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Coordinación Nacional de la Renovación Carismática Católica del Perú

Proyecto: Escuela Nacional de Alabanza


Seminario de Alabanza y Adoración: “Mi Alma Glorifica al Señor”

¿QUÉ ES ADORAR?

TEMA 06

Estimados hermanos, luego de haber recorrido a través de los primeros 05


temas de este seminario los hermosos senderos de la alabanza a Dios,
empezaremos a adentrarnos en las profundidades de la adoración
descubriendo como una vida de alabanza nos abre paso para una vida de
intimidad con nuestro Señor a través de su adoración:

Definir la adoración no es una tarea


fácil quizás porque implica un
encuentro profundo con Dios y la
Divinidad de Dios es difícil de
comprender para el hombre.

El catecismo de la Iglesia católica en


el numeral 2628 nos dice: “La
adoración es la primera actitud del
hombre que se reconoce criatura
ante su Creador. Exalta la grandeza
del Señor que nos ha hecho (Cf. Sal
95, 1-6) y la omnipotencia del
Salvador que nos libera del mal. Es
la acción de humillar el espíritu ante
el "Rey de la gloria" (Sal 14, 9-10) y
el silencio respetuoso en presencia de Dios "siempre mayor" (S. Agustín,
Sal. 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente
amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas”

Adorar a Dios es reconocerlo como nuestro creador y nuestro dueño.


Es reconocer en verdad que somos hechura y posesión de Dios: ¡Dios es mi
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dueño, yo le pertenezco!. Es reconocer que Él fue quien nos concibió


incluso tejiéndonos en el vientre de nuestra madre (Sal 139,13). Que nadie
mejor que Él nos examina y nos conoce, (Sal 139,4) que de Él vinimos y
hacia Él regresaremos.

Adorar a Dios implica un amor extremo, en el que el hombre con su


espíritu, alma y cuerpo no encuentra mejor ofrenda de amor a Dios que su
vida misma la cual la entrega sin condiciones y en libertad, de tal manera
que cada momento, cada acto de la vida puede ser adoración si se ofrenda
con amor extremo: “Sea que estén comiendo, bebiendo o haciendo
cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios” (I Cor
10,31).

Adorar es sentirnos pequeños en su presencia, es necesario la


humillación de sí mismo y la exaltación de Dios para entrar en adoración.
Para adorar, es necesario disminuir derramando el corazón a sus pies sin
reservarnos nada delante de Él, es necesario darlo todo, quebrar el
corazón y la vida en su presencia (Lc 7,36). Es un momento de extrema
intimidad donde el corazón humillado del hombre se encuentra con el
corazón amante y misericordioso de Dios.

La adoración es sencilla y es para gente sencilla: Cuando Jesús dio la


revelación grandiosa de que hay que adorar en espíritu y en verdad la dio
primero a la samaritana. De la misma manera a través de la unción de sus
pies por una mujer pecadora Jesús da un ejemplo de la belleza de la
adoración. La adoración es para aquellos que son como niños al abrir el
corazón y responder a Dios con sinceridad y honestidad. La adoración no es
trabajo sino alivio, debe ser renovadora, vigorizante y esperanzadora.

La adoración no debería ser una expresión forzada en el sentido de entrar


en un estado de intensa presión emocional, sino que se debe caracterizar
por la paz, el gozo, la celebración el entusiasmo y la alegría: “Cuando tú
trabajas Dios descansa; pero cuando tú descansas Dios trabaja” Debe ser
ese deleite gozoso de estar cerca de Dios incluso sin pronunciar palabra
alguna, solo descansar en Él. ¡Hay que reposar y disfrutar en la presencia
de Dios!.

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Ahí en la intimidad de la adoración, en esa paz de su presencia, Dios


interviene en nuestra vida. Ahí es donde la adoración se convierte en el
quirófano donde Dios opera en nuestra mente y nuestro corazón, en
donde recibimos lo que nos transforma, lo que edifica, lo que nos santifica,
lo que no merecemos. Por esto es que la adoración verdadera puede llegar
a doler, pero es un dolor purificador, provocado por la mano de Dios
obrando en nuestro ser; así como las brasas encendidas que el Señor puso
en los labios de Isaías. (Isaías 6). En otras ocasiones la adoración
verdadera puede tomar la forma de una lucha en la que Dios siempre
vence y de la que nosotros salimos como hombres nuevos, así como la
lucha que sostuvo con Jacob a partir de la cual toma el nombre de Israel
(Génesis 32, 22). Por eso es que la adoración también es un momento de
profunda conversión, es el taller del alfarero al que entramos como vasos
viejos y quebrados para salir como vasos nuevos.

