Vous êtes sur la page 1sur 14

La Gran Ilusión: (En torno al) Mito y Paradoja de la Revolución

Bolchevique en Europa
Franciso Romero Salvadó
University of Bristol

Rusia: laboratorio social inédito


Dos veces durante el año 1917, el foco de la atención internacional se desplazó de los
campos de batalla de la Primera Guerra Mundial a la situación doméstica de Rusia. El 23 de Febrero,
una manifestación de trabajadoras del sector textil en la capital Petrogrado1 contra el alto precio de los
alimentos generó primero una rebelión popular cuando miles de obreros se sumaron a la protesta al día
siguiente y después una revolución, cuando los soldados rehusaron las ordenes de sus oficiales de
reprimir la revuelta y en su lugar fraternizaron con el pueblo. El 2 de Marzo, tras la muerte de unas
1500 personas, el todo poderoso Zar Nicolás II se vio forzado tras los consejos de sus generales a
abdicar. 2
El Gobierno Provisional que ocupó el vacío dejado por el colapso de la monarquía conservó
el poder menos de 8 meses. Su enorme popularidad se evaporó rápidamente entre el empeoramiento
dramático de las condiciones materiales de la población y la prosecución de una guerra impopular a la
vez que crecía vertiginosamente la del Partido Bolchevique, una fuerza minoritaria en Febrero, al
ganarse el apoyo de las radicalizadas masas organizadas en Soviets (consejos de obreros, soldados y
campesinos) que habían surgido tras la caída del Zarismo. El 25 de Octubre de 1917, los Bolcheviques
tomaron el poder tras un golpe en Petrogrado. Una buena muestra de la carencia de apoyo popular a
las autoridades surgidas de la revolución de Febrero de 1917 es que sólo dos personas perecieron
defendiendo al Gobierno Provisional.3
El periodista norteamericano, John Reed, que acabaría abrazando la ideología del nuevo
régimen soviético y encontraría una muerte temprana de tifus en Rusia en 1920, no podía haber
dado un título más preciso a su narración del golpe Bolchevique: 10 días que estremecieron al mundo. 4
Como la Revolución Francesa, desde su momento de irrupción en la historia, la Revolución
Bolchevique poseyó un carácter mítico. El sindicalista francés Eric Rosmer la comparaba con la luz
tan esperada tras la larga noche de la Guerra. El Secretario General de la Confederación General del
Trabajo (CNT) en España en 1918, Manuel Buenacasa, sugirió que en aquel momento el

1. Al estallar la guerra con Alemania en 1914 se rusificó el nombre de la capital San Petersburgo que desde
entonces pasó a llamarse Petrogrado.
2. Para la narración de los sucesos acontecidos en Rusia, utilizo el Calendario Juliano, que (en el siglo 20) iba
trece días detrás del Calendario Gregoriano usado por el resto de Europa. Éste sería adoptado el 31 de enero
de 1918 por el gobierno Soviético.
3. Hay una bibliografía muy extensa sobre las revoluciones rusas de 1917. Por ejemplo véase L. Kochan,
Russia in Revolution (Londres: Granada Publishing, 1967); R. Pipes, The Russian Revolution, 1899-1919 (Londres:
HarperCollins, 1990); W. H. Chamberlin, The Russian Revolution, 1917-21, 2 Vols. (Nueva Jersey: Princeton
University Press, 1987); R. Service, The Russian Revolution, 1900-1927 (Londres: Macmillan, 2nd edn., 1991); J.
D. White, The Russian Revolution, 1917-1921 (Londres: Arnold, 1994); O. Figes, A People’s Tragedy: The Russian
Revolution, 1891-1924 (Londres: Jonathan Cape, 1996); C. Read, From Tsar to Soviets: The Russian People and their
Revolution, 1917-21 (Londres: UCL Press, 1996).
4. J. Reed, Ten Days that Shook the World (Londres: Penguin, 1977). En su prólogo editorial, el historiador
británico A.J.P. Taylor calificó el libro de ser un clásico y la mejor narrativa sobre la revolución rusa escrita
por un testigo. Aunque, Taylor admitía que todos los detalles reproducidos no eran académicamente
verificables, también concluía que era el relato que capturaba más fielmente el espíritu de aquellos días.
Navajas Zubeldía, Carlos e Iturriaga Barco, Diego (eds.): Crisis, dictaduras, democracia. Actas del I Congreso 9
Internacional de Historia de Nuestro Tiempo. Logroño: Universidad de La Rioja, 2008, pp. 9-22.
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA

Bolchevique era `un semidiós portador de la libertad’. 5 Sin embargo, el mito de la revolución rusa
daría lugar a una trágica paradoja: un gran número de regimenes burgueses europeos durante los
años de entreguerras no fueron víctimas de la tan temida marea roja sino de la marcha triunfal de la
reacción negra, militarista y autoritaria, de la cual Fascismo sería su más claro exponente.

Lenin y la necesidad histórica de la revolución socialista


Existe prácticamente un consenso académico sobre el hecho de que los Bolcheviques
pensaban en Octubre de 1917 que su revolución era meramente el prólogo de un proceso
internacional. 6 Su líder, Vladimir Ilyich Ulianov (Lenin), había expuesto esta tesis en obras como El
Imperialismo: Fase Superior del Capitalismo.
Escrito en su exilio en Suiza en la primavera de 1916, este libro era principalmente una
crítica a los dirigentes Socialistas europeos. Según Lenin, la inestabilidad generada por el capitalismo
internacional en su fase presente de expolio colonial había conducido al conflicto de 1914. Al
estallar la guerra, sin embargo, los líderes del movimiento obrero habían traicionado las
resoluciones de la Segunda Internacional Socialista llamando a organizar una huelga general para
impedir el estallido de un conflicto bélico y a aprovechar esta ocasión para derribar a sus
gobiernos. 7 En vez de defender al proletariado que ahora iba a pagar con su sangre la locura
imperialista, éstos a los que Lenin tildaba de Social-Chovinistas (Socialistas en su discurso pero
patrioteros en su comportamiento), apoyaron a sus gobiernos porque habían sido corrompidos por
los abundantes beneficios obtenidos en la explotación colonial que habían permitido introducir
ciertas reformas sociales. El cataclismo causado por la guerra imperialista había hecho de la
revolución socialista mundial una necesidad histórica. Pero ésta solo podía iniciarse en un país
como Rusia, nación explotada por el capitalismo internacional y en que existía un partido político,
el Bolchevique, que no había sido pervertido como sus homólogos europeos. 8
Según Lenin, el primer paso ya se había dado en Rusia en Febrero de 1917. En sus Tesis de
Abril, expuestas tras su regreso a Petrogrado, Lenin no solo sorprendió a otras fuerzas obreras
como los Mencheviques y los Socialistas Revolucionarios, sino incluso a miembros de su propio
partido cuando pidió la toma del poder por los Soviets, quienes por su falta de conciencia de clase
habían permitido la formación de un Gobierno Provisional burgués que continuaba la guerra de
expolio como antes lo había hecho el Zarismo. 9 El programa Bolchevique comenzó a atraer a
sectores cada vez mayores de la población y en septiembre había ganado mayorías en los Soviets de
las ciudades más importantes incluyendo Petrogrado cuya presidencia pasó a las manos de Lev
Davidovich Bronstein (Trotsky), antiguo Menchevique que se había unido oficialmente a los
Bolcheviques tras su regreso del exilio en mayo 1917. Desde ese momento, Lenin no dejó de instar
a sus compañeros a derribar al Gobierno Provisional. Según él, los motines de las tropas francesas,

