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Una vez, estaban dos Ratoncitos que eran hermanos muy unidos. Ellos
salieron a pasear sin permiso de su mamá que siempre les recomendaba no
alejarse mucho de su hogar, pero ellos lo olvidaron y tras caminar buen rato,
se alejaron demasiado de su casa y ya era de noche. La Ratoncita asustada,
dijo a su hermano en voz baja: "Hermanito, ¿escuchaste ese ruido?, ¿crees
que sea un Gato?, tengo miedo." Tras esto, los dos se abrazaron muy
asustados temiendo lo peor. Derrepente, escucharon una voz familiar: "¡Hijos
míos, soy yo! ¿donde están?, ¿por qué se alejaron tanto?" Si, era su Madre, y
sin demora, ellos corrieron muy felices para abrazarla. Luego todos
regresaron al hogar nuevamente. Cuando ya estaban seguros, la Mamá les
dijo: "Prométanme que nunca más se alejarán sin mi permiso del hogar.
Afuera hay mucho peligro para ustedes." Los dos Ratoncitos muy
arrepentidos dijeron a su Madre: "¡Mamita, mamita, perdónanos por favor!
Gracias por ir en nuestra ayuda. Que bueno es estar en casa nuevamente a tu
lado."
Moraleja
Moraleja
Moraleja
Hace mucho, una señora Alondra tenía a sus hijos en un nido de una triguera.
Una mañana, antes de ir a buscar comida, le dijo a sus Polluelos que
estuviesen atentos a todo lo que diga el Labrador. Cuando ella regresó, ellos
la informaron diciendo que el Labrador y su Hijo estaban pidiendo ayuda a
sus vecinos para iniciar la cosecha. La Madre Alondra dijo a sus hijos: "Bueno,
aún no hay peligro y podemos quedamos hijitos." Al día siguiente,
nuevamente se enteró que el Labrador había pedido ayuda a sus parientes.
La Mamá Alondra pensó que el peligro aún estaba lejos, y se quedó tranquila.
Al tercer día, los Polluelos dijeron a su Madre que el Labrador iba a empezar
a cortar el campo. La Mamá respondió: "Bebés, llegó la hora de irnos. Sabia
que los vecinos y los parientes no ayudarían al Labrador. Pero si él va a venir,
nosotros nos vamos."
Moraleja
Cierto día, un Lobo paseaba por lugares solitarios a la hora en que el sol se
ponía en el horizonte. Y dando una mirada a sus lados, vio que su sombra era
grande, colosal y bellamente alargada. Sorprendido y confiado se dijo: "¿Pero
cómo me va a asustar el León con semejante talla que tengo?. Con mis
treinta metros de largo, fácilmente puedo convertirme en el Rey de los
animales." Mientras el Lobo seguía soñando y enorgulleciéndose de su
fantástica y portenta sombra, un poderoso León lo observaban desde los
arbusto. Seguro de la distracción del Lobo, sin demora lo atacó rápidamente
y empezó a devorarlo. El Lobo en su lecho de muerte, cambió de opinión y
sus ultimas palabras para él mismo fueron: "Que insensato fui. Gracias a mi
insolente vanidad, me gane un cruel final."
Moraleja
Jamás valores tus virtudes por la apariencia con que las ven tus
ojos, pues fácilmente te engañarás.