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LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-

ESTADO EN COLOMBIA*

OPCIÓN DEL DELEGADO APOSTÓLICO MONSEÑOR MIECZYSLAW


LEDOCHOWSKI

POR
ELISA LUQUE ALCAIDE**

l camino para alcanzar la libertad y autonomía de la Iglesia y del Esta-

E do en sus propios ámbitos no es fácil y así se ha mostrado a lo largo del


tiempo1. La lectura de la correspondencia diplomática de la época, que
se encuentra en el Archivo Secreto Vaticano y en el Archivo de la Congrega-
ción de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, nos permite acercarnos al pro-
ceso de mutuo entendimiento y a las posibilidades reales de lograr el respeto
de independencia de acción en las Repúblicas de América latina. La apuesta
por soluciones novedosas en las relaciones de las iglesias con el Estado,
como lo fue el régimen de separación, vino dada en ocasiones por la fuerza
de los hechos.
Fue el caso de Colombia, en la que el gobierno liberal presidido por José
María Obando decretó por la ley de junio de 1853 la separación Iglesia-
Estado. Con esta ley Nueva Granada se constituyó pionera del separacionismo

* Trabajo para tomar posesión como Miembro Correspondiente extranjero residente en Pamplona,
España.
** Doctora en Historia de América (Universidad de Sevilla). Profesora de Historia de la Iglesia en
la Universidad de Navarra.
Nota del Director del BHA: la autora desconoce el artículo Escándalo en la Legación Pontificia de
Nueva Granada en 1861 (que se refiere a Ledochowski), publicado en Boletín de Historia y
Antigüedades, vol. 89, núm. 816, 2002, pp. 3-39.
1
Se ha escrito mucho sobre las relaciones Iglesia-Estado. Un acertado resumen del tema en:
Alberto De la Hera, “Evolución de las doctrinas sobre las relaciones entre la Iglesia y el Poder
temporal”, en Catedráticos de Derecho Canónico de Universidades españolas, Derecho Canónico,
EUNSA, Pamplona, 1975, pp. 611-651.
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entre las Repúblicas de América del Sur. El patronato republicano, herencia


no reconocida por Roma de los antiguos privilegios de la Corona hispana,
pesaba sobre las Iglesias americanas. Desde el sector eclesiástico se había
reclamado la extinción de régimen patronal del Estado y la firma de un con-
cordato que garantizase la independencia de acción de la Iglesia. Así lo había
sostenido en 1836 el arzobispo Manuel José Mosquera, al defender a la Igle-
sia neogranadina de la injerencia estatal2.
Para los que apostaban por el concordato con la Santa Sede el sepa-
racionismo era el inicio de una andadura incierta y llena de privaciones para
el trabajo eclesial, una imposición del Estado neogranadino para acabar con
la influencia social de la Iglesia3. Por el contrario, apenas siete años después
de proclamada la ley de separación, en el año 1861, el Delegado apostólico
en Colombia sostenía que la separación del Estado proporcionó a la Iglesia
neogranadina plena libertad en su labor pastoral y le permitió recuperar la
conexión sin trabas con el Papa4.
Así lo escribía Mieczyslaw Ledochowski5, recién llegado a Roma desde
Bogotá, expulsado por el general Mosquera, al cardenal Giacomo Antonelli,

2
Rosa Mª Martínez de Codes, La Iglesia católica en la América independiente. Siglo XIX, Mapfre
(“Colecciones Mapfre. Iglesia Católica en el Nuevo Mundo”, VI, 8), Madrid, 1992, p. 94, cita de
J.M. Arboleda, Vida del Ilmo. Sr. Manuel José Mosquera, Bogotá, 1956, I, pp. 122-123.
3
Fernando Díaz Díaz, “Estado, Iglesia y desamortización”, en Jaime Jaramillo Uribe (coord.),
Nueva Historia de Colombia, 2. Era Republicana, Planeta, Santafé de Bogotá, 1998, pp. 197-
222, aquí, pp. 208-209; David Bushnell, Colombia una nación a pesar de sí misma. De los
tiempos precolombinos a nuestros días, Planeta Colombiana, Bogotá, 1999 [The Making of
Modern Colombia. A Nation in Spite of Itself, University of California Press, 1996], p. 159;
desde una posición reivindicativa lo pone de manifiesto Juan Pablo Restrepo, La Iglesia y el
Estado en Colombia, Emiliano Isaza, Londres, 1885, pp. 353-374
4
Experiencia similar la expresa en el primer proyecto de Concordato con México, del 1-I-1857, el
obispo de Puebla, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, exiliado en Roma por la reforma,
expresando que un concordato ha de ser “hijo de la necesidad”, pues considera que la independencia
de la Iglesia respecto del gobierno es una situación favorable. Da una razón “de facto”: “la Iglesia
ha caminado bien con su independencia del gobierno civil”: Manuel Olimón Nolasco, La libertad
y el liberalismo: retos a la conciencia católica en el siglo XIX, ponencia presentada en el “Tercer
seminario de especialistas sobre la reforma, la intervención francesa y el Segundo Imperio en
México”, Embajada de México-Academia de Historia de Bélgica, Bruselas, 14 de abril de 2003.
5
Mieczyslaw Ledochowski (Klimontów, Sandomierz, 29.10.1822- Roma, 22.07.1902), Delegado
Apostólico ante el Episcopado de Colombia (1857-1861); su expulsión del país por el general
Mosquera supuso la interrupción de la Delegación apostólica en Santa Fe de Bogotá. Para
suplirla, la Santa Sede otorgó jurisdicción sobre Colombia a los Delegados en Quito Francesco
Tavani (1861-1869), Serafín Vannutelli (1869-1877) y Mario Mocenni (1877-1882). En 1882 el
cambio de la política de Colombia hizo posible la designación de nuevo de un Delegado Apostólico
con residencia en la República de Colombia, siendo nombrado Juan Bautista Agnozzi (1882-
1887): José Restrepo Posada, Genealogía episcopal de la Jerarquía Eclesiástica. En los países
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Secretario de Estado de Pío IX6, al informarle de la situación de Nueva Gra-


nada durante los cuatro años de su estancia en la República, desde 1857 a
1861. En ese tiempo Ledochowski había desempeñado la Delegación Apos-
tólica ante el episcopado de los países que configuraron la Gran Colombia y
ante la República del Perú. Residió en Bogotá desde donde atendió los asun-
tos eclesiásticos de los cuatro países que le habían sido encomendados.
Había vivido en Colombia una situación crítica que llegó hasta su expul-
sión del país; los demás países de la Delegación habían sufrido en esos años
conflictos y tensiones de orden político-social con hondas repercusiones en
sus iglesias. En Perú, Ramón Castilla había emprendido la guerra con Ecua-
dor para obtener el puerto de Guayaquil, la aventura peruana acabaría con
resultado nulo y con el deterioro de ambas repúblicas. Ecuador, derrotada
por el Perú, había resurgido con García Moreno, protagonista de una restau-
ración cristiana desde el Estado; una experiencia aislada en la antigua Amé-
rica hispana que acabaría con el asesinato del líder en 1875. Venezuela pasó
de la dictadura de Monagas a su derrocamiento por los federalistas que man-
tendrían focos revolucionarios, hasta que Guzmán Blanco se hiciera con el
poder en 1870, instaurando una dictadura radical.
Estos acontecimientos fueron vividos por unas iglesias que en Colombia
habían estrenado en 1853 la separación del Estado instaurada por los libera-
les en el poder; y que en Perú, Venezuela y Ecuador continuaban bajo patro-
nato republicano.

