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Bolchevique en Europa
Franciso Romero Salvadó
University of Bristol
1. Al estallar la guerra con Alemania en 1914 se rusificó el nombre de la capital San Petersburgo que desde
entonces pasó a llamarse Petrogrado.
2. Para la narración de los sucesos acontecidos en Rusia, utilizo el Calendario Juliano, que (en el siglo 20) iba
trece días detrás del Calendario Gregoriano usado por el resto de Europa. Éste sería adoptado el 31 de enero
de 1918 por el gobierno Soviético.
3. Hay una bibliografía muy extensa sobre las revoluciones rusas de 1917. Por ejemplo véase L. Kochan,
Russia in Revolution (Londres: Granada Publishing, 1967); R. Pipes, The Russian Revolution, 1899-1919 (Londres:
HarperCollins, 1990); W. H. Chamberlin, The Russian Revolution, 1917-21, 2 Vols. (Nueva Jersey: Princeton
University Press, 1987); R. Service, The Russian Revolution, 1900-1927 (Londres: Macmillan, 2nd edn., 1991); J.
D. White, The Russian Revolution, 1917-1921 (Londres: Arnold, 1994); O. Figes, A People’s Tragedy: The Russian
Revolution, 1891-1924 (Londres: Jonathan Cape, 1996); C. Read, From Tsar to Soviets: The Russian People and their
Revolution, 1917-21 (Londres: UCL Press, 1996).
4. J. Reed, Ten Days that Shook the World (Londres: Penguin, 1977). En su prólogo editorial, el historiador
británico A.J.P. Taylor calificó el libro de ser un clásico y la mejor narrativa sobre la revolución rusa escrita
por un testigo. Aunque, Taylor admitía que todos los detalles reproducidos no eran académicamente
verificables, también concluía que era el relato que capturaba más fielmente el espíritu de aquellos días.
Navajas Zubeldía, Carlos e Iturriaga Barco, Diego (eds.): Crisis, dictaduras, democracia. Actas del I Congreso 9
Internacional de Historia de Nuestro Tiempo. Logroño: Universidad de La Rioja, 2008, pp. 9-22.
LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA
Bolchevique era `un semidiós portador de la libertad’. 5 Sin embargo, el mito de la revolución rusa
daría lugar a una trágica paradoja: un gran número de regimenes burgueses europeos durante los
años de entreguerras no fueron víctimas de la tan temida marea roja sino de la marcha triunfal de la
reacción negra, militarista y autoritaria, de la cual Fascismo sería su más claro exponente.
5. A. Rosmer, Lenin's Moscow (Londres: Bookmarks, 1971), p. 17; M. Buenacasa, El movimiento obrero español
(Gijón: Júcar, 1977), p. 50.
6. Una excepción es la obra de P. Melograni, Lenin and the Myth of World Revolution: Ideology and Reasons of State,
1917-1920 (Atlanta Highlands, NJ: Humanities Press International, 1989). Según las ideas un tanto peregrinas
de Melograni, Lenin era un realista cuyo objetivo era consolidar la hegemonía de su partido en Rusia y
conseguir el reconocimiento internacional.
7. El congreso de la Segunda Internacional Socialista celebrado en Stuggart en Agosto de 1907 adoptó la
resolución de que el movimiento obrero debía oponerse a una guerra imperialista y expoliadora. Un nuevo
congreso celebrado en Basilea en Noviembre de 1912 confirmaba la posición anterior y justificaba la táctica
revolucionaria contra la guerra imperialista. En caso de estallar la guerra, los Socialistas debían precipitar el
hundimiento del capitalismo por medio de la huelga general y la revolución.
8. V. I. Lenin, Imperialism: the Highest Stage of Imperialism (Nueva York: International Publishers, 1990), pp. 13-
14, 86-9, 95-7, 106-8. Ver también D. Sassoon, One Hundred Years of Socialism (Londres: HarperCollins, 1996),
pp. 27-9; C. Hill, Lenin and the Russian Revolution (Harmondsworth: Penguin, 1971), pp. 99-108; y N. Harding,
Lenin’s Political Thought (Londres: Macmillan, 1983), Vol. 2, pp. 6-14, 35-7, 58-62.
9. V. I. Lenin, The Tasks of the Proletariat in Our Revolution (Londres: Lawrence & Wishart Ltd, sin fecha), pp. 3-
8. La importancia de las Tesis de Abril es enfatizada en R. Service, Lenin, A Political Life (Londres: Macmillan,
1995), Vol. 2, pp. 155-6; Chamberlin, op.cit., Vol. 1, pp. 118-19; Harding, op.cit., Vol. 2, pp. 150-2; y Read,
op.cit., pp. 152-3.
