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LEOPOLDO PANERO: LA METAFORA DEL CORAZON Armando Lépez Castro Universidad de Leén Leopoldo Panero Cum dilatasti cor meum Salmo 118 LEOPOLDO PANERO; LA METAFORA DEL CORAZON El sentido religioso nace con el hombre, en cuanto ser dependiente, penetra en su vida y lo abre a la trascendencia. Con esta realidad transcendida crabaja el poeta, mediador entre el mas alld y el mas acé, de ahf que recurra a la metéfora para hacer vivir el recuerdo del origen en el instante presente, La metifora revela el deseo de penetrar en el territorio de lo sagrado y de todas las utilizadas por Leopoldo Panero ninguna tan primordial como la metifora de! coraz6n, que unifica toda su poesia y se convierte en el lugar del encuentro con Dios. De esta inquiecud cordial brota el poema, lugar de la palabra, que busca siempre un ofdo amante (1). En la tradici6n biblica y cristiana, la “baisqueda del lugar del coraz6n” es un viaje espiritual de regreso al origen. Desde San Agustin a Nietzsche, pasando por los misticos y los romanticos, el z6n-espiricu”, en tanto espacio interior que aloja los divino, se convierte en centro de integracién. Al mirar hacia dentro, el hombre encuentra a Dios, la nica fuente de la integridad. Seria dificil seitalar cuindo empieza este proceso de interiorizacién dentro de la poesia de Panero. Ya en los pocmas juveni- les, donde se advierte Ja voluntad de la palabra por romper con las tendencias vanguardistas y explorar un espacio propio, empieza a darse esa orientacién interior. De todos ellos, ninguno tan revelador como “Por centro del dia", poema limite en el que la experiencia amoroso-poética tiene lugar en el centro de la persona, Al set centro espiritual y poético, el corazén puede revelar la totalidad de una experiencia que de él recibe su unidad por el desarrollo ciclico de la busqueda y el regreso. Tal circularidad connacu- ral a lo poético, pues la palabra desciende a los abismos y vuelve liberada de la realidad para ganar una memoria més alta, aparece claramente formulada a lo largo de este extenso poema,-en el que empieza a (1) La vida del pocta es esencialmente metaférica, pues la metéfora revela la posibilidad de lo no existence, Para esta ‘operacién redentora, propia de la metifora, véase el estudio de H. A. Murena, Lt metdfora y lo sagrado, Barcelona, Editorial Alfa, 1984, pp. 51.67. dandose un movimiento de apertura o busqueda espiricual (“En esta noche de preferencias milagrosas, / en la risa que abre mi corazén de verdes margaritas / y en la nieve sin precio que cae sobre los dlamos / busco yo la alegria y su fruto de abejas”), un adentrarse en lo intimo que concentra la atencién del lector cen esa viva identidad del ser con el universo codo ("Llevo mi corazdn por el centro del dfa. / Su dulce sementera de pueblecitos verdes me empapa como a un muerto. / La nieve me ofrece sus ruinas noctur- ia hospitalidad de la her- mosura! / ;Encendimiento amarillo de la tierra!”) y finalmente la salida a la luz, a la palabra ("Y cu risa de oro me seguia como la sombra de una golondrina sobre la nieve, / y volvia mi corazén hacia ti / como tuna circunferencia de espuma suave y una sola hoja de chopo”). Pues la palabra desciende a ese centro mediador y, a través de él, se libera haciéndose musica y ritmo para albergar el fluir de la vida. Solo asf, en virtud de su condicién intermediaria de realizar lo contradictorio, la palabra puede consticuirse en imagen fiel de la experiencia amorosa. No se ha dicho que amar es volver de lo dual a lo dinico? El amor comporta un sacrificio y el que ama de veras pasa por las sombras donde se da la luz, aprende a morir. Por el amor, al mismo tiempo, nos perdemos y nos recuperamos (2). nas / y yo la oigo correr por mis labios como una leyenda de oro virgen. / ;Ti El intento de superar la vieja oposicin existencia-poesfa, ya visible a partir de Kierkegaard y Rilke, determina una poesfa entrafiada en el vivir mismo y una poética del aqui y el ahora. Ser poeta es ser hombre y esta “rehumanizacién”, ya iniciada desde 1929 y de la que son hitos fundamentales el magisterio de Unamuno y Machado, el contacto con la poesia de Vallejo a partir de 1930 y el mensaje lanzado por Neruda desde la revista Caballo verde para la poesta (1935), no hace més que intensificarse con la experiencia de la Guerea Civil y mis rarde con la aparicién de ij de La ira y la revista Espadaa en 1944. A ese periodo de afirmacién existencial pertenece La estancia acta, libro escrito entre 1936 y 1944, compuesto de la humilde trama de cada dia y unificado por la soledad del corazén, en la que el poeta se instala para dialogar con