones; la confluencia de la fugacidad y la eternidad que los personajes
de Blade Runner incorporan de manera electrónica a su espacio mental, tal vez
anticipándose al futuro virtual de la especie humana, que mediante las redes y los
novísimos espacios que ellas promueven comienzan a crear recuerdos, pasados,
deseos y mundos de ilusión en medio de relaciones espaciales sin precedentes
definidas por la experiencia electrónica de cada situación.
1.35
Aquí cabe traer de nuevo a Pardo cuando dice que “[…] el ser de la conciencia es
tiempo, y todo ser se reduce fenomenológicamente al ser intencional de la con- 1.32. Ausencia, carencia y vacío: patio de servicios privado,
casa particular, Belén, Medellín.
ciencia”.38 Por esta razón, el espacio doméstico abre el panorama de la inclusión
a una suerte de eventos, lugaridades, productos, comportamientos, actitudes e 1.33. Contexto específico en lo doméstico:
Portales de la Marquesa, s. XVII, Mompox, Colombia.

36
Ibíd., p. 226. 1.34. La complejidad simbólica, poética y estética del espacio
doméstico: Sin título, Lidó Rico, instalación, 1997,
37
Nicolás Bourriaud, “Lo moderno y lo enraizado”, en: Forum IDEA 2006, La Habana, Centro de Arte Contemporáneo Festival Internacional de Arte, Medellín.
Wilfredo Lam, 2006, p. 124.
1.35. Novísimos espacios ilusorios: habitación de un
J. L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Op. cit., p. 21.
38
adolescente, Medellín.
individuos cuya característica común radica en la aproximación conceptual de
aquella conciencia existencial. Y si bien el espacio se concibe como un dominio
exterior a la subjetividad, ella permite unificar las producciones arquitectónicas
que poseen el atributo del espacio específico más allá de las particularidades
impresas por sus creadores y sus habitantes.

Así entonces, el espacio doméstico dicta a sus moradores la condición pretérita


de la manifestación; su condición es ante todo una manifestación sensible, es un
ser sentido, afectivo, que acuña una dependencia del alma con respecto al exte-
rior y al afuera, y al interior, lo íntimo o lo propio; dependencia que está enmar-
cada por la condición corpórea del ser humano y por la condición trascendente o
metafísica que vincula lo poético en tanto concreción de la acción de materializar,
ya que “lo poético genera ámbitos en el sentido que establece la posibilidad de
fijar contenidos entre los individuos en relación a referencias identitarias o, a có-
digos, valores y comportamientos compartidos”.39 Es por esto que los límites en-
tre el espacio doméstico se desdibujan respecto al de su realidad arquitectónica,
ambos comparten la condición básica de la materialidad, pero también y sobre
todo, deambulan por los terrenos inmateriales de lo simbólico y lo alegórico; el
espacio doméstico está inmerso en un océano de recuerdos, de sueños, de nos-
talgia, de deseos, de proyecciones y retrospectivas que constituyen su sustrato
volátil y dan lugar a la existencia del lecho arenoso, térreo, matérico, asociable
al espacio geométrico de la arquitectura que le posibilita su vivencia humana,
efímera, corpórea; en tal sentido, “la casa da al habitus su forma, pero no un
contenido”,40 ella cobra sentido pleno al ser practicada, cuando habita a sus habi-
1.36
tantes, cuando constituye espacio doméstico y permite habitar el mundo.

En este punto aparece una reflexión que hace alusión al orden de los fenóme- 37
nos, que de acuerdo con Pardo, tienen sentido en cuanto que ellos se dan en
las dimensiones del tiempo y del espacio. La primera como orden de sucesión
de acontecimientos y la segunda como orden de existencia simultánea. Nótese
que ambos espacios, el doméstico y el geométrico, aluden al sentido de existen-
cia más allá del de sucesión. Sin embargo, tanto el tiempo como el espacio son
sistemas de relacionamiento, principios de ordenamiento de los hechos, de los
objetos, de las prácticas. En última instancia, ni el tiempo ni el espacio existen
1.37 sin la confluencia de objetos, fenómenos o eventos y aunque uno de los dos
sistemas puede determinar con mayor fuerza una serie de fenómenos, siempre
estarán presentes ambos. Lo que sucede es que el espacio está subordinado a
la definición del tiempo ya que se trata de un orden de coexistencias, es decir, de
eventos que coinciden en su realidad y que se ordenan bajo un mismo sistema.

Otra condición propia del espacio doméstico es, que a diferencia del tiempo, no
está exclusivamente circunscrito a la eternidad del ser, sino que en tanto que in-
cluye la noción de espacio topológico y geométrico, está directamente condicio-
nado por la corporalidad, que en términos de Pardo, es viciosa y amnésica, a lo
1.38
que puede añadirse que es fugaz. Es decir, que acude a lo concreto y por lo tanto
se distancia de la memoria que es significativamente temporal y “[…] produce en
un lugar que no es el suyo propio. Recibe su forma y su implantación a partir de
1.36. El sentido pleno del espacio doméstico: Mujer en el balcón,
siglo XX, T. H. Pellini, óleo sobre tela, colección Museo de
una circunstancia ajena […]”.41
Antioquia, Medellín.
39
Juan Llavería A., “El sentido de lo poético en la definición del espacio público”, en: Forum IDEA 2006, Op. cit., p. 85.
1.37. Confluencia de objetos, fenómenos y eventos: objetos
decorativos, residencia particular, Medellín. Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano II, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
40

Estudios Superiores de Occidente, 1999, p. 67.


1.38. La materialidad complementaria: buhardilla en casa
particular, Loma de Arena, Cartagena, Colombia. 41
M. de Certeau, La invención de lo cotidiano I, Op. cit., p. 96.
La materia, como polaridad complementaria a lo temporal, fija su presencia en
el instante de su realidad, es corruptible y contaminable, no conecta dimen-
siones temporales, no contiene futuro ni pasado, es únicamente presencia en el
presente; solo cuando interviene el tiempo en la materia se supera el vicio de
su concreción para posibilitar la aparición del viaje temporal entre el pasado, el
presente y el futuro, fusionando los horizontes gadamerianos.

La experiencia, entonces, hace verdadero el sentido completo de la existencia y


posibilita la vivencia completa en las dimensiones espaciales gracias a la impron- 1.39
ta temporal del acontecimiento que trae consigo una noción moral a la existencia
pues “nuestro cuerpo, al adentrarse en la espacialidad y temporalidad forjadas
por la intervención artística, es lanzado en un campo de distinción en que la
reversibilidad entre nosotros y los otros, entre nosotros y las cosas, emerge en
una relación expresiva inédita”.42 En este sentido, y de acuerdo con Heidegger,
el tiempo doméstico, es amplificador, expansivo y exteriorizador; saca a la luz el
dominio interior e íntimo de la experiencia doméstica, revela la conciencia em-
parentada con lo trascendente para superar la característica viciosa y amnésica
de su materialidad. De esta manera se corrobora la idea que Marchán retoma del
filósofo y novelista italiano Umberto Eco (1932), de que “[…] el rasgo más sobre-
saliente del texto artístico, esto es, de la obra que reconocemos como artística,
es, de un modo paradójico, la asemiosis, es decir, el hecho de que no se da una
relación unívoca entre la obra y sus contenidos”.43

Así entonces se recalca que el espacio doméstico se entiende como un dominio,


un campo o territorio mental, mucho más amplio que la concepción material, con-
creta, tectónica, dimensionable y corpórea alusiva a lo cuantificable del universo
38 tangible; es una condición multidimensional que incluye y apuntala los productos
1.40
arquitectónicos con una serie de condiciones que tienen que ver con la categoría
de la percepción existencial doméstica e íntima del ser humano, cercana al im-
perio del hogar como sentido de protección, de tranquilidad, sosiego, interio-
rización, descanso, renovación, recuperación y placer. Representa un orden de
objetos arquitectónicos diferente de la realidad fundamental vital y se acerca a la
realidad del espíritu o del yo puro; objetos que delimitan un territorio que no es
exclusivamente el ambiental físico, que cobija el que está cargado de simbolismo 1.41

pero que al mismo tiempo posee “[…] fragmentos de naturaleza, fenómenos, res-
tos, fósiles, cosidades y animalidades”,44 incluido el ser con su sentido histórico,
productor de movimientos u operaciones inagotables; así, habrá, como lo en-
tiende el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), tantos espacios
como experiencias espaciales se tengan.

Puede afirmarse pues la existencia de un espacio arquitectónico propio del es-


pacio doméstico, que para efectos de esta investigación se denomina el espacio
arquitectónico doméstico, que atiende las características ajustadas del espacio
mental como dominio de significaciones y que al mismo tiempo es soporte maté-
rico del mismo. Visto de esta manera, el espacio arquitectónico doméstico es una 1.42

extensión de la piel, es, al igual que el vestido, el dominio expandido del ser para
1.39. Asemiosis artística: arlequín de trapo.

1.40. El sentido femenino del espacio doméstico: Femme Maison,


Louise Bourgeois, dibujo, 1947, tomada de SCA, XXI Bienal Colom-
biana de Arquitectura 2008, p. 59.
Vera M. Pallamin, “Intervenciones urbanas y comunidades: entre la conformidad y la disconformidad”, en: Forum IDEA
42
1.41. Los espacios de las experiencias espaciales:
2006, Op. cit., p. 103.
granja en Trulli, Italia.
S. Marchán F., Op cit., p. 243.
43
1.42. El espacio arquitectónico doméstico:
44
J. L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Op. cit., p. 169. casa republicana, La Candelaria, Medellín.
protección, mímesis, camuflaje, simbiosis, ocultamiento o manifestación, comu-
nicación y relación; tal y como se evidencia en la cinta La piel que habito,45 ese
órgano vital es el portador de la identidad que induce comportamiento y ser; y de
igual manera entonces, la arquitectura y su espacio, predeterminan al ser.

Por eso la arquitectura y sobre todo el espacio arquitectónico doméstico, como


la piel, como el ropaje, nos comunica, nos habla, y somos hablados por él, y
como tal, es portador de mensajes, posee capacidad semántica y simbólica; y es
1.43
además receptor de memoria y de futuro. Esta analogía no es casual, de hecho
“el revestimiento, que tiene su origen en el arte textil, da dimensión simbólica a
la arquitectura, pero coincide con uno de los elementos básicos, el muro, que
delimita el recinto doméstico”;46 la casa, morada natural del hombre, arquetipo
de lo habitable, se hace una con el vestido y con la piel, se hace una con quien
la habita y es habitado por ella; de ahí la importancia de comprender a fondo
sus cualidades, características y posibilidades, pues en último orden, el ser es el
espacio.

Obsérvese por ejemplo que los límites entre el individuo, su grupo familiar y su
casa, son vagos; por ello, en el lenguaje verbal cotidiano se pone al descubierto
1.44
la noción intrínseca de hogar cercana a la familia y su lugar de habitación; se
dice entonces “mi casa” aludiendo el espacio geométrico de la habitación de los
padres, pero también haciendo referencia al núcleo familiar, a los individuos que
lo conforman y a sus hábitos, a su historia y a su tiempo. En la casa, la dermis
térrea del lugar se hace arquitectura y la piel de la arquitectura se convierte en
indumentaria del habitante, por ende, el lugar se hace la piel del habitante, todos
son uno solo, por eso el filósofo francés Gastón Bachelard (1884-1962) puede
afirmar que “[…] muchos soñadores quieren encontrar en la casa, en el cuarto, 39
un vestido a su medida”.47 La casa, como los poros en su dueño, labra en sus
moradores el registro de su existencia, deja la estela indeleble de su existencia
1.45 que se deposita en cada grieta de las maderas del techo, en los intersticios del
pavimento y en los ratos de aislamiento del mundo tormentoso del afuera.

Porque además como lo plantea Pardo, acogiendo al filósofo, economista e histo-


riador escocés David Hume (1711-1776), “[…] este espacio lo configura una única
clase de pobladores: los hábitos. […] no es una cosa, sino algo que se desliza
entre las cosas, que no es objetivo ni subjetivo, sino que flota entre los objetos
y los sujetos”.48 En estos términos, el espacio doméstico no tiene una sustancia
propia inalterable, sino que por el contrario, es una entidad de otro reino, que im-
plica inexorablemente la práctica existencial de la vivencia, convertida en hábito,
en cotidianidad, en acción y expresión; no es sustantivo, es verbo.
1.46

Lo importante de todo esto es el sentido profundo del habitar, es decir, lo que


Heidegger propone al enunciar que “lo que hay que ver es el modo en que el
hombre es[tá] en el espacio”,49 pues él, a diferencia de los demás objetos que
están en el mundo, habita poéticamente, abre espacios y es mundo, no está

1.43. La piel como extensión del ser. 45


Pedro Almodóvar, La piel que habito, [obra cinematográfica], 2011, [115 min.].
1.44. Límites borrosos entre familia, casa y espacio doméstico: 46
Juan M. Hernández L., La casa de un solo muro, Madrid, Nerea, 1990, pp. 83 - 84.
casa en Boyacá, Colombia.
Gastón Bachelard, La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 98.
47
1.45. La estela indeleble de la existencia: portón privado, Santafé
de Antioquia, Colombia. 48
J. L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Op. cit., pp. 107-108.

1.46. Hábitos íntimos: Sin título, Luis Caballero, óleo sobre papel Martín Heidegger, Observaciones relativas al arte - la plástica - el espacio. El arte y el espacio, Navarra, Cátedra Jorge
49

entelado, 1988, colección Suramericana. Oteiza, 2003, p. 83.


limitado por la materialidad de su corporeidad, proyecta su ser en escenarios
continuamente nuevos, aunque arraigados en su experiencia pretérita como lo
plantea Michel de Certeau cuando habla de los modos de empleo, conectando
también el sentido de habitar con el lenguaje y dice que:

De esta forma, las maneras de ‘habitar’ (una casa o una lengua) […] las insinúa en el
sistema que le impone la construcción de una vivienda de interés social o en el sistema
de la lengua […] Sobrepone esas maneras y, mediante esta combinación, se crea un es-
pacio de juego para las maneras de utilizar el orden imperante en el lugar o respecto de
la lengua.50

Esta noción del habitar poético heideggeriano es perfectamente trasladable al


concepto del espacio arquitectónico doméstico, pues por definición, es el alber-
gue máximo del hombre, el lugar de confort para el cuerpo y para el alma, es el
inicio de la arquitectura y el fin del ser; que convoca una cuestión técnica, una
simbólica y una política, y de acuerdo con lo propuesto por Régis Debray,51 esto
lleva a considerarse como un producto que a la vez es medio de acción y signifi-
cante. Entendiendo además que cada una de estas tres dimensiones actúa sobre
las otras, se constituye entonces una cualidad complejamente rica que requiere 1.47

ser abordada con una actitud incluyente, holística y blanda. Y sobre todo, una
constante recurrencia a las dos dimensiones complementarias que conforman el
universo, pues como el mismo Debray lo dice: “Es pues, imposible comprender
las imágenes sin mezclar los registros del alma y el cuerpo”.52

Habitar entonces se hace posible por las historias que se despliegan mediante la
experimentación del espacio combinando tiempos y facilitando la construcción de
40 relatos en los que los contrarios adquieren una connotación simbólica. Como lo
plantea Vitta,53 la cotidianidad, asentada en la costumbre, constituye una segunda
naturaleza identificada con la nostalgia y alimentada por una energía indiscer-
nible pero vital que está plagada de imágenes visuales de las cuales se llena la
conciencia.

Acudiendo de nuevo a Heidegger, el espacio doméstico se constituye en el res- 1.48

guardo cultural en el que cada uno construye su porción de infinito en la intimi-


dad de su demencia y su lucidez, y con la complicidad de sus satélites: un pez,
sus amantes, sus consanguíneos, un aparato de imagen mediática, los retratos
de los que ya no están o la imagen de los que se desea que estén. El espacio
arquitectónico doméstico es dispositivo de la experiencia del espacio doméstico
en el que es posible la construcción de sentido y de universo propio para el de-
sarrollo de lo profundo hermanado con la intimidad y lo privado; lo de adentro,
doméstico, sinónimo de lo profundo, que acerca al ser humano a su consistencia
homínida enraizada en el hogar y el habitar del home. 1.49

Esta palabra maravillosa de home, que designa un “lugar” físico, pero que también tiene
el sentido más abstracto de un “estado de ser”, no tiene equivalente en los idiomas ro-
mances o eslavos europeos. Tanto el alemán como el danés, el sueco, el irlandés, el
holandés y el inglés tienen palabras homófonas para decir home, todas ellas derivadas del
antiguo noruego heima.54

1.47. Registros del alma y del cuerpo: Mascarada, estudiantes de


50
M. de Certeau, La invención de lo cotidiano I, Op. cit., p. 36. arquitectura, U.P.B., 1998.
51
R. Debray, Op. cit., pp. 91-92.
1.48. La nostalgia de las imágenes domésticas: habitación, casa
52
Ibíd., p. 93.
en Barbosa.
53
M. Vitta, Op. cit., pp. 74-78.
54
Witold Rybcznski, La casa: historia de una idea, Madrid, Nerea, 1986, p. 71. 1.49. Profundidad íntima: escalera, casa en Barbosa.
Hombre, home, hogar, casa, conceptos que superan con creces la exclusiva
materialidad de su acepción para invadir la condición espiritual de la especie
y acercarla a la noción poética del espacio arquitectónico doméstico, aquella
que encuentra sustento en las expresivas reflexiones de Gastón Bachelard, que
conducen al estado de la fantasía imaginativa, cuya potencia da sentido trascen-
dental a la existencia y que también se apoya, como ya se dejó ver en la anterior
sección, a partir de las ideas de F. Duque basado en lo que expone Heidegger
del habitar en su artículo “…Poéticamente habitó el hombre...” en el cual hace
1.50 1.51
la reflexión sobre la relación entre el habitar y la poesía en el sentido de que
“lo característico de los poetas es no ver la realidad. En vez de actuar sueñan.
Lo que ellos hacen son solo imaginaciones”.55 De ello, Heidegger deduce que
el habitar del hombre puede ser poético en la medida en que las condiciones
espacio temporales lo permitan, y en este sentido plantea tres asociaciones a
lo arquitectónico: “1) Construir es propiamente morar. 2) El morar es la manera
como los mortales están sobre la tierra. 3) El construir como morar se desarrolla
en un construir que cuida, a saber, el crecimiento; y en un construir que erige
edificios”.56 Habitar y morar aquí son entendidos como la dimensión humana más
próxima a la esfera interior, es decir, a lo íntimo propio de lo doméstico en donde
1.52 1.53 radica la experiencia que permite tener conciencia existencial.

Cabe aquí ahora incorporar la noción etimológica de lo doméstico, que remite al


latín domesticus, utilizado para designar lo relativo o de la casa, y de domus, que
proviene de la etimología indoeuropea, donde dom designaba a la familia de tres
generaciones y cuyo origen está en la raíz dem que quiere decir construir, y que
remite inexorablemente al hogar familiar coligado con el universo, pues domo es
la cúpula en forma de media esfera, geometría que reproduce la imagen mimé-
tica que el cerebro capta del universo a simple vista desde la Tierra. Por esto, 41
como se verá también en el capítulo de la casa patial, el hogar hace alusión al
1.54 1.55
constructo mental del Cielo captado desde la óptica de los mortales que moran
en la Tierra y establece el sentido numinoso de lo doméstico al rescatar una por-
ción de Cielo en la cual morar. Del sentido etimológico se puede establecer una
relación estrecha con el planteamiento heideggeriano: el construir, presente en
la erección de edificios, el cuidar para mantener la memoria familiar trasmitida
de generación en generación, y el objeto como dispositivo para habitar la tierra
bajo el cielo anhelado.

1.56 El espacio doméstico pues, es potencializador de la experiencia existencial, es


soporte de los amores y odios, es recinto sagrado, es lugar del instante humano
bajo la eternidad celeste, es construcción histórica y trascendente aferrada a la
genealogía y a la célula familiar que asegura la pervivencia biológica. Es dedu-
1.50. La fantasía imaginativa presente en el espacio doméstico:
cible entonces que estudiar la historia del espacio doméstico ayuda a compren-
lluvia sobre ventana privada, Medellín. der el pensamiento y las estructuras sociales fundamentales de un grupo en un
1.51. “Construir es propiamente morar”: construcción artesanal, determinado momento, y además contribuye con el entendimiento del problema
Boyacá, Colombia.
habitacional.
1.52. “El morar es la manera como los mortales están sobre la
tierra”: Cama con cosas, Elizabeth Mejía, instalación, 2011, Sala U,
Universidad Nacional, Medellín. Ahora bien, el problema experiencial induce a una puesta en el aquí y el hoy o
1.53. “Construir que cuida y erige…”: edificios en el Parque de en el ayer y el allá que conducen nuevamente a la idea heideggeriana de que la
Berrío, Medellín, 2013.
espacialidad parece constituir una determinación fundamental del ser paralela a
1.54. Domesticus, relativo a la casa: fogón privado, Bello.

1.55. La imagen mimética del universo: domo de la iglesia de San


Antonio, Benjamín Maschiantonio y Juan Restrepo, 1882-1932, 55
Martín Heidegger, Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal - Guitard, 1994, p. 164.
San Antonio, Medellín.
56
Martín Heidegger, “Martín Heidegger dice… construir, morar, pensar”, Morar, Medellín, Universidad Nacional, 1 (1),
1.56. Memoria del dom: álbum familiar. junio de 1995, p 9.
la temporalidad. Entonces el transcurrir del tiempo no es otra cosa que la expe-
riencia existencial del ser en el espacio. En este orden de ideas, la arquitectura,
como obra de arte, está orientada hacia un sentido de la realidad a partir de
experiencias existenciales y percepciones del medio fluctuante mediante habi-
táculos, artefactos, objetos, recintos y paisajes que posibilitan el ser, el sentir y el
hacer en el espacio y en el tiempo; si como lo afirmara el mismo Heidegger, “[…]
solo sobre la base de la temporalidad […] es posible la irrupción del ‘ser ahí’ en
el espacio”,57 esta posibilidad de ser del ser, que potencia su humanidad, se ve
especialmente impresa por la condición poético-estética, por lo tanto simbólica, 1.57
en el dominio de la intimidad del hogar, que es el que se asocia con lo doméstico
por aquello de que el espacio y el tiempo han sido domesticados, esto es huma-
nizados, fundamentalmente en el ámbito del hogar.

Y ya que se ha argumentado con suficiente ilustración la relación existente en-


tre estos términos que facilitan el tránsito material de la conciencia intangible
dentro del universo de las formas y espacios arquitectónicos, puede afirmarse
con Certeau, que lo doméstico es “el territorio donde se despliegan y se repiten
día con día las acciones elementales de las ‘artes de hacer’ […] En este lugar
propio, flota un perfume secreto que habla del tiempo perdido, del tiempo que ya
nunca volverá, que habla también de un tiempo por venir, algún día, tal vez”.58 Es
por todo esto que el doméstico es quizás el espacio que mayor carga simbólica
deposita en la memoria del ser humano y que contiene el mayor acervo cultural
de un grupo, él contiene los rituales, las complicidades, los engaños, la placidez,
el descanso, la renovación, el alimento, la crianza y la pasión, los sueños y la pe-
reza, el descubrimiento de la vida y los secretos de sus etapas, el dolor de crecer
y el de ver la partida de los amados, la alegría de la fiesta, el ocio, el palpitar de 1.58

42 la enfermedad y la anticipación de la muerte. En palabras sintéticas, el espacio


doméstico es “[…] el territorio liminar del hombre (que) implica un destierro de
la naturaleza, una interiorización compartida”,59 es el intento del hombre por en-
contrar su propio universo, por aislar de lo natural un resquicio para no sentirse
controlado, sino controlador; aunque finalmente, vuelve a ser intervenido por su
propia creación. Tratando de artificializar el mundo, por temor a lo desconocido,
a lo agreste, a lo primitivo, a lo natural, al caos; tratando de evadir su condición
biológica, cae en su propia trampa para verse incluido por la red de sus objetos,
de sus arquitecturas y sus espacios, que lo habitan y lo invaden.
1.59

En estos términos, el espacio doméstico según Duque, es parasitario, acompaña


como un espectro los hábitos cotidianos, hace habitable un pedazo vacío de tierra,
está siempre predispuesto a la transformación o incluso a la destrucción. Desde
tal sentido, el objeto de este trabajo investigativo permite, desde el fenómeno
del espacio arquitectónico doméstico del Valle de Aburrá, acercarse al espacio
doméstico dentro de la cultura que habita en este templado resquicio geográfico
para ver cómo ha pervivido y cómo se ha transformado, pues de todas maneras
“[…] a medida que la historia va evolucionando, la configuración territorial la van
constituyendo las obras de los hombres: carreteras, plantaciones, casas, depósi-
tos, puertos, fábricas, ciudades, etc.; verdaderas prótesis”,60 lo cual confirma la 1.60
potencia del ámbito doméstico como amplificación existencial de la especie y de
1.57. Experiencia existencial domesticada: álbum familiar.

1.58. Rituales domésticos.


57
Martín Heidegger, El ser y el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 399.
1.59. El destierro de lo natural: casa de Pastor Restrepo,
58
M. de Certeau, La invención de lo cotidiano I, Op. cit., 2007, pp. 147-148.
Juan Lalinde y Lema, 1910, Parque de Bolívar, Medellín.
Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008, p. 126.
59
1.60. El espacio arquitectónico doméstico en el Valle de Aburrá:
60
Milton Santos, Op. cit., p. 54. Calasanz Parte Alta, Medellín, 2012.
un grupo que comparte el lugar de habitación, la historia de su transformación y
la cotidianidad de su devenir.

Desde esta concepción, la casa entendida como prótesis, como extensión del ser
en el mundo, asume el sentido aúrico benjaminiano pues la palabra casa ostenta
un arquetipo que significa y engloba un mundo al cual representa; en tal sentido,
cuando se dice casa, se remite a la noción de seguridad, de hogar, de tranquili-
dad, de resguardo, de protección y confort que lo doméstico brinda frente a lo
exterior. Aunque en última instancia realmente “nuestra casa es el yo, no un edi-
ficio de cuatro paredes […] El yo es una casa transportable, es cómoda, no tiene
1.61
que estar localizada”,61 lo cual confirma la tesis del abogado y geógrafo brasilero
Milton Santos (1926-2001) al concebirla como extensión mecánica que prolonga
el yo. Así entonces, la arquitectura doméstica se convierte en un intento por
imponer un orden donde no lo hay, es el reemplazo de la conciencia, del yo que
prolonga sustancia al entorno construido para darle sentido poético, simbólico y
trascendente. También cabe, para complementar estas ideas, la del historiador
austriaco Ernest Gombrich (1909-2001) de que el lenguaje, y por ende la arqui-
tectura, no solo es un canal de comunicación para con los demás, sino que sobre
todo permite “[…] articular e interpretar nuestro propio mundo de experiencias
para nosotros mismos […]”.62

1.62
Es posible entonces imprimir un atributo adicional al espacio doméstico que
lo convierte en dispositivo de autoconocimiento, de autoconcientización y posi-
bilitador de comprensión de la honda complejidad humana; ahora que el mundo
cuestiona su cultura, su desarrollo, sus valores, sus intereses y su manera de ser
y hacer, es posible encontrar a través del estudio del espacio doméstico una vía
de iluminación de la sombra inconsciente, aquella que bajo la óptica junguiana, 43
permite la individuación en beneficio del proceso evolutivo de la especie.

Teniendo en cuenta que la historia general del concepto de espacio lleva a afir-
mar que “como toda ciencia, la ciencia del espacio tiene que considerarse como
algo inacabado”,63 y recordando que el espacio “es una función de nuestro es-
quema conceptual”,64 antes de iniciar el estudio de los tres tipos arquitectónicos
fundamentales identificados en la historia habitacional del Valle de Aburrá y para
finalizar este aparte dedicado a la comprensión del concepto de espacio domés-
tico, puede traerse la idea de que la obra de arte es un lugar de paso del mundo
sensible al universo del concepto filosófico, al dominio simbólico de lo mental,
1.63 pues en última instancia lo que para este trabajo investigativo se denomina el
espacio doméstico, constituye esa dimensión filosófica del espacio geométrico
arquitectónico, en el que se suceden las experiencias sensibles de la intimidad
doméstica; cuyos contenedores espaciales pueden adquirir el estatuto artístico
en la medida de su capacidad para traducir la cotidianidad y los hábitos en expe-
riencias poético-estéticas con contenidos simbólicos y condición memorable. En
pocas palabras, la casa es el umbral dimensional al espacio doméstico, de su cal-
idad depende la felicidad del ser pues “solo se habitan lugares encantados”.65

61
Arturo Leyte, “La casa del ser y otras casas inhabitables” [conferencia], Medellín, Universidad Nacional, septiembre 26
1.61. Noción ancestral del hogar: dibujo sobre papel, de 2006.
María Correa (7 años), 2013. 62
Ernst Gombrich, Breve historia de la cultura, Barcelona, Península / Atalaya, 2004, p. 78.
1.62. La posibilidad iluminadora del espacio doméstico:
M. Jammer, Op. cit., p. 241.
63
casa particular, El Retiro, Colombia.
64
Ibíd., p. 218.
1.63. Umbral dimensional: La casa amarilla, Luis F. Peláez, modelo
tridimensional, 50 x 30 x 25 cms., 1997, propiedad del artista. 65
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano II, Op. cit., p. 121.
44

Entrar en la casa es entrar


en la tierra, subir al techo es
subir al cielo.1
INMIGRANTES TRANSOCEÁNICOS. El origen nómada del continente

En la actualidad se puede afirmar que el hombre no es originario de América,


“los testimonios arqueológicos prueban que los primeros americanos eran de la
especie Homo Sapiens, que apareció hace aproximadamente 50.000 años en
el Viejo Mundo”2 y aunque las teorías sobre el poblamiento del continente son
múltiples, las más representativas son cuatro: el origen único a partir de una
migración asiática, el múltiple, que correspondería a cuatro migraciones (aus-
traliana, malayo-polinesia, esquimal y asiática), el oceánico que propone el po-
blamiento polinesio como el primordial, y el africano, teoría poco aceptada en el
presente.3
2.1

No obstante, lo más probable es que varias de estas tesis sean ciertas y que se
paleolítico
hubieran dado contactos en diversos momentos entre el Antiguo Continente y
el Nuevo, determinando un origen múltiple y muy antiguo del poblamiento, que
mesolítico
incluso podría ser próximo a la aparición del Homo Sapiens en el planeta, ya que
lític
o en el abrigo rocoso de Toca do Boqueirão, sitio Pedra Furada, Brasil, se han ha-
neo
llado objetos asociados a hogares que muestran fechas de ocupación cercanas
avcaunltura
zada al 47.000 a. p.; y en Monte Verde, Chile, aparecieron restos de carbón y piedras
rotas que posiblemente representan ocupación de hace 30.000 años.4
2.2

Si bien a la idea del múltiple contacto entre los americanos y culturas más avan-
zadas del Viejo Mundo se opone la posición de que las culturas americanas evo-
lucionaron en completo aislamiento, la última palabra sobre el poblamiento y el
desarrollo de los grupos asentados en América todavía no se ha dado. 45

POBLAMIENTO AL ALBA

A pesar de esta poligénica discusión, todo parece indicar que los primeros po-
bladores de lo que hoy es el territorio colombiano, llegaron hace más de 16.000
años procedentes del norte y del sur por vía terrestre a través de los actuales
Panamá, Ecuador y Perú, y por vía marítima costera desde Centroamérica, “[…]
eran portadores de patrones culturales correspondientes al Paleolítico Superior
del Viejo Mundo con agregados de rasgos persistentes del Paleolítico Medio […]”;5
y además, al ser una zona de paso obligada por la condición de embudo geográ-
fico, se acentuó la diversidad cultural por el tránsito de numerosos pueblos.

2.3 Estos primeros habitantes del país, que vivían en grupos pequeños en estado
nómada, recorrieron prácticamente todo el territorio en busca de alimento y
abrigo utilizando campamentos simples que establecían cerca de las fuentes de
agua por temporadas hasta que el alimento se terminaba y se veían obligados a
desplazarse en su búsqueda. Para facilitar el trabajo de cacería y su vida coti-

Poema precolombino citado en Sociedad Colombiana de Arquitectos, XVII Bienal Colombiana de Arquitectura, Bogotá,
1

SCA, 2000, p. 206.


2
Aula Abierta, Equipo Editorial, Culturas indígenas americanas, Barcelona, Salvat, 1984, p. 6.
2.1. El origen nómada del continente. 3
Otras teorías sobre el poblamiento americano discutidas todavía, o sin respaldo científico, hablan de vikingos, galeses,
fenicios, egipcios, judíos, atlántidas e incluso extraterrestres.
2.2. Corrientes de poblamiento americano según Canals Frau.
4
Stuart J. Fiedel, Prehistoria de América, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1996, p. 102.
2.3. Procedencia de los primeros pobladores del
territorio colombiano. 5
Augusto Cardich, Hacia una prehistoria de Sudamérica, Buenos Aires, Universidad de la Plata, 2003, p. 474.
diana, se acompañaban de herramientas primitivas de madera, piedra o huesos
de animales, que realizaban rápidamente y desechaban luego de usar. En aquel
entonces el embrión del espacio doméstico estaba referido a la supervivencia a
través del alimento, el sueño y la reproducción.

En este sentido, se puede anotar que dos orígenes tipológicos se han identificado
en el planeta para el espacio doméstico, uno es aquel asociado a la tierra, a la
cueva que los humanos arrebataron a los animales para su supervivencia; el
otro es aquel que surge de la faz terrestre para dar origen a la choza, adaptando
2.4
ramas y troncos. Y aunque hasta ahora en los territorios colombianos se han
registrado muy pocas cuevas de habitación correspondientes a aquellos remotos
tiempos, los raros casos estudiados dan cuenta de su presencia en el proceso de
evolución de los pobladores de esta región.

Ahora, respecto al tipo de la choza, es muy probable que aquellos campamentos


temporales se hubieran instalado en las riveras y playas, utilizando los materiales
vegetales referidos; por fortuna universalmente el perfeccionamiento de las téc-
nicas propias de la elaboración de utensilios, armas y objetos, se extendió a las
técnicas mismas de construcción, que a su vez estuvieron acompañadas de un
lento pero progresivo proceso de conciencia sobre la existencia, para lo cual se 2.5 2.6

dispusieron mecanismos de confort coligados a la piel.

Es de suponerse entonces, que tal y como ocurrió con los cueros de animales
que cubrieron las pieles humanas para mejorar las condiciones de comodidad en
un anticipo del arte textil, los componentes de origen vegetal se convirtieron en
los primeros elementos arquitectónicos de lo que posteriormente sería el léxico
46 del arte espacial. Estas primeras ideas arquitectónicas de fundar un mundo pro-
pio en el que la intimidad y el aislamiento encuentran asiento, constituyen el
óvulo del espacio doméstico; en palabras del arquitecto español Luis Fernández-
Galiano (1950) “cabaña y fogata pertenecen a la infancia de la arquitectura, apo- 2.7
copando en sus orígenes míticos la materia y la energía de la construcción”,6
ellas materializan la condición etérea del ser para asegurar la pervivencia de su
materialidad fugaz y encuentran en el principio legendario del ámbito doméstico
la noción heideggeriana de la tierra como “[…] aquello en donde el surgimiento
vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal”.7

Pero antes de profundizar en estos primitivos espacios, es de aclarar que en


términos muy generales se habla de cuatro períodos de poblamiento indígena en
el país: una primera ocupación temprana, también denominada como nivel Pa-
leoindio correspondiente al Paleolítico Superior; un período posterior de comuni-
2.8 2.9
dades con características agroalfareras tempranas también conocido como nivel
Formativo; una subsiguiente ocupación agroalfarera tardía organizada en cacica- 2.4. Herramientas primitivas: mano de moler, hachas talladas -
pulidas y colgante, piedra, s.f., recuperadas en Envigado,
zgos8 y posteriores federaciones de aldeas, estas últimas alcanzadas solo por los colección Sala Museo Arqueológico del Municipio de Envigado.

2.5. El origen mítico del espacio doméstico asociado a la tierra:


abrigo rocoso de La Piedra del Oro, reserva de El Romeral,
La Estrella.
6
Luis Fernández-Galiano, “La cabaña mutante”, AV. Monografías, Casa, cuerpo, crisis, Madrid, (104), noviembre-diciem-
bre 2003, p. 20. 2.6. El origen mítico del espacio doméstico sobre la tierra:
7
Martín Heidegger, “El origen de la obra de arte”, Martín Heidegger, Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1996, reproducción contemporánea de una choza indígena,
urbanización La Aldea, La Estrella.
disponible en: http://heideggeriana.com.ar/textos/origen_obra_arte.htm, (acceso el 29 de octubre de 2007), p. 18.
8
Para el historiador Reichel-Dolmatoff la organización de los grupos del territorio colombiano entre el 500 y el 1000 2.7. Perfeccionamiento de los útiles: artefactos líticos, s.f.,
recuperados en La Estrella, colección particular.
obedecía a una estructura de cacicazgo, en la cual el cacique era reconocido por su grupo y por otros amistosamente o
por sometimiento, y se integraban en un mismo territorio con normas y creencias comunes. Los cacicazgos facilitaron 2.8. En la infancia de la arquitectura: fogata, finca Corrales, Bello.
la estabilidad económica por los excedentes agrícolas, que a su vez permitió construcción de obras públicas y asenta-
mientos cada vez más complejos, en los que el chamanismo, las artes y la orfebrería eran los principales símbolos 2.9. El principio legendario del ámbito doméstico actualizado:
del poder. Casa Rico, J.D.Ch., 1988, Santa Elena, Medellín.
taironas y los muiscas; y una fase reciente correspondiente al tiempo posterior
a la conquista española dentro de la cual se registran dos lapsos asociados a la
Colonia y a la República. Para el territorio antioqueño el poblamiento temprano se
divide en un momento de ocupación precerámica y uno posterior conocido por
la cerámica Cancana;9 y en relación a las agrupaciones agroalfareras tempranas
se han identificado dos etapas denominadas de Ferrería10 y Marrón Inciso11 o
Pueblo Viejo.12

Ya que estos períodos están asociados a la producción alfarera, aquí cabe traer
2.10 2.11
el discutido origen de la cerámica americana, pues para algunos arqueólogos
la aparición de la cerámica americana se debe a la introducción japonesa de la
manufactura, mientras que para otros los grupos cazadores recolectores que
llegaron a América desarrollaron de manera autónoma su cultura hasta la pro-
ducción cerámica; entre los que defienden esta teoría figuran el estadounidense
Alan Bryan y su compatriota el arqueólogo Stuart J. Fiedel quien afirma que la
cerámica de Valdivia, Ecuador, (más o menos 3000 a. de C.) es muy avanzada
para ser el comienzo de la técnica americana, e igual percepción tiene de la de
Swasey de Cuello, México (1100 a. de C.), y en consecuencia propone que “posi-
blemente, ambas tradiciones cerámicas procedan finalmente de una única fuente
2.12 ancestral en el norte de Suramérica; esta tradición puede estar representada en
el sitio de Puerto Hormiga, en el departamento de Bolívar, Colombia”,13 que du-
rante mucho tiempo fue considerada como la cerámica más antigua de América;
pero según el antropólogo colombiano Gustavo Santos V.,14 está fechada en 3930
a. de C. y la cerámica hallada hasta ahora como la más antigua del continente
fue encontrada en el Amazonas en los sitios Taperinha y Cueva Pintada (entre el
5570 y el 4290 a. de C.).
47
Es probable entonces que las técnicas y características de la cerámica de Puerto
Hormiga, de la Valdivia y de la Monagrillo, Panamá (2890 a. de C.), hayan llegado
2.13 2.14 a Antioquia y al Valle de Aburrá en su proceso de dispersión dando lugar a una
de las más antiguas de América, la referida Cancana, de la cual se han registrado
los restos más antiguos en la cuenca del río Porce (entre el 3000 y el 900 a. de
C.) y en el Valle de Aburrá en Pajarito, Medellín, (1970 más o menos 60 a.p.).15

A continuación se iniciará entonces el estudio del espacio doméstico en el Valle


de Aburrá comenzando por los primeros estadios de ocupación para finalizar el
capítulo con los rasgos que del mundo indígena permanecen en la actualidad re-
lacionados con el tipo de la cabaña primitiva, que a la luz dedreyana representa la
mirada mágica y que según Rapoport, muestra la actitud religiosa y cosmológica
2.15 en la relación con el paisaje.
2.10. Federaciones de aldeas: poblado tairona, Sierra Nevada
de Santa Marta, Colombia.

2.11. Rastros de ocupación precerámica: artefactos líticos,


9
Ubicada entre el cuarto y el segundo milenio a. de C., toma su nombre de donde fue hallada por primera vez en el área
colección Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes, Medellín. del embalse de Porce II y se caracteriza por pequeños cuencos, ollas y jarras redondeadas con poca decoración.
10
Distinguida por sus formas estandarizadas y elaboradas, sugieren especialización de la producción; su nombre se
2.12. Fragmentos de cerámica cancana, 4179 a 3180 a.p.,
recuperados en La Morena, Envigado, colección Sala Museo toma del sitio arqueológico en el barrio del mismo nombre en Itagüí. N. Castillo E. la ubica entre el siglo V a. de C. y el III
Arqueológico del Municipio de Envigado d. de C., aunque algunas veces se acepta que se prolonga hasta el siglo XVII.

2.13. Urna funeraria ferrería, 1990 a.p., recuperada en La Morena,


Este nombre hace referencia a un tipo cerámico con vasijas de forma estandarizada diferenciadas según los usos
11

Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del Municipio (explotación de sal, labores domésticas, rituales de cremación y enterramiento).
de Envigado. 12
Denominación para la cerámica Marrón Inciso en el Valle de Aburrá, que toma su nombre del corregimiento de Pueblo
2.14. Vasija marrón inciso, quimbaya temprano, colección Museo Viejo, La Estrella.
Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia. 13
S. J. Fiedel, Op. cit., p. 383.
2.15. La reproducción humana más antigua de Colombia: cabeza 14
Gustavo Santos V., Diez mil años de ocupaciones humanas en Envigado, Envigado, Alcaldía, 2010, pp. 20-21.
cancana, 5000 a 4500 a.p., recuperada en el valle del río Porce,
colección Museo de Antioquia, Medellín. 15
G. Santos V., Op. cit., pp. 20-21.
EL ABRIGO RUPESTRE. Ocupación precerámica

Aunque son pocos los hallazgos rupestres en los Andes colombianos, se desta-
can los trabajos en los abrigos rocosos de El Abra, Tibitó y Sueva, todos en
el departamento de Cundinamarca. En los dos primeros se hallaron lascas i-
rregulares del 12400 y 11740 a.p. respectivamente,16 las cuevas de Sueva datan
del 8900 a. de C.17 y los estudios del antropólogo colombiano Gonzalo Correal
U. (1939) en El Abra, determinaron ocupaciones en distintos períodos por más
de 10.000 años que incluyen un último momento de ocupación muisca hacia el
siglo XV escenificando el mito del eterno retorno planteado por el filósofo e his- 2.16

toriador rumano Mircea Eliade (1907-1986), quien dice que “en el detalle de su fogones estadio I

comportamiento consciente, el ‘primitivo’, el hombre arcaico, no conoce ningún fogones estadio II


acto que no haya sido planteado y vivido anteriormente por otro, otro que no era
talleres estadio I
un hombre. Lo que él hace, ya se hizo. Su vida es la repetición ininterrumpida de
talleres estadio II
gestos inaugurados por otros”;18 de tal manera puede afirmarse la continuidad
líticos rodados
de este tipo del espacio doméstico dentro del contexto geográfico relativamente martillos
próximo al Valle de Aburrá. artefactos líticos
restos óseos de mamíferos

Los estudios de estos microcosmos cavernosos permiten identificar zonas es-


pecializadas de ocupación: una para el hogar alrededor del cual se encontraron
desechos de cocina, una para la fabricación de instrumentos de piedra para la
caza, y otra exterior destinada a la preparación de presas, arreglo de pieles, tra-
bajo de madera y de piedra; así mismo se ubica un área para el depósito de la
basura en una zanja exterior a la cueva, lo cual evidencia que la idea de arrojar
por fuera del ámbito íntimo los desperdicios, denota el sentido higiénico asociado
al mecanismo corporal que expulsa aquello indeseable.
48
De manera global, el proceso de (auto) domesticación, ocupación permanente
de un territorio y regularidad en la alimentación, contrajo un interés centrado en 2.17
la sexualidad y la reproducción que se vieron favorecidas por el mejoramiento de
la nutrición. Tal escenario sirvió para la aparición de la auto conciencia asociada
a la privacidad y a “[…] la necesaria intervención del espacio privado en la con-
figuración de la subjetividad. Es más, la privacidad, junto a los requerimientos
del espacio público, conforma las esferas que transfieren al individuo la sobe-
ranía para constituirse como sujeto”.19 En tal orden de ideas, el surgimiento de un
mundo íntimo doméstico, facilitó y condujo al ser humano a la individualidad y al
desarrollo de su sentido en el mundo.

No obstante, en los abrigos cavernosos no puede hablarse propiamente de ar- 2.18

quitectura, pues no hay una modificación humana en su estructura tectónica,


pero aquí se encuentra uno de los tipos espaciales geométricos que dieron ori-
gen al espacio doméstico como tal, asociado al fuego (aunque no desde el prin-
cipio20), que fue adquiriendo rasgos simbólicos con el tiempo y que se convierte
en núcleo articulador del grupo que se autoreconoce y se integra a su alrededor.
Esta domesticación implicó procesos de automatización, comportamientos pre-

2.16. Abrigo de El Abra, ocupado entre el 8500 a. de C. y el


16
A. Cardich, Op. cit., p. 529. siglo XV, Cundinamarca, patrones de ocupación de los estadios I
(11000 a 10000 a. de C.) y II (9500 a 8500 a. de C), redibujado
S. J. Fiedel, Op. cit., p. 186.
17
de Arango C., Silvia, La arquitectura en Colombia, 1985, p. 18.
18
Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, Madrid, Alianza Emecé, 1972, p. 15.
2.17. La expulsión de lo indeseado: Monumento al bosque, Fern
19
Soledad Murillo, El mito de la vida privada, Madrid, Siglo XXI, 2006, p. 5. Shaffer y Othello Anderson, performance, 1997, parque La
Ladera, Medellín, foto Festival Internacional de Arte de Medellín.
Los primeros vestigios humanos que pueden fecharse con seguridad datan de 2,3 millones a.p. y el fuego solo pudo
20

ser conquistado alrededor de 400000 a. p. 2.18. La autoconciencia asociada a la individualidad.


determinados, rutinas, hábitos, y rituales que se fueron estableciendo en la con-
ciencia individual y colectiva y fueron constituyendo el patrimonio genético de la
especie.

El espacio doméstico asociado a estos procesos está precisamente gobernado


por ello y en consecuencia, el soporte espacial tectónico habitacional también se
determina por estos comportamientos. Es de anotarse que el sentido femenino
que surgía allí en el espacio doméstico pervive aún en la actualidad y que no es
casual que la asociación poética de lo doméstico con el nido bachelardiano esté
2.19 2.20
emparentada con el empollamiento que la hembra hace en numerosas espe-
cies.

Además, nótese que la mujer está místicamente relacionada con la Tierra, pues
ambas representan la fertilidad; la primera manifiesta literalmente la procreación
y la segunda remite al mito de la creación del mundo y de su fecundidad produc-
tora de vida. Es desde ahí donde se puede afirmar que “la sacralidad de la mujer
depende de la santidad de la tierra. La fecundidad femenina tiene un modelo
cósmico: el de la Terra Mater, la Genetrix universal”;21 así, la conexión simbólica
y mística entre la Tierra, la mujer y la casa, determina la condición femenina del
espacio doméstico y su estructura de carácter cósmico; es por eso que Tierra,
2.21
casa, hogar, mujer, madre y espacio doméstico se entienden simbólicamente
como expresiones de la misma unidad sagrada.

Ahora, los primeros pobladores del país encontraron un territorio rico en condi-
ciones aptas para la vida humana, lo que contribuyó con la dispersión que se dio
por las costas y por los cañones fluviales, principalmente por los ríos Magdalena,
Cauca, Atrato, Sinú y San Jorge. Según el arqueólogo peruano Augusto Cardich 49
(1923), una vez establecidos de manera sedentaria en el período entre el 7000
y el 1000 a. de C., los grupos de varios lugares en los Andes tropicales iniciaron
2.22
la domesticación de especies vegetales hacia el 6000 a. de C. y poco a poco su
supervivencia comenzó a depender de los recursos vegetales complementados
con la caza, la pesca y la recolección. Tal y como aconteció en otros lugares del
globo, el cambio de la condición nómada a la sedentaria, asociada a la domesti-
cación de plantas y animales, debió traer consigo el fortalecimiento de la relación
del espacio doméstico con la condición femenina de protección, procreación y
cuidado de las crías. Para adoptar estas ideas de carácter universal dentro del
contexto específico del Valle de Aburrá:

[…] debemos considerar la posibilidad de que estas convergencias surjan, o bien porque
la mente humana está “predispuesta” a hacer sus obras de una sola manera (por ejem-
plo, creando opuestos binarios), o bien porque ciertos temas psicológicos profundamente
2.23
asentados fueron establecidos en las culturas del Paleolítico superior en Asia y conti-
nuaron expresándose periódicamente en las tradiciones culturales posteriores de Asia y
América.22

2.19. Casa, fuego y hogar, vínculos atávicos.


De esta manera, en el tipo ancestral de la cueva se grabaron los elementos pro-
2.20. El nido bachelardiano: Sin título, Pablo Román, instalación,
2013, Sala U, Universidad Nacional, Medellín. pios del espacio doméstico en torno al fuego en su doble condición funcional y
2.21. Conexión simbólica: urna funeraria, 900 a 1600, recuperada
simbólica, rasgos que se mantienen en la noción actual a pesar de sus múltiples
en el Magdalena Medio, colección Museo de Antioquia, Medellín. mutaciones. Sin embargo, dado que hasta el momento no hay estudios de re-
2.22. Vías fluviales de dispersión: río Magdalena.

2.23. La connotación femenina del espacio doméstico: placa y


mano de moler, 1640 a.p., recuperados en Álamos del Escobero, Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1992, p. 124.
21
Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del Municipio
de Envigado. 22
Ibíd., p. 387.
cintos cavernosos en el Valle de Aburrá que permitan confirmar la existencia de
este tipo como origen del espacio doméstico en este lugar, se pasará al objeto
central de este capítulo.

LA CABAÑA PRIMITIVA

En la otra deriva del espacio doméstico arquitectónico está entonces la caba-


ña ancestral, ilustrada por del arquitecto jesuita francés Marc-Antoine Laugier
(1713-1769) y de manera análoga por el arquitecto y arqueólogo francés Eugéne
2.24
Viollet-le-Duc (1814-1879),23 quien dibuja su hipótesis sobre el primer edificio de
forma bastante similar a las construcciones de ciertos grupos primitivos del pre-
sente. Así también, según el arquitecto noruego Christian Norberg-Schulz (1926-
2000),24 dentro de este tipo se ubican las primeras chozas sumerias construi-
das con juncos curvados sin ser arrancados del suelo y atados entre sí en la
parte superior, descripción que concuerda con Viollet-le-Duc y con el dibujo del
arqueólogo y arquitecto alemán Walter Andrae (1875-1956) de la cabaña meso-
potámica, casi idéntica a la de algunos grupos nómadas de la actualidad, como
los nukak colombianos.25
2.25 2.26
Todo indica que el Homo neanderthalensis, construyó chozas temporales por
donde pasaba, y ya adaptado a sus viajes, en el Cercano Oriente hacia 45000 a.
de C., habitó cuevas en el invierno y chozas en el verano;26 pero las evidencias
más antiguas de este tipo se encuentran en Prezletice, cerca de Praga, República
Checa, donde hay vestigios de una choza de entre el 590000 y el 600000 a.
de C.;27 así como en el yacimiento de Terra Amata, Niza, Francia, que contiene 2.27

restos de cabañas con postes hincados en la tierra de alrededor de 380000 a.


50 p.28 Otros sitios con vestigios antiguos de este tipo se encuentran en la cueva
de Lazaret, Niza, Francia y en la de la Baume-Bonne, Quinson, Francia, que de-
muestran la hibridación de los dos tipos ancestrales de vivienda, ya que en el in-
terior se encontraron huellas de postes clavados en el piso para construir chozas
primitivas. Lo importante para este trabajo es que el tipo de la cabaña marcó en
la memoria de la especie un patrón doméstico asociado a su forma y estructura
y que los indígenas amerindios del país adoptaron con ligeras variaciones para
2.28
adaptarse en cada región:

[…] gigantescas malocas en las selvas amazónicas, pequeñísimos bohíos de base rectan-
gular en las laderas de la Sierra Nevada del Cocuy, medianas construcciones circulares en
los valles interandinos, empalizadas y casas en los árboles en las laderas del Cauca Medio,
altos palafitos en las llanuras inundables del Atrato y el Magdalena, extensos terraplenes
en el Sinú y el San Jorge, bohíos con aterrazamientos en piedra en la Sierra Nevada de
Santa Marta, entre muchas más.29

2.29

2.24. La cabaña ancestral según Marc-Antoine Laugier, tomada


23
Juan M. Hernández L., La casa de un solo muro, Madrid, Nerea, 1990, p. 51. de Hernández, J., La casa de un solo muro, p. 48.
24
Christian Norberg-Schulz, Intenciones en arquitectura, Barcelona, Gustavo Gili, 1998, p. 72. 2.25. El primer edificio según Eugene Viollet-le-Duc, tomada de
Hernández, J., La casa de un solo muro, p. 51.
25
Descubiertos en 1988 en el departamento del Guaviare, al parecer son la última tribu nómada del territorio colom-
biano. 2.26. Casa tairona, Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia.
26
Jacques Attali, El hombre nómada, Bogotá, Luna, 2010, pp. 14 y 67. 2.27. La cabaña mesopotámica según Walter Andrae, tomada de
Norberg-Schulz, Ch., Intenciones en Arquitectura, p. 197.
27
Ibíd., p. 44.
28
“El paleolítico”, en: Juan I. Alonso C., dir., Historia del Arte, España, Espasa Calpe, 1999, p. 6. 2.28. Casa nukak maku.

29
Juan P. Duque C., Oscar Salazar G. y Gloria E. Castaño A., Saminashi, Bogotá, Universidad Nacional, 2004, p. 27. 2.29. Variaciones del tipo: rancho wayuu, Guajira, Colombia.
El control del ambiente que logra esta cabaña primitiva permite obtener un clima
artificial en el cual se está a salvo de la intemperie, los insectos, los animales
salvajes y los enemigos, pero al mismo tiempo se abrigaba en la Tierra, que a
través de las ramas extiende su cobijo. Así, el espacio doméstico cobraba sentido
solo en la dimensión cosmogónica de interdependencia del ser respecto al resto
de la naturaleza, convirtiéndose en posibilitador de una experiencia dialéctica en
la que su imagen era decisiva al imponer su atributo, constituyendo, en términos
gadamerianos, una verdadera experiencia, un nuevo conocimiento, y la autocon-
cepción asociada a lo doméstico.
2.30

La construcción de la casa, que obedecía a la idea del eterno retorno, encontraba


en la reproducción de lo celeste su razón de ser para instaurar en la Tierra el
orden de lo divino, “así, cada vez que se levanta una construcción, se recrea el
mito del surgimiento original del Universo. Es una estructura que se nos muestra
en toda su complejidad, armada y construida a semejanza del mundo, que es un
templo, enfrentado a la concepción de templo como mundo completo”,30 y que
incluye los seres del supra y del inframundo en relación con los de la superficie,
2.31
los mortales; de tal manera, la choza era el dispositivo que facilitaba la partici-
pación del indígena en la construcción del universo y la puesta en presente de su
estructura; el acto reproductivo de la casa convertía al constructor en partícipe
del momento mítico de la creación primigenia del cosmos; así “[…] los ritos de
construcción nos descubren algo más: la imitación y, por ende, la reactualización
de la cosmogonía”,31 de tal manera el carácter sagrado del recinto se extendía y
era magnificado por el acto reproductivo mediante la sexualidad que tenía lugar
en el lecho íntimo de la choza, asociando la eternidad a la materialidad perenne
de la casa que ampliaba su dominio interdimensional para dar paso al milagro
de la vida. 51
2.32

Al fundar un mundo, la cabaña primitiva, demarcaba un espacio dentro de la


inmensidad abstracta para constituirse en punto fijo, centro cósmico y referente
existencial, pues “[…] la potencialidad del centro es de orden cosmológico: no
solo ordena la construcción del edificio sino que, a través de su irradiación, or-
dena la totalidad del espacio físico”;32 dentro del ilimitado universo sin forma se
establecía un objeto que además de facilitar la subsistencia biológica aseguraba
la distinción entre el caos indeterminado y la espacialidad creada. De tal suerte,
el espacio doméstico contenido en este refugio vegetal estableció la noción re-
ligiosa asociada al hogar reproduciendo la contemporización del instante divino
de la creación del mundo.
2.33

Pero tal divinización estaba además subrayada por el hecho de que la percep-
ción de un ámbito arquitectónico produce una experiencia emocional, “[…] lo que
antes era simple observación material puede ser transpuesto a otra esfera. Es
posible percibir súbitamente esos elementos diversos como una única entidad,
una totalidad provista de cualidades espirituales”.33 En este sentido, cabe adaptar
lo que el psicólogo alemán Rudolf Arnheim (1904-2007)34 plantea sobre el hecho
de que la visión poética del espacio se centra en la dinámica de la percepción
2.30. El control del ambiente: maqueta de casa, neolítico,
recuperada en Cranón, Tesalia, Grecia, museo de Volos, Grecia.
30
Ibíd., p. 87.
2.31. La reproducción de lo celeste.
M. Eliade, El mito del eterno retorno, Op. cit., p. 75
31

2.32. El dominio interdimensional: anagrama, petroglifo, 32


Carlos Martí A., Las variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 60.
El Rosario, Itaguí.
33
Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 574.
2.33. La cabaña como centro cósmico: modelo tridimensional
conceptual del autor. 34
Rudolf Arnheim, Arte y percepción visual, Madrid, Alianza, 2002, p. 418.
como portadora de expresión; de esta manera, se instaura en la memoria del ser
el sentido protector del espacio doméstico concebido lentamente como una ma-
terialidad ajena al cuerpo pero íntimamente ligada al espíritu, pero no en sentido
anterior a la materia, sino como una energía que acompaña siempre al ser, bajo
la noción que los filósofos franceses Gilles Deleuze (1925-1995) y Félix Guattari
(1930-1992) le dan al huevo,35 asociado al concepto de cuerpo sin órganos como
medio que permite tener la experiencia existencial y la intensidad de la reali-
dad; el espacio doméstico entendido así, está presente de manera permanente y
acompaña al ser desde su origen biológico y se extiende hasta el ámbito cósmico
2.34
pasando por el componente psíquico; de tal manera, “se construye una cámara
imaginaria alrededor del cuerpo que se cree bien oculto cuando nos refugiamos
en un rincón”.36

Es de anotar que muy posiblemente las primeras cabañas primitivas eran de


carácter colectivo y que los grupos que fueron pasando de un estado errático a
uno sedente mantuvieron su condición de clan una vez instaurada la noción de
cobertizo artificial. Así lo confirman las excavaciones, que demuestran la ocu-
pación simultánea de individuos pertenecientes a un mismo grupo; para la arqui-
tecta colombiana Silvia Arango (1948), “varios indicios permiten suponer que la
casa comunal fue posiblemente la primera forma propiamente arquitectónica de
vivienda”;37 tal condición comunal, que exige organización y jerarquización social
promoviendo la especialización en las labores domésticas según el sexo, y la
ubicación precisa en áreas dentro del espacio geométrico, establecía el mundo 2.35

propio del grupo bajo una noción consciente de la existencia en relación con el
cosmos y los otros. Además, la referencia ancestral del hogar de la casa comu-
nal con el espacio doméstico se mantiene hoy, y aunque se haya reemplazado
52 por aparatos eléctricos o electrónicos, la marca genética del sentido protector
y diferenciador le convierten en un espacio de carácter sacro; de hecho “[…] en
todas las culturas tradicionales, la habitación comporta un aspecto sagrado y […]
por esto mismo refleja el mundo”.38

La casa colectiva era al mismo tiempo habitáculo de vida, recinto de solidifi-


cación del grupo, fortaleza contra extraños, artefacto de conexión-aislamiento del
mundo, las divinidades y los espíritus, ya que era la síntesis misma del universo
alrededor de la cual girarían posteriormente las casas privadas de carácter fe-
menino, en las que se desarrollarían las actividades de manutención relativas al
nido y al útero. El equilibrio de la dimensión masculina afincada en la casa co-
munal con la dimensión femenina complementaria de los bohíos de cada familia,
daban a los asentamientos primitivos de estos pobladores un tono armónico en
consonancia con el medio natural y consecuente con la condición natural del
mundo, es por eso que “para los indígenas […] el proceso de transformación 2.36

está fuertemente subordinado a los recursos naturales que de hecho definen


su espacio vital en cuanto proporcionan ayudas y sustentamiento perennes sin
que se manifieste en ellos una forma de transformación que entiende oponerse
a la misma naturaleza”.39 Es de resaltar que en algunas comunidades actuales,
como en los tules, todavía persiste esta dualidad de las casas macho y las casas
hembra.40
2.34. El cuerpo sin órganos: reconstrucción de una casa
35
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas, Valencia, Pre-textos, 1994, p. 168. indígena, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
36
Gastón Bachelard, La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 172.
2.35. La referencia ancestral del hogar: portada de revista,
Silvia Arango C., Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional, 1993, p. 19.
37 Gareth Williams, lápices de color y gouache, tomada de T. Daley,
Guía completa de ilustración y diseño, p. 31.
38
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 51.
2.36. El equilibrio de las dimensiones: vasija ilama, Colombia,
39
Claudio Varini, Deara, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, s.f., p. 25. colección Galería Cano.
40
Ver: Anexo 1, entrevistas personales a Abadio Green S. y Milton Santacruz A., indígenas tules.
La naturaleza es la casa, como lo es el cosmos, como lo es el cuerpo, por eso
la casa es ser vivo, “es decir, la casa es cuerpo, y ella tiene relaciones con otros
cuerpos (Casa) de otros mundos; en una visión vertical ella tiene espejos en el
inframundo y en el cosmos, que permite entenderlo como obligo, como centro
desde donde se tejen las acciones y actividades. Tanto, que se convierte en útero
donde nacemos permanentemente y allí se convierte en madre”,41 confirmando
que “de un modo u otro, el Cosmos en que se habita –cuerpo, casa, territorio
tribal– comunica por lo alto con otro nivel que le es trascendente;”42 a lo que
podría añadirse que ese otro nivel, al que se aspira como mortal, refiere a la
2.37
eternidad anhelada por el ser para encontrarle sentido a su fugaz existencia te-
rrenal; en el sentido de F. Duque, quien esculpe la casa (lugar), establece la
conexión entre la Tierra y el Cielo. De esta manera, la choza, como el cuerpo
mismo, “[…] es, conexión de deseos, conjunción de flujos, continuum de inten-
sidades”,43 como el mundo, es vehículo de articulación que impulsa la espiri-
tualidad de quien la habita, imponiendo desde tiempos inmemoriales la cualidad
religiosa al espacio doméstico.

En tal sentido, ese hombre religioso que reactualiza permanentemente el mito


del origen divino del universo, devuelve el tiempo presente al pasado remoto del
2.38 instante de la creación para establecer un mañana de esperanza. Así, el tiempo
encierra el misterio sagrado de la creación, cuyas características son eternas,
reversibles, circulares, espirales, recuperables, atemporales, rememorables y cí-
clicas:

El tiempo es el tiempo de aprender; aprendemos del pasado: traer de los acontecimientos


de la historia al presente. El tiempo es vivo si traigo las cosas para que sean el presente.
El tiempo que se repite es el futuro, es regresar y volver, de regreso y de venir; como la 53
hamaca: es ir aquí y aquí; ir y venir, voy y vuelvo. Cada vez que piso la Tierra para mover
la hamaca, vuelvo al pasado.44

2.39 Al reproducir el mito de la creación, la cabaña primitiva comporta un tiempo


sagrado, se hace máquina del tiempo y puerta ritual “[…] hacia lo alto por la que
puedan los dioses descender a la Tierra y subir el hombre simbólicamente al
Cielo”,45 y por la que pueden los hombres descender al inframundo y de allí subir
los dioses a la superficie.
a b c

APROXIMACIÓN AL VALLE

Los indígenas que poblaron el territorio colombiano antes de la llegada de los


ibéricos, fueron los tairona, los sinú, los urabá, los quimbaya, los tolima, los muis-
d e f ca, los calima, los malagana, los cauca, los tumaco, los nariño, los tierradentro, los
2.40 san agustín y los chibchas, estos últimos considerados por algunos especialistas
como la cuarta cultura en importancia en América después de la inca, la maya
2.37. La casa es útero, madre, cuerpo: volante de huso con
representación de úteros, 800 a 1600, recuperado en Guayabal, y la azteca; “si no tuviéramos referencias de los españoles sobre los ricos chib-
Medellín, colección de antropología del Museo Universitario de la
Universidad de Antioquia, Medellín, foto: Hernán A. Pimienta B.
chas, el registro arqueológico podría encubrir su importancia”.46 Específicamente
2.38. El misterio sagrado de la creación: diagrama, Abadio Green
(indígena tule), 2012.
41
Jair O. Zapata T., arquitecto, indígena arhuaco, entrevista personal, noviembre 21 de 2012.
2.39. La máquina del tiempo y puerta ritual: anónimo indígena,
redibujado de Rave, M., La casa indígena en Colombia, p. 57.
42
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 149.

2.40. Riqueza cultural prehispánica: colección Museo de


43
G. Deleuze y F. Guattari, Op. cit., p. 166.
Antioquia, Medellín. a. Vasija calima con sapo, 1500 a 200 a. de 44
Abadio Green S., profesor universitario, indígena tule, entrevista personal, noviembre 21 de 2012.
C. / b. Cuenco quimbaya, 900 a 1600, recuperado en el Cauca
Medio / c. Recipiente tairona con figura de animal, 800 a 1600 / 45
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 29.
d. Rodillos y pintaderas tumaco / e. Figura humana zenú, 200 a.
de C. a 1600 / f. Olla urabá, 900 a 1600. 46
S. J. Fiedel, Op. cit, p. 348.
en el territorio antioqueño se estableció un Estado de ascendencia chibcha que
comprendía la zona de Urabá, los valles del Cauca y del Magdalena, la cuenca del
Sinifaná, la región del río Porce, la altiplanicie de Rionegro y el Valle de Aburrá;
en esta geografía convivían comunidades que fueron adquiriendo características
tribales con sociedades igualitarias y constituyendo posteriormente cacicazgos
“[…] propensos por su naturaleza a la vida industrial, sedentaria: la agricultura,
los tejidos, la cerámica, la joyería”.47

Según el sacerdote colombiano ya fallecido, Francisco Arango M.,48 los indíge-


2.41
nas desaparecidos de Antioquia eran de las familias Katía, Tahamí, Quimbaya y
Nutabá; de esta última, los itagüí, niquía, aburrá y bitagüí ocupaban el Valle de
Aburrá. Y los que habitan actualmente en el territorio antioqueño, son los zenúes,
emberas y tules, asentados en inmediaciones de Necoclí, Apartadó, Chigorodó,
Murindó, Mutatá, Dabeiba, Murrí y Urrao.

Dentro de este panorama regional, los hallazgos reseñados de mayor antigüedad


en Antioquia se ubican en el Valle de Aburrá, paraje de Niquía, Bello, de donde se
reportaron puntas de proyectil lítico bifaciales datadas 10500 a.p.49 y en el sitio La
Morena, vereda El Escobero, Envigado, donde se encontraron elementos líticos
para el corte, molienda y trituración de alimentos vegetales con fechas del 10060 2.42 2.43

a.p.50 pertenecientes a grupos cazadores recolectores y horticultores; así mismo,


en el Magdalena Medio y en el valle del río Porce (que corresponde al curso alto
del mismo río que cruza el Valle de Aburrá), hay registros con dataciones aproxi-
madas del 8450 a. de C. pertenecientes a esta clase de grupos. Una segunda
fase de desarrollo entre el 7500 y el 5000 a.p. en esta misma área del departa-
mento,51 hace referencia ya a grupos avanzados con manipulación de especies
54 vegetales y la fabricación de instrumentos de piedra como cuchillas, raspadores,
grabadores, punzones, puntas de proyectil y hachas asociadas a trabajos de
desmonte. Según los hallazgos en los sitios pertenecientes a estos estadios, en
donde se evidenciaron huellas de enterramiento de postes, se puede afirmar que 2.44
los abrigos de estos indígenas tenían las características del tipo de la cabaña
primitiva y que se mantuvo por muchos siglos, de hecho algunas crónicas del
tiempo de la Colonia dicen que “cuando en este Valle entramos con el Licencia
Juan de Vadillo estaba poblado de muchas casas muy grandes de madera, la
cobertura de una paja larga”.52

Sin duda alguna, las condiciones de fertilidad y el clima propicio para la vida en
el Valle de Aburrá favoreció la implantación definitiva de algunos de aquellos po- 2.45

bladores erráticos que encontraron un lugar ideal para iniciar la etapa sedentaria
de su evolución. Se debe tener en cuenta además que en los descubrimientos
datados entre el 5500 y el 3000 a. de C. en el departamento,53 se observa mayor
intervención en el bosque y polen de maíz, lo que lleva a deducir la adaptación
2.41. Sitios de hallazgos arqueológicos antiguos en Antioquia.
47
Miguel Triana, La civilización chibcha, Bogotá, 1970, p. 51.
2.42. Puntas líticas bifaciales de proyectil, chert, 10500 a.p.,
48
Francisco Arango M., Mapa de grupos indígenas desaparecidos en Antioquia, Medellín, Museo Etnográfico Miguel Ángel reportadas en Niquía, Bello, colección de antropología del Museo
Builes, s.f., (inédito), visita noviembre 15 de 2010. Universitario de la Universidad de Antioquia, Medellín,
foto: Hernán A. Pimienta B.
Neyla Castillo E., “Las culturas indígenas prehispánicas”, en: Jorge O. Melo, ed., Historia de Medellín, Tomo I, Bogotá,
49

Compañía Suramericana de Seguros, 1996, p. 47. 2.43. Hacha tallada, 10060 a 9680 a.p., recuperada en La Morena,
Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del Municipio
50
G. Santos V., Op. cit., pp. 22-24.
de Envigado.
51
Ver: Anexo 3.1. Sitios Porce Y52 y La Blanquita, Medellín.
2.44 “muchas casas muy grandes de madera”: tambo embera,
52
Pedro Cieza de León, “Crónica del Perú, apartes de los capítulos X y XI”, en: Javier Piedrahita E., Documentos y estu- modelo a escala, colección Museo Etnográfico Miguel Ángel
dios para la historia de Medellín, Medellín, Consejo Municipal, 1975, p. 9 Builes, Medellín.

53
Ver: Anexo 3.1. Sitios Casablanca, La Estrella; Los Guayabos, Medellín; y Porce Y52. 2.45. El valle privilegiado, atardecer.
de prácticas de cultivo; y en relación al espacio de habitación se identifican pisos
empedrados con rocas fragmentadas que se explican quizás para controlar la
humedad y la erosión del suelo estableciendo la noción territorial del espacio
doméstico soportado en la cabaña primitiva.54

Ahora bien, los primeros informes arqueológicos en el Valle de Aburrá se


realizaron en 1938 cuando Félix M. Arango describió objetos líticos encontrados
en Barbosa;55 pero el estudio arqueológico sistemático del valle fue iniciado por
2.46 la antropóloga colombiana Neyla Castillo E. apenas en la década de los ochenta
del siglo pasado, lo cual sumado a la relativa poca cantidad de investigaciones de
este orden y al avanzado estado de urbanización, dan una idea general del tema
y de sus limitaciones. Es así como de los más de ciento cincuenta asentamientos
registrados, algunos de los cuales se describen como densos y de gran tamaño,
de los precerámicos solo se tienen objetos de piedra que únicamente permiten
plantear hipótesis de acuerdo con la idea universal de la condición doméstica del
ser humano, por lo que el análisis del espacio doméstico en este territorio aburrá
se abordará a partir de los asientos de los grupos agroalfareros tempranos, de
los cuales se tiene mayor evidencia.

De todas maneras, lo que sí se puede confirmar con base en los registros pre-
cerámicos, es la continuidad de los asentamientos en los mismos sitios, es decir,
algunos de aquellos lugares que sirvieron de escenario al espacio doméstico
paleoindio también muestran ocupaciones posteriores asociadas a estadios de
desarrollo más avanzado, revelando secuencias de ocupaciones prehispánicas
que llegan incluso hasta épocas posteriores a la Conquista. Además, no solo se
habitó el mismo emplazamiento, sino que hay registro de que algunas herra-
mientas se heredaron en el uso a través de los siglos, lo cual pone en evidencia 55
la permanencia del espacio doméstico ancestral afirmando que “[…] en este lugar
palimpsesto, la subjetividad se articula sobre la ausencia que la estructura como
2.47
existencia y la hace ‘estar allí’, Dasein”.56

LA CONDICIÓN MÁGICA DEL ESPACIO DOMÉSTICO ABURRÁ

Los pueblos amerindios tenían una característica fundamental y común basada


en la relación del hombre con las deidades y con el cosmos, y determinada por
la creencia de que el carácter espacial del universo y su relación con el tiempo
estaban establecidos de manera sistémica por un plan cósmico comandado por
agentes de otras dimensiones extraterrenales. Y aunque el desarrollo cultural
de los pobladores precolombinos del territorio colombiano no alcanzó el nivel
de los imperios autóctonos americanos, la estructura territorial demarcada por
el arte, la arquitectura y la ingeniería en el Valle de Aburrá, permiten evidenciar
la cercanía con ese estado evolutivo. De esto no solo se tienen las evidencias
2.48
que aún subsisten, sino que las crónicas ibéricas lo describieron; el relato del
mariscal español Jorge Robledo (c1500-1546) por ejemplo, señala que “salidos
de aquel valle por la syerra adelante ay munchos despoblados y caminos muy
anchos y acequias a mano e asyentos de pueblos todo ya destruido de grandes
2.46. La noción territorial del espacio doméstico: piso empedrado,
finca los pantanos, cerro El Barsino, Altavista, Medellín.

2.47. Permanencia del espacio doméstico: vasija fitomorfa de 54


Santiago Ortiz A., “Período temprano”, en: Eugenio Prieto S., dir., Artes plásticas en Antioquia, [DVD multimedia],
ajuar funerario, ocupación ferrería, 3180 a.p., recuperada en Medellín, Fundación Víztaz / Gobernación de Antioquia / IDEA, 2005.
La Morena, Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del
Municipio de Envigado. 55
Luis E. Nieto A., Alexis Restrepo y Juan C. Restrepo, Prospección arqueológica y plan de manejo en el área física donde
se construirá el proyecto: Plan Parcial Pajarito, Medellín, EDU / Universidad de Antioquia, (inédito), 2003, p. 25.
2.48. La representación arquitectónica del plan cósmico:
Pirámide de Kukulcán, cultura maya, s. XII, Chichén Itzá, Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
56

Quintana Roo, México. Estudios Superiores de Occidente, 2007, p. 121.


pueblos […]”.57 Y la percepción de las ruinas que encontró el mariscal y su grupo
de conquistadores muestra la complejidad de los trabajos:

[…] fue a descobrir por otra parte e nunca pudo hallar poblado, puesto q(ue) halló muy
grandes hedificios antiguos destruydos e los camynos de peña tajada hechos a mano más
anchos q(ue) los del Cuzco e otros bohíos como a man(er)a de depósytos y el capitá(n)
no se atrevió a seguir aquellos camynos porque quyen los avia fecho devía de ser mucha
posibilidad de gente e ansy se volvió al real e se partió de aquella provincia de Aburra
[…].58

De acuerdo con el relato atribuido a Robledo,59 estos caminos y asientos se 2.49


extendían por la región desde la provincia de Arma hasta la de Aburrá, inclu-
yendo la de Çenufana; así, en otras crónicas se menciona que “adelante se vió
un camino antiguo muy grande, y otros por donde contratan con las naciones que
están al oriente, que son muchas y grandes; las cuales sabemos que las hay más
por fama que por haberlo visto”.60

Todo indica entonces que la vocación agrícola y alfarera de aquellos pobladores


tempranos estaba respaldada por estructuras líticas que constituían terrazas,
muros, vallados, caminos y sistemas de drenaje de un alto nivel de desarrollo y
complejidad comparable con sociedades más avanzadas como los taironas y los 2.50

incas. Para el sector del sur-occidente del valle por ejemplo, “[…] los cronistas
ubican una red principal de caminos, formando un corredor sobre el pie de monte,
entre los hoy denominados sector de Altavista y Ancón Sur”.61 Esta red baja que
desapareció por completo, parece que se conectaba con la región de Heliconia a
través de un eje paralelo a la quebrada Altavista hacia el alto del Chuscal; algunos
fragmentos de líneas altas todavía se conservan en la cuchilla del Barcino, Piedra
56 Gorda, Alto Manzanillo, Eustaquio y el Cacique hasta descender a Betania en la
parte posterior del Club El Rodeo, Medellín.

Pero los vestigios mejor conservados de este tipo de infraestructuras en el valle 2.51 2.52
se encuentran en Bello en el camino que conduce al alto de Medina y luego al
municipio de San Pedro de los Milagros, parte alta de Niquía en la cuenca de
la quebrada La Señorita, en donde además del camino propiamente se pueden
apreciar innumerables petroglifos. Al respecto, la arquitecta colombiana Dora L.
Mejía A. (1948) describe las líneas de los caminos prehispánicos que cruzaban
el Valle de Aburrá,62 demostrando la complejidad de aquella malla que articulaba
la cuenca de la quebrada Piedras Blancas con los ríos Medellín-Porce, Cauca
y Magdalena y sus ramales El Sango-Guarne, el camino de Peñol-Rionegro y
el camino de la cordillera. Quizás la relación cultural entre estos sitios es muy
antigua pues una de las conclusiones que el estudio de Santos V. arrojó de los 2.53
hallazgos de La Morena, es la evidencia de campamentos provisionales o de paso
entre las plataformas geográficas de Rionegro y del río Cauca.

57
Jorge Robledo, “Relacion de Anzerma”, en: Hermes Tovar P., Relaciones y visitas a los Andes. s. XVI, Bogotá,
Colcultura / Biblioteca Nacional / Instituto de Cultura Hispánica, 1993, p. 351. 2.49. “muy grandes hedificios antiguos destruydos”: ruinas
pétreas, parte alta del camino prehispánico de Cieza, Medellín.
58
Juan B. Sardela, “Relación de lo subcedio al magnifico senor capitan Jorge Robledo”, en: H. Tovar P., Op. cit., p. 290.
59
J. Robledo, Op. cit., p 350. 2.50. Sistemas de drenaje: camino prehispánico de Niquía, Bello.

60
Pedro Cieza de León, “La crónica del Perú”, historia 16, Madrid, 1984, en: José A. Benítez, Carnero de Medellín y 2.51. Estructuras líticas similares: Ciudad Perdida, Sierra Nevada
miscelánea de varias noticias antiguas y modernas de esta villa de Medellín, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, de Santa Marta, Colombia.
1988, p. xxi.
2.52. Camino prehispánico, fragmento de la línea hacia Heliconia,
Luz E. Martínez G. et al., Territorios culturales, contextualización y ubicación de los asentamientos aburráes, Medellín,
61 sector Buga, Altavista, Medellín.
CORANTIOQUIA / Corporación GAIA, (inédito), 2000, p. 36.
2.53. Vestigios de redes complejas: camino prehispánico
62
Ver: Dora L. Mejía A., Metropolivisión, Bogotá, Universidad Nacional, 2005, pp. 44-45. de Niquía, Bello.
Aunque no está clara la función de estos caminos, para algunos investigadores
“[…] antes que en el orden del intercambio, de la guerra o del prestigio, se encon-
traría en aspectos de orden simbólico o de configuración territorial”;63 a pesar de
la difícil topografía, sus características no solo facilitan el recorrido bajo cómodas
condiciones, sino que permiten pensar en flujos muy significativos de viajeros;
además, la datación más probable de estos caminos está entre los siglos III a. de
C. y VI d. de C.,64 período que corresponde al auge del poblamiento y la explotación
de los recursos. Para los intereses de esta investigación, es preciso resaltar el
sentido simbólico de estos caminos constatable en las referencias cósmicas de
2.54 2.55
su trazado, el trabajo paisajístico, el manejo de las vistas, la asociación con sitios
de poder, los innumerables petroglifos en los pavimentos, los muros anexos y
otros referentes líticos a manera de hitos.

Por otro lado, la originalidad de los pueblos precolombinos y lo que los diferenció
2.56
de los del Antiguo Mundo, es que adquirieron las técnicas neolíticas de otras
maneras, no tenían trigo, centeno, avena, ni arroz, pero domesticaron el maíz;
tampoco emplearon el arado, ni la rueda (salvo en algunos juguetes mexicanos)
y tampoco amansaron cabras, ovejas, caballos o bovinos, no tenían rebaños (ex-
cepto en los altiplanos donde se domesticaron la llama y la alpaca), en cambio
tenían el perro, el pavo y la abeja. Lo que lleva a afirmar que estos pueblos habían
orientado su desarrollo hacia otros aspectos, como la escritura de jeroglíficos,
las matemáticas, la astronomía y los calendarios, lo cual influiría notablemente el
espacio doméstico, como se verá.

