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Mandujano, S. (2006).

Programa de maestría y
doctorado en psicología. Residencia en terapia
familiar sistémica. Reporte de experiencia
profesional. México: FES Iztacala, UNAM

Modelo Estratégico.

La terapia estratégica, no es una concepción o una teoría particular, sino


un nombre para aquellos tipos de intervención terapéutica en los que el
psicoterapeuta asume la responsabilidad de influir directamente en las
personas (Haley, 1976).
El modelo estratégico, nace de una síntesis evolutiva entre la teoría
sistémica, el estudio sobre la familia y la comunicación, realizado por el grupo
de Palo Alto dirigido por Bateson y Jackson y el trabajo clínico de Milton
Erickson (Nardone y Watzlawick, 1992).
Haley (1985; 1989), dice que la terapia familiar estratégica también
surge a partir del examen del poder de las relaciones entre terapeuta y cliente y
entre los integrantes de una familia. Las diversas estrategias de psicoterapia
fueran creadas con el objeto de utilizar este poder para producir cambios.
Suele pensarse (y ésta es una de las críticas frecuentes al modelo estratégico)
que el poder implica dominación, opresión y motivaciones desagradables en
quienes lo ejercen; el poder, desde esta perspectiva, versa sobre los aspectos
positivos o benévolos. Tener poder sobre otra persona no significa únicamente
la posibilidad de explotarla, sino, además, la posibilidad de cuidar de ella, de
consolarla, guiarla y reformarla.
El terapeuta estratégico, no se deja encarcelar por un modelo rígido de
interpretación de la "naturaleza humana", ni por concepciones metodológicas
rígidas y ortodoxas de la Psicología. El pensamiento estratégico se interesa por
la funcionalidad del comportamiento humano frente a los problemas de la
existencia y de la convivencia entre individuos, en los mismos términos de
percepción y relación que todo individuo vive consigo mismo, con los demás y
con el mundo que le rodea.
Dicho lo anterior, iniciemos un recorrido sobre cómo es la terapia
estratégica. Comenzaré con algunos antecedentes, después, cómo iniciar la
terapia, cómo definir el problema, los objetivos y cómo diseñar las
intervenciones. Algo importante al interior de esta escuela es la parte creativa,
por lo que a lo largo del trabajo se hará mención a ella.
Antecedentes
En este trabajo se denominará Escuela Estratégica al desarrollo
conceptual y terapéutico del trabajo realizado por Haley (1976) quien acuñó el
concepto de terapia estratégica para nombrar su trabajo basado principalmente
en las técnicas hipnóticas de Milton Erickson. Hoffman (1987) señala que otras
influencias importantes en el trabajo inicial de la terapia estratégica han sido la
visión estructural de Minuchin y las ideas de Bateson, sin embargo, el mismo
Haley, años más adelante, mencionó que es de Montalvo de quien tuvo una
influencia más directa que de Minuchin (Haley,1996).
Erickson, al ser la influencia más importante para esta escuela, además
de ser el padre de la terapia estratégica, representa el maestro a quien hay que
remitirse para las estrategias de aplicación clínica y para la modificación en
breve tiempo de las situaciones disfuncionales (Haley, 1989).

Terapia estratégica
En la terapia estratégica, el común denominador es que el terapeuta
asume la responsabilidad de influir directamente en la gente. En esta
modalidad de trabajo, el terapeuta intenta influir en el paciente desde el
momento de su primer contacto con él. Ya en la entrevista inicial se combina la
recogida de información con maniobras que indican la dirección deseable
(Haley, 1976, 1989 y Madanes, 1989).
Una terapia puede considerarse estratégica, si el clínico inicia con lo que
ocurre durante este proceso terapéutico y diseña un enfoque particular para
cada problema. Cuando se encuentran un terapeuta y una persona con un
problema, la acción que tiene lugar está determinada por ambos, pero en la
terapia estratégica la iniciativa corresponde en gran medida al terapeuta. Este
debe identificar problemas resolubles, fijar metas, diseñar intervenciones para
alcanzarlas, examinar las respuestas que recibe para corregir su enfoque y, por
último, evaluar el resultado de la terapia para ver si ha sido eficaz. El terapeuta
ha de ser muy sensible hacia el paciente y su medio social, pero la forma en
que proceda debe ser determinada por él mismo (Haley, 1980).