lo absoluto. No seria posible registrar aqui las miilciples referencias al “coraz6n-espiritu”, que se constituye como centro vital y poético. Porque en este poema ambicioso, recuento de toda una vida (“Vasto poema de la vida interior”, lo Hama acertadamente Antonio Gonzilez de Lama), lo primero que el lector empieza a percibir es la creacién de una morada propia ("Sefior, ésta es mii casa y mi costumbre’, el verso que més se reitera a lo largo del poema), una forma de mismidad y de trascendencia, Aqui, en el vacio integrador de ese corazén-centro, que tiene la facultad de sofiar (“mi corazén Te suefia, / no Te conoce”) y que es origen de toda creaci6n, el hombre se siente uno con la divi- nidad, de ahi que ese niicleo afectivo se configure como émbito acogedor de lo ajeno asumido como pro- pio. En consecuencia, el corazén es realidad mediadora entre lo espiritual y lo sensible y por ser media- dora ¢s simbélica, pues la mediaci6n “simboliza con” los mundos entre los que media. Se comprenderd entonces que la compleja red de relaciones simbélicas alrededor de este centro, “el viento”, “la lluvia", “Ia nieve", “la noche”, “la hiedra”, apuntan a la continuidad de algo anterior al presente, al tiempo sagra- do de la infancia, en el que segiin Panero es posible sentir la presencia de Dios (3). (2) A la metifora del corazén, mediador y centro del universo, ha dedicado Maria Zambrano tres textos fundamentales: “La metéfora del corazén (Fragmento)", Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Alianza, 1987, pp. 49-58; “La metifora del cora- 260", Claros del bosque, Barcelona, Seix Barral, 1977, pp. 63-77; y La Espaita de Galdés, Barcelona, La Gaya Ciencia, 1982. En cuanto al poema “Por el centro del dia, uno de los més estudiados, véase mi anilisis en Las aguas de la memoria, Una aproximacién a la posia de Leopoldo Panero, Leén, Diputacién Provincial, 1994, pp. 23-25. (G) Para la bisqueda del “lugar del corazén” dentro de la tradicin cristiana, véase el estudio de Oliver Clément, Sobre hombre, Masia, Encuentro Ediciones, 1983, pp. 93-110. 164 Si al principio el hombre no se diferenciaba de lo absoluto, ha de llevar a cabo una transforma- ci6n interior para recuperar algo de ese origen perdido. Para afirmar esta identidad, para reconciliar al hombre con la totalidad de su ser, necesita la palabra descender a la profundidad del corazén, centro invisible en virtud del cual la palabra determina todo el conjunto asf como la trayectoria seguida. La vida del poeta consiste en someter lo visible a la invisible y aqui nos movemos del mundo conocido al mundo por conocer. Panero es un poeta que conoce bien lo visible y necesita continuamente de lo visi- ble para la creacién de simbolos y metaforas. En una de sus conferencias, él mismo ha manifestado que La estancia vacia surgié del sentimiento de soledad un dfa que regresé a Castrillo y Nistal y comprendi6 que sus familiares ya no eran presencias fisicas y se habian convertido en algo irreal. Decidié entonces escribir la historia de su corazén, que no otra cosa es La estancia vacta, convirtiendo el viejo torreén familiar en la estancia de su alma, $i para ello acude a la metéfora del corazén, arquetipica de las demas, €s porque expresa una relacién con lo absoluto, porque concentra en si misma una identidad. Desde esta invitacién a la interioridad, en que la palabra poética fundamentalmente consiste, habria que leer el libro y sus distintos fragmentos como un descenso o viaje al origen. El corazén y la memoria, la memo- tia del corazén, son a su vez una sola materia, El poeta, en primer lugar, empieza por instalarse en la soledad de su alma (“Estoy solo en la estancia, que se vela / de misteriosa claridad vacfa, / igual que el alma contemplado dentro / su propia soledad, su umbral de sombra. Y éste es mi recinto,” wv. 20-24); después recuerda su pasado (“Y es dulce recordar”, v. 101), los seres queridos (vv. 130-139), la nifiez en el colegio con el recuerdo del padre al fondo (vv. 140-404), la biisqueda de Dios en la noche (wy. 405- 546), el paisaje familiar con la ciudad y el jardin (wv. 547-639), la sombra de la madre (vv. 960-1.172); y por iiltimo, vuelve al presente de la angustiosa bisqueda divina en el soneto que cierra el libro y se convierte en cifra del conjunto Seftor, el viejo tronco se desgaja, el recio amor nacido poco a poco se rompe. El corazén, el pobre loco, esti llorando a solas en voz baja, del viejo tronco haciendo pobre caja mortal. Sefior, la encina en huesos toco deshecha entre mis manos, y Te invoco cn la santa vejez que resquebraja su noble fuerza, Cada rama, en nudo, eran hermandad de savia y todas juntas daban