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La competencia ya no es más lo que solía ser. ·
Original: Guy Le Boterf. 2004. Construire les compétences individuelles et collec
tives. La compétence n’est pas plus ce qu’elle était. Éditions d’Organisation.
Esquema del libro.
1 – Los factores explicativos del actual interés por las competencias
2 ¿De qué concepto de competencia tenemos necesidad?
3 – Reflexividad y transferibilidad
4 – La evaluación de las competencias
5 – La contribución de la formación a la profesionalización
6 – La competencia colectiva
7 – Oficio, profesionalización, cualificación
8 – Hacia un “esquema directivo” de la gestión y del desarrollo de las competen
cias.
·
Traducción ad hoc para los estudiantes del programa de Magíster en Educación Basada en Compe
tencias de la Universidad de Talca – Chile. Sólo para uso interno. Prohibido citar en español. Para
cualquier referencia, utilizar el original en francés.
1. LOS FACTORES EXPLICATIVOS DEL INTERÉS ACTUAL POR LAS COMPETENCIAS.
[9][10]
Preguntas.
Las empresas no han esperado los años 90 para preocuparse de las competen
cias de su personal. Entonces ¿por qué todos los debates actuales sobre la com
petencia?
¿No cree que la gestión de competencias es una moda que va a pasar como todas
las demás?
¿Por qué esta pasión actual por las competencias?
¿Existe una relación entre competencia y competitividad?
¿La “gestión del conocimiento” es lo mismo que gestión de las competencias?
¿Por qué invertir en gestión de competencias?
¿Es compatible el desarrollo de procedimientos con la confianza que se tiene en
las competencias?
¿Cuál es el impacto del “retorno demográfico” previsible sobre la gestión de
competencias en la empresa?
¿Qué debemos entender por “economía del saber”? ¿Qué relación tiene con las
competencias?
¿En qué medida los cambios de la organización del trabajo en las empresas tie
nen un impacto sobre las competencias?
¿En qué medida los “itinerarios de competencias” en las organizaciones son de
interés para los asalariados?
El término “empleabilidad” es de uso frecuente. ¿Qué significa esto para usted?
[11][12]
MÁS ALLÁ DE LA MODA.
Ciertamente existe un efecto de moda en la creciente atención que las empresas y
organizaciones prestan a las competencias. Pero los proyectos, itinerarios y disposi
tivos orientados a la gestión y desarrollo de las competencias no se convierten en
pertinentes por el efecto mediático de los coloquios y de las revistas. Vayamos un
poco más allá y reconozcamos que en Francia muchas ideas y enfoques innovado
res se difunden gracias a la moda. Y esto no es algo a menospreciar: Baudelaire,
Mallarmé, Cocteau, Reverdy lo han reconocido como obra capital! … Lo que plan
tea un problema es la adopción irreflexiva de conceptos y prácticas bajo presión de
los efectos de la moda. Este mimetismo no ayuda en nada a las empresas y organi
zaciones a tratar sus problemas de rendimiento, de competitividad, de creación de
valor.
Construir las competencias individuales y colectivas 3
La cuestión de saber si el interés prestado a las competencias se reduce o no a un
asunto de moda es una pregunta importante para las empresas. Ellas se preguntan
si conviene o no invertir tiempo y dinero en dispositivos de gestión de competen
cias. Quizás sea necesario desarrollar un esfuerzo intenso durante 3 a 5 años para
esperar un régimen de crucero para funcionar según una “lógica de competencias”.
No basta elaborar diccionarios de competencias sino modificar consecuentemente
las prácticas de evaluación y validación de competencias, las entrevistas anuales de
remuneración, de organización del trabajo, de gestión. No se trata por tanto de una
cuestión puramente teórica, limitada a la agitación de círculos de expertos, sino de
una cuestión práctica del jefe de la empresa o del responsable de la organización.
Para comprender los conceptos y debates suscitados, es importante mirar su histo
ria. Es el caso del concepto de competencia. No siempre ha tenido la importancia
que se le asigna actualmente en las ciencias de la gestión y en las relaciones profe
sionales. Su contenido no ha sido siempre objeto de debates, y ha evolucionado en
el curso del tiempo. Se podría decir del [13] concepto de competencia lo que Heinz
Von Foerster decía de la información: es un “camaleón conceptual”. Su propio esta
tuto de concepto es contingente: la noción de competencia forma desde hace tiem
po parte del lenguaje corriente y su uso cotidiano es frecuente, y no plantea a los
usuarios problemas técnicos serios… Esta es una de las dificultades encontradas en
el concepto de competencia: la de ser igualmente una noción familiar. El riesgo de
malentendido es permanente. Gastón Bachelard afirmaba que un concepto científi
co debía construirse contra las representaciones familiares y espontáneas: es pro
bablemente el caso para el de competencia.
Me parecer que de la genealogía del concepto de competencia pueden extraerse dos
grandes constataciones:
· del punto de vista de las relaciones profesionales, el concepto de
competencia sólo ha tenido importancia desde los años 70. Es a partir de es
ta época que a comenzado a sustituir progresivamente a la noción de califi
cación. No se trata de azar ni del cuestionamiento de un concepto “natural”.
La noción de calificación y su importancia social tienen también su historia.
Ellas, en su momento, dieron lugar al mismo tipo de debate que el actual
respecto del concepto de competencia. ¿Acaso Alain Touraine no escribió en
1955: “La calificación, historia de una noción”? Lo que la calificación ponía
en cuestión entonces era la noción tradicional de oficio. La calificación, esa
la parte del oficio requerida por la organización del trabajo todavía muy
marcada por la concepción tayloriana.
En los años 70, después de los eventos de mayo de 1968, la noción de com
petencia comienza a surgir en el seno de los debates entre los actores socia
les: el cuestionamiento de las relaciones de subordinación jerárquica, la rei
vindicación de un reconocimiento mayor de la persona en las situaciones de
trabajo habían conducido progresivamente a una demanda de tomar en
cuenta las competencias individuales en el logro de los desempeños. Cada
vez parecía más y más claro que estas últimas no podían obtenerse solamen
te [14] por el trabajo prescrito (y por tanto la calificación que le está asocia
4 Construir las competencias individuales y colectivas
da) sino también por el trabajo real que debía completarlo y eventualmente
desbordarlo.
Este ascenso a primera línea de la competencia se acentúa en el decenio
1980 para culminar en los años 90. Las nuevas exigencias de la competitivi
dad (calidad, servicio, reactividad, innovación), la complejidad creciente de
las situaciones profesionales a gestionar han conducido a investigar nuevas
formas de organización del trabajo dando lugar a la iniciativa de los asala
riados. En un contexto así, la puesta en obra de competencias individuales se
convierte en algo esencial.
Tomando distancia en relación a esta evolución, ciertos avances técnicos
aparecen ahora como particularmente clarificadores y significativos. Es no
tablemente el caso de los trabajos de Rosen en los años 80, considerando el
empleo como un “tied package of work and learning”: en el mercado de
trabajo, el trabajador vende los servicios de sus competencias a cambio de
oportunidades para desarrollarlas. Las empresas y los empleos que éstas
proponen no constituyen contextos que favorecen de la misma manera el
aprendizaje de nuevas competencias. Lo que propone Rosen en esa época es
un nuevo enfoque del “capital humano”: éste no puede ser acumulando sino
en el marco de una relación a una empresa o a un empleo particular. El
aprendizaje es contingente al entorno de trabajo propuesto. El tipo de con
trato de trabajo prefigurado en este enfoque teórico no es más el de ofrecer
una calificación para un puesto dado: es la oferta de una capacidad para
construir nuevas competencias a cambio de un entorno favorable al aprendi
zaje y a la realización de un proyecto de evolución profesional.
La relación lineal tradicional “formación inicialnivel de empleovalorización
de la experiencia por ancianidad” ha perdido progresivamente su validez.
Para empleos cada vez más numerosos, la experiencia resultante de la edad
no basta: se convierte en imperativo para quienes los ejercen [15] el cons
truir permanentemente nuevas competencias que no han podido ser previs
tas y especificadas a la partida. La calificación no puede ser más que un stock
inicial a valorizar. No es más que un punto de partida para la involucración
en una dinámica de aprendizaje.
· del punto de vista de su contenido, la noción de competencia ha evolu
cionado. Sería absurdo pensar que las empresas han esperado los años 80 y
90 para preocuparse de las competencias de sus empleados. Desde hace mu
cho tiempo se han emprendido esfuerzos considerables para desarrollar las
competencias de sus empleados: centros de aprendizaje, formación conti
nua, sistema dual en Alemania, reciclaje, formaciones calificadoras… No es
hoy que los empleadores buscan reclutar personas competentes. Lo que es
nuevo –y por tanto lo que explica en parte la reciente relevancia de la com
petencia y el debate que tiene lugar es que el contenido que se ha dado a la
noción de competencia no es más “evidente” y pone cuestionamiento. Ser
competente en una situación de trabajo en 2000 no significa lo mismo que
ser competente en 1950 o 1970. Las empresas y organizaciones siempre se
han preocupado de las competencias pero no es más la misma noción de
Construir las competencias individuales y colectivas 5
competencia de la que tienen necesidad. Aquí está el objeto del debate: ¿de
qué concepto de competencia tienen necesidad las empresas? ¿En qué me
dida este nuevo contenido puede ser compartido por sus empleados y los
actores sociales?
El debate sobre el contenido se une aquí al de las relaciones profesionales.
Por tanto, existe una cierta cantidad de razones objetivas por el interés cre
ciente a las competencias, no solamente en Francia sino que también en el
extranjero. ¿Cuáles son éstas?
RAZONES OBJETIVAS.
Me parece que las principales son las siguiente:
1. Los nuevos desafíos de la competitividad.
Sus nombres son: calidad, reactividad, economía de la variedad, innovación. Para
relevarlos no bastan los procedimientos, si bien a menudo son indispensables.
En 1999 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirmó que “el nivel de
competencia y la calidad de la mano de obra harán cada vez más la diferencia en el
curso de las orientaciones en un mercado mundializado”.
El exceso de procedimientos oscurece la calidad. Dado que el que procesa lo hace
sobre el procedimiento, no se toman iniciativas y las necesidades específicas de los
clientes caen en la trampa de las respuestas estandarizadas. En cada nivel de la
empresa, cada uno debe contribuir a la función de utilidad puesta al servicio del
cliente. En cuanto a las exigencias de reactividad, no es necesario demostrarlo. No
puede ser por azar que en nuestras lenguas romances, competencia y competición
tengan la misma raíz. La empresa ganadora es aquella que sabe hacerlo no sólo me
jor que los demás sino antes que los demás. El que gana es el que llega primero y
que dispone de capacidades de aceleración. La reactividad supone autonomía y
margen de maniobra. Hacer frente a las crecientes exigencias de variedades de
productos y servicios no implica la necesidad de multiplicar las prescripciones y las
descripciones de puestos, tarea que pronto se evidenciaría irreal y contra
productiva. Allí, en cambio, se requieren márgenes de maniobra para que los em
pleados u obreros inventen respuestas variadas y puedan adaptarse permanente
mente. Terminemos con la innovación. Está a punto de convertirse en el primer
foco de la competitividad. La calidad no será más una ventaja competitiva. La ge
neralización de los procesos de calidad ha producido efectos de banalización. Ga
rantizar un producto o servicio de calidad forma actualmente parte de la “línea de
[17] flotación”, bajo la cual toda empresa está condenada a naufragar. No es sufi
ciente ya llegar primero a la meta o estar en el grupo de los ganadores. Para mante
nerse en curso, ahora es necesario concebir más rápido, a menor costo, con una
garantía de calidad de los productos innovadores y progresando continuamente. La
atención creciente que prestan las empresas a las actividades de concepción así lo
atestigua: la continuación y desarrollo de las empresas va a depender cada vez más
de sus actividades de concepción y no solamente de sus actividades de producción
y distribución. El grupo Nestlé estima que los 2/3 de su crecimiento vienen de la
6 Construir las competencias individuales y colectivas
innovación, mientras que en el pasado provenían de la adquisición. Y la innovación
no se obtiene bajo la presión de instrucciones, de consignas y de sólo procedimien
tos!
Frente a una creciente exigencia social de confianza (en la calidad de los productos
y de los servicios, en la seguridad de las instalaciones, en la confiabilidad de las in
formaciones…) amplificada por los efectos de mediatización, las organizaciones y
empresas han respondido hasta el presente disponiendo procedimientos y disposi
tivos automatizados. El aseguramiento de calidad buscaba el “defecto cero” de los
productos y servicios. Los modos operatorios y las ayudas automatizadas se supo
nía que aseguraban “cero pana” de las instalaciones industriales. La automatización
de los dispositivos de seguridad debían llegar a “riesgo cero”. En una palabra, la
confianza debía provenir del control y de la estandarización.
Este enfoque ha permitido hacer notables progresos. Las ganancias en calidad, el
respeto de los tiempos, el dominio de la seguridad, han mejorado considerable
mente. Los procedimientos son indispensables y su generalización ha permitido
evitar muchos accidentes o fallos.
Pero aparecen los límites. En los “sistemas de riesgo” (aviación, transporte, quími
co, nuclear) las curvas de accidentes se han ubicado en posición asíntota. Para la
aviación civil la cifra de muertos por millones de horas de vuelo ha permanecido
estable después de 20 años. Los niveles de seguridad logrados son altos pero cada
vez más difíciles de superar. El exceso de procedimientos [18] paraliza la iniciativa,
la multiplicación de ayudas automatizadas desresponsabiliza o disminuye la vigi
lancia, la puesta bajo control puede entrabar la necesaria flexibilidad. El exceso de
precaución puede llevar al exceso de confianza. Mientras más automatizado está un
sistema, más crucial es la competencia en las situaciones imprevistas, inéditas,
complejas, mal definidas.
En caso de incidente o pana, el operador puede focalizarse de manera exclusiva
sobre el procedimiento y perder de vista la situación de conjunto. Esta focalización
puede ser peligrosa: en 1972 un Lockheed 1011 de la compañía Eastern Airlines se
estrelló en su llegada a Miami. La tripulación se había centrado sobre el procedi
miento de testeo de una de las tres lámparas testimonio del tren de aterrizaje y
había olvidado reconectar el piloto automático. El avión descendió suavemente sin
que nadie a bordo lo percibiera aunque el problema estaba ubicado sobre el tablero
de a bordo…
Una enfermera que sigue ciegamente su plan de cuidados sin notar y tomar en
cuenta los desarrollos inesperados que se producen en el enfermo, no podría ser
considerada como competente. No porque una enfermera de apega a los detalles
del procedimiento o de una prescripción de función ha de tenérsele confianza.
Los procedimientos o protocolos no pueden sustituir la capacidad de comprensión
y de interpretación de una situación. Un procedimiento garantiza un resultado me
dio en que las competencias poco intervienen. Es frente a lo imprevisto o lo inédito
que es necesario tomar buenas iniciativas.
En todos los oficios relacionales (medicina, psicoterapia, educación, gestión de per
sonal…) el exceso de procedimientos y medidas de precaución puede considerarse
Construir las competencias individuales y colectivas 7
dañino. No se puede eliminar lo imprevisto reforzando hasta el extremo los contro
les o remitiéndose a una tecnología sofisticada.
Los profesionales no sólo deben enfrentar situaciones de riesgo sino también situa
ciones de incertidumbre. Frente a los riesgos, es posible tomar decisiones raciona
les y elaborar escenarios basados sobre la probabilidad [19] de ocurrencia de los
eventos. Frente a lo incierto, es más difícil anticipar los efectos de las decisiones
que pueden tomarse: “se sabe que no se sabe, pero es casi todo lo que se sabe” 1 . Sa
ber actuar en situación de incertidumbre equivale a trabajar sobre el universo de lo
plausible; prevenir o gestionar los riesgos implica la necesidad de navegar en los
cálculos y modelos cuantitativos de lo probable.
La capacidad de competir en un mercado no surge solamente de la productividad,
si bien esta no puede ser descuidada. Pero los nuevos desafíos de la competitividad
suponen, se lo habrá presentido, que se pueda tener confianza en los profesionales,
que se pueda contar con sus competencias.
Esto significa el desarrollo de un profesionalismo que sea definido como la capaci
dad de no solamente ejecutar lo prescrito, sino ir más allá de lo prescrito. Lo que se
pone en cuestión es la noción misma del trabajo de ejecución (incluso si nunca ha
sido otra cosa que ejecución, como lo muestran numerosos trabajos de ergonomía y
sociología del trabajo). El profesional debe saber hacer frente a lo aleatorio, a los
eventos. Debe poder emprender actividades y no solamente “ejecutarlas”. La inicia
tiva local, la responsabilización, la inversión personal serán exigidas cada vez más
al operador de terreno. En un banco, un consejero financiero debe saber tomar ini
ciativas pertinentes para tener en cuenta la especificidad de los diversos tipos de
clientela: segmentación de patrimonio, edad, situación familiar, actividades… Lo
sobremedida se impone al estándar. Existen ciertamente tipologías de clientela
pero en cada una de ellas se sitúan siempre casos particulares. Ya no basta disponer
de un conjunto de competencias sino que deberá ser capaz de hacerla evolucionar.