2.57 2.58 Como ya se anotó, en el Valle de Aburrá, en el período posterior a las ocupaciones
tempranas seminómadas surgió un movimiento de grupos más avanzados con
modos de vida próximos al sedentarismo y una protoagricultura; paulatinamente, 57
estos grupos se fueron asentando hasta lograr el sedentarismo con cosmo-
gonías basadas en la domesticación del tiempo y del espacio. Los diversos sitios
arqueológicos estudiados65 muestran numerosos artefactos de piedra tales como
hachas, metates, maceradores, percutores, azadas, manos y placas de moler,
instrumentos de corte y cantos rodados utilizados como yunques; que asociados
a los vestigios paleoecológicos remiten a la preparación de pieles y a la manipu-
2.59 lación básica de especies vegetales. En contrapunto, los fragmentos de vasijas
de cerámica de diversas formas y decoraciones destinadas a labores domésticas
de cocción, almacenamiento y consumo de alimentos, así como también algu-
nas destinadas a usos funerarios como urnas o ajuares, exponen estados más
avanzados asociados a la domesticación de animales y plantas y a la industria
alfarera. Pero lo más significativo en relación a esta investigación son las eviden-
2.60
cias de reutilización de las herramientas en distintos períodos.
2.54. El orden simbólico territorial: camino prehispánico
de Cieza, Medellín.
Pues si bien, en algunos de estos sitios se observaron evidencias de ocupación en
2.55. Referencias cósmicas: petroglifo, camino prehispánico,
sector Buga, Altavista, Medellín. períodos de corta estadía que sugieren migraciones estacionales dentro del valle
2.56. Hitos y referentes simbólicos: a. y b. camino prehispánico con reocupación de los emplazamientos, en otros hallazgos el emplazamiento
de Cieza, Medellín. / c. y d. camino prehispánico, sector el
Barsino, Altavista, Medellín.
muestra continuidad de las instalaciones por largos tiempos, lo que indica, en
ambos casos, la continuidad de asentamiento en los lugares de habitación y la
2.57. Paisajismo y sitios de poder: sector el Cai, camino
prehispánico de Cieza, Medellín.

2.58. Particularidades amerindias: maíz, frutas, abejas …


63
Mauricio Obregón C., Luis C. Cardona V. y Liliana I. Gómez L., Vivienda, producción minera y élites entre los siglos XVII
2.59. Cosmología y paisajismo: garra de felino, camino y XIX en la cuenca alta de la quebrada El Rosario, Medellín, CORANTIOQUIA, (inédito), 2003, p. 29.
prehispánico de Niquía, Bello.
64
Gonzalo Castro H., Prospección y valoración del patrimonio arqueológico en el Corregimiento de Pueblo Viejo, Medellín,
2.60. Artefactos discoidales líticos, 7080 a 4170 a.p., recuperados CORANTIOQUIA, (inédito), 1998, p. 168.
en La Morena, Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del
Municipio de Envigado. 65
Ver: Anexo 3, tablas 1, 2 y 3.
permanencia del espacio doméstico, manifestando que “[…] son los símbolos
–sobre todo, las imágenes de los ancestros: de los que vivieron en el origen o
se han acercado valerosamente a él– los que convierten un espacio en un sitio
habitable […]”.66
2.61
Ahora, los grupos agroalfareros están considerados como sociedades seden-
tarias agricultoras con modos de vida de condición utilitaria y simbólica, cuyo
espacio doméstico orbitaba entre la vivienda, la cerámica, la cestería, los textiles
y la orfebrería, todo ello referido al sistema cósmico de condición mágico ritual.
En este orden de ideas se debe mencionar que son varios los sitios ceremoniales
de origen indígena que se encuentran en el Valle de Aburrá, entre ellos están la
laguna de El Romeral, vereda San José, La Estrella; así mismo la de Guarne en el
actual Parque Arví en el remate del camino indígena de Cieza, y muy probable-
mente muchas de las quebradas del valle. De hecho, este carácter sagrado de
las fuentes acuáticas, que no es exclusivo de este contexto, permanece en la me-
moria de los indígenas actuales, algunos de los cuales visitan aún las quebradas 2.62 2.63

y lagunas para realizar ciertos rituales; tal es el caso de ceremonias realizadas


por indígenas arhuacos en la laguna de Guarne para aplacar los efectos del
cambio climático,67 así como visitas periódicas para realizar baños y hogares en
la quebrada Doña María, barrio El Rosario, Itagüí.68 Incluso, tanto en las lagunas
como en las quebradas se realizaron obras civiles para reforzar su sentido ritual,
lo cual puede constatarse aún hoy. a b c
2.64
Como se sabe, muchos mitos de la creación del mundo incluyen el agua como
la fuente de toda vida, pero de manera simultánea es elemento de muerte o
final; así, frecuentemente los diluvios anteceden ciclos de creación dando fin
58 a formas de vida que no congeniaban con los dioses. El agua, en términos ge-
nerales, simboliza la suma de toda la creación, implica tanto la muerte como el
nacimiento; emerger o sumergirse en ella se asocia a la creación y a la vida,
o a la disolución regresiva a lo anterior, al caos inicial. De allí que los rituales
acuáticos no representen “[…] una extinción definitiva, sino una reintegración
pasajera en lo indistinto, seguida de una nueva creación, de una nueva vida o
2.65
de un ‘hombre nuevo’”.69 De acuerdo con la psicología junguiana por ejemplo, el
agua, por su relación con el líquido amniótico, representa las capas profundas
del inconsciente habitado por seres misteriosos y mágicos; así mismo, en múl-
tiples rituales de todas las religiones aparece el agua como elemento purificador
y fertilizador, y todos estos atributos estaban presentes en la cosmogonía de los
indígenas aburráes cruzando los ámbitos cotidianos, incluyendo el espacio íntimo
de lo doméstico. 2.66

Estos lugares sagrados acuáticos eran concebidos como puertas dimensionales 2.61. Ancestros en el espacio doméstico: urna funeraria globular
y su capacidad reflectiva los convierte en espejos que perfilan el límite de cone- fragmentada, marrón inciso, 1740 a.p., recuperada en Álamos
del Escobero, Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del
xión entre el supramundo y el inframundo. “Estos espacios se revisten de signos, Municipio de Envigado.

códigos y lenguajes que indican la sacralidad del lugar […]”,70 remiten al concepto 2.62. El carácter sagrado de las fuentes de agua:
laguna de El Romeral, La Estrella.

2.63. La memoria de la condición mágica: ritual arhuaco, 2010,


laguna de Guarne, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
Félix Duque, “Esculpir el lugar” en: Andrés Ortiz-Osés y Patxi Lanceros, ed., La interpretación del mundo, Barcelona -
66

México, Anthropos / Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, 2006, p. 99. 2.64. Obras civiles simbólicas asociadas al agua: a. Quebrada
La Chocha, La Estrella. / b. Laguna de Guarne, Santa Elena,
67
El 5 de diciembre de 2010, en presencia del autor, un mamo realizó rituales para apaciguar el invierno.
Medellín. / c. Quebrada El Rosario, Santa Elena, Medellín.
68
En entrevistas realizadas en el barrio El Rosario en noviembre de 2010, varios vendedores estacionarios, tenderos y
2.65. El agua, fuente de toda vida: centro ceremonial
habitantes, mencionaron estas visitas esporádicas de indígenas al lugar.
prehispánico, urbanización La Aldea, La Estrella.
69
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 113.
2.66. El agua, representación de las capas profundas
70
María J. Rave A., “Espacio y territorio sagrado”, en: Libro tres, Medellín, Universidad Nacional, (3), 2008, p. 11. del inconsciente, álbum personal.
de un universo oculto, inconsciente, profundo, estable y trascendente. Allí se
materializa el sentido de paso, acceso, salida y retorno propio de todo ritual, “[…]
como una puerta en una pared que nos conduce a un jardín secreto. En el jardín
ingresamos a otro espacio y otro tiempo. Es un jardín encantado. Pero también
tenemos que salir de ese jardín, de modo que tiene que haber una puerta que nos
permita hacerlo, para poder regresar al mundo corriente”.71 El carácter espiritual
de estos grupos indígenas se manifestaba plenamente en la posibilidad natural
que el valle les brindaba, pues no solo las fuentes de agua lo catalizaban, sino
que además los cerros que se destacan en los dos ramales de la cordillera y los
2.67 2.68
que están en el centro del valle, potencian la percepción mágica del entorno, ya
que “en la historia de las religiones del mundo, las montañas suelen ser lugares
sagrados, […] es un patrón arquetípico que constantemente se repite […]”.72 Así
pues, las condiciones naturales de la cuenca geográfica potenciaban el sentido
mágico de su mundo prehispánico, reflejado obviamente en la arquitectura, en la
infraestructura civil, en la casa y en el espacio doméstico.

2.69 Por otro lado están los centros ceremoniales líticos, entre los cuales se destaca
el de la finca Corrales, Bello, parte alta del área cercana del camino que de Niquía
lleva a San Pedro de los Milagros, donde puede todavía apreciarse una estruc-
tura del tipo cromlech o henge; y que es escenario vigente de eventos, como
la instalación de un campamento de dos días a donde acudió una veintena de
indígenas uitoto para ejecutar rituales con el fin de mantener activa la energía
cósmica del planeta, y otro ritual realizado por indígenas arhuacos con similares
2.70 fines.73 En el mismo sitio hay varios muros de piedra que en la actualidad de-
limitan, como probablemente lo hicieron en el pasado, zonas de cultivo; también
hay allí numerosas terrazas, algunas con piezas grabadas, que daban asiento a
viviendas y estancias, así como algunos pisos empedrados con lajas. 59

Otra estructura ceremonial se encuentran en la urbanización La Aldea, La Es-


trella, en donde es posible encontrar disposiciones pétreas de dimensiones y
carácter monumentales. Para el antropólogo colombiano, Iván D. Vélez R. (1964),
estos centros ceremoniales datan aproximadamente del año 6000 a. de C. y
confirman la existencia de una red americana de centros sagrados de la cual
2.71 2.72 el Valle de Aburrá hacía parte.74 La similitud de la disposición de los elementos
constitutivos de estos lugares, con los de otras latitudes, permiten constatar la
organización global de estos escenarios conformados por tres elementos bási-
cos: agua, camino y montaña, que materializan la disposición sagrada respecto
a la línea norte-sur y la ubicación al margen izquierdo del agua para delimitar el
territorio de lo sacro y lo profano.

2.73 Es común en estos centros la configuración espacial radial demostrando que “el
uso del círculo como motivo central se encuentra repetidamente en los rituales
2.67. Puerta dimensional: laguna de Guarne, Santa Elena,
Medellín. sagrados, al igual que en las rondas infantiles, suministrando un centro de segu-
2.68. La percepción mágica del valle: 8:30 p.m. / Nubes flotando ridad y tranquilidad […]”,75 pues además el círculo como representación ancestral
en el Quitasol, Juan J. Rivillas, plumilla, 19,5 x 23 cms., 2010,
colección particular.
de los astros y por su relación con el deseo de procreación y fertilidad, “resulta
James Roose-Evans, Ritos del alma, Bogotá, Electra, 1995, p. 76.
71
2.69. Centro ceremonial tipo cromlech: finca Corrales, Bello.
72
Ibíd., p. 65.
2.70. Terrazas prehispánicas: finca Corrales, Bello.
Según John Rodríguez C., guardabosques de Corrales, en la primera parte del segundo semestre de 2010, se
73

2.71. Integración de la sique co el entorno: piedra tallada presenció en el lugar una serie de rituales de un grupo uitoto que viajaba desde el sur del país por distintos centros
antropomórfica ¨la hechicera¨, finca Corrales, Bello. ceremoniales (entrevista personal, noviembre 19 de 2010), y en los primeros días de 2013, tuvo lugar un ritual nocturno
realizado por cuatro mujeres arhuacas (entrevista personal, marzo 14 de 2013).
2.72. Ícono pétreo: ánade empollando, finca Corrales, Bello.
74
Iván D. Vélez R., “Urbanismo prehispánico”, Éolo aterios, Medellín, (15), diciembre 2010, p. 43.
2.73. Estructura ceremonial espiralada:
urbanización La Aldea, La Estrella. 75
J. Roose-Evans, Op. cit., p. 141.
solamente en parte de la experiencia externa; por la otra es un símbolo, una ex-
periencia de dentro”.76 Pero en estos casos, no aparece tan solo el círculo, sino
que hace presencia la espiral77 como figura más compleja que irrumpe varias
dimensiones y establece vínculos temporales en un escenario que permite cru-
zar un umbral para acceder al mundo sagrado ubicado en otra región, donde no
hay límites entre la materia y el espíritu, ni entre los dioses y los mortales. La
estructura lítica ceremonial es un símbolo de aislamiento y delimitación de un
espacio que se convierte en lugar de culto con una energética indescifrable a la
luz actual y que además recurre a la repetición rítmica de puntos, incisiones, pa- 2.74

labras, danzas, recorridos y mantras que llevan a estados alterados de concien-


cia propicios para el encuentro de mundos; son lo que en sánscrito se conoce
como un mandala.78

En estos sitios rituales es posible reconocer cierta relación armónica con el terri- 2.76

torio e identificar una energética especial, revelando que tal vez “fuera cual fuese
su forma, había en el pasado una actividad humana conspicua que reconocía el
valor del lugar, del espacio sagrado; una preocupación por la integración de la
psique y el entorno […]”.79 Es el respeto por el genius locci presente en los anti-
guos romanos, la aceptación del mensaje de Ge o Gaia para los antiguos griegos, 2.75 2.77
o el culto a Isis en el antiguo Egipto.

Rastros de estructuras pétreas se pueden apreciar, entre otras, en el sitio El En-


canto, corregimiento Altavista, Medellín, en la margen derecha de la quebrada Al-
tavista de la ladera norte del cerro El Barcino, en donde existen muros de piedra
orientados en sentido este-oeste y norte-sur. Así mismo, en el sitio La Montaña,
sector alto de la vereda Manzanillo, Medellín, en la margen izquierda de la que-
60 brada La Guayabala, hay evidencias de otro muro pétreo y de una acumulación
de piedras muy alterada. En la finca el Jardín, sitio de Piedra Gorda, en el sector
sur de la misma vereda, se halla igualmente un vallado de piedra deteriorado; de 2.78 2.79
similar forma, en la parte inferior del sitio Santa Ana, barrio El Rosario, Itagüí, so-
bre la margen derecha de la quebrada La Tablaza, se puede apreciar un vallado.
Un caso destacable es el de los vestigios recuperados en el sitio Los Guayabos,
puente de la calle 4 sur, Medellín, sobre los cuales se finalizaron en 2012 trabajos
de integración a la dinámica urbana contemporánea.80 Otro de los sitios en los
que se pueden observar rastros de lo que otrora fuera aquel mundo religioso, es
la zona alta de la quebrada Piedras Blancas, donde ahora está el Parque Arví,
en el que también hay numerosas huellas de canales, muros, huertas, sistemas
de riego y terrazas de habitación; algunos de los cuales han sido restaurados
2.80 2.81
recientemente.
2.74. Configuración radial: centro ceremonial, urbanización
Por otro lado, mención especial merece el cerro Pan de Azúcar, Medellín, La Aldea, La Estrella.

aledaño al Camino de Cieza, donde se localizan numerosas tumbas saqueadas y 2.75. Umbral sagrado: centro ritual, finca Corrales, Bello.

2.76. Instrumento de alteración de la conciencia: mandala.

2.77. Vallado pétreo: cerro El Barcino, Altavista, Medellín.

76
Carl G. Jung, Formaciones de lo inconsciente, Barcelona, Paidós, 1990, p. 17. 2.78. Integración de la psique con el entorno: piedra tallada
antropomórfica, centro ceremonial, urbanización
77
Es uno de los símbolos más antiguos en todos los continentes, fundamental desde su aparición en el arte megalítico. Girasoles de Toledo, La Estrella.
En muchos lugares representa el ciclo nacimiento-muerte-nacimiento, así como el sol, que se creía seguía ese mismo
ciclo naciendo cada mañana y muriendo en la noche. 2.79. Vestigios integrados a la dinámica urbana contemporánea:
obras líticas prehispánicas, Los Guayabos, puente de la calle
78
C. G. Jung, Op. cit, p. 107. 4 sur, Medellín.
79
Paul Devereux, La memoria de la Tierra, Barcelona, Martínez Roca, 1993, p. 23. 2.80. Terraza de habitación: zona aledaña a la laguna de Guarne,
Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
80
Según P. Aristizabal E., Programa de arqueología preventiva puente de la calle 4 sur, informe final, Medellín, Consorcio
puente calle 4 sur / Secretaría de Obras Públicas / Alcaldía, (documento electrónico inédito), 2011, p. 246, las eviden- 2.81. Camino restaurado: zona aledaña a la laguna de Guarne,
cias encontradas son de campamentos base de grupos horticultores y alfareros tempranos. Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
estructuras en piedra muy deterioradas. Los estudios efectuados en el sector,81
evidencian cultivos en el bosque desde el siglo II a. de C. con restos cerámicos
del tipo Ferrería, lo cual demuestra que este paraje hizo parte de la dinámica de
colonización paulatina de zonas boscosas altas que se convirtieron en cultivos
desde el siglo V a. de C. hasta el V d. de C. Sin embargo, estas investigaciones
demuestran que los cultivos estaban por fuera de las terrazas contenidas por
muros de piedra, haciendo suponer que su objeto era el control de las aguas llu-
vias y los procesos de erosión, o tal vez, como lo afirma la arquitecta colombiana
María J. Rave A. (1947),82 la monumentalidad y la forma en espiral de las estruc-
2.82
turas son características de un complejo ceremonial con rasgos astronómicos.
Además, el Cerro junto con otros dos montículos conocidos como las pirámides
del sol y la luna, y la denominada piedra Galana, establecen un escenario que
permite avistar con particularidad algunos fenómenos celestes.83

Tanto la ingeniería, como la arquitectura, los monolitos y centros ceremoniales,


los lugares naturales apropiados ritualmente, los petroglifos (que se abordarán
más adelante) y por supuesto la casa, ponían la huella del hombre sobre su en-
torno en el afán de apropiarse racionalmente del medio en el que habita, pues
“[…] los fenómenos de inserción espaciotemporal […] corresponden a una ver-
2.83 2.84
dadera toma de posesión del tiempo y del espacio a través de símbolos, a una
domesticación en el sentido más estricto, puesto que terminan en la creación,
en la casa, y más allá de la casa, de un espacio y un tiempo domesticables”,84 el
mundo se aprehende para recibir el devenir cíclico de los mortales y para instau-
rar un orden propiamente humano de ascendencia divina y posibilitador de una
existencia comprensible.

Ahora, los grupos agroalfareros tempranos caracterizados por la cerámica de 61


estilo Ferrería, se ubican entre el siglo V a. de C. y el IV d. de C. y se localizan en
la altiplanicie de Rionegro, la vertiente del río Magdalena y el Valle de Aburrá; de
2.85 ellos hay hallazgos85 datados entre los siglos II a. de C. y IV d. de C. que permiten
identificar los sitios de habitación sobre colinas, cuchillas y laderas de diferente
pendiente, así como sobre planos naturales o artificiales. Estos asentamientos
se han considerado nucleados en las partes bajas del valle y dispersos en las
laderas y partes altas, pero contrariamente a lo que se ha planteado de manera
general, parece ser que “[…] las técnicas agrícolas no estaban muy desarrolladas
y que prácticas como la recolección y posiblemente la horticultura continuaban
como estrategias exitosas de subsistencia”.86

2.86
Por su parte, la ocupación conocida como Marrón Inciso, se extendió amplia-
mente por el territorio antioqueño en la cuenca del río Cauca así como en la
cordillera Central incluyendo el Valle de Aburrá, donde abarcó prácticamente toda
su área con asentamientos tempranos y tardíos identificados en Barbosa, Girar-
dota, Copacabana, Medellín, La Estrella e Itaguí.87 Dado que cronológicamente
2.82. La amenaza de la urbanización: cerro Pan de Azúcar,
2013, Medellín. esta ocupación se ubica entre el siglo III a. de C.88 y el VII d. de C. traslapando
2.83. Posibilidades astronómicas de la geografía: cerro Pan
de Azúcar y “pirámides” del sol y de la luna desde el camino
de Cieza, Medellín. 81
Luis C. Cardona V., Mauricio Obregón y Mauricio Castillo, Prospección arqueológica en el Cerro Pan de Azúcar,
Medellín, CORVIDE / Universidad de Antioquia, (inédito), 1999, p. 53-61.
2.84. Marcas simbólicas en la geografía: piedra Galana desde 82
María J. Rave A., Arquitectura prehispánica en el Valle de Aburrá, Medellín, Universidad Nacional, 2010, p. 40.
el camino de Cieza, Medellín. 83
Ver: D. L. Mejía A., Op. cit., p. 34.
2.85. Humanizando el mundo: piedra tallada antropomórfica, 84
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p. 305.
camino prehispánico, sector Buga, Altavista, Medellín. 85
Ver: Anexo 3.2.
86
L. E. Nieto A., A. Restrepo y J. C. Restrepo, Op. cit., p. 124.
2.86. Fragmento de borde - cuello y borde - reborde con cuello,
ferrería, recuperados en Álamos del Escobero, Envigado,
87
Ver: Anexo 3.3.
colección Sala Museo Arqueológico del Municipio de Envigado. 88
G. Castro H., Op. cit., p. 164.
su existencia con el estilo Ferrería, se han planteado varias teorías: una es que
ambos grupos coexistieron, otra es que se dio un desplazamiento gradual de la
tradición Ferrería por la Marrón Inciso, y también que pudo haberse tratado de
dos sociedades o de un mismo grupo con dos estilos.

La ocupación temprana Marrón Inciso corresponde a “poblaciones sedentarias


[…] de viviendas dispersas, con algunas concentraciones […] ubicados general-
mente en planos naturales, sobre cimas de colinas y cuchillas y en menor fre-
cuencia sobre laderas de pendiente fuerte”;89 sin embargo, en las terrazas tem-
2.87
pranas, las huellas de postes muestran la presencia de una sola vivienda, lo cual
hace más aceptable la hipótesis de integración de estos grupos.90 En todo caso,
lo que interesa a esta investigación es la permanencia en el tiempo de un mismo
tipo arquitectónico que sirvió de soporte al espacio doméstico con dos manifes-
taciones culturales diferentes que de manera palimséstica se recrearon en las
diferentes fases de ocupación de un mismo lugar. No obstante, obsérvese que
los asentamientos de ambas tradiciones no tienen diferencias significativas, sin
embargo, los grupos Marrón Inciso se ubicaron en zonas aptas para la agricul-
tura y cercanos a fuentes de oro y ojos de aguasal, que usaron para su economía
y que estaban localizados en la quebrada Piedras Blancas, en La Estrella, en
Itagüí y en el corregimiento San Antonio de Prado, Medellín. 2.88 2.89

De la magnitud de los basureros y los numerosos fragmentos cerámicos aso-


ciados a la obtención del pan de sal, se puede afirmar que su producción estaba
orientada no solo a satisfacer sus propias demandas, sino también a abastecer
a otras comunidades, lo cual sugiere redes de comercio que muy probablemente
estaban asociadas a los caminos pétreos referidos. Además, “la sal por su utili-
62 dad y por la cuantía de su consumo valía más para la riqueza e influencia de los
Chibchas que las preciosas gemas […] quien poseyera las minas que la producían
de una manera fácil e inagotable, tenía en sus manos una influencia sociológica
formidable”;91 de tal suerte que esta se constituyó en una actividad estrecha-
mente ligada al espacio doméstico en el valle, no tanto por su uso cotidiano
como por su comercialización que implicaba procesos domésticos de obtención
del pan de sal en los recipientes cerámicos fabricados dentro del mismo ámbito
doméstico, sobre los cuales giraba buena parte del tiempo familiar.

De otro lado, el antropólogo colombiano Santiago Ortiz A. (1956) apoyado en los


estudios de su colega y coterráneo Carl H. Langebaek, afirma que en Girardota
se encontraban aldeas Marrón Inciso avanzadas, de tamaño considerable y con
organizaciones de carácter cacical; en cambio en La Estrella los asentamientos
eran menores en tamaño y complejidad. Por lo demás, las vasijas recuperadas de 2.90 2.91
estos asentamientos dejan ver diferencias entre aquellas con mayor decoración
dedicadas a usos ceremoniales y funerarios y las más sencillas, que hacían parte 2.87. Fragmento de pintadera, marrón inciso, recuperado
en Álamos del Escobero, Envigado, colección Sala Museo
de las labores domésticas, supeditando el tiempo presente de aquel pasado, al Arqueológico del Municipio de Envigado.

futuro eterno de la muerte para el cual se disponían mejores recursos. 2.88. La permanencia del tipo ancestral de la choza primitiva:
dibujo hipotético.

Estos grupos que enterraban a sus muertos incinerados en urnas de cerámica 2.89. La relación mágica del emplazamiento: pozo real de aguasal,
Chorroclarín, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
depositadas en pozos irregulares y superficiales en el área de sus viviendas,92
2.90. Mejores recursos para el futuro eterno: urna funeraria
marrón inciso, quimbaya temprano, recuperada en la vereda
89
Santiago Ortiz A, “Estilo Pueblo Viejo – Marrón Inciso”, en: E. Prieto S., Op. cit.
Guayasabra, Santafé de Antioquia, colección Museo Juan del
90
Gustavo Santos V. y Helda Otero de S., El Volador: una ventana al pasado del Valle de Aburrá, Medellín, Universidad de Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
Antioquia, (inédito), 1996, p. 8
2.91. Estética austera para lo doméstico: vasija marrón inciso,
M. Triana, Op. cit., pp. 128-129.
91 quimbaya temprano, recuperada en la vereda Guayasabra,
Santafé de Antioquia, colección Museo Juan del Corral, Santafé
92
Este es un patrón universal primitivo, ver: J. Attali, Op. cit., p. 50 y S. Giedion, Op. cit., p. 117. de Antioquia, Colombia.
o en sus cercanías tapadas con lajas de piedra, y que acompañaban con vasi-
jas domésticas, con husos y en algunas ocasiones con objetos de orfebrería,
entendían la vida como preparación para la muerte y afirmaban su espacio co-
tidiano en el virtual del más allá. “Algunos volantes de huso hallados en estas
tumbas-vivienda parecen reflejar, por sus formas cónicas y los motivos de líneas
incisas, la forma y estructura de las cámaras funerarias. Esto es posible ya que
el modelo del universo puede reproducirse indefinidamente a distintas escalas y
en múltiples espacios y objetos”.93 Este sistema fractal de pensamiento complejo
también se reflejaba en la concepción de la vivienda y por lo tanto imprimía al
2.92 2.93
espacio doméstico idéntica noción de interconexión cosmológica. Cabe anotar
que además de los mencionados en Girardota, entierros de este tipo se han re-
portado en Bello, Envigado y en los barrios de Simón Bolívar y Manrique Oriental
en Medellín.94

Sin lugar a dudas, la concepción animista del universo mítico de aquellos grupos
prehispánicos llevó a dividir el mundo en dos realidades, la una asociada al
cuerpo físico tangible y finito, y la otra relativa a lo espiritual, invisible y eterno;
por ello, los enterramientos, asociados topográficamente con la vivienda, funda-
ban el sentido trascendente del espacio doméstico hacia esa dimensión inmortal
2.94 del ser. Ya que “el mundo se divide en dos mitades, y el hombre se ve a sí mismo
igualmente escindido”,95 la casa, que no es otra cosa que el cuerpo sin órganos,
adopta la misma dualidad y se convierte en receptáculo de las dos realidades.
Ninguna de las dos es más importante que la otra, es tan significativa la conexión
simbólica y ritual con dioses y seres extraterrestres como la actividad cotidiana
de la supervivencia biológica.

Empero, en relación a los productos cerámicos domésticos, se observa por la 63


factura, acabado y composición, que para su fabricación se empleaban sistemas
simples y manuales, de bajo consumo energético y poco tiempo, por lo que se
2.95 infiere que lo más probable es que estos procesos se hicieran dentro del ámbito
doméstico con herramientas básicas y de manera informal. Los análisis de labo-
ratorio a los cuales han sido sometidas algunas piezas, demuestran que fueron
cocidas al aire libre con presencia de oxigeno (que determina las coloraciones)
y con poco control de las temperaturas (por la evidencia de capas y núcleos de
cocción), lo que conduce a deducir que si bien este trabajo estaba relacionado
con la vivienda, no se hacía en recintos cerrados.

A pesar de la precariedad en la fabricación y características de la cerámica,


estudios rigurosos determinan tres categorías: almacenamiento, procesado y
2.96
transporte de alimentos,96 lo que también muestra el nivel de desarrollo de la
culinaria de estos grupos en la que se incluían diversos alimentos secos, húme-
2.92. Urnas funerarias recuperadas en el Valle de Aburrá, dos y líquidos, como además lo manifiesta la siguiente crónica: “[…] donde en
redibujado de Botero, S., Huellas de antiguos pobladores del valle
del río Aburrá, pp. 64 y 65. los boyos, sin lo que en el campo estava se halló mucha ynfinydad de comyda
2.93. Tumba de cancel: Álamos del Escobero, Envigado. asy de mayz como de frísoles que casi son como alverjas e muchos cories que
2.94. Enterramientos con vasijas funerarias cerámicas: Guayabal,
son como conejos […]”;97 así también, las piezas cerámicas permiten deducir
Medellín, prof. 5 m. / Simón Bolívar, Medellín, prof. 1,50 m. / Villa
Tina, Medellín, prof. 0,80 m. redibujado de Arcila, G., Introducción
a la arqueología del Valle de Aburrá, p. 37. Gustavo Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Boletín de antropología, Medellín, 9 (25), diciembre
93

1995, p. 43.
2.95. La realidad tangible y finita complementada con la espiritual 94
Ver: Gonzalo Castro H., Investigaciones arqueológicas en la cuenca alta de la Quebrada Piedras Blancas, Medellín,
y eterna: sección conceptual del espacio arquitectónico doméstico
prehispánico. CORANTIOQUIA, (inédito), 1999, p. 8.
95
Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte I, Barcelona, Debolsillo, 2004, p. 24.
2.96. La cerámica del ámbito doméstico: vasija marrón inciso,
recuperada en Guayabal, Medellín, colección de antropología del 96
G. Castro H., Prospección y valoración del patrimonio arqueológico en el Corregimiento de Pueblo Viejo, Op. cit., p. 103.
Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, Medellín,
foto: Hernán A. Pimienta B. 97
J. B. Sardela, Op. cit., p. 288.
diferentes preparaciones en períodos cortos y largos con o sin cocción para su
consumo. A pesar de la ausencia de decoración que aparenta descuido estético
y aunque en el ámbito textil la situación era bien diferente, la amplia tipología de
vasijas denota el nivel de especialización de sus usos determinados por la forma
el espesor de sus paredes y las clases de cuellos.

Dentro de este mismo ámbito cultural, los excedentes agrícolas producidos en


el valle, almacenados en vasijas cerámicas y en cestos que se guardaban en lu-
gares especiales, parece que eran verdaderamente abundantes pues otras cróni- a b

cas señalan que los víveres almacenados (maíz, fríjol, batatas, raíces, arvejas y 2.97

frutas) en los bohíos, podían mantener la tropa de Jerónimo Luis Tejelo por más
de dos meses.98 Estas despensas estaban administradas por los jefes o caci-
ques,99 eran producto de los tributos de sus aldeanos, y con ellas se comerciaba
en trueque con otros grupos; así por ejemplo, “de esta Provincia era señor o rey
2.98
uno llamado Nutibara hijo de Anunaibe; tenía un hermano que se decía Quinuchu
[…] el cual proveyó siempre a este señor de muchos puercos, pescado, aves y
otras cosas que en aquellas tierras se crían […]”.100 Como se puede observar, la
riqueza de la dieta aborigen era notable, pero lo que también vale la pena analizar
de las actividades domésticas es la determinación por género, lo cual obvia-
mente repercute en la caracterización y progresiva especialización del espacio
doméstico. Al respecto el historiador húngaro Arnold Hauser (1892-1978) dice:

Las tareas del arte sepulcral y de la escultura de ídolos, así como la ejecución de las
danzas culturales […] estuvieron exclusivamente confiadas a los hombres, sobre todo a 2.99
los magos y sacerdotes. El arte profano, por el contrario, que estaba limitado a la mera
artesanía y tenía que desarrollar simplemente cometidos decorativos, es posible que se
dejase por completo en manos de las mujeres y constituyese así una parte de la industria
64
doméstica.101

La explicación más convincente de esta especialización radica en el cuidado


de las crías, lo que obliga a las madres a desarrollar actividades que no exi-
jan desplazamientos significativos desde la vivienda ni que demanden grandes
2.100
cantidades de energía que afecten su salud o la producción de leche materna.
El carácter genérico de las actividades era una cuestión de supervivencia, que
como todo en aquel mundo simbólico, cobraba también un sentido trascendental
e incluso se manifestaría en el carácter femenino de los recintos domésticos
frente al masculino de la casa comunal.

Respecto a este orden trascendental y retomando el sentido mágico descrito para


las obras de ingeniería y los centros rituales, es momento de relacionarlo con el
espacio doméstico pues el sentido cósmico se reproducía en diferentes escalas
como reflejo de un pensamiento multidimensional e interconectado; tal simbolis- 2.101
mo presente en las imágenes se aclara en las palabras de Christopher Walsh,
citado por el sacerdote y escritor inglés James Roose-Evans (1927), cuando dice 2.97. La especialización masculina de la escultura de ídolos: a.
Esfinge, alto de Medina, Bello / b. Jais waunana, chocó, colección
que “a diferencia de las palabras, los símbolos le hablan a nuestra personalidad Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes.

completa, no solo a nuestros oídos e inteligencias, crean resonancias y asocia- 2.98. La especialización femenina del arte profano: collar de
chaquiras, colección Museo de la Madre Laura, Medellín.

2.99. El arte sepulcral: urna funeraria marrón inciso, colección


Según Sardela, secretario del mariscal Jorge Robledo, la hueste de Tejelo, enviado por Robledo y quien descubrió el
98 Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes, Medellín.
Valle de Aburrá, debió ser de unos treinta y dos hombres.
2.100. El carácter femenino del recinto doméstico: Así era
Aunque no está clara su estructura jerárquica, según H. Tovar P., Op. cit., p. 45, parece que en el máximo nivel se
99 ella, homenaje a Ethel Gilmour, Elena Várgas, 2011, Sala U,
Universidad Nacional, Medellín.
ubicaban los señores, seguidos de caciques, principales y behetrías.
100
P. Cieza de León, Op. cit., p. 9. 2.101. Universos similares: volante de huso quimbaya, 900 a 1600,
recuperado en el Cauca Medio, colección Museo de Antioquia,
101
A. Hauser, Op. cit., pp. 33-34. Medellín.
ciones inaccesibles a las palabras, apelan a la intuición y la experiencia tanto
como al entendimiento […]”;102 lo cual permite comprender que la connotación
mágico ritual de aquella civilización precolombina estableciera diversos univer-
sos de similares características superando cualquier límite y llegando también a
la cotidianidad del espacio doméstico.

Y como las terrazas fueron el elemento básico del lenguaje arquitectónico del
mundo prehispánico del valle y del espacio doméstico en particular, se hace
necesario abordar su estudio tanto desde la óptica pragmática y funcional como
desde sus aspectos simbólicos, teniendo en cuenta que “en todos los grupos
humanos conocidos, el hábitat responde a una triple necesidad: la de crear un
medio técnicamente eficaz, la de asegurar un marco al sistema social y la de
2.102 poner orden, a partir de allí, en el universo circundante”;103 las terrazas pues, se
construyeron para cultivos o para albergar una o varias viviendas, la mayoría
de ellas tenían forma circular u orgánica, con connotaciones religiosas repre-
sentando el universo bajo el concepto del simbolismo de la circunferencia y del
centro, que define a cada asentamiento y a cada construcción como el núcleo
cósmico, para otorgarle así el carácter de puerta dimensional, donde se encuen-
tran el Cielo y la Tierra. Sus cimientos se fabricaron con piedras en forma anular
o llevando las cotas de la topografía, con accesos escalonados de dos o tres
contrahuellas de lajas talladas. Para el caso de las que servían de emplazamiento
a casas, la orientación del acceso se determinaba según las vistas, la relación
2.103 2.104
con los caminos y con las fuentes de agua; el fogón no parece conservar una
posición definida respecto a un sector y solo se puede confirmar que está a un
lado del eje central de la terraza y localizado de manera cercana al acceso, muy
probablemente por facilidad funcional.
65
Según las excavaciones realizadas por Santos V. en el cerro El Volador por ejem-
plo, la respuesta de las casas a las condiciones naturales del sitio, muestra este
espíritu pragmático de la orientación y la organización de las viviendas unido a
la cosmogonía, de tal manera que el agua, que como se ha indicado constituía
2.105 2.106 el hilo vital mágico, ritual y de supervivencia de estos grupos, determinaba el
emplazamiento de la casa.

En El Volador, las viviendas asociadas a los grupos tempranos eran de forma circular y de
tamaños relativamente pequeños, entre 5 y 8 m. de diámetro. El tamaño de las viviendas
sugiere que fueron habitadas por familias pequeñas, posiblemente nucleares. La cerámica
se concentra en todas las terrazas hacia las partes opuestas a los accesos naturales desde
el Río Medellín y la quebrada La Iguaná, o partes más altas de las terrazas, las cuales
corresponderían con la parte posterior y la parte de atrás de las plantas de las viviendas.
Esto permite decir que los frentes de las viviendas corresponderían a los accesos a los
cursos de agua, y que la parte posterior correspondería al área culinaria, lo cual indicaría
2.107 0 5
2.102. La representación religiosa del universo:
una sectorización del espacio doméstico, y por tanto, una orientación de las viviendas.104
terraza habitacional prehispánica, finca Corrales, Bello.
Esta disposición de la orientación del acceso dando frente a la fuente de agua,
2.103. La triple condición del hábitat: terraza prehispánica,
laguna de Guarne, Parque Arví, Santa Elena, Medellín. obedece a un principio que también es de orden universal en las culturas primi-
2.104. El simbolismo universal de la circunferencia: conjunto tivas, así lo dejan ver las investigaciones realizadas por la Universidad Javeriana
megalítico de Stonehenge, 1800 a. de C., Wiltshire, Gran Bretaña. que estudiaron gran parte de la arquitectura indígena actual del país,105 y que
2.105. Aspectos utilitarios y simbólicos integrados: terraza de
cultivo, urbanización La Aldea, La Estrella. 102
J. Roose-Evans, Op. cit., p 88.
2.106. Emplazamientos escalonados: pozo real de aguasal, A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 311.
103
Chorroclarín, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
104
G. Santos V. y H. Otero de S., Op. cit., p. 11.
2.107. Cosmogonía pragmática: viviendas, cerro El Volador,
Medellín, redibujado de Santos, G. y Otero, H., El Volador: una Gabriel A. Rubio M. y Annuar Abdala C., Atlas del hábitat en Colombia, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, s.f.,
105

ventana al pasado del Valle de Aburrá (inédito), 1996. pp. 30, 49, 63 y C. Varini, Op. cit., p. 48.
además hacen referencia a que “en todos los relatos se encuentra el mundo al
cual pertenecen los seres vivientes en una posición intermedia entre los dioses
creadores –coincidente con el cielo– y la de los otros seres a los cuales se ac-
cede por una quebrada o por debajo de la tierra […]”.106

Para los zenú por ejemplo, en la casa confluyen el mundo acuático y el terrestre
al utilizar elementos de los dos: el bejuco y la palma respectivamente;107 nótese
que la casa se constituye en punto de convergencia, en ella surge un límite que
a la vez es conector entre el agua y la tierra o los cultivos; entre los elemen- 2.108

tales naturales que se encuentran, evidenciando el papel del bohío como objeto
mágico que relaciona agua, Tierra y Cielo, y como instrumento para el encuentro
del inframundo, de donde proviene el agua de los ríos y lagunas, con el supra-
mundo, hábitat de las divinidades superiores. Así, la forma de la casa no solo es
una respuesta obvia al problema pragmático de la evacuación de la lluvia y la
cobertura del sol, sino que, naciendo en el suelo, aferrado a la Tierra, estira hacia
el infinito celeste el mundo de los mortales a través de su cubierta espigada en
busca de la libertad inmaterial propia de los seres divinos.

Estas viviendas, ubicadas cerca de los cultivos como lo constatan los estudios ar-
queológicos, afirman la idea de que “en la huerta comienza el sentido del hábitat;
así una familia o una comunidad puede conformar ‘territorios islas’ en diferentes 2.109 2.110

pisos ecológicos, sin necesariamente tener una continuidad limítrofe”.108 Cada


grupo familiar entonces poseía una serie de mundos domésticos conectados de
manera virtual por el sentido de su posesión y por su interdependencia funcional;
la casa extendía su galaxia por el territorio y el espacio doméstico adquiría vín-
culos directos con la Tierra, para confirmar la idea de que ella, el cosmos, el te-
66 rritorio, la casa y el cuerpo eran partes de un mismo sistema y que “[…] el mundo
que nos rodea, civilizado por la mano del hombre, no adquiere más validez que la
que debe al prototipo extraterrestre que le sirvió de modelo. El hombre construye
según un arquetipo”,109 de tal forma, la noción térrea del espacio doméstico cohe-
sionaba a sus elementos, incluyendo el tipo geométrico. 2.111

Las investigaciones realizadas en el área de la Cuchilla del Romeral, La Estrella,110


dan cuenta por ejemplo, de que cada grupo desarrollaba un sistema basado en
la tumba y quema, y en la rotación de los sembrados, lo cual los llevaba a es-
tablecer viviendas satélites temporales cercanas a los cultivos y dependientes
de la casa base, ubicada en la zona de mayor productividad o de explotación de
recursos; estos sistemas domésticos eran reflejo de las constelaciones celestes
que servían de modelo a la implantación en el mundo para dar lugar al contacto
multidimensional con sentido cosmológico.
2.112

Aquí es clave hacer referencia al proceso natural de desarrollo de una vivienda


que daba lugar a una agrupación de construcciones por la aparición de nuevos
recintos familiares constituidos por los hijos de la casa original; de esta manera, 2.108. La orientación del acceso como principio universal: terraza
así como se sigue haciendo en la actualidad en las comunidades indígenas, se prehispánica, Ciudad Perdida, Sierra Nevada de Santa Marta,
Colombia.

2.109. El espacio doméstico como punto de convergencia:


puerto fluvial ticuna, río Amazonas, Colombia.
106
C. Varini, Op. cit., p. 55.
2.110. En búsqueda del infinito celeste: casa tairona típica, Sierra
107
Eduardo Peña N., gobernador chibcariwak, indígena zenú, entrevista personal, enero 16 de 2013.
Nevada de Santa Marta, Colombia.
108
María J. Rave A., Arquitectura prehispánica en el Valle de Aburrá, Op. cit., p. 93.
2.111. La galaxia doméstica: huertas con vallados, finca Corrales,
109
Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, Madrid, Alianza Emecé, 1972, p. 19. Bello.

Luis C. Cardona V. y Luis E. Nieto A., Transformaciones territoriales en los ecosistemas estratégicos del Valle
110
2.112. El sentido cosmológico de los cultivos: vallado, aledaño
de Aburrá, Medellín, CORANTIOQUIA / Universidad de Antioquia, (inédito), 2000, pp. 52-53. al camino prehispánico de Cieza, Medellín.
crean núcleos de microcosmos interdependientes por los lazos de consanguini-
dad, que con el transcurrir del tiempo van cobrando autonomía pero que forman
pequeños conglomerados en torno a un centro jerárquico alrededor del cual
orbitan. Esta manera orgánica de crecimiento de los asentamientos refuerza
el sentido comunitario y fomenta valores de solidaridad, confianza, seguridad,
amistad y fraternidad; e incluso facilita el convite para tareas especiales como la
edificación de la casa, la comunal o la privada.

2.113 De tal manera, la construcción de la casa la hacían los hombres en minga, como
todavía opera en las comunidades actuales, mediante ceremoniales con ofrendas
y previo permiso de los sacerdotes. La elección del lugar era una tarea comu-
nitaria en la que intervenían los miembros del grupo familiar convocando las
fuerzas de la Tierra y la intersección de los espíritus de los antepasados a través
de los sacerdotes. El objeto arquitectónico entablaba comunicación armónica
con el espacio y con el tiempo del emplazamiento, y de tal manera “la toma de
posesión del sitio es definida no solamente por elementos visibles, también por
un ritual sacro, como si la elección fuera demandada por una presencia divina
que los Jaibaná consultan […] aparecen también elementos –como ollas de barro
o esculturas antropomórficas– que tienen la tarea de preservar la construcción y
2.114 sus habitantes libres de dichos espíritus […],111 lo que también se confirma entre
los actuales indígenas.112

La casa así era el sitio seguro por excelencia, el reducto de tranquilidad aferrado
a la Tierra y conectado con los espíritus desde la eternidad, por eso entre otras
cosas, cuando los indígenas se vieron atacados por los invasores españoles “[…]
e se metían en los boyos e otros se subia(n) en la cumbre dellos como si allí no
los pudiera(n) tomar […]”;113 tal y como ocurre en otros grupos primitivos y con 67
2.115 el sentido universal de la casa como recinto sagrado de protección, su habitante
la entiende como una prótesis defensora, y entonces “la desnudez de sus habi-
tantes parece protegida por el terciopelo herboroso de las paredes y los flecos de
las palmas […]”,114 que constituyen la materialidad de la coraza intangible.

Esta relación mimética del cuerpo biológico con el vestido y la casa se da como un
asunto natural, por esto se puede afirmar que “la casa es la prolongación de uno
mismo. El valor de la ambigüedad hace su aparición en el adorno y la ostentación,
dota de sentido a un espacio invisible para todos”,115 ese espacio geométrico da
soporte al universo mental de carácter espiritual que tiene además tintes animis-
tas e incorpora en su consistencia profunda cada objeto, cada paraje, cada ser;
la representatividad simbólica de la choza como punto de contacto y confluencia
de seres no implica ningún acto forzoso, sino que por el contrario, hace parte de
la cotidianidad establecida por siglos; una vez inaugurada la puerta dimensional
2.116
en el ritual de construcción del bohío, quedaba establecida la condición mágico-
protectora del microcosmos.

La multidimensionalidad de este espacio doméstico y de su estructura material,


2.113. El crecimiento orgánico de los poblados: poblado kuna yala,
Coe Dup, Islas de San Blas, Panamá.

2.114. La elección ritual del emplazamiento: tambo embera,


111
C. Varini, Op.cit., p. 57.
Chocó, Colombia.
Ver: Anexo 1, entrevistas personales a Eulalia Yagarí G., Gustavo Vélez y William Carupia C. indígenas embera; y Milton
112

2.115. La idea ancestral de la protección doméstica: venus Santacruz A., indígena tule.
prehistóricas, a. Willendorf / b. Valle del Indo / c. Chipre / 113
J. B. Sardela, Op. cit., p. 287.
d. Amlash / e. Siria.
114
Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1976, pp. 205-206.
2.116. La relación mimética: reconstrucción de una casa indígena,
Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín. 115
S. Murillo, Op. cit., p. 25.
el tipo de la cabaña, se explica en el pensamiento de estos pueblos que organiza-
ban las dimensiones del tiempo y el espacio desde un punto referencial, la casa
misma, del cual se desprende todo el universo, material e inmaterial, ya que “el
pensamiento de la antigüedad prealfabética es radiante como el cuerpo del erizo
o de la estrella de mar”,116 por esta razón el espacio geométrico de su recinto
íntimo es unitario pero multidireccional, convergente y a la vez divergente; en él
surgen fuerzas centrípetas que transmutan a centrífugas y viceversa; por eso tal
vez la espiral, como lo materializaron en sus petroglifos y en sus disposiciones
megalíticas, y como todavía surge en vestidos y sombreros, es la figura geo- Planta Elevación

métrica que más se acerca a la descripción holísta y háptica de la experiencia 2.117

existencial que se podía tener en un tambo, pues “la espiral es el tiempo. […] el
tiempo es el tiempo de aprender ¿qué se aprende? aprendemos del pasado, traer
de los acontecimientos de la historia al presente; el tiempo es vivo si traigo las
cosas para que sean el presente; el tiempo que se repite es el futuro”.117

Si se acude entonces a la comparación etnográfica, al referido poder universal


de los símbolos, y a la idea de que “[…] no existe, ni puede existir, ningún arte o
método de representación visual de los objetos que no esté integralmente vin-
culado a la concepción espacial de su época”,118 es muy probable que estos sig-
nificados de la espiral, que aparecen en distintas latitudes y culturas, describan
la percepción simbólica del espacio doméstico aburrá de los nativos; pues si bien
la similitud cultural material es innegable, la semejanza mítica y el mundo mental
son inseparables del arquetipo. Por ejemplo:

El espiral, de acuerdo a los arhuacos, comprende el crecimiento del Universo relacionado 2.118
en nueve mundos, nueve mundos en el que se forman los humanos (nueves meses) este
68 espiral tiene en su centro el quinto mundo donde vivimos los humanos, y los cuatro mun-
dos hacia arriba o hacia abajo hacen parte de la integralidad terrenal. Por lo cual siempre
se entiende la vivienda como útero, donde permanentemente se forma la vida a partir del
espiral de la vida.119

Son numerosas las referencias literales y simbólicas de la espiral entre los gru-
pos indígenas colombianos, especialmente en las artesanías, petroglifos y en
la arquitectura;120 el filósofo y etnógrafo colombiano Fernando Urbina R. (1939)
sintetiza así las características de este símbolo aplicadas en el territorio indígena
del país: 2.119

[…] dado que esta figura ha sido manejada por casi todas las culturas aborígenes con
signo positivo: se dibuja en la piel de los danzantes y en las tela de corteza de sus
vestimentas, o en el cuerpo de la maloca; fragua coreografías y está en la forma y en la
decoración de los utensilios: ruedo o soporte del cernidor, tubo o cinta exprimidora del
matafrío, rollos de arcilla que se sobreponen o extienden en espiral para confeccionar
el ceramio, cerco de la gran casa, cuerpo ahuecado, sonoro y vibrador de los tambores
sagrados, trama en espiral del canasto, tubo de la cerbatana con su diente ponzoñoso (el
dardo), columnas del gran tambo cuyo diseño repite el universo… en fin, trazo que termina

116
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 208.
A. Green S., Op. cit.
117

118
S. Giedion, Op. cit., p. 43.
119
Jair O. Zapata T., arquitecto, indígena aruhaco, entrevista personal, noviembre 13 de 2012.
2.117. El pensamiento radiante:
Ver: Marta Saade G., “Las formas del entramado. Encuentro, tejido y pensamiento en el pueblo de los pastos”, en:
120 la espiral simbólica del espacio doméstico.
Cecilia Duque D., comp., Lenguaje creativo de etnias indígenas de Colombia, Medellín, Suramericana, 2012, pp. 176 y
2.118. La espiral eterna: petroglifo, Valparaíso, Colombia,
179; Edgar Bolívar R., “El universo hiperbólico de las chaquiras. Comunicación y adorno entre los emberá de montaña”, redibujado de Arcila, G., Memorias de un origen, p. 233.
en C. Duque D., Op. cit., p. 318; Lyda del C. Díaz, “Los dibujos en la caña flecha, símbolo de persistencia de la herencia
cultural Zenú”, en: C. Duque D., Op. cit., p. 390; Rosa E. Salamanca G., “Creatividad y abstracción de lo sagrado”, en: C. 2.119. Espiral de vida, la casa como útero: volantes de huso,
Duque D. Op. cit., p. 417 y Weilder A. Guerra, “Creatividad Wayuu”, en: C. Duque D., Op. cit., pp. 495-496. colección Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes, Medellín.
por interiorizarse y configurar el espíritu, ese que en espiral –como los remolinos del
río– desciende a lo profundo para cobrar la fuerza, o en espiral se eleva como águila para
columbrar y dominar el conjunto.121

Parece ser además, que el tejido de las cubiertas de los bohíos se hacía en
espiral, validando la idea de la multiescalaridad de las imágenes. Así aparece
representado en algunas tumbas, como se verá, y así también lo manifiestan al-
gunos indígenas: “Las espirales no tienen tanto con la casa sino con todo objeto
2.120 2.121 redondo; tiene simbolismo, la espiral es más que todo parecido como a la casa
del tambo, al techo”;122 “la espiral es el techo del tambo, que es tejido todo, como
lo hacen los animalitos, los pájaros”;123 “la espiral está en el techo, como es el
sombrero vueltiao; en la parte superior del techo donde termina y se viene hacia
abajo hasta que termina más amplio también en la forma de espiral”.124 Pero la
espiral también tiene un atributo mágico de seguridad: “Lo otro es que se rela-
ciona mucho, como la casa es la protección, también con la mola, porque en la
escritura de las molas, aparecen espirales y la mola es de protección”.125

Y aunque “el mundo interior, como enseñó Carl Jung, es tan real como el mundo
exterior; de hecho es más real, pues es infinito y eterno y no cambia ni se de-
2.122 2.123
teriora como sucede constantemente con el mundo exterior”,126 la dimensión
material del espacio doméstico de los indígenas del Valle de Aburrá, que acudía a
la huella y a la memoria para proyectar el futuro eterno, materializaba en sentido
literal la dinámica perceptual, lo que brinda otro elemento más para afirmar la
idea de la multidimensionalidad manifiesta en la imagen de la espiral.

En este universo animista todo cobraba sentido simbólico; cada objeto, así como 69
cada elemento arquitectónico, tenía la posibilidad de ser receptáculo de un men-
saje y una caracterización, “de este modo […] las rocas, montañas, ríos son
2.124
biomorfas o antropomorfas, y el universo está poblado de espíritus, genios, dio-
ses, que están en todas las cosas o detrás de todas las cosas”.127 Y el espacio
doméstico no se escapa a esta condición y en él también aparece la posibilidad
metamórfica de doble dirección, el individuo es parte de todo lo que lo rodea, y
todo lo que le sirve y acompaña es parte de él; en las descripciones de las vi-
viendas tules, por ejemplo, cada poste y las paredes representan una parte de la
comunidad o a sus gobernantes.128

Ahora bien, los materiales utilizados para la construcción del arquetipo debieron
ser la madera rolliza, lianas y bejucos, paja o palma para la cubierta y también
2.125 parece que se utilizó la técnica del bahareque y algunas cortezas tal como se em-
plean en la actualidad en algunos grupos. Aunque precisamente por la naturaleza
perecedera de estos materiales no hay vestigios (excepto las marcas dejadas por
los horcones hincados en la tierra, las tumbas y los rastros de fogones), puede

2.120. La universalidad del símbolo: Gaia, Carlos Hoyos, 2012,


Fernando Urbina R., “El sentido de las creaciones indígenas”, en: C. Duque D., Op. cit., p. 20.
121
instalación, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
122
Eulalia Yagarí G., exdiputada, indígena embera, entrevista personal, enero 16 de 2013.
2.121. Como el tejido de los pájaros: reconstrucción de una casa
indígena, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín. 123
William Carupia C., presidente OIA, indígena embera, entrevista personal, enero 15 de 2013.

2.122. Reproducción sistemática del símbolo: sombrero vueltiao.


124
E. Peña N., Op. cit.

2.123. La espiral protectora: mola tule (detalle).


125
Milton Santacruz A., profesor universitario, indígena tule, entrevista personal, enero 28 de 2013.
126
J. Roose-Evans, Op. cit., p. 37.
2.124. La dinámica perceptual: petroglifo, El Rosario, Itagúí.
127
Edgar Morín, El método III, Madrid, Cátedra, 1994, p. 174.
2.125. El universo animista de lo doméstico: casa grande, poblado
kuna yala, Coe Dup, Islas de San Blas, Panamá. 128
Ver: Anexo 1, entrevistas a Abadio Green S. y Milton Santacruz A., indígenas tule.
decirse que “[…] esas moradas, más que edificadas son anudadas, trenzadas,
tejidas, bordadas y patinadas por el uso; en lugar de aplastar al habitante bajo la
masa indiferente de las piedras, éstas reaccionan con liviandad a su presencia
y a sus movimientos; a la inversa de lo que ocurre entre nosotros, permanecen
siempre sometidas al hombre”,129 porque la casa era entendida como parte del
ser y de la naturaleza, y se hilvanaba, al igual que el vestido, con lazos intangibles
conformando redes de soporte vital de subsistencia y de trascendencia. Dentro
de tal dualidad, se constata la correspondencia con el planteamiento de Leroi-
Gourhan sobre los microcosmos y los macrocosmos, que lleva a la posibilidad
2.126
que tiene el ser de sentirse seguro en el mundo y de calmar su angustia como
creador de un orden en medio del caos natural:

A partir de este punto, la llave del universo está entre las manos del hombre y, bajo
formas variadas pero finalmente convergentes, nacen extraordinarios cuerpos de cono-
cimientos, enteramente fundados sobre el juego de las identidades y de los contrarios, los
cuales engloban todo lo conocido, desde los números a la medicina, de la arquitectura a
la música.130

Incluso en la vivienda prehispánica del valle “la sectorización del espacio, basada
en su orientación a partir de la definición de un centro, expresa siempre esta
dicotomía sagrado-profano asociada generalmente a otras dicotomías de orden
2.127
social y cultural como masculino-femenino, nacimiento-muerte, consanguinidad-
afinidad, o cultivo-recolección, las cuales están expresadas también en la división
del tiempo”.131 La vivienda entonces constituía un microcosmos en equilibrio en el
que la imagen proyectada por la condición femenina protectora se establecía en
el mundo material propio de la polaridad opuesta, y como centro convergente en-
70 tre el mundo superior y el inferior, brindaba el nicho adecuado en el que “los dos
modos coexisten, se ayudan mutuamente, están en constante interacción, como
si tuvieran una permanente necesidad el uno del otro […]”.132 El conocimiento
empírico, técnico, racional conducía así al mito para darle vida y cuerpo, y facilitar
la experiencia existencial en el ámbito de lo íntimo.
2.128

En aquel mundo primitivo se constata la relación intrínseca entre la materialidad


arquitectónica y el sentido mágico, cósmico y sistémico de la reproducción
abstracta de las condiciones espirituales del universo para dar albergue al re-
cinto familiar. Entonces es clave comprender que adjunto al universo matérico de
la arquitectura y de su espacio geométrico, se establecía un recinto imaginario
real, en donde actuaban espíritus o seres de una dimensión temporal y espacial
mítica, que hacían parte íntegra del espacio doméstico en el cual la casa era
centro ordenador y al mismo tiempo reflejo del orden superior para permitir la
supervivencia de la carne y la permanencia del espíritu, configurando un ámbito
complejo de realidades y dimensiones interconectadas. 2.129

Esta cualidad simbólica del universo mitológico instaurado en el tipo de la cabaña,


llevaba a una analogización permanente del mundo en que se establecía una
sistematización que incluía al individuo, su grupo y el cosmos. De acuerdo con el
filósofo francés Edgar Morín (1921),133 esta situación desemboca en dos derivas
2.126. Redes de soporte vital: reconstrucción de una casa
indígena, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
129
C. Lévi-Strauss, Op. cit., p. 205.
2.127. Los juegos de las identidades: roca tallada, camino
130
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 323. prehispánico de Niquía, Bello.
G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 41.
131
2.128. La condición protectora de lo femenino: mujer kuna.
132
Ibíd., p. 167.
2.129. La casa como centro ordenador y reflejo del orden
133
E. Morín, Op. cit., p. 175. superior: dibujo coceptual.
culturales, la astrológica y la filosófica; la segunda a su vez obliga a una concep-
ción de correspondencia entre el micro y el macrocosmos que explica la versión
hologramática y fractal de la imagen refleja del universo en la casa y viceversa. Si
bien aquellos indígenas prehispánicos del Valle de Aburrá podrían distinguir las
actividades pragmáticas y técnicas de aquellas simbólicas o mágicas, todas esta-
ban contenidas en un mismo universo, en un mismo espacio de carácter doble;
por extensión, el espacio doméstico poseía tal dualidad y en él se viviría con toda
naturalidad la unidualidad vital.
2.130
Ahora bien, en estas sociedades agroalfareras como ya se insinuó, los petrogli-
fos constituían evidencias de gran contenido simbólico y relación directa con la
noción abstracta del espacio y del tiempo. Dentro del valle se encuentran imá-
genes sobre superficies rocosas en los municipios de Girardota, Barbosa, Bello,
Medellín e Itagüí que permiten afirmar expresiones plásticas relacionadas con
rituales trascendentes; parece por ejemplo, “[…] que los círculos concéntricos
representan el Sol, que la espiral significa la eternidad y que una cabeza como de
mono, con sus tres circulillos centrales, que se desprenden de una de aquellas
volutas o espirales, representa a la Divinidad”;134 no obstante, según el etnógrafo
y etnólogo colombiano Graciliano Arcila V. (1912-2002), en estos petroglifos “[…]
no hubo la determinación de individualizar un motivo, o mejor, definir un tema,
sino la de establecer la configuración armónica de las líneas como expresión
2.131
simbólica de un mensaje, o por lo menos, la expresión de una emoción esté-
tica”;135 que parece corresponder a un estado del ser propio de muchas culturas
primitivas.

La extraordinaria similitud entre algunas imágenes de los petroglifos ubicados en


el valle y otras huellas rupestres como los de la Sierra Nevada de Santa Marta, 71
los de Anacutá en Fusagasugá, y los de La Ruidosa en Viotá, ambas en Cundi-
namarca, los de la piedra Alaasü y los desfiladeros de Maapaa en la Alta Guajira,
o en el estado Miranda, Venezuela, permiten plantear lo expuesto y simultánea-
mente conducen a pensar en las conexiones culturales. Para Arcila V. los motivos
2.132 2.133 de estos petroglifos, así como los de los volantes de huso, reflejan la influencia
antillana que llegó hasta el Valle de Aburrá en los tiempos de la preconquista;
pero también aluden a la predisposición de la especie para establecer manifes-
taciones similares basadas en geometrías y simbolismos arquetípicos; de hecho,
espirales labradas sobre rocas se encuentran en muy distintas partes del globo.

Trayendo aquí lo propuesto por Leroi-Gourhan,136 la aparición de los símbolos, que


se remonta a los albores del Homo Sapiens, tiene una base fundamentalmente
abstracta, y según él, en esta acción no hay una intención simple de representar
miméticamente la realidad circundante, sino que hay una referencia rítmica con
2.134 el deseo de graficar simbólicamente otro estado de percepciones. Incluso las
representaciones de carácter figurativo en estos pueblos primitivos tienen más
2.130. La unidualidad vital de la casa prehispánica:
bohío, parcelación Las Palmas, Envigado. cercanía con el lenguaje que con una práctica artística, pues la repetición de figu-
2.131. Expresiones simbólicas de un mensaje:
ras con un cierto orden, disposición, escala y dimensión, remite a este carácter
petroglifos, vereda Buga, Barbosa. lingüístico que aparece como huella de un universo oral y como la traslación de
2.132. Similitudes geométricas: dibujos de petroglifos, a. Sierra ideas mediante figuras conocidas; es el caso de las espirales, los círculos con-
Nevada de Santa Marta, Colombia / b. Anacutá, Fusagasuga,
Colombia / c. La Ruidosa, Viotá, Colombia / d. Miranda,
céntricos y algunas imágenes zoomórficas que se repiten tanto en los petroglifos
Venezuela.

2.133. Simbolismos arquetípicos: dibujos de petroglifos, 134


M. Triana, Op. cit., p. 192.
El Rosario, Envigado.
Graciliano Arcila V., Introducción a la arqueología del Valle de Aburrá, Medellín, Universidad de Antioquia, 1977, p. 24.
135
2.134. La cercanía con el lenguaje: pinturas rupestres, neolítico,
cueva de Almadén, España. 136
A. Leroi-Gourhan, “Los símbolos del lenguaje”, Op. cit., pp. 185-212.
del valle como en los del mundo entero.

Esta figuración está antecedida de un progresivo y lento desprendimiento de


la abstracción que cíclicamente se repite y encuentra en diferentes escalas de
expresión la materialización de un mismo concepto, es así entonces como el
círculo y la espiral son la base geométrica de diversos objetos como ya se dijo,
y son también el principio ordenador de los centros ceremoniales e igualmente
2.135
hacen parte de la materialidad del tipo doméstico, tanto en la planta bidimensional
como en su concepción de conexión multidimensional que deviene precisamente
de la planta en forma de mandala, cuya forma obedece a “[…] la proyección de
una imagen arquetípica que surge del inconsciente humano hacia el mundo ex-
terior”,137 lo que convierte a la casa en símbolo de la condición psíquica completa
que influye notablemente en el comportamiento de quien la experimenta. 2.136

Así, el ánade sagrado hace presencia en lo cotidiano, la cópula de seres mágicos


tiene lugar en el centro de un altar rocoso, el tiempo infinito y cíclico se perfila
presente en el instante de un minúsculo detalle pétreo y la casa se hace centro
conector de acenso a lo divino o descenso a lo demoníaco, de modo que “la cir-
cularidad se reconoce también en el concepto de tiempo así como está definido
por la mitología; en términos cosmológicos el tiempo que corresponde al origen
del hombre coincide con la posibilidad para los hombres de comunicarse directa-
mente con su creador […]”.138 Ocurre igual que con cualquier herramienta o con 2.137

las prótesis, en donde los límites entre el objeto y el cuerpo, entre el artefacto
y la conciencia se diluyen, se convierten en extensiones del ser sin distinguir
fronteras.

72 De tal suerte, el hombre es un ser conectado con el mundo desde su dimensión


intuitiva, su arte es liberador y creativo, está plagado de esa visión en la que él
mismo se siente parte del resto del universo, él y el mundo son una misma cosa;
“tal realidad artística es un ensamble de pensamientos visuales creadores de
diseños gráficos, morfoespaciales y cromáticos, con símbolos significantes esta-
bleciendo un lenguaje signal o ideográfico con valores plásticos y determinando 2.138

infinidad de hechos sumamente complejos, plenos de magia y sentido […]”139 en


donde no existe la idea del hombre dominador, diferenciado y centro de la cre-
ación, sino que por el contrario, él es medio de expresión de fuerzas cósmicas
asociadas a los elementos y seres presentes en sus creaciones; como lo plantea
Rapoport, el entorno domina al ser humano y emerge en él la actitud religiosa y
cosmológica frente al medio natural.

De igual forma, lo que Gombrich admite en el sentido de que las imágenes tienen
2.139
la capacidad de traer a la temporalidad algo ausente, es aplicable a la produc-
ción arquitectónica de los nativos del Valle de Aburrá cuya posibilidad lingüística 2.135. La configuración arquetípica del espacio doméstico:
asentamiento piaroa, Amazonas, Venezuela, planta y detalle de la
se expande y adquiere la capacidad de interconectar horizontes temporales a la casa, redibujado de Rapoport, A., Vivienda y cultura, p. 54.

manera de lo predicado por Gadamer. Entonces, “[…] las viviendas constituyen 2.136. La multiescalaridad geométrica: volantes de huso, 800
así no solo estructuras arquitectónicas donde se define y se resuelve un espacio a 1600, recuperados en Guayabal, Medellín, colección de
antropología del Museo Universitario de la Universidad
en términos físicos, sino que como imágenes, que no agotan su contenido en de Antioquia, Medellín, fotos: Hernán A. Pimienta B.

referencia a lo concreto, son un medio de expresión cultural por excelencia del 2.137. La mitologización de la geometría: planta del centro
orden social y natural”140 en el cual el soporte arquitectónico incursiona en tem- ceremonial megalítico de Castlerigg, c. 3200 a. de C.,
cercanías de Keswick, Inglaterra.
Carl G. Jung et al., El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1969, p. 243.
137
2.138. La actitud cosmológica en las creaciones: roca tallada,
camino prehispánico de Niquía, Bello.
138
C. Varini, Op. cit., p. 61.
139
César Sondereguer, Manual de estética precolombina, Buenos Aires, Nobuko, 2007, p. 13. 2.139. Temporalidades ausentes: urnas funerarias marrón inciso,
1740 a.p., recuperadas en Álamos del Escobero, Envigado,
140
G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 41. colección Sala Museo Arqueológico del Municipio de Envigado.
poralidades ausentes y trae espacialidades pretéritas o futuras reafirmando su
condición simbólica y artística.

A todo esto debe añadirse el planteamiento del filósofo y crítico del arte inglés
Herbert E. Read (1893-1968) de que la concepción del espacio abstracto en el
nivel intelectual exige el desarrollo de la imaginación y de una lógica simbólica,
lo cual solo es posible cuando hay “[…] una mayor conciencia de los elementos
separados implicados en la creación de símbolos complejos, y de la posición o
relación de estos elementos aislados en un espacio concebido separada e in-
2.140 telectualmente”,141 lo que permite deducir la importancia de los petroglifos y los
centros ceremoniales prehispánicos en tanto que ellos prepararon y facilitaron la
concepción del espacio abstracto de aquellos grupos humanos asentados en el
territorio del valle.

Al respecto, el mismo Read manifiesta que esta capacidad de concebir un es-


pacio abstracto de manera intelectual está coligada al oficio de la construcción,
lo cual según él, aparece de modo evidente y conciente en cualquiera de las
civilizaciones primitivas. De este modo, cuando el espacio se comprende como
un vacío autónomo de extensión infinita y no como un conjunto de lugares, se
inicia el proceso de diferenciación clara entre contenido y contenedor que con-
duce a su vez a la percepción conciente de la experiencia espacial. De tal suerte,
y siguiendo a Read, se dio apertura a la aparición de una religión trascendental,
que ubicaba, separaba y establecía distancias entre mundos, seres, dioses, cosas
2.141 y humanos; lo cual explica el establecimiento de un mediador, de un centro, un
referente próximo: el espacio doméstico y su recinto geométrico.

Por eso es que también es posible encontrar casas para los muertos hechas 73
a imagen y semejanza de las de los vivos, que expresan de nuevo un compor-
tamiento de carácter universal, y por ello es deducible que las casas de los vivos
sección oeste de la cámara
en aquellos grupos humanos prehispánicos que habitaron el Valle de Aburrá
sección general norte
fueran bastante similares a las tumbas funerarias de pozo con cámara lateral
halladas en el cerro El Volador,142 en las cuales “[…] mediante grabados en la
sección este de la cámara tierra donde se excavó la tumba, con cierto detalle y realismo, se representan
planta general
la cubierta de paja del techo y las paredes de una vivienda circular de techo
0 2 0 1 cónico”.143
2.142

Derivado de estas deducciones, de acuerdo con que “una de las mayores pre-
rrogativas del simbolismo humano es la aplicabilidad universal”,144 teniendo en
cuenta los expertos consultados y las entrevistas en el marco de esta inves-
tigación,145 así como una confrontación con las construcciones actuales de al-
gunos grupos que mantienen parte de la herencia ancestral,146 puede plantearse
que es muy probable que la casa indígena precolombina del Valle de Aburrá
representara simbólicamente tres estratos que a su vez reflejarían la concepción
141
Herbert Read, “Los símbolos de lo desconocido”, en: Imagen e idea, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp.
78-79.
142
Según G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 39., estas tumbas, ubicables dentro de los
primeros cuatro siglos d. de C., corresponden a un asentamiento Marrón Inciso.
2.140. Anticipos del espacio abstracto: petroglifo, N. Castillo E., Op. cit., p. 50.
143
El Rosario, Itaguí.
144
Ernst Cassirer, Antropología filosófica, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1976, p. 63.
2.141. El mediador referente: reconstrucción gráfica de una casa
prehispánica. 145
Ver: Anexos 1 y 2.

2.142. Casas para los muertos: tumba 5 de pozo y cámara lateral


146
Según John Botero S., Del tambo a la vivienda seriada, Medellín, Universidad Nacional, Tesis de grado, especia-
con grabados en el techo, cerro El Volador, Medellín, redibujado lización en Planeación Urbano Regional, (inédito), 2009, pp. 52-53, en los tambos de las comunidades embera se
de Santos, G., “El Volador: las viviendas de los muertos”, p. 20. identifican cuatro niveles: deheru, deso, deburu y el elemento terminal del de.
de mundos dentro de la cosmogonía.

Así entonces aparecería un primer nivel en la parte inferior de la construcción


constituido o bien por los maderos estructurales de la vivienda que soportaban el
piso propiamente o por la terraza lítica; este primer nivel representaría la Tierra
de la cual se tomaba posesión temporalmente, así como el río o la fuente de agua
cercana y frente a la cual el indígena se protegía levantándose a una altura que
le permitiera tener seguridad material. Esta primera bandeja aislaba funcional-
mente la casa del suelo, de las humedades, de las inundaciones, de los animales 2.143
y de los seres demoníacos del inframundo, era también lugar para los entierros y
conexión con la Madre Tierra. En algunos casos la separación del suelo se hacía
por medio de terrazas empedradas que a su vez regularizan topográficamente
la superficie, en otras ocasiones esta separación sería palafítica y daría lugar a
un vacío ocupado con animales domésticos. Pero la connotación más importante
de este primer estrato radica fundamentalmente en la conexión con el mundo
de los antepasados que al morir y ser enterrados bajo la casa se convertían en
mensajeros, protectores y anclas culturales que mantenían el sentido originario
de la recreación del ritual prototípico del surgimiento del mundo.
2.144
Un segundo nivel estaría comprendido por el mundo de los humanos, que se
concebiría como el corazón de la casa, era el lugar de habitación del cuerpo
material y mortal, lugar del fuego que otorgaba la connotación de hogar protec-
tor, alimento y defensor. Aquí se desarrollaba gran parte de la cotidianidad, la
preparación y cocción de los alimentos, las labores de alfarería, cestería, tejido,
la pintura corporal y el cuidado de los niños; de alguna manera era el lugar en el
que se concretaba el ser en el tiempo para dejar su huella, para perpetuarse en
74 el horizonte de los años. Al mismo tiempo era el lugar de descanso diurno y del
sueño nocturno; simbólicamente era el punto de conexión entre la conciencia y
el inconsciente, ya que la vigilia es el ámbito de la razón y el sueño el del mundo
onírico, pues de acuerdo con C. Jung, es el reducto simbólico de las caracterís-
ticas primitivas que formaban parte de la mente originaria;147 aquí se esperaban
2.145
las tinieblas nocturnas al amparo de los dioses protectores y se recibían los
primeros rayos de luz de la renovación cíclica de la vida.

La tercera franja de la casa estaría constituida en el ámbito de la concavidad


de la cubierta donde se reproducía la imagen de la bóveda celeste asociada al
mundo espiritual superior: “Dicen que la estructura del techo de la casa tiene
como la conexión entre el mundo espiritual y el mundo de la tierra y el agua, los
seres que habitan esos territorios”.148 Incluso este estrato del interior doméstico
evoca una imagen mágica relacionada con el macrouniverso: “En su interior […]
se prenden fogones cuyo humo impregna la estructura que, ya ennegrecida con
los años, está curada y no se limpia. Los contrastes que ofrece el negro hollín
con los destellos de los reflejos sobre las distintas superficies llenan el ambiente
de una especial atmósfera que los kogui comparan con el Cosmos”149 y que re- 2.146

presentaría poéticamente el lugar de las estrellas.


2.143. El contacto con el inframundo: terrazas empedradas,
Y finalmente surgiría un elemento asociado a la cumbre exterior de la cu- finca Corrales, Bello.
bierta, en donde converge el centro de la espiral microcósmica de la casa para 2.144. El primer nivel, ancla cultural: enterramiento secundario,
Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.

2.145. El corazón de la casa: reconstrucción de un tambo embera,


C. G. Jung, El hombre y sus símbolos, Op. cit., p. 98.
147
imagen interior, Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes, Medellín.
148
E. Peña N., Op. cit.
2.146. Reproducción de la bóveda celeste: reconstrucción de una
149
J. P. Duque C., O. Salazar G. y G. E. Castaño A., Op. cit., p. 49. casa indígena, Comfama, Parque Arví, Santa Elena. Medellín.
conectarse con el centro de la espiral macrocósmica; como ombligo del espacio
doméstico, establecería la relación trascendental con los espíritus divinos del
universo místico. También “[…] representa la conciencia del hombre frente al
mundo sobrenatural como presencia intangible dotada de poderes muy supe-
riores a los suyos, que puede ser buena o mala con él y como tal debe ser con-
siderada de suma importancia en su existencia”;150 este último componente de la
estratificación se materializa de manera particular en algunas culturas como la
arhuaca, donde aparecen dos mástiles que señalan el cenit y son coronados por
cuencos o vasijas de barro en alusión a la fertilidad femenina. Es el nudo final
2.147
del tejido del hogar que cierra el sistema físico para dar paso a la apertura del
sistema trascendental, aquí se cosería la piel del recinto doméstico con un hilo
invisible de consistencia espiritual que conectaría directamente con los mundos
superiores.

“El ombligo del mundo es el punto de entrada en los otros mundos, y el lugar a
donde uno regresa: una especie de terminal de salida y terminal de llegada en
un mismo sitio. Es donde se encuentran el tiempo mundano y el Gran Tiempo,
la eternidad”;151 en palabras del arquitecto e indígena arhuaco Jair O. Zapata T.
(1977):
2.148

La dimensión vertical representa tres niveles o mundos. El mundo de arriba o mundo


celeste, el mundo del medio o mundo terrenal y el mundo de abajo o inframundo. Estos
niveles cumplen funciones específicas y complementarias. Se encuentran interrelaciona-
dos e interconectados entre si como unidad formal y espacial. El mundo terrenal define el
hábitat de los seres humanos, y sobre él inciden el mundo celeste y el inframundo.152

El arquitecto italiano Claudio Varini lo confirma diciendo: “Estoy convencido que 75


la presencia de los cuatro niveles corresponde a una ilustración del cosmos así
como lo conciben los indígenas: los mundos son sobrepuestos, hacen parte de
un sistema y de una organización espacial unitaria, todos hacen parte de un
sistema que vive y se regenera”.153 No hay duda de la concepción poliuniversal de
estos grupos primitivos, de tal manera, la proyección de esta idea cosmogónica
sobre la dimensión terrestre y los objetos arquitectónicos, particularmente sobre
2.149 el ámbito íntimo, determina radicalmente el espacio doméstico, y Eliade lo lleva
a un plano universal al plantear que “[…] como consecuencia de su situación en
el centro del cosmos, el templo o la ciudad sagrada son siempre el punto de en-
cuentro de las tres regiones cósmicas: cielo, tierra e infierno”.154
cielo
Para Iván D. Vélez R., “el espacio de ocupación y el percibido en la cosmogonía
indígena, se ordena en niveles, el número de niveles más diferenciado es el de
tierra
tres: el cielo, arriba, identificado con el color azul; el terrenal o medio, por el color
inframundo
rojo; y el inframundo o el de abajo que se identifica con el color negro. […] el nivel
terrenal o medio, también involucra la vivienda familiar o comunal, siendo 4 el
número de niveles creados por la cultura indígena”.155 Por su parte María J. Rave
2.150
A. dice:
2.147. El ombligo cósmico: reconstrucción de una casa indígena, 150
C. Varini, Op. cit., p. 126.
Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
151
P. Devereux, Op. cit., p. 269.
2.148. Los tres niveles verticales: vasija embera chamí, Cristianía,
Chocó, colección Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes,
152
Jair O. Zapata T., “Espacio y territorio sagrado”, en: Libro tres, Medellín, Universidad Nacional, 2008, p. 13.
Medellín. 153
C. Varini, Op. cit., p. 126.
2.149. El encuentro de las regiones cósmicas: poblado ticuna, 154
M. Eliade, Op. cit., p. 23.
Amazonas, Colombia.
155
Iván D. Vélez R., correo electrónico, noviembre 15 de 2012.
2.150. Arriba: cielo (azul). En medio: la Tierra (rojo).
Abajo: inframundo (negro). 156
María J. Rave A., La casa indígena en Colombia, Medellín, Universidad Nacional, 2006, pp. 44-48.
En sentido vertical, la casa se estructura en tres niveles, los cuales corresponden a instru-
mentos cosmogónicos y tecnológicos intrínsecamente unidos. En sentido cosmogónico,
simbolizan los tres mundos que conforman el Universo de la concepción indígena: el
primer nivel, corresponde al inframundo, o mundo de abajo donde los reptiles y el resto
de los animales se mueven […] El segundo nivel, el de habitación, corresponde al terrenal,
es el mundo “medio”, está simbolizado por el nivel de habitación donde se realizan todos
los rituales cotidianos […] El tercer nivel o de las deidades, es el mundo de “arriba”, está
simbolizado por la cubierta cónica, arriba donde habita el ser creador […] Estos tres nive-
les en su conjunto, determinan el eje temporal de la casa.156

De manera similar, Neyla Castillo E. confirma esta idea y amplía su explicación a 2.151

una noción propia de la filosofía antropológica que le da un sentido racional:

[…] los antropólogos han descrito el nivel de localización de las cosas materiales, como
un nivel estructural de la vivienda. Sin embargo, creo que como lo han dicho muchos an-
tropólogos, es una estructura universal que responde a la estructura del cosmos, y ambas
al cuerpo humano que en última instancia es el referente a partir del cual se ordena el
mundo […] si se abstraen los elementos comunes de todas las viviendas y cosmologías
del mundo, se obtendrán los principios que estructuran el espacio doméstico, los mismos
que estructuran el cosmos: superposición de mundos en números diferentes con un
desdoblamiento en el nivel del mundo habitado por los humanos, en el que convergen los
componentes de los mundos del nivel superior, mundos subterráneos habitados por seres
asociados al frío, la muerte, la fertilidad, lo femenino, etc… y los del nivel superior, donde
están los mundos de seres relacionados con elementos activos como la luz, el aire, el
2.152
conocimiento, la fecundidad, la vida, lo masculino… Además de los diferentes niveles, hay
que ocuparse también de los planos que se derivan de la orientación obtenida según la
localización de los postes o pilares de la vivienda con respecto a los puntos cardinales, los
cuales definen otros niveles estructurales. Es aquí donde intervienen los postes centrales
como ejes cósmicos que conectan los mundos de abajo y de arriba.157

76
Nótese que la alusión a la casa como expresión del referente corporal confirma
la noción integradora de ella con el mundo, con el ser que la habita y con la expli-
cación simbólica que da al universo; como se ha dicho, la casa es prolongación
del ser, hecha a su imagen y semejanza. Como puede verse además, esto lleva
a una connotación religiosa en la cual el mundo material porta una intención
conciliatoria de los poderes divinos que controlan el destino de los mortales 2.153
y en consecuencia surge la cualidad metafísica asociada a un impulso ritual,
“alzándose en sí misma, la obra abre un mundo y lo mantiene en una reinante
permanencia”;158 la arquitectura se concibe así como expresión de fuerzas que
despliegan la posibilidad trascendental y arquetípica en tanto tendencia para for-
mar representaciones de un motivo, que pueden variar en su detalle sin perder
el modelo básico, y que en tal caso es el hombre mismo.