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las huelgas masivas en Austria y Alemania, las protestas y barricadas en Italia, confirmaban que la
revolución a escala mundial era inminente y la toma del poder por el proletariado ruso sería su
detonador. 10
Irónicamente, la mayoría del comité central de su partido intentó demorar el lanzamiento
de una insurrección llegando al extremo de quemar cartas de Lenin urgiéndoles a la acción y de que
compañeros del exilio como Grigorii Y. Zinoviev y Lev B. Kamenev incluso dejaran constancia en
el periódico Nóvaya Zhizn, dirigido por Maxim Gorki, su oposición a todo intento prematuro de
tomar el poder por la fuerza. El momento adecuado llegó el 24 de octubre de 1917. Ese día el
Gobierno Provisional decidió clausurar la prensa Bolchevique y el partido, temiendo que se iniciara
una fase represiva, decidió dar un golpe de estado. En 24 horas, marineros y obreros armados,
derribaron al gobierno dirigido por el Socialista Revolucionario Alexandr Kerensky. 11
10. Taylor subrayaba que Lenin llevó a cabo la revolución no por Rusia sino por el bien de Europa. Ver
también, Harding, op.cit., Vol. 2, pp. 159-60, 232-3; y F. Claudín, `Crisis del sistema capitalista-imperialista y
revolución socialista en Lenin', en A. Agosti, La crisis del capitalismo en los años 20 (México: Pasado y presente,
1981), p. 30.
11. Después de un fallido levantamiento de los trabajadores en Petrogrado en protesta contra la guerra en
julio de 1917, algunos líderes Bolcheviques fueron arrestados y Lenin pasó a ocultarse en Finlandia en agosto
y septiembre. Tras el estrepitoso colapso de un golpe contra-revolucionario encabezado por el Comandante-
en-jefe del ejército, General Kornilov, y la victoria Bolchevique en las elecciones a los Soviets en Septiembre,
Lenin insistió que el momento había llegado para derribar al Gobierno Provisional. Ante la resistencia de
muchos de sus compañeros, Lenin abandonó su refugio en Finlandia y volvió clandestinamente a Petrogrado
el 10 de Octubre. Acabó ganando el voto, no sin antes haber amenazado con dimitir de su cargo en el partido
y organizar el golpe por su cuenta con los militantes de base. La pugna de Lenin por convencer a los otros
líderes del partido a tomar el poder se puede ver en Service, Lenin, Vol. 2, pp. 212-15, 252-8. Para los cruciales
días de 24-26 Octubre 1917, ver Reed, op.cit., pp. 88-111; Chamberlin, op.cit., Vol. 1, pp. 286-313; Figes, A
People’s Tragedy, pp. 469-94.
12. L. D. Trotsky, My Life (Nueva York: Pathfinder Press, 1970), p. 341. Ver para expresiones de Lenin en
este sentido, M. Liebman, Leninism under Lenin (Londres: Jonathan Cape, 1975), pp. 360-1.
13. Service, Lenin, Vol. 2, p. 281.
14. E. Mawsdley, The Russian Civil War (London: Allen & Unwin, 1987), p. 17.
15. Los Bolcheviques obtuvieron el 25% del voto y 225 escaños contra 420 de los Socialistas Revolucionarios
y el 38% del voto. Naturalmente, lo último que planeaban los Bolcheviques era el entregar el poder tras
perder una elección democrática. Cuando la asamblea ignoró el ultimátum de reconocer al gobierno soviético,
tropas procedieron a clausurar el parlamento.
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formado por unos 40,000 antiguos prisioneros del imperio austro-húngaro de origen checo. Tras
haber participado en la desafortunada ofensiva rusa de Junio de 1917, el Gobierno Provisional y
luego la administración soviética habían acordado repatriarles a Francia en una operación gigantesca
que suponía viajar casi medio mundo: en tren desde sus bases en Ucrania hasta Vladivostok desde
donde se les embarcaría rumbo a América y de allí a los campos de batalla en el frente Occidental.
Mutuas sospechas entre los Bolcheviques y los Checoeslovacos pronto dieron lugar a choques
armados. La fragilidad del poder soviético se manifestó en toda su intensidad cuando en menos de
dos meses, los Checoslovacos limpiaron de tropas rojas la zona del Volga y los Urales facilitando la
emergencia allí de una administración rival con capital en Samara, el llamado Komuch, que acogía a
un número elevado de diputados de la Asamblea Constituyente. Al mismo tiempo, batallones
Checoslovacos distribuidos en una larga línea desde el Volga hasta Vladivostok se apoderaron de las
estaciones ferroviarias y centros de comunicación que cruzaban la vasta región de Siberia. 19
Durante los meses siguientes, fuerzas anti-Bolcheviques comenzaron a surgir por doquier.