sombra feliz, orillas buenas. En cuanco a la valoracién del pensamiento existencialista, que tiene su origen en la obra de Kierkegaard, puede consul- tarse ahora la obra de Pietro Prini, Historia de existencialismo, Barcelona, Herder, 1992. En esta misma linea existencialista se sida el ensayo de J.J. Lépez Aranguren, “Poesia y existencia”, en Critica y meditacién, Madrid, Taurus, 2: ed., 1977, pp. 17- 29. Por lo que respecta a la expresién simbélica, es necesario seguir el estudio de Marfa de las Mercedes Marcos Sinchez, El enguaje pottico de Lenpolde Panero, Universidad de salamanca, 1987, aunque algiin simbolo especial, como el de la nieve, haya merecido un detenido anilisis. (Cfr. Ildefonso Manuel Gil, “El paisaje en la poesia de Leopoldo Panero", Cuadernos Hispanoamertcanos, nvims. 187-188, pp. 81-96, 165 Sefior, el hacha lama al tronco mudo, golpe a golpe, y se lena de preguntas el corazén del hombre donde suenas. En sus origenes, la poesia comienza con la plegaria a los dioses, con la invocacién, Después viene el situarse del hombre en el mundo, la separacién y la ruptura con la realidad. La composicién del sone- to obedece al deseo de recuperar la unidad perdida desde la separacién presente. El poeta sabe que con el paso del tiempo y la muerte de los seres queridos todo se ha venido abajo, segtin revelan las formas ver- bales que aparecen en posiciones destacadas ("se desgaja”, “se rompe”, “resquebraja”), y su lenguaje pro- cura recuperar aquella realidad mediante el vocativo que surca el poema (“Sefior”), la metéfora del cora- z6n, que va asociada al simbolo del arbol como intermediario entre lo terrestre y lo celeste, y el valor afectivo de los adjetivos antepuestos (“el viejo teonco”, “el recio amor”, “el pobre loco”, “santa vejez", “noble fuerza”), que introducen una cualidad puesta por el sujeto hablante. Dado que la disociacién de la conciencia humana apunta a una unidad esencial y la palabra poética requiere una distancia entre la que mediar, zdénde hallar la distancia suficiente y necesaria para la expresién sino en aquel vacfo del cora- z6n? Este libro ha sido ante todo un movimiento tendente a crear un espacio vacfo, propiamence poéti: co, en el que se produce un intimo acuerdo con lo absoluto. De ahf que, entre todas las obras de Panero, tal vez sea La estancia vacta la que més se configura como centro de su universo creativo. En ella, el poema parece como estancia, morada, lugar de la palabra, y ésta ha sido devuelta a su origen. Pues todo poeta camina siempre hacia atris, parce del momento presente y Ilega hasta los orfgenes, hasta el primer dia (4). Con La estancia vacia (1944) Panero no ha hecho sino confirmar una escritura cada vez mis pré- xima a su alma, al centro de su espacio germinativo. A este mismo periodo de concentracién pertenece Versos al Guadarrama (1945), escrito segtin el poeta entre 1930 y 1932, nacido de la nostalgia del amor por Joaquina Marquez y que el poeta proyecta sobre la nacuraleza para salvarlo del olvido. Hasta que la ausencia de la amada no se interioriza, no se convierte en experiencia propia, no puede darse en su inmi nencia la palabra. En el corazén se dan simulténeamente la hondura y la elevacién, la inmanencia y la trascendencia, Adentrar el lenguaje en lo intimo del corazén, en lo invisible, es lograr la trascendencia del amor compartido, El corazén es el Gnico lugar en que el amor ausente puede ser recordado, mostra do en su ser. Cada poema del libro insiste en la imposibilidad de olvidar ese amor prematuramence segado por la muerte, por eso el paisaje va unido aqui al corazén (“EI paisaje es un estado del alma”, nos dice Juan Ramén Jiménez) y el poeta, llamado por la correspondencia de un amor juvenil, no deja de prestar ofdo a lo que escucha en su interior: “el agua bulle alegre”, “el dulce viento”, “la nieve blanca” “el rumor del agua / matinal”, Si lo que distingue a la palabra poética es su enorme poder de encarna- (A) Sobre la metifora del corazén como espacio ereador, véase ensayo de Amparo Amorés “La metéfora del coraz6n en Ia obra de Maria Zambrano”, en El persamiento de Marfa Zambrano, Madrid, Zeto, 1983, pp. 39-73. Este andlisis de ta mecifo- ra del coruzéin, como forma de ver y entender la realidad, debe complecarse con el estudio de Chantal Maillard, La creacié por 4a metéfora, Barcelona, Anthropos, 1992, orientado al estudio de la razén-poética desde bases fenomenol6gicas. A esta desvela- cid del set, propia de la fenomenologéa, no seria ajena la experiencia del mfstico, quien conace a Dios por visién directa Poscer la ciencia del corazén es conocer a Dios intuitivamente, de ahi que “el poder creador del corazén” sea tan persistente en Ia oba de Ibn ‘Arabi, seqin ha visto Henry Corbin en su estudio Lat imaginaciOn creadora en el sufismo de Ubn ‘Arabi, Barcelona, Destino, 1993, pp. 251-285. 