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Los Ratones desobedientes

Una vez, estaban dos Ratoncitos que eran hermanos muy unidos. Ellos
salieron a pasear sin permiso de su mamá que siempre les recomendaba no
alejarse mucho de su hogar, pero ellos lo olvidaron y tras caminar buen rato,
se alejaron demasiado de su casa y ya era de noche. La Ratoncita asustada,
dijo a su hermano en voz baja: "Hermanito, ¿escuchaste ese ruido?, ¿crees
que sea un Gato?, tengo miedo." Tras esto, los dos se abrazaron muy
asustados temiendo lo peor. Derrepente, escucharon una voz familiar: "¡Hijos
míos, soy yo! ¿donde están?, ¿por qué se alejaron tanto?" Si, era su Madre, y
sin demora, ellos corrieron muy felices para abrazarla. Luego todos
regresaron al hogar nuevamente. Cuando ya estaban seguros, la Mamá les
dijo: "Prométanme que nunca más se alejarán sin mi permiso del hogar.
Afuera hay mucho peligro para ustedes." Los dos Ratoncitos muy
arrepentidos dijeron a su Madre: "¡Mamita, mamita, perdónanos por favor!
Gracias por ir en nuestra ayuda. Que bueno es estar en casa nuevamente a tu
lado."

Moraleja

El prudente y obediente del peligro es consciente.


El Tordo

Hace mucho en una soleada tarde de primavera, un Tordo de brillosas


plumas aterrizó en un denso bosque de Mirlos para alimentarse. Las semillas
de aquellos árboles eran tan dulces y tiernas, que por mucho que se
proponía, no podía parar de comer todas las que podía. Tanto les gustaron,
que no había ni un sólo día en que el Tordo visite aquel bosque de Mirlos.
Cada vez, las visitas del Tordo eran más constantes que empezó a llamar la
atención del Cazador de aves que trabajaba por aquella zona. Éste Cazador
tras saber la presencia del visitante, pensó detenidamente, y decidió
capturarlo. Un día cuando el Tordo se disponía a comer las frutas que le
gustaban mucho, cayó al instante en una trampa puesta por el Cazador. Al
darse cuenta de su desgracia, el Tordo se dijo con gran pena: "¡Que tonto he
sido! Tanto me he emocionado degustando aquellas ricas semillas, que se me
ha olvidado lo más importante: velar por mi propia seguridad y evitar que
otros puedan cazarme fácilmente."

Moraleja

Nunca permitas que un momento agradable, te haga caer en un error difícil


de reparar.
El Cervatillo curioso

Un día, paseaba tranquilamente por el bosque en un cálido día de sol, un


Cervatillo que iba detrás de su padre Ciervo admirándolo por su magnifica
compostura y autoridad. Sin poder contener su curiosidad, el pequeño habló
con su padre diciéndole: "Querido Padre, usted luce grandioso y eres más ágil
que los perros. Ademas, tienes una fuerte cornamenta para defenderte.
Dime, ¿Por qué huyes cuando ves a un Perro?" El Ciervo, respondió a su hijo
con una sonrisa: "Hijo mio, es cierto lo que dices, pero yo mismo no me lo
puedo explicar, pues tan pronto escucho el ladrido de un Perro, se me eriza la
piel y me faltan patas para echarme a correr muy lejos." Moraleja Ni buscar
la muerte es valentía, ni huirla es cobardía.

Moraleja

Ni buscar la muerte es valentía, ni huirla es cobardía.


La Alondra y sus Hijos

Hace mucho, una señora Alondra tenía a sus hijos en un nido de una triguera.
Una mañana, antes de ir a buscar comida, le dijo a sus Polluelos que
estuviesen atentos a todo lo que diga el Labrador. Cuando ella regresó, ellos
la informaron diciendo que el Labrador y su Hijo estaban pidiendo ayuda a
sus vecinos para iniciar la cosecha. La Madre Alondra dijo a sus hijos: "Bueno,
aún no hay peligro y podemos quedamos hijitos." Al día siguiente,
nuevamente se enteró que el Labrador había pedido ayuda a sus parientes.
La Mamá Alondra pensó que el peligro aún estaba lejos, y se quedó tranquila.
Al tercer día, los Polluelos dijeron a su Madre que el Labrador iba a empezar
a cortar el campo. La Mamá respondió: "Bebés, llegó la hora de irnos. Sabia
que los vecinos y los parientes no ayudarían al Labrador. Pero si él va a venir,
nosotros nos vamos."

Moraleja

Del tiempo y la experiencia, es hija la prudencia.


El Lobo orgulloso de su sombra, y el León

Cierto día, un Lobo paseaba por lugares solitarios a la hora en que el sol se
ponía en el horizonte. Y dando una mirada a sus lados, vio que su sombra era
grande, colosal y bellamente alargada. Sorprendido y confiado se dijo: "¿Pero
cómo me va a asustar el León con semejante talla que tengo?. Con mis
treinta metros de largo, fácilmente puedo convertirme en el Rey de los
animales." Mientras el Lobo seguía soñando y enorgulleciéndose de su
fantástica y portenta sombra, un poderoso León lo observaban desde los
arbusto. Seguro de la distracción del Lobo, sin demora lo atacó rápidamente
y empezó a devorarlo. El Lobo en su lecho de muerte, cambió de opinión y
sus ultimas palabras para él mismo fueron: "Que insensato fui. Gracias a mi
insolente vanidad, me gane un cruel final."

Moraleja

Jamás valores tus virtudes por la apariencia con que las ven tus
ojos, pues fácilmente te engañarás.

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