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REFLEXIÓN

Utopía (1516), obra de Tomás Moro –que de hecho, bautiza al concepto tan
utilizado en teoría política–, es la viva expresión del humanismo secularizado propio
del Renacimiento. En este libro se nos describe un fantástico escenario de una isla
lejana donde la sociedad se ha perfeccionado hasta alcanzar la armonía; en dicha
isla, todos sus habitantes han alcanzado la felicidad por medio de la organización, es
un país en el que no existe nada privado, todo es común y por lo que nadie teme
carecer de nada. Sus habitantes son ricos, aunque nada posean. En resumen, el bien
público está por encima del particular.

Se inserta así en la larga tradición de ciudades y países ideales que, desde


Platón y San Agustín hasta Campanella, Bacon y Fourier, constituyen un tema
recurrente de todo el pensamiento político occidental.

Pero esta obra no es sólo una mera apología de ese Estado óptimo de la
organización social, ya que como contrapartida de esta descripción de la república
ideal surge también una solapada advertencia acerca de los límites de aplicabilidad
del modelo descrito.

Utopía es una crítica al orden social establecido en la Europa de la época, una


alternativa al mismo.

El libro consta de dos partes. La primera es un diálogo que describe todo lo


relacionado con temas de filosofía, economía, política, derechos civiles en la
Inglaterra de los siglos XV y XVI. La segunda, por otra parte, es la narración que
uno de los personajes realiza de la isla de Utopía.

Tomás Moro ha imaginado una comunidad ficticia cuya base son los ideales
filosóficos y políticos del mundo clásico y el cristianismo (en boca de Raphael
Hitlodeo).

No sólo organiza esa ficticia sociedad de manera “política”, sino que también
nos explica con todo lujo de detalles cómo funciona su religión, en qué consiste

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cómo acceder a sus cargos, además, también nos cuenta cómo se relacionan los
habitantes de la isla no sólo entre ellos, sino de cara al exterior. Incluso comenta
cómo se organizan las familias (hasta para comer), qué mentalidad en relación a la
guerra tienen los utopienses, etcétera.

En definitiva, no me gusta su idea, creo que es inaplicable. Tanto esta, como


el resto de ciudades imaginarias perfectas siempre me ha parecido que te hacen
esperar demasiado de la gente. Sin entrar en valoraciones de si las personas son
buenas o son malas, todas esas ciudades con ese orden perfecto, esa simetría de
origami, son imposibles por el simple hecho de que los seres humanos no somos
robots. No nos pueden programar, cómo parece que estén los habitantes de Utopía.
Muchas veces actuamos movidos por pasiones, o simplemente, de manera irracional,
algo que no prevé este autor.

Al mismo tiempo, también me parece que todas estas formas de organización


colectivista acaban mermando la libertad del individuo. De alguna manera, estar
obligado sí o también a cenar con otras familias, a tener que ir a vivir al campo (o a
la ciudad) en algún momento de tu vida, me parecen formas de recortar la libertad de
los ciudadanos. Además, estas sociedades dejan de lado algo muy importante, y es el
derecho a la disidencia, siendo muy complicado salirte de lo establecido o desviarte
de la norma.

CONTEXTO HISTÓRICO

Thomas More, conocido más comúnmente por las castellanización de su


nombre, Tomás Moro (Londres, 7 de febrero de 1478-Londres, 6 de julio de 1535)
fue un pensador, teólogo, político, humanista y escritor inglés, que fue además
poeta, traductor, lord canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios
civiles y abogado. Su obra más famosa es Utopía, donde busca relatar la
organización de una sociedad ideal, asentada en una nación en forma de isla del
mismo nombre. Además, Moro fue un importante detractor de la Reforma.

En 1535 fue enjuiciado por orden del rey Enrique VIII, acusado de alta
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traición por no prestar el juramento antipapista frente al surgimiento de la
Iglesia anglicana, oponerse al divorcio con la reina Catalina de Aragón y no aceptar
el Acta de Supremacía, que declaraba al rey como cabeza de esta nueva Iglesia. Fue
declarado culpable y recibió condena de muerte. Permaneció en prisión en la Torre
de Londres hasta ser decapitado el 6 de julio de ese mismo año. Moro fue
beatificado en 1886 y canonizado en 1935, junto con Juan Fisher, por la Iglesia
católica, que lo considera un santo y mártir. Por su parte, la Iglesia anglicana lo
considera un mártir de la Reforma protestante, incluyéndolo, en 1980, en su lista de
santos y héroes cristianos.

La situación histórica de Inglaterra y de Europa en la época de fines de los


años cuatrocientos y principios de los quinientos está estrictamente relacionada con
la creación literaria de Tomás Moro, es más, la obra de Moro es una consecuencia
del período histórico que él vivió. A mi parecer el autor de Utopía fue, en cierta
forma, una herramienta a través de la cual una cultura pudo satisfacer su necesidad
de expresión (como ya hemos dicho, Utopía es una fuerte crítica a la sociedad de su
época, una sátira de la misma como explicaremos más adelante, una sociedad
absolutista en la que se llega a cambiar la religión oficial por mero capricho del rey).

Lo anterior se fundamenta en que no hubiera sido posible que Tomás Moro


sintiera, en un momento determinado, la inspiración literaria para crear una obra
como Utopía si él no hubiese estado en la posición tanto social y cultural como
política y económica en las que estuvo en ese momento. Lo digo recordando que en
aquella época Moro, siendo un hombre culto y letrado, desempeñaba importantes
labores diplomáticas al servicio de Enrique VIII, quién en aquel momento fuera su
amigo (inicialmente, Enrique VIII buscó la amistad de Tomas Moro admirado por su
capacidad intelectual, requiriéndole a menudo para mantener conversaciones
filosóficas).

En esa misma época surge la forma económica conocida como


mercantilismo. El sistema feudal se va resquebrajando y perdiendo hegemonía. Esta
época de cambio está marcada por un importante aumento de problemas sociales:
robos, desempleo y despojos de tierras por parte de señores feudales. A muchos de
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estos señores perder sus tierras, sus sirvientes se van arrastrados al hurto o a
mendigar, desconociendo cualquier otra ocupación que no sea la servidumbre. En
definitiva, se trata de una época con problema ocasionados por la transición hacia un
mundo más dinámico.

Es importante destacar que de esta cultura Tomás Moro enfatizó en lo malo.


Se puede decir que, ciertamente, Utopía es una crítica satírica a la organización
político-social de la Europa de la época.

Es una crítica simplemente porque cuando describe la república ideal está


describiendo una nación de características diametralmente opuestas a las de su
propia nación. Cuando Moro habla en su libro del absurdo del gran valor que llegan
a adquirir los metales como el oro fuera de Utopía, él está, en el fondo, refiriéndose
a su propio reino y a los otros reinos europeos que, en ese sentido no se diferencian
de Inglaterra.

Al efectuar una comparación entre Inglaterra y Utopía podemos observar que


si en Inglaterra todos buscan el enriquecimiento y la satisfacción personal, en Utopía
los intereses de los individuos se encuentran subordinados a los de una sociedad
como conjunto.

Si en la Inglaterra del siglo XVI los hombres más poderosos y adinerados son
los que menos trabajan, en la república de Utopía todos los individuos deben
desempeñar un trabajo que le sea útil a la comunidad.

Si el dinero y la propiedad constituyen la base del honor y el reconocimiento


personal en la sociedad europea, para los utopienses el mayor deseo era solo
satisfacer estrictamente sus necesidades.

Si en el tiempo de Enrique VIII “para los pobres de nuestras tierras el trabajo


reporta muy poco provecho, pues siempre están espoleados por el temor de una
senectud miserable”, para los hombres de Utopía el trabajo constituía una
satisfacción, luego de la cual podían dedicarse a la entretención y a cultivar su
espíritu

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Creo que la última pero no por esto menos importante característica de la
obra en relación al contexto histórico en que fue escrita es el hecho de que ha tenido
la capacidad de trascender a través del tiempo. Utopía es una de esas obras que, por
haber sido escritas por un hombre con sensibilidad social, no dejan nunca de
adaptarse a la experiencia personal de vida de las distintas personas.

TEORÍA POLÍTICA

Tomás Moro era un humanista, amigo de Erasmo. Sobre su obra, destaca


Utopía, escrita en forma de diálogo, se trata de un relato de las costumbres de una
isla llamada Utopía por un viajero: 54 ciudades con un estatus igual, están
gobernadas por tres sabios ancianos, rigen las mismas leyes, formada por un
conjunto de ciudadanos, la tierra es repartida en usufructo, se habla el mismo
idioma, los ciudadanos se dedican al cultivo, también pueden cultivarse (lectura,
estudio), se protege y fomenta el estudio, sus habitantes desprecian el oro y el lujo,
aprecian la salud y el vigor corporal, se respeta el matrimonio, el adulterio es
castigado, le resultan odiosas la guerra y la violencia, y sobre todo, hay diversidad
de cultos: no se impone una religión. Es una obra que es difícil de interpretar. Se
entiende que todo lo que se encuentra ahí es una crítica a la sociedad de su época,
pero no se sabe bien si es una propuesta o una provocación a la tradición.