A inicios de los 80, Marc Maurice pronosticaba la necesidad de una “flexibilidad
asistida por la competencia”. El pronóstico se ha convertido en diagnóstico. [20]
Estas nuevas exigencias de competitividad ponen en cuestión la organización taylo
riana del trabajo. Ya no es el tiempo de las cohortes de empleados intercambiables,
salidos del mismo molde, efectuando tareas parceladas y repetitivas y sin tener más
que obedecer a las consignas de la jerarquía. Lo que requiere la empresa, cada vez
más son personas capaces de tomar iniciativas y decisiones a nivel local para en
frentar lo aleatorio y los eventos (incidentes, versatilidad de los mercados, variedad
de los clientes…); son personas capaces de cooperar eficazmente en proyectos des
centralizados que contribuyen a la innovación y a la elaboración de nuevos servi
cios y por tanto a la creación de valor; son empleados que comprometen su subjeti
vidad en la interpretación de las prescripciones poniendo primero el acento sobre
los resultados a obtener que sobre los procedimientos. Según una encuesta realiza
da por DARES 2 en 1999 sobre las condiciones de trabajo, los trabajadores sobre los
1 M Callon, P Lascoumes, Y Barthe. Agir dans un monde incertain. Seuil, 2001.
2 J Bue, C. Bougerie. L’organisation du travail: entre contraintes et iniciative. 1999
8 Construir las competencias individuales y colectivas
que se imponen modos operativos estrictos son menos numerosos en 1998 que en
1991. La empresa del tercer milenio no podrá funcionar y desarrollarse si no si pue
de confiar en la competencia de los profesionales.
En efecto, lo que cambia profundamente es el modo de producción: “el antiguo ca
pitalismo era una máquina para producir para la generalidad, una máquina que
utilizaba la fuerza de trabajo de los individuos, igualable, asimilable y planificable,
es decir, lo que tiene poder de generalidad entre ellos, sin preocuparse de saber si
se trata de un hombre o una mujer, de un joven o de un viejo, de un francés o de un
inmigrante” 3 . La consideración de las diferencias se instala en el corazón del siste
ma económico.
No es por azar si, en Schneider Electric, la estrategia de competencia está directa
mente ligada a la estrategia de desarrollo de Schneider France. La estrategia de
competencia es [21] aprehendida como un factor clave en la puesta en acción efec
tiva de la estrategia de la empresa.
Destaquemos igualmente la evolución significativa de las normas ISO. En sus ver
siones 2000, las normas ISO 9001 e ISO 14000 introducen exigencias explícitas
sobre la identificación de las competencias necesarias y los medios para desarro
llarlas.
Conviene entonces tener clara la “salida del taylorismo”. La evolución de la organi
zación del trabajo hace coexistir con frecuencia sectores o funciones caracterizadas
por prescripciones comportamentales estandarizadas y dominios donde la relación
personalizada con el cliente supone el rechazo de todo estándar para poder adap
tarse permanentemente a las características de los clientes y a la variabilidad de las
situaciones. La separación tayloriana entre conceptualizadores y ejecutores todavía
existe en gran medida, incluso si los “ejecutores” disponen de márgenes de manio
bra sin medida de comparación con el operador del modelo fordista.
La “nueva economía” también tiene su trabajo en cadena. Dado que los empleados
de Amazon tratan cada año con millones de correos electrónicos, están sometidos a
presiones de rendimiento que les poco les permiten movilizar sus conocimientos
literarios: doce mensajes electrónicos por hora. Una conversación telefónica que
dura más de cuatro minutos implica una advertencia. Estos “peones electrónicos”
están sometidos a un trabajo repetitivo 4 . Sin embargo, es necesario precisar por el
contrario que se trata de un trabajo más complejo de lo que se cree. No se limita a
aplicar procedimientos o plantillas predefinidas. El operador debe arbitrar entre
muchas reglas o criterios, adaptarse al caso y a la personalidad de cada cliente,
combinar convivialidad y rapidez, sacar lecciones de la experiencia. Las plantillas
son orientaciones indispensables pero requieren ser interpretadas y adaptadas.
[22]
P. Rosenvallon, “Le projet socialdémocrate est définitivement achevé” en Le Monde, 2626 mai
3
2002.
4 S. Halimi. “Dyberdamnés”, in Monde Diplomatique., février 2000
Construir las competencias individuales y colectivas 9
Así las cosas, la tendencia general a superar la organización tayloriana representa
una realidad que debe tenerse en cuenta.
2. La terciarización de la economía.
La terciarización de la economía a la que asistimos no se limita al desarrollo del
“sector terciario”. Concierne al conjunto de las actividades de producción que en
tran en una lógica de la economía de servicio. Lo que venden las empresas son pa
res productoservicios, soluciones a problemas, valores de uso. Las empresas de
telecomunicaciones ofrecen también material telefónico para concentrarse sobre la
venta de servicios de comunicación… La organización se “orienta al cliente”. Éste,
una vez “ingresado” a la empresa, pasa a ser prioritario, concentra sobre sí los pro
cesos transversales y los proyectos, impone sus ritmos y sus especificidades. Con el
desarrollo de las redes de prestatarios, los vendedores deben establecer relaciones
durables con un cliente: la dimensión comportamental de la competencia adquiere
una importancia creciente. La imagen que los clientes se hacen de la empresa o de
la organización pasa por la calidad relacional y de servicio que ofrecen los agentes
en contacto directo con el público, incluso si no son responsables de la solución de
los problemas del cliente. La fidelización de los clientes se convierte en un valor
central: los especialistas de marketing le han dado nombre: el lifetime value. Los
apoyos materiales valen sólo por la gama de servicios que pueden vehicular: el telé
fono celular es un excelente ejemplo.
El grupo siderúrgico Arcerlor (ex–Unisor) propone “soluciones de acero” a sus
clientes. Los “ingenierosresidentes” están destinados a tiempo completo para los
principales clientes (por ejemplo, las constructoras automotrices) para anticipar
sus necesidades y asegurar la interfase entre la siderúrgica y sus clientes 5 . [23]
En un contexto así, la competencia de los empleados no puede ser solamente téc
nica. Se hace pluridimensional integrando exigencias de calidad, de reactividad, de
relación. La competencia tiende a definirse en relación a un servicio a prestar a un
destinatario, ya se llame cliente, paciente o beneficiario.
Frente a la exigencia inescapable de la calidad del servicio al cliente, la competencia
del personal hará la diferencia. Los procedimientos de calidad son necesarios, pero
tienen sus límites. No pueden prever todas las situaciones. Pero para que los em
pleados pongan en obra sus competencias, es necesario que tengan ganas, que
compartan los desafíos colectivos, que sean reconocidos y valorizados en la contri
bución que aportan. Esto significa que la satisfacción del cliente depende en gran
parte de la satisfacción del personal. un personal insatisfecho que no se siente re
conocido, no adherirá a los objetivos de calidad, no se involucrará en una relación
de servicio excelente. Es de interés a largo plazo de la empresa velar primero por la
competencia y la satisfacción de sus empleados.
5 S. Lenfle, Ch. Midler. “Stratégies d’innovation et organisation de la conceptión dans les entreprises
amont”, in Revue Francaise de Gestion, Vol 28, Nro 140, 2002
10 Construir las competencias individuales y colectivas
3. La evolución de los análisis estratégicos en términos de ventajas
competitivas.
En un mercado sometido a presiones concurrentes externas, la empresa no puede
sobrevivir más que sabiendo definir y defender su especificidad, lo que la distingue
de sus concurrentes. Lo que es vital para ella es poder asegurarse una ventaja com
petitiva durable. Es preciso distinguir su viabilidad a corto plazo (viabilidad finan
ciera) que depende de la asignación de sus recursos, de su viabilidad a largo plazo –
que funda su ventaja competitiva y que depende de su capacidad de crear nuevas
combinaciones y recursos (tecnológicos, humanos…). En esta perspectiva, la cuali
ficación proveniente de la formación inicial no puede ser más que un punto de par
tida para crear nuevas competencias sin cesar.
La ventaja competitiva de la firma depende, por cierto, de la pertinencia del porta
folios de recursos del que dispone en relación a [24] sus opciones estratégicas, pero
sobretodo de su capacidad para combinar sus recursos de manera original. Es la
originalidad de la combinación de sus activos tangibles e intangibles que crea y
protege la ventaja competitiva durable. Esta combinatoria es, en efecto, “tácita”,
invisible y por tanto difícilmente puede ser imitada o adquirida. Resulta de la histo
ria de la firma, de un largo aprendizaje colectivo. Un concurrente puede apropiarse
de sus recursos, pero no puede copiar un aprendizaje colectivo. Esto es innegable.
El saber organizacional difiere de la suma de los saberes individuales.
La importancia asignada a esta combinatoria de activos tangibles e intangibles po
ne en primer plano de los análisis estratégicos no sólo el desarrollo de las compe
tencias individuales sino también colectivas.
Elaborar una estrategia de empresa es una cosa; ponerla en obra es otra. No basta
disponer de un proyecto estratégico, todavía falta tener la capacidad de ponerlo en
acción. La experiencia muestra que el paso al acto depende en gran medida de las
competencias y la motivación del personal.
Esta exigencia explica el desarrollo de los procesos que identifican las “competen
cias críticas” o core competencies necesarias para realizar las decisiones estratégi
cas. Es por relación a estas competencias colectivas que se desarrollarán las com
petencias individuales que deberán contribuir.
4. La inestabilidad de las situaciones y contextos de trabajo.
Las empresas han entrado en un movimiento permanente de cambio debido a los
impactos simultáneos de múltiples factores: tecnológicos, financieros, estratégicos,
concurrenciales, culturales… ¿Acaso no están siempre “en tren de” reorganizarse?
Como si, al modo de los funámbulos, no pudieran encontrar su equilibrio más que
en el movimiento… [25]
Se terminó la época en que una persona podía esperar ocupar el mismo puesto de
trabajo durante toda su vida profesional o al menos durante gran parte de ella. En
1980, en Francia, un trabajador de cada cinco cambiaba de empresa en cinco años.
Entre 1988 y 1993 la relación era de uno sobre cuatro, y sobre la población activa,
un trabajador sobre tres había cambiado de profesión. Se puede estimar que un
Construir las competencias individuales y colectivas 11
ingeniero del tercer milenio deberá cambiar cinco o seis veces de empresa, de con
texto de trabajo, en el curso de su vida profesional. En 2001 en Thalés un millar de
trabajadores se han desplazado entre las filiales, de los cuales el 60% eran ingenie
ros y cuadros. Se ha establecido una cartografía de las competencias para facilitar
esta navegación. El grupo Bouygues distingue la gestión intraoficio y la gestión
interoficios: en el marco de esta última un trabajador tiene la posibilidad de en
contrarse con su director de recursos humanos para considerar un proyecto de mo
vilidad interoficios en 2001. Este grupo ha registrado cinco mil mutaciones entre
sus filiales, sobre un efectivo de 120.000 colaboradores. En Schlumberger se ha
instalado un intranet de búsqueda de empleo –el career center: los empleados tie
nen la posibilidad de plantear sus deseos y condiciones de movilidad sin referirse a
una oferta precisa. Solamente el responsable jerárquico directo, la dirección de re
cursos humanos del grupo y las direcciones de recursos humanos de las ramas, tie
nen acceso a esta información.
Este proceso de cambio no se refiere únicamente al paso de una situación de traba
jo a otra: toca a la situación misma del trabajo. El contexto de una misma situación
de trabajo se ve sometido a fuertes evoluciones, a transformaciones a veces radica
les. Para un diseñador de equipo, sobre un proceso de concepción de vehículos, el
“oficio” puede cambiar radicalmente: las piezas serán concebidas aparte, y él se
convertirá en un encargado de gestión y un arquitecto, y no tendrá más que dise
ñar. Su experticia se ejercerá sobre la elaboración y el seguimiento de un cuaderno
de cargos funcionales. Podrían multiplicarse los ejemplos como este. [26]
Todos estos cambios significan que es menos y menos posible razonar en términos
de puestos de trabajo o incluso de empleo. Para el trabajador ya no se trata sola
mente de ser capaz de tener un empleo sino adaptarse a su evolución, de hacerlo
evolucionar y eventualmente de cambiarlo. Se hace necesario razonar en términos
de empleabilidad y no solamente en términos de empleo. Del lado del empleado,
esto significa desarrollar la capacidad de emplearse; del lado del empleador, impli
ca la reunión de las condiciones requeridas (formación, situaciones de trabajo pro
fesionalizantes, itinerarios profesionales…) para que el empleado sea empleable.
Las empresas tendrán que reclutar no solamente en función de las capacidades de
ejercer un puesto de trabajo determinado sino en función de la capacidades de los
candidatos de realizar un itinerario profesional que no puede ser planificado o pre
visto desde el origen. La movilidad no puede ser programada como antes los planes
de carrera relevantes de la balística. Ahora es preciso inventar su camino al mar
char antes que dejarse guiar por una carretera sin sorpresas. Quienes sean conside
rados que disponen de una mayor capacidad de aprendizaje tendrán más opciones
de ser seleccionados.
Todo esto lleva a poner en primer plano no solamente las competencias de un indi
viduo sino su capacidad y las condiciones necesarias para que ellas puedan evolu
cionar y para que pueda construir nuevas. Por ahora, pero volveremos sobre ello
más tarde, conviene prestar atención particular a la noción de “saber combinato
rio”. El profesional que dispone de una fuerte empleabilidad se caracterizará no
solamente por el hecho de poseer “recursos” (conocimientos, saberhacer, cualida
12 Construir las competencias individuales y colectivas
des, cultura, experiencias profesionales…) sino por su capacidad de combinarlos
para enfrentar situaciones que debe gestionar y eventos que debe enfrentar.
Hacer frente permanentemente a la variedad de las demandas, a la diversidad de
los clientes, a la versatilidad de los mercados y a la evolución incesante de las tec
nologías conduce a la empresa a funcionar con organizaciones “de geometría varia
ble”. [27]
Este imperativo de reorganización permanente tiene sin embargo sus límites: aque
llos donde se consagra una parte demasiado grande a la energía disponible para las
reestructuraciones internas y una parte demasiado débil a la creación directa de
valor. Conviene poder modificar el proceso y redistribuir las actividades sin tener
que conmocionar de arriba abajo al conjunto de la organización.
Frente a la complejidad de las situaciones a tratar, existen organizaciones simples
que deben ser puestas a punto para asociar las competencias necesarias con el
máximo de reactividad y pertinencia. La función de la organización se convierte en
una función de cooperación de las competencias individuales para poder asegurar
servicios que no cesan de evolucionar.
5. El desarrollo de una economía del saber.
En su “Informe europeo sobre la calidad de la educación” para la cumbre de Lisboa
en marzo de 2000, la Comisión Europea reconocía que la educación y la formación
deberían permitir a Europa “convertirse en la economía del conocimiento más
competitiva y más dinámica del mundo”.
El creciente interés por el knowledge management lo testimonia: el saber constitu
ye una fuente de creación de riquezas.
Lo que está en plan de evolucionar es la relación misma con el saber: se exige a los
empleados no solamente adquirir un saber ya constituido (que es el caso de la for
mación) sino contribuir a la creación de saber. Las reuniones de compartir expe
riencias, las revisiones de proyectos, la participación en los trabajos de capitaliza
ción van en este sentido. Esta producción se hace cada vez más colectiva: es preciso
cooperar a la producción de saberes para que puedan obtenerse lecciones útiles a
partir de la experiencia.
Las empresas siempre han utilizado el saber para producir. Lo que es nuevo, es que
ahora debe contribuir más y más a su creación para seguir siendo competitivas.
Necesitan [28] saber elaborar el saber a partir de la experiencia (retornos de expe
riencia), a partir de sus clientes y a partir de la observación de sus concurrentes o
de empresas innovadoras (benchmarking).
Una evolución así, requiere una mirada nueva sobre la competencia. Es cada vez
menos posible ser competente contando sólo con los propios recursos. Para actuar
con competencia, es necesario ser capaz de movilizar no solamente sus propios sa
beres sino aquellos que están capitalizados en las redes de recursos (bancos de da
tos, sistemas expertos, fichas de capitalización, redes documentales…) y participar
en la actualización y renovación de estos últimos.
Construir las competencias individuales y colectivas 13
La capacidad de responder pertinentemente a los problemas de los clientes descan
sa sobre la facultad de asociar y tratar:
informaciones no estructuradas o débilmente estructuradas; lo que comúnmente
se llama la “literatura gris” (informes, rendiciones de cuenta, notas de entrevis
tas…),
informaciones estructuradas (procedimientos, protocolos, libros de procesos,
reglas de acción formalizadas…),
las competencias de personas que deben trabajar en red para la resolución de
estos problemas.
La economía del saber consiste en transformar la información en conocimiento. La
información (datos, imágenes, …) tiene poco valor en sí misma. Lo que crea el valor
es su transformación en conocimientos, es decir su interpretación. La información
no es escasa; incluso es sobreabundante. Incluso puede convertirse rápidamente en
aplastante.
6. Los desafíos de la evolución demográfica.
Cualquier consideración demográfica sobre el futuro próximo no puede sino pre
ocupar. A partir de 2006 el inicio de la retirada de los baby booms nacidos después
de la Liberación implicará una contracción de la población activa: se prevén
30.000 activos menos por año entre 2006 y 2010, y 80.000 a continuación. De
aquí al 2012, el 60% de los funcionarios actuales se habrán retirado. Francia se ca
racteriza por una tasa de actividad de mayores (6064 años) entre [29] las más ba
jas de Europa: 15,3 mientras que es de 29.9 en Alemania, de 49,5 en el Reino Unido
y de un 54,6% en Suecia. En 2000 en Francia solamente el 29,7% de hombres y
mujeres de 55 a 64 años ejercían un empleo contra el 37,7% en el conjunto de la
Unión Europea. Según el INSEE, durante los últimos 30 años, la proporción de
hombres activos de 55 a 59 años ha pasado de 83% a 68%.
Paralelamente los jóvenes llegan más y más tarde y en menos cantidad al mercado
de trabajo. Debido a la prolongación de la escolaridad, un joven de dos está activo.