Para complementar lo dicho, puede incorporarse lo planteado por el filósofo bri-


tánico Robin G. Collingwood (1889-1943),159 en relación a que la obra de arte
paleolítica es un medio para un fin preconcebido que despierta emociones y pre-
para una realidad, se adelanta a un acontecimiento en el mundo material conci-
biéndolo en su otra dimensión polar, la de lo energético contenido en el símbolo;
así la obra se desprende de la limitación del mundo real y se hace completamente 2.154
2.151. La universalidad del eje vertical: urnas en forma de cabaña,
autónoma convirtiéndose ella misma en otra realidad. El motivo mágico es por lo recuperadas en Italia, redibujado de Azara, P., J. Wunenburger
tanto el motor de la expresión tetradimensional, al mismo tiempo la determina y et al., Las casas del alma, p. 114.

2.152. La estructura universal cósmica, arquitectónica y del


espacio doméstico referida al cuerpo humano.

2.153. La noción integradora de la casa: diagrama, Abadio Green


157
Neyla Castillo E., correo electrónico, noviembre 26 de 2012.
(indígena kuna), 2012.
158
M. Heidegger, Op. cit., p. 19.
2.154. Anticipos de realidad: composición mitográfica,
R. G. Collingwood, Los principios del arte, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 61-79.
159
Magdaleniense, gruta de Niaux, Ariége, Francia.
la potencializa hacia una dimensión que se sale del simple mundo terrenal para
entrar en la esencia de lo complejo y polivalente; por ello tiene múltiples explica-
ciones, varios sentidos y es dinámica.

Puede observarse por ejemplo que los círculos concéntricos y las espirales, que
reproducen el universo macro y microcósmico, se manifiestan en el muro de
contención, en la terraza y en la cabaña, pero simultáneamente representan el
sentido del tiempo, los ciclos naturales y las etapas vitales del ser, subrayando
las interconexiones dimensionales ligadas mediante actos mágicos de carácter
2.155
temporal. En la casa entonces se establece una estructura que no solo es mate-
rial sino sobre todo perceptual y simbólica; cuya expresión más evidente se halla
registrada en las mencionadas pinturas de los techos de algunas de las tumbas
del cerro El Volador, en las que “[…] la espiral estaría separando varios niveles
cósmicos, al mismo tiempo que uniéndolos, como un cordón umbilical […]”.160
sección oeste de la cámara
Esta tendencia al diseño concéntrico, tanto en los monumentos ceremoniales
sección general norte como en la aldea y en la casa misma, se repite en diferentes contextos de cul-
turas similares a los pueblos que habitaron el valle antes de la aparición de los
españoles; tal es el caso de todas las tribus pertenecientes al grupo lingüístico
planta general sección este de la cámara
ge, descritas por el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908).161 De esta
0 2 0 1 manera, la choza es símbolo de convención determinando que más que una cosa
2.156 es una operación y una ceremonia, está más próxima a la inmaterialidad sim-
bólica que a la consistencia tangible; su tectónica es una expresión ritual.

La choza como se ha podido constatar, obedece a un tipo universal que trasciende


fronteras y culturas, es una suerte de impresión física de la imaginación percep-
tiva a la que se le denomina engrama y la imagen que se ajusta a estos modelos
es heredada de manera natural mediante una predisposición física, lo cual, como 77
se ha explicado desde una perspectiva junguiana, es lo que se denomina un
arquetipo, que predispone a la especie humana a la creación de figuras y ob-
jetos preestablecidos de manera ancestral. Estas características estructurales
de la mente humana son el resultado de experiencias vitales de gran impacto
y repetidas sistemáticamente durante millones de años por miles de genera-
ciones, sus implicaciones, características, consecuencias y morfología general
son similares para todos los objetos individuales que poseen el mismo tipo, por
lo que es posible deducir y transpolar aspectos específicos para convertirlos en
generalidades aplicables a muchos contextos. La cabaña prehispánica obedece
pues a esta noción arquetípica e impregna al espacio doméstico de todas sus
cualidades ya que “los arquetipos, son de acuerdo con su definición, factores
2.157
y motivos que combinan elementos psíquicos para constituir ciertas imágenes
(llamadas arquetípicas), y de tal forma y manera que siempre son reconocidas
por su efecto. Existen en forma preconsciente y constituyen probablemente las
dominantes estructurales de la psique […]”.162

Ahora, volviendo de nuevo a las ideas de Leroi-Gourhan en referencia al lenguaje


y los símbolos gráficos, lo que logra fundamentalmente la escritura es absorber
2.155. Reproducciones simultáneas de lo micro y la por completo a la expresión fonética, mientras que la expresión gráfica está co-
macrocósmico: petroglifos, vereda Buga, Barbosa.
ordinada con el lenguaje en un mismo nivel; pero la escritura contiene fonemas,
2.156. La percepción materializada: tumba 9 de pozo y cámara
lateral con grabados en el techo, cerro El Volador, Medellín,
en cambio la expresión gráfica mantiene su autonomía respecto a la escritura
redibujado de Santos, G., “El Volador: las viviendas de los
muertos”, p. 19.
160
Gustavo Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 42.
2.157. El engrama arquetípico: urna en forma de cabaña,
recuperada en la necrópolis de Osteria dell’osa (s. IX a VI a. de C. Lévi-Strauss, Op. cit., p. 210.
161
C.), Vulci, Italia, redibujado de Azara, P., J. Wunenburger
et al., Las casas del alma, p. 117. 162
Carl G. Jung, Simbología del espíritu, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 261.
y puede abrirse y dar origen a procesos verbales. De aquí se desprende la re-
lación de la imagen con la religión, ya que la expresión gráfica puede dar paso a
conceptos y mundos inexpresables verbalmente. La imagen así, es una cantera
inagotable de simbolismos, su estatuto es abierto y multiplicador de posibilidades
creativas; además, la contemporaneidad de la aparición del lenguaje con los sím-
bolos arquitectónicos argumentada por el mismo Leroi-Gourhan permite hacer
la transposición conceptual de la autonomía a la arquitectura y particularmente a
la que sirvió de soporte al espacio doméstico prehispánico.
2.158

Aunque el mismo Leroi-Gourhan dice que “la escritura alfabética reserva al pen-
samiento cierto nivel de simbolismo personal”,163 lo cierto es que el lenguaje
posee una estructura lineal de continuidad y contigüidad, en cambio la expresión
gráfica, y por extensión la espacialidad arquitectónica, es polivalente y multila-
teral. Y esta posibilidad, como se ha dado ha entender, se aplica para la arqui-
tectura habitacional de los nativos del valle, para quienes la imagen de la casa
se tornaba obra de arte al facilitar este universo simbólico asociado al espacio
doméstico mítico.

En este punto es bastante esclarecedora la idea de que “solo en tanto el artista 2.159
establece símbolos para la representación de la realidad, puede tomar forma la
mente, como estructura del pensamiento”;164 así, el indígena tomaba conciencia
de diversos aspectos de la realidad cuando establecía los sistemas simbólicos
figurativos, plásticos o arquitectónicos. En este proceso, el espacio es clave, en
tanto se concibe como un vacío inmaterial de extensión infinita que supera la
concepción organicista de entenderlo como un complejo continuo de lugares, lo
que permite encender la llama que revela a la conciencia la exterioridad, la dife-
78 renciación de un yo y un universo, la racionalización de las relaciones naturales
y de la propia vida, que se entiende en su fugacidad frente a la inmortalidad, a la
cual asocia seres divinos habitantes de mundos paralelos. 2.160

Por eso, las prácticas funerarias asociadas al territorio y a los enterramientos


están predeterminadas por la concepción de aquellos mundos paralelos; el uni-
verso de la muerte está presente y vinculado con la cotidianidad del espacio
doméstico y se cruzan entre sí formando redes simbólicas que hacen parte de la
memoria colectiva. Esto es constatable en las tumbas ubicadas dentro de los em-
plazamientos de las viviendas, que permiten confirmar la relación directa entre
el espacio doméstico y el espacio de la muerte donde se ubican los entierros de
restos óseos cremados en vasijas de cerámica y acompañados de otros artefac-
tos y herramientas líticas, que en sentido simbólico protegían el espacio domés-
tico gracias a la tutela del espíritu de los fallecidos, quienes desde la eternidad 2.161

aseguraban la continuidad generacional, ya que “[…] el mismo lugar fue utilizado


para enterrar a los muertos, configurándose en un espacio sagrado en donde a
través de muchas generaciones, en el acto de enterramiento se expresaban y
actualizaban los vínculos intergeneracionales, con unos antepasados que sim-
bólicamente legitimaban el acceso al territorio en el que se cumplían todas las
etapas del ciclo vital”.165 2.158. Expresiones gráficas autónomas: petroglifo, camino
prehispánico, sector Buga, Altavista, Medellín.

2.159. Obra de arte: reconstrucción de un tambo embera, imagen


interior, Museo Etnográfico Miguel Ángel Builes, Medellín.

A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 209.


163 2.160. La revelación de la exterioridad humana: reconstrucción de
una casa indígena, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.
164
H. Read, Op. cit., p. 72.
2.161. Legitimación intergeneracional del espacio doméstico:
Neyla Castillo E., “Herencia milenaria y orden sagrado. Dos ejemplos en el arte precolombino en Antioquia”, en: E.
165
tumba de pozo y cámara lateral, Comfama, Parque Arví, Santa
Prieto S., Op. cit., 2005. Elena, Medellín.
Al respecto, como ya se ha adelantado, las excavaciones en sitios de habitación
dejan ver las ininterrumpidas fases de ocupación de un mismo predio demostra-
das por los enterramientos funerarios y por los restos cerámicos recuperados;
tal es el caso, entre otros, de los comentados sitios de La Morena y La Blanquita,
siendo este último, escenario en el que se hallaron fragmentos cerámicos de
2.162
seis grupos identificados cuyo dominio doméstico se posa secuencialmente y de
manera continua en el tiempo sobre el mismo lugar. De esta manera, el transcu-
rrir sucesivo de la dimensión temporal de aquel espacio doméstico se desdibu-
jaba en la realidad virtual del tiempo doméstico de los primitivos pobladores del
Valle de Aburrá, en él convivían las categorías temporales de forma indiferente,
el presente se convertía en futuro, el pasado estaba presente de manera perma-
nente y se proyectaba como soporte del futuro y del más allá.

Un caso que ilustra notoriamente estas condiciones es el del rescate arque-


2.162 ológico de una tumba de cancel en El Escobero, Envigado, cuyas conclusiones
muestran la interacción interregional entre grupos emparentados culturalmente
del Cauca Medio y del Valle de Aburrá correspondientes a la tradición Marrón
Inciso y ratifican la reocupación de las terrazas, que además de uso doméstico
parece que tenían funciones ceremoniales, respaldadas por la presencia de o-
frendas, y porque la tumba parece haber sido la de una chamana o sacerdote
o jefe pues las ventajas materiales son una consecuencia de su posibilidad de
2.163 contactar regiones cósmicas distantes.166

Infortunadamente, muchas de las tumbas fueron saqueadas por guaqueros que


profanaron su sacralidad rompiendo los umbrales dimensionales que los nativos
tejieron, lo cual además impide la reconstrucción científica de la progresión ocu-
pacional. Frecuentemente las depresiones que se encuentran en las cimas de las 79
zonas arqueológicas corresponden precisamente a sitios de vivienda y prácticas
funerarias ya desvalijados; esto se ha podido detectar, entre otros, en el cerro
Manzanillo y en el de los Tres Dulces Nombres, Itagüí; y en Medellín en El Vola-
2.164
dor, en el Nutibara, en el Pan de Azúcar, en la cuchilla de Ajizal que se desprende
del alto Manzanillo, específicamente en el alto del Cacique, en el de Eustaquio y
en el remate de la cuchilla en Betania o Calle Larga, y en el sitio El Patio de las
Brujas, finca El Jardín, vereda Manzanillo, donde se hallaron tumbas de pozo con
cámara lateral propias de grupos tardíos.

OCUPACIÓN TARDÍA Y TRUNCAMIENTO EVOLUTIVO

Aunque no está claro si el surgimiento de un nuevo estilo cerámico, contrastante


con la tradición de los grupos tempranos, se debió a la aparición de nuevos po-
2.165
bladores y el desplazamiento de los ancestrales, u obedece a un cambio cultural
2.162. La recurrencia ocupacional: objetos recuperados en la
por dinámicas económicas, ideológicas, políticas o ambientales, los estudiosos
Morena, Envigado, a. Hacha tallada, 10060 a 9680 a.p. / b. Hacha de las sociedades prehispánicas antioqueñas han identificado modificaciones
tallada, 7080 a 4170 a.p. / c. Hacha tallada, s.f. / d. Cuenco
ferrería, 1990 a.p., colección Sala Museo Arqueológico del notables en la organización social y económica a partir del siglo IX d. de C. cuyas
Municipio de Envigado.
manifestaciones culturales de alfarería y enterramientos en pozos de cámaras
2.163. La interacción regional: reconstrucción de una tumba de laterales muestran adelantos significativos y algunos cambios en la vivienda. Sin
cancel, Álamos del Escobero, Envigado, Sala Museo Arqueológico
del Municipio de Envigado. embargo, los asentamientos siguieron siendo dispersos y mantuvieron las pautas
2.164. Ventajas materiales de la difunta: manos y placas de moler, generales de ocupación del territorio determinadas en los períodos anteriores.
1640 ± 60 a.p., recuperados en la tumba de cancel, Álamos del
Escobero, Envigado, colección Sala Museo Arqueológico del
Municipio de Envigado.

2.165. Ajuar sacro: vasija marrón inciso, recuperada en la escuela Gustavo Santos V., Una tumba de cancel en el Valle de Aburrá, prospección y rescate arqueológico del área de la
166

Alfonso López, barrio Manrique, Medellín, colección Museo urbanización Álamos del Escobero, Envigado, Vértice Ingeniería / Secretaría de Educación para la Cultura del Municipio
Universitario de la Universidad de Antioquia. de Envigado, (documento electrónico inédito), 2006.
A pesar de que en esta ocupación tardía se presenta un incremento en la po-
blación, una diferenciación social evidenciada en los tipos de enterramientos, una
especialización del trabajo (agricultores, mineros, alfareros, orfebres, ingenieros)
y una presencia de chamanes y sacerdotes, las investigaciones todavía no dan
cuenta de diferencias culturales profundas que identifiquen modificaciones sus-
tanciales en la concepción del espacio doméstico y sobre todo en su estructura
simbólica de carácter vertical.

Este período tardío se extendió hasta el siglo XVI d. de C. cuando la devastadora 2.166
colonización española impactó el proceso natural de desarrollo de los nativos,
rompió su equilibrio entre población y producción, y los obligó a replegarse a
sitios inhóspitos para los cuales no estaban preparados o conduciéndolos a su
desaparición por los malos tratos, los suicidios colectivos, el hundimiento psi-
cológico167 y las enfermedades traídas del Antiguo Continente, especialmente la
viruela, el sarampión y tal vez una influenza o tifus conocida entonces como
matlazahuatl.

No obstante la destrucción, tanto las crónicas como las conclusiones de los estu-
dios arqueológicos ratifican que los asentamientos indígenas constituían una ex-
tensa red de poblados intercomunicados mediante una compleja estructura de
caminos que conectaban con las rutas incas, mayas y aztecas.168 Son de singular
valor las crónicas del historiador Pedro Cieza de León (1520-1554), del cronista
jesuita Fray Pedro Simón (1574-1628) y del escritor militar Gonzalo Fernández de
Oviedo (1478-1557), todos españoles, quienes registraron el mundo natural, los
grupos étnicos, sus costumbres, rasgos culturales, artísticos e incluso algunos
datos arquitectónicos. De acuerdo con estas crónicas y los análisis posteriores, 2.167
80 al momento de la llegada de los españoles el Valle de Aburrá estuvo poblado por
los bitagüíes en el sur y por los niquía en el norte.

Estos asentamientos iniciados desde el siglo VI, se ubicaban fundamentalmente


en los cerros y las laderas occidentales de Barbosa, Girardota, Bello, Medellín
y La Estrella, que ofrecían los terrenos con mayor estabilidad y firmeza, bien
drenados, con abundante agua, suelos fértiles, zonas boscosas, proliferación de
especies vegetales y materias primas (ojos de sal, gredas para la alfarería, pie-
dra, etc.), dominio del paisaje y además la posibilidad de observar la aparición de
los cuerpos celestes entre los cerros orientales confirmando la idea que se repite 2.168
en muchos de los poblamientos indígenas amerindios, de orientar los sitios de
habitación hacia el occidente para apreciar la salida de los astros en respuesta
a la actitud de compenetración, respeto y sacralización de la naturaleza, y que
como se ha explicado, estaban directamente relacionados con las tareas agríco-
las y por extensión con el espacio doméstico. Pero también la ubicación de los
centros de población en la margen occidental del río, obedece al mencionado
patrón urbanístico generalizado en América en el que agua, montaña y camino
eran los tres elementos básicos de una estructura de establecimiento que es-
tipulaba el asentamiento en el lado izquierdo del curso del agua para diferenciar 2.169
el territorio sagrado del terrenal profano.
2.166. Persistencia mágica del espacio doméstico tardío:
reconstrucción de una casa indígena, Comfama, Parque Arví,
Santa Elena, Medellín.

2.167. La extensa red: camino prehispánico de Cieza, Medellín.


167
Algunos historiadores han planteado que el derrumbamiento de las estructuras sociales y mentales causaron fuertes 2.168. El avistamiento de los astros: Menguado, Juan J. Rivillas,
depresiones denominadas “desgano vital”, lo cual llevaría a estados de estrés fisiológico conduciendo a inmunodeficien- 78 x 60 cms., óleo sobre tela, 2010, colección particular.
cias que propiciarían enfermedades mortales.
2.169. El territorio profano del Valle de Aburrá: cerros
G. Castro H., Investigaciones arqueológicas en la cuenca alta de la Quebrada Piedras Blancas, Op. cit., p. 162.
168
occidentales.
El patrón de asentamiento definido para estos grupos permite no solo corroborar
la continuidad de la relación con las fuentes de agua y los recursos bióticos y mi-
nerales, sino que además conduce a definir que “su organización social y política
al parecer, estaría dada por confederaciones estructuradas por unidades locales,
reguladas por relaciones de parentesco […]”.169 En este sentido, se deduce que
el espacio doméstico estaba fuertemente regulado por la consanguinidad y que
como tal lo convertía en un mundo cerrado alejado de posibles intromisiones que
pudieran desestabilizarlo.
2.170

Ya que en numerosos casos las construcciones correspondientes a los períodos


tardíos se establecieron en los mismos lugares de anteriores ocupaciones, se
infiere que la ubicación estratégica del dominio íntimo mantuvo las principales
características ya que “la memoria mediatiza las transformaciones espaciales”;170
sin embargo, de este período debe subrayarse lo mencionado con anterioridad
para los grupos antiguos sobre la relación de los lugares de habitación con las
fuentes de agua, pues la condición básica de subsistencia y la conexión mitológi-
ca, mantuvo un componente práctico asociado al aspecto ritual que imprimió al
espacio doméstico un notable semblante higiénico.

De acuerdo con el abogado colombiano Jaime Sierra G. (1932),171 la limpieza del


cuerpo y del espíritu estaba permanentemente presente en la vida cotidiana y
en los eventos excepcionales; la consagración de sacerdotes se precedía con un
baño ritual, lo mismo que durante el encierro de pubertad de la mujer indígena
que se acolitaba con frecuentes y especiales lavativos, en el alumbramiento era
costumbre que tanto la madre como la criatura obtuvieran abluciones de agua y
en las iniciaciones infantiles los padrinos se practicaban el baño posterior al bau-
tizo; de igual forma era generalizado el baño diario y las necesidades fisiológicas 81
se realizaban en las quebradas. El sacratísimo carácter del espacio doméstico
2.171
estaba subrayado por el aseo y por el orden higiénico que imponía la concepción
simbólica del agua, además, el clima templado del valle y la cantidad de fuentes
que corren por sus laderas propiciaban dichos hábitos y rituales.

Estos grupos habrían tenido una interacción fluida con los pobladores del resto
de Antioquia, con la zona del río Cauca y con el valle medio del río Magdalena,
no obstante, su espacio doméstico seguía siendo el centro de la vida misma, “la
mayoría de la población residía en pequeñas aldeas o caseríos, solo visitaban el
lugar central para las fiestas ceremoniales en las cuales el jefe dispensaba su
generosidad”.172 A pesar de la desaparición de la mayoría de los asientos de es-
tos grupos, por fortuna se han ubicado rastros en sitios altos de la topografía del
2.172
valle;173 se sabe por ejemplo que durante estas ocupaciones tardías, la población
en el sur del Valle de Aburrá se concentró en aldeas, mientras que en Girardota
desaparecieron los asentamientos del período anterior asociado a la cerámica
2.173
Marrón Inciso, y la ocupación se atomizó en sitios de poca dimensión. En todo
caso, el aparto tecnológico identificado a lo largo y ancho del valle, demuestra
2.170. Relación continua con los recursos bióticos: Geografías I
(detalle), Juan G. Bedoya M., mixta sobre madera, 152 x 39 cms.,
una ocupación intensiva de todo el territorio que incidió de manera notable en la
2008, colección particular. transformación del paisaje mediante la organización socio política jerarquizada,
2.171. El orden higiénico y simbólico del agua:
quebrada La Iguaná, Medellín.
169
L. E. Martínez G. et al., Op.cit., p. 47.
2.172. Rastros en sitios altos: ánade, petroglifo,
Doce de Octubre, Medellín.
170
M. de Certeau, Op. cit., p. 95.

2.173. Aldeas en el Valle de Aburrá: huellas de postes sobre Jaime Sierra G., Antioquia pasado y futuro, Medellín, Politécnico Colombiano, 1980, p. 34.
171

estructura geométrica hexagonal, hacienda El Ranchito, La 172


S. J. Fiedel, Op. cit., p. 258.
Estrella, redibujado de Botero, S., Huellas de antiguos pobladores
del valle del río Aburrá, p. 156. 173
Ver: Anexo 3.4.
justificando la ocupación y la explotación simultánea de diversos sitios habitacio-
nales de acuerdo con los patrones de asentamiento y enterramiento estableci-
dos.

En relación a las pautas mortuorias tardías, es muy notoria la separación de los


cementerios de las viviendas y el carácter colectivo de algunos enterramientos,
situación evidenciada en los trabajos arqueológicos desarrollados en el cerro
El Volador con dataciones entre el siglo XV y el XVII.174 Lo resaltable de estas
características es la constitución de un espacio doméstico especial y exclusivo
para los muertos que se disponen para la eternidad en cámaras subterráneas
acompañados de artefactos y animales (equinos y vacunos), a cuyo universo no
se accedería después del enterramiento y la comunicación dimensional solo se
establecería en un plano virtual de connotaciones simbólicas.

Enterramientos tardíos en el valle se han reportado también en Envigado, y en


Medellín, en el Alto de la Calabacera, barrio de Guayabal, y en el campus de la
Universidad Adventista, barrio Laureles. Estas tumbas separadas del ámbito do-
2.174
méstico remiten a una concepción especializada del espacio arquitectónico pro-
pio para el desarrollo de lo íntimo dentro de un universo cada vez más autónomo,
lo que además “[…] estarían señalando una mayor complejización política”.175 De
esta situación se deduce que el espacio doméstico adquiría un nuevo aspecto
rasgando el estado primitivo de interrelación directa con los espacios de tiempo
para acceder a un nivel evolutivo cada vez más cercano a la racionalidad prag-
mática.

Como se ha manifestado, este período tardío se extendió hasta el momento de


82 la conquista española, cuando los grupos nativos estaban cercanos a la consti- 2.175
tución de aldeas federadas con ciudades primitivas y con un nivel de desarrollo
cultural muy próximo a la aparición de la escritura. A pesar de ello, fue muy poco
el interés de los ibéricos por conocer los valores culturales de los nativos; de
hecho la estrategia de conquista y posterior colonización se basó en gran medida
en la destrucción de las formas de vida indígena y su producción cultural para
imponer el pensamiento europeo; en el catecismo del español Fray Luis Zapata 2.176

de Cárdenas (1515-1590) por ejemplo, difundido en el Nuevo Reino de Granada a


partir de 1576, se promulgaba como precepto de acatamiento perentorio:

Y que primero se edifique casa para Dios, se destruyan los edificios y casas edificadas
para morada del demonio, y así se da orden en esta obra como se arranquen todas las
malas plantas y se destruya toda la mala semilla que el hombre malo sembró en las tierras
de Dios, como son todo género de pecados, ritos y ceremonias gentilicias, sacrificios y
malas costumbres tocantes al culto del demonio, y los templos para su servicio dedicados,
y borre la memoria dellos y sus xeques, mohanes y sacerdotes; y después desta general
bastación y destryción de todo lo dañoso y malo […]176
2.177

Por otro lado, según los estudios arqueológicos y las crónicas de los peninsu-
2.174. Comunicación virtual dimensional: urna funeraria
lares, la organización social de los indígenas de esta ocupación tardía mantenía marrón inciso, recuperada en El Volador, Medellín, colección
la base en la familia nuclear y la tierra todavía era concebida como un elemento de antropología del Museo Universitario de la Universidad de
Antioquia, Medellín, foto: Hernán A. Pimienta B.
de uso comunitario. Sus distintivos sedentarios agrícolas, alfareros e hilanderos
2.175. Acercamiento a la racionalidad pragmática: Proyecto
definieron algunos de los rasgos fundamentales del espacio doméstico, que es- anamórfica, Evan Penny, instalación, 1997, Festival Internacional
de Arte, Medellín.

2.176. La evidente vecindad de la escritura: petroglifos,


174
G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 17.
composición gráfica de toda la roca, vereda Buga, Barbosa.
175
G. Santos V. y H. Otero de S., Op. cit., p. 5.
2.177. La destrucción persistente: ruinas prehispánicas, sector El
176
G. Castro H., Investigaciones arqueológicas en la cuenca alta de la Quebrada Piedras Blancas, Op. cit., pp. 184-185. Cai, cerro Pan de Azúcar, aledaño al camino de Cieza, Medellín.
tuvo asociado siempre a la condición cósmica y a la concepción cosmológica que
aún hoy perdura en muchos de los grupos que sobreviven en parajes aislados de
la geografía nacional.

Aún en la cabaña de las ocupaciones tardías convivían todos los seres: reales y
virtuales, materiales e intangibles, presentes y ausentes, ellos llenaban el espacio
doméstico de significado y trascendencia; “en estos nudos simbolizadores se
esbozan […] tres funcionamientos distintos (pero conjugados) de las relaciones
prácticas espaciales y prácticas significantes: lo creíble, lo memorable y lo primi-
2.178
tivo”;177 donde cada poste, cada madero y cada pieza tiene un significado simbóli-
co que supera la dimensión matérica del recinto para conectar el microcosmos
con el universo pues “la construcción de estas estructuras arquitectónicas es la
construcción del cosmos, la imitación del trabajo de los dioses, y por lo tanto un
lugar sagrado donde es posible la comunicación con otros niveles del cosmos
[…]”.178 A pesar del inicio de la especialización del ámbito íntimo y de la confor-
mación de lugares independientes de la vivienda para el enterramiento de los
muertos, la permanencia en los sitios ancestrales y la conservación de las tradi-
ciones rituales mantenían el halo mágico del espacio doméstico. No obstante, en
la constitución de la casa se incorporaron nuevos elementos, como lo muestran
2.179 los hallazgos detectados en las excavaciones en El Volador:

[…] en uno de estos sitios fechado entre los siglos X y XI se encuentran elementos nuevos
en la vivienda, como el gran tamaño, 12 m de diámetro, la forma algo elíptica de la planta,
y la presencia de una construcción adicional asociada a un fogón, que indicaría la exis-
tencia de un espacio culinario separado de la vivienda. Otro de los sitios (T 11), al lado del
anterior, donde se halló cerámica tardía no muestra evidencias de haber tenido más de
una vivienda y su presencia debe obedecer a la cercanía de un sitio reocupado (T 10) y a
su utilización para otras actividades distintas a la vivienda.179 83

Logra observarse entonces que la especialización del espacio doméstico había


2.180 iniciado un proceso de independización de recintos y de establecimiento de una
constelación de edificaciones pertenecientes a un mismo grupo familiar, pero
anexas al núcleo principal. Núcleo que a su vez creció y modificó su geometría en
planta para acercarse a una noción espacial mucho más compleja, pues la elipse
posee dos centros geométricos que generan tensión en la percepción del con-
tenido espacial. La centralidad única del espacio radial se transformó entonces
en un universo de mayor dinámica que seguramente respondía a una comple-
jización de las subdivisiones interiores y la proliferación de zonas diversas dedi-
cadas a funciones específicas; lo cual evidentemente subraya el desarrollo del
espacio doméstico asociado a la materialidad de la choza, que se adaptaba para
dar lugar a una nueva manera de establecer mundo desde la intimidad.

Y aunque al momento de la incursión de los peninsulares, el valle había entrado


2.181 en un período de decadencia deducible por la desarticulación política y el
2.178. Concepción cosmológica perdurable: la correspondencia restringido comercio, las crónicas de entonces dan cuenta de las condiciones y
entre la astronomía y la anatomía según la teoría alquímica,
tomada de J. Bronowski, El ascenso del hombre, p. 139. el estado evolutivo de la cultura ya que:
2.179. Seres reales y virtuales, superación de la dimensión
matérica: olla antropomorfa quimbaya, 900 a 1600, recuperada
en el Cauca Medio, colección Museo de Antioquia, Medellín.

2.180. El sistema fractal cosmos-casa-objetos: volantes de huso,


recuperados en el cerro El Volador, Medellín, redibujados de
Santos, G., “El Volador: las viviendas de los muertos”, p. 30.
M. de Certeau, Op. cit., p. 118.
177

2.181. El universo elíptico de mayor dinámica: La memoria, Noe 178


G. Santos V., “El Volador: las viviendas de los muertos”, Op. cit., p. 41.
Nojechowis, óleo sobre lienzo, 92 x 73,5 cms., 1972,
colección Coltejer. 179
G. Santos V. y H. Otero de S., Op. cit., pp. 17-18.
Eran los catíos de despabilado entendimiento; escribían sus historias en jeroglíficos pin-
tados en mantas. Usaban de peso y medida. No usaban veneno en sus flechas y dardos
(este carácter los ubica entre la cultura chibcha), querían mucho a sus hijos y mujeres,
que eran más blancos que ellos y de un parecer, y adoraban las estrellas y tenían confusa
idea del diluvio. Creían en un dios y en la inmortalidad del alma.180

En esta descripción se confirma una vez más el poder que emana del espacio
doméstico en la caracterización del hombre indígena que habitó el valle a la
llegada de los españoles. El amor filial entre los miembros del grupo familiar se
mantenía como condición de cohesión derivada de compartir un ámbito propio
para la intimidad al cobijo del fuego del hogar, siempre remitiendo al sentido
t ra s c e n d e n t e y cósmico. Obsérvese por ejemplo que un fragmento de la si-
guiente crónica deja ver la diferenciación lograda por la cultura del valle respecto
a otros contextos: “[…] se hace un valle e un buen río grande que corre por él en
el qual está aquella provincia de Aburrá la qual es dyferente de todas estotras 2.182
ansy en el traje como en la manera de las casas, como en todo lo demás […]”;181
se resalta incluso la referencia específica a las construcciones de habitación, que
a juicio del cronista merecían destacarse.

Como se ha planteado, la casa no solo era el recinto de cobijo para un grupo con
lazos íntimos relativos a la subsistencia; era realmente un objeto de condiciones
artístico poéticas que poseía todos los atributos simbólicos de una entidad multi-
plicadora de la experiencia existencial; era síntesis cósmica del sistema mítico de
quienes la habitaron y poseía una estructura virtual de connotaciones verticales
uniendo diversas regiones dimensionales. Adicionalmente, “las proporciones de
la casa indígena (tambo y maloca) se organizan acordes con la cruz multidimen-
84
sional […] Los cuatro cuadrantes determinan el uso del espacio dentro de la vi-
vienda: el lugar para el fogón, el lugar donde se ubican los hombres y las mujeres
y la zona para el descanso”;182 los usos prácticos tenían una connotación mecáni- 2.183 2.184

ca y una respuesta simbólica que los condicionaba y los fundía con aquellos fac-
tores territoriales, regionales y universales en conexión con el aspecto analógico,
emotivo y metafórico. Sin embargo, la especialización de lugares al interior, la
modificación geométrica de la planta y la aparición de recintos menores anexos
al núcleo central, hablan de un proceso de transformación de aquella idea de
que hombre, naturaleza y casa estaban íntimamente ligados constituyendo una
unidad indisoluble para facilitar la experiencia existencial.

El hábitat básico surgido del tipo primigenio, había desplegado un proceso de


evolución que manifestaba estadios diferentes en el desarrollo del pensamiento y
la concepción vital. De aquel espacio vertical y espiralado, interconectado dimen-
sionalmente y temporalmente para cruzar los dos campos complementarios de
2.185 2.186
la naturaleza humana: el mágico, empírico y simbólico evocado por lo inmaterial,
y el lógico, pragmático y racional contenido por lo geométrico; se pasaba a un 2.182. “un buen valle e un buen río”: panorámica desde
Envigado, 2012.
microcosmos en el que lo pragmático cobraba mayor importancia. Pese a estas
modificaciones, la cabaña prehispánica seguía revelando la inagotabilidad de su 2.183. La cruz dimensional de atributos artísticos: volante de
huso, 800 a 1600, recuperado en Guayabal, Medellín, colección
poética, encarnaba la mirada mágica de la cual habla Régis Debray, que como de antropología del Museo Universitario de la Universidad de
Antioquia, Medellín, foto: Hernán A. Pimienta B.
una condición mental proyectada sobre la realidad material, era “conmutador del
cielo y la tierra, intermediario entre el hombre y sus dioses, la imagen cumple 2.184. La unidad indisoluble hombre – mundo - casa: volante de
huso, 800 a 1600, recuperado en Guayabal, Medellín, colección
de antropología del Museo Universitario de la Universidad
de Antioquia, Medellín, foto: Hernán A. Pimienta B.

2.185. La presencia de la mirada mágica: roca tallada, camino


180
Pedro Simón, Noticias historiales, Tomo VI, Bogotá, Academia Colombiana de Lengua e Historia, 1953, p. 106.
prehispánico de Niquía, Bello.
J. Robledo, Op. cit., pp. 350-351.
181
2.186. Conmutador del cielo y la tierra: reconstrucción de una
182
M. J. Rave A., Arquitectura prehispánica en el Valle de Aburrá, Op. cit., p. 97. casa indígena, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín
una función de relación”.183

Infortunadamente la discontinuidad cultural ocasionada por la colonización espa-


ñola evitó el desarrollo natural de los principios existenciales y de los productos
culturales de la cosmovisión indígena; el espacio doméstico, como todos sus
ámbitos vitales, fue violentado y transformado abruptamente hasta su casi total
desaparición. Como se sabe, los vestigios y reductos existentes en la actualidad
de estos pobladores amerindios están totalmente opacados por la cultura este-
2.187
riotipada del hombre blanco y en el espacio doméstico contemporáneo son po-
cos los aspectos tipológicos que perviven, salvo algunos elementos aislados que
tratan de reconstruir los valores ancestrales, como los bohíos para actividades
comunitarias en la referida unidad La Aldea en La Estrella.

Por desgracia, las culturas indígenas, no solo las que poblaron el Valle de Aburrá,
sino una gran parte de las del país, e incluso del continente, se han perdido en la
memoria; su rescate parece ser tarea de titanes que mantienen la esperanza de
recuperar valores que posiblemente instaurarían una civilización más armónica
pero que la historia los ha sumergido en un mar poco atractivo para el mundo
actual, que atiende más lo efectista, inmediato y superfluo, y que mantiene el
horizonte económico como prioridad de toda acción. No obstante, y aunque no
es el caso del valle, “[…] ciertas tipologías edilicias básicas de vivienda conti-
nuaron construyéndose inercialmente durante todo el tiempo en que sobrevivió
una población indígena aglutinada […]”.184 Y aunque estos raros especímenes ar-
quitectónicos sobrevivientes mantienen algunas características heredadas desde
tiempos inmemoriales, hoy está bastante deshecho el concepto mágico del espa-
cio doméstico en los territorios antioqueños.
85
En su proceso de desarrollo el tipo de la cabaña primitiva había mantenido la
2.188
condición de lo primigenio en relación armónica con el macrocosmos, siendo
fractalmente reflejo para alojar el espacio doméstico de condiciones bipolares
que abordaban lo real real y lo real virtual; dentro de una noción holística espa-
cio-temporal vinculó el pasado con el futuro y el inframundo con el supramundo
a través de su consistencia tridimensional, no identificaba los límites propios de
la cultura occidental que no la pudo comprender, no la supo valorar ni respetar y
mucho menos la pudo aceptar.

Sin embargo, ciertos elementos arquitectónicos asociados al espacio doméstico


de los grupos prehispánicos del valle aún perviven con limitada vigencia funcional
dando cuenta de la mencionada continuidad del emplazamiento doméstico sobre
estructuras primitivas de los nativos hasta tiempos recientes; es el caso de una
edificación de bahareque, aunque sin uso y muy deteriorada, instalada sobre un
piso de lajas de piedra en el sitio de Corrales; otros casos similares lo constituyen
las ruinas de tapia sobre terraceos de origen indígena, como la denominada Casa
de las Mercedes o la casa del pozo real de Chorroclarín y la casa de la planta de
2.189 2.190 tratamiento del acueducto de Piedras Blancas; e igual ocurre con algunas casas
que se encuentran sobre muros de piedra en el barrio Golondrinas, donde inician
2.187. Actualización contemporánea: salón social, urbanización
La Aldea, La Estrella. las huellas del Camino de Cieza, y en la parte baja del cerro El Picacho de Aguas
2.188. Construcción inercial del tipo: poblado kuna yala,
Frías, corregimiento Altavista, ambos en Medellín.
Coe Dup, Islas de San Blas, Panamá.

2.189. Imposición cultural: casa de bahareque republicana,


finca Corrales, Bello.
Régis Debray, Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1998, p. 41.
183
2.190. Ruinas de tapias, casa del pozo real de aguasal,
Chorroclarín, Comfama, Parque Arví, Santa Elena, Medellín. 184
S. Arango C., Op. cit., p. 35.
Estas últimas están asociadas a huertas delimitadas por estructuras en piedra,
donde los habitantes del sector cultivan hortalizas, cebolla y plátano. Por su
parte, en el altiplano de Santa Elena, parte alta de la quebrada Piedras Blancas,
también se encuentran algunos campos circundados por muros pétreos.185 Así
mismo, algunos tramos de los referidos caminos prehispánicos son utilizados
actualmente en desplazamientos cotidianos, unos más asociados que otros a
los ámbitos domésticos, como el del sector de Buga, corregimiento Altavista,
Medellín, del cual se desprenden senderos y escaleras, también en piedra tajada,
que conducen a varias casas.
2.191 2.192

Aunque existen estos ejemplos, y algunos lugares de asiento quizás se hallen en


áreas de la industria ladrillera, y otros se hibridaron como lo dejan ver los estu-
dios en el sitio Los Guayabos, que muestran rastros indígenas sobrepuestos por
elementos arqueológicos de épocas posteriores,186 la gran mayoría se diluyeron
entre los entornos urbanizados de la sociedad mestiza sin dejar rastro ancestral,
por lo que seguramente muchas viviendas actuales están sobre asientos indí-
genas. Sin embargo, como se ha dicho, no hay continuidad de los fundamentos
domésticos, se ha perdido toda posibilidad poética y la condición mágica ni se
insinúa, incluso la mayoría de los pocos elementos constructivos que perviven 2.193
han sido alterados significativamente, además los habitantes actuales de estos
sitios no tienen ninguna conciencia de su importancia ni su origen.187

Es de anotar de todas maneras, que algunas costumbres, hábitos y prácticas


cotidianas del espacio doméstico indígena han permanecido en el ámbito íntimo
del Valle de Aburrá aunque tampoco sobre ello hay mayor conciencia; es el caso
del maíz, el fríjol, los tubérculos y algunas frutas que hacen parte de la tradición
86 culinaria. Así también, la práctica del arte textil tiene ancestro indígena; además,
según el padre Constancio Pinto,188 aburrá es un vocablo que traduce pintadera,
relacionado con una planta de la cual se extraía algún tinte que los indígenas del 2.194 2.195

valle utilizaban para pintarse, y para teñir y decorar sus telas, las que usaban en
la cotidianidad y en los rituales, incluyendo los suicidios que cometieron cuando
se vieron invadidos en el siglo XVI por los extraños jinetes barbados ataviados
con armaduras y fusiles:

Acontesció en esta provincia a algunos españoles yendo por fruta y a caza de aves yr
donde algunos yndios estavan e ansi como los vían se quytavan una manta de vara y
m(edi)a de largo e de una en ancho con q(ue) traen atapadas sus verguenzas, quytasela
e darse una buelta al pescuezo y a(h)orcarse […].189
2.196 2.197

185
Según G. Castro H., Investigaciones arqueológicas en la cuenca alta de la Quebrada Piedras Blancas, Op. cit., p. 7,
están datados en un período entre el 1302 a. de C. y el presente, con uno de mayor actividad sobre los años 80 a 550
d. de C.
Según P. Aristizabal E., Op. cit., p. 245, en este sitio se recuperaron evidencias que muestran ocupación continua
186

desde el 4690 a. p. hasta el presente. 2.198 2.199

En casi todos los casos, los habitantes de estos sitios contactados en el marco de esta investigación carecen de
187

información sobre el origen indígena de los emplazamientos y de los elementos constructivos.


188
Javier Piedrahita E., Del poblado de San Lorenzo a la parroquia del Poblado, 1876-1976, Medellín, Secretaría de Edu-
cación y Cultura del Departamento de Antioquia, 1976, p. 12.
189
Juan B. Sardela, Op. cit., p. 288.
87

2.191. Ruinas de tapias, planta de tratamiento de aguas,


Piedras Blancas, Parque Arví, Santa Elena, Medellín.

2.192. Casa contemporánea sobre muros pétreos,


Golondrinas, Medellín.

2.193. Casa contemporánea sobre muros pétreos, cerro


El Picacho de Aguas Frías, Altavista, Medellín.

2.194. Huertas activas, cerro El Picacho de Aguas Frías,


Altavista, Medellín.

2.195. Campo circundado como huerta activa, valle de la


quebrada Matasanos, Santa Elena, Medellín.

2.196. Vigencia de los caminos prehispánicos:


sector Buga, Altavista, Medellín.

2.197. Continuidad superficial: finca Los Pantanos,


cerro El Barsino, Altavista, Medellín.

2.198. Tradición culinaria ancestral: arepas de maíz.

2.199. Tradición textil y de pintura corporal.


88
LA IRRUPCIÓN EUROPEA. Borrando el rastro del demonio

Tal y como se expuso en el capítulo precedente, el encuentro de los dos mun-


dos ocurrido a partir de la llegada del navegante italiano Cristóbal Colón (1451-
1506) a América en 1492, probablemente no fue el primer contacto entre los
dos continentes y ni siquiera el primero en la era posterior a Cristo,1 pero sí fue
el que mayor impacto tuvo en las culturas americanas, pues como se sabe, a
la Conquista española la impulsó un interés económico-político expansionista
y otro religioso con consecuencias devastadoras. La visión demoníaca que los
3.1
conquistadores tenían de los indígenas, esbozada también al final del capítulo
anterior, acolitó su conversión forzada a la fe católica, llegando a extremos de
humillación, violencia, engaño, esclavitud, muerte y destrucción cultural.2 A pesar
de que la legalidad del dominio sobre los territorios indígenas y sobre los propios
nativos llevó a muchísimas discusiones y reflexiones jurídicas,3 la catástrofe no
se detuvo.4

Esta actitud de los ibéricos condujo a la erradicación de todos los elementos


materiales de la cultura indígena, entre ellos obviamente la arquitectura y por su-
puesto la casa, afectando notablemente el espacio doméstico de los nativos; pero
3.2 la clave colonizadora fue la ciudad, que cumplía funciones económicas, políticas,
administrativas, evangelizadoras y defensivas, e instauraba mundo habitable bajo
el juicio de la razón moderna. El fenómeno de fundación de ciudades por parte
de los ibéricos en América durante la conquista no ha tenido parangón en la his-
toria de la humanidad y es el más grande que ha ocurrido en el planeta. Cuando
en dicho programa los conquistadores tomaban posesión de las tierras en nom-
bre de Jesús y de su iglesia, hincando la cruz, se ofrecía el lugar como un nuevo
nacimiento, repitiendo la cosmogonía para incorporarlo al “mundo” y consagrán- 89
dolo mediante un ritual simbólico; tal hecho instauraba en el Nuevo Continente
la tradición atávica que se repetiría también en la instalación de la casa colonial,
3.3
reproduciendo de nuevo la transformación originaria del caos en cosmos, como
ocurrió en el mundo prehispánico, mediante un acto divino de creación.

Tanto el urbanismo como la arquitectura neogranadina se basaron inicialmente en


las recomendaciones del rey Fernando de Aragón (1452-1516), y en los criterios
de los conquistadores que reproducían lo conocido de su Europa natal;5 y luego
se basaron en las Leyes de Indias promulgadas por el Rey Felipe II (1527-1598) en
1573, y por las Medidas del Romano del español Diego de Sagredo (primera mitad
del siglo XVI) de 1526, así como en Las reglas de los cinco órdenes del italiano
1
Ver: Francisco Gutiérrez, América a través de sus códices y cronistas, Barcelona, Salvat, 1985, pp. 12-13.
2
Ver: Fabio Zambrano, Crónicas del Nuevo Mundo, fascículo 19, Medellín, El Colombiano / CINEP / Instituto Colombiano
de Antropología, octubre 15 de 1992, p. 291; Margarita Serje, “Organización urbana en Ciudad Perdida”, Escala, Cua-
3.4 3.5
dernos de Arquitectura, Nº 9, Bogotá, Escala, 1984; F. Gutiérrez, Op. cit., p. 51. y Fray Luis Zapata, Primer catecismo en
3.1. Borrando el rastro del demonio: Infierno, Codex Gigas (Biblia Santa Fe de Bogotá, manual de pastoral diocesana del siglo XVI, Bogotá, CEPAL, 1988, p. 29.
del diablo), s. XIII, Kungliga Biblioteket, Estocolmo, Suecia, tomada 3
Cabe mencionar entre otras: el Sermón de Fray Antonio Montesinos (1511); las denuncias de Bartolomé de las Casas;
de R. Toman, El Románico, arquitectura, escultura, pintura,
Colonia, Könemann, 1996, p. 437.
las Leyes de Burgos (1512); las Leyes Nuevas (1542); y el Tratado sobre las Causas Justas de la Guerra contra los Indios,
de Juan Ginés de Sepúlveda (1547).
3.2. La ciudad como clave colonizadora: Callejón de los Estribos, 4
Según Borak y Cook citados en F. Gutiérrez C., Op. cit., p. 31, la población indígena de México en 1520 era superior a
Cartagena de Indias, Colombia, 1532.
25 millones y para 1600 estaba por debajo de los 250.000; en Perú en 1570 estaba por encima del millón y se redujo
3.3. La tradición atávica reproducida en la casa colonial: a unos 600.000 en 50 años. Según Borak y Cook citados en Pablo Rodríguez, Cabildo y vida urbana en el Medellín
Calle del Medio, Mompox, Colombia, 1540. colonial 1675-1730, Medellín, Universidad de Antioquia, 1992, p. 29, los 3 o 4 millones de indígenas del área colombiana
del siglo XVI se redujeron a 600.000 al principio del XVII y a 130.000 al fin del XVIII, siendo los de Antioquia apenas unos
3.4. Medidas del Romano, Diego de Sagredo, 1526, carátula, 30.000.
tomada de Varios, Teoría de la arquitectura, del Renacimiento a la 5
Para Alberto Bernal N., Miscelánea sobre la historia, los usos y las costumbres de Medellín, Medellín, Universidad de An-
actualidad, Tomo I, p. 359.
tioquia, 1980, p. 31, la población del Valle de Aburrá se formó por la mezcla de vascos, llegados en los s. XVII y XVIII, con
3.5. Las reglas de los cinco órdenes, Jacopo de Vignola, traducido las mestizas o criollas nacidas en la segunda mitad del XVI de la unión de conquistadores e indias. Según P. Rodríguez,
al castellano en 1593, carátula, tomada de Varios, Teoría de la Op. cit., los españoles asentados en Medellín en el período colonial eran asturianos, andaluces, castellanos, extremeños,
arquitectura, del Renacimiento a la actualidad, Tomo I, p. 86. galicianos, navarros y vascos.
Jacopo de Vignola (1507-1573) traducidas al castellano en 1593. Pero obviamente 2
4
los caseríos fundados por los españoles eran bastante simples al principio, en 1.
5

ellos a lo sumo se establecía un grupo de entre diez a treinta fundadores en un 3

asiento reticulado con cinco o seis manzanas donde se ubicaban el templo y las
6
viviendas, estas últimas hechas con materiales perecederos que poco a poco ESPAÑA

fueron adquiriendo consistencia y adoptando la configuración deseada mediante 7 8 1. Galicia


2. Asturias
el tipo de patios. Aunque muchos de esos primeros caseríos desaparecieron o se 3. Castilla y León
4. País Vasco
trasladaron, en el Valle de Aburrá no operó, como se verá posteriormente, este 9 5. Navarra
6. Madrid
proceso de urbanización; no obstante, y dado que el tipo de patios también se 7. Extremadura
8. Castilla - La Mancha
acogió en este contexto con el tiempo, en el siguiente aparte se hace una reseña 3.6 9. Andalucía

que permite identificar su linaje.

EL ARQUETIPO DEL PATIO.


Origen utópico del recinto confinado abierto al cielo

La deriva del espacio arquitectónico asociada a la tierra, es decir, la que


corresponde a la caverna ancestral, tiene mayor continuidad en los denominados
Imperios Agrarios, en donde los asentamientos dieron cabida a unidades adosa- 3.7 3.8

das, y donde el espacio doméstico se consolidó abriendo universos significativa-


mente humanos. Los rastros de casas con patios en aquellas ciudades son muy
antiguos6 y un hecho muy significativo para efectos de lo concerniente al tipo
patial, es que en el Neolítico, en Khirokitia, Chipre, aunque con casas todavía de
planta circular y abovedada, aparece un óculo cenital para la salida de humos,
función que pudiera ser el origen del patio que evolucionaría hasta convertirse en
recinto ordenador del universo íntimo con simbolismos asociados a los mundos 3.9
superiores; es de anotar que aún en la actualidad los lapones construyen chozas
90 con un vano para la salida de los humos. Vale también señalar que en algunos
de los centros preurbanos amerindios, aunque no en territorios colombianos, 3.10
apareció el patio en diferentes edificios; sin embargo, no fue este el modelo re-
tomado por los españoles en la Colonia.

Ahora bien, el análisis histórico del patio doméstico en Occidente posee un hito
fundamental en Creta, cuyas casas tenían óptimas condiciones funcionales con
sistemas en torno a patios en los que se realizaban festividades religiosas; de
tal manera, la arquitectura doméstica mantenía su papel de soporte ancestral de
la fantasía mítica borrando los límites con la realidad y recordando que “[…] se
‘vive’ el mito, en el sentido de que se está dominado por la potencia sagrada, que
exalta los acontecimientos que se rememoran y se reactualizan”.7 Tanto la cul- 3.11 3.12
tura cretense como la micénica se constituyeron en elementos de la civilización
3.6. Origen de los españoles asentados en Medellín durante la
griega que a su vez tuvo influencia de la mesopotámica, la minoica y la egipcia; Colonia.
en la antigua Grecia el espacio doméstico se mantuvo en un universo oculto e 3.7. Aldea neolítica, Catal Hüyük, Anatolia, redibujado de Leroi-
introvertido, incluso fue más modesto que en la cultura micénica y se redujo a Gourhan, A., El gesto y la palabra, p. 164, según James Mellart.

unos pequeños sistemas, casi siempre de un nivel en torno a uno o dos patios 3.8. Casa en Babilonia, redibujado de Norberg-Schulz, Ch.,
Intenciones en arquitectura, p. 224, según Lundberg.
resaltando la noción de que “[…] el hombre es el ser entreabierto”,8 pero la casa
griega mantuvo en su estructura simbólica el carácter numinoso del hogar, inclu- 3.9. Casa en Ur, Caldea, 2000 a. de C., redibujado de Ching, F.,
Arquitectura: forma, espacio y orden, p. 172.
so en el interior de algunas viviendas hay una referencia formal a los templos en
3.10. Los patios domésticos amerindios: Zona residencial de
Teotihuacan, México, redibujado de Versan, J., Le Grand Atlas de
L´Architecture Mondiale, p. 91.

6
Se destacan Jericó, con evidencias entre el 7220 y el 5850 a. de C.; Catal Hüyük, donde se registran obras del 8750 3.11. Antecedentes griegos: casa del funcionario Nakht,
a. de C.; Haçilar, con vestigios del 6800 a. de C.; Mohenjo-daro, con casos del tercer milenio a. de C.; y Mesopotamia, antiguo Egipto, redibujada de http://www.egiptologia.com/
images/stories/geografia/mapas/tell_el_amarna/ajetaton_
en donde se ubican los yacimientos neolíticos de Tell es-Sauwan y Hassuna.
nakht(visir).png
Mircea Eliade, Mito y realidad, Madrid, Guadarrama, 1968, p. 31.
7
3.12. Casas, Delos, Grecia, sector de los s. III y II a. de C.,
8
Gastón Bachelard, La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 261. redibujado de Capitel, A., La arquitectura del patio, p. 11.
su habitación principal que se edificaba en forma de un megaron con su pórtico,
cualificando el patio; este espíritu religioso, que como se ha visto es muy antiguo,
se reafirmaba en Grecia para proyectarse hasta la actualidad como se verá, ya
que esta cultura se constituyó en pilar de la occidental.

Posteriormente, el espíritu pragmático romano sintetizó en su civilización el pen-


samiento y la sensibilidad de los pueblos que conquistó y la de aquellos que le
antecedieron en su propio origen, especialmente la cultura griega y la etrusca; de
tal manera, en Roma convivieron las insulaes y las domus que acogían el tipo pa-
3.13 3.14
tial como escenario para el espacio doméstico. La casa romana giraba en torno
al impluvium, patio que recogía parte de las aguas lluvias de las cubiertas y que
además tenía muchas veces una pileta; la capacidad poética del patio adquirió
entonces una dimensión práctica y se convirtió también en mecanismo inteli-
gente para la preservación de la vida mediante la recolección del agua.

En el contexto español, los fenicios, que también tenían patios en sus palacios
antiguos, llegaron a la península ibérica hacia el 700 a. de C. constituyéndose en
3.15 3.16
los ancestros de los cartagineses, quienes fueron derrotados por los romanos
en las Guerras Púnicas (624-146 a. de C.), luego de las cuales Roma incorporó
los territorios conquistados a su imperio imponiendo los modos de vida y por
supuesto los productos culturales, entre los cuales estaba obviamente la casa
de patios grecolatina. Por otro lado, la herencia árabe, que llegó a la península
con la ocupación islámica en el siglo VIII y que se extendió hasta 1492, fue clave
para el momento de la conquista del Nuevo Mundo, toda vez que la Reconquista
española del territorio estaba todavía fresca. Así, la arquitectura de ascendencia
musulmana le incorporó al patio doméstico de herencia romana la sensualidad
y el significado religioso de su cultura, reforzando la introversión del tipo, que al 91
igual que el burka o el niqab islámico, esconden a la mujer, resguarda y protege
3.17 3.18
el universo íntimo asociado a lo femenino desde antaño.

Como puede verse, el origen del patio doméstico es múltiple, su condición utópi-
ca constituye uno de los elementos más representativos de la órbita íntima, y
desde los comienzos de la civilización es lugar de confluencia de la dinámica
3.19
de la vivienda, territorio de conexión trascendente con lo celeste, dispositivo de
control bioclimático y ordenador geométrico de los recintos “[…] dotándoles de
una superior unidad, de manera que el organismo en su conjunto tiende a la in-
troversión y todas sus partes recrean la integridad de ese núcleo íntimo en el que
el edificio se contempla y mide el pulso de su vida cotidiana”.9 Su capacidad de
adaptación a distintos emplazamientos, parcelas y modos de vida, lo hace
3.13. Casa con megaron, Priene, Grecia, fines del s. IV a. de C.,
redibujado de Capitel, A., La arquitectura del patio, p. 13. instrumento versátil de condiciones universales que manifiesta además que “el
3.14. El pragmático espacio doméstico romano: esquema
ser es por turnos condensación que se dispersa estallando y dispersión que
tipológico de una domus, redibujada de http://mundopapercraft. refluye hacia un centro. Lo de afuera y lo de adentro son, los dos, íntimos; están
wordpress.com/2010/03/22/papercraft/domus-romana/
próximos a invertirse, a trocar su hostilidad”.10
3.15. El patio poético y práctico: Casa de las Bodas de Plata,
Pompeya, Roma, redibujado de Ching, F., Arquitectura:
forma, espacio y orden, p. 142. Puede confirmarse entonces que “las reglas y principios del sistema, ligadas a
3.16. La herencia árabe: casa semiurbana, Nubia, Alto Nilo, s. XIV una lógica formal y espacial que podría definirse como inexorable, traspasaron así
(etapa árabe), redibujada de
http://etsamtallerjmsanzbelendelolmopuente.blogspot. épocas y lugares; en unas ocasiones existieron tradiciones y herencias culturales
com/2011/09/la-casa-arabe.html
que las unieron, pero en otras las cosas se repitieron de formas muy semejantes
3.17. Resguardo y protección de lo femenino: mujer con niqab. simplemente sujetas por una misma lógica arquitectónica”;11 todo indica enton-
3.18. Dispositivo poético complejo: Casa del conde de Pestagua, 9
Carlos Martí A., Las variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 16.
Cartagena, Colombia.
10
G. Bachelard, Op. cit., p. 256.
3.19. Condición utópica del patio: granja francesa e italiana típicas
con patio, redibujado de Rapoport, A., Vivienda y cultura, p. 51. 11
Antón Capitel, La arquitectura del patio, Barcelona, Gustavo Gili, 2005, p. 16.
ces que este tipo ancestral es pues otro arquetipo, al cual muy probablemente se
hubiera llegado con el proceso evolutivo natural de la cabaña primitiva amerindia,
también arquetípica; de tal manera, la instalación española de la casa de patios
en América sería un salto vertiginoso en el tiempo del devenir del espacio do-
méstico, pues los arquetipos tienen: a b

[…] la cualidad de ser preexistentes a la conciencia, y ocasionalmente, por lo tanto, de


condicionarla más bien que de ser condicionados por ella. También los arquetipos, como
formas ideales a priori, son tanto encontrados cuanto inventados: son descubiertos dado
c d
que no conocía uno su existencia inconsciente autónoma, e inventados por cuanto su
3.20 3.21
presencia se infirió a partir de estructuras conceptuales análogas.12

Además, “[…] debe existir una disposición, inconsciente al individuo, de difusión


por así decir universal; una disposición en efecto, que es capaz de producir, en
todos los tiempos y en todos los lugares, en principio los mismos símbolos o, al
menos, muy semejantes”,13 como ocurre en el tipo patial, en el que Cielo y Tierra
se encuentran de nuevo, pero no ya bajo la mirada mágica propia de la cabaña
indígena prehispánica, sino desde una noción intelectual de carácter estético,
religioso y poético en correspondencia con el segundo momento de la mirada
identificada por Debray y que en términos de Rapoport representa la actitud
simbiótica, en la cual naturaleza y hombre están en equilibrio y este se siente 3.22
responsable de aquella ante Dios.

Y dado que lo poético es el aspecto significante del tipo, porque es lo que señala
y crea singularidad conduciendo a la identificación cultural de la sociedad que lo
produce, se puede plantear que el reconocimiento y la percepción de las formas
y los espacios del tipo constituyen un registro espiritual, que para el caso del
92 arquetipo patial, se impregna con el simbolismo de la estructura vertical que une
las dimensiones superiores con el mundo de los mortales. Este aspecto estético- 3.23

numinoso, que se analizará a lo largo del resto de este capítulo, estará precedido
de un aparte dedicado al espíritu de la cultura europea en los años previos a la
llegada de los españoles a América para contextualizar el objeto de la investi-
gación. Por lo pronto, a manera de colofón de esta parte, se puede resaltar que
el origen de la arquitectura doméstica neogranadina está ricamente constituido
por la influencia de numerosos pueblos; lo polivalente de su origen y constitución
le determina un carácter híbrido que lo hace más acorde con la esencia de lo
doméstico y por ello “descendemos para habitar junto a la tierra, en el suelo de
la cabaña y después, con algunos castillos en España querríamos dominar el
horizonte. Y cuando la lectura nos da tantos lugares habitados, sabemos hacer 3.24 3.25
vibrar en nosotros la dialéctica de la choza y del castillo”.14

LOS DESTELLOS DEL RENACIMIENTO. Mirando a través de la razón 3.20. El arquetipo u-tópico: a. Casa colonial en Venezuela / b.
Casa de patio en el antiguo Egipto / c. Casa de patio en la antigua
Grecia / d. Casa de patio marroquí. Redibujado de Rapoport, A.,
Si bien en España en el siglo XV pervivía un aire gótico tardío, en la Europa del Vivienda y cultura, p. 109.

XIII la reaparición del Humanismo condujo a una renovación y a un redescubri- 3.21. Descubrimiento e invención en el arquetipo: patio de armas,
miento del mundo; se recuperó la actitud de vivir sin considerar futuros premios Fuerte de San Cristóbal, San Juan, Puerto Rico.

o castigos, y el arte se hizo no tanto para Dios como para el hombre, a quien en 3.22. Estética, poética y religiosidad: patio colonial, Santafé de
Antioquia, Colombia.
consecuencia, todo debía servir, contribuyendo a su realización y a su perfeccio-
3.23. La poética significante del tipo de patios: casa de Don Juan
namiento, incluyendo la arquitectura, la vida social, la esfera íntima y el espacio de Vargas (fundador de Tunja), finales s. XVI, redibujado
de Arango S., La arquitectura en Colombia, pp. 38-39.

3.24. Dimensiones superiores en el mundo de los mortales:


claustro colonial, monasterio, 1630-1760, Monguí, Colombia.
12
Carl G. Jung, La interpretación de la naturaleza y la psique, Barcelona, Paidós, 1991, p. 53.
Carl G. Jung, Formaciones de lo inconsciente, Barcelona, Paidós, 1990, p. 133.
13 3.25. Origen polivalente y carácter híbrido del patio: casas
romanas, Saint-Remy-de-Provence, Francia, redibujado de A.,
14
G. Bachelard, Op. cit., p.95. Capitel, La arquitectura del patio, p. 18.
doméstico. Fue así como apareció una idealización del mundo en la cual todo
debía estar controlado por la razón; en cuya imagen ideal se impuso el orden
humano sobre el natural, exhibiendo el temor al vacío y al caos. Aquí subyace una
de las explicaciones del orden urbano impuesto por los españoles en América
mediante una retícula ortogonal que manifiesta el dictamen ideal frente a la selva
caótica y que argumenta la necesidad de destruir todo aquello que tenga la huella
de lo natural; obviamente esta visión de mundo llegó a todos los aspectos de la
cultura, entre ellos el dominio doméstico, sus estructuras mentales, simbólicas y
también aquellas materiales como se ilustrará más adelante.
3.26 3.27

El estudio científico de la realidad marcó la nueva visión del Renacimiento, cuya


mirada naturalista, originada en el Islamismo y en el Tomismo, fue la base fun-
damental de la concepción del mundo, “no solo en la arquitectura propiamente
dicha, sino también en la arquitectura del pensamiento, el sentimiento y la ac-
3.28
ción, el Renacimiento introdujo el germen premonitorio del racionalismo […]”.15
Otra de las consecuencias de la exaltación de la razón es que la obra artística
del Renacimiento da la impresión de unidad y continuidad en el conjunto, de ho-
mogeneidad y simpleza en el tratamiento de lo representado; así, la percepción
háptica del espacio arquitectónico es totalmente fluida en todas las direcciones,
el desplazamiento del cuerpo a través de las estancias de una edificación se hace
de manera continua y sin interrupciones, y desde cada componente se atisban
los contiguos. La experiencia estética al interior de los palacios y las casas de
patios, despliega un continum perceptual de dinámica interrelacionada entre los
recintos, y el espacio doméstico se percibe igualmente como un sistema inter-
3.29 3.30 conectado de situaciones y de eventos temporales que suceden de manera fluida
en un escenario conectado con el Cielo a través de los vacíos patiales.
93
Esta experiencia arquitectónica es, siguiendo a J. L. Pardo, simultáneamente
causa y efecto de la conversión renacentista del orden espacial en res extensa
basada en la abstracción geométrica, y del surgimiento de un universo no espa-
cial, la res cogitans, cuya subjetividad da lugar a la interioridad del ser, es decir,
a la dimensión del tiempo.16 De aquí que el espacio doméstico y su soporte mate-
rial constituyan la dualidad racional inseparable de la intimidad en la modernidad,
que se implantaría en la Colonia a través de la casa de patios, y que con ciertas
3.31 particularidades haría parte de la historia doméstica en el valle de los aburráes.

EL VALLE DE ABURRÁ EN EL NUEVO REINO DE GRANADA.


3.26. Renovación y redescubrimiento al servicio del hombre:
Ecos destemplados de la Contrarreforma
Canon de las proporciones humanas, Leonardo da Vinci, 1490,
dibujo, 34,4 x 25,5 cms., Galería de la Academia, Venecia, Italia,
tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Hombre_de_Vitruvio La cultura americana en los siglos XVI y XVII estaba concentrada en el conflicto
3.27. El orden impuesto: retícula urbana, El Retiro, Colombia.
místico de la fe, lejos de las tensiones del ambiente europeo que se debatía en-
tre la ciencia, la filosofía y la política; en cambio, los hombres establecidos en el
3.28. El temor al caos: La ciudad ideal, Luciano Lausana o Piero
de la Francesca sobre dibujo de Leon B. Alberti, témpera sobre Nuevo Mundo, estaban seguros de la monarquía a la cual servían en beneficio
madera, 60 x 200 cms., 1470, Palacio Ducal, Urbino, Italia,
tomada de http://quattrocento.wordpress.com del reino de los cielos, que los obligaba a llevar una vida recatada para conser-
3.29. La razón sobre el mundo: Historia de la perspectiva,
var las buenas costumbres y prepararse para la vida eterna en un microcos-
Robert Fludd, s. XVII, tomado de T. Dalley, Guía Completa de mos familiar ordenado y limpio, marcado significativamente por el espíritu de la
Ilustración y diseño, p. 90.
Contrarreforma española, promulgado por el religioso español Ignacio de Loyola
3.30. Unidad y continuidad en la percepción háptica: Palacio
Farnesio, Antonio da Sangallo (el joven), Miguel Ángel, Jacopo de
(1491-1556), que condujo a un misticismo generalizado con el fantasma perma-
Vignola y Giacomo della Porta, Roma, Italia, redibujado de Capitel, nente del pecado, posible de combatirse mediante la milicia cristiana. Ahora, el
A., La arquitectura del patio, p. 56, según P. M. Letarouilly.

3.31 Res extensa y res cogitans: San Jerónimo en su estudio,


Alberto Durero, 1514, grabado al buril, 24 x 19 cms., Biblioteca 15
Jorge Romero B., Historia de las artes plásticas. Tomo IV: Las artes derivadas, Buenos Aires, Poseidón, 1958, p. 350.
Nacional, París, Francia, tomada de: http://wikipedia.org/wiki/
San-Jer%C3%Bnimo-en-su-gabinete-(Durero) 16
José L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-textos, 1992, p. 22.
Barroco Americano, bastante tímido respecto al europeo, se manifestó como una
estrategia de propagación de la fe implementada fundamentalmente en la pintura
y la imaginería, pero su escueta intención espacial apareció solo en unos po-
cos edificios institucionales y no en los domésticos, excepto en algunos detalles
decorativos.

Pero en el Valle de Aburrá, la instauración del reino de Dios tuvo un trasegar


tardío y de quinta comparado con los principales centros del continente, que ya
de por sí estaban inmersos en un eco cultural moroso, aturdido y torpe. Los es-
3.32 3.33
pañoles tardaron en llegar a este recodo geográfico; su primera incursión fue en
1541 cuando Jerónimo Luis Tejelo llegó enviado por Jorge Robledo estableciendo
el primer conglomerado de habitantes diferentes a los indígenas en el caserío del
cacique Aná, con edificaciones construidas rápidamente y que desaparecerían
pronto al ser abandonadas por las tropas. Un lustro después llegan las primeras
mujeres europeas a este valle en 1546, cuando Robledo regresa con el título de
Mariscal, con sus poderes sobre estas tierras y con su esposa María de Carva-
jal, acompañada de sus dos hermanas Francisca y Leonor y de otras doncellas.
Al año siguiente el primer gobernador Gaspar de Rodas (1518-1607) solicitó al
Consejo de la Villa de Santafé de Antioquia una concesión de tres leguas, pero 3.34
el proceso de colonización propiamente se inició hacia 1580 cuando apareció
el primer título de propiedad de tierras dado al obispo de Cartagena, el español
Juan Daza (?-1510); no obstante el principal colonizador fue Rodas quien dio
varios títulos e incluso poseía una encomienda.17 Cuando Gaspar de Rodas murió,
los terrenos pasaron a su única heredera Ana María de Toro y luego f u e r o n
repartidos entre sus hijos, nietos y bisnietas que se casaron con españoles re- 3.35

cién llegados y se establecieron en El Guayabal, La Tablaza, La Sabaneta, El


94 Aguacatal, La Yurá y Envigado, en modestas casas campestres de tapia y paja
con patios ordenadores.18

Como puede verse y como se había advertido, el caso del Valle de Aburrá tiene
3.36
una particularidad respecto al proceso de urbanización, ya que antes de la fun-
dación de poblados, fue ocupado por hatos que concentraban pequeños núcleos
de población o tenían haciendas en su territorio, determinando la ocupación
en los potreros referidos, a los que se añadieron los de Barbosa, La Tasajera,
Fontidueño y Hatoviejo, cuya producción estaba fundamentalmente destinada a
satisfacer la demanda de carne de Santafé de Antioquia. Una vez consolidados
estos pequeños núcleos, se inició el proceso de organización racional urbana a
partir de la idea renacentista de orden bajo una malla reticulada ortogonal, cuya
condición trajo una significativa conciencia de la urbanidad dentro de la cual las
casas eran modestas células del organismo urbano. 3.37

3.32. El conflicto místico de la fe: catedral de Santo Domingo,


En 1615 se fundó propiamente Copacabana y en 1616 el primer caserío de lo República Dominicana, maestro Luis De Moya, 1521-1541.

que sería posteriormente la ciudad de Medellín, mediante Auto de Resguardo 3.33. Escuetas intenciones barrocas: catedral de la Habana, Cuba,
1748-1832.
del visitador español Francisco Herrera Campuzano (?-1630), con el nombre de
San Lorenzo de Aburrá, y a partir de 1620 se formalizaron los demás poblados 3.34. Jorge Robledo, anónimo, colección Museo de Antioquia,
Medellín.
ya nombrados, a los cuales se agregarían el de Aná, el de Girardota, el de La
3.35. Las modestas viviendas campestres: casa particular, 1904,
Culata, el de Santa Gertrudis, el de La Estrella, el de Belén y el de La Granja. foto Benjamín de la Calle, tomada de Arango, D., Metropolivisión,
Obviamente: p. 136.

3.36. Modesta urbanidad: Alameda de Palacé, Medellín, Delio


Ramírez, s. XIX, óleo sobre tela, colección Museo de Antioquia.
Javier Piedrahita E., Del poblado de San Lorenzo a la parroquia del Poblado, 1876-1976, Medellín, Secretaría de Edu-
17

cación y Cultura del Departamento, 1976, p. 12. 3.37. La obsesiva matematización renacentista del mundo: plano
de una iglesia o basílica circular basado en las proporciones del
Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Patrimonio urbanístico y arquitectónico del Valle de Aburrá, Medellín, Área
18
cuerpo, Francesco di Giorgio, s. XV, redibujado de Jung, C.,
Metropolitana del Valle de Aburrá, 2010, p. 18. El hombre y sus símbolos, p. 243.
Aquellas primeras construcciones no serían muy babilónicas que digamos: techos de
paja, paredes de palo parado o de cañas embarradas, puertas a zuela y hacha, si no de
cuero; talanqueras de palitroques, fogones en el suelo, piedras de moler en patas de gallo,
camas y tarimones de vara en tierra. La tapia y la teja vendrían lentamente, para las ofici-
nas públicas y las casas de los magnates. Las más espléndidas tendrían suelo apisonado,
patio empedrado, blanquimento con el barro blanco de La Iguaná, santos en las paredes,
taburetes de cuero, con todo y pelo.19

Posteriormente, el pueblo de San Lorenzo se trasladó en 1646 al lugar que ac-


3.38 tualmente ocupa el cementerio del mismo nombre y en 1649 a donde hoy está la
iglesia de San José. En 1671, mediante Auto de Fundación del gobernador Fran-
cisco de Montoya y Salazar (?-1675), el caserío se nombró Nueva Villa del Valle
de Aburrá de Nuestra Señora de la Candelaria de Aná y en 1674 la reina Doña
Ana María de Austria (1549-1580) expidió la Real Cédula por la cual se fundó
oficialmente a Medellín. Al año siguiente el caserío se nombró Villa de Nuestra
Señora de la Candelaria de Medellín, para cuando se contabilizaron ochenta y
dos familias, la mayoría españolas, que se fueron reuniendo en el poblado pro-
venientes de sus hatos, y gracias a que en la ceremonia de fundación, el Cabildo
repartió solares y estableció la obligatoriedad de construir casas en ellos antes
de un año so pena de perderlos.
3.39 3.40

Para entonces, Medellín era uno de los miles de poblados sin mayor importancia
en las Indias Occidentales, no había allí ningún interés económico ni político, no
era un lugar estratégico ni estación en un recorrido, por ende los recursos que
se disponían para esta incipiente urbe eran mínimos, y el espacio doméstico se
resguardaba todavía en construcciones muy modestas; incluso “[…] a finales del
siglo XVII, había casas de nativos en el marco de la plaza de la recién creada vi-
lla”,20 lo cual muestra además que no todos los indígenas estaban en resguardos 95
o reducciones como lo establecía la Ley, por lo cual el Cabildo ordenó la compra
de aquellas casas por súbditos españoles. Reducidos y desplazados los indíge-
3.41 nas, la ciudad se consolidaba con lentitud, y a finales del siglo XVII y principios del
XVIII era aún una apacible provincia de vocación agropecuaria con condiciones
precarias donde la vida íntima era muy provinciana y las casas apenas iniciaban
su caracterización colonial; de hecho apenas en 1745 los techos pajizos del mar-
co de la plaza se estaban cambiando por teja de barro para prevenir incendios y
obtener una imagen más moderna.21

El espacio doméstico colonial mantuvo como legado indígena fundamentalmente


solo dos aspectos: algunas técnicas constructivas como el bahareque en paredes
y la paja en cubiertas; y por otro lado la incorporación de la fuerza de trabajo en
3.42
las tareas de servicio, especialmente de mujeres vinculadas a la cocina, el lavado
de la ropa, la limpieza de la casa y el cuidado de los niños. Pero el arquetipo de
la cabaña ancestral había sido reemplazado por el de los patios borrando de
tajo su historia ancestral; la mirada mágica presente en aquellos microcosmos
indígenas se rompió abruptamente en la historia del espacio doméstico de este
3.38. Mapa de la Villa de Medellín, atribuido al maestro pintor
valle para dar lugar a otro arquetipo que representaría la mirada estética, y que
José María Giraldo, 1790, tomada de postal. como se ha dicho, también poseía una estructura simbólica vertical de conexión
3.39. Cementerio de San Lorenzo, anónimo, 1820, Medellín. trascendente.
3.40. Iglesia de San José, Félix Pereira y Carlos Carré,
1880-1903, Medellín. Tomás Carrasquilla, “Enredos e incongruencias”, en: Tomás Carrasquilla, Obra completa, Medellín, Universidad de
19

Antioquia, 2008, vol. 3, p. 435.


3.41. El escudo de armas de la Villa de Nuestra Señora de la
Candelaria de Medellín, otorgado en 1676, tomada de http:// 20
Fernando Botero H., Medellín 1890-1950. Historia urbana y juego de intereses, Medellín, Universidad de Antioquia,
legadoantioquia.wordpress.com/2011/11/09/medellin-336-anos/ 1996, p. 9.
3.42. Teja de barro para el marco de la plaza: sólo hasta 1745. 21
Javier Piedrahita E., Documentos y estudios para la historia de Medellín, Medellín, Consejo Municipal, 1975, p. 329.
LA CASA COLONIAL. La poética del arquetipo estético

Aunque las características de las casas de la Villa de la Candelaria en el tiempo


colonial eran muy básicas comparadas con las de ciudades como Cartagena
de Indias, Santa Fe de Bogotá, Tunja e incluso Santafé de Antioquia, más que
la definición tridimensional lo importante fue el establecimiento introvertido del 3.43

soporte doméstico cuya conexión simbólica con el Cielo a través del patio, marcó
profundamente la mirada estética que encaraba. Como ocurrió, lo natural era
que los inmigrantes españoles trajeran sus formas de vida, sus creencias y sus
deseos, y para la puesta en escena de ello requerían un escenario conocido, el
de sus casas patiales. Así por ejemplo:

Mi trisabuelo, español de la cepa, según cuentas, y de Las Encartaciones, a lo que en-


tiendo, debió de reproducir en aquel caserón algún otro más o menos solariego, más o
menos señorial; algo que le fingiese en la extranjera breña el lar paterno, la merindad 3.44 3.45
querida, la patria vasca, a donde nunca jamás debía volver. Lo digo porque aquella ve-
tustez es chapetona, genuinamente chapetona, en conjunto y al pormenor. Tiene partes
de un piso, partes de dos; pavimentos de enormes ladrillos trenzados a la diagonal, o de
bambas anchísimas, aseguradas con unos clavos que ni los de Cristo. El roble y la piedra
campean por todas partes. Los pilarones, cuadrados, con talladitas en formas de tulipanes
y de peras, terminan en zapatas desmesuradas, de tres travesaños, curvados a estilo
arábigo; las vigas, biseladas y con relieves, llevan rosetas y modillones. Un decadente
colonial cometió en puertas y alacenas, en balaustradas y ventanas, las figuras todas de
la retórica churrigueresca. Los goznes y los pestillos, las bisagras y las fallebas, parecen
de calabozo. En el pináculo de aquella techumbre empinada y conveja, se alza, solitaria y
atrevida, una veleta de bandera, con una cruz en la punta.22
3.46

96 Entonces, los ibéricos ordenaban a sus alarifes o albañiles la construcción de sus


casas con base en un patio como núcleo vital del acontecer doméstico en con-
trapunto con el mundo exterior. Era la transposición del concepto ancestral que
la especie humana concibió y que llegaba al Valle de Aburrá constituyendo un
escenario arquetípico de perfil místico, puesto que “la aparición de los arquetipos 3.47

tiene un declarado carácter numinoso que, si no se quiere llamar ‘mágico’, hay


que llamar espiritual”.23 Esta connotación religiosa del tipo del patio traía consigo
la estructura vertical simbólica de apertura al cielo para recrear la posibilidad
trascendente del ser humano de la creencia extendida por Europa y Asia de que
“[…] el alma se desprenderá más fácilmente de su cuerpo si esa otra imagen del
cuerpo-Cosmos que es la casa presenta una fractura en su parte superior”.24

Ahora bien, la élite del valle tenía dos orígenes básicos: por una parte, los hidal-
3.48
gos provenientes de Santafé de Antioquia, y por otra, los inmigrantes españoles
referidos atrás, que tenían un gusto estético sobrio en cuanto a la arquitectura,
3.43. Las herencias indígenas materiales para el espacio
explicable por la herencia musulmana, la tendencia humanista del Renacimiento doméstico: casa típica de las afueras de Medellín, tomada de
Bedout, F., Álbum Medellín 1932, p. 56, foto Rodríguez.
y el uso ingenuo de los libros de Sagredo y Vignola. Ciertamente la simpleza
también se debía a la ausencia de recursos económicos y de mano de obra cali- 3.44. El nuevo arquetipo: esquema en planta de la casa colonial
de patio central.
ficada, y así la actitud pragmática y recatada de los europeos fue adoptada por
3.45. Establecimiento introvertido: casa colonial, Santafé de
los criollos, quienes tuvieron el norte de sus costumbres en la península ibérica, Antioquia, Colombia.
influyendo sobremanera el espacio doméstico; de tal forma, “[…] los patios, los 3.46. El vocabulario conocido de los inmigrantes: casa colonial,
grandes portones, los dos niveles, las ventanas con balcón (propios de las islas calle del Campo Santo, Cartagena, Colombia.