Hay un debate sobre la sociedad que muestra Moro es una comunista, pues
aunque la obra es una fuerte crítica a la economía de sus días, a la evolución que se
estaba produciendo (movimientos especulativos por los que se alteraba el valor de
los bienes…), Moro defiende que no debe ser agradable compartir en común los
bienes, generando una duda sobre el propósito final del autor.

En Utopía definió una sociedad pensada para el disfrute de la libertad, con


escasa presencia de las leyes y del Estado, aunque Moro ve el ocio como algo
negativo, y lo reprime, pareciendo más un sistema dictatorial que uno que garantice
la libertad. Hay un par de aspectos más incongruentes en su república perfecta, como
que el Príncipe sólo pueda ser depuesto si el pueblo observa tiranía.

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¿Cómo alguien que ha sido nombrado por sus virtudes y méritos, puede acabar
convirtiéndose en un tirano? Se deduce que la naturaleza de estos ciudadanos no es
tan impecable como lo describe Tomás Moro. Otra podría ser como afirman no tener
monedas y desdeñan los intercambios comerciales, pagar por algo, prefieren vivir en
colectividad, pero al mismo tiempo, recurren a mercenarios a los que les pagan, o en
caso de guerra, ponen recompensa a las cabezas de los caudillos enemigos, en
definitiva, también necesitan adquirir “bienes o servicios” y de pagar por ellos, algo
que desaprueba y considera un acto cruel propio de una mente baja y cobarde.

Los ingleses coetáneos de Tomás Moro sólo pretendían enriquecerse, sin


importarles el bien común, además, piensa también que la base de Europa es el
dinero, en respuesta a esto, toda la república gira en torno al bien común,
importando la sociedad y no el individuo, los utopienses sólo pretenden satisfacer
sus necesidades básicas y consideran el trabajo como una satisfacción, algo que
incluso les reporta felicidad, mientras que en el resto de Europa se consideraba como
algo negativo y esclavizante.

El Libro I de Utopía es una clara crítica de la sociedad de Moro, y en él


podemos ver como Moro pensaba que las injusticias podían evitarse creando medios
para que los ciudadanos pudieran ganarse la vida mediante el trabajo manual y la
agricultura.

Él aboga en defensa del ciudadano, comentando que son los señores los que
los que convierten en malhechores, encarcelándolos o pagándoles con la muerte.
Critica a los que se creen servidores de la República. Al rey, a los caballeros
sirvientes, señores quienes se creen sabios y solo oprimen a los trabajadores con sus
leyes injustas.

La ambición, la irrazonable codicia, el materialismo, la lujuria y la glotonería


considera etiquetas obvias de los poderosos y piensa que esta clase de cualidades
sólo llevan a la extrema condición de baja moral.

Sugiere soluciones enfocadas a evitar los excesos, como no dejar que los
ricos manejen con su monopolio el mercado o combatir la ociosidad que lleva la

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mendicidad creando leyes justas y fuentes de trabajo.

No piensa que el robo no deba escapar del castigo, sino que no es justo ni
legal perder la vida por dinero (por ejemplo, y nuevamente aparece el elemento
religioso, la ley de Moisés es un modelo de castigar el robo sin acudir a la muerte,
devolviendo el dinero robado, restitución), la vida está por encima de todo. El
asesinar a un hombre por dinero no es menos punitorio que el apoderarse de dinero
por hambre. En relación a esta idea, para él deberían ser punibles los actos
inmorales, ya que si de la misma manera los poderosos desoyen el mandato divino
de “no matarás” mediante leyes que contemplen dicho castigo ante el delito, debería
haber constituciones que castiguen los actos inmorales.

Para Moro en aquellas ciudades en las que haya capital privado, no se podrá
gobernarse con justicia y prosperidad, porque la riqueza será para unos pocos
mientras el resto sufrirá miseria, y ejemplifica esta idea en Utopía, donde hay pocas
leyes y gran virtud, lo que genera abundancia porque todo es común. Mientras haya
un solo hombre, dueño absoluto de lo suyo, habrá injusticia y pobreza. En el otro
lado, si hay orden, organización, bien común, trabajo, estudio y buena voluntad,
habrá prosperidad, justicia y paz. En definitiva, no cree que la riqueza privada sea
conveniente.

De alguna manera, Tomás Moro me parece un tecnócrata, y es que quería que


los cargos de importancia (sacerdotes, embajadores y hasta el príncipe) fueran
ocupados por gente más que preparada, que hubiera destacado en el estudio, además,
la propia ciudad adiestraba a todo el mundo en las labores agrícolas y en un oficio a
escoger.

Seguía un diseño urbano racional, quedaba estipulado el número de


habitantes que puede mantener una ciudad, así como también el número de hijos que
puede tener una familia.

Piensa que el alma es inmortal y está destinada a ser perfecta, para él la virtud

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es una vida ordenada según la naturaleza, y considera injusto el hecho de que un
hombre trate de impedir a otro que sea feliz (aunque no considere la felicidad un
placer).

Respecto a los esclavos, distingue entre dos tipos, aquellos que lo son debido
a un castigo ejemplar por un crimen cometido y quienes han sido condenados a
muerte por delitos graves en otras ciudades o los que lo eligen por voluntad propia
serlo, debido a la mala situación que vivían en otras ciudades, a estos se los trata de
la misma manera que a los ciudadanos, salvo que deben trabajar más.

No deja de ser curioso como un humanista redomado como lo era Tomás


Moro está a favor de la esclavitud, que degrada por debajo del nivel del suelo si cabe
al ser humano y lo priva totalmente de libertad, en su caso, me parece un cuestión de
cierta forma pragmática, pues considera de más provecho para la ciudad convertir a
alguien en esclavo que matarle, lo que es un desperdicio de la mano de obra para los
peores trabajos.

En cuanto a los enfermos, él piensa que hay que cuidar de ellos con afecto y
devoción para devolverles la salud, y en enfermedades dolorosas, piensa que los
hombres de autoridad (en Utopía, los sacerdotes y magistrados) deben inducir a los
que las padezcan a no rehusarse a morir y hacerlo por inanición, e incluso en algunas
ocasiones, si uno se suicida como consejo de uno de estos hombres, es digno de ser
sepultado de igual manera.

Para él el matrimonio no debe ser disuelto sólo por la muerte, cree que el
adulterio o las costumbres intolerables pueden ofender a ambas partes, siendo
motivo para divorciarse. Aún así, para él terminar un matrimonio sin alegatos claros
es algo horrible (que en su obra se paga con la esclavitud).

Él es partidario de pocas leyes claras y precisas, pues en su república ideal no


hay ley que castigue algún tipo de transgresiones, sino que el consejo decide el
castigo según la gravedad del delito. No le gustan los abogados ni los procuradores,
pues considera que es mejor que cada uno se defienda.

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A pesar de que es partidario de un sistema patriarcal (no habla de magistradas
o de sacerdotes mujeres en ningún momento), las mujeres pueden aprender también
cualquier oficio que deseen e incluso acompañar a sus maridos a la guerra.

Desdeña la violencia hasta el punto que el pueblo idílico que imagina sólo
pelea en defensa propia o en socorro de un pueblo que está siendo oprimido por un
tirano. Se adiestran indiferentemente hombres y mujeres a diario, aunque incluso si
estalla la guerra, intentarán antes pagar mercenarios que mandar a sus soldados a la
guerra. Además, una vez ha empezado la guerra, antes de pelear incluso pondrán
precio a las cabezas de los dirigentes enemigos, para así sembrar la discordia y la
desconfianza ente sus filas, y al mismo tiempo, acabar con la guerra si alguien los
asesina a cambio de la recompensa.

Por último, en cuanto a la religión, aunque él fuera un fiel devoto del


catolicismo, piensa que debe haber libertad religiosa y que nadie puede ser
perseguido por creer en este o en aquel Dios.

COMPARACIONES

Platón

Platón (Atenas o Egina, 427-347 a. C.) fue un filósofo griego seguidor de


Sócrates y maestro de Aristóteles. En 387 fundó la Academia, institución que
continuaría su marcha a lo largo de más de novecientos y en la cual participó
activamente en la enseñanza de la Academia y escribió, siempre en forma de
diálogo, sobre los más diversos temas, tales como filosofía política, ética, psicología,
antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía,
cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación; intentó también
plasmar en un Estado real su original teoría política, razón por la cual viajó dos
veces a Siracusa, Sicilia, con intenciones de poner en práctica allí su proyecto, pero
fracasó en ambas ocasiones y logró escapar penosamente y corriendo peligro su vida
debido a las persecuciones que sufrió por parte de sus opositores

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La primera semejanza que encontramos es en las estructuras mismas de las
obras, ambas están elaboradas en forma de diálogo y versan sobre la mejor forma de
gobierno con que puede contar una ciudad.