Según el INSEE la edad de trabajar –definida por el período entre el fin de la esco
laridad obligatoria y la edad de retiro a disminuido en 13 años entre 1960 y 2002.
Con “los estudiantes más viejos del mundo y los retirados más jóvenes entre los
países comparables” 6 Francia está mal distribuida. Las playas con palmeras fre
cuentemente están instaladas en las cabezas cuando se llega a la cincuentena…
Importa subrayar la importancia de una tipología de las situaciones halladas según
los sectores de actividades: el impacto de la edad varía según los tipos de empleo y
según los sectores donde se ejercen (industria, construcción, servicios personaliza
dos, servicios inmateriales, trabajos de concepción o de consultoría…). Hay em
pleos donde la edad tiene poco impacto y otros donde el “envejecimiento” podrá ser
considerado positivo. Conviene destacar que la mayor parte de los estudios realiza
14 Construir las competencias individuales y colectivas
dos en Europa sobre este tema sobre todo han comenzado en los sectores industria
les donde el personal se caracterizaba por su débil nivel de escolaridad y cualifica
ción. De aquí ha surgido una visión más bien “pesimista”. Sin duda debe ser corre
gida o moderada. Los investigadores quebecois prefieren en cambio hablar de “tra
bajadores de experiencia” antes que “trabajadores envejecidos” al referirse a quie
nes tienen 45 años o más. La diferencia no es sino [30] semántica: testimonia un
cambio de perspectiva 7 .
En esta investigación, la gestión de competencias se pone en primer plano. La con
sideración del impacto demográfico particularmente se refiere a:
El análisis y la anticipación de las situaciones demográficas. La gestión previ
sional de la pirámide etaria y el examen de las estructuras de edades de las situa
ciones de trabajo aparecen como esenciales. La talla, el perfil y la evolución pre
visible de las pirámides etarias requerirán estrategias de acción distintas y de
terminarán el grado de urgencia. La lectura de las estructuras etarias permite ra
zonar sobre los vínculos que pueden existir entre la edad y las exigencias de
competencias de las situaciones de trabajo. El análisis comparativo entre los ta
lleres, los servicios o los empleos, permitirá comprender cómo los grados de ex
posición a las restricciones y a las multas determinan la estructura de edades.
Así podrán establecerse útiles tipologías de situaciones o de recorridos de evolu
ción profesional: estas pondrán en evidencia en qué la edad puede ser una venta
ja o una desventaja para efectuar una tarea de manera satisfactoria.
La estructura y el contenido de los referenciales de competencias. Será perti
nente distinguir los “recursos” necesarios para actuar con competencia en fun
ción de un tipo de efectos que la edad puede producir. La clasificación tradicio
nal en saberes, saberhacer y saberser no es aquí la más pertinente. Por ejemplo
será más útil distinguir los recursos sensoriales y motrices, las capacidades cog
nitivas fundamentales para tratar y memorizar la información, el capital de co
nocimientos y de saberhacer provenientes de la experiencia… El efecto del enve
jecimiento biológico no se hace sentir de la misma manera y de ello dependerán
fuertemente las estrategias de adaptación que los sujetos ponen en acción para
actuar eficazmente. [31]
El análisis de las prácticas profesionales. Frente a las restricciones de lo prescri
to los sujetos ponen en acción prácticas o conductas que les son propias. Las
combinatorias de recursos (capacidades cognitivas, saberhacer, saber actuar,
lecciones de la experiencia, aptitudes sensoriales…) que configurarán y pondrán
en acción testimoniarán la gran variabilidad que puede existir en la manera de
actuar de los sujetos. Los modos operatorios para compensar los efectos de la
edad podrán ser diversos.
La organización del trabajo. No estará ausente de la gestión anticipada de las
edades y las competencias. Se necesita una cierta flexibilidad de la prescripción
para permitir poner en acción procedimientos operatorios diversificados que
Frédéric Lesermann, Vieillisement de la maind’oeuvre, dynamiques d’entreprises et politiques
7
publiques: évolution d’un itinéraire de recherche, INRS, Montréal 2001
Construir las competencias individuales y colectivas 15
permiten mantener un nivel satisfactorio de rendimiento. No es que hacerlo de
otra forma necesariamente sea hacerlo menos bien. ¿Acaso la misión de los er
gónomos no es velar por la optimización de las condiciones de trabajo que per
mitirán a cada uno rendir al menor costo, con la mejor gestión posible de los re
cursos disponibles?
Una organización en equipos polivalentes que permita el ejercicio del “oficio
completo” podrá constituir una oportunidad de gestionar mejor las diferencias
de edad, teniendo en cuenta las relaciones de sustitución que permite, a condi
ción que sea realizada de manera concertada.
La gestión de la movilidad. Se necesita repensar los recorridos profesionales y la
gestión de las carreras en el seno de una misma empresa. Hace ya muchos años
que los “planes de carrera” no están a la orden del día; ahora es necesario aban
donar la noción misma de carrera. Cada vez será menos posible asegurar a un
empleado la programación asegurada de una promoción lineal y ascendente en
remuneración y en responsabilidad. Lo que la empresa o la organización pueden
proponerle es la puesta a disposición de condiciones favorables (balances de
competencias, acompañamiento, dispositivos de orientación…) para ayudarle a
construir progresivamente recorridos profesionales y navegar sobre cartas [32]
de oportunidades que ofrezcan una visibilidad de las evoluciones tanto verticales
como horizontales, sobre las progresiones en experticias técnicas y no solamente
administrativas, sobre la oferta de nuevas situaciones de aprendizaje. La gestión
de los recorridos debe organizarse sobre el conjunto de la vida profesional y no
solamente sobre los últimos tramos de la vida activa.
También será necesario poner a punto las posibilidades de recorrido entre las
empresas: el desafío está planteado y será necesario inventar.
La formación continua. Aquí los prejuicios son tenaces: a partir de los 45 o 50
años los trabajadores pierden de manera notable su capacidad de aprender. Mu
chos de ellos se convencen: se juntan la pérdida de confianza en sí mismos, las
presiones desestimulantes del entorno próximo, la creciente sensibilidad frente a
las presiones temporales de los ritmos de trabajo. Si bien esta representación no
descansa sobre ningún estudio serio, contribuye a reforzar la actitud de los em
pleadores a dudar en enviar a formación a sus trabajadores de edad. Esta ten
dencia es particularmente visible en lo que se refiere a las formaciones informá
ticas: la edad explicaría lo esencial de las dificultades de aprendizaje. Es un
hecho en la actualidad que la esperanza de acceso a la formación continua se ini
cia desde los 45 años y cae bruscamente a partir de los 55 años.
La realidad es más matizada. Constatamos que, según Médiamétrie, los mayores
de 50 años representaban en 1999 en Francia más del 41% de los internautas. Lo
que aparece sobretodo no es propiamente una disminución de las capacidades
de aprender sino la necesidad de disponer de tiempo para aprender, de poder re
ferirse a experiencias anterior, de ligar lo aprendido a los conocimientos ya ad
quiridos, de poder dar un sentido a los aprendizajes demandados y a los que es
preciso desprenderse, aprender en un clima de confianza, de saber expresar y va
lorizar sus prácticas profesionales, de tener la oportunidad de ser puesto perió
dica y regularmente en situaciones de aprender… Ciertos estudios ponen en evi
16 Construir las competencias individuales y colectivas
dencia la influencia particular de la edad sobre el componente emocional [33]
del aprendizaje: los trabajadores de edad manifestarían una ansiedad mayor an
te situaciones de aprendizaje. Tendrían mayor tendencia que los jóvenes a tri
buir las dificultades que encuentran en el aprendizaje a factores que no contro
lan (características de la personalidad, organización de la formación…) 8 .
Esta consideración de la influencia de la edad sobre la formación continua no
debe hacer olvidar la necesidad de ponerla en relación con las inequidades cons
tatadas en el acceso a la formación de las diferentes categorías socioprofesiona
les. Los cuadros y profesiones intermedia tienen una tasa de acceso a la forma
ción más elevada que los empleados y sobre todo más que los obreros de la mis
ma edad. Los cuadros entre 25 y 29 años se forman 2,3 veces más que los obre
ros de la misma edad, y tres veces más entre los 35 y 39 años, y cuatro veces más
entre 50 y 54 años 9 .
Ciertamente los efectos de la edad no están ausentes pero son modestos. Agra
van las inequidades ya constatadas en la estructura socioprofesional. En cambio,
deben ser tomados en cuenta combinados por los otros factores anteriormente
enumerados.
Conviene entonces prestar una atención particular a la investigación y a la pues
ta en acción de métodos y de un entorno favorable a la formación de sujetos de
edad: una mayor consideración de las representaciones, articulación de nuevos
aprendizajes con competencias y conocimientos adquiridos, desarrollo de la con
fianza y trabajo sobre la imagen de sí para reducir la ansiedad, acompañamiento
personal, organización de la diversificación de los ritmos y velocidades de
aprendizaje (en particular al comienzo de la formación), trabajo sobre las conse
cuencias esperadas de los cambios demandados, preparación para realizar [34]
una vuelta reflexiva sobre la experiencia para poder ponerla en palabras, peda
gogía de la alternancia para familiarizar con situaciones de trabajo inéditas o pa
ra facilitar la apropiación de nuevos útiles, progresividad de los aprendizajes…
Estas diversas medidas no deben hacer olvidar lo esencial, es decir, la necesidad
de instituir una formación a lo largo de toda la vida y no solamente preocuparse
de los sujetos de edad. Es entrenando regularmente las capacidades de aprendi
zaje y actualizando periódicamente los conocimientos que se asegurará su buen
funcionamiento o su renovación en las edades avanzadas. El concepto de “edu
cación a lo largo de toda la vida” adquiere aquí todo su significado: la concepción
ternaria de las edades (educación y formación / trabajo / retiro), todavía presen
te en muchas representaciones individuales y colectivas, será cada vez menos y
menos pertinente 10 .
8 J.C. Marquié, M. Niezborala, C. Delgoulet, “Quelques composantes psychiques et cognitives de la
relation age, travail, santé”, in Travail, Santé, Vieillisement, Octares, 2001
9 C. Fournier, “Développer la formation des ‘seniors’? Deux questions préliminaires”, in Formation
Emploi, Nro 81, 2003
10 Frédéric Lesemann: art. cit.
Construir las competencias individuales y colectivas 17
La transmisión de la experticia. Esta es probablemente la que más llama la
atención de los empleadores públicos y privados. Los previsibles retiros masivos
hacen pensar en un empobrecimiento importante del capital de saberhacer de
las empresas y organizaciones. El retiro de los expertos hace pensar en la ruptu
ra de las cadenas de competencias. El desarrollo y la actualidad de las prácticas
de gestión de los conocimientos (knowledge management) se explican en parte
por este temor a la descapitalización. Se busca entonces “recuperar” las destrezas
o las formas de actuar de los expertos para memorizarlas y ponerlas a disposi
ción de los que permanecen o lo que llegarán. Lograr la cooperación intergene
racional tienden a convertirse en un objetivo propio de los responsables de la
gestión de los recursos humanos. [35]
7. El creciente interés de los individuos por las competencias.
En una coyuntura económica difícil e incierta, en un entorno de trabajo que evolu
ciona sin cesar, frente a los repetidos riesgos de pérdida de empleo, no es de des
preciar el disponer de un “portafolios de competencias”. Desgraciadamente esto no
resuelve todos los problemas y no elimina los riesgos del desempleo. Sólo quien
pueda exhibir como un conjunto de competencias validadas y una capacidad pro
bada para entrar en procesos de aprendizaje dispondrá de una ventaja apreciable
en el mercado del trabajo. Estará en condiciones de argumentar sobre su empleabi
lidad.
Se ha denunciado a menudo la inflación de diplomas, especialmente en Francia. Es
verdad que los conocimientos generales adquiridos en los dispositivos de forma
ción inicial obsolecen rápidamente. No es menos verdadero que los diplomas vali
dan principalmente recursos adquiridos (conocimientos, saberhacer, adquisición
de idiomas, juicio, expresión oral y escrita, civilidad, …) más que las competencias
profesionales a las que podrían contribuir. Por tanto es necesario observar simul
táneamente el importante rol de primera selección que continúan jugando de hecho
los diplomas: disponer de un diploma no garantiza el empleo, pero no disponer de
él aumenta los riesgos de exclusión. En el mercado de trabajo más vale estar di
plomado incluso si ello no es garantía de una carrera asegurada. Son los jóvenes
más diplomados quienes han aprovechado el mejoramiento coyuntural de los años
90. mientras más crece el número de diplomas, más son necesarios los diplomas en
el mercado de trabajo.
El apetito por saber es considerable. Es estimulante constatar el gran éxito en
Francia de 366 conferencias sobre los conocimientos en el marco de la “Universi
dad de todos los saberes”, organizado por iniciativa de la Misión para la Celebra
ción del Año 2000.
En 2001 HRGardens/Ipsos en asociación con el diario Le Monde interrogó a 8.000
jóvenes diplomados de la enseñanza superior en 7 diferentes países; los resultados
son concluyentes: [36] el 65% de ellos no reconocían legitimidad a la empresa más
que cuando les ofrecía “la posibilidad de realizarse” y si “la colaboración con los
18 Construir las competencias individuales y colectivas
superiores jerárquicos es enriquecedora”. El 64% estimó que la profesionalización
es el principal valor buscado en la empresa 11 .
Estas constataciones llevan a considerar la formación inicial como uno de los com
ponentes de la cualificación. Esta última deberá enriquecerse por la construcción
de competencias en el curso de la vida profesional. El Acuerdo CAP 2010 firmado
en 2000 por los miembros del Grupo Unisor prevé la instalación de un “pasaporte
de competencia” que permita efectuar un seguimiento personalizado de la evolu
ción profesional del trabajador y mantenido al día conjuntamente por el titular y
por una persona designada por la empresa. En este pasaporte pueden registrarse
los diplomas, cualificaciones y competencias adquiridas antes del ingreso a la em
presa, en el curso de la vida profesional en ésta así como las experiencias adquiri
das fuera de la empresa con ocasión de actividades benéficas o de mandatos electo
rales.
Esta última razón de la creciente importancia asignada a las competencias muestra
que existe una convergencia de intereses entre las preocupaciones de los directivos
de las empresas y organizaciones, por una parte, y las de los individuos, por la otra.
Convergencia no significa similitud. Los puntos de vista, las finalidades o priorida
des pueden ser distintos e incluso opuestos, pero convergen sobre un punto: consi
derar la construcción de competencias como un desafío esencial. Este consenso por
reconocer la importancia del desafío anuncia negociaciones, conflictos y compro
misos que marcarán la dinámica de las relaciones sociales. En Francia, los miem
bros sociales no dejarán de afinar y fijar sus posiciones sobre la gestión y desarrollo
de las competencias [37]. El encuentro de MEDEF en Deauville en 1999 sobre las
competencias es una clara evidencia.
Los diversos factores explicativos del interés actual por las competencias y que han
sido rápidamente evocados pueden ser resumidos en torno a dos palabras clave:
competitividad y empleabilidad. Estamos lejos de simples efectos de moda y los
desafíos son de envergadura.
Involucrarse en un enfoque de competencias no es sólo estar a la moda del día.
8. Los límites de los enfoques de gestión individual de las competen
cias.
Las prácticas de evaluación de competencias individuales parecen en muchos casos
buscando establecer una ruptura de las relaciones existentes entre los más y los
menos competentes. Pueden desarrollarse relaciones de competición inter
individuales en detrimento de la eficacia colectiva.
El débil compromiso que se constata con frecuencia en los administradores de
proximidad frente a la puesta en obra de “enfoques de competencias” o “lógicas de
competencias” no proviene única ni esencialmente de su débil preparación o de un
déficit de instrumentación a su disposición, sino sobretodo puede ser por su temor
Encuesta sobre los ECP (“Early Career Professionals”: jeunes cadres á fort potentiel – diplome
11
d’enseignement supérieur, de un á cinq ans d’experience, bilingues).
Construir las competencias individuales y colectivas 19
de que una gestión demasiado selectiva de sus colaboradores por sus competencias
venga a fragilizar los delicados equilibrios colectivos que necesitan y fundamentan
su legitimidad en el terreno.
Se puede hipotetizar que las condiciones para articular las competencias individua
les con las colectivas van a convertirse en una cuestión esencial a tratar en los “en
foques de competencias”. [38]
20 Construir las competencias individuales y colectivas
2. ¿CUÁL ES EL CONCEPTO DE COMPETENCIA QUE NECESITAMOS? [39][40]
Preguntas.
¿Qué diferencia hace Ud entre “saber hacer” y “saber actuar”? ¿Qué aporta
esta distinción?
¿Cómo definiría el saber combinatorio?
¿Cómo definiría una práctica profesional?
¿Qué es un esquema operatorio? ¿Un esquema operatorio es una competen
cia?
¿Los referenciales de competencias no llevan a uniformar las competencias?
¿Qué piensa de los referenciales de competencias? ¿Por qué muchos de ellos
no se usan luego de ser elaborados?
¿Qué diferencia hace exactamente entre “la” competencia y “las” competen
cias?
¿La competencia no es lo mismo que una “disposición a actuar”? ¿Qué pien
sa de esta definición?
¿Por qué es tan crítico de la trilogía tradicional: saber, saberhacer, saber
ser? ¿No ha dado pruebas de su utilidad?
¿Si la competencia real de una persona es invisible, cómo evaluarla?
¿Basta tener competencias para ser competente?
¿Cómo definiría una “práctica profesional”?
¿Qué relaciones establece entre competencias y prácticas profesionales?
¿Qué entiende por “situación profesional”?