Hablar del enfoque estratégico, es hablar de un plan de acción, un
modus operandi en situaciones relativamente predecibles, que permite tomar
decisiones (tácticas), las cuales facilitarán el logro de una meta específica. Las
tácticas incluyen todas las maniobras concretas que el terapeuta realiza
durante su intercambio con los pacientes. Algunas de estas maniobras pueden
recibir el nombre de técnicas, cuando han sido sistematizadas y se aplican de
manera más o menos similar en varios casos. Las tácticas no deben ser
manejadas de acuerdo al antojo del terapeuta, sino de acuerdo al plan
estratégico (Fernández, 1988).
Las estrategias son el resultado de los intentos encaminados a encontrar
la esencia del modo en que se puede cambiar a la gente (y cambiada en lo
fundamental). La terapia estratégica apunta a lo esencial o no apunta a nada.
El terapeuta lucha por la comprensión clara y consciente del estigmatizado, el
sórdido, el perverso, el feo. Esta comprensión requiere cierta complicidad en la
experiencia del mal y de la patología.
Para sacar a alguien de una pena profunda, hay que experimentar el
dolor que otro siente. En una familia siempre hay una víctima y un verdugo, un
bueno y un malo, un optimista y un pesimista. El terapeuta es cómplice de
todos y leal a todos (Madanes, 1993). En esta última idea, es importante
mencionar que, el terapeuta puede aproximarse a las experiencias del
paciente, viviéndolas (siempre y cuando sus valores se lo permitan) o bien,
escuchando con detenimiento al paciente, y éste se convertirá en alguien que
enseñará al terapeuta nuevas experiencias de la vida, lo que a su vez, se
transformará para el terapeuta, en una parte creativa para la construcción de
nuevas intervenciones.
El terapeuta estratégico, no se deja encarcelar por un modelo rígido de
interpretación de la "naturaleza humana", ni por concepciones metodológicas
rígidas y ortodoxas de la Psicología. El pensamiento estratégico se interesa por
la funcionalidad del comportamiento humano frente a los problemas de la
existencia y de la convivencia entre individuos, en los mismos términos de
percepción y relación que todo individuo vive consigo mismo, con los demás y
con el mundo.
En este tipo de terapia, el terapeuta mantiene la iniciativa en todo lo que
ocurre durante el tratamiento; si la terapia funciona, se puede observar desde
las primeras sesiones indicadores de cambio, lo cual implica que el terapeuta
estratégico tiene una gran elasticidad mental unida a la posesión de un amplio
repertorio de intervenciones terapéuticas, todo ello basado en la adecuación,
flexibilidad y creatividad. Por ello, es preciso persuadir al paciente para que
participe en la producción del cambio. Se le pide al paciente que siga
instrucciones específicas que le implican en una labor de cooperación, cuyo fin
es modificar su conducta sintomática. Según Erickson, debe decirse al paciente
que haga algo y ese algo ha de estar relacionado de alguna forma con su
problema. Lo que importa es que el paciente haga algo (Rosen, 1989).

Etapas
Según Haley (1980), al presentarse la familia, la entrevista recorre las
siguientes etapas:
I. Etapa social. Consiste en la presentación entre los miembros de la
familia y el terapeuta. Se promueve que cada miembro de la familia se sienta
cómodo y se les transmite la idea de que todos son importantes en la tarea de
ayudar al paciente identificado. En esta etapa el terapeuta observa los
comportamientos de la familia, las alianzas y coaliciones así como la forma en
que se organizan a partir de cómo se sientan.
II. Planteamiento del problema. El terapeuta dirige la conversación
para obtener la opinión de cada miembro de la familia respecto al problema.
III. Etapa de interacción. El terapeuta pide a los miembros de la familia
que conversen entre sí y lo que observa y escucha le permite elaborar hipótesis
en torno a la función del síntoma y recoge información sobre la secuencia
sintomática para establecer cómo están delineadas las jerarquías en la familia.
IV. Etapa de fijación de meta. Se solicita a la familia que especifique
los cambios que desea lograr; éstos deben ser claros e identificables cuando
se den tanto por la familia como por el terapeuta. Asimismo, la meta debe
implicar una definición congruente del poder dentro de la familia que remita la
conducta sintomática.
Es importante mencionar que la primera entrevista debe esclarecer la
estructura familiar y en su transcurso el terapeuta y la familia deben llegar a
algún acuerdo acerca de la naturaleza del problema y las metas u objetivos de
la terapia. A estas alturas, la tarea del terapeuta es comprender el problema y
formulario de manera tal que pueda hacerse algo al respecto (Haley, 1980;
1984; 1986).
