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Natividad de la

Santísima Virgen María


8 de Septiembre

Esta fiesta mariana tiene su origen en la dedicación de una iglesia en


Jerusalén, pues la piedad cristiana siempre ha venerado a las personas y
acontecimientos que han preparado el nacimiento de Jesús. María ocupa
un lugar privilegiado, y su nacimiento es motivo de gozo profundo. En
esta basílica, que había de convertirse en la iglesia de Santa Ana (siglo
XII), san Juan Damasceno saludó a la Virgen niña: "Dios te salve,
Probática, santuario divino de la Madre de Dios … ¡Dios te salve, María,
dulcísima hija de Ana!". Aunque el Nuevo Testamento no reporta datos
directos sobre la vida de la Virgen María, una tradición oriental veneró su
nacimiento desde mediados del siglo V, ubicándolo en el sitio de la actual
Basílica de "Santa Ana", en Jerusalén. La fiesta pasó a Roma en el siglo
VII y fue apoyada por el Papa Sergio I. Su fecha de celebración no tiene un
origen claro, pero motivó que la fiesta de "La Inmaculada Concepción" se
celebrara el 8 de diciembre (9 meses antes). El Papa Pío X quitó esta
celebración del grupo de las fiestas de precepto

Oración:
Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos
recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María,
consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.

Fiesta de la Natividad de la Virgen María


Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina
de Bezatha

Por: Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net


Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina
de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando poéticamente que
este día es el preludio de la alegría universal, en el que han comenzado a soplar los
vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra liturgia nos invita a celebrar con
alegría el nacimiento de María, pues de ella nació el sol de justicia, Cristo Nuestro
Señor.

Hoy nace una clara estrella,

tan divina y celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad


de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva
manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.

NADA EN LA ESCRITURA

Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos
da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban
Joaquín y Ana. Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la
Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la
fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”
Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de
los llamados. No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el
trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La
inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar
más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar
de gozo en el Señor, confiando en su misericordia” Salmo 12, 6. Son las palabras
inspiradas del salmo de la misa.

Todo lo que sabemos del nacimiento de María es legendario y se encuentra en el


evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un
propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el
hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor".
Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el
hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un
oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les
negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos
de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una
montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la
Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote
riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado,
parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos.

Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al
desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana
intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a
la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado
tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un
gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración
con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y
predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

De Ana y de Joaquín, oriente

de aquella estrella divina,

sale su luz clara y digna

de ser pura eternamente:

el alba más clara y bella

no le puede ser igual,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna

de cuantas bordan el cielo,

porque es el humilde suelo

de sus pies la blanca luna:

nace en el suelo tan bella

y con luz tan celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

UNA NIÑA SANTA

Nace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza
a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus
palabras se conoce el espíritu que la anima. Se dan cuenta sus padres: esta niña es
una criatura excepcional. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas
por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial.
Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace
falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al
contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.

Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos
de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la
gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían
lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva
dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo,
el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.

María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que
habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus
inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo
malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia. Antes de pecar, la
percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado,
después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que
no procede de Dios, sino de haberse separado de El. María no conoce el mal por
experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía
a la gente y se sentía sola. Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido
en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con
fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más
humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir
María entre su gente.

Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque
María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre
de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en
silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.

Con el Concilio Vaticano II hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años
de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una
pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a
María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos
los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo
ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.

Querríamos saber más cosas de María. El evangelio nos dice muy poco de Ella.
Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús
predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los
hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo
en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.

LA HERENCIA

Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda
de su padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es
treballaor com yo y listo com sa mare". Cuando Jesús pronuncia el sermón de las
Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes,
Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato. Sus
actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de
su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el momento de comenzar su
Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carné de identidad,
María nos dice que es "la esclava del Señor" Cuando Jesús nos presenta el suyo,
nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas
porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso
la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la
fe.