166 arrastra (“estamos / deeris del corazén, cién de las cosas y si el coraz6n alberga todo lo que la memori de la memoria, / del viento, de la luz, de las palabras, / juntos los dos en poema “Sola ti"), no resulta extrafio que el corazén adquiera una dimensiGn poétis memoria sola’, finaliza el y su lugar vacio © no lugar sea el de la palabra en su plenicud, el sentimiento de la presencia naciente de lo real. La crea- ién es siempre una obediencia a la realidad y el poeta la percibe latiendo como un alma, como un agua de fondo. Desde la apertura o desvelamiento inicial (“Mi coraz6n sofiaba / destelado en la sombra”, lee~ mos en el poema “Cumbre, II") hasta la posterior fusién con lo que arrastra el recuerdo ("La distanc se nos dice en el inolvidable poema “A un golpea / mi corazén entero / con el rumor del agua matinal pino del Guadarrama”), pasando por ese “azul” permanente de la sierra como color de lo absoluco, el poeta obedece a lo desconocido y deja que esa realidad secreta, escondida, aparezca, sin més. Ha faltado la inocencia anterior a todo y lo que hace la palabra es ser fiel a esa voz de origen, re-establecer una rela- cidn, puesto que la relacién es siempre transparencia. Y en pocos poemas se da tan vivamente esta trans ico, como en el soneto “Todo en vuclo” parencia, propia de lo po El coraz6n se rompe transparente igual que un manantial: la Sierra envera descansa en la mafiana, tan limpia al rozar el silencio con la frente. Sobre las rocas cirdenas, fluyente en nitidez y miisica de esfera, parece resonar, tras la ladera, a limpia anchura donde Dios se siente. Y mientras gira el orbe que resalea su desnudez desde la cumbre fri el coraz6n escucha todo en vuelo; todo en vuelo y quietud desde la alta cima de la maiiana que erujia al roce de la Sierra con el cielo. El eje del poema y de todo el libro es la transparencia del corazén, ese vacfo que necesita el hom- bre para sentir la realidad en su plenitud. Ofrecer la propia cransparencia, dejar las encrafias de par en par, es salvar la realidad, haciendo que acuda completa y fluya libremente. La realidad ha entrado en el recinto vacfo del corazén para ser reconocida, cantada en su libertad. Por eso, el lenguaje ha sido llevado aqui a esa didfana cotalidad del origen en que lo poético desemboca siempre. La personalizacién de las formas verbales (“descansa”, “se siente”, “escucha"), el valor metaférico de los adjetivos determinativos al final de verso (“transparente”, “tan ligera”, “fluyente”) y las alusiones al “manantial”, al “silencio”, a la claridad y armonfa cdsmica (“en nitidez y misica de esfera"), a la “desnudez”, al “vuelo” y a la “aleu- ra", configuran un Ambito poético y sirven para hacer de esta voz surgida del corazdn la suprema escu- cha del universo, el deseo cle su infinita concordia. Como en cantos poemas del libro, lo singular sigue estando dentro, transparentandose sin cesar, Lo tinico que desea Panero es decir esa transparencia, de ahi 167 que la realidad que nos ofrece no es material y corpérea, sino delgada y aérea. La reiteracién de la m fora del vuelo (“todo en vuelo”, “codo en vuelo y quietud”) revela el trinsito de lo real a lo imaginario. El suefio del corazén, que nos conduce de la profundidad hacia la altura, es un vuelo de sintesis total, propiamente poético, pues la palabra poética va siempre de vuelo, transcendiendo todo suefio (5). Para un alma de sintesis toral, como fue la de Panero, la palabra halla en el corazén su modo ori- ginal de decir, palabra convertida en msica, como si ya en el solo escuchar del corazén estuviera la palabra abriéndose al universo entero, elevandose a las estrellas. Y esta palabra que va de vuelo, a la que ‘én de un amor sostienen su sentir y ascender, se expresari a través de un cono nostélgico como proyec: desgraciado sobre la naturaleza, de un ritmo fluyente que, en su continuidad, aspira siempre a nombrar la memoria del origen y de simbolos sagrados que se convierten en vias de penetracién en lo real, entre los cuales habria que destacar el agua que envuelve a todos los demés y recorre el conjunto. De ella nos dice Santa Teresa en sus Moradas que le gustaba mirarla con especial detenimiento, porque en el agua hay “hartos secretos”. Aguas nocturnas del coraz6n, aguas del primer dia, hilo que viene de lejos y leva la memoria de la amada. Si para Miguel Herndndez su amigo muerto Ramén Sijé vuelve a través de la savia de las flores, para Panero la joven Joaquina Marquez vuelve