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En el año 1912 Alfred Wegener expuso su teoría acerca del movimiento de los continentes en su
publicación sobre la deriva continental. Hasta ese año, se tenía la creencia firme que la posición de
los continentes era inamovible, por lo cual tuvo una seria crítica en el ambiente científico.
Como parte de su interés científico se unió a varias expediciones a Groenlandia, en 1906 formó
parte de una expedición danesa, donde colaboró con el famoso meteorólogo Wladimir Köppen. En
1912, participó en otra expedición en busca de pruebas para confirmar su teoría.
Cuando dio inicio la Primera Guerra Mundial fue reclutado por las fuerzas militares; sin embargo,
fue herido en combate. En el año 1915, durante un permiso, publicó su famoso libro El origen de
los continentes y los océanos. En la paleontología ya se había descubierto que algunos restos
fósiles de vegetales eran idénticos en lugares opuestos del atlántico, pero fue la similitud entre los
perfiles costeros de América del Sur y África lo que sugirió la posibilidad de que ambos continentes
estuvieran unidos en algún momento del pasado geológico.
Wegener expusó que los continentes pudieron haber estado unidos hace unos 225 millones de
años formando una sola masa continental a la que denominó Pangea. Esta gran masa se fue
fragmentando con el tiempo, hasta dividirse en los continentes actuales.
Para probar su teoría reconstruyó las zonas paleoclimáticas, aportó el encaje de las líneas
costeras y la similitud que hay en las formaciones geológicas y fósiles en ambos lados del
Atlántico; mas, la teoría no fue bien recibida por la comunidad científica, en gran parte, por la falta
de una explicación convincente.
De acuerdo con los estudios oceanográficos realizados por la marina estadounidense y británica se
reveló que en el centro de los océanos existen enormes cordilleras volcánicas activas, de unos 2
km de alto y unos 2 km por debajo del nivel del mar. Estas formaciones reflejan la forma de las
líneas costeras. Las rocas de esta formación son cada vez más antiguas a medida que se alejan
del eje de la cordillera, con lo cual quedó demostrado la realidad de la deriva continental en 1963.