3.47. El patio central como contrapunto del mundo exterior:


casa del marqués de Valdehoyos, s. XVII, Cartagena, Colombia,
redibujado de Arango, S., La arquitectura en Colombia, p. 48.
22
Tomás Carrasquilla, “Entrañas de niño”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 503.
23
Carl G. Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Paidós, 1994, p. 149. 3.48. La vía de escape del alma: Panteón de Agripa, Apolodoro de
Damasco, 124, Roma, Italia, redibujado de Bloomer, K. C. y Moore,
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1992, p. 147.
24
Ch., Cuerpo, memoria y arquitectura, p. 91.
canarias), la cerámica (baldosines para pisos y paredes, propios de Triana, en
Sevilla), y en general los muebles, los utensilios de cocina; la vestimenta y los
gobelinos que decoraban las habitaciones, eran importados de España”,25 re-
produciendo entonces, además del contenedor tridimensional, el ambiente de la
experiencia íntima ya que “muchos inmigrantes traen consigo su arquitectura e
insisten en su uso, aunque, frecuentemente, no sea adecuada a la nueva área
en que viven. Sin embargo, el carácter simbólico es muy importante para ellos;
es un pedazo del hogar y es, por lo tanto, familiar en términos simbólicos”.26 De
3.49
tal manera se intentaba recrear el ambiente familiar de la existencia conocida,
a b que estaba aferrada al patio como lo deja ver la siguiente descripción mítica del
recinto sevillano:

El patio constituye la felicidad y el lujo de los sevillanos. No sabemos qué espíritu miste-
rioso e irreprimible nos lleva a los que allí vivimos, y en todos los órdenes sociales, a pen-
sar que la realización feliz de nuestra vida consiste en una solería de mármol, un chorro
3.50 de agua, unos arcos sobre columna, flores y un pedazo de cielo […] Esto es esencial: el
cielo. Un pedazo de cielo para nosotros solos. El cielo dentro de la casa; es decir, con-
templando solitariamente desde la butaca o la silla preferida, con el libro, con el periódico
o con el quehacer de aquel día entre las manos. El patio aísla del mundo en torno, y sólo
admite una vecindad franca: la celeste, la suprema, la casa de Dios. “Dios está azul”, dijo
Juan Ramón Jiménez. Y en este aislamiento del patio, entre flores –hortensias, geranios,
campanillas–; entre mármoles –arcos, cielos y columnas–, el sevillano se siente poseído
de una extraña felicidad. ¿En qué consiste? Tal vez en acusar solitariamente, casi con
egoísmo, su presencia en el orden maravilloso de la creación.27

3.51
Además, debe entenderse que la tradición castellana medieval daba mucha im-
portancia a la pertenencia a una familia pues esto diferenciaba a los cristianos
de los judíos, los gitanos y los conversos, lo cual se extendió a la Nueva Granada 97
en donde la distinción entre familia y casa era prácticamente inexistente. La re-
lación intrínseca y ancestral entre estos dos conceptos se mantenía para facilitar
la instauración del hogar y preservar el honor. Fuera de esto, la concepción to-
mista de la vuelta al mundo para encontrar a Dios, hacía que la casa y el mundo
material en general, fueran entendidos como una vía de salvación del alma; en
tal sentido, la arquitectura determinaba un comportamiento y un carácter místico
que llenaba el espacio doméstico:
3.52

La gente vivía encantada en este como limbo de la monotonía y la rutina. El pueblo,


sometido o esclavo, sólo trataba de servir a sus señores, de aprender la doctrina y de
aprender los preceptos de Nuestra Santa Madre Iglesia […] La vida de estos magnates,
sin política, sin finanzas, sin prensa, sin espectáculos, sin clubes, sin cafés, sin parrandas,
tenía que apacentarse en los remansos de la Religión y del hogar, con alguna salidilla a
sociedad. En efecto: se levantaban con el alba, desayunaban, iban a misa, volvían a tomar
la media mañana, se iban a bañar al río, a pie o a caballo, almorzaban a las ocho, echaban
siesta hasta las once, tomaban el pisco-labis, daban otro trasiego, comían a la una, iban a
visitar al Santísimo, tomaban la media tarde; se iban de caminata a las cuatro, con tertulia
y paliqueo. A las seis rezaban el rosario, y si era en invierno, jugaban baraja hasta las
3.53 ocho o nueve, cenaban y… a dormir […] El doble de las ocho, para pedir por las ánimas
3.49. El articulador íntimo: patio de casa particular, Caldas.
benditas o para encomendarse a ellas, era también toque de queda […] La mayor gloria de
3.50. Felicidad y lujo sevillanos: a. Casa en la calle Alameda toda casa chapetona o criolla era sacar un hijo sacerdote o leguleyo, y una hija religiosa,
de Hércules, 95. b. Casa en la calle Butrón, 9, Sevilla, España,
redibujados de Capitel, A., La arquitectura del patio, pp. 156-157,
y exhibir sus pergaminos.28
según José R. Sierra.

3.51. Posesión feliz: patio de casa particular, Medellín. 25


Claudia Delgado, “La transculturación en las construcciones coloniales”, Arka, Bogotá, 1 (1), 2010, p. 56.
3.52. El patio para encontrar a Dios: El jardín del paraíso, 26
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 72.
anónimo (Maestro del Middle Rhine), c. 1400, mixta sobre tabla,
33,4 x 26,3 cms., Instituto Städel, Francfort, Alemania, tomada de Joaquín Romero M., “Los jardines de Sevilla” [curso de conferencias sobre urbanismo y estética en Sevilla], Sevilla,
27

B. Colomina, La domesticidad en guerra, p. 349. Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, 1955, citado en A. Capitel, Op. cit., p. 159.
3.53. El remanso religioso: oratorio, Casa Santa Fe, Medellín. 28
T. Carrasquilla, “Enredos e incongruencias”, Op. cit., p. 440.
Ahora bien, es muy importante tener presente que las haciendas se preservaron
simultáneamente con la consolidación de las casas urbanas, aunque desde los
inicios de la villa sus habitantes mantuvieron su preferencia por la vida del cam-
po, lo que obligó posteriormente a decretar instrucciones para que la población
de los ejidos tuviera adicionalmente una casa en la ciudad; tal predilección se
extendió durante muchos años, fue así como a finales del siglo XVIII la cabecera
urbana cayó en decadencia y los vecinos prestantes habitaban las haciendas
para estar más al tanto de sus tierras, e incluso todavía a finales del XIX, este era
el modelo territorial predominante en el valle con casas campestres dentro de un
3.54 3.55
mundo ideal. En una descripción del entonces, en la que se expone tal situación,
resalta la mirada estética sobre la realidad:

El valle está en su mayoría dividido en posesiones de pequeña y mediana extensión,


separadas por cercos vivos, siempre verdes y frondosos. Cada posesión tiene una casa
rodeada de elegantes árboles frutales y de ornamentación, de plantas floridas y de es-
pléndidas enredaderas. El aseo más esmerado reina en estas habitaciones, en lo general
espaciosas y elegantes, que denuncian el bienestar y la actividad inteligente de sus mo-
radores.29
3.56

La referencia a estas fincas campestres remitía incluso a un mundo onírico, que


como en la siguiente cita, constituía el domicilio alterno para los días ociosos:
“Bien trajeados, vivían en casas magníficas, donde el piano llenaba el ambiente
de armonías y se pisaba sobre gruesas alfombras entrevistas al través de las
ventanas; montaban los domingos en caballos caminadores, de admirable plan-
taje, para ir a divertirse a sus fincas. Apenas imaginadas en las brumas de la
fantasía […]”.30
98
Los sistemas espaciales de aquellas casas variaban en tamaño y complejidad,
pero la gran mayoría pertenecía al arquetipo patial exaltando la sencillez de la
vida del campo en un tiempo lento para establecer un espacio doméstico sim-
biótico. En estas haciendas, cuyos ancestros cercanos están en la villa romana
y en la alquería islámica, también se moraba en el ambiente religioso general
de la Colonia y en algunos casos la casa incluso tenía su propia capilla;31 otro
complemento característico de las haciendas fue el trapiche, de los cuales to-
davía perviven algunos en el valle, los cuales “[…] impregnan el aire de ese vaho 3.57
sabroso de la miel caliente que los denuncia a distancia”;32 además, muchas de
aquellas casas tenían corredores perimetrales externos que se especializaban
dependiendo de su ubicación; de tal manera, los del frente de la casa servían
de lugar de descanso y visitas, se amoblaban con poltronas forradas en vaqueta
y se complementaban con mesas y elementos decorativos; los laterales tenían
menos importancia y se usaban de manera más informal; los traseros en cam-
bio, servían como comedor del personal de servicio, para lavar y planchar ropas,
moler maíz, preparar alimentos, guardar aperos, herramientas y semillas.

Los corredores, además de servir de tránsito entre el exterior y el interior en- 3.58
3.54. La preferencia campestre: Hacienda de los Arboleda,
riqueciendo la experiencia espacial, conducían de lo abierto a lo cerrado y vice- Girardota.

3.55. El mundo onírico campestre: finca en las afueras de


Medellín, álbum familiar.
Mariano Ospina R., citado en Fabio Botero G., Cien años de la vida de Medellín 1890-1990, Medellín, Consejo de Me-
29
3.56. Rastros actuales del sistema territorial: Copacabana.
dellín, 1994, p. 51.
30
Alfonso Castro, El señor doctor, Medellín, Tipografía industrial, 1927, p. 35. 3.57. El arquetipo patial campestre: Finca Londoño, Girardota,
planta redibujada de Área Metropolitana del Valle de Aburrá,
31
Según P. Rodríguez, Op. cit., p. 167., la de Carlos de Molina en Fontidueño y la de Antonio Zapata en San Antonio Patrimonio urbanístico y arquitectónico del Valle
tenían iglesia. de Aburrá, p. 230.

32
Hermes García citado en F. Botero G., Op. cit., p. 67. 3.58. “ese vaho sabroso de la miel caliente”: trapiche, Barbosa.
versa a través de un componente entreabierto, entrecerrado, sombrío y semiper-
meable; eran excelentes amortiguadores climáticos contribuyendo con el confort
interior, y además eran lugares aptos para el ocio poético: “Después del almuerzo
me tiro en la hamaca del corredor largo a dormir la siesta, y a veces duermo sin
soñar y otras sueño sin dormir”.33 De tal manera, la condición estética asociada a
una circunstancia funcional adecuada, promovía la respuesta afectiva de sus ha-
bitantes en correspondencia con el sentido naturalista de la vida del momento:

Allá en la fronda, contra la verdura de los plátanos y de los maizales en flor, se alza or-
3.59 3.60
gullosa una blanca y limpia casita; los jardines la circundan por todas partes; con sus a-
bigarrados colores luchan los rosales, las amapolas y las madreselvas; los naranjos lucen
al sol sus dorados frutos; los pájaros revolotean, cantan elevan al cielo sus trinos; el agua
de la fuente cristalina se desliza por los patios.34

Patios estos que escenificaban la adaptación amable que el arquetipo hacía sobre
el emplazamiento gracias a su capacidad versátil de establecer armonías sim-
bióticas con la naturaleza en “[…] una especie de topografía artificial que acaba
confundiéndose con el propio sitio, de manera que todo intento de acuerdo o de
diálogo que la arquitectura instaura con el sitio acaba confirmando la recurrencia
3.61 3.62
de la idea, la persistencia del tipo”,35 que en última instancia contribuye con una
percepción sensible positiva del mundo terrenal; en tal sentido, la experiencia
estética del espacio doméstico se acercaba notablemente al estado ideal de la
vida en equilibrio con la naturaleza.

Estas casas de hacienda no tenían nada que envidiar de las urbanas, el am-
biente, el mobiliario y el lujo era similar o mejor cuando la posibilidad económica
de sus propietarios lo permitía, muchos de los muebles y demás objetos del 99
ajuar doméstico eran incluso a veces importados, y “más que un lugar de recreo,
la casa de hacienda colonial llegó a constituir para los propietarios su segundo
hogar, cuando no su residencia fija”;36 no obstante, la funcionalidad que originó
3.63
esta duplicidad de domicilio fue transformándose por un deseo lúdico que aún se
mantiene, pues este es un comportamiento universal que obedece a la necesi-
dad de reencontrase con lo natural para equilibrar la presión de la vida urbana.
Es tal vez la nostalgia del primigenio espacio doméstico en el que se estaba en
contacto directo con la naturaleza que proveía el alimento biológico y espiritual:
“¿A dónde irá el hombre a buscar un refugio privado en esta sociedad tan fuer-
temente comunitaria, tan controlada por lo ‘público’? A su casa particular, a su
sommarstuga de madera, rústica, pérdida en el bosque o recostada al borde del
agua”;37 anhelo soñado de carácter global que se constata en todas las latitudes
3.64
y culturas.

Quizás la atracción de la casa de patios en general, rural como en este caso o


urbana como se verá, pueda ser explicada por su condición arquetípica, ya que
3.59. Esplendorosas vistas en los corredores principales:
casa particular, Popalito, Barbosa. en ella “se puede percibir la energía específica de los arquetipos cuando experi-
3.60. Los oficios en los corredores traseros:
casa particular, Popalito, Barbosa.
Eduardo Caballero C., Yo, el alcalde (soñar un pueblo para después gobernarlo) Tipacoque 1969-71, s.l., Banco de la
33
3.61. Lugares de ocio poético: Finca Los Pantanos,
cerro El Barsino, Altavista, Medellín. República, 1971, p. 299
34
Enrique Echavarría, Crónicas, Medellín, Tipografía Industrial, 1936, pp. 188-189.
3.62. El sentido naturalista: casa particular,
vereda La Honda, Santa Elena, Medellín. 35
C. Martí A., Op. cit., p. 102.
3.63. La experiencia estética cercana a la naturaleza: Pablo Rodríguez J. y Beatriz Castro C., “La vida cotidiana en las haciendas coloniales”, en: Beatriz Castro C., ed.,
36

casa particular, San Cristóbal, Medellín. Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Norma, 1996, p. 91.

3.65. Sommarstuga aburrá: modelo comercial de casa Sophie Body-Gendrot et al., Historia de la vida privada. Tomo 10, El siglo XX: diversidades culturales, Madrid, Taurus,
37

prefabricada, El Poblado, Medellín. 1992, p. 221.


mentamos la peculiar fascinación que los acompaña. Parecen tener un hechizo
especial”;38 son como imanes memoriales, artefactos mnemotécnicos portado-
res de una cualidad que trasciende sus muros para depositarse en la profundidad
del ser y que sin dudas se vincula con las condiciones básicas de la especie,
especialmente las de carácter religioso, estético y poético.

De similar atractivo y potencia, la casa urbana por su parte, casi siempre de un


solo nivel, salvo las de familias muy prestantes, también favorecía la imagen es-
tética asociada a lo religioso, independiente de su dimensión u opulencia, pues el
3.65 3.66
tipo es el que determina la esencia profunda de la experiencia existencial, ya que
él se va formando en relación a un conjunto de exigencias prácticas e ideológi-
cas de la existencia.39 Así entonces, la mecánica del tipo patial, y sobre todo su
aspecto estético de condición trascendental instaurado con los elementos natu-
rales, son las pautas del espacio doméstico colonial, reforzado simbólicamente
por los muebles y objetos, así como por los detalles arquitectónicos, los mate-
riales y la factura.

En estas casas, las habitaciones ubicadas al lado del acceso se articulaban por
medio del zaguán, que conectaba la calle con el patio interior y que se delimitaba 3.67

con un portón y un contraportón, definiendo un filtro entre los universos de lo


íntimo y lo mostrable. La casa así, era un sistema de estancias que iban desde
lo más público a lo más privado, en el cual los dormitorios se encontraban en el
segundo nivel, cuando la casa lo tenía, o en el primero en torno al primer patio
luego de cruzar el contraportón, que a su vez conectaba con un corredor pe-
rimetral al patio para conducir a las demás estancias, y que servía también para
innumerables actividades como algunas relativas a la culinaria y la alimentación,
100 pues ya que los comedores inicialmente no hacían parte de las casas coloniales,
tal actividad se realizaba en él, en la cocina o en el solar. Pero estos corredores
3.68 3.69
también servían de escenario de los juegos infantiles, de los ratos de descanso,
de la toma de baños de sol, de tareas domésticas como la costura y, por su-
puesto, de algunas jornadas de oración.

El sistema de gradación espacial descrito respaldaba la noción de resguardo e


intimidad ya que “este territorio privado hay que protegerlo de las miradas indis-
cretas, pues cada quien sabe que el menor alojamiento descubre la personalidad
de su ocupante”40 y por lo tanto los extraños solo podían acceder al zaguán,
aunque en Medellín propiamente, “el domingo, desde el medio día hasta las dos
de la tarde, está permitido a los elegantes visitar las casas de su preferencia. 3.70 3.71
Aquel día pueden franquear el zaguán, […] y son admitidos en el salón, en el que
encuentran a todas las señoras vestidas de gala […]”,41 y en donde se instalan los
mejores tesoros de la casa, como se da cuenta en el siguiente aparte:
3.65. La atracción religiosa, estética y poética del arquetipo:
Tiene el salón dos ventanas a la calle, puerta a la pieza que tan impropiamente llamamos Finca Emaus, La Estrella.
antesala, y la de entrada; las cuatro con cortinas caladas de dibujos color de calostro y 3.66. El hechizo del arquetipo: Casa Santa Fe, Medellín.
fondo granate, colgadas de una tira de latón dorado con relieves, recogidas en ganchos
de flores de loza y atadas con cordones rematados en borla. El cielo raso tiene friso y 3.67. El aspecto estético trascendental del tipo patial:
casa natal de Miguel Uribe R., s. XVIII, Envigado.

3.68. El filtro para lo íntimo: zaguán, casa particular, Girardota.

3.69. Los dormitorios en torno al corazón: Casa Barreneche,


38
Carl G. Jung et al., El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1969, p. 79.
Caldas.
39
Giulio C. Argán, Proyecto y destino, Caracas, Universidad Central, 1969, p. 61.
3.70. Dormitorios más aislados: segundo nivel, casa colonial,
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano II, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
40 calle de la Chichería, Cartagena, Colombia.
Estudios Superiores de Occidente, 1999, p. 147.
3.71. El conector perimetral interior: Casa Barrientos,
Doctor Saffray, Viaje a Nueva Granada, Bogotá, Ministerio de Educación, 1948, p. 94.
41
década de 1870, Medellín.
tres rosetones de estuco, y cada rosetón una bomba color de rosa. El papel es rojo con ara-
bescos de oro […] Todo nuevo, puesto a codal y escuadra, con esa afectación, esa simetría
sistemática que quita a los muebles su lenguaje e imprime a las habitaciones cierto aire de
arreglo de iglesia.42

zaguán patio
Esta referencia a lo eclesiástico y el ambiente religioso impreso en la casa colo-
nial, que como se ha dicho es propio del espacio doméstico universal y ancestral-
corredor

mente, se subrayaba con las imágenes sagradas y con las costumbres devotas
habitáculos de sus gentes, fortaleciendo la condición numinosa del espacio doméstico, lo
3.72 3.73 cual se ha mantenido en numerosas oportunidades hasta la actualidad y a pesar
de los cambios tipológicos en la vivienda. Con frecuencia, las casas tenían sus
propios altares, ubicados en el zaguán, en las esquinas del patio principal, en
la sala o en los dormitorios; con ellos se afirmaba la atmósfera de austeridad
e introversión en medio de la condición estética mística que correspondía al
sentido espiritual que tenía la vida, así por ejemplo, “en una mesa, sobre la urna
del quiteño Nacimiento, arde con llama azulada y mustia un vaso de aceite de
higuerillo, ante el Divino Rostro; frente por frente, en la otra mesa, entre los flore-
ros de yeso y los ajados claveles de papel, se consumen nueve velas alumbrando
la Virgen del Perpetuo Socorro […];”43 también se tenían lugares consagrados
3.74 3.75
“[…] a San José, a quien dedicaba comuniones y ponía no pocas velas y flores.
En su propio cuarto lo acompañaba uno de lienzo […]”;44 de similar manera en
casas más humildes la presencia santa en el recinto doméstico se manifiesta en
las imágenes adoradas con toda devoción: “[…] una como mesa, con tres platos
de loza desportillados, un pocillo sin orejas y unos asientos de botella con flores
de caunce y de lenguadebuey: es el altar de la Virgen. A un lado un grabado del
Nazareno; al otro, uno de San Antonio, a cuál más viejo y roído”.45 La siguiente
trascripción complementa la idea sobre la atmósfera general de los interiores, al 101
describir en detalle una alcoba colonial del valle:

Era ésta espaciosa y alta; el cielo raso blanquísimo y con uno a manera de quinqué, de
3.76 3.77 pantalla opaca con tildajos de cristal. Tapizaba las paredes papel de afelpadas floronas y
filetes dorados; adornábalas grandes oleografías, en marcos de gruesa moldura, dorada
también […] La cama, al frente de la puerta del zaguán, con la cabecera arrimada a la
pared, en medio de dos cómodas gemelas y con la mesita de noche a la derecha […] las
cuatro de comino crespo y muy buena hechura, hacían flux y llenaban el testero. El lado
de la calle lo ocupaba una tarima –turquesa que llaman por aquí–, vestida de lanilla verde
con cojines de lo mismo, sobre la cual estaban los blancos de la cama, los almohadones
y el rollo, ahorcado con cintas en las puntas, todo de lino y de letines […] Por el lindero
del zaguán sigue un escaparate de perchas, muy grande y mejor trabajado; después la
puerta y luego el lavabo, que, fuera de lo necesario, tiene de cuanto Dios ha criado en
frascos, botes y cepillos […] Nada que huela a libro, ni a impreso, ni a recado de escribir.
3.78
Pulcritud, simetría y brillo, eso sí, por todas partes. Dos mecedoras de juncos, “una mesa
redonda”, un reloj pequeño de bronce sobre una cómoda, y un frutero de Camargo sobre
la otra, completan el mobiliario, el cual se asienta en tapiz envigadeño de cabuya, de fondo
3.72. El sistema espacial de la casa colonial: diagrama en planta. oscuro, a listones rojos y verduscos.46
3.73. Gradación amable: portón, zaguán, contraportón y patio,
casa particular, Jericó, Colombia.

3.74. Los mejores tesoros de la casa:


salón, Casa Santa Fe, Medellín.

3.75. La impresión religiosa en el espacio doméstico:


patio secundario, casa particular, s. XVIII, Caldas.

3.76. Protectores del hogar: casa particular, 1826,


42
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 1, p. 18.
loma El Escobero, Envigado.
Ibíd., p. 90.
43

3.77. Estética mística: zaguán, casa colonial, 44


Ibíd., p. 58.
Santafé de Antioquia, Colombia.
45
Tomás Carrasquilla, “El ángel”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 1, p. 538.
3.78. “La cama, al frente de la puerta del zaguán…”:
dormitorio, casa particular, Barbosa. 46
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 14.
Puede pues percibirse la idea de la construcción de un mundo de pulcritud y
refinamiento para morar bajo los preceptos de una estética clásica y austera
de orden mimético con la búsqueda simple del equilibrio, la justa medida, la si-
metría racional y la geométrica disposición de los componentes domésticos de
la intimidad pausada.

En contrapunto, la cocina de la casa colonial era el lugar de mayor actividad, de


su ambiente hacían parte toda clase de objetos, utensilios, vajillas, cubiertos y
hasta los animales domésticos (cerdos, gallinas, perros, gatos y pájaros) y en
3.79 3.80
ella confluían los miembros familiares, los esclavos y el personal libre de servi-
cio; la presencia del fuego y la función de mantenerlo encendido todo el tiempo
era responsabilidad femenina, ligada al aspecto simbólico ancestral y al práctico,
para responder a los numerosos hábitos alimenticios diarios que iniciaban con
un “trago” antes del alba, seguían con el desayuno que venía antes de la misa
matutina, luego se tomaban las “medias nueves”, se almorzaba a mitad de la
mañana, después se hacía una merienda al mediodía, se cenaba hacia las dos
de la tarde y finalmente se tomaba otro refrigerio al principio de la noche antes
de acostarse.

Las profusas descripciones de los platos y las costumbres culinarias del Valle de 3.81

Aburrá en la Colonia, hechas por viajeros, cronistas y escritores,47 dejan ver la


cantidad y variedad de productos incluidos que implicaban una enorme activi-
dad que “[…] trasciende su olor, cocina afuera, revuelto con el de la manzanilla,
que tapiza el patio, y con el de las malvarrosas y los girasoles, que en galanías
tropicales bordean cercos y talanqueras. Entretanto, un ollón maestro exhala sus
vahos acres; son las quiterias y las achiras, que se cuecen […];”48 impregnándolo
102 todo, la experiencia culinaria en estas casas era un aspecto notable que hacía
parte de los innumerables estímulos sensitivos del tipo patial en el que “[…] se
puede constatar un enriquecimiento de las posibilidades estéticas en los domi-
nios de la técnica y de las percepciones táctiles u olfativas”;49 e incluso el oído 3.82 3.83
también tenía sus particulares provocaciones, pues a los sonidos de grillos y
luciérnagas se sumaban los cantos de los pájaros, los repliques de las loras, el
eco del trueno colado por los patios, el silbido del viento por entre los recintos,
las bisagras que chirreaban por su agotamiento y hasta los sonidos cuando “[…]
el criado, tomando el animal por la brida, lo entra por la ‘puerta falsa’; resuenan
las espuelas en el zaguán; resuena la campañilla del contraportón […]”.50

La dimensión acústica del espacio doméstico colonial, rico en fuentes como se


ha podido ver, conducía a una percepción sensible similar a la del mundo primi-
tivo, pues en él, a diferencia de lo que ocurre en el hombre moderno, la noción
acústica del entorno primaba sobre la visual, pues “el espacio auditivo no tiene
3.84
un centro preferente. Es una esfera sin límites fijos […] su aspecto es dinámico,
no estático”,51 lo cual lleva a valorar más su presencia que su ubicación, tal y 3.79. Estética austera en la intimidad: dormitorio, casa colonial,
Santafé de Antioquia, Colombia.
como ocurría con lo componentes simbólicos presentes en el arquetipo colonial.
En tal orden, la atmósfera acústica de la casa prodigaba un universo de sonidos 3.80. El tiempo pausado del patio: casa particular,
Mompox, Colombia.

3.81. Estética pragmática: cocina, réplica de casa colonial,


Cerro Nutibara, Medellín.
Merecen especial mención: A. Castro, Op. cit., p. 42 y Karl A. Gosselman, Viaje por Colombia 1825-1826, Bogotá,
47

Banco de la República, 1981, pp. 235-237. 3.82. El escenario de la estética alimenticia: cocina,
Museo Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
48
Tomás Carrasquilla, “El Zarco”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 795.
3.83. Estética culinaria: venta ambulante de frutas,
49
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p. 271.
Cartagena, Colombia.
50
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 99.
3.84. Los múltiples estímulos sensitivos: objetos domésticos,
51
Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 587. Casa Santa Fe, Medellín.
que acompañaba la experiencia cotidiana con un sentido de ubicuidad total.

Asociados a las cocinas estaban los solares, donde también existía un universo
lleno de incitaciones estéticas por la presencia de toda clase de especies ve-
getales y animales, que constituían la versión complementaria de los patios cen-
trales; allí primaba otro orden, el de una naturaleza medio virgen, en proceso
de domesticación; era el rastro de la selva indómita y de su caos, que también
era parte del espacio doméstico, haciendo eco tal vez de la polaridad humana
analógica:
3.85

Entraron por la puerta falsa, que daba directamente al solar donde se encontraban los
animales cuidados por Roberto. Era un corral grande, un huerto sombreado y fresco, con
varios árboles frutales y toda clase de gallináceas. Allí el pollo pelón y desgarbado, de
músculos jugosos, listo para un caldo suculento. La gallina, con aires de matrona y ojillos
vigilantes, escarba y más escarba, asistida por la inquieta nidada de plumones como de
suave algodón diversamente coloreados. El pavo pavoneándose repelentemente, el cuello
repechado contra el cuerpo, con su congestionado adefesio a un lado del pico y que arras-
traba las alas contra el suelo, en tanto que esponja la cola gastándose humos de altísimo
y vacuo personaje. El gallo sensual y esplendente de marcial postura, listo a la defensa
como noble y celosos caballero, ante la más leve agresión a cualquiera de sus amadas
3.86 del momento. Habitan las palomas en cuatro o cinco cajones de pino, colocados contra la
pared a vara y media del suelo, y con el vano de un rectángulo que les sirve de entrada.
Un palomo azul, de penacho y plumas calzas, preferido por Roberto, arrulla en poemas
de ternura sobre uno de los cajones a una palomita blanca, de pico y patitas rojos y ojillos
negros y movibles. Hasta diez curíes de todos tamaños se andan por los rincones, tímidos
y acesantes, luciendo el fulgor de sus pelambres multicolores.52

En relación a la higiene en la casa colonial, debe advertirse que los españoles no


tenían la costumbre del baño cotidiano y todavía en ellos estaba presente la idea 103
cristiana medieval del cuerpo como cárcel del alma e instrumento del pecado; en
consecuencia, el baño en la casa colonial no tenía mayor importancia y como el
agua no era fácil de llevar, con mayor razón, pues se cargaba en cántaros desde
pozos o desde las quebradas cercanas; el baño se limitaba entonces a limpiezas
superficiales de manos y cara realizados en las alcobas o en los corredores
3.87 3.88 del patio donde se disponían pequeñas vasijas con el líquido. Por su parte, los
servicios sanitarios eran muy precarios y poco higiénicos; de hecho la letrina se
localizaba generalmente en el solar, cerca de la cocina, constituyendo un foco de
contaminación inminente para los alimentos, más sabiendo que como el agua no
era corriente los excrementos permanecían en el pozo mientras roedores, gusa-
nos y bacterias hacían su tarea; las bacinillas complementaban el sistema en el
interior de las habitaciones, especialmente en las noches, cuando se dificultaba
el uso del excusado.

En relación al agua, las tareas domésticas que tenían que ver ella estaban enco-
3.89 3.90
mendadas a las manos femeninas; se disponía para la limpieza personal, como
3.85. El complemento indómito del patio: solar, se ha mencionado, para el consumo en tinajas ubicadas en los corredores del
Casa Barreneche, Caldas.
patio, en los escasos comedores y en la cocina, donde también se utilizaba para
3.86. Todos los reinos en la estética del espacio doméstico:
plumas, colores, olores, voces, ternura, fuerza, vida…
la cocción de los alimentos y para el lavado de los enseres. El agua de casa
servía además para asear a los niños y a los enfermos, que no se desplazaban a
3.87. El agua distante del espacio doméstico:
fuente pública, Santafé de Antioquia, Colombia. las quebradas o al río para los baños periódicos; también se utilizaba para dar de
3.88. La limpieza superficial del cuerpo: aguamanil, casa colonial, beber a las bestias, asear las bacinillas y por supuesto para la tarea de limpiar la
Santafé de Antioquia, Colombia. casa; por su parte el lavado de la ropa también se hacía en las quebradas o en el
3.89. Higiene descuidada: letrina, Casa Barreneche, Caldas.

3.90. El complemento fisiológico nocturno: mobiliario con bacinilla


en dormitorio, Casa Santa Fe, Medellín. 52
A. Castro, Op. cit., pp. 39-40.
río aunque su secado se hacía en solares y patios.

Ahora bien, independientemente de la dimensión de la casa y de la comodidad


económica de las familias, como ya se adelantó en la descripción de las casas
hacendadas, la experiencia doméstica tenía enormes posibilidades estéticas y
espirituales gracias al vacío articulador, puesto que “los tipos arquitectónicos
son creados por nosotros y surgen de nuestro esfuerzo por hacer reconocible,
inteligible, la estructura profunda del mundo material”,53 que soporta la visión
del universo y por lo tanto la concreción de lo habitable; por eso la casa era y
3.91 3.92
es entendida como la extensión del ser que requiere un universo poético para
desplegar su acción, ya que el “ser es ante todo ser sensible, ser sentido”.54 De
tal condición se desprende la importancia de la percepción poética y conmove-
dora del mundo como se observa a continuación:

Y si no se hubieran sembrado al azar los naranjos en el patio, ¿qué sombra tendrían los
perros para dormir la siesta? ¿Y a dónde podría encaramarse la lora?... La casa no es una
arquitectura sino un ser vivo que encierra un alma misteriosa, que se expresa por medio
de extraños ruidos en las noches de miedo… Diría que inconscientemente, me refiero a
ella como a una persona. A su contacto con la casa, mi alma se modifica. Su espíritu se
funde misteriosamente con el mío…55 3.93

Esta condición estético-poética que involucraba a la naturaleza dentro de la ac-


titud simbiótica de la que habla Rapoport, sumada al fuerte carácter religioso de
la cultura y que dominaba el espacio doméstico, se comprometía con el honor
del hogar asociado a la virginidad y a la fidelidad femenina; así lo muestran los
desgarradores sentimientos de un medellinense del siglo XVIII al ver que su hija
104
esperaba un hijo sin haberse desposado, y expresaba: “Quando hablo de la
desonra de mi cassa me ruboro, el corazón se me funesta, manda lágrimas a los
ojos y solo me permite dar una idea oscura de mi situación”.56 No obstante, esta 3.94 3.95
obsesión por el cuidado de la virginidad, y en general de la sexualidad femenina,
no es exclusiva de la cultura de este valle, sino que obedece a un comportamien-
to global biológico en el que el macho cuida sus hembras para asegurar instin-
tivamente la supervivencia de la especie; por eso, no es casual la condición de
aislamiento e introversión del recinto doméstico colonial que se cierra al exterior
para mantener a salvo el codiciado tesoro de la intimidad corporal de las donce-
llas, o que cuidan las mujeres para exclusividad de sus esposos, constituyendo
un espacio doméstico hermético cuyas raíces ancestrales se emparentan con la
cualidad sacra expuesta en los anteriores capítulos, por eso: 3.96

[…] el hecho de que la casa con patio es muy parecida en Grecia, en el norte de África y
en América Latina, sugieren que se relaciona con algún factor social, que puede ser la
extrema necesidad de privacidad para las mujeres, que son enclaustradas. Las ventanas
y tejados de estas casas se diseñan de manera que impiden el que alguien se entrometa
en la intimidad de la casa.57

3.91. El carácter femenino de lo acuático: cántaro,


casa colonial, Santafé de Antioquia, Colombia.

3.92. La poética sensible: cántaro, casa colonial,


Mompox, Colombia.
53
C. Martí A., Op. cit., p. 26.
54
J. L. Pardo, Op. cit., p. 26. 3.93. El ser vivo de alma misteriosa:
Casa del Boquetillo, Cartagena, Colombia.
55
Eduardo Caballero C., Diario de Tipacoque, s.l., s.f., s.p., citado por Germán Téllez C., Casa colonial, Bogotá, Villegas,
1995, p. 171. 3.94. Naturaleza, religiosidad y honor: casa particular, Barbosa.

Manuel Uribe, “Cuánto me costó la burra”, en: Jorge A. Naranjo M., comp., Antología del temprano relato antioqueño,
56 3.95. El espacio doméstico hermético: casa particular, Caldas.
Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, 1995, pp. 122-123.
3.96. Defensa de miradas impertinentes: cubierta hermética,
57
A. Rapoport, Op. cit., p. 88. casa colonial, Mompox, Colombia.
Además, en la cultura antioqueña, “el puritanismo sexual se explica por el avance
libidinoso hacia el dinero, para encerrar en torre de marfil el hogar paisa”;58 de
hecho hasta las ventanas que daban a la calle con frecuencia se aislaban, y
por eso las casas eran “espaciosas, cómodas, aseadas, a un solo piso desde el
umbral de la puerta hasta los mas retirados aposentos, con sus ventanas mui
rasgadas en las cuales acostumbran poner un pequeño bastidor que defienden
las salas i las alcobas de las miradas de los curiosos impertinentes”.59

Así, la casa y sus mujeres permanecían distantes de las afrentas contra el honor
3.97
familiar radicado en la pureza sexual femenina, ya que “las señoras de las clases
altas casi nunca se ven, excepto detrás de las ventanas enrejadas, o muy de
mañana en la primera misa que jamás pierden”;60 y lo mismo se afirmaba sobre
una niña de principios del siglo pasado en Medellín: “Pues la señorita Amparo
[…] llevándose una vida de reina; jamás se le ve sonreír y no sale de su casa sino
para asistir a la iglesia [...]”;61 y “es que en esta tierra hay que casarse para poder
conversar con alguna mujer […]”;62 pues “como consecuencia de la vida claus-
tral que llevan, tienen más virtudes domésticas que dotes de sociedad”.63 Todavía
en el siglo XVIII, una madre medellinense, refiriéndose a sus hijas, le imploraba
3.98 a su marido que “si a mi no me atiendes, al menos conduélete de estas pobres
muchachas que en nada gozan y que viven tan encerradas”.64 Desde niñas pues,
las mujeres de esta cultura montañera se encerraban en sus casas como si-
guiendo la insinuación de la geografía del valle que obliga a la concentración de
la mirada sin horizonte extenso, cuya única salida al infinito la encuentra en el
firmamento celeste:

Es un espectáculo que causa tristeza y admiración al mismo tiempo ver en las parroquias
y los campos, a muchísimas jóvenes de buenas familias, blancas hermosas, que con me- 105
jores atavíos y un poco de cultura intelectual podrían brillar al sol de nuestras ciudades,
verles digo, al otro día de su boda, desprenderse de sus galas de novias, de sus ilusiones
de niñas, para enterrarse en cuerpo y alma en la casa de su marido, a desempeñar sin
tregua ni descanso las tareas más penosas; pues ellas, como en la familia bíblica, ordeñan
3.99 las vacas, preparan la comida y van a las fuentes a lavar la ropa.65

Efectivamente “[…] las niñas, por lo regular, no se apartan de la madre, quien


les enseña la vida práctica y hacendosa del hogar […] para emprender el camino
incierto de la vida con la mirada fija en el cielo, que las inspira […]”,66 de tal ma-
nera, la idea religiosa del mundo, heredada de generación en generación por línea
materna, se instalaba en el recinto doméstico. Tal situación del enclaustramiento
de las mujeres para preservarles de pretendientes y amoríos, llegaba a extremos
aberrantes como el descrito en el siguiente pasaje: “[…] ‘ese maldito viejo’ las
celaba tanto, que no las dejaba asomar las narices ni a la puerta, ni a las venta-
nas; que el negro asistente y la zamba de la cocinera las espiaban, por orden de
3.100 3.101

58
Jaime Sierra G., Antioquia pasado y futuro, Medellín, Politécnico Colombiano, 1980, pp. 68-69.
Juan F. Ortiz, fragmento de “Observaciones de Viaje a la Provincia de Antioquia”, en: Angélica Morales P., comp.,
59

De viajeros y visitantes, Medellín, ITM, 2003, p. 61.


60
Friedrich von Schneck, Viajes por Antioquia en el año de 1880, Bogotá, Banco de la República, 1953, p. 21.
3.97. Barrotes y bastidores para el puritanismo tectónico: casa Alfonso Castro, “Ánimas en pena”, en: J. A. Naranjo M., Op. cit., p. 303.
61

colonial, Santafé de Antioquia, Colombia.


62
Gregorio Gutiérrez G., “Felipe”, en: J. A. Naranjo M., Op. cit., p. 42.
3.98. La casa reservada: ruinas de casa tapial, Girardota. 63
Juan de D. Restrepo R., fragmento de “Cartas a un amigo de Bogotá”, en: A. Morales P., Op. cit., p. 84.
3.99. Vida claustral: casa colonial, Santafé de Antioquia, Colombia. 64
Lisandro Restrepo, “Memorias íntimas”, en: J. A. Naranjo M., Op. cit., p. 128.
3.100. ...con la mirada fija en el cielo... álbum familiar. 65
J. de D. Restrepo R., Op. cit., p. 86.
3.101. La visión celeste: patio central, Casa Barreneche, Caldas. 66
José M. Cordovez M., Reminiscencias de Santafé y Bogotá, Madrid, Aguilar, 1962, p. 332.
esos bribones, para ‘ponerles en pico’ todito lo que ellas hacían […];67 y es que la
tradición machista se basaba en la idea de que “[…] las señoras de verdá no salen
de su casa”.68 De allí también entonces los “[…] enormes zaguanes provistos de
macizas puertas con trancas de madera y cerraduras colosales; robustas rejas
de hierro suficientes para aplacar los celos del más testarudo marido y tranqui-
lizar al avaro asustadizo […]”.69

En este orden de ideas, es conveniente recordar que la historia global del espacio
doméstico muestra que la introversión, el cerramiento, el aislamiento y la con-
3.102 3.103
formación de un límite sólido, son condiciones fundamentales del recinto arqui-
tectónico que lo alberga; por eso la casa colonial, reproduciendo estas caracterís-
ticas universales retomadas desde la antigüedad ancestral, se cierra francamente
con sus gruesas tapias “y en cuanto a dejar traslucir su vida íntima, el muro de
piedra del hogar es más que sobrado para sustraer en absoluto a las miradas de
un tercero […]”.70 Aunque no se puede afirmar que dichas condiciones se deban
exclusivamente al objetivo de encerrar a las mujeres, sino también a la necesidad
de aislamiento general del ser como se ha demostrado, además del sistema de- 3.104

limitante, el espacial de la casa colonial materializaba los filtros requeridos para


preservar tectónicamente el acceso a la sexualidad sagrada estableciendo un
universo geométrico de condiciones simbólicas y rasgos polares:

Las casas mismas hablan de esa dualidad, con sus anchos portales, sus vestíbulos suge-
rentes y sonoros, pavimentados de bastas piedras, sus habitaciones espaciosas y frescas
que tienen un no sé qué de maternal y acogedor, alumbradas por amplísimas ventanas sin
cortinajes, y entabladas de maderas brillantes y olorosas. Firmes, gruesos y sólidos, los
muros dan una inmensa sensación de paz; y sobre los barandales del patio, las ropas al
sol ponen su blanca nota, sencilla y confidencial. Son también las mansiones una mezcla
106 de lo señorial y lo rústico, de Castilla la vieja y de los Andes vírgenes.71
3.105

En consecuencia, la casa solo se abría de manera franca al cielo a través de sus


patios, evocando la mirada divina sobre los comportamientos de los mortales,
pues el patio es la ventana de comunicación directa con Dios, como lo había sido
desde siempre como resultado del carácter numinoso del espacio doméstico; la
distinción entre lo real y lo deseado, entre lo terrenal y lo divino se desdibujaba
en estos recintos vacíos y por eso se podía afirmar que “aquel patio tan grande
no sabe ella si será de esta tierra o cosa del otro mundo”.72 Bajo esta noción so-
brenatural y extraterrenal del arquetipo, el ser encontraba el escenario habitable
adecuado para la espera del tránsito a la vida eterna, el regreso a Dios después
de la muerte de la carne ya que “[…] la vida debe responder a la respuesta de la 3.106
muerte, no huyendo, sino haciendo que la fuga actúe y cree”.73

Y ya que “El temor de Dios es el principio de la sabiduría”, como se enseñaba


popularmente, las mujeres del valle sustentaban su vida en la condición religiosa, 3.102. Enormes zaguanes de macizas puertas:
incluso muchas todavía lo hacen en el presente; así por ejemplo “Margarita lo casa particular, La Estrella.

3.103. La introversión doméstica en el Valle de Aburrá: Interior de


una vivienda en Medellín (detalle), Henry Price, 1852, acuarela,
67
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 39. 174 x 24,8 cms., colección Biblioteca Nacional, Bogotá, Colombia,
tomada de http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/
68
Tomás Carrasquilla, “Hace tiempos. Por aguas y pedregones”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 11. digitalizados/fc_corografica_18.jpg
69
J. M. Cordovez M., Op. cit., p. 816. 3.104. Introversión y aislamiento, condiciones básicas del espacio
doméstico en el tipo patial: esquema tipológico en sección de la
70
Pierre d´Espagnat, Recuerdos de la Nueva Granada, Bogotá: Ministerio de Educación de Colombia, 1942, p. 103.
casa patial.
Romualdo Gallego, “Las poblaciones”, en: Margarita Cárdenas v. de G. y Pedro A. Gallego T., comp., Crónicas, cuentos
71
3.105. Las dualidades del espacio doméstico en la casa de patios:
y novelas, Medellín, Imprenta Oficial de la Gobernación de Antioquia, 1934, p. 105.
casa particular, calle Ayacucho, Medellín, foto Luisa Estrada G.
72
Tomás Carrasquilla, “Grandeza”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 682.
3.106. Apertura franca al cielo: casa particular, calle Ayacucho,
73
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas, Valencia, Pre-textos, 1994, p. 112. Medellín, foto Luisa Estrada G.
refiere todo a Dios: sus pensamientos, sus acciones, su vida entera. Ya que no en
clausura ni bajo reglas canónicas, procura ser esposa, a su modo, en el ambiente
monástico de su casa”.74 De tal manera entonces, el espacio doméstico, como
extensión de la feminidad creativa (que crea vida) y que comporta el momento
originario de la creación divina, exaltaba y manifestaba el sentido celestial. In-
cluso en años recientes, en casas del tipo patial en el Valle de Aburrá, todavía
esta conexión con el cielo es parte del sentido simbólico que sus habitantes le
dan al patio, que “[…] era el espacio para jugar, tener contacto con la naturaleza,
las plantas, el cielo”.75
3.107 3.108

Ese cielo, que colado por los patios introducía en el espacio doméstico la estruc-
tura sagrada del mundo pues “el Cielo revela, por su propio modo de ser, la
trascendencia, la fuerza, la eternidad”,76 acentuaba el aspecto numinoso de la
casa. Y es que además los patios, como se ha planteado, son herederos de la
condición venerable de la casa, recordando, aunque inconscientemente, que ella
es templo santo y expresa el sentimiento profundo de ser consagrada porque,
como lugar privilegiado, permite que desde ella se acceda al Cielo. Obsérvese
que “en la palabra latina ‘templum’, que verbalmente significa ‘lo cortado’, esto se
3.109 3.110 expresa con toda claridad, pues la palabra no designa originariamente al edificio,
sino al pedazo de cielo, cortado de la bóveda celestial para el estudio profético
del vuelo de los pájaros”,77 que brinda una imagen primitiva de la relación con
los designios divinos que operan sobre el devenir de los mortales a la espera del
más allá prometido. Esta relación simbólica establecida en los habitantes de la
casa colonial, se extendía incluso a la servidumbre con ciertos mestizajes que
enriquecían la experiencia mística:

Previa tregua de media hora, la negrería se congrega en el corredor; tiende Narcisa una 107
alfombrilla pastusa, en el umbral de la puerta del aposento, la señora se arrodilla, se
arrodillan todos, en dos filas, machos acá, hembras allá […] Con la última santiguada
principia el bureo, y anochece. Casi hay plenilunio; pero los negros, en un soplo, recogen
helecho y hojarasca, prenden hoguera en el patio.78
3.111

Dentro de este simbolismo y con carácter universal, el patio también represen-


taba el ojo omnipresente de Dios, la mirada inquisidora de una tradición religiosa
que veía en la sexualidad, en el cuerpo y en sus manifestaciones, la oposición a la
salvación del alma. Es bueno aquí insistir que “[…] ‘nuestro mundo’ es una tierra
santa porque es el lugar más próximo al Cielo”,79 de tal suerte, el patio establecía
el Cielo en la casa, instauraba una postura cultural que veía en el firmamento al
Padre que todo lo observa, fuente misteriosa de soporte vital y punto de retorno
después de la vida; por eso a la Marquesa de Yolombó, “la sierva libre la sienta
en la banca del corredor […] La marquesa mira el cielo. Le parece tan lindo, tan
3.112
nuevo aquel azul, con tanta nube blanca. Cierra los ojos beatitud; y el sueño de
3.107. “que la fuga actúe y cree”: Casa tomada, Karen Mirabal, los sueños la dobla, en los brazos del Señor”;80 así, la carne etérea se cubría
2008, mixta, 50 x 35 cms., colección de la autora.

3.108. La noción extraterrenal en la casa de patios:


casa particular, Girardota.
74
Tomás Carrasquilla, “Alma”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 3, p 74.
3.109. Templum (pedazo de cielo): cúpula, Iglesia de San Antonio,
Francisco B. Maschiantonio y Juan Restrepo A., 1882-1932, Respuesta sobre el significado del patio de su casa, a quien habitó desde la infancia hasta hace poco en una casa de
75

Medellín. principios del siglo pasado. Luisa Estrada G., entrevista personal, octubre 28 de 2012.

3.110. El cielo en la casa: reflejo celeste, casa particular,


76
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 103.
El Volador, Medellín. 77
Otto F. Bollnow, “El hombre y su casa”, Eco, Bogotá, Tomo IX (52-54), agosto-octubre 1964, p. 480.
3.111. La presencia divina en el patio: casa particular, 78
Tomás Carrasquilla, “La Marquesa de Yolombó”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 1, p. 292.
Medellín, álbum familiar.
79
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 39.
3.112. Dimensión infinita de lo celeste: atardecer en el
Valle de Aburrá. 80
T. Carrasquilla, “La Marquesa de Yolombó”, Op. cit., p. 423.
con el manto entejado de la casa para preservar el espíritu de la tentación y la
corrupción inminente; el hueco azulado, en cambio, mantenía la esperanza del
Cielo prometido que hacía presencia mediante la imagen infinita de la dimensión
celestial convirtiendo en arquitectura la condición cultural. En este sentido, es
muy elocuente la cita que se transcribe a continuación, en donde la condición
numinosa del patio se mezcla con el carácter femenino del hogar y con el fervor
religioso a la Virgen:

En el patio se oyó una música muy bella; papá y mamá fueron a abrir, y ahí estaba la Vir-
3.113
gen con un envoltorio bajo el manto de estrellas y de luna; dos angelitos alumbraban con
faroles; otro tenía el paraguas; otro tocaba la campanita; una docena más atrás, cornetas
y tambores; y unos pajaritos muy lindos hacían pío, pío. La Virgen, calladita, se entró en la
alcoba; puso adentro a bebé con mucha maña, y el canasto de ropa sobre un taburete; y
salió, calladita como había entrado; y ella y los ángeles, y los pajaritos se volvieron volando
para el Cielo.81

En el mismo cuento, “Blanquita, a pesar de la traslación de la santa casa de la


Virgen al Loreto de la sombra, seguía en el patio contemplando el cielo tan ba-
rrido […] La niña bajó de los cielos a la tierra”;82 para manifestar la trascendencia
que mediante la fe aseguraba la necesidad humana de lo inmortal y que tenía 3.114

por escenario material el patio de la casa colonial. En oposición a la eternidad


de lo celeste se revelaba entonces la condición efímera de los mortales que a su
vez, y frente al estático tiempo del espacio doméstico colonial, se manifestaba
mediante la fugacidad del instante, del cambiante tiempo atmosférico recordando
la pasajera existencia humana; así, el incesante movimiento de las nubes y el
versátil color de la bóveda celeste sacuden la materia del ser para hacerle ver la
presencia de su interior y la promesa anhelada de la vida infinita. En tal sentido,
108
el patio introyectaba el ciclo eterno de la vida y la muerte, de la resurrección
luego de la oscuridad nocturna, cuya secuencia cíclica motiva el comportamiento
estético desde la base de la sensibilidad visceral, que según Leroi-Gourhan está 3.115
ligada a los ritmos y a la alternancia de los tiempos de sueño y vigilia, que a su
vez atienden una estructura superior dispuesta por los días y las noches, los
cambios meteorológicos y las estaciones, que operan directamente sobre el
cuerpo humano.83 El patio pues imponía la recurrencia cósmica enriquecida gra-
cias al cuidado en los detalles que traían a la intimidad la vida natural que se
deleitaba en lo vivo, en lo sensual y en el goce estético como lo muestra por
ejemplo la siguiente descripción:

La casa de nuestro amigo era una de las grandes y buenas del pueblo. Su estilo, viejo
español; de las llamadas del número siete. Grandes alcobas enladrilladas y bien aireadas; 3.116 3.117
patio empedrado; en sus eras florecían los novios, las dalias, las siemprevivas, las amapo-
las. […] El comedor con ancha puerta al patio principal; en frente el tinajero, con su grande,
encarnada tinaja de barro; el consabido jarro de picos para sacar el agua; en la repisa del
tinajero ordenada hilera de naranjas, que ostentaban su lozanía y sabor almibarado […].84

Como se puede ver, las flores, eran un componente fundamental dentro del uni-
verso patial y en numerosos pasajes literarios se encuentra alusión a la impre- 3.113. “…ahí estaba la virgen…”: patio central, casa particular,
Girardota.
sionante orquestación de especies florales de todo tipo, colores y fragancias que
3.114. La presencia de lo efímero atmosférico en el tipo:
Casa Ditaires, Itagüí.

3.115. Los ciclos motivadores del comportamiento estético:


Tomás Carrasquilla, “Blanca”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 1, p. 464.
81
atardecer en el Valle de Aburrá.
82
Ibíd., p. 465.
3.116. El disfrute estético en lo vivo: casa particular, Envigado.
83
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 277.
3.117. La recurrencia del tiempo cósmico: casa particular,
84
E. Echavarría, Op. cit., pp. 180-181 mediados del s. XIX, Bomboná, Medellín.
se cultivaban en torno a las fuentes de agua exaltando la vitalidad tropical;85 de
tal modo por ejemplo, “las gloscinas, azaleas, primaveras, jazmines del Cabo, y
otras yerbas que cultivaba en tiestos de barro colocados en los bordes del patio
y en los ángulos de los corredores, estaban siempre tan frescas y floridas que a
menudo se las pedían para adornar las iglesias”;86 y es que:

En aquel tiempo de los caserones se llamaba casita a cualquiera como la nuestra. Hoy
sería enorme para nuestra familia. Tiene agua, baño, dos patios y solar. Sus dueños an-
teriores eran de siembras útiles y de ornato. A los postes se arriman las rosas guayabo y
3.118 los heliotropos. En los patios hay granados, mirtos, jazmines de Malabar y no sé cuántos
y variados árboles de azucenos y otros arbustos florales que ya no se ven en la ciudad.
Por el patio interior se enreda un norbio, que todo lo impregna con esa fragancia similar
a la de las violetas.87

Así que la casa se llenaba de la dinámica propia de la realidad natural asociada


a la cuidadosa tarea femenina, que tenía en su núcleo vacío el principal motivo,
por eso era común encontrar escenarios en los que “el patio inmenso, de finas
pedrezuelas y simétricamente dividido por canales angostas de ladrillos limpios,
3.119
está adornado con postes de barro donde dalias y crisantemos, azaleas y bego-
nias, novios y rosas explosionan la policromía de sus corolas y por el chorro de
un surtidor que eternamente gorgorea la rítmica canción monótona”.88 No sólo
el tipo de patios disponía entonces un soporte geométrico acogedor y simbóli-
camente conectado con Dios, sino que además facilitaba y potenciaba la imagen
estética hacia el mundo íntimo, sobre todo por las características de su corazón
abierto al firmamento:

[…] el patio me fascinaba. Érase una plaza ladrillada en trenza y a lo diagonal y al mismo
nivel de los corredores. Arrancaba la hilera de los ángulos interiores, muy ajustadita y 109
3.120 3.121 acondicionada, y afuera la desbarataban, levantándole tolondrones, dislocándole bal-
dosines, las raíces formidables de un tamarindo, que amenazaba derribar el caserón.
El trono aquel se sostenía en cinco dedos como la garra de un monstruo del infierno
formando otras tantas cuevas. Cardos, musgos, helechos, poníanle vendajes; tendíanse
los brazos de la calle a la huerta: trabábanse las ramazones, para resguardar la casona;
y aquella eflorescencia prodigiosa cubría el follaje de no sé cuántas filigranas y cuquerías
de orfebre […] Zumbaban cucarrones atabacados y los blondos abejorros; loqueaban las
mariposas tornasoladas y las libélulas de gasa; discurrían pausados los escarabajos de
coraza verdosa y los de cuernos; retorcíanse los gusanos de peluche bordado y los cien-
topiés de chaquiras; daban cada zancajo los arañones y los “caballos de palo”. Atacaba
los nervios el febricitante enredar de aquellas legiones de lagartos, que cambiaban de
colores y relumbraban al sol, como si fueran de lata esmaltada […].89

3.122 3.123 La naturaleza, presente en la casa y particularmente en sus patios, contribuía


con el aspecto numénico del hogar pues “para el hombre religioso, la Naturaleza
nunca es exclusivamente ‘natural’: está siempre cargada de un valor religio-
so”,90 de tal suerte que el paisaje interior de estos recintos aludía a la dimen-
3.118. La vitalidad tropical en el patio: casa particular, Envigado. sión trascendente estableciendo la relación vertical simbólica de corte religioso
3.119. Componente estético esencial: La casa de Elena y Orlando, que en última instancia le daba un sentido sagrado a la vida ya que “la simple
Elena Várgas, 2012, instalación, Sala U, Universidad Nacional,
Medellín.

3.120. La dinámica de lo natural en el interior doméstico: casa 85


K. Gosselman, Op. cit., p. 230, resalta la belleza, el tamaño, la abundancia y la mezcla de especies europeas con
colonial, Santafé de Antioquia, Colombia. americanas.

3.121. Facilitando la imagen estética: casa particular,


86
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op.cit., p. 56.
Santafé de Antioquia, Colombia. 87
Tomás Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 402.
3.122. Luz, aire, cielo, flores, naturaleza divina: patio central, 88
A. Castro, El señor doctor, Op. cit., p. 44.
casa particular, Rionegro, Colombia.
89
T. Carrasquilla, “Entrañas de niño”, Op. cit., p. 569.
3.123. El aspecto numénico del espacio patial doméstico:
Finca Emaus, La Estrella. 90
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Op. cit., p. 101.
contemplación de la bóveda celeste basta para desencadenar una experiencia
religiosa”91 y solo la conciencia de saber una altura infinita, despierta el sentido
de lo eterno como atributo de las divinidades. Así se puede recalcar el carácter
poético de este tipo que establece conexiones divinas con los seres humanos
e incluso con otros seres, pues se llega a afirmar incluso que “[…] alababan
al Señor las flores policromas en las eras de los patios […]”;92 de tal suerte, se
confirma la idea rapoportiana del sentimiento del hombre como responsable de
la naturaleza ante Dios, correspondiente también con la presencia de la mirada
estética que Debray plantea como el segundo momento evolutivo de la imagen,
3.124
dentro de la cual el tipo de patios dispone un escenario geométrico que cataliza
la percepción armónica de la satisfacción a las necesidades del ser, produciendo
una respuesta afectiva positiva; tal vez por ello:

[…] parecía aquella casa el remanso de los espíritus y el cielo sin nubes de los corazones.
¡Así son las cosas! En aquel patio, florido y cultivado, tan limpio y tan extenso, de paredes
tan blancas y acicaladas, sentíase a tales horas un reposo conventual digno de un Bruno.
Un vientecillo cariñoso con alas de colibrí, traía desde las próximas laderas átomos de
salvia y de tomillo. Por el corredor soleado colgaba un jazmín su cortinaje obscuro, bor-
dado de luceros. Una muchedumbre de pensamientos, con caritas expresivas e irónicas,
vueltas a un mismo lado, presenciaban, abajo, el espectáculo de las eras. ¡Que mundo! 3.125 3.126
¡Cómo extiende la reseda sus blancos edredones para que se desmayen los claveles y se
mueran de amor las albarinas!93

Algo similar ocurría en los solares, que también propiciaban experiencias de una
intensidad estética asociada a los estados del alma:

En el gran patio, o mejor, en el prado de la cocina, junto a la tapia que lo separa del jardín-
110 baño, pasa aquello. El sol de agosto, sazonando frutos, reventando gérmenes, difunde
la vida y la alegría. Son las dos y las proyecciones de sombra de los madroños y naran-
jos que se alinean del lado occidental, se van extendiendo por el limpio, recién cortado
césped, como la calma del espíritu después de la exaltación.94

Además, esta espiritualidad, cuya visibilidad celeste implicaba una presencia


condicionante, evidencia que “el mundo físico es un proceso distendido en el
tiempo y carece de simultaneidad […] El universo físico es un proceso racional
que se ahoga en su discurrir. En él no hay un ahora, una simultaneidad abso-
luta. No es idéntico consigo mismo. Es la pura exterioridad de un proceso que
se agota en su acaecer”;95 la realidad que construye el arquetipo de patios es la
proyección externa del ser que habita el mundo a la espera de su trascendencia
y que por lo tanto carece del instante de su limitada materialidad para encontrar
en la infinitud intangible su verdadero sentido.
3.127

Ahora, para completar la aproximación al tipo colonial de patios, vale hacer men-
ción al mobiliario y los objetos que acompañaban la cotidianidad en el espacio
doméstico, pues como se ha dicho, ellos permiten desplegar la acción y la ocu-
pación del ser en el tiempo y el espacio, sin olvidar que simultáneamente pre-
ocupan al hombre. En este sentido puede anotarse que “los muebles coloniales 3.124. Atributos divinos de lo celeste del patio: patio principal,
casa particular, s. XVIII, Caldas.

3.125. Percepciones armónicas desde el espacio doméstico:


casa particular, s. XIX, Caldas.
Ibíd., p. 102.
91

3.126. La intensidad estética de los solares:


92
Tomás Carrasquilla, “Por más afuera”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 3, p. 397. Casa Barreneche, Caldas.
93
Tomás Carrasquilla, “Salve, Regina”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 2, p. 481.
3.127. El tipo patial como proyección externa del ser: casa
94
Tomás Carrasquilla, “Blanca”, Op. cit., p. 455. particular, Girardota, planta redibujada de Área Metropolitana del
Valle de Aburrá, Patrimonio urbanístico y arquitectónico del Valle
95
Jorge V. Arregui y Jacinto Choza, Filosofía del hombre, Madrid, Rialp, 1993, p. 58. de Aburrá, p. 38.
fueron fuertes y pesados, como una extensión de los muros, puertas y ventanas
de las casas”.96 La solidez y la forma estable de los objetos coloniales recuer-
dan el universo medieval envuelto en un halo macizo de presencia eterna e
indestructible; al igual que la arquitectura, sólida, pesada y con pocas aberturas,
como símbolo de la instauración de un orden inamovible en el mundo natural que
aísla al ser de lo indeseado, el mobiliario “[…] deja entrever los modos de relación
de las personas entre sí, sus formas de inserción afectiva como individuos en un
grupo, a partir de su participación en unos mismos ritmos […] y valores que se
convierten por lo tanto en referentes de su identidad social y con esto en rasgos
3.128
de su cultura”.97 De tal modo, las grandes sillas de brazos, los taburetes de va-
queta, las bancas, las camas con baldaquinos, doseles y cortinillas o mosquiteros
para prevenir la picadura de animales, los armarios, mesones y baúles, todos de
madera, constituían los principales elementos del mobiliario de la casa colonial
complementado con las infaltables sillas de montar en cuero que también hacían
3.129 3.130
parte del universo complementario al espacio geométrico. Incluso con frecuencia
estos muebles tenían ricos decorados y adornos con plata, pintura o grabados de
escudos de armas, emblemas o insignias, reforzando su carácter simbólico y el
del espacio doméstico en sintonía con la tradición familiar.

No debe extrañarse entonces que los objetos domésticos, incluidos los muebles,
y si se quiere hasta los arquitectónicos como la casa, no solo contribuyeran
con la mirada estética, sino que además ellos son mecanismos que fomentan la
mirada sobre el mundo, al fin y al cabo, ellos son producidos, adquiridos, con-
sumidos, usados y habitados dentro del mismo espíritu de la época y por ende
3.131 “en el stile de las cosas diarias se oculta la sustancia estética de la experiencia
cotidiana, de la que se desprende la trama de posibilidades y opciones sobre las
que se funda el propio concepto de cultura […]”,98 construido por los seres de 111
un espacio-tiempo determinado, con unos ideales, unos sueños, unos deseos y
también con una memoria, con un pasado y con un mundo.

Otro elemento doméstico característico de la época era el manojo de llaves que


debía portar una buena ama de casa en su cintura como símbolo del control de
las estancias en las que se depositaba el universo material de la familia y que
representaban el soporte del mundo intangible sobre el cual se anclaba el honor,
la tradición, la seguridad y la tranquilidad del hogar. La confianza puesta en la
mujer para el cuidado y la preservación del hogar como recinto sagrado, tenía en
el llavero la contraseña de apertura sin la cual era imposible acceder a la intimi-
dad resguardada. De esta manera estaba plenamente asegurado “[…] que la casa
propia ‘es el lugar de la paz, el asilo que nos protege no solo contra toda injuria,
3.132 sino contra todo error, duda o división’”,99 y al mismo tiempo se ponía en escena
la ternura propia del hogar como útero ideal ya que “[…] esas casas despedían
un aroma peculiarísimo e indecible, a besos, a amor selecto, a inusitados refi-
namientos, a mujer hermosa de piel satinada, que tiene el culto del baño y vive
3.128. El mundo anexo del espacio doméstico: arcón, colección en nubes de perfume […]”,100 reafirmando la condición básica del hogar como
Museo Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia. recinto maternal, establecido así en la especie humana desde las más remotas
3.129. Contradicciones coloniales, el orden inamovible: baúl de
viaje, colección Museo Juan del Corral, Santafé de Antioquia,
Colombia. 96
Aída Martínez C., “La vida material en los espacios domésticos”, en: B. Castro C., Op. cit., p. 341.
3.130. Referentes de identidad: banca colonial, colección Museo 97
Juan D. Sanín S., Estéticas del consumo, Tesis de grado, Maestría en Estética, Universidad Nacional, Medellín,
de Antioquia, Medellín.
(inédito), 2006, p. 11.
3.131. Los muebles, extensión de la mirada estética: zaguán, 98
Maurizio Vitta, El sistema de las imágenes, Barcelona, Paidós, 2003, p. 81.
casa colonial, calle del Campo Santo, Cartagena, Colombia.
99
John Ruskin citado por Javier Rivera en: Eugene E. Viollet-le-Duc, Historia de una casa, Madrid, Abada, 2004, p. 33.
3.132. La casa es el lugar seguro y maternal: casa colonial,
Santafé de Antioquia, Colombia. 100
A. Castro, El señor doctor, Op. cit., p. 247.
nociones arquitectónicas.

En síntesis y acogiendo el pensamiento de Félix Duque,101 la casa de patios co-


lonial, mediante el vacío de su núcleo, salvaba la tierra, en tanto que la actitud
simbiótica preservaba el equilibrio natural; permitía recibir el cielo como cielo, en
la medida en que él cobijaba el espacio doméstico para determinar la percep-
ción estética que inducía una respuesta afectiva positiva; establecía el dispositivo
adecuado y ancestral para esperar a los seres divinos en cuanto divinos, cuya
virtualidad hacía presencia a través de la condición celeste que paradójicamente
3.133 3.134
permitía sentir la ausencia de lo divino y que determinaba el vivir estando a
la muerte, para entenderla como el final de la fugacidad existencial, propia de
los mortales que anhelan la liberación de la carne para volver a lo esencial y
eterno.

Finalmente, y antes de dar paso al siguiente aparte, debe mencionarse que


aunque el tipo de patios era el principal modelo para el espacio doméstico ar-
quitectónico colonial, la población de bajos recursos del Valle de Aburrá vivía en
construcciones muy básicas constituidas por uno o dos recintos conexos que
servían simultáneamente de espacio social y dormitorio, complementados por un 3.135 3.136
cobertizo pajizo sin paredes en donde se localizaba una primitiva cocina; hechas
con maderos y cubierta de paja, y en el mejor de los casos en bahareque, sin
embargo, estas casas con el tiempo se iban transformando y adoptando también
el arquetipo patial que constituía la aspiración de todos: “Pero ¡oh mudanzas
del tiempo! Guanteros es ogaño la viceversa de antaño. Sus casonas retocadas,
muy enlucidas y pintadas, con santos en los zaguanes y matas conventuales en
los patios, y su aire levítico, casi religioso, divulgan la gente formal, hogareña y
112 rezandera”.102

EL NUEVO COLONIALISMO. Repostería y pastillaje 3.137 3.138

En el XVIII, denominado Siglo de las Luces, bajo la razón lógica, la ilustración


y el enciclopedismo, se asumió una actitud progresista y pragmática que faci-
litó la llegada del mundo contemporáneo. Frente al proyecto de la colonización
y explotación de América, así como la desaparición cultural de los nativos, se
lanzó en Europa una dura crítica humanista que condujo a la racionalización, la
centralización y la responsabilidad de las acciones españolas, confirmándose, no
obstante, la autoridad del Rey a quien le seguía acompañando la Iglesia e inte-
grándose a la estructura estatal. 3.139 3.140

3.133. “Salvar la tierra”: casa colonial, Cartagena, Colombia.


Dentro de este panorama, a partir de 1750 se observó en la cultura neogranadina
una transformación tras la instauración del aire renovador borbónico con el sello 3.134. La actitud simbiótica para “Recibir el cielo como cielo”:
El pueblo y el guayacán, Ethel Gilmour, óleo sobre tela e
del afrancesamiento basado en la ciencia moderna, que era el último intento que instalación, 2006, colección Museo de Antioquia, Medellín.

España hacía para ponerse a la par de Inglaterra y Francia, que habían entrado 3.135. Percepción afectiva positiva: patio central, casa colonial,
Santafé de Antioquia, Colombia.
de lleno a la Revolución Industrial; sin mucho éxito se pretendió una reorga-
nización estatal, un cambio en la educación, una nueva economía tecnológica y 3.136. “Esperar a los seres divinos en cuanto divinos”:
El esqueleto, Alejandro Castaño, 2013, trabajo en proceso,
una higienización del hábitat reafirmando a la ciudad como centro civilizador; a taller del artista, foto del artista.

su escala, la casa fue el mejor dispositivo para ordenar y controlar la vida privada 3.137. “Vivir estando a la muerte”: Mientras muerta mejor,
dentro de la vigilancia familiar, aunque en este sentido es necesario aclarar que Coco Fusco, 1997, performance, Festival Internacional de Arte,
Medellín.
el concepto de lo privado en su pura acepción solo se consolida en la sociedad
3.138. El tipo de bajos recursos: casa de Marco F. Suárez, Bello.

3.139. La ciudad como centro civilizador: Medellín, 2013.


Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008, pp. 136-140.
101

3.140. La casa como dispositivo de control de la vida privada:


102
Tomás Carrasquilla, “Camellones”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 3, p. 411. casa particular, Magangué, Colombia.
aburraense en el siglo XX, pues la intimidad era más un problema colectivo de
perfil familiar y no individual propiamente; de hecho muchas de las actividades
domésticas tenían manifestaciones en escenarios públicos, en la calle o incluso
en la plaza, extendiendo el concepto de lo íntimo al ámbito urbano.

A principios del siglo XVIII Medellín no tenía más de cinco mil habitantes103 y en
1769 unos seis mil,104 pero en menos de una década había llegado casi a quince
mil,105 incluyendo las poblaciones vecinas. Según la descripción que el goberna-
dor Francisco Silvestre y Sánchez (1734-1806) le presentó al Virrey en 1776, “la
3.141
villa de Medellín, á día y medio de distancia de esta capital, es la más poblada y de
mayor vecindad de la Provincia y donde abunda más que en otra parte la gente
distinguida. Se contarán en ella de 12 a 14 mil almas en comunión […] siendo
excesivas en las casas de campo de sus inmediaciones”,106 lo que llevó a la
comentada obligación de tener casas urbanas a sus propietarios. No obstante,
según el informe de Francisco Visadías y Andrés Pardo al Virrey dentro de la
Expedición Botánica en 1783, “[…] la desnudez de los vecinos era casi general y
deplorable […] en su mayor parte eran tan pobres, que rara vez se comía carne
[…] y el sebo no alcanzaba para el ruin alumbrado de los vecinos […]”;107 como
puede verse, el aspecto general no era de mucho desarrollo a pesar de algunas
excepciones de personajes y familias de mejor nivel económico y cultural.

El mismo Silvestre pidió a la Real Audiencia de Santa Fe un visitador para es-


tablecer medidas correctivas, siendo así como el español Juan Antonio Mon y
Velarde (1745-1791) marcó un giro en la historia del valle cuando llegó en 1784
e inició un cambio en las estructuras sociales, repartió tierras y autorizó ocupar
las que no se trabajaban, ordenó fundaciones, fomentó la agricultura, se ocupó
de la minería, inició el mercado público, depuró la administración, abrió graneros, 113
hizo marcar las calles con nombres, construir desagües subterráneos y dotó a
la ciudad de agua limpia. Es bastante significativo el hecho de que en el censo
realizado por él en 1786, se contabilizaban 242 casas de un piso y 29 de bal-
cón;108 pero con dicho impulso, en 1799 en el valle ya eran 446 casas bajas y 35
3.142
de balcón.109

La Villa de Nuestra Señora de la Candelaria recibió el título de ciudad en 1813


cuando en el Estado de Antioquia solo Rionegro y Santafé de Antioquia eran
ciudades, y en 1826 reemplazó a esta última como capital de la provincia, lo cual
desplegó definitivamente su madurez. Además, mientras Bogotá y otras provin-
cias sufrían de una depresión aguda, en Antioquia, y especialmente en su nueva
capital, se respiraba un aire de prosperidad por los adelantos en la minería y el
descubrimiento de nuevos yacimientos. Por otro lado, con la independencia de
España, paradójicamente surgió un nuevo colonialismo en el país: comercial de
Alemania, Suiza y Holanda; artístico de Italia; cultural de Francia, y religioso, ya no
3.143

P. Rodríguez J., Op. cit., p. 144.


103

104
A. Bernal N., Op. cit., p. 37.

3.141. Las pocas excepciones: casa de Julio Arboleda L., 1742,


105
F. Botero H., Op. cit., p. 7.
vereda El Barro, Girardota. Roberto L. Jaramillo, “Prólogo y notas”, en: José Benítez, Carnero de Medellín y miscelánea de varias noticias, anti-
106

guas y modernas de esta villa de Medellín, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, 1988, Op. cit., p. xxxiv.
3.142. El giro histórico de Mon y Velarde: la Plaza Mayor de la
Villa, c. 1860, atribuida a Simón E. Salom, acuarela, Medellín, foto 107
José M. Bravo B., Evelio Ramírez M. y Socorro Restrepo R., 330 años de historia de Medellín. Pasado, presente y
Rodríguez Hermanos, tomada de Varios, Libro de Oro de Medellín,
futuro, Medellín, Consejo de Medellín y Academia Antioqueña de Historia, 2005, p. 34
p. 32.
108
Ibíd., pp. 35-39.
3.143. La capital de la provincia hasta 1826: Cabildo de Antioquia,
1797, Santafé de Antioquia. 109
J. Benítez, Op. cit., p. 176.
de España sino directamente del Vaticano. Dentro de estas circunstancias surgió
en la ciudad una clase comerciante y una élite intelectual que fijaron sus ojos
en el otro lado del océano como objetivo de vida; de esta manera, los conceptos
culturales renacentistas de la Europa anhelada, llegaron por fin a los espíritus de
los pobladores del país para incluir la riqueza, el bienestar, la ciencia y el dominio
de la naturaleza en la vida cotidiana. En consecuencia, se dio un fenómeno de
expansión y consolidación urbana y las casas entraron en un paulatino proceso 3.144

de modernización e inclusión historicista en los detalles arquitectónicos, en la


decoración y en el amoblamiento, de esta forma, el espacio doméstico adquirió
cierta elegancia en una escenografía idealizada según nuevos modelos estéticos
importados.
3.145
Sobre los ambientes de lujo, incluso los extranjeros se admiraban;110 pero no
obstante el avance en los espacios íntimos, los incendios eran frecuentes dada la
ausencia de energía eléctrica, el consecuente uso de leña y velas, y la presencia
de materiales de construcción combustibles, sobre todo en las cubiertas y en los
entrepisos. En la descripción de uno de aquellos infortunados sucesos se puede
observar el refinado ambiente interior de una prestigiosa casa: 3.146

En la noche del Día 16 de abril al amanecer del año de mil ochocientos treinta y seis
sucedió la desgracia de haberse incendiado la casa de balcón frente a la Plaza Mayor en
la acera de la Casa Municipal, del Señor Juan Uribe Mondragón, con pérdida de consi-
derables intereses, en el almacén de ropas comerciables, oro en polvo, moneda de plata,
que todo se resolvió, alhajas de mucho valor en espejos, cristalería, locería y demás
muebles del menaje de casa de muy buen gusto, mesas, canapés, sillería, bufetería y
otras piezas.111

114
Estas quintas trataban de reproducir el ambiente mágico y la comodidad de las
élites de ultramar acudiendo a un goce estético de “[…] fantasías y sueños de
modernidad, […] con espejismos y fantasmas y de la lucha contra ellos. [que]
Para ser fiel a la vida de la que procede, se ve obligado a ser estridente, basto y 3.147
rudimentario”.112 En efecto, hacia 1880 la ciudad seguía llena de contradicciones,
era un poblado con cañaverales, grandes pesebreras y trapiches, con mulas,
bueyes, caballos y unos pocos coches en sus calles, y con un grupo de hábiles
comerciantes con contactos en Europa y el Caribe, evidenciando que el desper-
tar a la modernidad tocaba la realidad de manera paradójica.

Al contacto directo que aquellos comerciantes tuvieron con los hábitos y estan-
cias europeas, se sumó el hecho de que numerosos profesionales llegaron al
valle para desempeñar diversas tareas,113 quienes más allá del enorme aporte en
sus profesiones u oficios trajeron el ideario vital europeo que reforzaba el sueño 3.148

social de una modernidad ajena. El espacio doméstico entonces pulsaba por 3.144. Nuevos modelos de lo doméstico: Palacio Iseppo Porto,
establecer estos nuevos modelos, es el caso particular del denominado Palacio Andrea Palladio, 1552, Vicenza, Italia, redibujado de Ching, F.,
Arquitectura: forma, espacio y orden, p. 315.
Amador, construido por el arquitecto francés Carlos Carré (1863-?),114 finalizado
3.145. Los vulnerables contenedores tectónicos del espacio
Véase K. Gosselman, Op. cit., pp. 25-26 y p. 210.; Carlos de Greiff, “Apuntamientos Topográficos y Estadísticos de la
110 doméstico: la Plaza Mayor, 1895, foto Rodríguez, tomada de
Provincia de Medellín”, en: A. Morales, Op. cit., p. 68. y J. Piedrahita, Documentos y estudios para la historia de Medellín, Varios, Libro de Oro de Medellín, p. 143.
Op. cit., p. 469 y 471.
3.146. El ambiente refinado del ideal doméstico: El Salón Rojo,
J. Benítez, Op. cit., p. 329.
111 1909, foto Melitón Rodríguez, tomada de la exposición
La fotografía en Antioquia, imágenes de nación, 2010,
112
Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire., México, Siglo Ventiuno, 1988, p. 239. Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.

Ver: Rodrigo García, Extranjeros en Medellín, [sitio en internet], Bogotá, Biblioteca Luis Ángel Arango, (blaa digital),
113
3.147. Las contradicciones del poblado: Palacé, Medellín, 1905,
Boletín cultural y bibliográfico, Nº 44, vol. XXXIV, 1997, disponible en: foto Melitón Rodríguez, tomada de Molina, Luis, Fotografía de
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boletin1/bol44/bol44d.htm arquitectura en Medellín 1870- 1960, p. 38.

Carré llegó a Medellín en 1889 contratado por el obispo Bernardo Herrera R. para dirigir las obras de la Catedral de
114
3.148. El ideario europeo: salón, Palacio Amador, Carlos Carré,
Villanueva. Otras de sus obras destacadas en el valle fueron el mercado cubierto de Guayaquil, la iglesia de Girardota y 1892, foto Rodríguez, 1901, tomada de Varios, Libro de oro de
los edificios Vásquez y Carré. Medellín, p. 124.
en 1892 y que incorporaba escaleras de mármol importado, estucos, rejas y
espejos del exterior, muebles europeos, lujosas alfombras y ornamentaciones,
vitrales en los balcones y tenía un jardín exterior con estanque en el que nadaban
cisnes. Esta construcción además, cuya fachada era hecha en ladrillo a la vista,
incluyendo molduras y balaustradas del mismo material, constituyó un hito en la
historia de la arquitectura doméstica al romper con los modelos tradicionales de
entonces.