¿Qué es un “esquema operatorio”? [41][42]
Construir las competencias individuales y colectivas 21
Desde hace mucho tiempo la competencia ha asimilado la capacidad a mantener un
puesto o tener un conocimiento. Ya no puede ser el caso. No porque se tiene un di
ploma profesional o se ha seguido una formación es que se puede actuar con com
petencia en contextos de trabajo evolutivos y cada vez más caracterizados por lo
eventual y lo inédito. Ser competente, es cada vez más ser capaz de gestionar situa
ciones complejas e inestables.
Además, las competencias tienden a no ser consideradas simplemente como “re
cursos” al servicio de las verdaderas riquezas de la empresa que serían los equipos e
instalaciones. Las competencias son las verdaderas riquezas. A un nivel similar de
tecnología, son las competencias las que hacen la diferencia. En una empresa fun
cionando en lógica de competencia, los empleados ya no pueden ser considerados
únicamente como generadores de costos o de cargos. También son, y de manera
prioritaria, generadores de valor. Ya no es imposible que la noción de “recursos
humanos” sea reemplazada poco a poco por la de “riquezas humanas”.
Claramente, dado que las empresas y organizaciones tienen necesidad de un nuevo
concepto de competencia, el debate y las experimentaciones toman la importancia
que tienen actualmente. La cuestión subyacente que se perfila tras este hervidero
de ideas y proyectos es: ¿qué concepto de competencia necesitamos? Sería un error
convertirlo en una cuestión puramente académica. Se trata principalmente –y mu
chas empresas así lo entienden de lo que ciertos economistas llaman una “inver
sión de forma”. Encontrar una nueva “puesta en forma” de la competencia para
hacerla objeto de inversión, tal es el desafío económico. Si la noción de competen
cia está en crisis, es porque su contenido tradicional no permite hacer frente a los
nuevos desafíos de la competencia y las situaciones de trabajo. Es preciso dotarse
de herramientas conceptuales y prácticas. “Nada es más práctico que una buena
teoría”, diría Kurt Lewin. [43]
Inspirémonos en la sabiduría de los físicos. Los más serios no intentan resolver el
problema de la naturaleza del tiempo. Buscan más bien cuál sería la mejor manera
de representarse el tiempo. ¿De cuál representación de la competencia tiene nece
sidad esta o aquella empresa? Más vale dedicarse a trabajar modestamente sobre
esta cuestión antes que afanarse en conocer la “naturaleza” de la competencia.
La actualidad del debate sobre las competencias no proviene del hecho que las em
presas no se habrían preocupado de las competencias de sus empleados. Sería ridí
culo pensarlo. La verdadera razón me parece la siguiente: las empresas tienen ne
cesidad, por razones económicas, de dar un nuevo contenido al concepto de compe
tencia.
EL RIESGO DE UNA NOCIÓN DÉBIL PARA DESAFÍOS FUERTES.
Hay que hacer una constatación: la diferenciación entre los desafíos fuertes y una
noción débil. Las empresas tienen fuertes desafíos sobre las competencias: montar
22 Construir las competencias individuales y colectivas
dispositivos de gestión anticipada de las competencias, desarrollar el capital de
competencias, validar las competencias adquiridas en situación de trabajo, revisar
los sistemas de clasificación para fundarlos sobre una evaluación de competencias,
remunerar las competencias, mantener el capital de competencias críticas … Pero
muchas de ellas utilizan para ello una noción débil que apareció hacia los años
1960, a saber: “una suma de saberes, de saberhacer, de saber ser”.
Tomarse el tiempo para reflexionar sobre lo que debe designar hoy el concepto de
competencia no es un lujo o una simple manifestación de gusto inmoderado de los
investigadores por la reflexión teórica. Es una necesidad práctica.
ALGUNAS IDEAS RECIBIDAS Y SUS PUNTOS MUERTOS.
¿Qué entender por competencia?
Para responder a esta pregunta hay que tomar distancia. No se trata de dejarse lle
var por las vanas querellas semánticas de los expertos, pero no se puede escapar, si
se quiere ser riguroso y operacional, a un mínimo de reflexión teórica. Quienes se
preocupan de esta cuestión (las empresas, investigadores, los ergónomos, los for
madores…) salen progresivamente de un período en que ha predominado un enfo
que analítico de la competencia: ¿acaso no ha sido y sigue siendo definida como
una “suma” de saberes, saberhacer y saber ser? Describir la competencia es enu
merar. Se creía rendir cuenta de ella estableciendo listas. Cantidad de referenciales
de empleo y competencias lo testimonian apilando listas de actividades y listas de
competencias. Este enfoque es inapropiado para dar cuenta de la competencia con
siderada como un proceso. Una locura analítica se ha posesionado de la división:
actividades, subactividades, tareas, elementos de tareas, saberes, saberhaceres,
saberser… ¿Dónde está la competencia? ¿Se trata de la lista? ¿De cada uno de sus
elementos? ¿Basta poseer una lista de saberes, de saberhacer y de saberser para
ser reconocido como competente?
La competencia a menudo es entendida como la “aplicación” de saberes teóricos o
prácticos, o como un conjunto [45] de aptitudes o de rasgos de personalidad (rigor,
espíritu de iniciativa, tenacidad…).
Estas definiciones se caracterizan por su debilidad:
Construir las competencias individuales y colectivas 23
· Consideran la competencia como una “suma”, como una simple “adición”,
en el mejor de los casos como el armado de un juego de lego, mientras que se
trata de una combinación donde cada elemento se modifica en función de
características de aquellos con los que se asocia. El saberhacer correspon
diente a “saber conducir una reunión de estudio de problemas” en el campo
de la gestión de recursos humanos está destinado a modificarse si se trata de
“conducir una reunión de estudio de problemas” en química.
Para relevar los aspectos económicos y sociales importantes de la gestión y del de
sarrollo de las competencias, para evitar la desilusiones debidas a enfoques precipi
tados o erróneos, es importante que las empresas y las organizaciones se doten de
una definición de competencia que sea rigurosa y adaptada al contexto actual de las
situaciones de trabajo. [46]
Las empresas y organizaciones tienen necesidad de poder utilizar:
1. Un concepto que esté de acuerdo con la evolución de los contextos y
las situaciones de trabajo.
Aunque la organización tayloriana subsiste todavía y renace bajo nuevas formas,
asistimos a una fuerte evolución de la organización del trabajo donde la responsa
bilización sobre la gestión de una situación profesional toma el paso sobre la ejecu
ción de tareas parcelizadas y totalmente concebidas desde el exterior por las unida
des de estudio. Al lado de empresas o sectores de una empresa donde la división del
trabajo permanece fuertemente estructurada coexisten organizaciones donde los
contornos del empleo están llamados a evolucionar. En estas empresas donde se
24 Construir las competencias individuales y colectivas
apela a estructuras por proyectos o por misiones, el empleo corresponde a una
“función” o una “situación profesional” cuyo contenido será amplia y progresiva
mente definido por su titular. Estos empleos de “geometría variable” corresponden
más a un modelo “schumpeteriano” que hace referencia a la capacidad del operador
de dar forma a su empleo que a uno modelo “tayloriano” donde no se le considera
más que como ejecutante de tareas prescritas. Conviene igualmente tomar conside
rar las empresas o los sectores de empresa donde la organización del trabajo hace
lugar a equipos polivalentes que disponen de un amplio margen de autonomía y
tienen el poder de auto organizarse.
Frente al ascenso de la complejidad y de lo eventual en las situaciones profesiona
les, ya no se le pide al operador saber arreglar panas sino saber “gestionar” las pa
nas, lo aleatorio, los procesos. El operador no sabe de antemano lo que precisa
hacer y cómo. Debe inventar, reconstruir, innovar. Debe realizar en el lugar e ins
tantáneamente una combinación de recursos apropiados (conocimientos, saber
hacer, cualidades relacionales, saberes capitalizados…) para hacer frente al evento
y no hacer uso de una combinatoria de recursos preestablecidos. El profesional de
be saber “navegar en la complejidad” en función de indicadores, más que ejecutar
un plan preconcebido. El saberhacer de ejecución no es sino el grado más elemen
tal de la competencia. Frente a los imprevistos y a lo aleatorio, frente a la compleji
dad de los sistemas y de las lógicas de acción, el profesional debe saber tomar ini
ciativas y decisiones, negociar y arbitrar, hacer elecciones, tomar riesgos, reaccio
nar a lo causal, a las panas o a las averías, innovar en lo cotidiano y tomar respon
sabilidades. No solamente debe saber tratar un incidente sino también anticiparlo.
Frente a lo indeterminado e imprevisto debe poder ser “el hombre de la situación”.
En tales circunstancias, la prescripción tiene tendencia a dar prioridad a los resul
tados a alcanzar. Dado que no se [48] pueden prever todos los casos posibles y por
Construir las competencias individuales y colectivas 25
tanto todas las consecuencias, se aceptan la libertad de acción y de iniciativa siem
pre que se logre el resultado.
En numerosos casos, la realidad muestra que la aplicación de procedimientos no
siempre es eficaz. Esto es frecuente en las industrias de procesos y en los servicios.
Un procedimiento de formato demasiado pesado de un aparato arriesga hundir al
operador. Entre las actividades usuales y las prescripciones generalmente hay bre
chas. Lo prescrito está incorporado a la estrategia de los operadores que lo modifi
can según su interpretación. La experiencia muestra que la empresa no puede fun
cionar sin estos ajustes, reajustes e improvisaciones. Los “márgenes de seguridad”
que se dan los operadores no deben ser solamente interpretados como la búsqueda
de tiempo libre sino como los necesarios espacios potenciales de reacción y de
adaptación. En muchas situaciones profesionales la norma de trabajo es la omisión
de la norma. Un procedimiento siempre está incompleto, no puede prever todos los
eventos o todas las situaciones que pueden presentarse y no tiene en cuenta la di
versidad de los individuos que lo han de aplicar.
Dado que la prescripción debe referirse a modalidades de realización de las activi
dades profesionales, sobre la forma de actuar o trabajar, se limitará a fijar los “cri
terios de orientación” o de “exigencias profesionales” que serán los puntos de refe
rencia a traducir e interpretar. Incluso si la actividad real se desarrolla en las condi
ciones fijadas por la prescripción, el operador será considerado no solamente como
un actor sino también como un autor.
Esta respuesta organizada, en efecto, es específica de cada individuo. Es singular.
No hay más que una sola respuesta pertinente a un imperativo profesional, no hay
más que una forma de resolver un problema con competencia, no hay más que un
solo estilo de buena administración. Cada uno ejercerá su “liderazgo” en función de
sus características y de sus recursos profesionales.
Las situaciones de prescripción abierta no requieren un perfil comportamental úni
co. Precisar, por ejemplo, que un administrador de unidad debe saber poner en ac
ción un plan estratégico iterativo y participativo no significa que se deba adoptar
un único comportamiento para respetar estos criterios de participación e iteración.
Prescribir que los diseñadores que intervienen en un proceso de concepción de ve
hículos deben concebir las piezas “intercambiando en ‘tiempo real’ y en ‘ciclos cor
26 Construir las competencias individuales y colectivas
tos’ los avances de sus trabajos” y “negociando con los diferentes actores (arquitec
tos, diseñadores, proveedores…) desde las fases preparatorias y exploratorias” deja
márgenes de maniobra para traducir estos criterios orientadores.
Las prescripciones abiertas son incompatibles con la clonación de competencias.
El desarrollo de una economía de servicio conduce a asignar una importancia cre
ciente a lo comportamental o a lo relacional. Resulta de ahí una prescripción que
tiende a ser definida desde el punto de vista del cliente. Para un agente comercial,
no se trata solamente de vender más sino de vender de una cierta manera. Para un
agente que asegura la postventa no puede ser asunto de contentarse con reparar
una pana o un mal funcionamiento, sino de hacerlo molestando lo menos posible al
cliente, manteniendo la propiedad de los lazos y dando una cierta imagen de la em
presa que representa.[50]
En este contexto la prescripción tiende a tomar la forma de un guión que debe ser
flexible y evolutivo. No se puede pretender prescribir comportamientos estereoti
pados que no correspondan a la variedad de situaciones y clientes que se encuen
tran y que podrían implicar un costo psíquico elevado entre los agentes. El guión
puede prescribir exigencias de civilidad (personalización, amabilidad, reactivi
dad…) sin traducirlas sin embargo en comportamientos preestablecidos e indepen
dientes de las singularidades personales.
La “prescripción de la subjetividad” no podría ser, bajo pena de contra
productividad, una prescripción “monocomportamental”. Deberá dejar márgenes
de maniobra a los agentes para que puedan por sí mismos movilizar los recursos de
su personalidad para satisfacer las exigencias relacionales prescritas. Como bien
describe Alis 13 , deben encontrar las respuestas “justas” que estarán de acuerdo a la
vez con la situación hallada y los recursos de su personalidad: deberán, al modo de
lo que el dramaturgo Stanislavski preconiza para los actores, no sólo contentarse
con una “actuación de superficie” (surface acting) sino saber adoptar una “actua
ción de profundidad” (deeep acting) 14 .
Toda esta evolución de la prescripción apela a un concepto de competencia que se
separa de la concepción tayloriana donde había nacido y en la cual estaba limitada
a la estricta ejecución de un modo operatorio. Cada vez menos hay una única ma
nera apropiada de realizar una tarea. Son posibles muchas vías.
Lo que tiende a proponer la prescripción es un cuadro y objetivos de aprendizaje
para que los operadores, los agentes o los administradores aprendan a construir
13 D. Alis. “Relations de services: des compétences á développer, des conflits á gérer”. In Éducation
Permanente, Nro 137, 1998
14 C. Stanislavski, “La formation de l’acteur”. Éd. Pygmalion, 1986
Construir las competencias individuales y colectivas 27
respuestas singulares y apropiadas a situaciones cada vez más complejas e impre
vistas. La prescripción abierta constituye una guía y un espacio para el aprendizaje
de las competencias. Puede convertirse [51] en una oportunidad para construir
competencias que tengan sentido.
Las empresas van a tener una necesidad creciente de profesionales en los que pue
dan confiar para que tomen iniciativas pertinentes, es decir, para lo que sepan “sa
ber qué hacer” cuando una prescripción es abierta y que no se reduce a la aplica
ción de consignas.
2. Un concepto que da cuenta de la doble dimensión individual y colec
tiva de la competencia.
Las competencias siempre se refieren a las personas. No existen competencias sin
individuos. Más aún: las competencias reales son construcciones singulares, especí
ficas de cada uno. Frente a un imperativo profesional (enfrentar un evento, resolver
un problema, realizar una actividad…) cada agente pondrá en acción su propia
“manera de emprender” o, para tomar un término propio de los ergónomos, su
propio “esquema operatorio”.
Esta evidente portabilidad de las competencias por las personas no debe conducir a
la conclusión errada de que la competencia sería únicamente un asunto individual.
Como las dos caras de una medalla, toda competencia comporta dos dimensiones
indisociables: individual y colectiva. Cuatro razones esenciales nos llevan a este
punto de vista:
· para actuar con competencia una persona deberá cada vez más combinar y
movilizar no solamente sus propios recursos (conocimientos, saberhacer,
cualidades, cultura, experiencia…) sino igualmente los recursos de su entor
no: redes profesionales, redes documentales, bancos de datos, manuales de
procedimientos…
Algunos ergónomos designan estos recursos con el término de “recursos
ambientales compartidos”.
La respuesta competente deberá ser una respuesta de red y [52] no solamen
te una respuesta individual, incluso si la interfase con un problema o un
cliente está asegurada por una persona. El cirujano que opera a un enfermo
no actúa solo: “cuando yo opero un enfermo, el acto que realizo es un trabajo
hecho ‘a mano’, pero no puedo realizar la operación sino gracias a una cade
na de personal y la ayuda de materiales” declara el profesor Guy Vallan
28 Construir las competencias individuales y colectivas
cien 15 , profesor de urología. Actuar con competencia supone entonces saber
interactuar con otros.
· Si una competencia profesional se manifiesta en la puesta en obra de una ac
ción en situación de trabajo, no hay que olvidar que se apoya sobre cuerpos
de saberes elaborados socialmente y en su mayoría fuera del contexto de
trabajo (centros de investigación, universidades, escuelas, redes profesiona
les y de experticia …). La competencia no puede ser separada de las condi
ciones sociales de su producción.
· Si la competencia resulta necesariamente de una construcción y de un com
promiso personal, esto no significa que el individuo sea el único responsable
de la producción de una acción competente.
Resultado de un saber actuar, de un querer actuar y de un poder actuar, la
producción de una acción competente surge de una responsabilidad compar
tida entre la persona misma, la administración, el contexto de trabajo (orga
nización del trabajo, condiciones de trabajo, medios, sistemas de clasifica
ción y remuneración…) y el dispositivo de formación. La motivación y el con
texto son tan importantes como la disposición a saber actuar.
· El análisis de las situaciones de trabajo hace aparecer la necesidad que un
profesional pueda referirse a las normas y reglas de su medio profesional de
pertenencia para construir con seguridad y pertinencia su propia “forma de
hacerlo”, su propia “manera de actuar”. Cada colectivo de trabajo, gracias a
las lecciones obtenidas de sus experiencias acumuladas, elabora sus propias
reglas de oficio. Éstas definen lo que está [53] admitido y no admitido hacer,
lo que puede ser aceptado y lo que será desplazado, lo que corresponde a las
“reglas del arte”.
Los trabajos de investigación de Ives Clot 16 en este dominio son muy clarifi
cadores. Inspirándose en la lingüística, establece la distinción entre “género”
y “estilo”. El género son “las maneras de actuar y de pensar de un medio”,
“las maneras comunes de tomar las cosas y los hombres”. Son las referencias
colectivas que “dan el tono”, indican las prácticas profesionales y sociales
admitidas y las desplazadas, las que han probado ser eficaces y las que son
riesgosas. El género se construye a partir de la experiencia acumulada de un
medio profesional de pertenencia: es un saber y un saberhacer colectivo a
los cuales cada uno de los miembros de este entorno puede referirse, sobre
los cuales puede apoyarse. El “estilo” constituye la distancia individual que
Construir las competencias individuales y colectivas 29
cada uno hará en relación al género. Es su manera de interpretarlo a la vez
que inspirarse.