formando parte del viento, de la nieve y del agua (“Joaquina, Joaquina Marquez, / hecha de viento y de gracia. / Nieve perpetua del suefio. / Nombre y milagro del agua”, escuchamos en el enigmético poema “Camino del Guadarrama”). Las aguas nocturnas del corazén, de tan acusada presencia en la vida y obra de San Juan de la Cruz, es un simbolo mediador que arrastra la visién del origen y guarda una profunda analogfa con la palabra rite, Pues la poesia no hace otra cosa que Hevar el lenguaje hacia adentro, hacia el fondo o sustancia del alma, hasta hacer que el lenguaje sea manifestacién de la absoluta transparencia, Joaquina Mérquez no viene aqui como personaje, sino como enigmédcica creacién asociada a la naturaleza, y lo que hace el poeta es obedecer a ella, transcender ese amor para hacerlo transparente. En ninguna parte como en este libro son el yo del poeta y el cu de la amada la misma alma (6). nak Cuando se habla de la obra madura de Panero, se hace referencia a los poemas de Escrito a cada instante (1949), compuestos de 1940 a 1949 y publicados en diversas revistas. Durante esos aos, al cambio de Ia situacién hist6rico-social acompafia una transformacién poécica, una poesia del “estar aqui”, que deja superado el anterior ideal ret6rico-didéctico de la poésie pure. Ese es el mensaje de la poe- sia de Rilke, dominada por la temporalidad concreta dentro del poema, La Gnica realidad del tiempo es el instante, en el que se pone a prueba lo absoluco, y lo que hace el corazén es ofrecernos el don de un (5) Respecto al “suefio de vuelo”, mediante cl cual nos es dado sentir el ritmo de lo continuo en poesias como las de Shelley o Rilke, véase el estudio de G. Bachelard, El aire y as sues, México, F.C.E., 2" reimpresién, 1980, pp. 30-81. En cuanto a la relacin de la palabra con el silencio, pues el silencio expresa una relacién cranscendente con el ms all, ‘tema explicito en los poemas de Verses al Guadarrama, véase el luminoso ensayo de Héctor Giovannoni, “El silencio y la pala- bbra en Leopoldo Panero”, en Cuadernos Hispanoamericanos, rxim. 231, pp. 681-694, (6) Una ampliacién del simbolismo acuitico, con su doble sentido de muerte y renacimiento, puede verse en el estudio cde Mircea Eliade, Imdgenes y sfnbols, Madrid, Taurus, 3: ed., 1979, pp. 135154. Para la fusién del simbolo noche y el simbor lo agua en la obra de San Juan de la Cruz, véase el ensayo de José Angel Valiente, “El ojo de agua”, en La piedra y ef centro, Madrid, Taurus, 1982, pp. 65-71 Para una visin del corazén como un lugar de paso donde la transcendencia se hace transparencia, pues la palabra nece- sita del vaeio del corazén para su transcender verdadero, véase la reflexién que hace Maria Zambrano en Notas de un méiodo, Madrid, Mondadori, 1989, pp. 77-79. 168 instante. La poesfa es slo una memoria de la realidad. Y en efecto, la palabra poética no es utilizable sino por la memoria, ella es la memoria de un ritmo, Desde esa sintesis realizada por el instante es pos ble hablar de la identidad del yo con el otro, con el irreductible otro que nos constituye. El poeta crea el instante para darnos una visi6n del universo y sélo necesita del instante para nombrar el mundo. Lo absoluto del instante parece ser el fundamento de estos poemas, que tratan de reconciliar lo de acd con lo de allé y requieren del lector una actitud de obediencia 0 espera ante ese vacio, que recoge la realidad en su plenitud. De ahi que el enigma del corazén no sea revelado y su vacfo quede siempre significando, interrogindonos. Esa soledad 0 vacfo del coraz6n, a la que remite sin cesar el instante poético, es la que permite ofr el delgado rumor del agua nocturna, naciente, en este enigmatico y revelador poema CANCION DEL AGUA NOCTURNA Tiembla el frio de los astros, y el silencio de los monces duerme sin fin. (Sélo el agua de mi corazén se oye). Su dulce latir, tan denero!, calladamente responde ala soledad inmensa de algo que late en la noche. Somos, tuyos, tuyos, tuyos. Somos, Sefior, ese insomne temblor del agua nocturna que silencia, golpe a golpe, la piedra del Guadarrama; piedra y eco igual que entonces, y agua en reposo que queda mis limpia después que corre. jAgua en reposo viviente que vuelve a ser pura y joven con una esperanza! (Sélo en mi alma sonar se oye). En el silencio habla siempre la palabra. El poema se constituye como espacio absoluto del silen- cio, de la soledad, y a través de él se oye el fluir del agua, de lo que arrastra la memoria. Porque el “agua nocturna” del corazén es la palabra poética que crece hacia adentro, que cae y cala hondo en busca de su origen perdido, y el lenguaje del poema, con la ruptura conal del