A pesar de estos intentos modernizadores, la atmósfera del Romanticismo tardío


3.149
de la América española se mantuvo hasta principios del siglo XX en el Valle de
Aburrá, y el tipo de patios que pervivía, contribuía con la mirada pausada y con
la bucólica cotidianidad. Son innumerables los pasajes literarios que registran tal
situación, como el siguiente, en el que se destaca el papel protagónico del patio
en el espacio doméstico:

La vivienda, un poco destartalada, no carecía sin embargo de cierta majestad antigua en


el ancho zaguán de ladrillos gastados, en el pesado transportón que lucía un añejo calado
de madera por donde se veía el jardín del patio principal, en el que sobre soportes de sun-
chos clavados a los pilares, posaban tiestos de claveles, de conservadoras, de violetas y
de geranios; y pendientes de alambres muchas canastillas floridas, mecían levemente sus
luengas barbas vegetales como una silenciosa asamblea de sabios. En el centro del patio,
en una vieja fuente de ladrillos rojos, se levantaba un grueso y corto borbotón.115

3.150 Pero las casas construidas en el valle en el siglo XIX seguían siendo vernáculas,
sin pretensiones estilísticas ni teóricas, aunque con una enorme potencialidad
estética que pervivió a través de las generaciones con la dimensión espiritual
presente propiciada por los patios, pues “[…] el hombre de las sociedades tradi-
115
cionales no podía vivir más que en un espacio ‘abierto’ hacia lo alto, en que la
ruptura de nivel se aseguraba simbólicamente y en el que la comunicación con
el otro mundo, el mundo ‘trascendente’, era posible ritualmente”;116 por ello, el
arquetipo patial más que un objeto tridimensional es, como todo tipo, en términos
de Martí A., una estructura que se manifiesta a través de la reunión de elementos
formales, pero que les es previa, es un principio ordenador, una idea nuclear que
3.151
conduce la proyectación y construcción de la realidad del objeto arquitectónico;117
de tal suerte, los patios seguían encarnando la apertura trascendente para es-
tablecer comunicación con lo divino, que además se mezclaba con seres de
otros mundos asociados a mitos, leyendas, fantasmas, brujas y entes sobre-
naturales que le otorgaban al espacio doméstico un ingrediente adicional en su
condición estética, añadiéndole misterio, espanto, temor y hasta terror; pero la
casa, precisamente por su misma naturaleza divina, era el resguardo ante el mal,
ella estaba bendecida por la protección celestial aunque no obstante algunos“[…]
afirman que en el silencio de sus alcobas, y ya encerrados, oían andar, respirar,
3.152 3.153 suspirar, abrir puertas y dar golpes acompasados en algún mueble”.118

Nótese que en tal noción protectora radica la intención arcaica de separar del
3.149. El Romanticismo tardío: comedor, Palacio Amador, Carlos
Carré, 1892, foto Melitón Rodríguez, 1909, tomada de Molina, Luis, espacio doméstico lo indeseable; desde los desperdicios del propio cuerpo y los
Fotografía de arquitectura en Medellín 1870- 1960, p. 51.
desechos de los alimentos, hasta los enemigos (reales o imaginarios), pasando
3.150. La majestad del espacio doméstico: Casa Viscaya, 1902, por los artefactos descompuestos y por los individuos expulsados del grupo. En
barrio El Poblado, Medellín.

3.151. El arquetipo de comunicación con el otro mundo:


esquema típico en planta de la casa del s. XIX.
115
Romualdo Gallego, “El sabor de la vida”, en: M. Cárdenas y P. Gallego, Op. cit., p. 509.
116
M. Eliade, Mito y realidad, Op. cit., p.43.
3.152. Atmósferas fantasmagóricas: casa de Julio Arboleda L.,
1742, Girardota. C. Martí A., Op. cit., p. 140.
117

3.153. El límite permeable: casa particular, Robledo, Medellín. 118


Eladio Gónima, “Espantos”, en: J. A. Naranjo M., Op. cit., pp. 170-171.
tal sentido, la casa instala un límite, más o menos permeable, entre su espacio
doméstico y el mundo, donde “las fuerzas del caos son, pues, mantenidas en
el exterior en la medida de lo posible, y el espacio interior protege las fuerzas
germinativas de una tarea a cumplir, de una obra a realizar”.119 En efecto, la casa
patial mantenía la noción ancestral del hogar protector bajo la condición estética
descrita, acercándose a una modernidad cada vez más pragmática y racional en
la que la suntuosidad y la comodidad eran sinónimos de libertad, aunque en tér-
minos precisos, ella no se conquistará sino mucho después, cuando la privacidad
se instale de manera definitiva en el ámbito del hogar.
3.154 3.155

Sin embargo, y a pesar del lujo descrito y los deseos de modernidad, en el primer
cuarto del siglo XIX las casas del valle todavía no tenían baño y la gente se seguía
aseando en el interior de sus viviendas de manera superficial o esporádica-
mente en el río y las quebradas una o dos veces por semana. Posteriormente
aparecieron los establecimientos de baños públicos, entre los cuales surgieron
verdaderos recintos de placer social coligado a la higiene y al disfrute lúdico del
agua, y luego empezaron a introducirse en las casas las bañeras, las duchas y los
baños de inmersión como se verá posteriormente, presagiando la especialización
acorde con la vida moderna. Entre tanto, el espacio doméstico mantenía sus
reservas con relación al cuerpo, y su cuidado excesivo era sinónimo de una vida 3.156
licenciosa ajena al puritanismo promulgado por el espíritu de la época presente
hasta en los más sutiles pormenores como en “[…] el humo, medio eclesiástico,
del sahumerio”120 que inundaba todo el espacio en la mayoría de las casas.

Tal sentido religioso que vincula ancestralmente el cuerpo, el mundo y la casa,


hacía presencia en este tipo patial, por lo que sus dueños “[…] sienten como en
116 sus carnes los desgarrones de una pared, y como en sus huesos el comején de
las vigas”;121 y la noción sagrada del cuerpo, y por extensión de la casa, manifes-
taba su papel protector divino, de allí que ante una tempestad “las casas fueron
cerradas herméticamente hasta quedar en completa obscuridad; y dentro, todos,
hombres, mujeres y niños, de rodillas, aspirando el humo del ramo bendecido 3.157 3.158

que quemaban, imploraban, a la luz de los cirios santos misericordia del cielo
[…]”;122 frente a tal condición mística, se corrobora que el mundo habitado, la
casa, el espacio doméstico, es una imago mundi, es el centro microcósmico del
universo en donde tiene lugar la realidad indivisible del mundo.

En estas casas el patio central, como núcleo simbólico que establece comuni-
cación con lo divino celeste gracias a una tridimensionalidad dispuesta genero-
samente a servir de puente, es portador de un sentido de pertenencia sobre la
creación; y en él aparece una noción dual y polar complementaria, pues aunque 3.159
en la esencia del patio está la de ser un recinto interior y seguro, también se
tiene el concepto paradójico y simultáneo de apertura al exterior; pero tal vez 3.154. Suntuosidad y comodidad sinónimos de libertad:
casa natal de Miguel Uribe R., s. XVIII, Envigado.
lo que representa mayor significado es su capacidad de instaurar el sentido de
3.155. Las paradojas higiénicas de la modernidad en el espacio
la privacidad “[…] no sólo en el sentido funcional sino también en el posesivo y doméstico: utensilios para la limpieza corporal, Museo Juan del
representativo: el patio es un paraíso privado, un particular centro del mundo”123 Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.

gobernado por el sentido trascendente en el cual “hay toda una actividad de 3.156. Los establecimientos públicos de baño:
El Jordán, Robledo, Medellín.

3.157. El sentido religioso: zaguán, casa particular, Girardota.


G. Deleuze y F. Guattari, Op. Cit., p. 318.
119

3.158. El mundo habitado, imago mundi: templo basado en las


120
T. Carrasquilla, “La Marquesa de Yolombó”, Op. cit., p. 225. proporciones del cuerpo, Francesco di Giorgio Martini, s. XV,
redibujado de Norberg-Schulz, Ch., Intenciones en arquitectura,
121
Romualdo Gallego, “La propiedad”, en: M. Cárdenas y P. Gallego T., Op. cit, p. 423.
p. 190.
122
Sebastián Mejía V., “Noche de bodas”, en: J. A. Naranjo M., Op. cit., p. 200.
3.159. El núcleo simbólico trascendente: patio central, casa
123
A. Capitel, Op. cit., p. 12. La Barquereña, Arturo Longas M., 1945, Sabaneta.
selección, de eliminación, de extracción para que las fuerzas íntimas te-
rrestres, las fuerzas internas de la tierra, no sean englutidas, puedan re-
sistir, o incluso puedan extraer algo del caos a través del filtro o la criba del
espacio trazado”,124 cuya materialidad, en términos heideggerianos, facilita
la existencia del ser a la espera de la muerte, con la esperanza de la eter-
nidad y aceptando la naturalidad terrestre.

Ahora bien, la alimentación en el ámbito doméstico mantenía también la


riqueza estética colonial aunque más ordenada, higiénica y refinada;125 pero
3.160
en la cocina operó un cambio al introducir la estufa de hierro alimentada
con carbón mineral, especialmente en las casas de los más adinerados,
porque en el resto de la población se mantenía el fogón de leña sobre un
entarimado de piedra o adobe, o sobre ollas de barro; y aunque el comedor
solo se generalizó a principios del siglo XX, cuando existía, era parte del
ambiente patial complementando su atmósfera de apariencia ya que:

El comedor que daba al frente del zaguán de entrada, era, asimismo presentable, pues
aunque es verdad, y de lamentar, que los estantes y escaparates estaban vacíos y ajenos
de vajillas o de cosas que se le pareciera, la mesa la cubría un mantel blanco, muy limpio
y de buena tela, y en su centro se elevaba un magnífico frutero de cristal, en el cual casi
nunca faltaba un pepino de olor, media docena de naranjas chinas, otra media docena de
guayabas dulces, cuatro higos del Cucaracho y unos cuatro ajíes muy colorados; y digo
que casi siempre, porque estas frutas eran puramente para la exhibición y nunca para el
3.161 3.162 consumo.126

Es apenas obvio que en un mundo en el que las relaciones sociales eran muy
limitadas, el comedor fuera simplemente un lugar para mostrar, más que para
ser usado, pues “comer sirve no solo para conservar la maquinaria biológica del 117
cuerpo, sino para concretar una de las maneras de relación entre la persona y el
mundo […]”;127 pero a medida que el espacio doméstico se fue modernizando, y
por lo tanto abriéndose a nuevos modos de relacionamiento, incluso más infor-
males entre los propios miembros de la familia, este recinto haría mayor presen-
cia en la dinámica cotidiana del hogar. Nótese que además la alimentación está
estrechamente ligada a la oralidad, no sólo desde el punto de vista material y di-
3.163 3.164
gestivo, sino también “[…] como apoyo a una actividad lingüística profusa, placer
de hablar […]”,128 por lo que el recinto para su práctica tiene sentido en la medida
en que la conversación haga parte del mundo doméstico, así la mesa deja de ser
un simple soporte de subsistencia para convertirse en lugar de placer estético.

De otro lado, el patio seguía recibiendo todo el cuidado para constituir el recinto
estético por excelencia de la casa que dispersaba su carácter numinoso a toda la
casa, articulaba su dinámica y conservaba su papel de eje vertical simbólico de
la estructura trascendental dentro del espacio doméstico:
3.165

3.160. Orden e higiene: cocina, Casa Santa Fe, Medellín.

3.161. La presencia tímida del comedor en el espacio doméstico:


Casa Barreneche, Caldas.

3.162. “…los estantes y escaparates estaban vacíos…”: mueble fijo


de comedor, Casa Barreneche, Caldas.
124
G. Deleuze y F. Guattari, Op. cit., p. 318.
Descripciones detalladas del universo culinario, de los comedores, su amoblamiento y demás objetos pueden verse
125
3.163. Lugar de placer estético: comedor, Casa Santa Fe, Medellín.
en: E. Echavarría, Op. cit., p. 10. y en A. Castro, El señor doctor, Op. cit., pp. 46-47.
3.164. La presencia del recinto para la alimentación: comedor, 126
L. Restrepo, Op. cit., p. 123.
casa particular, 1826, loma El Escobero, Envigado.
127
M. de Certeau, Op. cit., p. 189.
3.165. El recinto estético por excelencia: patio central,
Casa Barreneche, Caldas. 128
Ibíd. p. 192.
El patio veíase siempre muy bien desyerbado y constantemente barrido; y los corredores
con su suelo de ladrillo muy lustroso y aseado, con sus paredes blanqueadas y sin man-
cha alguna, daban gusto. Agréguese a esto que patio y corredores estaban adornados
con tiestos de azaleas, margaritas y jacintos colocados alrededor del primero, y con
parásitas en canastillas de alambre que en hilos de lo mismo pendían colgantes de las
soleras de los últimos.129

Incluso el mundo patial incorporaba algunas veces en su estética imágenes fan-


tásticas e ideales de otras latitudes en consonancia con los nuevos parámetros
culturales como se puede observar en el siguiente fragmento: 3.166

[…] al corredor sigue un patiecito, con el baño en la mitad, rodeado de “azucenos de


Obando” y con una rosa canaria enredada en las tapias […] los corredores principales,
que son muy espaciosos y alegres: tiestos con matas en los bordes; guardabrisas entre
poste y poste; las paredes, cubiertas con papel-mármol y zócalo de balaustrada; Suiza y
el Tirol, en hermosos paisajes, prendidos con cinta roja y estoperoles de cobre; el patio de
menuda piedra y levantado en forma elíptica, luce en el centro una columna coronada por
un jarrón, en cuya cuenca medra deshecha en ramos una “yedra de San Juan”, la más
hermosa de nuestras flores.130

El mestizaje cultural, como se observa, fortalecía la atmósfera de estímulos que


a su vez enriquecía la imagen estética y simbiótica fomentada por el prototipo 3.167

ancestral de la casa de patios, manteniéndole así el sentido sagrado a la vida; y el


ambiente del patio, como se ha dicho, se entrometía en todos los recintos y ac-
tividades del hogar, llenando de su poesía el espacio doméstico que se refinaba
con el tinte europeizante:

Le toma ambas manos, amoroso, rendido, y con verdadero sentimiento de lo bello y esa
118 acentuación característica del parisiense, va emitiendo despacito las dulces languideces y
aquella tristeza tan honda, tan saludable, de Lucía. Las acompaña el gorgoreo del agua y
los estremecimientos rumorosos de los follajes del patio.131
3.168

Por su parte, el mobiliario del siglo XIX comparado con el colonial, era más peque-
ño, liviano y de diferentes estilos; corroborando una vez más, que los productos
culturales poseen el mismo halo de la mentalidad que los concibe, de tal manera,
ante una actitud más ligera de la vida, los muebles facilitaban un contacto menos
denso con el mundo, más virtual si se quiere, más cercano al universo de las
ideas que al material y corporal; siendo en general modesto en la primera mitad
del siglo, ya en la segunda y sobre todo en las clases más favorecidas, muchos
de los muebles se traían de Francia y hacían parte del conjunto los más variados
y hasta inútiles menajes:

La dicha casita tenía un exterior bastante decente, como por aquí decimos, y en su in-
terior, en la parte expuesta a los visitantes, su aspecto era agradable y revelaba en sus
habitadores un gusto regularmente refinado y no escasas comodidades. La sala o salón
de recibo, en la que en verdad no se recibe sino por muerte de un Obispo, era una pieza
amueblada con relativo lujo y a la moda de estas tierras; los muros cubiertos con un 3.169 3.170
papel serio de buen tono y de un precio elevado, según su buena calidad; y el piso con
tapiz pintado de graciosos dibujos, de veinte reales el metro cuadrado. Entre los muebles 3.166. El eje vertical simbólico: patio central, casa particular,
registraré dos mesas consolas de madera de caoba, en las cuales lucían sendos espejos Caldas.

de medio cuerpo y algunos juguetes de cristal y de porcelana; dos sofás esterillados, dos 3.167. El sentido sagrado vital: patio, casa particular, Medellín.

3.168. La intromisión poética del patio en el espacio doméstico:


patio central, Casa Ditaires, Itagüí.
129
L. Restrepo, Op. cit., p. 123.
3.169. El mobiliario más liviano del s. XIX: Casa Santa Fe, Medellín.
130
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 19.
3.170. El gusto refinado: tocador, casa particular, 1826,
Ibíd., p. 528.
131
El Escobero, Envigado.
sillas mecedoras y una docena de taburetes esterillados también. Adornaban los empa-
pelados muros cuatro hermosos cuadros bastante grandes, con vidrios y con marcos
dorados muy lujosos, y el todo, una araña de estilo un tanto viejo, pero que no desdecía
por ello del conjunto.

La pieza contigua, designada como siempre, aunque sin razón, con el nombre de antesala,
exhibía en el centro una cama de cedro con embutidos de rosa y dibujos incrustados en
blanco, tirando a amarillo, a la cual hacía juego, colocados a sus lados, un gran escaparate
y una mesa de baño de la misma madera y de igual o semejante construcción. Aquella
lucía tendidos bordados al pasado y en partes al relieve sucedía en las marcas que in-
dicaban en iniciales el nombre de mi mujer, todo de exquisito gusto. Cubrían los muros,
3.171 3.172
también empapelados, algunos cromos y acuarelas (imitación) que por serlo no dejaban
de agradar la vista, sobre todo aquí donde no sabemos de pintura más allá de Palomino
y Carrasquilla.132

Algo destacable en el sentido estético de este mobiliario es el interés por con-


formar un escenario idealizado para concretar la poética propia de la imagen
anhelada de una modernidad importada en donde el lujo, la opulencia, la como-
didad y la apariencia eran categorías fundamentales. Los recintos eran comple-
mentados con elementos decorativos de toda índole tales como lámparas, ta-
3.173 petes, tocadores, canapés, cornucopias, divanes e incluso láminas serigráfícas.
Se acostumbraba también pintar paisajes, animales, flores y retratos sobre las
paredes de salones y comedores con brocha gorda y tierras de diversos colores;
pero esta costumbre pronto se reemplazó mediante el uso de papeles de col-
gadura con similares motivos; un ejemplo del interés estético de aquellos años
lo muestran las siguientes palabras referidas a la decoración de uno de esos
microcosmos:

Era la habitación de Gabriela, coqueta como un estuche de joyas, y suavemente alumbra- 119
da por una lámpara de pantalla rosa. Allí dominaba la nota blanca en muebles, cortinajes
3.174 3.175 y en el papel del muro. Por donde quiera rosas y claveles frescos y lujuriantes, en frágiles
vasos artísticos, sobre la mesita de noche, en el pequeño escritorio, en el tocador de tres
lunas de Venecia, donde, junto a los frascos y lociones y perfumes, de formas caprichosas
algunos, lucían un sinnúmero de menudencias llenas de gracia […].

Y la sensación de primavera y alegría, a parte de las flores, la daban algunos óleos peque-
ños, llenos de colorido y matices. El tapiz mullido, de gris perla, ornamentado de amplios
florones, donde predominaban las evanescencias del azul pálido y del rosa, contribuían a
hacer grato aquel ambiente.133

Sin dudas, la poética descripción de estos entornos remite a la mirada estética


3.176 3.177 predominante sobre el mundo en general y sobre el doméstico específicamente,
3.171. Un contacto menos denso con el mundo: cama de Próspero que llegaba hasta los recintos más íntimos, pues los dormitorios también go-
Reverand (médico de Simón Bolívar), s. XIX, colección Museo
Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
zaban casi siempre de un cuidado esmerado y de cierto lujo si los recursos lo
permitían. En las casas humildes, “los lechos en las alcobas se ofrecían limpios y
3.172. Soportes importados: escaparate Art Noveau,
casa particular, El Hatillo, Barbosa. ordenados, y sobre la cómoda del matrimonio, tendida con alba carpeta, se veían
3.173. El escenario idealizado: salón, casa particular, Medellín, algunos santos, lo mismo que en las paredes […]”.134 Por su parte en las casas
fotógrafo sin dato, tomada de Medellín ciudad tricentenaria, p. 28. suntuosas:
3.174. Lujo, opulencia y apariencia: mesa de noche de Próspero
Reverand (médico de Simón Bolívar), s. XIX, colección Museo
Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia. Las alcobas cómodas y sobrias […] Los lechos blancos y mullidos […] recargados de almo-
hadas y almohadones, llenos de bordados y franjas […] Los escaparates descomunales de
3.175. Complementos del mundo objetual doméstico: frascos,
lociones y perfumes, colección particular. comino crespo. Los aguamaniles de pesada arquitectura, con grandes espejos ovalados,
3.176. Otros tiempos, otros objetos, otra estética: reloj, fábrica The
Ansonia Clock (EEUU), s. XIX, colección Museo Juan del Corral, 132
L. Restrepo, Op. cit., pp. 121-122.
Santafé de Antioquia, Colombia.
A. Castro, El señor doctor, Op. cit., p. 361.
133
3.177. La mirada estética: mueble para aguamanil, s. XIX, colección
Museo Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia. 134
Ibíd., p. 74.
que soportan frascos de perfume y cajas de polvo, en abundancia modesta, la mayor parte
vacíos, y también la jarra y la jofaina de porcelana […].135

Tal estética acercaba el espacio doméstico a un mundo de éxtasis místico en nu-


merosas oportunidades, pues las dos dimensiones eran prácticamente insepa-
rables: “En los deliquios de aquella dicha infinita, ambos a una sienten que se
estremece el aire de la estancia, que el ángel flota, que gira rumoroso; y, cual si
aquel ser invisible les trajese en sus alas átomos del cielo, los dos a un tiempo
mismo dan una aspiración, para insuflar adentro de sus almas la misteriosa
ráfaga”.136 3.178

Todo muestra que la geometría de los recintos del arquetipo patial favorecía el
sentido trascendente de su atmósfera, pues ellos, ligados al componente natural
introducido por los patios, evidencian que “lo orgánico, con su simetría, con su
contorno, su exterior y su interior, sigue remitiendo a las coordenadas rectilíneas
de un espacio estriado. El cuerpo orgánico se prolonga en líneas rectas que lo
relacionan con lo lejano”137 para superar incluso los límites terrenales de la mate-
ria e incluir en el espacio doméstico la dimensión inmaterial de lo sagrado.
3.179
Otro aspecto que merece ser resaltado es la labor doméstica de la costura, cuyos
ancestros indígenas se comentaron en el capítulo anterior y tuvieron un impor-
tante impulso con algunas estrategias implantadas por el visitador Mon y Velarde
desde el siglo anterior; la modistería ocupó un lugar importante dentro del es-
pacio doméstico y en la vivienda se dispuso un sitio para esta actividad desem-
peñada en algunas oportunidades por empleadas especializadas que llegaban
una o dos veces por semana para reforzar el trabajo que hacían las dueñas de
120 la casa. El costurero se ubicó en los corredores o en los salones y también llegó
a ocupar habitaciones que dejaban de ser usadas como dormitorios cuando los
hijos establecían sus propios hogares o incluso se ubicaron en habitáculos espe- 3.180

ciales para ello. La siguiente es una descripción que corresponde a uno de estos
recintos en 1848:

A fuer de amigo antiguo ella me recibió por la tarde en una alcoba que le servía de cos-
turero, pieza desmantelada, sin un mueble blando, sin un adorno elegante de ninguna
clase, pues nuestro lujo de pura vanidad se queda regularmente en la sala, y en lo interior,
que es donde se pasa la vida, por lo común no hay otra cosa que asientos ordinarios y
duras tarimas. El confortable es casi desconocido entre nosotros.138

La siguiente es otra estampa de uno de aquellos mundos de telas e hilos de


finales del siglo XIX que permite ver cómo hasta en los recintos de corte fun-
cional primaba el sentido de la composición, de la decoración detallada y de la
construcción de verdaderas escenografías en las cuales desarrollar la existencia 3.181 3.182
sencilla:

El costurero no estaba a la altura de las dos piezas que acabamos de describir, pero no 3.178. El mundo místico: patio central, casa particular, 1826,
El Escobero, Envigado.
carecía de lo que es costumbre mantener en esa pieza en la que nunca se cose, bien
que todo más sencillo; mesitas de comino casi crespo, dos sillones (butacas) forrados 3.179. La geometría que relaciona con lo lejano: casa particular,
Girardota, redibujado de Área Metropolitana del Valle de Aburrá,
en vaqueta y bien pintados; media docena de taburetes de igual construcción; tarima Patrimonio urbanístico y arquitectónico del Valle de Aburrá,
p. 205.

3.180. Labores femeninas: costurero, Casa Santa Fe, Medellín.


135
Ibíd., p. 43.
3.181. Estética de la existencia: costurero, Casa Santa Fe, Medellín.
136
Tomás Carrasquilla, “Mirra”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 1, p. 525.
G. Deleuze y F. Guattari, Op. cit., p. 504.
137 3.182. El mundo femenino especializado: máquina de coser,
fábrica Crover & Baker (EEUU), s. XIX, colección Museo
138
Emiro Kastos, “Julia”, en: J. A. Naranjo M., Op. cit., p. 31. Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
con acolchado y ropaje de vistosa zaraza de fondo amarillo subido con grandes flores
colorado-sangre y hojas verde-higuerilla; esterillado antioqueño acondicionado con reata,
o cinta envigadeña de cabuya; bomba colgante en el centro; lámpara de petróleo; reloj de
campana y chucherías en las mesas; y por último, cuadros de paisajes o de escenas de
alguna novela clavados en los muros, algo así como de Mazepa o Pablo y Virginia, que ya
no recuerdo.139

Aunque parece que algunos de estos lugares no se utilizaran mucho, y como


ocurría con otros recintos, de todos modos tenían un carácter simbólico funda-
mental al constituir un mundo femenino especializado que manifestaba el do-
minio sobre el espacio doméstico:

En el costurero, donde jamás se cose, baja un poco el tono, si bien continúa la Emulsión y
la paja: “esteras antioqueñas”, unidas con trenza; par de turquesas, de percal rojo, con sus
respectivos cojines; taburetes de vaqueta pintada y con grabados iluminados que suponen
la historia de Colón […] una jaula verde con canario, colgando de la puerta ventana; cro-
3.183 3.184 chet en los taburetes, crochet en los cojines, crochet en las dormilonas.140

La casa pues, seguía manteniendo su espacio caracterizado por la contundencia


estética; la experiencia de la vida íntima flotaba entre detalles, objetos, mue-
bles, vestidos y rituales, como las fiestas, con una percepción del mundo llena
de estímulos sensoriales que tenían como soporte una arquitectura amable y
acogedora, ordenada por vacíos en los que se colaba el cielo para instaurar en
el mundo terrenal la dimensión espiritual trascendente. Esta situación estética
3.185
novedosa basada en los parámetros importados gracias a la nueva colonización,
se iría acrecentando en la medida en que surgieron condiciones contextuales
que lo favorecieron, fue así como luego de la parálisis política, social y económica
del país, y como consecuencia también de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), 121
se dieron una serie de transformaciones entre 1880 y 1920 que condujeron,
entre otras cosas, a modificaciones significativas en las estructuras urbanas.
Específicamente en la Villa y su área inmediata se alcanzaron la complejidad y
la estructura social propia ya de una ciudad; se instauró una nueva burguesía
empresarial, y hubo cambios significativos en la esfera de lo privado que abría
3.186 las relaciones a una realidad más objetiva y pragmática dentro de la cual la liber-
tad y la educación serían los pilares del progreso lo cual marcaría el rumbo del
espacio doméstico.

Entre estas décadas de cambio de siglo, se impuso, socialmente, un modelo


autoritario católico con un espíritu de modernismo que propició la ruptura del
hermetismo doméstico, dando lugar a una vida más social y funcional; con ello, el
papel de la mujer dentro de la sociedad creció dejando atrás su dedicación exclu-
siva al ámbito doméstico; además, la reivindicación de la infancia condujo a que
el ambiente familiar se dispusiera en buena parte hacia a los niños y por lo tanto
3.187 3.188
hacia el futuro como categoría temporal de la existencia. Podría afirmarse que el
3.183. La estética de la miniatura: hilos, telas, bordados… espacio doméstico “[…] se diversifica en un conjunto abierto de «estilizaciones»
3.184. El arte textil doméstico actual, casa particular, Medellín. estéticas, formas de espacializar o de «estar en» el espacio […]141 consecuentes
3.185. La Guerra de los Mil Días: ejercito conservador en
con los horizontes burgueses, ya que por todas estas circunstancias la élite via-
Palonegro, 1900, foto Q. Gavassa, archivo Museo de Arte jaba al extranjero con mayor frecuencia, lo que reforzaba el referente cultural,
Moderno de Bogotá, tomada de SCA, Cien años de arquitectura
en Colombia, p. 20. pues no se replicaban los modos europeos o norteamericanos por crónicas, sino
3.186. La nueva burguesía en el tipo patial: familia de Fernando
Restrepo, 1895, foto Melitón Rodríguez, tomada de Melo, J.,
Historia de Medellín, tomo I, p. 219. 139
L. Restrepo, Op. cit., pp. 122-123.
3.187. La socialización de la mujer: álbum familiar. 140
T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 19.
3.188. La reivindicación de la infancia: álbum familiar. J. L. Pardo, Op. cit., p. 17.
141
por lo vivido en carne propia y de manera íntima.142 No obstante, y a pesar de la
modernización de la arquitectura institucional, la doméstica tardó en iniciar su
proceso de transformación, y aunque al principio del siglo XX el patio mantenía su
papel ordenador y su rasgo simbólico, y la mirada estética seguía prevaleciendo
en la percepción y la constitución del escenario íntimo, la casa tuvo cambios que
lentamente borrarían las cualidades fundamentales del tipo para luego perderse
en la memoria.

Fue así como la casa entonces tuvo que adaptarse a las nuevas condiciones 3.189

sociales, a la ausencia cada vez más frecuente de la madre y al surgimiento


de otras actividades que incluían los adelantos técnicos contemporáneos, pues
aunque desde 1880 se publicitaban en la ciudad algunos artefactos mecánicos
domésticos, solo en la década de 1920 se dio una mecanización notable en las
labores de la casa gracias a la importación de electrodomésticos y de aparatos
sanitarios. Además, aunque en 1918 la Junta Central de Higiene había estable-
cido una ley nacional que regulaba aspectos normativos para la construcción,
solo en 1921 se inauguró el acueducto de Medellín, y apenas en 1943 la planta de
tratamiento de agua. En cambio, la energía eléctrica se había instalado en 1897 y
la primera planta de teléfonos en 1891. Estos cambios de la modernidad apretu- 3.190 3.191
jada, y que tocaban directamente al hogar, pueden atisbarse en la atmósfera de
una residencia de entonces en la que se destaca la combinación indiscriminada
de una tradición resistente frente un progreso que intentaba erradicarla:

La casa, estrenada por el matrimonio, construida a todo costo y al capricho de su dueño,


rebrilla flamante, divulgando, no tanto el poderío del dollar, cuanto la magia de esta pul-
critud, más que holandesa, de la dama medellinense. Es uno de estos palacetes graciosos
122 y complicados, con que el papel moneda ha embellecido nuestra capital de provincia […]
Las alas exteriores son de dos pisos, y en el segundo ha instalado Cruz su galería fotográ-
fica, el billar, la biblioteca y la sala de gimnasia, amén de un cuarto de honor, […] no se
ha contentado con los jardines exteriores: del patio céntrico, un patio medio morisco, en
3.192 3.193
extremo sugiriente, ha hecho una sucursal del monte virgen […] La sala del marido [es]
amplia, henchida de oxígeno y de perfumes tónicos, con dos puertas al exterior. Rásganla
de un lado, sobre una galería de cristales, cuatro columnas majestuosas […] No se nota
esa simetría meticulosa y burguesa de antaño, pero tampoco el desorden estudiado y un
tanto cursilón que priva ogaño […] Sésgase el piano en un ángulo […] Por mesas, vela-
dores y atriles se apilan libros y papeles de música. Alguna edición lujosa de obra histórica
o crítica, algún tomo de poesía, despunta entre la montonera; pero nada de chismes ni
bebelots.143

Además la apariencia, el lujo y la comodidad exigieron cambios estilísticos con


formas elocuentes que condujeron a una nueva imagen doméstica para la época,
cuya arquitectura se ha identificado como republicana, haciendo eco del esta-
blecimiento oficial del Estado colombiano como República de Colombia y aunque
en Europa surgía por entonces ya la Arquitectura Moderna, y la disputa entre
neoclásicos y neogóticos había sido superada, en el país se impuso la arqui- 3.194

tectura de estilos, con gran acento neoclásico, que irremediablemente cayó en 3.189. La permanencia de los patios: panorámica, Medellín,
la cursilería pedante de la falsa erudición. El sistema delimitante de las casas fotógrafo son identificar, tomada de Varios, Libro de oro de
Medellín, p. 68.
cambió utilizándose en él un repertorio ecléctico en el que se mezclaron diver-
sos estilos historicistas cuya escogencia tenía intenciones de diferenciación y 3.190. Inicios de la mecanización doméstica: anuncio publicitario.

de materialización de las fantasías arquitectónicas de la nueva burguesía. Como 3.191. La llegada de la modernidad: teléfono, colección particular.

3.192. Espera de la electricidad: plancha, colección particular.


142
De Ricardo Olano por ejemplo, se sabe por sus memorias, que frecuentaba Manchester, Londres, Bremen, Ham- 3.193. Las nuevas condiciones sociales: piano, s. XIX, colección
burgo, Leipzig, Iselhorn, París, Renania, Nueva York, St. Thomas y Jamaica, en donde era invitado con frecuencia por Museo Juan del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
sus socios a pasear, cenar o almorzar en sus casas.
3.194. Una nueva imagen doméstica: casas particulares,
T. Carrasquilla, “Mirra”, Op. cit., pp. 527-528.
143
Calle Ayacucho, Medellín.
suele ocurrir en este tipo de migraciones culturales, se dio una utilización de
formas sin comprender el significado y el contexto que las originan, tal y como
ya había ocurrido para el caso de la arquitectura barroca durante la Colonia y
como ocurriría posteriormente para la Arquitectura Moderna; lo particular de
esta situación es que “[…] algunos grupos sociales adoptaron gustos y costum-
bres modernos y transformaron sus lugares de habitación para vivir a la manera
moderna sin dejar de lado su mentalidad tradicionalista o conservadora”.144

Copias de chalets franceses, duplicados de casas inglesas, alusiones a los pala-


3.195 3.196
cios renacentistas, recreaciones modernas del estilo colonial, reproducciones de
las mansiones estadounidenses, reminiscencias medievales ingenuas y hasta
simulacros de palacios egipcios se construyeron en el valle con base en postales
y fotografías, demostrando que la simbología de la arquitectura se empleaba para
dar posición social a la vivienda y por consiguiente a sus habitantes, aunque en
esencia, la experiencia espacial interior seguía siendo similar a la heredada de la
Colonia pues el tipo de patios se mantenía vigente.

La modificación fue pues solo estilística en un principio y el patio republicano era


3.197 3.198 una estilización del colonial, convirtiéndose en un dispositivo de juegos formales
en los que participaban todos sus componentes; las columnas y las soleras por
ejemplo se trabajaron con la intención de darles una apariencia clásica inclu-
yendo fustes estriados y capiteles adornados. El sistema de portón, zaguán, con-
traportón, corredor, patio y habitación, preservaba, por lo menos en la mayoría
de los casos y en los primeros de aquellos experimentos eclécticos, el desarrollo
háptico del espacio continuo instaurado en la Colonia como expresión de la uni-
dad racional del mundo y del orden lógico que el hombre otorgaba al universo
para humanizarlo, manteniendo además lo más íntimo alejado de lo público en 123
consonancia con la necesidad profunda del ser. De todas maneras el interés
3.199 3.200
estético se mantuvo ya que “el conjunto de un interior republicano tiende a im-
presionar los sentidos de la vista y del tacto. Ese interior rodea literalmente a la
persona con estímulos sensoriales. La construcción del gusto se basó precisa-
mente en la búsqueda de armonías y de contrastes entre las formas, texturas
y colores, de todos los elementos presentes en la orquestación del ambiente
interior de la casa”.145

El concurso anual promovido por el Consejo de Medellín para premiar el edificio


privado con la fachada exterior de aspecto moderno más bella, da una idea de
3.201 3.202
los intereses del entonces que radicaban en lo aparente y superficial de las for-
mas decorativas. Este concurso establecido en 1916 era juzgado por la creada
Comisión de Estética, cuyos objetivos apuntaban exclusivamente a la dermis
3.195. Fantasías: Disneylandia, Miami, EEUU, álbum familiar.
externa evaluada bajo los cánones académicos europeos de finales del siglo
anterior.
3.196. La materialización aburrá de los sueños: casa de Diego
Echavarría, Nel Rodríguez H., 1930, El Poblado, Medellín.

3.197. La intención neoclásica diferenciadora: casa particular, Las casas pues, especialmente en sus fachadas exteriores, se llenaron con
Prado, Medellín. columnas, balaustradas, arcos, óculos, tímpanos, frisos, cornisas, molduras y
3.198. Reminiscencias: casa particular, Prado, Medellín. toda clase de ornamentos. Además se incorporaron en el lenguaje dérmico tec-
3.199. Recreaciones del colonial: casa particular, Prado, Medellín. nologías novedosas como el manejo del ladrillo a la vista, la mezcla de materiales
3.200. Juegos formales externos: Casa Estrada
al descubierto, el hierro forjado y, el uso de bloques y láminas de vidrio. Pero tec-
Nel Rodríguez H., 1932, Prado, Medellín. nológicamente también se modernizaron con la incorporación de sistemas eléc-
3.201. Reproducciones simbólicas: Palacio Egipcio, 1930,
Nel Rodríguez H., Prado, Medellín.
144
Alberto Saldarriaga R., Casa moderna, Bogotá, Villegas, 1996, p.19.
3.202. El interés en lo aparente: casa de Heliodoro Medina, Tulio
Medina A., 1916, Prado, Medellín. Alberto Saldarriaga R., Casa republicana, Bogotá, Villegas, 1995, p. 152
145
tricos y de iluminación, desagües y abastecimiento de agua, mediante instalación
de tuberías y accesorios de hojalata, que mejoraron notablemente los aspectos
mecánicos y de salubridad de la vivienda.

Poco a poco los cambios culturales fueron adentrándose no solo en la casa sino
en el espacio doméstico propiamente; como ocurrió con la afición por el piano,
que se difundió bastante entre las familias de la época, aunque su uso decayó
después cuando aparecieron las pianolas, las vitrolas, las ortofónicas y posterior-
mente la radio; lo resaltable de la presencia de estos aparatos, además de ser un
3.203 3.204
símbolo de status, es también la idealización romántica del espacio doméstico y
la musicalización refinada de su atmósfera que representaba el sentido moderno
de la vida con una actitud placentera y noble del ocio:

Como el Medellinense halla todas las dulzuras de la vida concentradas en el hogar domés-
tico, pasa el dia en sus negocios i por la noche se encierra, con la señora i niños, a buscar
la dulzura inefable de estar con la familia. La villa entonces queda decierta i lúgubre. Solo
se oyen los lindos walses de Straws que salen de alguna que otra casa, pues aunque hai
como treinta pianos, la mayor parte de ellos sirve de mero adorno en las salas, de pasto
al comejen o de vivienda a los ratones.146
3.205

En este orden de ideas, y acorde con la apertura cultural de mayor contacto so-
cial, los salones fueron abriendo sus puertas paulatinamente, pues la mayoría del
tiempo habían estado cerrados y se usaban solo para visitas muy excepcionales,
y fueron convirtiéndose poco a poco en el lugar más representativo de la casa
y en un signo de sociabilidad burguesa donde se siguieron instalando, como se
hizo desde la Colonia, los muebles y objetos más refinados con una inclinación
124
estética para conformar mundos europeizados:

Aquello es un salón propio para esa sacra real majestad que figura en los cuentos. El tapiz 3.206
rojo oscuro, con grandes flores de un verde desteñido, tibio y blanco, donde se hunden
los pies sin ruido, como si acariciara, y que […] constituye el sumun de la aristocracia […]
En los muros cubiertos con papel blanco brillante, bellos dibujos dorados y rojos forman
de trecho en trecho grandes cuadros de flores, donde lucen dos lunas de Venecia con
admirables marcos estilo Luis XV y dos cuadros valiosos que representan, el uno la Coro-
nación de Napoleón y el otro el Gran Corso de Santa Elena, paseando su desolación bajo
los árboles melancólicos de la isla inclemente. Pesados cortinajes granates, atados con
gruesos cordones de seda, terminados en borlas, cubren en parte puertas y ventanas. Del
centro del techo pende la araña hasta de diez candelabros magníficos, cuyos collares y
prismas de cristal, al ser movidos por el más leve aleteo del aire, campanillean vibrantes
notas musicales. Sofás y sillones, ocultos bajo fundas de coleta, con aspecto sui géneris
de fincamiento humano y retraído, realzan lo ceremonioso de aquella estancia, donde 3.207 3.208
raras veces penetra alma viviente. Dos consolas de mármol blanco, sobre las cuales lucen
dos jarrones de porcelana de sajonia, completan el mobiliario.147

Es de anotar que la apertura social del recinto doméstico a través de los salones
y los recibos también trajo una actitud diferente en el comportamiento, pues
“los salones, con grandes espejos, ricas arañas, briseros, bellas colgaduras, y 3.203. Cambios culturales: piano, Casa Santa Fe, Medellín.

esquisitos muebles, están animados por las amables i elegantes medellinenses 3.204. La modernización de la estética acústica: vitrola,
que se esmeran en tratar a toda jente con gracia i con recato, con amabilidad i colección Café Malaga.

con modestia”.148 Otra de las consecuencias del incremento de la actividad so- 3.205. El placer estético del ocio: radio Casima,
colección particular.
cial en el recinto doméstico fue la separación definitiva del mundo íntimo de los
3.206. Signos de sociabilidad burguesa: salón, Casa Barrientos,
década de 1870, Medellín.
146
J. F. Ortiz, Op. cit., pp. 61-62.
3.207. La europeización del espacio doméstico: sillón,
A. Castro, El señor doctor, Op. cit., pp. 44-45.
147 colección Pueblito Paisa, Medellín.

148
J. F. Ortiz, Op. cit., p. 62. 3.208. Estética refinada: vajilla europea, colección particular.
dormitorios y de los recintos del área social, de tal manera, en muchas casas se
dispuso el segundo piso para el ámbito más privado dejando en el primer nivel
el resto de las funciones de la casa. Esta partición rompió una de las cualidades
propias del tipo que tenía en el patio el núcleo articulador de la actividad de toda
la casa; la búsqueda de la independencia de los dormitorios respecto al resto de
estancias los alejaría de esta dinámica centralizada atentando contra la esencia
patial. Como símbolo de esta novedosa autonomía de los dormitorios, la esca-
lera se convertiría en un objeto escenográfico de características aparentes, cuya
dinámica se manifestaba literalmente con geometrías y materiales elocuentes.
3.209 3.210

Por su cuenta, la cocina con un ambiente más higiénico y sus electrodomésticos,


vio modificar los gustos y costumbres culinarios, emprendiendo un proceso de
reducción tridimensional y simbólica; de tal suerte, la electrodomesticación de las
tareas del hogar, condujo a una nueva dependencia del ser, que con el tiempo se
iría fortaleciendo y con la cual simultáneamente se perdería su condición ritual y
estética “[…] para suscitar un tiempo gris, homogéneo, vacío, el tiempo del hastío
sin esfuerzo y sin alegría”;149 en la alimentación se introducía un orden opuesto
invirtiendo el calor maternal y la ternura femenina provenientes de la relación
manual y corporal con los alimentos, por una relación técnica y mecanizada, cuyo
3.211 espíritu racional y lógico le es contrario.

Como parte del universo alimenticio, el comedor se consolidó de manera definitiva


por los años treinta en correspondencia con la especialización de las funciones
de la casa; las comidas tenían lugar siempre en él y a la misma hora todos los
días, la asistencia a este rito era sagrada, allí se discutían temas de significativa
importancia para la familia; esta costumbre de la comida familiar se mantuvo por
mucho tiempo, incluso después de la salida de los hijos del hogar paterno, así 125
“cada semana nos juntamos, mis hermanos y yo, en casa de mi hermana Lucía.
Son reuniones familiares, reuniones tranquilas, sosegadas, sabrosas; ella nos
obsequia con suculentos almuerzos […]”;150 como se anotó anteriormente, la co-
3.212 mida se asocia con la oralidad, con los lazos de relacionamiento, con los vínculos
domésticos que se fortalecen mediante el diálogo y la discusión en la intimidad,
el comedor contribuía a la consolidación del sentido familiar.

La atmósfera culinaria seguía llenando con sus aromas el gusto de los habi-
tantes de la casa como lo había hecho la casa colonial, y la espera oportuna
de los manjares añadía un toque poético a la vida desde aquel sentido olfativo
tan olvidado en la actualidad y que le imprime al sentido vital el carácter de “la
estética gastronómica […] fundada sobre un hecho biológico muy general y que
es el reconocimiento alimenticio”.151 Obsérvese cómo las cualidades propias del
espacio arquitectónico, el mobiliario y las condiciones estéticas del ritual de la
alimentación, se complementaban para constituir un universo rico, lleno de te-
3.213 3.214
situras para los sentidos:

3.209. La apertura social: Casa Santa Fe, Medellín. El comedor correspondía a los lujos del salón. Tapizado con tapiz de cabuya a rayas, os-
3.210. Nuevas escenografías: escalera, casa particular, Medellín. tentaba en el centro la mesa tendida con impecable mantel y sobre el cual se alzaba un
frutero, donde los oros de las naranjas se sumaban al amarillo pálido de los bananos, y
3.211. Un tiempo gris, de hastío: ventana de cocina,
Casa Barreneche, Caldas. el rosado provocador de los mangos del número once contrastaban con el verde de los
3.212. La consolidación del comedor: Casa Santa Fe, Medellín.

3.213. Cualificación del mundo gastronómico: aparador, colección 149


M. de Certeau, Op. cit., p. 219.
Pueblito Paisa, Medellín.
150
E. Echavarría, Op. cit., p. 222.
3.214. La estética del recinto ritual de alimentación: comedor,
Casa Barrientos, década de 1870, Medellín. 151
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 283.
higos y la madurez espléndida de una papaya que, como reina y señora, se sostenía sobre
las otras frutas. El tinajero macizo, de moda anticuada, mostraba las dos pletóricas tinajas
de rojo renegrido, que musicalizaban el ambiente con la isocronía de las gotas de agua
escapadas de sus fondos y que iban a caer a dos tazones de loza con paisajes azules, co-
locados por debajo sobre un travesaño del mueble. Veíaseen uno de los muros, incrustada
hacia el centro, una gran alacena donde se guardaban los dulces, las pastas, los comes-
3.215
tibles delicados y hasta una que otra botella de vino tinto para los días solemnes. Erguíase
en el muro fronterizo, con desplante desafiador de pesado lujo, el aparador (o seibó como
aquí dicen en jerga elegante) de comino crespo y molduras de ébano, abrillantado por lo
profuso de los vidrios y grandes tiraderas de cristal, colmados sus estantes con vajilla de
porcelana listada de oro en cada una de sus piezas y la cristalería verdaderamente fina;
vajilla y cristalería, por lo demás, que en otros tiempos en nuestra tierra eran puramente
decorativas. Lucían cuadros que representaban frutas apetitosas; pasteles y dulces com-
plicados; un gran pescado en su salsa con sus correspondientes rajas de limón y mucha
hoja de perejil; aves de caza impropias para predisponer el apetito por la impresión de
muerte que daban, la puerta, que con el patio principal comunicaba, lo mismo que parte
del muro donde se abría, estaba guarnecida por vidrios de colores, y como a tales horas
el sol avanzaba en su carrera de descenso, sus rayos oblicuos atravesaban aquellos, dibu-
jando en el tapiz y parte del mantel cuadriláteros simétricos de suntuosa policromía.152

La biblioteca fue otro recinto que hizo presencia manifestando la capacidad


económica y el estatus intelectual de los habitantes de una casa incorporándole
al espacio doméstico, especialmente en la sociedad privilegiada, una cierta at-
mósfera culta acolitada por la instalación de la energía eléctrica que facilitaba
la lectura nocturna en los ámbitos íntimos. Una anécdota cuenta por ejemplo 3.216
que “Maria, de Isaacs, en un solo ejemplar, pasaba de casa en casa, bañado en
lágrimas del vecindario”,153 pues ante la dificultad de acceder a la literatura o a los
libros en general, algunos privilegiados que tenían la fortuna de adquirir textos
publicados en Bogotá o en otras partes, los facilitaban a sus amigos y vecinos
126 después de haberlos disfrutado en el ámbito familiar; cuando la lectura y el ac-
ceso a los libros fue más amplio los padres de familia:

Rezan a las seis, y de ahí en adelante, mientras estudian los niños, leen los periódicos […]
A las nueve tocan a chocolate, piden los hijos la bendición, y todos se recogen.
Viene, entonces, la lectura íntima, en plena cama, hasta las diez y media. La Invernizzio, la
Braemée, Montepin, Jonson du Terrail, así como los horrores policíacos de Raffles y Nick 3.217 3.218

Carter, son casi siempre los causantes de los trasnochos conyugales.154

Los esfuerzos que se hacían para parecer modernos fueron comprometiendo


cada vez más la dinámica doméstica y con ello, el espacio geométrico incor-
poró la modernidad deseada. Fue así como el aseo personal por ejemplo, que
cobró mucha importancia y se vio como algo cada vez más privado, indujo a la
introducción de las bañeras de loza o metálicas, así como las duchas de agua
y la creación de los baños de inmersión, que se construían generalmente en el
segundo patio de la casa dando lugar a un ritual enmarcado en escenarios de 3.219 3.220
gran potencia estética y poética:
3.215. Los oros de las naranjas, el amarillo pálido de los bananos,
el rosa provocador de los magos…
Forman la escuadra exterior del patio salas y alcobas; un lado de la interior, el pasadizo
3.217. Lectura íntima en los ámbitos domésticos: María, Jorge
–adyacente a éstas– el comedor, el cuartito que lleva su apellido, y una como repostería Isaacs, portada de la primera edición de la novela, 1867.
que atrás le queda […] Ya sabemos que la casa tiene segundo patio y es también de
claustro y con surtidor. Allí están el oratorio, el cuarto de trebejos, los de criadas, el “de 3.216. La luz del conocimiento: biblioteca, casa particular,
corregimiento de El Hatillo, Barbosa.
plancha”, la despensa y la entrada de la cocina […] Rásgase la cocina sobre su patinillo, en
3.218. Esfuerzos de modernidad: espejo Art Noveau, colección
particular.

3.219. La modernidad del cuerpo: baño de inmersión, Museo Juan


152
A. Castro, Op. cit., pp. 46-47.
del Corral, Santafé de Antioquia, Colombia.
Miguel Escobar C., comp., La ciudad y sus cronistas, Medellín, ITM, 2003, p. 44.
153
3.220. La potencia estética de la higiene corporal:
154
Tomás Carrasquilla, “Veinticinco reales de gusto”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 3, p. 78. baño de inmersión, Casa Barrientos, década de 1870, Medellín.
cuyo borde se alza el fregadero revestido y engrifado […] Comunicado con las alcobas
está el baño, en un campo de césped. Rosales variadísimos lo perfuman, y dos leones
de barro, cubiertos de cemento […] cuidan a las ninfas y ahuyentan todo geniecillo libidi-
noso que pretenda asomarse.155

Como puede observarse, la connotación estética de la experiencia vivida en es-


tas casas se mantenía en los lugares destinados en aquel momento al cuidado
del cuerpo, pues no sólo el tipo arquitectónico seguía siendo el mismo, sino que
ahora la atención y los recursos se disponían para enriquecer la atmósfera con
lujo de detalles, y en los nuevos microcosmos que componían el sistema espa-
cial, como los baños, se establecía una mirada todavía estética y numinosa:

[…] al aire libre, al sol de Dios o a la sombra de enredaderas y rosales, por allá en un
patio hermético y tranquilo […] arbustos, flores, perfumes, azul y nubes brindan en estos
3.221 recintos familiares con las delicias del Edén perdido […] cascadas artísticas de pedruscos
abruptos, sembradas de helechos y parásitas; recipientes enormes de formas primoro-
sas; mosaicos y lozas norteamericanos; grifos y perchones niquelados de todo tamaño y
graduación; revestimientos por suelos y paredes; tocadores de mármol auténtico, colum-
natas, máscaras, relieves […],156

En estos parajes el gusto se deleitaba en la riqueza perceptual dando lugar a


una experiencia íntima ligada a los elementos naturales y a una visión religiosa
de la vida, situación realmente importante para la connotación poética de la vida
doméstica ya que la pausada comprensión del mundo de entonces facilitaba la
3.222 aproximación sensible y emotiva a cada experiencia, propiciando el encuentro
amable, el disfrute gozoso y la ritualización de los actos en medio del despliegue
sensorial:
127
Un verdadero jardín lleno de rosas, heliotropos y norvios, con una empalizada sobre la
que un jazmín extendía la constelación de sus estrellas níveas y perfumadas, muchas de
las cuales caían en la alberca que estaba debajo. Allí el agua era de una transparencia de
cristal, que permitía ver en el fondo los cuadros blancos de la argamasa, y entonaba, al
penetrar por el orificio de escape, una nota monoacorde y profunda de una musicalidad
dormida. Dos o tres colibríes y algunas mariposas frivolizaban por sobre las flores y
enredaderas.157

3.223 3.224
Los baños disponían una escenografía perfecta para la intimidad fantasiosa
descrita, en sintonía con el sentido religioso, pero cada vez con un sentido más
lúdico y placentero del cuidado de la carne, así por ejemplo:

El cuerpo se ha sumergido y las aguas vengativas se iluminan de círculos concéntricos,


porque creen que han tragado para siempre al importuno que violó su reposo.

Más apenas saboreando el agridulce placer de la venganza, estas aguas inermes y buenas
que no guardan caimanes rencorosos ni traidoras rayas –que sólo se aposentan, como
los crímenes, en las aguas turbias– ellas mismas levantan entre sus túnicas de cristal al
3.225 nadador que sonríe desgreñado y victorioso, forcejeando entre las linfas espumosas […] el
espíritu no recuerda que las horas bailan su nacimiento perpetuo y su eterna extinción al
3.221. Lo numinoso del baño: alberca, Casa Ditaires, Itagüí. compás de las inaudibles orquestas del infinito, y chapotea, chapotea como un niño. Cada
3.222. La experiencia íntima en la naturaleza con visión religiosa: baño es un nuevo bautismo para el espíritu.158
Bigfoot, Idan Zareski, resina, 478 x 175 x 162 cms., Jardín
Botánico de Miami, EEUU.

3.223. Escenarios de intimidad lúdica: corredor exterior


y piscina, casa particular, 1826, El Escobero, Envigado.
155
T. Carrasquilla, “Grandeza”, Op. cit., pp. 636-637.
156
Tomás Carrasquilla, “Aguas”, en: T. Carrasquilla, Obra completa, Op. cit., vol. 3, p. 430.
3.224. El agua: bautismo para el espíritu.
157
A. Castro, El señor doctor, Op. cit., p. 43.
3.225. Herencias árabes y romanas: Casa del Boquetillo,
Cartagena, Colombia. 158
Romualdo Gallego, “El baño”, en: M. Cárdenas y P. A. Gallego T., Op. cit., p. 46.
La mayoría de aquellos baños eran elegantes y lujosos espacios que recorda-
ban las fuentes y baños de las casas árabes o los espejos de agua de las villas
romanas; mostrando la importancia dada a este nuevo componente espacial de
la casa, aquellos ricos escenarios propiciaban experiencias poéticas asociadas
al patio y a su estructura simbólica vertical, confirmando además que “la cultura
es la síntesis adecuada entre razón teórica y razón práctica, o sea, poíesis, obra
de arte. Su eficiencia es el eros y su motivo y fin la belleza y la utilidad”;159 que
comportan actitudes de relacionamiento estético relativo al ámbito doméstico y
asociados a la higienización y la socialización pues como se sabe, “en el compor-
3.226
tamiento afectivo, materializado en mayor parte por la estética social, la olfacción
conserva un papel importante en las relaciones de los individuos”.160

Estas sensaciones vividas en los baños catalizan la poética propia de los vacíos
abiertos al firmamento pues “cuando me tiendo bocarriba en el agua, los chulos
nadan en el cielo, y al otear desde ese abismo luminoso mi proyecto de cadáver
en la alberca, tal vez piensen que yo estoy volando en el agua”.161 En tal escena,
en la que el cielo y el agua se involucran en la misma experiencia, se vislumbra
el efecto cromático del azul en el comportamiento del ser humano, pues él sim-
boliza la inspiración, la creatividad, la espiritualidad, la verdad, la revelación, la 3.227 3.228
sabiduría, la serenidad, la lealtad y la fe, conceptos y valores asociados desde
siempre por el ser humano con la armonización universal y el mundo superior;162
por ello el azul induce al retraimiento y a la conexión con el mundo interior, pues
en contrapunto a la dimensión infinita de lo celeste, surge el opuesto comple-
mentario. Y es que ver el mundo bocarriba, como se percibe desde el patio:

Es tener el cielo como espectáculo, el infinito como escenario; es ponerse de frente al éter
128 y aspirar la sumidad de la altura; es dar la espalda a la tierra, al limo, al fuego, a las co-
rrientes subterráneas, a todas las cosas silenciosas y temibles que conspiran torvamente
a fin de encolerizar los volcanes y hacer bailar los territorios.

A parte del hombre, ninguna criatura puede experimentar la indescriptible inquietud de 3.229 3.230

ver el firmamento de cuerpo entero, el claro y pasmoso infinito en donde la larga mano
del alma no halla fondo.

[…] Cómo captaba el infinito a trueque de dar la espalda a lo pequeño! […] Si es de día, el
firmamento ensancha ante sus ojos el ilímite abismo de luz, en donde residen todas las
grandes fuerzas, calladas y transparentes que designamos con los nombres de electri-
cidad, viento, armonía, relación y claridad: el infinito se le encarna; lo inmutable le mira
con sus ojos eternos; todos los éteres y los fluídos visibles e imponderables que pueblan
el espacio y que llenan los “vacíos” intersetelares, le cercan para intruírle sus poderes
desconocidos. El hombre tiene necesidad de palpar la tierra para no creerse transpor-
tado a zonas de ilusión. Si es de noche, de un golpe se revelan al hombre todos los
lívidos caminos de las estrellas; los guiños de los soles distantes; los matices volubles de 3.231 3.232
los astros mayores; las manchas blanquecinas de las nebulosas remotas; toda la ronda
vagabunda de los cuerpos celestes que se balancea en la maravillosa y trágica maroma 3.226. Poética de azules complementarios, cielo y agua en la
misma experiencia: edificios de posgrados, Rogelio Salmona,
que no termina nunca.163 1999, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia.

3.227. Higiene, socialización y comportamiento afectivo: piscina,


La contundente descripción de este pasaje remite a la conexión que desde los casa de recreo en las afueras de Medellín, álbum familiar.

patios de las casas se tenía con el cielo, enfatizando su carácter espiritual aso- 3.228. Los efectos cromáticos del azul: casa particular,
Cartagena, Colombia.

3.229. El mundo bocarriba: patio, casa particular, Envigado.


159
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., 1993, p. 450.
3.230. El firmamento como lugar del Cielo.
160
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 287.
3.231. La simbólica relación mariana con el patio:
E. Caballero C., Op. cit., p. 298.
161
estampa popular.
162
Carol Venolia, Casas que curan, Barcelona, Martínez Roca, 1996, p. 77.
3.232. Tradiciones vigentes: visita de la Virgen de los Caballeros,
163
R. Gallego, “El sabor de la vida”, Op. cit., p. 479-481. casa particular, Laureles, Medellín.
ciado a la percepción estética del universo, que se mantenía aún a pesar de los
cambios dérmicos en la construcción, y todavía con la referencia directa al fir-
mamento como lugar del Cielo, así se comprende que alguien estando en el patio
de su casa “[…] y, tendiendo la mirada por el cielo, exclama: ‘Miren lo lindo que
está el cielo, barrido, barrido. ¡Miren lo lindo!... Allá está Carlitos con la Virgen’.
Y cerraba los ojos, deslumbrados por aquel azul reverberante”.164 Cada actividad
doméstica estaba cobijada por el manto propio de la traza religiosa subrayada
por la aproximación sensible, de tal manera por ejemplo:
3.233
En acabando de colocar unas macetas en la antesala, admiraban el efecto, la perspectiva
poética, cándida, deliciosa que ofrecía aquella serie de piezas. En cada puerta doble cor-
tina calada de dos paños; iracas, cincodeabriles, drácenas, jardineras de vistosas flores,
pareadas a uno y otro lado, como recogiendo y abullonando aquellos encajes, daban la
nota selvática sobre aquel fondo vago, transparente, de espumas; y allá, en el último
término, entre un círculo de altaneras y coleos recortados a la inglesa, se veía el baño […]
“Lo que quiero es que papá pase por aquí para ir al baño: no ves que parece que va como
por arcos de triunfo […]” Dos fucsias simétricamente plantadas campan en el centro de
aquellas espesuras artificiosas; extienden sus ramajes, cuelgan sus flores purpurinas y
las dibujan en la quieta superficie.

[…] pasan al comedor; nada falta: tras el cristal de los artísticos aparadores relumbran
porcelanas y electroplatas; en las rinconeras ostentan los cacharros sus campos y ara-
bescos de oro, sus pinturas al fuego, el rococó de sus relieves; Baccarat ha enviado sus
primores de muselina, sus copas de gasa; Pomona, sus grosuras; Flora, lo más selecto de
su reino; y hasta el sol parece que acrecentara su belleza para filtrarse por los vidrios de
colores de la ancha reja.165
3.234
Así pues, toda la arquitectura, el mobiliario, las vajillas, los jardines y las flores,
se disponían, como se observa en esta cita, para establecer un escenario memo- 129
rable y pomposo que se entendía propio de la modernidad cultural que la nueva
burguesía trataba de establecer.

Por su parte los “excusados” o “cuarticos”, que seguían siendo muy precarios
hasta los años treinta, se mejoraron para dar lugar al cuarto de baño aislado en
el cual se tenía también una experiencia de placer y contemplación del cuerpo
entre baldosines, espejos, con el jabón, la toalla, el papel y los aparatos higié-
3.235 3.236
nicos. La dicotomía cuerpo-alma establecida desde la Colonia, iba dando paso
a una actitud conciliada que se vio reflejada en actividades cotidianas como la
alimentación, la salud, la gimnasia y el sueño. Con ello la estética moderna de
la experiencia corporal inició un proceso de reducción del tiempo y del espacio
del ritual del baño, que llevaría con los años a su simplificación constriñendo el
placer estético.

En sentido amplio, la casa republicana instauraba un mundo higiénico, funcional


y eficiente imponiendo un modo de vida cada vez más abstracto; pero tecnológi-
3.237
camente mejoró los aspectos funcionales y de salubridad y liberó tiempo que se
3.233. La traza religiosa en el espacio doméstico:
patio central, casa particular, Medellín.
dispuso para actividades como la lectura, la oración y la conversación; se deter-
minaron áreas femeninas (el salón, el comedor, la cocina, el costurero) y mascu-
3.234. El escenario memorable confirmado por los objetos:
vajillas importadas de principios del s. XX, colección particular. linas (la biblioteca, el estudio y el despacho) según los usos de los recintos, y el
3.235. La higienización moderna del espacio doméstico: aparato espacio doméstico iba alcanzando así un estadio premoderno que abriría paso a
sanitario importado, años treinta del s. XX, casa particular, 1826,
El Escobero, Envigado
los ideales de progreso influenciados por la cultura norteamericana e iría prepa-
3.236. La simplificación reduccionista de los rituales: cuarto de
baño, mediados del s. XX, casa particular, Belén, Medellín.
T. Carrasquilla, “Blanca”, Op. Cit., p. 457.
164

3.237. La vocación del cuidado y la salud del cuerpo:


fiesta de niñas enfermeras, Medellín, álbum familiar. 165
Ibíd., p. 468.
rando la llegada de la contemporaneidad. La idea del hogar como una máquina
determinó el espíritu del espacio doméstico que tendría en la Arquitectura Mo-
derna una nueva dimensión evidenciando la autorreferencialidad y sus propias
condiciones sensibles; adquirió otra posibilidad simbólica ajena a la vida misma y
bajo un afán económico, propició una carrera desenfrenada de impulsos reduc-
cionistas en busca de la eficiencia que sometía la cualidad poética y simbólica.

Antes de dar paso al último aparte de este capítulo, es conveniente hacer de


nuevo referencia a las casas campestres del valle, que, como se anotó con an-
3.238 3.239
terioridad, constituyeron el germen del asentamiento urbano. Pues bien, algunas
de las que habían sido casas de hacienda se fueron convirtiendo en lujosas resi-
dencias de veraneo y las otras simplemente desaparecieron por las presiones
del crecimiento urbano. Pero entre 1880 y 1940 surgieron nuevas edificaciones
aisladas en las laderas del valle permitiendo a las familias más adineradas pasar
sus vacaciones y fines de semana; casas que en algunas oportunidades eran
verdaderos palacios de comodidad y lujo en medio del esquema tipológico del
patio central.

Estas construcciones, que con el paso del tiempo también serían absorbidas por 3.240
el crecimiento de la urbe, fueron adquiriendo un carácter moderno tanto en su
estilo arquitectónico como en sus comodidades e instalaciones técnicas. Además
se destacaban en ellas los trabajos decorativos en madera para pilastras, corni-
sas, enrejados, celosías y cerraduras; también tenían adornos especiales como
albercas, grifos, zócalos, faroles, estanques y piscinas; los jardines, plantas y
árboles eran particularmente cuidados y ofrecían un ambiente campestre de
inigualables condiciones estéticas como la descrita en el siguiente fragmento: 3.205
130
Que es de las llamadas de número 7, con buenas piezas y corredores adentro y afuera
–estos últimos mirando al valle y al sur– y con un patio chico, cerrado en el ángulo li- 3.241 3.242
bre por un trincho de piedra sembrado de rosales y con colgajos de panameña y malva
española por los lados. Cae al patio por un atanor y en una alberca un chorro nada cris-
talino, que luego pasa al baño. Éste es de piedra sin labrar y está rodeado de culantrillo y
helechos, y en la mitad del jardín, si tal puede llamarse un rastrojo de bejucos, maromas
y parásitas que se extiende al sur de la habitación […] enredaderas de recuerdo y rosa-té,
en los corredores; golondrinas, procreando en los aleros del tejado; colonia de colibríes,
en las fucias; concurso de mariposas, abejas, abejones y gusanos.166
3.243
Las casas campestres que aparecieron en el Valle de Aburrá a mediados del
siglo XX adoptaron otros esquemas tipológicos y de volumetrías distintas a las
propias del tipo tradicional de patios, a medida que las influencias de corrientes
extranjeras asociadas a la Arquitectura Moderna fueron tomando fuerza, lo cual
dio lugar a otra deriva de la imagen de la domesticidad del valle y que tendrían
una muy corta vida por el implacable crecimiento de la urbanización. Más cer-
3.244
cana a la idea de la casa unifamiliar aislada, propia de las culturas anglosajonas
y ampliamente difundida por los medios de comunicación en todo el mundo, 3.238. Los espacios femeninos: La planchadora, Eladio Vélez,
1938, óleo sobre tela, colección Museo de Antioquia, Medellín.
pero especialmente utilizada en los Estados Unidos, este tipo encarnó la idea del
emplazamiento sin contexto específico, en la cual la casa particular es amplia, 3.239. Los espacio masculinos: máquina de escribir y muebles,
colección Casa Museo Otra Parte, Envigado.
horizontalizada, rodeada de césped con un sentido dominante sobre el territorio,
3.240. La premodernidad masculina: biblioteca,
que se extiende de manera figurada al mundo a través del jardín que la circunda, casa particular, Laureles, Medellín.

mientras que en el tipo de patios, no se domina el mundo, sino que el universo 3.241. Predilección de aislamiento: casa La Alhambra, La Estrella.
domina la intimidad, es el cielo el que hace presencia en lo doméstico, la casa no 3.242. Otros esquemas: casa particular, Miraflores, Medellín.
hace presencia en el mundo como lo hace la unifamiliar aislada. Así pues, esta
3.243. Influencias foráneas: casa particular, Lalinde, Medellín.

T. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Op. cit., p. 150.


166
3.244. Dominio del mundo: casa particular, Lalinde, Medellín.
deriva del espacio doméstico en el valle de los aburráes no representaba con-
tinuidad con la casa de patios, incluso ni siquiera con la campestre que adoptaba
tal esquema.

DEFUNCIÓN DEL TIPO PATIAL. El paso a la imagen económica

Infortunadamente la modernización trajo una consecuencia lamentable para la


arquitectura de la vivienda; el patio articulador ya no tenía sentido, la reunión
común en torno al fuego del hogar en conexión con el cosmos eran ya cosas del
pasado. La desaparición del patio tradicional fue inminente. El perentorio proceso
de disgregación del espacio doméstico se veía venir y más allá de las modifica-
ciones en las viviendas, a lo que se abría futuro, era a un cambio profundo de las
estructuras del espacio doméstico y de la intimidad, las experiencias e imágenes
quedaron grabadas en el espíritu, el enorme poder evocativo de las vivencias es-
téticas asociadas al tipo de patios pasaron a ser parte de la memoria y con ello el
3.245 3.246 sentido profundo de un estado del alma asociado a la paz interior, pues no puede
olvidarse que patio viene del latín pac que a su vez se deriva del occitano pàtu o
del latín pat y que significa tranquilidad.

En general, en el país, el historicismo se redujo con la crisis de 1930 a raíz del


colapso de la bolsa de New York, con el sentimiento nacionalista y con la im-
posición progresiva del Movimiento Moderno que reprodujo para la vivienda los
tipos del edificio en altura, la unidad vecinal y el conjunto unifamiliar. Los m o d e -
l o s adoptados para estos desarrollos derivaron en la aplicación exclusiva de los
principios de racionalización, repetición indiscriminada, economía de recursos y
reducción de áreas, lo que llevó a la pauperización del espacio doméstico.
131
Lo peor es que la domesticidad asociada a un universo abstracto, ajeno a la
3.247 3.248 tradición, de carácter universal y utópico, se convirtió en el ideal de todas las
clases. De manera inconsciente se impuso una forma de vida, que por lo menos
en lo que respecta a la intimidad del hogar está muy distante de los requerimien-
tos profundos y ancestrales; la alienación y la pérdida de la identidad en aras del
anonimato urbano, impulsados por los intereses económicos que se escudan en
una supuesta democratización de la vivienda, desvirtuaron por completo el deve-
nir del espacio doméstico olvidando que “la realidad debe / puede ser entendida
y construida de manera poética, es una necesidad cultural”.167

No obstante, algunas urbanizaciones y algunos sectores mantuvieron el patio


en los tipos adoptados; una parte de las casas fueron realizadas todavía por
maestros y albañiles sin formación profesional, que recurrieron a los modelos
pretéritos del patio para el universo íntimo, pero infortunadamente no se dispu-
3.249 3.250
sieron como núcleos articuladores de la dinámica íntima y pasaron a ser solo
3.245. “Crónica de una muerte anunciada”: fuentes de aire y luz. A estas casas de patios se les fueron sumando otras de
casa patial republicana, La Candelaria, Medellín.
corte moderno diseñadas ya por arquitectos o por ingenieros, bien fueran forma-
3.246. La tranquilidad atmosférica del patio: casa colonial,
Santafé de Antioquia, Colombia.
dos en el extranjero, por correspondencia o siendo los primeros egresados de la
Universidad Bolivariana, pero en estos casos, el patio tampoco logró convertirse
3.247. Nuevos modelos de desarrollo racionalista: San Joaquín,
1948-1954, Medellín. en corazón de la vida doméstica, pues ellos distan mucho de ser articuladores
3.248. La resistencia de la tradición: reunión en casa de patio,
física y simbólicamente del sistema geométrico de la casa; como lo describe
Laureles, Medellín, álbum familiar. Martí A. en relación a la casa-patio miesiana,168 en vez de ser el núcleo heredero
3.249. La reducción simbólica del patio: casa particular,
Belén, Medellín. 167
Juan Llavería A., “El sentido de lo poético en la definición del espacio público”, en: Forum IDEA 2006, La Habana,
Centro de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam, 2006, p. 84.
3.250. La abstracción reduccionista de la naturaleza:
patio interior, casa San Joaquín, Medellín. 168
C. Martí A., Op. cit., p. 158.
de la tradición de la antigüedad greco-latina, en la cual es la principal estancia,
en estas viviendas modernas el patio es una abstracción reduccionista e ideal de
la realidad natural que no estructura el hogar.

Es por eso que en estos casos, el patio constituye más bien otra caja, aunque
vacía, de la agrupación de microcomponentes del sistema, en consecuencia, en
estos patios se realiza poca actividad ya que no están pensados para integrarse 3.251
a la dinámica doméstica, significan poco y se comportan como un descampado
aprovechable para ser ocupado con extensiones o adiciones de la casa, tales
como dormitorios adicionales, un taller doméstico, un garaje o incluso un peque-
ño apartamento de alquiler. Aquí el patio pierde su cualidad poética al desvincu-
larse de la fantasía en la cotidianidad y romper su estructura simbólica vertical
olvidando que “la casa es, desde luego, memoria silenciosa y determinante, la
que se aloja en la teoría bajo la metáfora del habitus y que, por añadidura, aporta
a la suposición un elemento referencial, un aspecto de realidad”.169

Lo más complejo de la situación es que la preocupación de los arquitectos por 3.252

el problema formal y visual, de manera casi exclusiva, demuestra su ingenuidad


al creer que lo bello es bueno; dejando la tradición, la historia, la memoria y las
necesidades profundas del ser dan lugar a una arquitectura que en el fondo no
es apta para la vida íntima. A pesar de todo, se siguen concibiendo algunas ca-
sas con patios en el valle; un subtipo corresponde a las unifamiliares aisladas y
el otro a unidades de conjuntos residenciales, ambos destinados a familias muy
adineradas. Pero en estas búsquedas, la mayoría de los microcosmos están o-
rientados a vistas que se abren al paisaje, lo cual riñe con el concepto del patio
articulador de conexiones verticales simbólicas; y como los cambios familiares y
132 sociales exigen otra dinámica, cada recinto posee su propia autonomía, muchas
veces incluso más concentrada en las imágenes mediáticas que en las relaciones
establecidas con el mundo real, evidenciando el cambio de la actitud simbiótica 3.253 3.254

a la consumidora. Entonces la condición estética no involucra la ilusión ni la ima-


ginación como soportes de la existencia efímera del ser humano; la sensualidad
de lo externo, de la lluvia, del sol y del viento, se pierde al hacerlo todo evidente
mediante la mirada horizontal y directa sobre el rededor.

Ninguna de las casas de patios coloniales se mantiene en pie, una gran parte de
las republicanas ha sido demolida para dar paso a torres de vivienda o edificios
para otros usos, y el resto de ellas están amenazadas por la misma situación,
dentro de una cultura que no acaba de comprender sus valores y que cree to-
3.255 3.256
davía ciegamente en el progreso y en la felicidad basada en la acumulación de
bienes materiales y de dinero. En general pues, en el privilegiado Valle de Aburrá,
la casa es un tipo en vías de extinción que pervive paradójicamente entre los
más ricos y los más pobres, y que ha dado paso a la imposición de las torres de
apartamentos correspondiente a la mirada económica debreyana y sobre la cual
se despliega el análisis del siguiente capítulo en el que se pondrá en evidencia la
pérdida de la mirada estética presente en el arquetipo patial, y que de acuerdo
con M. de Certeau conduce al ser a estados incompletos, ya que salvo extrañas
excepciones, los hombres no se benefician de los contactos directos y prolonga-
dos con los bienes de consumo, e ignoran casi siempre la experiencia estética
de este contacto.170 3.257 3.258

Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico


169

y de Estudios Superiores de Occidente, 2007, p. 67.


170
M. de Certeau, La invención de lo cotidiano II, Op. cit., p. 104.
133

3.251. La pérdida de la cualidad poética del patio: Ya están casi


vacíos todos los patios, Iván Hurtado, 1996, acrílico sobre tela,
130 x 130 cms., colección particular.

3.252. La persistencia del tipo: casa de patio, La Floresta,


Medellín.

3.253. El subtipo unifamiliar aislado: Casa en El Tesoro, Luis


Dapena R. y Dora L. Echeverría R., ca 1992, Medellín, redibujado
de revista Escala 162, p. 80.

3.254.A. De los pocos patios que aún se hacen: Casa Herrera,


Samuel Vélez G. y J. D. Ch., 2003, El Poblado, Medellín.

3.255. El subtipo del conjunto residencial: Casa de Patio, María C.


Arango, Pablo Gómez y Esteban Restrepo, 2013, Envigado.

3.256.A. El sueño idílico de los más pudientes: urbanización


Las Brujas, Envigado.

3.257. La condición de los menos favorecidos: casas particulares,


Palermo, Medellín.

3.258. La pérdida de la mirada estética: casa republicana


en demolición, Belén, Medellín.
134
GENEALOGÍA DE LA TORRE DOMÉSTICA.
Al encuentro del cielo para alejarse de él

La búsqueda de la altura no es exclusiva de la contemporaneidad, desde siempre


el hombre ha querido acercarse al Cielo, inicialmente a través de la naturaleza
y luego por medio de sus obras materiales; y aunque hay casos excepcionales
como el Faro de Alejandría, la estructura más alta de la Antigüedad, cuyo objeto
era funcional, el interés básico de las construcciones verticalizadas premodernas
era trascendental; basta recordar las pirámides de distintas civilizaciones, las
4.1 4.2 acrópolis griegas o las catedrales góticas. De este interés por elevarse, también
hay evidencias en el Valle de Aburrá desde los tiempos prehispánicos, como se
describió en el capítulo de “La casa cielo”. Pero lo que es más reciente es el
carácter económico de los edificios en altura, aunque ello también es de carácter
global y será el tema de este capítulo contextualizado en el valle.

4.3 También en el ámbito doméstico, los edificios han ganado paulatinamente altura
hasta llegar a desafiar no solo las leyes físicas, sino también las sociales y sobre
todo las condiciones más básicas del espacio doméstico. Pero además hay que
tener en cuenta que “este deseo de altura parece un deseo natural, como el sexo
4.4 4.5 o la lucha. […] Se relaciona con el poder y la dominación, unos conceptos que
parecen obsoletos pero que aún permanecen en el alma humana sin encontrar
su vía de expresión”.1

Y precisamente por la condición universal del interés por la altura, las raíces de
este tipo arquitectónico son diversas e híbridas, al igual que en los arquetipos de
la cabaña y de la casa patial. Un antecedente antiguo es el de las comentadas
insulaes romanas, que tenían entre cuatro y seis niveles, generalmente ordena- 135
dos en torno a patios con corredores perimetrales de acceso a las unidades y
que aparecieron como solución a la demanda del crecimiento poblacional de la
urbe. Debido a la falta de instalaciones adecuadas, la ausencia de energía eléctri-
4.6 4.7
ca, la precaria ventilación e iluminación, el uso de materiales combustibles en la
construcción y la cantidad de personas, la vida en las insulaes era bastante incó-
moda, en condiciones higiénicas deplorables, con alta contaminación, constantes
incendios y frecuentes altercados entre vecinos; nótese que, aunque guardadas
las proporciones, algunas de estas condiciones poco han cambiado. De similar
manera, muchas de las ciudades medievales y de la temprana modernidad se
vieron obligadas a crecer verticalmente por el agotamiento del suelo disponible,
pero las limitaciones técnicas mantuvieron el control de la altura, que también se
regulaba mediante normas básicas, y por un cierto deseo de unidad urbana y de
anonimato.

4.8
En este breve recuento histórico conviene recordar que con la Revolución In-
4.1. La naturaleza para acercarse al Cielo: cerro Corcovado, Río dustrial los avances en la metalurgia, en las comunicaciones y en los procesos
de Janeiro, Brasil.
mecánicos trajeron enormes cambios a muchas ciudades, convertidas en polos
4.2. La excepción funcional: faro de Alejandría, ca. 290 a. de C. de atracción de numerosos inmigrantes; en consecuencia, estas urbes crecieron
4.3. Eternidad celeste: pirámides, Guizá, Egipto, c. 2500 a. de C. y transformaron sus estructuras físicas para responder a las nuevas necesi-
4.4. El deseo numinoso de altura: acrópolis griega. dades. Por su parte, la cultura norteamericana impulsó los edificios en altura
4.5. Acenso trascendental: Templo de los Guerreros, 550-900,
como producto de una serie de circunstancias particulares como los avances
Chichén Itzá, México. tecnológicos en la industria del acero y de los ascensores, el rápido crecimiento
4.6. Evidencias prehispánicas: camino de Cieza, Medellín. urbano en el siglo XIX (a diferencia del estancamiento europeo) y gracias a una
4.7. El desafío: Mirador de la 80, barrio Robledo, Medellín.

4.8. El fenómeno universal contemporáneo: Lima, Perú, 2009. 1


Judith Dupré, Rascacielos, New York, 2004, p. 7.
operación inmobiliaria de enormes beneficios económicos para los promotores.

La ciudad de Chicago, EEUU, es fundamental en la historia de los edificios en


altura, ya que en la década de 1880 su población se duplicó y los precios de los
predios urbanos en el centro pasaron de tres dólares a más de doscientos veinte
por metro cuadrado.2 Esta situación, sumada a los mencionados desarrollos téc-
nicos, estimuló la búsqueda de los cielos para la construcción de proyectos co-
merciales; fue así como el considerado primer rascacielos de la historia, el Home
Insurance, con 55 m de altura, proyectado por el arquitecto e ingeniero William
4.9
Le Baron Jenney (1832-1907), se construyó en esta ciudad en 1885, siendo el
primer edificio totalmente soportado por una estructura metálica e inaugurando
así una nueva era tipológica en la arquitectura.

