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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA – 1º cuatrimestre 2017


Ficha de clases: lunes 27/3/2017 (17-19 hs.)
Prof. Lucas Soares

Heráclito de Éfeso I
02-007-678 - 17 Copias - HFA (Marcos- Soares)

[Cronología, vida y escritos (A 1). Dificultades especiales que plantea la filosofía de Heráclito. La
distorsión platónico-aristotélica y estoica de su pensamiento. Densidad lingüística y resonancia
entre los fragmentos. El estilo profético-oracular y el autoconocimiento (A 1a, A 4, B 92, B 93, B
101). La relación ambivalente con la religión tradicional (B 32). La difícil accesibilidad a lo
supremo (dificultades ‘objetivas’) y el carácter enigmático de la phýsis que ama ocultarse y su
relación con la “armonía invisible” (B 54, B 123). El alcance limitado de los sentidos
(dificultades ‘subjetivas’); necesidad e insuficiencia de la sensación; la crítica al “alma bárbara”;
percepción sensorial y comprensión intelectual (B 34, B 55, B 101a, B 107). La crítica a “la
mayoría” (B 2, B 17, B 29) y a los presuntos sabios o eruditos (B 40, B 42, B 56, B 57, B 81, B
129).]


Vamos a comenzar con el tratamiento del filósofo presocrático Heráclito de Éfeso, al cual
le vamos a dedicar tres clases. En cada uno de los ítems que vayamos desarrollando
respecto de su filosofía, voy a incluir una serie de fragmentos para que ustedes puedan
seguir, a través de la selección de textos de la antología, el esquema de lectura que les
voy a ir presentando.

Empecemos con lo referente a la cronología, la vida y los escritos de Heráclito.

1) Cronología, vida y escritos = 22 A 1

Para esta cuestión de la cronología, vida y escritos nos vamos a servir de texto 22 A 1 de
la antología de presocráticos. Ustedes ya tuvieron una clase sobre periodización de la
filosofía antigua y el problema de las fuentes en la filosofía griega. Recordaran entonces a
qué alude la letra A y a qué alude el número 22 de la referencia que acabo de escribir (22
A 1). Como saben, el número 22 está asociado al presocrático en cuestión, en este caso
Heráclito; y la A alude a que se trata de un testimonio, no de un fragmento, cuya letra es
B. De modo que vamos a comenzar trabajando con un testimonio y luego vamos a pasar
al tratamiento de los fragmentos propiamente dichos (los textos B) que, como recordarán,
representan, supuestamente, palabras textuales del presocrático en cuestión. Tengan
presente que estos textos son copias de copias del texto original, que se encuentra
perdido. En el caso de Heráclito su producción se ubica en el período cosmológico,
durante el siglo VI a. C. De manera que ya tenemos un primer encuadre.



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A continuación consideremos la cuestión cronológica. Tengan presente que todas las


cronologías son relativas y siempre aproximadas. La de Heráclito suele situarse entre los
años 550 y 480 a. C. Recuerden que en el caso de Parménides había dos cronologías en
juego; de acuerdo con una de ellas (544/41 - 470 a. C.), la de Diógenes Laercio (s. III d.
C.), quien escribió Vida y opiniones de los filósofos más ilustres, Heráclito y Parménides
habrían sido contemporáneos. Por ejemplo, para Néstor Cordero, especialista en
Parménides, eran contemporáneos y se ignoraron completamente. También tenemos la
posibilidad cronológica, que se desprende de Platón, en base a la cual Heráclito habría
sido relativamente anterior a Parménides, lo cual explicaría ciertas alusiones críticas a
Heráclito en el poema de Parménides (por ejemplo, en el fragmento B 6, versos 4 - 9).
Por supuesto, se trataría de alusiones no explícitas, porque Parménides no nombra a
Heráclito en su poema. Esa cronología platónica implicaría entonces una posterioridad de
Parménides con respecto a Heráclito. Reparen en que todo lo relativo a la cronología de
estos autores es algo que no podamos determinar con precisión.

Comencemos a leer el testimonio 22 A 1, cuya fuente es Diógenes Laercio. En su Vidas y


opiniones de los filósofos más ilustres, Diógenes Laercio, que ubicamos en el siglo III d.
C., hace “biografías” de los grandes filósofos de la antigüedad. Reparen en que hay
mucha distancia entre el siglo III d. C. y el tiempo en que escribió Heráclito. Leemos,
entonces, en 22 A 1 (Diógenes Laercio, Vidas, IX 1-3, 5-7):

(1) Heráclito, hijo de Blosón (o, según otros, de Heraconte), natural de


Éfeso. Floreció en la 69º Olimpíada [504-501 a.c.]. Llegó a ser sumamente
arrogante y desdeñoso, como es evidente también por su libro...

De acuerdo a este testimonio habría un presunto libro, del cual conservamos fragmentos.
Tengan presente que se habla del carácter de Heráclito y se dice que era desdeñoso y
arrogante. Esto nos remite a cierto carácter misántropo atribuido a Heráclito, que estaba
en mala relación con la mayoría de los hombres -como vamos a ver en los fragmentos- y
también con los presuntos expertos de la época, los llamados “eruditos”. De modo que
podemos considerar que estaba en tensión con sus contemporáneos. También se nos dice
que floreció en la 69° olimpiada. Reparen en que los primeros juegos olímpicos son del
siglo VIII a. C., y es a partir de los juegos olímpicos que se suelen establecer las
cronologías. Tengan presente que cuando se nos dice que “floreció” se nos está indicando
que tuvo su esplendor intelectual, lo que en griego se dice con el término akmé, momento
situado aproximadamente a los cuarenta años del filósofo en cuestión. Continuemos
leyendo el testimonio:

(2) ....Ataca además a los efesios por haber puesto en exilio a su amigo
Hermodoro ...
(3) Retirado [de la vida pública] en el templo de Artemisa, solía jugar a los
dados con los niños…

Ártemis o Artemisa era hermana de Apolo, figura central en la filosofía heraclítea.


Recuerden que Apolo era el dios de la adivinación (la mántica); vamos a ver que el estilo
filosófico o de transmisión filosófica de Heráclito es un estilo oracular, que ya lo vincula


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con Apolo. Reparen además que Artemisa es la hermana gemela de Apolo, y es la diosa
de la caza, del arco, una diosa vengativa, entre otros caracteres. Les anticipo que la figura
del arco va a ser importante en Heráclito. De modo que ya pueden ir notando cierta
relación. Avancemos con la lectura.

Rodeado en cierta ocasión por efesios que lo miraban, les dijo: "¿De qué os
asombráis, sinvergüenzas? ¿Acaso no es mejor hacer esto que participar en
el gobierno con vosotros?"... Moría a los sesenta años
(5-6) ...El libro que nos ha llegado de él se titula, en razón de su contenido,
Sobre la naturaleza; está dividido en tres discursos: uno sobre el universo,
otro político y otro teológico.

