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Parte II

La familia

11. LA CONTRIBUCION DE LA MADRE A LA SOCIEDAD

(Postcriptum a la primera compilación de charlas radiofónicas del doctor


Winnicott, publicada bajo el título The Child and the Family*, en 1957)

Supongo que todo el mundo tiene un interés fundamental en la vida, un


profundo y poderoso impulso hacia algo. Si se vive lo suficiente como para que
sea posible mirar hacia atrás, se puede distinguir una apremiante tendencia
que ha integrado las diversas y variadas actividades de la propia vida privada y
la propia carrera profesional.
En mi caso, puedo ya percibir qué importante papel ha desempeñado en mi
trabajo el anhelo de encontrar y apreciar a la buena madre corriente. Sé que la
importancia del padre no es menor y, sin duda, el interés por la tarea materna
incluye un interés por el padre y por el papel vital que desempeña en el cuidado
de los hijos. Pero yo he experimentado la profunda necesidad de hablar a las
madres.
Tengo la impresión de que algo falta en la sociedad humana. Los niños crecen
y se convierten, a su vez; en padres y madres, pero, en general nunca llegan a
saber y a reconocer exactamente qué hicieron sus madres por ellos en el
comienzo. El motivo es que el papel de la madre ha empezado a percibirse
hace muy poco. Pero quisiera poner algo en claro: hay ciertas cosas que de
ningún modo ha sido mi intención dar a entender.
No he querido decir que los niños deban agradecer a sus padres por haberlos
concebido; sin duda, pueden confiar en que su llegada significó una cuestión
de placer y satisfacción mutuos. Es evidente que los padres no pueden esperar
agradecimiento por la existencia de un hijo: los bebés no piden nacer.
Hay otras cosas que no he querido dar a entender. Por ejemplo, no afirmo que
los hijos tengan obligación para con sus padres por su cooperación en la tarea
de mantener un hogar y resolver los asuntos familiares, si bien es posible que
pueda surgir un sentimiento de gratitud. Los padres normales forman un hogar
y se mantienen unidos, con lo cual proporcionan la ración básica de cuidado
infantil y aseguran un marco dentro del que cada niño puede gradualmente
encontrarse a sí mismo y al mundo, y establecer una relación activa entre
ambos. Pero los padres no esperan agradecimiento por esto; obtienen sus
recompensas a su modo, y antes que gratitud prefieren ver a sus hijos crecer y
convertirse, a su vez, en padres y constructores de hogares. Las cosas podrían
enfocarse desde el ángulo opuesto. Los hijos tienen derecho a acusar a sus
padres cuando, después de traerlos al mundo, no les proporcionan la debida
iniciación en la vida.
En los últimos cincuenta años, el valor del hogar se ha ido reconociendo cada
vez más. Los efectos de los malos hogares hicieron inevitable tal valoración.
Conocemos algunas de las razones por las cuales esta larga y agotadora tarea,
la de criar hijos, es digna de realizarse y, de hecho, creemos que proporciona la
única base real para la sociedad y la única fuente para la tendencia
democrática en el sistema social de un país.
Pero el hogar es responsabilidad de los padres, no del niño. Quiero destacar
particularmente que no le pido a nadie que manifieste gratitud. Lo que me
interesa en especial no es el momento de la concepción ni el de la formación
de un hogar. Lo que me preocupa es la relación de la madre con su bebé poco
antes del nacimiento y en las primeras semanas y meses posteriores a éste.
Quiero llamar la atención hacia la inmensa contribución al individuo y a la
sociedad que la madre buena corriente, con el apoyo de su esposo, hace al
comienzo, y ello simplemente a causa de su devoción por su hijo.
¿Es la inmensidad misma de la contribución que hace la madre devota lo que
impide su reconocimiento? Si tal contribución se acepta, ello implica que todo
individuo sano, todo individuo que se siente una persona en el mundo y para
quien el mundo significa algo, toda persona feliz, tiene una deuda infinita con
una mujer. En la época en que, como bebé, esa persona nada sabía acerca de
la dependencia, había una dependencia absoluta.
Permítaseme destacar una vez más que el resultado de tal reconocimiento no
será gratitud, y ni siquiera alabanza; el resultado será una disminución del
temor. Si nuestra sociedad se demora en conocer plenamente esa
dependencia que constituye un hecho histórico en la etapa inicial de desarrollo
de todo individuo, se mantendrá un obstáculo tanto para el progreso como para
la regresión, un obstáculo basado en el miedo. Si no hay un verdadero
reconocimiento del papel de la madre, quedará siempre un vago temor a la
dependencia. Ese temor asumirá a veces la forma del temor a las mujeres o a
una mujer en particular, y otras veces formas más difíciles de reconocer, pero
que siempre incluyen el miedo a la dominación.
Por desgracia, el temor a la dominación no mueve a los grupos humanos a
evitarla; por el contrario, los impulsa hacia una dominación específica o elegida.
Sin duda, si se estudiara la psicología del dictador se encontraría por cierto
que, en su propia lucha personal, el dictador trata de controlar a la mujer cuyo
dominio teme inconscientemente, de controlarla circundándola, actuando por
ella y exigiendo, a su vez, total sometimiento y "amor".
Muchos estudiosos de la historia social han creído ver en el temor a las
mujeres una poderosa causa de la conducta aparentemente ilógica de los
seres humanos que forman grupos, pero pocas veces se ha rastreado ese
temor hasta sus raíces. Si se lo hiciera en la historia de cada individuo, se vería
que el temor a las mujeres es el temor a reconocer el hecho de la dependencia.
Por lo tanto, existen sólidos motivos sociales para alentar la investigación de
Las más tempranas etapas en la relación madre hijo. Por mi parte, me he vista
impulsado a averiguar todo lo posible acerca del significado de la palabra
"devoción" y a hacer un reconocimiento plenamente informado y sentido a mi
propia madre. En este caso la posición del hombre es más difícil que la de la
mujer, pues no puede reconciliarse con la madre convirtiéndose, a su vez, en
madre. No tiene otra alternativa que llegar tan lejos como pueda en una toma
de conciencia de la tarea realizada por su madre. El desarrollo de rasgos
maternales como parte de su carácter no va demasiado lejos y la feminidad en
un hombre resulta ser un desvío de los principales aspectos.
Para el hombre que debe encarar este problema, una de las soluciones
consiste en tomar parte en un estudio objetivo del papel de la madre, en
especial del papel que desempeña al comienzo.
En la actualidad suele negarse la importancia de la madre en las primeras
etapas de la vida del niño, y se afirma, en cambio, que en ese período sólo se
necesita una técnica del cuidado corporal, por lo cual una buena niñera resulta
igualmente eficaz.
Incluso existen madres (espero que no en este país) a quienes se les dice que
deben encargarse del cuidado de sus hijos, lo cual significa la negación
extremo de que esa actitud surja naturalmente del hecho de ser madre. Con
frecuencia ocurre que, poco antes de que se alcance la comprensión de algún
problema, hay una etapa de negación, ceguera o de no querer ver
deliberadamente, tal como el mar se aparta de la arena antes de arrojar sobre
ella la ola atronadora.
La pulcritud administrativa, los dictados de la higiene, un loable fomento de la
salud corporal, y muchos otros factores de este tipo, se interponen entre la
madre y el bebé, y es muy improbable que las madres mismas decidan unir sus
esfuerzos para protestar contra toda intervención. Alguien debe ayudar a las
madres jóvenes que tienen a su primero o segundo bebé y que necesariamente
se hallan también en una situación de dependencia. Hay que suponer que
ninguna madre de un recién nacido se declarará en huelga contra médicos y
enfermeras, por frustrada que se sienta, porque su actitud es muy distinta.
Aunque muchos de mis ensayos y mis charlas radiofónicas están dirigidos a las
madres, no es probable que las madres jóvenes, a quienes más atañen, los
lean o los escuchen. No deseo alterar esa situación. No puedo suponer que las
madres jóvenes necesiten saber qué es lo que hacen cuando descubren que
gozan cuidando de sus propios hijos. Como es natural, temen que los textos
informativos puedan arruinar ese placer y su experiencia creadora, el elemento
esencial para la satisfacción y el crecimiento. La madre joven necesita
protección e información, y el asesoramiento que la ciencia médica esté en
condiciones de ofrecerle acerca del cuidado corporal y la prevención de
accidentes evitables. Necesita un médico y una enfermera conocidos y dignos
de confianza. Necesita, asimismo, el amor de un marido y experiencias
sexuales satisfactorias. No; la madre joven no suele aprender de los libros. No
obstante, he mantenido la forma de una charla dirigida a Las madres jóvenes
porque ello obliga a una disciplina. Quien escribe sobre la naturaleza humana
necesita algo que lo impulse constantemente hacia un lenguaje simple y lo
aparte de la jerga del psicólogo, por valiosa que ésta pueda ser en las
contribuciones a las revistas científicas.
Es probable que quienes hayan pasado ya por la experiencia de la maternidad
y que, por lo tanto, pueden permitirse echar una mirada retrospectiva, sientan
interés por leer lo dicho en esta forma y puedan ayudar en lo que tanto se
necesita actualmente, es decir, proporcionar apoyo moral a la madre buena
corriente, educada o no, inteligente o limitada, rica o pobre, y protegerla de
todos y de todo lo que se interponga entre ella y su bebé. Uniremos fuerzas al
hacer que la relación emocional entre la madre y su bebé comience y se
desarrolle naturalmente. Esta tarea colectiva significa una extensión del papel
del padre, de su papel al comienzo, cuando su esposa gesta, da a luz y
amamanta a su hijo, antes de que el niño pueda necesitar de él en otros
sentidos.

Nota:

* Trad. cast.: Conozca a su niño, Buenos Aires. Paidós. 4º ed., 1993 (T.)
12. EL NIÑO EN EL GRUPO FAMILIAR

(Conferencia pronunciada en el Congreso de la Asociación de Jardines de


Infantes sobre "Adelantos en la educación primaria", realizado en el New
College, Oxford, 26 de julio de 1966)

Mucho se ha escrito últimamente sobre el niño y la familia, hasta el punto de


que es difícil hallar el modo de referirse al tema con pretensiones de
originalidad. La opinión general es que todo ha sido dicho ya, y casi podría
afirmarse que el título de esta charla, a fuerza de ser usado, carece de
significación. Hay, sin embargo, una novedad, aunque limitada, que resulta del
cambio de énfasis en las directivas: la atención debe centrarse en la familia y
no en el individuo. Hay una especie de plan destinado a modificar el método de
trabajo social: debe tenerse en cuenta a la familia y concebirse al niño como
parte de ella.
En mi opinión esto no representa ningún cambio, puesto que al niño se lo ha
estudiado siempre en relación con la familia o con la ausencia de una familia.
Sea como fuere, podemos tratar de servirnos de cualquier cosa que alivie la
monotonía.
Examinando la contribución del psicoanálisis, puede afirmarse que el énfasis
que los analistas han puesto en el tratamiento de un niño no ha sido
equilibrado. El psicoanálisis ha pasado por una larga fase en la que veía en el
tratamiento de un niño un fenómeno aislado. Era inevitable que así fuera. Pero
en los círculos psicoanalíticos se ha producido un cambio, originado
simplemente en los procesos de desarrollo de las ideas. De cualquier modo, la
reciente modificación de las directivas no tiene como destinatario al
psicoanálisis sino al trabajo social en general, el que, a mi juicio, siempre que
se ha ocupado de un niño lo ha hecho en el marco de su familia.
En la actualidad existe el riesgo de que al poner excesivo énfasis en el hecho
de que las dificultades humanas deben manejarse en función de la familia y
otros grupos, en realidad se esté eludiendo el estudio del individuo, sea éste un
bebé, un niño, un adolescente o un adulto. En algún momento, en la tarea que
se realiza en cada caso, el trabajador social debe tratar con un individuo al
margen de su grupo: es entonces cuando se presentan las mayores
dificultades y también cuando son mayores las posibilidades de producir un
cambio.
Comenzaré por lo tanto con un ruego: piensen en el niño individual, en su
proceso evolutivo, su sufrimiento, su necesidad de ayuda y su capacidad de
beneficiarse con ella, claro está que sin olvidar la importancia de la familia, de
Los varios grupos escolares y de todos los demás grupos que conducen al que
conocemos por el nombre de sociedad.
En todo trabajo con un caso debe decidirse quién es el enfermo. A veces,
aunque se atribuye esa condición al niño, es otra persona la que causa y
mantiene el trastorno, o incluso es un factor social lo que constituye el
problema. Se trata de casos especiales, y los trabajadores sociales están al
tanto de esta posibilidad. Pero ello no debería hacer olvidar el hecho de que
casi siempre cuando un niño presenta síntomas es porque sufre, y la mejor
manera de aliviar su sufrimiento es mediante el trabajo realizado con el niño
mismo.
Esto es así sobre todo en los innumerables casos que existen en la comunidad
pero que no llegan a las clínicas de orientación infantil, las que, por supuesto,
tienden a ocuparse de los casos menos corrientes, más complejos. En otras
palabras, si miran a su alrededor, a los niños que conocen de su familia y de su
medio social, verán que aun cuando muchos de ellos podrían beneficiarse con
una pequeña ayuda, nunca se los lleva a una clínica. Esos son los niños a
quienes mejor se podría ayudar y que necesitan atención individual. Los niños
tratados en las clínicas no son representativos de los que necesitan ayuda en
la comunidad. Lo digo confiadamente ante esta auditoria porque se compone
de maestros, y la mayoría de los niños a quienes ustedes enseñan no son
casos clínicos: son niños corrientes, muy semejantes a los que pertenecen al
grupo social del que ustedes forman parte. No hay prácticamente ningún niño
que no haya necesitado ayuda alguna vez por un problema personal o de quien
se pueda afirmar que nunca la necesitará. En la escuela ustedes reaccionan a
menado ante estos problemas pasándolos por alto o aplicando medidas
disciplinarias cuidadosamente graduadas, enseñando al niño una habilidad o
brindándole la oportunidad de seguir sus impulsos creativos. Y cabe admitir
que, en general, un maestro debe tener de la psicología una perspectiva
diferente de la del trabajador social y de la del psiquiatra de niños.
Comprenderán que es inevitable que haya cierta superposición y que algunos
de los niños que asisten a la escuela deberían estar concurriendo a una clínica,
así como algunos de los niños de la clínica deberían estar tratando de superar
sus dificultades con ayuda de sus tíos o tías, de sus maestros y de toda otra
clase de provisión social generalizada.

EL GRUPO EN RELACION CON EL INDIVIDUO

Para aprovechar la oportunidad que ustedes me han brindado, les recordaré


con cierto detalle de qué modo la familia es un grupo cuya estructura está
relacionada con la de la personalidad individual. La familia es el primer
agrupamiento, y es de todos el que más cerca está de ser un agrupamiento
dentro de la personalidad individual. El primer agrupamiento es simplemente
una duplicación de la estructura individual. Cuando decimos que la familia es el
primer agrupamiento, lo hacemos teniendo en cuenta el crecimiento del
individuo, lo cual se justifica porque el vínculo entre el simple paso del tiempo y
la vida humana es más débil que el que derive del hecho de que toda persona
comienza en un momento dada y, gracias a un proceso de crecimiento,
convierte un espacio de tiempo en algo personal.
El niño comienza a separarse de la madre, y ésta, antes de ser percibida
objetivamente, es lo que podríamos llamar un objeto subjetivo. El niño
experimenta una brusca sacudida cuando, después de haber usado a la madre
como objeto subjetivo—es decir, como un aspecto del self—, comienza a usarla
como objeto distinto del self, inmune al control omnipotente. La madre, a su
vez, cumple una tarea muy importante al adaptarse a las necesidades del niño,
con lo que logra suavizar un tanto esa terrible sacudida, que corresponde al
encuentro con el principio de realidad. Hay una duplicación de la figura
materna.
En algunas culturas se realiza un esfuerzo deliberado para impedir que la
madre sea alguna vez una persona única, a fin de proteger al niño del shock
que acompaña a la pérdida. En nuestra cultura tendemos a considerar normal
que el niño experimente plenamente el shock cuando la madre se convierte en
una persona externa adaptativa, pero debemos admitir que se producen
algunas bajas. En los casos en que todo sale bien se tiene una experiencia
muy rice, y éste es el principal argumento a favor de nuestro sistema. El
estudio antropológico de estas cuestiones proporciona un material fascinante al
investigador que observe los resultados de la temprana y deliberada escisión
de la figura materna impuesta por la sociedad.
El padre entra en escena de dos modos. En cierta medida, es una de las
personas que duplican a la figura materna. Con el correr del tiempo se ha
producido en Gran Bretaña un cambio de orientación, y hay en día el padre se
vuelve real para su bebé en el rol de duplicado de la madre con más frecuencia
que hace algunas décadas. Lo cual interfiere con su otra función, que es la de
entrar en la vida del niño como un aspecto de la madre; un aspecto duro,
estricto e implacable, intransigente e indestructible que, en circunstancias
favorables, se convierte en un ser humano, en alguien a quien se puede temer,
odiar, amar y respetar.
Se forma así un grupo, de modo que pueden adscribirse a dos conjuntos. El
primer conjunto corresponde simplemente a la extensión de la estructura de
personalidad del niño y depende de los procesos de crecimiento. El segundo
depende de la madre y de su actitud hacia ese niño, de las otras personas que
estén disponibles como figuras maternas, de la actitud de la madre hacia las
madres sustitutas, de la actitud social en el lugar, y del equilibrio entre los dos
aspectos ya mencionados de la figura paterna. Naturalmente, las
características del padre determinan en alto grado el modo como el niño lo usa
o no lo usa en la formación de la familia. En ambos casos, por supuesto, el
padre puede estar ausente u ocupar un lugar muy visible, y estos detalles
establecen una enorme diferencia en cuanto a lo que la palabra "familia"
significa para ese niño en particular.
Dicho sea de paso, conozco a una niña que dio el nombre de "Familia" a su
objeto transicional. Creo que en este caso hubo un reconocimiento precoz de la
desarmonía entre los padres, y a una edad increíblemente temprana la niña
trató de remediar la deficiencia que percibía llamando Familia a su muñeca. Es
el único caso que conozco en que haya ocurrido algo semejante, y en la
actualidad, treinta años más tarde, esa persona está luchando aún contra su
incapacidad de aceptar el distanciamiento entre sus padres.
Lo que he hecho hasta ahora es poner de relieve que cuando hablamos
simplemente de un niño y su familia estamos pasando por alto las difíciles
etapas durante las cuales ese niño adquirió una familia. No se trata
simplemente de que haya un padre y una madre, y de que lleguen otros niños,
y de que haya un hogar con padres e hijos y tíos y primes. Eso es sólo lo que
diría un observador. Para los cinco hijos de una familia hay cinco familias. No
se requiere ser psicoanalista para darse cuenta de que esas cinco familias no
se parecen necesariamente, y con seguridad no son idénticas.

EL PRINCIPIO DE REALIDAD

Después de haber introducido la idea de una familia juntamente con el


concepto del objeto subjetivo que se convierte en objeto percibido
objetivamente, desearía proseguir el estudio de esta área. En el desarrollo de
los seres humanos se produce, precisamente entre estos dos tipos de relación,
un cambio de magnitud asombrosa. Personalmente he tratado de contribuir
valiéndome de la observación de objetos y fenómenos transicionales, es decir,
de todo lo que emplea el niño individual cuando pasa por esta fase en la que su
capacidad de percibir objetivamente es limitada y la principal experiencia en lo
que se refiere a las relaciones objetales debe seguir siendo la de relacionarse
con objetos subjetivos. (Entre paréntesis, no corresponde emplear aquí la
expresión "objeto interno"; el objeto que podemos ver es externo y
subjetivamente percibido, o sea que se origina en los impulsos creativos y la
mente del niño. La cuestión se complica cuando el niño, poseyendo ya un
interior, toma objetos percibidos externamente y los instala como imágenes
internas. Pero la etapa a la que me estoy refiriendo es anterior, y en ella ese
lenguaje no tiene sentido.)
Una dificultad que se presenta en este tipo de descripción es que en esta
etapa, cuando el niño pequeño se relaciona con lo que he llamado un objeto
subjetivo, indudablemente hay, al mismo tiempo, percepción objetiva. En otras
palabras, el niño no podría inventor el aspecto precise de la oreja izquierda de
su madre. Y sin embargo, debemos decir que la oreja izquierda de la madre
con la que está jugando el niño es un objeto subjetivo; el niño tendió la mano y
creó esa oreja particular que estaba allí para ser descubierta. Esto mismo es lo
que tiene de estimulante el telón de un teatro. Cuando se levanta, cada uno de
nosotros crea la obra que se representa, y posteriormente podemos incluso
descubrir que la coincidencia parcial de lo que cada uno ha creado proporciona
material para una discusión sobre la obra representada.
No sabría cómo proseguir sin afirmar que hay aquí, en algún punto, un
elemento de engaño que es inherente al desarrollo de la capacidad de
relacionarse con objetos. Estoy leyendo este trabajo a un público que yo he
creado. Pero debo admitir que al redactarlo también pensé en el público que
está realmente aquí en este momento. Quiero creer que ambos coinciden en
cierta medida, pero nada garantiza que puedan relacionarse entre sí. Al escribir
este trabajo tuve que jugar y moverme en el ámbito que llama transicional, en
el que simulé que mi público eran ustedes tal como son aquí y ahora.
Esta fase que estoy analizando y a la que a veces me he referido con la
expresión "fenómenos transicionales" es importante en el desarrollo de todo
niño. Se requiere cierto tiempo en un "ambiente previsible normal'' para que el
niño pueda recibir ayuda de alguien capaz de adaptarse de un modo
extremadamente sensible mientras él va adquiriendo la capacidad de utilizar la
fantasía, de valerse de la realidad interior y los sueños y de manipular juguetes.
Al jugar, el niño ingresa en esta área intermedia de lo que he llamado engaño,
aunque deseo aclarar que este aspecto particular del engaño es saludable. El
niño usa una posición intermedia entre él y la madre o el padre, quienquiera
que sea, en la cual todo lo que sucede simboliza la unión o la no separación de
estas dos cosas separadas. Este concepto es realmente muy difícil y creo que
seria importante para la filosofía si pudiera ser entendido. Y quizás incorporaría
también una vez más la religión a la experiencia de quienes han dejado de
creer en milagros.
Lo importante es que el niño disponga de un lapso para utilizar la experiencia
de relaciones estables a fin de desarrollar áreas intermedias en las que los
fenómenos transicionales o lúdicos puedan quedar establecidos para ese niño
en particular, de modo tal que en lo sucesivo tenga la posibilidad de disfrutar de
todo lo que ha de derivarse del uso del símbolo, puesto que el símbolo de
unión proporciona a la experiencia humana un campo más amplio que la unión
misma.

EXCURSIONES Y REGRESOS

Como ya he mencionado, en el desarrollo saludable el niño necesita tiempo


para explotar plenamente esta fase; cabe añadir que también debe ser capaz
de experimentar las diversas clases de relación objetal en el mismo día, o
incluso en el mismo momento. Por ejemplo, viendo a un niño pequeño que
disfruta de su relación con una tía, un perro o una mariposa, advertimos que no
sólo está percibiendo cosas objetivamente, sino también disfrutando de la
riqueza que le aportan sus descubrimientos. Esto no significa, sin embargo,
que esté preparado para vivir en un mundo descubierto. En cualquier momento
volverá a fusionarse con la cuna, la madre o los olores familiares y se
encontrará nuevamente instalado en un ambiente subjetivo. Lo que intento
decir es que son sobre todo las pautas familiares las que le proporcionan esas
reliquias del pasado, de modo que cuando el niño descubre el mundo, se
produce siempre el viaje de regreso apropiado. Si se trata de su propia familia,
el viaje de regreso no es causa de tensión para nadie, porque toda familia se
mantiene orientada hacia sí misma y hacia quienes son parte de ella. Aunque
estas cuestiones no necesitan ser ilustradas con ejemplos, les relataré un
episodio tomado de un análisis.

Una paciente resume los traumas acumulados en su niñez refiriendo un


suceso; al hacerlo pone de manifiesto, con sus propias palabras, la importancia
del factor tiempo. “Yo tenía unos dos años. La familia estaba en la playa. Me
alejé de mi madre y comencé a hacer descubrimientos. Encontré conchillas.
Pasaba de una a otra, y había muchísimas. De pronto sentí miedo. Lo que
ocurrió—ahora lo comprendo—es que en mi interés por descubrir el mundo me
había olvidado de mi madre. Esto implicaba—ahora lo percibo claramente—la
idea de que mi madre se había olvidado de mí. Por lo tanto di la vuelta y corrí
hacia ella, quizá sólo unos pocos metros. Mi madre me levantó y comenzó un
proceso de restablecimiento de mi relación con ella. Probablemente no mostré
interés en mi madre porque necesitaba tiempo para reponerme y perder el
miedo. Entonces, de pronto, mi madre me puso de nuevo en el suelo."
Esta paciente re-actuaba el episodio, y gracias al trabajo realizado en el
análisis pudo agregar "Ahora sé lo que ocurrió. He estado esperando toda mi
vida, hasta este momento, poder pasar a la etapa siguiente, porque si mi madre
no me hubiera puesto en el suelo yo le habría echado los brazos al cuello y me
habría deshecho en lágrimas de alegría y felicidad. Tal como ocurrieron las
cosas, nunca volví a encontrar a mi madre".

Como se comprenderá, al relatar este episodio la paciente se estaba refiriendo


a un modelo de situación basado en recuerdos superpuestos de situaciones
similares. Lo importante del ejemplo es que muestra los delicados procesos a
través de los cuales se desarrolla—cuando todo marcha bien—la confianza del
niño en el viaje de regreso. A este tema se refiere Richard Church en los tres
tomos de su autobiografía, especialmente en el último.
Observando a un niño de dos años se comprueba fácilmente que las
excursiones y regresos de escaso riesgo coexisten con otras que son
importantes porque, si llegan a fracasar, alteran su vida por completo. Distintos
miembros de la familia representan papeles diferentes, y los niños usan cada
uno de ellos para ampliar sus experiencias hasta cubrir un vasto campo en lo
referente a las características de las excursiones y regresos.
De este modo, suele ocurrir que el comportamiento de un niño en la escuela
difiera mucho del que observo en su caso. Lo más común es que en la escuela
se muestre entusiasmado al descubrir cosas nuevas, aspectos de la realidad
que percibe por primera vez, mientras que en la casa es conservador, retraído,
dependiente, asustadizo, protegido de las crisis por la adaptación sensible de la
madre o de otro familiar. Puede ser a la inversa, pero es quizá menos normal y
probablemente surjan dificultades si en la escuela el niño tiene plena confianza
en una persona determinada, o en el ambiente, y en el hogar es irritable, de
genio vivo y prematuramente independiente. Esto puede ocurrir si en la familia
queda relegado, como por ejemplo cuando el segundo hijo pasa a ser el del
medio de un grupo de tres, con lo que sale perdiendo en todo sentido hasta
que alguien advierte que su temperamento ha cambiado y que, aunque la suya
sea una buena familia, se ha convertido en un niño deprivado.