Perfil biográfico del Delegado Apostólico en Colombia


El informe proporciona una panorámica de la situación de los países y de
sus iglesias. Al leerlo se detecta la talla humana del autor del relato. En efec-

que formaron la Gran Colombia 1513-1966, Ed. Lumen Christi, Bogotá, 1968. No he tenido
acceso a los libros publicados en Polonia: Zygmunt, Kowalczuk, Kardynal Mieczyslaw Halka
Ledóchowski - prymas czasów niewoli: poglady na polskie sprawy z Rzymu w ´swietle
korespondencji do tajnych administratorów archidiecezji pozna´nskiej i gnie´znie´nskiej w latach
1876-1886, Prymasowskie Wydawnictwo “Gaudentinum”, Gniezno, 2003; y Mieczyslaw
Ledóchowski, Aby pozostal nasz ´slad: dzieje rodu Ledóchowskich, Tow. Przyjaciól Ossolineum,
Wroclaw, 2002; Alois Simon, “Signification politique de la nonciature de Bruxelles (1835-
1885)”, Bulletin de I’Institut Historique Belge de Rome, núm. 38, 1961, pp. 617-648; Henri
Fassbender, “Intervention de Ledochowski, nonce à Bruxelles, en faveur de l’église de Pologne
(juin 1862)”, Archivum Historiae Pontificiae, núm. 7, 1969, pp. 379-399.
6
Archivio Segreto Vaticano (en adelante ASV), Nunziatura Apostolica in Perú, núm. 1, fasc. 2,
Relazione del Delegato Apostolico di Bogotá, Roma 10 dicembre 1861. A Sua Eminenza Revma.
Il Signor Cardinale Antonelli, Segretario di Stato di N.S. Papa Pio IX. Consta de diecisiete folios
r-v, escritos en italiano correcto, con letra pequeña y regular, por el propio informante.
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to, el perfil curricular de Mieczyalaw Halka, conde Ledochowski, confirma


esa impresión que el lector descubre en su escrito sobre los países de la Amé-
rica sureña.
Nacido en una familia de la antigua nobleza polaca, tras sus estudios en
Varsovia se trasladó a Roma7, obteniendo en 1847 el doctorado en teología y
en ambos Derechos en la Universidad Gregoriana. Ordenado sacerdote en
1845, se interesa por la educación de los niños abandonados de Roma, entra
a trabajar en la curia pontificia y es nombrado prelado doméstico de Pío IX en
1846; tras realizar un viaje a España en 1850, por encargo del Papa, en 1851,
con veintinueve años de edad fue nombrado agregado a la Nunciatura de
Lisboa. Seis años después, esto es, a los treinta y cinco años, fue designado
Delegado Apostólico en Colombia, con jurisdicción añadida sobre Venezue-
la, Ecuador y Perú. Los cuatro años de permanencia en Bogotá le permitie-
ron acercarse a la realidad de las repúblicas que tenía encomendadas.
Unos trazos del trabajo eclesial desempeñado desde su regreso de
Colombia completan el perfil de Ledochowski. Humanamente distinguido y
elegante, culto y de trato exquisito, se le describe como un gran señor, inteli-
gente y a la vez conciliador8, trabajador incansable en servicio de la Iglesia.
Apenas regresado de América Ledochowski fue designado Arzobispo in
partibus de Tebas y Nuncio Apostólico en Bélgica, siendo consagrado obis-
po en Roma por el Cardenal Camilo di Pietra el 3 de noviembre 1861. El
conflicto de los católicos liberales belgas hacía de aquella nunciatura un en-
clave que exigiría un buen calado humano y doctrinal a quien se le encomen-
daban las relaciones de aquella iglesia con la Sede romana9. Aquí Ledochowski

7
Viajó acompañado de su madre, persona de cultura y relevancia, que le presentó a Gregorio XVI:
Henri Fassbender, “Intervention de Ledochowski, nonce à Bruxelles, en faveur de l’église de
Pologne (juin 1862)”, op. cit. en 5.
8
Es interesante el propio testimonio personal en una carta al canónigo Bossaert, presidente del
gran seminario de Tournai, el 9-VII-1884: “Pour mon compte, Dieu a fait mon cœur de façon
qu’il ne sait absolument pas revenir sur les torts passés, n’importe de quelle part ils viennent: j’ai
une si grande compréhension de la faiblesse humaine, probablement parce que je connais très
bien la mienne propre, que lorsque je vois un seul effort fait par qui est en faute pour en atténuer
ou réparer les suites, je suis satisfait, et je ne demande pas davantage. [...] La douceur est toute
puissante, les reproches amers enveniment les coeurs. C’est mon caractère, Mon cher Président,
et tous les jours je m’efforce à mieux le former dans ce sens; et ne vous en étonnez pas, car
comme je désire beaucoup que Dieu ne se souvienne jamais des fautes que je puis avoir commises,
je veux à mon tort ne conserver aucune souvenance de celles que mes semblables auraient pu
commettre”: en Henri Fassbender, “Intervention de Ledochowski, nonce à Bruxelles, en faveur
de l’église de Pologne (juin 1862)”, op. cit. p. 386.
9
La nunciatura de Bélgica fue restablecida en 1842 (desde 1797 no hubo titular), aunque desde
1835 hubo un internuncio: Mons. Gizzi, en Bruselas. Le sucedió Mons. Fornari, primero como
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halló los desencuentros entre los católicos tradicionalistas con los que defen-
dían abrazar la libertad socio-política, o católicos liberales, y actuó como
moderador y conciliador10. Las leyes de enseñanza fueron, entre otras, cam-
po abierto de discusiones11.
Cuatro años más tarde, en 1865, Mieczyslaw Ledochowski fue promovi-
do a Arzobispo de Gniezno y de Poznan. Regresaba así a Polonia, sometida
a Prusia, y en la que se preveían tensiones importantes sobre la Iglesia por
parte del Imperio. Durante los primeros años de su gobierno pastoral supo
mantener buenas relaciones con el káiser Guillermo. El estallido del
“kulturkampf”, esto es, la política de acoso al clero y a los fieles católicos del
Imperio llevada a cabo sistemáticamente por el canciller Bismarck12, rompió
el equilibrio. Ledochowski mantuvo una actitud abiertamente contraria a las
leyes emanadas para todo el Imperio, que, en Polonia, fueron además acom-
pañadas por la imposición de la enseñanza de la religión en lengua alemana.
El arzobispo, procesado repetidas veces, en 1873 fue invitado por el go-
bierno a presentar la dimisión; ante su negativa fue arrestado y aprisionado
en Ostrowo (en febrero de 1874). Un tribunal civil lo depuso del cargo de
arzobispo de Gniezno y Poznan, en tanto que Pío IX, en 1875, nombró car-
denal al arzobispo prisionero. Durante tres años permaneció encarcelado y al
salir de la prisión en 1876 fue expulsado de los territorios polacos. Marchó a
Roma desde donde administró su diócesis hasta 1885, fecha en que renunció
para facilitar el entendimiento entre la Santa Sede y Prusia; mantuvo contac-
to con los temas americanos13. Trabajó en la curia romana, desde 1883 en

internuncio, abril 1842, y luego como nuncio, al que siguió, de 1843 a 1846, Joaquín Pecci,
futuro papa León XIII.
10
Henri Fassbender, “Intervention de Ledochowski, nonce à Bruxelles, en faveur de l’église de
Pologne (juin 1862)”, op. cit., pp. 384-385.
11
E. de Moreau, L’Église en Belgique des origines au début du XXe siécle, L’Edition Universelle,
Bruxelles 1944, especialmente pp. 221-226, 236-237, 239-248; Georges-H Dumont, Histoire
de la Belgique, Hachette, París, 1977, pp. 397; Alois Simon consigna la presencia de Ledochowski
en las reuniones celebradas del 2 al 4-VIII-1858; del 1 al 3-VIII-1859; del 30-VII al 1-VIII-1860
y del 29 al 31-VII-1861, en donde se debatieron posiciones tradicionalistas de Ubaghs, que
renunció a su tesis de la necesidad física de la Revelación; también se trató sobre el importante
tema de la situación del claustro de la Universidad de Lovaina: Alois Simon, Réunions des
évêques de Belgique 1830-1867. Proces-Verbaux, Ed. Nauwelaerts [“Cahiers Bijdragen”, 10]
Gante, 1960, pp. 126-134.
12
Cfr. Joseph Lortz, Historia de la Iglesia en la perspectiva de la historia del pensamiento, Ed.
Cristiandad [trad. de la edc. 23 publicada en Münster, 1965], p. 430.
13
Luis Carlos Mantilla R., “Los ‘católicos intransigentes’ en la Nueva Granada a finales del siglo
XIX. El caso de don José Manuel Groot”, en Boletín de Historia y Antigüedades, vol. 90, núm.
822, 2003, pp. 621-644: incluye dos cartas inéditas de Groot dirigidas a Ledochowski en Roma
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Secretaría de Estado y a partir de 1885 en la Secretaría de Breves. En 1892


fue nombrado Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide,
donde desarrolló una abundante labor14.
El perfil de los trabajos desempeñados por el cardenal polaco pone de
relieve la calidad humana del Delegado Apostólico en Colombia y despierta
el interés hacia el informe que escribió al Secretario de Estado, cardenal
Antonelli, sobre la situación de las iglesias que había tenido a su cargo. Ela-
borado recién llegado a Roma, tras un exilio doloroso, disponía de datos
muy recientes. En su información Ledochowski describe el contexto socio-
político en que vivían las iglesias que comprendían la circunscripción de la
Delegación apostólica y, en segundo lugar, traza el panorama eclesiástico de
cada una de las iglesias. El informe fue bien recibido en Roma y se le tuvo en
cuenta para orientar los trabajos de la Iglesia en Colombia15.