Historia de la Legión de María


El 7 de Septiembre de 1921, a las 8 de la noche, víspera de
la fiesta de la Natividad de nuestra Señora, un alto
funcionario del Ministerio de Finanzas del Estado Irlandés,
Frank Duff, convocó en Dublín a varias personas, buscando
cauces nuevos para el apostolado. De esta primera reunión
surgió la LEGIÓN DE MARÍA, que hoy está presente en casi
todos los países del mundo.
Es una asociación pública de Derecho Pontificio (9-XII-1950) y de ámbito internacional. Fue reconocida por la
Conferencia Episcopal Española en 1990 y tiene personalidad civil (8-IX-1983). Ha sido establecida en todas las
diócesis del territorio nacional. Internacionalmente el Consejo Superior radica en Dublín. Está integrada en el
Foro de Laicos.
Los legionarios ansían hacerse dignos de su excelsa y celestial Reina, la Virgen María, lo intentan mediante su
lealtad, sus virtudes y su valentía. Se han organizado a modo de ejército, tomando como modelo particular a la
legión de la antigua Roma. La Legión de María ha hecho suya la terminología de la legión romana; pero a
diferencia de ésta, ni sus huestes ni sus armas son de este mundo.
Este ejército mariano, ahora tan numeroso, tuvo los más humildes comienzos. No se formó conforme a un plan
preconcebido; brotó espontáneamente. Tampoco se formuló un proyecto de reglas y prácticas. Al contrario, por
todo preparativo, alguien sugirió una idea, se fijó una tarde, y se reunieron unas cuantas personas, sin
sospechar que habían de ser instrumentos escogidos por la divina Providencia.
En nada se distinguió la primera junta de las que hoy celebra la Legión de María en el mundo entero. La mesa,
alrededor de la cual se reunieron, tenía puesto un altarcito cuyo centro era una estatua de la Inmaculada
(Medalla Milagrosa), sobre un lienzo blanco, entre dos floreros y dos candeleros, con velas encendidas. Este
conjunto, tan rico en simbolismo, obedeció a la inspiración de una de las primeras socios. Representa lo que es
la Legión de María: un ejército al servicio de su Reina. Ella eligió a los miembros y sigue eligiéndoles, y no al
revés. Desde entonces, los legionarios de María se han puesto en marcha y luchan a su lado, en su unión.
El primer acto colectivo de aquellos legionarios fue arrodillarse, rezar la invocación y la oración del Espíritu
Santo y el Rosario. Tras las jaculatorias finales, se sentaron, y bajo los auspicios de María, representada allí por
su imagen, se pusieron a pensar cuál sería el mejor modo de agradar a Dios y de hacerle amar en el mundo. De
aquellas consideraciones brotó la Legión de María con todas sus características, tal como es hoy.
Aquel primer alistamiento de legionarios de María se hizo en Myra House, Francis Street, Dublín, Irlanda a las
ocho de la noche del 7 de Septiembre de 1921, víspera de la fiesta de la natividad de nuestra señora . Por algún
tiempo la organización se llamó “Asociación de nuestra Señora de la Misericordia”, nombre tomado del título de
la unidad madre.