El régimen de gobierno propuesto es aristocrático, al igual que en La


República. Ya que si bien Moro es democrático en el sistema de elecciones que
propone estructurado en forma piramidal (Cada treinta familias eligen anualmente
un magistrado, al frente de diez colocan otro funcionario. Finalmente, todos bajo
previo juramento han de designar al más apto, mediante una votación secreta
nombran un Jefe entre cuatro candidatos señalados por el pueblo, pues cada cuarta
parte de la ciudad elige uno y lo propone al Senado. La magistratura principal es
vitalicia, a menos que su titular sea depuesto por ser sospechoso de intentar gobernar
mediante la tiranía). Este sistema democrático se ve bastante atemperado con la
existencia de un poder espiritual que también es electivo, preside lo religioso, pero
interviene también en la vida privada de las personas.

Respecto a la educación, aunque para Moro la educación es igual de


fundamental que para Platón, hay una distinción muy importante. El griego sólo nos
habla de la educación de los “guardianes”, clase superior de donde surgen los
gobernantes. Moro en cambio, se preocupa de la educación de todos los habitantes
de la ciudad. Y comienza desde los pequeños que aprenden el oficio de sus padres,
más el trabajo agrícola que todos deben saber hacer. El tiempo de los “utópicos” está
organizado de tal forma que les permite el cultivo de las letras

Vemos en esto un claro paralelismo con la “sofocracia” de Platón, existiendo


diferencia en los criterios de selección de éstas personas, marcado por la concepción
de igualdad natural entre los hombres que subyace en la "Utopía" de Moro.

Algo que llama la atención en Utopía es su concepción del a propiedad


privada, y es que todos los hombres poseen tierras de que “se consideran más bien
cultivadores que dueños”. Todos trabajan la tierra en turnos rotativos de dos años.
En las ciudades no existe la propiedad privada de viviendas y “las casas mismas se
cambian por sorteo cada diez años”. Todos visten austeramente. No existe la escasez

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de cosas indispensables, debido a que todos trabajan y no existen clases ociosas.
Hemos visto que en Kalliopolis la tierra es sólo trabajada por los campesinos,
hombres que por naturaleza han nacido destinados a esta ruda tarea. Creo que Tomás
Moro remite al comunismo primitivo, mientras el “comunismo platónico”, sí es que
cabe esta denominación se remita a la ausencia de propiedad privada entre los
miembros de la clase superior encargada de gobernar la ciudad, con el fin de que
entre ellos no existan egoísmos ni rivalidades y se consagren de lleno al buen
gobierno de la comunidad que dirigen.

La influencia platónica en Utopía, se advierte también en la forma en que son


organizadas las comidas comunitarias y la rígida organización de la vida particular
de cada individuo y las relaciones que debe entablar con la ciudad.

Sobre la familia, para Moro el matrimonio es fundamental. Los cónyuges se


eligen libremente entre sí, con la exigencia de llegar vírgenes al matrimonio. Sólo se
acepta el divorcio en casos de extrema incompatibilidad entre los esposos y con
mutuo acuerdo. El adulterio es penado con la muerte del culpable. Los hijos son
criados por sus madres, crecen en el seno de la familia y aprenden el mismo oficio
que sus progenitores. Esta contrasta con la idea platónica de que los placeres de la
vida familiar sólo son apreciados por la clase más baja de todas, y además, se vive
totalmente en comunidad, los hijos son algo común, sin que los padres puedan llegar
a conocer aquello que han engendrado.

El aspecto de la justicia para Moro lo justo está en el equilibrio que debe


lograrse en el grado de bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos, considera
que lo injusto está en la mala distribución de las riquezas entre los habitantes de una
ciudad. Se pregunta ¿Qué diremos de esos ricos que cada día se quedan con algo del
salario del pobre, defraudándolo, no ya con combinaciones que privadamente
discurren, sino amparándose con las leyes? Para ambos la justicia está vinculada al
equilibrio pero en uno es un equilibrio entre clases marcadamente diferentes, dónde
cada uno debe cumplir adecuadamente su función específica. Y en otro es un
equilibrio en el bienestar de todos los ciudadanos, que deberán cumplir con las

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funciones comunes que tienen.

Se advierte la influencia de Platón en la idea de las leyes deben ser pocas y


claras, conocidas por todos los ciudadanos, haciendo innecesaria de esta manera la
existencia de abogados.

Por último, cabe decir que encontramos una gran distancia entre ambos
pensadores, en cuanto a la concepción del hombre que tienen. Para Platón la misma
naturaleza marca las diferencias entre los hombres. Unos nacen para filosofar y
gobernar y otros para trabajar. El humanista cristiano Tomás Moro considera a los
hombres iguales y libres por naturaleza, con una fuerte inclinación a la grandeza.
Todos nacen para la filosofía y la virtud, aunque no todos lleguen a ella. El ideal de
hombre que Platón plantea para los “guardianes”, Moro lo extiende a todos los
hombres y dice: “Son los utópicos amables, ingeniosos y actos, gustan del reposo
pero, cuando es preciso, soportan bien cualquier esfuerzo físico. Nada les apetece
tanto, sin embargo, como las ocupaciones propias del espíritu”.

Aristóteles

Aristóteles (Estagira, 384 a. C.-Calcis, 322 a. C.) fue un polímata: filósofo,


lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme
influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.

Aristóteles fue alumno de Platón y maestro de Alejandro Magno, aunque


podemos ver en él un claro reverso de su maestro, siendo un firme defensor del
realismo y viendo verdad sólo en las cosas reales, sin abstraerse a concepciones
metafísicas como Platón.

Para Aristóteles, la cuestión fundamental en la política es el devenir político,


y se obsesiona con la estabilidad, con el equilibrio. Entiende que para que en la
naturaleza se dé un movimiento hacia el cambio es necesario un elemento que lo
explique: todo lo que se mueve es movido por otro. Para él, ese elemento que

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propicia los cambios en las sociedades y sistemas políticos, se trata de las
revoluciones. Además, considera que lo que mueve a los súbditos a iniciar procesos
revolucionarios es la desigualdad social.

Como ya hemos dicho, Aristóteles es un firme defensor del realismo, por


tanto, lo será también de los estudios empíricos, siendo La Política uno, obra en la
que desarrolla toda su teoría política. Aristóteles envío a sus discípulos a estudiar la
organización de todas las polis de la Hélade, llegando a reunir 158 informes sobre la
organización de las mismas que forman todo el planteamiento de su obra.

A diferencia de Moro, que con su obra pretendía no sólo mostrar un gobierno


ideal, sino satirizar su propia época, Aristóteles muestra un gobierno ideal
(entendiendo gobierno ideal no cómo aquel al que aspiramos, sino aquel en el que
las normas se cumplen correctamente), y además, dar explicaciones, establecer leyes
generales: si ocurre esto, ocurre después eso otro.

Además, mientras Moro cree que hay que acabar con la institución de la
familia, puesto que considera a la mujer de una naturaleza no igual al hombre, y que
junto a los niños, incapaces de gobernarse ellos solos, necesitan la ayuda de alguien
para hacerlo. Hay que decir también que Moro no considera a las mujeres de
naturaleza distinta a los hombres, ni las releva a un segundo plano.

De la misma manera, y como los gobernados no están preparados para


gobernar, considera que no cualquiera puede ser electo o acudir a la Asamblea,
considerando tendencialmente democrático que la ocupación de los cargos sea por
sorteo o haya que pagar por acudir a la Asamblea.

Su argumento principal es una crítica a La República de Platón, pero


aplicable también a Utopía de Moro; y es que el hombre perfecto, como filósofo-rey
no existe. Para Moro, el príncipe debe ser designado por la posesión de unas virtudes
intachables y únicas, o por lo menos, muy escasas, lo que entronca con la opinión
aristotélica de que esa persona que reúna todas esas virtudes al mismo tiempo, no
existe.

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Algo que sí tienen ambos en común, es que consideran que el gobernante
necesita el consentimiento de los gobernados para gobernarlos, si no lo tienen, será
un déspota. Además, aunque Moro no considere a la ley como el elemento central, sí
la considera como la razón desprovista de pasiones, y cree que éstas deben estar
fundamentadas, no pueden ser el mero capricho del gobernante de turno.

Aristóteles apuesta por un planteamiento democrático al proponer que del


lugar del que pueden emanar mejores leyes es una Asamblea de los ciudadanos, algo
que Moro se dejó en el tintero.

Aunque hasta ahora haya comentado mayoritariamente diferencias entre


ambos autores, también tienen similitudes, más allá de que ambos ubiquen su utopía
en una posición geográfica cercana al mar. Aristóteles hizo especial hincapié en la
educación, en enseñar a los súbditos a comportarse moralmente; para él la
socialización en el hábito permite que nos comportemos de una forma, sin tener que
plantearnos por qué lo hacemos así. Para Moro es muy similar, él también opina que
se debe educar a los ciudadanos de acorde a una buena moral para que se comporten
de manera digna. Además, también opina que la socialización en el hábito hará que
te comportes bien incluso de manera inconsciente, y una prueba de ello es la
distribución de los comensales en las comidas comunes, haciendo que estén cerca
los más jóvenes de los más ancianos, para que los primeros, al estar comiendo frente
a sus venerados abuelos, se abstengan de obrar o hablar de manera inadecuada.

