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Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad de Ciencias y Educación


Licenciatura en Pedagogía Infantil
Seminario de Contexto II
Prof. Rafael Marroquín

Paola Rubiano - 20142187001

La participación social y política de los niños y niñas en su condición de ciudadanos y


sujetos titulares de derechos

El reconocimiento de los niños y niñas como sujetos titulares de derechos ha generado una
nueva visión alrededor de la infancia. Con el discurso de los derechos de los niños y niñas se
instaura un lenguaje sobre igualdad y autonomía que refleja la intención de constituir, desde
los primeros años del desarrollo humano, sujetos políticos y ciudadanos activos que requieren
contexto sociales que brinden las condiciones adecuadas para ejercer plenamente sus
derechos y expresar sus opiniones libremente en los asuntos que les afectan tanto en el
ámbito personal y familiar, como en el político, económico y social.

Esas transformaciones en la concepción de la infancia -entendida como construcción social e


histórica-, están reflejadas en los diferentes documentos internacionales y nacionales, como el
caso de la Convención de 1989, donde se reconoce a los niños como “individuos con derecho
de pleno desarrollo físico, mental y social, y con derecho a expresar libremente sus
opiniones” (p. 6); o en el Código Nacional de Infancia y Adolescencia (ley 1098 de 2006)
donde se establece la importancia de la protección de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes, como lo planteado en el artículo 7 donde “Se entiende por protección integral
de los niños, niñas y adolescentes el reconocimiento como sujetos de derechos, la garantía y
cumplimiento de los mismos, la prevención de su amenaza o vulneración y la seguridad de su
restablecimiento inmediato en desarrollo del principio del interés superior.” (p. 20).

Con lo anterior, se afirma que no hay discusión en torno al reconocimiento jurídico de la


persona del niño como sujeto titular de derechos, empero, si bien es cierto que se reconocen
avances importantes en lo normativo, ha persistido la disociación entre el discurso de la
infancia y las condiciones reales que la rodean, además de mantenerse la disputa alrededor de
sus capacidades para actuar en ejercicio de su libertad y su autonomía. Entonces, no es
suficiente con el reconocimiento de la titularidad de los derechos de los niños y niñas si el
contexto social, cultural, político y económico en el que se encuentran inmersos no brinda las
oportunidades para ejercer una ciudadanía plena. En palabras de Alvarado y Suárez (citado en
Durán, 2017):
“[...] no basta con el reconocimiento de los derechos de los niños/as y jóvenes
(titularidades), si al mismo tiempo no se fortalece su potencial humano para
actuar en el mundo (capacidades) y no crean las condiciones para que pueda
darse el ejercicio de los derechos y el despliegue de sus potencialidades
(oportunidades). (p. 14)

La garantía de los derechos de los niños y niñas requiere transformaciones profundas tanto en
las instituciones estatales como en la sociedad en general. Dichas transformaciones deben
estar orientadas a que dentro de la cultura se incorpore los principios que sustentan los
derechos de la infancia, es decir, que la visión y concepción que se tenga sobre la infancia en
determinada sociedad esté orientada por los principios fundamentales que sustentan los
derechos humanos: libertad, autonomía, responsabilidad, igualdad y dignidad. Ése debe ser el
reto de los Estados, porque no hay avance significativo si lo plasmado en los documentos
normativos no llega a todos los sectores de la población y las relaciones adulto-niño/a están
marcadas por un soplo proteccionista sustentado por la falta de madurez física y mental.

Liebel y Martínez (2009) reflexionan sobre el obstáculo que representa la concepción del
adulto sobre la infancia en el ejercicio de los derechos, especialmente en la participación
social y política. “Se presupone que, a causa de su corta edad y su consecuente debilidad y
falta de experiencia de vida, los niños no tienen aún la suficiente competencia para
desempeñar un rol activo y responsable en su protección y en el aseguramiento de su
bienestar” (p.74). Para estas autoras, es necesario proteger a los niños y niñas, no obstante, el
problema se presenta cuando esa protección es el pretexto de los adultos para creer que tienen
la facultad de actuar en su lugar, negando a ellos y ellas el poder de tomar decisiones o de
participar en ellas.