Este presunto libro tendría, al parecer, el título Sobre la naturaleza. Tengan presente que
este título se les asignaba, por lo general, a todos los presocráticos. De acuerdo con
Aristóteles, que, además de filósofo, podemos tomarlo también como un historiador de la
filosofía precedente (por ejemplo en la Metafísica, libro I, capítulos que van del 3 al 7),
los filósofos presocráticos se dedicaban al estudio de la phýsis; de allí que si escribieron
algún libro, éste se habría titulado Sobre la naturaleza.

El libro de Heráclito estaría dividido, de acuerdo con este testimonio, en tres partes: una
dedicada al universo, otra dedicada a la política, y otra a la teología. El problema es que
el presunto libro de Heráclito no nos llegó tal cual Heráclito lo escribió, sino que
contamos sólo con ciento treinta y pico de fragmentos breves. Avancemos con la lectura:

Lo ofrendó al templo de Artemisa, según dicen algunos, escribiéndolo


deliberadamente en forma oscura, de manera que sólo los iniciados pudieran
tener acceso a él y no fuese presa de fácil desprecio por parte del vulgo...

Aquí aparece una distinción que vamos a ver dentro de un momento en los fragmentos. El
vulgo es lo que él llama “la mayoría de los hombres”. En este sentido, podemos encontrar
ciertas conexiones con Parménides. Ya no se trata de esa oposición clásica, que desde una
visión simplista y esquemática solemos leer en los manuales de filosofía, entre Heráclito
como el filósofo del devenir versus Parménides el filósofo de la permanencia, posición
que pareciera tipificarlos como filósofos antagónicos en bloque, como si no tuvieran
algunos puntos en común. Digo esto porque en el marco de estas clases, tanto en las de
Parménides como en las de Heráclito, vamos a ir señalando no sólo puntos de diferencia
sino también algunos puntos de semejanza entre ambos filósofos.

Entonces, como les decía, hay una cuestión con lo que Heráclito va a llamar “el vulgo” o
“la mayoría de los hombres”. Hay una dificultad epistémica para llegar a conocer lo que
Heráclito va a presentar como su principio (el Lógos), no sólo por parte de la mayoría de
los hombres, sino también por parte de los supuestos eruditos o expertos. Me refiero, para
poner sus ejemplos, a Homero, Hesíodo, Pitágoras, entre otros. Como pueden ir notando,
Heráclito va a cuestionar tanto al vulgo como a los eruditos. Esto explica en parte el
carácter oscuro, oracular y profético que él le imprime a su filosofía. En el testimonio se
nos indica que Heráclito escribió su libro de forma deliberadamente oscura; podemos


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interpretar que aspiraba a que sus lectores hicieran un ejercicio de interpretación de los
signos que él expresa en su libro. De modo que no son de fácil lectura los fragmentos de
Heráclito; requieren comprensión intelectual, una iniciación. Aspecto iniciático que
ustedes pueden leer también en el poema filosófico de Parménides, por mencionar un
punto en común con Heráclito. Porque el poema parmenídeo de alguna manera está
marcando una iniciación filosófica en pos de esa verdad que tiene que ver con el camino
de lo que es. Recuerden que hay una diosa que inicia a un joven, al que le muestra que
hay dos caminos para el pensamiento; privilegia uno de ellos y le aclara que la revelación
tiene que ver con el camino de la verdad o de lo que es. De modo que podemos
considerar en qué medida esta cuestión de la filosofía como ritual iniciático es muy
importante en Heráclito y Parménides, en adelante, porque la vamos a reencontrar, de
alguna manera, en Platón. Podemos considerar que la alegoría de la caverna platónica
también implica un viaje iniciático hacia el exterior para después regresar a la caverna y
tratar de imponer un criterio de verdad para el conjunto de la población, criterio de
verdad asociado con la verdadera realidad (las Ideas) a la que accedió, fuera de la
caverna, el filósofo liberado, conocimiento que justifica su lugar al mando de la pólis; en
una palabra, el tópico del filósofo rey que ustedes conocen. Insisto, esta cuestión de lo
iniciático ya puede ser rastreada en estos primeros filósofos-poetas que son Heráclito y
Parménides. Avancemos con la lectura del testimonio:

Tanta fama adquirió su obra que se originó, a partir de ella, una secta de
discípulos: los llamados heraclíteos.

Por ejemplo Crátilo, un discípulo que va a reducir la filosofía de Heráclito al famoso


sintagma del “todo fluye” (pánta rheî), por el cual Heráclito fue eternizado en los
manuales de filosofía, como si Heráclito no hubiera reflexionado al mismo tiempo en
torno a un principio de permanencia, que va a ser, como veremos, el Lógos. Recuerden
que Heráclito es conocido habitualmente como el filósofo del devenir, concepción
cristalizada en esa famosa doctrina del “todo fluye”. Pero les comento que esa famosa
frase tiene como fuente a Platón, quien en el diálogo Crátilo 402a dice: “Todo se mueve
y nada permanece y en el mismo río no nos bañamos dos veces” (22 A 6), y no pertenece
a los fragmentos presuntamente auténticos, es decir, a los tipificados como B. Con esto
no quiero decir que en los fragmentos presuntamente auténticos no aparezca la imagen
del río. Ya veremos cuando lleguemos a analizar la imagen del río que Heráclito habla
del devenir de las aguas, que siempre son distintas (por ejemplo en el famoso fragmento
B 12: “Sobre quienes se bañan en los mismos ríos afluyen aguas distintas y otras
distintas”); pero quería anticiparles que ese sintagma (“todo fluye”) que, supuestamente,
resume de forma simplista la filosofía heraclítea es de origen platónico, y dio lugar a la
lectura tradicional de Heráclito como filósofo del devenir. Continuemos leyendo:

(7) ...Algunas veces se expresa en su obra con lucidez y claridad, de modo


que hasta el más torpe puede fácilmente comprender y sentir una elevación
del alma; la brevedad y la hondura de la exposición son incomparables.

La brevedad tiene que ver con la forma que presentan los fragmentos conservados, de
apotegmas o dichos breves, sentenciosos. Reparen en la insistencia con el estilo oscuro,


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por el cual Heráclito era llamado “el oscuro”, y en esta cuestión de que hay que hacer una
hermenéutica de los signos o figuras que aparecen en sus fragmentos.