Regiones no rusas del antiguo imperio zarista se declararon independientes de Moscú. Los
Socialistas Revolucionarios iniciaron una campaña de insurrecciones y actos terroristas. En Julio,
asesinaron al embajador alemán en Rusia, Conde Wilhem von Mirbach, con la vana esperanza de
provocar un conflicto con Alemania que abrogara el tratado de Brest-Litovsk. Esta operación fue
seguida por un levantamiento en Moscú que fue aplastado tras luchas cruentas en las calles. En
Agosto, el mismo Lenin resultó gravemente herido tras ser víctima de un atentado cuando se
disponía a tomar su automóvil a la salida de una fábrica donde acababa de dar una conferencia. 20
También, desde la primavera de 1918, los Aliados comenzaron a intervenir en Rusia. Los
servicios de inteligencia británicos organizaron una serie de operaciones con el objetivo de derribar
a los Bolcheviques y reabrir el frente Oriental. Entraron en contacto con la red secreta dirigida por
Boris Savinkov, antiguo ayudante de Kerensky en el ministerio de la guerra del Gobierno
Provisional, e incluso intentaron sobornar a oficiales de los Fusileros Letones a cuyo cargo estaba la
seguridad del Kremlin. Todo acabó en estrepitosos fracasos incluyendo el asalto Bolchevique a la
embajada británica en la que murió su agregado naval, el Capitán Cromie, y la detención de Robert
Bruce Lockhart que estaba a cargo de la misión diplomática de este país. 21 Simultáneamente, los
Aliados comenzaron a enviar expediciones militares. Tropas japonesas desembarcaron en abril en
Vladivostok, alcanzando la cifra para fines del año de 72.000 soldados. En esta zona de Siberia
Oriental, pronto se congregaron misiones militares de todos los países Aliados. Tropas británicas
desembarcaron en junio en los puertos árticos de Arcángel y Murmansk y junto a fuerzas francesas
en los puertos del Mar Negro en el sur de Rusia. Este despliegue militar se justificaba como medida
necesaria para proteger los depósitos de armas y los arsenales. En realidad, su auténtico objetivo era
reabrir el frente Oriental lo que parecía inextricablemente ligado a la destrucción del régimen
Bolchevique. Y, en efecto, desde las zonas periféricas dominadas por los Aliados se organizaron los
ejércitos Blancos que dirigidos por antiguos oficiales zaristas comenzaron su marcha hacia el centro
de Rusia. 22
Rusia pero es de interés el consultar las memorias de A. Denikin, The White Army (Cambridge: Ian Faulkner,
1992).
19. Smele, op.cit., pp. 25-7, 34-6; Figes, Peasant Russia, pp. 163-7.
20. Para los sucesos en torno al asesinato del embajador alemán ver Pipes, op.cit., pp. 638-45; Service, Lenin,
Vol. 3, pp. 12-15, 30-32; y Figes, A People’s Tragedy, pp. 632-3. Una vez más, la disciplina de los Fusileros
Letones fue crucial en la supresión del levantamiento de los Socialistas Revolucionarios de Izquierda. Una
versión tradicional del atentado contra Lenin se puede encontrar en Chamberlin, op.cit., Vol. 2, pp. 64-5.
21. B. Lockhart, Memoirs of a British Agent (Londres: Shenval Press, 1932), pp. 201, 263, 276-7, 291, 314-41;
véase también Chamberlin, op.cit., Vol. 2, pp. 68-9.
22. Mawdsley, op.cit., pp. 50-4.
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del Siglo XV, una quinta parte de lo que había sido el imperio zarista en 1913. El resto del país
estaba en manos de un total de hasta 23 diferentes gobiernos muchos de ellos armados por los
Aliados. 23
En el otoño de 1918, la situación internacional, sin embargo, cambió drásticamente. De
estar prácticamente contra las cuerdas, el Bolchevismo pareció comenzar a extenderse como una
marea roja a través del continente. La gran ofensiva alemana de primavera había claramente
fracasado en el verano. Ante los contraataques Aliados y la llegada de los gigantescos refuerzos
humanos y materiales de los Estados Unidos, el estado mayor alemán, consciente que la derrota era
solo cuestión de tiempo, aconsejó al Káiser a que formara un gobierno democrático que se
encargase de la amarga tarea de solicitar un armisticio. Los acontecimientos se aceleraron cuando
marinos de la base de Kiel se amotinaron el 28 de Octubre y su rebelión dio lugar a una revolución
que barrió a su paso a las autoridades del Reich. A pesar de la escasez en Rusia, un eufórico Lenin
ordenó el enviar 2 trenes cargados de grano para ayudar a los camaradas alemanes. 24
El colapso de Los Imperios Centrales en otoño de 1918 inició una era de actividad
revolucionaria desconocida desde 1848. 25 Alemania entró en un periodo de incertidumbre política.
Como en Rusia tras Febrero, consejos de obreros y soldados controlaban la situación en todas las
ciudades más importantes. En abril, Baviera se declaró República soviética. Simultáneamente, el
Imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo estalló y se rompió entre sus diferentes nacionalidades.
Austria vio su ejército imperial reemplazado por milicias de voluntarios obreros (Volkswehr). Su
capital fue bautizada como la Viena Roja por la fuerza impregnable de los Socialistas. Una república
liberal fue instalada en Hungría que a su vez fue reemplazada por un régimen soviético en Marzo de
1919 bajo la presidencia del Comunista Béla Kun.26
La efervescencia social no se limitó a los derrotados en la Guerra sino alcanzó todos los
rincones del continente. El mensaje de Lenin llamando a la confraternización revolucionaria tras
largos años de un conflicto imperialista salvaje alentó reivindicaciones, esperanzas e iniciativas de
millones de trabajadores que alcanzaron niveles nunca vistos.