Haley (1989) y Madanes (1989) manifiestan que la conducta sintomática
es señal de que el ordenamiento jerárquico del sistema es confuso y de que
existe una lucha por el poder entre sus miembros, con la finalidad de aclarar las
posiciones dentro de la jerarquía.
En esta parte de la terapia, el síntoma es definido, en términos
cibernéticos (de organización y de pauta) con la mayor precisión posible, la
terapia se centra en la situación social, más que en la persona. El síntoma es
un tipo de conducta que integra una secuencia de actos realizados entre varias
personas; la terapia se concentra, justamente, en esa secuencia reiterada de
comportamientos (llamada pauta sintomática, o la pauta que conecta). Este
síntoma es la cristalización de una secuencia que tiene lugar dentro de una
organización social. Si se conciben síntomas tales como la "depresión" o la
"fobia" como un contrato celebrado entre individuos y, por ende, adaptado a las
relaciones, se tendrá acceso entonces a un nuevo modo de pensar acerca de
la terapia.
De lo anterior, se desprende que la definición del problema (síntoma), es
realizada por los pacientes bajo la dirección del terapeuta; del mismo modo, los
objetivos de los pacientes con respecto a la terapia, la realizan los pacientes
bajo los mismos términos operacionales (cibernéticos). Lo importante del
diseño de los objetivos terapéuticos, es que éstos tienen que ser planteados de
modo que el paciente pueda lograrlos, estableciendo en ellos también, un
mínimo esperado (aquello que por pequeño que sea y con base al reporte de
los pacientes, muestre que la terapia ha tenido buenos resultados).
Entonces, el terapeuta debe saber cómo formular un problema y cómo
resolverlo, por lo que, si ha de resolver una variedad de problemas no debe
adoptar un enfoque rígido y estereotipado con respecto a la terapia. Se
necesita flexibilidad y espontaneidad, aunque todo terapeuta debe aprender de
su propia experiencia y repetir aquellos métodos que hayan dado buen
resultado. La probabilidad de éxito aumenta sí se combinan los procedimientos
ya conocidos con técnicas innovadoras.
Para que una terapia termine adecuadamente debe comenzar
adecuadamente, esto es, estableciendo un contrato (reglas claras a seguir
dentro de la terapia y que le darán al terapeuta control sobre la misma) en torno
de un problema resoluble y descubriendo la situación social que por necesidad
lo genera (Haley, 1980).
Después de haber construido una o más hipótesis respecto a los puntos
mencionados (definición del problema y los objetivos de la terapia), se aplican
las estrategias para la resolución del problema. Si las estrategias funcionan se
observara una clara reducción del síntoma, así como un cambio progresivo en
la forma como el paciente se percibe a sí mismo y a los demás.

Intervenciones.
Las técnicas terapéuticas son procedimientos para cambiar las
estructuras de organización inadecuadas, con la finalidad de que la conducta
sintomática ya no resulte adaptativa para el sistema (Ochoa, 1995).
En esta parte de la terapia, el terapeuta establece objetivos claros que
siempre entrañan la solución del problema presentado. No aplica un mismo
método a todos los casos sino que diseña una estrategia específica para cada
problema. Como la terapia se centra en el contexto social de los dilemas
humanos, la tarea del terapeuta reside en programar una intervención en la
situación social en que se halla el cliente.
Los objetivos de la terapia son, ante todo, impedir la repetición de
secuencias e introducir mayor complejidad y alternativas.
Las intervenciones suelen cobrar la forma de directivas (de hecho, un
terapeuta estratégico, desde el inicio de la terapia, usa directivas) sobre algo
que los miembros de la familia tienen que realizar, dentro y fuera de la
entrevista. Estas directivas están destinadas a modificar la manera en que las
personas de la familia se relacionan entre sí y con el terapeuta. También se
usan las directivas para reunir información observando cómo responde cada
cual a las instrucciones. Toda acción del terapeuta constituye un mensaje para
que la otra persona haga algo; en ese sentido está impartiendo una directiva
(Haley, 1980 y Madanes, 1989).
Haley (1980), dice que las directivas o tareas impartidas a los individuos
y familias tienen varias finalidades:
1. El objetivo principal de la terapia es hacer que la gente se comporte de
manera diferente, para que tenga así experiencias subjetivas diferentes.
Las directivas son un medio de provocar esos cambios.
2. Se las emplea para intensificar la relación entre clientes y terapeuta: al
decirles a aquellos qué deben hacer, el terapeuta entra a participar en la
acción y adquiere importancia, porque el individuo debe hacer o no
hacer lo que él le dice.