Entonces, a modo de recapitulación de lo dicho en este testimonio 22 A 1, tenemos esa


cronología que ubica a Heráclito como oriundo de Éfeso, entre los años 550 y 480 a. C.;
que alcanzó su florecimiento intelectual cuando tenía alrededor de cuarenta años. Los
detalles más seguros que podemos extraer de su vida es que vivió en Éfeso, Jonia. Al
parecer Heráclito procedía de una vieja familia aristocrática y tenía un perfil
antidemocrático. Estuvo también en malas relaciones con sus contemporáneos, por esta
cuestión de que tenía al parecer un carácter altanero y desdeñoso. Esto se va a expresar en
la crítica a la mayoría de la gente (el vulgo) y también a los eruditos. Se lo llamaba “el
oscuro” (en términos griegos, skoteinós) o el “filósofo llorón”, de acuerdo a Cicerón
(filósofo del siglo I a. C.). Habría escrito un libro titulado Perì phýseos (Sobre la
naturaleza), que estaría dividido en tres secciones: una dedicada al universo (sección
cosmológica), una sección política, y una sección dedicada a la teología.

Perì phýseos - Universo

Sobre la naturaleza 3 secciones - Política

- Teología

Esta división del supuesto libro de Heráclito se basa en una lectura estoica. Los estoicos
son filósofos helenistas del siglo III a.C., quienes no sólo toman como autoridad
normativa de su filosofía a Heráclito, sino que también dividían la filosofía en tres
grandes partes: lógica, física y ética. Entonces estas supuestas secciones en que se dividía
el libro de Heráclito responderían al análisis estoico de las partes de la filosofía.

Tengan presente que los biógrafos e historiadores antiguos de la filosofía supusieron que
todos los presocráticos escribieron uno o más libros con el título Sobre la naturaleza,
porque se trataba justamente de filósofos “naturales”. Recuerden que en el período
cosmológico el interés fundamental era la indagación acerca del kósmos;
fundamentalmente la reflexión acerca de un principio rector que explique la phýsis. Por
eso Aristóteles llamaba a los presocráticos physiológoi, es decir, los que se ocupan de
estudiar la phýsis.

Los fragmentos conservados son aproximadamente 130, número que varía según el
editor-traductor. Se trata de fragmentos transmitidos que tienen, según este testimonio
que acabamos de leer, un aspecto de declaraciones orales, expuestas de forma concisa,
impactante, fácil de recordar. Tengan presente que la facilidad para el recuerdo también
era importante en Parménides de Elea, que escribe en hexámetros. La elección del tipo de
verso homérico por parte de Parménides tenía que ver con la posibilidad de poder


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propagar ese discurso, ya que ese tipo de verso implicaba mayor facilidad de
memorización y recitación.

Los fragmentos que vamos a leer a continuación no dan la impresión de ser extractos
procedentes de una redacción continua, si es que existió realmente ese presunto libro de
Heráclito. A excepción del fragmento B 1, que figura o tiene el tono de un “prólogo” al
supuesto libro. Lo más probable es que cuando Heráclito cobró fama de sabio se hiciera
una colección con gran parte de sus declaraciones más famosas, y se pusiera ese
fragmento B 1 a modo de prólogo o de introducción.

Considero que estos fragmentos que se conservaron fueron originalmente apotegmas.


Recuerden que no todos son supuestamente auténticos, sino que hay una sección de
fragmentos apócrifos que pueden leer en las dos traducciones alternativas de los
fragmentos completos de Heráclito, que realizaron Rodolfo Mondolfo y Conrado Eggers
Lan junto con Victoria Juliá, ambas subidas al campus y disponibles en las apunterías. Un
apotegma es un dicho breve sentencioso. Esto concuerda más con las intenciones
oraculares de Heráclito, con los puntos de vista que tiene Heráclito respecto de la
posibilidad de alcanzar la suprema revelación, lo que tiene que ver con la sabiduría o el
principio del Lógos. Con lo cual, lo que vamos a leer es una prosa aforística, según
algunos intérpretes. De acuerdo a Kahn, especialista en filosofía antigua y, sobre todo,
filosofía presocrática, Heráclito presenta una sabiduría aforística. Tienen que tener
presente que en los textos de los presocráticos no encontramos una distinción fuerte entre
poesía, filosofía, ciencia y religión, sino que en sus textos se funden e interactúan todos
esos registros. Esto es algo que ustedes tuvieron oportunidad de considerar en relación al
poema parmenídeo. Allí hay un tinte religioso en el sentido de que aparece una diosa que
va a iniciar a un joven; hay filosofía, en el sentido de que hay principios importantes para
el pensamiento filosófico posterior (sobre todo en el fragmento B8); hay poesía, hay
referencia a figuras mito-poéticas de la tradición homérico-hesiódica; hay perspectiva
científica o epistémica.

A propósito de estas cuestiones les menciono algo muy interesante que dice George
Steiner, ensayista, que tiene un libro llamado La poesía del pensamiento, editado por
Fondo de Cultura Económica. Cuando tiene que hablar de lo que él denomina la “poesía
del pensamiento” menciona a los presocráticos. Y cuando se refiere a Heráclito, en las
páginas 37 y 38, dice:

La oscuridad es indudablemente parte del hechizo que Heráclito ha ejercido


sobre la literatura.

Esta oscuridad va a ser muy relevante para Nietzsche. Como pueden ver, Heráclito es
muy importante en la historia de la filosofía, y Nietzsche, entre otros, lo toma como
modelo de referencia. De hecho, es al único a quien rescata de la tradición filosófica que
va de Platón a Hegel (en aquella obra de juventud llamada La filosofía en la época
trágica de los griegos; y en El crepúsculo de los ídolos y Ecce homo, obras tardías de
Nietzsche). Este aspecto de la oscuridad fue muy relevante además en las lecturas
literarias que se hicieron sobre Heráclito. Continuamos leyendo a Steiner:


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Hay una persistente concepción de la poesía como insurgente contra el


lenguaje natural, contra toda técnica dialéctica, los criterios secuenciales de
la demostración racional y de la persuasión ordenada.

Justamente este estilo filosófico-poético que caracteriza a los fragmentos de Heráclito


viene a poner entre paréntesis esto que señala Steiner como “criterios secuenciales de la
demostración racional y de la persuasión ordenada”. Heráclito pone en nosotros la tarea
de encontrar relaciones subyacentes entre los fragmentos, encontrar cuáles son las
resonancias entre los fragmentos. El problema es que la filosofía de Heráclito fue en parte
distorsionada o desdibujada por personajes como Platón, Aristóteles y los estoicos; con lo
cual la filosofía de Heráclito plantea dificultades que tienen que ver con los filósofos y
comentadores a través de los cuales su filosofía nos llegó. Por eso vamos a hablar de la
distorsión platónico-aristotélica y estoica del pensamiento heraclíteo, que dificulta la
comprensión de su filosofía.