Las prescripciones no pueden jamás saberlo todo y las situaciones de tra
bajo se definen cada vez más como eventos a los que hay que enfrentar. Es
importante para un profesional saber lo que sus colegas harían en su lu
gar, en tales circunstancias, frente a tal dificultad. Sin esta posibilidad de
referencia colectiva, el profesional está abandonado en su soledad y en los
riesgos que ello implica para el saberactuar.
Es preciso que el profesional pueda referirse a una norma colectiva para po
der inspirarse y diferenciarse por su propio estilo personal. Es difícil actuar
con competencia en un colectivo fragilizado, donde no se ha cultivado una
cultura profesional, donde no se han extraído y acumulado las lecciones de
la experiencia.
Las empresas y organizaciones tienen necesidad de un concepto de competencia
que tome en cuenta la necesaria articulación entre las competencias, los saberes
colectivos capitalizados y las redes de cooperación. Necesitan un concepto que per
mita distinguir a la vez que articular:
la economía de los saberes: para poner en forma, salvaguardar, enrique
cer, intercambiar saberes objetivados (saberes teóricos, saberes procedimen
tales, reglas operatorias, datos normalizados…). Las nuevas tecnologías de la
información y de la comunicación encuentran aquí su lugar. Del punto de
vista de la dinámica de construcción de competencias, es un equipamiento
movilizable. Las competencias de los individuos dependen cada vez más de
la riqueza y de la organización de estas redes de saberes. Los sistemas exper
tos y la gestión informatizada de los recursos documentales tienen aquí su
lugar. Se hallarán resultados de retornos de experiencia o de revisiones de
proyectos así como producciones científicas. Podrán figurar recuentos de
“mejores prácticas”. Se razonará en gestión de los stocks y gestión de flujos.
la economía de competencias: para asegurar la gestión de las personas y
de los colectivos. No se puede tratar de stocks sino de procesos individuales
y relacionales. Consiste en reunir las condiciones que favorecerán la cons
trucción pertinente de las competencias individuales y colectivas. Esto mira
al desarrollo del profesionalismo al nivel de un individuo o de una comuni
dad. Podrá tratarse de desarrollar los recursos pertinentes, de liberar el sa
ber combinatorio, de poner en lugar un contexto social y organizacional que
hace posible la creación de verdaderas competencias y no solamente de sa
berhacer limitados y rutinarios.
30 Construir las competencias individuales y colectivas
3. Un concepto que da cuenta de la necesidad de considerar la compe
tencia no solamente como una disposición a actuar sino también como
un proceso.
Arriesguemos una analogía con la física cuántica: como el electrón que puede com
portarse ya sea como una partícula o como una onda según el dispositivo de obser
vación utilizado, se puede plantear que la competencia puede ser considerada ya
sea como una disposición a actuar o bien como un proceso, según el punto de vista
en que uno se ubique. [55]
Me parece que muchas de las dificultades o ambigüedades encontradas a propósito
del concepto de competencia provienen de la no distinción y no consideración de
estos dos puntos de vista.
Al considerar la competencia sólo como un estado, se arriesga limitarla a los recur
sos (conocimientos, saberhacer, …) y no tomar en cuenta el proceso de activación
de estos recursos.
Las empresas y organizaciones tienen necesidad de un concepto de competencia
que de cuenta del vínculo que reúne a los recursos, las actividades y los resultados
en relación a los desafíos y los destinatarios.
4. Un concepto que permite razonar en términos de combinatoria y no
solamente en términos de adición.
Ya lo he señalado: la competencia no es una “suma” de saberes, de saberhacer, de
saberser. Este enfoque en términos de adición es poco útil para las empresas y no
puede permitir aprehender, comprender lo que sucede cuando una persona cons
truye competencias.
Para enfrentar un evento, para realizar una actividad o para resolver un problema,
el profesional debe no solamente saber seleccionar los elementos pertinentes en un
repertorio de recursos, sino también organizarlos. Debe construir una combinato
ria particular a partir de múltiples ingredientes que habrán [56] sido escogidos –
conscientemente o no con cuidado. Tomemos un ejemplo simple y familiar: saber
andar en motocicleta supone saber pedalear, saber frenar, saber acelerar… Es posi
Construir las competencias individuales y colectivas 31
ble descomponer los saberhacer elementales pero la competencia global no se re
duce a esta adición. Existe una dinámica interaccional entre estos elementos. Los
mismos ingredientes pueden dar lugar a diversas configuraciones, a la manera de
los móviles de Alexander Calder que puede transformarse con sutileza. La compe
tencia está organizada en un sistema: debe ser pensada en términos de conexiones
y no de disyunciones, de partición, de fragmentación de ingredientes. La compe
tencia no puede aprehenderse o comprenderse en términos de una descomposición
de los recursos que la constituyen. No está al final de un trabajo de disección.
La competencia no es una adición de gestos elementales puestos uno al lado del
otro. Esta concepción probablemente era valiosa en una organización tayloriana,
marcada por lo que se había convenido en llamar la Organización Científica del
Trabajo (OCT). La descomposición y el ordenamiento de gestos elementales indu
cían un enfoque de la competencia en términos de adición, de puesta en acción su
cesiva de saberhacer elementales. Releyendo a Taylor: “cada obrero debe aprender
a abandonar su forma particular de proceder, adaptar sus métodos a las numerosas
nuevas reglas, habituarse a recibir y a ejecutar órdenes sobre detalles grandes y
pequeños, que de otra forma quedarían dejados a su iniciativa”. Al trabajo en mi
gajas corresponde la competencia en migajas. Con las nuevas organización del
trabajo que progresivamente se instalan, esta coherencia vuela en pedazos. Dado
que se trata de gestionar situaciones profesionales complejas y tomar iniciativas
que involucran la responsabilidad, ya no es más pertinente utilizar la misma noción
de competencia que aquella prevaleciente cuando el trabajo consistía en ejecutar
listas de tareas prescritas. Es probablemente esta una de las razones del fracaso de
numerosos intentos de gestión previsional de los empleos y de las competencias. El
enfoque en términos de empleos tipo, representa ciertamente un progreso en rela
ción al de los puestos de trabajo, puesto que se trata de una [57] “familia” de pues
tos de trabajo. Pero esta familia es también una familia de… “puestos de trabajo”.
La forma de “pensar” un empleo tipo, ¿es verdaderamente diferente de la forma de
“pensar” un puesto de trabajo? ¿Cómo los referenciales de empleos tipo pueden
tomar en cuenta las “situaciones profesionales” a gestionar?
Las empresas y organizaciones necesitan un concepto de competencia que les per
mita desarrollar y posibilitar las combinatorias de recursos que permiten a los ope
radores gestionar situaciones profesionales cada vez más complejas, inestables y
eventuales.
5. Un concepto que permite distinguir y tratar la diferencia entre la
competencia requerida y la competencia real.
Esto puede parecer evidente. La realidad de las prácticas de gestión y desarrollo de
competencia llama ahora a la modestia: generalmente se confunden las competen
cias requeridas y las competencias reales.
32 Construir las competencias individuales y colectivas
Seamos más precisos: lo que se confunde es la descripción de la competencia re
querida con la de la competencia real. Generalmente se considera de manera implí
cita que la descripción de la competencia requerida (en términos de actividades, de
situación profesional, de empleos tipo…) equivale a la descripción de la competen
cia real. Hay por consiguiente dos órdenes de realidad diferente. Hay, como dicen
los filósofos, “error de categoría”. Lo que describen los referenciales no son sino,
propiamente dicho, más que “referencias”. Son puntos de referencia. Deben ser
considerados como objetivos en cuya función las personas y su entorno van a orga
nizar los procesos de aprendizaje. Son los focos en relación a los cuales los indivi
duos entrarán en el proceso de construcción de competencias, van a aprender a
actuar con competencias. No describen las competencias reales y singulares elabo
radas [58] por cada uno. Son aquello en cuya relación éstas se construyen.
La competencia requerida se refiere a lo que los ergónomos llaman la tarea prescri
ta 17 . Se describe en términos de metas o misiones, de exigencias profesionales (ca
lidad, seguridad, confiabilidad…) y de condiciones o restricciones de la ejecución.
La tarea constituye un objetivo a lograr en condiciones determinadas. Mientras
más compleja se hace una tarea, menos fino será el “grano” en que se descompon
drá. En el límite, la tarea se convertirá en “discrecional”, dejada a la discreción del
actor que habrá de realizarla, reducida a la formulación de una misión con exigen
cias que deberá interpretar.
La competencia requerida entonces, se presenta en forma de una prescripción a
realizar en una situación profesional particular. Por tanto no es de sorprenderse
que su formulación o su contenido estén estrechamente ligados a la organización
del trabajo existente. Esta prescripción apela a un conjunto de recursos (conoci
mientos, habilidades, cualidades…) considerados necesarios para poder ser puestos
en acción y lograr el objetivo fijado.
Si es relativamente fácil describir la competencia requerida en términos de pres
cripción, es completamente otro describir una competencia real. Esta última es,
efectivamente, del orden de lo invisible. El “esquema operatorio”, la “disposición a
actuar”, el “saber combinatorio” no pueden ser aprehendidos directamente. Deben
ser inferidos a partir de la observación de la actividad. Es preciso reconocer que el
estado de los conocimientos sobre la competencia real es todavía muy débil. Se han
emprendido numerosas investigaciones para comprenderla mejor y expresarla con
palabras. [59]
Construir las competencias individuales y colectivas 33
6. Un concepto que apela a la responsabilidad compartida.
Esta exigencia sobre el compromiso profesional va a la par con el replanteamiento
de una sociedad asistencial. No puede confundirse una justa protección social con
la asistencia social. Corresponde a las personas hacerse cargo de su salud, su edu
cación y su evolución profesional y no esperarlo todo del Estado o de las organiza
ciones.
Las competencias pueden ser consideradas como la resultante de tres factores: el
saber actuar que supone saber combinar y movilizar los recursos pertinentes (co
nocimiento, saberhacer, redes…); el querer actuar que se refiere a la motivación
personal del individuo y al contexto más o menos estimulante en el que interviene;
el poder actuar que remite a la existencia de un contexto, de una organización del
trabajo, de opciones de gestión, de condiciones sociales que hacen posibles y legí
timas la toma de responsabilidad y la asunción de riesgos del individuo. [60]
Considerar el contexto es tan importante como el individuo. Las situaciones de tra
bajo pueden ser más o menos profesionalizantes; los dispositivos de formación
pueden ser más o menos pertinentes y apropiados. La responsabilidad de la cons
trucción de competencias es una responsabilidad compartida entre los individuos,
los administradores, los formadores.
En este punto es preciso releer lo que escribió el filósofo vienés Karl Popper a pro
pósito de la propensión 18 . Razonando sobre la noción de probabilidad en estadísti
ca, Popper la distingue de la de propensión. Esta última debe se considerada no
como una propiedad ligada a un objeto sino como una propiedad inherente a una
34 Construir las competencias individuales y colectivas
situación de la que forma parte el objeto. Toma un ejemplo simple: la propensión a
sobrevivir de un individuo no se debe sólo a su estado personal, sino también al
progreso de la medicina, de la puesta a punto de medicamentos eficaces. Conviene
entonces razonar en un “universo de propensión” y no solamente en un universo de
simples posibilidades personales. Este enfoque me parece de la mayor pertinencia
en el dominio de las competencias. El contexto es un campo de lo posible para las
competencias. Es preciso razonar sobre las propensiones y no solamente sobre el
potencial individual de las personas. ¿Cuál es, en tal contexto, la propensión a crear
competencias? Las prácticas relativas a la construcción, el reconocimiento y la eva
luación de competencias ganarían apoyándose en este enfoque.
Las empresas necesitan un concepto de competencia que sitúe de manera clara las
responsabilidades de los diversos actores en la construcción del profesionalismo.
7. Un concepto que hace posible una evaluación de las competencias.
La cuestión central que debe tratar todo proceso de gestión y desarrollo de las
competencias en la empresa es la [61] de la evaluación de las competencias. En tor
no de ella se plantean los principales desafíos.
Ninguna evaluación es neutra y sus consecuencias sobre la calificación y la remune
ración son decisivas. Por consiguiente no puede dejar indiferentes ni a los adminis
tradores ni a los individuos. Está necesariamente presente en los debates y nego
ciaciones entre los actores sociales. El interés que le asignan los trabajadores no
carece de ambivalencia: la evaluación es a la vez deseada y temida. Cada uno aspira
a ser conocido pero teme ser juzgado. La evaluación permite ser “distinguido” pero
puede terminar por ser excluido. La organización tayloriana ha inscrito la evalua
ción en una lógica de control de la conformidad a un estándar.
La nueva organización del trabajo apela a una nueva concepción de la evaluación.
Querer reducir la evaluación de las competencias a un control exclusivamente ex
terno de la jerarquía pasa a ser un error de gestión. Eso sólo desincentiva las inicia
tivas, las asunciones de riesgo, la recurrencia a otros para pedir apoyo o cooperar.
Las empresas necesitan un concepto de competencia que permita hacer progresar
el profesionalismo de los empleados, reconocer con objetividad las competencias
construidas y distinguir lo que corresponde a la persona y lo que corresponde a su
entorno (gestión, organización del trabajo, formación…) en la construcción de las
competencias.
Aunque la evaluación de competencias no puede ser una ciencia exacta, las empre
sas necesitan un concepto de competencia que les permita establecer consensos
sobre el proceso y los criterios de evaluación de las competencias. Es importante
Construir las competencias individuales y colectivas 35
para ella concebir la evaluación como la resultante de la confrontación entre diver
sas miradas y puntos de vista: empleados, administradores, colegas, expertos,
clientes… En esta perspectiva parece deseable que la evaluación sea colegial. Con
Bohr, la microfísica nos ha enseñado que ninguna evaluación es objetiva. [62]
La evaluación de las competencias no debe ser una evaluación de las personalida
des. Ya lo hemos señalado: no es recomendable la clonación de los perfiles persona
les. Pero es necesario poder evaluar las maneras de actuar, las formas de trabajar.
Es preciso poder reconocer un valor a la manera en que un empleado toma en
cuenta y traduce de forma singular las exigencias de gestión (calidad, economía,
método…) de las situaciones profesionales.
¿CÓMO DEFINIR Y DESCRIBIR LAS COMPETENCIAS?.
Las características esperadas que han sido enunciadas conducen a definir y descri
bir la competencia como sigue.
1. El cursor de la competencia.
La definición de la competencia puede variar según las organizaciones y situaciones
de trabajo. De este punto de vista no existe una única definición pertinente. Como
intenta visualizar la Ilustración 1, me parece que se puede considerar que evolucio
na en función de un cursor que se desplaza entre dos polos:
el polo de las situaciones de trabajo caracterizado por la repetición, la rutina,
lo simple, la ejecución de consignas, la prescripción estricta,
el polo de las situaciones caracterizadas por el enfrentamiento de lo aleato
rio, la innovación, la complejidad, la toma de iniciativas, la prescripción
abierta.
Cuando el cursor de la competencia se encuentra próximo a las situaciones de pres
cripción estricta, ser competente se limita a “saberhacer”, saber ejecutar una ope
ración o un conjunto de operaciones, aplicar instrucciones, respetar estrechamente
las consignas. Una definición así corresponde perfectamente a las organizaciones
taylorianas del trabajo y el saberhacer puede ser [63] considerado como el grado
elemental de la competencia; ella es igualmente pertinente en situaciones donde la
prescripción se hace estricta por razones de seguridad o de control.
Cuando el cursor de la competencia está cerca del polo marcado por una prescrip
ción abierta, ser competente significa más bien saberactuar y reaccionar, es decir,
“saber qué hacer” y “cuándo”. Frente a los imprevistos y al azar, frente a la comple
36 Construir las competencias individuales y colectivas
jidad de los sistemas y de las lógicas de acción, el profesional deberá saber tomar
iniciativas y decisiones, negociar y arbitrar, hacer opciones, tomar riesgos, reaccio
nar a las panas o averías, innovar en lo cotidiano y asumir responsabilidades. Para
ser reconocido como competente, no basta de ser capaz de ejecutar lo prescrito sino
ir más allá de lo prescrito.
Esta plasticidad de contenido de lo que significa la competencia está conforme a la
realidad de las organizaciones. Si, como lo hemos mostrado anteriormente, la ten
dencia general de las organizaciones es a superar progresivamente las situaciones
de prescripción estricta y de inspiración tayloriana, no queda menos que las situa
ciones de trabajo correspondientes a estos dos polos pueden coexistir en la misma
empresa. También es necesario constatar que un mismo empleado puede encon
trarse en ciertos momentos en situaciones de prescripción estricta donde no ejecu
tará más que saberhacer limitados y en otros momentos en los contextos de pres
cripción abierta o débil y en los que deberá gestionar situaciones profesionales
complejas y evolutivas. Es posible verse llevado a plegarse a procedimientos estric
tos en ciertos momentos de su trabajo y a disponer de una gran autonomía en
otros. El piloto de avión comercial se encuentra enfrentado durante un vuelo a una
eventualidad de situaciones que pueden ir de la sumisión estricta a las consignas
hasta situaciones únicas, inéditas, caracterizadas por la incertidumbre, y cuya solu
ción depende de su actividad de comprensión. En un avión comercial, las más pro
cedimentalizadas son las fases de despegue y de aterrizaje. [63]
Ilustración 1. El cursor de la competencia
[65]
Construir las competencias individuales y colectivas 37
En el transporte ferroviario, la variedad de instalaciones, la diversidad de panas
que pueden suceder, hace difícil la prescripción estricta de los modos operatorios
correspondientes a la reparación de los equipos de señalización. Los agentes de los
servicios eléctricos deben tomar las iniciativas necesarias en el marco de reglas de
finidas pero que dejan un margen de maniobra importante.