Incluso, países de tradición democrática y que habían surgido victoriosos de la guerra se
vieron sacudidos por esta marea roja. Francia experimentó un ciclo de huelgas sin precedentes en
1919 y 1920. Incluso, la tradicionalmente estable Gran Bretaña sufrió amotinamientos de tropas e
inusitada agitación obrera en el sur de Gales, Liverpool, Belfast y Londres. Fue incluso necesario el
uso de tanques para dispersar las manifestaciones obreras en Glasgow.27 A pesar de su neutralidad
durante la contienda, España se vio también inmersa en este ciclo revolucionario. Las esperanzas
suscitadas por el Bolchevismo, la crisis de subsistencias y la continua alza de precios generaron un
período de inusitada violencia social conocido como el Trienio Bolchevique. En clara descomposición
política, los efímeros gobiernos liberales en Madrid se mostraban impotentes ante las huelgas fabriles y
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las insurrecciones en el campo andaluz. 28 Italia se vio sacudida por una conmoción semejante durante
el llamado Biennio Rosso. Con su economía en bancarrota y carestía de productos de primera
necesidad, la clase política liberal de la preguerra entró en un proceso de crisis. El Partido Socialista
(PSI) dirigido por una facción maximalista obtuvo la minoría parlamentaria más grande en las
elecciones de 1919. Campesinos ocuparon propiedades mientras su sindicato (Federterra) imponía su
control del mercado laboral. En septiembre de 1920, en un auténtico despliegue de poder, medio
millón de obreros metalúrgicos, organizados en consejos (Commissioni Interne), ocuparon sus fábricas. 29
En medio de la agitación social reinante, los Bolcheviques tomaron el paso decisivo de
crear una nueva organización que reemplazase a la quebrada Segunda Internacional. El primer
Congreso de la III Internacional (Comintern) se produjo en Moscú en marzo de 1919. 30 Era tal la
confianza del momento que su primer presidente, Grigorii Zinoviev, declaró que el movimiento
revolucionario avanzaba como una marea incontenible. En un año, añadía Zinoviev, nos habremos
olvidados de la presente lucha por una Europa Comunista, porque para entonces toda Europa ya lo
será. 31
Un año después, Europa no era comunista pero el optimismo revolucionario parecía
confirmarse por los hechos. En Julio de 1920, unos 200 representantes de las principales
organizaciones obreras del mundo acudieron a Moscú para asistir al segundo congreso del
Comintern. Para entonces, todas las tropas extranjeras con excepción del Japón habían evacuado el
territorio ruso y los Blancos, quitando algunos pequeños bolsillos de resistencia, habían sido
derrotados. Además, tras haber rechazado una ofensiva Polaca lanzada en Abril, el Ejército Rojo
había cruzado el Río Vístula y marchaba hacía Varsovia. El mismo Lenin, convencido de que
obreros y campesinos polacos recibirían como liberadores a los soldados rojos, había desestimado
las objeciones de Trotsky y ordenado la invasión de Polonia. Una Polonia Comunista serviría de
puente para llegar al objetivo más codiciado, Alemania, y de ahí al resto del continente. 32
Ante la apuesta revolucionaria preconizada por Rusia, las clases dirigentes y burguesías de
Occidente reaccionaron con una combinación de desdén y hasta delusión hacia la viabilidad del
régimen soviético, mezclados con pánico e histeria. Así coexistían noticias contradictorias y hasta
ridículas. Por un lado, se insistía que los Bolcheviques no podían durar en el poder y se anunciaba
con entusiasmo desde la captura de Moscú o Petrogrado por los Blancos hasta tramas inverosímiles
en que Lenin había ordenado la ejecución de Trotsky o viceversa. Por el otro, cuando no estaban
apunto de ser barridos del poder o conspirando entre ellos, según otros rumores apocalípticos, los
jefes bolcheviques parecían encontrar tiempo para dirigir personalmente la revolución en cualquier
28. El campo andaluz y Cataluña fueron los lugares más afectados por la lucha social. Ver entre la abultada
bibliografía sobre estos años J. Díaz del Moral, Las agitaciones campesinas del período bolchevista (Madrid: Biblioteca
de la Cultura Andaluza, 1985); A. Balcells, El Sindicalisme a Barcelona, 1916-1923 (Barcelona: Nova Terra,
1965); G. Meaker, The Revolutionary Left in Spain 1914-23 (Stanford: Stanford University Press, 1974); F. del
Rey, Propietarios y patronos. La política de las organizaciones económicas en la España de la Restauración, 1914-1923
(Madrid: Ministerio de Trabajo, 1992); J. Avilés Farre, La fe que vino de Rusia: la revolución bolchevique y los
españoles, 1917-1931 (Madrid: Biblioteca Nueva, 1999).