ADORACIÓN Y ALABANZA

La adoración y la alabanza son dos expresiones de amor a Dios distintas,


pero muy frecuentemente es imposible separarlas. Hay ocasiones en que
no se pueden distinguir una de otra. Por ejemplo, al levantar las manos y
cantarle a Dios ¿se está alabando o adorando? Podían ser ambas cosas
debido a que las formas externas de alabanza y adoración son similares.
Sin embargo podríamos establecer algunas características distintivas de la
adoración que la diferencian de la alabanza:

Por lo general la alabanza es un camino de una sola dirección en el cual


brota un reconocimiento amoroso desde el hombre hacia Dios. La
adoración en cambio es un camino de dos direcciones que implica una
relación profunda entre dos corazones que aman: el corazón del hombre
y el corazón de Dios. El corazón del hombre tiene que estar cerca del
corazón de Dios porque la adoración es una comunicación íntima en la
que el hombre se ofrece a su Dios y Dios se ofrece al hombre.
Toda la creación, incluido el hombre, puede alabarlo: los árboles, las
montañas, los ríos, el sol, la luna y las estrellas alaban al Señor (Sal 148,
3-12), sin embargo, la adoración es un privilegio exclusivo del hombre.
De toda la creación, Dios le entregó solamente al hombre las llaves de
su corazón.

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La alabanza siempre es evidente, expresiva, todos notan cuando uno


entra en alabanza. La adoración puede ser tan visible y evidente como la
alabanza, pero no siempre es así, la adoración, muchas veces es
silenciosa e invisible. Un hombre podría saber si su hermano alaba o no
alaba a Dios, pero solo hay Uno que sabe si el hombre adora de veras,
ya que a diferencia de la mirada de los hombres solo Dios puede ver el
corazón.
Debido a que la alabanza se expresa de modo físico, requiere que se
ejercite y se involucre el cuerpo; sin embargo, puesto que la adoración
involucra fuertemente el espíritu, lo que se necesita además de
involucrar el cuerpo, es desatar nuestro espíritu.

¿Entonces podríamos decir que la adoración es superior o más ungida que


la alabanza? No, nuestro Señor acoge ambas expresiones de amor con
igual interés ya que Él mismo a través de su palabra indica que “vosotros
sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para
anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su
admirable luz”(1Pedro 2,9) y Él mismo también dice: “Pero llega la hora (ya
estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en
espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren”
(Jn 4,23). No nos quepa entonces hermanos la menor duda que somos un
pueblo de alabanza y que nuestro Dios, entre nosotros, espera encontrar
adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad.

Coordinación Nacional de la RCC del Perú


Eduardo Ocampo Ludeña
Carol Azabache de Ocampo
Eddy Pérez Sifuentes
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APLICACIÓN VIVENCIAL DEL TEMA

A continuación se propone una serie de actividades que complementarán el


desarrollo del tema. El equipo de servicio deberá estar atento a lo que el
Espíritu Santo inspire para enriquecer y complementar estas actividades
propuestas.

Actividades a desarrollar

Actividad 1: A nivel personal:

1. En medio de tu oración personal luego de un momento de alabanza


hagamos silencio y pensemos en quienes somos nosotros delante del
Señor:
Por ejemplo:
Si Él es el Creador, nosotros somos su creación
Si Él es el Santo, nosotros somos pecadores
Si Él es el Grande, nosotros somos sus pequeños
Si Él es el Buen Pastor, nosotros somos sus ovejas
Si Él es el Maestro, nosotros somos sus discípulos
Si Él es el Todopoderoso, nosotros somos los que sin Él nada
podemos hacer
Si Él lo es Todo nosotros no somos nada.
2. A medida que vamos descubriendo quienes somos delante del Señor
vamos disminuyendo, por eso en medio de nuestra oración adoptemos
una posición corporal que exprese nuestra pequeñez. Por ejemplo
arrodillarse, inclinar la cabeza, postrarse.
3. Escoge un canto que exprese nuestra pequeñez delante del Señor y
entónalo en medio de tu oración
4. Finalmente regálale al Señor un momento de absoluto silencio en el cual
dejamos que el Señor sea quien se manifieste en medio de nuestra
oración como Él quiera. En este momento no buscamos sentir algo
extraordinario, lo que buscamos es descansar en fé en la presencia de
Dios como dándole la oportunidad de ser Él quien obre en nuestro
corazón humillado.

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Actividad 2: A nivel comunitario

Se buscará dentro de la oración comunitaria un momento de adoración


siguiendo los mismos pasos propuestos para la oración personal. De ser
posible se buscará realizar la oración ante el Santísimo Sacramento. De
no ser posible se procurará preparar este momento en medio de la
oración del grupo.

Elementos importantes:

1. Un pequeño altar que exprese la santidad de la presencia de Dios.


Puede incluir por ejemplo la Palabra de Dios, velas, un crucifijo. Lo
ideal sería adorar ante el Santísimo Sacramento.
2. La preparación de los cantos de adoración por parte del ministerio
de música o los hermanos responsables de este servicio
3. El momento de silencio que expresa nuestra entrega y espera
confiada de la obra de Dios en nuestra vida.

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