Cuando Platón y Aristóteles están filosofando en sus respectivas plataformas


conceptuales, van ofreciendo citas supuestamente directas de Heráclito; así es como
podemos encontrar citas del poema de Parménides en el Sofista –que ustedes están
leyendo en las comisiones de trabajos prácticos-. El problema es que en esos casos
Heráclito es citado para ser discutido, porque ni Platón ni Aristóteles son en sentido
estricto “historiadores de la filosofía”, sino filósofos que al hacer historia de la filosofía,
filosofan; filósofos que para hacer filosofía establecen una discusión con los filósofos
precedentes. De modo que Platón y Aristóteles aportan algunas citas supuestamente
directas de Heráclito, pero no buscan transmitir un “juicio objetivo” respecto de su
filosofía, globalmente hablando. Platón generalmente lo menciona, a veces de modo
irónico, a veces para reducirlo al famoso sintagma “todo fluye” (en términos griegos,
pánta rheî). Lo menciona también a través de la influencia que sobre Platón ejerció
Crátilo, discípulo de Heráclito, al que Platón va a dedicar un diálogo que vamos a ver en
su momento. Crátilo, discípulo de Heráclito, representa una línea denominada
“heraclitismo extremo”, que se conforma con los discípulos de Heráclito que reducen su
filosofía al “todo fluye”. Tengan presente que a Platón le llega Heráclito mediatizado por
la lectura de Crátilo. Pero vamos a ver que la filosofía de Heráclito es más que el “todo
fluye”, o que es eso y algo tan importante como eso, ligado a una reflexión sobre el
Lógos, principio de medida, proporción y permanencia. Así como hay en su pensamiento
una reflexión sobre el cambio y el devenir, hay también en Heráclito algo que representa
la permanencia, el cauce, la medida de ese cambio, que es lo que Heráclito va a llamar
Lógos, en tanto principio vector de su filosofía.

Entonces, las referencias que vamos a ver de Platón apuntan a lo que tiene que ver con la
teoría del flujo universal. Pero también en el Banquete, a través del personaje del médico
Erixímaco, encontramos una mención de Heráclito en relación con la tesis heraclítea de la
armonía entre tensiones opuestas. De modo que Platón también refiere otros aspectos de
la filosofía de Heráclito, pero generalmente cita lo que tiene que ver con la teoría del flujo
universal.



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En el caso de Aristóteles, éste generalmente sigue la interpretación platónica del flujo


universal, exagerándola aún más, y suele atacar a Heráclito por violar el principio de no
contradicción. Según Aristóteles, Heráclito estaría diciendo que los opuestos son lo
mismo. Vamos a ver en los fragmentos que Heráclito no dice precisamente eso, sino más
bien que lo sabio pasa justamente por la captación intelectual de esa armonía, una unidad
subyacente entre los contrarios.

Finalmente, los estoicos, siglo III a. C., toman a Heráclito como la autoridad normativa
de su filosofía. El gran lema que define el ideal de la sabiduría estoica es el de “vivir
conforme a la naturaleza”, a la Phýsis, al Lógos. Eso es algo de raigambre heraclítea.
Aquella supuesta división del supuesto libro de Heráclito, que tendría aquellas tres
secciones, se liga con una división estoica de la filosofía.

En síntesis, lo que quería señalar con esto es que toda reconstrucción del pensamiento de
Heráclito a partir de los fragmentos conservados va a implicar de nuestra parte una
comprensión difícil y limitada por la oscuridad que entrañan los fragmentos mismos y
también por estas distorsiones platónico-aristotélicas y estoicas de su pensamiento. Esto
va a ser un problema, así como también son muy importantes las distorsiones del
pensamiento sofistico a cargo de Platón y de Aristóteles. Entonces, esta cuestión no
puede ser perdida de vista a la hora de abordar la historia de la filosofía: cómo los
filósofos transmiten las tesis de los filósofos precedentes con los cuales discuten.

De acuerdo con la edición de los fragmentos presocráticos realizada por Diels-Kranz (lo
que se traduce con la siglas DK), tenemos 130 fragmentos “B”. Según Conrado Eggers
Lan y Victoria Juliá (editores y traductores de Los filósofos presocráticos en editorial
Gredos, volumen I) son 116 fragmentos “B”. Según Rodolfo Mondolfo, quien escribió un
libro llamado Heráclito, son 139 fragmentos “B”. Como ven, según el editor-traductor, la
cantidad de fragmentos supuestamente auténticos (“B”) varía. En el campus ustedes
cuentan con dos traducciones alternativas de los fragmentos completos de Heráclito: la de
Mondolfo y la de Eggers Lan – Juliá; así que cuando en la antología no encuentren
alguno de los fragmentos que cito en clase pueden buscarlo en la edición-traducción de
Mondolfo y/o en la de Eggers Lan – Juliá.

Comencemos con la lectura de los fragmentos que tienen en la antología. Después de


haber examinado la cronología, vida y escritos, el tema de las dificultades especiales que
plantea la filosofía de Heráclito, la distorsión platónico-aristotélica y estoica de su
pensamiento, vamos a considerar el segundo punto que es lo que se refiere al estilo
profético-oracular y al autoconocimiento. Esto lo vamos a ver a partir del testimonio
22A1a, 22A4, B93, B123. Tengan en cuenta la división de la filosofía heraclítea en ítems
y los fragmentos asignados a cada uno de ellos. Vamos a ver cómo esta cuestión del estilo
profético oracular está en relación con el ítem 3, que podemos denominar como la difícil
accesibilidad a lo supremo. Me refiero a las dificultades objetivas para acceder a eso que
Esto que llamamos estilo profético-oracular, que tiene que ver con la elección de un
estilo de escritura y de transmisión, va a estar en relación con la difícil accesibilidad a lo
supremo. Eso que llamamos “lo supremo” se va a decir en los fragmentos de diferentes
maneras y bajo diferentes nombres, uno de los cuales se vincula con la “phýsis que ama


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ocultarse” y con la “armonía invisible”, nombres diferentes para referirse al principio del
Lógos.

2) El estilo profético-oracular y el autoconocimiento (22 A 1a, 22 A 4, B 92, B


93, B 101).

3) Dificultades ‘objetivas’ de accesibilidad a lo supremo; el carácter enigmático


de la phýsis que ama ocultarse y su relación con la “armonía invisible” (B 54, B
123).

Comencemos con el testimonio 22 A 1a, tomado de Suda, que es una enciclopedia


bizantina del siglo IX d. C.. Allí leemos:

...filósofo físico, que fue llamado "el oscuro". No fue discípulo de ninguno
de los filósofos, sino que se formó por medio de sus dotes naturales y su
aplicación ... Vivió alrededor de la 69º Olimpíada... y escribió muchas cosas
en forma poética.