Situación político-social de las repúblicas andinas


Ledochowski afirma que contra lo que podía pensarse desde Europa, los
países surgidos en la antigua América española son diversos entre sí16. Esas
naciones, unidas por la identidad de origen, por la semejanza de los aconte-
cimientos sucedidos en ellas, y por su régimen republicano, presentan “ca-
racteres particulares en su constitución política que le parecen merecedoras
de especial atención”.

y escritas en Bogotá el 16-V-1976 y 18-XI-1877. Gustavo Ocando Yamarte, “La Iglesia en


Venezuela ante el nuevo Estado”, en Historia General de la Iglesia en América Latina, vol. VII,
CEHILA, Sígueme, Salamanca, 1981, pp. 450, 447 y 449: Carta del obispo de Mérida (Venezuela)
Bosset a Ledochowski, del 7-III-1864 y del 9-VIII-1864, Carta del arzobispo de Caracas,
Méndez a Ledochowski, 8-VI-1865: en Archivio Storico della Segretaria di Stato (ASSS), América
III, p. 474.
14
Josef Metzler, “Präfekten und Sekretäre der Kongregation in Zeitalder der neueren Missionsära
(1818-1918)”, en Josef Metzler (Ed.), Sacrae Congregationis de Propaganda Fide rerum 1622-
1872, vol. III/1 1815-1972, aquí pp. 51-52; Giuseppe Piras, La Congregazione e il Collegio di
Propaganda Fide di J.B. Vives, G. Leonardi e M. de Funes, Università Gregoriana Editrice,
Roma, 1976.
15
Expediente de la minuta de la carta del Papa al Arzobispo de Bogotá, 21-VIII-1867, sobre el
Concilio provincial que iba a convocarse: la composición de los cabildos de las catedrales de la
archidiócesis se hará de acuerdo con la propuesta de Ledochowski: en ASSS, Colombia, pos. 285,
fasc. 388, f. 22v.
16
A finales del siglo XIX y en la preparación del Concilio plenario de América latina, se mantenía en
la Congregación romana de asuntos eclesiásticos extraordinarios el concepto unitario de América
Latina: Antón Pazos y Diego Picardo, El Concilio Plenario de América latina. Roma 1899,
Vervuert- Iberoamericana, Madrid, 2002, p. 52 y cita 157.
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Constata, en segundo lugar, la conciencia nacional de cada una de las


repúblicas. Por ello en el caso hipotético y muy improbable de que llegaran a
reunirse bajo un solo Estado los tres antiguos componentes de la Gran Co-
lombia, no duda de que sería por poco tiempo, pues cada nación reclamaría
su propia vida independiente.
En tercer lugar asienta que el régimen constitucional se ha consolidado en
los cuatro países. Se había logrado tras cincuenta años de independencia
vividos entre revoluciones, disensiones y ruina. De ahí que, en el momento
en que escribe su informe, las cuatro repúblicas presentaran un grave peligro
desestabilizador resultado del caudillismo revolucionario en el interior de las
cuatro Repúblicas y el imperialismo de Perú y Colombia, los Estados más
fuertes del área.
En Nueva Granada, el general Mosquera pretendía, a juicio de
Ledochowski, reconstruir la Gran Colombia bolivariana17; el Delegado des-
carta que lograse el éxito, donde el mismo Bolívar había fracasado. El Perú
del presidente Castilla18, provocó la guerra con Ecuador entre 1859 y 1860,
por el dominio del puerto de Guayaquil, bajo pretextos de límites fronterizos.
En la raíz de la desestabilización de las repúblicas americanas, al igual
que ocurría en las potencias europeas en esos años, estaba el afán de poder
de las personas y de los grupos sociales, que les llevaba a anteponer sus
intereses al bien nacional. Sobre esa base común el informe aporta la situa-
ción específica de las cuatro repúblicas en los cinco años de su mandato.

17
Es conocido que Tomás Cipriano de Mosquera (Popayán, 1798-Hacienda Coconuco, Cauca,
1878), que combatió en las guerras de la Independencia e hizo amistad con Simón Bolívar se
identificó con el proyecto bolivariano de la unidad americana.
18
Ramón Castilla y Marquesano (Tarapacá, 1797 - desierto de Tiviliche, 1867). Elegido presidente
juramentando en 1845, gobernó hasta 1851. En enero de 1855 Castilla es elegido Presidente
Provisorio. El 19 de octubre de 1856 proclama la Nueva Constitución. En Lima la Convención
fue disuelta por una insurrección (1857) y Castilla convocó a un Congreso el 24 de octubre de
1858 que lo ratifica como presidente constitucional hasta 1862. Este congreso será relevado de
sus funciones instalándose uno nuevo en 1860. El 13 de noviembre de 1860 promulgó otra
Constitución, la de mayor vigencia en la historia del Perú. Le sucede el mariscal San Román,
quien al fallecer en menos de un año de gobierno da ocasión a que Castilla permanezca en el poder
hasta el regreso de Pezet, Primer Vicepresidente. En 1864 condena la política internacional del
gobierno siendo apresado y alejado hasta las playas del Peñón de Gibraltar. En su ausencia se
produce el Combate del 2 de mayo. A su regreso es deportado a Chile por orden de Prado y desde
allí, ya septuagenario, se revela contra el derroche de la Hacienda Pública y desembarca en
Pisagua (Caleta de Tarapacá) con una pequeña escolta, siendo su propósito regresar al Perú, pero
no logra su propósito y fallece en el desierto.
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Colombia estaba gobernada a su llegada en 1857 por el partido conserva-


dor que había obtenido una neta mayoría en las elecciones de 1854. La vic-
toria de los conservadores se debió a dos innovaciones sociales introducidas
por los liberales en el poder desde 184319: el sufragio universal y secreto, y la
separación entre Estado e Iglesia. Estas medidas, pensadas para consolidar el
liberalismo, pues facilitarían el fraude electoral y acallarían la voz de la Igle-
sia neogranadina, dieron neta mayoría a los conservadores tanto en las elec-
ciones para el Parlamento, como en la elección del Presidente de la República.
Los conservadores gobernaron pocos años, pues surgieron focos de rebelión
por todo el país que fueron aglutinados por Mosquera, a quien Ledochowski
reconoce como hombre competente que impuso su fuerza y que, a su juicio,
pretendía imponerla en la Gran Colombia.
Ledochowski añade su valoración personal de los hechos: “parece in-
comprensible cómo en un país en el que reina la democracia, la libertad go-
zada por todos lleve a excesos que acaban en tiranía para los débiles y los
honestos”. No se explica cómo en una nación con libertad de palabra, de
prensa, de asociación, con libertad religiosa, el partido liberal pretenda nue-
vas medidas y lo haya logrado por medio de la fuerza.
En febrero de 1857 se aprobó en Colombia la constitución federal que
escindió la nación en ocho estados. El Delegado Apostólico contempla el
federalismo como fuente de conflictos para el país. En la Colombia federal
la autoridad central carecía de medios para mantener el orden y el respeto
de los pactos federales; de otra parte, la multiplicación de centros de poder
incrementó los posibles focos de oposición a las leyes. Ya en 1858, surgie-
ron diversos conflictos. En este clima el general Mosquera recogió el mal-
contento de la nación, y sustituyó con la fuerza el gobierno legítimo por la
dictadura.
Ledochowski apunta a la sed de poder como causa del federalismo. Una
ambición de dominio compartida en este caso por liberales y conservadores
y que les llevó a seguir el modelo de los Estados Unidos del Norte. En este
punto el Delegado Apostólico contrasta los resultados del sistema en Améri-
ca sajona y en América latina: América del Norte que creció sin ningún vín-
culo político, mediante el sistema federal se hizo una y compacta; Colombia,
crecida una y compacta, se debilitó al implantar el federalismo.