29. Para el caso Italiano ver J. M. Cammet, Antonio Gramsci and the Origins of Italian Communism (Stanford:
Stanford University Press, 1969); G. A. Williams, Proletarian Orden: Antonio Gramsci, Factory Councils and the
Origins of Italian Communism 1911-1921 (Londres: Pluto Press, 1975); P. Spriano, The Occupation of the Factories:
Italy 1920 (Londres: Pluto Press, 1975); M. Clark, Antonio Gramsci and the Revolution that Failed (New Haven:
Yale University Press, 1977).
30. El llamamiento inicial a acudir a Rusia al Congreso fundacional de la III Internacional tuvo lugar el 24 de
Diciembre de 1918. Ver J. Riddell (ed.), Founding the Communist International: Proceedings and Documents of the First
Congress, March 1919 (Londres: Pathfinder Press, 1987). Véase también G. Nollau, International Communism and
World Revolution (London: Hollis and Carter Ltd, 1961), pp. 42-5; K. McDermott & J. Agnew, The Comintern
(Londres: Macmillan, 1996), pp. 12-14.
31. Riddell, op.cit., pp. 22-3.
32. E. Malcolm Carroll, Soviet Communism and Western Opinion, 1919-1921 (Chapel Hill: The University of
North Carolina Press, 1965), pp. 79-82, 184.
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BOLCHEVIQUE EN EUROPA
rincón de Europa y se acusaba al increíblemente inagotable oro soviético de estar detrás de cada
conflicto social o protesta popular. 33
Tanto la prensa conservadora como la liberal circulaban todo tipo de profecías sobre el
infame régimen soviético y sus efectos perniciosos fuera de sus fronteras. Así Le Temps en Francia
insistía en `Le Peril Rouge’, en Inglaterra, The Morning Post, The Daily Telegraph y The Times hablaban del
cáncer rojo. En este clima de paroxismo, las elecciones en Francia y Gran Bretaña, en Noviembre y
Diciembre de 1918 respectivamente, retornaron con amplias mayorías a gobiernos de derechas.
Incluso más que la vieja Europa, los Estados Unidos vivió días de histeria. Su Presidente Woodrow
Wilson extendió su apoyó a las iniciativas de su Fiscal General, Alexander Mitchell Palmer, que veía
Comunistas detrás de cada arbusto. En un auténtico precedente a la caza de brujas del Senador
Joseph McCarthy en los años 50, Palmer reclutó a un entonces muy joven John Edgar Hoover
como ayudante al frente de la División General de Inteligencia (General Intelligence Division) cuyo
objetivo era el del descubrir los `complots Bolcheviques’. Así en 1919 y 1920, durantes las llamadas
`Redadas de Palmer’ (Palmer Raids), organizaciones izquierdistas y sindicatos obreros fueron
infiltrados, miles de sospechosos fichados y muchos de ellos encarcelados sin juicio, unos 10.000
residentes extranjeros arrestados y cientos de ellos deportados. 34
Naturalmente, España no se vio libre de la histeria fantástica de los tiempos. Como ejemplos
elocuentes se puede mencionar los despachos diplomáticos e informes policiales en que se acusaba a
destacados miembros del ala reformista del Partido Socialista Obrero Español como Andrés Saborit y
Francisco Largo Caballero de trabajar para Moscú y recibir oro soviético vía Suiza. El órgano católico
de prensa, El Debate, advertía en sus editoriales del espectro rojo, tildado de ser la raíz del mal, que
avanzaba peligrosamente por Europa. Según sus fuentes, había la no despreciable cifra de 100,000
Bolcheviques en Barcelona donde existía un comité soviético revolucionario que planeaba una
insurrección en España. Siempre bien informado, un eufórico El Debate también publicaba meses
después el derrumbe del régimen soviético tras la caída de Petrogrado. Un coronel de la guardia
civil, estacionado en la capital catalana, informaba al director de ese cuerpo de que agentes
soviéticos estaban distribuyendo millones de pesetas para financiar la revolución. Incluso un
periódico más progresista como El Sol titulaba que Lenin había desembarcado en Barcelona para
encabezar una revuelta. Con tales noticias, no es sorprendente que el político monárquico Catalán
Joaquín María Nadal escribiese que era tal el pánico al Bolchevismo que parecía que los rusos ya
habían tomado el distrito de Sants, 35 ni de que se demandasen medidas de excepción que incluían
barrerlos de la calle a tiros (`a fuerza de sangre’) como pedía el órgano castrense, la Correspondencia
Militar, o encerrarlos en un manicomio como sugería el Carlista Correo Catalán. 36
Las autoridades españolas no llegaron a aquellos extremos, pero colaboraron ávidamente con
los Aliados en la campaña contra el Bolchevismo. En Enero de 1919, se confirmó al gobierno británico
la voluntad de participar en el bloqueo internacional de la Unión Soviética y de perseguir a sus agentes
en territorio español. Incluso se aceptó el nombramiento del Capitán Guy D. Williams al frente de un
Departamento especial de lucha contra el Comunismo. Al mismo tiempo, se inició una autentica
caza del rojo, campaña que instigaba el embajador británico, Arthur Hardinge. Así refugiados y
nacionales de países del este de Europa y Alemania eran descritos en fantásticos informes como
miembros de la revolución internacional, poseedores de cantidades inmensurables de dinero
soviético para financiar todo tipo de actos subversivos, a menudo en colaboración con miembros
33. Lockhart (op.cit., pp. 196-7, 236, 238) señaló esa combinación entre una fe ciega en la inminente caída del
régimen de Lenin y las disensiones internas entre sus jefes con el miedo a sus consecuencias.