Esa protección y vulnerabilidad han estado presentes en el desarrollo histórico de la


constitución de los niños y niñas como sujetos titulares de derechos. Lo que marcó el inicio
de los derechos de la infancia fue esa necesidad de protección, tanto que quedó anunciada
como eje principal en la Declaración de Ginebra de 1924, y en el preámbulo de la
Declaración de los Derechos del Niño de 1959 donde se lee: “Considerando que el niño, por
su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la
debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento.” (p.1). Liebel en su texto
Sobre la historia de los Derechos de la infancia relata que:

“En primera instancia, la necesidad de proteger a las y los niños fue


establecida en vista del trabajo remunerado que realizaban a inicios del
surgimiento de la economía capitalista, especialmente en las fábricas y en las
minas, puesto que se veían expuestos a una explotación laboral que amenazaba
con destruir sus vidas” (p. 26)

Entonces, la protección como orientadora en los inicios de las discusiones sobre los derechos
de la infancia no permitía reconocer la autonomía de los niños y niñas, sino más bien, los
convertía en objetos de preocupación de personas que si se consideraban que tenían
autonomía. Durán considera que el siglo XX, el siglo de la niñez, no estuvo marcado por la
preocupación o el interés por las infancias sino por el futuro de las sociedades y las naciones;
la infancia se convierte en un objetivo privilegiado donde se conjugan las mayores esperanzas
de progreso y bienestar colectivo (2017).

Pese a todo ello, el reconocimiento jurídico de los niños y niñas como sujetos titulares de
derechos humanos se hizo efectivo, algunos priorizando la protección, otros insistiendo en su
derecho a una vida autodeterminada y una ciudadanía plena. Sin embargo, queda plasmado en
los documentos internacionales y nacionales el Derecho a la participación en la vida social y
política y en el ejercicio de sus derechos y, ello, es un avanza y una oportunidad para pensar
en la transformación institucional y social requerida para hacer efectiva la participación
política en los niños y niñas, es decir participar en las decisiones que le afectan a él y a su
comunidad, y para constituir una ciudadanía plena.

Aquí cabe preguntarnos, ¿qué se entiende por una ciudadanía plena? Cesar Giraldo describe
que “La ciudadanía hace referencia a la relación entre los individuos que habitan un país y el
Estado que ejerce la soberanía sobre dicho país. Esa relación implica derechos y
obligaciones.” (2008). No obstante, el concepto requiere reflexiones más profundas, puesto
que, como afirma Antoni Aguiló (2009), la ciudadanía garantiza el reconocimiento jurídico
de los derechos, pero los ciudadanos pueden encontrarse desprovistos de la capacidad real y
del poder efectivo para ejercerlos plenamente.

De este modo, la construcción de una ciudadanía plena debe incentivar la participación de


todos y todas en los asuntos y espacios públicos y otorga el poder para la participación
política y el ejercicio de los derechos. Entonces, las diferentes luchas de sectores,
movimientos e instituciones por el reconocimiento social y jurídico que ampara el
cumplimiento de esos derechos y deberes de la población, más allá de válidas, son vitales
para construir “ciudadanías de alta intensidad”, concepto que inserta Guillermo O´Donell
(citado por Aguiló, 2009) para analizar los desafíos que se van a enfrentar en la formación
de ciudadanías rebeldes e inconformistas que sean capaces de exigir la plena participación en
el espacio público y el poder para el ejercicio de sus derechos.

Los niños y niñas deben hacer parte de esa ciudadanía plena donde su voz sea escuchada y se
promueva su participación en la vida ciudadana, reconociendo las particularidades y diversas
expresiones de ellos y ellas. la idea es que ya establecida la titularidad, se fortalezcan las
capacidades y competencias de los niños y niñas para actuar en el mundo y se creen las
condiciones sociales, culturales, políticas y económicas necesarias para desplegar sus
potencialidades para el ejercicio pleno de los derechos.

Un avance importante para lo anterior, puede darse dentro de las instituciones educativas si
las acciones pedagógicas se dirigen a fortalecer las competencias para el ejercicio de la
ciudadanía en los niños y niñas. Es decir, podemos hacer de la escuela un espacio donde ellos
y ellas puedan participar activamente en las decisiones que les afectan su ámbito personal,
familiar, social y político dentro del mismo contexto escolar. Para ello, se requiere una
educación política que esté orientada a dar a conocer la normatividad que rigen los derechos
de los niños y niñas y a desarrollar las competencias ciudadanas que les permitirán actuar en
la vida personal, social y política.