5. A. Rosmer, Lenin's Moscow (Londres: Bookmarks, 1971), p. 17; M. Buenacasa, El movimiento obrero español
(Gijón: Júcar, 1977), p. 50.
6. Una excepción es la obra de P. Melograni, Lenin and the Myth of World Revolution: Ideology and Reasons of State,
1917-1920 (Atlanta Highlands, NJ: Humanities Press International, 1989). Según las ideas un tanto peregrinas
de Melograni, Lenin era un realista cuyo objetivo era consolidar la hegemonía de su partido en Rusia y
conseguir el reconocimiento internacional.
7. El congreso de la Segunda Internacional Socialista celebrado en Stuggart en Agosto de 1907 adoptó la
resolución de que el movimiento obrero debía oponerse a una guerra imperialista y expoliadora. Un nuevo
congreso celebrado en Basilea en Noviembre de 1912 confirmaba la posición anterior y justificaba la táctica
revolucionaria contra la guerra imperialista. En caso de estallar la guerra, los Socialistas debían precipitar el
hundimiento del capitalismo por medio de la huelga general y la revolución.
8. V. I. Lenin, Imperialism: the Highest Stage of Imperialism (Nueva York: International Publishers, 1990), pp. 13-
14, 86-9, 95-7, 106-8. Ver también D. Sassoon, One Hundred Years of Socialism (Londres: HarperCollins, 1996),
pp. 27-9; C. Hill, Lenin and the Russian Revolution (Harmondsworth: Penguin, 1971), pp. 99-108; y N. Harding,
Lenin’s Political Thought (Londres: Macmillan, 1983), Vol. 2, pp. 6-14, 35-7, 58-62.
9. V. I. Lenin, The Tasks of the Proletariat in Our Revolution (Londres: Lawrence & Wishart Ltd, sin fecha), pp. 3-
8. La importancia de las Tesis de Abril es enfatizada en R. Service, Lenin, A Political Life (Londres: Macmillan,
1995), Vol. 2, pp. 155-6; Chamberlin, op.cit., Vol. 1, pp. 118-19; Harding, op.cit., Vol. 2, pp. 150-2; y Read,
op.cit., pp. 152-3.

10
FRANCISO ROMERO SALVADÓ

las huelgas masivas en Austria y Alemania, las protestas y barricadas en Italia, confirmaban que la
revolución a escala mundial era inminente y la toma del poder por el proletariado ruso sería su
detonador. 10
Irónicamente, la mayoría del comité central de su partido intentó demorar el lanzamiento
de una insurrección llegando al extremo de quemar cartas de Lenin urgiéndoles a la acción y de que
compañeros del exilio como Grigorii Y. Zinoviev y Lev B. Kamenev incluso dejaran constancia en
el periódico Nóvaya Zhizn, dirigido por Maxim Gorki, su oposición a todo intento prematuro de
tomar el poder por la fuerza. El momento adecuado llegó el 24 de octubre de 1917. Ese día el
Gobierno Provisional decidió clausurar la prensa Bolchevique y el partido, temiendo que se iniciara
una fase represiva, decidió dar un golpe de estado. En 24 horas, marineros y obreros armados,
derribaron al gobierno dirigido por el Socialista Revolucionario Alexandr Kerensky. 11

Humillación y Guerra Civil


Los Bolcheviques habían afirmado que su experimento no podría sobrevivir sin la victoria
de la revolución en Europa. Trotsky llegó a decir que sin una revolución en Alemania lo único que
podían hacer era `pasar unas cuantas proclamas y cerrar la tienda’. 12 Y sin embargo, los
Bolcheviques se encontraron en los meses posteriores a Octubre con una aparente contradicción:
su gobierno parecía consolidarse en Rusia con relativa facilidad, pero las esperanzas de exportar la
revolución se desvanecían estrepitosamente.
En Marzo de 1918 Lenin describió como `la marcha triunfal de los Soviets’ al avance
victorioso de los Comunistas desde sus baluartes urbanos. 13 En medio del caos general,
propagandistas y militantes auxiliados principalmente por 35,000 Fusileros Letones, una de las
pocas divisiones disciplinadas en aquel momento y guardia pretoriana del nuevo régimen, se
desplazaban de estación en estación aplastando los focos locales de disidencia en lo que eran más
escaramuzas que auténticas batallas. 14 La administración soviética tampoco encontró gran
resistencia cuando tras permitir elecciones a una asamblea constituyente que proporcionó una
mayoría a los Socialistas Revolucionarios, la disolvió el día de su apertura en la nueva capital
Moscú. 15
En general, soldados, obreros y campesinos recibieron con entusiasmo los decretos
aprobados por los dirigentes soviéticos: la socialización de las vastas tierras de los terratenientes y
de la iglesia; el control obrero en las fábricas; y la llamada al fin de la guerra imperialista tras una paz

10. Taylor subrayaba que Lenin llevó a cabo la revolución no por Rusia sino por el bien de Europa. Ver
también, Harding, op.cit., Vol. 2, pp. 159-60, 232-3; y F. Claudín, `Crisis del sistema capitalista-imperialista y
revolución socialista en Lenin', en A. Agosti, La crisis del capitalismo en los años 20 (México: Pasado y presente,
1981), p. 30.
11. Después de un fallido levantamiento de los trabajadores en Petrogrado en protesta contra la guerra en
julio de 1917, algunos líderes Bolcheviques fueron arrestados y Lenin pasó a ocultarse en Finlandia en agosto
y septiembre. Tras el estrepitoso colapso de un golpe contra-revolucionario encabezado por el Comandante-
en-jefe del ejército, General Kornilov, y la victoria Bolchevique en las elecciones a los Soviets en Septiembre,
Lenin insistió que el momento había llegado para derribar al Gobierno Provisional. Ante la resistencia de
muchos de sus compañeros, Lenin abandonó su refugio en Finlandia y volvió clandestinamente a Petrogrado
el 10 de Octubre. Acabó ganando el voto, no sin antes haber amenazado con dimitir de su cargo en el partido
y organizar el golpe por su cuenta con los militantes de base. La pugna de Lenin por convencer a los otros
líderes del partido a tomar el poder se puede ver en Service, Lenin, Vol. 2, pp. 212-15, 252-8. Para los cruciales
días de 24-26 Octubre 1917, ver Reed, op.cit., pp. 88-111; Chamberlin, op.cit., Vol. 1, pp. 286-313; Figes, A
People’s Tragedy, pp. 469-94.
12. L. D. Trotsky, My Life (Nueva York: Pathfinder Press, 1970), p. 341. Ver para expresiones de Lenin en
este sentido, M. Liebman, Leninism under Lenin (Londres: Jonathan Cape, 1975), pp. 360-1.
13. Service, Lenin, Vol. 2, p. 281.
14. E. Mawsdley, The Russian Civil War (London: Allen & Unwin, 1987), p. 17.
15. Los Bolcheviques obtuvieron el 25% del voto y 225 escaños contra 420 de los Socialistas Revolucionarios
y el 38% del voto. Naturalmente, lo último que planeaban los Bolcheviques era el entregar el poder tras
perder una elección democrática. Cuando la asamblea ignoró el ultimátum de reconocer al gobierno soviético,
tropas procedieron a clausurar el parlamento.

11
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA

justa sin anexiones ni indemnizaciones. 16 Pero sus mensajes de confraternización no se vieron


coronados con el éxito. De hecho, neófitos en el campo de la diplomacia, pronto experimentaron
una lección brutal en Realpolitik.
Tras la firma de un armisticio el 2 de Diciembre, las negociaciones para un tratado de paz
definitivo comenzaron con los Imperios Centrales en la ciudad fronteriza de Brest-Litovsk. La
delegación soviética encabezada por Trotsky, entonces Comisario de Asuntos Exteriores, trató de
prolongarlas con el objetivo de evitar las durísimas exigencias territoriales alemanas. Pero su
fórmula de `ni paz ni guerra’ acabó desplomándose cuando Alemania en Febrero inició una nueva
ofensiva que derrumbó las menguadas y desorganizadas tropas rusas. En medio del pesimismo
general, Lenin, no sin gran oposición dentro de su propio partido, impuso su decisión de volver a la
mesa negociadora y aceptar una paz, que él calificó de obscena y humillante pero que les permitía
ganar tiempo. El Tratado final, el 3 de Marzo de 1918, fue draconiano. Rusia cedía a Alemania
múltiples territorios, incluyendo Polonia, Lituania, Letonia y Estonia y tenía que reconocer la
independencia de Finlandia, Georgia y Ucrania. Ello privó a Rusia de una tercera parte de su
población y tierra cultivable, del 26 por ciento de sus vías férreas, y de más de tres quintas partes de
su producción de hierro y carbón. 17
Durante los meses siguientes a Brest-Litovsk, el régimen soviético parecía tener sus horas
contadas. Aquel tratado de paz no solo había desgajado territorios cruciales del antiguo imperio
ruso sino dejaba una frontera de miles de millas bajo control alemán, cuya amenaza seguía latente
como demostraba su apoyo al gobierno títere del General Pavlo Skoropadsky en Ucrania, al
régimen cosaco en el Cáucaso del General Pyotr Krasnov, y la ocupación junto a los turcos de Tiflis
y Bakú. Pero si Lenin estaba dispuesto a tolerar, al menos temporalmente, las ambiciones de los
Imperios Centrales como precio para consolidar el nuevo régimen, para amplios sectores de la
población rusa, incluidos los Socialistas Revolucionarios de Izquierda que habían apoyado a los
Bolcheviques en Octubre, era una humillación inaceptable, y para los Aliados era una traición que
les procuraba una excusa para intervenir en los asuntos internos de Rusia.
La mayoría de especialistas coinciden en que la sublevación de la Legión Checoslovaca de
Mayo de 1918 puso fin a la marcha triunfal de los Soviets y transformó la guerra civil rusa en un
conflicto en gran escala. 18 Este era un cuerpo disciplinado y dirigido por sus propios oficiales,