19
En 1843 se inició la primera etapa de gobierno del General Tomás C. de Mosquera que se
considera “abrió la era de las grandes reformas liberales”: Fernando Díaz Díaz, “Estado, Iglesia
y desamortización”, op. cit. en 3, p. 207.
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Sin embargo, para el Delegado Apostólico, la victoria del liberalismo ra-


dical en Colombia no era decisiva, pues en el país se hallaba un sector social
culto y preparado que podría garantizar el sistema democrático. A pesar de
que la ocupación de Bogotá, la destrucción del ejército constitucional y la
prisión de muchos de los responsables del gobierno legítimo había propor-
cionado grandes ventajas a la revolución, habían personalidades destacadas
partidarias del orden público que podrían sacar al país de los desastres sufri-
dos20. Sería necesario un hombre capaz, “enérgico, resuelto y sabio” que
pudiera colocar sobre una base diferente a la sociedad neogranadina. Y apunta
al ejemplo dado en Santo Domingo por Santana21 y a la intervención de las
potencias europeas en México22. La solución apuntada por Ledochowski, en
perspectiva esta vez europea, miraba al establecimiento transitorio de una
monarquía. La experiencia mostró que no alcanzó a consolidarse en Santo
Domingo ni en México.
En 1857 gobernaba Venezuela el dictador Monagas23, al que califica de
“sátrapa” y compara con Rosas24 en la Confederación de Argentina y, aún

20
Como tales designa a Ospina y Arboleda, ambos del partido conservador. Mariano Ospina,
presidente de 1857-1860 y Sergio Arboleda, intelectual de prestigio, profesor y rector que
haciendo balance de los cincuenta años de independencia diagnosticó que los males del país se
debían al progresivo aumento de la burocracia, al incremento de impuestos, la ausencia de
virtudes republicanas en muchos gobernantes, la explotación de los campesinos y de las “razas
inferiores”. El único remedio era la moralización del país que debería actuarse mediante una
educación cristiana, en su opinión confiada al clero. Era el preludio de la política “regeneracionista”
de Rafael Núñez que llegaría en 1880: Cfr. Fernando Díaz Díaz, “Estado, Iglesia y desamortización”,
op. cit., p. 209.
21
En 1822 el haitiano Boyer había invadido Santo Domingo, que estuvo sometida durante veintidós
años; las diferencias culturales, religiosas y políticas hicieron estallar la sublevación dominicana
encabezada por Pedro Santana, que logró independizarse de Haití. En 1861, el año que Ledochowski
escribía su informe, Santana ofreció a España, bajo Isabel II, la vuelta al dominio de Santo
Domingo; el ofrecimiento fue acogido con frialdad por Madrid que, en 1865 devolvió la
independencia a Santo Domingo, desprendiéndose de la que fuera su primera posesión en el
Nuevo Mundo.
22
Eran las gestiones que llevarían a Maximiliano de Habsburgo (Viena, 6 de julio de 1832-México,
19 de junio de 1867), Archiduque de Austria y Príncipe de Hungría y Bohemia, de ideas liberales,
como Emperador de México (1864-1867) y que acabaron de modo desastroso. Todavía había
una cierta esperanza de que mediante esta vía se lograra una cierta estabilidad.
23
José Tadeo Monagas (Maturín, 1784-Caracas, 1868), luchó por la Independencia, y fue presidente
del país de 1846 a 1851 y de 1855-1858; con su hermano José Tadeo, que ocupó la jefatura del
Estado entre 1851-1855, se habla de la implantación en Venezuela de la era del monaguismo.
24
Juan Manuel Rosas (Buenos Aires, 1793-Swathling, Reino Unido, 1877), federalista. Elegido
gobernador de Buenos Aires (1829-1832) se alió con el caudillo de La Rioja, Quiroga, para
derrocar al general unitario Paz. Reelegido en 1835, asumió la dictadura hasta 1852, cuando fue
derrotado en Monte Caseros por Justo José de Urquiza, huyendo a Inglaterra.
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más, con Francia25 que enseñoreó el Paraguay. Monagas, después de diez


años en el poder, hubo de abandonar el país a comienzos de 1858 por el
estallido federalista, que siguió la vía adoptada por Colombia en 1857. La
lucha entre los federales y el gobierno que sucedió a Monagas continuaba en
Venezuela hasta el momento del informe.
Para Ledochowski las aspiraciones de Mosquera por recomponer la Gran
Colombia bolivariana, harían posible que desde Colombia se acudiera en ayu-
da de los federalistas venezolanos, prestando armas y hombres por las fronte-
ras de Barinas y de Casanare con lo que triunfaría en Venezuela el federalismo.
Desde 1856 a 1861 gobernó Ecuador el Presidente general Robles26, pa-
cífico y de buena voluntad, que dejó el poder efectivo en el general Urbina27,
al que Ledochowski describe como “impío y corrupto”, que hizo perder a
Robles el apoyo popular. El Presidente del Perú, Castilla, que aspiraba al
puerto de Guayaquil, declaró la guerra al Ecuador. La victoria de Perú obli-
gó a Robles y a Urbina a abandonar el país. Se formaron en la República del
Ecuador tres gobiernos provisionales en las regiones importantes del país y,
entre tanto, Castilla ante el malcontento del Perú se vio obligado a regresar a
su país, tras establecer un simulacro de paz que Ecuador, una vez liberada
del ejército invasor, nunca reconoció.
En esta situación de abatimiento y crisis surgió en Ecuador la figura de
García Moreno28, al que Ledochowski considera “hombre prudente, justo y
piadoso”, y que, en su opinión, estaba impulsando con acierto la reconstruc-

25
José Gaspar Rodríguez de Francia (Asunción, 1766-Asunción, 1840), cónsul del Paragüay
(1813-1814), compartiendo el poder con Yegros. En 1814 se proclamó dictador y se mantuvo en
el poder hasta 1840, instaurando un cerrado aislacionismo del país.
26
Francisco Robles (Guayaquil, 1811-Guayaquil, 1893), fue Presidente Constitucional del 16 de
octubre de 1856 al 1 de mayo de 1859.
27
José María Urbina (Quillón, Pillaro, 1809-Tungurahua, 1891), Presidente de las cámaras Legislativas,
Diputado por el Guayas, Gobernador de Guayaquil, Encargado de los negocios del Ecuador en
Bogotá, actuó como Jefe Supremo desde el 17 de julio de 1851 al 17 de julio de 1852, elaboró la
sexta Constitución Nacional y fue presidente del Ecuador durante el período 1852-1856.
28
Gabriel García Moreno (Guayaquil, Ecuador, 1821-Quito, 1875), Doctor en jurisprudencia por
la Universidad de Quito, Rector de la Universidad Central, Alcalde de la ciudad de Quito,
Senador de la República, Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de Chile, Ministro de
Hacienda. El 10 de enero de 1861 inicia su primera etapa como Presidente de la República (1861-
1865); la segunda (1869-1875) fue interrumpida con su asesinato, el 6 de agosto de 1875,
durante una campaña desencadenada contra él tras su reelección en ese año. Durante su mandato
prosperaron las grandes obras públicas, elevó la situación económica-social del país y se reformó
la enseñanza. Su presidencia estuvo marcada por la proclamación de una Constitución
conservadora.
LUQUE ALCAIDE, E.: LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-ESTADO... 33