34. Carroll, op.cit., pp. 8-10, 17, 35, 39.
35. El Debate (1 y 17 Enero, 2 y 10 Febrero, 1 Marzo 1919, 20 Febrero 1920; la caída de Petrogrado: 15-16, 18
Octubre 1919); El Sol (16 Enero 1919). Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE), H2770, despacho
del embajador español en Francia sobre Socialistas españoles financiados por dinero soviético vía Suiza (8
Diciembre 1918); Archivo Histórico Nacional (AHN), Serie A Gobernación, Leg. 17A, Exp. 1, nos. 199 y 401,
despachos policiales sobre la inminente llegada a Barcelona desde Suiza de agentes rusos para encontrar a su
colaborador Largo Caballero (31 Enero y 10 Febrero 1919); AHN, Leg. 17 A, Exp. 2, colaboración con la
embajada británica en la vigilancia de las `actividades peligrosas del agente soviético Largo Caballero’ durante
su viaje a Andalucía (6-7 Noviembre 1920); AHN, Leg. 17A, Exp. 1, carta del Coronel Subinspector del 21
Tercio de Barcelona de la Guardia Civil (5 Enero 1919).
36. El Correo Catalán (5 Febrero 1919).
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de los antiguos servicios de inteligencia de Alemania. Desde finales de 1918 hasta 1923, cientos de
súbditos de aquellos países fueron arrestados y se les dio cinco días para liquidar sus bienes antes de
ser deportados. 37 El Rey Alfonso XIII era consciente y partidario de estas operaciones policiales.
De otra manera, como le confiaba al embajador británico, la infección se podía extender por
España. 38
La persecución indiscriminada de extranjeros llevó al entonces joven diputado socialista
Indalecio Prieto a advertir a la gente a no ponerse pieles de abrigo a pesar de las inclemencias del
tiempo. La brillante policía española, sugería Prieto, les podía tomar por rusos y deportarles. 39 Prieto
no estaba del todo equivocado en su evaluación de la calidad de los servicios de seguridad
españoles. Mientras cientos de inocentes eran expulsados, los auténticos agentes del Comintern,
llegados a España en Diciembre de 1919, no fueron detectados incluso después de que su presencia
fuera relevada por el diario pro-Comunista, España Nueva, el 20 de Febrero de 1920. De hecho, los
personajes de aquella misión distaban mucho de la imagen terrible del típico agente del Comintern:
profesional, astuto y cargado de oro. Estaba encabezada por el ruso Mikhail Gruzenberg (Borodin)
acompañado del revolucionario indio y veterano de la lucha contra el imperialismo británico
Narendranath Bhattacharya, conocido como M.N. Roy, que viajaba bajo el nombre de Robert Allen
con su mujer Helen y un activista estudiantil norteamericano, Charles Philips, que había escapado a
Méjico para evitar ser llamado a filas y viajaba con un pasaporte mejicano como Jesús Ramírez. Por
el relato dejado por este último, cuyo conocimiento del castellano le hizo actuar de interprete,
sabemos que llegaron a España, de la cual no sabían nada, por accidente pues se encontraban de
camino a Moscú donde iban a acudir en representación del recién creado Partido Comunista de
Méjico. Su éxito fue bien modesto: la creación del primer Partido Comunista Español, un grupo sin
apenas militantes ni impacto pues era el resultado de la escisión de una parte de las Juventudes
Socialistas que sería descrito por sus mayores en el PSOE como el partido de los 100 niños.
Acuciados por dificultades pecuniarias, el mismo Ramírez a penas podía pagar el alquiler de una
habitación en casa del hermano del futuro secretario del PCE, Ramón Merino Gracia. El flamante
nuevo Partido Comunista apenas tenía fondos para sacar su órgano de prensa, El Comunista, y como
uno de sus primeros militantes, Juan Andrade, confesó en sus memorias, solo sobrevivían a base de
dar sablazos a amigos. 40
37. AHN, Leg. 17A, Exp. 1: despacho del Presidente del Gobierno Conde de Romanones al embajador
británico confirmando la colaboración de España con los Aliados en su lucha contra el Bolchevismo (3-4
Enero 1919); nombramiento del Capitán Williams (25 y 27 Junio 1919). Hay copiosa información sobre
expulsiones de súbditos extranjeros desde 1919 hasta 1923, ver por ejemplo, AMAE, H2766 y H3024; AHN,
Leg. 2A, Exp. 16; Leg. 3A, Exp. 15, Leg. 17A, Exp. 1, Leg. 35A, Exp. 1 y Leg. 42A, Exp. 3 y 4. También hay
numerosos informes sobre la supuesta colaboración entre agentes soviéticos y alemanes: Biblioteca de la Real
Academia de la Historia, Archivo del Conde de Romanones (AR), Leg. 96, Exp. 33 (6 Abril 1919); AHN, Leg. 42A,
Exp. 3, no. 130 (31 Enero) and 66 (3 Febrero 1919); National Archives, Foreign Office Papers (FO), 371-
4120/35473, despacho de Hardinge to Lord Curzon (28 Febrero 1919); FO 371-4122/53218, informe de
Hardinge (5 Abril 1919); FO 371-4120/148793, informe del Cónsul-General en Barcelona Arthur L. Rowley
(30 Octubre 1919).