16. Chamberlin, op.cit., Vol. 1, pp. 472-77, 482-4.


17. Enfrentados a las demandas territoriales de Alemania, el Partido Bolchevique casi llegó a escindirse. Una
facción conocida como Comunistas de Izquierda, encabezada por Nikolai Bukharin, quería romper las
negociaciones y emprender una guerra revolucionaria. Lenin, por lo contrario, pensaba que el pueblo ruso no
estaba dispuesto ni preparado para volver a tomar las armas. Era mejor una paz onerosa que una derrota
aplastante que derribaría al régimen. Al principio, estas dos posturas, careciendo ambas de mayoría en el
Comité Central, se avinieron a aceptar la fórmula intermedia propuesta por Trotsky: informar a la delegación
alemana de que `Rusia, al mismo tiempo que se negaba a firmar una paz con anexiones, declaraba el fin de la
guerra’. Alemania respondió que la actitud rusa era una ruptura del armisticio y lanzó el 18 de Febrero una
ofensiva en todo el frente. Trotsky inicialmente se sumó a la posición de Bukharin de esperar si la ruptura del
armisticio producía descontento entre las tropas alemanas. Vista la gravedad de la situación, Trotsky llegó
incluso a estar dispuesto a aceptar las ofertas de ayuda material comunicadas por los embajadores de los
países Aliados. Lenin estuvo entonces de acuerdo en `recibir patatas y municiones de los bandidos
imperialistas’ en contra de la facción de Bukharin que votó por el rechazo de ayuda de los Aliados. Con el
frente roto y la amenaza de que el avance alemán llegase a Petrogrado, el Comité Central finalmente aprobó la
propuesta de Lenin de aceptar el ultimátum alemán del 23 de Febrero que endurecía las demandas previas.
Ver Service, Lenin, Vol. 2, pp. 317-22; White, op.cit., pp. 179-80; Chamberlin, op.cit., Vol. 1, pp. 389-408; Figes,
A People’s Tragedy, pp. 536-51. Para Melograni (op.cit., pp. 4-7), la aceptación de la paz impuesta por Alemania
confirma la tesis de que Lenin nunca había creído en una revolución global y solo le interesaba la
consolidación del poder soviético en Rusia.
18. A parte del libro ya citado de Mawsdley, otros trabajos importantes sobre la guerra civil rusa son J.
Bradley, Civil War in Russia, 1917-1920 (Londres: Bastford, 1975); y G. Swain, Russia’s Civil War (Charleston:
Tempus, 2000). Para obras especializadas en particulares regiones véase el excelente trabajo sobre Siberia de J.
D. Smele, Civil War in Siberia. The Anti-Bolshevik Government of Admiral Kolchak (Cambridge: Cambridge
University Press, 1996); para la zona del Volga, véase O. Figes, Peasant Russia, Civil War. The Volga Countryside
in the Revolution, 1917-21 (Oxford: Clarendon Press, 1989); no hay ningún trabajo destacable sobre el sur de

12
FRANCISO ROMERO SALVADÓ

formado por unos 40,000 antiguos prisioneros del imperio austro-húngaro de origen checo. Tras
haber participado en la desafortunada ofensiva rusa de Junio de 1917, el Gobierno Provisional y
luego la administración soviética habían acordado repatriarles a Francia en una operación gigantesca
que suponía viajar casi medio mundo: en tren desde sus bases en Ucrania hasta Vladivostok desde
donde se les embarcaría rumbo a América y de allí a los campos de batalla en el frente Occidental.
Mutuas sospechas entre los Bolcheviques y los Checoeslovacos pronto dieron lugar a choques
armados. La fragilidad del poder soviético se manifestó en toda su intensidad cuando en menos de
dos meses, los Checoslovacos limpiaron de tropas rojas la zona del Volga y los Urales facilitando la
emergencia allí de una administración rival con capital en Samara, el llamado Komuch, que acogía a
un número elevado de diputados de la Asamblea Constituyente. Al mismo tiempo, batallones
Checoslovacos distribuidos en una larga línea desde el Volga hasta Vladivostok se apoderaron de las
estaciones ferroviarias y centros de comunicación que cruzaban la vasta región de Siberia. 19
Durante los meses siguientes, fuerzas anti-Bolcheviques comenzaron a surgir por doquier.
Regiones no rusas del antiguo imperio zarista se declararon independientes de Moscú. Los
Socialistas Revolucionarios iniciaron una campaña de insurrecciones y actos terroristas. En Julio,
asesinaron al embajador alemán en Rusia, Conde Wilhem von Mirbach, con la vana esperanza de
provocar un conflicto con Alemania que abrogara el tratado de Brest-Litovsk. Esta operación fue
seguida por un levantamiento en Moscú que fue aplastado tras luchas cruentas en las calles. En
Agosto, el mismo Lenin resultó gravemente herido tras ser víctima de un atentado cuando se
disponía a tomar su automóvil a la salida de una fábrica donde acababa de dar una conferencia. 20
También, desde la primavera de 1918, los Aliados comenzaron a intervenir en Rusia. Los
servicios de inteligencia británicos organizaron una serie de operaciones con el objetivo de derribar
a los Bolcheviques y reabrir el frente Oriental. Entraron en contacto con la red secreta dirigida por
Boris Savinkov, antiguo ayudante de Kerensky en el ministerio de la guerra del Gobierno
Provisional, e incluso intentaron sobornar a oficiales de los Fusileros Letones a cuyo cargo estaba la
seguridad del Kremlin. Todo acabó en estrepitosos fracasos incluyendo el asalto Bolchevique a la
embajada británica en la que murió su agregado naval, el Capitán Cromie, y la detención de Robert
Bruce Lockhart que estaba a cargo de la misión diplomática de este país. 21 Simultáneamente, los
Aliados comenzaron a enviar expediciones militares. Tropas japonesas desembarcaron en abril en
Vladivostok, alcanzando la cifra para fines del año de 72.000 soldados. En esta zona de Siberia
Oriental, pronto se congregaron misiones militares de todos los países Aliados. Tropas británicas
desembarcaron en junio en los puertos árticos de Arcángel y Murmansk y junto a fuerzas francesas
en los puertos del Mar Negro en el sur de Rusia. Este despliegue militar se justificaba como medida
necesaria para proteger los depósitos de armas y los arsenales. En realidad, su auténtico objetivo era
reabrir el frente Oriental lo que parecía inextricablemente ligado a la destrucción del régimen
Bolchevique. Y, en efecto, desde las zonas periféricas dominadas por los Aliados se organizaron los
ejércitos Blancos que dirigidos por antiguos oficiales zaristas comenzaron su marcha hacia el centro
de Rusia. 22

La Marea Roja llega a Europa


Trotsky escribió que todo parecía perdido en el verano de 1918. Las ciudades sufrían
hambre y la producción se encontraba paralizada por falta de materias primas. Los Soviets estaban
cercados y el territorio bajo su control reducido a los dominios del antiguo principado moscovita

Rusia pero es de interés el consultar las memorias de A. Denikin, The White Army (Cambridge: Ian Faulkner,
1992).
19. Smele, op.cit., pp. 25-7, 34-6; Figes, Peasant Russia, pp. 163-7.
20. Para los sucesos en torno al asesinato del embajador alemán ver Pipes, op.cit., pp. 638-45; Service, Lenin,
Vol. 3, pp. 12-15, 30-32; y Figes, A People’s Tragedy, pp. 632-3. Una vez más, la disciplina de los Fusileros
Letones fue crucial en la supresión del levantamiento de los Socialistas Revolucionarios de Izquierda. Una
versión tradicional del atentado contra Lenin se puede encontrar en Chamberlin, op.cit., Vol. 2, pp. 64-5.
21. B. Lockhart, Memoirs of a British Agent (Londres: Shenval Press, 1932), pp. 201, 263, 276-7, 291, 314-41;
véase también Chamberlin, op.cit., Vol. 2, pp. 68-9.
22. Mawdsley, op.cit., pp. 50-4.