Debemos preguntarnos por la elección de la forma poética, es decir, una forma que
implica ambigüedad. Esto tiene que ver con que para él Heráclito es muy difícil acceder a
lo que para él representa lo supremo: el Lógos. Heráclito va a presentarnos su discurso
(lógos) acerca del Lógos en tanto principio. De modo que, por un lado, tenemos el
discurso (lógos) de Heráclito que se refiere al Lógos, en tanto principio. Pero acceder a
eso es muy difícil. Con lo cual, su filosofía va a presentar la posibilidad de acceder a eso,
de manera también difícil, de una manera que podemos definir como oracular. Tengan
presente que los oráculos hablaban mediante enigmas o enigmáticamente. Pero Heráclito
podría haber elegido otro formato de escritura. Lo cierto es que elije un formato que,
según los testimonios, es poético; esto es lo que implica esa mixtura entre poesía y
filosofía, de la que les hablaba antes. En términos de George Steiner, la “poesía del
pensamiento”. Por eso Heráclito se convierte en una figura fascinante dentro de la
historia de la filosofía. Tengan presente, a propósito de estas cuestiones, que el último
Heidegger propone una forma de filosofía que ya no se llama filosofía, sino “otro pensar”
o “pensar futuro”, que implica justamente una mixtura entre filosofía y poesía. Si ustedes
leen las conferencias de Heidegger a partir de 1930 su forma de escritura es
completamente filosófico-poética. Y no es casual que para Heidegger el alba de la
filosofía hay que ubicarla en el período presocrático, porque éstos son para él poetas del
pensamiento; sobre todo Heráclito, Parménides y Anaximandro, que son de los que más
se ocupa en la denominada “segunda etapa” de su obra. Vamos a considerar el fragmento
22 A 4. Leemos entonces DK 22 A 4, basado en Plotino, Enéadas, IV.8.1.15-17:



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...parecía expresarse con imágenes, despreocupándose de hacer claro su


significado para nosotros, como si debiera cada uno buscar en sí, de la
misma manera que él buscando encontró.

Consideren lo siguiente: ¿cuál es el registro que deliberadamente procura no hacer claros


los significados? La forma poética y la forma de hablar de los oráculos, donde el dios
habla a través del oráculo, es decir, a través de una pitonisa que entra en trance, frente a
sacerdotes que tratan de interpretar ese mensaje oracular divino. Esta escena aparece
referida en el fragmento B 92 (que no tienen en la antología): “La Sibila [o Pitonisa], con
su boca delirante, profiere palabras lúgubres”. Entonces Heráclito se despreocupó de
hacer claro su significado para nosotros, que tenemos que hacer por tanto un ejercicio
intelectual de comprensión de los signos de su filosofía. Hay algo que es fundamental en
el oráculo délfico, ese oráculo cuyo señor es Apolo, que se refiere a la máxima del
“conócete a tí mismo”. Esa máxima del autoconocimiento se advierte en el testimonio,
cuando dice “de la misma manera que él buscando encontró”. Y también la encontramos
de manera más explícita en el fragmento B 101 (que no tienen en la antología): “Me
investigué a mí mismo”. Leamos ahora el fragmento B 93:

El señor de quien hay en Delfos el oráculo,
no dice ni oculta, sólo da signos.

Ese señor es Apolo, dios, entre otras cosas, de la adivinación; una figura de la tradición
mito-poética que juega un rol importante en la filosofía de Heráclito, así como también
en el poema parmenídeo encontrábamos figuras de la tradición mítico-poética que
también cumplían un rol importante (la diosa, el carro, las yeguas, etc.). De alguna
manera, Heráclito toma en préstamo la manera de hablar de los oráculos: su filosofía nos
habla de manera enigmática. Podríamos decir que Heráclito “enigmatiza”, es decir, habla
por medio de signos. Justamente porque se trata de signos, requieren de nuestra parte una
hermenéutica, una interpretación. Reparen en esto de que no dice ni oculta sino que habla
por medio de signos. Algunas traducciones dicen “significa”. El verbo griego es
semaínei, que podemos traducir por “significar” o “hablar por medio de signos”.
Recuerden que en Delfos está el santuario y oráculo de Apolo. Entonces se trata de una
filosofía que nos exige interpretación en función de un camino de autoconocimiento. Esto
se relaciona con la diosa de Parménides, que también le pide al joven que juzgue con
discernimiento, que haga un esfuerzo. Esto también va a ser muy importante en el
Sócrates que aparece reflejado en los diálogos de Platón, donde Sócrates apuntaba
permanentemente a la máxima del “conócete a tí mismo”, del cuidado del alma. Veamos
ahora el fragmento B 123:

La naturaleza (phýsis) ama ocultarse.

¿Qué será esa naturaleza, que en griego se dice phýsis? Phýsis apunta aquí a la verdadera
constitución o fundamento de las cosas, justamente a uno de los nombres del Lógos, que
voy a escribir con mayúscula cuando me refiero al Lógos en tanto principio, y en
minúscula cuando me refiero al discurso (lógos) de Heráclito. El principio de la filosofía
heraclítea es el Lógos, y uno de los modos de referirse a él es en términos de la


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“naturaleza que ama ocultarse”. El Lógos de Heráclito es como el Tao, que tiene
diferentes nombres, no hay un nombre que lo agote. Lo mismo sucede con el Lógos en
tanto principio. El Lógos es esa naturaleza o fundamento esencial que ama ocultarse, y
que se va a relacionar con eso que Heráclito va a denominar “armonía invisible”. A lo
que tiene que apuntar el sabio para Heráclito es a captar intelectualmente esa “naturaleza
que ama ocultarse”, en otras palabras, aquella “armonía invisible” que regula el orden
cósmico y humano. Esa “armonía invisible” es uno de los tantos nombres que asume el
Lógos heraclíteo, que quiere y no quiere ser llamado con un solo nombre. El Lógos se
dice en muchos sentidos; un primer nombre es phýsis que ama ocultarse, la armonía
invisible que se da entre los contrarios, como veremos oportunamente. De modo que
existen dificultades objetivas para acceder al Lógos, porque la naturaleza ama ocultarse.
La noción de phýsis apunta en este contexto a la naturaleza esencial o fundamento último
de las cosas.

Consideremos el estilo profético-oracular con más detenimiento. ¿A qué llamamos


“profecía”? Profecía se relaciona con un juicio o conjetura que hacemos de las cosas por
las señales que se observan de ella. En ese sentido, Heráclito profetiza a través de signos.
El profeta es el que por señales o cálculos conjetura acontecimientos futuros, es un
intérprete. De modo que hay un aspecto profético en la filosofía de Heráclito cuando, a
través de su discurso (lógos), se refiere al principio del Lógos.