38. FO 371-4118/20803, informe de Hardinge (2 Febrero 1919).
39. AR, Leg. 10, Exp. 14 (19 Enero 1919).
40. Una copia de la narrativa escrita en inglés de las actividades de esta misión se encuentra en la Fundación
Pablo Iglesias, AAVV-CV, The Communist International, Reports from Spain (16). Ver también A. Elorza & M.
Bizcarrondo, Queridos Camaradas (Madrid: Planeta, 1999), pp. 19-29; L. Arranz, `Los primeros pasos de la
Internacional Comunista en España', en J. Tusell et al., La política exterior de España en el Siglo XX (Madrid:
UNED, 1997), pp. 41-51; y Avilés, op.cit., pp. 116-23. También de interés son las obras biográficas de M.
Caballero, La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, 1919-43 (Caracas: Nueva Sociedad: 1987),
pp. 60-1, 67, 81-2; C. Shipman, It had to be Revolution (Ithaca: Cornell University Press, 1993), pp. 92-4; y M.N.
Roy, Memoirs (Londres: George Allen and Unwin Ltd, 1964), pp. 234-5. Para lo de las dificultades económicas
ver J. Andrade, Recuerdos Personales (Barcelona: Serbal, 1983), carta de Andrade a Geers (25 Diciembre 1920),
p. 170.
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LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA
41. Service, Lenin, Vol. 3, pp. 119-20, 126, 136-7; Carroll, op.cit., pp. 103-5, 114-15, 119, 202-7, 217-19, 250.
42. Q. Hoare & G. Nowell Smith (eds y trad.), Selections from the Prison Notebooks of Antonio Gramsci (Londres:
Lawrence and Wishart, 1986, pp. 232, 235-8, 276; D. Forgacs (ed.), A Gramsci Reader (Londres: Lawrence and
Wishart, 1988), pp. 189-90, 227-30, 234-6, 306-7.
43. D. Lloyd George, War Memoirs (Londres: Odham Press, 1938), Vol. 2, pp. 1526, 1540.
44. Según Figes (A People’s Tragedy, p. 416), el General ruso Brussilov, llegó a decir que los soldados habrían
estados dispuestos a aceptar el regreso del Zar si esto les hubiese traído la paz.
45. Un análisis comparativo entre la revolución en Rusia y Alemania se puede encontrar en D. Geary,
`Revolutionary Berlin’, en Wrigley, op.cit., p. 39.
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FRANCISO ROMERO SALVADÓ
46. E. H. Carr, The Bolshevik Revolution, 1917-23 (Londres: Macmillan, 1953), Vol. 3, p. 134.
47. Smele, op.cit., pp. 71-5, 94-107, 480.
48. Ver Pipes, op.cit., pp. 66-79; Mawdsley, op.cit., pp. 144, 167, 214; Bradley, op.cit., pp. 73-81, 139-42; Swain,
op.cit., pp. 104, 110.
49. Según R. Pipes, Russia under the Bolshevik Regime, 1919-24 (London: Fontana Press, 1994), pp.10-11;
Mawdsley, op.cit., pp.196-200; y Smele, op.cit., pp. 289-306, 449, 672-7, debido a su situación geográfica, el
chovinismo de los Generales Blancos se tradujo en un suicido militar. Otros autores subscriben la tesis que la
actitud del campesinado ruso, 80% de la población, fue el factor más importante en la victoria Bolchevique.
Véase O. Figes, `The Red Army and Mass Mobilization during the Russian Civil War’, Past and Present, no. 129
(Noviembre 1990), pp. 168-211.