13
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA

del Siglo XV, una quinta parte de lo que había sido el imperio zarista en 1913. El resto del país
estaba en manos de un total de hasta 23 diferentes gobiernos muchos de ellos armados por los
Aliados. 23
En el otoño de 1918, la situación internacional, sin embargo, cambió drásticamente. De
estar prácticamente contra las cuerdas, el Bolchevismo pareció comenzar a extenderse como una
marea roja a través del continente. La gran ofensiva alemana de primavera había claramente
fracasado en el verano. Ante los contraataques Aliados y la llegada de los gigantescos refuerzos
humanos y materiales de los Estados Unidos, el estado mayor alemán, consciente que la derrota era
solo cuestión de tiempo, aconsejó al Káiser a que formara un gobierno democrático que se
encargase de la amarga tarea de solicitar un armisticio. Los acontecimientos se aceleraron cuando
marinos de la base de Kiel se amotinaron el 28 de Octubre y su rebelión dio lugar a una revolución
que barrió a su paso a las autoridades del Reich. A pesar de la escasez en Rusia, un eufórico Lenin
ordenó el enviar 2 trenes cargados de grano para ayudar a los camaradas alemanes. 24
El colapso de Los Imperios Centrales en otoño de 1918 inició una era de actividad
revolucionaria desconocida desde 1848. 25 Alemania entró en un periodo de incertidumbre política.
Como en Rusia tras Febrero, consejos de obreros y soldados controlaban la situación en todas las
ciudades más importantes. En abril, Baviera se declaró República soviética. Simultáneamente, el
Imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo estalló y se rompió entre sus diferentes nacionalidades.
Austria vio su ejército imperial reemplazado por milicias de voluntarios obreros (Volkswehr). Su
capital fue bautizada como la Viena Roja por la fuerza impregnable de los Socialistas. Una república
liberal fue instalada en Hungría que a su vez fue reemplazada por un régimen soviético en Marzo de
1919 bajo la presidencia del Comunista Béla Kun.26
La efervescencia social no se limitó a los derrotados en la Guerra sino alcanzó todos los
rincones del continente. El mensaje de Lenin llamando a la confraternización revolucionaria tras
largos años de un conflicto imperialista salvaje alentó reivindicaciones, esperanzas e iniciativas de
millones de trabajadores que alcanzaron niveles nunca vistos.
Incluso, países de tradición democrática y que habían surgido victoriosos de la guerra se
vieron sacudidos por esta marea roja. Francia experimentó un ciclo de huelgas sin precedentes en
1919 y 1920. Incluso, la tradicionalmente estable Gran Bretaña sufrió amotinamientos de tropas e
inusitada agitación obrera en el sur de Gales, Liverpool, Belfast y Londres. Fue incluso necesario el
uso de tanques para dispersar las manifestaciones obreras en Glasgow.27 A pesar de su neutralidad
durante la contienda, España se vio también inmersa en este ciclo revolucionario. Las esperanzas
suscitadas por el Bolchevismo, la crisis de subsistencias y la continua alza de precios generaron un
período de inusitada violencia social conocido como el Trienio Bolchevique. En clara descomposición
política, los efímeros gobiernos liberales en Madrid se mostraban impotentes ante las huelgas fabriles y

23. Smele, op.cit., p. 2; Read, op.cit., p. 194.


24. Liebman, op.cit., pp. 380-1.
25. Para estudios comparativos de agitación social durante este período véase, por ejemplo, C. Wrigley (ed.),
Challenges of Labour (Londres: Routledge, 1993); C. Bertrand, Revolutionary Situations in Europe, 1917-1922:
Germany, Italy, Austria-Hungary (Montreal: Concordia University and the University of Quebec Press, 1977); y
D. Geary, European Labour Protest, 1848-1939 (Londres: Crook Helm, 1984).
26. Entre la bibliografía sobre el momento revolucionario en Europa Central ver por ejemplo, A. J. Ryder,
The German Revolution of 1918: A Study of German Socialism in War and Revolt (Cambridge: Cambridge University
Press, 1967); S. Haffner, Failure of a Revolution. Germany 1918-1919 (Nueva York: Library Press, 1972); F. L.
Carsten, Revolution in Central Europa, 1918-1919 (Aldershot: Wilwood House, 1988); H. Gruber, Red Viena:
Experiment in Working Class Culture, 1919-1934 (Oxford: Oxford University Press, 1991); C. Harman, The Lost
Revolution. Germany 1918 to 1923 (Londres: Bookmarks, 1997).
27. Para el caso británico ver W. Kendall, The Revolutionary Movement in Britain, 1900-1921 (Londres:
Weidenfeld & Nicholson, 1969); R. Challinor, The Origins of British Bolshevism (Londres: Crook Helm, 1977); y
M. H. Cowden, Russian Bolshevism and British Labour, 1917-1921 (Boulder: East European Monographs, 1984).
Para el caso francés ver R. Wohl, French Communism in the Making, 1914-1924 (Stanford: Stanford University
Press, 1966); y M. Adereth, The French Communist Party: A Critical History, 1920-1984 (Manchester: Manchester
University Press, 1984).

14
FRANCISO ROMERO SALVADÓ

las insurrecciones en el campo andaluz. 28 Italia se vio sacudida por una conmoción semejante durante
el llamado Biennio Rosso. Con su economía en bancarrota y carestía de productos de primera
necesidad, la clase política liberal de la preguerra entró en un proceso de crisis. El Partido Socialista
(PSI) dirigido por una facción maximalista obtuvo la minoría parlamentaria más grande en las
elecciones de 1919. Campesinos ocuparon propiedades mientras su sindicato (Federterra) imponía su
control del mercado laboral. En septiembre de 1920, en un auténtico despliegue de poder, medio
millón de obreros metalúrgicos, organizados en consejos (Commissioni Interne), ocuparon sus fábricas. 29
En medio de la agitación social reinante, los Bolcheviques tomaron el paso decisivo de
crear una nueva organización que reemplazase a la quebrada Segunda Internacional. El primer
Congreso de la III Internacional (Comintern) se produjo en Moscú en marzo de 1919. 30 Era tal la
confianza del momento que su primer presidente, Grigorii Zinoviev, declaró que el movimiento
revolucionario avanzaba como una marea incontenible. En un año, añadía Zinoviev, nos habremos
olvidados de la presente lucha por una Europa Comunista, porque para entonces toda Europa ya lo
será. 31
Un año después, Europa no era comunista pero el optimismo revolucionario parecía
confirmarse por los hechos. En Julio de 1920, unos 200 representantes de las principales
organizaciones obreras del mundo acudieron a Moscú para asistir al segundo congreso del
Comintern. Para entonces, todas las tropas extranjeras con excepción del Japón habían evacuado el
territorio ruso y los Blancos, quitando algunos pequeños bolsillos de resistencia, habían sido
derrotados. Además, tras haber rechazado una ofensiva Polaca lanzada en Abril, el Ejército Rojo
había cruzado el Río Vístula y marchaba hacía Varsovia. El mismo Lenin, convencido de que
obreros y campesinos polacos recibirían como liberadores a los soldados rojos, había desestimado
las objeciones de Trotsky y ordenado la invasión de Polonia. Una Polonia Comunista serviría de
puente para llegar al objetivo más codiciado, Alemania, y de ahí al resto del continente. 32
Ante la apuesta revolucionaria preconizada por Rusia, las clases dirigentes y burguesías de
Occidente reaccionaron con una combinación de desdén y hasta delusión hacia la viabilidad del
régimen soviético, mezclados con pánico e histeria. Así coexistían noticias contradictorias y hasta
ridículas. Por un lado, se insistía que los Bolcheviques no podían durar en el poder y se anunciaba
con entusiasmo desde la captura de Moscú o Petrogrado por los Blancos hasta tramas inverosímiles
en que Lenin había ordenado la ejecución de Trotsky o viceversa. Por el otro, cuando no estaban
apunto de ser barridos del poder o conspirando entre ellos, según otros rumores apocalípticos, los
jefes bolcheviques parecían encontrar tiempo para dirigir personalmente la revolución en cualquier