Al Home Insurance le siguieron una serie de edificios tanto en Chicago como en


New York, EEUU, con el competitivo deseo de ostentar el récord de la mayor al-
tura construida. Gracias a que los problemas técnicos habían sido prácticamente
superados, el único asunto que ocupaba la atención de los diseñadores de las
torres era el aspecto plástico de su imagen exterior. El edificio Singer, diseñado
por el arquitecto estadounidense Ernest Flagg (1857-1947), construido en New 4.10
York en 1908, marcó otro hito histórico al superar la altura alcanzada hasta en-
tonces con sus 41 pisos y “su teatral silueta señaló el nacimiento del rascacielos
como símbolo del capitalismo”.3 A partir de entonces y hasta la actualidad, la idea
del poder económico asociado a la arquitectura se manifiesta con todo furor en
los edificios de grandes alturas.

Se asume generalmente que las formas de los edificios modernos de gran altura ejem-
136 plifican las fuerzas de la industrialización y del cambio cultural y social. La interpretación
ortodoxa de este proceso de denomina “determinismo técnico”, por el que se hace re-
ferencia a que los edificios altos son percibidos exclusivamente como la consecuencia 4.11

inevitable de, y surgida en respuesta a, dichos agentes económicos y sociales.4

Fue así como el tipo de la torre se difundió por todo el planeta conformando
los perfiles de una infinidad de ciudades en una competencia desaforada por
mostrar el poderío de sus promotores, particularmente en sociedades capitalis- 4.12

tas, aunque el fenómeno se ha extendido a otros regimenes políticos.5 Infortu-


nadamente, una consecuencia negativa de este desafío frenético, es que “[…] el
desarrollo insaciable ha dejado una estela espectacular de devastación”,6 puesto
que permanentemente se destruye lo antiguo para construir algo más alto, más
novedoso o más suntuoso.

En estas torres, la proyectación de los sistemas espaciales y los recintos de


las unidades pasa a un segundo plano, pues por obvias razones la silueta del
volumen es la portadora del mensaje más efectivo, lo cual no ocurre solo en los 4.13 4.14
4.9. Primer rascacielos: Home Insurance, William Le Baron
edificios empresariales o de usos mixtos, sino también en los de vivienda, que Jenney, 1885, Chicago, EEUU., foto Corbis Bettmann-Corbis,
deberían tener un carácter más anónimo como lo demanda la condición íntima. tomada de Wright, H., Rascacielos, p. 11.

Precisamente los aspectos simbólicos asociados al espacio doméstico son los 4.10. Compitiendo por la altura: Singer, Ernest Flagg, 1908, New
York, EEUU., tomada de Gössel, P. y Leuthäuser, G., Arquitectura
del siglo XX, p. 38.
2
Ibíd., p. 15. 4.11. “Determinismo técnico”: New York, EEUU., 2007,
foto Diana Giraldo.
Ibíd., p. 32.
3

4
Matthew Wells, Rascacielos, Madrid, H. Kliczkowski, 2005, p. 9. 4.12. El tipo difundido: Castillo Grande, Cartagena, Colombia, 2012

5
China levantará un rascacielos cada cinco días en los próximos tres años y para el año 2016 tendrá más de 800 edifi- 4.13. La estela de destrucción: demoliciones, Ayacucho, Medellín.
cios de una altura superior a los 150 mts.
4.14. La silueta mensaje más efectivo: Pirámide transamericana,
6
Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, Siglo Ventiuno, 1988, p. 72. William Pereira, 1972, San Francisco, EEUU., foto Sergio Giraldo M.
más descuidados, incluyendo el numinoso, al poner paradójicamente distancia
entre el ser humano y lo celeste divino.

Los rascacielos son indudablemente una celebración del avance tecnológico, un gesto
orgulloso de la capacidad del hombre de construir cada vez más alto en su intento por
alcanzar los cielos. Pero son también un producto de la calificación del suelo, del mercado
inmobiliario, de la especulación. Son el mayor elemento de inversión urbana debido a los
precios astronómicos que alcanzan los solares en los centros de las ciudades. Sin em-
bargo, la euforia económica y el romanticismo tecnológico, obviaron los efectos que estos
edificios tienen sobre la vida de las ciudades y sus habitantes.7
4.15

Pero no solo la tradición estadounidense tiene ingerencia en el fenómeno, pues


en Europa, después de la Primera Guerra Mundial, se gestó un movimiento cul-
tural inspirado en la funcionalidad de la mecánica, de tal suerte que la vanguardia
artística buscó obsesivamente en la máquina el modelo fundamental del de-
sarrollo humano. De allí se concibió la idea de que “una casa es una máquina
de habitar”,8 inaugurando para la historia de la arquitectura un nuevo régimen
doméstico en el que se incorporaron los avances del diseño técnico al contene-
dor del hogar, y con ello “la idea de que un único diseño integrador podía ser
adaptado a un objeto, desde utensilios de cocina a vehículos, se extendió al ám-
4.16 4.17
bito de los rascacielos”.9

En la arquitectura apareció un ideal de corte social ahistórico difundido en ex-


posiciones, en ferias internacionales, en concursos y en los Congresos de Arqui-
tectura Moderna (CIAM), basado en un funcionalismo extremo en cuyo espacio
“[…] lo privado se expone, lo doméstico se anula, lo íntimo se castiga”,10 en ben-
eficio del dogma desarrollista y del futuro como categoría fundamental; de tal
137
manera, la lección de la historia ancestral se descartó bajo el espejismo de un
universo que pretendía crear un medio humano opuesto al natural, heredero de
la concepción racionalista del mundo y que infortunadamente en muchos casos
dio lugar a un pavoroso escenario deshumanizado, particularmente para el es-
4.18 4.19
pacio doméstico.

La exposición del Museo de Arte Moderno de New York, en 1932, en la que


se exhibieron alrededor de cien edificios,11 con características comunes en la
composición basada en los principios funcionales, de limpieza en el lenguaje
y de eficiencia constructiva, fue especialmente significativa para la difusión de
este estilo en el contexto americano. Para aquella ocasión, el historiador Henry-
Russell Hitchcock (1903-1987) y el arquitecto Philip Johnson (1906-2005), esta-
dounidenses, publicaron un texto para acompañar la muestra en el que acuñaron
4.20 el término de Estilo Internacional.
4.15. El espejismo de la modernidad: edificios en Copacabana,
Río de Janeiro, Brasil.
Ahora, dentro del panorama investigativo para la vivienda de posguerra europea,
4.16. Una casa no es una máquina: La casa amarilla, Luis F.
se experimentaba no solo con la idea de la construcción de bloques, sino tam-
Peláez, 1997, escultura pública, desmontada, Medellín. bién de la casa unifamiliar o bifamiliar, incluso bajo el tipo de la casa de patio;
4.17. Diseño integrador: proyecto para el concurso del Chicago
Tribune, Adolf Loos, 1922, redibujado de Pateta, L., Historia de la
arquitectura, p. 26. 7
Francisco Asensio C., La arquitectura de los rascacielos, España, s.e., 1997, p. 7.
4.18. El funcionalismo extremo: El modulor, Le Corbusier, 1948, 8
La Corbusier, Hacia una arquitectura, Barcelona, Poseidón, 1978, p. 73.
redibujado de Le Corbusier, The Modulor, 1954.
9
M. Wells, Op. cit., p. 17.
4.19. Escenarios pavorosos del mundo racionalista: Es arriba
como es abajo (detalle), Edwin Franco, 2012, instalación, Museo 10
Iñaki Ábalos, La buena vida, Barcelona, Gustavo Gili, 2002, p. 75.
de Antioquia, Medellín.
Se expusieron obras de Frank Lloyd Wright, Walter Gropius, Le Corbusier, J. J. P. Oud, Ludwig Mies van der Rohe,
11

4.20. Estrategias de difusión del Estilo Internacional: Raymond Hood, George Howe & William Lescaze, Richard Neutra y Monroe & Irvin Bowman, realizadas entre 1926
portada de la publicación castellana de 1983. y 1932.
no obstante la buena intención en el origen de la búsqueda, en las propuestas
de arquitectos como los ingleses Raymond Unwin (1863-1940) & Barry Parker
(1867-1947), el holandés Jacobus J. P. Oud (1890-1963), el suizo Hannes Meyer
(1889-1954), los alemanes Bruno Taut (1880-1938),12 Hugo Häring (1882-1958),
Adolf Rading (1888-1957),13 Ludwig Hilberseimer (1885-1967) y Otto Haesler
(1880-1962), y el ruso Alexander Klein (1879-1961),14 entre otros, la repetición,
la sistematización, el aprovechamiento máximo de los lotes, las ideas higienistas
y la búsqueda de modelos de aplicación masiva, condujeron a concebir la casa
como un objeto industrial, con todas las implicaciones negativas que ello con-
4.21
lleva para el espacio doméstico, que como se ha dado a entender, trasciende la
concepción moderna del mundo visto bajo el lente racional.

En tal sentido, y para establecer el vínculo entre la casa y las torres, se puede
afirmar que “[…] es la casa positivista la única que encuentra su culminación en
el bloque residencial […]”,15 en el que se reprodujo la tendencia decimonónica
de empaquetar todo; la filósofa e historiadora estadounidense contemporánea
Susan Buck-Morss retomando al filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940),
dice: “Vivir era entendido como crear un estuche para los seres humanos, en-
castrados tan profundamente con todas sus posesiones […]”,16 donde el objeto
es contenido por un envoltorio cuya forma resulta de una actitud de control mol- 4.22

deador y un orden pragmático, estático y rígido, ajeno a lo vital, que en el espacio


doméstico es errático, esférico e impredecible.

Paralelamente a los experimentos tipológicos, en 1914 el arquitecto italiano An-


tonio Sant’Elia (1888-1916) y el egipcio Filippo T. Marinette (1876-1944), pro-
pusieron la Ciudad Nueva mediante dieciséis dibujos que complementaban su
138 Manifiesto de arquitectura futurista, en cuyo texto se insistía en la edificación de
nuevos tipos para una arquitectura del futuro, poniendo en evidencia el deseo de
crear una nueva versión del mundo, un universo autónomo, tal y como ocurrió 4.23
en las demás artes, en las que se podía concebir un reino independiente de cual-
quier preexistencia; una arquitectura de generación espontánea que olvidaba,
hablando particularmente de lo doméstico, el lento proceso de desarrollo del
concepto de la domesticidad y la pausada conquista de la especialización funcio-
nal. El foco de la propuesta futurista estaba orientado a la percepción visual de la
forma externa, y no a aquella que involucra la triple condición estética: funcional,
fisiológica y figurativa. De hecho, los dibujos de Sant’Elia son casi todos exte-
riores de los edificios, anticipando la desatención que la Arquitectura Moderna
pondría a la interioridad doméstica.
4.24
De tal suerte, la propuesta carece del carácter simbólico de los espacios exis-
tenciales interiores, que es el que les imprime su condición humana; por ello, el
deleite en lo novedoso desvía la atención hacia lo menos importante impidiendo
la satisfacción estética profunda. Incluso en el mismo manifiesto se explicita la
atracción por lo perecedero y lo superficial: “[…] hemos enriquecido nuestra sen-
4.21. El objeto industrial: casa de Lego.

4.22. El estuche del espacio doméstico: Thinking about you


(homenaje a Ethel Gilmour), Eugenia Pérez, 2011, objeto
12
Sus reflexiones condujeron al tipo de planta flexible, fundamental para la Arquitectura Moderna. escultórico, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
Rading ideó la famosa planta camarote que suprime los espacios de transición entre estancias.
13
4.23. Condiciones erráticas del espacio doméstico: fiesta de
Klein formuló el criterio de separar las funciones de la vivienda en tres áreas: la de vivir, la de dormitorios y la de
14 quince, Medellín, álbum familiar.
asuntos mecánicos.
4.24. Arquitectura espontánea: La Città Nuova, Antonio Sant’Elia
15
I. Ábalos, Op. cit., p. 78. y Filippo Marinette, 1914, dibujo, Pinacoteca del Museo Cívico,
Como, Italia, tomada de Kliczkowski, H. A., Antonio Sant´Elia,
16
Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada, Madrid, La balsa de la Medusa, 1995, p. 321. p. 72.
sibilidad con ‘un gusto por lo ligero, lo práctico, lo efímero y lo veloz’”.17 El espíritu
de la época, extasiado por sus productos de consumo, evade la intención de la
arquitectura sedentaria, perdurable, tectónica, que implicó siglos de evolución
y lo que es más importante aún, de la respuesta a las verdaderas necesidades
humanas; según Sant’Elia y Marinetti, en la nueva era de la máquina “las casas
durarán menos que nosotros. Cada generación tendrá que construirse su propia
ciudad”,18 el mundo habría que reinventarlo permanentemente, a pesar de que
el hombre sigue siendo igual en lo esencial; y la arquitectura se convertiría en
objeto desechable, determinando el carácter de la identidad contemporánea es-
4.25 4.26
tablecida en el consumo.

Esa actitud destructiva que la modernidad pregonaba se difundió por todo el


planeta y adoptó con todo furor la consigna de borrar cualquier huella del pasado
para ser modernos. Así, se destruyó prácticamente todo el patrimonio colonial
y republicano en el Valle de Aburrá para dar cabida de manera forzada a los
nuevos modelos; así, se sigue destruyendo lo poco que queda del pasado; por
ejemplo, en relación a una casa patial en la Loma de San Julián, Medellín, su
propietaria manifiesta: “Pues nos morimos nosotros, no se va a tumbar una casa
4.27 vieja”,19 para dar paso a un proyecto de vivienda en altura que seguramente le
representará muy buenos dividendos económicos.

La situación derivada de las propuestas futuristas y del movimiento funcionalista,


y lo que se ve en las palabras de la anterior cita, pululó en los principios del siglo
XX, pues no había conciencia de las implicaciones del problema, de tal manera:

Los futuristas llevaron la glorificación de la tecnología moderna a un extremo grotesco y


autodestructivo que aseguró que sus extravagancias no se repitieran jamás, pero su ro- 139
4.28 mance acrítico con las máquinas, unido a su total alejamiento de la gente, se reencarnaría
en formas menos fantásticas, pero de vida más larga. Después de la primera guerra mun-
dial, encontramos este nuevo tipo de modernismo en las formas refinadas de la «estética
de la máquina», las pastorales tecnocráticas de la Bauhaus, Gropius y Mies van der Rohe,
Le Corbusier y Leger, el Ballet mécanique.20

Aquellas ideas futuristas influyeron a muchos arquitectos de la época y particu-


larmente al suizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris (1887-1965), quien adoptó el
seudónimo de Le Corbusier, y que en 1922 formuló su propia teoría de la Ciudad
4.29 Radiante, en la cual los rascacielos comerciales del centro contrastan con los
bloques colectivos de viviendas periféricos, y ambos encarnan la idealización de
la arquitectura para albergar una sociedad sin clases, liberada de la historia y
supuestamente en armonía con la naturaleza. Además de las casas, Le Corbus-
ier planteó básicamente cinco tipos destinados a albergar colectivos humanos:
los rascacielos con ascensores para oficinas, los residenciales continuos, los li-
4.30
neales (este-oeste o norte-sur), los residenciales escalonados y los residenciales
4.25. A lo que renunció la modernidad: casa particular,
Christiansted, Saint Croix, Islas Vírgenes, EEUU.
o de oficinas de tres brazos. En sus propuestas, la altura de los dedicados a la
vivienda no superaban los quince pisos, excepto los que corresponden al tipo de
4.26. La atracción por lo superficial: vehículos, Valle de Aburrá.
tres brazos. El mismo Corbusier propuso la serialización de la vivienda como una
4.27. Borrando el pasado: casa particular, Colón, Medellín.
consecuencia lógica del espíritu del momento y como respuesta a la economía:
4.28. El decreto de muerte de la mirada económica: casa
particular, loma de San Julián, San Diego, Medellín.
Antonio Sant´Elia y Filippo T. Marinette, “Manifiesto de arquitectura futurista”, en: Pere Hereu, Joseph M. Montaner y
17
4.29. La estética maquínica: Le Corbusier, imagen modificada,
tomada de Arango, S., La arquitectura en Colombia, p. 176. Jordi Oliveras, (comp.), Textos de arquitectura de la modernidad, Madrid, Nerea, 1999, p. 166.
18
Ibíd., p. 167.
4.30. Los tipos corbusianos: a. Residenciales continuos / b.
Residenciales o de oficinas de tres brazos / c. Lineales / d. 19
Raquel Segura, entrevista personal, agosto 28 de 2012.
Residenciales escalonados / e. Rascacielos con ascensores
para oficinas. 20
M. Berman, Op. cit., p. 13.
Acaba de comenzar una gran época.
Existe un espíritu nuevo.
La industria, desbordante como el río que corre hacia su destino, nos trae nuevas
herramientas, adaptadas a esta nueva época animada de espíritu nuevo.
La ley de la Economía rige imperativamente nuestros actos y nuestros pensamientos…21

Bajo estos ideales utópicos que extendían el concepto económico hasta los com-
portamientos humanos:

El bloque colectivo permitirá […] la síntesis entre lo orgánico y lo maquínico, el evolucio- 4.31 4.32
nismo y la industrialización, será a la vez expresión culminante de la metáfora orgánica
de la sociedad –la célula y el organismo–, y producto de una industrialización que fabrica
en serie objetos tipo para familias tipo: las leyes inmutables de la naturaleza se repro-
ducen en la sociedad y son los científicos y los arquitectos modernos, que trabajan a su
imagen y semejanza, los que poseen los conocimientos esenciales para perfeccionar este
esquema”.22

Por su parte, el alemán Peter Behrens (1868-1940) publicó en Berlín en 1918


su libro Construir económicamente, que gozó de gran popularidad y aceptación
entre los arquitectos, difundiendo sus propuestas con el tipo de casas agrupadas,
cuyo trasfondo se basaba en la eficiencia como sinónimo de economía. Pero las
investigaciones sobre la vivienda en la Europa de entre guerras se suspendieron 4.33

y dieron paso a una arquitectura masiva de poco interés, debido fundamental-


mente a la aceptación casi irrestricta de la Carta de Atenas que planteaba un
urbanismo basado en los bloques horizontales de vivienda separados entre sí
para conseguir una ciudad higienista.
4.34

140 Entre 1946 y 1952, Le Corbusier, quien incluso visitó Medellín en 1947 impac-
tando directamente el valle con sus ideas, formuló la Unidad Habitacional basada
en aquel documento del CIAM IV, de una ciudad vertical para obtener grandes
4.35
zonas verdes. Pero la idea de naturaleza aquí “[…] servirá tan solo a los deportes,
a la salud y la higiene: quedará para ello plana, reducida a ‘superficie verde’: res
extensa + eje heliotérmico”23 y con el tiempo se demostró que sin respaldo en los
primeros pisos, estas zonas se convierten en territorios desolados. La Unidad
Habitacional había sido concebida por el genio como la solución rápida, eficiente,
higiénica y económica al déficit de vivienda de Francia, albergando unas mil
seiscientas personas por bloque, con células de dos niveles y frentes en lados
opuestos, con servicios comunales en un piso intermedio y en la azotea, y con
la liberación del primer piso. Sin lugar a dudas, en este planteamiento hay ideas
interesantes, pero el juego abstracto del mecano, que fue la idea que se difundió
4.36
por el mundo, evade la dimensión profunda del espacio doméstico.
4.31. El espíritu nuevo: Poema del ángulo recto, Le Corbusier,
1947, instalación, exposición Le Corbusier en Bogotá, Museo de
Aunque la proporción volumétrica de las Unidades Habitacionales es fundamen- Arte Moderno de Medellín, 2010.

talmente horizontal, a diferencia de las torres de la Ciudad Radiante, ambos tipos 4.32. La serialización (a la manera de Warhol): sopas Campbell’s.

son concebidos como elementos de crecimiento ilimitado similar a las obras 4.33. La eficiencia económica: a. casas en hilera, complejo
Kiefhoek, J. J. P. Oud, 1925, Rotterdam, Países Bajos / b. casas
escultóricas minimalistas, y la espacialidad interior que se tiene en ambos es agrupadas, Bruno Taut, 1925, Berlín, Alemania / c. bloque con
de horizontalidad contundente, como una consecuencia de la superposición de Planta Camarote, Otto Haesler, 1930, Kassel, Alemania / d. bloque
con Planta Camarote, Ludwing Hilberseimer, 1928.
células que conduce a la desaparición de la noción cósmica de lo vertical; “de
4.34. Res extensa + eje heliotérmico: Unidad de Habitación,
nuevo nos encontramos con una instalación en el mundo de perfil nítidamente Le Corbusier, 1952, Marsella, Francia, modelo, exposición Le
Corbusier en Bogotá, Museo de Arte Moderno de Medellín, 2010.

4.35. La aparente verticalidad del bloque: sección, Unidad de


Habitación, Le Corbusier, 1946-1952.
Le Corbusier, Op. cit., p. XXXII.
21

22
I. Ábalos, Op. cit., p. 78. 4.36. La superposición minimalista: dibujo de la obra Sin título,
Donald Judd, 1965, escultura en hierro galvanizado, 23 x 101,5 x
23
Ibíd., p. 76. 79 cms. cada pieza, colección Lockslem.
nietzschiano: la horizontalidad radical evoca la supresión misma de la divinidad,
de cualquier vínculo vertical; es expresión del gozo de la vida en sí misma, una
afirmación del protagonismo del sujeto que debe expandirse por la casa […]”.24
Incluso en los dibujos de Corbusier, el ojo que representa la mirada de uno de los
habitantes se extiende horizontalmente hacia el infinito, mostrando la seguridad
del hombre moderno (aunque luego se resquebraría) y que surgía dominante so-
bre el mundo, con actitud soberbia, que afloraba en aquel entonces presagiando
la catástrofe, pues ella ha puesto al borde del colapso el planeta.
4.37
Con base en este tipo se construyeron miles de edificios en todo el mundo, obvia-
mente con distintos niveles de calidad, pero hay casos extremos como el de los
Bloques Pruitt-Igoe, del arquitecto estadounidense Minoru Yamasaki (1912-1986),
construidos en San Luis, EEUU, en 1955, en los cuales el nivel de deterioro social
obligó a su demolición,25 confirmando que “la historia detecta en el género hu-
mano un componente de agresividad que parece aumentar en la misma medida
en que el hombre se desvincula de la naturaleza”.26 Como podrá deducirse, la
instalación de la idea corbusiana en los diferentes contextos fue bastante simple
y en la mayoría de los casos no encontró un suplemento cultural, puesto que se
materializó la idea de la imposición infinita del tipo aunque “este nuevo estilo no
es internacional en el sentido de que la producción de un país es idéntica a la de
otro […] sólo ha llegado a ser evidente y definible a medida que por todo el mundo
diversos innovadores han ido realizando con éxito varias experiencias parale-
las”.27 No obstante, se multiplicaron indiscriminadamente los principios básicos
del Estilo: la concepción de la arquitectura como volumen y no como masa, la
regularidad como sustituta de la simetría en el ordenamiento proyectual, y la
eliminación de lo decorativo.
141
4.38
Ahora, el tipo de la Unidad Habitacional no se aplicó literalmente en el Valle de
Aburrá,28 en cambio se desarrolló el tipo de la torre propiamente dicha, en la que
la forma volumétrica encuentra la perfecta empaquetadura para los intereses
especulativos. Y aunque a medida que el edificio gana en altura la experiencia
visual se hace más impactante, siempre y cuando no haya obstáculos, la exten-
sión exclusivamente horizontal de la mirada borra la posibilidad de la condición
simbólica vertical. En estos prismas pues, el cielo está afuera y la tierra distante,
y lo paradójico es que a mayor altura la situación se acrecienta a pesar incluso
de que muchas veces las unidades más altas tienen mejores condiciones; pero
4.39 4.40 los esquemas espaciales de los apartamentos varían muy poco en relación a los
usados desde el siglo XIX reproduciendo los tipos reduccionistas y funcionalista
herederos de la planta flexible, la planta camarote y la planta clásica concentrada,
que son ajenos a la cualidad estética tradicional del espacio doméstico y propios
de la mirada económica.

Para hacer énfasis en la mirada económica desplegada en este tipo, debe ano-
4.41
4.37. La aplastante horizontalidad: supresión del rastro divino.

4.38. Aplicaciones de la Unidad de Habitación: Los 24


I. Ábalos, Op. cit., p. 31.
Conquistadores, Elías Zapata, 1962, Conquistadores, Medellín.
25
Evento considerado por Charles Jencks (1939), como el fin mítico de la Arquitectura Moderna.
4.39. Búsquedas contemporáneas del tipo: Guayacán de Avignon
II, Carlos Pardo B., Mauricio Zuloaga L. y Nicolás Vélez J.,
26
Mariano Bueno, Vivir en casa sana, Barcelona, Martínez Roca, 1988, p. 18.
2007, San Lucas, Medellín.
Henry-Russell Hitchcock y Philip Johnson, El estilo internacional: arquitectura desde 1922, Murcia, Colegio Oficial de
27

4.40. La Unidad en contextos de bajos recursos: ciudadela Aparejadores y Arquitectos Técnicos / Galería-librería Yerba / Consejería de Cultura y Educación de la Comunidad
Nuevo Occidente, Medellín. Autónoma, 1984, p. 32.

4.41. Tipos ajenos a la tradición: a. planta orgánica para un Algunos casos que acogen principios de la Unidad de Habitación son el edificio Los Conquistadores (1962) de Elías
28

conjunto residencial, Han Scharoun, 1930, Berlín, Alemania / Zapata (1927-1968), Guayacán de Avignon II (2007) de Carlos A. Pardo B., Mauricio Zuloaga L. y Nicolás Vélez J., y uno
b. proyecto con planta concentrada, Walter Gropius, 1930. de los recientes bloques de la Ciudadela Nuevo Occidente.
tarse que la obsesión de la mayoría de los arquitectos modernistas era precisa-
mente económica, para ellos había “[…] que transformar totalmente los métodos
de los arquitectos […] plantear el problema como se lo han planteado los inge-
nieros aeronáuticos y construir en serie las máquinas de habitar”;29 de tal ma-
nera, la serialización y la regulación conducirían, según ellos, a una arquitectura
en resonancia con el espíritu de la época y liberarían al hombre del yugo histórico
que obstaculizaba su desarrollo, pero no tuvieron presente que la arquitectura
concebida de esa forma, produciría “[…] un espacio sin densidad; un espacio sin
memoria, lanzado al futuro contra el pasado”.30 Cabe aquí señalar que precisa-
4.42
mente lo que se denomina hoy como la cultura global, tiene entre sus cometidos,
la recuperación de la memoria, el retorno antidogmático al pasado en contra-
punto con la actitud desarrollista moderna, no obstante, esta es la que impera en
la mirada económica que se tiene sobre el espacio doméstico contemporáneo en
el Valle de Aburrá.

Pero para aquellos maestros la noción de economía, no era la misma que se


propagó por el mundo de una manera distorsionada, y que en última instancia
es la que prima, especialmente en el valle. Como ocurre frecuentemente con
las buenas intenciones, la ligereza de las aplicaciones tergiversa el resultado,
dando lugar a verdaderos desaciertos. Por ello, para tratar de aclarar el concepto
económico de las propuestas originales de los maestros modernos, vale la pena
reproducir un fragmento de la declaración surgida con motivo del Congreso Pre-
paratorio Internacional de Arquitectura Moderna:31

1. El problema de la arquitectura en sentido moderno exige en primer lugar una relación


intensiva de su contenido con el cometido de la economía general.
142 2. Se debe entender economía en sentido técnico-productivo y ésta significa la utilización
más racional posible del trabajo, y no el máximo beneficio en sentido especulativo co-
mercial.
3. La necesidad de la producción económicamente más eficaz resulta imperiosamente del
hecho de que actualmente y en el futuro próximo deberemos contar con unas condiciones
de vida determinadas en general: a) La Independencia económica de todos los países y de
las colonias; b) La depresión de la economía internacional –mayor economía interna.
4. Las consecuencias de la producción económicamente eficaz son la racionalización y la
estandarización. Tiene una influencia decisiva sobre el trabajo de la arquitectura actual.
4.43
5. La racionalización y la estandarización se manifiestan bajo tres aspectos: a) exigen del
arquitecto una reducción y una simplificación intensa de los procesos de trabajo necesa-
rios en la obra; b) suponen para la artesanía de la construcción una reducción tajante
de la actual multiplicidad de profesiones en favor de menos oficios, fáciles de aprender
aun para el trabajador inexperto; c) exigen del usuario, del promotor y del habitante de
la casa una clarificación de sus exigencias en el sentido de una amplia simplificación y
generalización de las viviendas. Esto significa una reducción de las exigencias particulares
actualmente sobrevaloradas y cultivadas por algunas industrias, en favor de una satisfac-
ción general y amplia de las necesidades hoy postergadas de la gran masa.32

De similar manera, el holandés Theo van Doesburg (1883-1931) determinaba que


“la nueva arquitectura es económica, es decir, emplea sus medios elementales de 4.44
la forma más eficaz y menos dispendiosa posible y no despilfarra estos medios ni

29
Le Corbusier, Op. cit., p. 100.
30
I. Ábalos, Op. cit., p. 75.
4.42. Actitud desarrollista y destructora: Robledo, Medellín.
Publicada en la revista Bauhaus II (1928) como declaración CIAM, firmada por: Berlage, Bourgeois, Chareau, Frank,
31

Guevrekian, Haefeli, Häring, Höchel, Hoste, Jeanneret, Le Corbusier, Lurçat, May, Mercadal, Meyer, Moser, Rava, 4.43. La tergiversación del sentido económico:
Rietveld, Sartoris, Schmidt, Stam, Steiger, von der Mühll y Zabala. Torres de San Sebastián, San Diego, Medellín.

H. P. Berlage et al., “Declaración Oficial CIAM”, Bauhaus II, Dessau, 1928, en: P. Hereu, J. M. Montaner y J. Oliveras,
32
4.44. Economía de medios con efectos sorprendentes: Sin título,
Op. cit., p. 268. Julio Le Parc, 1983, fibra de vidrio, Cerro Nutibara, Medellín.
el material”.33 También Hannes Meyer decía: “Todas las cosas de este mundo son
un producto de la fórmula: (función por economía) […] Nosotros organizamos
estos materiales de construcción en una unidad constructiva según principios
económicos […]”;34 y el alemán Walter Gropius (1883-1969) en su ponencia para
el tercer CIAM de Bruselas en 1930, planteaba:

[…] racional es lo mismo que económico; textualmente es así, pero en nuestro caso com-
prende ante todo las necesidades psicológicas y sociales, además de las económicas.
Las condiciones sociales de una política de vivienda sana son sin duda mucho más im-
4.45 portantes que las económicas, pues la economía no es un fin en sí misma, sino solo un
medio para conseguir un fin. La racionalización solo tiene sentido si es enriquecedora, si
–traduciendo al lenguaje económico– ahorra la «mercancía» más preciosa: el esfuerzo
del pueblo.35

Infortunadamente, la aplicación estulta de los principios económicos sin com-


prenderlos realmente, derivó en las más perversas versiones materializando
aberrantes recintos impropios para la vida doméstica. Pero aunque obviamente
no aparece la idea especulativa en los conceptos de los maestros, sí había un
interés en ellos para encontrar una versión mínima para escenificar la realidad
íntima, a lo que llamaron el existenzminimum, término “[…] acuñado por la inves-
tigación arquitectónica para definir la mínima vivienda que permitiera desarrollar
4.46
la vida, [que] es bien ilustrativo del equilibrio óptimo entre economía y efica-
cia, dentro del que se movía la arquitectura funcionalista”.36 La mirada pues es
evidentemente económica y los objetos producidos tienen un ascendente prag-
mático cuya dimensión “[…] ha sido deducida empíricamente: ni es demasiado
grande –no preocupa la representatividad del espacio sino su mantenimiento–,
ni demasiado pequeña, pues en ella debe haber espacio para que cada miembro
143
de la familia lleve una vida autónoma”.37
4.47
En la referida conferencia, Gropius aseveraba que “la vivienda en un edificio co-
munitario asegura recorridos breves, instalaciones centrales que ahorran
tiempo y dinero para el cuidado de la casa y para las iniciativas sociales […] es
más económica como vivienda mínima y favorece la conciencia comunitaria”,38
sin embargo, Benjamín llamaba la atención sobre la imposibilidad crítica de los
modernos, mucho antes del espejismo de la Arquitectura Internacional, como
una consecuencia de los principios racionalistas que devenían en “[…] formas
completamente nuevas de existencia social […] que engendraban identidades
y conformidades en la vida de la gente, pero no solidaridad social, ningún nivel
4.48 novedoso de conciencia colectiva en torno a su comunalidad y por tanto, ninguna
forma de despertar del sueño en el que estaban envueltos”.39

Además, la promesa de la modernidad es muy atractiva, y “ser modernos es en-


contrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimien-

Theo van Doesburg, “Hacia una arquitectura plástica”, De Stijl, 1924, en: P. Hereu, J. M. Montaner y J. Oliveras,
33

Op. cit., p. 224.


34
Hannes Meyer, “Construir”, Bauhaus, Dessau, 1928, en: P. Hereu, J. M. Montaner y J. Oliveras, Op. cit., p. 261.
4.45. Racionalización enriquecedora: Sin título, Jessica López,
2013, instalación, Sala U, Universidad Nacional, Medellín. Walter Gropius, “¿Construcción baja, media o alta?”, Rationelle Bebauugsweisen, Stuttgart, 1931, en: P. Hereu, J. M.
35

Montaner y J. Oliveras, Op.cit., p. 271.


4.46. Versiones perversas: Portal del Norte, Bello. 36
P. Hereu, J. M. Montaner y J. Oliveras, Op. cit., p. 253.
4.47. Existenzminimum: bloque residencial alto, W. Van Tijen,
I. Ábalos, Op. cit., p. 179.
37
Brinkman y Van der Vlugt, 1934, Rotterdam, Países Bajos.
38
W. Gropius, Op. cit., p. 280.
4.48. Espejismos de modernidad: Torre San Ignacio, Bomboná,
Medellín. 39
S. Buck-Morss, Op. cit., p. 287.
to, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza
con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos”,40
incluso la memoria, tanto la instintiva mnémé, como aquella consignataria
hypomnema, en su versión personal y en la colectiva; de tal manera, el modelo
arborescente de la modernidad, aparentemente inmutable, se derrumba fácil-
mente por la ausencia de raíces. En esta versión de la vida, en la que no hay
pasado, en la cual la única categoría temporal válida es el futuro, que además es
4.49
inexistente; se olvida que:

Vivir quiere decir vencer el tiempo. […] Mientras que el universo físico se agota en su
transcurrir, se distiende absolutamente en el tiempo, el ser vivo dura, permanece. Vivir
es no pasar absolutamente. El ser vivo es capaz de retener su pasado, y además de
retener como simultáneo lo que fue solo sucesivamente. El ser vivo es capaz de retener
su pasado a la vez. Esta capacidad de retener el pasado, es lo que se ha llamado inma-
nencia. En cuanto que la inmanencia del ser vivo es su capacidad de superar la distensión
espacio-temporal, la inmanencia del vivo es inmaterial.41

Pero la modernidad, engolosinada en las sistematizaciones abstractas de


plantas, como si fuera un simple juego gráfico, cae en el reduccionismo frágil 4.50

de la cuantificación de la existencia traducida en metros cuadrados y en ci-


fras que ocultan el problema de fondo. La condición cuantificable del mínimo
espacio aceptable fue una de las preocupaciones de Ernst May (1886-1970),
quien llegó a propuestas de 44 m² con tres cuartos, y al mínimo absoluto de
32 m².42

Sin embargo, más allá de los datos numéricos, algo muy significativo fue la
objetivación biológica de una familia tipo, que condujo a un proceso de opti-
144
mización regulado del espacio doméstico derivado de la producción industrial.
4.51
Es obvio que en la vivienda social lo universal cobra mayor importancia que
lo particular, y “podrá, incluso, por razones económicas y a favor del estilo
arquitectónico general, prescindir por completo de las peculiaridades de la
tradición local […] Su meta será la aproximación a un nivel ideal”;43 por ello las
estadísticas y los aspectos tecnoconstructivos son los únicos lenguajes en los
que se entiende el espacio doméstico. La mirada económica, que procuraba
un camino de realización humana, desembocó en la aplicación de unos prin- 4.52 4.53
cipios económicos que se convirtieron en la mejor excusa para esconder las
intenciones de la especulación urbana; sin importar las consecuencias que ya
otros contextos habían padecido y han tratado de corregir a grandes costos,
lo que en principio pretendía economía, a largo plazo exigirá enormes inver-
siones.

El trabajo del arquitecto se desplaza así desde la invención técnica positivista –emulando a
su héroe, el científico-inventor– hacia la organización de sistemas constructivos mediante
patentes comerciales. No habrá ni épica de la invención ni emoción por el detalle; será
la eliminación de ambos lo que ahora se proponga en esa materialidad subsumida en el
mercado. Imbuida de este espíritu comercial, la casa pragmática no solo adquiere una 4.54
materialidad contingente, como la de los objetos de consumo, sino que toda se entiende 4.49. La memoria (blanco del ataque moderno): álbum familiar.
como un superobjeto listo para el consumo.44 4.50. Inmanencia doméstica: casa particular, El Volador, Medellín.
40
M. Berman, Op. cit., p. 1. 4.51. Reducción de la existencia: Sin título, Lidó Rico, instalación,
1997, Festival Internacional de Arte, Medellín.
Jorge V. Arregui y Jacinto Choza, Filosofía del hombre, Madrid, Rialp, 1993, p. 60.
41

42
Ver: Ernst May, “Cinco años de construcción de barrios en Frankfurt”, Das Neue, Frankfurt, (2-3), 1930, en: P. Hereu, 4.52. Objetivación biológica de la familia tipo, foto álbum familiar.
J. M. Montaner y J. Oliveras, Op. cit., p. 284.
4.53. La excusa de la especulación urbana: costo de la tierra en
43
H.-R. Hitchcock y P. Johnson, Op. cit., p. 114. Medellín, estudiantes de arquitectura U.P.B., maqueta.

44
I. Ábalos, Op. cit., p. 186. 4.64. Objetos del consumo: Ibiza, Laureles, Medellín.
Como había ocurrido con la imposición del tipo de patios, este tipo del bloque en
altura, cuya mirada económica da lugar al paisaje actual del Valle de Aburrá, se
ha convertido en modelo que se repite indiscriminadamente, evadiendo la con-
cepción auténtica del hombre y de su espacio doméstico, pues “la vivienda debe
ser la expresión de un hombre: debe reflejar un largo pasado, si es que se quiere
proporcionar al hombre el sentimiento de una segura continuidad de la vida”,45
de lo contrario, será tan solo un recinto vacío incapaz de albergar la vida en su
sentido completo.
4.55
Puesto que este tipo impone, como lo hace cualquier otro, una manera de ser,
de entender el mundo y de establecer las relaciones; la torre encarna el cambio
en la mirada, que en términos debreyanos, pasa de ser estética a económica
y comporta una ruptura tipológica, “en este caso, la moderna reversión de la
forma estética significó una diferencia visual en gran escala. El siglo XX con su
porosidad, transparencia, luminosidad y aire libre puso punto final al vivir en el
antiguo sentido”;46 una nueva manera de habitar, que se puede calificar de frágil,
aparente y epidérmica ocupa ahora el espacio doméstico. Y no se trata de traer
románticamente el pasado al presente, sino de verificar si realmente los rituales
de la vida cotidiana requieren o no el cambio impuesto por la modernidad, ya
4.56
que los objetos mnemotécnicos, entre ellos los arquitectónicos, tienen sentido en
tanto que logren recrear las experiencias del pasado para actualizarlas, mante-
niendo la experiencia histórica y respetando la memoria, porque es en ella donde
el ser humano es sujeto.

En tal orden y teniendo en cuenta que la memoria es básicamente invención e


imaginación, los artefactos facilitarán o no la puesta en función de la capacidad
imaginativa, es decir, promoverán una conexión del ser con su imaginación in- 145
ventiva y con su memoria. Por eso, aunque esta última es un intangible requiere
escenarios evocadores que son fundamentalmente aquellos asociados a lo emo-
tivo y lo simbólico; en consecuencia, la debilidad de los objetos concebidos exclu-
sivamente bajo la mirada racional de la estandarización y la normalización fun-
cionalista, radica precisamente en su incapacidad evocadora, que entre otras, es
explicable por la “minimización de las diferencia naturales entre ‘arriba’ y ‘abajo’,
en estrecho paralelismo con el minimalismo en escultura”,47 cuya fuente radica
4.57 en la abstracción absoluta de un mundo totalmente autónomo y monótono.

Tal es el caso de algunos componentes de los apartamentos modernos y que


tienen que ver con la estandarización del espacio doméstico, como la Cocina de
Francfort diseñada en 1926 por la austriaca Grete Lihotzky (1897-2000), quien a
partir de un ideal higienista y racionalista dedujo la cocina paradigmática conce-
bida como un laboratorio que representa la eficiencia y el orden impuesto sobre
el ambiguo y espontáneo mundo doméstico. Este modelo es la concreción de la
idea de que “la casa y los objetos de uso doméstico corresponden a una necesi-
dad general y su proyectación está más vinculada a la razón que al sentimiento”,48
4.58 4.59
4.55. La mirada económica predominante: panorámica del Valle.
lo que sería cuestionado después, ya que como se ha visto, lo doméstico posee
un componente sensible, emotivo y simbólico fundamental.
4.56. La memoria, escenario del sujeto.

4.57. La incapacidad evocadora de la torre: Acuarelas de San


Diego, barrio San Diego, Medellín. 45
Otto F. Bollnow “El hombre y su casa”, Eco, Bogotá, Tomo IX (52-54), agosto - octubre 1964, p. 490.
4.58. Mundo autónomo y monótono: Cocina de Francfort, Grete 46
S. Buck-Morss, Op. cit., p. 323.
Lihotzky, 1926.
Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008, p. 92.
47

4.59. El espacio doméstico, más cercano al universo emotivo: Life


Nexus, Jorge Orta, 1998, instalación con corazones de porcelana Walter Gropius, “Principios de la producción de la Bauhaus”, Bauhaus, Dessau, 1926, en: P. Hereu, J. M. Montaner y J.
48

de Limoges, foto del artista. Oliveras, Op. cit., p. 260.


A pesar de ello, este modelo de cocina, que se instaló en miles de hogares eu-
ropeos, se sigue reproduciendo con pequeñas variaciones en todas partes del
mundo, incluido el Valle de Aburrá; así, la compleja y ritualizada labor culinaria
premoderna en el valle adquiere cada vez más cierta condición mecánica, los
alimentos son preparados externamente al ámbito donde son ingeridos, la fast
food, la comida a domicilio, y el hábito de comer por fuera de casa, se unen a la
reducción funcionalista del recinto arquitectónico para operar en la actividad una
suerte de desnutrición estética, “así se consume una visualidad neoliberal que
aprisiona las formas, que subordina olores y colores a la racionalidad tecnificada
4.60 4.61
de lo económico”,49 depauperación que se extiende a otros ámbitos (zona de
ropas, baños compactos, etc.) y que además no es exclusiva del contexto que
se estudia, sino que tiene carácter universal en el mundo contemporáneo, en el
que se asiste a un proceso acelerado de desmaterialización cultural, se reducen
los objetos y se simplifican los artefactos que acompañan al ser, apocando los
soportes mnemotécnicos que facilitan la construcción de mundo al reducirlos
a su mínima expresión matemática y evadiendo su simbolismo, a pesar de que
sin duda la higiene, la comodidad, la facilidad, la reducción de tiempo, la simpli-
ficación y el aligeramiento de numerosas actividades son consecuencias benéfi-
cas de estas circunstancias. 4.62 4.63

Volviendo al panorama global, en los últimos años del siglo pasado y lo que va
corrido del presente, una deriva interesante de las torres acerca el futuro al
presente y se ocupa de planteamientos de orden ambiental, de la generación de
sistemas autosostenibles, de la incorporación de materiales y tecnologías nove-
dosas, incluye la biónica, la bioclimática, la ingeniería aeroespacial y la ecología
en las variables proyectuales, e incluso incorpora la dinámica de manera literal
146 a las edificaciones.50 Sin embargo, todavía estos experimentos están en fase de
comprobación y perfeccionamiento, lo que no permite aún un acercamiento críti-
co claro. Lo que sí puede afirmarse, es que estas propuestas, que pueden abrir
posibilidades enriquecedoras para el espacio doméstico, no aparecen todavía en
el Valle de Aburrá y apenas hay tímidos acercamientos a la preocupación am-
bientalista, a pesar del reciente título obtenido por Medellín como “la ciudad más
innovadora del mundo”.

Antes de continuar con el análisis de este tipo, en el siguiente aparte se con-


textualizará la consolidación de la modernidad en el valle, especialmente las
ideas asociadas al cambio tipológico que abriría paso al escenario de la intención
económica impuesta al espacio doméstico, y que infortunadamente como se verá,
corresponde a un afán especulativo y comercial, obediente, según Rapoport, a
la actitud explotadora del hombre consumidor, modificador de la naturaleza y
destructor de la Tierra.
4.64

4.60. La reproducción indiscriminada de los modelos: cocina


típica, apartamento, Medellín.
49
Carlos Ossa, “Santiago”, en: Forum IDEA 2006, La Habana, Centro de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam,
4.61. La desnutrición estética: fast food.
2006, p. 29.
50
El pionero de las torres dinámicas es el italiano David Fisher (c. 1949), ver: Efe, Torres dinámicas, [video digital], New 4.62. Abolición de los rituales: publicidad de comida a domicilio.
York, 2008, [1:22 min.], disponible en: www.youtube.com/watch?v=vOZjfzOf7MA, (acceso el 15 de agosto de 2012). El
4.63. Apocando los soportes existenciales: baño compacto,
malayo Ken Yeang (1948) es uno de los arquitectos que más ha avanzado en soluciones ambientales en los rascacielos, apartamento, Medellín.
ver: Canal Natura, Rascacielos del futuro, Babel 2015 ciudad vertical, [tres videos digitales], Cuenca, 2011, [9:55, 9:55
y 8:08 min.], disponibles en: http://www.arquba.com/videos/rascacielos-del-futuro/, (acceso el 24 de septiembre de 4.64. La actitud explotadora, consumidora y modificadora: tala,
2012). vereda Matasanos, Santa Elena, Medellín.
DE NUEVO EN EL VALLE DE ABURRÁ. El ascenso local de lo doméstico

La historia de lo que podría denominarse la arquitectura formal en el Valle de


Aburrá puede ubicarse en los principios del siglo pasado cuando los primeros
precursores de los arquitectos locales como Antonio J. Duque (1871-1906),51
4.65
Dionisio Lalinde (1869-1918)52 y Horacio M. Rodríguez (1866-1931),53 que habían
sido aprendices del ingeniero mecánico y ebanista alemán Heinrich Haeusler
P. (1805-1888), incursionaron en la arquitectura republicana con innovadoras
4.66 fachadas de ladrillo.

Pero el primer arquitecto antioqueño titulado fue Juan Lalinde y Lema (1819?-
?),54 quien realizó estudios en Inglaterra; y fueron posteriormente Enrique Olarte
(1876-1923) y la firma H. M. Rodríguez e Hijos quienes constituyeron los prin-
cipales gabinetes que atendieron la demanda propiciada por el auge en las ex-
portaciones de café y en la incipiente industrialización. No obstante, la arqui-
tectura desarrollada por estas firmas era todavía de corte académico y aunque
prepararon el terreno para el despegue de la Arquitectura Moderna poco tuvieron
que ver con los postulados teóricos del Estilo Internacional. Sin embargo, como
4.67 4.68
antecedentes de la transformación de Medellín hacia la modernidad, que tuvo un
particular despegue después de los incendios del Parque de Berrío en 1921 y
1922, se construyeron algunos edificios de carácter premoderno de cuatro pisos
en promedio, que iniciaron el cambio de la imagen colonial de la urbe, pero que
lamentablemente han sido todos demolidos.55
4.69 4.70

Un caso particular, aunque de oficinas, que debe destacarse, es el Edificio Henry,


finalizado en 1928 con diseños del bogotano Guillermo Herrera C. (1901-1984) y
de Enrique Olarte; esta construcción de seis niveles, que aún está en pie, incor- 147
poró el ascensor y el concepto funcionalista en sus plantas, marcando un hito en
la historia de las torres en el valle; “no hay en él ni un solo síntoma degenerativo
de frívola sincopación, sólido, fresco, arcaico y moderno, complicado y franco, el
Edificio Henry es el heraldo de una nueva vida”;56 nótese cómo se atisba aquí el
espíritu moderno depositado en la materialidad arquitectónica. En este sentido,
los arquitectos colombianos Alberto Saldarriaga R. (1941) y Lorenzo Fonseca
M. (1938) plantean que una torre “es un medio que contribuye a emparentar la
producción local de arquitectura con ejemplos de otras ciudades del mundo oc-
4.71 cidental, de ahí parece provenir su aceptación como el supremo representante
de lo moderno”.57 Por estas razones, en los aspectos simbólicos y técnicos, el
Edificio Henry es sin lugar a dudas un precedente fundamental para la posterior
arquitectura de torres en el Valle de Aburrá.
4.65. El maestro de maestros: Heinrich Haeusler P., Horacio M.
Rodríguez, 1887, dibujo en plumilla. 51
En 1894 abrió la primera oficina de ingeniería en la ciudad, posteriormente se asoció con D. Lalinde.
4.66. El corte académico: casa de Pastor Restrepo, 1910, Según Marcela Bernal V., Ana L. Gallego V. y Olga L. Jaramillo R., 100 Años de Arquitectura en Medellín 1850-1950,
52

Juan Lalinde y Lema. Medellín, Banco de la República, 1983, p. 23, estudió ingeniería y arquitectura en New York, donde participó en el
proyecto del rascacielos Wordsworth.
4.67. Cambiando la imagen colonial: Ismael Correa, Medellín,
demolido, foto Rodríguez, tomada de Bedout, F., Álbum Medellín 53
Fundó la primera oficina de arquitectura de Medellín, H. M. Rodríguez e Hijos, en la que trabajó desde 1903 con sus
1932, p. 160. hijos Horacio, Martín y Nel. Esta oficina diseñó y construyó el primer edificio en concreto reforzado en Colombia, el
Hotel Magdalena en Puerto Berrío, Antioquia, entre 1908 y 1912.
4.68. Versiones cosmopolitas: Banco Republicano, Medellín,
demolido, foto Rodríguez, tomada de Bedout, F., Álbum Medellín 54
Medellinense, vivió varios años en Inglaterra, fue director de la Escuela de Artes y Oficios entre 1876 y 1886. Entre
1932, p. 89. sus obras se destaca la casa de Pastor Restrepo, ubicada aún el Parque de Bolívar.
4.69. Europeización de la urbe: Echavarría, Medellín, demolido, 55
Cabe mencionar los edificios Ismael Correa (1922) de Félix Mejía A. (1895-1978); el José María Sierra (1925), el Banco
fotógrafo sin identificar, tomada de Melo, J., Historia de Medellín, Republicano (1921) y el Saldarriaga (1927) de H. M. Rodríguez e Hijos; el Zea (1922), el Echavarría (1920),
p. 634. el Gutiérrez (1919), el Británico, el Hernández (1920), el del Banco de Colombia y el Olano (1922), primero con
ascensor en la ciudad, de Enrique Olarte.
4.70. Caracterización premoderna: Olano, Medellín, demolido, foto
Melitón Rodríguez, tomada de Mejía, D., Metropolivisión, p. 146. 56
Carlos García P., Cromos, 1929, en: M. Bernal V., A. L. Gallego V. y O. L. Jaramillo R., Op. cit., p. 37.
4.71. El espíritu moderno: edificio Henry, Medellín. 57
Lorenzo Fonseca M., y Alberto Saldarriaga R., Arquitectura colombiana, Bogotá, Proa, 1984, p. 83.
También, y aunque con solo tres pisos, los edificios Vásquez y Carré, diseñados
por Carlos Carré, son otro antecedente clave, ya que fueron los primeros edifi-
cios de apartamentos propiamente en el valle. De ellos cabe anotar que ambos a b
poseen una planta con un sistema estructural reticulado, sin muros portantes
en el interior, lo que les otorga una gran flexibilidad anticipándose al principio
estructural básico de las torres.

A pesar de estos primeros pasos hacia la modernización arquitectónica, los ar-


quitectos de la época y sus clientes prefirieron los estilos historicistas para sus
4.72
casas unifamiliares, tal y como se describió en el capítulo precedente, aunque
poco a poco también cambiarían por un gusto cercano al estilo abstracto in-
ternacional. De hecho ya alrededor de 1935 algunos arquitectos titulados en el
extranjero como Federico Vásquez V. (1912-?), Ignacio Vieira J. (1906-1962) y Nel
Rodríguez (1905-1996), iniciaron la experimentación con las ideas de la Arquitec-
tura Moderna incorporando las ideas funcionales en la composición espacial y en 4.73 4.74
la definición de su lenguaje.

Como dato normativo referido a la altura de los edificios, puede traerse un aparte
de la reglamentación de la Junta Central de Higiene que en 1918 dictaba:
4.75 4.76

Artículo 14. La altura máxima de los edificios queda sujeta al ancho de la vía, y se regla-
mentará así:
1° En vías de una anchura menor de doce metros, la altura del edificio puede ser de seis
metros, más el ancho de la vía.
2° En vías de doce metros hasta quince de anchura, la altura del edificio puede ser hasta
de diecinueve metros.
3° En vías de más de quince metros, la altura puede llegar a veinte metros.
148 Artículo 15. El número de pisos en los edificios queda a elección y conveniencia del pro-
pietario, pero la altura interior de la construcción, medida del suelo al cielo raso, no será
menor de tres metros para el primer piso y de dos metros con ochenta centímetros para 4.77
los demás.58 a b c

Fue así como la destrucción de la herencia colonial en resonancia con los prin-
cipios de la Arquitectura Moderna encontraron terreno abonado para la aparición
de edificios que reprodujeron los tipos empleados en otras latitudes, durante las
d e f
décadas de los treinta y cuarenta; pero la arquitectura doméstica todavía seguía
al margen de la idea de las torres.59 En la década del cincuenta se consolidó el uso
del hormigón armado en el Valle de Aburrá en todos los usos, abriendo el camino
para las torres de vivienda en los siguientes años. Con el recrudecimiento de la
violencia política en el país en los años cincuenta, una importante oleada migra- 4.78

toria llegó al valle generando grandes concentraciones de arquitectura informal 4.72. Precursores: a. Carré, 1894 / b. Vásquez, 1906, Medellín.

que lentamente se han ido consolidando con el tiempo. Paralelo a ello, surgieron 4.73. Preferencia historicista: casa de Ricardo Botero, Francisco
las iniciativas estatales y privadas para financiar la construcción masiva de vi- Navech, 1894, Buenos Aires, Medellín.

vienda en las que el Banco Central Hipotecario y el Instituto de Crédito Territorial 4.74. El republicano clasicista: casa particular, autor desconocido,
1919, Prado, Medellín.
tuvieron un papel fundamental.
4.75. Experimentos modernos: casa de Camilo Halaby, Ignacio
Vieira J., Federico Vásquez V. y Alberto Dotheé, 1943, Prado,
En las décadas del cincuenta y sesenta, el trabajo profesional de la arquitectura se Medellín.

orientó básicamente hacia dos frentes: la transformación del centro tradicional de 4.76. Ideas funcionales para lo doméstico: casa de Rafael
Echavarría A., 1943, Antonio Mesa J., Buenos Aires, Medellín.
Medellín y el desarrollo de nuevos asentamientos residenciales en las periferias
4.77. Reglamentando con sentido humano: Calle del Comercio,
1915, foto Rodríguez, tomada de la exposición La fotografía en
58
Junta Central de Higiene, Acuerdo Número 40 sobre Higiene de las Construcciones, Bogotá, Imprenta Nacional, 1918. Antioquia, imágenes de nación, 2010, Museo Universitario de la
Universidad de Antioquia.
59
De aquellos edificios con acento moderno pueden destacarse: el de la Naviera Colombiana (1946), el de la Bastilla
(1943) y el Bemogú (1947), de Ignacio Vieira J., Federico Vásquez V. y Alberto Dotheé; el Álvarez Santamaría (1944) de 4.78. Nuevos horizontes: a. Naviera Colombiana / b. La Bastilla
Roberto Vélez; el de Suramericana de Seguros (1947) de Federico Blodek F., Rafael Mesa, Tulio G. Ospina P. y Juan F. c. Bemogú / d. Álvarez Santamaría / e. edificio Suramericana de
Restrepo. Seguros / f. publicidad del Banco Central Hipotecario, Medellín.
y en los restantes municipios del valle.60 En las características de la arquitectura
doméstica de mediados de los sesenta, “la economía predominaría sobre otras
consideraciones, la ausencia de intenciones sería la única aproximación a los
problemas y las consignas acerca de la prefabricación, de la estandarización, etc.
a b serían los apoyos fundamentales de cualquier proposición”.61 En estos intereses,
que inicialmente se aplicaron para el caso de la vivienda en las urbanizaciones
unifamiliares para estratos bajos y medios, y que se instalaron desde entonces
para llegar hasta la actualidad, se tergiversó terriblemente la concepción de la
economía promulgada por los maestros de la Arquitectura Moderna, desviándola
c d
hacia la comercialización y la rentabilidad financiera.
4.79

En este sentido debe tenerse en cuenta que la mayoría de aquellos maestros


habían emigrado a Norteamérica en los años treinta, lo que le dio un significativo
impulso a la Arquitectura Internacional asociada a las condiciones descritas en el
anterior aparte, y se entremezcló con el espíritu pragmático y capitalista de esta
cultura que tiene entre sus estrategias de vida la eficiencia y la efectividad por
encima de la afectividad; y que fue convertida en el paradigma de la élite pues
“los colombianos de las clases recientemente enriquecidas, gracias a negocios
realizados con despreocupación y a la americana, dieron en vivir como ciudada-
nos de Chicago o de New York y su mayor aspiración fue educar a sus hijos en
4.80
los Estados Unidos a fin de que pudieran pasar por norteamericanos al regresar
a su patria”,62 lo que influyó la concepción modernista del espacio doméstico en
el Valle de Aburrá, como se manifestó en el capítulo anterior, y que condujo a un
“[…] aplebeyamiento general de las maneras y las costumbres, en un pragma-
tismo moral que se aplica a la esfera de los negocios, en una sobreestimación
de los valores económicos, en un culto apasionado del éxito rápido y en un ideal
del ‘standar’ que se refleja en la arquitectura doméstica y en la mecanización y 149
maquinización de la vida”;63 los signos de esta aculturación se vieron en todos los
ámbitos, como se anotó, desde la importación de mercancías, de las tendencias
de la moda, de aparatos electrodomésticos y sanitarios, de revistas (Life, Selec-
ciones, etc.) y de automotores, hasta la traída de expertos en diversos temas, la
implantación del inglés en reemplazo del francés en los colegios, y en definitiva
la imposición de un modo de entender el mundo basado en la actitud pragmática
4.81 4.82
anglosajona.

De hecho “los americanos han elaborado técnicas de gestión del tiempo que se
enseñan en las high schools. La finalidad siempre es la eficacia, y existen dos
palabras para designarla: eficiente (la tarea será efectuada en el mínimum de
tiempo) y efectiva (su objetivo será alcanzado)”.64 Esto conduce a sentencias
tan significativas y populares como time is money y a dinámicas sociales que
tocan el ámbito doméstico como la aludida fast food, los baños compactos, las
cocinas integrales, la barra americana, la zona de ropas compacta, el salón-
4.83 4.84
comedor, el departamento, etc. Esta fue la versión del modelo de unidad vital
4.79. El acento moderno para la vivienda: a. Claret / b. Echavarría que llegó mediante las torres en el valle; pero parece que este no es realmente
Misas / c. Emilita, Laureles / d. Quimbaya, Medellín.

4.80. Eficiencia y efectividad: “A new 3-bedroom house for $ 25 60


Edificios en altura de viviendas destacables de este período son: el Claret (1950) y el Echavarría Misas (1955) de Fe-
down”, Life Magazine, foto Thomas McAvoy, tomada de Colomina,
B., La domesticidad en Guerra, p. 282.
derico Blodek F., el Emilita (1959) de Guillermo Atehortúa T. (1915-1995) y el Quimbaya (1960) de Arcila, Wills, Córdoba
y Cía. Ltda.
4.81. Signos importados: batidora eléctrica Drink Master.
L. Fonseca M., y A. Saldarriaga R., Op. cit., p. 65.
61

4.82. El “Time is Money” doméstico: aspiradora Hoover, tomada 62


Eduardo Caballero C., Historia privada de los colombianos, Bogotá, Antares, 1960, p. 199.
de Sudjic, D. y Beyerle T., Hogar la casa del siglo XX, p. 31.
63
Ibíd., p. 200.
4.83. Dieta rápida, asimilación lenta: aviso publicitario, Envigado.
64
Sophie Body-Gendrot et al., Historia de la vida privada. Tomo 10: El siglo XX: diversidades culturales, Madrid, Taurus,
4.84. Pragmatismo anglosajón: “barra americana” típica, Medellín. 1992, pp. 170-171.
el ideal doméstico de los pobladores de esta área metropolitana, sino que lo con-
sideran como la única posibilidad medianamente alcanzable, y además porque
los medios de comunicación y las estrategias comerciales lo han impuesto.65
Ocurre algo parecido a lo que a mediados del siglo pasado, cuando “el mundo
absurdamente feliz y brillante de los anuncios americanos de una perfecta vida
doméstica, adoptado tan plenamente por la Casa del Futuro, era en realidad un
paisaje de terror, un síntoma engañoso de paranoia cultural”,66 ya que la imagen
de perfección mediática de las achatadas cajas de las torres está muy distante
de la necesidad real.
4.85 4.86

Volviendo al recuento histórico, debe advertirse que la pérdida de la escala me-


dia manejada en el valle desde la implantación del modelo urbano español, se
rompió con los barrios de vivienda popular de unidades estandarizadas y medi-
das mínimas, y con la aparición de los edificios de gran altura que inicialmente
fue un problema de carácter formal puntual, pero que luego liberó los intereses
económicos deteriorando la calidad arquitectónica y urbana. La liberación de los
créditos para construcción, después de 1966 en el país, facilitó la difusión del
trabajo profesional con perspectivas empresariales, lo cual condujo a la creación
de grandes monopolios, tensionando los intereses privados y los de los entes
planificadores. En consecuencia, se permitieron los desarrollos multifamiliares,
pero solo con densidades iguales a las de los desarrollos unifamiliares, lo cual
desestimuló la construcción de proyectos multifamiliares; sin embargo, la si- 4.87

tuación cambió rápidamente y se estableció el tipo del multifamiliar en altura.

Frente a la situación del cambio vertiginoso los habitantes de la ciudad acepta-


ban la condición de la urbe moderna, se veían incitados por su velocidad, por la
150 congestión, por la invasión informática, por la profusión de formas abstractas,
colores, letreros, mercancías y objetos; muchos tenían fe en la ilusión ofrecida de
un mejor vivir, pero no eran conscientes de que en realidad todo esto impediría
su desarrollo, ya que “[…] la gran mayoría de hombres y mujeres modernos no
quieren oponerse a la modernidad: sienten su estímulo y creen en sus promesas,
aun cuando obstaculizan su camino”.67
4.88

Dado que la quebrada Santa Elena se había convertido en un problema de salud


pública, y con la presión inmobiliaria añadida, los habitantes de las casas aledañas,
muchos de los cuales ya no eran los originarios, emigraron hacia otros lugares y
las edificaciones fueron demolidas para dar paso a las torres de apartamentos y
oficinas.68 Posteriormente, la implantación de un modelo de desarrollo basado en
la economía de consumo y la concentración monopolística del dinero en el país,
se reflejaron en la arquitectura de la vivienda con la upaquización.69 Las corpora-
ciones de ahorro y crédito compraron con el dinero de los ahorradores grandes
terrenos urbanos para desarrollar proyectos de vivienda de todos los estratos, 4.89 4.90
especialmente de clase media y alta, con altos beneficios para los banqueros,
con una muy baja calidad urbana y arquitectónica, y con efectos económicos
4.85. El ideal doméstico: casa particular, Fort Lauderdale, EEUU.

4.86. Perfección mediática de terror: Casa del Futuro, Alison


65
Según la encuesta realizada a 25 habitantes del Valle de Aburrá, 62% tiene como ideal doméstico la casa unifamiliar
y Peter Smithson, exposición Casa Ideal del Daily Mail, 1956,
aislada en el campo y el 4% la casa de patios. Ver anexo 4. Londres, redibujado de Colomina, B., Doble exposición, p. 102.
66
Beatriz Colomina, La domesticidad en guerra, Barcelona, Actar, 2006, p. 230.
4.87. Las cajas achatadas de las torres: Lorena, Laureano Forero
67
M. Berman, Op. cit., p. 329. O. y Luz H. Ceballos, 1973, avenida La Playa, Medellín.
68
Destacables de aquel momento son: el Gualanday (1964) de Alberto Díaz y Jaime Jaramillo M., el Nuevo Mundo (1961) 4.88. La promesa modernista: parque de Berrío, Medellín.
de Gonzalo Restrepo A. (1905-?), Los Libertadores (1970) de Federico Blodek F., y Los Álamos (1968), de Augusto
González V. (1929-2010) y Gonzalo Restrepo A. 4.89. Torres en la Santa Elena: Gualanday, av. La Playa, Medellín.

69
La upaquización es la implantación del sistema de la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC). 4.90. Nombres atractivos: Nuevo Mundo, San Antonio, Medellín.
desastrosos para los propietarios, quienes vieron incrementadas sus deudas de
manera astronómica y obligados en muchos casos a entregar sus viviendas a las
entidades crediticias, quedando en la ruina y sin hogar. Así, el problema de la vi-
vienda pasó del Estado a la empresa privada generando una ciudad formal
upaquizada rodeada de cordones de miseria. La ética profesional de los arqui-
tectos se perdió con la construcción masificada desatada por el sistema UPAC, lo
cual trajo graves consecuencias al espacio doméstico, pues la principal orient-
ación de los proyectos de vivienda apuntaba a la rentabilidad económica.
4.91 4.92
El impacto inicial de la disponibilidad de dineros para la solución de vivienda motivó una
severa especulación en la construcción, incrementó de manera exagerada el precio de los
materiales y desencadenó serios deterioros en el ejercicio profesional. El diseño desa-
pareció, la tecnología se convirtió en instrumento del mercantilismo y la búsqueda de una
excesiva utilidad llevó a convertir la vivienda en bien de consumo.70
4.93

Además, la acción del Estado sobre la vivienda económica para los menos fa-
vorecidos se deterioró tremendamente desde los años setenta y ochenta, y las
denominadas viviendas sin cuota inicial y las normas dimensionales extremada-
mente reducidas, produjeron verdaderos desastres arquitectónicos en los que
todo el sentido del espacio doméstico se pierde, pues se acude a la condición de
pobreza resolviendo exclusivamente la subsistencia biológica. En 1971 un grupo
de consultores privados estableció las normas mínimas de urbanización, servi-
cios públicos y comunitarios para el Instituto de Crédito Territorial, pero ello no
mejoró la calidad de la denominada vivienda social.71
4.94 4.95

El interés estético de la arquitectura doméstica de los años setenta se concentró


de nuevo, como lo había sido en otros momentos anteriores, en la piel externa de 151
los edificios. Al país en general llegaron, especialmente a través de las revistas de
arquitectura, diversas corrientes de moda, influencias que dejaron su marca en
el paisaje, pero una vez más el problema proyectual no atendió la interioridad que
da soporte a lo existencial; la mira se puso en el uso de fachadas acristaladas y
acabados importados, situación que sería más cruda aún en los años siguientes
cuando el postmodernismo llegó al país y se manifestó especialmente en las
clases altas. El contenedor y no el contenido, ocupó los procesos proyectuales
produciendo una arquitectura doméstica carente de significado y olvidando que
en ella confluyen las tres regiones del mapa salabertiano: el mundo exterior, el
del cuerpo orgánico y el de los contenidos mentales; por fortuna, el postmo-
dernismo no dejó una huella muy representativa en el valle y en el universo de lo
doméstico fueron más bien ejemplos aislados que se superaron pronto con una
4.96 reevaluación del apropiacionismo formal.

No obstante, algunos edificios de vivienda de aquella época se distinguen por un


interés más serio en el trabajo del espacio interior,72 cuyos proyectistas podrían
4.91. Explorando otros emplazamientos: Los Libertadores,
Corazón de Jesús, Medellín. 70
Lorenzo Fonseca M., “Apuntes sobre la arquitectura colombiana en el siglo XX”, en: Sociedad Colombiana de Arquitec-
4.92. Migraciones internas: Los Álamos, Villanueva, Medellín. tos, XVII Bienal Colombiana de Arquitectura, Bogotá, SCA, 2000, p. 60.

4.93. La rentabilidad económica como objetivo primordial:


71
Del ICT, deben mencionarse por su dimensión, más no por su calidad, el conjunto Tricentenario (1979) y la urba-
publicidad de Conavi (Corporación nacional de ahorro y vivienda). nización Cacique Niquía (1980).

4.94. La pérdida del sentido del espacio doméstico: conjunto


72
Cabe resaltar: el del Banco Comercial Antioqueño (1971), de Iván Londoño A., Carlos J. Calle J., Augusto González
Tricentenario, Bello. V. y Jorge Gutiérrez C.; el Santa María de los Ángeles (1971) de Rodrigo Arboleda H. y Laureano Forero O.; el San
Diego (1973), de Jorge Manjarrés P. y María T. Isaza; Los Búcaros (1973), de Carlos J. Calle J., Óscar Salazar B., Iván
4.95. La solución al problema biológico de vivienda: urbanización Londoño A., Héctor Wolf I. y Octavio Upegui; el Lorena (1973) de Laureano Forero O. y Luz H. Ceballos; el de la Cámara
Cacique Niquía, Bello. de Comercio de Medellín (1974), de Antonio Restrepo, Gonzalo Restrepo A., Augusto González V., Jorge Gutiérrez C.,
Gabriel Osuna G. y Juan J. Isaza R.; la urbanización Carlos E. Restrepo (1974) de Horacio Navarro, Laureano Forero O.,
4.96. El posmodernismo aburrá: Centro Caracas II, Álvaro Guillermo Beltrán, Luz E. Arroyave, Raúl Álvarez G. y Luis F. Arbeláez; el Marfil (1975) de Hernán Viera P.; el Portón
Restrepo P., Clara C. Castrillón e Inés Echavarría de M., 1988, La
Candelaria, Medellín.
(1975) de Gabriel Osuna G. y Hernán Vieira P.; Ciudadela (1976) de Gabriel Osuna G.; El Patio (1976) de Augusto
González V., Gabriel Osuna G. y Hernán Vieira P.; El conjunto La Candelaria (1976) de Augusto González V. y Juan J.
Isaza R.; Torres Blancas I (1977) y II (1979) de Laureano Forero O.; Los Rincones (1978) de Óscar Mesa R.; la Nueva
Villa de Aburrá (1979), de Nagui Sabet, Jorge M. Gómez V., Beatriz Estrada y Jorge Janna; Urbanal Nutibara (1979) de
Óscar Mesa R. y Laureano Forero O.; y el San Lucas (1980) de Nagui Sabet.
denominarse independientes, es decir, no estaban respaldados por grandes em- a b c d

presas constructoras. Precisamente una de las consecuencias de toda la situación


señalada es que desde entonces los arquitectos proyectistas se dividieron en
dos grupos, los que desarrollan una labor respaldada en una búsqueda teórica
sólida, destacados en concursos, bienales y en publicaciones. Y el otro grupo,
e f g h
mucho más numeroso, anónimo, sin intereses teóricos, poco preocupados por
las condiciones trascendentes de la arquitectura y que se dedican a satisfacer
las demandas de las empresas financieras y de los promotores que buscan de
manera casi exclusiva generar ganancias bancarias. En el Valle de Aburrá, obvia-
mente, el mayor porcentaje de vivienda en altura es creada por los arquitectos i j k l
del segundo grupo, que son los que tienen más fácil acceso a los recursos fi-
nancieros necesarios para construir los proyectos de mayores dimensiones, con
mayores densidades e infortunadamente menos calidad espacial.

Como resultado de las múltiples violencias que azotan al país desde el asesinato 4.97
del líder político Jorge E. Gaitán en 1948 en la capital, apareció una obsesiva
búsqueda de la seguridad, que se tradujo en términos arquitectónicos, en rejas,
mallas y conjuntos cerrados vigilados. Con el interés de encontrar seguridad, 4.113

estas unidades propician exactamente lo contrario: la negación hacia el espacio


público crea el escenario perfecto para la delincuencia; en estas urbanizaciones
y en los “edificios de apartamentos […] Entran, salen personas con algo de fieras
en su guarida, avispas, topos, arañas, armadillos, gusanos, musarañas; cuevas
para su pelea y su muerte y su rabia y su dueño y su trabajo”.73 Al parecer, este
tipo de seguridad trata de reemplazar la protección antropológica que requiere el
espacio íntimo, que también se vio transgredida por los principios compositivos y
estilísticos de la modernidad arquitectónica. 4.98
152
Por aquellos años, simultáneamente con el fenómeno de las unidades cerradas,
se dio un boom general en la edificación como consecuencia del impulso que
el sector financiero le otorgó a la economía y como resultado del crecimiento
poblacional, pero se consolidó la idea económica como la dinámica de la arqui-
tectura:

Sobrevino el auge de la industria de la construcción y entonces se concibió la arquitectura,


en particular la vivienda, como un gran negocio, lo que significó el fin del papel crucial de
los arquitectos en los proyectos, pues cedieron el control a las grandes compañías y a las
pautas impuestas por las corporaciones financieras y los inversionistas. Una época en la
que el ingenio del diseñador se concentró por lo general en el cumplimiento de mezquinos
estándares, o en cómo lograr reducciones y agregados que sobrepasaran la norma y el
control.74

Esta situación a la que llegó la arquitectura por la presión de los promotores y los
bancos en el último cuarto del siglo XX, infortunadamente no ha cambiado hasta
el momento, y por el contrario, se ha recrudecido como podrá constatarse en el 4.99
siguiente aparte de este capítulo.
4.97. Algunos destacables con mejor calidad: a. Banco Comercial
Antioqueño, Villanueva / b. San Diego, av. La Playa / c. Lorena,
Para completar el panorama poco alentador de las décadas de los ochenta y av. La Playa / d. Cámara de Comercio, La Candelaria / e.
urbanización Carlos E. Restrepo / f. Marfil, La Candelaria / g.
noventa, en aquellos años de narcotráfico, de dineros ilícitos y de riquezas rápi- conjunto La Candelaria, Belén / h. El Patio, Patio Bonito / i.
Torres Blancas, Patio Bonito / j. urbanización Nueva Villa de
Aburrá, Belén / k. Urbanal Nutibara, Laureles / l. San Lucas, San
Lucas, Medellín.

Manuel Mejía V., “Atisbos de Medellín”, en: Miguel Escobar C., La ciudad y sus cronistas, Medellín, ITM, 2003, pp. 196-
73
4.98. Reemplazando la protección antropológica: Nueva
197. Andalucía, Muñoz Neira & Cía. Ltda., 1980, San Javier, Medellín.

Carlos Niño M., “Colombia, cien años en la construcción de un país”, en: Sociedad Colombiana de Arquitectos, XVII
74
4.99. El símbolo del narcotráfico en el espacio doméstico: Torres
Bienal Colombiana de Arquitectura, Op. cit., p. 45. de Benarés, Los Naranjos, Medellín.
a b
das, se construyeron en el Valle de Aburrá algunos edificios de dimensiones y
características extravagantes, con materiales muy vistosos y ostentosos, con
comodidades y tecnologías estereotipadas, con una estética enrarecida, e in-
cluso desafiando el sentido común constructivo. El extremo opuesto a la reduc-
ción máxima tampoco logró encontrar el camino de la cualificación del soporte
c d e f
para albergar adecuadamente el espacio doméstico, ya que si bien en la unidad
mínima no es posible conciliar materia y tiempo, el dinero tampoco logra la trans-
formación requerida, pues el problema de fondo es simbólico y no dimensional ni
de lujos. Además, se requiere un justo punto medio, pues los “espacios grandes
pierden fácilmente su comodidad […] pero una acentuada pequeñez puede ate-
g h i j
morizar fácilmente. El espacio tiene que tener el tamaño necesario para que
el hombre que lo habita pueda llenarlo con su vida”.75 No obstante la crítica
situación de aquella época, también hubo excepciones de calidad en algunos
proyectos de vivienda en altura, en los cuales los diseñadores, del grupo de los
4.100
independientes, buscaron esquemas distintos a las fórmulas comerciales.76

En la última década del siglo pasado, y en lo que va corrido del nuevo milenio,
el valle ha visto una explosión edificatoria salida de todo control; la demanda de
suelo urbanizable, la presión de los numerosos inmigrantes y desplazados de
todo tipo para tener un alberge digno, la elevación de las tasas de nacimiento y
del promedio de vida a pesar de los índices de mortalidad violenta, la ocupación
subnormal mediante invasiones en laderas y predios de alto riesgo, así como la
multiplicación vertical del área ocupada, caracterizan la deficiente condición de
la urbe metropolitana que adquiere todos los vicios y deficiencias de cualquier
gran ciudad del planeta. Así mismo, la construcción y la inversión en propiedad
4.101 raíz, vistos como un lucrativo negocio, han contribuido al aumento general de la
edificación. Los niveles de poblamiento en relación al área de los municipios y la 153
concentración de la población en las áreas urbanas del valle se evidencian en los
anexos 8.1 y 8.2.

Las consecuencias de este desarrollo urbano desmesurado son múltiples y muy


similares a las del resto de ciudades latinoamericanas, entre ellos, los problemas
de movilidad, la ausencia o dificultad para acceder a los servicios públicos, el alto
costo de la tierra y de la propiedad, las enormes cantidades de desechos, la con-
taminación de toda clase (atmosférica, de ruido, electromagnética, etc.), la gran
inversión necesaria para mantener vías y abastecer servicios básicos; además
de los problemas de índole psicológico y social derivados o que conducen a ello,
como la violencia intrafamiliar, la disputa de territorios por bandas, el tráfico de
sustancias ilegales, la prostitución, la soledad, la depresión, los desordenes men-
tales, el suicidio, etc.

Este panorama de explosión constructiva77 tiene en la vivienda una marcada ten-


dencia a la verticalización y la consecuente modificación del soporte del espacio
4.102

75
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 489.
4.100. Con búsquedas mencionables: a. Torreladera, El Tesoro /
b. La Mota, Belén / c. Teatro Colombia, 1982, Buenos Aires / d. Merecen mencionarse: Torreladera (1982) de Laureano Forero O. y Samuel Vigota; La Mota (1982) de Laureano
76

Corhal, Lalinde / e. Plaza de la Iglesia I y II, Laureles / f. Bosques Forero O. y Juan J. Escobar L.; el edificio Teatro Colombia (1982) de Augusto González V., José F. Ángel P. y Juana I.
de la Concha, Las Lomas / g. ciudadela San Diego, San Diego / h. González U.; Arboleda de la Concha (1983) de Hernán Vieira P.; Corhal (1983) de Nelo Romero; Tierraconcha (1984) de
Balcón de la Villa, Robledo / i. Sotoverde, El Poblado, Medellín / j. Carlos E. Calle B. y Sergio Mejía; Plaza de la Iglesia I y II (1985) de Álvaro Restrepo P., Luis F. Ramírez F., Carlos Reyes
Palma de Mallorca, Envigado.
L. y Fernando Villa N.; Bosques de la Concha (1985) de Hernán Vieira P.; ciudadela San Diego (1986) de Óscar Mesa R.,
4.101. Explosión vertical: crucero de la ochenta, Robledo, Medellín. Miguel Mesa y Laureano Forero O.; Balcón de la Villa (1986) de Jorge A. Espinosa R., Olga L. Jaramillo R. y María E.
Vanegas L.; Palma de Mallorca (1988) de Nagui Sabet; y Sotoverde (1988) de Marco A. Montes B.
4.102. Consecuencias del desarrollo desmesurado: Falta de
servicios básicos / Contaminantes / Enormes inversiones de
Según el artículo S.a., “Medellín vende más vivienda”, Vivir en el Poblado, Medellín, septiembre 6-13 de 2012, ed. 491,
77

mantenimiento / Problemas sociales y psicológicos. p. 3, sección Clasificados: “[…] en el total de los negocios inmobiliarios Colombia crece al 2.5 por ciento, mientras el
Valle de Aburrá lo hace al 4.5 por ciento”.
doméstico al pasar de casas a apartamentos. El anexo 8.3 muestra el porcentaje
de viviendas en casa o en apartamento en cada uno de los municipios del Valle
de Aburrá según el censo del 2005; dicha tabla ilustra que los porcentajes totales
para el valle arrojan un 42.6% de casas frente a un 55,3% de apartamentos, con
unos topes significativamente altos para apartamentos por encima del 63% en
Caldas, Medellín, Sabaneta e Itaguí. De estas cifras también debe resaltarse que
los únicos municipios que en el 2005 tenían mayor porcentaje de casas que de
apartamentos eran Barbosa, Girardota y La Estrella. Los dos primeros son los
municipios que se ubican más al norte del valle, lo que muestra la tendencia a
4.103
centralizar el crecimiento en altura en torno a Medellín. La Estrella por su parte,
además de ser el segundo municipio más pequeño en extensión y tener una
topografía bastante inclinada, ha estado retrasado con respecto al desarrollo del
resto del valle, aunque ahora asiste al mismo fenómeno cuyo protagonista es la
torre.