Según las organizaciones y los contextos de trabajo, propongo entonces definir la
competencia requerida ya sea como “un saber hacer en situación de trabajo” o
bien como “un saber actuar en situación de trabajo”.
2. Una puesta en evidencia de las exigencias profesionales sobre la ma
nera de actuar.
El simple enunciado de lo que se espera de un profesional competente en términos
de la actividad prescrita, no es suficiente para dar cuenta de la competencia desea
da.
“Ser capaz de concebir una pieza o un conjunto de piezas” para un diseñador de
carrocerías de automóvil, “ser capaz de poner en marcha un proceso estratégico”
para un responsable de una gran unidad industrial o para el director de un gran
servicio desconcentrado del Estado, o “ser capaz de seguir la producción” para un
jefe de taller, nada dice acerca de las exigencias profesionales y las condiciones que
deberán [66] asumir para actuar y que permitirán evaluar si saben actuar “con
competencia”.
“Concebir una pieza de carrocería de automóvil” en el año 2000 no tiene nada que
ver con lo que significaba esta actividad en 1980 o en 1950. Es por tanto la misma
expresión de una competencia traducida en términos de actividad: lo que cambia
son las exigencias profesionales y las condiciones que deben tomarse en cuenta pa
ra concebir una pieza. La ingeniería asistida por computador, el acceso de los pro
veedores en el proceso de concepción, el proceso de ingeniería simultáneo o concu
rrente, la presión creciente de las demoras, las nuevas formas de organización del
trabajo… todos ellos factores que modifican la forma de concebir y por tanto la
forma de actuar. Para que un diseñador sea reconocido competente, es necesario
38 Construir las competencias individuales y colectivas
ahora que sepa concebir en simultaneidad y ya no más en secuencia, que sepa ne
gociar de continuo los compromisos con otros oficios, que sepa efectuar nuevos
tipos de cálculo o de simulaciones de enfoque, que sepa utilizar las fichas de capita
lización y los bancos de datos tecnológicos…
Así en relación a las nuevas exigencias sobre la forma de hacer o actuar se recono
cerá que un profesional es más o menos competente.
En otros términos, y para arriesgar una formulación insólita aunque significativa,
yo diría que “la competencia se expresa en gerundio”. El gerundio es la forma ver
bal que permite “expresar los complementos circunstanciales de simultaneidad, de
manera de medio…” (Petit Robert), que sirve para “describir ciertas circunstancias
de la acción” (Petit Larouse).
A menudo se dice y se admite comúnmente que las competencias deben ser expre
sadas con verbos de acción. Ciertamente, pero el infinitivo no es suficiente. El ge
rundio permite indexar la acción conducida con competencia en un contexto par
ticular de trabajo. Traduce esta características muchas veces afirmada de la com
petencia y que ahora es objeto de un gran consenso: toda la competencia es contex
tualizada. [67]
El jefe de taller será considerado competente si es capaz de “seguir la producción”:
“tomando diariamente los estados ya sea sobre el GPAO ya sea completán
dolos cotidianamente”;
“reajustando la planificación de la fabricación en función de realizaciones
y urgencias”;
“informando a los clientes en caso de una demora insuperable”;
“…”
El responsable de un gran servicio desconcentrado del Estado ¿deberá ser capaz
“de elaborar y conducir un proyecto?”.
“realizando un triple diagnóstico del territorio, de las estrategias de los ac
tores locales y de su organización interna”
“poniendo en ejecución un proceso iterativo con evaluaciones durante el re
corrido”
Construir las competencias individuales y colectivas 39
“poniendo en acción un proceso participativo para hacer un útil de admi
nistración”
“…”
Para asegurar un consejo de gestión, un experto contable deberá combinar y movi
lizar los conocimientos de gestión empresarial, su capacidad para dominar los pro
gramas específicos de simulación, cualidades de escucha activa, sabereshacer res
pecto del monitoreo de los dossiers…
La experiencia muestra que una formulación así tiene el interés de:
poner en evidencia las principales “situaciones profesionales” que constitu
yen un empleo. Una situación profesional corresponde a una actividad clave
a la que se asocia un conjunto de criterios de realización (o de exigencias
profesionales).
traducir de manera operacional los famosos “saberser”. Más que mencionar
el “espíritu metódico” o “sentido del método” (lo que no quiere decir gran
cosa…) se indicará con qué proceso o tipo de método deberá realizarse la ac
tividad; más que evocar los saberhacer relacionales, se precisará con quién
y cómo el personal deberá cooperar para resolver tal problema o realizar tal
proyecto (intercambios de información, negociación, concertación…).
focalizar la evaluación no sobre la persona y sus rasgos de personalidad, sino
sobre sus formas de actuar, sobre las modalidades de acción que pone en
obra.
traducir en términos de exigencias profesionales, al nivel de diversos em
pleos, las orientaciones de política general acerca de la calidad, el enfoque
económico, la seguridad, el desarrollo sustentable…
proporcionar criterios de evaluación en torno a los que se podrá establecer
un diálogo entre la persona y los diversos actores participantes en el proceso
de evaluación (enmarcamiento de proximidad, pares, expertos, clientes…).
Siendo así, no conviene perder de vista que puede existir allí también un cursor
respecto de las exigencias profesionales. Cuando ser competente se reduce a ejecu
tar un saberhacer en una organización de trabajo de prescripción estricta, las exi
gencias se reducen a modos operatorios restrictivos; cuando ser competente signi
40 Construir las competencias individuales y colectivas
fica saber actuar en un contexto de prescripción abierta, las exigencias profesiona
les deberán tomar entonces la forma de criterios de orientación que deberán ser
interpretados y traducidos: no podrá actuarse según encadenamientos operatorios
prescritos.
Por tanto es bueno estar vigilantes para no retaylorizar a través de exigencias pro
fesionales que se reducirían a un modo operatorio, sin dejar o dejando escaso mar
gen de maniobra mientras se tiene por objetivo desarrollar y estimular el saber
actuar. La descripción de las exigencias profesionales no podría entonces ser una
prescripción de procedimientos.
Terminemos subrayando la importancia que tiene, todavía, darse unas “reglas de
detención”. Se trata de ir a lo esencial y no indicar sino las exigencias profesionales
sin [69] caer en el error que consistiría en establecer listas interminables de crite
rios de orientación.
Un enfoque dinámico y sintético de la competencia.
Se reconocerá por consiguiente que una persona sabe “actuar con competencia” si
ella:
sabe combinar y movilizar un conjunto de recursos pertinentes (conocimien
tos, saberhacer, cualidades, redes de recursos…),
para gestionar un conjunto de situaciones profesionales, cada una de las
cuales ha sido definida por una actividad clave a la que se asocian exigencias
profesionales (o criterios de realización de la actividad),
a fin de producir resultados (servicios, productos) que satisfagan ciertos cri
terios de rendimiento para un destinatario (cliente, usuario, paciente…).
La ilustración 2 resume esta definición y permite traducirla de forma operacional.
[70]
Construir las competencias individuales y colectivas 41
[71]
Las siguientes ilustraciones (3 a 6) aplican esta representación al “oficio” de un jefe
de producto en una gran empresa de venta de productos y de un enfermero.
Estos modelamientos sólo presentan un extracto de sus funciones y no constituyen
en nada “referenciales”: buscan solamente dar cuenta de lo que significa “actuar
con competencia” para estas dos funciones. Pero es a partir de esta comprehensión
que podrán construirse los referenciales 19 .
3. Una doble realidad: un proceso y/o un estado.
Así como el electrón en microfísica puede ser definido como una onda o como una
partícula, la competencia puede ser considerada como un proceso o bien como un
estado. Ambas definiciones son válidas: dependen del punto de vista que se tome.
Probablemente allí está el origen de muchos malentendidos que existen actualmen
te sobre la noción de competencia: la mayoría de quienes buscan definirla conside
ran que no puede ser más que un estado, una “sustancia”. Al cerrarse sobre este
19 Para los métodos de construcción de referenciales nos remitimos a la 4ta edición de nuestra obra
“La ingeniería y evaluación de las competencias”, Éditions d’Organisation, 2002.
42 Construir las competencias individuales y colectivas
único punto de vista, se es ciego a la otra realidad de la competencia que es la de ser
un proceso, una relación.
Pero si la competencia real de un sujeto puede ser considerada como una disposi
ción a actuar, como un potencial adquirido para la acción, esto no debe hacer per
der de vista que puede igualmente definirse como un proceso.
Una persona no puede ser reconocida como competente más que si es capaz de
construir y adaptar el vínculo “combinatoria de recursos – actividad – resultado
buscado” en relación a un contexto o una prescripción particular. Lo que se pide a
un sujeto en situación de trabajo no es solamente “tener [72]
[73]
Construir las competencias individuales y colectivas 43
[74]
[75]
44 Construir las competencias individuales y colectivas
[76]
las competencias sino de “actuar con competencia”. Es preciso, por tanto, que en
cada situación la persona sea capaz de construir o de adaptar la combinación perti
nente de recursos para actuar en un cierto propósito. El esquema operatorio es
siempre adaptar, particularmente porque las situaciones de trabajo se caracterizan
por su creciente inestabilidad. Frente a tales desafíos o prescripciones, se espera de
un profesional no sólo que proponga o realice un proceso, sino que construya el
método de trabajo apropiado a la singularidad del caso a tratar. Actuar con compe
tencia es ser capaz de hacer o de intervenir de cierta manera en la situación dada,
es “ordenar secuencialmente una conducta” 20 .
Construir las competencias individuales y colectivas 45
4. Una doble dimensión: saber tener éxito y saber comprender por qué
y cómo se tiene éxito.
Una persona no puede ser reconocida como competente más que si es capaz no sólo
de tener éxito en una acción sino de comprender por qué y cómo actúa. El saber
hacer o la actividad no pueden bastar para identificar una competencia. Además es
el límite frecuentemente encontrado en la descripción de las competencias en tér
minos “de ser capaz de”: se arriesga confundir la competencia con la actividad. Una
acción puede ser exitosa por intentos, por ensayos y errores, por azar, y –en el lí
mite por “suerte”: ello no significa que la persona que la ha realizado posea la
competencia correspondiente. Tener éxito o significa necesariamente ser autóno
mo.
Porque ser competente es también actuar con autonomía, es decir, ser capaz de
autorregular sus acciones, de saber no solamente contar con sus propios recursos
sino buscar recursos complementarios, estar en condiciones de transferir, es decir,
de reinvertir sus competencias en otro contexto. [77]
LA COMPETENCIA REAL NO ES LA COMPETENCIA REQUERIDA.
A menudo se confunde la competencia real detentada y puesta en acción por los
individuos, con la competencia requerida. El concepto de competencia se describe
como si la misma definición se aplicara a lo prescrito y a lo real. Uno podría asom
brarse de esta frecuente confusión, cuando el sentido común distingue fácilmente
lo que es realizado por comparación con lo solicitado.
Existe una explicación a esta confusión: tiene que ver con la dificultad de hablar de
lo invisible y de lo difícilmente expresable. Como todos los procesos cognitivos, la
competencia real no es perceptible directamente. Es como los razonamientos, los
conceptos, o las estructuras mentales. Nadie ha encontrado, en la calle, talleres u
oficinas, competencias o conocimientos individuales. Y no dejan de existir. Y no
siempre es simple expresarlos y formalizarlos.
Frente a esta dificultad, la tendencia espontánea se dirige entonces a referirse a lo
observable. La tarea o la actividad prescrita toman el lugar de la competencia real.
Este sesgo no es completamente ilegítimo: se accede a lo cognitivo por el desvío de
sus manifestaciones.
Puede proponerse una segunda explicación: la concepción tayloriana del trabajo.
Ella suponía que el operador sólo debía ejecutar lo prescrito, sin permitirle ningún
margen de maniobra. Debía existir una similitud total entre la ejecución y la pres
cripción. El gesto profesional no podía sino ser idéntico al molde de la instrucción y
de la consigna. Sobre un enfoque así del trabajo no se puede describir la competen
46 Construir las competencias individuales y colectivas
cia real del operador más que repitiendo la descripción del modo operatorio im
puesto. No hay lugar alguno para la singularidad de la competencia real: no podría
más que ser repetitiva, cualquiera fuese la personalidad de los operadores.
La creciente flexibilidad de las prescripciones, la necesidad de las empresas de dis
poner de operadores capaces de gestionar situaciones [78] profesionales complejas
y no solamente la ejecución de tareas repetitivas abre la reflexión sobre la especifi
cidad de la competencia real. Esta pasa a ser objeto de investigación para los ergó
nomos y psicólogos laborales. Entra en el campo de la psicología cognitiva. Interro
ga a los formadores y sus prácticas. Cuestiona fuertemente las prácticas de evalua
ción.
Las preocupaciones y las preguntas están allí, pero la investigación todavía está en
sus primeros pasos: todavía se sabe poco acerca de la competencia real.
Nos parece que los conceptos de “práctica profesional” y de “esquema operatorio”
permitirían avanzar en esta investigación. Proponemos aquí algunas hipótesis de
trabajo:
· Una práctica profesional es el proceso de acción real que una persona pone
en acción para enfrentar las exigencias prescritas de una situación profesio
nal. Es una secuencia de acciones que en general pueden ser observadas.
Una práctica es singular en relación a un individuo. Según el grado de aper
tura o de clausura de la prescripción, las prácticas individuales disponen de
un margen de maniobra más o menos amplio.
· Un esquema operatorio o un esquema de conducta es lo que sostiene a una
práctica. Philippe Pernoud hace una precisión esclarecedora indicando que
un esquema se convertirá en “esquema”, es decir, “una representación sim
plificada de una acción o de una secuencia de acciones” 21 . Recordemos que
los esquemas no se reducen a esquemas mentales: incluyen las emociones y
las posturas psíquicas. Piaget define el esquema de una acción como “la es
tructura general de esta acción, que se conserva en el curso de sus repeticio
nes, consolidándose por el ejercicio y aplicándose a situaciones que [79] va
rían en función de las modificaciones del medio” 22 . En la línea de la psicolo
gía suiza Gérard Vergnaud define un esquema operatorio como “una organi
zación invariante de la actividad para una clase de situaciones de datos” 23 .
21 Ph. Pernoud. “De la pratique réflexive au travail sur l’habitus”, en Recherche et Formation., Nro
36, 2000
22 J.Piaget. Problémes de psychologie génétique., Duod/Gonthier, 1972
23 G. Vergnaud. “Le dévelopment cognitif de l’adultes” En Ph. Carre et P. Caspar. Traité des scientes
et techniques de la formation. Dunod, 1999
Construir las competencias individuales y colectivas 47
Estas dos definiciones indican que se trata de la “estructura general” o de la
“organización” de la acción. No es la acción en sí misma. El esquema orienta
y guía. Es un “modelo de acción”. Constituye una realidad distinta de tal o
cual acción particular realizada. Puede estar presente en una secuencia espe
cífica de acciones, pero no desaparece con la extinción de cada acción.
· Se puede considerar un esquema como una totalidad o un sistema dinámico
que comprender diversos elementos. Gérard Vergnaud los clasifica en cuatro
categorías:
o las reglas de acción,
o los invariantes operatorios que comprenden los “conceptos en acto”
que permiten seleccionar la información y los “teoremas en acción”
que constituyen las proposiciones, las hipótesis, las relaciones consi
deradas como verdaderas (“si … entonces”),
o “los procesos de inferencia que permiten adaptarse a las situaciones
y contextos encontrados” 24
Esta definición tiene el interés de combinar la doble característica a la vez de inva
riancia y de adaptabilidad del esquema. El esquema posee la permanencia que le
permite resistir el carácter efímero de la acción. Una práctica debe poder ser ejerci
da muchas veces para ser reconocida como tal. Confiar en la competencia de una
persona es estar cierto que ella podrá reproducir muchas veces la misma práctica
pertinente en un cierto tipo de situaciones. Es justamente porque el esquema es
una realidad distinta de la acción que [80] puede adaptarse a la evolución de un
contexto. Este carácter de invariancia está indisolublemente ligado al de adaptabi
lidad. Esta paradoja es interesante. Un esquema vale para una familia de situacio
nes, para una categoría de acción, para una clase de problemas. Posee, para reto
mar las palabras de Piaget, una “extensión”: “se aplica a un conjunto de situacio
nes”. Tiene, en cierto modo, un perímetro de validez. Un esquema se va a adaptar a
diversas situaciones “asimilando” las informaciones que se destacan en un mismo
tipo de contexto pero que se modifican también por “acomodación” para tomar en
cuenta las especificadas de cada una de las situaciones que pertenecen a la misma
familia. Un poco como las variaciones sobre un mismo tema. El esquema puede
compararse a un proceso que posee su propio dispositivo de guía: sus anticipacio
nes y sus posibilidades de inferencia le permiten ajustarse. Se lo puede calificar
48 Construir las competencias individuales y colectivas
como “sistemarecorrido” 25 . Los esquemas son dinámicos. Evolucionan en su mis
ma actuación. debido a su dispositivo de autocontrol, el esquema se adapta según y
en la medida en que se ejecuta. Puede también corregir los errores o las derivas que
surgirán en la medida del desarrollo de la acción.