Por último, la última diferencia entre estos dos autores es la abolición de la


propiedad privada. Para Aristóteles, la propiedad privada debe existir y ser trabajada
por los esclavos, es una propiedad intermedia para todos los individuos la que
facilita más el comportamiento virtuoso, se libra de excesos por un lado, y de las
envidias por otro. Además, en la medida que la polis esté compuesta por una
sociedad lo más igual posible en términos socioeconómicos, este hecho se relaciona
mejor con la comunidad de iguales, que él define para su polis ideal. Moro opina
algo totalmente distinto, para él la propiedad privada es el fruto de todas las envidias
y males con los que debe de achacar su sociedad, no cree que pueda haber punto

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medio, si esta existe, habrá desigualdades, gente con castillos y gente sin un
mendrugo de pan para poder llevarse a la boca, y por tanto, cree que hay que
eliminarla.

Agustín de Hipona

Agustín de Hipona, (Tagaste, 13 de noviembre de 354-Hippo Regius, 28 de


agosto de 430), es un santo, padre y doctor de la Iglesia católica.

El “Doctor de la Gracia” fue el máximo pensador del cristianismo del primer


milenio. Autor prolífico, dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y
teología, siendo Confesiones y La ciudad de Dios sus obras más destacadas.

Agustín de Hipona defendió a los cristianos y dijo que los problemas


terrenales son terrenales, y que el reino de los cielos es otro mundo. Él distingue
entre dos ciudades, una ideal, la de dios y representada en la ciudad terrena a través
del a Iglesia.

Él cree que todo hombre se encuentra dañado por el pecado original, de modo
que el cristiano o buen hombre que busque la bondad siempre vivirá como peregrino
en la tierra, es una búsqueda continúa de la perfección, ya que al estar marcados por
el pecado original, nunca termina, nunca la conseguimos.

Esta idea poco tiene que ver con la sociedad que nos muestra Moro, en la que
todos los hombres han alcanzado el máximo nivel de bienestar, son felices y viven
un clima de ayuda mutua y buena voluntad. En mi opinión, Moro no pensaba que el
hombre estuviera marcado por el pecado original, y en su obra plasma como cree
que se pueden llegar a unos niveles de bondad por parte de los individuos más que
satisfactorios.

Agustín entiende que el objetivo fundamental, aquello a lo que aspiran todos


los hombres, es la paz. Es inevitable que se persiga esto porque es inevitable que el
individuo viva en sociedad, aún así, la salida no es retirarse a una vida alejado de la

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sociedad. Agustín argumenta que la naturaleza en sí es un bien, que el mal no es
natural, sino que el mal es la corrupción de la naturaleza, y por tanto, hay que
respetar las leyes de la naturaleza. Es decir, el fundamento de todo ser, ya esté
corrompido o no, es la paz.

Aunque Moro no piense, o por lo menos no lo afirma en sus obras, que la paz
es aquello que todos los hombres buscan, está claro que su mentalidad es pacifista y
tiene dicho concepto en un pedestal, pues los habitantes de su isla ideal desdeñan la
guerra hasta el punto de que si entran en guerra, antes de pelear ponen precio a la
cabeza de los líderes enemigos, y si deben llegar a las manos, contratarán
mercenarios antes que hacer que mueran sus ciudadanos.

Desde el punto de vista del individuo, Agustín piensa que la paz de su alma
racional, entendida como el orden armónico entre pensamiento y acción se consigue
mediante la ayuda de Dios, quien establece que hay que amarle a él y al prójimo
como fundamento del orden, de la paz individual. Esto hace iguales a los hombres
ante Dios, de manera que deja de ser un derecho natural el dominio de un hombre
sobre otro, por eso, Agustín es muy crítico con la esclavitud.

Esta vez Moro difiere radicalmente de Agustín, él no cree que el hombre


necesite de Dios o de la vida espiritual para alcanzar la paz, o lo que sea, pues piensa
que el hombre puede desarrollar al máximo sus virtudes naturales mediante el
estudio y el trabajo, y además, no es sólo que no esté en contra de la esclavitud, sino
que la considera un buen método de castigo, encontrándonos en Utopía con una gran
cantidad de esclavos.

Para Agustín el cristiano puede adoptar cualquier posición o modo de vida de


los posibles, puede dedicarse a la política en la medida en que se entienda la
ocupación de un cargo como servicio, acercando al individuo a la perfección moral
último; cada individuo supone una letra dentro del discurso general del plan divino.
En este sentido, está haciendo hincapié en el elemento individual como fundamento
básico de la sociedad. Es el individuo y no la familia, el fundamento básico del
Estado.

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Esta parte del pensamiento de Agustín me parece que puede resultar confuso
si se intenta ligar demasiado con el de Moro, y es que a mi parecer, aunque Moro
piensa que la institución de la familia deba ser eliminada, no lo quiere hacer para
ensalzar al individuo y reafirmarlo como base del sistema, sino para crear una
colectividad, una comunidad en la que no haya barreras entre sus miembros, ni de
parentesco, y es esa misma colectividad (no el individuo), el fundamento básico de
su Estado, de su sociedad.

Por último, cabe mencionar que para Agustín no hay verdadera justicia si ésta
no se dedica a Dios, por tanto, aquellos Estados que no son cristianos dejan de ser
legítimos porque no se rigen por la justicia. Es más que evidente que esta idea
entronca con el pensamiento de Moro, pues para él las leyes, la justicia, no tienen
nada que ver con la religión, no se plantea que los tribunales estén al servicio de la
religión cristiana.

Marsilio de Padua

Marsilio de Padua (c. 1275 - 1342-43) fue un filósofo italiano, pensador


político, médico y teólogo.

Nació en Padua de una familia de jueces y notarios. Su padre, Bonmatteo de


Maianardini, fue notario de la Universidad de Padua. El año de su nacimiento es
incierto. Si bien algunas fuentes indican el año 1275, no se tiene certeza al respecto.

Se conoce muy poco de su infancia y su adolescencia. Completó sus estudios


en la universidad de París en la facultad de Artes liberales donde fue condecorado
con la autoridad de rector en 1313. El tiempo transcurrido en dicha ciudad influyó
en gran medida en la evolución de su pensamiento. En París conoció a Guillermo de
Ockham y Giovanni Jandun; con este último permaneció vinculado en gran amistad
y con él llegó a sufrir el exilio.

Entre sus obras más notables, destaca Defensor Pacis (Defensor de la Paz)
publicada en 1324. Él cree que podemos distinguir dos formas de conocimiento:

-17-
lo verdadero, según la razón, y lo verdadero, según fe, las dos pueden ser
ciertas, pero son distintas y conservan su autonomía, con esta idea dejaba de
importar la armonía entre filosofía antigua y el pensamiento cristiano.

Desde mi punto de vista, Moro habría sido un claro detractor de esta idea,
pues en su obra Utopía se muestra totalmente convencido de sus ideas, tanto a favor
como en contra, no deja lugar para la ambigüedad ni se entromete en sus
planteamientos su religión. Por ejemplo, al considerar injusto que unos pocos se
beneficien del trabajo hecho por una comunidad no ve término medio o algún matiz.

El Defensor de la Paz no es otra cosa que una defensa del poder autónomo
del emperador frente al papado. Su objetivo es acabar con las contiendas y difundir
la paz, pues sólo con ello es posible conseguir la paz. Se trata de vivir bien, de
perseguir los bienes naturales de la comunidad, no los supra naturales. Afirma
también que no todos los pueblos han tenido sacerdotes o religión, y que algunos
han tenido sólo como medio de control social.

Aunque Tomás Moro fue un firme defensor de la religión católica, me parece


que está idea hubiera más o menos cuajado en él, al menos la primera, pues está
claro que en la isla de Utopía no hay lugar para que el poder religioso se entrometa
en política o en las decisiones que emanan del Senado. Eso sí, hay que subrayar
nuevamente que la única manera de alcanzar la felicidad para Moro se trata de
eliminar la propiedad privada, que es lo que genera egoísmo, envidias y disputas
entre los individuos, entre las personas.

Para Marsilio de Padua, las mejores formas de gobierno son las fórmulas
templadas, el término medio (cómo Aristóteles), defiende la monarquía sujeta a
leyes. Además, entiende que cualquier hombre racional es capaz de conocer la
razón, asi que cualquiera puede ser legislador.

Este planteamiento me parece que entronca bastante con las ideas de Moro, y
es que no me parece que para nada en Utopía se nos muestre el justo equilibrio, se
nos enseña una sociedad radicalmente diferente a la que vive Moro, por tanto sus
ideas colectivistas son más radicales que muestras de templanza. En cambio, no sé

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si Moro pensaría así, pero su obra me da a entender que cualquiera que haya
demostrado sus cualidades y virtudes, y haya sido propuesto y escogido como
Príncipe, puede ostentar dicho cargo, así que de alguna manera pueden tener cierto
parecido estos planteamientos.

Marsilio de Padua piensa también que es el pueblo quien debe tener la


potestad legislativa, esta debe residir en la comunidad, y si hay legisladores
específicos, lo ideal es que sean elegidos y obren como representantes de todos y en
su nombre. Va más allá, y es que no sólo cree que la ciudadanía podría dictar leyes,
sino que además podía instituir el género de gobierno que prefiriese, además, si el
gobierno, que es responsable frente al pueblo, trasgrede la ley de los ciudadanos, es
legítima su deposición.