ción del país. García Moreno debería afrontar, sin embargo, la presión de sus
vecinos, el Perú de Castilla, que exigiría el cumplimiento del tratado de paz,
y la Colombia de Mosquera, con su política expansionista. García Moreno
que sorteó estos dos embates externos, caería al final por la oposición interna.
Para el Delegado Apostólico el Perú, por sus riquezas y por sus fuerzas
armadas, era la República de más peso entre las correspondientes a la Dele-
gación Apostólica y la segunda de América del Sur, después de Chile. El
Perú disfrutaba de unas rentas anuales de 20 millones de escudos, producto
del comercio del guano de las islas Chinchas que abastecía a los Estados
Unidos de América del Norte y a los países de Europa; a esos ingresos se
deberían sumar los derechos de aduana. Las fuerzas armadas del Perú, su
marina de guerra y el ejército de tierra, eran excesivas, a su parecer, para las
necesidades del Estado peruano.
En el plazo de unos 40 a 50 años preveía Ledochowski que se agotaría el
guano y tras ello el país iría a la deriva por la pésima administración pública.
La corrupción de los funcionarios y las inversiones para fomentar las revolu-
ciones de los países vecinos dilapidaban los ingresos. A la vez no se promo-
vían la industria y la agricultura; no había una política viaria que fomentara el
comercio de los productos agrícolas o metalúrgicos; los ciudadanos carecían
de hábitos de trabajo.
Los gobernantes del Perú, trataban con prepotencia a las repúblicas cer-
canas, fomentando en estos países la enemistad hacia el vecino poderoso.
Bolivia y Ecuador debieron interrumpir sus relaciones diplomáticas con Perú,
aunque las reanudaron después; los representantes de Inglaterra y de Chile
fueron asesinados. El General Castilla parecía haber monopolizado la presi-
dencia del país y con los recursos que disponía acallaba cualquier oposición.

Relaciones Iglesia-Estado
Las iglesias que vívían en las repúblicas surgidas en la antigua América
Española habían recibido de sus gobiernos daños similares. Y Ledochowski lo
constata en las cuatro iglesias de las que informa: tres de ellas en régimen de
patronato republicano, la de Colombia en régimen de separación Iglesia-Estado.
Además, los obispos de esas iglesias, dotados de amplísimas facultades
derivadas de la praxis colonial, especialmente en el tema del matrimonio,
permitían abusos por su desconocimiento de las leyes eclesiásticas29.

29
Las facultades amplias de los obispos americanos eran complejas; de hecho este tema preocupaba
en Roma. Diez años antes del informe de Ledochowski, el 24 de marzo de 1851, la Congregación
34 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 828 – MARZO 2005

En los cuatro países de la Delegación Apostólica el pueblo conserva-


ba la fe católica y, en opinión de Ledochowski, el ecuatoriano era el que
tenía una religiosidad más acendrada.
Para recuperar unas iglesias tan golpeadas y ayudar a los prelados en
su labor, sugería Ledochowski que la Santa Sede nombrase Delegados
Apostólicos en cada una de las Repúblicas, que pudieran atender de cer-
ca esos cometidos. Aconsejaba también reducir los privilegios de los pre-
lados americanos equiparándolos, poco a poco, a la situación de los
obispos de Europa.

Iglesias bajo el Patronato republicano


En las tres Repúblicas en que el gobierno actuaba en régimen patronalista
la Iglesia sufría el peso del control e intervención estatal en sus asuntos. El
concordato con la Santa Sede que se había intentado como solución no le
parecía posible en Venezuela ni en Perú.
El gobierno de Venezuela era el más reacio a establecer relaciones con
Roma30. Aunque la Constitución de 1859 contemplaba la firma por el ejecu-
tivo de un concordato con la Santa Sede, ninguno de los gobiernos que se
habían sucedido lo pusieron en marcha; opina que no se alcanzará a firmar.
Los hechos le dieron la razón: aunque lo gestionó en Roma el arzobispo
Silvestre Guevara y Lira, y lo firmó el presidente Páez en 1862, un año
después del informe del Delegado Apostólico, no obtuvo la aprobación del
Congreso venezolano que se negó a reconocer la plena jurisdicción del Papa
en materia eclesiástica31. En Perú no le parecía fácil cambiar el sistema patro-
nal, a no ser que hubiera un cambio de gobierno.
Ecuador era la única república que parecía con posibilidades de firmar un
concordato. El nuevo presidente García Moreno, buen intelectual, político

de Asuntos eclesiásticos extraordinarios solicitaba de De Propaganda Fide noticias sobre algunas


facultades de los prelados de América: Félix Zubillaga, “La Sagrada Congregación De Propaganda
Fide y la América española del Ochocientos”, en Josef Metzler (ed.), Sacrae Congregationis de
Propaganda Fide rerum 1622-1872, op. cit. en 14, aquí p. 607, texto y notas 10 y 11.
30
Informaba que había sido el único de los comprendidos en la Delegación Apostólica que no
contestó a su escrito, dando cuenta de su toma de posesión como Delegado. A pesar de ello desde
Bogotá había podido enviar al clero venezolano, sin dificultad, los pocos escritos que les había
dirigido como Delegado Apostólico.
31
Eduardo Cárdenas, América latina: la Iglesia en el siglo liberal, Centro editorial javeriano
(Colección pasado en presente, 4), Bogotá, 1996, dedica un apartado a los intentos de concordato
en América Latina, pp. 87-90.
LUQUE ALCAIDE, E.: LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-ESTADO... 35

de temple y católico coherente, parecía en condiciones de llegar al acuerdo


con la Sede romana. Por ello aconseja vivamente el envío de un Delegado
Apostólico a Quito, donde García Moreno lo recibiría con apertura32.
Informaba de los daños que el sistema patronal había supuesto para la
Iglesia, especialmente en detrimento de la calidad del clero. En Venezuela,
suprimidos los diezmos, el patronato republicano no se hacía cargo de la
subsistencia de los eclesiásticos, que se encontraban en la miseria y en estado
deplorable. El gobierno del Perú había suprimido los diezmos en 1860, el
año anterior a su salida de Bogotá. Esta situación era preocupante, teniendo
en cuenta la crisis previsible de la economía cuando se agotase el guano.
Además crecía de día en día la tendencia liberal de acaparar las posesiones
que la Iglesia dispone. Le parecía muy difícil parar este proceso de deterioro
económico eclesial en el Perú que estaba favorecido, además, por una pési-
ma administración y malversación de los bienes eclesiásticos, sobre todo de
los que poseían las corporaciones religiosas.
El clero peruano, aunque en muchos casos estaba necesitado de reforma,
disponía de eclesiásticos bien preparados y dotados de virtudes sacerdotales.
Hasta tal punto que, en su opinión, era el de más valía de su Delegación33.
En Ecuador la corrupción del clero era muy fuerte y había una incesante
labor de las logias masónicas.
Para mejorar la situación de la Iglesia en Venezuela sugería Ledochowski
enviar un Delegado Apostólico especial que ayudase a los obispos a una
legal y pacífica reivindicación de los derechos que les habían sido usurpa-
dos, al tiempo que les estimularan y corrigieran con mansedumbre los abu-
sos que se dieran. El Delegado debería ir provisto de facultades
extraordinarias para atender las necesidades espirituales de los fieles. Des-
aconsejaba multiplicar las diócesis en el país, pues no se disponía de me-
dios, como había demostrado el intento de erección de las de Barquisimeto
y Colabozo, que aún seguían sin llevarse a efecto. Precisamente el poner
en marcha ese proyecto ya aprobado sería un buen modo de enviar un
Delegado extraordinario.

