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de leer”
LA MÁQUINA DE LEER
SARLO, Beatriz, Intantáneas. Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo, Ariel, Buenos Aires,
1997, pág. 193.
Leer: una de las operaciones más complejas. No es sorprendente que adquirir un manejo de la
máquina de leer sea difícil y, en períodos de mutación cultural, se corra el riesgo de perder la
máquina y la destreza para manejarla. Para decirlo con algunas comparaciones evidentes: es más
difícil aprender a leer que aprender a conducir un coche o una bicicleta, jugar al tenis, cocinar
comida china, andar a caballo o tejer. Por supuesto, aunque vale la pena recordarlo, es más difícil
aprender a leer que a mirar televisión.
En lo escrito hay una clave de bóveda del mundo. Todavía no se ha inventado nada más allá: los
hipertextos, Internet, los CDROM y los programas de computadora suponen la lectura, obligan a la
lectura y no son más sencillos que los libros tal como los conocimos hasta hoy. Quien afirme algo
diferente nunca vio un CDROM ni un programa de hipertexto, o quiere engañarnos haciendo barato
populismo tecnológico. Si el futuro son las computadoras, la lectura es indispensable. Téngalo en
cuenta quienes profesan la optimista superstición del futuro.
Pero no querría hablar del futuro, porque ya los suplementos de ciencia de los diarios exaltan
suficientemente el mundo maravilloso que nos espera. Querría hablar del pasado y del presente. La
lectura opera con una máquina del tiempo que hasta hoy no ha igualado ninguna otra máquina:
bajo la forma de página impresa o de pantalla de computadora que imita o perfecciona la página
impresa, están el mundo que fue y el mundo que es. Hasta hoy, nuestra cultura (quiero decir la
cultura llamada occidental en sus diversas versiones) es visual y escrita. Esto no la hace superior a
las grandes culturas orales del pasado: simplemente, marca su diferencia y el ser de su diferencia.
Se puede valorar la oralidad, pero no se puede volver a ella como instrumento básico de la
continuidad cultural. Se podrá prever un futuro donde la lectura resigne su hegemonía frente a
otras formas de transmisión, pero ese futuro todavía no ha llegado y, si llega, llegará por la
lectura y no a pesar de ella.
La máquina de leer pide ser accionada con sutileza. Pero admite que se la ponga en marcha en las
condiciones más libres. Difícilmente pueda ponerse en otra máquina que sea, a la vez, tan
complicada en su manejo y tan abierta a los usos más personales, secretos, innovadores,
transgresivos. La máquina de leer nos permite prácticamente todo.
La máquina está allí: mucho menos servil que un televisor, mucho más compleja que una
computadora, pero también más esquiva porque exige más de quien la opera. La máquina de leer,
instalada en la larga duración de la historia, sigue funcionando cuando otros instrumentos hoy sólo
pueden ser vistos como curiosidades en los museos de la técnica. La máquina de leer: una
hipermáquina, una nave espacial, una cápsula de tiempo, un espejo, un Aleph.”
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cuestionarse. Cada uno, originalmente, puede construir así un sentido, una interpretación para cada texto, en la medida en
que pueda argumentar su lectura con el propio texto y su contexto. Pero esto implica que no nos quedemos pasivos, esto
nos exige involucrarnos y valorar nuestra propia capacidad creadora. Esto quiere decir que nos arriesgamos a poner en
funcionamiento una máquina tan poderosa como la máquina del tiempo... la máquina de leer.
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1.1. El texto Literario
El lenguaje literario es una variedad funcional de la lengua, esto es, un uso especial de la lengua común, como lo son el
lenguaje periodístico, el lenguaje científico-técnico, etc. En este caso, se trata de una variedad de discurso que usa la lengua
de un modo particular para conseguir un propósito estético.