Por último comentaremos esta última idea de Marsilio, que algo tiene que ver
con lo que propone Moro. Está claro que en Utopía no son los ciudadanos los que
hacen las leyes, pero sí que dotan de cierta legitimidad democrática al Príncipe y a
los traniboros, y de una legitimidad total a los sifograntes, escogidos anualmente,
eso sí, aunque que el Príncipe sea sospechoso de intentar gobernar mediante la
tiranía sea el único motivo para cesarlo de su cargo (trasgrede la ley de alguna
manera, como lo que dice Marsilio), los utopienses no tienen la capacidad para
escoger de qué manera quieren ser gobernados, si quieren una monarquía, una
república, una oligarquía, etcétera.

Erasmo de Rotterdam

Erasmo de Róterdam (Róterdam, 28 de octubre de 1462-Basilea, 12 de julio


de 1536) fue un humanista, filósofo, filólogo y teólogo neerlandés, autor de
importantes obras escritas en latín. Fue hijo bastardo de un sacerdote de Gouda y su
sirvienta Margaretha Rogerius (Rutgers). A los nueve años fue enviado por su padre
a la escuela de Deventer de los Hermanos de la Vida Común, donde aprendió latín y
algo de griego con los revolucionarios métodos educativos de su director y maestro,
el humanista Alexander Hegius von Heek.

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Con dieciocho años de edad entró en el monasterio de Emmaus de Steyn
(cerca de Gouda) de los Canónigos Regulares de San Agustín, monasterio que
participaba igualmente de la espiritualidad de la devotio moderna. En 1488 hizo la
profesión religiosa y cuatro años después fue ordenado sacerdote. Hacia 1495,
estudió teología en la Universidad de París, institución que en ese momento se
encontraba viviendo con gran fuerza el Renacimiento de la cultura de Grecia y
Roma. Posiblemente en esta etapa se encuentren los comienzos del pensamiento
humanista de Erasmo, que convirtieron al joven en un pensador libre y profesor de
ideas independientes.

Ideológicamente se basa en una crítica a la corrupción del clero,


especialmente la del clero regular, la piedad supersticiosa y los aspectos más
exteriores de la religiosidad católica (culto a los santos, reliquias, etc.) porque
prefiere una religiosidad interior y espiritual, fundada en la oración mental e
inspirada en la Devotio Moderna. Por otra parte, mediante el irenismo o Pacifismo
se declara en contra de las guerras, sobre todo de las guerras de religión y mediante
el paulismo quiere reinterpretar la teología contenida en las Cartas de San Pablo en
sentido más flexible. Es partidario de la existencia de un poder político de carácter
temporal en Europa, que identifica con el imperio, y de otro poder fuerte espiritual
representado por el Papa.

Podemos encontrar muchas similitudes entre la obra de Erasmo de Rotterdam


y Tomás Moro. Si bien Tomás Moro no critica el clero de ese manera, si podemos
ver en él una secularización del Estado; aunque los sacerdotes utopienses tengan
ciertos poderes políticos, es el príncipe quien escoge, con ciertas legitimidad, ya que
de alguna manera ha sido escogido democráticamente, además, también apela a una
religiosas más íntima.

No deja de ser curioso como también comparten opinión respecto al


pacifismo. Si bien los habitantes de Utopía se han visto involucrados en conflictos
armados, estos sólo recurren a la guerra cuando ellos o algún aliado suyo ha sido
atacado u ofendido, o cuando hay algún pueblo bajo el yugo de un Gobierno tirano.
Y no sólo ello, sino que una vez ha empezado el conflicto, en lugar de atacar con
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todas sus huestes desde el principio, empiezan por seguir evitando pelear, poniendo
precio a las cabezas de los principales dirigentes del bando enemigo, para así
sembrar la discordia y la desconfianza entre sus filas. Además, una vez han
derrotado a sus enemigos, no les obligan a pasar por una derrota humillante, sino
que les dan un trato justo.

Es evidente que Moro deseaba la existencia de un poder religioso en Europa,


el papado, y prueba de ello es su ejecución por negarse a abandonar sus ideas e
ingresar en la Iglesia Protestante, y además, mi opinión es que también deseaba la
existencia de un poder político en Europa, un Imperio que aglutinara gran parte del
espacio europeo bajo un mismo Gobierno, para así poder organizar a la sociedad de
una manera mucho más sencilla y eficaz.

Cree en las posibilidades del hombre y, por consiguiente, su obra está


concebida bajo el signo del optimismo y de la concordia, aunque se le presente
como a un escritor cáustico e irónico, que se dedica a criticar a los clérigos de su
época, por su laxitud moral y escasa formación teológica, en el Elogio de la locura y
en los Diálogos.

Ambos creen también que el hombre debe tener una buena moral y
comportarse con rectitud.

Rotterdam propone el uso de la capacidad racional del hombre para adquirir


un mayor conocimiento de la religión cristiana. Y en este sentido, impulsa la
recuperación de las lenguas y la cultura clásicas con dos fines: para educar al
hombre en el desarrollo de las “virtudes naturales” y para conocer la religión
cristiana de forma directa, accediendo a las fuentes originales, tanto paganas, como
cristianas.

Nos encontramos nuevamente con otro similitud más con Tomás Moro, y es
que aunque la importancia que le da Moro al conocimiento, al estudio y al
aprendizaje no es con motivo religioso, como Rotterdam, es cierto que se le da, pues
de los utopienses más letrados, que más bien hayan aprovechado el tiempo
estudiando en sus ratos libres, se escoge a los futuros clérigos, y no sólo a los

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hombres de dios, sino que también al mismísimo príncipe.

Para Erasmo la moral cristiana debe ser la norma que guíe todas las acciones
humanas, incluidas las de los gobernantes, algo que está en contraposición a la
sociedad más secularizada que propone Moro, en la que la norma social no es la
religión.

Respecto a la legitimidad y organización del poder, Erasmo sigue doctrinas


tradicionales. Erasmo sostiene la tesis ciceroniana del origen natural de la sociedad y
del poder, siendo este un medio del que se vale la sociedad para conseguir el bien
público. Es justo y legítimo el poder que busca el bien público (rey) e injusto el que
no lo hace (tirano). Este planteamiento es totalmente contrario a la filosofía de
Tomás Moro, en la qué los habitantes de Utopía escogen a unos magistrados, que
escogen a otro grupo de magistrados, que finalmente escoge al príncipe, dotándole
de cierta legitimidad democrática.

Nicolás Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo fue un diplomático, funcionario, filósofo político y


escritor italiano, considerado padre de la Ciencia Política moderna. Fue así mismo
una figura relevante del Renacimiento italiano. En 1513 escribió su tratado de
doctrina política titulado El Príncipe, póstumamente publicado en Roma en 1531.

Nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa, a unos 15 km de


Florencia, el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli, un abogado
perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de
Florencia, y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes
nobiliarios, pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre.

Entre 1494 y 1512 estuvo a cargo de una oficina pública y visitó varias cortes
en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas. En

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1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y después fue exiliado y
despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado en la Santa
Cruz.

A primera vista, podríamos decir que la diferencia es clara, pues Maquiavelo


parte desde una posición realista, desde un “topos” sobre el que trabajar y Moro
parte desde una idealización, desde un “utopo”'.

Son dos autores de origen europeo, que vivieron en la misma época (fueron
parte importante del Renacimiento y estudiaron a profundidad a los filósofos de las
civilizaciones antiguas). Revelan por una parte la dimensión pragmática y otra la
visión idealista en sus reflexiones sobre la guerra, los ejércitos y los soldados.Ambos
pensadores explican en qué medidas se dan estas dimensiones, de acuerdo a su
filosofía y entorno político y sus creencias

Mientras Maquiavelo extrae de sus lecturas el “ser real del comportamiento


humano”, mostrando ese pragmatismo permanentemente en su obra. Conocida por
todos la cita “El fin justifica los medios”, con la cual se identifica erróneamente a
este gran pensador. Por el contrario Tomás Moro, busca en los principios moralistas,
religiosos clásicos, el “deber ser ideal del hombre” para moderar su conducta en
dicho contexto.

En realidad no es que tengan una contraposición absoluta de sus ideas, no es


que el primero se oponga al logro de ese ideal pleno de valores éticos y religiosos
del segundo, sino que simplemente Maquiavelo, duda y no cree que sean
alcanzables. Así también Moro, con sus anhelos, sabe que en la realidad del día a
día, el hombre lleno de imperfecciones, debe realizar un largo camino para el logro
de ese ideal deseado.