Fundadores en proceso de
canonización
FRANK DUFF
Fundador de la Legión de María

En un terreno escarpado y fangoso, resulta muy difícil trazar


un camino seguro para conducir por él a miles de personas.
De la misma manera, resulta muy difícil comprender una
Asociación o Comunidad sin conocer a su fundador y su
origen.
El fundador de la Legión de María es Frank Duff, un laico
irlandés, alegre, bromista, sumamente inteligente, lleno de
energía, entusiasmo, generosidad, caridad, y un profundo
amor a Dios y la Santísima Virgen María.
Nació en Dublín, Irlanda el 7 de junio de 1889, en una fiesta
de Pentecostés; ¿sería esto un presagio de la influencia que
iba a recibir del Espíritu Santo durante su vida?. Fue el mayor
de siete hijos de una familia católica muy piadosa y muy
unida. Frank hizo sus estudios en escuelas de renombre.
Siempre obtuvo las mejores calificaciones; le gustaba mucho
el deporte y le encantaba andar en bicicleta. “Era realmente
un joven prometedor”.
En esa época, Irlanda atravesaba por una gran crisis política,
económica y religiosa, los católicos eran despreciados y
relegados al máximo.
Sin embargo, Frank avanzaba con firmeza en la vida
profesional y espiritual: En la primera, su gran talento lo llevó
a ocupar un puesto en el Ministerio de Finanzas. Había
quienes pronosticaban que llegaría a ser Primer Ministro. En
la vida espiritual, mucho antes de encontrar su propia
vocación de laico comprometido, escribió un folletito titulado:
“¿Santo, yo, por qué no?”, en el que daba algunas directivas
y consejos a los laicos para alcanzar la santidad, algunas de
las cuales se encuentran en el Manual de la Legión de María.
Más tarde, asistió al “Purgatorio de San Patricio” que era un
lugar de ejercicios espirituales de tres días y de una
penitencia, tal vez única en el mundo: “El primer día
ayunaban las 24 horas, los otros días no comían más que
pan negro duro y té sin azúcar. Toda la primera noche la
pasaban en vela y la segunda dormían sobre tablas rasas en
un cuarto grande. En el intervalo, hacían toda clase de
oraciones y meditaciones; el rosario, varias veces al día y
también rezaban el Vía Crucis”. A partir de entonces, Frank
iba cada año hasta que la enfermedad se lo impidió.
No cabe duda de que la Providencia Divina fue preparando a
Frank para esta gran misión que le tenía reservada. Desde
muy joven había adquirido el hábito de rezar diariamente la
Liturgia de los sacerdotes en latín.
Posteriormente, ingresó a la Asociación de San Vicente de
Paúl, cuyas reuniones empezaban con una oración, una
lectura espiritual y la lectura del acta de la reunión anterior;
esto sirvió más tarde de modelo para la Legión de María.
La Asociación de San Vicente de Paúl, se ocupaba de los
más pobres. Frank, que nunca tuvo problemas económicos,
estaba azorado con tanta miseria que había en su país. Tal
miseria abrió las puertas de par en par a los protestantes
para hacer proselitismo: agrupados en asociaciones bajo el
nombre inofensivo de “Servicio social”, ofrecían desayunos
gratuitos a los pobres con tal de hacerlos apostatar.
Frank también ofreció desayunos para evitar la apostasía,
pero no pudo hacerlo por mucho tiempo. Entonces decidió
rezar el rosario frente al local protestante y hacer labor de
convencimiento. Este apostolado provocó que le llamaran “el
loco del barrio”. Pero su locura tenía método y finalmente
logró, después de 16 años, que se cerraran todos esos
locales protestantes. ¡Qué modelo de perseverancia!
Frank pertenecía también a un grupo llamado “los pioneros”
quienes en desagravio al Sagrado Corazón de Jesús, por el
vicio del alcoholismo, ofrecían no tomar ni una gota de
alcohol durante su vida.
Por otra parte, no fue fácil para Frank encontrar el tesoro
mariano que contiene “La verdadera devoción a María” de
San Luis María Grignion de Montfort, pero una vez que lo
hizo, como tenía un alma de apóstol, inmediatamente quiso
compartirlo con las personas que lo rodeaban.
En una de las reuniones de los pioneros, se comentó sobre la
necesidad de visitar la sala de mujeres del Hospital Unión. se
preguntó quién quería participar y seis voluntarias surgieron
inmediatamente. Se sugirió reunirse al miércoles siguiente y
se pidió invitar a otras personas.
El día de la reunión había 15 personas que estaban
sorprendidas de ver un altarcito sobre la mesa, compuesto
por una imagen de la Virgen Inmaculada Medianera de todas
las gracias, sobre un mantel blanco, entre dos floreros y dos
candeleros con velas encendidas.
No había duda, la Virgen los esperaba, ninguno de ellos
siquiera se imaginaba que ese era el inicio de un gran
Movimiento de fuerza mundial. Tan es así, que hasta unos
años más tarde, descubrieron que este Movimiento se había
formado, providencialmente, el día 7 de septiembre de 1921,
en las Vísperas de la Natividad de Nuestra Señora.