El texto literario es un acto de comunicación particular en el que podemos determinar una serie de elementos
diferenciadores:
Emisor. El emisor de la obra literaria se denomina autor. Éste crea una obra literaria y, ciertamente, está provisto de
unas ciertas habilidades que lo configuran como hablante especialmente dotado en cuanto a sus capacidades de expresión
lingüística. El autor parte para crear su obra de su propia experiencia personal (la literatura como exteriorización de la
personalidad de un individuo), de la observación de la realidad (la literatura como reflejo de la visión del mundo de un autor)
y, por último, de la tradición literaria y las obras contemporáneas (la originalidad artística y la imitación de los modelos
clásicos).
Receptor. El receptor de un mensaje es el lector, cualquier posible lector, actual o futuro, esto es, un receptor
universal. No obstante, toda comunicación literaria es siempre un diálogo que el emisor establece con un receptor ideal,
imaginario, que no existe en la realidad, pero está presente en el texto, pues es para él para quien el autor escribe. Es el
llamado lector implícito. En cualquier caso, la iniciativa del contacto comunicativo sólo corresponde al receptor real, que es
libre de leer o interrumpir la lectura del texto literario. Tal iniciativa de lector y la necesidad del autor de encontrar a un
destinatario, determinan la existencia de distintos tipos de literatura según su público: popular, culta, minoritaria, de masas,
etc. Para que haya una auténtica comunicación, el lector ha de interpretar el texto y atribuirle un sentido. De la ausencia de
sentido unívoco del texto literario se deriva EL CARÁCTER ABIERTO de la obra literaria (el lector re-crea el texto) y el hecho
de la lectura como enriquecimiento del texto, dadas las diferentes interpretaciones que recibe en el tiempo.
Canal. La literatura es una comunicación diferida y unívoca. Se produce la comunicación en dos momentos que pueden
estar muy alejados: la situación de creación y la situación de lectura.
El canal debe asegurar la permanencia inalterada del texto, único elemento común, entre ambos momentos. Por eso, la
literatura es escrita. La escritura fija el mensaje y lo dota de dos características básicas: perdurabilidad e inalterabilidad, a
saber, si se altera la forma, el mensaje será otro distinto.
Contexto. No cuenta el texto literario con una situación física - como sucede en una conversación, por ejemplo- que
complete su interpretación. La situación es una situación de lectura individual: el encuentro entre un lector y un texto.
No obstante, tanto el escritor y su obra como el lector están condicionados por sus propias circunstancias históricas,
sociales y culturales.
Un concepto clave relacionado con las concepciones del arte y fundamental para poder evaluarlas es el de ficción. El
mundo representado en la obra literaria es diferente de la realidad. El autor y el lector aceptan como una convención básica
e ineludible que con el texto no se pretende transmitir una información directa sobre el mundo real. Por ello, la obra
construye su propio contexto, esto es, el contexto al que la obra remite (es decir, el conjunto de referentes de los signos de
los que se compone) lo constituye el propio mundo de ficción creado por el autor. Pero, por otro lado, no hay ficción que no
sea en mayor o menor medida un trasunto de lo real. En conclusión, toda literatura es ficción, pero también lo es que toda
literatura representa la realidad.
Mensaje. Los mensajes literarios no tienen una finalidad práctica. Su naturaleza es artística, esto es, estética, por lo
tanto los fines didácticos, ideológicos , religiosos, etc. Que pueden aparecer en el texto son complementarios a esta finalidad
ulterior, que es la del placer estético.
La literalidad del texto literario
El texto literario es un texto creado para perdurar y conservarse, es decir, a diferencia del uso habitual de la lengua,
tiene voluntad de permanencia. Se trata, pues, de un mensaje literal. Nace el texto literario para ser siempre como en su
origen fue. Es imposible separar la expresión del contenido.
Función poética
El mensaje no posee una finalidad práctica inmediata, sino un fin estético. Lo singular de los textos
literarios es que, a través de distintos mecanismos o recursos, el mensaje llama la atención sobre su propia
forma, de modo que la forma del enunciado es un factor dominante en el texto literario.