3. Se usan para obtener información. La manera en que reacciona la gente
al recibir una directiva es esclarecedora con respecto a ellos mismos y a
cómo responderán a los cambios deseados. Ya sea que cumplan con la
tarea impuesta, o no la cumplan, olviden cumplirla o lo intenten
infructuosamente, el terapeuta tendrá una información que de otro modo
no poseería.
Se entiende entonces que, toda terapia denominada estratégica, es
directiva y que le es imposible al terapeuta evitarlo, ya que hasta en las
cuestiones que elige comentar y en su tono de voz hay directividad. Pero aquí,
las directivas son planificadas deliberadamente, lo que constituye la principal
técnica terapéutica.
Entonces si las directivas son un medio importante en la terapia, resulta
importante, el hecho de que la familia se sienta motivada. Motivar a alguien a
hacer algo significa persuadirlo de que extraerá algún beneficio de esa acción.
Cuando un terapeuta desea motivar a los miembros de una familia a que
realicen una tarea, tiene que convencerlos de que por su intermedio alcanzarán
los objetivos individuales, recíprocos y familiares que ellos desean. El modo en
que lo haga dependerá de la naturaleza de la tarea, de la naturaleza de la
familia y del tipo de relación establecida con ésta (Madanes, 1989; 1993).
En el enfoque directo, lo común es que el terapeuta les diga a los
integrantes de la familia que conoce y comparte su deseo de resolver el
problema que los aqueja. Una vez convenido el objetivo, se ofrece la tarea
como un medio de alcanzar el fin deseado a través de la terapia. Cuando hay
discrepancias entre los miembros de una familia sobre los propósitos que
persiguen, se hace a veces necesario hallar el modo de que la tarea le reporte
alguna ganancia a cada uno de ellos.
También puede encararse la cuestión de la siguiente manera: si los
integrantes de la familia están comentando cómo mejoraron las cosas; se les
da la razón, conviniendo en sus apreciaciones y luego se les pide que realicen
la tarea pues ella les ayudará a progresar aún más.
El terapeuta debe adecuar la tarea a las personas. Mientras entrevista a
una familia reparará en qué clase de gente la integra y así podrá amoldar la
tarea a su manera de ser. Si hacen hincapié en que las cosas deben hacerse
en forma lógica y ordenada, Se les ofrecerá una tarea lógica y ordenada,
porque será más probable que la cumplan.
En todo este proceso, el terapeuta puede ejercer autoridad de diversas
formas. Por lo general, al motivar a la familia deberá valerse de su posición de
experto conocedor de lo que hay que hacer, pues así tendrá más
probabilidades de ser obedecido. Comúnmente, quienes están en dificultades
prefieren tratarse con un terapeuta experto en el oficio, circunstancia que a
veces puede aprovecharse de un modo extremo. Si la familia es una de esas
que todo lo discute y que cuestiona a fondo cuanta sugerencia recibe,
continuará haciéndolo cuando el terapeuta trate de motivarla para que cumpla
la tarea; en tal caso, puede decirle a sus integrantes: "Quiero que hagan algo y
tengo mis razones para pedírselos, pero prefiero no entrar en detalles.
Simplemente quiero que la semana que viene hagan esto" (Haley, 1980, p.34).
También puede conseguir el cumplimiento de muchas tareas haciendo que la
gente las lleve a cabo pensando que así le demostrarán que está equivocado o
que su método fracasará.
Una vez motivada la familia, deben impartírsele instrucciones claras.
Más que sugerirlas, las directivas deben impartirse abiertamente. Al terapeuta
le conviene más ser claro y preciso, diciendo exactamente lo que quiere que se
haga. Una de las razones por las que debe explicarse con precisión es que no
sólo desea ver cumplida la tarea, sino que en caso de incumplimiento querrá
cerciorarse de que éste no obedeció simplemente a la falta de claridad de las
instrucciones (Haley 1980).
Sin embargo, hay situaciones en las que quizá no desee ser preciso y
detallado, prefiriendo en cambio deslizar una idea en la conversación para que
la familia piense "espontáneamente" en realizar ese tipo de tarea; también aquí
la insinuación casual debe hacerse en términos precisos.
Así como ha de procurar que participen todos los miembros de una
familia en una entrevista, el terapeuta debe hacer que todos intervengan en
una tarea; puede excluir a alguien por razones especiales, pero nunca en forma
accidental. Una buena tarea da ocupación a todos; aún al pedirle
específicamente a alguien que se abstenga de intervenir, se le está dando algo
que hacer.
La tarea debe estructurarse como cualquier otro trabajo: con alguien que
la ejecute, alguien que lo ayude, alguien que supervise, alguien que planifique,
alguien que compruebe su ejecución, etc.