El primer grupo se llamó “Nuestra Señora de la Misericordia”,
y así sucesivamente cada grupo tenía su nombre. Entonces
surgió la necesidad de buscar un nombre para el Movimiento.
Se sugirió hacer una novena para encontrar el nombre
adecuado. En la siguiente reunión, se presentaron varias
propuestas pero fueron rechazadas. Se pidió otra novena.
Frank Duff, el fundador, buscaba un nombre que
representara al Movimiento y pudiera aplicarse a cada
miembro en particular; realmente se había quebrado la
cabeza en esto. En la víspera de la siguiente reunión, Frank
se detuvo un momento, antes de irse a la cama, frente a un
cuadro grande de la Santísima Virgen que tenía en su
despacho, y espontáneamente brotaron en su mente las
palabras: LEGION DE MARIA.
No había duda, ese era el nombre: Legión era símbolo de
valor, disciplina, obediencia, y podía aplicarse a cada
legionario de María que ahora conquistaría el mundo para
Cristo. Este nombre fue aceptado por unanimidad en
noviembre de 1925. A imitación de la Legión Romana, Frank
decidió conservar los términos en latín para uniformar el
lenguaje de la Legión de María en todo el mundo. Asimismo,
adoptó el Vexillum o estandarte de la Legión, remplazando el
águila por la paloma que representa al Espíritu Santo y el
Comandante en Jefe romano, por la Inmaculada Medianera
de todas las gracias. Más tarde, Frank escribió la Promesa
Legionaria y fijó las oraciones legionarias que obtuvieron el
Imprimatur y fueron colocadas en la Téssera. En 1928 fue
escrito el Manual de la Legión de María, que es una especie
de fotografía del Movimiento en la que se ve lo que se había
llevado a la práctica desde hacía ya mucho tiempo.
Aproximadamente tres meses después de la creación del
nuevo Movimiento, cuando le preguntaron a Frank sobre el
futuro del mismo, el contestó que iba a extenderse por el
mundo entero. Las chicas del grupo se rieron a carcajadas.
Frank comentó después que eso probaba lo mucho que
creían en su don de profecía.
Desde antes de fundar este movimiento, Frank tenía un gran
deseo de ayudar a las chicas de la calle. El primer gran
apostolado de la Legión de María, fue precisamente la
conversión de treinta y una prostitutas al mismo tiempo.
A pesar del aumento de trabajo para Frank, tanto profesional
como espiritual, aceptó organizar unos “ejercicios espirituales
sin precedentes”, porque al primero de estos, acudieron
todas las chicas y, a excepción de dos de ellas que eran
protestantes, todas las demás hicieron una confesión general
y comulgaron en la Misa de clausura. Frank comentó
después que esa fue la Misa más bella de su vida.
Después del retiro, las chicas fueron llevadas a un albergue
al cual pusieron el nombre de “Santa María”, y en donde las
cosas iban muy bien. Pero un día, dos de ellas huyeron al
barrio más depravado de Dublín, creyendo que ahí las
dejarían en paz porque era un barrio al que ni el ejército se
atrevía a entrar. Sin embargo, el valor legionario alimentado
con la oración, superó todo obstáculo y no solamente
lograron entrar sino que acabaron con toda la podredumbre
que había en ese lugar. Al grado de demoler ese barrio y
construir uno nuevo.
Fue solamente un grupito de legionarios los que lograron
borrar esta mancha de vergüenza de su ciudad, únicamente
con bondad y caridad, mientras que durante ciento cincuenta
años la policía no había podido lograr nada.
Esto fue un verdadero milagro, pero la gran fe de Frank lo
había acostumbrado a esperar milagros cuando se trabajaba
para conseguirlos, porque estaba convencido de que así
como los milagros formaban una parte importante de la vida
terrestre de Cristo, también formaban una parte importante
de la vida diaria de la Iglesia, porque la Iglesia es Cristo vivo.
El 25 de marzo de 1927, después de muchas penas,
sufrimientos, dificultades y decepciones, Frank abrió el
segundo albergue para hombres abandonados:
desempleados, vagabundos, alcohólico, expresidiarios, que
no tenían ninguna oportunidad de volver a tener una vida
normal sin una ayuda eficaz. Este albergue recibió el nombre
de “Estrella de la Mañana” y, como expresó el mismo Frank:
“fue pagado con sudor y sangre”. Tres años más tarde fue
abierto un tercer albergue para mujeres solas: madres
solteras sobre todo. Este se llamó “Regina Coeli”. Varios
grupos de la Legión tenían la tarea de ocuparse de los tres
albergues, ayudaban a preparar y a servir la comida, y
hacían apostolado con las personas albergadas.
La dirección de un sólo albergue requería un hombre de
tiempo completo, sin embargo, Frank dirigía los tres además
de sus deberes profesionales y demás apostolados de la
Legión de María que era “la niña de sus ojos”, según sus
propias palabras.
Esta nueva organización visiblemente bendecida por Dios,
encontró una fuerte oposición y rechazo, sobre todo por parte