paréntesis, “(S6lo el agua / de mi cora- en clara analogia con “(Sélo / en mi alma sonar se oye.)", y la marca subjetiva de la excla- macién, “jtan dentro!”, “Agua en reposo viviente / que vuelve a ser pura y joven / con una esperanza! la personalizacién de las formas verbales (“tiembla”, “duerme”, “se oye”, “responde”, “late”, “silencia”) y 169 el valor determinativo de los adjetivos ("Su dulce latie”, “soledad inmensa", “insonne temblor”, “reposo viviente”, “pura y joven"), revela la esperanza de reconquistar el suefio originario. Porque esa construc simétrica de los paréntesis, que da al poema una estructura circular, no sélo revela la conversién del corazén en alma, que es la tarea propia del arte, sino también una identificacién entre el agua y la pala- bra, Pues la palabra poética, lo mismo que el agua, apunta a una radical interioridad y sélo se reconoce en su fluir. Agua nocturna o del origen, memoria del coraz6n que transciende la palabra con la cual ‘comparte la prolongacién de su fluir interminable (7). El espacio interior del corazén es el espacio abierto por una palabra fluyente que ya no se detiene. Y lo que propone esa palabra enigmética del corazén es una sensualidad de lo vacio y de lo hueco para penetrar en su secreto, en la fuerza larente que la anima. Gracias al despojamienco y al silencio del cora- z6n, donde lo visible se transforma en lo invisible, tiene lugar la transparencia y perduracién de la pala- bra, que asf se convierte en medio de acceso a la otra luz, la luz cegadora y terrible de lo divino. Tal vez por eso mismo el ciego, mas extranjero que lisiado, evoque la imagen del poeta, de aquel que ve més all de lo que hay que ver LAS MANOS CIEGAS Ignorando mi vida, golpeado por la luz de las estrellas, como un ciego que extiende, al caminar, las manos en la sombra, todo yo, Ci todo mi coraz6n, sin mengua, entero, virginal y encendido, se reclina cn la futura vida, como el érbol 0 mio, cn la savia se apoya, que le nutre, y le enflora y verdea. Todo mi coraz6n, ascua de hombre, indeil sin Tu amor, sin Ti vacfo, en la noche Te busca, le siento que Te busca, como un ciego, que extiende al caminar las manos llenas de anchura y de alegefa. (7) Bl suedo de las aguas, cuyo simbolismo revela un retorno a to preformal, es persistence a fo largo de la poesia de Paneto, segiin revelan poemas can significativos como “Agua viva", “Cancién del agua nocturna” y “Presencia en el agua”, poema incompleto, perteneciente a su libro en proyecto La Verdad en Persona. Para este simbolismo acuatico, véanse los estu- dios de M. Eliade, Tratado de historia de las rligiones, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1974, T. 1, pp. 221-249; y de G. Bachelard, El agua y las sues, México, FCE., 1978 En cuanto al anilisis del poema, uno de los mis comentados, véase la identificacin del “verso y la plegaria’, ble a la expresiGn poética de Panero, hecha por J. Garcia Nieto en su estudio La puesta de Leopoldo Panero, Madeic Nacional, 1963, p. 12. 170 En la Theologia Mystica de Dionysius Exiguus, se explica que el supremo conocimiento de Dios se logra no conociendo a Dios. Tiempo después, en la abra més famosa del Cusano, De docta ignorantia, los extremos se interpenetran mutuamente y surge la coincidentia oppasitorum, segin la cual lo finito y lo infinito, el hombre y Dios, no son ya contrarios, sino idénticos, y esta identidad 0 unidad de los contra- jos alcanza aqui una dimensién poética. No por casualidad, el comienzo del poema con el gerundio y su prolongacién (“Ignorando mi vida"), nos avisa ya de un movimiento que no s¢ interrumpe, La mecifora del corazén, en corno a la cual circulan codas las relaciones simbélicas de “las manos”, con la misma raiz de manifestaci6n, “el drbol”, arquetipo de la vida en curso, y “la noche”, simbolo de lo absoluto, y sobre la que inciden una serie de metéforas apositivas en forma continuada, que expresan unidad (“todo mi coraz6n, sin mengua, entero, / virginal y encendido”) y dependencia de lo divino (“Todo mi corazén, ascua de hombre, / ineil sin Tu amor, sin Ti vacfo"), no hace mis que revelar un proceso de las sombras jo del poema se hunden ala luz, caracteristico de la poesia. En efecto, esas “manos ciegas”, que al princi “en la sombra”, al final aparecen “Ilenas / de anchura y de alegrfa’, es decir, con el acogimiento de lo divino, de la realidad absoluta, que define a la palabra poética. Lo que aqui nos propone Panero con la metéfora del corazén es la lectura como tacto, de los ojos y de la voz palpando a Dios entre las sombras, y la imagen del poeta mismo, capaz de imaginar luz y palpar sombras. El vacio del corazén corresponde aqui