LEALTAD Y DESLEALTAD

Quisiera referirme a otro aspecto de la relación entre la familia y el desarrollo


del individuo. De entre los muchos aspectos de esa relación, sin duda
polifacética, desearía referirme a los conflictos de lealtades, que son inherentes
al desarrollo infantil.
En términos sencillos, el problema puede enunciarse así: hay mucha diferencia
entre un niño que se alejó de su madre, llegó junta a su padre y volvió al punto
de partida, y un niño que nunca pasó por esa experiencia.
En un lenguaje más complejo, puede decirse que en las etapas más tempranas
el niño no está en condiciones de contener el conflicto dentro del self. Contener
conflictos es la tarea del asistente social, y sabemos cuán grande es la tensión
a que están sometidos los adultos cuando se ocupan de casos individuales y
durante cierto tiempo contienen los conflictos propios de esos casos. El
asistente social da más importancia a esa contención que a cualquier acción
específica relacionada con los miembros del grupo que incluye al caso.
El niño inmaduro necesita una situación en la que no se exija lealtad, y es en la
familia donde podemos esperar que se tolere lo que, de no ser simplemente
una parte del proceso de crecimiento, podría tomarse por deslealtad.
El niño establece una relación con el padre, y esa relación condiciona la actitud
que desarrolla hacia la madre. No sólo puede ver objetivamente a la madre
desde la posición del padre, sino que también entabla con éste una relación
amorosa que implica odio y temor a la madre. Volver a la madre desde esta
posición es peligroso. Pero se produce un fortalecimiento gradual y el niño
vuelve a la madre, y desde esta posición ve al padre objetivamente y sus
sentimientos incluyen odio y temor.
Esta experiencia de ir y venir se repite en la vida cotidiana del niño en el hogar.
No siempre involucra al padre y a la madre; la experiencia puede consistir en ir
de la madre a la niñera y viceversa, o puede tratarse de una tía, una abuela o
una hermana mayor. El niño puede encontrar gradualmente todas esas
posibilidades, experimentarlas y adaptarse a los temores que le provocan.
También puede llegar a disfrutar de los estímulos que esos conflictos
proporcionan, siempre y cuando se los pueda contener. En el seno de la familia
los niños introducen en sus juegos todas las tensiones propias de la
experimentación con deslealtades, incluso las tensiones y celos que perciben
en las personas adultas que los rodean. En cierto sentido, es un buen modo de
describir la vida familiar en términos teóricos. Quizás el enorme interés que
muestran los niños por jugar al papá y la mamá se deban a que este juego les
permite ampliar en forma gradual el campo de la experimentación con
deslealtades.
A veces es posible percibir lo importantes que son estos juegos, por ejemplo
cuando un nuevo hijo se suma tardíamente a la familia y no puede usar los
juegos de sus hermanos, juegos dotados de una complejidad que para Los
hermanos mayores tienen una historia. Puede participar mecánicamente en
ellos y sentirse eliminado o aniquilado por su participación, que no es creativa,
porque lo que necesitaría es comenzar de nuevo y llegar, partiendo de los
rudimentos, a la complejidad de las lealtades opuestas.
Sé que los sentimientos involucrados en estos juegos tienen rasgos positivos y
libidinales, pero el contenido que despierta entusiasmo en los niños se halla
estrechamente vinculado con las lealtades opuestas. De este modo,
constituyen una preparación perfecta para la vida.
Como veremos, la escuela puede brindar un gran alivio al niño que vive con su
familia. Para los niños pequeños, que pasan la mayor parte del tiempo jugando,
los juegos que practican en la escuela no son básicos y pronto se convierten en
Juegos que desarrollan habilidades. Está también la cuestión de la disciplina
que debe reinar en los grupos, todo lo cual lleva a una simplificación que es
muy agradable para unos y muy molesta para otros. Una simplificación
demasiado temprana, como la que impone la escuela al juego de la familia de
los niños que viven con sus familias, debe considerarse un empobrecimiento, al
menos para los niños que pueden tolerar el juego de la familia y cuyas familias
pueden afrontar el hecho de que lo practiquen.
En cambio, al hijo único o al niño solitario los beneficia ingresar tempranamente
en un grupo de juegos, donde al menos en cierta medida, el juego puede incluir
relaciones interpersonales y lealtades opuestas que resultan creativas para el
niño.
Estas son las razones por las que una decisión del gobierno respecto de la
edad en que los niños deben comenzar a ir a la escuela nunca será
satisfactoria. En cuestiones tan delicadas como ésta, una recomendación
apropiada sólo puede darse después de sopesar en cada caso individual todos
los factores pertinentes, lo que equivale a decir que cada vecindario debe
contar con toda clase de provisiones. En caso de duda, tendremos presente
que es en su hogar donde el niño puede lograr las experiencias más ricas, pero
siempre debemos tratar de identificar al niño que por una u otra razón no puede
ser creativa en el juego imaginativo si no pasa algunas horas por día alejado de
su familia.
La educación primaria corresponde al ámbito en que al niño más bien le agrada
que, a través del aprendizaje, de la adopción de lealtades específicas y de la
aceptación de reglas y normas junta con el uniforme escolar, se lo exima de
tener que resolver las complejidades de la vida. A veces esta situación persiste
en la adolescencia, pero es insatisfactorio que los niños permitan que ello
ocurra, por muy conveniente que les parezca a los maestros. Lo que debemos
esperar es que en la adolescencia reaparezcan en cada muchacho y en cada
chica la experimentación y las lealtades opuestas que surgieron creativamente
en el juego de la familia, aunque en esta ocasión el estímulo no provendrá sólo
de los temores emergentes sino también de las nuevas e intensas experiencias
libidinales que la pubertad habrá desatado.
La familia tiene un enorme valor para el adolescente, sobre todo cuando, pese
a ser sano, se siente atemorizado la mayor parte del tiempo, a causa de que el
amor intense suscita automáticamente un odio intense. En los casos en que el
marco familiar subsiste, el adolescente puede representar el papel de padre o
madre, que era lo esencial del juego imaginativo practicado en el hogar en la
etapa de dos a cinco años.
A menudo se piensa en la familia como en una estructura mantenida por los
padres, un marco en el que los hijos pueden vivir y crecer. Se piensa en ella
como en un lugar en el que los niños descubren sentimientos de amor y odio y
encuentran simpatía y tolerancia (y también exasperación, que a menudo
provocan). Pero en mi opinión—y a esto me he estado refiriendo—se
subestima la importancia que tiene el encuentro de Los niños con la deslealtad.
La familia orienta hacia agrupaciones diversas, que se amplían cada vez más
hasta alcanzar el tamaño de la sociedad local y de la sociedad global.
La realidad del mundo del que los niños llegarán a formar parte como adultos
se caracteriza porque en ella toda lealtad incluye algo opuesto que podría
llamarse deslealtad. El niño que ha tenido la oportunidad de comprobarlo
durante su crecimiento se encuentra en inmejorables condiciones para ocupar
un lugar en ese mundo.
Por último, si retrocedemos en el tiempo advertimos que esas deslealtades,
como he dada en llamarlas, son un rasgo esencial de la vida que se origina en
el hecho de que ser uno mismo implica ser desleal para con todo lo que no es
uno mismo. Las palabras más agresivas y peligrosas en todos Los idiomas son
Las que forman la frase yo soy. Pero debe admitirse que sólo quienes han
alcanzado la etapa en la que es posible hacer tal afirmación están
verdaderamente capacitados para desempeñarse como miembros adultos de la
sociedad.
13. APRENDIZAJE INFANTIL

(Trabajo leído en un congreso sobre predicación del Evangelio en la familia,


auspiciado por el Instituto Educativo de Cooperación Cristiana, en el
Kinsgwood College for Further Education, 5 de junio de 1968)

He venido a dirigirles la palabra en este congreso en calidad de ser humano, de


médico de niños, de psiquiatra de niños y de psicoanalista. Al reflexionar sobre
lo que ocurría cuarenta años antes, advierto que se ha producido un cambio de
actitud. Hace cuarenta años, nadie que se dedicara a la enseñanza de la
religión hubiera esperado oír algo útil de un psicoanalista. He sido invitado a
venir a este lugar no como maestro de religión, ni siquiera como cristiano, sino
como persona que tiene una larga experiencia en un campo limitado, que se
interesa por los problemas del crecimiento, la vida y la realización del ser
humano. Vuestro presidente dijo algo acerca de que nadie me aventaja en el
conocimiento de la conducta infantil. ¡Seguramente lo leyó en la contratapa de
algún libro! Lo que ustedes desearían es que yo demuestre que conozco algo
más que Los fenómenos de superficie, es decir, que la conducta que
corresponde a la estructura total de la personalidad. La palabra "realización" es
pertinente aquí. Hay personas que estudian la conducta infantil y pasan por alto
la motivación inconsciente y la relación de la conducta con el conflicto interno, y
de este modo pierden todo contacto con quienquiera que enseñe religión. Creo
que es esto lo que vuestro presidente quiso decir, o sea que me intereso por el
ser humano en desarrollo en la familia y el medio social.
Educado como metodista wesleyano, con el tiempo abandoné las prácticas
religiosas, y siempre he encontrado satisfactorio el hecho de haber recibido un
tipo de educación religiosa que me diera la posibilidad de dejarla de lado. Sé
que estoy hablando a un público ilustrado para el cual la religión no significa
simplemente ir a la iglesia todos los domingos. Permítaseme expresar que para
mí lo que habitualmente se denomina religión precede de la naturaleza
humana, así como para otros la naturaleza humana fue rescatada del
salvajismo por una revelación surgida de una fuente exterior a ella.
Hay muchas cuestiones importantes que podríamos analizar juntas una vez
que hayamos decidido si el psicoanálisis puede hacer un aporte útil a la
enseñanza, e incluso a la práctica de la religión. ¿Necesitan ustedes milagros
en esta época de observación minuciosa y objetiva? ¿Necesitan adherir a la
idea de una vida ultraterrena? ¿Necesitan difundir mitos entre los menos
dotados intelectualmente? ¿Necesitan seguir despojando al niño, al
adolescente o al adulto de su bondad innata mediante el recurso de inculcarles
reglas morales?
Debo atenerme a un tema a fin de completar mi exposición en una hora y no
salirme del ámbito limitado en que tengo una experiencia especial. Pienso que
quizás he sido invitado a dirigirles la palabra a causa de algo que dije una vez
acerca de la capacidad del niño de creer en. La cuestión de cómo ha de
completarse la frase queda por resolver. Lo que hago es separar la experiencia
de vida de la educación. Al educar a un niño pueden transmitirle las creencias
que tienen sentido para ustedes y que corresponden al pequeño ámbito cultural
o religioso en que nacieron o que eligieron en reemplazo de aquel en que
nacieron. Pero sólo lo lograrán si el niño es capaz de creer en algo. El
desarrollo de esa capacidad no depende de la educación, salvo que se amplíe
el significado de la palabra hasta hacerla abarcar algo que habitualmente no
designa. Depende de la experiencia que tuvo el individuo en materia de
cuidados cuando era un bebé y un niño en desarrollo. En lo cual interviene la
madre, y quizás el padre y otras personas que están en estrecho contacto con
el niño, pero inicialmente la madre.
Como pueden ver, tengo siempre presente la cuestión del crecimiento y el
desarrollo. Nunca pienso en el estado de una persona aquí y ahora si no es en
relación con el ambiente y con su crecimiento desde la concepción y,
ciertamente, desde la época en que estaba próxima a nacer.
Cada bebé nace con tendencias heredadas que lo impulsan a crecer. Me
refiero, entre otras, a la tendencia a la integración de la personalidad, a la
totalización de una personalidad en cuerpo y mente, y al establecimiento de
relaciones con objetos, que gradualmente se convierten en relaciones
interpersonales cuando el bebé comienza a crecer y a comprender que existen
otras personas. Todo esto precede del interior del niño. Sin embargo, los
procesos de crecimiento no pueden tener lugar sin un ambiente facilitador,
sobre todo al principio, cuando prevalece una situación de dependencia casi
absoluto. Un ambiente facilitador debe tener calidad humana, no perfección
mecánica; por eso creo que la frase "madre suficientemente buena" describe
en forma adecuada lo que el niño necesita para que los procesos de
crecimiento hereditarios se actualicen en su desarrollo. Al comienzo la totalidad
del desarrollo se produce a causa de las tremendamente vitales tendencias
heredadas a la integración, al crecimiento, a lo que hace que un día el niño
quiera caminar, etcétera. Si la provisión ambiental es suficientemente buena,
todo eso ocurre en el niño. En caso contrario, la línea de vida se interrumpe y
las poderosas tendencias hereditarias no pueden encaminar al niño a la
realización personal.
Una madre suficientemente buena comienza con un alto grado de adaptación a
las necesidades del bebé. La expresión "suficientemente buena" elude a esa
enorme capacidad que por lo común tienen las madres de identificarse con el
bebé. Hacia el fin del embarazo y en los comienzos de la vida del bebé están
tan identificadas con él que saben prácticamente cómo se siente y pueden
adaptarse a sus necesidades de tal modo que las satisfacen. Entonces el bebé
está en condiciones de llevar a cabo un crecimiento y desarrollo ininterrumpido
que es el comienzo de la salud. La madre echo así las bases de la salud
mental del bebé, y no sólo de la salud: también de la realización y la riqueza,
con todos los peligros y conflictos que éstas acarrean, con todas las
dificultades propias del crecimiento y el desarrollo. La madre, entonces, y
también el padre (aunque éste no tiene al principio la misma relación física)
poseen esta capacidad de identificarse con el bebé sin resentimiento y de
adaptarse a sus necesidades. Por miles de años la mayor parte de los bebés
de todo el mundo han recibido una atención materna suficientemente buena en
los albores de su vida; de lo contrario habría más dementes que personas
cuerdas, y no es así. Algunas mujeres ven una amenaza en la identificación
con el bebé; se preguntan si alguna vez recuperarán su individualidad y, a
causa de esta ansiedad, les resulta difícil aceptar la adaptación extrema del
comienzo.
Es sabido que las figuras maternas satisfacen las necesidades instintuales de
los bebés. Pero este aspecto de la relación entre los padres y el bebé ha
recibido un énfasis excesivo en Los primeros cincuenta años de la literatura
psicoanalítica. Le llevó mucho tiempo a la comunidad analítica (y las ideas
sobre el desarrollo infantil han sido fuertemente influidas por el pensamiento
psicoanalítico de los últimos sesenta años) darse cuenta, por ejemplo, de lo
importante que es el modo de sostener al bebé; sin embargo, puestos a pensar
en ello, advertimos que es de fundamental importancia. Imaginemos a una
persona que fuma un cigarrillo, sostiene a un bebé por una pierna y lo balancea
antes de introducirlo en la bañera. De algún modo ustedes saben que no es
eso lo que el bebé necesita. Nos encontramos aquí con cosas muy sutiles. He
observado a miles de madres, he hablado con ellas, y todos podemos ver que
cuando levantan al bebé sostienen tanto el cuerpo como la cabeza. Si uno no
piensa en el bebé como en una unidad y lleva una mano al bolsillo para buscar
un pañuelo o lo que fuere, la cabeza del bebé cae hacia atrás y es como si
estuviera dividido en dos partes: el cuerpo y la cabeza. El bebé grita y nunca lo
olvidará. Lo terrible es que nada se olvida jamás. Después el niño andará por la
vida sin poder confiar en nada. Creo que es correcto decir que los bebés y los
niños pequeños no conservan recuerdos cuando las cosas han marchado bien,
pero sí los conservan cuando las cosas han marchado mal, porque recuerdan
que de pronto la continuidad de su vida se interrumpió, que su cuello se dobló
hacia atrás, derrumbando todas sus defensas, que ellos reaccionaron, que es
algo muy penoso que les ocurrió, algo que nunca podrán olvidar. Y tienen que
llevarlo consigo, y si es algo que forma parte del modo como se Los atiende, se
convierte en falta de confianza en el medio.
Cuando las cosas han marchado bien nunca darán las gracias, porque nunca
se enteraron de que marcharan bien. En las familias hay esta gran zona de
deuda no reconocida que no es una deuda. Nada se debe, pero quien quiera
que haya llegado a ser un adulto estable no lo habría logrado si en un
comienzo alguien no se hubiese encargado de encaminarlo a través de las
primeras etapas.
La cuestión del sostén y la manipulación introduce el tema de la confiabilidad
humana. Las cosas a las que me he estado refiriendo no podría hacerlas una
computadora; debe tratarse de confiabilidad humana (o sea, en realidad, de
falta de confiabilidad). En el desarrollo de la adaptación, la gran adaptación de
la madre al bebé disminuye gradualmente; por lo tanto el bebé comienza a ser
frustrado y a sentir enojo y necesita identificarse con la madre. Recuerdo a un
bebé de tres meses que cuando era amamantado, antes de empezar a mamar
ponía su mano en la boca de la madre para alimentarla. Era capaz de imaginar
lo que sentía su madre.
El niño puede conservar la idea de la madre, el padre o la niñera durante cierto
tiempo, pero si en esa etapa la madre se ausenta por dos horas, la imagen que
el niño tiene de ella se debilita y comienza a desvanecerse. Cuando la madre
regresa, es otra persona. Al niño le es difícil hacer revivir la imagen dentro de
él. A los dos años aproximadamente, el niño reacciona mal ante la separación
de la madre. A esa edad conoce a la madre o al padre lo bastante bien como
para interesarse, no en un objeto o una situación, sino en una persona real. A
los dos años necesita la compañía de su madre si, por ejemplo, lo internan en
un hospital. Pero en todo momento necesita la estabilidad ambiental que facilita
la continuidad de la experiencia personal.
Aprendo muchas cosas no sólo cuando hablo con las madres y observe a los
niños, sino también cuando trato a pacientes adultos; éstos se convierten
siempre en bebés y niños durante el tratamiento. Tengo que fingirme más
adulto de lo que soy para poder enfrentar la situación. En estos momentos
tengo una paciente de 55 años que puede conservar mi imagen si me ve tres
veces por semana. Dos veces por semana apenas sería suficiente; una vez por
semana, aunque la sesión sea muy larga, no baste. La imagen se debilita, y el
dolor de ver que todos los sentimientos y todo el sentido se desvanecen es tan
grande que, según me dice, no le sirve de nada y preferiría morir. De modo que
el esquema del tratamiento está subordinado a la posibilidad de esta paciente
de recordar la imagen paterna. No podemos evitar convertirnos en figuras
paternas cuando hacemos algo profesionalmente confiable. Casi todos
ustedes, supongo, realizan alguna actividad profesionalmente confiable, y en
ese ámbito limitado se desempeñan mucho mejor que en su hogar, y sus
clientes dependen de ustedes y buscan su apoyo.
Ciertos actos de confiabilidad humana constituyen una comunicación mucho
antes de que el habla adquiera significado: el modo como la madre se adapta
cuando nace al bebé, el sonido y el tono de su voz comunican cosas antes de
que se comprenda el habla.
Somos personas que creen. Estamos aquí, en esta amplia sale, y nadie se ha
sentido preocupado pensando que el techo podría derrumbarse. Creemos en el
arquitecto. Somos personas que creen porque alguien nos inició bien. Durante
cierto período nos comunicaron en silencio que nos amaban, en el sentido de
que podíamos confiar en la provisión ambiental y por lo tanto proseguir nuestro
crecimiento y desarrollo.
Un niño que no ha experimentado cuidados preverbales en términos de sostén
y manipulación—de confiabilidad humana—es un niño deprivado. Lo único que
por lógica puede hacerse por él es prodigarle amor: amor en términos de
sostén y manipulación. Hacerlo en un período posterior de su vida es difícil,
pero siempre podemos intentarlo, como cuando se lo recibe y se lo cuida en un
albergue. El problema está en que el niño necesita poner a prueba el amor
preverbal—el sostén, la manipulación y demás—y ver si resiste la
destructividad inherente al amor primitivo. Cuando todo marcha bien, la
destructividad se sublime en cosas como comer, golpear, jugar, competir,
etcétera. No obstante, el niño se encuentra en esta etapa muy primitiva: he
aquí alguien a quien amar, y lo que viene inmediatamente después es la
destrucción. Si ustedes sobreviven, sólo queda la idea de la destrucción. Pero
primero hay destrucción, y si ustedes comienzan a amar a un niño que no fue
amado en sentido preverbal, pueden verse en un embrollo. El niño robará,
romperá vidrios, torturará al gato y hará toda clase de tropelías.
Tendrán que sobrevivir a todo eso. El niño los amará porque fueron capaces de
sobrevivir.
¿Por qué razón si yo digo aquí que tuve un buen comienzo, parece una
jactancia? Lo que estoy diciendo en realidad es que nada de lo que soy capaz
se me debe atribuir a mí exclusivamente: o bien lo heredé, o bien alguien me
capacitó para llegar al lugar en que me encuentro. Si suena a jactancia es
porque a mí, como ser humano, me resulta imposible creer que no elegí a mis
padres. De modo que lo que estoy afirmando es que hice una buena elección.
¿No fue inteligente de mi parte? Parece tonto, pero estamos tratando de la
naturaleza humana, y en lo que se refiere al crecimiento y el desarrollo de los
seres humanos debemos ser capaces de aceptar paradojas; lo que sentimos y
lo que se puede observar que es verdadero pueden conciliarse. La finalidad de
las paradojas no es que se las resuelva sino que se las observe. Es aquí donde
comenzamos a dividirnos en dos campos. Debemos observar qué es lo que
sentimos y al mismo tiempo usar nuestro cerebra para descubrir qué es lo que
inspire nuestros sentimientos. Tomemos mi sugerencia de que la expresión
preverbal de amor en términos de sostén y manipulación tiene una importancia
vital para todo bebé en proceso de desarrollo. Se sigue de ella que a partir de
lo que ha experimentado un individuo podemos enseñarle el concepto de,
digamos, brazos eternos. Podemos usar la palabra "Dios" y establecer un
vínculo específico con la Iglesia y la doctrine cristianas, pero se trata de una
serie de pesos. La enseñanza interviene aquí sobre la base de aquello en lo
que el niño individual es capaz de creer. Si en el caso de la enseñanza de la
moral decidimos calificar ciertas cosas de pecaminosas, ¿no estaremos
despojando al niño de la facultad de alcanzar por sí mismo un sentido personal
del bien y del mal, de lograrlo como consecuencia de su propio desarrollo? A
menudo privamos a un individuo de un momento crucial, como cuando se dice
a sí mismo: "Me siento impulsado a hacer esto y aquello, pero por otra parte...",
y llega a una fase personal de desarrollo que se habría frustrado si alguien le
hubiese dicho: "No debes hacer eso porque es incorrecto". Si el niño obedece
estará renunciando a una decisión personal, y si rechaza el mandato nadie
ganará nada y no habrá desarrollo.
Desde mi punto de vista, lo que ustedes enseñan sólo puede implantarse en la
capacidad que ya posee el niño, basada en las experiencias tempranas y en la
persistencia del sostén confiable otorgado por el círculo en permanente
expansión de la familia, la escuela y la vida social.
14. INMADUREZ ADOLESCENTE

(Trabajo presentado en la 21ª Reunión Anual de la Asociación Británica de


Sanidad Estudiantil, realizada en Newcastle-upon-Tyne, 18 de julio de 1968)

OBSERVACIONES PRELIMINARES

Mi enfoque de este tema tan amplio debe derivar del área en la que tengo una
experiencia especial. Las observaciones que pueda hacer deben ser
moldeadas por la actitud psicoterapéutica. Como psicoterapeuta pienso,
lógicamente, en términos de
 el desarrollo emocional del individuo;
 el papel de la madre y el de ambos padres;
 la familia como un desarrollo natural en relación con las necesidades de
la infancia;
 el papel de las escuelas y otros grupos, vistas como prolongación de la
idea de la familia y como alivio respecto de las pautas familiares
establecidas; el papel especial de la familia en relación con las
necesidades de los adolescentes;
 la inmadurez del adolescente;
 el logro gradual de la madurez en la vida del adolescente;
 el logro por el individuo de una identificación con los grupos sociales y
con la sociedad, sin pérdida excesiva de la espontaneidad personal;
 la estructura de la sociedad—término que empleo como nombre
colectivo—, compuesta por unidades individuales, maduras o inmaduras;
 la abstracción de la política, la economía, la filosofía y la cultura, vistas
como culminación de procesos naturales de crecimiento;
 el mundo como superposición de mil millones de pautas individuales,
una sobre otra.

La dinámica es el proceso de crecimiento, que forma parte de la herencia de


cada individuo. Doy por supuesta la existencia de un ambiente facilitador
suficientemente bueno, condición sino qua non en el comienzo del crecimiento
y desarrollo de cada individuo. Hay genes que determinan pautas y una
tendencia heredada al crecimiento y al logro de la madurez, pero nada sucede
en el crecimiento emocional si no es en relación con la provisión ambiental, que
debe ser suficientemente buena. Como podrán observar, en este enunciado no
se habla de perfección: ésta es propia de las máquinas, y las imperfecciones
que caracterizan la adaptación humana a la necesidad son una cualidad
esencial del ambiente facilitador. En la base de todo esto se encuentra la idea
de la dependencia individual, que al principio es casi absoluto y que,
gradualmente y de un modo ordenado, se va transformando en relativa y se
orienta hacia la independencia. Esta no llega a ser absoluto, y el individuo que
aparenta ser una unidad autónoma, en realidad nunca es independiente del
medio, aunque en la madurez puede sentirse libre e independiente, en la
medida en que ello contribuye a su felicidad y le procure la sensación de que
tiene una identidad personal. Gracias a las identificaciones cruzadas, la clara
línea que separa el yo del no-yo se vuelve borrosa.
Todo lo que he hecho hasta ahora es enumerar varias secciones de una
enciclopedia de la sociedad humana en términos de una perpetua ebullición en
la superficie del caldero del crecimiento individual vista colectivamente y
reconocido como dinámico. La parte a la que puedo referirme aquí es
necesariamente limitada, por lo cual considero importante situar lo que voy a
decir en relación con el imponente telón de fondo de la humanidad, a la que se
puede estudiar de muy distintos modos y contemplar desde uno u otro de los
extremos del telescopio.