del clero, simplemente porque Frank estaba adelantado a su
tiempo y, contrariamente a lo que pensaban algunos clérigos
de que los seglares solamente servían para hacer el aseo de
las vestiduras eclesiásticas y de la parroquia, Frank afirmaba
que cada seglar tiene su propia vocación y misión apostólica
dentro de la Iglesia.
Esta visión de Frank, hirió el orgullo y la envidia de dichos
clérigos quienes empezaron a difamar a la Legión de María y
a cambiar su estructura, querían destruir esta Asociación. En
Africa incluso, llegaron a crear una secta a la que le pusieron
el nombre de Legión de María que provocó una gran
confusión.
Frank estaba convencido de que estos ataques eran
diabólicos, porque se repetían en distintas partes donde
había Legión de María.
Frank se mantuvo firme como una roca y siempre mostró una
gran caridad, nunca se quejó porque sabía que en el Reino
de Dios, todo éxito se consigue con el signo de la Cruz.
“No hay mal que por bien no venga”, ya que esta situación
tan difícil lo hizo buscar la manera de hablar personalmente
con el Papa. El secretario del Nuncio Apostólico, tuvo la
brillante idea de hacerlo portador de unos papeles oficiales y
una carta para Su Santidad, de esta forma, Frank pudo
entrevistarse con él.
Sentado frente al Papa, trataba de explicarle lo que era la
Legión de María y sus necesidades. Frank hablaba y hablaba
y empezó a preocuparse, porque el Papa no hablaba ni
pestañeaba. Frank pensó que tal vez ni lo escuchaba. Frank
dijo todo lo que tenía que decir y se calló, agotado de tanto
hablar. Solamente lanzaba una mirada de súplica al Santo
Padre quien permaneció en silencio un largo rato.
Finalmente, se levantó, se dirigió a Frank y lo abrazó
diciendo con un tono emocionado: “¡Esta cosa viene de
Dios!”. El Papa se daba cuenta de que este Movimiento
respondía a su idea sobre el papel del laico en la Iglesia.
Más tarde, Frank recibió una carta del Santo Padre en la que
daba su bendición especial a la Legión de María y la
reconocía como una obra magnífica y santa.
La extensión de la Legión de María en el mundo fue tan
rápida, que surgieron los “enviados de la Legión de María”
quienes se encargaban de extender y cultivar la Legión en
los cinco continentes. El número de enviados era cada vez
mayor, Frank mantenía una estrecha unión con cada uno de
ellos por correspondencia. Esto lo hizo abandonar su trabajo
profesional. La Legión absorbía todo su tiempo, que Nuestro
Señor le hizo rendir al máximo.
Un día, alguien preguntó a Frank que pensaba de la Legión
como modeladora de santos. Frank encontró esta expresión
muy adecuada porque dijo que la Legión de María muestra a
sus miembros las grandes verdades de la fe católica y les
enseña a comprenderlas, especialmente la doctrina del
Cuerpo Místico de Cristo, el lugar de la Santísima Virgen en
el Plan Divino de la Salvación y su unión íntima con el
Espíritu Santo, esta doctrina, dijo, es santa y santificadora, y
produce santos a granel.
Un ejemplo vivo de esto, entre muchos más que no son tan
renombrados, está en el mismo Frank, en Edel Mary Quinn y
en Alfonso Lambe.
La santidad, decía Frank, está en una vida normal. El mismo,
se santificó en sus deberes cotidianos que impregnaba de su
gran alegría y buen humor. Otra cosa que lo caracterizaba,
era su humildad y discreción. Nunca se atribuyó a sí mismo
la extensión y éxito de la Legión de María, ni siquiera su
fundación, a pesar de que la Legión era su vida.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Legión de María no
sufrió ningún quebranto. Se cuenta como dos legionarias
hicieron su Promesa durante un bombardeo; casi en cada
versículo, todo se grupo de arrojaba bajo la mesa buscando
una débil protección contra las bombas que caían cerca de
ahí. A veces las juntas se hicieron en los refugios antiaéreos,
donde el apostolado de los legionarios era rezar el rosario
con los presentes sin importar su religión.
En Francia, a una joven legionaria, Véronique O’Brien, se le
pidió que regresara a Irlanda a causa de la guerra. Ella
contestó desde París: “Yo regresaré cuando haya fundado la
Legión de María aquí”. Fueron las últimas noticias que
tuvieron de ella. Después de la invasión alemana, Véronique
decidió unirse a los refugiados que huían frente a las tropas
en marcha. Constantemente, al paso tan bajo de los aviones
alemanes, había que arrojarse al suelo. Hambrienta y pálida,
con los pies sangrando, sin nada más que lo que llevaba
puesto, llegó finalmente a Nevers, al convento de San
Gildard, el convento de Santa Bernardita, donde fue acogida
y ayudó a atender a los peregrinos. La primera carta de ella
que llegó a Dublín, anunciaba la fundación de siete Praesidia.
A pesar de los horrores de la guerra, la Legión de María
permaneció intacta y nunca omitió sus reuniones ni su
apostolado.
Existen otros relatos sobre la fundación de la Legión de