Las competencias ciudadanas son el conjunto de conocimientos y habilidades cognitivas,


emocionales y comunicativas que hacen posible que se actúe de manera constructiva dentro
de la sociedad. Para Chaux y Ruíz (2005), esos conocimiento, capacidades y habilidades son
los que orientan moral y políticamente la acción ciudadana; por ello afirman que:

“Las competencias ciudadanas se evidencian en la práctica, en el ejercicio de


la ciudadanía. La acción ciudadana (ejercida de manera autónoma y no por
imposición de otros) es el objetivo fundamental de la formación ciudadana.
Sin embargo, para llevar a cabo una acción ciudadana es importante tener
dominio sobre ciertos conocimientos, haber desarrollado ciertas competencias
básicas y estar en un ambiente que favorezca la puesta en práctica de estas
competencias. (p. 32)

Entonces, el enfoque en competencias ciudadanas en el contexto escolar, puede ser un avance


significativo para fortalecer los conocimientos y capacidades con las que deben contar los
niños y niñas para actuar en el mundo y participar social y políticamente. Estamos
acostumbrados en las aulas a ver a los adultos actuando por los niños y niñas, resolviendo sus
conflictos personales, juzgando sus acciones, e ignorando sus palabras, sus peticiones y sus
emociones. Con esta propuesta, se puede dar un lugar central a la voz de los niños y las niñas
y a permitirles actuar autónomamente en las experiencias que se les presentan.

Considero asertiva la propuesta de Chaux y Ruíz sobre abrir espacios específicos en el aula
para el desarrollo de las competencia necesarias para el manejo constructivo y pacífico de los
conflictos, es decir, convertir los conflictos en oportunidades para que los estudiantes
demuestren su autonomía; una de las estrategias planteadas es crear en el salón un espacio
para la mediación de conflictos donde solos los niños y las niñas sean quienes dirijan, hablen
y tomen decisiones, mientras el maestro actúa como guía para garantizar que en esa
mediación se desarrollen competencias integradoras de habilidades comunicativas,
emocionales y cognitivas.

Es así, como en la necesidad de crear condiciones y contextos en los que se pueda garantizar
el derecho a la participación social y política en la infancia, la educación puede tener un rol
fundamental para hacer que esas actuaciones en el contexto escolar llegue a los diferentes
ámbitos de la sociedad, apostandole a la formación de ciudadanos que cuenten con los
conocimientos, las competencias y habilidades necesarias para actuar acorde a las
necesidades sociales, políticas y económicas que se presentan en los contexto que habitan los
niños y niñas.

En suma, el proceso de enseñanza y aprendizaje debe constituirse como un espacio


fundamental para el desarrollo de la sociedad y, para ello, debe poseer los elementos
necesarios para hacer que los niños y niñas puedan ser actores sociales que piensen de manera
autónoma y crítica, que participen en los escenarios políticos y contribuyan en las
transformaciones profundas que necesitan las dinámicas actuales. Los niños y niñas deben
contar con espacios aptos para la formación de diferentes competencias y, por eso, es
indispensable repensar los modelos educativos tradicionales y dirigir las acciones educativas
hacia el contexto actual, teniendo en cuenta las necesidades y deseos de la población.

Referencias Bibliográficas

Aguiló, A. (2009). La ciudadanía como proceso de emancipación: Retos para el ejercicio de


ciudadanías de alta intensidad. Astrolabio. Revista internacional de filosofía (pp. 13-24), No.
9.

Chaux, E. y Ruíz, A. (2005). La Formación de Competencias Ciudadanas. Bogotá,


Colombia:Asociación colombiana de facultades de educación - Ascofade.

Durán, E. (2017). Derechos del niño y políticas públicas: del dicho al hecho hay un buen
trecho. En Ernesto Durán y María Torrado (Ed.), Políticas de Infancia y Adolescencia
¿camino a la equidad? (pp. 12-50). Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Giraldo, C. (2008). Del ciudadano al cliente: ciudadanía y derechos sociales en América


Latina. Revista de la Facultad de Investigaciones de la ESAP, No. 60.

Liebel, M. (2006). Sobre la historia de los derechos de la infancia. IFJANT.

Liebel, M., Martínez, M. (2009). Infancia y Derechos Humanos. Hacía una ciudadanía
Participante y protagónica. IFJANT, Instituto de Formación para Educadores de Jóvenes,
Adolescentes y Niños Trabajadores de América Latina y el Caribe.

Procuraduría General de la Nación. (2010). Código de la Infancia y la Adolescencia (Ley


1098 de noviembre 8 de 2006). Bogotá, Colombia.

UNICEF, Comité español. (2006). Convención sobre los Derechos del Niño. 20 de
Noviembre de 1989. Madrid, España.

A.G. res.. 1386 (XIV), 14 U.N. GAOR Supp. (No. 16) p. 19, ONU Doc. A/4354
(1959). Declaración de los Derechos del Niño. recuperado de
https://www.oas.org/dil/esp/Declaraci%C3%B3n%20de%20los%20Derechos%20del%20Ni
%C3%B1o%20Republica%20Dominicana.pdf

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