¿Enfermedad o salud?

Tan pronto como deja de lado las generalidades y comienzo a ocuparme de


temas concretos, me veo precisado a decidir qué incluiré y qué omitiré. Por
ejemplo, está la cuestión de la enfermedad psiquiátrica personal. La sociedad
comprende a todos sus miembros. Su estructura la crean y mantienen sus
miembros psiquiátricamente sanos. Sin embargo, tiene que contener también a
los enfermos; por ejemplo:
 Los inmaduros (inmaduros en lo que se refiere a la edad);
 Los psicopáticos (que son el producto de la deprivación; personas que,
cuando alientan esperanzas, deben conseguir que la sociedad
reconozca el hecho de que fueron deprivadas, sea de un objeto bueno 0
amado, sea de una estructura satisfactoria que inspirara confianza en su
capacidad de soportar las tensiones resultantes del movimiento
espontáneo);
 Los neuróticos (atormentados por la motivación inconsciente y la
ambivalencia);
 Los melancólicos (que vacilan entre el suicidio y alguna alternativa, que
puede estar entre los logros más elevados en términos de contribución);
 Los esquizoides (que tiene ante sí, preestablecida, una tarea que les
insumirá toda la vida: la de establecerse a sí mismos como individuos
que poseen sentimientos de identidad y realidad);
 Los esquizofrénicos (que no pueden, por lo menos en las fases
mórbidas, sentirse reales, y que en el mejor de los casos logran algo
sobre la base de vivir por delegación).

A éstos debemos añadir la categoría más difícil, a la que pertenecen muchas


personas que ocupan posiciones de autoridad y responsabilidad, es decir, los
paranoides, que están dominados por un sistema de pensamiento. Este
sistema debe ser usado constantemente para explicarlo todo; la alternativa es
para ellos una aguda confusión de ideas, una sensación de caos y la pérdida
de la predecibilidad.
En cualquier descripción de las enfermedades psiquiátricas hay superposición.
Las personas no se ajustan con exactitud a las categorías de enfermedad, lo
que hace que la psiquiatría sea muy difícil de entender para médicos y
cirujanos. "Usted tiene la enfermedad—dicen—y nosotros tenemos (o
tendremos en un año o dos) los medios para curarla." Ningún rótulo psiquiátrico
corresponde exactamente a un caso dada, y menos aún el de "normal" o
"sano".
Podríamos considerar la sociedad desde el punto de vista de la enfermedad y
ver cómo sus miembros enfermos de alguna manera obligan a que se les
preste atención, y también cómo los grupos psiquiátricos, que comienzan en
los individuos, colorean la sociedad; o bien examinar el modo como las familias
y las unidades sociales pueden producir individuos que son psiquiátricamente
sanos salvo por el hecho de que la unidad social a la que pertenecen los
deforma o los vuelve ineficaces.
No es mi propósito considerar la sociedad desde ese punto de vista, sino en
relación con su sanidad, es decir, con su natural crecimiento o rejuvenecimiento
perpetuo determinado por la salud de sus miembros psiquiátricamente sanos.
Digo esto aunque sé que en ocasiones la
proporción de miembros psiquiátricamente enfermos de un grupo puede ser
demasiado alto, de modo que los elementos sanos no pueden influir en ellos, ni
siquiera con la suma de su salud. Entonces la unidad social misma se convierte
en una baja psiquiátrica.
Por lo tanto, me propongo considerar la sociedad como si estuviera compuesta
por personas psiquiátricamente sanas. Incluso así puede tener bastantes
problemas.
Se advertirá que no he empleado el término "normal"; no lo he hecho porque
está demasiado ligado al pensamiento fácil. Creo, sin embargo, que existe algo
que puede denominarse salud psiquiátrica, y en consecuencia me considero
justificado al estudiar la sociedad (según lo han hecho otros) como la
formulación en términos colectivos del crecimiento individual orientado hacia la
realización personal. El axioma es que, dada que la sociedad sólo existe como
una estructura creada, mantenida y constantemente reconstruida por
individuos, no puede haber realización personal sin sociedad, ni sociedad al
margen de los procesos colectivos de crecimiento de los individuos que la
componen. Y debemos aprender a dejar de buscar al ciudadano del mundo y
contentarnos con encontrar alguna que otra persona cuya unidad social se
extienda más allá de la versión local de la sociedad, del nacionalismo o de los
límites de una secta religiosa. En efecto, tenemos que aceptar el hecho de que
las personas psiquiátricamente sanas dependen, en lo que se refiere a su salud
y a su realización personal, de la lealtad a un área limitada de la sociedad, tal
vez el club de bolos local. ¿Y por qué no? Sólo si buscamos a Gilbert Murray
en todas partes lo pasaremos mal.

La tesis principal

Un enunciado positivo de mi tesis me lleva de inmediato a los enormes


cambios acaecidos en los últimos cincuenta años en lo que respecta a la
importancia que se atribuye a los cuidados maternos suficientemente buenos.
Esto incluye a los padres, pero los padres habrán de permitirme que emplee el
término "materna" para describir la actitud total hacia los bebés y su cuidado. El
término "paterno" hace su aparición necesariamente algún tiempo después que
"materno". El padre como varón se convierte de manera gradual en un factor
importante. Luego viene la familia, cuya base es la unión del padre y la madre,
quienes comparten la responsabilidad por lo que hicieron juntas, un nuevo ser
humano: un bebé.
Me referiré ahora a la provisión materna. Hoy sabemos que no es indiferente la
manera como se sostiene y se manipula a un bebé, ni el hecho de que quien lo
cuida sea en realidad la madre u otra persona. En nuestra teoría del cuidado
del bebé, la continuidad del cuidado se ha convertido en un elemento central
del concepto de ambiente facilitador, y observamos que mediante esta
continuidad de la provisión ambiental—y sólo gracias a ella—el nuevo bebé en
situación de dependencia puede lograr una continuidad en su línea de vida, en
lugar de la pauta de reaccionar ante lo impredecible y comenzar de nuevo una
y otra vez.
Mencionaré aquí la obra de Bowlby: lo que éste afirma sobre la reacción del
niño de dos años ante la pérdida (incluso temporal) de la persona de su madre,
cuando ésta se prolonga más allá del lapso durante el cual es capaz de
conservar viva su imagen, se acepta en general, si bien no ha sido plenamente
explotado; pero la idea que hay detrás de esto abarca el tema íntegro de la
continuidad de los cuidados y data del comienzo de la vida personal del bebé,
es decir, desde antes de que éste perciba objetivamente a la madre total como
la persona que es.
Hay asimismo otro rasgo nuevo: como psiquiatras de niños, no nos concierne
solamente la salud. Desearía que esto fuese aplicable a la psiquiatría en
general. Nos concierne la plenitud de la felicidad que se logra en la salud y que
no se logra en la mala salud psiquiátrica, aunque los genes pueden llevar al
niño a la realización.
En la actualidad observamos los barrios pobres no sólo con horror, sino
también dispuestos a admitir la posibilidad de que para un bebé o un niño
pequeño, una familia de esos barrios sea más segura y "buena" como
ambiente facilitador que otra que vive en una casa encantadora de la que están
excluidas Las persecuciones comunes.(3) También pensamos que vale la pena
estudiar las diferencias esenciales entre las costumbres aceptadas por los
diferentes grupos sociales: entre la costumbre de fajar a los niños, por ejemplo,
y la de permitirles explorar y patalear, que prevalece en forma casi universal en
la sociedad, tal como la conocemos hay en Gran Bretaña. ¿Cuál es la actitud
local frente al chupete, la succión del pulgar y los ejercicios autoeróticos en
general? ¿Cómo reacciona la gente ante las incontinencias naturales de los
comienzos de la vida y su relación con la continencia? Y así sucesivamente. La
fase de Truby King aún no ha sido superada por los adultos que reconocen a
sus bebés el derecho a descubrir una moral personal; esto se pone de
manifiesto en una reacción al adoctrinamiento que llega al extremo de la
permisividad total. Quizá las diferencias entre los blancos y los negros de los
Estados Unidos no tengan tanto que ver con el color de la piel como con la
lactancia natural. La población blanca, criada con biberón, siente una envidia
incalculable hacia los negros, que, según creo, son casi siempre alimentados al
pecho.
Se advertirá que me intereso por la motivación inconsciente, un concepto no
muy popular. Los datos que necesito no se pueden obtener hacienda llenar un
cuestionario. No se puede programar una computadora de modo que descubra
Los motivos inconscientes de las personas utilizadas como cobayos en una
investigación. Aquí es donde quienes se han pasado la vida practicando el
psicoanálisis deben reclamar cordura frente a la insensata creencia en los
fenómenos de superficie que caracteriza a la investigación por computadora de
seres humanos.

Nota:

3) Hacinamiento, hambre, infestación, la permanente amenaza de


enfermedades somáticas y desastres, y de la leyes promulgadas por una
sociedad benévola.
Más confusión

Otra fuente de confusión es la fácil suposición de que si las madres y los


padres crían bien a sus hijos habrá menos problemas. ¡Lejos de ello! Esta
afirmación se relaciona con mi tema principal porque deseo sugerir que cuando
observamos la adolescencia, en la que se manifiestan los éxitos y fracasos del
cuidado del bebé y el niño, comprobamos que algunos de los problemas
actuales están vinculados a los elementos positives de la crianza moderna y de
las actitudes modernas hacia los derechos del individuo.
Si ustedes hacen todo lo posible para promover el crecimiento personal de sus
hijos, tendrán que ser capaces de afrontar resultados alarmantes. Si sus hijos
se encuentran a sí mismos, no se conformarán con nada que no sea encontrar
la totalidad de sí mismos, lo cual incluye la agresión y los elementos
destructivos que hay en ellos, y también los elementos que pueden llamarse
tiernos. Habrá así un prolongado forcejeo al que tendrán que sobrevivir.
En el caso de algunos de sus hijos, serán afortunados si con sus cuidados
consiguen capacitarlos rápidamente para usar símbolos, jugar, soñar y ser
creativos de modo satisfactorio, y aun así el camino a recorrer será tal vez
fragoso. Siempre cometerán errores, esos errores les parecerán desastrosos y
sus hijos tratarán de hacer que se sientan responsables por las contrariedades,
aunque en verdad no lo sean. Sus hijos dirán, simplemente: "Yo no pedí que
me trajeran al mundo".
Las recompensas llegan en la forma de la riqueza que puede aparecer
gradualmente en el potencial personal de un hijo o una hija. Y si tienen éxito
como padres, deben estar preparados para sentir celos de sus hijos, que
cuentan con oportunidades de desarrollo personal mejores que las que ustedes
tuvieron. Se sentirán recompensados si un día su hija les deja a sus propios
hijos para que los cuiden, dando a entender así que los considera capaces de
hacerlo bien, o si su hijo quiere parecerse al padre en algún aspecto o se
enamora de una muchacha que también le agradaría al padre si fuese joven.
Las recompensas son siempre indirectas. Y, por supuesto, ustedes saben que
nadie les dará las gracias.

MUERTE Y ASESINATO EN EL PROCESO ADOLESCENTE

Me referiré ahora a la forma como estas cuestiones afectan la tarea de los


padres cuando sus hijos han alcanzado la pubertad o se debaten en las
angustias de la adolescencia.
Aunque es mucho lo que se publica actualmente sobre los problemas
individuales y sociales que han surgido en esta década en todos los lugares
donde se concede a los adolescentes libertad para expresarse, tal vez no sea
ocioso añadir un comentario personal sobre el contenido de la fantasía
adolescente.
En la época del crecimiento adolescente, los jóvenes de ambos sexos emergen
de un modo torpe y errático de la niñez, dejan atrás la dependencia y avanzan
a tientas hacia la condición de adultos. El crecimiento no resulta sólo de
tendencias heredadas, sino también de una interacción compleja con el
ambiente facilitador. Si existe aún una familia que puedan usar, los
adolescentes la usarán intensamente, y si la familia no está allí para ser usada
o dejada de lado (uso negativo), se les deberán proporcionar pequeñas
unidades sociales para contener el proceso de crecimiento adolescente. Los
problemas que surgen en la pubertad son Los mismos que existían en etapas
más tempranas, cuando esos niños eran pequeños y relativamente inofensivos.
Vale la pena señalar que si ustedes procedieron bien en las etapas tempranas
y lo siguen hacienda en la actualidad, no por eso deben creer que todo
marchará plácidamente. En realidad, deben esperar que haya problemas.
Ciertos problemas son intrínsecos de estas etapas posteriores.
Es útil comparar las ideas de los adolescentes con las de los niños. Así como
en la fantasía del crecimiento temprano está presente la muerte, en la de la
adolescencia está presente el asesinato. Incluso cuando el crecimiento en la
pubertad progresa sin grandes crisis, es posible que se tengan que afrontar
problemas agudos de manejo, porque crecer significa ocupar el lugar de Los
padres. Y lo significa realmente. En la fantasía inconsciente, crecer es
intrínsecamente un acto agresivo. Y el niño tiene ahora otro tamaño.
Es legítimo y útil, creo, reflexionar sobre el juego "Soy el rey del castillo". Es un
juego que se relaciona con el elemento masculino de varones y niñas. (El tema
también podría enunciarse en términos del elemento femenino en niñas y
varones, pero no puedo hacerlo aquí) Corresponde a los comienzos del
período de latencia y en la pubertad se transforma en una situación vital.
"Soy el rey del castillo" es una afirmación del ser personal. Es un logro de
crecimiento emocional del individuo, una postura que indica la muerte de todos
los rivales o la dominación sobre ellos. El ataque que se espera queda reflejado
en estas palabras: "Y tú eres el sucio bribón" (o "¡Abajo, sucio bribón!"). Al
nombrar al rival se sabe cuál es la propia posición. Poco después el sucio
bribón derriba al rey y se convierte en el nuevo rey. Los Opie (1951) hacen
referencia a estos versos. Afirman que el juego es muy antiguo, y que según
Horacio (20 a. de C.), las palabras de los niños eran éstas:

Rex erit qui recta faciet;


Qui non faciet, non erit.

Nada induce a pensar que la naturaleza humana haya cambiado. Lo que


debemos hacer es buscar lo perdurable en lo efímero. Debemos traducir este
juego de la niñez al lenguaje de la motivación inconsciente de la adolescencia y
la sociedad. Cuando el niño se transforma en adulto, lo hace sobre el cadáver
de un adulto. (Doy por sentado que el lector sabe que me estoy refiriendo a la
fantasía inconsciente, el material en que se basan los juegos.) Sé, por
supuesto, que los adolescentes pueden arreglárselas para pasar por esta etapa
de crecimiento en un marco de permanente armonía con sus padres reales, sin
mostrarse rebeldes en el hogar. Pero es sensato recordar que la rebeldía tiene
que ver con la libertad que se les da a los hijos al educarlos de un modo que
les permita existir por derecho propio. En ciertos casos podría decirse: "Se
siembra un bebé y se cosecha una bomba". En realidad siempre es así, pero
no siempre lo parece.
En la fantasía inconsciente total que caracteriza el crecimiento en la pubertad y
la adolescencia está presente la muerte de alguien. Mucho es lo que puede
manejarse mediante el jugar y los desplazamientos, y sobre la base de
identificaciones cruzadas, pero en la psicoterapia del adolescente individual (y
lo digo como psicoterapeuta) afloran la muerte y el triunfo personal como algo
intrínseco al proceso de maduración y a la adquisición de la condición de
adulto. Esto hace las cosas bastante difíciles para los padres y los guardianes.
Sin duda también para los adolescentes, que llegan con timidez al asesinato y
al triunfo correspondiente a la maduración en esta etapa crítica. El tema
inconsciente se manifiesta a veces como la experiencia de un impulso suicida o
como suicidio real. Los padres casi no están en condiciones de ayudar; lo
mejor que pueden hacer es sobrevivir, sobrevivir intactos, sin inmutarse ni
renunciar a ningún principio importante. Lo cual no significa que no puedan
crecer ellos mismos.
Una parte de los adolescentes saldrán malparados o alcanzarán cierta clase de
madurez en lo que se refiere al sexo y al matrimonio, y quizá se conviertan en
padres semejantes a sus propios padres. Esto puede ser suficiente. Pero en
segundo plano se desarrollará una lucha de vida o muerte. La situación
carecerá de su plena riqueza si se evita el enfrentamiento demasiado rápido y
eficazmente.
Esto me lleva a lo que quiero destacar: la difícil cuestión de la inmadurez del
adolescente. Los adultos maduros deben estar informados sobre ella y confiar
en su propia madurez como nunca lo hicieron antes ni tendrán que hacerlo en
el futuro.
Es difícil decir estas cosas sin ser mal interpretado, pues hablar de inmadurez
suena despectivo. Pero no es ésa la intención.
A cualquier edad (a los seis años, por ejemplo), un niño puede verse obligado
de pronto a asumir responsabilidades porque sus padres se han separado o
porque uno de ellos ha muerto. En tal caso envejecerá prematuramente, se
verá obligado a renunciar a sus juegos y perderá la espontaneidad y el
despreocupado impulso creador. Más a menudo es un adolescente el que se
encuentra en esa situación, debiendo hacer frente a la responsabilidad de votar
o de dirigir un colegio. Por supuesto que cuando se dan ciertas circunstancias
(enfermedad, muerte, problemas económicos) es inevitable inducir al
adolescente a convertirse en un agente responsable aunque no esté maduro
para ello. Puede haber niños más pequeños que criar y educar, o la imperiosa
necesidad de obtener dinero para subsistir. Muy distinto es cuando los adultos,
como consecuencia de una política deliberada, transfieren su responsabilidad:
hacerlo equivale a traicionar a los hijos en un momento crítico. En relación con
el jugar, o con el juego de la vida, significa que los padres abdican justo cuando
los hijos se disponen a matarlos. ¿Es esto bueno para alguien? No para el
adolescente, sin duda, que se incorpora así a la casta gobernante. Se pierden
la actividad y los esfuerzos imaginativos de la inmadurez. La rebelión ya no
tiene sentido, y el adolescente que triunfa demasiado pronto que en su propia
trampa, debe convertirse en dictador y esperar a que lo maten: no la nueva
generación, sus propios hijos, sino sus hermanos. Naturalmente, tratará de
dominarlos.
He aquí una de las muchas situaciones en que la sociedad pasa por alto con
riesgo para sí misma la motivación inconsciente. Sin duda el material que
recoge cotidianamente el psicoterapeuta en su labor podría ser utilizado en
alguna medida por sociólogos y políticos, y también por los adultos corrientes,
es decir, por las personas que son adultas en sus propias y limitadas esferas
de influencia, aunque no siempre lo sean en su vida privada.
Lo que estoy afirmando (dogmáticamente para ser breve) es que el
adolescente es inmaduro. La inmadurez es un elemento esencial de la salud en
la adolescencia.
Hay una sola cura para ella, y es el paso del tiempo y la maduración que éste
puede traer. Ambos llevan finalmente al surgimiento de una persona adulta. Es
un proceso que no puede ser acelerado ni retardado, aunque sí interferido y
destruido, y también debilitado desde adentro en la enfermedad psiquiátrica.
Pienso en una joven que me permitió mantenerme en contacto con ella durante
toda su adolescencia. No estaba en tratamiento. A los 14 años pensaba en el
suicidio. En sus poesías quedaron registradas las etapas por las que estaba
atravesando. Citaré una, muy breve, de la época en que comenzaba a
emerger:

Si una vez te hieren, retira tu mano,


jura no decir esas palabras
y mantente alerta. No sea que, amando sin saberlo,
descubras otra vez tu mano tendida.

O sea que estaba pasando de la fase suicida a otra en la que por momentos
asomaba la esperanza. Hoy, a los 23 años, esta joven ha formado un hogar, ha
comenzado a situarse en la sociedad y es capaz de depender de su pareja. No
sólo disfruta de su hogar y de su hijo, sino que también ha sido capaz de
afrontar los infortunios que le tocaron en suerte, de ver a sus padres desde otra
perspectiva y de mantener una buena relación con ellos sin perder su identidad
personal. El paso del tiempo ha logrado todo esto.
Pienso en un joven que, aunque concurría a una escuela bastante buena, no
podía soportar las restricciones que ésta le imponía. Huyó para alistarse como
marinero, sin lo cual hubieran terminado por expulsarlo. Durante algunos años
le hizo la vida difícil a su madre, pero ésta no renegó de su responsabilidad
hacia él. Después de un tiempo regresó y se inscribió en una universidad,
donde tuvo un buen desempeño porque dominaba idiomas que los demás
ni siquiera sabían que existieran. Más tarde tuvo varios empleos, hasta que
finalmente se decidió por una carrera. Creo que se casó, pero no quiero dar la
impresión de que el matrimonio es la solución definitiva, aunque no puede
negarse que a menudo marca el comienzo de la socialización. Estas historias
son concientes y extraordinarias a la vez.
La inmadurez es una parte preciosa de la escena adolescente. Contiene los
rasgos más estimulantes: pensamiento creativo, sentimientos nuevos y frescos,
ideas para un nuevo modo de vivir. La sociedad necesita ser sacudida por las
aspiraciones de quienes no tienen responsabilidades. Si los adultos abdican, el
adolescente se convierte en adulto en forma prematura, a través de un proceso
falso. Un consejo a la sociedad podría ser éste: por consideración a los
adolescentes y a su inmadurez, no les permitan apresurarse y alcanzar una
falsa madurez transfiriéndoles una responsabilidad que aún no les
corresponde, aunque luchen por ella.
Con la condición de que los adultos no abdiquen, podemos considerar los
esfuerzos de los adolescentes por encontrarse a sí mismos y determinar su
destino como lo más estimulante que nos ofrece la vida. La concepción
adolescente de una sociedad ideal es incitante y estimulante, pero lo esencial
de la adolescencia es su inmadurez y el hecho de estar libre de
responsabilidades. Esto último, su elemento más sagrado, dura tan sólo unos
pocos años, y es una posesión que todo individuo debe perder al alcanzar la
madurez.
Siempre me estoy recordando a mí mismo que aquello con lo que la sociedad
debe convivir en forma permanente es el estado de adolescencia y no el
adolescente individual, quien, ¡ay!, en pocos años se convierte en adulto y se
identifica demasiado pronto con algún marco en el que otros bebés, otros niños
y otros adolescentes pueden gozar de la libertad de tener visiones, sueños y
nuevos planes para el mundo.
El triunfo lo constituye el logro de la madurez a través del proceso de
crecimiento, no la falsa madurez basada en la fácil personificación de un
adulto. Esta afirmación encierra hechos terribles.

NATURALEZA DE LA INMADUREZ

Debemos examinar brevemente la naturaleza de la inmadurez. No hay que


esperar que el adolescente tenga conciencia de ella o conozca sus
características. Tampoco nosotros necesitamos comprender. Lo importante es
que el desafío de los adolescentes encuentre oposición. ¿De quién?
Admito que siento que estoy maltratando el tema por el hecho de hablar de él.
Cuanto más fácil nos resulta verbalizar, menos eficaces somos. Imaginen a una
persona dirigiéndose a los adolescentes para decirles: "Lo que ustedes tienen
de estimulante es su inmadurez". Sería un ejemplo grosero del fracaso en
enfrentar el desafío adolescente. Tal vez la frase "enfrentar el desafío"
represente un retorno a la cordura, puesto que ya no se habla de comprender
sino de oponerse. Empleo aquí la palabra "oponerse" para significar que el
adulto se mantiene firme y reclama el derecho de tener un punto de vista
personal que pueda ser endosado por otros adultos.

El potencial de la adolescencia

Veamos ahora cuáles son las cosas que los adolescentes no han alcanzado.
Los cambios de la pubertad ocurren a distintas edades, incluso en Los niños
sanos. Varones y niñas no pueden hacer otra cosa que esperar a que se
produzcan; la espera los somete a una gran tensión, sobre todo a los de
desarrollo tardío. Estos, por lo tanto, suelen imitar a los que se han
desarrollado tempranamente; la consecuencia es una falsa madurez que se
basa en la identificación y no en el proceso innato de crecimiento. Por lo
demás, los cambios no se producen únicamente en la esfera sexual. Hay
crecimiento y aumento de la fuerza física, con lo que sobreviene un peligro real
que confiere un nuevo significado a la violencia. Junto con la fuerza llegan la
astucia y la destreza.
Sólo con el paso del tiempo y la experiencia de la vida puede un joven aceptar
gradualmente la responsabilidad por todo lo que sucede en el mundo de la
fantasía personal. Mientras tanto hay un gran riesgo de que la agresión se
manifieste bajo la forma de suicidio; también puede presentarse como una
búsqueda de la persecución, a través de la cual el adolescente intenta librarse
de un sistema delirante persecutorio. Cuando hay una expectativa delirante de
ser perseguido, existe el riesgo de que se provoque la persecución para
librarse de la locura y el delirio. Un joven psiquiátricamente enfermo con un
sistema delirante bien formado puede precipitar un sistema de pensamiento de
grupo y dar origen a episodios basados en una persecución provocada. La
lógica carece de influencia cuando se ha logrado la encantadora simplificación
de una posición persecutoria.
Pero lo más difícil es la tensión que suscitan en el individuo la fantasía sexual
inconsciente y la rivalidad vinculada a la elección de objeto sexual.
El adolescente, todavía en proceso de crecimiento, no puede asumir aún la
responsabilidad por la crueldad y el sufrimiento, la muerte infligida y sufrida que
ofrece el escenario del mundo. Es lo que lo salva, en esta etapa, de la reacción
extremo contra la agresión personal latente: el suicidio (aceptación patológica
de la responsabilidad por todo el mal que existe o que se puede concebir). El
sentimiento de culpa latente del adolescente es al parecer terrorífico, y se
necesitan años para que se desarrolle en un individuo la capacidad de
descubrir en su self el equilibrio entre el bien y el mal, así como el odio y la
destrucción que, en su self, acompañan al amor. En este sentido, la madurez
corres pon de a un período posterior, y no se puede esperar que el adolescente
vea más allá de la etapa siguiente, aquella en que tiene poco más de veinte
años.
A veces se da por sentado que los jóvenes que tienen relaciones sexuales (y
tal vez uno o dos embarazos en su haber) han alcanzado la madurez sexual.
Pero ellos mismos saben que no es verdad y empiezan a despreciar el sexo
como tal. Lo encuentran demasiado fácil. La madurez sexual tiene que incluir la
fantasía sexual inconsciente en su totalidad, y en última instancia el individuo
debe ser capaz de aceptar todo lo que acude a su mente junta con la elección
del objeto, la constancia del objeto, la satisfacción sexual y el entrelazamiento
sexual. Y está también el sentimiento de culpa que resulta apropiado en
función de la fantasía inconsciente total.