María en situaciones igualmente adversas.
Frank Duff en sus pláticas a los legionarios, inspirado por el
Espíritu Santo, los animaba en tal forma que estos salían
llenos de ánimo y valor y dispuestos incluso al martirio. En
China, por ejemplo, la Legión de María prendió en una forma
sorprendente y se extendió rápidamente por todo el país. A la
llegada del comunismo, la Legión permaneció firme, y lejos
de intimidarla, aumentó la fe y el valor en los legionarios.
Veinte mil legionarios fueron encarcelados y
aproximadamente dos mil asesinados. La Legión de María
fue declarada como “el enemigo público número uno”.
Frank mismo sufrió mucho a pesar de su entereza. A parte
de los golpes espirituales que recibió de parte de los
enemigos de la Legión de María, la pérdida, primero de su
hermana en junio de 1949, luego de su hermano en agosto
del mismo año, y la peor pérdida, la de su madre a principios
de 1950, más la pérdida de su amigo de siempre, el Abad
Creedon en julio de 1950. Frank estaba verdaderamente
destrozado. El mismo escribió: “El golpe fue terrible, el peor
de mi vida, no sé donde estoy. Seguramente va a pasar
algún tiempo antes de que vuelva a encontrar mi equilibrio
interior”.
Una vez muerta su familia, las legionarias del albergue
“Regina Coeli” se encargaron de él.
En 1952, Frank recibió una invitación del Vaticano para visitar
la ciudad santa. Frank aceptó gustosísimo, sobre todo porque
todavía había hostilidades contra la Legión de María.
Permaneció 17 días en Roma, aprovechando para dar
conferencias, pero el punto culminante fue la audiencia
privada con el Papa Pío XII quien dijo a Frank: “Estoy muy
agradecido con la Legión de María por los grandes servicios
que ha prestado a la Iglesia”. Frank se percató de que estas
palabras fueron pronunciadas muy calurosamente.
Por otra parte, Frank Duff no era un místico en el sentido de
éxtasis y visiones extraordinarias, era simplemente un
católico ejemplar, sin embargo, su vida estuvo
frecuentemente acompañada de hechos milagrosos: En una
ocasión, pasaba de la media noche y Frank seguía
trabajando en su correspondencia, cuando alguien llamó a la
puerta, era un jovencito de unos doce años, sucio, harapiento
e incluso parecía piojoso y pidió permiso para pasar la noche
en el albergue “Estrella de la Mañana”. Frank le dijo que ya
era muy tarde y que el albergue era para hombres y no para
niños, entonces lo pasó a su casa y le ofreció algo de comer,
el muchacho comió con verdadero apetito. Frank dormía en
una cama matrimonial y era muy delicado en cuestión de
limpieza e higiene, pero no quiso que el muchacho durmiera
en el suelo ni que se fuera y decidió compartir la cama con él.
A la mañana siguiente, el muchacho había desaparecido sin
dejar traza de su presencia, para Frank esto era un misterio.
Cuando Frank regresó de Misa, encontró a la joven del
albergue “Regina Coeli” que tenía la llave de su casa y le
preparaba todos los días el desayuno para que lo tomara al
regreso de la iglesia.
Esta joven, muy sorprendida, preguntó a Frank quien era ese
muchacho encantador que ella había encontrado esa
mañana temprano al entrar a su casa. Frank le preguntó que
apariencia tenía y ella contestó que era como de doce años y
de una belleza extraordinaria, en ningún momento mencionó
lo sucio y los harapos, solamente estaba sorprendida por su
gran belleza. Sin duda alguna, se trataba del mismo
muchacho.
Frank comentó más tarde que en aquella ocasión, albergó al
Señor.
Cuando Juan XXIII subió al Papado, también recibió a los
legionarios en audiencia privada. Desde Pío XI hasta Juan
Pablo II, Frank mantuvo estrecha relación con todos los
Papas, prueba de ello son las cartas pontificias que se
encuentran en las primeras páginas del Manual de la Legión
de María. “Honor a quien honor merece”.A parte de la gran
lucha que libró Frank, durante toda su vida, contra las
oposiciones, recibió también distinguidos reconocimientos:
Los padres del Espíritu Santo y los Montfortianos lo
nombraron miembro honorario de su Congregación, lo que lo
hizo partícipe de todos los méritos de estas Congregaciones.
La Universidad de Dayton, en Ohio, le dio en 1956 un premio
mariano por su eminente trabajo en mariología.
El Papa Juan XXIII lo nombró Gran Caballero de la Orden de
San Gregorio y la Universidad de Dublín le confirió la
dignidad de Doctor Honoris Causa en Derecho, pero nunca
se le vino a la mente poner el título de Doctor junto a su
nombre aunque tuviera todo el derecho.
Pero un mayor honor le fue reservado: la invitación , como
oyente, al Concilio Vaticano II. Cuando estaban en la sesión,
el Cardenal Heenan que había sido Director Espiritual del
Senatus de la Legión de María en Londres, antes de
empezaran los trabajos de dicha sesión, se levantó y dijo que
el fundador de la Legión de María estaba presente en la sala.