Algunas similitudes, podrían ser la importancia del conocimiento del espacio


geográfico en el que nos encontramos para hacer la guerra, plasmada en Utopía al
principio de la misma, cuando se describe la isla y se nos dicen vías para aprovechar
este espacio militarmente (por ejemplo, Moro nos dice que en las costas utopienses
hay muchos escollos ocultos, lo cual resulta práctico como medio de defensa contra

-23-
naves extranjeras que quisieran entrar furtivamente y sin la ayuda de no de lo
isla. Al mismo tiempo, Maquiavelo, en el capítulo XIV de su obra El Príncipe, sobre
las ventajas del arte de la guerra, nos habla directamente de las ventajas de conocer
el terreno del principado en caso de guerra

Siguiendo con la descripción de la isla, Moro nos cuenta como las diferentes
ciudades de la isla están construidas siguiendo un mismo modelo en lo que respecta
a leyes e idioma común, al mismo tiempo que Maquiavelo, en el capítulo III de su
obra os habla sobre los principados mixtos, los que no son principados nuevos en
todo sino que se unen al del príncipe, nos dice que si son de la misma provincia y
hablan una misma lengua es siempre mejor que si son en otra provincia y la lengua
es diferente, con lo cual nacen grandes dificultades y es necesario tener mucha
suerte y habilidad para retenerlas.

Hay algunas diferencias entre el príncipe utopiense y el de Maquiavelo. En


Utopía, queda bien claro que la elección de los cargos públicos es popular. En
Maquiavelo vemos como este piensa que es más fácil un sistema hereditario, en el
cual para perpetuarse en el poder no hay más que no modificar las órdenes de los
antepasados.

En el tema económico podemos observar como la base del funcionamiento de


Utopía es una vida dedicada al bienestar de los ciudadanos, los cuáles no le dan
importancia a los finos vestidos o la joyería, y prefieren vestirse con lo mínimo,
Tampoco dan importancia al oro o a las piedras preciosas, entendiendo que esto es la
base de las discordias, y establecen de esta manera una sociedad igualitaria en la que
a nadie le falta de nada de lo que es necesario para vivir. Aquí podemos ver una
cierta reminiscencia de Moro respecto de la filosofía estoica. Al no haber clases
preferentes, al no haber un mercado de economía basado en el dinero, se eliminan
las posibilidades de disputas, rapiñas y asesinatos.

Maquiavelo nos describe otro paisaje muy diferente a éste en el capítulo


XVII, con una visión mucho más negativa de la humanidad “Porque los hombres en
general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimulados,

-24-
que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias...”.

El tema bélico es para Maquiavelo el arte de la guerra se debe ejercitar como


el pan de cada día y para Moro, aunque se ejerciten para ello, no es la preocupación
principal del Príncipe, el ejercicio militar supone más un pesar que no una actividad
a la que se tienda como parte integrante de la sociedad. Vemos también como las
mujeres, al igual que en todo lo demás, toman parte en la batalla, cosa impensable
para Maquiavelo. Estos fragmentos sobre la actividad bélica en Utopía contrastan
enormemente con lo dicho por Maquiavelo en el capítulo XIV de su obra “Un
príncipe, pues, no debe tener otro objeto ni otro pensamiento, ni cultivar otro arte
más que la guerra, el orden y la disciplina de los ejercitos, porque éste es el único
arte que se espera ver ejercido por el que manda”. Aunque esta afirmación pueda
parecer muy dura a simple vista, hay que tener en cuenta que Maquiavelo
fundamenta todos sus argumentos en hechos históricos, mientras que Moro sólo basa
sus afirmaciones en suposiciones idealistas.

Las utopienses desdeñan la guerra hasta el punto, que antes de entrar en


combate armado, pasan por poner precio a figuras importantes del bando contrario,
para sembrar el caos, la discordia y las desconfianza en su sociedad, y si no
funciona, recurrirán a ejércitos mercenarios (de los que podrán pagar cuantiosas
cantidades de hombres al disponer de todas las piedras preciosas de su isla más la
obtenidas como botín por victorias bélicas anteriores).

Nuevamente en contraposición con Moro, Maquiavelo, en el capítulo XII


sobre las diferentes especies de tropas, y de los soldados mercenarios nos comenta,
“Las mercenarias y las tropas auxiliares son inútiles y peligrosas. Si un príncipe
apoya su Estado con tropas mercenarias, nunca se hallará seguro, por cuanto esas
tropas, desunidas y ambiciosas, indisciplinada e infieles... ...en la paz el príncipe es
despojado por ellos, y en la guerra por los enemigos”.

Nos encontramos con dos perspectivas, por una parte la de Maquiavelo, que
se fundamenta en la maldad de los hombres, y por otra parte de la de Moro, que se
fundamenta en la bondad de los hombres. Para Maquiavelo el Gobierno se

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fundamenta y parte de las decisiones que tome El Príncipe, mientras que en Utopía
este parte de todos los ciudadanos y consejeros, aunque en última instancia la
decisión final corresponda al príncipe. En el Gobierno del primero se parte de las
diferencias sociales y económicas, mientras que en el segundo no hay una diferencia
real, sino una igualdad en todos los ámbitos de la sociedad (sexo, economía,
cultura…), igualdad que además se fundamenta como la base misma de la sociedad.
Como conclusión, podemos observar como cada uno de estos dos autores se
posiciones en uno de los dos extremos respecto al otro. Hay que entender la
propuesta de Moro como un fin al que las personas deben prestar atención, como un
catálogo de máximas al que atender. Sin embargo, un gobierno así podría llegar a ser
odiosamente angelical, en la medida en que tienes la obligación de ser libre y
virtuoso. Por otro lado, tampoco hay que confundir el pensamiento de Maquiavelo
con el significado del adjetivo maquiavélico. No se trata sobre que el fin justifica los
medios, sino que en circunstancias especiales, donde la política no se puede aplicar,
es preciso realizar acciones especiales para que el desorden vuelva a su cauce. Ni tan
buenos ni tan malos, quizás el equilibrio sería el término medio entre estos dos. Sin
embargo, ¿cuáles son los criterios que determinan ese término medio?

Francis Bacon

Francis Bacon, primer barón Verulam, primer vizconde de Saint Albans y


canciller de Inglaterra (Strand, Londres, 22 de enero de 1561-Highgate, Middlesex,
9 de abril de 1626) fue un célebre filósofo, político, abogado y escritor inglés, padre
del empirismo filosófico y científico. Desarrolló en su De dignitate et augmentis
scientiarumn (De la dignificación y progreso de la ciencia) una teoría empírica del
conocimiento y precisó las reglas del método científico experimental en su Novum
organum, lo que hizo de él uno de los pioneros del pensamiento científico moderno.
Asimismo, introdujo el género del ensayo en Inglaterra. Fue educado por su madre
en los principios del puritanismo calvinista.

Bacon escribe también una utopía, Nueva Atlántida. En ella nos cuenta como

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él y más gente naufragan y acaban perdidos en una isla cerca de Perú, Bensalem.

Bensalem y Utopía tienen muchísimas similitudes, con ciertos matices, que


pasaremos a comentar a continuación. En primer lugar, todos los ciudadanos parecen
estar educados, pero no sólo eso, sino que en Bensalem, del mismo modo que en
Utopía, aquellos ciudadanos que destacan por su virtud en el estudio, son
recompensados también (mientras que en Utopía los letrados son los únicos que
pueden convertirse en sacerdotes y ser también magistrados, en Bensalem estos son
llevados a la Casa de Salomón (lugar en el que realizan tareas que tienen que ver con
la adquisición de conocimientos como análisis de escritos, libros y experimentación,
además de que otros buscaban las formas de aplicar esos nuevos conocimientos para
mejorar la sociedad, a estos últimos se les conoce como Benefactores).

El nombre de la Casa de Salomón podría hacernos asumir que hay algo de


cristianismo en la obra, y es que otra similitud con Moro, es como su religión es
también la cristiana, a pesar de su aparente aislamiento del mundo.

En ambas sociedades prima el interés general por encima del particular, han
conseguido establecer una amplia serie de normas rigurosas e inalienables, normas
que consiguen garantizar el correcto funcionamiento de la sociedad y son respetadas.

Además, en ambas islas existe cierta distancia al tratar con el extranjero, pues
este es un foco de corrupción con respecto a los ciudadanos presentes. En Bensalem,
del mismo modo que en Utopía, se necesita también permiso para atravesar sus
fronteras nacionales (aunque no es un delito tan grave como en el caso de Moro, que
se paga con la esclavitud). Ambas sociedades están aisladas del mundo, tanto en su
forma de Gobernar como en territorio, el resto del mundo, además, no tiene idea
sobre la existencia de estas sociedades.

Algo curioso también es como ambas sociedades se muestran como


avanzadas al resto del mundo, y además, para ellas el oro, la plata y las piedras
preciosas en general no tienen ningún valor como moneda de cambio.

A pesar de todas estas similitudes, Moro y Bacon tienen diferencias

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importantes. En primer lugar, mientras que la institución de la familia es abolida por
Moro, en Bensalem el matrimonio y la familia son la base de la sociedad, y los lazos
familiares se celebran en fiestas subvencionadas por el Estado.

No se acaban ahí las diferencias, mientras los utopienses encuentran vecinos


en sus regiones colindantes, con los que comercian e incluso guerrean, en Bensalem
las periferias se encuentran desprovistas de gente, están solos. Además, mientras en
Moro se habla de justicia y crímenes también, e incluso de algunas penas para ellos,
todo el espectro jurídico está ausente en la obra baconiana. También, mientras que
en la sociedad de Bacon nos encontramos con magistrados como representación
fundamental, en el caso de Moro, aunque también haya magistrados y su elección
sea más o menos democrática, se hace un claro énfasis en la figura de un Rey o de
un Príncipe.