¿A qué apunta la noción de “oráculo”? “Oráculo” puede ser, por un lado, el lugar o
estatua que representaba a la deidad, cuya respuesta se pedía. Pero también “oráculo” se
refiere a la contestación que las pitonisas, es decir, las sacerdotisas de Apolo, daban a las
consultas que se les hacían a los oráculos. Recuerden que la adivinación o mántica
cumplía un importante rol también en términos políticos, dado que los gobernantes
consultaban a los oráculos para ver si entraban en guerra, si fundaban una colonia, etc. De
modo que los oráculos cumplían también un rol político. Sibila o pitonisa son términos
equivalentes para referirse a la sacerdotisa que sobre un trípode, sumida en trance, daba
respuestas oraculares, con indicaciones oscuras, crípticas, lúgubres, que los sacerdotes
interpretaban en hexámetros. Entonces Heráclito es como una pitonisa en trance; su
filosofía se expresa de manera oracular, a la manera de una pitonisa hablada por el dios
Apolo. Todas estas figuras que aparecen en los fragmentos no son casuales. Es
interesante destacar que el dios Apolo es el dios de la luz, pero también de la adivinación
(la mántica). También es el dios patrono de las nueve musas. Según nos cuenta la
mitología, Apolo se asentó en Delfos después de haber dado muerte a la serpiente Pitón,
una serpiente monstruosa (de allí que las sacerdotisas de Apolo sean llamadas pitonisas o
sibilas). Los preceptos de Apolo son troncales dentro del pensamiento de Heráclito; me
refiero al precepto “conócete a tí mismo”, y al precepto “nada en demasía”. Justamente el
Lógos de Heráclito va a tener que ver con la noción de medida y mesura; porque el
Lógos, si tenemos en cuenta la célebre imagen del río, va a tener que ver con el cauce del
río, que guía y encauza a esas aguas que fluyen y que siempre son distintas. En ese
sentido, el Lógos le imprime una medida, un plan, un designio a esas aguas. Eso es el
Lógos para Heráclito, lo que da cuenta de la estructura subyacente fundamental del orden
cósmico y humano.



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Tengan presente que además del oráculo de Delfos, hay santuarios en Délos y en
Epidauro. A partir del siglo V a. C. los oráculos de Grecia comienzan a perder influencia.
Tienen influencia sobre todo en la época en la que escribe Heráclito; por eso no es casual
que él elija un estilo profético-oracular. Me parece interesante mencionarles que
Foucault, en una de sus últimas obras, Tecnologías del yo, página 50, cuando se pregunta
cuál es el principio moral más importante de la filosofía antigua, nos dice que la respuesta
inmediata es el principio délfico: “conócete a tí mismo”. Y es verdad que puede tomarse
como el principio más importante, dado que lo encontramos en Heráclito, en el Sócrates
de Platón, y sobre todo articulando la estructura de las tragedias griegas del siglo V a. C..

A propósito del estilo profético-oracular, consideren la siguiente relación con Nietzsche,


que vuelve una y otra vez a la figura de Heráclito. Zaratustra es una figura legendaria de
la religión persa, figura que ubicamos en el siglo VI a. C.; y que funda una religión
monoteísta que se llama el zoroastrismo. Cuando ustedes comienzan a leer el Así habló
Zaratustra de Nietzsche, Zaratustra se exhibe como el profeta del superhombre (“Yo os
enseño el superhombre”, dice); así como Heráclito es un profeta del Lógos, Zaratustra es
un profeta del súperhombre. En el “Prólogo” del Así habló Zaratustra leemos la
distinción entre “mono”, “hombre” y “superhombre”. Leo: “¿Qué es el mono para el
hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser
para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa”. Y no es casual que la
distinción “mono - hombre” aparezca en uno de los fragmentos de Heráclito, el
fragmento B 82-83, que se los leo porque no lo tienen en la antología: “El más bello de
los monos, al compararlo con la especie de los hombre, es feo…pero también el más
sabio de los hombres en relación con Dios parece un mono, tanto en sabiduría como en
belleza y en todo lo demás”. En un capítulo del Zaratustra que se llama “De las cátedras
de la virtud”, Nietzsche establece una distinción entre “despiertos” y “dormidos”, que es
una distinción clave, como veremos, en los fragmentos de Heráclito (B 1, B 2, B 89).
También pueden encontrar referencias a Heráclito por parte de Nietzsche en un trabajo de
juventud que se llama La filosofía en la época trágica de los griegos, en un capítulo del
Ecce homo dedicado a El nacimiento de la tragedia, y en un capítulo del Crepúsculo de
los ídolos, llamado “La razón en la filosofía”.

Volviendo a nuestro eje, podemos entonces considerar que la elección del estilo
profético-oracular no es casual, sino deliberada. Aquello que Heráclito llama “lo
supremo” es, objetivamente hablando, de difícil acceso; y justamente porque es de difícil
acceso va a referirse a él de manera oracular, enigmática, porque eso supremo presenta
una dificultad objetiva. Eso supremo es el Lógos, que Heráclito define en sus fragmentos
a través de diversos nombres, como “lo sabio”, “lo común”, “la guerra”, “el fuego” (en su
cara material), “armonía invisible de tensiones opuestas”, “phýsis que ama ocultarse”, etc.
De modo que tenemos que hacer una hermenéutica, esto es, una lectura interpretativa o
comprensiva. Tengan presente que Hermes es el dios mensajero entre los dioses y los
hombres; dios del comercio, de la palabra. Por ello la “hermenéutica” tiene que ver con la
interpretación, porque Hermes es el “intérprete” de la voluntad divina. Entonces lo que
Heráclito exige de sus lectores es una hermenéutica, una interpretación de los signos que
despliegan sus fragmentos; una interpretación de ese lenguaje profético-oracular a través
del cual Heráclito expresa su filosofía, y a través del cual nos hace apuntar a eso que


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propone como principio, el Lógos, que, como veremos, tiene que ver con la “armonía
invisible” de tensiones opuestas que regula el orden cósmico y humano. En relación con
esto, consideremos el fragmento B 54:

Armonía invisible, mejor que la visible.

Habría algo que sería la armonía visible, de fácil captación para la mayor parte de los
hombres. La más difícil de captar es la armonía invisible. Con lo cual, podemos ir
considerando nombres para el Lógos: phýsis que ama ocultarse y armonía invisible. El
Lógos para Heráclito asume un carácter enigmático que se relaciona con esa armonía
invisible, con la verdadera y fundamental naturaleza de las cosas, que ama ocultarse. De
modo que Heráclito, como un profeta, se va a referir al Lógos como principio de manera
enigmática, a través de un lógos, su discurso. Una cosa es el lógos o discurso de
Heráclito, que nos habla del Lógos en tanto principio, y otra cosa es el Lógos como
principio. Si no entendemos esta distinción, se torna difícil comprender el fragmento B
50, donde Heráclito dice: “Cuando se escucha, no a mí, sino al Lógos…”

A la luz de estos ítems (2) y (3) que estuvimos viendo, podemos ahora introducir dos
importantes supuestos de lectura para abordar los fragmentos de Heráclito. Me refiero a
dos supuestos que introduce Kahn, intérprete de Heráclito: el supuesto de “densidad
lingüística” y el de “resonancia” entre fragmentos. El supuesto de “densidad lingüística”
apunta justamente a la densidad semántica que caracteriza a todos los fragmentos
conservados, a los que Heráclito deliberadamente les imprime una ambigüedad
significativa, porque él, como vimos, él habla como los oráculos. En ese aspecto, el
sentido de cada fragmento es polisémico y no hay una interpretación univoca. Las
diferentes traducciones permiten diferentes sentidos. Se dice, en la literatura crítica sobre
Heráclito, que sus fragmentos se caracterizan por una especie de “generosidad
hermenéutica”. Entonces vamos a hablar de densidad lingüística de los fragmentos,
considerados individualmente.