Entonces espontáneamente, una ola de aplausos se produjo;
los dos mil quinientos Padres que estaban en el Concilio,
expresaron así lo que pensaban del movimiento que,
principalmente, en tierras de misión se había convertido en el
apoyo más sólido para la propagación de la fe.
A Frank no le impresionaban mucho las distinciones
honoríficas y los premios, los aceptaba como algo inevitable
y los olvidaba enseguida, sin dejar de reconocer
humildemente su esfuerzo.
Desafortunadamente, como dijo Frank, el humo de Satanás
penetró en el Concilio creando una gran confusión y un gran
desorden en la Iglesia de Cristo. Fieles, religiosas y
sacerdotes estaban trastornados. Esto, lógicamente, afectó
también a la Legión de María. Y a pesar de que el Manual
recibió más de cien veces el Imprimatur y de que fue
examinado dos veces, punto por punto, por un equipo de
teólogos nombrados expresamente para esto en Roma y
declarado pura doctrina católica, algunos que se creían
expertos quisieron modificarlo y adaptarlo a las nuevas
circunstancias anárquicas. Frank se mantuvo firme como una
roca y por esta conducta suya, fue tachado de viejo
testarudo. La cosa llegó a tal grado que aun en los
confesionarios, los sacerdotes invitaban a los legionarios a
abandonar la Legión y afiliarse a otra asociación que ellos
habían creado. Otros decían que en Dublín solamente se
esperaba la muerte de Frank quien ya tenía una edad muy
avanzada, para reformar la Legión de María y en especial el
Manual.
Lo que debió sufrir Frank en este período, solamente pueden
saberlo los que se mantuvieron fieles y compartían con él el
mismo dolor.
Sin embargo, esta crisis no fue más que abono que hizo
florecer en abundancia a la Legión. Una prueba de esto fue el
festejo de las Bodas de Oro de la Legión de María en el
mundo entero.
En 1979, el Papa Juan Pablo II al conocer la Legión de María
quedó impresionado de su espiritualidad y decidió invitar a su
fundador a Roma para conocerlo. Frank asistió con los
oficiales del Concilium y , una vez frente al Papa, le dijo que
todo pensamiento, toda palabra, toda acción del legionario
deben estar impregnadas de esta convicción: “La victoria
vendrá por María”.
Después de la Misa en su capilla privada, el Papa los invitó a
desayunar en su cocina privada y, como buen anfitrión, los
atendió con toda sencillez.
Luego visitaron los salones del Vaticano con un guía y
llegaron a la sala desde donde el Papa envía sus mensajes
al mundo. El guía invitó a Frank a sentarse en el sillón papal
y a dirigir un mensaje a sus legionarios en todo el mundo.
Frank se sentó sin vacilar y no pronunció más que una
palabra: “¡Conviertan!”. Fue el testamento importante que
quiso dejar a sus hijos e hijas espirituales en el mundo
entero.
En octubre de 1980, más de cuatrocientos legionarios se
encontraban reunidos en Irlanda esperando una palabra de
aliento de su fundador. Frank insistió en que el deseo
ardiente de la Virgen María de hacer entrar a su Hijo en cada
hombre, debe animarnos y volverse el eje de nuestra acción.
El 7 de noviembre de 1980, Frank se sentía muy agotado y
se recostó, la legionaria que lo atendía, le llevó el té a la
cama y lo encontró con las manos en posición de oración y
los ojos fijos en una imagen de la Virgen que tenía frente a él.
La Virgen se lo había llevado al cielo.
Para los legionarios, más que un duelo era un triunfo. En su
primera Misa de Réquiem, Monseñor Ripley concelebró con
aproximadamente veinte sacerdotes y en su homilía dijo que
Frank Duff es responsable de una nueva corriente en la
Iglesia que da una nueva luz sobre el papel de la Virgen
María. Y que todos los que lo conocieron lo tenían por un
santo. Muchos, continuó diciendo, le atribuyen desde ahora
cosas milagrosas, pero el milagro más grande es la Legión
de María.
En otra Misa, el Cardenal O’Fiaich concelebró con tres
Arzobispos y treinta y cinco sacerdotes, todos directores
espirituales de la Legión de María. Unas cuatro mil personas,
entre ellas legionarios de distintas partes del mundo,
asistieron a la Misa, muchos no pudieron entrar a la iglesia,
varios sacerdotes se quedaron también fuera. Fue
sorprendente ver que en ningún caso las vestiduras litúrgicas
fueron negras o violetas, sino blancas con largas cintas rojas
en medio.
Entre los asistentes estaban el Presidente de la República de
Irlanda, el Primer Ministro, el alcalde de Dublín, numerosos
hombres políticos y casi todo el cuerpo diplomático. Caso
admirable porque la Legión de María nunca tuvo que ver con
política, esto está prohibido y es parte de su personalidad.
En su homilía, el Cardenal dijo que en este gran hombre vivía
un inmenso espíritu de piedad y de oración, y con la ayuda
de la Virgen, el aporte de este sencillo ciudadano de Dublín
en la historia de la Iglesia católica, es tal vez el más