Construcción, reparación, restitución

El adolescente ignora cuán satisfactorio es participar en un proyecto que se


caracterice por la confiabilidad. No puede saber hasta qué punto el trabajo, a
causa de su contribución a la sociedad, alivia el sentimiento personal de culpa
(que es suscitado por Los impulsos agresivos inconscientes, vinculados
estrechamente a la relación de objeto y al amor) y contribuye de este modo a
disminuir el miedo interior y la intensidad del impulso suicida o de la propensión
a sufrir accidentes.

Idealismo

Puede decirse que una de las cosas más estimulantes de los adolescentes es
su idealismo. Aún no se han instalado en la desilusión, y la consecuencia es
que se sienten en libertad de formular planes ideales. Los estudiantes de arte,
por ejemplo, se dan cuenta de que el arte podría enseñarse bien, y por lo tanto
reclaman que así se haga. ¿Por qué no? Lo que no toman en cuenta es que
muy pocas personas son capaces de hacerlo bien. O advierten que las
instalaciones están atestadas y que podrían mejorarse, y protestan. Encontrar
el dinero es tarea de otros. "Bien", dicen, "simplemente renuncien al programa
de defensa y utilicen el dinero para construir nuevos edificios universitarios".
Considerar las cosas a larga plaza no es propio de los adolescentes; es más
natural que lo hagan las personas que han vivido muchas décadas y han
comenzado a envejecer.
Todo lo expuesto hasta aquí está absurdamente resumido. No he mencionado
la importancia primordial de la amistad. No me he referido a la posición de
quienes permanecen solteros o postergan el matrimonio. Y he pasado por alto
el problema vital de la bisexualidad, que se resuelve, aunque nunca
enteramente, en función de la elección de objeto heterosexual y de la
constancia de objeto. También he dado por sentadas muchas cosas relativas a
la teoría del juego creativo. Está además la cuestión de la herencia cultural; no
se puede esperar que, en la adolescencia, el joven corriente tenga sino una
vaga noción de la herencia cultural de la humanidad, ya que es preciso
esforzarse Mucho para conocerla. Cuando tengan 60 años, los que hay son
adolescentes estarán esforzándose por recuperar el tiempo perdido y
conquistar las riquezas de la civilización y sus subproductos acumulados.
Lo principal es que la adolescencia es algo más que la pubertad, aunque en
gran medida se basa en ella. Implica crecimiento, y éste requiere tiempo. Y
mientras tiene lugar el crecimiento, la responsabilidad debe ser asumida por las
figuras paternas. Si éstas abdican, los adolescentes tienen que revestirse de
una falsa madurez y pierden su principal ventaja: la libertad de concebir ideas y
actuar siguiendo sus impulsos.

RESUMEN

En síntesis, es estimulante que la adolescencia esté activa y haga oír su voz,


pero los esfuerzos adolescentes que hoy se hacen sentir en todo el mundo
deben ser enfrentados, deben cobrar realidad gracias a un acto de oposición.
La oposición debe ser personal. Los adultos son necesarios para que los
adolescentes tengan vida y vivacidad. Oponerse es contener sin represalia, sin
espíritu de venganza, pero con fuerza. Es saludable recordar que la inquietud
estudiantil de nuestros días y su expresión manifiesta pueden deberse en parte
a la actitud que nos sentimos orgullosos de haber adoptado en lo que respecta
al cuidado de los bebés y los niños. Que los jóvenes modifiquen la sociedad y
enseñen a los adultos a ver el mundo de una manera nueva; pero que, allí
donde esté presente el desafío de un joven en crecimiento, haya un adulto
dispuesto a enfrentarlo. Lo cual no resultará necesariamente agradable.
En la fantasía inconsciente, éstas son cuestiones de vida o muerte.
Parte III

Reflexiones sobre la sociedad

15. EL PENSAMIENTO Y EL INCONSCIENTE

(Articulo publicado en Liberal Magazine, marzo de 1945)

El Partido Liberal está unido en mi mente al empleo del cerebra y al intento de


pensar detenidamente las cosas; ésta es sin duda la razón de que tienda a
atraer a quienes por su trabajo están familiarizados con la ciencia pura. Como
es lógico, los científicos desean trasladar a la política algo de su propia
disciplina. En los asuntos humanos, sin embargo, el pensamiento es una
trampa y una ilusión a menos que se tome en cuenta lo inconsciente. Estoy
aludiendo aquí a los dos sentidos del término: lo "inconsciente" es lo profundo y
de difícil acceso, y también lo reprimido, o sea lo que mantenemos activamente
fuera de nuestro alcance porque nos resultaría doloroso aceptarlo como parte
del self.
Los sentimientos inconscientes controlan el cuerpo de la gente en los
momentos críticos, y ¿quién osará decir si esto es bueno o malo? Es
simplemente un hecho, y debe ser tenido en cuenta en todo momento por los
políticos racionales para evitar sorpresas desagradables. En realidad, a los
hombres y mujeres que se guían por el análisis racional sólo se les puede dar
vía libre sin riesgo en el campo de la planificación si acreditan una adecuada
comprensión de los sentimientos inconscientes.
Los políticos, como los artistas, están acostumbrados a internarse
intuitivamente en las profundidades, descubriendo de ese modo y sacando a la
luz los maravillosos y terribles fenómenos propios de la naturaleza humana.
Pero el método tiene sus desventajas: una de las más graves es que las
personas intuitivas son a veces absolutamente incapaces de comunicar lo que
han llegado a "conocer" con tanta facilidad. Creo que siempre tendremos más
interés en oír hablar a los pensadores de lo que piensan que a los intuitivos de
lo que saben. Pero cuando se trata de que alguien planifique nuestras vidas por
nosotros, que Dios nos ampere si son los pensadores los que lo hacen. En
primer lugar, pocas veces dan importancia al inconsciente, y luego, aunque lo
hicieran, la comprensión que tenemos de la naturaleza humana no es aún tan
completa que permita reemplazar el sentimiento por el análisis racional. El
peligro está en parte en que los pensadores trazan planes que parecen
maravillosos. Cualquier defecto que se advierta es superado gracias a un
análisis intelectual aún más brillante, hasta que por último la obra maestro de
construcción racional se derrumba porque no se tuvo en cuenta un pequeño
detalle como la veracidad. El resultado neto es una nueva victoria de la
irracionalidad y el desprestigio cada vez mayor de la lógica entre el público.
En mi opinión, el tema de la economía, tal como se ha ido desarrollando y nos
ha sido presentado en Inglaterra en los últimos veinte años, es un ejemplo de
esta práctica afligente. En lo que se refiere a analizar claramente un tema de
complejidad casi infinita, los economistas son insuperables. Y ese análisis de la
economía era necesario. Sin embargo, para una persona que por su trabajo
está en permanente contacto con el inconsciente, a menudo la economía
impresiona como una ciencia de la voracidad en la que toda mención de esta
palabra ha sido proscrita. La voracidad a la que me refiero no es la simple
glotonería por la que se castiga a los niños, sino el primitivo impulso de amor
que a todos nos aterroriza confesar pero que es básico en nuestra naturaleza y
del que no podemos prescindir sin abandonar nuestra pretensión de ser física y
mentalmente sanos. Creo que una ciencia económica saludable es la que
reconoce la existencia y el valor (y también el peligro) de la voracidad individual
y colectiva, y trata de encauzarla. Una ciencia económica falaz, en cambio,
alega que la voracidad sólo se encuentra en algunos individuos patológicos y
en las pandillas que ellos forman, supone que esos individuos pueden ser
exterminados o encarcelados y basa sus conclusiones en tal suposición. Como
la suposición es falsa, una buena parte de la economía inteligente es sólo
inteligente; es decir, se lee con agrado, pero como base para la planificación
resulta peligrosa.
Tal vez el inconsciente sea un tremendo estorbo para los que todo lo resuelven
con el intelecto, pero también lo es el amor para los obispos.
16. EL PRECIO DE DESENTENDERSE DE LA INVESTIGACION
PSICOANALITICA

(Conferencia pronunciada en el Congreso Anual de la Asociación National para


la Salud Mental, sobre "El precio de la salud mental ", en Assembly Hall,
Church House, Westminster, 25 de febrero de 1965)

Para estimar el precio que pagamos por no tomar en cuenta los resultados de
la investigación psicoanalítica, es preciso examinar primero la índole de esa
investigación. ¿Es aquí donde la ciencia se divide en investigación aceptable e
investigación relativa al inconsciente? Un hecho importante es que no debemos
esperar que el público en general se interese por la motivación inconsciente.
Puede decirse que hay dos caminos que llevan a la verdad: el poético y el
científico. Los descubrimientos que son producto de la investigación se
relacionan con el enfoque científico. La investigación científica, que puede ser
una labor imaginativa y creativa, está orientada hacia los objetivos limitados,
los resultados experimentales y la predicción.
El vínculo entre la verdad poética y la verdad científica está sin duda en el
individuo, en ustedes y en mí. El poeta que hay en mí accede a una verdad
total en forma instantánea, mientras que el científico que hay en mí busca a
tientas una faceta de la verdad; cuando el científico alcanza el objetivo
inmediato, surge un nuevo objetivo.
La verdad poética tiene algunas ventajas. Ofrece al individuo profundas
satisfacciones, y la expresión renovada de una antigua verdad brinda la
oportunidad de una nueva experiencia creativa en términos de belleza. La
verdad poética, sin embargo, es muy difícil de utilizar: es cuestión de
sentimiento, y quizá no todos sintamos lo mismo respecto de un problema. Por
medio de la verdad científica, limitada en sus objetivos, aspiramos a lograr que
la gente capaz de usar su mente y de dejarse influir por consideraciones
intelectuales se ponga de acuerdo en ciertos campus de la práctica. En poesía,
algo que es verdadero cristaliza; para planificar nuestras vidas necesitamos la
ciencia. Pero la ciencia vacila ante el problema de la naturaleza humana y
tiende a perder de vista al ser humano total.
Pensaba en todo esto mientras observaba en la televisión el funeral de sir
Winston Churchill. Lo que me producía agotamiento mientras estaba
cómodamente sentado era el peso del ataúd y el tremendo esfuerzo que
realizaban los ocho portadores. El peso de la ceremonia recaía en los hombros
de esos individuos, que fueron más tarde adecuadamente condecorados. Hubo
historias acerca del colapso que estuvo a punto de sufrir uno de ellos y se dijo
que el ataúd, forrado en plomo, pesaba media tonelada, cifra que más tarde fue
reducida a la mitad.
Ahora bien, conozco a un hombre de mucha inventiva, interesado en la ciencia
aplicada, que tuvo una idea. Inventó y trató de comercializar un ataúd muy
liviano. Si hubiera consultado a una docena de psicoanalistas, éstos habrían
coincidido en explicarle que la carga de los portadores es la carga de la culpa
inconsciente, un símbolo de la aflicción. Un ataúd liviano implicaría negar la
aflicción, sería una irreverencia.
Una persona sensible reaccionará tal vez poéticamente ante el argumento.
Pero pensemos ahora en una comisión integrada por funcionarios de alto rango
que hacen planes para otro funeral oficial. En el ámbito de los procesos
intelectuales de alto nivel es preciso hallar una alternativa a la verdad poética, y
esa alternativa se denomina investigación científica. Se invocaría la ciencia, y
el primer experimento estaría relacionado con los cambios en la presión arterial
de las personas que llevan sobre los hombros pesadas cargas. Un centenar de
proyectos de investigación asaltan la mente. Pero (y éste es el problema) todos
esos proyectos sumados, ¿nos llevarían al concepto de simbolismo
inconsciente y a la aflicción? Es allí adonde nos lleva el psicoanálisis. Debo,
pues, preguntar: ¿cómo puede utilizarse la investigación psicoanalítica? ¿Qué
tipo de investigación puede considerarse psicoanalítico?
(Creo que debo pasar por alto todo lo que los psicoanalistas han escrito para
que fuera leído por otros psicoanalistas)
La investigación psicoanalítica no debe quedar aprisionada en el molde que es
apropiado para la investigación en las ciencias físicas. Todo analista investiga,
pero no planifica su investigación como tal porque debe adaptarse a las
necesidades cambiantes y a los objetivos en proceso de maduración de la
persona en análisis; es éste un hecho que no puede sortear. No se puede
alterar el curso del tratamiento para atender a las necesidades de la
investigación, y las circunstancias en que se realiza una observación son
irrepetibles. Lo más adecuado es que el analista reflexione sobre lo ocurrido, lo
relacione con la teoría y modifique la teoría en consonancia.
Por supuesto, es posible planificar un proyecto de investigación. Daré un plan:
un investigador idóneo, con conocimientos suficientes de la teoría del
crecimiento humano, hace una visita formal a diez analistas, provisto de una
suma para honorarios y una pregunta sencilla. Daré un ejemplo concreto, muy
simple. La pregunta podría ser: ¿en qué forma se ha manifestado la idea de lo
negro en el material de los análisis que usted realizó el mes pasado?
A partir de la información recogida se podría escribir un artículo valioso que
hiciera referencia a la idea de lo negro tal como se manifestó en los sueños de
los pacientes y en el juego de los niños, y revelase parte del simbolismo
inconsciente que ella encierra y las reacciones inconscientes ante lo negro de
varias clases de personas. La pregunta siguiente sería ésta: ¿sus
observaciones confirman la teoría psicoanalítica actual o indican que debe ser
modificada? Un resultado sería el descubrimiento de que es mucho lo que aún
no se sabe sobre el significado de lo negro para el inconsciente. Pero lo que se
sabe es bastante y está a la espera de que se lo utilice.
¿Cuál es el precio que pagamos por prescindir de una investigación como ésta,
tan fácil de realizar? Hay un precio muy importante, que se relaciona con los
malos entendidos en que incurren los blancos respecto de los negros, así como
millones de personas de piel oscura respecto de los blancos. ¿Cuál es el precio
que pagamos por desperdiciar sistemáticamente las observaciones
sistemáticas realizadas por todos los analistas que se mantienen alertas
mientras trabajan?
Como no habrán dejado de notar, la investigación psicoanalítica tiene muy poco
que ver con ratas y perros, con juegos de salón en gran escala o con
estimaciones estadísticas. El material para la investigación psicoanalítica es
esencialmente el ser humano: el ser humano en tanto es, siente, actúa, se
relaciona y medita.
Para mí la investigación analítica es la experiencia colectiva de los analistas,
que sólo necesita ser reunida con inteligencia. Cada uno de nosotros ha hecho
una enorme cantidad de observaciones detalladas y estamos llenos hasta el
punto de reventar de una comprensión que está siendo desperdiciada. Pero
nuestro trabajo se relaciona con la motivación inconsciente y eso nos aísla de
los planificadores. Por desgracia, para conseguir que el público lea sus obras,
quienquiera que cultive las ciencias del hombre debe dejar de lado el
inconsciente.
Quizá debamos aceptar que la idea de la motivación inconsciente no es del
agrado de la sociedad, salvo cuando cristaliza en alguna forma artística.
Aceptado esto, podemos preguntarnos una vez más: ¿cuál es el precio que
pagamos?... Y contestar que pagamos el precio de seguir siendo lo que somos:
juguetes de la economía, la política y el destino. Por mi parte, no me quejo.
Lo que sigue no es más que una simple enumeración de costosos ejemplos de
la forma negativa en que reacciona la sociedad ante la idea de vincular la
investigación científica al concepto de inconsciente; el hecho de que los
mencione no implica que crea que puede hacerse algo con ellos. No tengo que
probar aquí que el análisis es el mejor de los tratamientos. El análisis
proporciona sin duda al analista una forma singular de educación, incluso
cuando fracasa como procedimiento terapéutico. Si estoy en lo cierto respecto
del simple tema que estoy tratando, las personas que desean seguir estudios a
fin de ocuparse de seres humanos sanos o enfermos deberían valorar en alto
grado la formación psicoanalítica y la práctica del psicoanálisis.
Supongamos que en vez de preguntar por lo negro, los investigadores hicieran
una averiguación sobre la guerra, la bomba y la explosión demográfica.
La guerra. Analizar el valor inconsciente que tiene la guerra para el individuo o
Los grupos es prácticamente tabú. No obstante, si no se tiene en cuenta ese
valor, el precio que habrá que pager es nada menos que el desastre de una
tercera guerra mundial.
La bomba. Se podría examinar el simbolismo inconsciente de la física
termonuclear y de su aplicación en forma de bombas. Los que tienen
información en este campo son los analistas que tratan pacientes fronterizos
(personalidades esquizoides). Pienso en la bomba como en un ejemplo en la
física de la desintegración de la personalidad en la psicología dinámica.
La explosión demográfica. Habitualmente se la estudia desde el punto de vista
de la economía, pero el tema da para más, y la palabra "sexualidad" no lo
abarca totalmente. La dificultad para controlar el exceso de población entra en
el campo de la práctica cotidiana del psicoanálisis. Pero, como ya lo he
manifestado, el psicoanálisis debe aprender a reservar para sí lo que sabe, a
aceptar el hecho de que nadie quiere enterarse de lo que revela el atento
examen personal de los sentimientos humanos.
Permítaseme considerar por un momento el vasto territorio de la psiquiatría,
aunque estrictamente hablando yo no sea psiquiatra.

PSIQUIATRIA DE ADULTOS

En algunos hospitales y clínicas para pacientes mentales adultos, los


psiquiatras añaden, a su moderna actitud humanitaria, el intento de aplicar los
descubrimientos psicoanalíticos. Otros hospitales y clínicas se conforman con
la actitud humanitaria, que no es fácil de mantener cuando centenares e incluso
miles de pacientes se apiñan en una institución.
Hay un considerable aporte a la comprensión de los fenómenos depresivos que
aún no ha sido trasladado del psicoanálisis a la psiquiatría general. Algo que
puede mencionarse en este sentido (y es sólo un detalle) es la necesidad que
tienen las personas deprimidas de que se les permita estar deprimidas, de que
se las mantenga con vida y asistidas durante un lapso en el que puedan
resolver sus conflictos interiores, con psicoterapia o sin ella.
Uno añora a veces la vieja palabra "asilo", si por ella se entiende un lugar de
repose para algunos tipos de pacientes depresivos que necesitan retraerse. El
precio en este caso debe medirse en términos de decadencia y sufrimiento
humanos. Un detalle práctico es que el público debería aceptar que el suicidio
es un hecho triste y no un indicio de negligencia del psiquiatra. La amenaza de
suicidarse constituye una especie de chantaje que induce a los psiquiatras
jóvenes a excederse en el tratamiento de los pacientes deprimidos y a
sobreprotegerlos, lo cual interfiere en su manejo humano y humanitario de los
casos comunes de depresión.
Un tema mucho más polémico, como pueden comprobarlo si prestan oídos al
bando biologista, es el de la investigación de la esquizofrenia, en especial
porque muchos consideran que se trata de una enfermedad determinada por la
herencia y la disfunción bioquímica. La investigación que se orienta por este
criterio recibe pleno apoyo. Pero también el psicoanálisis tiene un aporte que
hacer. Los psicoanalistas se han visto obligados, a causa de errores de
diagnóstico, a estudiar personas esquizoides, y comienzan a tener cosas que
decir acerca de quienes recurren a ellos para obtener alivio de su
sintomatología esquizoide. En esta tarea que lleva a cabo el psicoanálisis, la
esquizofrenia aparece como un trastorno de la estructuración de la
personalidad.
Es afortunado el analista que tiene un amigo psiquiatra dispuesto a admitir y
cuidar a uno de sus pacientes en fase de colapso e invitar al analista a seguir a
cargo del tratamiento o, mejor dicho, de la parte psicoterapéutica del
tratamiento. Muchas investigaciones psicoanalíticas se interrumpen a causa de
la suspicacia mutua entre el psiquiatra y el psicoanalista. El valor de la
actividad interdisciplinaria en este campo debe medirse, más que en función de
la curación, en función de la educación del psicoanalista y el psiquiatra.
En general el psicoanálisis tiende a considerar que la etiología de la
esquizofrenia incluye la anulación de los procesos madurativos de la primera
infancia a la edad en que el bebé es absolutamente dependiente. Esto
incorporaría a la esquizofrenia al ámbito de la lucha humana universal y la
excluiría del ámbito de los procesos patológicos específicos. El mundo médico
necesita con urgencia esta pizca de cordura con la medida en que sea
verdadera—, por cuanto los trastornos que se originan en la lucha humana no
deberían ser encasillados en la misma categoría que los que resultan de
procesos degenerativos.
No puedo resolverme a hablar de mi propia especialidad, la psiquiatría infantil,
porque para desarrollar el tema en forma resumida y al mismo tiempo
satisfactoria para mí necesitaría cuanto menos un libro entero.

PRACTICA MEDICA

Entre el campo de la práctica médica y el del psicoanálisis hay una zona de


interacción tan vasta que no haré más que mencionarla. Debe haber
integración entre médicos y psicoanalistas, como también entre los dos
aspectos de la personalidad dividida del paciente, en la que un trastorno
psicosomático encubre un trastorno mental. ¿Cómo hará para lograr la
integración el paciente psicosomático si los que lo atienden están en
desacuerdo?
En todos estos campos hay actualmente organizaciones profesionales que
tratan de tender un puente e integrar los descubrimientos de los distintos
grupos de investigadores, incluidos os psicoanalistas, quienes siempre tratan
desmañadamente de introducir la motivación inconsciente.

EDUCACION

En el campo de la educación, el precio de no utilizar los descubrimientos de la


investigación psicoanalítica podría medirse en términos de la escasa atención
que se ha prestado al jardín de infantes y la escuela primaria, y a todo lo que
aportaron Margaret McMillan, Susan Isaacs y otros. Podría medirse en
términos de pérdida de la oportunidad de realizar un aprendizaje creativo en
oposición a ser enseñado—, o en términos de interferencia en la educación de
los niños normales por falta de medios para separarlos de los perturbados
emocionalmente, en especial de los que proceden de un ambiente hogareño
deficiente.
Veamos una cuestión específica: el castigo corporal en Eton o cualquier otra
escuela destinada a niños normales con hogares intactos no puede discutirse
juntamente con la idea del castigo corporal en Las escuelas para niños
deprivados o antisociales. Sin embargo, las cartas dirigidas a The Times
tienden a pasar por alto este hecho. Pero la idea del castigo corporal tiene para
los niños un significado inconsciente distinto según que pertenezcan a la
categoría de los sanos o a la de los enfermos. Los maestros necesitan conocer
la dinámica del cuidado de los bebés y los niños tanto como necesitan que se
les enseñe a enseñar, y también necesitan recibir instrucción sobre diagnóstico
educacional.

RELACION ENTRE EL BEBE Y SU MADRE

Me referiré en forma breve a la relación entre el bebé y su madre y entre el niño


y sus padres porque ya tengo dicho y publicado lo que puede considerarse mi
aporte al estudio psicoanalítico del tema. Les recordaré, no obstante, que el
psicoanálisis tiende a mostrar que la salud mental no depende sólo de la
herencia ni de acontecimientos fortuitos, sino que sus fundamentos se
construyen en forma active en la primera infancia cuando la madre es
suficientemente buena en su tarea, y en el lapso de la niñez que se vive en el
seno de una familia que funciona como tal.
La investigación psicoanalítica apoya al máximo, por lo tanto, a la madre
suficientemente buena en su espontáneo manejo suficientemente bueno del
bebé, así como la cooperación entre los padres cuando existe y funciona
satisfactoriamente, y a la familia como empresa en marcha, sobre todo en las
dos etapas cruciales del desarrollo: la edad preescolar y la adolescencia. Como
apoya, también, la active interacción entre los padres y maestros que
caracteriza la buena instrucción elemental en el período de latencia.

ADOLESCENCIA
La investigación psicoanalítica ha contribuido a una teoría general de la
adolescencia y de su relación con la pubertad, sumando sus descubrimientos a
la tarea cumplida por otros en relación con esta fase del desarrollo. Quizás el
hecho de que hay los adolescentes de todo el mundo se comporten como
adolescentes durante la adolescencia sea, por lo menos en parte, un resultado
positive de principios derivados de la investigación psicoanalítica. Tal es mi
opinión.
Los que valoran la familia y creen que el individuo necesita un marco familiar
encontrarán un apoyo más sólido en la investigación psicoanalítica que en
ninguna otra parte. El psicoanálisis ha demostrado que el proceso de
maduración en el crecimiento individual requiere un ambiente facilitador, el cual
es en sí mismo muy complejo y posee características evolutivas propias.

EL MEDICO DE CABECERA

Es tentador referirse a una cuestión de actualidad y añadir algunas


consideraciones sobre la tarea del médico de cabecera. Si en la época en que
se estableció el Servicio de Salud se hubiese realizado una encuesta entre los
psicoanalistas, habrían salido a la luz conocimientos ya entonces disponibles
acerca de la ilimitada hipocondría que puede existir en la comunidad, con la
correspondiente ansiedad hipocondríaca de los médicos, que los lleva a
prescribir más allá de lo necesario. Pero no sería razonable esperar que se
solicite esta clase de información en el momento en que se hacen los planes,
ya que la planificación tiene su propia motivación inconsciente. El precio que se
ha pagado en este caso ha sido alto.
También estaba disponible la información de que el público detesta a los
médicos, al tiempo que cada uno de los individuos que lo componen ama a su
propio médico y confía en él; o, a la inversa, que el público idealiza la profesión
médica pero que los individuos que lo componen no pueden encontrar un
médico que les convenga. Los sentimientos colectivos e individuales hacia los
médicos tienden a estar en oposición. Y Los médicos se encuentran atrapados
en el mismo conflicto de motivación inconsciente. Los mejores entre ellos están
demasiado involucrados clínicamente como para tomar distancia y examinar
objetivamente sus problemas.