Así pues, de acuerdo con los datos de licencias de construcción otorgadas en el


Valle de Aburrá,78 en el primer trimestre de 2012 La Estrella incrementó en 478%
las licencias otorgadas comparadas con el mismo período del 2011. Medellín in-
crementó en dicho período sus licencias en 165% y Bello en 109%; teniendo en
cuenta que en el total del valle hubo un aumento del 41%. Aunque estas cifras
incluyen todos los usos, para el caso de La Estrella las licencias no residenciales 4.104
disminuyeron en 3%, lo que muestra el incremento edificatorio de vivienda. La
situación contraria se evidencia en Envigado, en donde las licencias para vi-
vienda se redujeron, en el período del que se habla, en un 76%, mientras que las
licencias de otros usos crecieron en 378%. Las razones de estas fluctuaciones
son muy complejas y por no ser objeto de esta investigación, basta con afirmar la
154 generalidad del incremento constructivo en el valle, en donde evidentemente, se
prefiere el tipo en altura para la vivienda. En tal sentido, el anexo 8.4 presenta la
radiografía edilicia habitacional en el segundo semestre de 2012, en el que puede
constatarse la predilección por la torre para la vivienda en el Valle de Aburrá.
4.105

En medio de este incremento acelerado de construcciones habitacionales en el


valle, diversos intentos estatales por corregir algunas situaciones de diferencias
y discriminación en la inversión pública han orientado esfuerzos importantes
para mejorar las condiciones generales de vida de la población. No obstante,
la atención del Estado sobre el problema de la vivienda sigue siendo un asun-
to cuantitativo79 muy distante de la condición simbólica del espacio doméstico,
que como se ha hecho entender a lo largo de este trabajo, es realmente la im-
portante. Los trabajos de consolidación habitacional desarrollados en la zona
nororiental tienen un enfoque de urbanismo social, en el que las propuestas
espaciales interiores de las unidades para los reasentados repiten los mismos
esquemas de ordenamiento tipológico que se usan indistintamente en todo el
valle; la EDU destaca en sus informes los aspectos cualitativos a nivel del espacio
público, pero se limita a dar datos cuantitativos en lo que respecta a las unidades
habitacionales. 4.106 4.107

4.103. Cambio inminente: casa republicana, San Diego, Medellín.


Un poco diferente es la declaración del alcalde de Medellín (2012-2015) Aníbal
4.104. El carcinoma expandiéndose: panorámica, Bello.

4.105. Verticalización desmedida: Conquistadores, Medellín.


78
S.a., “Hay un nuevo municipio estrella”, Vivir en el Poblado, Medellín, julio 19-26 de 2012, ed. 484, p. 3. 4.106. El ícono de los esfuerzos estatales: Parque Biblioteca
España, Giancarlo Mazzanti, 2007, Santo Domingo, Medellín.
79
La principal propuesta del gobierno nacional (2010-2014) en materia de vivienda, es la construcción de 100.000
viviendas urbanas gratuitas con área promedio de 50 m², de las cuales 10.000 se adjudicaron a Medellín, 8.500 se 4.107. iguales esquemas en las intervenciones estatales: Juan
localizarán en el municipio y 1.500 en el sitio de origen de familias desplazadas. Bobo I y II y La Herrera, Andalucía, EDU, 2008, Medellín.
Gaviria C. quien dice que “la vivienda genera empleo, la vivienda saludable pre-
viene la enfermedad y promueve la salud, estimula la convivencia y previene la
violencia intrafamiliar, además de favorecer el ahorro y elevar la autoestima y la
cohesión familiar; por todo ello y mucho más, nuestro compromiso de construc-
ción, mejoramiento y legalización de 100.400 viviendas será programa bandera
y prioritario”.80 Sin embargo, estas palabras muestran el desconocimiento de las
verdaderas implicaciones del tipo de vivienda que se opera en el Valle de Aburrá
actualmente apoyada por el Estado, pues si bien ella resuelve la carencia de un
recinto habitacional acarrea otras circunstancias desfavorables, como se viene
4.108
mostrando.

Unifamiliar Además, la mayoría de los arquitectos que egresan de los seis programas de
Trifamiliar
Tipo de vivienda más
adecuado para el
10%
10%
arquitectura que se imparten en el valle no tienen la capacidad ni el interés su-
Valle de Aburrá Bifamiliar
20%
ficiente para promover un giro cualitativo sobre la proyectación de la vivienda,
según los estudiantes. Multifamiliar
60% situación que por lo demás no es exclusiva de esta zona del país. El anexo 5, que
Menos de 5 corresponde a la encuesta realizada a veinte estudiantes de arquitectura que han
Altura apropiada para los pisos 5%
edificios de vivienda 20-30 pisos 5% Otros 5% cursado más del 80% de su plan de estudios en alguna escuela del valle, deja
en el Valle de Aburrá
según los
15-20 pisos 15% ver que en sus ideas el problema de la vivienda está supeditado a otros aspectos
estudiantes 10-15 pisos
20%
5-10
pisos 50%
distintos al espacio doméstico. Por ejemplo, el 60% considera que el tipo más
adecuado para la vivienda en el valle es el multifamiliar, el 20% el bifamiliar, el
10% el trifamiliar y el 10% el unifamiliar, pero los argumentos de esta elección re-
miten al crecimiento poblacional, a la liberación de espacio público, a condiciones
de iluminación y ventilación, y a las características geográficas del área; y solo
un estudiante hizo referencia a las relaciones intrafamiliares. De similar manera,
el 50% considera que la altura más apropiada para los edificios de vivienda en el
valle es entre cinco y diez pisos, el 20% entre diez y quince, el 15% entre quince
y veinte, 5% entre veinte y treinta, y 5% menos de cinco; las razones para estas 155
respuestas se dan a partir de la ocupación territorial, la liberación de espacio
público y la afectación al paisaje; ninguno hizo alusión a las condiciones internas
de las unidades.
4.109

En la misma encuesta, las ventajas planteadas para el tipo de torres remiten a las
vistas, la liberación de espacio público, el control al crecimiento urbano, la segu-
ridad, la economía, la integración comunitaria y las áreas comunes; las desven-
tajas manifestadas fueron la inseguridad, las dificultades en la convivencia, la di-
mensión reducida de los recintos, la poca privacidad, las condiciones deficientes
de iluminación y ventilación, la densidad, el hacinamiento y la estandarización.
Ninguno planteó el problema del alejamiento de lo natural ni la pérdida de las
condiciones simbólicas, aunque un estudiante dijo que las torres brindaban un
hábitat inapropiado, sin más explicaciones. Y finalmente, a la pregunta sobre la
principal responsabilidad del arquitecto frente a la vivienda en el Valle de Aburrá
tampoco salió a la luz la referencia a valores simbólicos ni a la necesidad de
conexión con lo natural.

De otro lado, en relación a la calidad de la vivienda en edificios multifamiliares


en altura en el Valle de Aburrá, es bastante significativo el hecho de que en las
veintitrés versiones de la Bienal Colombiana de Arquitectura, iniciadas en 1962,
4.110
entre premios y menciones, solo aparecen la mención al conjunto La Mota en la
4.108. El desconocimiento de las implicaciones: Moravia, Medellín. XIII, y el premio de hábitat popular concedido a la urbanización La Playa, de Ana
4.109. Los ausentes en la reflexión estudiantil: la naturaleza y los E. Vélez V. y Juan B. Echeverri en la XIX; y como parte de los seleccionados solo
valores simbólicos.

4.110. Para aplaudir: urbanización La Playa, Ana E. Vélez y Juan


B. Echavarría, 2004, Boston, Medellín. ISVIMED, ABC del subsidio de vivienda, Medellín, Alcaldía, 2012, p. 3.
80
figuran diecinueve proyectos más.81 Esta situación, que deja mucho que pensar a b c

de la calidad de los escenarios arquitectónicos para la intimidad doméstica, su-


mada a la orientación comercial de los promotores privados, han producido la
megalópolis que actualmente se tiene, en la que la imagen económica, de corte
financiero, prima. Siendo además la única posibilidad, aunque a veces difícil de
alcanzar,82 para la mayoría de quienes pretenden tener un techo propio. Nótese d e f g

por ejemplo que de acuerdo con el anexo 8.4 solo el 4,3% de los proyectos de
vivienda en construcción en el segundo semestre de 2012 en el valle son casas,
el restante 95,7% acoge la torre.
4.111
Dentro de los proyectos de vivienda de gran envergadura desarrollados en los
últimos años en el Valle de Aburrá, cabe mencionar entre otros, el plan par- a b
cial de Ciudad del Río y la ciudadela Nuevo Occidente en Medellín; la ciudadela
Suramérica entre Itaguí y La Estrella; y la ciudadela campestre Norteamérica
en Bello; en los cuales la torre es el tipo fundamental de desarrollo, con esque-
mas de apartamentos bastante simples que reproduce los modelos comerciales
probados financieramente; así mismo, para los próximos años se estarán desa- c d

rrollando los planes parciales de Indural, Villa Miriam, Sevilla, San Lorenzo, y el
de Naranjal y Arrabal, que igualmente tendrán como constituyente fundamental
para la vivienda el tipo de la torre. No obstante la dimensión, la complejidad y la
cantidad de apartamentos que estos proyectos poseen, la calidad de la búsqueda
espacial en los interiores es mínima. 4.112
a b

Incluso el panorama general del valle se ha uniformado a tal punto, “[…] que
refleja la pérdida general de jerarquías en la sociedad, y todos los edificios tien-
den a tener igual relieve. La desmitificación de la naturaleza ha conducido a la
156 deshumanización de nuestras relaciones con la tierra y la localización”,83 y la
4.113
necesidad de identidad particular es imposible en este escenario aberrante. Pero
como siempre ocurre, aparecen casos que constituyen la excepción y pueden
considerarse ejemplares; y aunque la mayoría de sus apartamentos también es-
tán constreñidos por la condición horizontal de su geometría, por lo menos los
esquemas de ordenamiento de recintos intentan otras búsquedas por fuera de
los parámetros exclusivamente comerciales; de nuevo estos proyectos son di-
señados por los denominados arquitectos independientes.84

De otra parte, y para poner en el tapete la orientación de los esfuerzos privados,


cabe hacer alusión a las estrategias comerciales de venta de los apartamentos
en el valle, que acuden a frases agrupables en dos tendencias, una que hace re- 4.114

81
En la X Bienal, Torreladera y Villas del Campo. En la XI, Balcón de la Villa y Palma de Mallorca. En la XIII, Tierra Concha,
Los Naranjos (1998) de Jorge M. Velásquez V. y Gabriel J. Gómez V. En la XIV, Guayacanes de Sotoverde (1993) de
Marco A. Montes B., Palmarreal y Bolivia (1991) de Laureano Forero O. En la XVI, el Ático (1998) de Felipe Uribe de B.
En la XVII, Puente Aviñón (1999) de Carlos A. Pardo B., Mauricio Zuloaga L. y Nicolás Vélez J. En la XVIII, Camino Aviñón
de los mismos anteriores. En la XX, Punta de Piedra de Ana E. Vélez V. y Juan B. Echeverri y Soho Lofts de J. Paul
Restrepo S. y Camilo Restrepo O. En la XXI, Guayacán de Aviñón I (2005) y II (2007) de los referidos Pardo, Zuloaga y
4.111. Otros destacados en las Bienales: a. Los Naranjos, Los
Vélez En la XXII, Salento de Nora Aristizabal, Andrés Ortiz y Fernando Sierra, Aviñón 20c de Pardo, Zuloaga y Vélez, y Naranjos / b. Puente Aviñón, / c. Guayacán de Aviñón I, /
Juan Bobo (2008) de la EDU. Y en la XXIII, Zándalo (2011) de Cristina Vélez O. d. Aviñón 20c, San Lucas / e. Punta de Piedra, San Diego /
f. Salento, Alejandría. / g. Zándalo, El Tesoro, Medellín.
82
Según el artículo de Juan F. Rojas T. y Francisco J. Arias R., “No hay techo propio para tanta gente”, El Colombiano,
Medellín, agosto 22 de 2012, p. 14: “Al 40% de las familias de Medellín no les alcanza el dinero para tener una vivienda 4.112. La torre predominante: a. Plan parcial de Ciudad del Río,
formal. Además, el 25% considera que sus ingresos son demasiado bajos para soñar con una casa digna y propia”. barrio Villa Carlota, Medellín / b. Ciudadela Nuevo Occidente,
Medellín / c. Ciudadela Suramérica, Itaguí y La Estrella / d.
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 167
83
Ciudadela campestre Norteamérica, Bello y Copacabana.
84
Además de los seleccionados en las bienales, otros proyectos destacables de los últimos veinte años son: Alminar
4.113. El futuro cercano: a. Plan parcial de Sevilla, Medellín /
(1995) de Carlos A. Pardo B. y Mauricio Zuloaga L.; Los Mandarinos (1996) de Alejandro Echeverri R. y Juan B. b. Plan parcial de Naranjal. Dibujos cortesía EDU.
Echeverri C.; Calle 6 (1998) de Juan D. Bocanumenth A.; Guadual de Aviñón (2004) de Carlos A. Pardo B., Zuloaga L.,
y Nicolás Vélez.; Astorga Lofts (2003) de Mauricio Valencia C. y Carlos M. Rodríguez O.; y Space (2012) de Laureano 4.114. Deshumanización del Valle: Loma del Indio,
Forero O. San Diego, Medellín.
a b c ferencia directa al problema del costo, la inversión monetaria y las implicaciones
de índole económico. El otro grupo se refiere a las condiciones o cualidades de
las unidades y de sus apartamentos, pero una mínima parte se refiere a asuntos
espaciales propiamente, es el caso de referencias a la flexibilidad y a la inte-
gración de los recintos sociales, aspectos que como se ha dicho, van en contra
d e f
de la especialización, la independencia y el aislamiento, condiciones básicas del
espacio doméstico. De nuevo salta a la vista la incomprensión del problema de
la domesticidad íntima; en estas estrategias no hay rastro de que “[…] sólo ha-
bitando puede llegar el hombre al cumplimiento de su verdadera esencia”,85 en
el sentido auténtico de habitar al encontrar un centro simbólico aislado de la ex-
4.115
terioridad, y mucho menos en la oferta de espacios complementarios comunes,
que es promovida como un atractivo de gran importancia.

Estas tácticas de comercialización dejan ver además, entre otras cosas, la i-


nocente capacidad crítica que tienen los potenciales compradores de estos re-
cintos de poca sustancia ontológica. Los publicistas aprovechan obviamente esta
incapacidad de exigencia, lo que conduce inexorablemente a la imposibilidad de
acercarse a la realización integral del ser humano; parecieran repetir las palabras
que Le Corbusier dirigía a los habitantes de viviendas hace casi un siglo: “Alqui-
lad departamentos más pequeños que aquellos a los que os han acostumbrado
vuestros padres. Pensad en la economía de vuestros movimientos, de vuestras
órdenes, de vuestros pensamientos”.86 Así pues, en última instancia los criterios
4.116 de elección del hogar se fijan sobre atractivos banales y entre ellos prima el fac-
tor comercial, la capacidad financiera de adquisición de una propiedad según las
leyes y parámetros del mercado y la futura valorización del inmueble. El orde-
namiento de los recintos y las cualidades de los sistemas espaciales, muchísimo
más importantes, se opacan ante tales objetivos. 157

LA COMERCIALIZACIÓN DE LO ECONÓMICO.
Tergiversación del ideal original

De manera simple podría decirse que si las necesidades básicas del hombre son
4.117
el alimento y el cobijo, la actividad humana originaria es la económica referida a
los bienes de vivienda, alimento y vestido, sin embargo, ninguna de estas necesi-
dades es exclusivamente económica, sino que ellas contienen prioritariamente
una dimensión simbólica religiosa, ética, jurídica, política, técnica o artística. En
este orden de ideas, el hogar instaura una versión propia de mundo en la cual
el ser tiene la experiencia vital llena de simbolismo y por ello “tener vivienda
es construir la tópica primitiva de la existencia humana, descubrir (alétheia) la
verdad del hombre y del cosmos”.87 Además, bien entendido el concepto de lo
económico, no se refiere a la rentabilidad financiera y ello representa más bien
una desviación de su acepción, pues economía es la “administración eficaz y
4.118
razonable de los bienes”;88 es por esto que en este aparte del texto se habla de
la tergiversación del ideal original de la mirada económica.

4.115. Otros casos sobresalientes: a. Alminar, b. Guadual de Aunque las preocupaciones básicas del proyectista cuando enfrenta el diseño
Aviñón, San Lucas / c. Los Mandarinos, Lalinde / d. Calle 6, La
Florida / e. Astorga Lofts, Astorga / f. Space, Altos del Poblado,
Medellín.
85
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 464.
4.116. Las estrategias comerciales: bono para compra de vivienda.
86
Le Corbusier, Op. cit., p. 96.
4.117. El simbolismo primitivo del espacio doméstico: plato de
porcelana con pintura (detalle), colección particular. 87
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 454.

4.118. La imagen, preocupación básica de proyectistas: Fountain RAE, Diccionario de la lengua española, 2001, disponible en: http://lema.rae.es/drae/, (acceso el 21 de septiembre de
88

Place, Ieoh Ming Pei, 1986, Dallas, EEUU, foto Yesenia Blandón. 2012).
de un rascacielos son básicamente las mismas y se concentran en la imagen, la
estructura y la seguridad, otra cosa diferente ocurre cuando el edificio es una
torre de vivienda que no alcanza a tener la suficiente altura ni la suficiente repre-
sentatividad en la silueta de una ciudad, como es el caso de la gran mayoría de
edificaciones en altura que albergan viviendas en el Valle de Aburrá,89 que oscilan
en promedio alrededor de los quince-veinte pisos, aunque obviamente están las
excepciones como el edificio de la Cámara de Comercio, el de vivienda más alto
del Valle de Aburrá con 139 metros y 32 niveles.
4.119
Bajo dichas condiciones la complejidad de la solución del problema estructural
y de la seguridad en el edificio es relativamente sencilla teniendo en cuenta
además que en el valle no se presentan vientos considerables para amenazar la
estabilidad de una edificación de las alturas manejadas y por otro lado, la zona
es de riesgo sísmico intermedio, lo cual tampoco exige sistemas estructurales
de gran envergadura, salvo contadas excepciones en las que la capacidad de
soporte del suelo lo exigen.

No obstante, el sistema estructural de las torres está comprometido con las


distancias necesarias para una adecuada modulación y por otra parte, la defi-
nición del sistema estructural está también condicionada a las recomendaciones
4.120
de los estudios de ingeniería para responder a los códigos de sismorresistencia
legales.90 La aplicación de las fórmulas matemáticas y el uso de los sistemas de
modelación digital, facilitan la tarea y establecen la geometría y las característi-
cas de los materiales de una manera similar desde principios del siglo pasado;
así lo advertía Le Corbusier: “[…] la ley de la Economía reclama sus derechos: los
hierros perfilados y, más recientemente, el hormigón armado, son puras mani-
158 festaciones del cálculo”.91 En el proceso de diseño del edificio, la espacialidad de
las unidades se ajusta a los criterios matemáticos del cálculo estructural y vice-
versa, hasta lograr un sistema que responda adecuadamente, a juicio de los di-
señadores, a las necesidades técnicas, normativas, económicas y comerciales.
4.121

La independencia de los dos sistemas, el estructural y el espacial, dan flexibilidad


a las transformaciones de los apartamentos, pero al ser divergentes establecen
dos universos identificables en el tipo de la torre, cosa que no ocurre cuando
la estructura de soporte físico también se establece como soporte conceptual
del sistema espacial y más distinto aún cuando el sistema de delimitación es
exactamente el mismo que el estructural, como ocurría en los dos arquetipos
precedentes, el de la cabaña prehispánica y el de la casa de patios, en cuyos ca-
sos, la estructura es indefectible e inseparable del espacio geométrico pasando
a ser parte constitutiva del espacio mental ya que “[…] los distintos subsistemas
que componen el edificio […] coinciden entre sí, se superponen de un modo
exacto y unívoco, estableciendo nítidamente su forma tipológica […]”,92 mientras
que en la arquitectura moderna, entre la cual se inscribe la torre doméstica, 4.122 4.123

4.119. Uniformidad en la silueta del Valle de Aburrá:


barrio Belén, Medellín.
La descripción del proceso de proyectación de una edificación de vivienda en altura, está basada en las entrevistas
89

personales realizadas entre agosto y noviembre de 2012 a: Juan F. Montoya S. (Coordinador de diseño de vivienda de 4.120. Condiciones tecnoconstructivas de baja complejidad:
ARCO), Hernán D. Muñoz (Jefe de Taller de CONVEL), Jorge Hoyos C. (Arquitecto diseñador de AIA), Sergio Gallón V. panorámica del Valle de Aburrá desde el cerro del Padre Amaya.
(Director Departamento de Diseño de AIA) y en la experiencia profesional del autor.
4.121. Las unidades adaptadas a los criterios matemáticos:
El código colombiano de sismorresistencia NSR-10 se deriva de la Ley 400/1997 Por la cual se adoptan normas sobre
90 Entrepalmas de San Diego, San Diego, Medellín.
construcciones sismorresistentes, reglamentada y modificada por otras leyes y decretos, y establecido por el Decreto
4.122. La independencia de sistemas: Triangle, Las Lomas,
926/2010 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.
Medellín.
Le Corbusier, Op. cit., p. 192.
91
4.123. Inseparabilidad de los espacios geométrico y mental:
92
Carlos Martí A., Las variaciones de la identidad, Barcelona, Serbal, 1993, p. 144. casa patial, San Cristóbal, Medellín.
la descomposición del soporte físico es perceptible, lo que fragmenta el tipo
conduciendo entonces a una percepción descompuesta del espacio doméstico.
Nótese que esta disección de los subsistemas de la arquitectura es también una
consecuencia del pensamiento positivista y abstracto de la cultura moderna; en
el que el mundo es factible de fraccionarse bajo un interés taxonómico, pues
frente al temor del caos natural y a la vida en su real expresión: rizomática, inex-
tricable, compleja, interpuesta, mixta, esférica, interconectada, múltiple… aparece
la mirada esquizofrénica, separatista, reduccionista, fragmentaria y distante del
verdadero sentido del espacio doméstico.
4.124

En consecuencia, la economía en relación al sistema estructural portante de


la construcción, se entiende desde el punto de vista de la racionalización de
materiales, tratando siempre de utilizar el menor número de elementos, con la
menor dimensión posible y la menor capacidad técnica, para ahorrar dinero. El
otro aspecto técnico tenido en cuenta para la economía estructural tiene que
ver con el sistema de aligeramiento de las losas, ya que el material empleado,
recuperable o no, y su modulación, inciden directamente en los costos de la
estructura; lo cual condiciona entonces y promueve la repetición de geometrías
en los sistemas. De idéntica manera, los sistemas de encofrado y formaletería
para el vaciado de elementos estructurales se hace más rentable en la medida
en que el número de veces que se use sea mayor, por lo tanto la uniformación
4.125 de las medidas y de la geometría también son un elemento contundente para
abaratar los costos. Obsérvese que estos requerimientos contienen el germen
racional de la modernidad que se puede evidenciar en la explícita idea de que
“los objetos producidos según modelos suministrados por la Bauhaus tendrán un
precio bajo, porque se utilizarán todos los métodos modernos, económicos, de
la estandarización (producción en serie a cargo de la industria) y por la venta en 159
grandes cantidades”.93

Ligado al tema dimensional de los elementos estructurales, aparece la cantidad


de materiales que se deben emplear para los cerramientos, en consecuencia, la
4.126 4.127
modulación de los mampuestos deberá evitar el desperdicio. La proporción entre
la altura de los espacios y sus otras dimensiones cobra también un sentido pre-
supuestal en detrimento de la calidad en la percepción, la estética y el confort.
En este sentido debe tenerse en cuenta que “no rendimos culto únicamente con
nuestras mentes, sino con todo nuestro ser. En el culto necesitamos una sen-
sación de espacio, de altura, ancho y profundidad, de intimidad y de distancia,
reflejando los espacios en nuestro interior”.94

La medida promedio de 2,30 m de altura libre entre pisos que se maneja en


el valle,95 obedece pues a la estandarización resultante de economizar presu-
puestalmente según los parámetros materiales. En esta labor, no solo la cre-
4.128 4.129
atividad se limita casi exclusivamente al problema presupuestal sino que además
4.124. La imagen urbana del pensamiento positivista: se olvida por completo de que “[…] la imagen mental visual desempeña un papel
Portón II, Gabriel Osuna G., 1977, La Candelaria, Medellín. particular en el dominio geométrico por ser ella misma de carácter espacial. De
4.125. Economía = racionalización y uniformación para abaratar: una manera general, la imagen no es más que un símbolo, que representa con-
Finito, ARCO, San Diego, Medellín.

4.126. Los mampuestos delimitantes: Acacias de Coomeva, Carlos


E. Restrepo, Medellín.
W. Gropius, “Principios de la producción de la Bauhaus”, Op. cit., p. 260.
93

4.127. Experiencia comprimida: habitación, apartamento, Medellín.


94
James Roose-Evans, Ritos del alma, Bogotá, Electra, 1995, p. 96.
4.128. Desviación estandarizada de las dimensiones espaciales:
El caminante, Utopía, 2009, acero, 610 x 240 cms., Medellín.
95
Se tiende a reducir esta altura a 2.20 m. por la modulación de los encofrados, y con el argumento de que corresponde
a la medida dada en Le Corbusier, The Modulor, Londres, Faber and Faber, 1954, aunque en él se establece 2.26 m.
4.129. El espacio doméstico simbólicamente empobrecido. como medida de un hombre con su brazo estirado en vertical.
cretamente los conceptos que simboliza”.96 De tal manera, el espacio doméstico
adquiere una condición establecida por la horizontal exigida por las condiciones
de la materialidad. Tras la economía material y técnica del soporte arquitectónico
del espacio íntimo, surge un empobrecimiento de su universo simbólico.

Por su parte, para el tema de la seguridad, el proyectista basa su trabajo cum-


pliendo las normas establecidas, que son relativamente sencillas y por obvias
razones de carácter racional, lo cual se traduce en cantidad, proporción, distan-
cias y medidas mínimas para escaleras y corredores comunes, disposición de
instalaciones y unidades, localización de sistemas y redes con determinadas es-
pecificaciones técnicas, señalizaciones básicas y uso de sistemas de circulación
mecánica con medidas, cantidad y ubicación según los estándares internacio-
nales.97 Y también deben cumplir las normas relativas a la accesibilidad para los
individuos en situaciones de discapacidad.98 De similar manera la solución para
las redes de acueducto, alcantarillado, electricidad, telefonía, datos, gas y en 4.130 4.131

unos pocos casos otros sistemas especiales como aires acondicionados o siste-
mas inteligentes de control, obedecen a criterios fundamentalmente técnicos, al
cumplimiento de las regulaciones y las recomendaciones de los especialistas.99
Estos sistemas, en tanto que no modifican sustancialmente la experiencia del
espacio, sino más bien la apariencia superficial, no son significativos para el
espacio doméstico. 4.132

Hasta aquí, las variables son relativamente sencillas, de carácter técnico y no de-
mandan mucha creatividad ni conocimientos profundos por parte de los diseña-
dores. Pero otra cosa sucede con la imagen externa del edificio y por supuesto
con el espacio interior de las unidades que componen el sistema; y aunque este
160 último aspecto debería concentrar la atención de los arquitectos, por ser el es-
pacio geométrico el soporte fundamental de la experiencia íntima, “en cualquier
caso es la imagen, la forma distintiva del edificio asociado necesariamente a la
tecnología, la que sigue marcando las pautas de una tipología arquitectónica vin-
culada desde sus inicios a las leyes de mercado y a la representación simbólica
que ésta precisa”;100 la limitante de la creatividad en este sentido también es 4.133

financiera y parece por lo demás comandada aún por la idea de ruptura con el
pasado al considerar que “[…] en su lugar hay una apariencia de volumen, o, más
exactamente, de superficies planas que encierran un volumen”;101 que conducen
a una imagen frágil y simple para resguardar la interioridad humana.

En consecuencia, y como ya se ha adelantado, la definición del espacio en una


buena cantidad de edificios del valle se resuelve aplicando esquemas preesta-
blecidos, y la imagen externa muchas veces es solo el resultado de convertir en
fachada una planta que se repite en altura. Por supuesto, las excepciones confir-
man la norma, y hay un amplio abanico de calidades tanto espaciales como de
4.134

4.130. Normas racionales sin sustancia: punto fijo,


96
Jean Piaget et al., La epistemología del espacio, Buenos Aires, El Ateneo, 1971, p.3.
Plaza del Pinar, La Florida, Medellín.
97
Los títulos J y K de la citada NSR 10, reglamentan estos aspectos.
4.131. Seguridad mínima: gabinete contra incendios,
Sobre la accesibilidad en las edificaciones de vivienda está el Decreto 1538 de 2005 del Ministerio de Ambiente,
98 Plaza del Pinar, La Florida, Medellín.
Vivienda y Desarrollo Territorial, que Reglamenta parcialmente la Ley 361 de 1997. Además, las normas NTC 4139, 4140,
4141, 4142, 4143, 4144, 4145, 4201, 4339 y 4349. 4.132. Criterios técnicos y de regulación.

99
Sobre instalaciones eléctricas y de datos, ver: ICONTEC, Código Eléctrico Colombiano NTC 2050, Bogotá, ICONTEC, 4.133. Imagen frágil para resguardar la interioridad:
2002, y el Reglamento Técnico de Instalaciones Eléctricas de 2004, definido por la Resolución 180398 del Ministerio de Mirador Barcelona, Robledo, Medellín.
Minas y Energía, modificado por otras disposiciones.
4.134. El esquema preestablecido: Bloque del zapatero,
100
F. Asensio C., Op. cit., p. 7. urbanización Römerstadt, Ernst May, H. Boehm y C. H. Rudolf,
1928, Francfort del Meno, Alemania, redibujado de Gössel, P.
101
H.-R. Hitchcock y P. Johnson, Op. cit., p. 56. y Leuthäuser, G., Arquitectura del siglo XX, p. 160.
lenguaje, pero el recurso monetario es siempre una condicionante fundamental.

Es así como los intereses en juego durante el proceso de proyectación y defi-


nición de las condiciones de los sistemas espaciales que ordenan la intimidad de
estas torres están gobernados casi de forma exclusiva por los promotores, los
inversionistas, los gerentes y los denominados estudios de factibilidad. El diseño
de los edificios está supeditado a obtener el máximo de unidades habitacionales
que permita la norma y según los estándares para el grupo potencial de compra-
4.135
dores, al menor costo posible para obtener la mayor ganancia en el negocio. Y
no solo eso, sino que en estas posturas se refleja el atraso cultural en el que está
inmerso el Valle de Aburrá, pues “[…] toda la revisión de la ortodoxia moderna
está atravesada por ese anhelo que tanto Heidegger como Tessenow supieron
dignificar, por una existencia al margen de la obsesión tecnológica y de la idea de
progreso, por una vuelta a una relación más equilibrada con la naturaleza; por un
habitar más sencillo o modesto, capaz de establecer una cierta armonía también
con nuestro pasado”.102

4.136 Volviendo a la labor de diseño de las torres, cabe mencionar también que el
proceso inicia con la condición cuantitativa establecida por quienes atienden las
cifras y los requerimientos financieros de los proyectos; los diseñadores deben
obedecer la cuantificación del número de unidades y la cantidad de ellas por piso
y por torre, para que sean aceptadas por los potenciales compradores y de esta
manera obtener un proyecto exitoso, que se traduce en la venta anticipada de los
apartamentos en el menor tiempo posible. Los proyectos son abortados rápida-
mente si en sus etapas iniciales no logran satisfacer los intereses de los promo-
tores, representados en un número determinado de unidades con una cantidad
de metros y de recintos. Los arquitectos se ven en la disyuntiva de satisfacer 161
los intereses financieros de los promotores a costa de la calidad global de los
4.137 4.138
planteamientos. El trabajo se convierte en una labor de interpretación forzada de
normas103 y criterios para lograr acomodar a como de lugar el número de apar-
tamentos solicitado por el estudio financiero, con las condiciones que el mercado
dicta. Es aquí cuando se distinguen con claridad los mencionados dos grupos de
arquitectos en los que se divide el gremio.

No obstante, teniendo en cuenta las ideas expuestas en las primeras líneas de


este trabajo, en relación a la condición artística de la arquitectura, propuesta
también por Hitchcock y Johnson en cuanto que “la construcción resultante será
tanto más arquitectónica cuanta más libertad haya tenido el arquitecto –dentro
de las limitaciones estructurales y funcionales– para realizar juicios motivados
por su gusto y no por razones económicas”,104 cabría entonces plantear la pre-
gunta por la calidad de estos artefactos, que en palabras de los autores de la cita
obedecen más al carácter de edificación que al de arquitectura, pues sin duda
alguna, el factor dominante para la toma de decisiones en el proceso, como se
4.139 ha demostrado, es de corte rentabilista.
4.135. Cajas financieramente satisfactorias:
ciudadela Nuevo Occidente, Medellín. No es de extrañar pues, que la gran mayoría de los bloques de vivienda en altura
4.136. El habitar modesto.

4.137. Recinto de satisfacción a los promotores: 102


I. Ábalos, Op. cit., p. 59.
taller de diseño, Medellín.
Además de las normas ya citadas, debe aplicarse la normatividad del Plan de Ordenamiento Territorial de cada
103

4.138. Laboratorio de búsquedas: municipio, que incluye: medidas, disposiciones sobre elementos y espacios arquitectónicos, densidades, índices de
taller de profesional independiente, Medellín. ocupación y construcción, cantidad de unidades de vivienda y parqueaderos, alturas, retiros, cesiones, preservaciones,
restricciones, usos, etc.
4.139. Pérdida de la condición artística de la arquitectura:
ciudadela Sevilla, Medellín. 104
H.-R. Hitchcock y J. Philip, Op. cit., p. 97.
se conviertan en la reproducción de modelos de ordenamiento espacial y siste-
mas estructurales ya probados desde el punto de vista financiero, en contextos
y condiciones similares. Además, la experimentación estética, la respuesta a los
problemas profundos del habitar y de las condiciones del espacio doméstico,
pasan casi desapercibidos en la proyectación de la inmensa mayoría de estas
torres. No hay ni siquiera tiempo para pensar en ello, para cuestionar de manera
seria las implicaciones de las decisiones; la conciencia y la capacidad proyectiva
de los diseñadores se limita a producir esquemas abstractos de agrupamiento
según las normas y que aseguren el éxito comercial. Por ningún lado aparecen
4.140 4.141
las condiciones ontológicas, históricas y ancestrales del hogar; así, “[…] lo que
hacen sin modelo mítico, pertenece a la esfera de lo profano: por tanto, es una
actividad vana e ilusoria; a fin de cuentas, irreal”,105 que descuida la condición
numinosa del ser e impide el despliegue de lo trascendental.

Una vez encontrada la solución espacial del sistema general que produce las
suficientes unidades para alcanzar la rentabilidad requerida, el trabajo consiste
en desarrollar en detalle los aspectos tecnoconstructivos en el menor tiempo
posible y dentro de los estándares de costos predeterminados. De tal manera
se pone en evidencia que “[…] la facilidad y la simplificación técnicas serán unos
valores que se extenderán a todos los momentos de la casa […] El tiempo habrá 4.142

pasado a ser entendido como un material, un material de construcción, el más


valioso, de modo que minimizarlo adquiere un sentido económico abstracto, ex-
presión de esa facilidad existencial”;106 pues “cuando deja de ser un vehículo
para reintegrar una situación primordial, […] cuando se desacraliza, el Tiempo
cíclico se hace terrorífico […]”107 llevando sus productos, acciones y valores a una
repetición absurda de rutinas sin sentido.
162
Para el diseñador, muchas veces su trabajo se convierte en una disputa entre
4.143
lo que su ética le dicta y lo impuesto por quienes gerencian los proyectos, para
quienes no valen justificaciones éticas, estéticas, sociales, urbanas o de cual-
quier otra índole, excepto las que impidan el licenciamiento del proyecto o las
que pongan en peligro la estabilidad material de la construcción. Sin la sospecha
de que “[…] la repetición despojada de su contenido religioso conduce necesa-
riamente a una visión pesimista de la existencia”,108 la rentabilidad producida por
la operación constructiva es el único objetivo, olvidando por completo que en el
espacio doméstico “[…] la experiencia geométrica se remite simultáneamente al
objeto y a la acción”.109

Invariablemente, la mirada económica, que como se ha dicho, se ha convertido


en comercial, comporta una deshumanización del hábitat ya que: 4.144 4.145

[…] el proceso de proyectación no tiene su modelo, su objeto de imitación en las acciones 4.140. Reproducción de esquemas tipológicos:
Roma, El Poblado, Medellín.
humanas del habitar, del sujeto hombre como producto cultural, sino en los compor-
tamientos del sujeto como consumidor y en consecuencia, los recursos poéticos, los que 4.141. El descuido de la condición numinosa:
Québec, El Poblado, Medellín.
hacen referencia al hacer humano, son cada vez más escasos en el diseño de la vivienda,
y cada vez son aquellos recursos retóricos, o sea los del persuadir, los del decir y el con- 4.142. El sentido material del tiempo.
vencer, los que predominan y tienen una mayor significación en la tarea del arquitecto.110 4.143. La repetición absurda de rutinas:
The joneses, Derrick Borte, 2009, imagen basada en
fotograma de la obra cinematográfica, tomada de http://collider.
105
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1992, p. 86.
com/david-duchovny-and-demi-moore-interview-the-jones/ the-
106
I. Ábalos, Op. cit., p. 183. jones-movie-image-7/
107
M. Eliade, Op. cit., p. 95.
108
Ibíd. 4.144. Visión pesimista de la vida: edificio,
barrio Doce de Octubre, Medellín.
109
J. Piaget et al., Op. cit., p. 31.
110
Gilberto Arango E., Gilda Wolf A. y Pedro P. Peláez, Los cambios en la vivienda en Colombia, discursos y percepciones, 4.145. La deshumanización del hábitat: Herradura,
Bogotá, Universidad Nacional, 1998, p. 93. Barrio Nuevo, Medellín.
Pero también es importante subrayar que uno de los factores qué más incide en

Infraestructura 12%
el costo de los proyectos de construcción urbana es el costo del suelo; según el

Terreno 13%
Factores de costo para la
Costos
administrativos 15% BID ,111 los costos de la vivienda en América Latina corresponden a 13% del
vivienda en América Latina
según el BID
terreno, 12% a la infraestructura, 60% a la construcción y 15% a los costos ad-
ministrativos. Sin embargo, en el Valle de Aburrá todavía existen áreas posibles
Construcción
60% para la expansión o zonas con muy baja densidad y usos inapropiados para su
ubicación, pero la presión que ejercen los grupos sociales sobre ciertas áreas
de preferencia elevan el valor de la tierra. Al respecto, el arquitecto antioqueño
Laureano Forero O. decía: “Hemos hecho experimentos teóricos de una Me-
dellín construida en cinco piso y el resultado sería maravilloso”.112 Por fortuna,
los proyectos de renovación urbana equilibran la preferencia por sectores, fa-
voreciendo un desarrollo más integral y amortiguando el costo de la tierra en
la región, además de concentrar el crecimiento. En este sentido, también es
necesario considerar que la expansión territorial trae consecuencias indeseables
como la pérdida de terrenos de cultivo, la destrucción de reservas, la cuantiosa
inversión en servicios públicos, las dificultades para el desplazamiento, etc.
4.146

Es por ello que la mayoría de los arquitectos y urbanistas, en todo el mundo,


coinciden en que la mejor alternativa para el desarrollo urbano es el tipo de la
torre; al respecto, por ejemplo, el arquitecto español Carlos Rubio C. (1950), di-
señador de la Torre PwC (2008) y la Torre Puerta Chamartín (2006), ambas en
Madrid, dice que “debemos volver a los bloques aislados y a la vivienda en altura
en edificios entre veinte y treinta pisos”.113 También el mencionado Ken Yeang
(1948) afirma:

Los rascacielos están justificados, en primer lugar porque optimizan el uso del territorio
4.147 ya que concentran la construcción verticalmente y así se respeta la vegetación y el eco- 163
sistema. En segundo lugar, el rascacielos es más eficiente en materia de transporte ya
que los desplazamientos se reducen al concentrarse en el interior del edificio, los rasca-
cielos son más eficientes en términos energéticos que el transporte en coches, trenes o
Altura apropiada para los Altura apropiada para los autobuses.114
edificios de vivienda en el edificios de vivienda en el Valle
Valle de Aburrá según los de Aburrá según los arquitectos
arquitectos no proyectistas. proyectistas.
De la encuesta realizada a arquitectos del Valle de Aburrá (anexos 6 y 7), el 66%
Otros 21% Otros 30% de aquellos que no han participado en la proyectación de torres de vivienda afir-
10-15
pisos
ma que la altura ideal para este tipo en el valle es entre cinco y diez pisos, y esa
13% 5-10 pisos
10- 15
pisos
5-10
pisos 40%
misma altura es la considerada como más apropiada por el 40% de quienes han
66%
30%
sido parte de los equipos proyectistas, seguidos de un 30% que dice que la altura
Prioridad en el diseño de Prioridad ideal en el diseño de idónea es entre diez y quince niveles, mientras que solo el 13% de los no proyec-
edificios de vivienda en el Valle
de Aburrá según arquitectos
edificios de vivienda en el
Valle de Aburrá según
tistas coincide con este rango. De esta misma encuesta se destaca el hecho de
proyectistas. arquitectos no proyectistas. que el 50% del grupo proyectista encuentra que el máximo aprovechamiento
del lote ha sido la prioridad del trabajo, seguido de un 20% cuyo objetivo funda-
Aspecto
estético
intereses
económicos
Otros
Aspectos
urbanos
mental fue el espacio público, y para un 15% o bien fue el aspecto estético o los
15%
15%
53% 27%
intereses económicos de los promotores. Mientras que en los no proyectistas,
para el 27% los aspectos urbanos deben primar, seguidos de un 20% que con-
Espacio
público
Máximo
aprovechamiento
Asuntos
bioclimáticos
sidera los asuntos bioclimáticos como los primordiales. Sorprendentemente, y a
20%
del lote 50% 20%

Juan F. Rojas T. y Francisco J. Arias R., “No hay techo propio para tanta gente”, El Colombiano, Medellín, agosto 22
111

de 2012, p. 15.
112
Raúl I. Mesa V., “Nano Forero suma otro premio y sigue soñando”, El Colombiano, Medellín, septiembre 19 de 2012, p.
44.
4.146. Los consecuentes problemas de la expansión urbana:
barrios noroccidentales, comuna 6, Medellín, 2012. Entrevista a Carlos Rubio C. en: Elmundo.es, Debemos volver a los bloques aislados y a la vivienda en altura, [video
113

digital], 2008, [4:16 min.], disponible en: http://www.elmundo.es/elmundo/2008/06/05/suvivienda/1212685555.html,


4.147. El tipo de la torre justificado globalmente: Suramericana, (acceso el 28 de agosto de 2012).
Raúl Fajardo M., Augusto González V., Jaime Greiffenstein O. y
Aníbal Saldarriaga M., 1972, Suramericana, Medellín. 114
Entrevista a Ken Yeang en: Canal Natura, Op. cit.
pesar de que el 71% de los arquitectos encuestados son académicos, al igual que
en la pesquisa a estudiantes, en las respuestas sobre la principal responsabilidad
del gremio frente a la vivienda en el valle, no hay prácticamente rastro de los
aspectos simbólicos ni de la necesidad de recuperar el vínculo del hogar con el
Cielo y con la Tierra.

Sin desconocer pues que las torres son una realidad ineludible y que tienen
enormes ventajas, para todos los usos, incluyendo el de habitación, hay que
poner en evidencia que ellas encarnan la mirada económica que se tiene en 4.148 4.149

la actualidad sobre casi cualquier imagen, desde la virtual proyectada por un


pequeño dispositivo electrónico hasta la más compleja y polidimensional, la urba-
na, cuyas características en términos económicos se describen en las siguientes
palabras:

[…] la ciudad en la que vive el sujeto posthumanista es el mundo entero, la ciudad global o
la “ciudad genérica” si se quiere, una entidad asociada intrínsecamente a los desarrollos
científicos y a la economía de mercado que implica la comprensión del territorio como
infraestructura de la circulación de las plusvalías, que se organiza no tanto por concen- a b
tración geográfica de plusvalía –la ciudad industrial– como por integración económica 4.150
utilizando la oposición desarrollo/subdesarrollo.115

Ahora cabe incluir algunos precedentes de la actitud especulativa de la construc-


ción en el contexto específico del Valle de Aburrá que se constituyen en elemen-
tos históricos claves para comprender el devenir de la arquitectura entendida
como un negocio. Desde muy temprano, la cultura antioqueña en general se 4.151

caracterizó por su inclinación al comercio y los negocios, y no siempre de ma- a

164
nera adecuada, en tiempos coloniales “el fraude y la evasión de impuestos eran
hechos comunes en la provincia de Antioquia”.116 En 1852 el sueco Carlos S. de
Greiff (1793-1870) apuntaba que “por su carácter especulativo, verdaderos Yan-
kees, los habitantes de las secciones mencionadas de la provincia, conservan en
la jeneralidad, un profundo respeto a los preceptos de la relijión […];117 cosa curio-
sa y de doble moral pues por un lado se atendía supuestamente la religión, pero
por otro se especulaba con el dinero. Por el mismo año el ingeniero y geógrafo
italiano Agustín Codazzi (1793-1859) observaba que a los medellinenses los ca-
b c
racterizaba “[…] su deseo de enriquecerse lo más pronto posible […]”.118

Además, “sabido es que desde el siglo XVIII había aquí varios comerciantes que
acudían a las ferias de Cartagena, con escala en Mompós; y años después, previo
testamento y arreglo de conciencia se iban por esas Antillas, españolas o no”;119
mostrando desde aquel entonces la inclinación por estas actividades comercia-
les. Posteriormente hacia finales del siglo XIX el viajero d’Espagnat decía sobre
el medellinense:
4.152

4.148. Las conexiones ausentes: Sin título, Miguel Delgado, 2013,


instalación, Espacio del Hombre, Universidad Nacional, Medellín.

4.149. La realidad ineludible que encarna la mirada económica:


115
I. Ábalos, Op. cit., p. 155.
casa republicana y torre de vivienda, Bomboná, Medellín.
Pablo Rodríguez J., Cabildo y vida urbana en el Medellín colonial 1675-1730, Medellín, Universidad de Antioquia, 1992,
116
4.150. La omnipresencia de la mirada económica: a. iPad / b.
p. 86.
Bogotá, Colombia.
117
Carlos S. de Greiff, “Apuntamientos Topográficos y Estadísticos de la Provincia de Medellín”, en: Angélica Morales P.,
comp., De viajeros y visitantes, Medellín, ITM, 2003, p. 65. 4.151. La inclinación cultural hacia el dinero: caja fuerte, colección
Pueblito Paisa, Medellín.
118
Agustin Codazzi, “Jeografía Fisica i Politica de la Provincias de la Nueva Granada por la Comisión Corográfica bajo la
dirección de Agustin Codazzi.”, en: A. Morales P., Op. cit., p. 78. 4.152. Destinos de interés comercial: a. Palacio de la Inquisición,
s. XVIII, Cartagena, Colombia / b. Iglesia de la Inmaculada
Tomás Carrasquilla, “Del Medellín colonial”, en: El libro de oro de Medellín en el tricentenario de su erección en villa
119
Concepción, 1839-1934, Mompox, Colombia / c. The Scale House,
1675 –2 de noviembre– 1975, Medellín, Bedout, 1975, pp. 31-32. Christiansted, St. Croix, Islas Vírgenes, EEUU.
Extrae el oro de los placeres, la plata de las entrañas de los filones, el azúcar y el café de
los jugos de la gleba y con ese oro, esa plata, ese café y ese azúcar, constituye capitales,
gira cheques sobre Londres. Letras sobre París, en una palabra, hace dinero con el mismo
apresuramiento frío y con la misma altivez concentrada con que el businessman de Nueva
York, en mangas de camisa en su oficina de Wall Street, os dirá, doblando la palma de su
mano rapaz: I make Money.120

El rastreo podría remontarse tanto como se quisiera, ya que el intercambio co-


mercial es muy antiguo en la especie; pero lo que interesa aquí es la idea del
4.153 sentido exclusivo lucrativo que es la actitud que trastocaría el concepto de lo
económico en relación a la mirada que se tiene sobre el tipo de la torre de vi-
vienda. Por esto basta con recordar que el gusto por el dinero y el comercio del
pueblo antioqueño caracterizan su temperamento desde los tiempos de la a-
rriería y “la clave económica explica los valores culturales que terminaron por ex-
pandirse, ‘al ser interiorizados y transmitidos de una generación a otra, a través
de los mecanismos de la educación’ ”,121 sobre todo la educación familiar como
lo confirman estas palabras: “Nosotros somos comerciantes por temperamento,
por herencia. Comerciante fue nuestro abuelo, comerciante nuestro padre, co-
4.154 mercio se nos enseñó”.122

Una explicación adicional123 a la condición mercante del antioqueño tiene ori-


gen en la minería, pues la élite involucrada en ella se dio cuenta de su baja
rentabilidad y desde entonces se inclinó por los negocios independientes, que
les representaban mayores ganancias proporcionales a sus esfuerzos. A esta
mirada se suma la idea de que en la segunda mitad del siglo XIX “el comercio era
para muchos el símbolo de la prosperidad y del progreso, y para otros, propios
y extraños, el sino trágico de un pueblo que sólo vivía en y por la compraventa,
165
prescindiendo de las otras dimensiones de la vida social, y en el eterno hastío de
4.155
un mundo pueblerino vuelto sobre sí mismo”.124

El gusto por el dinero en Medellín también fue percibido por el médico y botánico
francés Charles Saffray (1838-?) a su paso por la ciudad, él decía: “El dinero
es el único que da a cada cual su valor […] El término único de comparación es
4.156 el dinero: un hombre se enriquece por la usura, los fraudes comerciales, la fa-
bricación de moneda falsa u otros medios por el estilo, y se dice de él: ¡Es muy
ingenioso!”;125 tradición que se extiende hasta el presente y que incluye el espacio
doméstico. Por su parte el periodista antioqueño Juan de D. Restrepo R. (1825-
1894) en 1852 manifestaba: “[…] esos banqueros […] que viven sentados en sus
poltronas explotando las miserias ajenas. Llenando sus cofres a mansalva, a-
rruinando los pueblos […] son una especie de vampiros que podrían inspirar
temor, pero nunca simpatías ni respetos”.126

En relación directa con el universo doméstico, se tiene el precedente de las


4.157

4.153. “I make Money”. 120


Pierre d´Espagnat, Recuerdos de la Nueva Granada, Bogotá: Ministerio de Educación de Colombia, 1942, p. 251.

4.154. Los valores culturales económicos: primer automóvil, Jaime Sierra G., Antioquia pasado y futuro, Medellín, Politécnico Colombiano, 1980, p. 73.
121

Medellín, fotógrafo sin identificar, tomada de Varios,


Medellín ciudad tricentenaria 1625-1975, p. 31.
122
Enrique Echavarría, Crónicas, Medellín, Tipografía Industrial, 1936, p. 224.
123
Fernando Botero H., Medellín 1890-1950, Medellín, Universidad de Antioquia, 1996, p. 5.
4.155. Símbolos antioqueños: Biblia, máquina contadora
y aguamanil, colección Pueblito Paisa, Medellín. María T. Uribe, “Estructura social de Medellín en la segunda mitad del siglo XIX”, en: Jorge O. Melo, ed., Historia de
124

Medellín, Tomo I, Bogotá, Compañía Suramericana de Seguros, 1996, p. 220.


4.156. Rastros domésticos de los dineros ilícitos: casa particular,
Altos del Poblado, Medellín. 125
Doctor Saffray, Viaje a Nueva Granada, s.l., Ministerio de Educación Nacional de Colombia, 1948, p. 93-94.

4.157. Las imágenes domésticas del dinero: Bucanero II, Juan de D. Restrepo R., “Cartas a un amigo de Bogotá”, en: Angélica Morales P., comp., De viajeros y visitantes,
126

Laureles, Medellín. Medellín, ITM, 2003, p. 83.


primeras urbanizaciones de finales del siglo XIX y principios del XX. El primer
urbanizador de Medellín fue Modesto Molina, quien por el año 1874 inició la venta
de lotes en un predio de su propiedad en Buenos Aires.127 A él le siguieron varios
empresarios que vieron en este trabajo un negocio muy atractivo por las posibili-
dades de ganancias monetarias. Algunos datos de las operaciones comerciales
asociadas a aquellos primeros procesos de urbanización, muestran el interés
especulativo: relacionado con el barrio Prado por ejemplo,128 el valor por el cual
se negoció la vara cuadrada en 1920 antes de la urbanización fue de quince
centavos y unos seis años después llegó a la suma de treinta y cinco pesos. Así
4.158
también en el negocio del lote para el barrio Berlín, el valor de la vara cuadrada
había sido inferior a un centavo y el de venta era entre diez y veinte centavos.129

Por otra parte, varios miembros de la élite, que pertenecían a la Sociedad de Me-
joras Públicas, estaban ligados al comercio y al desarrollo urbano, de hecho esta
asociación “[…] actuó como grupo político de presión frente al Estado para lograr
adelantar ciertas obras [que] convenían también a sus principales miembros,
pues estos estuvieron estrechamente ligados al negocio de las urbanizaciones
y a la especulación con finca raíz […]”.130 De tal manera, los promotores de estas
iniciativas acudían a los periódicos y revistas locales, para promocionar sus ur-
banizaciones y en ellos:

[…] resaltaban las cualidades del terreno, los espacios constitutivos de las casas, los es-
pacios nucleadores cercanos a los que iban a estar ubicados, los precios y las facilidades
de pago, entre otras características.
A partir de entonces la casa empieza a perder mucho de su valor simbólico como espacio
autoconstruido, al igual que se les imprimía el sello particular para habitarlo. La casa se
convirtió en un objeto que se construye para comerciar con él, entonces se compra y/o
166 se vende…131
4.159

Sin embargo, este fenómeno comercial no es exclusivo del contexto geográfico


que se estudia en esta investigación, incluso el filósofo estadounidense Marshall
Berman (1940) afirma que “de todos los maravillosos modos de actividad a-
biertos por la burguesía, la única actividad que realmente significa algo para sus
miembros es hacer dinero, acumular capital, amontonar plusvalor; todas sus em-
presas son meramente medios para alcanzar este fin, y no tienen en sí mismas
más que un interés intermediario y transitorio”.132 Además, como se manifestó, la
destrucción del legado colonial y republicano en aras de la anhelada modernidad
en el valle, incentivado por lo incendios, abrió camino para la aparición de los
edificios altos respaldados por una actitud comercial, ya que “[…] los intereses
particulares no eran ajenos a una racionalidad tendiente a maximizar sus utili-
dades, especulando con los bienes raíces y lucrándose del crecimiento urbano y
de las necesidades de modernización de la vieja ciudad”.133
4.160

Esta inclinación por la ganancia extrema en los proyectos de construcción se

127
Lisandro Ochoa, Cosas viejas de la Villa de la Candelaria, Medellín, IDEA / BENEDAN / FLA / EDA, 1984, p. 218.
128
Ibíd., p. 267.
129
Fabio Botero G., Cien años de la vida de Medellín 1890-1990, Medellín, Consejo de Medellín, 1994, p. 186.
130
F. Botero H., Op. cit., p. 41.
4.158. El antiguo negocio de la urbanización actualizado:
Lucía Martínez C., La transformación de los espacios y los objetos en las casas de Medellín entre 1830 - 1930, Trabajo
131 ciudadela campestre Norteamérica, Bello y Copacabana.
de grado en Historia, Universidad de Antioquia, Medellín, (inédito), 2000, pp. 96-97.
4.159. El fantasma comercial: casa particular, Miraflores, Medellín.
132
M. Berman, Op. cit., p. 88.
4.160. Destrucción imparable para el lucro especulador:
133
F. Botero H., Op. cit, p. 196. casa demolida, Boston, Medellín.
fue incrementando con el tiempo hasta llegar a los límites actuales, y si bien
la eficiencia constructiva y la rentabilidad conducen a la solución de muchas
dificultades y contribuyen a resolver el gravísimo problema de la carencia de un
techo, como no hay una reflexión profunda sobre la manera de habitar y sobre
las condiciones del espacio doméstico, a mediano y largo plazo el problema se-
guramente será más grave y traerá enormes dificultades que serán planteadas
en el siguiente aparte de este capítulo.

Por lo pronto es necesario manifestar que, incomprensiblemente, en los medios


4.161 4.162
de comunicación oficiales del gremio de la arquitectura en el país, aparecen
pocas manifestaciones juiciosas sobre estas problemáticas y solo se incluyen
algunas preguntas en torno a la diferencia entre lo cuantitativo y lo cualitativo,
en cambio se destaca por ejemplo, haciendo referencia al Programa de Vivienda
Campesina del gobierno nacional, que “lo más interesante de esta iniciativa es
que tanto el Gobierno como el sector privado le está apostando a nuevas alter-
nativas de construcción, modelos que logren una mayor eficiencia en cuanto a
procesos de producción, instalación, optimización de materiales y recursos para
su ejecución”.134 Esto confirma, desde otra óptica, la imagen económica puesta
sobre el espacio doméstico, ya que la referencia al sector privado al que hace
4.163 alusión esta cita se remite a las empresas e industrias de elementos constructi-
vos prefabricados.

Finalmente, cabe manifestar que lo paradójico del asunto es que a pesar de que
la vivienda, desde este punto de vista, es un negocio financiero, “el mayor obs-
táculo que existe en la región [Latinoamérica] es el acceso al crédito por parte de
una gran porción de la población que vive en la informalidad, sumado a la falta de
suelo urbanizable en vivienda para estos segmentos”.135 Además, un 63% de los 167
colombianos paga arriendo y en el país hay solo 700.000 créditos hipotecarios,
lo cual muestra la incapacidad del sistema para atender la necesidad de vivienda.
Es posible pues que los intereses monetarios de los promotores de los proyectos
se vean satisfechos, pero el déficit de techo no queda solucionado; ni qué decir
4.164 de la calidad de la experiencia cotidiana de quienes habitan los cubículos de estas
torres, tema que se despliega a continuación.

LA PÉRDIDA DE LA VERTICAL EN LA TORRE ELEVADA


y otros valores abatidos

Todo confirma que el tipo de vivienda urbana en torres es la única alternativa


viable para dar cabida al universo doméstico en la intimidad de apartamentos
apilados unos sobre otros, a pesar de que el anhelo ideal es otro muy distinto,
como se confirma con las entrevistas realizadas a habitantes de torres del Valle
de Aburrá en el marco de esta investigación (anexo 4), también según sondeos
hechos en diversas ciudades136 y de acuerdo con las hipótesis heideggerianas,
4.165 4.166 las del antropólogo y etnólogo belga Claude Levi-Strauss (1908-2009), e incluso
4.161. Demolición anunciada para maximizar ganancias: casa
con las ideas de reconocidos maestros modernos como Ernst May, quien en
particular, barrio La Candelaria, Medellín. 1930 decía:
4.162. Soluciones a corto plazo: Calazans, Medellín.

4.163. Los modelos de eficiencia material vrs la calidad de vida:


ciudadela Nuevo Occidente, Medellín.
134
S.a. “A la vanguardia de la construcción”, Arquitecto, Bogotá, SCA, (2), julio - septiembre de 2012, p. 75.
4.164. La paradoja económica: La Sierra, Medellín.
Entrevista a César Bouillon B., líder de investigaciones del BID, en: J. F. Rojas T. y F. J. Arias R., Op. cit., p. 14.
135

4.165. La alternativa viable: el tipo de la torre, Bomboná, Medellín.


De acuerdo con: S.a., “Según Time La Gran Manzana se está pudriendo, El Colombiano, septiembre 17 de 1990. p.
136

4.166. El anhelo ideal: dibujo, Manolo Riba G. (seis años), 2013. 15B, el 59% de los habitantes de New York vivirían en otro sitio si pudieran”.
La forma residencial ideal, en cuanto es la más natural, es la casa baja unifamiliar. Ésta
garantiza a la familia la paz doméstica y una vida íntima, lo que en una época fuertemente
colectivista tiene una importancia particular. Solo este tipo de edificio permite enlazar
directamente todas las habitaciones con el jardín, aunque sea pequeño. Y esto significa
que el espacio habitable de la casa viene ampliado y completado por el espacio habitable
del jardín. La vivienda en la casa de pisos no podrá sustituir nunca para la familia y, sobre
todo, para los niños, las condiciones sanas de vida ofrecidas por la casa unifamiliar.137

También el arquitecto español Javier Gómez P., diseñador, con otros, de la Torre
Biónica,138 dice:
4.167
Yo creo que la mejor manera para un hombre vivir es en una casita pequeña en un acan-
tilado, en un bosque o mirando al mar, no hay lugar más ideal, pero diez millones de per-
sonas no pueden vivir en una casita pequeña en un acantilado mirando al mar; ante esa
elección, cuando pasamos de diez millones a veinte, a treinta o a cuarenta no nos queda
más remedio que vivir de otro modo.139

Pero además, “la vivienda soñada […] rodeada de hierba y árboles, en el campo
o en el suburbio, […] No es una necesidad real, sino un símbolo. Este símbolo
significa una casa aislada, unifamiliar, no una casa de hilera, y el ideal del hogar
es estético, no funcional”;140 en este sentido y adecuando lo planteado por Jung,
4.168
en tanto arquetipo, la casa unifamiliar aislada en el campo es una forma típica de
representación de una conducta, como lo es todo contenido de conciencia. Ella,
al representar autonomía, afirma dominio, raíces y una porción de mundo hecha
según los deseos personales.

Nótese que este arquetipo manifiesta el anhelo de un universo hecho a ima-


168 gen de la condición espiritual del ser, en la cual “el Cielo revela directamente,
‘naturalmente’, la distancia infinita, la trascendencia del dios. La Tierra, asimismo,
es ‘transparente’: se presenta como madre y nodriza universal”.141 Como tal, se
mantiene en el imaginario colectivo sin modificaciones históricas significativas,
4.169
y como símbolo conserva su estructura arcaica de ordenamiento vertical del
mundo. Su invariabilidad en el tiempo confirma su esencia, pues aunque la histo-
ria agrega permanentemente variables nuevas a los símbolos, ellas no modifican
la interpretación primigenia.

Y aunque el descontento general y el anhelo del arquetipo saca a la luz la dis-


tancia entre la realidad y las necesidades profundas del ser, no se puede caer
en posturas utópicas y es necesario aceptar la imposibilidad de dotar de casas
unifamiliares a los más de siete mil millones de habitantes del planeta.142 No ob-
stante, y con mayor razón, es necesario evaluar de manera profunda las implica- 4.170
ciones que este tipo de la torre tiene en los seres humanos y en las posibilidades
u obstáculos que le brinda para su realización. Para ello, se acude de nuevo a la
mirada antropológica y filosófica en las cuales se basa el concepto de espacio
4.171

4.167. La forma residencial ideal: unidad de casas para Bogotá, Le


137
E. May, Op. cit., p. 283. Corbusier, 1950, exposición Le Corbusier en Bogotá, Museo de
Arte Moderno de Medellín, 2010.
138
Este rascacielos basado en el diseño aeroespacial, biónico, bioclimático y ecológico, se construye en Shangai, con sus
1228 m será el más alto del planeta una vez concluido en 2015, está conformado por “barrios verticales” y albergará 4.168. La mejor manera para un hombre vivir: casa en Leira,
unos 100.000 habitantes en un área ocupada de un kilómetro cuadrado. Portugal, Aires Mateus & Asociados.
139
Entrevista a Javier Gómez P. en el 2011, en: Canal Natura, Op. cit.
4.169. El símbolo estético: casa particular, Bolívar, Colombia.
140
A. Rapoport, Op. cit., p. 175.
4.170. Cielo y Tierra en la imagen arquetípica: casa particular,
M. Eliade, Op. cit., p. 101.
141 Mónica Velásquez F. y J.D.Ch., 1994, Barbosa.
142
Según J. Attali, Op. cit., pp. 354-355, en 2015, 24 ciudades tendrán más de 10 millones de habitantes y 550 más de 4.171. ¿Posibilidades de desarrollo humano en la torre?:
un millón; en 2025 siete ciudades superarán los 20 millones y en 2050 mil millones vivirán en 50 ciudades de Asia. piedra de moler, colección Casa Museo Marco Fidel Suárez, Bello.
doméstico desplegado en esta investigación, contrastándolo con lo que Debray
denomina la mirada económica.

Se inicia entonces esta evaluación crítica, desde el concepto mítico ancestral


involucrado en la creación de un ámbito material para albergar la intimidad en
torno al hogar. En tal sentido, se advierte que en el actual proceso de diseño y
construcción de una edificación de vivienda en altura se pierde gran parte del
sentido mítico que para el hombre ha tenido la instalación de su hogar en la tie-
rra. Prácticamente ninguno de los actores involucrados en esta tarea que se ha
4.172
convertido en una operación mercantil, tiene la conciencia de sus implicaciones
y de la reproducción del mito cósmico original, pues recuérdese que el hombre
ha tenido la necesidad de simular el orden universal en sus construcciones y que
ello lo ha hecho partícipe del momento mítico de la creación ya que “[…] los ritos
de construcción nos descubren algo más: la imitación y, por ende, la reactua-
4.173 lización de la cosmogonía. Una ‘era nueva’ se abre con la construcción de cada
casa. Toda construcción es un comienzo absoluto, es decir, tiende a restaurar el
instante inicial, la plenitud de un presente que no contiene traza alguna de ‘his-
toria’”.143 La distancia que en la actualidad tienen los habitantes de edificios de
viviendas respecto a la construcción del hogar, impide la elaboración del ritual
que conecta la acción de habitar la tierra con un espacio que se ha separado de
ella y se encuentra sin rastro de la conexión vertical con el cielo. En estos objetos
espaciales industrializados y serializados no es posible encontrar el orden poé-
tico que se detecta en las construcciones vernáculas que dejan ver que “cuando
el hombre pone el alma en las manos […] generalmente hace milagros”;144 es a lo
que el filósofo alemán Georg Simmel (1858-1918) se refería como “la tragedia de
4.174 4.175
la cultura” o Benjamín denominó “la pérdida del aura” en la obra de arte, cuando
se independiza del creador y se convierte en mercancía. 169

La insignificante participación de quien habita los espacios domésticos en su


diseño y su construcción, también es otra herencia de las ideas modernas que
sigue aplicándose en aras de la racionalización y la economía, recuérdese por
ejemplo que Le Corbusier decía: “Sabemos bien que una gran parte de la des-
gracia actual de la arquitectura se debe al cliente, al que encarga, elige,
corrige y paga”;145 lo que implica que “toda particularidad estético social (costum-
4.176 bre, hábito, rito, vestimenta, creación simbólica) se supone ha sido ya eliminada
[…]”,146 pasando a ser un objeto más de consumo que convierte a los habitantes
en “productores desconocidos, poetas de sus asuntos, inventores de senderos
en las junglas de la racionalidad funcionalista, los consumidores producen algo
que tiene forma de ‘trayectorias’ de las que habla Deligny”147 refiriéndose a los
recorridos de los jóvenes autistas y que aluden a comportamientos incoherentes
respecto al espacio construido en el que habitan.

4.177 El apartamento, que a diferencia de la cabaña primitiva o la casa de patios, tiene


por único cerramiento superior un plano recto horizontal, que borra el rastro y
4.172. La cosmogonía abstracta y lejana de los apartamentos.

4.173. Simulación del orden universal.

4.174. La pérdida del aura, tragedia de la cultura: casa y edificio,


143
Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, Madrid, Alianza Emecé, 1972, p. 75.
San Joaquín, Medellín. Eduardo Caballero C., Yo, el alcalde (soñar un pueblo para después gobernarlo) Tipacoque 1969-71, s.l., Banco de la
144

República, 1971, p. 303.


4.175. Pérdida del orden poético: Johannesburgo,
Laureles, Medellín. 145
Le Corbusier, Op. cit., p. 8.
4.176. La insignificante participación de los habitantes en su 146
G. Arango E., G. Wolf A. y P. P. Peláez, Op. cit., p. 84.
espacio habitacional: ciudadela campestre Norteamérica, Bello.
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I, México, Universidad Iberoamericana / Instituto Tecnológico y de
147

4.177. Las “trayectorias” de Deligny: Calazans, Medellín. Estudios Superiores de Occidente, 2007, p. 40.
la memoria de lo superior –cielo y dioses– y que se aleja irremediablemente del
suelo conector con la Tierra, mutila pues la conexión cósmica del mito de la
construcción rompiendo la continuidad de la reactualización transmitida de
generación en generación y que está grabada en lo profundo de la memoria
humana y que, siguiendo a Jung, aunque pulsa, como todos los contenidos in-
conscientes, al no encontrar concreción en el mundo consciente, se convierte
en parte de la sombra síquica que impide la realización plena del ser. Y es que la
casa desde tiempos inmemoriales, como lugar de la existencia, dió cabida a los
ámbitos mentales y simbólicos del ser: 4.178

Este punto sobre el plano horizontal de la superficie terráquea se convirtió, ampliándose,


en el eje del mundo, que se levantaba verticalmente sobre el punto central. Aunque en
forma muy variada, el principio es típico y permanente. El eje une los tres campos del
espacio, separados por una articulación vertical: el mundo de lo sobre-terreno, de lo infra-
terreno y de lo terreno-humano.148

En tal sentido, debe agregarse “[…] que la mayoría de los pueblos primitivos ve-
neraban la Tierra, y que su sensibilidad religiosa gravitaba alrededor del culto a la
tierra y la naturaleza”,149 cosa que no fue ajena, como se mostró en los capítulos 4.179 4.180
anteriores, a la vivienda prehispánica ni a la casa de patios, pero que ahora se
obstaculiza en la realidad geométrica de las torres pues “por su naturaleza amu-
rallada, los edificios son excelentes para aislar las personas de la tierra, el sol,
las estaciones, las plantas, los animales y a las mismas personas entre sí. Hace
falta tomar conciencia para reestablecer las conexiones y crear edificios que in-
corporen estos elementos”;150 ya que la ruptura de la vertical producida por este
alejamiento de la tierra y por la desconexión con el cielo, parece ser uno de los
170 más graves inconvenientes que el tipo de la torre posee, aunque para la inmensa
mayoría de sus creadores, promotores, constructores y habitantes, pasa desa-
percibido. Incluso Hitchcock y Johnson lo manifestaron como anhelo moderno:
“[…] la horizontalidad, que es desde un punto de vista efectista la característica
más visible del estilo internacional, es todavía estéticamente inaceptable para el
cliente medio americano”,151 es decir, esta condición aplastante y bidimensionali- 4.181 4.182

zante habría de ser una conquista y la señal de apertura mental para alcanzar la
arquitectura del futuro. Tal vez en otros contextos, dicha intención sería acorde
con la realidad, pero en el Valle de Aburrá la situación es realmente diferente,
como se ha visto.

Para completar lo planteado, cabe extender las palabras que se refieren al pro-
blema enunciado: “La edificación por pisos genera naturalmente horizontalidad.
Es más, la mayoría de las funciones necesitan un extenso desarrollo en un plano
horizontal […] ya que la horizontalidad es la consecuencia más obvia y directa
del intento de satisfacer las funciones mediante la construcción moderna”;152 ob- 4.183
sérvese cómo la horizontalidad se acepta como una condición propia del mundo
4.178. Mutilación de las conexiones cósmicas: habitación,
moderno y no se cuestiona, sino que por el contrario se exalta como parte in- apartamento, El Pinar, La Florida, Medellín.
trínseca de la dinámica propia del espacio arquitectónico de corte funcional. Sin 4.179. La sombra síquica, obstáculo del ser.
embargo, los mismos autores hacen alusión a la contradicción que surge en el
4.180. El eje del mundo: casa particular, Saint Croix, Islas
Vírgenes, EEUU.

4.181. Desconectando al hombre del Cielo y de la Tierra: Torres


148
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 458. de Marco Fidel Suárez, Eduardo Arango A., Darío Yepes A., Luis
Fernando Mejía T., Carmencita Pérez de E. y Luis Guillermo
149
Paul Devereux, John Steele, David Kubrin, Gaia, Barcelona, Martínez Roca, 1991, p. 15. López C., 1981, Bomboná, Medellín.
150
Carol Venolia, Casas que curan, Barcelona, Martínez Roca, 1996, p. 22.
4.182. La condición aplastante: Cubik, Envigado.
H.-R. Hitchcock y P. Johnson, Op. cit., p. 84.
151
4.183. El desarrollo horizontal de la funcionalidad: zona social,
152
Ibíd. apartamento, Vegas de Zúñiga, Envigado.
rascacielos al borrarse, por lo menos en la percepción externa de los volúmenes,
la estratificación de los edificios; situación que relacionan más con el aspecto
urbano que con el vivencial al interior de los apartamentos, lo que los condujo a
afirmar que “[…] destruye la escala humana del proyecto [y] aumenta sin duda la
congestión visual de la ciudad moderna”.153 Pero aunque estos aspectos urbanos
son de suma importancia, la horizontalidad tiene mayores y más significativas
repercusiones en la vida de los humanos que la habitan.

Tal y como lo plantea el arquitecto español Iñaki Ábalos (1956), “la horizontali-
4.184
dad se manifiesta por la negación total y sistemática de cualquier ordenamiento
vertical. Crea una imagen no ya de ligereza sino de indiferencia gravitatoria,
responsable junto con la luz y la simetría horizontal de ese efecto emocional
contradictorio […]”,154 así la percepción horizontalizada de la existencia, generada
en la imagen impuesta por el emparedado espacial de los apartamentos, obliga
al hombre a olvidar su condición mortal, su trascendencia primigenia y su sen-
tido vital. Además, la regularidad aumenta el efecto horizontalizante, sobre todo
aquella que sobreviene con la ventana corrida o la repetición indiscriminada de
vanos idénticos que no distinguen la especialidad de los recintos, ni sus condi-
ciones particulares de privacidad.
4.185
Así, de manera contradictoria, la verticalidad del volumen de las torres conduce
a la horizontalidad tajante del microcosmos habitacional, pues aunque la per-
cepción externa del objeto arquitectónico es vertical, la búsqueda de la altura es
tan solo una ilusión óptica que no tiene nada que ver con la vivencia del espacio
geométrico al interior de los recintos; el mismo Ábalos dice, refiriéndose a la
horizontalización del ámbito arquitectónico, “[…] que transforma al sujeto tradi-
cional pasivo en un sujeto activo, que construye en su motricidad, a través de la 171
experiencia fenoménica, las simetrías que antes se organizaban verticalmente
desde el más allá, como efecto de fuerzas cósmicas o trascendentes”;155 en tal
caso, podría afirmarse que el ser horizontal de estos microcosmos define una
4.186 4.187 deshumanización doble, descelestializada y desterritorializada.

Entonces, como ser carente de lo celeste y sin territorio, el ser humano que
habita estos lugares de tridimensionalidad horizontal instaura su universo mate-
rial, como imago mundi, carente de la relación vertical con otros universos y sus
seres, olvidando que “el hombre sabe de sí, pero necesita un punto de apoyo
en la realidad sensible exterior”,156 y en consecuencia, la existencia se aplana y
se diluye en un horizonte que muchas veces se limita con el obstáculo visual de
otras torres, o en el mejor de los casos, como lo es en el Valle de Aburrá algunas
veces, con el de las montañas próximas de su geografía. La ortogonalidad tridi-
mensional, propia de la percepción premoderna en el valle, se limita entonces de
4.188 4.189 manera exclusiva a una noción estrecha, unidireccional y achatada del mundo, ya
4.184. Destrucción de la escala humana y congestión visual: que “[…] las estructuras espaciales dependen de dos tipos de experiencia, física y
barrio Laureles, Medellín.
lógico-matemática (por esa razón, sin duda, la imagen visual desempeña un pa-
4.185. El efecto horizontalizante de la existencia: Buganville,
Laureles, Medellín.
pel privilegiado en la intuición geométrica), y de dos tipos de abstracción, simple
y reflexiva”.157 El producto de esta imagen simplificada y empobrecida del mundo
4.186. Aparente verticalidad: Silecia, Los Balsos, Medellín.

4.187. La doble deshumanización: Dogville, Lars von Trier, 2003,


imagen basada en fotograma de la obra cinematográfica, tomada
153
Ibíd., pp. 84-85.
de http://www.uc3m.es/portal/page/portal/biblioteca/sobre_la_
biblioteca/hum_recursos/Fancine%20y%20%2B/Dogville
154
I. Ábalos, Op. cit., p. 32.
155
Ibíd., p. 31.
4.188. Perspectiva limitada: apartamento, Laureles, Medellín.
156
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 74.
4.189. Experiencia vital trunca: Momentum movimentum, Laura P.
Porras, 2013, instalación, Sala U, Universidad Nacional, Medellín. 157
J. Piaget et al., Op. cit., p. 6.
conduce a una experiencia vital trunca que olvida la dimensión trascendente del
ser humano y lo conduce a una actitud indiferente.

Por eso es que “la nueva antítesis de la ciudad ya no es el campo primitivo, sino
un mundo extraurbano altamente desarrollado, supertecnológico, autosuficiente,
planificado y organizado en su totalidad”,158 como son los centros comerciales
periurbanos o las utopías de Archigram, los metabolistas, o Arcosanti, y más re-
cientemente las anticiudades como Dubai, versiones todas que han sido creadas
ex nihilo, en territorio virgen, sin raíces en la Tierra ni en la historia. Y aunque en
4.190 4.191
el valle la metrópoli ocupa el lugar de su historia, “su presente se inventa, hora
tras hora, en el acto de desechar lo adquirido y desafiar el porvenir”,159 bajo la
sospechosa consigna de la innovación y en medio del mundo horizontalizado de
las torres, en las que:

Hasta la mirada se acobarda porque no alcanza lejanías. ¡Qué tristes son los ojos sin
horizontes! ¡Qué triste la vida, cuando sentimos que el espacio se nos reduce! Ya no hay
vuelos por las alturas, ya no divaga el pensamiento por el azul infinito; y el alma, aterida y
recelosa, repliega sus alas y quiere recogerse a su escondite. ¡Pero ni eso le es dado en
tanta angustia!160
4.192

Ahora, la desconexión con la tierra convierte a los habitantes de estas torres en


seres sin raíces, volátiles, aéreos, que ignoran su condición matérica asociada al
barro vital; así “el hombre, en la tierra, pierde su lugar de arraigamiento, porque
no se encuentra especialmente ligado a ningún lugar. Se convierte en un eterno
fugitivo en un mundo que lo acosa y lo amenaza”,161 ajeno al orbe, lo desconoce,
desconoce sus ciclos y sus leyes, no construye cuidando, no mora en él, en
172 términos heideggerianos. A lo sumo, se asienta transitoriamente sin importarle
las huellas que deja, sin importarle el tiempo, excepto como mercancía, no sabe
de su pasado ni le interesa su futuro; vive en la superficialidad de un presente
que percibe agreste aferrándose a su violencia defensiva, puesto que “el habitar 4.193 4.194

deja de otorgarle seguridad al sujeto cuando toma la forma de un ‘estar’ en un


lugar al cual no se pertenece”.162 Su autopercepción de extraño, de indeseado
en lo desconocido, le conduce a vivir en la lejanía sin retorno; descontento con
su existencia desterritorializada, el habitante de los microcosmos aplanados y
horizontales de la ciudad vertical no logra encontrar, sin saberlo, el espacio de la
tranquilidad para el retiro re-creativo.

Otra de las consecuencias del alejamiento de la Tierra tiene que ver con el hecho
de que “las adaptaciones domésticas del espacio público son las que extienden
el territorio de la casa al exterior de esta, llevando consigo parte de los hábitos
que configuran el hogar […]”. Esto ocurría sin inconvenientes en el tipo ancestral
de la choza y en la casa de patios, pero en el apartamento esta posibilidad se
prohíbe; no es posible extender el mundo sobre la tierra, ella está tan distante y
ha sido tan reglamentada, que las posibilidades de extensión del hogar se limitan 4.195

4.190. La anticiudad: centro comercial Obelisco,


Carlos Reyes L., Estadio, Medellín.
158
M. Berman, Op. cit., p. 253.
159
M. de Certeau, Op. cit., p. 103. 4.191. La sospechosa consigna de la innovación: Bomboná,
Medellín.
Tomás Carrasquilla, “Invernal”, en: Tomás Carrasquilla, Obra completa, Medellín, Universidad de Antioquia, 2008,
160

vol. 3, p. 162. 4.192. La mirada sin lejanías.

O. F. Bollnow, Op. cit., p. 462.


161
4.193. “Seres aéreos”.

Alicia Lindón, “El mito de la casa propia y otras formas de habitar”, Scripta Nova, [revista electrónica en internet],
162
4.194. El espacio de la tranquilidad, ausente.
Barcelona, Universidad de Barcelona, agosto de 2005, IX (194), disponible en:
http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-20.htm, (acceso el 27 de julio de 2011). 4.195. Las extensiones territoriales populares: Bomboná, Medellín.
a ocupar una pequeña área en algunas zonas comunes. La clase de objetos y
actividades que pueden ser ubicados, utilizados o realizados en estos lugares
está predeterminada, no se permite ninguna libertad, en cambio hay todo tipo de
prohibiciones y restricciones, lo cual contribuye a aumentar la distancia mental
de la Tierra respecto al hogar.