a la experiencia poética y la escritura es el camino hacia lo desconocido, hacia lo invisible (8). Si cada hombre es su propia vida y cada uno de nosotros es, aqui y ahora, nuestro espiritu, el todo Sinico, tan sélo el juego del amor, en armonfa con el ritmo creador del coraz6n, nos salva de la nada y nos renueva en cada instante. Es posible que la mayor altura humana se alcance tinicamente cuando el ido en lo mis coraz6n acompasa el ritmo del universo. De tal sentimiento de armonfa con lo intimo de nuestra interioridad, participa el soneto “Piadosamente, las estrellas”, hecho a la manera de fray Luis de Leén, donde hay un encuentro de lo divino como unidad, como toralidad del instante en su eternidad, y una proyeccién rfemica de la escricura hacia la forma tinica PIADOSAMENTE, LAS ESTRELLAS una no usada luz. Fray Luis de Le6n ‘Todo amor es tu sombra, Dios iviente, silenciado fluir que en suefios mana, perpetuamente, bajo el alma humana, como pasan las aguas por el puente. (8) Este poema, aunque no es de los mis significativos del libro, es importante por dos motivos: En primer lugar, por el comienzo de la relaciGn cristol6gica "todo yo, Cristo mio”), que va a dominar en la etapa final de la poesfa de Panero; y en segundo, por la asociacién de la metéfora de la ceguera con la eseritura poética, incorporada por algunos poctas del siglo XX, ‘como es el caso de Paul Celan. (Véase el ensayo de M. Blanchot, “El diltimo en hablar”, revista Poesia, nim. 1, marzo de 1978, pp. 26-33. En cuanto al anilisis cel poema, més desde la experiencia existencial que poética, véase el estudio de Juan Sardo, E/ Dies de Leopoldo Panero, Leén, Dipuracién Provineial, 1978, pp. 86-87, 171 Asi mi coraz6n en la corriente, siente Tu oscuridad, Tu fe devana, y recibe el lacie de cu lejana fuente de vida, cristalina fuente. Y asf en mi soledad de Ti soy parte, que suena silenciada en Tu armonta mientras con valles y montafias giro, y casi desprendido al contemplarte en mi intima visi6n de lejania, piadosamente, las estrellas miro. Para poder llegar a la meta no debe olvidarse el origen, el punto de partida. Si Panero acude a la poesfa de fray Luis de Len, depositario de una larga y compleja religiosidad incerior, es porque en ella hay siempre una obsesién por la armonia y toda su aventura poética se resume en la posibilidad de obte- ner orden en medio del desorden. En todo el pensamiento judeo-cristiano, desde Filén y San Agustin hasta Hegel, esa realidad tiltima de lo divino, a la que alude el comienzo de la oda “A Francisco Salinas” (El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada,"), aparece como el retorno al origen perdido, ‘como aproximacién a lo absoluto, a lo que es real. De manera que reunir lo disperso, gracias al poder unificance del corazén, es la primera tarea de la palabra poética. Desde la escritura misma, con la reso- nancia de la cita luisiana y el pronombre de segunda persona en maytiscula, lo cual revela la dependen- ia propia de lo religioso, hasta el adverbio de modo (“piadosamente”), que sirve de marco al poema incide en el sentido de re-ligaci6n, pasando por las aposiciones “Dios viviente”, “silenciado fluir que en suefios mana”, “cristalina fuente”, en las que se observa una transferencia animica de los adjetivos, y las imagenes del “puente”, “la fuente” y “las estrellas”, que facilitan el paso hacia lo trascendente, lo que se afirma una vez més es la soledad del coraz6n, su “silenciado fluir”, una identidad originada en la conjun- cién de contrarios y que transmite su vibracién interior a una escritura que s6lo se justifica en el erénsi- to, en el esfuerzo por conjugar la emocién con to ordenado, en el ritmo musical de la palabra y a ima- gen. Esa palabra primera, que debe soportar lo divino sin mediacién alguna, respira musicalmente en el silencio del corazén, que no es otra cosa que la armonfa {ntima de cada ser, convirtiéndose asf el silencio en clave tiltima de todas las escrituras, en cuanto supera las contradicciones y apunta a una unidad esen- cial (9). (9) La presencia de fray Luis de Leén y de su macstro San Agustin, el descubridor de la interioridad, en la poesia de Panero, es mucho mas profunda de lo que una primera lectura pueda dar a entender. Ademés de algunas iméigenes y términos pertenecientes al Iéxico lusiano, especialmente la luz, lo que més asimila Panero del sabio agustino es esa aspiracién al orden en medio del desorden, principio bisico de todo su pensamiento, Para esta unificacién de lo antagénico, véase el ensayo de Manu! Ballestero, “La musica en fay Luis de Len y la armonia en el desgarro", revista Athropas, nxim. 52, 1985, pp. 51-59, que debe completarse con mi articulo “La armonia en fray Luis de Leén”, Cuadernos para Investigacién de la Literatura Hispanica, ‘nim. 15, 1992, pp. 195-216. Para las distintas formas del silencio en el pensamiento humano, desde la filosofia pitagérica hasta la existencialista, pasando por el misticismo, véase el estudio de A. Holguin, Las formas del silencio y otros ensayos, Caracas, Monte Avila, 1969, pp. 7-39. 