50. Smele, op.cit., p. 1.
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LA GRAN ILUSIÓN: (EN TORNO AL) MITO Y PARADOJA DE LA REVOLUCIÓN
BOLCHEVIQUE EN EUROPA
crear una organización de masas, con el subsiguiente riesgo de disolver la pureza doctrinal, o de élites
de profesionales de la revolución, con el peligro de atraer solo a una minoría de la clase obrera. La
introducción de 21 condiciones de ingreso inclinó la balanza hacia el establecimiento de una estructura
centralizada y jerarquizada cuyos miembros fuesen organizados a imagen y semejanza del partido
ruso y sujetos a aceptar las instrucciones acordadas en Moscú. A nivel teórico, parecía lógico
establecer una organización que en estrategia e ideología fuese diferente a una Segunda Internacional
cuya incoherencia se había relevado con el estallido de la Primera Guerra Mundial y su burdo
determinismo histórico confirmado por la misma existencia del estado soviético. Por ello, los líderes
soviéticos aspiraban a que la nueva Internacional reuniese solamente a auténticos revolucionarios y para
ello debía contener un filtro - las 21 condiciones - para impedir la entrada de tanto los llamados Social
Chovinistas como también los Centristas (aquellos que vacilaban se acercaban a los Bolcheviques pero
en la práctica actuaban como reformistas).51
A un nivel práctico, sin embargo, la intransigencia doctrinal y la Rusificación del Comintern
con su implícita ignorancia de las peculiaridades de cada nación resultó ser una táctica suicida que dejó
al Comunismo aislado de sus aliados potenciales. Esta estrategia impidió la integración de grupos como
los sindicalistas revolucionarios, los anarco-sindicalistas o los anarquistas. Ángel Pestaña, delegado de la
CNT al segundo congreso del Comintern, dejó buena constancia del desengaño con la nueva
Internacional. Según Pestaña, Rusia parecía ser la nueva tierra santa para los revolucionarios, pero,
pronto muchos se dieron cuenta que no había lugar para todos. Era absurdo esperar que una
organización de masas como la CNT se subordinara ciegamente a los dictados no solo del Comintern
sino también a la dirección de un raquítico Partido Comunista Español. Pestaña acabaría asqueado por
lo que vio en Moscú - una dictadura en la que se asfixiaba la crítica y el debate y donde el Partido
Comunista, la Tercera Internacional y la Sindical Revolucionaria Roja eran como la Santísima Trinidad:
tres instituciones distintas y un solo criterio verdadero, la política impuesta por los Bolcheviques - y por
tanto abogó por la salida de la CNT de aquella organización.52
La inflexibilidad ideológica de la Comintern no era solo un obstáculo insuperable para
organizaciones revoluciones no Marxistas sino que también agudizó las tensiones dentro del
movimiento socialista. Las diatribas polémicas y los insultos contra los líderes del Socialismo europeo
acabaron confirmando la hostilidad de aquellos hacia los Comunistas; hostilidad que ya existía como
resultado de la brutalidad con que habían tratado a Mencheviques y Socialistas Revolucionarios tras
ignorar sus advertencias de que llevaban al país a una guerra civil y de su oposición al tipo de dictadura
autoritaria implantada en Rusia. Aprovechando un momento inusitado de movilización obrera y
agitación social, partidos y sindicatos Socialistas vieron su influencia multiplicarse en órganos de
autoridad estatal o local, y en el hecho de verse en posición de negociar e imponer nuevos convenios
colectivos, mejores condiciones laborales, jornadas reducidas de trabajo, leyes de accidentes, pensiones,
seguridad social, etc.
Los Bolcheviques, desbordados por su optimismo revolucionario, ignoraron que con
contadísimas excepciones, los dirigentes sindicales, parlamentarios y de los partidos socialistas caían
dentro de la denominación de reformistas o centristas. Aquellos que poseían las cualidades de
revolucionarios eran en su mayoría jóvenes, inexpertos y desconocidos por las mayorías de sus bases.
Por tanto, era ilusorio confiar en que los militantes abandonaran en masa a sus líderes históricos y
siguieran ciegamente las consignas radicales de políticos advenedizos. Además para muchos militantes,
el radicalismo Comunista ponía en peligro las mejoras económicas y concesiones sociales que se
estaban ganando por la vía reformista. Por ello, tras amargas escisiones, la mayoría eligieron
permanecer en los antiguos partidos socialistas.53
51. McDermott & Agnew, op.cit., pp. 14-17; Claudín, op.cit., p. 31.
52. A. Pestaña, Consideraciones y juicios acerca de la III Internacional (Madrid: Zero, 1970), pp. 12-13, 18-20; y
Setenta días en Rusia. Lo que yo vi (Barcelona: Cosmos, 1924), p. 96.
53. Una excepción fue el caso francés. La mayoría de sus militantes votaron en el Congreso de Tours en
Diciembre de 1920 afiliarse al Comintern. En aquel momento, el Partido Comunista Francés (PCF) contaba
con 110.000 miembros por 30.000 que permanecieron en el Partido Socialista (SFIO). Esa situación duró
poco tiempo. En 1921, los Comunistas fueron expulsados de la principal fuerza sindical, La Confédération
Générale du Travail. Pronto tras purgas y tensiones internas, el margen de fuerzas se alteró radicalmente. En
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FRANCISO ROMERO SALVADÓ
1924, el PCF conservaba 60.000 militantes mientras el SFIO alcanzaba 110.000. Ver Adereth, op.cit., pp. 21-
27, 32-33.
54. M. Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana (Caracas: Nueva sociedad, 1987), p. 41.
55. Un resumen de los diversos períodos se puede ver en McDermott & Agnew, op.cit., pp. xxi-xxii.
56. Liebman, op.cit., p. 383.
57. El Socialista (17 y 24 Junio 1922).
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