EL CASO ESPECIAL DE LA TENDENCIA ANTISOCIAL

Tal vez el uso más positivo que ha hecho la sociedad de los descubrimientos
psicoanalíticos es el relacionado con la manera de encarar el problema de la
tendencia antisocial. Una razón para ello puede ser que el examen del niño
antisocial lleva a una historia de deprivación y a la reacción del niño ante un
tipo especial de trauma. De este modo, la investigación de la dinámica de la
tendencia antisocial provoca menos resistencia porque lo que se descubre no
es precisamente la motivación inconsciente. En circunstancias adecuadas, a
menudo se puede conseguir que un niño evoque una experiencia real de
deprivación sin recurrir al proceso analítico. La sociedad ha hecho buen uso de
los trabajos de Bowlby y de los Robertson sobre la separación, y una
consecuencia práctica es que actualmente en algunos hospitales de niños se
facilitan las visitas y se permite la presencia de un acompañante en la
habitación del niño. En lo que respecta a otra de las consecuencias de estas
investigaciones, puede sostenerse que una razón de que en los años de
posguerra se aceptaran rápidamente los hogares de crianza como alternativa
de la gran institución fue que eran mucho más baratos y, por lo tanto, recibieron
entusiasta apoyo del Ministerio de Hacienda.
El precio de dejar de lado lo que se sabe sobre la delincuencia juvenil debe
medirse en función del costo para la comunidad. Pero hay un hecho positivo en
este sentido: la aprobación, en 1948, de la Ley de Menores, que equivale a una
medicina preventiva contra la delincuencia juvenil, es quizá lo más digno de
elogio que se ha hecho en todo el ámbito que estoy examinando.

DIVIDENDOS

No es mi intención mostrarme totalmente pesimista. Así como Freud influyó en


la vida, la literatura y las artes visuales, muchos principios de psicología
dinámica han producido efectos en el cuidado de los bebés y los niños, en la
educación y en la práctica de la religión: en todas partes las investigaciones de
los analistas han fortalecido a quienes piensan en términos del crecimiento
emocional del individuo y a quienes creen que la salud depende de la transición
del individuo de la dependencia a la independencia, como también de la
evolución que lleva al niño a identificarse gradualmente y a su debido tiempo
(es decir, no en la adolescencia sino posteriormente) con la sociedad y a tomar
parte como adulto en su mantenimiento y modificación.
Con el tiempo se aceptará que los descubrimientos del psicoanálisis
convergieron con otras tendencias existentes hacia un concepto de la sociedad
que no atentase contra la dignidad del individuo. Se comprobará, si el mundo
sobrevive en las próximas décadas, que la impopular idea de la motivación
inconsciente fue un elemento esencial de la evolución de la sociedad y que la
investigación psicoanalítica contribuyó a salvar al mundo de lo que, sin esa
idea, sólo puede entenderse como destino. Sería apropiado que la motivación
inconsciente gozara de aceptación general y fuese estudiada antes de que
"destino" cambie su grafía para convertirse en fait accompli.*

* Juego de palabras entre fate (destino) y fait accompli (hecho consumado).


[T.].
17. ESTE FEMINISMO

(Borrador de una conferencia pronunciada en la Liga Progresista, 20 de


noviembre de 1964)

Dar esta conferencia es lo más peligroso que he emprendido en los últimos


años. Naturalmente, yo no habría elegido un título semejante, pero estoy
dispuesto a asumir todos los riesgos y a expresar mis puntos de vista.
¿Puedo dar por supuesto que el hombre y la mujer no son exactamente iguales
y que todo hombre tiene un componente femenino y toda mujer un componente
masculino? Tengo que partir de alguna base para hacer una descripción de las
semejanzas y diferencias entre los sexos. He previsto la posibilidad de
pronunciar una conferencia distinta si compruebo que este auditoria no está de
acuerdo con los supuestos que he adoptado. Haré una pausa para que tengan
oportunidad de expresarlo si creen que no hay diferencias.
Como quiera que sea, el tema es muy amplio y no puedo abarcar todo lo que
sé o creo saber. Lo que quizá sea importante para alguna persona puede estar
oculto entre las cosas que me veré obligado a omitir.

ENFOQUE EVOLUTIVO

Naturalmente, tiendo a considerar el tema en relación con el desarrollo del


individuo, desde la señal de partida hasta la muerte por edad avanzada. El
desarrollo es mi especialidad. No me ocuparé de si el hombre es más hermoso
que la mujer, ni de si hay un uso para la palabra "bonito" en relación con el
bando femenino que requiere para el bando masculino otro término, por
ejemplo "fuerte". Todo eso debe dejarse a los poetas.
En realidad (si es que saben lo que quiero decir con "en realidad"), hombres y
mujeres tienen sus propias formas. Es muy apropiado que un joven quiera, en
general, ser un hombre, y que una chica quiera, en general, ser una mujer. Sin
embargo, no siempre es así. Si se toman en consideración los sentimientos
profundos y el inconsciente, no es raro que se descubra que un vigoroso joven
anhela ser mujer o que una adolescente lleva una vida sexual lamentable
porque siente envidia de los varones. En la práctica se dan los más diversos
grados de identificación cruzada, y lo que causa problemas es más que nada el
hecho de que estas cosas embarazosas pueden quedar ocultas en el
inconsciente reprimido. Problemas aun mayores afrontan las personas
esquizoides, ya que el desdoblamiento de la personalidad puede separar el
elemento masculino del femenino o el funcionamiento total del funcionamiento
parcial.
Veamos todo esto en cinco niveles arbitrarios:
1. La mayoría de los muchos se convierten en hombres y la mayoría de las
hembras en mujeres, pero también hay que considerar las distintas clases:
heterosexuales, homosexuales y bisexuales.
2. El ritmo de la adolescencia es lento, y durante el lapso de aproximadamente
cinco años que abarca, Los jóvenes juegan con todas la variantes antes de
estabilizarse como muchos masculinos y hembras femeninas.
3. En la prepubertad una elevada proporción de niños muestran un desvío
temporal hacia el sexo opuesto.
4. Un poco antes, en el período de latencia, nadie se preocupa si una niña usa
pantalones vaqueros, pero por alguna razón se espera que los varones tengan
aspecto de varones y se comporten como tales, es decir, se peleen y formen
pandillas. Sin embargo, en la actualidad los varones pueden ser maternales y
creativos si lo desean. Las modas cambian, y nadie puede predecir lo que
ocurrirá durante la próxima década.
5. En una época aun más temprana, cuando la edad preescolar se acerca a su
fin, la mayoría de los niños (salvo los que están incubando un trastorno
psiquiátrico) pasan por una etapa aguda de atracción por el padre de sexo
opuesto, en tanto que su relación con el padre del mismo sexo se vuelve tense
a causa de la ambivalencia, es decir, la coexistencia del amor y el odio.
Algunos encuentran, y otros no, un elemento correspondiente en el progenitor.
aquí damos por supuesta una vida de fantasía: esos niños sueñan, juegan,
imaginan y utilizan la imaginación de otros, y tienen vidas muy ricas y
sentimientos violentos. Obviamente, es mucho lo que depende de fenómenos
fortuitos; por ejemplo: un niño ama a su padre, que es tímido y no puede
responder porque su homosexualidad natural está reprimida. El niño resulta
deprivado de su padre. Esto traba su heterosexualidad porque no puede seguir
sus impulsos cuando se encuentra en una relación de odio con su padre. O una
niña ama a su padre, pero la madre desprecia a los hombres y lo echo todo a
perder. De modo que la niña pierde su oportunidad con el padre pero la
encuentra con su hermano mayor. Una niña y un varón sufren porque ella le
lleva un año y por lo tanto ambos pertenecen al sexo equivocado. Un niño es el
tercero de cuatro hijos varones. En él se concentró el deseo de sus padres de
que les naciera una hija. Tiende a adecuarse al rol asignado aunque sus
padres se esfuercen por ocultar su desilusión.
En otros términos, la índole de los padres, el lugar que ocupa el niño en el
orden de Los nacimientos y otros factores afectan el esquema y deforman el
cuadro clásico que se conoce como complejo de Edipo.
Vayamos ahora a un nivel más profundo, o anterior en el tiempo, para
ocuparnos de mecanismos más primitivos. ¿Cómo se adaptan los bebés a su
cuerpo? En parte experimentando excitaciones. Los varones que tienen
erecciones y las niñas que experimentan excitaciones vaginales en relación
con personas y en relación con el amor y el funcionamiento corporal están en
una situación diferente de la de quienes no conocen estas experiencias
integradoras. Mucho depende de la actitud de los padres ante todos los
fenómenos naturales. Algunos padres fracasan en reflejar lo que existe; otros
estimulan lo que está presente sólo en forma embrionaria.

UN DETALLE ESPECIFICO

Hay un detalle que debemos examinar por separado: la cualidad del órgano
masculino de ser obvio, en contraste con la cualidad del órgano femenino de
estar oculto. No podemos hablar del feminismo sin tratar este tema.
Freud creó el concepto de fase fálica, anterior a la genitalidad plena. Se la
podría llamar la fase de la lactancia y el alarde. Es indudable que Las niñas se
sienten un tanto incómodas cuando atraviesan esta fase o lo que constituye su
equivalente en ellas. Por un tiempo se sienten inferiores o mutiladas. El trauma
que esto les produce varía de acuerdo con factores externos (el lugar que
ocupan en el orden de nacimientos, la forma de ser de los hermanos, la actitud
de los padres, etc.), pero no puede negarse que en esta fase el varón lo tiene y
la niña no. Entre paréntesis, el varón puede orinar de un modo que Las niñas
envidian quizá tanto como su erección. La envidia del pene es un hecho real.
En la fase siguiente de genitalidad plena la niña alcanza la igualdad. Adquiere
importancia y los varones la envidian porque puede atraer al padre y tener
bebés (con el tiempo: ella misma u otra en su lugar), y en la pubertad tiene
pechos y reglas y todos los misterios le pertenecen.
Freud, sin embargo, insistió hasta el fin de su vida en que si no tomamos en
cuenta el efecto que durante la fase fálica produce en Las niñas el trauma de
su "inferioridad", omitimos algo importante. (Algunos analistas han tratado de
demostrar que Freud se equivocó en este punto, influyendo sobre las mujeres e
imponiendo esta complicación a la humanidad por razones que le eran
propias.)
Las consecuencias de este trauma que sufren las mujeres en la fase fálica son
las siguientes:
1. Sobrevaloración del pene erecto en su ostentación y poder.
2. Envidia que las niñas sienten de los varones.
3. Fantasía del pene oculto que un día se desarrollará y será visible.
4. Fantasía de que hubo un pene y ya no lo hay.
5. En la etapa fálica, creencia irracional de la niña de que tiene un pene y
negación de la diferencia entre varones y mujeres; y creencia irracional de los
varones de que la niña tiene un pene, pero oculto (lo que contribuye a la
atracción que ejercen el cancán, el strip tease, etcétera.)
Todo esto se incorpora a la organización sado-masoquista, y algunas
perversiones son un elaborado intento de lograr algún tipo de unión sexual a
pesar de la creencia de que la mujer posee un pene.
Esta es una de las raíces del feminismo. No es mi culpa si el feminismo es
Mucho más que eso y si la lógica apoya gran parte de lo que dicen y hacen las
feministas. Su base está en la creencia irracional generalizada, en las mujeres
y también en los hombres, de que hay un pene femenino, y en la fijación
especial de ciertas mujeres y hombres en el nivel fálico, es decir, en la etapa
anterior a aquella en que se alcanza la genitalidad plena.
Quizá la peor parte, desde el punto de vista sociológico, sea el lado masculino
de esta creencia masiva, porque lleva a los hombres a enfatizar el aspecto
"castrado" de la personalidad femenina y a atribuir inferioridad a las mujeres,
causando el furor de éstas. Pero no olviden (las feministas que puedan estar
presentes) que la envidia del hombre por la mujer es incalculablemente mayor.
Se comprenderá, espero, que el problema es universal, y que es igual en las
personas normales y anormales, salvo por el hecho de que las anormales—las
que sufren psiconeurosis—no tienen libertad para jugar y fantasear, debido a
cierto grado de represión. Es decir, algunos aspectos de la totalidad no están
disponibles para su uso en la expresión de sí mismo ni para su incorporación
en el desarrollo de la estructura de la personalidad. Debe señalarse, con todo,
que desde el punto de vista evolutivo tiene que haber cierto crecimiento
saludable para que surja la envidia del pene.
En consecuencia, puede afirmarse que el feminismo implica un grado variable
de anormalidad. En un extremo está la protesta femenina contra una sociedad
dominada por la ostentación masculina de la fase fálica; en el otro, la negación
por la mujer de su inferioridad real en una fase del desarrollo físico. Sé que
esta sencilla formulación es inadecuada, pero quizá pueda aceptarse como un
intento de expresar algo muy complejo en pocas palabras.
Siguiendo con el examen de la cuestión desde el punto de vista del desarrollo,
¿en qué estado se encuentra la niña o el varón cuando comienza la fase fálica?
Es normal que los niños que han tenido experiencias poco satisfactorias en las
etapas tempranas—par ejemplo, con el pecho—se entusiasmen ante esta
segunda oportunidad que la fase fálica parece ofrecerles; así les ocurre tanto a
los varones como a las niñas. De este modo, podemos establecer dos grupos:
el de los niños de ambos sexos que llegan a la fase fálica después de haber
tenido experiencias (plenas) en las etapas más tempranas, y el de los que
llegan a ella relativamente deprivados o muy deprivados. La fase fálica tiene
una importancia exagerada para los que llegan a ella deprivados. Los
trastornos que sobrevienen en esta fase o en cualquier otra tienen una
prehistoria y, por supuesto, no podemos dejar de mencionar las tendencias
patológicas heredadas.
Todas estas cosas forman parte de la experiencia cotidiana de los
psicoanalistas con sus pacientes, y sin embargo no son de gran valor en una
exposición general como ésta, no relacionada con la terapia. Las personas
tienen que aceptar lo que son y la historia de su desarrollo personal junta con
las actitudes e influencias del medio local, y deben amoldarse a la vida e
intentar vincularse con la sociedad de tal modo que haya contribuciones
recíprocas.
En la salud estas cosas (que en las condiciones anormales están fijadas) se
encuentran siempre presentes, pero la gente descubre medios de ocultar los
elementos inmaduros sin perder exageradamente el contacto con ellos. Por
ejemplo, recurren a la fantasía.

LA FANTASIA Y LA REALIDAD PSIQUICA INTERNA

La fantasía es para algunos un asunto manipulado, algo así como lo que una
historieta infantil es para un niño. Pero la fantasía penetra profundamente en la
realidad psíquica interna personal, que es la parte vital de la personalidad
unitaria, excepto cuando la enfermedad determine que no ha de haber un
interior ni, por lo tanto, una realidad psíquica interna. Es característico de la
madurez, y por consiguiente de la salud, que permanentemente la realidad
psíquica interna del individuo se enriquezca con experiencias y haga que esas
experiencias sean ricas y reales para él. De este modo, todo lo que hay bajo el
sol puede hallarse en el individuo y éste es capaz de sentir la realidad de todo
lo que es real y puede ser descubierto.
En la salud, pues, la mujer puede hallar una vida masculina en experiencias
imaginarias mediante la identificación con los hombres. En la forma más tosca
de identificación, la mujer puede usar a un hombre y obtener así una ventaja
adicional renunciando a su masculinidad y experimentando lo que es capaz de
experimentar como mujer. Lo mismo puede decirse respecto del uso de una
mujer por un hombre.

ENVIDIA DEL SEXO OPUESTO


Esto me lleva a hacer la declaración siguiente: sólo un hombre puede apreciar
plenamente lo que es ser una mujer, así como sólo una mujer puede apreciar
plenamente lo que es ser un hombre.
La envidia del sexo opuesto explica gran parte de la frustración que sienten las
personas cuya vida está gobernada en gran medida por sus instintos, lo que
equivale a decir la mayoría de las personas en el período que va de la pubertad
a los 50 años. Lo que alivia esta frustración es la vida cultural, cuya relación
con el sexo es mínima
Algunos matrimonios se rompen al final del período de enamoramiento porque
las identificaciones cruzadas se debilitan y entonces la envidia que siente el
hombre de la feminidad de la mujer y la que ésta siente de la masculinidad del
hombre se igualan. De modo que dos personas que se amaban comienzan a
arrojarse platos. En eso de lanzarse platos, el hombre y la mujer son iguales.
En la nueva asociación que puede llegar a establecerse, las identificaciones
cruzadas resurgen y los gastos en vajilla se reducen.
A Los hijos les resulta difícil admitir esas cosas en sus padres, pero es algo que
no se puede evitar. Las fuerzas en juego son a veces tan poderosas que
necesariamente habrá víctimas entre los hijos cuando los padres reemplazan el
acto sexual por el lanzamiento de platos o se separan para preservar la vajilla.
Se advertirá fácilmente que un hombre muy suave y dulce puede hacer sentir a
su pareja una tremenda necesidad de un macho bien macho, incluso de un
macho horripilante, tosco, cruel e incapaz de agradar a nadie, o bien impulsarla
a recurrir a su propia masculinidad, exagerando los ingredientes de su
feminismo latente. Sin embargo, los hombres maternales pueden ser muy
útiles. Son buenos como madres sustitutas, lo cual es de gran ayuda para la
mujer que tiene varios hijos, que enferma o se propone retomar su empleo.
Además, muchas mujeres desean que sus maridos sean capaces de mostrarse
maternales con ellas. ¿Quién no se siente un poco deprivado en lo que se
refiere a cuidados maternos? Y las mujeres no pueden recurrir ilimitadamente a
sus amigos sin exponerse a complicaciones homosexuales.
Todo esto demuestra lo difícil que es la monogamia en la práctica. ¿O es acaso
un imposible, una partícula de enseñanza cristiana que pasa por alto
demasiadas cosas? Sin embargo, la gente desea mantener una relación íntima
durante toda la vida porque es muy grande el beneficio que resulta de la
acumulación de las experiencias compartidas. Pero observando personas que
se pelean, apreciamos cuán grande es la desventaja de tener una realidad
psíquica interna personal relativamente poco importante y, por lo tanto, una
elaboración fantaseada relativamente limitada de la realidad y un interés poco
desarrollado por la cultura. La vida cultural es de gran ayuda cuando los
cónyuges dejan de estar enamorados en la segunda fase del juego
matrimonial.

LA MUJER Y LAS MUJERES

Deseo ahora entrar a considerar un aspecto de este vasto tema que es a veces
descuidado. Entre el hombre y la mujer hay una diferencia más importante que
la de estar entre los que dan o los que reciben en lo que se refiere a la
alimentación o el sexo. Se trata de lo siguiente: no hay manera de eludir el
hecho de que cada hombre y cada mujer salió de una mujer. Se han hecho
intentos por salvar esta embarazosa dificultad. Está la cuestión de la covada, y
en el mito original de Arlequín hay un hombre que da a luz. La idea de nacer de
la cabeza de alguien es común, y es fácil pasar de la palabra "concepción" a la
idea de concebir (en el sentido de imaginar). Es afortunado el niño que ha sido
concebido mentalmente por sus padres además de ser el resultado de la
concepción física.
Pero cada hombre y cada mujer se desarrollaron en un útero y fueron dados a
luz, así sea por cesárea. Cuanto más se piensa en esto más necesario se
vuelve contar con el término mujer, que posibilita la comparación entre hombres
y mujeres. Debo ser breve, y por lo tanto desarrollaré el argumento formulando
dos etapas de nuestro pensamiento.
1. Comprobamos que el problema no consiste en que todos hayan estado
dentro y luego hayan sido dados a luz, sino más bien en que al principio todos
dependieron de una mujer. Es preciso decir que al comienzo todos dependieron
en forma absoluta de una mujer, y más tarde en forma relativa. Al parecer, la
pauta de la salud mental personal —la mía y la de ustedes—fue trazada al
comienzo por una mujer que hizo suficientemente bien lo que tenía que hacer,
en la etapa en que el amor, para que tenga sentido para el bebé, sólo puede
ser expresado físicamente. Todos nacemos con una tendencia heredada a la
maduración, pero para que produzca efecto debe existir un ambiente facilitador
suficientemente bueno. Esto significa una adaptación inicial sensible por parte
de un ser humano. Ese ser humano es mujer, y habitualmente madre.
2. En un nivel más profundo está la experiencia del bebé, que al principio
abarca a esa mujer, ya que el bebé no ha excluido aún de su self a la madre, la
provisión ambiental, el sostén y el manejo sensibles ni la alimentación. El self
no ha sido aún diferenciado; por eso la dependencia es absoluta.
Ahora bien, es muy difícil para un hombre o una mujer aceptar realmente el
hecho de la dependencia absoluto y luego relativo en cuanto se aplica al
hombre o la mujer actuales. Por tal razón hay un fenómeno separado—al que
podemos llamar mujer—que domino la escena e influye en todos nuestros
argumentos. La mujer es la madre no reconocida de las primeras etapas de la
vida de cada hombre y cada mujer.
De acuerdo con esto, podemos hallar una nueva manera de formular la
diferencia entre los sexos. Las mujeres pueden manejar su relación con la
mujer identificándose con ella. Por cada mujer hay siempre tres mujeres: la
hija, la madre y la madre de la madre.
En la mitología aparecen permanentemente las tres generaciones de la mujer,
o sea tres mujeres con funciones diferentes. Tenga o no hijos, cada mujer
forma parte de esta serie infinita; es hija, madre y abuela; es madre, hija e hija
de la hija. Esto le permite ser muy engañadora. Puede ser una dulce criatura
indefensa para atrapar a su hombre y convertirse luego en una esposa-madre
dominadora y más tarde en una bondadosa abuela. Es siempre ella misma
porque comienza siendo triple, mientras que el hombre comienza con un
tremendo impulso de ser uno. Uno es uno y solitario, y siempre lo será.
El hombre no puede, como la mujer, fundirse con su raza sin contrariar su
naturaleza. A veces sucede en la enfermedad. Conozco a un hombre (un
paciente) que en una etapa muy temprana se identificó con la mujer, o, más
precisamente, con el pecho. Su potencia era una función del pecho. En su vida
no había hombres; sólo él, identificado con las mujeres y castrado hasta por su
propio funcionamiento físico masculino. Pero se sentía siempre insatisfecho e
hizo un tremendo esfuerzo, sometiéndose a un tratamiento durante varios
años, para conseguir su unicidad masculina y su separación de la mujer.
Cuando encontró su self masculino único pudo relacionarse de una manera
nueva con otros hombres únicos, es decir, pudo tener amigos de su sexo.
Lo que al parecer las feministas envidian de los hombres es el hecho de que
cuanto más maduran, más únicos son. Algunos hombres envidian a las mujeres
porque éstas no necesitan resolver el problema de una relación individual con
la mujer, siendo como son mujeres además de encantadoras, seductoras e
indefensas criaturas que apelan con éxito a la caballerosidad masculina. (Gritos
de "¿Qué se hizo de la caballerosidad de antaño?")
Hombres y mujeres enfrentan el hecho embarazoso de que alguna vez fueron
dependientes de la mujer, y para lograr la plena madurez de su personalidad
deben hallar el modo de convertir el odio que ese hecho les inspire en una
especie de gratitud.

LOS BUSCADORES DE PELIGROS

Y ahora permítanme pedirles que consideren otro detalle: ¿por qué los
hombres buscan el peligro? Es inútil tratar de eliminar el boxeo o de impedir las
guerras o los accidentes de tránsito o las expediciones al Everest o a Marte sin
indagar qué se proponen los hombres.
Todas las mujeres—en virtud de su identificación con sus congéneres del
pasado, el presente y el futuro— afrontan el riesgo del parto. De nada sirve
alegar que el parto no es peligroso, y el sueño crepuscular* no afecta en nada
nuestro principal argumento, a saber, que hay un peligro intrínseco en la
función natural de la mujer. Los hombres envidian a las mujeres ese peligro;
además se sienten culpables porque producen embarazos y luego observan
desde una posición ventajosa cómo las mujeres pasan por todo ello, no sólo el
parto sino también el posparto y las responsabilidades tremendamente
restrictivas del cuidado del bebé. Por lo tanto, ellos también asumen riesgos, y
siempre lo harán. Algunos se sienten impulsados a asumir riesgos más allá de
lo que dicta la cordura. Tratan de emparejar las cosas. Pero cuando un hombre
muere es el fin, mientras que mujeres siempre hubo y siempre habrá. Un
hombre es como la hierba.**
De modo que los hombres también tienen problemas. Lo terrible de la guerra
es que a menudo los hombres que sobreviven se ven obligados a reconocer
que enfrentar el riesgo de morir los hizo madurar, incluso en el terreno sexual.
Por lo tanto, sin guerras se sienten desvalidos; sin embargo, odian que los
maten, a menos que estén seguros respecto de la causa.

* Tipo de anestesia ligera utilizada a veces durante el parto. [T.].


** Alusión a Salmos 103: 15,16. [T.].

APENDICE

He discurrido en torno a los temas que convoca la palabra "feminismo" y que


corresponden a las interacciones universales de hombres y mujeres. Hay
mucho más que decir, pero no es una razón para avergonzarse. Cuanto más
miramos, más es lo que vemos.
18. LA PILDORA Y LA LUNA

(Esta conferencia fue pronunciada en la Liga Progresista el 8 de noviembre de


1969. Sólo se conserva la grabación efectuada en esa oportunidad, y el lector
no dejará de notar el carácter informal del lenguaje utilizado. Al doctor Winnicott
le agradaba hablar en la Liga Progresista y el público disfrutaba oyéndolo; esto
se advierte claramente en la grabación, en las risas y ruidos de un auditorio
entusiasta. Lamentablemente, en unos pocos pasajes esos ruidos impiden oír
las palabras del conferenciante; una dificultad adicional la constituye la
repetición de palabras y frases, y también ciertas observaciones que el doctor
Winnicott intercaló a causa, posiblemente, de su vacilación en abordar en
público un tema tan difícil y a la vez tan serio. Ha sido, pues, necesario
introducir algunas modificaciones, pero éstas consisten principalmente en
supresiones; no hay palabras ni frases que no sean del disertante, y el orden
en que éste presentó el material ha sido respetado estrictamente. El título
original de la conferencia era "La píldora". Pero el sueño que el doctor
Winnicott narra en la parte final, lo mismo que las palabras con que concluye su
disertación, parecían llevar naturalmente al poema que escribió sobre el
alunizaje de julio de 1969. Por lo tanto hemos incluido el poema al final y
modificado el título en atención a él. ) [Eds.]

En realidad yo nunca tomé la píldora, y es muy poco lo que sé al respecto.