El propósito de involucrar a todos en la tarea es hacer hincapié en la
unidad familiar total, salvo en casos especiales en que el terapeuta desee
encomendar una tarea a una parte de la familia con abstención de los demás
miembros. Asimismo, deberá poner cuidado en no perturbar la jerarquía interna
de la familia haciendo intervenir, por ejemplo, a niños en tareas de adultos.
En suma, y para decirlo una vez más, así como no debe dejarse de lado
a nadie durante la entrevista, tampoco se excluirá a ningún individuo de la
acción planeada para el hogar.
Las directivas impartidas pueden ser directas o paradójicas; sencillas,
involucrando a sólo una o dos personas, o complejas, englobando a toda la
familia. Las directivas directas se planean con vistas a modificar ciertas
secuencias de interacción familiar. En las directivas paradójicas, su carácter
paradójico radica en que el terapeuta le ha asegurado a la familia que desea
que cambie, pero al mismo tiempo le pide que no cambie. Esta técnica se basa
en la idea de que ciertas familias acuden en busca de ayuda pero se resisten a
ser ayudadas; por ende, el terapeuta procurará provocar la resistencia de los
miembros de la familia para que puedan cambiar (Haley, 1980).
Haley (1980, p.80), menciona que "impartir directivas que vayan derecho
al grano (p.e., llevar al niño a la escuela) es una manera de abordar la cuestión.
Con aquellas familias en que el enfoque directo es ineficaz, el terapeuta
recurrirá a un plan alternativo que motive a sus integrantes hacia el objetivo; si
esto tampoco diera resultado, echará mano de otro plan". Por ejemplo, cuanto
más claramente conceptualizados estén el problema y el objetivo de la terapia,
más sencillo será planear las directivas.
Puede decirse que, la finalidad de la terapia es cambiar las secuencias
de conductas inadecuadas que encierran una jerarquía incongruente y ampliar
las alternativas conductuales y epistemológicas del sistema familiar. Las
conductas, percepciones y sentimientos de los miembros del grupo cambian
cuando se alteran dichas secuencias.
El cambio se basa en una estrategia general tendiente a programar un
cambio por etapas, tanto con respecto a la conducta sintomática en sí, como a
la organización familiar y/o social que constituyen su contexto. Por
consiguiente, se pretende alterar la secuencia sintomática introduciendo
congruencia en la jerarquía del sistema En todo momento se trata de evitar
confrontaciones con la familia, por lo que la terapia descansa en creativas e
ingeniosas estrategias generadas para cada caso concreto, que faciliten un
cambio rápido, sólido. Las técnicas de intervención que posibilitan materializar
dichas estrategias abarcan: redefiniciones, connotaciones positivas, metáforas,
tareas directas simples y ordalías, tareas paradójicas, basadas en una postura
de oposición por parte de los clientes y simulaciones, en las que se solicita a
los integrantes de la familia que finjan o simulen una determinada secuencia
sintomática(Ochoa, 1995).
La parte final de la terapia, se da cuando los pacientes indican que los
objetivos que los llevaron a terapia han sido alcanzados.
Como pudo verse, en el enfoque estratégico, el terapeuta mantiene la
iniciativa en todo lo que ocurre durante el tratamiento; si la terapia funciona, se
puede observar desde las primeras sesiones indicadores de cambio, lo cual
implica que el terapeuta estratégico tiene una gran elasticidad mental unida a la
posesión de un amplio repertorio de intervenciones terapéuticas, todo ello
basado en la adecuación, flexibilidad y creatividad.
En la terapia estratégica se establece un plan específico para cada
problema, por lo que no existen contraindicaciones (siempre y cuando se revise
la estrategia acorde a las personas y sus motivos de consulta) en cuanto a la
selección de los pacientes a los que resulta aplicable. El enfoque ha sido
utilizado con pacientes de las más variadas edades y clases socioeconómicas,
que presentaban problemas de diversa índole: psicosis, lesión cerebral,
dificultades conyugales, sentimientos de soledad, temores, comportamiento
delictivo, síntomas psicosomáticos. etc. En cada caso, el terapeuta diseña una
estrategia y si después de algunas semanas no logra con ello los objetivos de
la terapia, formula una estrategia diferente. En este enfoque el terapeuta no
continúa ofreciendo más de lo mismo si no tiene éxito. Es un método
pragmático: se espera que los terapeutas lleven un registro de los progresos
terapéuticos y realicen seguimientos con regularidad.

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