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Deseo y Demanda

La parte de la necesidad que no queda plenamente articulada es el deseo.

Hay transformación de la necesidad por demanda, en esa articulación de la

demanda entre el sujeto y el Otro, queda el deseo.

Sabemos que según Lacan el sujeto, es el sujeto del deseo, que es la

esencia del hombre. Este sujeto, una vez entrado en el lenguaje, quedara

dividido y marcado por la ineliminable carencia de un objeto perdido, un

vacio que, muy a menudo intenta llenar y tapar. Originalmente escindido

esta, como efecto del lenguaje, responsable por su separación y alineación.

Toda palabra procede del Otro, la transferencia que nos interesa es

cuando el analista ocupa el lugar del otro y sanciona el deseo del otro.

El dirigirse a un analista va a poner en movimiento un proceso que tenderá

a que el sujeto asuma la parte que le corresponde en su queja, a que se

encuentre con lo que no sabe que sabe sobre lo que le pasa, sobre su

síntoma.
El analista no responde a la demanda para que surja el deseo, que es

aquello que no se formula a través de la demanda. En el principio del

análisis aparece un Sujeto que demanda, tiene que ver con el padecimiento

y espera que el analista pueda encontrar una respuesta para eso.

Apostamos al Sujeto a través de la Asociación Libre que es liberar a la

palabra del sentido impuesto por el Yo.

Lacan expresa en su primer Seminario de 1953, al referirse a la función del

analista en la cura: “Nuestra función no es guiarlos de la mano por la vida,

es decir, por las consecuencias de sus tonterías.” (Seminario I, p 386).

El deseo del hombre es el deseo del Otro, surge en el campo del Otro,

pero tiene un estatatuto imaginario: deseo de deseo del Otro y una

dimensión simbólica: deseo de ser deseado por el Otro.

Cuando nos referimos a un estatuto imaginario es porque, el primer modo

que toma el deseo en Lacan es deseo de reconocimiento, de ser objeto del

reconocimiento del Otro. La conceptualización del deseo, si bien implica la

diferenciación irreductible con la demanda es impensable sin ella. El deseo

se instituye entonces como el resto que queda de la tramitación de la

necesidad por la demanda.


Cuando nos referimos a la vertiente simbólica del deseo Lacan la plantea

diciendo que el deseo es efecto del lenguaje: no hay deseo sino a partir del

lenguaje. El deseo como imaginario encuentra su estructura en la fase del

espejo, pero cuando el deseo es mediatizado por el lenguaje, este entra en

la relación simbólica, en una relación de reconocimiento, ya recíproco, del

deseo. Aquí el deseo se localiza a nivel del orden del lenguaje, pero Lacan

va a hacer de él efecto de lenguaje en el momento en que ya son las leyes

del lenguaje, metáfora y metonimia, las que estructuran el inconsciente.

Es decir, que más allá de la dialéctica del reconocimiento, donde opera la

palabra, el deseo se relaciona con la función simbólica del lenguaje, esa

que abarca los pactos simbólicos.

Se puede entonces establecer una doble relación con el deseo: una

imaginaria, donde el deseo se articula con la función de la imagen, con el

Narcisismo, y otra simbólica, en la que el deseo inconsciente está

eternizado en una repetición del deseo de la cual da cuenta el síntoma.


Referencias

El Seminario Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Bs As. 2007.

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