Pero cuando me pidieron que hablara sobre ella pensé que era una idea
estupenda, y al principio parecía que era exactamente lo que yo deseaba
hacer: hablar de la píldora y del yo progresista.
Creo que lo que me falta es inclinación por la propaganda. Sería agradable
tenerla y entregarse a ella con entusiasmo y esperar que como resultado de lo
que uno dice nadie volverá a tomar la píldora o nadie dejará de tomarla.
Hace unos años expresé mi punto de vista en algo que publiqué en New
Society sobre la fase de apatía y desaliento de la adolescencia, pero, por
supuesto, era un ensayo muy avanzado para la época, ya que las cosas
cambian muy rápidamente, ¿no creen? Hace unos diez años la gente decía
que muy pronto la píldora sería razonablemente segura y accesible y que
cambiaría el panorama para los adolescentes y para todos los padres. Lo ha
hecho, en efecto, y es difícil recordar el tiempo en que no era así. Lo
interesante es pensar en cómo encaja esto imaginativamente en el esquema
de las cosas. Supongo que no hemos cumplido realmente nuestra tarea en lo
que se refiere al aspecto imaginativo de la cuestión.
Días pasados me tomé un respire—tenía muy pocos pacientes—, me senté en
el suelo, que es el mejor lugar para sentarse, con un bolígrafo y un papel, y
pensé: ahora haré un bosquejo de lo que voy a decir el sábado. Es fácil, porque
sé lo que quiero decir, conozco los límites y las cosas que debo anotar, a, b, c,
etcétera. ¡Y en todo el día no pasó nada! Lo único que resultó fue una poesía.
Y la voy a leer para ustedes porque me sorprendió, pero yo no sé escribir
versos, de modo que realmente no tiene ninguna utilidad. Le puse por título "La
muerte silenciosa".

¡Oh tonta píldora para gente sana!


¿Por qué no esperar a conocer la voluntad de Dios?
Lo que está vacío con el tiempo se llenará
Y la colina preñada será arrasada.
¡Hombres! Sálganse con la suya, háganle un Jack a Jill.
¡Muchachas! Beban cuanto deseen de su clorofila.
No teman un percance, saben lo que tienen que hacer,
conocen una apacible y silenciosa forma de matar... la píldora.
De modo que, ciertamente, tomaré mi pluma:
no pierdan el tiempo con la tonta píldora.
Simplemente esperen hasta que lo que tenga que suceder suceda
Y entonces paguen la factura.

Era algo que tenía en la mente cuando comencé a escribir. Me recordó el


proceso de hacer algo con un trozo de madera. Es como si pensáramos "Voy a
hacer una escultura de madera", y tomáramos una gubia y un pedazo de
madera de olmo y trabajáramos en él y de pronto tuviéramos la talla de una
bruja frente a nosotros. Esto no significa que nos propusiéramos hacer una
bruja; más bien la actividad en el medio alteró lo que estábamos haciendo y
terminamos sorprendiéndonos a nosotros mismos. Comprobamos que nos
salió una bruja porque el olmo hizo que las cosas sucedieran así. El proceso se
puede trasponer a cualquier otra cosa —a cualquier forma artística—, incluso si
resulta un poema tonto, como el mío. Nos provoca sorpresa porque hemos
hecho algo inesperado. Por lo tanto, pongamos el poema a un lado y
veamos que ocurre con él.
Ahora volvamos al otro lado de las cosas: la lógica consciente. Gran parte de
nuestra vida es decididamente tediosa y demasiado simplificada porque
olvidamos el inconsciente, lo hacemos a un lado o nos acordamos de él sólo
los domingos por la mañana. Determinamos qué es lo lógico: tenemos que
hacerlo. Somos gente civilizada, utilizamos nuestro intelecto, nuestra mente y
nuestra objetividad. Tenemos capacidad para prever cuántas personas habrá
en el mundo en el año 2000, y exactamente en qué fecha en la India ya no
cabrá un alfiler. Pero no necesitamos trasladarnos a la India: podemos estimar
en qué fecha ya no cabrá un alfiler en Londres. Ya estamos llegando a eso en
lo que se refiere a los automóviles.
De modo que podemos pensar en función de la lógica de la situación: ¿es
lógico tener muchos hijos (prescindiendo de si la gente está en condiciones de
criarlos), y es lógico abarrotar nuestro país con un exceso de niños? Y
podemos decir: "No, no lo es". Muy bien; entonces cada pareja tendrá sólo dos
hijos, o tres en caso de que alguno sea mongólico o muera de poliomielitis.
Pero alguien dirá: "Entonces tengamos cuatro en caso de que yo desee
muchísimo un varón y haya tenido tres niñas en serie". Sea como fuere, las
cifras empiezan a subir nuevamente, y muy pronto estaremos de vuelta en el
punto de partida, cuando teníamos tantos hijos como vinieran. Y tal vez ustedes
comprueben que están comenzando a formarse una opinión sobre sus
inhibiciones—sus inhibiciones sexuales, que quizá lleven a que no haya más
niños—y de pronto descubran que están hablando de lo puramente
inconsciente. En cierto sentido las inhibiciones sexuales son tan interesantes,
constructivas y útiles a la sociedad como las compulsiones sexuales, de modo
que todos nos estamos describiendo recíprocamente y esperando no salir
demasiado mal librados.
Ustedes han reflexionado mucho sobre el tema y no necesito referirme a cosas
que ya saben. Estamos hablando de la población mundial, de la capacidad de
ganar dinero y de educar a nuestros hijos, y de si queremos proporcionarles
una educación común o tenemos que ser capaces de enviarlos a lo que, a
nuestro juicio, es una escuela que conviene a este niño particular pero podría
no convenir a nadie más. Todo gira en torno de pensar detenidamente las
cosas, y a Dios gracias tenemos un cerebro y podemos pensar detenidamente
las cosas y obrar en consecuencia. La lógica del asunto nos lleva a reconocer
que es sensato no tener una cantidad ilimitada de hijos, y esta opinión quizá la
comparta incluso alguien que haya tenido una docena. Hay un modo de
analizar esta cuestión de pensar cuidadosamente y de lo que ocurre en
realidad, y nos damos cuenta de que la correlación entre ambas cosas no es
muy elevada. Pensamos cuidadosamente y vemos lo que ocurre y las dos
cosas se relacionan de un modo nuevo.
Por lo tanto, veamos ahora un caso. Se trata de una muchacha de 16 años; lo
que necesitaba de mí era que le dijese que tenía una lesión cerebral. Comenzó
la vida con una desventaja: al nacer estaba azul porque tenía el cordón
umbilical enrollado en el cuello. Estuvo a punto de morir, y cuando superó el
trance sus células cerebrales habían sufrido un daño. No estaba muy dañada:
tenía simplemente una personalidad superficial contra la que había estado
luchando durante toda su vida. Tan pronto como ingresaba en una escuela,
todo el mundo le decía: "Si te esforzaras podrías hacerlo mejor". De modo que
ella se esforzaba e intentaba mejorar una y otra vez, pero nadie le decía: "Todo
esto tiene poco que ver con el problema". Era muy bonito y atractiva y muy
precoz emocionalmente. Cuando vino a verme traía un libro y me dijo: "Estoy
leyendo este libro y me parece muy interesante", y el libro era interesante. Pero
uno podía darse cuenta de que a ella le resultaba difícil ver en el libro lo que
hubiéramos visto ustedes y yo, porque no podía captarlo, no lo captaba, no del
todo.
Jugamos a hacer garabatos entre ambos, alternándonos, y a uno de sus
garabatos obviamente había que convertirlo en una cabeza y un cuerpo, y
había una cosa en él, una cuerda. Le dije: "Hay una cuerda alrededor de ese
niño, hay una saga alrededor de su cuello". Ocurrió por casualidad cuando
jugábamos de ese modo, y seguimos el juego. Entonces me dijo: "A propósito,
yo nací con un cordón alrededor del cuello". Se lo habían contado. "Mira", le
contesté, "aquí está dibujado'. "¿De veras?", dijo. A ella el dibujo no le había
hecho pensar en eso. Pero en el transcurso del juego surgió ese material, y
hacienda averiguaciones me enteré de que había sucedido realmente; no se
trataba de una leyenda familiar. De modo que hablamos sobre ello y le dije:
"Mira (no intenté protegerla), naciste con esa cosa alrededor del cuello, estabas
azul y quedaste dañada al nacer, y has estado luchando y tratando de
progresar a pesar de eso. Tienes una capacidad cerebral limitada, pero es un
problema que a veces mejora con el tiempo, y si eres capaz de esperar tal vez
descubras que puedes hacer algo al respecto; aún no lo sé. Pero el hecho es
que tu problema no consiste en que no te estés esforzando, sino en que tienes
el cerebro dañado". Volvió a su casa, y su reacción fue decirle a la gente: "Creo
que alguien me entendió por fin". De una situación enormemente compleja
surgió tan sólo eso, y a partir de entonces las cosas cambiaron para ella.
Establecimos una relación muy buena; ahora me puede usar y hago que la
cuiden de modo que pueda llevar una vida normal, sin que nadie espere de ella
que haga lo que no puede hacer, porque se requeriría un grado de rendimiento
en su personalidad y en su capacidad intelectual que está fuera de su alcance.
De tanto en tanto tiene crisis terriblemente agudas, y cuando eso sucede
trastorna a la familia y a quienquiera que esté cerca, incluso a los animales.
Sus padres no la pueden tener en la casa porque, aunque la quieren mucho, no
soportan que su hogar se vea súbitamente perturbado cuando ella se enfrenta
con algo que es incapaz de tolerar. De modo que un día me telefonearon y me
pidieron que la fuera a ver, lo que hice de inmediato. El motivo de la crisis era el
siguiente (ahora volvemos al tema de la píldora). Ella había ido a una fiesta. No
suele hacerlo porque es muy atractiva y siempre hay alguien que lo advierte sin
tardanza, y a los diez minutos lo están pasando estupendamente y la fiesta es
magnífica, pero, ¿qué pasa luego? Ella no es capaz de manejarlo. Tiene ideas
muy firmes acerca de lo que le agrada y lo que le desagrada, de lo que está
bien y lo que está mal, y también instintos muy fuertes. Pero esta vez conoció a
un hombre que le gustaba. Eso era lo importante, lo que le hacía muy difícil
rechazarlo. De modo que si después de la fiesta no se acostaba con él, no
habría sabido cómo enfrentar la frustración; no es capaz de hacerlo mediante el
trabajo del sueño ni de otro modo. Permaneció con él toda la noche pero lo
rechazó, y él la respetó. Ella se sintió destrozada, desilusionada porque él no la
había violado, asumiendo toda la responsabilidad; también porque lo respetaba
y sabía que si sus amigos se enteraban de que había pasado la noche con ella
y no la había poseído, lo despreciarían. Lo había puesto en la situación de
tener que volver a su casa y mentir o bien decir: "Ella no quiso", lo que no sería
nada bueno. Respetaba todo esto, se sentía destrozada, en un estado terrible,
y había trastornado a sus familiares, quienes, aunque habituados a esas
situaciones, estaban desorientados. Dicho sea de paso, el hombre era negro,
un africano, lo cual no parecía establecer ninguna diferencia para la familia. No
era ésa la raíz del problema, aunque a ella la excitaba la idea de hacer el amor
con un negro. Pero esto es algo que habría que analizar por separado.
De modo que el hombre actuó con corrección, y eso la trastornó hasta el
frenesí y al mismo tiempo le produjo un tremendo alivio; estaba desgarrada por
un conflicto que no podía dominar.
"Sabe", me dijo, "el problema es que todo esto no tiene nada que ver con el
sexo; tiene que ver con la píldora. Todos mis amigos toman la píldora. Si yo no
puedo tomarla me siento inferior y pueril." Sus padres le habían dicho que sólo
podría tomar la píldora cuando, después de haber estado en tratamiento
durante algún tiempo, iniciara una relación con alguien con quiera fuera a
convivir. Pensaban que era un buen recurso para aplazar la cuestión, de modo
que le dijeron: "Nada de píldoras todavía, y nada de anticonceptivos; tienes que
contenerte". En realidad, el caso es que para esta chica de 16 años la píldora
era un tremendo símbolo de status. Si hubiera estado tomando la píldora, se
habría sentido bien. Las personas como ella piensan que si algo fuera
diferente, todo estaría bien. "Si tuviera la píldora", me dijo, "no la tomaría; pero
tengo que tenerla. Y si mi dicen que tengo sólo 16 años y que no puedo usarla,
tengo que ir y conseguirla. Puedo conseguirla, y entonces la tomaré, y eso es
todo." Ella es así porque todo está exagerado por el hecho de que su realidad
interna carece de una profundidad que le facilite elaborar Las cosas.
Cuando ingresó en el establecimiento al que concurre ahora, que es bastante
bueno, vino a verme y me dijo: "He pasado el día más hermoso de mi vida".
"¿Qué hiciste?", le pregunté, pensando que habría hecho el amor con una serie
de negros. "Caminamos por la orilla de un arroyo encantador y atrapamos
renacuajos", me contestó. Sin embargo, desde su punto de vista, no tener la
píldora y que se la le prohibieran era algo intolerable. Todo estaba exagerado.
Creo que a veces podemos mirar las cosas de ese modo y comprender.
Les hablaré de otro caso. Una mujer muy inteligente, que en su niñez había
sufrido deprivación, viene a verme con regularidad. Se casó y tuvo hijos, pero
actualmente está divorciada y se siente muy sola. Al mejorar con el tratamiento
comenzó a soltarse un poco, y entonces un hombre la invitó a cenar. Bien, ella
ahora es libre, puede salir a cenar, se sintió muy contenta con la invitación. Y
entonces, por supuesto—no me explico cómo llegan a ocurrir esas cosas—, de
un modo u otro se encontraron juntos en una habitación. "No sé en qué piensa
la gente en estos días", me dijo. "En 1969 parecen pensar que todo el mundo
toma la píldora. No he pensado en el sexo durante diez años y no tome la
píldora. El no llevaba consigo ningún anticonceptivo, de modo que tuve que
recurrir al viejo pretexto de la menstruación". Pero la idea le parecía muy
extraña, ¿comprenden? Decía: "¡Qué cosa más rara! Un hombre quiere dormir
con una mujer y presume que ella toma la píldora. Es el lenguaje de 1969, ¿no
es así?". Esto tiene que ver con el hecho de considerar las cosas desde el
punto de vista de la lógica, aunque la mujer de quien les hablo es muy
inteligente y puede considerarlas desde diferentes puntos de vista.
Lo que intento mostrarles es que en mi opinión hay una zona no resuelta en la
que la lógica y los sentimientos, la fantasía inconsciente y demás no
concuerdan. No se relacionan adecuadamente entre sí, no se aclaran
recíprocamente y tienen que mantenerse separados, y nosotros debemos
tolerar las contradicciones. Por supuesto, podemos resolver cualquier problema
refugiándonos en el área del intelecto escindido. Allí, en algún lugar, estamos
libres de sentimientos: somos dialécticos, podríamos decir. Oponemos esto a
aquello y de ese modo resolvemos cualquier problema imaginable. O lo
resolveremos algún día. Pero si no nos refugiamos en el intelecto escindido,
¿no creen que tendríamos que decir: "Bien, algunos problemas son insolubles
y debemos tolerar las tensiones"? Es lo que estoy tratando de mostrar con el
ejemplo de la muchacha que tenía limitaciones porque al nacer había sufrido
una lesión cerebral. Le resultaba difícil tolerar las tensiones que
inevitablemente nos acompañan y que hacen que dudemos de todo y que
valoremos la duda. Porque la certidumbre y la cordura son terriblemente
aburridas. Por supuesto que la locura también lo es, pero hay algo que la
mayoría de las personas pueden tolerar en cierta medida: la incertidumbre.
Deseo referirme ahora a algo sobrecogedor, aunque seguramente ustedes ya
se lo habrán dicho a sí mismos, de modo que lo que voy a decir no tiene nada
de destacado ni de original. Digo que estamos hablando de matar bebés. No de
matar bebés porque sean anormales, porque sean mongólicos, espásticos o
defectuosos. A los que lo son los protegemos sin demora, les prodigamos
cuidados especiales, nos ayudamos mutuamente para hacerlo. Estamos
hablando de matar bebés al margen de esta complicación. Es un tema
delicado, y de inmediato comprobamos que no queremos pensar en él.
Estamos hablando de la lógica de Malthus y de su sensatez, y no queremos
que nos fastidien con todo eso. Pero, les pregunto, ¿no tendría que
preocuparnos esta cuestión?
Cuando era niño y tenía ratones, si manoseaba a las crías, la madre decía:
"Bien, los devolveré al lugar de donde salieron", de modo que se los comía y
empezaba de nuevo. Los gatos hacen lo mismo. No creo que lo hagan los
perros, pero a los perros se les ha enseñado durante un millón de años a no
ser lobos, de modo que están domesticados, a menos que tengan la rabia.
Creo que mi ratona estaba resolviendo el problema cuando decía: "No necesito
de ninguna píldora, porque si me parece que estos bebés no van a poder
crecer en un ambiente adecuado, que huelen como las manos de ese niño,
simplemente me los como y empiezo de nuevo". Así de sencillo. Creo—aunque
no estoy seguro, porque en estos casos es difícil deslindar la realidad de la
mitología—que hubo una época en que los aborígenes de Australia se comían
a algunos de sus hijos. (2) Esta era su manera de resolver el problema de
población. Y no lo hacían porque odiasen a los niños. De lo que estoy hablando
es de que cuando se considera que el ambiente no puede proporcionar los
recursos necesarios para sostener a tantos niños, siempre se encuentra un
método, sea cual fuere. Hasta hace poco el mundo contaba con un método
muy bueno. Las personas morían como moscas de disentería y otras
enfermedades, pero vinieron los médicos y dijeron: "No tienen por qué morir de
disentería, malaria, ni ninguna otra enfermedad o epidemia". Por lo tanto, debe
pensarse en la población de otro modo, porque ya no es posible dejar que Dios
se encargue de matar a todo el mundo, por así decirlo, aunque, por supuesto,
podemos hacer la guerra y la gente puede matarse entre sí de esa manera.
Si hemos de ser lógicos, tendremos que abordar un tema difícil: ¿a qué bebés
mataremos? ¿A partir de qué edad se los puede considerar seres humanos? La
mayoría de las personas están de acuerdo en que cuando nacen a término son
seres humanos. Por consiguiente, no los mataremos. Entonces pensamos en el
período inmediatamente anterior al nacimiento y decimos: "No mataremos a los
bebés viables". Acudimos a los médicos y les preguntamos: "¿A qué edad es
viable un bebé?". Y ellos dicen que es viable cuando tiene un peso
determinado, un kilo ochocientos, un kilo cuatrocientos, un kilo doscientos, y
gradualmente siguen rebajando, como en una subasta a la inversa. De modo
que pedimos la opinión de los médicos en cuanto a qué es homicidio y qué no
lo es, retrocedemos un poco más en el tiempo y decimos: "De acuerdo. Aborto.
Está decidido".
Justamente ahora estoy asesorando a una joven que es feliz en su matrimonio
pero también muy inestable, y cuando su marido fue reclutado y enviado al
Este supe que ella no sería capaz de manejar la situación. Por lo tanto no me
sorprendí cuando me llamó por teléfono y me dijo: "Mire, estoy embarazada, no
me gusta el hombre, odio la idea de romper mi matrimonio y me siento
aterrada". No pude comunicarme con el padre inmediatamente y por lo tanto
hice que abortara. Lógicamente todo el mundo está muy contento de que así
haya sido, y la joven estaba en condiciones de recibir a su marido cuando éste
regresó, y tuvieron otros dos hijos y el hogar no quedó desbaratado por la
presencia en él de un extraño nacido de una aventura amorosa no deseada
que ella no pudo evitar porque no tiene capacidad para soportar ciertas cosas
que le suceden.
Todo es muy lógico. Pero, ¿y la joven? Aún se siente acongojada por haber
dado muerte al niño que llevó durante tres meses en su seno, pero puede
soportarlo, y puedo hablar con ella al respecto y ella sabe que se siente muy
mal por lo que pasó. De modo que no se trata sólo de lógica, ¿no es así? Hubo
un homicidio. Estamos hablando de algo realmente tremendo.
Retrocediendo más aún en el tiempo, está el caso de una muchacha a quien se
le pidió, cuando tenía 18 años, que colaborara en un hospital psiquiátrico. El
hospital estaba ansioso por ayudar a todos los jóvenes internados en él, de
modo que la pusieron en estrecho contacto con un joven, un esquizofrénico, y
ella le hizo mucho bien, les puedo asegurar. Sólo que, al mismo tiempo, quedó
embarazada. La madre de la chica pensó que el hospital había actuado con
mucha irresponsabilidad y le prohibió a la hija que siguiera yendo a ayudar en
el sector. Y dijimos: "Bien, esta joven debe abortar sin pérdida de tiempo". Hice
todos los arreglos, y tuve que insistir, porque lo que sucede en estos casos es
que los médicos dicen: "Hay que pensarlo bien", y uno vuelve dos meses
después y la madre ya ha comenzado a orientarse hacia el bebé, y para
entonces un aborto resultaría traumático. A menudo ya es demasiado tarde y
después ella tendrá que cargar con un bebé no deseado y habrá en el mundo
un bebé que no fue deseado, lo cual es un terrible problema. Como quiera que
sea, apresuré las cosas y sorteé todos los obstáculos, y la joven se libró del
bebé cuando aún no había comenzado a orientarse hacia él. De modo que está
muy bien y no experimenta culpa gracias a que se hizo todo eso. Actualmente
proyecta casarse con el joven ex esquizofrénico y piensan tener hijos cuando
se sientan más afirmados.
Lo que pido es que retengamos el aspecto emocional y fantaseado de las
cosas sin privarnos del extremo de la lógica, porque creo en la objetividad y en
mirar de frente las cosas y hacer algo al respecto, pero no en cultivar el
aburrimiento olvidando la fantasía inconsciente. Esta no es muy popular, ya se
sabe. Nadie muestra menos tolerancia hacia ella que el público corriente. El
extremo de la lógica nos ha dado la píldora y su uso, y sé que es muy
importante y me doy cuenta de que el mundo puede usarla. Pero lo que sugiero
es que todos nos sentimos insatisfechos si eso es todo lo que hacemos al
respecto, y tenemos que advertir que la píldora es lo que he llamado "La
muerte silenciosa". Mi "poema" encierra una buena dosis de conflicto y no
resuelve nada, pero me lleva en forma inesperada a lo que no sabía en
absoluto que iba a decir: que en la imaginación la píldora es la muerte
silenciosa de los bebés. La gente tiene que ser capaz de experimentar
sentimientos al respecto.
Conozco bien el tema porque me ocupo de los niños. Veamos lo que ocurre
con el hijo menor de una familia. He comprobado que ese niño ha matado a
todos los otros que no nacieron después de él. En muchos casos debe hacer
frente a un terrible sentimiento de culpa por haber matado a todos los otros
niños. De modo que todo esto nos resulta familiar una vez que nos hemos
habituado a la fantasía que impera en la vida de los niños.
Tal vez piensen que lo que he estado diciendo es: "Muy bien, vamos a poner en
claro que la píldora mata bebés, de modo que, por supuesto, no debemos
usarla"; pero no es así. Digo tan sólo: "De modo que, por supuesto,
reconocemos que en ocasiones decimos;'Sí, matamos bebés, pero lo hacemos
de una manera tremendamente respetable". No porque los odiemos; no se
trata de eso. Matamos bebés porque no podemos proporcionarles un ambiente
adecuado en el que puedan crecer. Pero abordamos cosas muy primitivas
cuando recurrimos a la destrucción, la cual se vincula a las relaciones
objetales. En cierto sentido son las relaciones objetales, más que el odio, lo
que lleva a la destrucción.
Mi problema es que no puedo orientarme hacia un tema sin concentrarme y
desarrollar tensión, y cuando estoy hablando sobre un tema en cualquier parte,
al igual que otras personas, sueño con él. Anoche tuve dos sueños. En el
primero, yo estaba en una reunión. No como ésta, sino más bien como el
congreso psicoanalítico celebrado este año en Roma, al que no asistí. Había
allí una familia complete: hombres, mujeres y niños. Había muchísima gente.
Todo estaba saliendo bien cuando de pronto la hija de la familia irrumpió como
una tromba. Entró precipitadamente y se puso a telefonear a todos lados,
incluso al hotel, diciendo: "¡Mamá perdió su cartera! Quiero que entiendan esto:
tal vez la vuelva a encontrar, pero mientras esté perdida todos tenemos que
buscarla". Todo el mundo se declaró en huelga—nada de congreso, nada de
nada—y se puso a buscar la cartera de mamá.
He aquí, pues, algo que debemos tolerar si pensamos en el contenido
imaginativo de usar la píldora: lamentablemente, no puede impedirse que
incluya la fantasía de que la mujer pierde su feminidad.
El otro sueño fue, creo, un sueño masculino. Me interesó porque había un
objeto blanco muy hermoso: la cabeza de un niño. No era una cabeza
esculpida, sino la representación bidimensional de una escultura. En el sueño
me dije a mí mismo: "El efecto de claroscuro está tan bien logrado que
podemos despreocuparnos del grado de exactitud con que se ha representado
esa cabeza y reflexionar sobre algo más que está allí implícito: el significado de
lo claro y lo oscuro". Antes de despertar me dije también: "No tiene nada que
ver con lo blanco y lo negro del problema de los negros, sino con un nivel más
profundo: lo blanco y lo negro que hay en el ser humano". De eso se trataba.
Y entonces comprendí—ya que actualmente me levanto a menudo durante la
noche y me agrada mucho la luna—que sin duda se trataba de la luna. Y
también supe que era la luna porque de pronto pensé: " maldición! ¡Hay una
bandera norteamericana allí!". Y cuando empecé a recuperar la lógica me di
cuenta de que había vuelto al tema de la menstruación y de la mujer que dijo:
"Tuve que recurrir de nuevo a la menstruación". El hecho es que aquí estamos
frente a algo muy primitivo que tiene que ver con la luna y su relación con las
mujeres y con el modo como el mundo se ha desarrollado. Terminé diciendo:
"La prueba que debe superar nuestra civilización en la actualidad—la prueba
cambia de día en día—, la prueba hay es: ¿podemos, como poetas,
recuperarnos del alunizaje norteamericano?". Dice la canción: "Te di la Luna,
muy pronto te cansarás de ella". Yo ya estoy cansado de ella, totalmente. Pero
cuando los poetas comiencen a escribir nuevamente sobre la luna como si
nadie la hubiera hollado, como si significara muchas cosas—como significa
para ustedes y para mí cuando la vemos en el cielo, cuando vemos sus fases,
su majestad y su misterio—, entonces podremos volver a la época en que
desentrañábamos lo que todo ello significa, en que sabíamos lo que significan
lo claro y lo oscuro. Si somos capaces de volver a la poesía y recuperarnos del
desembarco norteamericano en la luna antes de que lo hagan en Venus,
podremos creer que aún hay esperanzas para nuestra civilización. Curioso
modo es éste de terminar mi conferencia cuando en realidad estoy hablando de
la píldora. Pero desde mi punto de vista, como nunca vi una y ciertamente
nunca la he tomado, la píldora podría muy bien parecerse a la Luna. Tal vez
sean cosas de mi imaginación.