El contenido de un esquema puede asemejarse a lo que Pierre Bourdieu llamaba
“habitus”, a saber, “un sistema de disposiciones duraderas y transponibles que, in
tegrando todas las experiencias pasadas, funciona en cada momento como una ma
triz de percepciones, de apreciaciones y de acciones que hacen posible el cumpli
miento de tareas infinitamente diferenciadas, gracias a la transferencia analógica
de esquemas que permiten resolver problemas de la misma forma” 26 . Se trata de
una estructura subyacente a la acción.
El esquema no es, por tanto, una actividad estereotipada que se repite mantenién
dose igual a sí misma. Se encuentra aquí la misma dificultad que la que se hace en
tre un “desarrollo” y un “método”. El mismo desarrollo de resolución de problemas
o de ingeniería puede dar lugar a diversos métodos: los [81] principios directivos,
las reglas, los conceptos clave con los cuales se opera se mantienen idénticos, pero
las etapas precisas, los instrumentos utilizados, la duración de las fases, la compo
sición del sistema de actores, pueden variar según los contextos y las circunstan
cias. El esquema (el proceso) es invariante, pero la actividad (el método en acción)
se caracteriza por la plasticidad.
Por tanto, el esquema posee un campo de generalización o de transferibilidad. Se
caracteriza por una cierta flexibilidad. Es un conjunto de “metareglas” que se defi
nen por relación a una familia de situaciones y que permiten construir los encade
namientos de acción para resolver un caso particular de problema relevante en esta
configuración. Su flexibilidad proviene del hecho que se asemeja más a un proceso
que a un modo operatorio limitado. Las constantes no deben hacer olvidar las va
riables.
· Un esquema operatorio puede ser más o menos complejo. Puede estar con
formado por una combinación de esquemas más elementales. Esto corres
ponde a lo que observamos en la evolución del concepto de competencia. En
una reorganización del trabajo tayloriano, una competencia se reduce gene
ralmente un saberhacer. El esquema que subyace a la acción no puede ser
más que un esquema elemental. Es el marco de un gesto profesional. Cuan
do se trata de conducir una instalación industrial automatizada anticipando
las panas y enfrentando los azares, el esquema reviste cierta complejidad.
Induce muchos esquemas relativos a saberhacer más limitados: verificar los
parámetros, cambiar las piezas, interpretar un indicador… Conducir y con
25 La expresión es de Bastien.
Construir las competencias individuales y colectivas 49
cluir una negociación comercial tomando en cuenta una multiplicidad de
criterios difícilmente podrá apoyarse sobre un esquema elemental.
· El esquema es la trama que permite construir una combinación dinámica de
recursos (conocimiento, saberhacer, cualidades, cultura, recursos emocio
nales, saberes formalizados, redes de experticia…). Es en función del esque
ma y de su evolución que será seleccionada y que tomará lugar en una arqui
tectura. Esto no debe sin embargo ser [82] considerado como un arreglo
mecánico, como una yuxtaposición de piezas a la manera de un juego de lego
o de un mecano. La competencia no se construye como un muro de mam
postería y los recursos no son comparables a los ladrillos. Desconfiemos de
la mampostería cognitiva. Si fuera necesario usar una analogía sería la de la
estructura de una narración. El hilo de la intriga está hecho, según Claude
Bremond, de “la yuxtaposición de un cierto número de secuencias que se su
perponen, se anudan, se entrecruzan, se anatomizan como las fibras muscu
lares o los mechones de cabellos” 27 . La competencia de un profesional no se
limita a los recursos que posee (conocimientos, capacidades cognitivas, re
cursos emocionales, aptitudes físicas, saberhacer…) sino a su capacidad de
combinarlos y movilizarlos de manera pertinente en un contexto particular.
Es tiempo de superar un enfoque reduccionista de lo elemental. Éste no
puede sino perderse en las acciones de “competencias técnicas”, “competen
cias sociales”, “competencias éticas”, “competencias teóricas”, “competen
cias prácticas”… No confundamos el átomo y la molécula!
La competencia es ser capaz de hacer con lo que se sabe. La disposición a ac
tuar es una relación construida. El diseñador de carrocerías construirá un
vínculo entre un conjunto de conocimientos y de saberhacer (mecánica vi
bratoria, juegos de ensamblaje, capacidad para numerizar las piezas, efec
tuar cálculos estructurados con ayuda de dispositivos…) para concebir sus
piezas en vista a establecer una maqueta numérica. El conductor de una má
quina automatizada construirá una relación entre una combinación de re
cursos (conocimientos en mecánica, en electromecánica, sobre el proceso de
transformación de la materia; capacidades para corregir parámetros de pro
ducción, poner en su lugar las herramientas…) para solucionar panas y po
ner en funcionamiento una instalación o enfrentar tal tipo de anomalía que
pudiera hallarse. [83]
El esquema operatorio no es una yuxtaposición de elementos, es una “forma
de organización” que integra estos elementos. Se podría adelantar –
inspirándose en los trabajos de Jacques Hademard sobre la invención ma
temática 28 que inventar respuestas pertinentes es saber escoger combina
Jacques Gabay, 1993
50 Construir las competencias individuales y colectivas
ciones útiles: “el matemático y el poeta están de acuerdo sobre un punto de
vista fundamental: la invención consiste en una elección”. El punto de vista
se reúne con el de Henri Poincaré: “Inventar consiste precisamente en no
construir combinaciones inútiles y construir aquellas que son útiles y que no
son más que una ínfima minoría. Inventar, es discernir, escoger” 29 . Agre
guemos que, según el célebre matemático, las combinaciones útiles son tam
bién “las más bellas”. El experto, ¿no se reconoce en la “elegancia” de sus so
luciones?
La actividad de un sujeto no se reduce a una lista de acciones aisladas. Éstas
están organizadas según principios que las estructuran, tienen lugar en la
arquitectura de una combinatoria y de un sistema operatorio que les dan un
sentido.
Entrenarse en el saber combinatorio es entrenarse en construir esquemas
correspondientes a tipos o familias de situaciones. Releyendo a Piaget: “To
da acción que se repite o se generaliza por aplicación a nuevos objetos en
gendra por sí misma un ‘esquema’” 30 . Un conjunto de recursos no constituye
un esquema de la misma manera que una pila de bolas no constituye una
partida de bolos. El saber combinatorio es un saber combinatorio en acto.
No es un recurso. Es un proceso que apela y organiza los recursos de manera
dinámica.
· El esquema operatorio hace posible la anticipación. Permite, según
la feliz expresión de Amalberti, “pilotear delante de su avión” 31 . Los esque
mas operatorios son esquemas de comprensión y de acción. Frente a una si
tuación dinámica permiten ponerse en estado de vigilia, de “esperar” a la
aparición de tal o cual tipo de evento, de ser sensible a señales débiles. Dan
la posibilidad de tomar un tiempo de adelanto.
Son estos procesos de anticipación lo que están actuando en la competencia
lingüística que nos permite intercambiar con otro. Sabemos que tal auxiliar
“anuncia” un participio pasado. Esta anticipación es particularmente fuerte
en el alemán donde el verbo generalmente está al final de la frase: el auxiliar
pone al que escucha en estado de atención de la significación que le dará el
29 H. Poincaré, “L’invention mathématique”, en Bulletin de l’Institut Géneral Psychologique, nro 3,
1908
30 J. Piaget, “La psychogenése des connaissances et sa signification épistémologique”, en Théories
du Langage, Seuil.
31 R. Amalberti, La conduite des systémes á risques, PUF, 1996
Construir las competencias individuales y colectivas 51
verbo; no es “sorprendido” por su aparición al final; su esquema lingüístico
relativo a la estructuración gramatical de una frase es un esquema de acogi
da que prevé cómo se va a desarrollar la frase del interlocutor, sin conocer
completamente el sentido. La existencia de un esquema así demultiplica la
vigilancia y la dirige. La atención no se dispersa por todo el éter. Se orienta
en función de ciertos límites. El esquema permite reaccionar minimizando el
efecto de sorpresa. El operador no sabe cuándo intervendrá el evento pero
sabe qué tipo de evento debe esperar si se dan tales circunstancias o condi
ciones. Lo imprevisto no siempre es absoluto. El profesional puede esperar
la posibilidad que sobrevenga tal evento pero no sabe exactamente cuándo
irrumpirá. Puede, entonces, “prepararse” en consecuencia.
Leamos la prensa: ¿qué sucede cuando se evidencia la incompetencia de los
poderes públicos de un país frente a una catástrofe natural (terremoto)? Se
le reprocha su falta de preparación: no pueden ciertamente prever el mo
mento exacto de la catástrofe, pero deberían estar listos a intervenir [85] te
niendo en cuenta la probabilidad del evento.
Esto que vale para los poderes públicos vale para el profesional. Debe cons
truir y poseer los esquemas que le hacen capaz de movilizar oportunamente
las combinatorias apropiadas de recursos. El esquema permite ganar tiempo
procediendo por inferencia, es decir, decidiendo sin disponer de la totalidad
de la información necesaria. El profesional confirmado y experto posee en su
memoria una “biblioteca” de esquemas que utiliza para anticipar y andar rá
pido. El esquema permite generar hipótesis que son testeadas por las activi
dades. El esquema procede como una “simulación” que puede ejecutar en
adelanto ciertas secuencias. La anticipación es posible por la simulación in
terna de escenarios. Es el caso del campeón de esquí que debe “desarrollar la
carrera en su espíritu, predecir las etapas y los estados de los sentidos, en
trever las soluciones posibles ante cada error, hacer apuestas y tomar deci
siones antes que se de la señal” 32 . Los esquemas están al origen de la agude
za y la destreza del experto.
· El esquema operatorio es singular. Es propio de este o aquel sujeto. El
calificativo de “singular” se refiere aquí al sujeto individual, corresponde a
tal persona particular. Se retoma aquí la distinción de Piaget entre el sujeto
individual y el sujeto epistémico que designa una categoría de actores (el
operador, el encuadramiento de proximidad, el formador, el ingeniero, …).
Es cada persona (y no cada categoría de actores) la que construye su propia
combinación de recursos para responder de modo pertinente a las exigen
cias profesionales, para reaccionar ante un evento o para resolver un pro
blema. También es posible que frente a una misma situación las personas
acudan a los mismos tipos de recursos pero los utilicen en combinatorias di
52 Construir las competencias individuales y colectivas
ferentes. Puede haber muchos estilos de administración, muchos estilos de
conducción de instalaciones industriales, muchos estilos de [86] negocia
ción, muchos estilos de venta. Las competencias reales son ecuaciones per
sonales. J.M. Fouet cita el caso de dos conductores del TGV que actúan dos
maneras distintas de la “aceleración”: uno, de forma manual, el otro en au
tomático. Los dos respetan las especificaciones de la reglamentación y de la
señalización. Serán dos curvas distintas de aceleración del TGV. Dos opera
dores no actuarán necesariamente de la misma manera en un contexto simi
lar. Hay una “vicarianza” de conductas y estrategias 33 .
Porque se trata de estilo, con el carácter muy personalizado del esquema.
inspirándose en los trabajos de Vygotski y de Bakthine, Yves Clot propone
distinguir el “género” y el “estilo” 34 . Esta distinción es clarificadora para
comprender mejor la singularidad de la competencia real. La competencia
real se construye en función de la historia, de las experiencias y de las adqui
siciones de cada uno pero en función de las orientaciones provenientes de la
cultura profesional del medio de pertenencia. En otros términos, cada “esti
lo” personal se construye en referencia a un “género” colectivo. El género, es
el conjunto de las formas de pensar y de actuar que son propias de un medio
profesional. Designa aquellas que son convenidas, desplazadas, toleradas o
valoradas. El género no es siempre explícito o consciente. No es menos fuer
temente estructurante: “el género de actividades” asignado a una situación y
a un medio, estabiliza y conserva –jamás de manera definitiva las maneras
comunes de considerar las cosas y los hombres. Son actividades preorgani
zadas que hacen autoridad y dan el tono para actuar en este medio.
Es por tanto en relación a las orientaciones y a los materiales de género que
el individuo va a construir su propia manera de actuar, es decir, su propio
esquema operatorio. Esta referencia al género permite al individuo no estar
aislado en la elaboración de su competencia. Es importante para un sujeto,
frente a las dificultades o a las incertidumbres, poder [87] referirse a lo que
sus colegas harían o evitarían hacer en tales circunstancias. Esto no significa
que actuará exactamente como ellos, que copiará su conducta, sino que en
contrará allí una fuente de inspiración y un mejor conocimiento de los lími
tes de lo aceptable. Esto le evitará errores, pasos en falso. Esto le permitirá
tomar riesgos calculados o razonados.
El esquema de la competencia individual resulta entonces a la vez de un
aporte personal y de las orientaciones de género correspondientes al medio
de pertenencia y a la situación a tratar. El estilo individual se construye en
referencia al género y no en una situación de aislamiento. La especificidad
1999
Construir las competencias individuales y colectivas 53
de cada uno se reconstruye diferenciándose al interior de un género de per
tenencia. Esta relación del estilo con el género lleva a prestar atención parti
cular a la conservación y enriquecimiento del género. Un género –o una cul
tura profesional debe ser trabajado para que no se pauperice. Debe evolu
cionar para seguir siendo pertinente. Necesita enriquecerse con los hallazgos
y las especificidades de de los estilos personales que habrán sido inventados
y puestos en acción. Es todo el interés de los dispositivos de análisis y de in
tercambio de las prácticas profesionales. Se trata entonces de institucionali
zar y hacer funcionar un proceso permanente de elaboración y de evolución
de este referencial profesional colectivo. Este trabajo permite elaborar un
lenguaje común mínimo, poner en evidencia valores, esquemas de análisis y
de acción, reglas de intervención, conceptos clave. Es una “experticia colecti
va” que toma cuerpo progresivamente. La experiencia de funcionamiento de
estos dispositivos evidencia igualmente que es el proceso mismo de inter
cambio que es generador de una cultura compartida, de un “género” común,
antes que las “producciones” a las cuales apunta.
Las hipótesis de trabajo precedentes nos conducen, con la ilustración 7, a dar cuen
ta mejor de lo que significa “actuar con competencia”. [88]
Ilustración 7. Recursos y práctica profesional
54 Construir las competencias individuales y colectivas
[89]
Este esquema pone en evidencia la distinción a realizar entre:
los recursos que un profesional puede activar,
la práctica profesional (o secuencia de acciones) que pone en acción para
hacer frente a las exigencias de una situación profesional,
el esquema operatorio que construye y que subyace a su práctica
las combinatorias de recursos que se articulan en este esquema.
Para la parte entre la competencia requerida y la competencia real, me parece que
la siguiente analogía musical puede ser clarificadora: la competencia requerida es a
la partitura musical lo que la competencia real es a su interpretación.
La partitura comprende reglas, ritmos, medidas, una llave, temas, una forma, mo
vimientos… Ella es del orden de lo prescrito. La interpretación respeta las reglas
pero no se reduce a su aplicación mecánica. Interviene el talento del músico o de la
orquesta. El público entendido hace la diferencia entre el debutante y el maestro.
La improvisación se sale de la partitura pero se organiza progresivamente en torno
a un hilo director y a técnicas de base: no es la cacofonía. La competencia requeri
da, es la partitura; son las reglas o los criterios que deben respetarse. La competen
cia real es la interpretación o la improvisación. Mientras que la partitura es la mis
ma para todos, la interpretación es propia de cada uno. La interpretación de las
Variaciones Goldberg por Murray Perahia es totalmente distinta y diferente de la
de Glenn Gould. Ambas son excelentes. Hay una singularidad de la competencia
real. Cada persona tiene “una cierta manera de hacerlo” para realizar la actividad
con competencia, construir sus propios “esquemas operatorios” para realizar con
competencia una familia de actividad, organizar su conducta profesional. Las reglas
se respetan pero no bastan, por sí mismas, para definir la actividad de competencia
real. [90]
Existe una diferencia entre el rol y la interpretación del rol. Las propuestas de Mi
jail Chéjov consagradas a la formación de los actores, los consejos que les da se re
fieren a interesantes analogías: “Para nunca confundir la naturaleza del personaje
que deben interpretar con sus propias cualidades de artista, aprendan a hacer la
distinción entre lo que actúan (el tema, el personal) y su manera de actuarlo (…) La
Construir las competencias individuales y colectivas 55
intriga, el texto, el ritmo, las indicaciones del autor y las del director, la actuación
de sus colegas les pondrán una serie de hitos en relación a los que usted no puede
contar más que con sí mismo para conducir el juego 35 ”. La analogía tiene sus lími
tes ciertamente: buena parte de los asalariados viven situaciones de trabajo que
nada tienen de artísticas. Sin embargo, puede ser fuente de inspiración para apre
hender las interpretaciones de funciones o de prescripciones.
Esta respuesta organizada, esta “práctica” es específica de cada individuo. Es singu
lar. No hay una única respuesta a un imperativo profesional; no hay una única ma
nera de resolver un problema con competencia; no hay un único estilo de buena
gestión. Cada uno ejercerá su liderazgo en función de sus características y sus re
cursos personales. Frente a un tipo de problema o situación, la persona va a poner
en acción una conducta particular que habrá aprendido a organizar en el curso de
su experiencia profesional. Frente a la recurrencia de situaciones, actuará de la
misma manera.
Los esquemas operatorios se construyen por el uso. Comparando el funcionamien
to de la lengua a un juego de fracaso, el lingüista L. Hjemslev hacía la diferencia
entre la estructura de un juego (de una lengua) y el uso del mismo juego (o de esa
lengua). Mientras que la estructura de un juego está hecha del conjunto de reglas
del juego que definen la manera de jugarlo, el uso de un juego se refiere al hábito de
jugar. Esto último contribuye a construir progresivamente combinaciones particu
lares y pertinentes. [91].