32
De hecho los siguientes Delegados apostólicos de Colombia, Francesco Tavani (1861-1869),
Serafín Vannutelli (1869-1877) y Mario Mocenni (1877-1882), tuvieron su sede en Quito y,
desde allí atendieron los asuntos eclesiales de Colombia.
33
Después de los chilenos, fueron los peruanos los que más intervinieron en las sesiones del
Concilio Vaticano I: Cfr. Elisa Luque Alcaide, “Conciliares de los estados latinoamericanos en el
Vaticano I y la Pastor Aeternus”, en Walter Brandmüller & Johannes Grohe, I Pâdri della Chiesa
e le scuole teologiche nei Concili, Ferdinand Shöning, Padeborn, 2004, pp. 511-539.
36 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 828 – MARZO 2005

Para renovar la Iglesia en el Perú la Santa Sede debería ayudar a la forma-


ción del clero, apoyándose en los mejores existentes, y evitar la influencia de
la escuela formada por Vigil en el país34.

Colombia, una Iglesia en régimen de separación


Colombia vivía en régimen de separación Iglesia-Estado. La novedad del
sistema y la cercanía con que el Delegado Apostólico había vivido los he-
chos desde Bogotá contribuyeron sin duda a que el informe sobre la Iglesia
neogranadina fuese más amplio y preciso que el de las restantes iglesias. La
separación de la Iglesia del Estado y la intervención del clero en la vida
pública35 eran dos temas de especial incidencia en la Iglesia neogranadina36 que
exigirían una prudente atención por parte del Delegado que fuere enviado a
la República.
Es en este momento en el que Ledochowski opta a favor del régimen de
separación Iglesia-Estado que regía en Colombia, desde 1853, y que había
acabado en Colombia con la injerencia estatal sobre la Iglesia. Establecido
por el gobierno liberal de José María Obando, para expresar la aconfe-
sionalidad del Estado, fue acogida pasivamente por el episcopado colombia-
no y tolerada por la Santa Sede, aunque ésta última, por medio de su
representante, había publicado una nota de protesta.
En su informe el Delegado apostólico afirma que la separación había sido
tan beneficiosa para la labor espiritual de la Iglesia que los mismos liberales
que la promovieron en pro de la aconfesionalidad del Estado deseaban anu-
larla. En efecto, la separación de uno y otro ámbito, al acabar con el patrona-
to republicano, suprimió una injerencia estatal abusiva sobre las iglesias. Antes

34
Francisco de Paula Vigil (Tacna, 1792-Lima, 1875), ordenado sacerdote en 1818, fue diputado
por Arica (1826-1827). Liberal, desterrado a Chile por oponerse a los intentos hegemónicos de
Simón Bolívar, en Marcelino Cuesta Alonso, “Las relaciones Iglesia-Estado en la polémica entre
Pedro Gual Pujadas y Francisco de Paula González Vigil”, Anuario de Historia de la Iglesia,
Pamplona, 9, 2002,. pp. 435-443.
35
Cfr. Elisa Luque Alcaide, “Debate sobre la intervención del clero en la vida pública colombiana
(1873-1875)”, en Boletín de Historia y Antigüedades, Santafé de Bogotá, vol. 90, núm. 820,
2003, pp. 99-124.
36
Añadía que no informaba sobre los diezmos, por haberlo hecho en otras ocasiones y recogerse
en los puntos que debería tratar el Concilio Provincial de Bogotá que se convocase en cuanto
fuera posible. La situación del país en el momento en que escribe no permitía avanzar propuestas
de acuerdo. El concordato con Roma sólo llegaría en 1887 bajo el gobierno de Rafael Núñez:
Rosa Mª Martínez de Codes, La Iglesia católica en la América independiente. Siglo XIX, op. cit.
en 2, pp. 205-206.
LUQUE ALCAIDE, E.: LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-ESTADO... 37

de la separación el Estado colombiano, amparándose en los pretendidos de-


rechos del patronato, había interferido en la jurisdicción eclesial y había de-
cidido incluso en materia de culto. El régimen de separación había cortado
también la apropiación de los diezmos eclesiásticos por el Estado. En su
opinión, como señalamos al comienzo, la Iglesia colombiana mediante la
separación del Estado gozó de plena libertad en su labor pastoral y recuperó
la conexión sin trabas con el Papa.
Este parecer del Delegado Apostólico aportaba a Roma un nuevo dato de
experiencia a lo que ya había percibido del anterior Delegado Apostólico
Mons. Barili37, tras la ley de separación de 1853. Así se deduce de las Ins-
trucciones que la Secretaría de Asuntos eclesiásticos extraordinarios había
transmitido a Mieczyalaw Ledochowski en noviembre de 1856, antes de
que el Delegado entrante emprendiera su viaje a Colombia para hacerse car-
go de la tarea que se le había encomendado38.
En el resumen que precedía a las instrucciones a Ledochowski se afirma
que su antecesor en Colombia, Mons. Barili, había informado a Roma del
deseo manifestado por el gobierno neogranadino de reanudar las relaciones
con la Santa Sede, eliminando el régimen de separación Iglesia-Estado. La
Secretaría de Estado vaticana había respondido que debería alabar la deci-
sión gubernativa, aclarando que era un tema que exigía estudio conjunto con
la Santa Sede que ya delimitaba unas condiciones previas al acuerdo.
La Iglesia colombiana debería recibir del Estado muestras de satisfacción
por los ultrajes recibidos. Además, previamente a iniciar las conversaciones
con Roma, el gobierno neogranadino debería anular solemnemente la ley
que prohibía toda relación oficial con el Papa. Por último, el gobierno co-
lombiano debería reconocer “la libertad e independencia de la Iglesia, [de]

37
Lorenzo Barili (Ancona, 1801-Roma, 1875) fue Delegado Apostólico en Colombia de 1851 a
1857. Durante su mandato tras la guerra civil hubo de reclamar con el arzobispo Mosquera las
leyes del gobierno liberal por las medidas del nombramiento de párrocos por los cabildos
municipales; en Venezuela detectó con perspicacia la presión de Monagas; el 1-XI-1857 fue
consagrado en Ancona Arzobispo in partibus de Tiana por el Cardenal Brunelli y nombrado
Nuncio de España el 13-XI- 1857. Creado cardenal el 13-III- 1868; fue promovido el 6-IX-
1872, Prefecto de Indulgencias y reliquias de la curia romana. Cfr., Gustavo Ocando Yamarte,
“La Iglesia en Venezuela ante el nuevo Estado”, op. cit. en 13, pp. 428-429.
38
ASSS, pos. 179, fasc. 354, ff. 88r-89r: Delegazione Apostolica della Nuova Granata: resumen de
los cuatro puntos de interés en poner en conocimiento del Delegado Apostólico; ff. 90r-95r:
Particolare istruzione per Mgr. Ledochowski, Delegato Apostólico nella Nuova Granata in aggiunta
alle istruzioni generali di Mgr. Barili, le quali restano pur confermate, Segreteria di Stato, 12-XI-
1856; Fogli in cui il S. Padre ha fatto alcune correzioni: 1856: ibid., ff. 100r-103v.
38 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 828 – MARZO 2005

los derechos que por divina institución le competen”, y suprimir “las leyes
que lesionan estos derechos”39.
La visión romana de la separación Iglesia-Estado, en el contexto del
iuspublicismo generalizado en el momento que nos ocupa40, está expresada
en las Instrucciones a Ledochowski. La ley de separación es calificada como
“cismática” y se la describe como “grave injuria a la Iglesia y al Papa”. Es
más, habría sido motivo para la salida inmediata del representante pontificio
en la Nueva Granada. Sin embargo, Roma considerando las necesidades
espirituales de los fieles, determinó que Mons. Barili cesase como Enviado
extraordinario ante el gobierno y permaneciera en Bogotá sólo como Dele-
gado Apostólico.
Ahora bien, a pesar de la posición expresada, Roma reconoce en las Ins-
trucciones a Ledochowski que el resultado de esta decisión había sido muy
provechoso. En efecto, Barili gozó de plena libertad en el ejercicio de su
delegación para atender las necesidades de las iglesias y se pudo proveer con
libertad las sedes episcopales del país. Es decir, en 1856, ya en Roma se tenía
una cierta experiencia positiva del régimen de separación con el Estado. De
otra parte, las instrucciones romanas al nuevo Delegado ponían de relieve
que la Iglesia en Nueva Granada había conservado la fe inmune a toda here-
jía y mantenía firme la unidad con Roma; esto es, tenía una madurez cristiana
capaz de sostener una Iglesia que no recibía la ayuda del Estado.
En resumen, Roma en 1856 veía como meta deseable para Colombia el
restablecimiento de las relaciones entre ambas potestades. Pero, el gobierno,
añadía el escrito de 1856, persistía en mantener el falso sendero de la separa-
ción y no se tenían noticias ciertas de que quisiera cambiarlo. Era cierto que
Mons. Barili había escrito alguna vez que los gobernantes de Colombia le
habían expresado el deseo de ver reunido el Estado y la Iglesia, pero lo de-
claraban con poca firmeza y tal vez con el deseo de que la Santa Sede diera
el primer paso de acercamiento para después rechazarlo el gobierno. Barili
no se empeñó en el tema: había alabado el gesto, pero se excusó porque no
tenía instrucciones al efecto. Ledochowski debería seguir esa misma con-
ducta: lejos de oponerse, la alabará y añadirá que referiría a la Santa Sede
para conocer las condiciones que deberían señalarse para la reunión espera-
da. Se le hace hincapié al Delegado para que informe sobre qué temas estaría