28. El campo andaluz y Cataluña fueron los lugares más afectados por la lucha social. Ver entre la abultada
bibliografía sobre estos años J. Díaz del Moral, Las agitaciones campesinas del período bolchevista (Madrid: Biblioteca
de la Cultura Andaluza, 1985); A. Balcells, El Sindicalisme a Barcelona, 1916-1923 (Barcelona: Nova Terra,
1965); G. Meaker, The Revolutionary Left in Spain 1914-23 (Stanford: Stanford University Press, 1974); F. del
Rey, Propietarios y patronos. La política de las organizaciones económicas en la España de la Restauración, 1914-1923
(Madrid: Ministerio de Trabajo, 1992); J. Avilés Farre, La fe que vino de Rusia: la revolución bolchevique y los
españoles, 1917-1931 (Madrid: Biblioteca Nueva, 1999).
29. Para el caso Italiano ver J. M. Cammet, Antonio Gramsci and the Origins of Italian Communism (Stanford:
Stanford University Press, 1969); G. A. Williams, Proletarian Orden: Antonio Gramsci, Factory Councils and the
Origins of Italian Communism 1911-1921 (Londres: Pluto Press, 1975); P. Spriano, The Occupation of the Factories:
Italy 1920 (Londres: Pluto Press, 1975); M. Clark, Antonio Gramsci and the Revolution that Failed (New Haven:
Yale University Press, 1977).
30. El llamamiento inicial a acudir a Rusia al Congreso fundacional de la III Internacional tuvo lugar el 24 de
Diciembre de 1918. Ver J. Riddell (ed.), Founding the Communist International: Proceedings and Documents of the First
Congress, March 1919 (Londres: Pathfinder Press, 1987). Véase también G. Nollau, International Communism and
World Revolution (London: Hollis and Carter Ltd, 1961), pp. 42-5; K. McDermott & J. Agnew, The Comintern
(Londres: Macmillan, 1996), pp. 12-14.
31. Riddell, op.cit., pp. 22-3.
32. E. Malcolm Carroll, Soviet Communism and Western Opinion, 1919-1921 (Chapel Hill: The University of
North Carolina Press, 1965), pp. 79-82, 184.

15
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA

rincón de Europa y se acusaba al increíblemente inagotable oro soviético de estar detrás de cada
conflicto social o protesta popular. 33
Tanto la prensa conservadora como la liberal circulaban todo tipo de profecías sobre el
infame régimen soviético y sus efectos perniciosos fuera de sus fronteras. Así Le Temps en Francia
insistía en `Le Peril Rouge’, en Inglaterra, The Morning Post, The Daily Telegraph y The Times hablaban del
cáncer rojo. En este clima de paroxismo, las elecciones en Francia y Gran Bretaña, en Noviembre y
Diciembre de 1918 respectivamente, retornaron con amplias mayorías a gobiernos de derechas.
Incluso más que la vieja Europa, los Estados Unidos vivió días de histeria. Su Presidente Woodrow
Wilson extendió su apoyó a las iniciativas de su Fiscal General, Alexander Mitchell Palmer, que veía
Comunistas detrás de cada arbusto. En un auténtico precedente a la caza de brujas del Senador
Joseph McCarthy en los años 50, Palmer reclutó a un entonces muy joven John Edgar Hoover
como ayudante al frente de la División General de Inteligencia (General Intelligence Division) cuyo
objetivo era el del descubrir los `complots Bolcheviques’. Así en 1919 y 1920, durantes las llamadas
`Redadas de Palmer’ (Palmer Raids), organizaciones izquierdistas y sindicatos obreros fueron
infiltrados, miles de sospechosos fichados y muchos de ellos encarcelados sin juicio, unos 10.000
residentes extranjeros arrestados y cientos de ellos deportados. 34
Naturalmente, España no se vio libre de la histeria fantástica de los tiempos. Como ejemplos
elocuentes se puede mencionar los despachos diplomáticos e informes policiales en que se acusaba a
destacados miembros del ala reformista del Partido Socialista Obrero Español como Andrés Saborit y
Francisco Largo Caballero de trabajar para Moscú y recibir oro soviético vía Suiza. El órgano católico
de prensa, El Debate, advertía en sus editoriales del espectro rojo, tildado de ser la raíz del mal, que
avanzaba peligrosamente por Europa. Según sus fuentes, había la no despreciable cifra de 100,000
Bolcheviques en Barcelona donde existía un comité soviético revolucionario que planeaba una
insurrección en España. Siempre bien informado, un eufórico El Debate también publicaba meses
después el derrumbe del régimen soviético tras la caída de Petrogrado. Un coronel de la guardia
civil, estacionado en la capital catalana, informaba al director de ese cuerpo de que agentes
soviéticos estaban distribuyendo millones de pesetas para financiar la revolución. Incluso un
periódico más progresista como El Sol titulaba que Lenin había desembarcado en Barcelona para
encabezar una revuelta. Con tales noticias, no es sorprendente que el político monárquico Catalán
Joaquín María Nadal escribiese que era tal el pánico al Bolchevismo que parecía que los rusos ya
habían tomado el distrito de Sants, 35 ni de que se demandasen medidas de excepción que incluían
barrerlos de la calle a tiros (`a fuerza de sangre’) como pedía el órgano castrense, la Correspondencia
Militar, o encerrarlos en un manicomio como sugería el Carlista Correo Catalán. 36
Las autoridades españolas no llegaron a aquellos extremos, pero colaboraron ávidamente con
los Aliados en la campaña contra el Bolchevismo. En Enero de 1919, se confirmó al gobierno británico
la voluntad de participar en el bloqueo internacional de la Unión Soviética y de perseguir a sus agentes
en territorio español. Incluso se aceptó el nombramiento del Capitán Guy D. Williams al frente de un
Departamento especial de lucha contra el Comunismo. Al mismo tiempo, se inició una autentica
caza del rojo, campaña que instigaba el embajador británico, Arthur Hardinge. Así refugiados y
nacionales de países del este de Europa y Alemania eran descritos en fantásticos informes como
miembros de la revolución internacional, poseedores de cantidades inmensurables de dinero
soviético para financiar todo tipo de actos subversivos, a menudo en colaboración con miembros

33. Lockhart (op.cit., pp. 196-7, 236, 238) señaló esa combinación entre una fe ciega en la inminente caída del
régimen de Lenin y las disensiones internas entre sus jefes con el miedo a sus consecuencias.
34. Carroll, op.cit., pp. 8-10, 17, 35, 39.
35. El Debate (1 y 17 Enero, 2 y 10 Febrero, 1 Marzo 1919, 20 Febrero 1920; la caída de Petrogrado: 15-16, 18
Octubre 1919); El Sol (16 Enero 1919). Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE), H2770, despacho
del embajador español en Francia sobre Socialistas españoles financiados por dinero soviético vía Suiza (8
Diciembre 1918); Archivo Histórico Nacional (AHN), Serie A Gobernación, Leg. 17A, Exp. 1, nos. 199 y 401,
despachos policiales sobre la inminente llegada a Barcelona desde Suiza de agentes rusos para encontrar a su
colaborador Largo Caballero (31 Enero y 10 Febrero 1919); AHN, Leg. 17 A, Exp. 2, colaboración con la
embajada británica en la vigilancia de las `actividades peligrosas del agente soviético Largo Caballero’ durante
su viaje a Andalucía (6-7 Noviembre 1920); AHN, Leg. 17A, Exp. 1, carta del Coronel Subinspector del 21
Tercio de Barcelona de la Guardia Civil (5 Enero 1919).
36. El Correo Catalán (5 Febrero 1919).