2. Clasificar el género
El concepto de género se ha ido conformando históricamente; se entiende por género un conjunto de
constantes retóricas y semióticas que identifican y permiten clasificar los textos literarios. Los géneros literarios
son los distintos grupos o categorías en que podemos clasificar las obras literarias atendiendo a su contenido.
Puede resultar sorprendente que aún se utilice la primera clasificación de los géneros, debida a Aristóteles,
quien los redujo a tres: épica, lírica y dramática. Hoy se mantiene esencialmente la misma clasificación con
distintos nombres (narrativa, poesía y teatro), pero la evolución de los gustos y modas estéticas ha provocado
que en muchos textos modernos resulte difícil fijar rígidamente los límites entre lo puramente lírico, lo narrativo
o lo dramático.
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Son las obras que desarrollan dos de las funciones del lenguaje en estado “más puro”: la expresiva, en dónde no hay
un “narrador”, ya que no se relatan sucesos, sino que el “yo” transmite a través del lenguaje sentimientos, sueños,
experiencias; y la función poética del lenguaje: a través de recursos como la rima, el ritmo, las imágenes y los
tropos.
La lectura de estas obras requiere el trabajo con los dos planos del signo lingüístico, significante (musicalidad, ritmo,
armonía del lenguaje) y significados (pluralidad de sentidos).
Género dramático: texto mixto, para ser representado en escena
Son las denominadas obras dramáticas, en donde lo central son los sucesos que ocurren frente a los espectadores, y
los diálogos que se dan en las escenas.
Al igual que en las obras narrativas, hay un sistema de personajes y un desarrollo de la acción”... no tendremos
narrador, sino que la voz del autor, aparece en las acotaciones escénicas, que se colocan entre paréntesis o en otra
tipografía de letra, como guía para los actores, es decir las didascalias.
Por otra parte, y de acuerdo a su CONTENIDO, la literatura se divide en tres géneros “temáticos” según cómo
construyen el mundo de ficción. El Fantástico, el género Maravilloso y el Realismo. Más adelante estudiaremos las
características de estos tres tipos genéricos.
El sistema de personajes:
Es importante para el análisis de la diégesis determinar quiénes son los “actantes”, quiénes actúan dentro de la obra y en
qué orden de importancia. Podemos pensar en protagonistas, o sujetos de la acción, en ayudantes, contrincantes u
opositores, en personajes secundarios, etc. Cada personaje tendrá determinadas características y los hechos generarán
Poniendo en funcionamiento “La máquina Lengua y Literatura V
La literatura como objeto de estudio
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en ellos diversos cambios, o no. Descubrir esto también es importante para comprender la lógica del relato, y por ello
decimos que los personajes conforman un SISTEMA.
La intertextualidad:
En general, sea consciente o no el autor, todo texto se relaciona con otros textos. Y esto porque nada es absolutamente
original, sino que toda obra recibe influencias de sus precedentes. Ya sea para diferenciarse y rechazar lo anterior, ya
para relacionarse positivamente, tomando ese texto como modelo. A esto le llamamos intertextualidad.
La intertextualidad se puede dar por citas textuales de otras obras dentro de una obra, o referencias implícitas, ya sea
por el nombre de los personajes, por la situación que plantea etc. Así podemos establecer puntos de contacto entre los
textos, coincidencias, temáticas ampliadas, parodia (se construye un mundo “semejante” pero con diferencias que
permiten la burla, la ironía etc.), crítica, etc. Podemos descubrir, incluso, que una obra es la reescritura de otra, es decir
que toma un texto anterior y lo transforma para sus propios fines, etc.
La alusión a otro texto, dentro de una obra, es un dato muy importante para interpretarlo.
Teniendo en cuenta todos estos pasos, 1) la clasificación textual, 2) la clasificación genérica, y 3) realizando un análisis
diegético y supradiegético en los textos narrativos, es que podemos “construir una lectura” y poner así en práctica el
análisis literario con el cual funciona “La máquina de leer”.