Nota:

2) J G. Frazer menciona en La rama dorada que en algunas tribus de Nueva


Gales del Sur existía la costumbre de comer al primogénito. [Eds.]
ALUNIZAJE

Se dice
Que llegaron a la Lana
Plantaron una bandera
una bandera rígida, por supuesto
(allí no soplan los dioses)

II

Listos y audaces
Yo hubiera temido
sentido pánico
dudado
cometido un error
perdido el conocimiento
saltado, gritado, reído, sufrido
un ataque de nervios
Pero no ellos

III

¿Qué Luna?
Imaginaron un espacio,
Idearon, en una computadora,
Una complejidad casi infinite, y entonces
Exploraron su finitud. Después
Hicieron pie en ella, plantaron una bandera rígida,
Y volvieron a casa llevándose unas piedritas, pero no para
que jueguen los niños

IV

¿Acaso algo ha cambiado?


¿Es ésta la pauta del triunfo del hombre,
el sello de su grandeza,
el punto culminante de la civilización,
lo que dará impulso a la vida cultural humana?
¿Es éste el momento de entronizar un dios
que se siente complacido por sus esfuerzos creativos?

No para mí
Esa no es mi luna
Símbolo de la fría pureza
Señora de las mareas
La que regula las fases del cuerpo femenino
el faro inconstante pero predecible para el pastor
astrónomo,
que variablemente ilumina la negra noche
o engendra murciélagos, fantasmas, brujas
y cosas que espantan

VI

Esa no es la luna de la ventana mágica


Del sueño personal de Julieta en el balcón
(Voy, nodriza)

VII

Mi luna no tiene una bandera


Ninguna bandera rígida
Su vida está en su activa belleza
En su luz variable
En su luminosidad
19. ANALISIS DE LOS FINES DE LA GUERRA

(Escrito en 1940)

Para alivio de muchos, el primer ministro no se mostró dispuesto a discutir los


fines de la guerra. Luchamos para sobrevivir.
En lo personal no me avergüenza la idea de que estemos luchando sólo para
sobrevivir. Nada hay de extraordinario en luchar para que a uno no lo
exterminen o lo esclavicen. Le méchant animal, quand on l'attaque il se
defend.* La ética queda al margen, y si somos lo bastante tontos como para
sucumbir, no tendremos siquiera la oportunidad de sacar partido de nuestros
errores.
Al decir que luchamos para sobrevivir, no estamos dando a entender que
somos mejores que nuestros enemigos. En cambio, si decimos que luchamos
para poseer, o para seguir poseyendo, introducimos complicaciones; y si
somos lo bastante imprudentes como para afirmar que tenemos alguna
cualidad de la que carecen nuestros enemigos y que debería ser preservada,
habremos dicho algo que no nos será fácil justificar. Tiene sentido, por lo tanto,
señalar fines tan simples como sea posible.
No hay ninguna razón por la cual la capacidad para conducir un país a la
victoria deba estar unida a la capacidad de analizar los fines de la guerra, y
quizá sea importante no obligar al primer ministro a hacer algo ajeno a sus
inclinaciones. Pero lo que el señor Churchill se abstiene de hacer, sería útil que
lo hiciéramos quienes tenemos una responsabilidad menos directa. Podemos
examinar la posibilidad de que estemos defendiendo algo valioso, y si así lo
creemos, tratar de establecer de qué se trata. Y si surgen las palabras
"democracia" y "libertad", tratar de comprender qué significan.
Para facilitar las cosas, pediré que se acepte como un axioma que si somos
mejores que nuestros enemigos, lo somos tan sólo un poco. Cuando la guerra
haya terminado y hayan pasado algunos años, incluso esta mesurada
afirmación parecerá autocomplaciente. Como yo lo veo, de nada sirve
pretender que la naturaleza humana es fundamentalmente distinta en Alemania
y Gran Bretaña, aunque—lo admito—esta opinión me impone la tarea de
explicar las razones de la reconocida falta de semejanza en la conducta de
ambos países. Creo que esa falta de semejanza puede explicarse sin recurrir a
la presunción de que existen diferencias fundamentales. Se argumentará tal
vez que la conducta de ambos países es obviamente diferente y que, después
de todo, es la conducta lo que importa. Sin duda, pero hay conducta y conducta
total. Una cosa es la conducta y otra la conducta total. La conducta total incluye
la responsabilidad histórica; también toma en cuenta la ampliación de las bases
de la motivación a través de nuestra identificación inconsciente con nuestros
enemigos. La conducta total toma nota asimismo de la capacidad del individuo
de obtener gratificación de ciertas ideas que pueden ser agresivas o crueles, y
de sentir alivio cuando algunas ideas intolerables, que amenazan con volverse
conscientes, se traducen en actos, es decir, cuando la responsabilidad por esas
ideas la comparten otros miembros del grupo.
Para decirlo de un modo más simple, podemos considerarnos buenos y actuar
correctamente, pero necesitamos un criterio para saber qué es la bondad. El
único criterio verdaderamente satisfactorio de la bondad es la maldad, y la
conducta total incluye esa maldad, aun cuando el malo sea nuestro enemigo.
En este momento estamos en la posición aparentemente afortunada de tener
un enemigo que afirma "Soy malo y me propongo serlo", lo que nos permite
sentirnos buenos. Aunque puede decirse que nuestra conducta es buena, no
está claro en absoluto que a causa de ello podamos eludir nuestra
responsabilidad por la actitud alemana y la utilización por los alemanes de las
cualidades peculiares de Hitler. De hecho, tal autocomplacencia representaría
un peligro real e inmediato, ya que la declaración del enemigo es sincere y la
nuestra no lo sería. De ahí proviene en parte, a mi juicio, su capacidad para
destruir a sus adversarios desde a dentro. Los induce a adoptar una posición
de probidad que se desmorona porque es falsa.
Tendemos a olvidar que la guerra, cada vez que se produce, tiene un valor que
se refleja en el curso de la política. La paz como fenómeno natural es difícil de
preservar más allá de algunos años, y podría demostrarse que las tensiones
internas se estaban comenzando a manifestar en la estructura política de Gran
Bretaña cuando el surgimiento de la amenaza externa nos trajo alivio. (Lo cual
no significa que la guerra haya sido planeada, como dicen algunos, para
impedir la revolución.)
En otras palabras, la naturaleza humana, que colectivamente se denomina
estructura social, no es sencilla, y nada gana el sociólogo con negar el poder
de la voracidad y la agresión que cada individuo debe afrontar en su propio self
si ha de parecer civilizado. La única salida fácil para él es ver las partes
desagradables de sí mismo sólo cuando se manifiestan en otros; lo difícil, en
cambio, es admitir que podría ser responsable de toda la voracidad, la agresión
y el engaño del mundo, aunque de hecho no lo sea. Lo que se aplica al
individuo también se aplica al Estado.
Quien tenga deseos de aprender, podrá extraer muchas enseñanzas de los
acontecimientos de la última década. Una parte de nuestra educación se la
debemos a Mussolini, quien dijo muy claramente, antes de que Hitler entrara en
escena, que las únicas posesiones justificadas son las que encuentran
respaldo en la fuerza física. De nada vale discutir si esto es correcto o no
desde el punto de vista de la ética; sólo debemos tomar nota de que si alguien
está dispuesto a actuar, o incluso a hablar, basándose en tal principio, con ello
obliga a los demás a hacer lo mismo. Mussolini daba a entender que Gran
Bretaña, Francia, Holanda y Bélgica adoptaban una posición falsa al proclamar
sus derechos a su territorio como si Dios lo hubiera dispuesto así, y se ha
sostenido que incluso si sus palabras eran sólo una baladronada, al obligarnos
a decidir una vez más si valía o no la pena luchar por nuestra posición, nos
prestó un señalado servicio.
Si aceptamos la idea de que por naturaleza somos básicamente semejantes a
nuestros enemigos, nuestra tarea se simplifica muchísimo. Podremos entonces
considerar sin temor nuestra naturaleza, nuestra voracidad y nuestra capacidad
de autoengaño, y si además comprobamos que estamos defendiendo algo
valioso para el mundo, estaremos en condiciones de evaluar esa circunstancia
con realismo.
Se debe recordar que si comprobamos que hacemos cosas buenas con el
poder que poseemos, ello no significa que podamos poseer sin provocar
envidia. Un enemigo quizá sienta celos de nosotros no sólo a causa de
nuestras posesiones, sino también por la oportunidad que nos brinda nuestro
poder de gobernar bien y difundir buenos principios, o al menos de controlar las
fuerzas que podrían llevar al desorden.
En otras palabras, si reconocemos la importancia de la voracidad en los
asuntos humanos, hallaremos algo más que voracidad, o descubriremos que la
voracidad es una forma primitiva de amor. Descubriremos también que la
compulsión a obtener el poder puede originarse en el miedo al caos y el
descontrol.
¿Qué podemos entonces proponer como justificación adicional de una lucha
que es primordialmente una lucha por la supervivencia? En realidad, hay un
solo modo de justificar la pretensión de que somos mejores que nuestros
enemigos sin caer en una discusión interminable acerca del significado de la
palabra "mejor": demostrando que tenemos como meta una etapa más madura
de desarrollo emocional que nuestros enemigos. Si, por ejemplo, pudiéramos
demostrar que los nazis se comportan como adolescentes o preadolescentes
en tanto que nosotros nos comportamos como adultos, tendríamos un
argumento convincente. Pongamos por caso que la actitud de Mussolini,
"luchar para poseer" (considerándola real y no mera palabrería), es
relativamente madura, y que la actitud de "sin duda ustedes aman a su líder y
confían en él" sólo es normal en el joven inmaduro y preadolescente. De
acuerdo con esto, Mussolini nos desafió a comportarnos como adultos,
mientras que los nazis nos desafían como adolescentes y no pueden
comprendernos porque no advierten su propia inmadurez.
Probablemente lo que proclamamos es que los nazis son preadolescentes muy
seguros de sí mismos y que nosotros nos esforzamos por ser adultos.
Tratamos de sentirnos libres y de ser libres, de estar preparados para luchar sin
ser belicosos, de ser guerreros potenciales que se interesan por las artes de la
paz. Si es esto lo que proclamamos, debemos estar preparados para sostener
nuestro reclamo y para comprender lo que queremos decir con esas palabras.
En general se supone que todos amamos la libertad y estamos dispuestos a
luchar y a morir por ella. Sólo unos pocos reconocen que tal suposición es falsa
y peligrosa, e incluso ellos, en mi opinión, no aciertan a comprender lo que
describen.
La verdad parece ser que, aunque la idea de la libertad nos agrada y
admiramos a quienes son libres, la libertad nos atemoriza y a veces tendemos
a permitir que nos controlen. Esto es difícil de entender porque no hay
identidad entre lo consciente y lo inconsciente. Los sentimientos y las fantasías
inconscientes hacen que la conducta consciente sea ilógica. Además, lo que
nos agrada cuando estamos excitados puede diferir mucho de lo que nos
agrada en otras circunstancias.
La interferencia en el ejercicio y el disfrute de la libertad se produce
principalmente de dos modos. En primer lugar, sólo se disfruta de la libertad en
los períodos en que no hay excitación corporal. La libertad sólo puede
proporcionar una gratificación corporal débil y escasa, mientras que las ideas
de crueldad y esclavitud están notoriamente asociadas a la excitación corporal
y las experiencias sensuales, incluso prescindiendo de la perversión, en la cual
se las actúa en reemplazo de la experiencia sexual. Por lo tanto, es de prever
que las personas que aman la libertad se dejarán seducir periódicamente por la
idea de la esclavitud y el control. Tal vez no sea de buena educación mencionar
los placeres corporales secretos y los pensamientos que los acompañan, pero
los extraordinarios eclipses de la libertad que registra la historia no
encontrarían explicación si nos empeñásemos en guardar silencio y negar la
realidad.
En segundo lugar, la experiencia de la libertad es cansadora, y cada tanto las
personas libres buscan aliviarse del peso de sus responsabilidades y dan la
bienvenida al control. En un conocido chiste sobre la escuela moderna, una
alumna pregunta: "¿También hay tenemos que hacer lo que queramos?" El
chiste sugiere una respuesta sensata, como por ejemplo la siguiente: "Hoy te
diré lo que tienes que hacer, porque eres sólo un niño, demasiado joven para
asumir la total responsabilidad de tus pensamientos y acciones". Pero si el que
pregunta es un adulto, a veces le contestamos: "¡Sí, por todos los demonios!
¡En eso consiste la libertad!". Y probablemente esa persona esté dispuesta a
esforzarse para ejercer su libertad e incluso para disfrutar de ella, a condición
de que se le permita tomarse vacaciones de vez en cuando.
Para sentirnos libres necesitamos contar con un punto de referencia. ¿Cómo
reconocer la libertad si no es por comparación con la falta de libertad? La
imposición de la esclavitud a los negros del Africa nos ha proporcionado y nos
proporciona aun hay una engañosa tranquilidad en lo que respecta a nuestra
libertad, y la reaparición del tema de la esclavitud en nuestros libros, películas y
canciones es en gran medida el media al que recurrimos para sentir que somos
libres.
Nuestra civilización no ha abordado aún el problema de la libertad, más allá de
lo que se refiere a la esclavitud de los negros y a su emancipación. Tal vez
Alemania haya participado menos que nosotros o que los norteamericanos en
esas dos experiencias, que son una solo desde el punto de vista de la conducta
total. De ser así, ello tendría una gran influencia sobre el manejo de la crueldad
personal y el impulso de controlar de cada alemán: le provocaría una mayor
necesidad de actuar en el presente la crueldad y la esclavización que los
norteamericanos actuaron al esclavizar a los negros y continúan actuando a
través de la gran emancipación.
La libertad es fuente de tensión para la personalidad total del individuo; deja a
éste sin recursos cuando cree que lo persiguen. Lo deja sin más excusa lógica
para su ira o su agresividad que la índole insaciable de su voracidad. Y no tiene
a nadie que le dé o le niegue el permiso de hacer lo que quiera; en otras
palabras, que lo salve de la tiranía de una conciencia severa. No es
sorprendente, por lo tanto, que la gente no sólo tema a la libertad, sino también
a la idea de la libertad y al hecho de otorgarla.
Que se le diga lo que tiene que hacer le proporciona a un hombre un gran alivio
y sólo le exige mostrar veneración por el que manda. En este momento
estamos permitiendo que el señor Chorchill y algunos miembros de su gabinete
nos digan lo que debemos hacer, de un modo tan absurdo que sólo puede
explicarse a partir del supuesto de que estábamos hartos de la libertad y
anhelábamos un período de esclavitud. En el caso del comercio, por ejemplo,
se han inventado normas y reglamentaciones que por su complejidad resultan
incomprensibles para el pequeño comerciante. Al principio éste se siente
molesto, luego receloso, y algunos de los mejores se ven llevados
gradualmente a abandonar la actividad o sufren un colapso físico o mental. Lo
mismo ocurre en muchas otras áreas. Sin duda esto tiene cierto valor a causa
de su crueldad y estupidez, a las que los seres humanos asignan una
importancia que sólo es superada por la de la libertad. Al asociar la libertad con
la paz y la esclavitud con la guerra y el esfuerzo bélico, hemos alcanzado una
situación muy favorable, que sin embargo depende de la oportuna
circunstancia de que alguien nos haga la guerra. A condición de que se nos
instigue a luchar cada dos o tres décadas, en apariencia somos capaces de
disfrutar de la práctica de la democracia y la experiencia de la libertad.
Es poco frecuente encontrar a un individuo que sea libre y se sienta libre, que
sea capaz de asumir la responsabilidad de sus actos y pensamientos sin
frustrarse en exceso, es decir, sin inhibir su excitación. Tanto la inhibición como
el desenfreno son fáciles y pueden conseguirse a bajo costo cediendo la
responsabilidad a un líder idealizado o a un principio, pero el resultado es
siempre un empobrecimiento de la personalidad.
Dado que la libertad debe ser impuesta a quienes son capaces de recibirla, es
necesario que alguien con visión la valore y demuestre a la gente que vale la
pena luchar y morir por ella; y esto debe ocurrir una y otra vez, generación tras
generación. Los mártires de Tolpuddle conquistaron la libertad para su propia
generación, no para los gremialistas de todas las épocas. Por sí mismo, el
amor a la libertad no engendra la libertad. Y el hecho de que los hombres que
padecen esclavitud amen la idea de la libertad no significa que vayan a amar la
libertad cuando sean libres. Como es sabido, su primer contacto con la libertad
los paraliza; temen lo que podrían hacer con ella. Luego se adaptan, lo que
significa que en mayor o menor grado renuncian a ella.
Es difícil sentirse libre, y no menos difícil conceder la libertad a otros. El período
bélico no sólo nos proporciona un alivio temporario de la tensión de ser libres,
sino que también da a los dictadores la oportunidad de encumbrarse. Hay
dictadores por todos lados, y a menudo hacen cosas estupendas que no se
podrían haber logrado por la vía parlamentaria. Cuando existe acuerdo sobre
los objetivos, la ejecución es una simple cuestión de eficiencia. ¿Les agradará
a esos hombres el fin de la guerra y se resignarán a dar un paso al costado y
permitir el amanecer de un nuevo día democrático?
Se nos dice que la guerra se está librando por la libertad y creo que algunos de
nuestros líderes pueden alcanzar este magna objetivo. Estamos renunciando a
una parte de nuestra libertad tan grande como al señor Churchill de tanto en
tanto le parece necesario. Esperemos que nuestros líderes sean de aquellos
que, una vez ganada la batalla, pueden sentirse libres y tolerar la libertad de los
demás.
La democracia es el ejercicio de la libertad, y el gobierno parlamentario es el
intento de hacer posible la libertad a través de la disposición de los individuos a
tolerar que sus opiniones sean desestimadas si son derrotados en una
votación. Esta disposición a abstenerse de imponer las propias opiniones si no
se obtiene el apoyo de la mayoría es un destacado logro humano que implica
mucha tensión y aflicción. Sólo es posible cuando se permite la gratificación de
una ilógica exclusión periódica del líder. Para proporcionar estabilidad, al rey se
lo mantiene, contra toda lógica, en forma permanente. De hecho, la división de
la jefatura entre el rey y el primer ministro es lo esencial de la democracia. En
la variante norteamericana de este sistema se confiere permanencia a un
hombre por un tiempo limitado.
Para mí es penoso comprobar que en este momento solemne se habla de la
democracia como si sólo significara que el Estado está al servicio del pueblo y
no a la inversa. Lo esencial de la democracia es que el pueblo, así como elige
a los líderes, también se libra de ellos, asumiendo la responsabilidad de su
decisión. Esta se basa en los sentimientos, cuya crudeza puede no obstante
resultar atenuada por la lógica y el razonamiento.
No te amo, doctor Fell,
aunque no sabría decir por qué...

Afortunadamente, siendo la naturaleza humana lo que es, tarde o temprano se


encuentra alguna razón que justifica la remoción de los jefes, incluso de los
más queridos y más dignos de confianza; pero el motivo primario de la
remoción de un político es subjetivo y consiste en los sentimientos
inconscientes, de modo que cuando los políticos tropiezan con dificultades se
manifiesta toda una serie de fenómenos que giran en torno del odio
inexpresado y la agresividad insatisfecha.
En los últimos años la democracia se ha vista amenazada por la tendencia de
los políticos a retirarse al alcanzar una edad avanzada o a morir en ejercicio de
su cargo, en lugar de ser derrotados en el Parlamento. Morir no es suficiente.
Un buen miembro de la Cámara de los Comunes, se dice, es aquel que sabe
dar golpes y espera recibirlos. Fue afortunado para la democracia que Churchill
sucediera a Chamberlain a través de un procedimiento parlamentario y no—
como hubiese parecido si la remoción de Chamberlain se demoraba un por de
días— como consecuencia del temor a un ataque del enemigo.
Según mi parecer, la contribución más importante que hizo Lloyd George a la
política de las dos últimas décadas fue la de representar el papel de jefe
"asesinado" mientras los demás políticos maduros trataban de evitar que los
"mataran" retirándose sin exponerse a la derrota. A Lloyd George había que
mantenerlo "muerto", y a veces debe de haber sentido que se lo
desaprovechaba, cuando en realidad estaba ayudando a preservar la
democracia de la descomposición provocada por el temor de los políticos a ser
removidos de modo ilógico.
Los gritos de "¡No a un tercer período!" en las recientes elecciones
presidenciales reflejan el mismo sentimiento. Mantener a Roosevelt en el cargo
podría significar la declinación de la democracia en Estados Unidos, ya que la
próxima vez tendrá que retirarse, y durante echo años como mínimo no habrá
existido la posibilidad de sacrificar, de derribar ilógicamente a ningún
presidente. El resultado tiene que ser el fortalecimiento de la tendencia a la
guerra, la revolución o la dictadura.
Los nazis, a quienes obviamente les gusto que les digan lo que tienen que
hacer, no necesitan sentirse responsables por la elección de un líder ni son
capaces de derribarlo; en este sentido son preadolescentes. En el modo de
vida democrático podemos afirmar que tendemos a la libertad cuando
tendemos a compartir con madurez la responsabilidad, en especial la
responsabilidad por un parricidio ilógico que resulta posible porque dividimos
nuestra figura paterna. Pero no debemos sorprendernos cuando los demás nos
señalan nuestro fracaso en alcanzar esa libertad. Sólo podemos afirmar que
tendemos a ella, o que como nación la alcanzamos durante breves períodos
entre dos guerras. De hecho la libertad personal, el sentimiento de libertad, no
cabe esperar que los logren sino unas pocas personas valiosas de cada época,
las que no necesariamente se vuelven famosas.
Cuando se trata, pares, de formular una declaración sobre los fines de la
guerra, sólo podemos estar seguros de una cosa: si queremos sobrevivir,
tenemos que estar dispuestos a luchar. Pero no sólo estamos dispuestos a
luchar: también intentamos practicar la libertad, que tanta dignidad confiere al
animal humano. Si propiciamos la madurez del desarrollo más que nuestros
enemigos podemos aspirar a que el mundo nos mire con simpatía, pero aun así
tenemos que estar dispuestos a luchar y a morir en caso necesario.
Nuestro primer objetivo es ganar la guerra. Si ganamos, tendremos ante
nosotros la difícil tarea de, ante todo, restablecer nuestra libertad, nuestro
sistema parlamentario y nuestro modo de vida democrático, incluidos los
dispositivos que permiten la remoción ilógica de los políticos; éste es nuestro
segundo objetivo. Nuestro tercer objetivo debe ser buscar o acoger con buena
disposición a los elementos maduros de los países enemigos. Es de esperar
que muchos de los alemanes e italianos que hay muestran una desafiante
mentalidad adolescente serán capaces de progresar hacia la madurez; es
decir, podemos confiar en que muchos de ellos no están fijados en una etapa
inmadura del desarrollo a causa de una incapacidad personal para madurar
sino que han sido tentados a regresar a la adolescencia o a la preadolescencia.
Porque sólo si los alemanes son maduros podremos transmitirles con provecho
la idea de libertad.
Creo que es posible añadir algo acerca del primero de nuestros objetivos, es
decir, el de ganar la guerra. En esta guerra, ganar significa cuestionar todo tipo
de propaganda. Nuestra tarea es verificar todo lo que se nos lanza en forma de
palabras. Por eso todos los que en nuestro bando apoyan la propaganda nos
provocan más sospecha que admiración. Quizá la propaganda sea pertinente
como parte de la maquinaria bélica, pero en esta guerra es importante que
obtengamos una victoria militar y no una victoria moral.
La posibilidad de que haya un período de paz será mayor si la guerra termina
tan pronto como haya cesado la lucha. Si el bando ganador demuestra que es
superior en el terreno de las armas, los vencidos podrán mantener la frente
alto. Luchar y perder no es peor para el alma que luchar y vencer.
Para expresarlo con más claridad aún, si gana Alemania, su victoria debería ser
consecuencia de una superioridad en la lucha y no en la ostentación, y si
ganamos nosotros, como confiamos en que ocurrirá, la causa debería ser
también la superioridad en la lucha.
Pero si se concierta una paz artificial antes de que la superioridad militar de
uno de Los bandos haya quedado establecida más allá de toda duda, el viejo
problema de la culpa de la guerra resurgirá y la paz que todos esperamos
alcanzar se habrá malogrado una vez más.
Se habla poco del valor de la guerra, lo cual no es de extrañar, ya que es
mucho lo que sabemos de sus horrores. Pero es posible que la actual lucha de
alemanes contra británicos tenga por consecuencia un aumento gradual de la
madurez en ambos bandos. Aspiramos a alcanzar un punto de saturación
cuando haya satisfacción militar y un respeto mutuo entre los combatientes
como nunca podría haberlo entre propagandistas y contrapropagandistas ni,
me temo, entre pacifistas y antipacifistas. A partir del respeto mutuo entre
hombres que han luchado entre sí y están madurando podría lograrse un nuevo
período de paz que quizá dure otro por de décadas, hasta que una nueva
generación llegue a la edad adulta e intente una vez más resolver o atenuar
sus problemas a su manera. La atribución de culpas por la guerra no integra
este esquema: todos son culpables, ya que la paz significa impotencia a menos
que se la conquiste luchando y asumiendo personalmente el riesgo de morir.

*Cuando lo atacan, el animal bravío se defiende. [T.]


