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.Entre sus ascendientes más notables se hallaba don Nicolás de Ribera el Viejo
–uno de los Trece compañeros de Pizarro en la Isla del Gallo y primer Alcalde
de Lima– y su bisabuelo, don José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, fue el
más descollante conspirador peruano contra el régimen español en los albores
de la independencia y el primer Presidente del Perú, desposeído por Bolívar, en
1823. Estos antecedentes determinaron la vocación aristocrática de Riva Agüero
y su contextura esencial de élite.
La Universidad de San Marcos de principios del siglo XX le impuso por un tiempo
la impronta positivista de la época, que se refleja en sus primeros ensayos y
opiniones. Dos obras fundamentales, escritas en plena mocedad estudiantil,
acusan la recia mentalidad de Riva Agüero y son acaso los hitos más importantes
de su contribución histórica. Ellas fueron Carácter de la Literatura del Perú
Independiente (Lima, 1905) y La historia en el Perú (1910). La primera –escrita
cuando sólo contaba 19 años y comentada entonces por Unamuno– inicia los
estudios orgánicos de historia de nuestra cultura y traza, por primera vez, un
cuadro completo de nuestra evolución literaria, coordinado y pletórico de
información y de solidez crítica. Es, junto con El Perú contemporáneo de
Francisco García Calderón, el primer itinerario espiritual del Perú en su etapa
republicana, en el que destacan, con los ensayos sustanciales sobre Palma y
González Prada, los valores de nuestra literatura. La historia en el Perú, acaso
su obra más sustantiva, fue presentada como tesis en 1910, cuando tenía 25
años. Con ella puso Riva Agüero los cimientos de la historiografía peruana,
mediante el estudio preliminar e imprescindible de las fuentes históricas. Toda la
historia posterior que se ha hecho en el Perú, aun la de los que le contradicen y
niegan, ha tenido por andaderas este libro de consulta fundamental. Riva Agüero
revisó con su potente y bien informado criterio las principales directivas de
nuestra historia. A través del Inca Garcilaso revisó toda la historia incaica externa
e interna, a través de los cronistas de convento, de Peralta y Mendiburu, la
historia colonial, y siguiendo la estela erudita de Paz Soldán, las grandes
transformaciones y rumbos de nuestra historia independiente. Toda la visión de
nuestro pasado resultó transformada por su soplo creador y por su visión señera
de los derroteros morales del Perú.
El Perú era para él "un país predominantemente mestizo constituido no sólo por
la coexistencia sino por la fusión de las dos razas esenciales". "Aun los puros
blancos –dijo– sin alguna excepción tenemos en el Perú una mentalidad de
mestizaje derivada del ambiente, de las tradiciones y de nuestra propia y
reflexiva voluntad de asimilación". Pero dentro de esta concepción su mentalidad
y su tradición de hombre de imperio le impulsaban a preferir los periodos en que
se ponía de manifiesto el apogeo y la grandeza del Perú en el orden civilizador.
Amó, por eso, profundamente la tradición incaica y el alma quechua que la
inspiró, vivía como cosa familiar la historia del Virreinato y en la República no
pudo ocultar su simpatía entusiasta hacia la Confederación Perú-Boliviana,
realización del sueño de un gran Perú.
Fueron sus años de juventud los más productivos, ya que las peripecias políticas
de los años siguientes jugaron en contra de ello. En 1919 Riva-Agüero se irá del
país, en medio del ascenso de Leguía, permaneciendo en Europa por once años.
A su regreso, la realidad política del país había cambiado, tornándose más
polarizada e ideologizada. Fue por ello que en estos años se produce el
alejamiento de Riva-Agüero de la Universidad de San Marcos, y su acercamiento
a la Universidad Católica. En una coyuntura en la que pocos tuvieron el valor
de definirse política e ideológicamente, Riva-Agüero lo hizo de manera
enfática, brindándonos así un ejemplo de un intelectual que siguió firme a sus
principios y no claudicó a pesar de los agravios y burlas de los que fue víctima.
Más vinculado a la política, los años treinta también verán una obra maestra de
Riva-Agüero, al publicar en 1937 y 1938 una colección de sus discursos llamados
Por la verdad, la tradición y la Patria. Allí se muestran verdaderas piezas
oratorias antológicas por la prosa fina, directa y al mismo tiempo impactante con
la cual este pensador dejaba muy en claro sus convicciones políticas y religiosas.
Tras ocupar diversos cargos públicos, sus últimos años los dedicará a conversar
con los jóvenes universitarios de aquellos años tratando de hacerles llegar su
mensaje peruanista, integrador y respetuoso de nuestra historia y tradición.
Fue al finalizar una de esas tantas tertulias que un ataque mortal acabó con la
vida de José de la Riva-Agüero, un 25 de octubre de 1944. Historiador, abogado,
crítico literario, político, maestro de varias generaciones y hombre de una fe
religiosa profunda; Riva-Agüero se convirtió en uno de los intelectuales más
trascendentes del siglo XX, y un referente del pensamiento conservador
peruano. Si tuviéramos que mencionar los principales aportes de su obra, ellos
serían su visión del mestizaje peruano como un proceso de largo plazo que se
dio en la vida cotidiana, y el ver a la Historia como una herramienta esencial para
explicar los problemas nacionales, siendo su objetivo final encontrar ese
elemento esencial que le diera continuidad histórica al país.
En ese sentido, su legado intelectual y humano es muy valioso y debe ser un
referente obligado para nosotros los jóvenes de hoy, así como lo fue para los de
generaciones pasadas. Será, entonces, nuestra misión para nosotros o jóvenes
universitarias reactualizar y revalorar el legado de este pensador, para de esa
manera cambiar aquella visión pesimista que el propio Riva-Agüero tuvo de su
trayectoria en el lejano 1941.