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TEMAS Y SUBTEMAS
1. El pensamiento humano
1.1 características generales del pensamiento
1.2 tipos de pensamiento; pensamiento lógico, pensamiento lateral
1.3 lenguaje y pensamiento
1.4 el proceso de percepción
1.4.1 ingreso y organización de la información
1.4.2 la atención
1.5 la memoria
ACREDITACION
PARA LA ACREDITACION DE ESTA ASIGNATURA SENECESITA COMO MINIMO 85% DE ASISTENCIAS A LAS
SESIONES PRESENCIALES, Y CON LOS TRABAJOS E INDICADORES REQUERIDOS EN CLASE Y EXTRACLASE.
Cognición, acto o proceso de conocimiento que engloba los procesos de atención,
percepción, memoria, razonamiento, imaginación, toma de decisiones, pensamiento y
lenguaje.
Los intentos de explicar el modo en que los procesos cognitivos tienen lugar son tan
antiguos como la propia filosofía; el término, de hecho, procede de los escritos de Platón y
Aristóteles. Con el nacimiento de la psicología como disciplina científica independiente de
la filosofía, la cognición se ha estudiado desde otros puntos de vista.
Por su parte, los psicólogos sociales se han ocupado desde mediados de la década de 1960
de la consistencia cognitiva, tendencia de las personas a establecer una consistencia lógica
entre sus creencias y sus acciones. Cuando no aparece esta consistencia (denominada
disonancia cognitiva), se intenta restablecer cambiando su comportamiento, sus creencias o
sus percepciones. El modo en que se clasifican los distintos conocimientos para establecer
el orden mental interno es una de las claves de la personalidad; básicos para entender las
reacciones de un individuo en un momento determinado y sus posibles desequilibrios
mentales, se les ha denominado ‘estilos cognitivos’.
El niño de la infancia preescolar, ayudado del adulto, pronto distingue su mano derecha de
su mano izquierda. Su mano derecha es con la que el niño dibuja y come (si es diestro).
Sobre esta referencia, pronto el niño ubica otras partes del cuerpo. Así, con referencia a su
mano puede decirnos fácilmente dónde está o cuál es su pierna izquierda o su ojo derecho.
Todavía a los cuatro años no comprende que lo que para él está situado a la derecha para
otra persona puede que esté a la izquierda. En general, el niño de cuatro años aprende las
direcciones en el espacio a partir de la proyección de su propio cuerpo sobre los objetos y
las cosas que le rodean. Así es como va determinando y perfeccionando sus nociones de
delante-detrás, arriba-abajo, izquierda-derecha. A través del desarrollo de las actividades
típicas de esta edad el niño de la infancia preescolar aprende a ubicar los objetos en el
espacio con relación a ellos, y así determina cuándo un objeto está delante de otro, detrás,
encima, debajo, a su derecha o a su izquierda. Las relaciones espaciales entre los objetos se
captan cuando el niño realiza una construcción con tacos, por ejemplo, lo que le obliga a
relacionarlos para obtener el fin deseado. También cuando dibuja o cuando juega con sus
compañeros.
Es este un largo proceso que se va realizando en esta etapa y en la que el niño primero
asimila la situación del objeto, por ejemplo encima. La imagen que obtiene con su
experiencia de acción debe ser reforzada con la designación verbal de la situación;
posteriormente el niño, basándose en esa imagen de la situación del objeto encima, podrá
fácilmente asimilar el segundo término situacional contrapuesto, debajo. A pesar de estos
avances necesitará todavía de muchas experiencias de descentración para poder comprender
que cuando él cambia de posición las relaciones entre los objetos también cambian. Hacia
el final de la infancia preescolar el niño se manifiesta mucho más flexible en su orientación
en el espacio, independientemente de la posición que él ocupe.
Su orientación en el tiempo es, comparativamente con la del espacio, peor. El niño vive el
tiempo: a una hora determinada del día se levanta, a otra tiene hambre, a otra juega, a otra
duerme etc. El tiempo corre, no puede manejarse, las acciones se suceden en él. Por otra
parte, las designaciones temporales son muy relativas: lo que ahora es hoy, se convierte en
ayer; lo que se decía mañana, se convierte en hoy, etc. A través de su actuación en el
tiempo el niño aprende a hacerse una idea de la duración y de la sucesión. Así, los niños
que fueron condicionados a realizar tareas en tiempos medidos y controlados, tendían a
realizar las mismas u otras actividades en periodos de tiempo aproximados. También las
principales acciones que realiza durante el día le sirven de referente temporal: antes de
comer, después de merendar, etc., y a fijar momentos temporales: por la mañana se levanta,
se lava y desayuna, por la tarde juega y merienda, por la noche duerme. Utiliza la
designación temporal de hoy como punto de referencia, y mañana y ayer, a medida que se
va desarrollando, se van enriqueciendo de contenido y de precisión temporal.
Como afirma Secadas (1988), a la entrada en la segunda infancia el niño no tiene de la
noción de tiempo una sensación difusa de algo que no es el ahora, sino anterior o posterior.
Hacia los cinco años lo concibe como anecdótico y egocéntrico, ya que se sustenta sobre
principios de recordación, para concebirse a los seis años como la primera forma de
objetivación efectuada sobre momentos temporales en el transcurso de la vida cotidiana.
Las acciones que en él despliega son como «hitos o tachuelas fijas en el curso del día, una
especie de conversión del flujo temporal en puntos localizados, definidos por actividades
concretas. En nuestra idea, se suprime el tiempo —se domina y manipula— sirviéndose del
espacio, más concretamente del factor de localización o dispersión de puntos en una
superficie imaginaria».
Adquisición de conocimientos mas generalizados y asimilación de nuevos conceptos