39
ASSS,pos. 179, fasc. 354, f. 88r.
40
Una visión sintética del proceso de cambio del iuspublicismo imperante antes del Vaticano II, en
Carlos Soler, Iglesia y Estado. La incidencia del Concilio Vaticano II sobre el derecho Público
Eclesiástico, EUNSA, Pamplona, 1993, con una seleccionada bibliografía.
LUQUE ALCAIDE, E.: LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-ESTADO... 39

dispuesto el gobierno neogranadino a resarcir los daños causados a la Iglesia


del país.
Como se ve, la actuación que se aconseja a Ledochowski en las instruc-
ciones que recibe de Roma al emprender su viaje a Bogotá es la de hacer
posible la vuelta a las relaciones, con la doble condición de resarcir al menos
en parte los daños ocasionados a la Iglesia y de garantizar la libertad eclesial
en el ejercicio de su propio ámbito.
Cinco años después, la experiencia vivida en Colombia, llevaba a
Ledochowski a optar por la no confesionalidad del Estado colombiano y por
el régimen de separación como la mejor garantía de libertad para la Iglesia
colombiana. Es interesante este dato expresado por un representante de la
Santa Sede en 1861.
El Delegado daba a conocer la actuación que personalmente había segui-
do en este punto: al plantearle los gobernantes colombianos la posibilidad de
volver a establecer la relación Iglesia-Estado, su respuesta había sido que
Roma no rechazaría esa proposición, pero que habría que estudiar las condi-
ciones. Al mismo tiempo, orientó a las autoridades eclesiásticas y a los laicos
de mayor prestigio sobre la necesidad de conservar la separación vigente.
La intervención del clero en la vida pública era a juicio del Delegado el
segundo tema de vital interés en Colombia. Apuntaba en su informe dos
peligros: la exclusión del sacerdote de toda actuación pública, pretendida por
los radicales, negándole sus derechos de ciudadano, y la tendencia del pue-
blo que confiaba en los sacerdotes las decisiones que había de tomar en el
ámbito político, tanto en las elecciones, como ante las revoluciones.
En su actuación como Delegado rechazó los errores de la primera tenden-
cia y corrigió los abusos de la segunda. En sus conversaciones con párrocos
y eclesiásticos les animó a no ceder sus derechos de ciudadanía, vigilar por
los intereses de la Iglesia y promover la moral del pueblo, concurriendo de
modo lícito a la elección de magistrados dignos y religiosos y a la formación
de buenas leyes.
En cuanto a la disciplina eclesiástica en Colombia informaba que los obis-
pos, gracias a la libertad que lograron con la separación Iglesia-Estado, pu-
dieron trabajar en esa dirección, pero la falta de preparación teológica y
canónica de los prelados hizo que hubiera escasos resultados. El clero infe-
rior estaba necesitado de reforma. En la diócesis de Pamplona no se disponía
de clero preparado; en las de Cartagena, Santa Marta o Panamá el clero ado-
lecía en su nivel moral; otras diócesis tenían sacerdotes valiosos pero escasos
en número para las necesidades reales.
40 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 828 – MARZO 2005

La Santa Sede debería prestar la máxima atención a impulsar la calidad


del clero secular en Nueva Granada. Para ello sugiere que el Papa envíase un
representante, en cuanto fuese posible, que estimulara y aconsejase a los
obispos en todo lo que beneficiara los intereses religiosos de la República
neogranadina, como también de las otras repúblicas de la América hispana.
Como segunda medida Ledochowski sugiere llevar adelante el Colegio Pío-
Latinoamericano, fundado por Pío IX tres años antes de su informe, en 1858,
ya que en él “se formarán los futuros obispos, los profesores y los sacerdotes
de América, llamados a introducir las máximas, los métodos y las enseñan-
zas que en Roma habrán recibido y que sin ese medio no se podrían obtener
a pesar de los esfuerzos y de las buenas intenciones de los prelados”41.
Otro objetivo eclesial era, en su opinión, la reforma del clero regular en
Colombia que, aunque no muy numeroso, podría multiplicarse pues no esca-
seaban ni las vocaciones ni los medios para mantenerlas. Los regulares co-
lombianos estaban en mejor situación y disposiciones que los del Ecuador y
del Perú: recientemente habían expresado querer acoger la reforma. Conven-
dría sostener ese empeño con una visita apostólica. Para facilitarla, los supe-
riores de cada Orden religiosa deberían escribir a los suyos impulsándoles a
acoger las orientaciones del visitador enviado. Era un proyecto cara al futu-
ro, pues por las últimas noticias que había recibido de Colombia parecía que
la revolución se proponía acabar con los regulares y que los jesuitas habían
sido ya expulsados del país.
Deberían promoverse las misiones de los indígenas, pues aún había bas-
tantes tribus a las que no había llegado el Evangelio y otras, evangelizadas
en la época colonial, que lo habían abandonado. En 1858 el Papa había
enviado a varios redentoristas para evangelizar la zona de Casanare y a sa-
cerdotes seculares españoles para la región de San Martín42. La revolución
había acabado con las dos misiones incipientes. El Delegado daba cuenta de

41
Ledochowski, que había recibido a José Ignacio Eyzaguirre (1824-1875), presbítero chileno,
famoso orador, teólogo y senador de la república en 1854, viajó por los países americanos y
propuso a la Sede romana la erección de un seminario en Roma para formar a futuros sacerdotes
de América latina; sería el Colegio Pío Latinoamericano que se inició bajo su dirección en 1854.
Ledochowski muestra conocer bien el proyecto.
42
Ledochowski había informado desde Bogotá, el 16 de mayo de 1860, sobre las nuevas misiones
a Propaganda Fide: pedía dos patentes en blanco para nuevos misioneros. El 15 de febrero de
1861 agradecía las dos patentes enviadas; el 19 de marzo de 1861 informaba del trabajo de los
misioneros redentoristas en Casanare: Félix Zubillaga, “La Sagrada Congregación de Propaganda
Fide y la América española del Ochocientos”, en Josef Metzler (Ed.), Sacrae Congregationis de
Propaganda Fide rerum 1622-1872, vol. III /1, 1815-1972, aquí p.629, texto y citas 260-262.
LUQUE ALCAIDE, E.: LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-ESTADO... 41

la situación de los fondos de las misiones43 y recomendaba que, al cesar las


circunstancias conflictivas, pasaran de nuevo a los redentoristas que habían
iniciado allá una buena labor44.