Por último, me gustaría hacer especial hincapié en un matiz de la religión.


Mientras que la sociedad de Moro no está para nada secularizada y la religión es
importante, en la utopía de Bacon esta tiene una función de guía, que no es
imprescindible, la base de su sociedad es la ciencia, y muestra de ello es el
aprovechamiento que hace Bacon de los avances científicos y técnicos que entonces
empezaban a darse, el hombre alcanza la armonía mediante el control de la
naturaleza, su organización se centra en ella y en preceptos científicos.

Tommaso Campanella

Tommaso Campanella (Stilo, Reino de Nápoles, 6 de septiembre de 1568 -


París, Reino de Francia, 21 de mayo de 1639) fue un filósofo y poeta italiano. A los
15 años ingresó en el convento dominico de Santo Domingo de Placanica, emitiendo
sus votos con el nombre de fray Tommaso. Estudió filosofía y teología en San
Giorgio Morgeto y Nicastro. Escribió, entre otras muchas obras, una defensa de
Galileo y el tratado utópico La Ciudad del Sol, donde describe un Estado teocrático
universal basado en principios comunitarios de igualdad.

La Ciudad del Sol al igual que Utopía se inspira en La República de Platón,


-28-
pero no toma como referencia el humanismo de Erasmo, como hace Moro, sino el
misticismo milenarista medieval. En este sentido, La Ciudad del Sol es al mismo
tiempo una obra teocrática y colectivista, como veremos, dejando también al mismo
tiempo percibir influencias del racionalismo y naturalismo de Teselio (maestro del
autor).

Del mismo modo que con Moro, nos encontramos con un diálogo que sirve
para contar la historia. Además, la defensa tiene la misma importancia, pues los
muros ayudan a preservar la pureza de la ciudad no sólo de los enemigos, sino
también de las influencias extranjeras (consideradas como bárbaras). Lo mismo pasa
con Moro, los utopienses consideran salvajes a casi todo el mundo, incluso a sus
propios vecinos más cercanos a los que utilizan como mercenarios.

En ambas obras nos encontramos con una adaptación funcional: todo debe
ser útil, no hay ociosos en la población; cada uno se convierte en una parte esencial
y funcional del conjunto.

La ciudad de Campanella está gobernada como suprema autoridad espiritual


y temporal por Hoh el Metafísico (el Sol), al que acompañan tres ministros o
príncipes: Pon (Poder), que manda en todo lo relativo a la defensa; Sin (Sabiduría),
que se ocupa de la educación; y Mor (Amor), encargado de la sanidad y de la
política reproductiva, todos ellos elegidos por sus conocimientos científicos.

Aquí nos encontramos con una clara diferencia con Moro, y es que mientras
en la isla de Utopía gobierna un Príncipe electo por unos magistrados (que han sido
escogidos más o menos democráticamente), y que goza del consejo y ayuda de los
magistrados y sacerdotes para reinar, en el caso de Campanella, nos encontramos
con cuatro dirigentes escogidos por sus conocimientos (una clara reminiscencia del
filósofo-rey de Platón).

Otra diferencia podría ser como mientras que los habitantes de Utopía viven
vestidos con harapos, con lo mínimo, en la ciudad de Campanella la indumentaria
tiene un valor simbólico (durante el día llevan colores blancos, por la noche y fuera
de la ciudad sedas rojas, y desdeñan el negro como el color más odiado). Entronca

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también la concepción de Moro de ciudad-refugio (contra los enemigos, las
desigualdades y el propio tiempo) con la de ciudad-madre, que nutre y abriga a sus
habitantes (las murallas de la misma contienen todo el saber del mundo, aprenden el
lenguaje de manera práctica, reciben instrucción rodeados de frescos que cuentan
historias que ilustran todos los sectores del conocimiento).

Una de las funciones primordiales de la ciudad-estado de Campanella es


proporcionar a sus habitantes una educación rigurosa y completa basada en la
«gramática filosófica» y la experiencia, y aunque en Utopía no sea tan vital la
educación, sí que podemos ver como todos los habitantes gozan de tiempo libre que
pueden dedicárselo, y además, para ocupar un cargo importante debes de destacar en
el estudio, es protegida y fomentada.

En La Ciudad del Sol, todos los ciudadanos trabajan colectivamente cuatro


horas al día, comen y duermen en común, y comparten los bienes, las mujeres y los
hijos, constituyendo así un régimen de comunismo radical, en el que el egoísmo no
tiene cabida, pues «perdido el amor propio, solo queda el amor a la comunidad».
Esto es algo con lo que nuevamente encontramos similitud, y es que Moro también
cree en la colectividad, y cree que compartiéndolo todo se eliminarán los males y
envidias (de manera diferente, no cree que haya que perder el amor propio para
preocuparte por tu comunidad), pero no sólo eso, sino que también marca las horas
diarias que deben trabajar los ciudadanos, y de la misma manera, comen en común y
viven sin la institución de la familia.

En la utopía de Campanella, las relaciones sexuales están estrictamente


reglamentadas por el ministro Mor que selecciona a las parejas por sus cualidades
físicas y morales. También se regula el momento de la procreación pues ésta tiene
que darse en los tiempos favorables determinados por la conjunción de los astros.
Esto entronca nuevamente con el planteamiento de Moro, ya que en su sociedad
puedes casarte con quien quieras y tener hijos cuando te plazca.

Thomas Hobbes

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Thomas Hobbes (5 de abril de 1588 – Derbyshire, 4 de diciembre de 1679),
fue un filósofo inglés considerado uno de los fundadores de la filosofía política
moderna. Su obra más conocida es el Leviatán (1651), donde sentó las bases de la
teoría contractualista, de gran influencia en el desarrollo de la filosofía política
occidental. Además de en el ámbito filosófico, trabajó en otros campos del
conocimiento como la historia, la ética, la teología, la geometría o la física. Vivió las
guerras de religión, pero en Gran Bretaña, y busca una respuesta de solución a las
mismas.

Justifica el poder estatal naciente a partir de principios científicos, pero de


una manera que no gustó nada a los monarcas absolutistas, pues dejaba de ser por la
gracia de dios por quiénes reinaban, para pasar a ser gracias al consentimiento de sus
súbditos.

Según él, el universo está conformado de partículas en continuo movimiento,


pero sin ningún sentido: el sentido de movimiento de una partícula depende del
choque con la última partícula que se haya encontrado.

Esta idea sobre la materia la traslada al Estado de naturaleza en la que viven


los individuos. La esencia de los individuos es la misma que la de las partículas:
seguir moviéndose; a lo que denomina el sentido de auto conservación de su
movimiento, actual y futuro. Por ello, tienden a acaparar bienes para multiplicar sus
capacidades de seguir vivos, de seguir moviéndose en el futuro. Ese deseo natural de
acrecentar poderes llevar al conflicto con otros seres humanos, lo que acaba por
generar un clima de inseguridad sin opción para el progreso.

Esta parte del pensamiento de Hobbes puede ligarse con gran facilidad con el
de Moro. Como ya hemos comentado, para Moro la propiedad privada es el origen
de todos los males, es lo que produce envidia, robos, asesinato, etcétera. Hobbes
admite esto, que el egoísmo del ser humano es el que avoca a la competencia, y la
competencia es lo que genera la guerra entre los individuos.

Es aquí donde Hobbes introduce la virtud de la razón, que permite anticipar


un estado futuro de paz en el que sí que se den las condiciones para el progreso, lo

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que hace lógico el contrato social, que consiste en la cesión de todos los poderes y
derechos de individuo, en manos del Leviatán (del soberano del Estado), quien a
partir de ese momento debe garantizar la paz. Por ello, el soberano determinará el
comportamiento de los individuos a través de las leyes.

De alguna manera, en la isla de Utopía sus habitantes han cedido su soberanía


al príncipe, y de manera incluso democrática, así que sí se da este contrato social, no
viven en un Estado de naturaleza si ninguna norma.

Algo en lo que si difiere de moro es que Hobbes afirmó que para los
individuos, igual que para las partículas, no existe un criterio de justicia o de
injusticia por encima de ellos, es decir, para cada individuo lo justo y lo injusto es
diferente. Se dan criterios individuales.

En Utopía sabemos que por lo menos hay ciertos conceptos que son iguales
para todos los habitantes de la isla, ya que se nos dice, por ejemplo, que uno de los
pocos motivos por los que empezarían una guerra es liberar a un pueblo de una
tiranía, de un sistema injusto, de modo que todo su ejército, magistrado, o por lo
menos un grupo bastante grande de habitantes de la isla, compartirán ese criterio.

Hobbes reconoce la existencia de un cálculo de costos y beneficios de los


actores, ya que si la pena es inferior a los beneficios del crimen, deja de ser castigo y
pasa a ser el precio de la ilegalidad, así sostiene que si el daño infligido es menor
que el beneficio de la satisfacción (del delito cometido), este daño no es un delito.
Moro no desarrolla planteamientos jurídicos tan complejos, pero sí que comenta un
par de veces que no ve bien que se pague con la vida el hurtar dinero, que no es
equitativo, del mismo modo que en su utopía hay una ausencia de leyes que
castiguen de forma clara los delitos, sino que se recurre a un consejo, que cada vez
dicta una sentencia u otra, según el caso concreto y la gravedad del asunto.

