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Finalmente, ahora que el comercio mundial en una economía globalizada exige reglas

claras y viene creciendo, el reclamo de cláusulas sociales que eviten las ventajas
indebidas originadas en la desprotección laboral, un tema de consenso es el
respeto irrestricto de la libertad sindical por todos los Estados. Faltan todavía muchas
definiciones en este orden, pero podría llegarse a que la transgresión de la
libertad sindical condujera a la imposición de sanciones comerciales. En esa dirección
avanzan la Declaración relativa a los principios y derechos fundamentales en el
trabajo y su seguimiento y los tratados de libre comercio que la recogen.
Entre nosotros, como ocurre en verdad en forma muy extendida en el mundo, la
libertad sindical tiene recepción constitucional. Nuestra Constitución la reconoce
tanto de modo genérico, comprendida dentro de la libertad de asociación (artículo
2.13), como de modo específico, en el articulado laboral (artículo 28.1). Contamos,
además, con una ley de desarrollo que es la llamada Ley de Relaciones Colectivas
de Trabajo, básicamente referida al sector privado, y otras disposiciones para el
sector público.
La armonización de nuestro ordenamiento con el internacional, sin embargo, plantea
varias dificultades, que están aún pendientes de solución. En este contexto, nos
parece que las cuestiones a atender son principalmente las siguientes. Primero,
ratificar el Convenio 135 OIT, que es el único de los fundamentales sobre esa materia
que no hemos incorporado a nuestro derecho nacional. Segundo, adecuar nuestra
legislación, tanto del sector privado como público -y mejor si se aprovecha para
fusionarlas, en lo que sea posible-, a los tratados ratificados por el Perú. Para estos
efectos no tenemos sino que ceñirnos a las recomendaciones del Comité de Libertad
Sindical, emitidas al analizar nuestro ordenamiento. Tercero, revisar la legislación
laboral en su conjunto, ya que algunas de las medidas adoptadas con el propósito
de promover el empleo, como la formación laboral, la intermediación y
tercerización y la contratación temporal, afectan severamente las bases sobre las
que se podría constituir sindicatos sólidos.
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Capítulo 1. Breve reseña histórica
Tengamos en cuenta que hemos asumido compromisos internacionales que debemos
honrar al suscribir numerosos tratados que consagran la libertad sindical. Esos
tratados, además, son complementarios de nuestra propia Constitución, por decisión
de ella misma (artículo 3 y Cuarta Disposición Final y Transitoria), y forman un
bloque de constitucionalidad con ella. El artículo 3 configura una lista amplia y abierta
de derechos y la Cuarta Disposición Final y Transitoria determina que la interpretación
del texto constitucional debe hacerse a la luz de dichos tratados. Los organismos
jurisdiccionales nacionales deben actuar en estricta conformidad con este mandato,
como lo ha proclamado numerosas veces nuestro Tribunal Constitucional.
A estas tareas pendientes deben dedicárseles, pues, los mayores esfuerzos, si consideramos
que la libertad sindical es imprescindible para nuestro progreso económico
y social, como fluye de la significación que le otorgan a ese derecho nuestra
Constitución y los tratados ratificados.
En este escenario, el profesor Alfredo Villavicencio Ríos nos ofrece esta estupenda
obra sobre la libertad sindical en el Perú. Se trata de un estudio muy bien documentado
sobre lo que no dudaría en calificar como la institución central del Derecho del
Trabajo y una de las más importantes del Estado democrático y social de Derecho:
la organización sindical. El autor se detiene en cada uno de los aspectos del conglomerado
de derechos articulados en torno a la libertad sindical, y extiende su análisis
al sistema de protección que permite garantizar el ejercicio efectivo de dichos derechos
en el marco de enfrentamientos entre los antagonistas sociales, que pudieran
llevar a la imposición de represalias contra los trabajadores.
El estudio está elaborado desde una lectura avanzada de las normas, que es la
alentada por nuestra propia Constitución cuando señala como clave interpretativa
de su texto la remisión a los tratados sobre derechos humanos ratificados por el
Perú. En este caso, el autor acude constantemente -como era indispensable- a los
convenios internacionales del trabajo, así como a la abundante jurisprudencia sobre
ellos emanada de los órganos de aplicación de la Organización Internacional del
Trabajo. Desde ese prisma, y con la colaboración de la mejor doctrina sobre la
materia, se analiza nuestra legislación sobre relaciones colectivas de trabajo, constatando
sus pros y sus contras.
Es difícil determinar -al menos para mí- si las apreciaciones del autor son objetivas
-si pudieran serlo-. El profesor Villavicencio Ríos está hondamente comprometido
con el tema. De un lado, imparte brillante docencia desde hace más de 23 años en
Prólogo
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación
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la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, con un importante paréntesis en
que lo hizo con igual calidad en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla,
en materia de Derecho Colectivo del Trabajo, cuestión sobre la que se versó su
tesis doctoral, aprobada con la máxima calificación y publicada en España; y, de
otro, porque se ha desempeñado durante varios años, en los que afortunadamente
pudimos compartir el trabajo en DESCO, como asesor de diversas organizaciones
de trabajadores, a las que acompañó en su esfuerzo por abrir nuevos horizontes a
la visión sindical.