Consideraciones conclusivas
Cuatro años de permanencia en la América sureña, habían permitido al
polaco Mieczyslaw Ledochowski adquirir una visión realista y perspicaz de
la situación sociopolítica y eclesial de los países que como Delegado Apos-
tólico le habían sido encomendadas.
Las cuatro repúblicas, diversas entre sí, se habían consolidado como nacio-
nes bajo un régimen constitucional. Frente a la opinión más común en Europa
de la homogeneidad de las naciones surgidas en la antigua América hispana, el
Delegado Apostólico había constatado la propia identidad de cada una de ellas
y lo daba a conocer a la Sede romana que, de este modo, poseía ya en 1861
este dato de primera mano a treinta años vista del Plenario Latinoamericano, a
pesar de que la historiografía sostiene con frecuencia lo contrario45.
El asentamiento de las cuatro repúblicas se había ido realizando en medio
de una lucha por el poder que desestabilizaba el orden constitucional en perío-
dos más o menos largos: en Colombia se disponía de mayores etapas de orden,
en Venezuela el conflicto era incesante. La crisis del guano en el Perú tras una
abundancia desaprovechada se presentaba amenazadora. En Colombia, don-
de en el momento en que escribía imperaba el conflicto, detectaba síntomas de
recuperación: “el pueblo es trabajador y constante y la sociedad cuenta con
políticos preparados y de buenas ideas que podrán dar la vuelta al país”. En
Ecuador la figura de García Moreno ofrecía esperanzas de orden y paz.
En esa situación crítica vivían unas iglesias con unos fieles enraizados en
la fe cristiana y con una piedad acendrada, dimensión que destacaba en el

43
El gobierno federal había ofrecido 4.000 pesos fuertes que no hizo efectivo; el Delegado Apostólico
obtuvo un depósito en valores públicos que depositó con otros dos documentos relativos a los
fondos de misiones a la tutela del Barón de Goury, ministro de Francia en Bogotá, para que los
devuelva al próximo Delegado Apostólico que vaya acreditado a Bogotá: Relazione del Delegato
Apostolico di Bogotá, op. cit. en 6, f. 14r-v.
44
Dos de los tres redentoristas fallecieron antes de la Revolución. Ledochowski se disponía a pedir
el envío de nuevos religiosos cuando ocurrió su expulsión y se llevó al tercero consigo a Europa.
De los sacerdotes españoles de San Martín se ha tenido noticias de que ante las revueltas se
adentraron en el desierto y se ha perdido su pista: Relazione del Delegato Apostolico di Bogotá,
op. cit. en 6, f. 14r.
45
Antón Pazos & Diego Picardo, El Concilio Plenario de América latina. Roma 1899, Vervuert-
Iberoamericana, Madrid, 2002.
42 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 828 – MARZO 2005

pueblo ecuatoriano. La Iglesia seguiría presente en el área. Por ello el Dele-


gado Apostólico se plantea qué fórmula era aconsejable para una Iglesia que
vivía en Estados en periódico conflicto y optó por la separación que la
independiza de partidos y grupos fluctuantes. Había constatado en Colom-
bia resultados eficaces de este régimen, tanto bajo gobiernos liberales, como
con los conservadores.
La opción de Ledochowski, por la separación de la Iglesia-Estado para
Colombia, venía dada por una finalidad pastoral y estaba contextualizada en
las circunstancias de la Iglesia en la América sureña. Se proponía alcanzar la
libertad de una Iglesia sometida por el proteccionismo del Estado.
No se percibe en la decisión del Delegado Apostólico de Colombia un
desarrollo más específicamente doctrinal en línea con el catolicismo liberal
presente en Europa. Su estancia en Bélgica le pondría, poco después de es-
cribir su informe, en contacto directo con el catolicismo liberal y con el tradi-
cionalismo. El nuncio mantuvo una postura conciliadora entre ambos grupos,
manifestando en todo momento su personalidad equilibrada y abierta46. La
posición de Ledochowski estaría en línea con la que a finales de la década
siguiente, en 1879, sostendría León XIII al escribir a los católicos belgas reco-
nociendo los beneficios de la Constitución liberal que regía en su país47, y
que llevaría también al papa Pecci a sostener de un modo más solemne la
libertad de los católicos latinoamericanos frente a los regímenes políticos en
el Concilio Plenario Latinoamericano de 189948.
Acerca de los medios para impulsar la mejor situación de la Iglesia en los
países de la Delegación de Colombia, el informe señala dos de indiscutible
peso. Ante todo, la presencia en cada una de las Iglesias latinoamericanas de

46
Su acción en el Congreso de Malinas de 1863, logró aplacar la discordia de los conservadores
belgas frente a las afirmaciones sostenidas por Montalembert: Carta de Ledochowski al Secretario
de Estado, Cardenal Antonelli, 19-I-1864: en Henri Fassbender, “Intervention de Ledochowski,
nonce à Bruxelles, en faveur de l’église de Pologne (juin 1862)”, op. cit. en 5, p. 396, nota 47.
47
“Les œuvres des hommes ne sont pas parfaites; le mal se trouve à côté du bien, l’erreur à côté de
la vérité. Il en est ainsi de la Constitution belge. Elle consacre quelques principes que je ne saurais
approuver comme pape; mais la situation du catholicisme en Belgique, après une expérience d’un
demi-siècle, démontre que, dans l’état actuel de la société moderne, le système de la liberté établi
dans ce pays est le plus favorable à l’Église. Les catholiques belges doivent donc non seulement
s’abstenir d’attaquer la Constitution, mais ils doivent la défendre”: el Papa escribía a los belgas
en marzo de 1879 cuando se iban a cumplir los cincuenta años de la Constitución: E. de Moreau,
L’Église en Belgique, op. cit. en 11, p. 247.
48
Concilio Plenario Latinoamericano de 1899, tit. I, cap. X, art. 81: Cfr. Elisa Luque Alcaide,
“Conciliares de los estados latinoamericanos en el Vaticano I y la Pastor Aeternus”, op. cit. en 33.
LUQUE ALCAIDE, E.: LIBERTAD ECLESIAL Y SEPARACIÓN IGLESIA-ESTADO... 43

un Delegado Apostólico que orientase y ayudase a los prelados en las encru-


cijadas variadas y difíciles que en cada momento se presentasen.
Junto a ello trabajar por la formación de un clero selecto. Roma debería
impulsarla apoyándose en los elementos valiosos locales (es el caso que ve
en Perú) y llevando adelante el recién iniciado Colegio Pío-Latinoamericano
del que saldrían los futuros formadores de sacerdotes y los prelados de las
diócesis americanas.
El dictamen que Ledochowski traza sobre las Iglesias de la Delegación es
certero, con alguna limitación. Así, en relación con el clero local en Colom-
bia hubo elementos muy valiosos que no supo descubrir, como Vicente
Arbeláez, Bernardo Herrera, y tantos otros que supieron sostener la fidelidad
en tiempos duros de prueba y sufrir ultrajes por sus Iglesias.
Los medios de recuperación previstos por el Delegado Apostólico serían
objeto de la acción de Roma en las décadas siguientes y se mostraron efica-
ces. La Sede romana sostuvo la presencia de sus delegados en las Repúbli-
cas en la medida en que los gobiernos estatales lo permitieron.
León XIII en 1897 concretó los privilegios de la Iglesia en América Latina,
en su Carta Apostólica Trans Oceanum49.
Por último, la Sede romana impulsó con vigor el desarrollo del Colegio
Pío-Latinoamericano que incidió notablemente en la recuperación de las igle-
sias de América Latina. Desde 1858 en el colegio Pío-Latinoamericano se
formaron seminaristas enviados por las diócesis americanas50.

49
León XIII, Carta apostólica Trans Oceanum, 18-IV-1897, en Leo XIII Pontificis Maximi Acta,
Akademische Druck, Graz 1971, vol. XVII, pp. 100-107
50
Luis Médina Asensio, Historia del Colegio Pio Latino Americano (Roma, 1858-1978), Jus,
México 1979. En la primera promoción de alumnos hubo cinco neogranadinos; el grupo más
numeroso fue de los argentinos, con algunos ecuatorianos y peruanos; de México se incorporó
por azar en 1860 Ignacio Montes de Oca; diez años después, en 1870, llegaron los cuatro
siguientes desde Michoacán a petición del arzobispo de México, Pelagio Labastida y Dávalos,
que se encontraba exiliado en Roma: Cfr. Laura O’Dogherty, “El ascenso de una jerarquía eclesial
intransigente, 1890-1914”, en Manuel Ramos Medina (comp.), Historia de la Iglesia en el siglo
XIX, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, UAM-Iztapalapa, Condumex,
México, 1998, pp. 180-198.

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