El segundo supuesto es el de “resonancia”. ¿Qué quiere decir “resonancia” en relación


con los fragmentos? Tengan presente que la filosofía de Heráclito apunta a que lleguemos
a escuchar el mensaje del Lógos. El mensaje tiene que ver con llegar a captar la armonía
invisible que hay entre tensiones opuestas. En eso consiste justamente la sabiduría. Para
ello tenemos que llegar a captar cuál es la armonía invisible que se da entre los
fragmentos de su discurso (lógos), porque Heráclito nos presenta una filosofía que nos
llega de modo atomizado en fragmentos dispersos. En ese sentido, de lo que se trata es de
encontrar cuál es la resonancia entre los fragmentos. Me parece interesante pensarlo bajo
la idea del gong: uno lee un fragmento y se produce una resonancia, que lleva a otro
fragmento, y luego a otro. Cada lector tiene que encontrar la armonía o prolongación
(siguiendo la imagen del gong) invisible entre los fragmentos, porque, de alguna manera,
todos hablan de lo mismo, del Lógos. De alguna manera la clave del mensaje heraclíteo
pasa por llegar a comprender que “todas las cosas son una”; llegar a captar lo uno en el
todo.



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A continuación desarrollemos el cuarto ítem, que refiere a las dificultades, ahora


“subjetivas”, que los seres humanos experimentan al procurar alcanzar el Lógos.

4) Dificultades ‘subjetivas’ de accesibilidad a lo supremo; el alcance limitado de los


sentidos; necesidad e insuficiencia de la sensación; la crítica al “alma bárbara”;
percepción sensorial y comprensión intelectual (B 34, B 55, B 101a, B 107).


En este punto me interesa ver la cuestión de la necesidad e insuficiencia de la sensación
en Heráclito, la crítica al “alma bárbara” y la distinción entre percepción sensorial y
comprensión intelectual. Esto podemos encontrarlo en los fragmentos B 34, B 55 y B
107. Tengan presente que esta presentación de la filosofía de Heráclito en ítems, que
estamos haciendo, les va a permitir agrupar los fragmentos temáticamente. Comencemos
a leer el fragmento B 34:

Incapaces de comprender habiendo oído,
a sordos se asemejan;
de ellos da testimonio el proverbio
‘aunque presentes, están ausentes’

¿A qué se refiere Heráclito con esto de que “aunque estén presentes, están ausentes”?
Hay una distinción clave entre lo que tiene que ver con el orden de la comprensión
intelectual, y otro con el escuchar, con lo que tiene que ver el plano de los sentidos o de la
sensibilidad. No es que Heráclito defenestre la percepción sensorial, sino que cree que a
la percepción sensorial hay que adjuntarle la comprensión intelectual. Sin ésta, es como
que la percepción sensorial está ausente. De modo que no se trata ya del mero oír, sino de
una escucha intelectual concentrada. De otra manera seríamos sordos, epistémicamente
hablando. Esto es lo que le sucede a la mayoría de los hombres y también a los presuntos
expertos o eruditos, los que tienen polimatía. La polimatía (en términos griegos,
polymathíe) se identifica con el saber muchas cosas, pero no con lo más importante, esto
es, que “todas las cosas son una”, lo que tiene que ver con el mensaje del Lógos.

Podríamos pensar la frase “aunque presentes, están ausentes” como una metáfora que
habla de los sentidos: aunque estén presentes, sin la comprensión intelectual, están
ausentes. Aunque estén presentes los sentidos (es decir, aunque oigamos, veamos,
toquemos, etc.), están ausentes sin una comprensión que interprete el testimonio
sensorial. En este sentido, consideremos el fragmento B 55:

De cuantas cosas hay vista, audición, aprendizaje, a ellas prefiero (hóson
ópsis akoé máthesis, taûta egò protiméo).



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Con lo cual, no hay una crítica tan fuerte como la que hay en Parménides hacia el plano
de los sentidos. Esto es importante para marcar ciertos puntos de diferencia. Reparen en
que dice “De cuantas cosas hay vista, audición, aprendizaje, a ellas prefiero”; pero,
teniendo en cuenta lo anterior, eso por sí solo no basta si no se le adjunta o aplica aquello
que tiene que ver con la comprensión intelectual. Considero que este es un fragmento
interesante para contrastar con la crítica a los sentidos que encontramos en algunos de los
fragmentos del poema parmenídeo. A continuación leamos el fragmento B 107:

Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos de los que tienen
almas bárbaras (kakoì mártyres anthrópoisin ophthalmoí kaì a barbárous
psychàs echónton).

Vamos a analizar la metáfora de las “almas bárbaras”. Los que tienen almas bárbaras
podrían ser tanto la mayoría de los hombres, el vulgo, al que trata como “ganado”, como
también los eruditos (Homero, Hesíodo, Pitágoras, filósofos y poetas renombrados). El
“bárbaro” es el extranjero, el que, por definición, no sabe griego (por ejemplo, los
persas); también es el forastero, el salvaje, pero básicamente el que no sabe griego.
Entonces ¿qué quiere decir esta metáfora de las almas bárbaras? El bárbaro escucha, pero
no comprende. Entonces almas bárbaras son aquellas que oyen los sonidos que un
hombre “civilizado”, o sea, griego, emite, pero justamente porque no sabe griego no
puede atribuirle ningún significado, no puede comprender el mensaje de los sentidos. La
mayoría de los hombres puede oír, por ejemplo, el discurso (lógos) de Heráclito que se
refiere al principio Lógos, pero no lo comprende. Son como almas bárbaras, que son las
que no son capaces de trascender el registro de los sentidos, las que no pueden interpretar
el testimonio sensorial correctamente, sino que se dejan engañar por manifestaciones
sensoriales, superficiales. De modo que volvemos a lo anterior pero desde otra
perspectiva: la distinción clave entre la mera sensación y la interpretación inteligente del
testimonio sensorial. Por un lado, no se trata de impugnar sin más la percepción sensorial,
ya que ésta para Heráclito es necesaria; pero al mismo tiempo es insuficiente si no se le
adjunta la comprensión intelectual. La percepción sensorial es, justamente, la capacidad
de percibir con los sentidos los sonidos que emite alguien, por ejemplo, los sonidos
implicados en el discurso de Heráclito. Pero la comprensión intelectual implica esa
distinción hermenéutica de la que hablábamos, quiero decir, la posibilidad de poder
reconocer e interpretar el significado de los signos que aparecen en el discurso de
Heráclito, signos que se refieren al Lógos. Lo cual requiere comprender que el Lógos
explica y da razón de los datos de los sentidos, porque se trata de ese Lógos que
implicaba la phýsis que ama ocultarse, de ese Lógos que se refiere a la estructura
subyacente que explica el orden cósmico y humano. Contrasten esto con el fragmento B 6
de Parménides, versos 4 y 8:

los mortales que nada saben,


5 bicéfalos, pues la carencia de recursos
6 conduce en sus pechos al intelecto errante. Son llevados
7 como ciegos y sordos, estupefactos, gente sin capacidad de juzgar,
8 que considera que ser y no ser son lo mismo y no lo mismo.
9 El camino de todos ellos vuelve al punto de partida.