Espero que este muy valioso estudio tenga, además de la indudable utilidad académica
que se le vislumbra, como material de apoyo para la docencia en el área
laboral, una significación práctica, como estímulo para la revisión de la regulación
de las relaciones colectivas de trabajo -y de la referida a las relaciones individuales
de trabajo, en lo que sea necesario-, tarea pendiente en nuestro país, derivada de
la exigencia de compatibilidad con los convenios internacionales del trabajo y, más
aun, del modelo de convivencia fundada en el respeto por los derechos de la persona
que haga posible el desarrollo integral de todos, al que nos hemos adscrito los
peruanos al votar por la Constitución de 1993.
JAVIER NEVES MUJICA
Profesor Principal de la Facultad de Derecho
Pontificia Universidad Católica del Perú
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Capítulo 1. Breve reseña histórica
1.1. Sindicalización y ordenamiento jurídico: prohibición, tolerancia y
reconocimiento como derecho de la libertad sindical
La libertad sindical es uno de los principales ejes del segundo gran paquete de
derechos fundamentales que alcanzan consagración constitucional (razón por la
cual se los ha denominado derechos fundamentales de segunda generación). Tras
el reconocimiento al máximo nivel jurídico de los derechos y libertades civiles y
políticos con que se inauguró el capitalismo liberal, los derechos económicos y
sociales alcanzaron una alta consideración a partir de 1917 en América (Constitución
de Querétaro) y 1919 en Europa (Constitución de Weimar), cuando el liberalismo
dejó paso al Estado Social de Derecho. Desde entonces es uno de los pilares
principales del «nuevo contrato social» que empezó a extenderse en el mundo
desde la primera postguerra mundial, y se generalizó a partir de la segunda
postguerra mundial, a tal punto que se ha considerado por una autorizadísima voz
que «la formación de los sindicatos, es decir, la organización de los trabajadores,
es la contrapartida de la acumulación de capital» (Kahn-Freund 1987: 275).
Su juventud entre los derechos constitucionales nos indica que estamos frente a
una libertad menos clásica y rica en tradición jurídica que aquellas provenientes
de la primera constitucionalización; sin embargo, hay que resaltar que la libertad
sindical «poco a poco ha logrado acomodarse sin complejos de inferioridad ni de
aislamiento» (Ghezzi y Romagnoli 1992: 39). Su origen, dinámica y justificación
histórica reposan en la necesidad de amortiguar las consecuencias de la
contraposición de intereses y de la desigual distribución de poder entre el capital y
el trabajo, implícita en el sistema capitalista, a partir de la actuación y representación
colectiva de los trabajadores. La aplicación de las reglas del mercado a las relaciones
de trabajo evidenció el sometimiento absoluto de los trabajadores a los intereses
de los empresarios, con la secuela de miseria y condiciones de vida infrahumanas
cuyas dimensiones dieron origen a la denominada «cuestión social». Tengamos
siempre presente que nos encontramos frente a «una relación entre un detentador
de poder (sobre personas y cosas) y quien no detenta poder alguno, que se origina
en un acto de sumisión, que en su dinámica produce una situación subordinada,
por más que la sumisión y la subordinación puedan ser disimuladas por esa
indispensable ficción jurídica conocida como contrato de trabajo» (Kahn-Freund
1987: 52). Y ello, bajo las recién inauguradas reglas de libertad de empresa y
trabajo, igualdad formal, autonomía de la voluntad, proscripción de grupos
intermedios, abstencionismo estatal, etc., sólo podía dar paso al predominio
absoluto y sin escrúpulos del «más fuerte».
Capítulo 1.
Breve reseña histórica
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación
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Esto generó una inmediata respuesta de los perjudicados, que buscaron coaligarse
y actuar conjuntamente para que alguna parte de sus intereses fuera tomada en
cuenta a la hora de definir el estatuto jurídico que iba a regir su relación de trabajo,
y, por tanto, sus condiciones de vida. La lógica liberal no se compadecía con la
irrupción cada vez más generalizada de estos sujetos colectivos por lo que pasó a
proscribir y penalizar su creación y actuación, dando lugar a la primera etapa de la
evolución jurídica de este instituto: el período de la prohibición. La primera y
arquetípica norma que recoge el espíritu de la época es la ley francesa Le Chapelier,
de 1789, que vedaba y castigaba penalmente cualquier tipo de gremio, corporación
o asociación que intentara representar intereses de grupo, especialmente de
artesanos y de trabajadores por cuenta ajena. Son también muy importantes
históricamente las Combination of Workmen Acts británicas aprobadas en 1799 y
1800, que declaraban la ilegalidad de todas las coaliciones (combinations) de
trabajadores que tuvieran por objetivo regular las condiciones de trabajo. Una
idea clara del fundamento de tales prohibiciones se puede extraer de la Exposición
de Motivos de la Ley Le Chapelier cuando sostiene que «debe, sin duda, permitirse
a los ciudadanos de un mismo oficio o profesión celebrar asambleas, pero no se
les debe permitir que el objetivo de esas asambleas sea la defensa de sus pretendidos
intereses comunes; no existen corporaciones en el Estado, y no hay más interés
que el particular de cada individuo y el general; no puede permitirse a nadie que
inspire a los ciudadanos la creencia de un interés intermedio que separe a los
hombres de la cosa pública por un espíritu de corporación».
Las normas prohibitivas vinieron aparejadas con disposiciones de los respectivos
códigos penales en Francia, Italia y Alemania que sancionaban con penas de prisión
a quienes propugnaban

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