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En 1517 Carlos I llegó desde Gante a hacerse cargo del trono castellano-
aragonés. El soberano no hablaba castellano y vino rodeado de consejeros flamencos.
Además convocó Cortes para votar nuevos impuestos que sirvieran para financiar su
nombramiento como Emperador de Alemania. Por todo ello no fue bien visto ni por la
nobleza castellana, ni por el pueblo.
En 1519 Carlos I salió de Castilla para hacerse con la corona imperial y dejó el
gobierno a cargo de un regente extranjero, Adriano de Utrecht. Este momento fue
aprovechado por una buena parte de las ciudades castellanas que se rebelaron contra
la autoridad del rey, depusieron a las autoridades reales en las ciudades, siendo
sustituidas por comunas formadas por gente de la baja nobleza, del bajo clero,
artesanos y comerciante. A este fenómeno se le ha denominado REVUELTA
COMUNERA O GUERRA DE LAS COMUNIDADES. Primero fue la ciudad de Toledo y
después Segovia, Salamanca, Medina del Campo y otras ciudades. Sus peticiones
eran: que el rey hablara castellano, que el dinero de Castilla no saliera fuera del
reino, que los cargos de gobierno fueran ocupados por castellanos y que se
protegiera a la industria textil.
Tras el incendio de Medina del Campo por las tropas del rey, la insurrección se
generalizó. Los Comuneros crearon en Tordesillas la Santa Junta, un gobierno
rebelde que exigió la retirada de los impuestos aprobados en Cortes, el respeto
a las leyes del reino y la marcha de los consejeros flamencos.
Los Comuneros intentaron sin éxito convencer a Doña Juana (Juana I, madre
de Carlos I), recluida en el castillo de Tordesillas, de que se pusiera al frente de la
rebelión y apoyara a las Comunidades.