16
FRANCISO ROMERO SALVADÓ

de los antiguos servicios de inteligencia de Alemania. Desde finales de 1918 hasta 1923, cientos de
súbditos de aquellos países fueron arrestados y se les dio cinco días para liquidar sus bienes antes de
ser deportados. 37 El Rey Alfonso XIII era consciente y partidario de estas operaciones policiales.
De otra manera, como le confiaba al embajador británico, la infección se podía extender por
España. 38
La persecución indiscriminada de extranjeros llevó al entonces joven diputado socialista
Indalecio Prieto a advertir a la gente a no ponerse pieles de abrigo a pesar de las inclemencias del
tiempo. La brillante policía española, sugería Prieto, les podía tomar por rusos y deportarles. 39 Prieto
no estaba del todo equivocado en su evaluación de la calidad de los servicios de seguridad
españoles. Mientras cientos de inocentes eran expulsados, los auténticos agentes del Comintern,
llegados a España en Diciembre de 1919, no fueron detectados incluso después de que su presencia
fuera relevada por el diario pro-Comunista, España Nueva, el 20 de Febrero de 1920. De hecho, los
personajes de aquella misión distaban mucho de la imagen terrible del típico agente del Comintern:
profesional, astuto y cargado de oro. Estaba encabezada por el ruso Mikhail Gruzenberg (Borodin)
acompañado del revolucionario indio y veterano de la lucha contra el imperialismo británico
Narendranath Bhattacharya, conocido como M.N. Roy, que viajaba bajo el nombre de Robert Allen
con su mujer Helen y un activista estudiantil norteamericano, Charles Philips, que había escapado a
Méjico para evitar ser llamado a filas y viajaba con un pasaporte mejicano como Jesús Ramírez. Por
el relato dejado por este último, cuyo conocimiento del castellano le hizo actuar de interprete,
sabemos que llegaron a España, de la cual no sabían nada, por accidente pues se encontraban de
camino a Moscú donde iban a acudir en representación del recién creado Partido Comunista de
Méjico. Su éxito fue bien modesto: la creación del primer Partido Comunista Español, un grupo sin
apenas militantes ni impacto pues era el resultado de la escisión de una parte de las Juventudes
Socialistas que sería descrito por sus mayores en el PSOE como el partido de los 100 niños.
Acuciados por dificultades pecuniarias, el mismo Ramírez a penas podía pagar el alquiler de una
habitación en casa del hermano del futuro secretario del PCE, Ramón Merino Gracia. El flamante
nuevo Partido Comunista apenas tenía fondos para sacar su órgano de prensa, El Comunista, y como
uno de sus primeros militantes, Juan Andrade, confesó en sus memorias, solo sobrevivían a base de
dar sablazos a amigos. 40

37. AHN, Leg. 17A, Exp. 1: despacho del Presidente del Gobierno Conde de Romanones al embajador
británico confirmando la colaboración de España con los Aliados en su lucha contra el Bolchevismo (3-4
Enero 1919); nombramiento del Capitán Williams (25 y 27 Junio 1919). Hay copiosa información sobre
expulsiones de súbditos extranjeros desde 1919 hasta 1923, ver por ejemplo, AMAE, H2766 y H3024; AHN,
Leg. 2A, Exp. 16; Leg. 3A, Exp. 15, Leg. 17A, Exp. 1, Leg. 35A, Exp. 1 y Leg. 42A, Exp. 3 y 4. También hay
numerosos informes sobre la supuesta colaboración entre agentes soviéticos y alemanes: Biblioteca de la Real
Academia de la Historia, Archivo del Conde de Romanones (AR), Leg. 96, Exp. 33 (6 Abril 1919); AHN, Leg. 42A,
Exp. 3, no. 130 (31 Enero) and 66 (3 Febrero 1919); National Archives, Foreign Office Papers (FO), 371-
4120/35473, despacho de Hardinge to Lord Curzon (28 Febrero 1919); FO 371-4122/53218, informe de
Hardinge (5 Abril 1919); FO 371-4120/148793, informe del Cónsul-General en Barcelona Arthur L. Rowley
(30 Octubre 1919).
38. FO 371-4118/20803, informe de Hardinge (2 Febrero 1919).
39. AR, Leg. 10, Exp. 14 (19 Enero 1919).
40. Una copia de la narrativa escrita en inglés de las actividades de esta misión se encuentra en la Fundación
Pablo Iglesias, AAVV-CV, The Communist International, Reports from Spain (16). Ver también A. Elorza & M.
Bizcarrondo, Queridos Camaradas (Madrid: Planeta, 1999), pp. 19-29; L. Arranz, `Los primeros pasos de la
Internacional Comunista en España', en J. Tusell et al., La política exterior de España en el Siglo XX (Madrid:
UNED, 1997), pp. 41-51; y Avilés, op.cit., pp. 116-23. También de interés son las obras biográficas de M.
Caballero, La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, 1919-43 (Caracas: Nueva Sociedad: 1987),
pp. 60-1, 67, 81-2; C. Shipman, It had to be Revolution (Ithaca: Cornell University Press, 1993), pp. 92-4; y M.N.
Roy, Memoirs (Londres: George Allen and Unwin Ltd, 1964), pp. 234-5. Para lo de las dificultades económicas
ver J. Andrade, Recuerdos Personales (Barcelona: Serbal, 1983), carta de Andrade a Geers (25 Diciembre 1920),
p. 170.

17
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA

Razones del Fracaso


El triunfo del Bolchevismo en Rusia inició un ciclo revolucionario de una intensidad que
había sido desconocida por generaciones. Su impacto tanto como modelo político como centro de
la revolución duraría décadas e influenciaría la diplomacia internacional. Sin embargo, más allá de la
leyenda fabricada tanto por sus partidarios como por sus acérrimos enemigos, el alcance de su
desafío al orden burgués fue muy limitado. El pavoroso `espectro rojo’ a punto de conquistar el
mundo nunca llegó a materializarse. La debacle en Polonia, cuando en contra de las expectativas de
Lenin las clases obreras de aquel país prefirieron la patria a la clase y el Ejército Rojo fue derrotado
a las puertas de Varsovia, seguido por el fracaso estrepitoso de una insurrección Comunista en
Alemania en Marzo de 1921, cerraron definitivamente el ciclo revolucionario abierto en Octubre de
1917. 41 No solo la revolución mundial fracasó sino, también salvo en contadas ocasiones, los
Partidos Comunistas nunca ganaron para su causa a mayorías obreras. Solo tras la Segunda Guerra
Mundial, y por la lógica de las armas que no de sus principios, la Unión Soviética fue capaz de
imponer su sistema político en el este de Europa.
Un conjunto de factores explica porque las posibilidades estructurales de éxito de la
universalización de la experiencia bolchevique fueron siempre escasas.
El antiguo Secretario General del Partido Comunista Italiano (1924-1926), Antonio
Gramsci, escribiendo en prisión y analizando el fracaso revolucionario en su país seguido por el
meteórico ascenso al poder del Fascismo, señaló que Rusia era el único estado en el que el tipo de
asalto frontal protagonizado por los Bolcheviques podía haber triunfado. El Zarismo, una
autocracia arcaica, gobernaba con mano de hierro, y su hegemonía se basaba en la represión. Este
régimen no solo poseía un apoyo social muy limitado sino que además su intransigencia obligaba a
la oposición a adoptar vías revolucionarias. Al contrario, debido a la mayor complejidad de sus
sociedades civiles, la hegemonía de las clases gobernantes en Occidente se basaba en una
combinación de consentimiento popular con la utilización de fuerza solo como último recurso. La
existencia aquí de sistemas constitucionales, más o menos genuinos, con sus parlamentos,
sindicatos, partidos y libertades cívicas facilitaban el alcance de compromisos para solucionar los
conflictos sociales. 42
Sin el estallido de la guerra es difícil comprender primero la caída de la autocracia y
después el triunfo de los Bolcheviques. Las constantes derrotas en el frente y escándalos en la corte,
agudizaron la crisis de autoridad del régimen, diezmaron a la oficialidad y facilitaron la labor de los
revolucionarios. Lloyd George reconoció que para el verano de 1917 el clamor por un armisticio en
Rusia era universal y con su moral arruinada, las tropas desertaban en masa para volver a sus
hogares. 43 Como el único partido identificado con la paz, los Bolcheviques en pocos meses ganaron
el apoyo del proletariado y de los soldados. 44 Sus promesas del reparto de las tierras les aseguró no
quedar aislados en sus baluartes urbanos y acabar siendo estrangulados por un mundo rural hostil.
Esta dinámica no se podía reproducir en otros estados que poseían unas clases medias y pequeño
burguesas significativamente mayores y que se caracterizaban por su conservadurismo social. El
programa de socialización de las tierras también tenía un impacto menor pues aquí existían
porcentajes importantes de campesinos con pequeñas propiedades y fervorosamente religiosos eran
tan adversos a experimentos sociales como los grandes terratenientes. 45 Ciertamente, la sangría en
los frentes, escasez de productos básicos y alzas de precios facilitó el mensaje radical de Lenin. Sin
embargo, tras la firma del armisticio, la normalización de la economía, la reorganización del trasporte y
el suministro de alimentos se convirtió en el principal objetivo de los ciudadanos.