John Locke

John Locke (Wrington, Somerset, 29 de agosto de 1632 - Essex, 28 de

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octubre de 1704) fue un filósofo y médico inglés, considerado como uno de los más
influyentes pensadores del empirismo inglés, y conocido como el «Padre del
Liberalismo Clásico». Fue uno de los primeros empiristas británicos. Influido por las
ideas de Francis Bacon, realizó una importante contribución a la teoría del contrato
social. Su trabajo afectó en gran medida el desarrollo de la epistemología y la
filosofía política. Sus escritos influyeron en Voltaire y Rousseau, pensadores de la
Ilustración escocesa, así como los revolucionarios estadounidenses. Sus
contribuciones al republicanismo clásico y la teoría liberal se reflejan en la
Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de Derechos
de 1689.

Partidario de la tolerancia religiosa, nos muestra un Estado de Naturaleza


particular, de paz y buena voluntad, donde predomina la libertad y la igualdad, en el
cual existen ciertos derechos naturales, pero no las normas de justicia para hacerlos
respetar, derechos que existen porque somos obra de Dios, y los seres humanos
debemos respetar las creaciones divinas.

Este primer planteamiento choca ya con los de Moro, pues aunque él es


también partidario de la libertad e igualdad, no lo ve de la misma manera, como algo
natural e intrínseco al propio ser humano, sino más bien como un objetivo a
conseguir (vía, por ejemplo, la abolición de la propiedad privada).

Aunque este planteamiento de los derechos naturales pueda de alguna manera


parecer similar a Moro, más temprano que tarde se entronca con el pensamiento del
humanista. Locke justifica también otro derecho, y es el de la propiedad. Para él, en
principio, la naturaleza es propiedad común, de todos: todos podemos adquirir los
bienes de la naturaleza. Pero él va más allá: los trozos de tierra que se han trabajado
para dar frutos o bienes, pertenecen al hombre que los haya trabajado, pasa a ser su
propietario.

Poco o nada tiene que ver con la idea de Moro de precisamente eliminar la
propiedad privada, pero además, el planteamiento de Locke no tiene cabida en la

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sociedad de Moro, pues cada año la mitad de los ciudadanos del campo se mueven a
la ciudad, y viceversa, y además, cambian de casa cada diez años; es decir, todos
acaban trabajando tierra anteriormente arada por otro; todo es de todos.

Locke habla también de la necesidad de jueces y árbitros que interpreten las


leyes claras y precisas para preservar así la efectividad de los derechos naturales.
Moro no habla de jueces, pero sí de justicia, de cómo algunos crímenes se pagan con
la esclavitud e incluso con la pena de muerte, y no sólo difieren en que Moro no
habla de árbitros para los malentendidos, sino que a mi parecer, estos castigos por
los incumplimientos de la ley no tienen el fondo en él de defender estos derechos
inalienables, sino como muestra ejemplar de no realizar esos actos penados y
mantener el orden.

También se diferencian en el consentimiento que Locke cree que debe haber


entre el soberano y sus súbditos, ya que al ser para Moro el cargo de Príncipe algo
vitalicio (no puedes ser depuesto salvo si eres sospechoso de tirano), habrá muchos
ciudadanos que no habrán propuesto a esa persona, ni votado a los sifograntes que lo
escogieron, por tanto no tendrán su legitimidad, y tal vez tampoco su confianza,
puede que ni lo conozcan.

Al mismo tiempo, hay que hacer un matiz cuando hablamos de libertad


religiosa en Locke, ya que ve en la libertad religiosa una manera de ampliar las
bases de la religión y lograr una mayor unidad social, por lo que el Estado sí podrá
perseguir aquellas opciones religiosas que perjudiquen los intereses fundamentales
de la sociedad y del Estado (por ejemplo, religiones que nieguen la existencia de
dios o la religión católica (pues sus fieles han prestado juramento al Papa, el líder de
otro Estado)), mientras que para Moro existe una tolerancia y respeto total hacia las
diversas religiones de la isla, incluso se condenan las conversiones forzosas por
causas de religión.

Locke también habla de una división de poderes inexistente prácticamente


para Moro, puesto que aunque haya Senado donde se habla de los temas que
preocupan a la gente, no se habla de un órgano que imparta justicia, o una policía

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que obligue a que se cumplan las leyes.

Por último, cabe mencionar una última similitud, y es que Locke habla del
derecho de revolución frente al tirano (entendiendo tirano como aquel que no respeta
los derechos naturales, que se extralimita y abusa de su poder, que no cumple con lo
pactado…), algo muy similar, a como ya hemos comentado, uno de los pocos
motivos de los utopienses para guerrear, y es el liberar a un pueblo de una tiranía.

REFLEXIÓN SOBRE LA VIGENCIA DE LA FILOSOFÍA DE MORO

Muchas ideas del pensamiento de Moro podrían cuajar en nuestra sociedad, si


no lo han hecho ya. Es más que evidente que no vivimos en una sociedad
colectivista, más bien al contrario, pero sí es cierto que ideas como la economía del
bien común, los Centros Sociales, los huertos comunales, aplicaciones como
Blablacar, las tiendas de segunda mano o los rastros ponen de manifiesto que cada
vez buscamos cooperar, aunque no haya buena voluntad y sólo busquemos
ahorrarnos unos cuántos euros, nos ayudamos.

La escasa presencia de leyes y que fuera un Consejo el que dictaminara en


cada ocasión la gravedad de los crímenes sin interpretar o atenerse a ningún tipo de
ley no me parece algo factible hoy en día, de hecho, se consideraría un tribunal
arbitrario en el que los jueces hacen lo que quieren, siéndoles más fácil abusar sin un
marco jurídico claro dentro del cual operar.

Su opinión contraria a la guerra me parece algo muy arraigado en nuestra


sociedad, desde que se televisó la guerra de Vietnam la opinión pública es muy
sensible a los actos violentos, y mucho más a inmiscuirse en guerras (no hay más
que ver las multitudinarias manifestaciones españolas cuando el Gobierno del PP
decidió aliarse con Estados Unidos e invadir Irak).

La excesiva represión del ocio no hubiera gustado nada. Es evidente que a


todo el mundo le gustaría tener una jornada de seis horas y poder vivir holgadamente
como los utopienses, pero todo el mundo aprecia estar de vez en cuando sin hacer

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nada, pensando en tonterías o perdiendo el tiempo, el derecho a la pereza.

La defensa del débil y la mala imagen de las élites es algo que a día de hoy
comparte gran parte de la gente. Muchas Constituciones, leyes, el propio Estado del
Bienestar, están pensados para socorrer a quien no tiene. No es menos ciertos que
los escándalos en los que se ven involucrados los poderosos (por ejemplo, los más
recientes de la familia real española) dan crédito de que por desgracia Moro no se
engañaba metiendo a la mayoría de señores en el mismo saco, y para más desgracia
aún, esas etiquetas siguen quedándoles igual de bien a gran parte de ellos.

Respecto a la pena de muerte y a la esclavitud, hay ciertos países o regiones


de países que la mantienen y la aplican (ciertos estados de EE.UU, China, Japón…),
pero no es algo demasiado extendido, gran parte de la opinión pública está tanto en
contra de la pena de muerte como de los castigos físicos o la tortura, pero en relación
a la esclavitud, me parece que está llega de manera más difuminada a nuestros días
de hoy, en forma de prácticas universitarias no remuneradas o contrarios
extremadamente precarios, algunos incluso de 0 horas. De hecho, actualmente hay
casos incluso en los que la gente paga por trabajar (el más reciente, los trabajadores
de Deliveroo).

La abolición de la propiedad privada es imposible que sea aceptada al 100%


en nuestra sociedad, pero cada vez son más las voces que se alzan pidiendo la
nacionalización de ciertos servicios, como la electricidad, que tiene algo que ver con
desprivatizar grandes monopolios.

Controvertida sigue siendo la idea que propone Moro de dejar morir de


inanición (con su consentimiento) a los pacientes con enfermedades muy dolorosas,
pues la eutanasia es a día de hoy un tema muy controvertido, pero que desde luego
sigue vigente en la actualidad.

También me parece avanzada su idea del divorcio, aunque es evidente que


hoy ya no está vigente, pues no existen tantas trabas para dejar a la persona con las
que te has casado como las que propone Moro.

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Por último, cabe mencionar que su idea de tolerancia religiosa es
exactamente la misma que tenemos hoy; nadie debe ser perseguido por sus
creencias, y, que aunque deja en mejor lugar a la mujer que la mayoría de los
pensadores coetáneos a él o anteriores, su idea de la mujer no sería aceptada hoy en
día, pues está más que claro que se está luchando por conseguir una igualdad real y
no lo que propone Moro, donde la mujer sigue aún relevada a un segundo plano en
la mayoría de ámbitos.

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