Una misma estructura puede entonces dar lugar a una gran variedad de usos 36 . Lo
mismo sucede con los esquemas operatorios y las combinatorias de recursos.
Es esta singularidad y esta estabilidad en el tiempo lo que garantiza la respuesta
competente. Ésta no puede ser una respuesta efímera. Debe ser puesta en acción
cada vez que se presenten la misma tarea a realizar o el mismo problema a resolver.
El esquema operatorio, que constituye la competencia real debe caracterizarse en
tonces por una cierta invariancia. La estabilidad del esquema es una garantía de
competencia.
Pero ser competente también significa saber improvisar. Es el saber actuar y reac
cionar frente a lo eventual, a lo imprevisto, a lo inédito. Esto es lo que cada vez se
demanda más del profesional. Debe saber no sólo ejecutar lo prescrito sino ir más
allá de lo prescrito. Esto vale para los “oficios” que Freud consideraba imposibles
porque se inventan permanentemente en la interacción (gobernar, educar, cuidar)
pero también para oficios cada vez más numerosos: lo aleatorio que surge en las
líneas de producción automatizada, en los procesos de concepción, en la relación de
56 Construir las competencias individuales y colectivas
servicio. Saber improvisar una actividad profesional supone entrenamiento, expe
riencia y conocimientos: no es “improvisación”. A diferencia del debutante, el ex
perto sabe improvisar gracias a la inteligencia de las situaciones adquirida a través
de variadas experiencias y fuertemente contextualizadas de su vida profesional.
Construir las competencias individuales y colectivas 57
5. LA CONTRIBUCION DE LA FORMACIÓN A LA PROFESIONALIZACIÓN [147][148]
Preguntas.
¿La profesionalización pone en cuestión la formación?
¿Cuál es la contribución específica de la formación a la profesionalización?
¿Su enfoque de la competencia tiene consecuencias prácticas sobre la forma
de concebir la formación?
¿Si la competencia se construye en situación detrabajo, qué pasan a ser los
objetivos de formación?
¿La formación por alternancia no es un medio privilegiado para desarrollar
las competencias?
¿Cómo visualiza la transferencia de los logros de formación?
¿Qué diferencia hace entre los logros de la formación y las competencias?
Basta leer la prensa profesional: las organizaciones y empresas visualizan cada vez
más el desarrollo de las competencias de sus colaboradores en términos de profe
sionalización. No es sólo cuestión de ingeniería de la formación sino de ingeniería
de la profesionalización. Este cambio de vocabulario se limita quizás a ajustar el
discurso al ambiente de la época. Pero de manera creciente esta evolución de los
términos traduce un real cambio de actitud: la construcción de las competencias no
es considerada relevante por la sola formación, sino como resultado de un recorri
do profesional que incluye el paso por situaciones de formación y situaciones de
trabajo que han sido profesionalizantes.
Pero, ¿qué pasa con la formación profesional en esta perspectiva? ¿Se encuentra
desvalorizada, como algunos parecen creer? ¿Por el contrario, no encuentra nuevas
58 Construir las competencias individuales y colectivas
misiones? ¿Razonar en términos de profesionalización no lleva a repensar la for
mación?
El objetivo de profesionalismo no debe tener como efecto la desvalorización del rol
de la formación. Lo que debe redefinirse, reprecisarse, es su aporte específico, su
valor agregado particular. Me parecen que pueden proponerse y defenderse siete
contribuciones específicas de la formación a los procesos de profesionalización.
Clásico, este objetivo sigue siendo esencial. Para poder combinar y movilizar recur
sos personales, primero hay que tenerlos.
La formación profesional contribuye a la profesionalización ayudando a las perso
nas a adquirir, desarrollar o actualizar diversos conocimientos y capacidaddes. Si
bien no es suficiente, esta contribución no es menos necesaria. Es importante re
cordarlo. [151]
Segunda contribución: entrenar en la combinación de recursos (cono
cimientos, saberhacer, cualidades…) para construir y poner por obra
respuestas pertinentes a las exigencias profesionales (realizar una ac
tividad, resolver un problema, enfrentar un evento, dirigir un proyec
to…).
Frente a una prescripción, el profesional sabrá construir las apropiadas combina
ciones de recursos. Es probablemente el sentido de la empleabilidad en relación al
empleo. No se trata más de sólo aplicar procedimientos o esquemas de acción sino
de saber hacerlos evolucionar. Es una condición esencial para su autonomía.
Para contribuir a la profesionalización, la formación se debe entrenar a los apren
dices a combinar recursos en torno a nuevos esquemas operatorios. Ciertas moda
lidades de formación permiten prepararlos. Entre las principales, pueden citarse:
· La pedagogía de la simulación 37 . Ésta permite principalmente:
37 Cfr. Número especial de Éducation permanente, con suplemento EDFGDF: “Apprendre des si
tuations”, nro 139, 1999
Construir las competencias individuales y colectivas 59
- Prepararse para gestionar una situación profesional teniendo en cuenta
todas sus dimensiones: técnicas, relacionales, conductuales, económi
cas… Una actividad profesional siempre tiene diversas dimensiones. La
simulación presenta la ventaja de poder preparar las personas no para
cumplir una tarea unidimensional, sino para gestionar un conjunto de
variables, una diversidad de tareas, una combinación de saberhacer.
La confrontación con situaciones de simulación y las reuniones de debrie
fing 38 que las acompañan, entrena en la elección [152] y la activación de los
recursos para enfrentar incidentes o accidentes, para corregir o acomodar
la construcción de esquemas operatorios. El debriefing no consiste en ajus
tar una solución al problema encontrado sino que debe constituir para los
participantes un momento de toma de conciencia de su proceso, de sus
puntos fuertes y débiles.
Si la simulación es propiamente una modelación, una representación sim
plificada e incompleta de la realidad, no debe confundírsela con el ambien
te profesional real. Querer hacer de la simulación una copia de la realidad,
la transformaría en un simulacro y no en una simulación. Jean Baudrillard
afirmaba con razón: “nunca hay similitud, así como no hay exactitud. Lo
que es exacto, ya es demasiado exacto. Sólo es exacto aquello que se
aproxima a la verdad sin pretensiones”. Cuando la simulación deriva al si
mulacro, se convierte en disimulación. Se degrada en un rostro falso.
Es precisamente esta distancia con lo real lo que ofrece una posibilidad
pedagógica. Si bien la simulación no es un juego, importa lo que tiene “de
juego”, de la distancia, de la diferencia, porque este juego entre lo simulado
y lo real permite ir y venir entre los dos polos que constituyen la situación
de simulación.
· La formación por alternancia. Esta puede constituir igualmente un dispositivo
que funcione para entrenar en el saber combinatorio en un dominio profesional
dado. En el período de inmersión profesional, el aprendiz deberá aprender a
esquematizar, combinar y transformar lo adquirido en el período de formación
teórica y metodológica. Al regresar al centro de formación, analizará con los
38 NOTA del T: el francés utiliza la expresión inglesa “debriefing” que literalmente significa rendir
informe o dar parte ante un superior (especialmente usada en el mundo militar)
60 Construir las competencias individuales y colectivas
formadores sus prácticas profesionales y consolidará o modificará las combina
ciones de recursos que ha experimentado.
· Las formaciones centradas sobre la resolución de problemas, los estudios de
caso y la pedagogía de proyecto. También permiten aprender a combinar di
versos recursos, diversos campos disciplinarios para analizar y resolver una si
tuaciónproblema. [153]
Para contribuir a la profesionalización, la formación debe dedicar a combinar los
recursos para gestionar conjuntos de situaciones profesionales. Algunas modalida
des de formación pueden ser excelente. Es el caso de las formaciones sobre simula
dores a “escala plena” en la preparación del control de sistemas de riesgo (conduc
ción de una central nuclear, pilotaje de aviones, conducción ferroviaria…). La con
frontación a la situación de simulación y las actividades de debriefing que las
acompañan entrenan en la elección y actiación de los recursos para enfrentar inci
dentes o accidentes, para corregir o mejorar la construcción de esquemas operato
rios. La formación por alternancia igualmente puede constituir un dispositivo apro
piado para entrenar en el saber combinatorio: durante el período de inmersión pro
fesional, el aprendiz deberá aprender a seleccionar y combinar lo adquirido en el
período de formación teórica o metodológica. De regreso al centro de formación,
analizará con los formadores sus prácticas profesionales y consolidará o modificará
las combinatorias experimentadas. Las formaciones centradas sobre la resolución
de problemas, los estudios de caso o la pedagogía de proyectos, van igualmente en
este sentido.
Me referiré aquí a la noción de “zona proximal de desarrollo” desarrollada por Vy
gotski 39 . Este investigador distingue dos situaciones:
aquella donde el aprendiz puede aprender a cumplir solamente ciertas activida
des;
aquella donde el aprendiz puede aprender y realizar una actividad con apoyo de
un tercero. Esta segunda situación define su “capacidad potencial de desarrollo”.
Entre ambas situaciones se sitúa la “zona proximal de desarrollo”: ésta define la
distancia entre lo que es capaz de hacer solo y lo que que es capaz de hacer con una
Construir las competencias individuales y colectivas 61
ayuda externa [154] (adulto, experto, pares, profesional experimentado…). Más allá
de su zona proximal de desarrollo, el aprendiz no puede tener éxito incluso con la
ayuda de otro.
Este concepto tiene una consecuencia práctica en la formación: se trata de fijar los
objetivos de aprendizaje sobre la base de lo que el aprendiz es capaz de hacer con
otro y lo que debe ser capaz de hacer solo. Se trata de concebir las situaciones de
aprendizaje –en formación o en situación de trabajo como situaciones de desequi
librio suficiente pero no excesivo.
Lo que se pide a un profesional no es sólo saber hacer o saber actuar, sino explicar
cómo y por qué hace o actúa de tal manera. Esta toma de distancia es una toma de
conciencia. Esta verbalización de la experiencia le permite estructurarla y reforzar o
corregir los esquemas operatorios que ha puesto en acción. Esta toma de distancia
le permite saber transferir o transponer. Es a partir de una reflexión sobre sus prác
ticas reales que el profesional, gracias a un trabajo de abstracción y de conceptuali
zación, podrá reinvertir su experiencia sobre prácticas o situaciones profesionales
diversas.
En términos académicos se habla de “metacognición”. Este término fue introducido
por Flavell en los años 70. Su definición es la siguiente: “La metacognición se rela
ciona con el conocimiento de los propios procesos cognitivos, sus propios produc
tos y todo aquello que toca, por ejemplo, las propiedades [155] de informaciones o
datos relevantes para el aprendizaje … La metacognición se relaciona entre otras
cosas a la evaluación activa, a la regulación y a la organización de estos procesos en
función de objetos cognitivos o de los datos sobre los cuales se enfocan habitual
mente para servir a una finalidad o un objetivo concreto” 40 .
No porque un individuo ha adquirido conocimientos o ha aprendido a realizar una
acción, es capaz de transferir este aprendizaje en otro contexto diferente a aquel en
62 Construir las competencias individuales y colectivas
que fue realizado. Para hacerlo, es necesario que sea capaz no sólo de tener éxito
sino que también debe poder comprender por qué y cómo lo tuvo.
Para transferir, es decir, para ser capaz de renovar lo aprendido en otro contexto, el
individuo debe ser capaz de separarse de estos contextos de aprendizaje para ganar
en autonomía. No debe estar en el problema sino frente al problema. Esta toma de
distancia supone que puede adquirir progresivamente un estatus de exterioridad
para desprenderse de la influencia del contexto particular de aprendizaje. No sólo
debe hacer sino saber dar cuenta de lo que sabe hacer.
Para desarrollar la facultad de transferir, la formación deberá ser concebida y or
ganizada de tal manera que pueda:
integrar la preocupación y la perspectiva de transferencia en los primeros mo
mentos del aprendizaje. La experiencia muestra que es un error querer abordar
con el aprendiz la cuestión de la transferencia al término de su aprendizaje, una
vez logrado éste. paradojalmente, el sujeto debe aprender de manera contextua
lizada sabiendo que luego deberá descontextualizar. Debe ser claro para los es
tudiantes que el desafío de un aprendizaje no reside en sí mismo sino en las
transferencias que permitirá. [156]
multiplicar las situaciones u ocasiones de prácticas de transferencias.
entrenar en métodos de resolución de problemas o en operaciones cognitivas
relacionadas con un dominio particular de aplicación. Esta particularización, pa
radojalmente, posibilitará la transferencia: es necesario primero contextualizar
para luego generalizar y recontextualizar. Se cree con demasiada frecuencia que
son los conocimientos generales, abstractos, los que permiten la transferencia,
mientras que la facultad de transferir proviene de un conocimiento profundiza
do aunque distanciado en un dominio particular.
llevar a cabo una práctica de la mediación que permite a los aprendices progre
sar en sus actividades metacognitivas, en la capacidad de distanciarse en rela
ción a lo que hacen, a lo que aprenden a hacer, y a sus estrategias cognitivas.
Construir las competencias individuales y colectivas 63
facilitar la puesta en común y la confrontación de las estrategias cognitivas y de
las representaciones de un aprendiz con las de sus pares. Al descubrir estrategias
o “concepciones” que no le son familiares, tomará conciencia de las suyas y po
drá inspirarse en las de otro. Goethe afirmaba que sólo se conoce la propia len
gua una vez que se ha aprendido una lengua extranjera…
Es importante que la formación organice los lugares y tiempos para entrenar a los
aprendices a tomar distancia, a analizar sus prácticas profesionales, a obtener lec
ciones de la experiencia. Es un trabajo de mediación que deben realizar los forma
dores. Es claro que esto exige otras capacidades aparte de la de enseñar. [157]
El profesional está en permanente situación de aprendizaje. Al aprender a recono
cer los problemas, a clasificarlos en relación a los contextos, el profesional será ca
paz no sólo de aprender sino de aprender a aprender. Se preparará así a resolver no
solamente tal problema particular sino diversas categorías o clases de problemas.
El profesional sabe obtener lecciones de la experiencia; sabrá traducir sus actos en
experiencia. No se contenta con hacer o actuar. Hace de su práctica profesional una
oportunidad de creación de saber.
La formación puede contribuir a esta capacidad de aprender a aprender, ayudando
a los estudiantes a descubrir sus propios estilos de aprendizaje, sus maneras privi
legiadas de aprender.
Esto les permitirá analizar de manera preferente las modalidades de aprendizaje
que les son familiares pero también prepararse en modos de aprender que les son
extraños o a los que temen. Al ayudarles a conocer mejor sus dificultades de apren
dizaje, la formación les da los medios para mejor involucrarse en la superación de
aquéllas.
También aquí son necesarios momentos de toma de distancia y de análisis para
hacer funcionar lo que Argyris llama los tres bucles de aprendizaje: saber corregir
los objetivos en función de los resultados, saber cuestionar los fundamentos (repre
sentaciones, principios, hipótesis, teorías de acción…) de estos objetivos, y saber
modificarlos o modificar su manera de aprender.
Sexta contribución: dar un justo lugar a la autoevaluación.
64 Construir las competencias individuales y colectivas
La autoevaluación de los procesos de aprendizaje toma importancia. Entre las ra
zones de esta tendencia pueden destacarse: [158]
el desarrollo de las nuevas tecnologías de formación e información. Ellas hacen
posible aprender sólo al disponer de bases de recursos mediatizados y por la for
mación a distancias. Con los programas de autoaprendizaje, es lógico entrar en
los procedimientos de autoevaluación. Los dispositivos interactivos hacen posi
ble la autocorrección y la autovalidación.
la autoevaluación es riesgosa si se inscribe en una concepción en que se pone
toda la responsabilidad de adquisición de competencias sobre el trabajador, so
bre el individuo. Esto llega a favorecer a quienes se han podido beneficiar de
condiciones educativas y sociales favorables y a excluir o [159]perjudicar a quie
nes no han tenido tal beneficio. Las condiciones de autonomía están desigual
mente distribuidas. Por consiguiente, la autoevaluación por sí sola no permite
valorizar sus competencias en el mercado de trabajo.
41 “Compétente et navigation professionnelle”, les Éditions d’Organisation, 1997.
Construir las competencias individuales y colectivas 65
la competencia supone necesariamente la mirada y el juicio de otro. Cada uno bus
ca ser reconocido como competente. El reconocimiento social debe permitir valori
zar sus competencias en el mercado de trabajo.
Este es todo el interés de los dispositivos que organizan la confrontación entre la
autoevaluación y la validación colegial mediante las miradas cruzadas de diversos
actores (enmarcamiento directo, clientes o proveedores, colegas, expertos del do
minio, especialistas en recursos humanos…).
La evaluación de las competencias no es una ciencia exacta. Conviene considerarla
como resultado de un compromiso, de una confrontación entre diversos puntos de
vista, por tanto del principal interesado: el aprendiz. Podrá asimismo tener que
aportar las pruebas de su competencia. En materia de evaluación, la intersubjetivi
dad es un cortafuegos para los riesgos de una gran subjetividad. [160]
El profesional sabe dar sentido a las competencias que adquiere y que aumentan
sus posibilidades de empleabilidad. Sabe vivir en modalidad de proyecto.
La formación puede contribuir a la construcción subjetiva de una identidad profe
sional. Puede ser un momento en que se retoman, se ponen en convergencia y
perspectiva, los elementos de un recorrido anterior. Una reapropiación de una his
toria personal permite tomar mejor conciencia de sus puntos fuertes y débiles, de
poner involucrarse mejor en un proyecto autónomo, de dar un sentido, un hilo
conductor a las experiencias profesionales y extraprofesionales que podrían hasta
ahora ser vividas en términos de quiebres y dispersión, proyectándose hacia el fu
turo.
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