41. Service, Lenin, Vol. 3, pp. 119-20, 126, 136-7; Carroll, op.cit., pp. 103-5, 114-15, 119, 202-7, 217-19, 250.
42. Q. Hoare & G. Nowell Smith (eds y trad.), Selections from the Prison Notebooks of Antonio Gramsci (Londres:
Lawrence and Wishart, 1986, pp. 232, 235-8, 276; D. Forgacs (ed.), A Gramsci Reader (Londres: Lawrence and
Wishart, 1988), pp. 189-90, 227-30, 234-6, 306-7.
43. D. Lloyd George, War Memoirs (Londres: Odham Press, 1938), Vol. 2, pp. 1526, 1540.
44. Según Figes (A People’s Tragedy, p. 416), el General ruso Brussilov, llegó a decir que los soldados habrían
estados dispuestos a aceptar el regreso del Zar si esto les hubiese traído la paz.
45. Un análisis comparativo entre la revolución en Rusia y Alemania se puede encontrar en D. Geary,
`Revolutionary Berlin’, en Wrigley, op.cit., p. 39.

18
FRANCISO ROMERO SALVADÓ

Simultáneamente, las grandes potencias jugaron un papel activo en la lucha contra el


Bolchevismo. Como ya hemos mencionado, el Tratado de Brest-Litovsk originó el envío de
expediciones militares pero, naturalmente, con la suerte de la guerra jugándose en aquel momento
en los campos de batalla de Francia, las tropas y material enviadas a Rusia eran claramente
insuficientes para intentar la invasión de un estado de tal tamaño. Una vez firmado el armisticio en
el otoño, la idea de emprender una gran cruzada que estrangulase al Bolchevismo ganó fuerza y fue
apoyada por figuras tan importantes como el ministro británico de la guerra Winston Churchill, el
Primer Ministro francés Georges Clemenceau y el Comandante en Jefe de las fuerzas Aliadas, el
Mariscal Foch. Sin embargo, tal esfuerzo bélico y económico, era algo que ni sus poblaciones ni sus
soldados estaban dispuestos a tolerar. De hecho, la influencia propagandística de los Soviets mermó
rápidamente la ya baja moral de las tropas expedicionarias. El pánico surgido tras el estallido de
motines en la flota francesa del Mar Negro en abril de 1919 obligó a abandonar toda idea de
organizar una cruzada gigantesca en suelo Ruso y en su lugar a comenzar la evacuación. 46
Los gobiernos Occidentales pues se limitaron a confiar en que su abastecimiento de los
ejércitos Blancos fuese suficiente para decidir el curso de la guerra civil rusa. De hecho, sin el
concurso diplomático, material y económico de los Aliados, el impacto de los Blancos habría sido
efímero. Tal era la dependencia del Almirante Alexandr Kolchak, que en su apogeo a principios de
1919 llegó a controlar un vastísimo territorio que abarcaba desde los Urales hasta el Pacífico, que en el
momento de su descalabro en el otoño de 1919 y abandono apresurado de material, el General Alfred
Knox, a cargo de la misión británica en Siberia, llegó a recibir un telegrama en que los Bolcheviques le
agradecían profusamente el armar y vestir a sus tropas. 47 Un papel similar jugaron Británicos y
franceses armando y financiando los otros principales Generales Blancos: Anton Denikin que al frente
del llamado `Ejército Voluntario’ tenía sus bases en Crimea y el Cáucaso, y Nikolai Yudenich que
comandaba el llamado `Ejército del Noroeste’ basado en Estonia.48
A pesar de la copiosa ayuda externa recibida, los Blancos estaban destinados al fracaso.
Nunca presentaron un frente compacto sino actuaron sin apenas coordinación como un conjunto
de señores de la guerra dispersos en la vasta superficie de Rusia. Además su ideología centralista y
reaccionaria anclada en el mundo anterior a 1914 les condenó definitivamente a la derrota:
enajenándose tanto a las minorías nacionales no rusas como a la inmensa mayoría de la población,
campesinos sin tierra. Así para los Blancos un descalabro en el frente era equivalente al colapso
bélico. Una vez, perdida la iniciativa, su retirada tomaba pronto el cariz de desintegración pues sus
soldados, en su mayoría campesinos enlistados a la fuerza, desertaban en masa y sus líneas de
suministro eran arrasadas por los ataques de partisanos y guerrillas locales. 49
La derrota de los Blancos supuso un revés para el objetivo de los Aliados de estrangular al
régimen soviético. Sin embargo, su intervención contribuyó primero a conseguir un margen de
tiempo crucial para aislar a los Bolcheviques del continente y después a dejar a la Unión Soviética
en tal estado de miseria que era imposible que sus dirigentes pudiesen utilizar sus escasos recursos
económicos con prodigalidad en financiar revoluciones. La hecatombe de la guerra civil rusa había
dejado un balance de diez millones de bajas - menos de un millón habían perecido en los campos
de batalla, el resto fueron víctimas del hambre, el frío y las epidemias. 50
Por último, la política sectaria e intransigente del Comintern contribuyó a profundizar las
divisiones en la izquierda europea y con ello a mermar las posibilidades de exportar el modelo
bolchevique. Durante su segundo congreso, la Internacional Comunista intentó resolver el dilema de si

46. E. H. Carr, The Bolshevik Revolution, 1917-23 (Londres: Macmillan, 1953), Vol. 3, p. 134.
47. Smele, op.cit., pp. 71-5, 94-107, 480.
48. Ver Pipes, op.cit., pp. 66-79; Mawdsley, op.cit., pp. 144, 167, 214; Bradley, op.cit., pp. 73-81, 139-42; Swain,
op.cit., pp. 104, 110.
49. Según R. Pipes, Russia under the Bolshevik Regime, 1919-24 (London: Fontana Press, 1994), pp.10-11;
Mawdsley, op.cit., pp.196-200; y Smele, op.cit., pp. 289-306, 449, 672-7, debido a su situación geográfica, el
chovinismo de los Generales Blancos se tradujo en un suicido militar. Otros autores subscriben la tesis que la
actitud del campesinado ruso, 80% de la población, fue el factor más importante en la victoria Bolchevique.
Véase O. Figes, `The Red Army and Mass Mobilization during the Russian Civil War’, Past and Present, no. 129
(Noviembre 1990), pp. 168-211.
50. Smele, op.cit., p. 1.