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Tengan presente que según una de las cronologías, aquella basada en Platón, Parménides
sería aproximadamente veinticinco años más joven que Heráclito. En este contexto
pareciera que Parménides estaría -sin decirlo explícitamente- criticando a Heráclito, por
esta cuestión de la objeción a los que consideran que ser y no ser son lo mismo y no lo
mismo. Pero también, al mismo tiempo, podemos encontrar una ligazón con Heráclito, ya
que en Parménides también es importante la cuestión del discernimiento, la comprensión
intelectual, la capacidad crítica, cuando habla puntualmente de la “gente sin capacidad de
juzgar”, que en el caso de Heráclito, como vamos a ver, puede aplicarse a la mayoría y a
los eruditos.

A propósito de estas cuestiones les menciono que hay una conferencia de Heidegger que
se llama “Lógos”, que está en un libro llamado Conferencias y artículos. En ese contexto
Heidegger habla del fragmento B 50 de Heráclito y dice que hay que trazar una distinción
entre el “mero oír” y la “escucha concentrada” del Lógos. Se refiere justamente al mero
oír de la mayoría de hombres y de los eruditos, que lo único que hacen es aplicar la
audición, o sea la percepción sensorial, pero le complementan a esa audición del Lógos
comprensión intelectual.

Veamos, por último, cómo Heráclito se refiere a estas almas bárbaras, un colectivo en el
que podríamos englobar a la mayoría de los hombres y a los eruditos. Consideremos,
entonces, la crítica a la mayoría y a los presuntos sabios o eruditos.

5) La crítica a “la mayoría” (B 2, B 17, B 29) y a los presuntos sabios o eruditos


(B 40, B 42, B 56, B 57, B 81, B 129).

Comencemos leyendo el fragmento B 2, al cual volveremos luego.

Mientras este mi discurso es común, la mayoría vive como si tuviera una


mente propia (idían phrónesin).

La mayor parte de los hombres vive como si tuviera una “mente” o “inteligencia”
(phrónesis es la palabra en griego) “particular” (idían). En este sentido la mayoría de los
hombres es, para Heráclito, “idiota”. El adjetivo griego idiótes se refiere a lo “particular”,
a lo “privado”. La mayoría de los hombres se repliega en su mente particular, el idiota es
el que se repliega en lo particular. Justamente porque la mayoría de los hombres tiene una
inteligencia particular, no puede, aunque lo escuche, llegar a comprender lo que se refiere
a “lo común”, el Lógos. Tengan presente que uno de los nombres del Lógos es “lo
común”. Entonces, la mayor parte de los hombres vive como si tuviera una inteligencia
particular. Si tomamos las figuras heraclíteas de los “despiertos” y los “dormidos”, que ya
vamos a ver, cuando soñamos, cada sueño que uno tiene es particular, personal e
intransferible, no común. En ese sentido, la crítica heraclítea apunta a que la mayoría de
los hombres vive dormida, cada uno en su sueño particular, cada uno replegado en su



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mundo o inteligencia propia, sin llegar a comprender “lo común”, eso que tiene que ver
con el Lógos. Consideren a continuación el fragmento B 17:

La mayoría (hoi polloí) no repara en aquellas cosas con las que se topa, ni
las conoce aunque las haya aprendido, pero así lo imagina.

Aunque usen los sentidos, aunque ellos estén presentes, la mayoría de los hombres no
ejercita la comprensión intelectual. La mayoría de los hombres no llega a comprender el
mensaje del Lógos, justamente porque se apoya en su inteligencia particular. En este
sentido Heráclito va a definir a la mayoría como un “ganado”, contrapuesto a los
“despiertos”, los que se vinculan con el Lógos común. Les leo el fragmento B 29, que no
tienen en la antología: “Los mejores escogen una cosa en lugar de todas: gloria perpetua
en lugar de cosas mortales; pero la mayoría es saciada como el ganado”. A continuación
vamos a ver en qué términos habla de los presuntos sabios o eruditos. Consideren el
fragmento B 40:

La polimathía no enseña a comprender;


lo habría enseñando, si no, a Hesíodo y a Pitágoras,
así como a Jenófanes y a Hecateo.

Reparen en qué medida la crítica de Heráclito no sólo abarca a la mayoría de los hombres
sino también a los eruditos más reputados de su tiempo, figuras del tenor de Hesíodo
(poeta del siglo VIII a.C., aproximadamente), Pitágoras y Jenófanes (filósofos
presocráticos del siglo VI a.C.), y Hecateo (creador de la geografía griega, un científico);
con lo cual, lo que tienen estos presuntos sabios o eruditos es “polimatía”, literalmente
“mucho conocimiento”, mucha información, pero no lo más importante para Heráclito,
que es saber una sola cosa, el Lógos común. Tengan presente que la polimatía apunta a la
mera colección de información, colección de saberes diferentes, inconexos. De modo que
los eruditos o los que tienen polimatía no logran comprender la armonía invisible que
subyace entre todos esos saberes, entre toda esa información que recolectan. De alguna
manera ellos también viven replegados en una inteligencia particular. Con lo cual, el
colectivo al cual Heráclito dirige su crítica no sólo incluye a la mayoría de los hombres
sino también a los eruditos que detentan un saber acerca de muchas cosas. Esto es algo
que tiene resonancia en nuestra época, en la que, frente a la sobresaturación de
información a la que podemos acceder libremente, se vuelve cada vez más difícil pensar,
esto es, encontrar relaciones subyacentes entre los datos que recolectamos. Porque pensar
implica justamente poder relacionar, abstraer, olvidar. En ese sentido es interesante traer
a colación el problema que tenía el personaje Funes, del cuento de Borges, “Funes el
memorioso”. Funes tenía, desde el punto de vista de Heráclito, polimatía, pero el
problema es que no podía pensar, porque pensar es justamente encontrar relaciones,
encontrar la unidad que subyace a los opuestos, esa unidad subyacente se llama Lógos.
De lo que se trata es de entender que todo es uno.

Material didáctico de circulación interna de Historia de la filosofía antigua, Facultad de Filosofía


y Letras, Universidad de Buenos Aires.


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