172 Lo proj de la palabra, intentando decir aquello que se encuentra olvidado. Rilke y Panero se han encaminado a ese lugar abierto del corazén en el que podria comenzar de nuevo la vida y, por ello, han comenzado a pri- vilegiar el instante como tiempo tinico de la experiencia poética (“dando al recuerdo la forma / perpecua- mente fugaz / del destino, y al instante / luz de suprema verdad’, se dice en el poema “Cancién crédula de Jos ojos"). Ser poeta es descender al abismo del corazén, de la propia alma, y dar forma a ese vacio. En la poesia de Panero, la propia escritura recuerda lo que fluye inincerrumpidamente en la memoria, hace que todo comience. La busqueda de la palabra requiere la de un espacio en el que pueda escucharse, por eso la palabra escuchada 0 dicha por un coraz6n solitario es signo de su inminencia (“Qué nimero infinito / nos cuenta el corazén?”, leemos en el poema que da tfeulo al libro). Es en el vacfo del corazén, en su sil cioso recogimiento interior, donde tiene lugar la més importance de las cransformaciones, de lo divino en humano y de lo humano en divino, y donde lo infinito mejor se manifiesta. De ahi que en el adentro del coraz6n, en lo invisible, los limites desaparezcan y la escritura se revele indivisible y continua. Vivimos de la poesia ¢s una ausencia, una desposesi6n o un vacio sobre el que se tiende el puente cen lo dual, pero a cada instante nos acercamos a lo tinico. Y esos instances de la vida, que son los distintos poemas del libro, no hacen més que revelarnos que por lo finito encontramos el acceso hacia lo infinico. En el coraz6n esta la imagen y semejanza del hombre con Dios y ¢s en la palabra nacida del silencio det corazén donde la distancia resulta abolida, donde se encuentra la lave de la totalidad (10). Nos recuerda Cernuda que “lo mis frigil es lo que més dura”. Lo més fragil o lo mas efimero es siempre el don de un instante, que recoge lo vivido y lo salva del tiempo, haciéndolo eterno. A fuerza de vivir el instante, el poeta llega a vivir la eternidad. La evernidad o el instante, la palabra poética que alberga la realidad en su plenitud. Unicamente el corazén puede servit de amparo a lo absoluto, de encuentro con lo otro, de ahi que los mejores poemas del libro sean didlogos con lo préximo o con lo projimo, con esas criaturas anénimas, Dolores la costurera, Macaria la castafera, el ciego Evencio, guar- dadas en la memoria de la infancia, 0 vayan en busca de esencialidad, como sucede en ese inolvidable poema “El peso del mundo”, y que el lenguaje poético, mediante el dinamismo expresivo, la insistencia de imagenes concretas y el empleo de un léxico coloquial, tienda a subrayar lo inmediato, lo elemental. Este afan esencializador brota de lo mis intimo del ser, del silencio del coraz6n, y va al encuentro con la realidad de su propio origen. A lo largo de este libro se da un proceso de interiorizacién donde la escri- tura ingresa en el vacfo del corazén para recuperar la palabra perdida, un ir al interior del lenguaje, haciéndolo mas transparence. El instante vendria a ser anticipacién del lenguaje primordial, creacién de lo permanente. El coraz6n, centro vital del hombre y punto de encuentro con Dios, constituye la base misma de la poesia de Panero y no deja de estar presente a lo largo de ella, incluso en obras que, por su misma naturaleza, parecieran estar desprovistas 0 alejadas de una dimensién religiosa, como sucede en el Canto (10) En “El testamento” nos dice Rilke: “El arte es la pasién de la coralidad, Su resultado: serenidad y equilibrio de lo rnuméricamente completo”. Tanto lo ya sido como lo inminente hallan su lugar en la soledad del corazén, el dnico espacio en el {que todo puede ser dicho. Interiorizar las cosas, pasarlas por el corazén, es la nica posibiidad de que puedan ser recordadas, Rilke sinci6 continuamente en su escritura la interpenetracién constante del coriz6n. la transcendencia de lo compartido, por eso no deja de interioriar el lenguaje para salvar lo visible en lo invisible, Para esa radicalidad del corazén, que atraviesa la cescricura de Rilke y alcanza su méxima intensidad en las “Cartas a Benvenuta”, véanse los estudios de Missimo Cacciari, “El

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