19
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA

crear una organización de masas, con el subsiguiente riesgo de disolver la pureza doctrinal, o de élites
de profesionales de la revolución, con el peligro de atraer solo a una minoría de la clase obrera. La
introducción de 21 condiciones de ingreso inclinó la balanza hacia el establecimiento de una estructura
centralizada y jerarquizada cuyos miembros fuesen organizados a imagen y semejanza del partido
ruso y sujetos a aceptar las instrucciones acordadas en Moscú. A nivel teórico, parecía lógico
establecer una organización que en estrategia e ideología fuese diferente a una Segunda Internacional
cuya incoherencia se había relevado con el estallido de la Primera Guerra Mundial y su burdo
determinismo histórico confirmado por la misma existencia del estado soviético. Por ello, los líderes
soviéticos aspiraban a que la nueva Internacional reuniese solamente a auténticos revolucionarios y para
ello debía contener un filtro - las 21 condiciones - para impedir la entrada de tanto los llamados Social
Chovinistas como también los Centristas (aquellos que vacilaban se acercaban a los Bolcheviques pero
en la práctica actuaban como reformistas).51
A un nivel práctico, sin embargo, la intransigencia doctrinal y la Rusificación del Comintern
con su implícita ignorancia de las peculiaridades de cada nación resultó ser una táctica suicida que dejó
al Comunismo aislado de sus aliados potenciales. Esta estrategia impidió la integración de grupos como
los sindicalistas revolucionarios, los anarco-sindicalistas o los anarquistas. Ángel Pestaña, delegado de la
CNT al segundo congreso del Comintern, dejó buena constancia del desengaño con la nueva
Internacional. Según Pestaña, Rusia parecía ser la nueva tierra santa para los revolucionarios, pero,
pronto muchos se dieron cuenta que no había lugar para todos. Era absurdo esperar que una
organización de masas como la CNT se subordinara ciegamente a los dictados no solo del Comintern
sino también a la dirección de un raquítico Partido Comunista Español. Pestaña acabaría asqueado por
lo que vio en Moscú - una dictadura en la que se asfixiaba la crítica y el debate y donde el Partido
Comunista, la Tercera Internacional y la Sindical Revolucionaria Roja eran como la Santísima Trinidad:
tres instituciones distintas y un solo criterio verdadero, la política impuesta por los Bolcheviques - y por
tanto abogó por la salida de la CNT de aquella organización.52
La inflexibilidad ideológica de la Comintern no era solo un obstáculo insuperable para
organizaciones revoluciones no Marxistas sino que también agudizó las tensiones dentro del
movimiento socialista. Las diatribas polémicas y los insultos contra los líderes del Socialismo europeo
acabaron confirmando la hostilidad de aquellos hacia los Comunistas; hostilidad que ya existía como
resultado de la brutalidad con que habían tratado a Mencheviques y Socialistas Revolucionarios tras
ignorar sus advertencias de que llevaban al país a una guerra civil y de su oposición al tipo de dictadura
autoritaria implantada en Rusia. Aprovechando un momento inusitado de movilización obrera y
agitación social, partidos y sindicatos Socialistas vieron su influencia multiplicarse en órganos de
autoridad estatal o local, y en el hecho de verse en posición de negociar e imponer nuevos convenios
colectivos, mejores condiciones laborales, jornadas reducidas de trabajo, leyes de accidentes, pensiones,
seguridad social, etc.
Los Bolcheviques, desbordados por su optimismo revolucionario, ignoraron que con
contadísimas excepciones, los dirigentes sindicales, parlamentarios y de los partidos socialistas caían
dentro de la denominación de reformistas o centristas. Aquellos que poseían las cualidades de
revolucionarios eran en su mayoría jóvenes, inexpertos y desconocidos por las mayorías de sus bases.
Por tanto, era ilusorio confiar en que los militantes abandonaran en masa a sus líderes históricos y
siguieran ciegamente las consignas radicales de políticos advenedizos. Además para muchos militantes,
el radicalismo Comunista ponía en peligro las mejoras económicas y concesiones sociales que se
estaban ganando por la vía reformista. Por ello, tras amargas escisiones, la mayoría eligieron
permanecer en los antiguos partidos socialistas.53

51. McDermott & Agnew, op.cit., pp. 14-17; Claudín, op.cit., p. 31.
52. A. Pestaña, Consideraciones y juicios acerca de la III Internacional (Madrid: Zero, 1970), pp. 12-13, 18-20; y
Setenta días en Rusia. Lo que yo vi (Barcelona: Cosmos, 1924), p. 96.
53. Una excepción fue el caso francés. La mayoría de sus militantes votaron en el Congreso de Tours en
Diciembre de 1920 afiliarse al Comintern. En aquel momento, el Partido Comunista Francés (PCF) contaba
con 110.000 miembros por 30.000 que permanecieron en el Partido Socialista (SFIO). Esa situación duró
poco tiempo. En 1921, los Comunistas fueron expulsados de la principal fuerza sindical, La Confédération
Générale du Travail. Pronto tras purgas y tensiones internas, el margen de fuerzas se alteró radicalmente. En

20
FRANCISO ROMERO SALVADÓ

Entre el Mito y la Paradoja


En 1921, con la marea roja en claro reflujo, los dirigentes soviéticos se toparon con la
contradicción de ser instigadores de la agitación revolucionaria como líderes del Comintern y al
mismo tiempo a la cabeza de un estado con sus intereses particulares. 54 . El pragmatismo político
acabó relegando a un plano de subordinación al idealismo de los primeros tiempos y la realización de
la utopía revolucionaria se pospuso a un futuro más o menos distante. En el proceso, el Comintern
se convirtió gradualmente en un mero instrumento dócil del estado soviético.
Durante el período de entreguerras, los Partidos Comunistas no sobresalieron por su
dinámica revolucionaria sino por sus constantes escisiones y purgas que en gran medida eran
consecuencia de las instrucciones emanadas por un Comintern que introducía constantemente
cambios radicales en su estrategia. 55 Así en 1921, los dirigentes soviéticos comenzaron a hablar de
un nuevo periodo de estabilización y coexistencia con el mundo capitalista cuyo momento clave fue
la firma de un acuerdo comercial entre la Unión Soviética y Gran Bretaña que incluía el
compromiso mutuo de impedir acciones subversivas en sus respectivos países. 56 Simultáneamente,
el Comintern instruía a los Partidos Comunistas una estrategia de `Frente Unido’ o alianza con los
mismos Socialistas de los que se habían separado recientemente y enzarzado en una campaña de
insultos y descalificaciones. Eso sí, se alardeaba de que ésta era una táctica pasajera que serviría para
exponer la bancarrota ideológica de los reformistas delante de sus militantes. No fue sorprendente
pues el desdén con que los Socialistas recibieron las aperturas Comunistas. El dirigente socialista
español, Largo Caballero, escribió que debían haberles tomado por imbéciles. Primero, rompían la
unidad del partido, luego les insultaban y ahora les pedían un frente unido sin ni siquiera ocultarles
que su objetivo final era robarles las masas obreras. 57
A partir de 1928, coincidiendo con la consolidación en el poder de Stalin el Comintern
entró en el llamado `Tercer Período’ o nuevo momento de radicalización en el que de nuevo el
enemigo eran los Socialistas, tildados de Social-Fascistas o de ser la otra cara del capitalismo. En
1935, se produjo un nuevo giro dramático, el llamado `Frente Popular’ por el que los Comunistas se
convertían en los campeones de la democracia liberal y se preconizaba una amplia alianza de fuerzas
progresivas para frenar el avance del Fascismo. Estos Frentes Populares nacionales debían
corresponder a nivel internacional con la alianza entre la Unión Soviética y las Democracias
Occidentales contra la amenaza Nazi. En 1939, se cerraba el círculo. Stalin asombraba al mundo
cuando en una lección magistral de Realpolitik sellaba el Pacto de No Agresión con Hitler.
Para entonces, la utopía revolucionaria generada por la Revolución de Octubre no solo había
quedado en una experiencia única e inacabada sino que había producido una paradoja tan notable
como cruel. Mientras salvadores de la patria como Mussolini, Hitler y Franco seguían aireando el
mito del espectro rojo para consolidar sus sueños dictatoriales, en el supuesto cuartel general de la
revolución, miles de funcionarios del Comintern y Comunistas extranjeros eran víctimas de los
encarcelamientos y ejecuciones que estaban devastando tanto al Partido Bolchevique como a la
sociedad rusa.

1924, el PCF conservaba 60.000 militantes mientras el SFIO alcanzaba 110.000. Ver Adereth, op.cit., pp. 21-
27, 32-33.
54. M. Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana (Caracas: Nueva sociedad, 1987), p. 41.
55. Un resumen de los diversos períodos se puede ver en McDermott & Agnew, op.cit., pp. xxi-xxii.
56. Liebman, op.cit., p. 383.
57. El Socialista (17 y 24 Junio 1922).

21

Vous aimerez peut-être aussi