El hombre contemporáneo, habitado por estos de-partamentos, que a-partan


de los demás, del Cielo y de la Tierra, olvida que “para nuestros antepasados la
Tierra era algo que infundía temor reverencial y sorprendía, algo acreedor de
4.196
respeto [que] existía desde el principio, con una antigüedad que escapa a la com-
prensión; y pese a ello, a cada momento renacía en alguna encarnación nueva
de la fuerza vital”.163 La presencia permanente de la Tierra en la cotidianidad,
y particularmente en la experiencia doméstica, estaba plenamente asociada al
soporte arquitectónico, en el que la vida telúrica se manifestaba material e inma-
terialmente, de forma evidente y de manera simbólica. No es casual que homo
venga de humus, raíz que se utiliza técnicamente para designar los polímeros
complejos que constituyen los tejidos del suelo, y que parece ser la misma raíz
que diversos lenguajes utilizaban desde hace unos veinte mil años para referirse
a la tierra;164 aquella cuyo olor se levantaba desde el solar de la casa después de
la lluvia y que penetraba hasta el inconsciente para rememorar el origen de la
4.197 especie.

Pero lamentablemente, en los recintos domésticos de las torres de vivienda con-


temporáneos que se han desterrado, “el hombre se siente aislado en el cosmos,
porque ya no se siente inmerso en la naturaleza y ha perdido su emotiva ‘identi-
dad inconsciente’ con los fenómenos naturales. Estos han ido perdiendo sus re-
percusiones simbólicas”;165 de tal manera la profunda condición numinosa del ser 173
se ha desdibujado impactando directamente su sentido vital. Además, fuera de
la relación simbólica que el hombre tiene con la Tierra, también es fundamental
entender que él hace parte física de ella, procede de ella en tanto organismo evo-
lutivo, está compuesto por los mismos elementos y sometido a las mismas leyes
4.198 4.199 físicas y químicas. Desde la más remota antigüedad esta noción del ser como
producto y parte de la Tierra ha estado en la conciencia, en los textos sagrados,
los filosóficos y los de carácter científico, aunque en el pasado reciente y en la
actualidad, esta idea se haya apartado de la memoria; cabe recordar por ejemplo
que los filósofos griegos como Tales (c. 630-545 a. de C.), Hipócrates (460-357
a. de C.), Pitágoras (580-c. 495 a. de C.), Platón (c. 427-347 a. de C.), Teofasto
(327-287 a. de C.) y Plotino (205-270) entendían la Tierra como un organismo
vivo, y al ser humano como parte interactuante de la naturaleza;166 que para nu-
merosas religiones el hombre es y vuelve a la tierra, e incluso para prácticamente
todas las culturas, hasta hace poco, los muertos se en-terraban, para que, como
4.200 4.201
materia volvieran a ser parte del mundo del que procedían: “Polvo eres y en
polvo te convertirás”.
4.196. Las extensiones territoriales restringidas:
zona común, torre de vivienda, Castropol, Medellín. Así mismo, tanto el físico y químico irlandés Robert Boyle (1627-1691), como
4.197. Homo: humus, raíz… tierra. el filósofo y matemático inglés Isaac Newton (1643-1727) y el filósofo, también
4.198. La pérdida de la emotiva identidad con la naturaleza. inglés, John Locke (1632-1704), tuvieron entre sus preocupaciones científicas la
4.199. La dependencia física del hombre respecto a la Tierra.

4.200. La plenitud del contacto con la naturaleza: casa particular, P. Devereux, J. Steele y D. Kubrin, Op. cit., p. 17
163

Santa Elena, álbum familiar. 164


Lewis Tomas citado en P. Devereux, J. Steele y D. Kubrin, Op. cit., p. 21.
4.201. “Polvo eres…”: urna funeraria prehispánica en proceso 165
Carl G. Jung et al., El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1969, p. 95.
de limpieza, ocupación marrón inciso, recuperada en La Calleja,
Envigado, corporación Sipah, Itagüí. 166
P. Devereux, J. Steele y D. Kubrin, Op. cit., pp. 40-42.
reflexión sobre la interdependencia entre el mundo natural y el ser humano; y
estudios científicos más recientes demuestran, para recordar, que el cuerpo
biológico del ser humano depende de innumerables fuerzas, campos y condi-
ciones físicas invisibles y sutiles, pero de gran impacto en su funcionamiento
físico y psíquico, “se sabe científicamente que todos los órganos y tejidos de
los cuerpos vivos producen o poseen vibraciones energéticas”,167 de hecho la
muerte clínica de un individuo humano se determina cuando se suspende la
actividad eléctrica cerebral.
4.202 4.203
Si se acepta entonces esta interdependencia se podrá deducir que el distan-
ciamiento de la tierra afecta al hombre también desde el punto de vista orgánico,
además, aunque no es propiamente objeto del enfoque de esta investigación, los
materiales constructivos, especialmente el acero, que se utiliza en gran cantidad
en los edificios en altura, modifica notoriamente, por su categoría aislante y sus
propiedades electromagnéticas, las condiciones naturales a las que el cuerpo
orgánico del ser humano ha estado expuesto desde siempre; por ejemplo, “[…]
estamos sometidos a un bajo nivel de radiación en todo momento bajo la forma
de rayos cósmicos que proceden del espacio exterior y radiación gamma que
sale de las rocas y los minerales del suelo”,168 además, el ser humano hace parte
de un complejo y delicado sistema vital interconectado pues, aunque no hay
conciencia plena de ello, “las cosas vivas tienen sus sensibilidades biológicas
afinadas de acuerdo con los niveles del entorno natural, generalmente para sus 4.204 4.205

propias necesidades especiales, pero a veces para fines que no están claros”.169

En este sentido y de acuerdo con diversos estudios científicos,170 aspectos como


la orientación, la actividad del cerebro, la regeneración de tejidos, la temperatura
174 corporal, los ciclos de sueño, la excreción de ciertos químicos, los índices de
división celular asociables a tumores, la actividad del sistema nervioso, del endo-
crino y del inmunológico, y la concentración de minerales en órganos y huesos,
están determinados por fenómenos eléctricos y electromagnéticos coligados a
los campos y fuerzas telúricas, y por consiguiente, se ven afectados por la modi-
ficación dada en entornos artificiales, que aíslan o sobrecargan las condiciones
naturales. Al respecto, el experto en geobiología español Mariano Bueno (1958)
afirma que “la presencia de radiaciones naturales y campos electromagnéticos
artificiales son elementos desequilibradores que aumentan la vulnerabilidad ante
4.206
cualquier trastorno funcional, abonando el terreno para la actuación de enferme-
dades y virus, para que el nerviosismo o la depresión se instalen en nuestra vida
cotidiana”.171

De los estudios que se han adelantado con mayor profundidad, están los que
tienen que ver con las consecuencias médicas de la ionización, que según los
investigadores pueden estar relacionados con diversas dolencias físicas y al-
teraciones de orden psicológico.172 Como es sabido, la estructura iónica de los

167
Roberto Giraldo M., médico colombiano, investigador, especialista en infectología e inmunología, 4.202. El cuerpo en permanente interacción con el medio.
psiconeuroinmunología y medicina psicosomática, entrevista personal, septiembre 20 de 2012.
4.203. La energía sutil, imagen con cambios digitales del autor.
168
Paul Devereux, La memoria de la Tierra, Barcelona, Martínez Roca, 1993, p. 301.
4.204. Implicaciones biológicas de los materiales constructivos
169
P. Devereux, J. Steele y D. Kubrin, Op. cit., p. 82.
en las torres: acero de refuerzo estructural.
170
Ver: Ibíd., pp. 77-101. y Mariano Bueno, El gran libro de la casa sana, Barcelona, Martínez Roca, 1992, pp. 25-93.
4.205. Efectos invisibles e incomprensibles del entorno en los
Mariano Bueno, Vivir en casa sana, disponible en: http://www.holistika.net/salud/articulos/vivir_en_casa_sana.asp,
171 organismos vivos.
(acceso el 31 de octubre de 2012).
4.206. El cuerpo humano determinado por infinidad de
172
M. Bueno, El gran libro de la casa sana, Op. cit., pp. 59-60. condiciones naturales.
átomos puede ser alterada por diversos factores, resultando perjudiciales los
cargados positivamente, mientras que los negativos resultan favorables a la vida
en general. En el sentido que ocupa a la investigación referente a la ubicación
de la vivienda en las torres, es de resaltar, que el alejamiento de la naturaleza
desconfigura la armonía iónica necesaria para un correcto ejercicio de los órga-
nos y funciones vitales. Recuérdese que el contacto directo con el suelo, con los
rayos solares, con la lluvia y con la vegetación estaba presente en los tipos de
la cabaña primitiva y en la casa de patios, pero en las torres de vivienda cambia
radicalmente. De hecho, la práctica de caminar descalzos en contacto directo
4.207 4.208
con la Tierra “[…] permite reequilibrar las cargas positivas (predominantes en la
atmósfera) y las negativas (predominantes en la tierra)”.173

Así también, las ondas Schumann, que ejercen una influencia reguladora y esta-
bilizadora sobre los procesos fisiológicos, aparecen con frecuencia perturbadas
o anuladas en edificios construidos con copioso hormigón;174 de similar manera,
el denominado efecto Jaula Faraday que resulta por el aislamiento del campo
eléctrico natural mediante estructuras metálicas, reduce notablemente la capaci-
dad de defensa del organismo; y dado que en los edificios en altura el acero
es utilizado abundantemente, es posible el riesgo.175 Otro aspecto de carácter
biológico asociable a las afecciones que puede acarrear en el ser humano la dis-
tancia de la Tierra, es el que se refiere a la periodización de los pulsos terrestres
4.209 4.210 que oscilan entre ocho y veinte ciclos por segundo y que están en consonancia
con los pulsos de la actividad electromagnética del cerebro, siendo entre ocho y
doce ciclos el ritmo del denominado estado alfa, que corresponde al de máxima
relajación.176

En este sentido, de las afecciones de la materia física y de las fuerzas que actúan 175
sobre, desde y contra ella, es importante tener en cuenta el problema de la
fuerza gravitatoria, ya que “la gravedad es una expresión del espacio curvado […]
Los seres humanos viven dentro del espacio curvado de la Tierra… y dentro de
su tiempo, pues ambas cosas forman parte del mismo sustrato de la existencia
4.211
del tiempo-espacio”;177 y cuanta mayor fuerza gravitatoria más lento transcurre
el tiempo, por ende a mayor altura, el transcurso temporal será más acelerado,
aunque en proporciones medibles sólo atómicamente. Habría que hacer estu-
dios más profundos sobre las implicaciones de la disminución de la gravedad
en los edificios de habitación, toda vez que hasta ahora se han considerado in-
significantes, pero que “aunque se trate de magnitudes relativamente débiles o
de escasa intensidad, son capaces por resonancia de interactuar con todos los
procesos de la vida”.178 Sin dudas pues, “el organismo humano requiere un con-
trapeso entre su entorno orgánico y su vecindad artificial. Separado de la tierra y
4.212
del crecimiento, no alcanzará nunca el equilibrio necesario para la vida”.179
4.207. El contacto directo con el mundo en la casa patial: casa de
San Pedro Claver, s. XVII, Cartagena, Colombia. Ahora bien, asociando esta condición física gravitatoria y sus implicaciones es-
4.208. La distante naturaleza en las torres: Fuentes de Perú, pacio temporales a la comentada horizontalización del dominio geométrico del
barrio La Candelaria, Medellín.

4.209. Perturbaciones del hormigón en el funcionamiento 173


Mariano Bueno, Vivir en casa sana, Barcelona, Martínez Roca, 1988, p. 125.
biológico: cilindros de ensayo de concreto.
174
M. Bueno, El gran libro de la casa sana, Op. cit., p. 56.
4.210. La interdependencia sistémica de lo natural, modelo
conceptual, estudiante de arquitectura UNAL. 175
Ibíd., p. 56.

4.211. Sustrato de la existencia (tiempo-espacio): La casa de Elena


176
Ibíd., p. 85.
y Orlando, Elena Várgas, 2012, instalación, Sala U, Universidad 177
P. Devereux, J. Steele, D. Kubrin, Op. cit., p. 177.
Nacional, Medellín.
178
M. Bueno, El gran libro de la casa sana, Op. cit., p. 50.
4.212. El poético equilibrio vital: De la serie lluvia (detalle), Luis F.
Peláez, s.f., colección Museo de Antioquia, Medellín. 179
Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 22.
universo doméstico, y teniendo en cuenta además que “[…] a partir del espacio
tal como es captado por el tacto, la vista y el oído, la fantasía construye una ima-
gen del espacio sobre la que la inteligencia concibe el concepto del espacio […], a
partir de constructos imaginativos, a partir de los esquemas de la fantasía”,180 se
puede inferir que los apartamentos de las torres de vivienda, en vez de propiciar
un tiempo y un espacio potenciadores del ser, son reductores de su capacidad
imaginativa, un oponente de una existencia poética. De tal manera, lo que tiene
un trasfondo económico desvirtualizado reduce la existencia misma, así la mirada 4.213
económica sobre el espacio doméstico resulta siendo una mirada veladora. El
hogar no es más el articulador del mundo, ni el centro cósmico, en él no hay
contacto directo con los rayos cálidos del sol ni con la lluvia refrescante; la pisada
sobre la Tierra no es posible y el alma se corrompe con la altura que otorga
prepotencia y soberbia sobre el mundo. Parece que se ha olvidado que la casa
es la extensión del ser, el huevo protector, y por lo tanto quienes habitan hoy en
estos artefactos distantes de la Tierra y ajenos al Cielo son ellos mismos ajenos
a todo, incluso a su propia esencia, pues “el hombre ‘desamparado’ es inhumano,
es decir, […] no ha alcanzado la verdadera esencia del hombre.181
4.214 4.215
En tal sentido, es fundamental anotar que “incluso la denominada crisis contem-
poránea es interpretada por diversos autores en relación con una recesión de las
actividades imaginativas, que sería correlativa de una inflación de racionalismo
abstracto”,182 de hecho en los albores del hombre y hasta la época premoderna,
las concepciones sobre la vida tenían un carácter más imaginativo, de ahí la
condición mitológica en la explicación de la realidad, ya que “[…] se puede iden-
tificar al hombre religioso con el hombre primitivo de la conciencia mítica, pues
todo hombre primitivo es necesariamente religioso”.183 En tal situación, tanto los
4.216
176 conceptos trascendentales, morales, políticos y cosmogónicos poseían el halo
fantástico propio de la imaginación, que aborda un universo estético de raigam-
bre poética y que alude a la realidad amplia de lo invisible; frente a tal universo,
la racionalidad abstracta en cambio, coarta la mirada y la reduce produciendo
desequilibrio moral. Parece ser pues que parte de la responsabilidad de tal crisis
contemporánea radica en la horizontalización de la experiencia existencial do-
méstica, y aunque obviamente no es toda suya, su característica limitante de la
imaginación juega un papel fundamental en ella.
4.217

Incluso el carácter sagrado del recinto doméstico, opuesto a la versión funcio-


nalista moderna, demanda una aproximación a su materialidad distinta a la de
la abstracción purista puesto que “el habitar humano no se puede disolver en la
racionalización del mundo técnico moderno”,184 aquel que los futuristas adoraban
y que convirtieron en la máxima aspiración cultural del universo material de la
existencia. Y es que “por más provisional que sea, la vivienda en general es un
lugar sagrado, donde nadie tiene derecho a llevar armas y donde, a partir del
Neandertal, el nómada entierra a sus muertos y recibe a los vivos”,185 y por lo
tanto su condición de santidad exige una escenografía acorde con su heteroge-
4.218
neidad, contraria a la homogenización difundida por los modelos modernos, que 4.213. Los esquemas de la fantasía: Mascarada,
estudiantes de arquitectura U.P.B., 1998.

180
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 187. 4.214. La mirada veladora: Terraverde, Castropol, Medellín.

O. F. Bollnow, Op. cit., p. 471.


181
4.215. Artefactos ajenos: Veleros del Este, San Diego, Medellín.
182
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 188. 4.216. Explicación mítica del mundo: cabeza humana,Tumaco - la
Tolita, 600 a. de C. al 300, colección Museo de Antioquia.
183
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 476.
184
Ibíd., p. 474. 4.217. Horizontalidad geométrica: apartamento, Medellín.

185
J. Attali, Op. cit., p. 68. 4.218. El lugar sagrado: imagen mariana al acceso.
se aplican aún hoy en los esquemas espaciales de las células de vivienda, y que
han conducido a la deshumanización del espacio doméstico:

El hombre moderno no comprende hasta qué punto su “racionalismo” (que destruyó su


capacidad para responder a las ideas y símbolos numínicos) le ha puesto a merced del
“inframundo” psíquico. Se ha liberado de la “superstición” (o así lo cree), pero, mientras
tanto, perdió sus valores espirituales hasta un grado positivamente peligroso, se des-
integró su tradición espiritual y moral, y ahora está pagando el precio de esa rotura en
desorientación y disociación extendidas por todo el mundo.186
a b
4.219
Adicionalmente, la condición emparedada y aplastante de la geometría de los
recintos habitacionales de las torres expulsa la mirada hacia el exterior del con-
tenedor íntimo; en lugar de facilitar la introversión necesaria para la regeneración
y la recreación cotidiana en el hogar, la actitud del habitante de esta clase de em-
paques habitacionales es centrifuga, expandida, divergente, dirigida al horizonte,
en donde encuentra de nuevo el mundo matérico del que pretende escapar sin
esperanza ni promesa, como sí se podía encontrar en lo celeste antiguamente
intuido desde la cabaña y los patios. La privacidad que requiere asilamiento y
ocultamiento, y que “procura el descanso de la mirada ajena, una atmósfera par-
4.220 4.221 ticular donde poder estar, sin dar cuenta de actos y pensamientos”,187 no halla el
escenario adecuado, sino que por el contrario, se ve indeseablemente expuesta.
Por ejemplo, para una persona que habitó toda su vida en una casa de patios y
que ahora reside en un apartamento de condiciones promedio y esquema espa-
cial típico, lo que más extraña de su casa son “[…] sus grandes y altos espacios,
su microclima, era una casa fría… uno se podía abstraer del mundo… se lograba
tener mucha independencia […] La privacidad, tener más independencia”.188
177
Paradójicamente, estos apartamentos no apartan cuando se requiere, en cam-
bio separan en otros sentidos no deseables; ponen distancia de los demás en
4.222
el campo de la solidaridad e incluso en el conocimiento mínimo de los vecinos,
tal vez como reacción a la intromisión indeseada; pero no logran establecer un
recinto aislado para la introversión y el contacto con el yo, en consonancia con
el cosmos y con el sentido religioso del ser. La ausencia de un medio físico
acorde con tales necesidades tampoco permite un correcto relacionamiento con
los demás pues “[…] el desarrollo de la propia intimidad subjetiva tiene lugar en
un ámbito constituido precisamente por un conjunto de intimidades subjetivas,
cuya exteriorización y expresión dan lugar justamente a realidades sociales […]
determinantes de la dinámica afectiva individual […]”,189 por lo que se crea un cír-
culo perverso en el que ninguna de las dos dimensiones, la individual y la social,
4.223 4.224
se ven correctamente soportadas en el espacio de la exterioridad.

4.219. Casa (lugar de los muertos y los vivos): a. Urna funeraria Aquí cabe incluir de nuevo las palabras de M. Berman cuando habla de la
prehispánica, marrón inciso, recuperada en Hato Viejo, Bello,
colección Casa Museo de Marco Fidel Suárez, Bello / b. Reunión consternación de algunos de los críticos de la modernidad quienes denuncian
íntima, álbum familiar.
que “[…] la vida moderna parece uniformemente vacía, estéril, monótona, ‘unidi-
4.220. Los símbolos numínicos ausentes en el espacio doméstico
de las torres: arreglo floral, Santa Helena, Medellín.
mensional’, carente de posibilidades humanas: cualquier cosa percibida o sentida
como libertad o belleza en realidad es únicamente una pantalla que oculta una
4.221. La exposición indeseada: ciudadela Nuevo Occidente,
Medellín esclavitud y un horror más profundos”,190 y lo peor es que la imposibilidad de
4.222. Perspectiva centrífuga: zona social, apartamento, La
Florida, Medellín.
186
Carl G. Jung et al., Op. cit., p. 94.

4.223. Ausencia de privacidad e independencia: Cámara de


187
Soledad Murillo, El mito de la vida privada, Madrid, Siglo XXI, 2006, p. 38.
Comercio, La Candelaria, Medellín. 188
Luisa M. Estrada G., entrevista personal, octubre 28 de 2012.
4.224. Las dimensiones individual y social incorrectamente 189
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 248-249.
soportadas: Mirador de San Javier, vivienda de interés prioritario,
2013, San Javier, Medellín. 190
M. Berman, Op. cit., p. 170.
desvelar la verdad está muy lejana, magnificando el problema. Obsérvese que
Berman utiliza incluso el término unidimensional, lo que encaja perfectamente
en la descripción horizontal de los recintos domésticos que componen las to-
rres habitacionales y que olvidan por completo la abscisa vertical de la existencia
simbólica.

En este orden de ideas, y partiendo de la base de que la individuación, como


idea rectora de la realización completa del ser humano, es en última instancia
un objetivo fundamental de la existencia, merece analizarse ahora la relación 4.225
que el hombre tiene con el espacio arquitectónico, en tanto materia sólida del
espacio doméstico, que como se ha dicho, es el espacio por excelencia en el
que el ser humano establece mundo para su habitar terrestre. Entonces, debe
tenerse presente que “a lo largo de la historia de la filosofía se ha repetido de
muchas maneras la tesis de que la materia signata quantitate es el principio de
individuación, desde Aristóteles hasta Schopenhauer, que la expresa diciendo
que el espacio y el tiempo son los principios de individuación”.191 Así, la mate-
ria entra en conjunción con la noción abstracta que el hombre construye de sí
mismo al ser medio a través del cual se tiene la experiencia existencial, ya que
“[…] la experiencia física descansa en los objetos mismos y procede por abstrac- 4.226 4.227
ción a partir de esos objetos como tales […]”;192 es en tal sentido que se pierde
la opción de la realización completa de los mortales, cuando la escenografía en
la cual desenvuelven su acontecer temporal no les permite constatar alguna de
sus dimensiones constitutivas. En contrapunto con el concepto temporal de la
casa prehispánica y de la casa de patios, en donde se “experimentaba como un
‘tiempo presente’ que nunca terminaba, sino que se extendía hacia la eternidad
[…]”,193 en la aplastada espacialidad de los apartamentos, aparece ahora el tiempo
178 exclusivamente presente, situado entre el pasado y el futuro, pero sin conexión
ni continuidad en ellos.
4.228
Sin embargo, obviamente este tampoco es un fenómeno exclusivo del Valle de
Aburrá, sino más bien otra condición propia del tipo arquitectónico, que es uni-
versal, y entonces, entre otras cosas, también empieza a ocurrir lo que ya ha
surtido efecto en otras latitudes, y es que “[…] en el seno de la familia los indi-
viduos conquistan el derecho a tener una vida privada autónoma. En cierto modo,
la vida privada se desdobla: dentro de la vida privada de la familia se erige de
ahora en adelante una vida privada individual”.194 La individuación así se ve trasto-
cada por un suplemento que descansa en una actitud egoísta e ingenua, aunque
legítima, al pretender encontrar en el aislamiento antisocial la razón existencial;
de tal suerte, la individualización de las unidades cerradas y de sus propias célu-
4.229 4.230
las, problema que no respeta niveles ni estratos, invade incluso el interior de los
habitáculos hasta llegar a los recintos personales que, en colaboración con los
medios tecnológicos y las redes de comunicación, fisuran los lazos del espacio
doméstico puesto “[…] que no se puede captar la esencia de la casa sobre la base
del hombre individuo. La comunidad de la familia que vive en ella en concordia, 4.225. Ni rastro de la abscisa vertical: apartamento, Sabaneta.
es tan indispensable como su limitación espacial por paredes y techos”.195 Sin 4.226. El principio de individuación (espacio y tiempo):
El fantasma de Clownterville, grupo Egos, 2012, obra teatral,
Ciudad de las Artes, Córdoba, Argentina, foto: Noelia Carrizo.

J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 436.


191
4.227. La experiencia física en los objetos domésticos: mueble,
siglo XIX, colección particular.
192
J. Piaget et al., Op. cit., p. 5.
193
P. Devereux, J. Steele, D. Kubrin, Op. cit., p. 23. 4.228. La aplastada espacialidad de los apartamentos: Plaza del
Pinar, La Florida, Medellín.
194
Antoine Prost y Gérard Vincent, Historia de la vida privada. Tomo 9: La vida privada en el siglo XX, Madrid, Taurus,
1992, p. 61. 4.229. El desdoblamiento de la vida privada individual.

195
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 492. 4.230. Artífices de las fisuras domésticas.
que la especie humana se de cuenta, no solo los recintos domésticos, sino que
aquellos artefactos que no hace mucho soñó como posibilitadores de una mejor
vida, se han convertido en los enemigos electrodomésticos o digitodomésticos
de la intimidad, la pausa, la introspección, la meditación, la profundidad y la impe-
riosa individuación como posibilidad concientizadora e iluminadora de la sombra
interior del ser.

Indudablemente la arquitectura habitacional actual está un paso atrás respecto a


estas condiciones socio-culturales de la nueva era electrónica, los adelantos tec-
4.231
nológicos y su extraordinaria capacidad de autoinventarse a grandes velocidades
han planteado al ser humano nuevos espacios, nuevas maneras de establecer
el anhelado orden del mundo y por supuesto han modificado las necesidades y
atributos del tradicional espacio doméstico. Ahora “el sueño del futuro es tec-
nológico y la casa es el laboratorio”;196 de la domesticación del tiempo y del
4.232 espacio se pasó a la maquinación electrodoméstica y ahora se habita un mundo
digitodomesticado que orienta al ser hacia la deriva de alta tecnología que invade
su hábitat, su cuerpo, su mente, su espíritu y su alma, arropándolo con un manto
virtual de extrañas posibilidades existenciales.

La intimidad asociada a los aparatos mediáticos electrónicos es otra distinta a


la que se estableció desde el momento en el que el ser se autodomesticó, la
transportabilidad de las relaciones, las imágenes, los secretos, los deseos, las
pasiones, los temores y las angustias pulsan por otra concepción de espacio do-
4.233 méstico. Lo grave aquí es que esta visión tecnológica, que podría constituir una
cuarta evolución de la imagen después de las tres debreyanas, posee tantos o
más peligros que la mirada económica al fundarse en necesidades creadas y de
dudosa profundidad; lo que hace pensar que sumadas ambas, darían lugar a un 179
mundo invivible y completamente deshumanizado, pues como el mismo Debray
lo dice, “es pues, imposible comprender las imágenes sin mezclar los registros
del alma y el cuerpo”,197 y precisamente en un mundo repleto de imágenes que
se multiplican, incluso de manera virtual a través de innumerables artefactos,
se convierten en elementos muy atractivos y fascinantes, creando fantasías es-
pectrales.
4.234

A esta situación habría que añadirle varias cosas, por un lado, la tendencia con-
temporánea promovida por ciertas corrientes psicológicas que promueven la
renovación del ser sobre sus valores individuales para hacerlo psíquicamente
más fuerte, más capaz y más independiente, convencido de que la soledad es
sinónimo de fortaleza, en contravía de los lazos sociales que han tejido por ge-
neraciones la urdimbre que soporta el espacio doméstico. Por otro lado, las pre-
siones económicas del mundo contemporáneo y los inducidos controles de la
natalidad, que se cruzan con la emancipación de la mujer y la superación de su
4.235
condición exclusivamente reproductiva y asociada al enclaustramiento domés-
4.231. Electroenemigos de la intimidad. tico, han llevado a la reducción del número de integrantes familiares, incluso al
4.232. El atraso de la arquitectura habitacional: a. Avellanas,
extremo de estar constituidas por un solo individuo.
2013, Robledo / b. Campiña del Rodeo, Capital, 2013, Belén / c.
Tierra Clara, Capital, 2013, loma de los González, Medellín.
Además, se ha publicado el espacio doméstico en el sentido en que ciertas fun-
4.233. La extraña consistencia de los espacio virtuales: Isolda,
Diana Martínez, 2009, instalación, Museo El Castillo, Medellín,
ciones anteriormente desarrolladas en el ámbito privado de la casa han sido
foto de la artista. absorbidas por instancias públicas. “Cielo, infierno y tierra tan cercanos que
4.234. Registros de cuerpo y alma: Homenaje a John Cage, Opus,
2012, instalación, Sala U, Universidad Nacional, Medellín.
196
B. Colomina, Op. cit., p. 283.
4.235. La urdimbre doméstica de las antiguas familias,
álbum familiar. 197
Régis Debray, Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1998, p. 93.
equivocan sus entradas y ya no se sabe quién es quién ni dónde se halla cada
uno”,198 de tal manera, las actividades sociales domésticas y tareas como la pre-
paración de los alimentos, el lavado de la ropa o la crianza de los hijos, se hacen
por fuera del espacio doméstico. A veces ni las funciones primigenias del hogar
están presentes en el recinto íntimo y “los productos se presentan y promocio-
nan como medios para viajar y evadirse. Nuevos objetos nómadas invaden el
día a día, prótesis de vida y de saber, instrumentos de un nomadismo lúdico: el
deporte, el turismo, el espectáculo y la droga”.199

Dentro de esta inversión de categorías, la publicación de lo privado se difunde a


4.236
través de la televisión y las redes telemáticas bajo una de las derivas perversas
del consumismo alocado que busca estrategias publicitarias para aumentar los
ratings y sus dividendos monetarios. Esta clase de programas televisivos que se
iniciaron a principios de los años setenta cuando se presentó en Norteamérica
la vida doméstica de una familia real, los Lauds, de Santa Bárbara, se extiende
hoy por todo el planeta virtual promoviendo el voyerismo como mercancía de
consumo para tergiversar por completo la verdadera noción de lo privado, “en
semejante imaginación hay, frente al espíritu de observación, una inversión total.
El espíritu que imagina, sigue aquí la vía inversa del espíritu que observa”;200 y los
casos extremos de la publicación de la cotidianidad individual más íntima a través
de la web, acudiendo a la pornografía, han borrado todo límite. 4.237

La intromisión de lo público en los recintos íntimos y la publicación de los secre-


tos a través de ordenadores, televisores y otros dispositivos digitales, no solo han
roto la consistente separación del sujeto-conciencia y del sujeto-cuerpo pardia-
nos trastornando el sentido de las formas de la interioridad y de la exterioridad,
180 sino que además ha fragmentado la unidad del hogar al configurar microcosmos
aislados y autosuficientes en cada habitación; las concepciones de distancia-
espacio y de distancia-tiempo emparentadas con la esfera doméstica se ven
distorsionadas por una realidad irreal que satisface en superficie las necesidades
del ser, dejando vacío el interior profundo. Y como si fuera poco, la televisión,
cuya historia es básicamente la lucha por lograr la reproducción de imágenes 4.238 4.239

mediáticas mediante dispositivos tecnológicos para tener la presencia de una


realidad no real ni presente, llegó para desplazar el fuego ancestral confundiendo
los tiempos sobre la idea de la simultaneidad de lo actual; el televisor se convirtió
en sinónimo de progreso que modificaría la condición memorial del pasado para
convertirlo en objeto de consumo, de moda.

Esta fragmentación funcional y geométrica que ha convertido el hogar en una


constelación de universos subjetivos abrigada por un único techo plano y hori-
zontal, se contrapone a la continuidad espacial inaugurada en el pensamiento
renacentista como símbolo de unidad y totalidad, reflejada en el tipo de patios, 4.240

rota con la aparición de las ideas modernas, incorporadas en las viviendas de los
años veinte y treinta, y que ahora obtiene su partida de defunción con la super- 4.236. El nomadismo lúdico.
especialización y la separación radical de pequeñas tridimensionalidades en cada 4.237. El espacio doméstico y la intimidad como mercancía
dormitorio, para dar apertura a universos conectados por redes virtuales muy de consumo: anuncio de Gran Hermano, tomada de AV
Monografías 102, p. 13.
recientemente conocidas y poco amistosas con el cuerpo matérico humano, cuya
constitución y memoria genética tiene más de cuatrocientos siglos de evolución 4.238. La presencia de lo irreal y ausente: La cita (homenaje a
Ethel Gilmour), Adriana Escobar, instalación, Sala U,
Universidad Nacional, Medellín.

4.239. La fragmentación funcional y geométrica


198
M. Mejía V., Op. cit., p. 198.
del espacio doméstico.
199
J. Attali, Op. cit., p. 25.
4.240. Tridimensionalidades: ¿Qué es una casa?, Charles Eames,
200
G. Bachelard, La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 187. redibujado de Colomina, B., La domesticidad en guerra, p. 153.
homínida, evadiendo además la condición ineludible de que “[…] el proceso de
autorrealización no puede llevarse a cabo en solitario. La culminación en plenitud
de las propias posibilidades está mediada siempre por la intersubjetividad”.201

La virtualización de las relaciones de todo tipo pone en entredicho la posibilidad


humana de la experiencia existencial y crea “[…] un lugar de máscaras, que per-
mite el ejercicio de todas las libertades sin tener que dar cuenta de sus despla-
zamientos, al menos eso es lo que se cree”.202 La pérdida de valores sociales y
de identidad acompañan este panorama doméstico que se ve fortalecido por la
4.241 falta de una noción de pertenencia arraigada en el territorio natural, “[…] las ciu-
dades se vuelven lugares de habitación provisional […] la duración de vida de los
inmuebles y las casas individuales es cada vez más corta”,203 pero además tiene
un factor agravante por el desconocimiento de la historia y por una errada noción
de progreso amparada en la versión moderna de la destrucción para construir un
mítico futuro, que sin soporte pretérito, se deslíe ante el menor soplo. “[…] bajo
las presiones de la economía del mundo moderno, el proceso de desarrollo debe
pasar a su vez por un perpetuo desarrollo”,204 de tal manera que opera una cierta
antropofagia cultural ya que todo lo creado se debe destruir para volverse a crear
incesantemente bajo el fantasma de la pérdida de actualidad y la mira puesta en
4.242 4.243
una perfección ilusoria de innovación.

“El narcisismo aparece, así, como la nueva faz del individualismo […] el individuo
narcisista es un ser insolidario y débil que encara todo contacto –incluso en el
terreno que más valora, el personal– con descreimiento y un profundo temor”;205
sin la posibilidad de que su casa sea la imagen de su Yo, como personalidad úni-
ca, el narcisista persigue desesperadamente una imagen ficticia de sí mismo en
la comercialización de sus deseos dando paso a una cultura envuelta en su pro- 181
pio veneno, embriagada con él y asistiendo a su muerte lenta, con el agravante
de que “[…] los mismos impulsos económicos y sociales que transforman in-
cesantemente el mundo que nos rodea, para bien y para mal, también transforma
4.244 4.245
las vidas interiores de los hombres y las mujeres que lo habitan y lo mantienen
en movimiento”.206 Surge entonces la duda sobre la permanencia, la memoria, la
huella y la historia en un contexto como el del Valle de Aburrá, en el que para el
espacio doméstico han operado dos rupturas tajantes por la imposición abrupta
de modelos estereotipados y que ahora se exalta con el fantasma de la inno-
vación, que sigue siendo producto de una modernidad mal entendida. No puede
escapar al espacio doméstico este crucial y actual cuestionamiento que en diver-
sos escenarios culturales se tiene como ruta para la recuperación de un orden
global humano en el que la diferencia y especificidad se respeten en equilibrio
con la idea de totalidad de la especie.
4.246

Amañada con la ilusión del cambio y la modernización, esta cultura montañera


4.241. La plenitud humana mediada por la intersubjetividad, álbum
familiar. asentada en un privilegiado valle, debe observar con profundidad la conveniencia
4.242. La ausencia de arraigo al territorio: Llanaditas, Noviembre y las implicaciones de los cambios en el soporte geométrico de su hogar, pues
y Los Mangos, Medellín. el fenómeno de dominación e interposición cultural que se ha dado en el espacio
4.243. La antropofagia en el espacio doméstico: casa particular,
barrio Manila, Medellín.
201
J. V. Arregui y J. Choza, Op. cit., p. 241.
4.244. Las posesiones materiales del narcisismo: Cadillac.
202
J. Attali, Op. cit., p. 359.
4.245. El fantasma de la innovación: Bucanero III, Laureles,
Medellín.
203
Ibíd., p. 353.
204
M. Berman, Op. cit., p. 71.
4.246. La duda sobre la historia: Globo de Guerrero, plaza mayor,
Medellín, 1875, foto Pastor Restrepo, tomada de la exposición 205
Helena Béjar M., El ámbito íntimo, Madrid, Alianza, 1988, pp. 18-19.
La fotografía en Antioquia, imágenes de nación, 2010, Museo
Universitario de la Universidad de Antioquia. 206
M. Berman, Op. cit., p. 367.
doméstico del Valle de Aburrá ha hecho perder la identidad propia de quienes ha-
bitan estas tierras ajenos al cosmos, antes domesticadas por indígenas conecta-
dos íntimamente con el universo, conscientes de su relación biunívoca con el
entorno y respetuosos de tal dependencia; y luego habitadas por seres numino-
sos cuyo centro de mundo se instauraba en la poética de sus estéticas casas.
Se asiste entonces a la pérdida de la tradición que implica a su vez la pérdida del
sistema de valores y de la imagen del mundo; ante tal escenario, tras la búsqueda 4.247 4.248

de la originalidad, tan perseguida e incluso resaltada en la cultura moderna, se


deslíen los vínculos éticos con los demás seres, incluida la Tierra y el cosmos en
general.

Como se ha visto, la aculturación ha producido la ruptura de la continuidad de los


tipos arquitectónicos asociados a la intimidad privada para dar paso a modelos
ajenos a las necesidades profundas del habitante de este cañón; por eso “la
ciudad ruidosa y presuntuosa no corresponde a sus gentes, creció a un ritmo
más acelerado que la conciencia de sus habitantes; éstos de pronto se sin-
tieron extranjeros, desplazados, esclavizados, desorientados y dentro de su alma
campesina, aldeana, provinciana”;207 y aunque estas percepciones de la ciudad 4.249
en el siglo pasado se mantienen hoy con pequeñas diferencias, pues ya en mu-
chos casos son varias las generaciones las que han habitado en este tipo ar-
quitectónico, no sobra hacer caso de sus implicaciones si se quiere cualificar el
futuro. Y es que el llamado no es solo local, sino que es una postura global al ser
un escenario propio de todas las culturas, por eso se plantea que:

Los tipos mixtos, los edificios híbridos, los rascacielos de Ken Yeang, los observatorios
4.250
son denominaciones contingentes y pioneros de transformación, de disipación energética,
182 ahora produciéndose en la ciudad azul, estimulados por ellas. De hecho son los cuatro
elementos, el aire, el agua, el sol y la tierra, considerados como objeto de contemplación,
como infraestructuras o como energías, los que ahora se constituyen en los objetos prin-
cipales de proyectación: exfolian continuamente proyectos, tanto de naturaleza pública
como privada. Repensar los tipos desde esta atención a los elementos naturales es la
clave para desarrollar una nueva organización tipológica en la ciudad azul.208

4.251
Estas palabras se conectan directamente con una de las ideas que dio origen a
este trabajo investigativo, Casa, hogar y cielo, y que en el capítulo que concluye
se refuerza al evidenciar que el Cielo está lejano y la Tierra distante; habría que
intentar acercarlos de nuevo a la intimidad doméstica para asistir a una verda-
dera transformación cualitativa que beneficie el paso fugaz del ser humano por
el planeta, porque el cuerpo que lo alberga y su memoria ancestral están más
sujetos aún a la noción estética y a la mágica, aunque aparentemente no lo sea
así; incluso en este sentido puede afirmarse que el espacio doméstico “conserva
ciertos restos indisolubles de vida arcaica inaccesibles a un pensamiento racio-
nal pragmático”,209 restos que remiten a una materialidad perdida en los que se
4.252 4.253
estaba a salvo entre el Cielo y la Tierra, muy distinta a la emparedada espaciali-
4.247. La centenaria ilusión: planta concentrada, urbanización
dad de las torres. Durrenberg, Alexander Klein, 1931, Leipzig, Alemania.

4.248. Reproducción local: condominio Santa Lucía, Convel, 1995,


Pero “hoy en día ya no es la solidez de un edificio anclado lo que protege el es- Santa Lucía, Medellín.

pacio de la vida personal, sino un despliegue de tecnologías nómadas”210 que han 4.249. Disolución de los vínculos éticos: Alejandría, Medellín.

4.250. Los habitantes del Valle: extranjeros, desplazados...


207
M. Mejía V., Op. cit., p. 196. 4.251. La ciudad azul: el valle hacia el norte, av. Regional, Bello.
208
Iñaki Ábalos, “La ciudad azul”, Revista de extensión, Medellín, Universidad Nacional, (55), diciembre 2010, pp. 89-90.
4.252. La evidencia de que el Cielo está lejano y la Tierra
209
O. F. Bollnow, Op. cit., p. 474. distante: Plaza del Pinar, bario La Florida, Medellín.

B. Colomina, Op. cit., p. 301.


210
4.253. La cercanía poética y estética: tendido de cama.
sustituido la paja, los empalizados, los vallados de piedra, las tapias, los zaguanes
y los corredores, y las cuencas cerámicas que invocaban a los dioses protec-
tores de la madre tierra y de los cielos infinitos, para dar paso a las relaciones
competitivas basadas en la novedad consumista, cuya tendencia patológica es la
esquizofrenia. Acogiendo de nuevo a F. Duque y sus heideggerianos rasgos del
habitar, puede concluirse que la torre no permite el construir en sentido pleno,
pues sin cielo ni tierra no es posible habitar, que es el modo propio de ser de
los mortales, desarrollando sus hábitos genéticos y tecnohistóricos en relación
a su entorno, que desaparecen prácticamente bajo la mirada económica allí pre-
4.254 4.255
sente para ser reemplazados por la prepotencia consumista y destructora, que
entonces impiden la tercera característica del habitar, la que remite al cuidado;
en consecuencia los significados del habitar se trastocan deshumanizando el
sentido de la existencia pues ni se salva la tierra ni se recibe el cielo como tal, ni
se espera la divinidad de los seres celestiales y mucho menos entonces se vive
estando a la muerte, sino que se vive en la muerte “porque su «estar» consiste
en estar-al-consumo”.211

4.256

183

4.254. Materialidades patológicas de la esquizofrenia:


sección general, Space, Altos del Poblado, Medellín.

4.255. Trastocando los significados del habitar: Triangle,


Las Lomas, Medellín.

4.256. Ni salvar la tierra, ni recibir el cielo sino estar al consumo:


apartamento, Medellín. Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008, p. 185.
211
184
Como se pudo constatar a lo largo de este trabajo, la historia del espacio do-
méstico en el Valle de Aburrá, vista a través de la teoría de los tres momentos de
la imagen de la cultura en Occidente planteada por Régis Debray, debidamente
adaptada al ámbito arquitectónico, permite verificar la existencia de un primer
tipo, la cabaña prehispánica, correspondiente a la mirada mágica; un segundo
tipo, la casa de patios, que encarna el escenario de la mirada estética; y un tercer
tipo, el de las torres, que materializa la mirada económica. De tal manera, una de
las ideas que se puede confirmar es que “[…] lo que finalmente decide la forma
de una vivienda y moldea sus espacios y sus relaciones es la visión que tienen
las personas de la vida real”.1

Aunque la casa de patios y las torres de apartamentos representan una ruptura


tajante en la concepción del mundo íntimo respecto al anterior tipo arquitectónico,
puede evidenciarse la presencia de una estructura vertical de carácter simbólico
en los dos primeros tipos, es decir, en la cabaña prehispánica y en la casa de
patios; mientras que en el tipo de las torres de vivienda, y a pesar de la apariencia
vertical del objeto contenedor, se pierde por completo esta noción vertical pues
“[…] la habitación del hombre moderno ha perdido sus valores cosmológicos, su
cuerpo está privado de toda significación religiosa y espiritual”;2 el mundo, ahora,
se ha aplanado horizontalmente y en consecuencia, en él se ha erradicado casi
todo rastro trascendental.

No obstante, para mantener su creencia, el hombre contemporáneo paga el precio de una


notable falta de introspección. Está ciego para el hecho de que, con todo su racionalismo
y eficiencia, está poseído por “poderes” que están fuera de su dominio. No han desapare-
cido del todo sus dioses y demonios; solamente han adoptado nuevos nombres. Ellos le
mantienen en el curso de su vida sin descanso, con vagas aprensiones, complicaciones
185
psicológicas, insaciable sed de píldoras, alcohol, tabaco, comida, y sobre todo, un amplio
despliegue de neurosis.3

La mencionada estructura vertical obedece a un imaginario universal que la es-


pecie humana ha conformado a partir de la explicación estructural del cosmos y
de la casa desde su propio cuerpo. Todos representan una imagen situacional, un
sistema de condicionamientos ascendentes y trascendentes; el pilar interdimen-
sional que sostiene los mundos estratificados que componen el universo cósmico
indígena, es asimilable a los postes estructurales que soportan físicamente su
cabaña primitiva y relacionable también con la dinámica invisible que de manera
elíptica conecta los niveles en el tambo; así, también este mismo vector espacial
surge en el patio colonial y en el posterior republicano para permitir el ascenso y
el descenso numinoso en la casa; todos en última instancia replican la estructura
biológica de la columna vertebral y del sistema de centros energéticos del cuerpo
del hombre, y “[…] cada una de estas imágenes equivalentes –Cosmos, casa,
cuerpo humano– presenta o es susceptible de recibir una ‘abertura’ superior
que haga posible el tránsito al otro mundo”.4 La religiosidad propia de la especie
instala en la metafórica escalera material, el sentido espiritual de su necesidad
de trascender, de mutar, de desprenderse de la carne estéril, de liberarse de
la dimensión matérica para acceder a lo superior y también para tener un co-
rrecto relacionamiento cultural ya que “evitar romper los ritmos vitales aislando

1
Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1969, p. 66.
2
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1992, p. 150.
3
Carl G. Jung et al., El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1969, p. 82.
4
M. Eliade, Op. cit., p. 146.
lo religioso y la estética, coloca al individuo en una situación favorable para el
buen funcionamiento del dispositivo sociotécnico”,5 en cambio, la ruptura de los
ciclos naturales impide el despliegue fisiológico y pone en desventaja al individuo
privado de ellos.

Aquella dimensión vertical, perdida hoy, estructuraba en la casa indígena (de


manera mágica) y en la casa de patios (de forma estética) el dominio mental del
espacio doméstico en conexión con el universo, y establecía un vínculo con la
Tierra –imperio del inframundo, hábitat de los ancestros desencarnados, lugar
del pasado mítico–, con la superficie –espacio de los mortales y del presente–,
y con el cielo –lugar de los dioses, del más allá prometido y de la eternidad–.
Bajo la mirada mágica la noción temporal de la existencia en la casa indígena se
entendía en conexión continua con el pasado y con el futuro. Por su parte, bajo
connotaciones estéticas, el tiempo en la casa de patios, se comprendía como una
percepción sensible de características poéticas que diferenciaba el presente, el
pasado y el futuro. Ambos tipos, concebidos y consecuentes con las dos pri-
meras miradas debreyanas, cuyos referentes simbólicos, rituales y metafóricos
hacían parte de su esencia, llevaban el espacio doméstico a un plano religioso y
metafísico.

De tal manera, en el mundo prehispánico el espacio universal se ordenaba a


partir del hogar que reproducía el sistema cósmico uniendo los mundos supe-
riores con los inferiores en la casa como ombligo dimensional. La casa de patios
en cambio, manifiesta el orden impuesto sobre el mundo natural con una
perspectiva humanista basada en la racionalización lógica del mundo, pero a pe-
sar de ser la encarnación de un precepto positivista, involucraba una noción poé-
186 tica de la existencia asociada también con lo celeste y con lo térreo confirmando
simbólicamente que “[…] la abertura hace posible el paso de un modo de ser al
otro, de una situación existencial a otra”.6 Subrayando tal simbolismo, la presen-
cia permanente del azul celeste a través de los patios inducía a la interiorización,
ya que, entre otras cosas, “el azul contrarresta la impulsividad, la violencia y el
desasoguiego; calma la agitación mental y […] Puede inducir al retraimiento, ha-
ciendo que el individuo se centre en su mundo interior”.7

En contrapunto, la condición horizontal de los apartamentos que componen la


inmensa mayoría de las torres de vivienda del Valle de Aburrá en la actualidad,
han dado lugar a una imagen igualmente horizontalizada del mundo, que sin el
carácter trascendental y espiritual en la vida íntima y privada ha perdido el sen-
tido ancestral que la especie instauró a lo largo de milenios de evolución para
fundar el hogar y su espacio doméstico como reflejo del cosmos, centro del
universo y puente existencial, temporal y dimensional, lugar de confluencia de
la Tierra y el Cielo. En tal sentido cabe recordar que para el ser humano “[…] la
conquista de la eternidad y de las esferas celestes alimentan su sueño espiritual.
Su gran juego desde milenios es el ser organizador del tiempo y del espacio en
el ritmo, el calendario y la arquitectura. Sus creaciones microcósmicas sostienen
el aparato religioso en el cual se regula la suerte del universo”.8

5
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central, 1971, p. 278.
6
M. Eliade, Op. cit., p. 151.
Carol Venolia, Casas que curan, Barcelona, Martínez Roca, 1996, p. 77.
7

8
A. Leroi-Gourhan, Op. cit., p. 282.
El marcado sentido simbólico y espiritual de la cabaña prehispánica, y el simbolis-
mo religioso, repleto de estímulos estéticos, presente en la casa de patios, dan un
sentido trascendente a la vida de sus habitantes; en tanto símbolos arquetípicos
dotan a los seres humanos de una prospectiva superior a su fugaz existencia,
“les da amplio espacio para el desenvolvimiento de la personalidad y les permite
una vida plena de verdaderas personas. Su situación es mucho más satisfactoria
que la del hombre de nuestra civilización que sabe que es (y seguirá siendo) nada
más que un ser vencido sin un sentido íntimo que darle a su vida”.9 En medio de
una crisis existencial generalizada, creyendo “superada” su condición espiritual,
el hombre actual, no es consciente de que “[…] lo quiera o no, conserva aún hue-
llas del comportamiento del hombre religioso. No puede abolir definitivamente
su pasado, ya que él mismo es su producto […] La mayoría de los hombres ‘sin
religión’ se siguen comportando religiosamente, sin saberlo”.10

De tal forma, el alejamiento de la Tierra y la ausencia del Cielo en el transcurrir


cotidiano de la vida doméstica en las torres de vivienda, como una de las con-
secuencias de la mirada económica, anulan la consistencia vital del ser humano
impidiéndole reconocerse como parte de un todo y conduciéndolo a una pérdida
irreparable de su sentido histórico. Además, “en un universo social dominado
por criterios económicos las formas de interacción están presididas por el te-
mor, la sospecha y la desconfianza”,11 produciendo individuos narcisistas cuyo
objetivo es el sí mismo.12 Así, el narciso que se aísla del mundo en actitud ascé-
tica suprime toda posibilidad de afección del alma respecto al exterior, lo cual lo
conduce a la supresión de su propio Yo, ya que, en términos pardianos, ser, es
fundamentalmente ser sensible, es tener sensibilidad frente a los estímulos de
las formas de la exterioridad para enriquecer la interioridad y establecer el fluido
deseable entre las dos dimensiones complementarias. Y dado que “los órganos 187
de la sensación son como los agujeros del alma por los cuales corre el peligro
de derramarse; pero esos órganos sólo son activados por fuerzas que provienen
de afuera […]”,13 si el hombre está en su cápsula inmaculada distante de todo,
tendrá su alma limitada, constreñida por su geometría, particularmente por la de
su espacio doméstico, que como se ha dado a entender, es el recinto máximo de
la existencia.

Fuera de esto, la distancia de lo natural, como se vio, trae consecuencias orgáni-


cas en el aparato fisiológico humano, produciendo alteraciones tanto físicas
como sicológicas al manifestar el desequilibrio ante la ausencia de los elementos
y condiciones originales de los cuales está compuesto, de las que hace parte y
a las cuales ha estado sometido por milenios, pues el “[…] desarrollo biológico,
prehistórico e inconsciente de la mente del hombre arcaico, cuya psique estaba
aún cercana a la del animal […] forma la base de nuestra mente, al igual que gran
parte de la estructura de nuestro cuerpo se basa en el modelo anatómico de los
mamíferos”.14

Al respecto debe recordarse que a pesar de los acelerados avances tecnológi-

9
C. G. Jung et al., Op. cit., p. 89.
10
M. Eliade, Op. cit., pp. 171-172.
11
Helena Béjar, El ámbito íntimo, Madrid, Alianza, 1988, p. 105.
12
Ibíd., pp. 211-221.
13
José L. Pardo, Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-textos, 1992, p. 25.
14
C. G. Jung et al., Op. cit., p. 67.
cos logrados en los últimos años, ese cuerpo vital que contiene la información
ancestral, aunque inexplicable todavía en su totalidad, de carácter actitudinal,
psicológico, comportamental e instintivo, no se modificará en lo fundamental en
los próximos años o siglos, ya que, “[…] –salvo que se produzca algún desafuero
genético– es improbable que cambiemos en las generaciones venideras”;15 lo
cual plantea el reto de darle cabida en el futuro al pasado (incluso prehistórico)
y al presente actual, con todos sus logros tecnocientíficos, con todas las posibili-
dades virtuales y con todas las limitaciones de lo evanescente. En esta búsqueda
de un mejor futuro no puede olvidarse que “[…] la apoteosis de la modernidad es
una rutina”16 que el espacio doméstico no puede acolitar, pues en gran medida,
como se ha establecido, él define al ser, determina su manera de hacer y le da
sentido o no a su paso por el mundo.

Pero además, infortunadamente, ahora este mundo se ve como una simple ma-
terialidad instrumental, bajo una perspectiva explotadora, pues, como se advirtió
en el capítulo anterior, la mirada económica y de condición horizontalizada que
generan los apartamentos contemporáneos, instaura una posición de dominio
soberbio sobre la Tierra que conduce a un distanciamiento insensible, indiferente,
consumista y prepotente, llevando incluso al planeta al pie del abismo ecológico.
No obstante, y acogiendo el final del paradigmático libro de Berman, “creo que
nosotros y los que vengan después de nosotros, seguiremos luchando para ha-
cer de este mundo nuestro hogar, incluso si los hogares que hemos hecho, la
calle moderna, el espíritu moderno, continúan desvaneciéndose en el aire”.17 Por
eso es que el ideal doméstico de la casa aislada rodeada de bosques, aunque
utópico y exclusivo, pulsa en la mayoría de los atormentados mortales que ha-
bitan en el valle de los aburráes en la actualidad, o incluso tal vez en gran parte
188 del planeta citadino, sin la esperanza de alcanzar el sueño y sin una explicación
consciente de su razón de ser. En contraste, y sin la más remota posibilidad de
hacer de este el hogar común en el siglo XXI, los proyectistas más responsables
se debaten entre su ética y la presión implacable de los intereses financieros que
obligan la búsqueda del apilamiento en torres cada vez más altas compuestas de
unidades cada vez más pequeñas, en la mayoría de los casos.

El panorama, que como se ha indicado no es exclusivo del contexto aburrá y


tiene características universales, no es muy halagador, pues ni los habitantes, ni
los promotores, ni el Estado, ni los arquitectos, intuyen el terrible perjuicio y las
nefastas consecuencias de la pérdida de la verticalidad simbólica en el espacio
doméstico, toda vez que ni siquiera son conscientes de tal pérdida; pero es muy
tarde para ser pesimistas, por eso es imperante el llamado de atención, pues solo
mediante la toma de conciencia podrá abrirse el camino de recuperación de la
vertical simbólica en la intimidad privada y de esta manera recomponer el sentido
vital asociado al espacio doméstico. Y aunque:
[…] las coacciones del pasado eran el clima, la limitación de la tecnología y los materiales,
las fuerzas de la tradición y la falta de excedentes económicos, las de hoy son diferentes,
pero no menos fuertes. Las coacciones normales son las impuestas por la densidad y las
cifras de población y por la institucionalización de controles mediante códigos, reglamen-
taciones, zonificaciones, exigencias de los bancos y autoridades hipotecarias, compañías
de seguros y oficinas de planeamiento; hoy la libertad del diseñador, como conformador,
es bastante limitada.18
15
C. Venolia, Op. cit., p. 27.
16
Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, Siglo Ventiuno, 1988, p. 252.
Ibíd., p. 367.
17

18
A. Rapoport, Op. cit., p. 81.
Con mayor razón el reto es más fuerte y la necesidad del cambio es inaplazable,
tal vez de esta manera podrá avizorarse un futuro cualificado para el espacio do-
méstico de los habitantes de este cañón tropical, o incluso del globo entero; “en
esta situación, la cuestión de qué ha sido suprimido y rechazado al inconsciente y
qué debe ser restaurado si se quiere que el hombre recobre su equilibrio consti-
tuye una exigencia primordial para cualquier cultura integrada”.19 Por eso el cono-
cimiento de las verdaderas necesidades del ser en su intimidad doméstica, como
el aislamiento, la especialización de recintos, la gradación espacial, la relación
con el mundo natural, la conexión interdimensional y la fusión de horizontes
temporales, son fundamentales para establecer un escenario apto para habitar
la tierra, morándola a la espera del futuro y con arraigo en el pasado; proyectado
en el tiempo y el espacio, en armonía con el universo, simbólicamente aferrado a
la Tierra pero lanzado a la plenitud del infinito, porque “el hombre siempre puede
más y tal poder más implica insatisfacción […] Por eso una voluntad que es a la
vez finita –porque tiene comienzo y existe en el tiempo– e infinita se refiere al
futuro haciendo historia y se refiere a lo eterno esperándolo”.20

Lo eterno y lo futuro se conjugan entonces en la noción vertical del mundo,


aquella en la que la Tierra, los mortales y los dioses establecen la posibilidad de
existencia trascendente y plena de sentido; así, “la ciudad, futuro lugar de vida de
la mayor parte de la humanidad, deberá convertirse en un lugar acogedor para
los viajeros, cualquiera que sea la duración de su estadía […]”,21 y los rincones
destinados a la vida doméstica deberán estar acondicionados y amoldados al ser
humano, en toda la extensión del término, como ser multidimensional, trascen-
dente, efímero en su materialidad pero eterno en su espíritu; quizás de esta
manera y bajo esta óptica ética se recordará “[…] que la morada del hombre o la
de su familia debe ser como un vestido a medida, y que, cuando una casa está 189
en absoluta consonancia con las costumbres y hábitos de los que abriga bajo su
techo, el resultado no puede ser más satisfactorio”.22 Y entre estos hábitos y cos-
tumbres es innegociable la aceptación de la dimensión religiosa, pues desde “[…]
los niveles arcaicos de la cultura, el ser se confunde con lo sagrado”,23 y como se
ha visto, ser, cuerpo y casa son una misma unidad.

Ante la imperativa necesidad de reincorporar el orden religioso en el espacio


doméstico para devolverle al ser humano el sentido vital, debe insistirse en-
tonces en la inapelable condición vertical de conexión de los recintos íntimos
domésticos con el cielo y con la tierra. Con el cielo, porque “lo que está ‘en lo
alto’, lo ‘elevado’, continúa revelando lo trascendente en cualquier contexto reli-
gioso”,24 incluso en el aparente mundo a-religioso de la cultura contemporánea
urbanizada y global. Con la tierra, porque igualmente representa de forma sim-
bólica el origen, la fuente creativa y el lugar de los mortales que se comprenden
como seres en transición y metamorfosis; además, porque de ella se proviene,
en sentido literal, en tanto materia biológica en evolución y frente a la cual cada
célula se reconoce como producto de sus fuerzas y energías. Es de advertirse
que incluso el carácter simbólico de los mundos que se deben interconectar

Sigfried Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1985, p. 31.
19

20
Jorge V. Arregui y Jacinto Choza, Filosofía del hombre, Madrid, Rialp, 1993, p. 379.
21
Jacques Attali, El hombre nómada, Bogotá, Luna, 2010, pp. 407-408.
22
Eugene E. Viollet-le-Duc, Historia de una casa, Madrid, Abada, 2004, p. 72
23
M. Eliade, Op. cit., p. 176.
24
Ibíd., p. 111.
–Cielo y Tierra– operan, como cualquier símbolo, desde el inconsciente, no hacen
presencia solo cuando se tiene consciencia de ellos, cuando están en la mente,
sino que por el contrario, predeterminan: comportamientos, actitudes, estados,
modos, maneras, conductas y relaciones, de manera integral pero silenciosa en
el ser humano.

Será necesario tratar de reconectar el espacio doméstico con el firmamento de


manera similar a lo que los ingleses Alison (1928-1993) y Peter Smithson (1923-
2003) pretendieron establecer en su Casa del Futuro en 1956,25 pues aunque “[…]
no parece una casa, era un ‘hábitat simbólico’ precisamente porque responde a
necesidades humanas básicas como ‘una vista del cielo’”;26 tal aspecto simbólico
es imprescindible para acercar el recinto doméstico contemporáneo y el del fu-
turo próximo a la dimensión trascendente del ser humano, puesto que como lo
afirma el historiador suizo Sigfried Giedion (1888-1968), aunque el pensamiento
del hombre ha cambiado mucho desde la prehistoria, su tarea primordial sigue
siendo la de lograr un acuerdo con las energías invisibles que lo gobiernan y lo
determinarán siempre.27

Habrá que tener además muy presente la condición ancestral de constituir un


universo aislado para la interiorización y la regeneración, pues aunque no lo
parezca, y como se ha insistido, la formación extremadamente lenta y milenaria
de tal mundo está incrustada en lo más profundo del ser humano, y por ello
“la casa popular se basa en la idea que el hogar es un castillo y en una fe en
la independencia. La casa ha de ser todo lo privada y aislada posible, con una
separación parecida a un foso […]”.28 Además, los cambios en el comportamiento
y en el modo de vida son muy lentos, fundamentalmente porque han establecido
190 respuestas y condicionamientos de carácter inconsciente a lo largo de mucho
tiempo, millones de años incluso; las transformaciones recientes de los objetos,
de los tipos, de los espacios y en general de los productos culturales, han obe-
decido más al valor que la sociedad moderna y contemporánea le han dado a
lo novedoso, que no siempre es sinónimo de satisfacción a un requerimiento de
utilidad real, sino más bien a la imagen que representa desde una perspectiva
progresista.

Por esto, la arquitectura no puede de ningún modo continuar, o volver a darse


el lujo de olvidar el pasado, de pretender crear un universo ideal abstracto ajeno
a la propia condición histórica de la especie humana, “[…] se trata simplemente
de ser conscientes de todo lo que ‘existe’ en el presente –de lo que ha llegado
para encontrar sitio aquí: es decir, la proyección del pasado hacia el futuro vía el
presente que se crea– […]”;29 y ese pasado es amplio, no se puede limitar al re-
ciente, a los pocos siglos desde el establecimiento del antropocentrismo europeo
en América, mucho menos a los contados años de imposición del universo arqui-
tectónico moderno; debe incluir el pasado lejano, los miles de años de evolución
de la especie, cuando la naturaleza dio origen a lo que posteriormente sería una

25
Un prototipo en escala natural de esta casa fue construido en la exposición Daily Mail Ideal Homes en Londres,
Inglaterra en 1956.
26
Beatriz Colomina, La domesticidad en guerra, Barcelona, Actar, 2006, p. 235.
27
S. Giedion, Op. cit., p. 32.
28
A. Rapoport, Op. cit., p. 177.
Aldo Van Eyck, “El interior del tiempo”, en: Pere Hereu, Joseph M. Montaner y Jordi Oliveras, comp.,
29

Textos de arquitectura de la modernidad, Madrid, Nerea, 1999, p. 349


raza que se sabe a sí misma, que ha sido capaz de transformarse y transformar
el planeta hasta casi crear un nueva naturaleza, materializada en la ciudad pla-
netaria que cubre ahora la Tierra.

Naturaleza que constituye lo que el filósofo francés Bernard Stiegler (1952),30 a


partir de Leroi-Gourhan, enuncia como un tercer reino, constituido por los seres
inorgánicos organizados: objetos técnicos que evolucionan de acuerdo a ten-
dencias de transformación que se manifiestan bajo leyes de carácter universal
y que traspasan barreras espacio temporales. Estos objetos técnicos, en tanto
soportes de memoria, son en última instancia los que permiten la transmisión
de la experiencia individual que hace cultura. De aquí que la ciudad, o el empla-
zamiento urbano globalizado, sea la máxima máquina de memoria de la especie,
y como tal, ha de permitir el desenvolvimiento cotidiano del hombre como ser
difuso, miembro de una compleja matriz cósmica de sistemas interconectados y
autorregulados, en permanente definición, expuesto y condicionado a los estímu-
los y ciclos externos.

Desde esta perspectiva, el receptor tridimensional del hogar tendrá que ser, para
responder a la verdadera consistencia estética, poética y simbólica del ser, una
colección agrupada de componentes que permita escenificar la diversa, errante,
variable e impredecible experiencia íntima, “[…] sería una multiplicidad de micro-
cosmos, cada uno de los cuales obtendría su identidad a través de sus propios y
diferenciados atributos topológicos. […] una suma de espacios, sin unidad ni co-
herencia final; una proliferación de habitaciones y cosas cuya relación únicamente
puede ser descrita por las preposiciones”.31 De esta manera, la visión científica
del espacio como una entidad neutra de carácter ilimitado, se transformará en
un dominio en el que surjan los hábitos determinantes de la experiencia vital a 191
través de estímulos y respuestas afectivas, de satisfacción, de utilidad, estéticas
por un lado, y por el otro de orden espiritual y religioso, pues “la función primaria
de la casa es filtrar el mundo exterior y producir un encuentro cuasiteológico con
el cielo vacío, un cielo que la casa privatiza. En cierto, modo la casa permite que
el cielo baje hasta tocar a su habitante”,32 para otorgarle sentido a la existencia y
facilitar la instauración de mundo en y con la Naturaleza.

Naturaleza natural que ha sido desplazada por ese tercer reino stiegleriano que
ha hecho ausente y ha puesto a punto de disolución la natural, pues por ejemplo
“rara vez nos percatamos de las mudanzas estacionales en el curso del sol, de
las fases de la luna, o de las señales que indican un cambio de tiempo. Y hemos
olvidado que estos y muchos otros factores todavía influyen en el estado de
nuestro ser”;33 en consecuencia, la casa próxima deberá contemplar la posibili-
dad de recobrar la Naturaleza, no solo de sus cualidades visuales o higiénicas,
sino también su sentido numinoso, y reconectar física, biológica, energética y
simbólicamente al ser humano con la Tierra, y con la tierra; deberá establecer
una nueva comunicación entre el mundo superior, el inferior y la superficie. De-
berá propiciar el encuentro directo con el humus, para volver a ser humanos y
recordar la aureola religiosa de las situaciones existenciales inmemoriales.

Bernard Stiegler, “Leroi Gourhan. L´inorganique organisé”, en: Les Cahiers de médiologie, Nº 6, Pourquoi des
30

médiologes?, Paris, Gallimard, 1998, (Jairo Montoya, tr.), en : Cuadernos de Biología N° 17, Medellín, 2002, p 67.
Iñaki Ábalos, La buena vida, Barcelona, Gustavo Gili, 2002, p. 96.
31

32
B. Colomina, Op. cit., p. 237.
33
C. Venolia, Op. cit., p. 20.
Y deberá también permitir la relación directa con el Cielo y con el cielo, tanto
desde el punto de vista mítico, trascendental, emotivo y espiritual, como desde
la perspectiva física literal, pues por ejemplo desde ese aspecto, “aunque en un
tiempo se pensó que la luz nos afectaba sólo por medio de los ojos, ahora se
sabe que penetra por la piel y alcanza incluso el cerebro directamente a través
del cráneo”,34 ya que como se ha dicho con anterioridad, el cuerpo anatómico
humano evolucionó por milenios en contacto directo con la luz solar, por lo que
requiere todo el espectro de la radiación solar para su correcto funcionamiento.
Así, incorporar el uso de la energía solar para los sistemas de acondicionamiento
del aire en la vivienda, para la preparación de los alimentos, para el calentamiento
de agua, para la refrigeración y para la iluminación, puede ser una vía de reco-
nexión con las redes cósmicas; al mismo tiempo, facilitar el avistamiento de los
fenómenos celestes, de los movimientos de las estrellas y demás cuerpos extra-
terrestres, puede inducir al descubrimiento de nociones olvidadas de significado
vital; de tal forma, el sentido de habitar la Tierra podría, volviendo a Félix Duque,
retomar la construcción como verdadera acción de ser en la tierra, propia de los
seres humanos que acuden al cultivo o cuidado de lo que crece en la tierra, de
lo que brota sobre ella, como la arquitectura. Y que conduce a salvar la tierra,
para que pueda acceder a su consistencia esencial, a recibir el cielo como cielo,
es decir, aceptar la naturalidad de la naturaleza sin pretender alterar los ciclos ni
sus condiciones para o contra la existencia humana, sin querer dominarlos sino
más bien comprendiéndolos y respetándolos, a esperar a los seres divinos en
cuanto divinos, o lo que implica aceptar la espera del cielo prometido y ausente,
en contraste con la limitación humana que aspira a la perfección y que conduce
al cuarto y último rasgo del habitar: vivir estando a la muerte, recordando lo
efímero de la existencia que culmina en el desapego a la dimensión corporal para
192 retornar al origen divino.

Si de acuerdo con Eliade, “para vivir en el Mundo hay que fundarlo”,35 la casa
deberá constituir un espacio diferenciado, heterogéneo, distinguido de la neu-
tralidad del espacio geométrico abstracto y partícipe de la creación mítica para
hacer del hogar un lugar sagrado; sin olvidarse, acogiendo a Duque,36 que la
arquitectura da lugar a la apertura de cielo y a la delimitación de tierra, en cuanto
que ella preserva las señas de la divinidad ausente y acoge la existencia de los
mortales; sin olvidar tampoco que hacer arquitectura debe implicar proyectar la
geometría celeste sobre la tierra, e implica responder a su resistencia, que per-
mite el establecimiento sobre ella; en tal sentido, el espacio doméstico volvería
a ser entendido como el huevo vital de Deleuze y Guattari: presente siempre y
acompañando al ser desde su origen biológico para extenderse hasta el ámbito
cósmico pasando por su componente psíquico.

Ahora bien, teniendo en cuenta que “[…] la vivienda sigue siendo un mecanismo
de formación del carácter”,37 será necesario hacer todos los esfuerzos posibles,
tomar los caminos más excepcionales y las medidas menos convencionales para
restablecer un espacio doméstico que permita al ser humano habitar el pla-
neta en consonancia consigo mismo y con su entorno, y no contra ellos, porque
aunque ningún mundo puede hacerse en el caos homogéneo y relativo del uni-

34
Ibíd., p. 61.
35
M. Eliade, Op. cit., p. 26.
36
Félix Duque, Habitar la tierra, Madrid, Abarra, 2008.
37
A. Rapoport, Op. cit., p. 173.
verso profano, en él habita lo numinoso. Por ello habrá que recuperar la dimen-
sión simbólica, el carácter sacro y la noción espiritual que siempre tuvo el hogar
si se quiere construir un ser realmente humano. De lo contrario, el sueño de una
humanidad en paz, feliz, equitativa, respetuosa y amorosa, se habrá perdido para
siempre en este valle surcado por su hilo plateado, o en cualquier otro recodo del
azulado planeta en el que somos.

Deleuze y Guattari sintetizan de manera ejemplar, cuando hablan del espacio


estriado y del liso, las características de los arquetipos de la cabaña y la casa
de patios: “Allí donde la visión es próxima, el espacio no es visual, o más bien el
propio ojo tiene una función háptica y no óptica: ninguna línea separa la tierra y el
cielo, que son de la misma sustancia; no existe horizonte, ni fondo, ni perspectiva
ni límite, ni contorno o forma, ni centro; no existe ninguna distancia intermediaria,
o toda distancia es intermediaria”. En el tipo de la torre en cambio ocurre todo lo
contrario, la visión horizontalizada, centrífuga, no encuentra sentido trascenden-
tal y se limita a su materialidad óptica que confunde el cielo con la tierra y no los
distingue de la Tierra y el Cielo.

Pero también habrá que construir un recinto que sepa “[…] abrirse a flujos de
entrantes y salientes, ser el lugar de paso de una circulación continua, donde
se cruzan objetos, gente, palabras e ideas. Pues la vida también es movilidad,
impaciencia del cambio […]”,38 y como se ha dicho, el ser es tanto interioridad
como exterioridad; lo importante son las características que deben tener dichas
aperturas, pues como en la casa de patios, deben servir de esclusas, permitiendo
exhibir lo mostrable y ocultar lo íntimo; dando lugar a una extensa posibilidad de
matices controlables por el dueño de casa, de tal manera que se pueda acudir a
la introversión cuando se requiera y lo reclame el espíritu. 193

En tal sentido, y acogiendo la idea del filósofo y poeta alemán August W. Schlegel
(1767-1845) de que lo poético es aquello que nos proyecta por encima de la
realidad común hacia un mundo fantástico, cuya exaltación se logra “[…] por
medio de la eficacia hipnótica de la sugestión, que cancela las fronteras férreas
entre la reclusión del sujeto y la realidad externa, en la representación espiritual
de una unidad bienaventurada,”39 puede plantearse que el espacio doméstico
requiere preservar la evocación de lo primigenio, afinar estados de ensoñación
íntima en los que el ser encuentre un sentido a su fugaz permanencia en la
Tierra, un sentido poético, como proceso configurador de mundo. De tal manera
será posible asistir a una cuarta mirada, post-económica, que por lo menos en
el ámbito del espacio doméstico no signifique una modificación de la esencia
humana, sino más bien su cualificación integral.

38
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Carupia C., William, (indígena embera), enero 15 de 2013.

Correa, Alexandra, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 26 de 2012.

De los Ríos, Tatiana, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 25 de 2012.

Estrada G., Luisa M., (habitante de casa patial, Valle de Aburrá), octubre 28 de 2012.

Estrada M., Jairo, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 26 de 2012.

Ferrer R., Catalina, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 18 de 2012.

Gallón V., Sergio, (Director Departamento de Diseño de AIA), septiembre 19 de 2012.

Giraldo A., Paula A., (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 19 de 2012.

Giraldo, Luz Helena, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 23 de 2012.

Giraldo M., Roberto, (médico, investigador, especialista en infectología e inmunología,


psiconeuroinmunología y medicina psicosomática), septiembre 20 de 2012.

Giraldo, Valeria, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 23 de 2012.

Gómez, Luz Marina, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 26 de 2012.

Green S., Abadio, (indígena tule), entrevista personal, noviembre 21 de 2012. 205

Hoyos C., Jorge, (Arquitecto diseñador de AIA), septiembre 19 de 2012.

Méndez G., Laura, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 20 de 2012.

Montes, Santiago, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 20 de 2012.

Montoya S., Juan F., (Coordinador de diseño de vivienda de ARCO), agosto 31 de 2012.

Muñoz, Hernán D., (Jefe de Taller de CONVEL), octubre 17 de 2012.

Pedroza D., Anay, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 19 de 2012.

Peña N., Eduardo, (indígena zenú), enero 16 de 2013.

Pulgarín S., Edgar, (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 5 de 2012.

Quiroz R., Gabriela, (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 12 de 2012.

Ramírez T., Jorge W., (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 19 de 2012.

Restrepo C., Alejandra, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 25 de 2012.

Restrepo G., Juan D., (habitante en torre, Valle de Aburrá), octubre 8 de 2012.

Rivera A., Marcela, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 23 de 2012.

Rodríguez C., John. (guardabosques finca Corrales, Bello), noviembre 19 de 2010 y marzo 13 de 2012.

Rua, Gisela, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 24 de 2012.

Santacruz A., Milton, (indígena tule), enero 28 de 2013.

Segura, Raquel, (propietaria de casa patial, Valle de Aburrá), agosto 28 de 2012.


Tintinago, María C., (indígena tule), septiembre 8 de 2012.

Uribe L., Mónica, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 23 de 2012.

Vargas R., Andrea, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 25 de 2012.

Vélez T., Gustavo, (indígena embera), enero 28 de 2012.

Yagarí G., Eulalia, (indígena embera), enero 16 de 2013.

Zapata G., Eugenia, (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 25 de 2012.

Zapata T., Jair O., (indígena arhuaco), noviembre 13 y 21 de 2012.

Zapata T., Luz E., (habitante en torre, Valle de Aburrá), septiembre 25 de 2012.

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ABADIO GREEN S. / ADER GARCÍA C. / ADRIANA VARGAS R. / ALBA E. GÓMEZ / ALBERTO MONTES
O. / ALEJANDRA LÓPEZ R. / ALEJANDRA RESTREPO C. / ANA M. MEJÍA M. / ANAY PEDROZA D. /
ALEXANDRA CORREA / ANDREA OROZCO / ANDRES LAVERDE V. / BEATRIZ GÓMEZ S. / CARLOS A.
FERNÁNDEZ U. / CARLOS A. MARÍN H. / CARLOS E. LOPEZ P. / CARLOS A. RESTREPO / CAROLINA
ESCOBAR O. / CATALINA GARCÍA R. / CATALINA FERRER R. / CECILIA DUQUE D. / CLARA GIRALDO M.
/ DANIEL BARTOLINI A. / DANIEL GALLEGO / DANIELA VALDÉS Q. / DANILO SEPÚLVEDA G. / DAVID
VÉLEZ S. / DIEGO F. GONZÁLEZ R. / DORA L. MEJÍA A. / EDGAR BOLIVAR R. / EDGAR MESA / EDGAR
PULGARÍN S. / ESTEBAN VÉLEZ P. / EUGENIA ZAPATA G. / EULALIA YAGARÍA G. / DIEGO F. ARANGO V.
/ FERNANDO URBINA R. / FERNANDO A. GÓMEZ / FRANCISCO J. CHAVEZ R. / GABRIEL J. RODRÍGUEZ
/ GABRIEL M. VÉLEZ S. / GABRIEL MONSALVE / GABRIEL OBANDO L. / GABRIELA QUIROZ R. / GISELA
RUA / GUSTAVO A. RENDÓN C. / GUSTAVO SANTOS V. / GUSTAVO VÉLEZ / HECTOR J. SÁNCHEZ /
HÉCTOR L. GÓMEZ M. / HERNÁN A. PIMIENTA B. / HERNÁN D. CASTAÑO A. / HERNÁN D. MUÑOZ /
HUGO ZARAMA R. / IVÁN D. VÉLEZ R. / JAIME VÁSQUEZ / JAIR O. ZAPATA T. / JAIRO ESTRADA / JAIRO
MONTOYA / JAIRO R. ACOSTA C. / JAKELINNE QUIROZ L. / JAVIER ESCOBAR I. / JOHANNA VÉLEZ R. /
JOHN BOTERO S. / JORGE A. MEJÍA E. / JORGE HOYOS C. / JORGE A. PÉREZ J. / JORGE F. TORRES
H. / JORGE M. ISAZA L. / JORGE W. RAMIREZ T. / JOSE D. OCAMPO O. / JOSE L. TORRES / JUAN A. 209
SALDARRIAGA S. / JUAN C. CASTAÑEDA A. / JUAN CARLOS OCHOS B. / JUAN D. MARULANDA G. /
JUAN D. RESTREPO G. / JUAN F. MONTOYA S. / JUAN H. BOHORQUEZ O. / JUAN PABLO DIEZ R. /
LAURA C. RUÍZ V. / LAURA MÉNDEZ G. / LAURA P. GUTIÉRREZ R. / LUCA BULLARO / LUCY TOBÓN
O. / LUIS G. HERNÁNDEZ V. / LUIS F. DAPENA / LUISA F. ÁLVAREZ C. / LUISA M. ESTRADA G. / LUZ
E. ZAPATA L. / LUZ H. GIRALDO M. / LUZ M. GÓMEZ / MARCELA OROZCO C. / MARCELA RIVERA
A. / MARCO A. MONTES B. / MARÍA C. TINTINAGO / MARÍA CORREA CH. / MARÍA T. NARANJO /
MARIBLANCA RICO / MAURICIO GAVIRIA R. / MARÍA CAMILA DUQUE C. / MARÍA E. CASAS G. / MARÍA J.
RAVE A. / MARÍA M. MEJÍA B. / MILTON SANTACRUZ / MONICA URIBE L. / MORELIA MESA P. / MUSEO
DE ANTIOQUIA / MUSEO DE LA MADRE LAURA / MUSEO ETNOGRÁFICO MIGUEL ÁNGEL BUILES /
MUSEO JUAN DEL CORRAL / MUSEO UNIVERSITARIO DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA / NATALIA
SUAREZ / NEYLA CASTILLO E. / PAULA A. GIRALDO A. / PABLO ARISTIZABAL E. / PEDRO I. TORRES
A. / RICARDO GUIZADO A. / SALA MUSEO ARQUEOLÓGICO DEL MUNICIPIO DE ENVIGADO / SAMUEL
R. VELEZ G. / SANTIAGO MONTES P. / SANTIAGO ORTIZ A. / SEBASTIÁN GONZÁLEZ B. / SERGIO
GALLÓN V. / SERGIO GIRALDO G. / SILVIA E. BUILES C. / SILVIA VALLEJO G. / RAFAEL ATEHORTUA A.
/ ROBERTO GIRALDO M. / TATIANA C. DE LOS RÍOS G. / VALENTINA MEJÍA A. / VALERIA GIRALDO M. /
VANESA ARISTIZABAL / VERÓNICA ARISTIZABAL F. / YADIRA MUÑOZ M. / YENIFER ARISTIZABAL G.
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