importante del siglo.


También recordó que en 1976, le ofrecieron el título de
Irlandés del año, pero Frank lo rechazó. El Cardenal agregó
que puede venir el día en el que le otorguen el título de
“Irlandés del siglo”.
El único adorno floral fue una bicicleta que pusieron sobre el
féretro sus compañeros de paseos en bicicleta.
El cortejo partió al cementerio, las calles de Dublín fueron
cerradas porque estaban llenas de personas que formaban
una valla y rezaban. Según testigos, más que un cortejo
fúnebre era algo radiante y solemne lo que impregnaba la
atmósfera. En una de sus últimas entrevistas Frank dijo: “La
Santísima Virgen hasta ahora, ha sostenido a la Legión de
María en sus manos; no creo que Ella la abandone cuando
yo ya no esté aquí”.
Cuando no se tienen los instrumentos apropiados, resulta
verdaderamente difícil abrir un camino seguro en un terreno
escarpado y fangoso.
Frank Duff logró abrir este camino limpiándolo de todo
obstáculo que representaban las oposiciones y ataques a la
Legión de María y, del fango del pecado, pero él si contaba
con los instrumentos apropiados que son: el rosario, la
medalla milagrosa, en fin, la profunda devoción a la
Santísima Virgen y el gran amor y confianza a Dios.

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