20. MUROS DE BERLIN

(Escrito en noviembre de 1969)

El Muro de Berlín es el ejemplo más notorio de un fenómeno que, pese a ser


omnipresente, ha adquirido una importancia especial a causa de que el mundo
conforma hay un espacio único y la raza humana ha alcanzado cierto tipo de
unidad.
Las maneras de enfocar este fenómeno en el terreno de la política han de ser
sin duda muy diversas, y el tema es demasiado vasto como para que una solo
persona lo pueda abarcar en su totalidad. Con todo, creo que algunas cosas
que surgen de la práctica del psicoanálisis deben ser expuestas. En
consecuencia, me propongo abordar dos de ellas como temas separados.
La primera se relaciona con el desarrollo del individuo como unidad. No es
provechoso examinar el estado clínico de un ser humano en un momento
determinado. Sí lo es, en cambio, estudiar su desarrollo vinculándolo al
ambiente, lo cual incluye el estudio de la provisión ambiental y sus efectos. Los
procesos de maduración hereditarios son potenciales; para que se materialicen
se requiere un ambiente facilitador de ciertas características, y en el ambiente
social se registran importantes variaciones según el tiempo y lugar. Debemos
suponer que el mundo, en la medida en que se está convirtiendo en una unidad
desde el punto de vista sociológico, no puede ser mejor que los individuos que
lo componen. Si hacemos un diagrama del individuo humano, la superposición
de mil millones de estos diagramas representará la contribución total de los
individuos que componen el mundo, y será al mismo tiempo un diagrama
sociológico del mundo. Se presenta aquí una complicación, y es que sólo cierta
proporción de individuos logran en su desarrollo emocional lo que podría
llamarse el estado de unidad. De hecho, es probable que el concepto de
individuo sea relativamente moderno y que no haya habido personas totales
hasta hace unos pocos centenares de años; o quizás haya habido unos pocos
y excepcionales individuos totales en los últimos dos mil años. Hoy es
demasiado fácil dar por sentado que el individuo como unidad es la base de
todo lo humano, y que quien no ha logrado integrarse en algo que pueda
llamarse una unidad no ha alcanzado el punto a partir del cual es posible lograr
la madurez, cualquiera que sea el significado que demos a esta palabra.
El mundo, por lo tanto, incluye necesariamente cierta proporción de individuos
que no son capaces de integrarse en una unidad y que, en consecuencia,
tampoco pueden contribuir, salvo destructivamente, a la integración de aquél.
Para seguir adelante con el tema es necesario prescindir de esta complicación
y considerar el mundo sociológico como la superposición de millones de
individuos integrados. Podemos dar por supuesto que no hallaremos en el
mundo nada mejor que lo que puede lograrse en el ser humano.
Cuando estudiamos los bebés y los niños en desarrollo y los seres humanos en
desarrollo en todo tipo de grupos en todo el mundo, comprobamos que la
integración en una unidad no significa que el individuo haya logrado la paz. Lo
que ha logrado es un self que puede contener toda clase de conflictos propios
de los instintos y de las sutiles necesidades del espíritu, como también los
conflictos propios del medio. El diagrama del ser humano más saludable que se
pueda concebir podría ser una esfera o, más sencillamente, un círculo, y de
inmediato sería necesario trazar una línea que pase por el centro. Un individuo
hasta tal punto saludable es capaz de contener todos los conflictos de origen
interno y externo, y aunque siempre habrá guerra o posibilidad de guerra a lo
largo de la línea central, a ambos lados de la línea las fuerzas integradoras que
caracterizan el desarrollo humano organizarán conjuntos de elementos
benévolos y persecutorios.
Si en la realidad psíquica interna que estoy describiendo no siempre hay
guerra, es simplemente a causa de la línea y de la separación que existe entre
los elementos benévolos y persecutorios. Ayuda también el hecho de que unos
y otros pueden ser exportados o proyectados. Es así como los seres humanos
están siempre inventando a Dios y organizando la eliminación de los productos
peligrosos y los desechos.
Clínicamente hay dos extremos en la manera como los seres humanos encaran
estas cuestiones. En uno de ellos, la totalidad del conflicto del que el individuo
puede tener conocimiento se acumula en la realidad psíquica interna. Se
asume la responsabilidad total por todo. Como cualquier movimiento implica
peligro, se establece automáticamente un control de todas las cosas. El estado
de ánimo es entonces depresivo. En el otro extremo, la guerra potencial en la
realidad psíquica interna resulta intolerable y el individuo busca algo que la
represente en la sociedad local o general, y en última instancia, en el concepto
social unificado del mundo en que vivimos. Por lo tanto, el conflicto en el medio
social no sólo es permanente, sino que es inventado y perpetuado por los
individuos que componen la sociedad; éstos sufren a causa de los conflictos
que se producen en el mundo que los rodea, pero también encuentran en ellos
alivio para su conflicto interno, es decir, el que se libra en su realidad psíquica
interna.
Los idealistas hablan a menudo como si existieran individuos sin una línea en
el medio del diagrama, como si éste sólo contuviera fuerzas benévolas
utilizables con buenos propósitos. Pero en la práctica todos los que estudian
estas cuestiones han podido comprobar que cuando alguien está casi libre de
fuerzas y objetos persecutorios o "malos", ello sólo significa que está actuando
un mecanismo de tipo víctima propiciatoria y que el sujeto encuentra alivio en
alguna persecución real, imaginaria, provocada o delirante.
De igual modo, es imposible concebir a alguien totalmente malo (sea cual fuere
el significado que demos a la palabra "malo"), es decir, a alguien que sólo
contenga elementos persecutorios. Podríamos encontrarlo en la psicopatología,
sin embargo, donde en algunos casos de suicidio el individuo aniquila su self
después de haber reunido en él todo lo malo y de haber exportado o
proyectado lo que consideraba bueno. (Recuerdo el final de la biografía de
Philip Hesseltine: hizo salir al gato, cerró la puerta y abrió la llave del gas.)
Cabe observar que en estado de depresión, que probablemente es parte de la
estructura de la personalidad del individuo normal o psiquiátricamente sano,
existe tolerancia para la guerra potencial. Es como si hubiera un Muro de
Berlín, o lo que en Belfast se denomina la línea de paz del ejército. Me estoy
refiriendo a cuestiones de interés local, y es posible que cuando este artículo
llegue a manes de algún lector ya hayan sido olvidadas a causa de algún
ejemplo mejor de estas líneas divisorias que como mínimo postergan el
conflicto y en los casos más favorables mantienen separadas a las fuerzas
opuestas durante largos períodos, permitiendo que la gente juegue y se
dedique a las artes de la paz. Las artes de la paz corresponden al éxito
temporario de una línea divisoria entre fuerzas opuestas, al momento de calma
entre épocas en que el muro ha dejado de separar lo bueno de lo malo.
En todo caso concreto hay en el fondo un problema político, y la solución
temporal de ese problema, que requiere una guerra o una guerra civil, es la
base de los intervalos de paz y logro cultural. El tema se relaciona con el hecho
altamente valorado de que en una isla (si no es demasiado grande) se dan
condiciones especiales que hacen de ella un lugar en el que pueden
practicarse las artes de la paz. En otras palabras, si una comunidad no es
también una isla, tendrá fronteras, y en éstas habrá un estado de tensión. De la
conducta que observen quiénes están a uno y otro lado de la frontera depende
la clase de vida que llevará la población, y también en este caso resulta claro
que una tolerancia del antagonismo que no implique su negación es productivo
de un modo positivo; al mismo tiempo, la tolerancia del antagonismo es lo que
mayor dificultad presenta en política. Es siempre más fácil hacerse fuerte y
correr la frontera un poco más allá, o llevarla sobre las cabezas de la gente y
dominar al grupo social de modo que no haya libertad para él, pero sí para el
grupo más fuerte y numeroso que se erigió en dominador.
Esto refleja lo que le puede suceder a un individuo cuando la adhesión ciega a
un líder o una idea le confiere absoluto certeza en cuanto a lo que ha de hacer
y lo convierte en un dictador que no tiene dudas, hipocondría ni depresión, sino
sólo una compulsión a dominar a los demás. Se trata del dominio del bien
sobre el mal, pero la definición del bien y del mal corresponde al dictador y no
es algo que puedan discutir las personas que componen el grupo, y por lo tanto
su significado no está en constante revisión. En cierta medida puede decirse
que una dictadura se derrumba porque el significado inmutable del bien y el
mal a la larga resulta aburridor y la gente está dispuesta a arriesgar su vida
para defender la causa de la espontaneidad y la originalidad.
Todo esto es aplicable a cualquier problema menor que atraiga nuestra
atención. Por ejemplo, si en Irlanda del Norte el muro separa a católicos de
protestantes, no hay cabida allí para un saludable agnóstico. Todo el mundo
tiene que ser protestante o católico, incluso si el significado de esos términos
no es susceptible de discusión y quizás ha sido fijado por raíces históricas que
lo hacen específico de Irlanda del Norte. En cierto sentido puede decirse que
Irlanda del Norte es el Muro de Berlin permanente entre Irlanda e Inglaterra. Si
Irlanda abarcara la totalidad de la isla, el muro se correría hasta el canal que
separa a las dos islas. Es casi seguro que, asumiendo la forma de una línea
irregular, dividiría grupos de población en Glasgow, Liverpool y otras regiones
del oeste de Gran Bretaña, lo cual podría también exacerbar la tensión entre
protestantes y católicos en la ciudad de Londres.
En la actualidad en Londres, así como en general en Gran Bretaña, la situación
estable del credo protestante facilita la tolerancia hacia el catolicismo. Del
mismo modo, en la católica Irlanda se tolera sin esfuerzo a los protestantes
porque el catolicismo se da por sentado tanto como el clima. El choque se
produce cuando se enfrentan dos opiniones vastamente difundidas.
No es difícil hacer afirmaciones semejantes en relación con otros países,
aunque las consideraciones esquemáticas son siempre escasamente verídicas,
ya que la verdad es compleja—es lo que la hace interesante—y hunde sus
raíces en la historia. No obstante, con fines de ejemplificación podemos
ejercitarnos en alguna medida forzando nuestra imaginación y nuestro
conocimiento de algunos de los hechos.
El común denominador de todos estos problemas es el estado de guerra
potencial que existe entre facciones que se presentan en pares. Este tema, que
es el que ocupa mi atención mientras escribo este artículo, se relaciona con el
lugar de encuentro de las facciones y con la organización del lugar en que
confluyen los límites, o en que lo harían si no fuera por la tierra de nadie que
los separa. Gran parte de lo que llamamos civilización se vuelve imposible al
acercarnos a las barreras de aduana, hasta el punto que quienes viajamos con
pasaporte nos asombramos ante la facilidad con que el campesino labra su
tierra y cruza la frontera muchas veces por día casi sin darse cuenta, mientras
que a nosotros nos dispararían si quisiéramos seguirlo. Cuando el campesino
no puede olvidarse de la frontera de ese modo, sabemos que la zona se
encuentra en estado de guerra potencial y no esperamos encontrar allí las
artes de la paz y la creatividad lúdica.
Es interesante comparar esa situación con las consecuencias favorables que
ha tenido la existencia de una frontera entre Inglaterra y Escocia, aunque hay
muy pocas cosas por las que podamos guiarnos para saber dónde comienza
Inglaterra y termina Escocia o viceversa. Disfrutamos con el cambio gradual de
acento y con el énfasis en la historia, que presenta un matiz diferente según
que nos encontremos un poco más al norte o un poco más al sur. Sin duda lo
angosto de esta parte de la isla al sur de Edimburgo presto alguna ayuda, de
modo que más o menos nos damos cuenta de que estamos en Escocia cuando
estamos en Escocia, aunque nadie nos lo diga.
La frontera entre Inglaterra y Gales tiene que considerarse en función de la
geografía y las montañas. La frontera entre Berlín Este y Berlín Oeste es un
muro construido por el hombre que no puede sino ser feo, ya que no hay
ninguna acepción de la palabra "belleza" que pueda relacionarse con la
constatación de que ahí, exactamente en ese punto, está el lugar en el que, si
no hubiese muro, habría guerra. Pero lo positivo del Muro de Berlín es el
reconocimiento de que la naturaleza humana es incapaz de totalidad salvo
cuando median el estado de ánimo depresivo, la percatación del conflicto en la
realidad psíquica interna del individuo y la disposición a postergar la resolución
del conflicto y a tolerar la incomodidad del estado de ánimo. Naturalmente que
hay alternancia, a través del tiempo, entre la resolución del conflicto—que
significa guerra o conquista—y la tolerancia del estado de tensión—que
significa la aceptación del Muro de Berlín o de algún equivalente.
Esta es la psicosis maníaco-depresiva referida al tiempo y la sociología, la cual
no difiere de la psicosis maníaco-depresiva con alternancia del humor en el
individuo, la que a su vez tampoco difiere del humor depresivo de una persona
total que acepta el conflicto en la realidad psíquica interna.
21. LIBERTAD

(Fusión de dos trabajos escritos alrededor de 1969)

Sería oportuno hacer aquí algunas consideraciones sobre el significado de la


libertad. No me propongo pasar revista a la extensa bibliografía, psicoanalítica
o no, que se ocupa del tema. Pero no puedo eludir la responsabilidad de volver
a examinar la idea de la libertad a la luz de los conceptos de salud y
creatividad, cuya importancia es innecesario destacar.
El tema de la libertad ya está presente cuando hablo del factor ambiental que
esteriliza o destruye la creatividad de un individuo al inducir en él un estado de
desesperanza. El tema de la libertad es abordado en tal caso desde el punto de
vista de su ausencia y de la crueldad que implican tanto las restricciones físicas
como la aniquilación de la existencia personal de un individuo mediante la
dominación, como ocurre, por ejemplo, en una dictadura. He indicado ya que
esa dominación puede observarse no sólo en el escenario político sino también
en el hogar.
Es bien sabido que a través de los siglos algunas personas fuertes han
descubierto que poseían un sentimiento de libertad, incluso incrementado,
cuando se hallaban sometidas a restricciones físicas. En otro lugar he citado
esta conocida frase: "No son Los muros de piedra lo que hace una prisión, ni
los barrotes de hierro lo que hace una jaula".
Para el individuo que goza de buena salud psiquiátrica, el sentimiento de
libertad no depende enteramente de una actitud ambiental. De hecho, la gente
privada de libertad puede temerla cuando la obtiene. Es algo que hemos
podido observar en la escena política durante el último medio siglo, en el que
muchos países obtuvieron finalmente la libertad y no supieron qué hacer con
ella.
En un libro cuyo tema principal no es la política, lo que cabe estudiar es el
sentimiento de libertad que experimenta el individuo psiquiátricamente sano.
Los que entran en contacto por primera vez con la teoría psicoanalítica a
menudo opinan que, no obstante su interés, hay en ella un aspecto aterrador.
El solo hecho de que exista una teoría del desarrollo emocional del individuo en
relación con el ambiente y de que esa teoría pueda ser utilizada para explicar
Los trastornos del desarrollo y los estados patológicos resulta inquietante para
muchos. Cuando doy conferencias a grupos de estudiantes avanzados sobre el
desarrollo emocional del niño y la dinámica de los trastornos mentales y
psicosomáticos, espero que alguna que otra vez se me formula la apremiante
pregunta relacionada con el determinismo. Es verdad que toda teoría sobre los
estados emocionales, la personalidad sana y perturbada y las extravagancias
de la conducta se basa en un supuesto determinista. Postular que en algún
punto hay una zona libre de determinismo no resulta útil. El estudio de la
personalidad basado en la obra de Freud, que ha posibilitado un enorme
progreso en la comprensión del ser humano, es una ampliación de las bases
teóricas de la biología, la que a su vez es una ampliación de Las bases teóricas
de la bioquímica, la química y la física. No hay una clara línea divisoria en parte
alguna de la formulación teórica del universo si comenzamos con la teoría de
los pulsares y concluimos con la teoría del trastorno psiquiátrico y de la salud
en el ser humano, incluyendo la creatividad o el hecho de ver el mundo
creativamente, lo cual constituye la prueba más importante de que el hombre
está vivo y de que aquello que está vivo es el hombre.
Evidentemente, es muy difícil para algunos seres humanos—quizá lo sea para
todos—aceptar el determinismo como una realidad básica, y hay muchas vías
de escape, de sobra conocidas, que permanecen abiertas. Si dirigimos la
mirada a una de esas vías, siempre podemos abrigar la esperanza de que no
resultará bloqueada. Por ejemplo, si consideramos la percepción
extrasensorial, veremos un intento de probar que tal cosa existe, pero
sentiremos ambivalencia respecto de los resultados, ya que si se prueba que
existe, de inmediato una vía de escape del determinismo queda bloqueada y el
resultado es otro ejemplo de tosco materialismo. El materialismo no es
agradable en ningún sentido, pero tampoco podemos afirmar que todos
nosotros deseamos pasarnos todo el tiempo buscando una vía de escape del
determinismo.
El conferencista de psicología dinámica que reiteradamente escucha esta
objeción a su disciplina de parte de algún estudiante a quien perturba el
determinismo que ella supone, pronto llega a la conclusión de que el problema
no afecta a todos los estudiantes durante todo el tiempo. En realidad, a la
mayoría de las personas no les hace perder la calma el hecho de comprender,
en la medida en que es posible comprenderlo, que la vida tiene una base
determinista. De pronto el tema adquiere una importancia vital para un
estudiante, o puede tener una importancia vital para cualquiera durante un
breve lapso, pero lo cierto es que durante la mayor parte del tiempo la mayoría
de Las personas se sienten en libertad de elegir. Este sentimiento de que
podemos elegir libremente y volver a crear es lo que resta pertinencia a la
teoría determinista: en general nos sentimos libres. El determinismo puede ser
simplemente uno de los hechos de la vida que nos hacen sentir incómodos de
vez en cuando.
Lo que no se puede pasar por alto es que una gran proporción de personas—
hombres, mujeres y niños—se sienten muy turbados por algo, y esa turbación
puede adoptar la forma de una rebelión contra el determinismo. Debemos
observar y descubrir qué significa ese miedo y tomarlo en serio. El sentimiento
de libertad contrasta hasta tal punto con el de no ser libre que el estudio de ese
contraste resulta imperativo.
Algo muy simple puede decirse sobre este tema tan complejo, y es que el
trastorno psiquiátrico se experimenta como una especie de prisión, y una
persona que padece una enfermedad psiquiátrica puede sentirse más
encerrada en la enfermedad que otra que está realmente recluida en una
cárcel. Debemos encontrar alguna manera de comprender qué es lo que la
persona enferma describe como falta de libertad. Hay un modo de considerar
esta cuestión propia de las teorías surgidas de la práctica psicoanalítica. Debe
recordarse que, si bien es mucho lo que la teoría psicoanalítica tiene que
aprender aún sobre la salud, también es mucho lo que ya conoce al respecto
en términos de enfermedad. En la investigación de este problema es útil
caracterizar la salud y la enfermedad psiquiátricas sobre la base de las
defensas que se organizan en la personalidad humana. Esas defensas toman
diversas formas y han sido descritas en toda su complejidad por varios autores
psicoanalíticos. Es verdad, no obstante que las defensas son una parte
esencial de la estructura de la personalidad humana, y que si no se
organizaran defensas habría tan sólo un caos y la organización de defensas
contra el caos.
Un concepto útil es el de que en la salud psiquiátrica la organización defensiva
es flexible, mientras que en la mala salud psiquiátrica las defensas son
relativamente rígidas. En la salud psiquiátrica, por ejemplo, se puede
observar un sentido del humor que es parte de la capacidad de jugar, y el
sentido del humor es algo así como un espacio de maniobra en el ámbito de la
organización defensiva. Ese espacio inspire un sentimiento de libertad tanto en
el sujeto como en quienes están relacionados o desean relacionarse con él. En
el extremo representado por la mala salud psiquiátrica no hay ningún espacio
de maniobra en el ámbito de la organización defensiva, y por lo tanto el sujeto
se aburre de su estabilidad en la enfermedad. Es esta rigidez de la
organización defensiva lo que hace que la gente se queje de falta de libertad.
Esto no tiene mucho que ver con el concepto filosófico de determinismo, por
cuanto las alternativas de libertad y falta de libertad corresponden a la
naturaleza humana y son siempre urgentes en la vida de las personas. Son
especialmente urgentes en la vida del bebé y el niño pequeño, y por lo tanto en
la vida de los padres, que están siempre recurriendo a las alternativas de
adaptación y entrenamiento, deseosos de dar al niño la libertad de seguir sus
impulsos que hace que la vida comience a parecer real y digna de ser vivida e
inspire una visión creativa de los objetos, y luego lleva a la alternativa
representada por la enseñanza y por la necesidad de los padres de recuperar
su vida privada, incluso a expensas de los gestos impulsivos del niño y de sus
reclamos de autoexpresión.
Hoy en nuestra cultura estamos recogiendo los frutos de una época en la que
no se escatimaron esfuerzos para lograr que los niños comenzaran a sentirse
en libertad de existir por derecho propio; algunas de las consecuencias de este
empeño, según es fácil comprobar, resultan molestas cuando el niño llega a la
adolescencia. Podemos observar una tendencia de la sociedad a reaccionar de
tal modo que quienes tienen a su cargo el manejo de los adolescentes difíciles
se sienten inclinados a cuestionar la validez de las teorías que indujeron a toda
una generación a tratar de proporcionar a los niños un buen comienzo.
En otras palabras, las personas amantes de la libertad están incitando a la
sociedad a adoptar rígidas medidas que a la larga podrían conducir a una
dictadura. Este es el peligro. Nos enfrentamos aquí con enorme s problemas de
manejo y con un fuerte desafío a la teoría que constituye la piedra angular de
nuestra labor.

LA LIBERTAD AMENAZADA

Un estudio del concepto de libertad nos lleva, pues, a examinar las amenazas
que la acechan. Esas amenazas existen, sin duda, y el momento adecuado
para investigarlas es antes de que la libertad se pierda. En la medida en que la
libertad incumbe a la economía interna del individuo, no es fácil de destruir; o
sea que si se la considera en términos de flexibilidad de la organización
defensiva, tiene que ver con la salud del individuo y no con el trato que recibe.
Sin embargo, nadie es independiente del medio, y ciertas condiciones
ambientales destruyen el sentimiento de libertad incluso en las personas que
podrían haber disfrutado de ella. Una amenaza prolongada puede afectar la
salud mental de cualquiera y, como ya lo he mencionado, la esencia de la
crueldad consiste en destruir en un individuo la esperanza que confiere sentido
al impulso creativo y al pensamiento y la vida creativos.
Si postulamos que sobre la libertad se cierne una amenaza, debemos poner en
claro que el peligro resulta ante todo de que quienes son libres tanto en su
interior como en su marco social tienden a considerar la libertad como algo
natural. Hay en esto algo comparable a la necesidad que existe de hacer saber
a Los padres que se ocupan satisfactoriamente de sus bebés y sus niños, que
lo que hacen no sólo es agradable sino también importante. Si todo marcha
bien, los padres lo toman como algo natural y no se dan cuenta de que están
construyendo los cimientos de la salud mental de una nueva generación.
Pueden ser fácilmente descarriados por cualquier persona que tenga un
sistema de ideas, es decir, por cualquier persona que se sienta impulsada a
difundir una convicción o a allegar prosélitos a una religión. Lo que se estropea
son siempre las cosas naturales; el tendido de una nueva autopista se hace
siempre a través de la campiña, es decir, en un lugar donde sería posible hallar
la serenidad. La serenidad no sabe cómo luchar por sus derechos: toda la
dinámica parece estar del lado del afán ansioso de empujar hacia adelante y
avanzar. Esta idea está expresada en la frase de John Maynard Keynes, "El
precio de la libertad es la vigilancia permanente", que el New Statesman
adoptó como lema.
Una amenaza pende, pues, sobre la libertad y sobre todos los fenómenos
naturales, simplemente porque no hay en éstos un impulse a la propaganda; a
los fenómenos naturales se los hace a un lado, y entonces es demasiado tarde
para obrar. Podemos hacer un pequeño aporte señalando a las personas libres
el valor que tienen para ellas la libertad y el sentimiento de libertad, incluso
llamar su atención hacia el hecho indudable de que sentirse libre puede
provocar las mismas restricciones de las que están libres. Esto se refiere,
naturalmente, a las restricciones propias del medio, pero la libertad interior, que
he descrito como flexibilidad de la organización defensiva, tiene escaso valor si
sólo se la experimenta conscientemente cuando se es perseguido.
Sobre esta base es interesante, e incluso valioso, considerar otras razones de
que todo lo que es natural se encuentre amenazado. Mi sugerencia es que lo
que intentamos describir diciendo que es natural, si se relaciona con los seres
humanos y la personalidad humana, tiene que ver con la salud. En otras
palabras, la mayoría de las personas son relativamente saludables y disfrutan
de su salud sin pensar demasiado en ello o incluso sin saber que lo son. Pero
en la comunidad hay siempre personas cuyas vidas están marcadas por
enfermedades psiquiátricas de distinta gravedad o por una desdicha para la
cual no encuentran explicación, personas que no saben con seguridad si están
contentas de vivir ni si desean seguir viviendo. He tratado de resumir todo esto
diciendo que padecen de rigidez en sus defensas. No siempre se advierte que
hay algo más fundamental que las diferencias de clase. Más fundamental
incluso que el contraste entre pobres y ricos, aunque los problemas prácticos
relacionados con esas diferencias producen efectos tan intensos que
fácilmente dominan la escena.
Cuando el psiquiatra o el psicoanalista miran en derredor, no pueden dejar de
advertir el terrible contraste entre los que están en libertad de disfrutar de la
vida y de vivir creativamente, y los que no tienen esa libertad porque sobre
ellos se cierne la constante amenaza de la angustia, el derrumbe o algún
trastorno de conducta que sólo adquiere sentido cuando se conocen todos Los
antecedentes. En otras palabras, para aquellos cuya falta de libertad supera
cierto límite porque sufren los efectos de una falla ambiental o hereditaria, la
salud es algo que sólo se puede contemplar de lejos, algo inalcanzable, y los
que la poseen deberían ser destruidos. La magnitud del resentimiento que se
acumula a causa de esta desigualdad es terrible y tiene su correlato en el
sentimiento de culpa que provoca en las personas sanas el hecho de ser
sanas. En este sentido, se puede equiparar a los sanos con los ricos y a los
enfermos con los pobres. Las personas sanas se organizan febrilmente para
socorrer a los enfermos, los desdichados, los frustrados, los proclives al
suicidio, del mismo modo que en el ámbito económico los que tienen suficiente
dinero se sienten impulsados a practicar la caridad, como para contener la
previsible marea de resentimiento de los miembros de la comunidad que
carecen de comida o del dinero que podría otorgarles la libertad de ponerse en
movimiento y, tal vez, de hallar algo que merezca la pena de ser buscado.
Es imposible contemplar el mundo desde más de un punto de vista a la vez, y
aunque los contrastes económico y psiquiátrico son muy similares entre sí, lo
único que podemos hacer aquí es atraer la atención hacia un solo aspecto de
la división en clases: el de la salud y la mala salud psiquiátricas. Podríamos
referirnos al mismo tema en relación con la educación, la belleza o el cociente
intelectual. Será suficiente con llamar la atención sobre la discrepancia que
necesariamente existe entre quienes son lo bastante sanos desde el punto de
vista psiquiátrico y quienes no lo son. Es muy fácil para los primeros desarrollar
una especie de autocomplacencia que, por supuesto, no hace sino aumentar el
odio de los segundos.
Recuerdo a uno de mis amigos, un hombre excelente que se destacó como
médico y era muy respetado en su vida privada. Era un individuo bastante
depresivo. Recuerdo que en una discusión sobre la salud sorprendió a un
grupo de colegas, todos ellos afanosamente dedicados a combatir Las
enfermedades, cuando inició su exposición con estas palabras: "Pare mí la
salud es algo repugnante". Lo dijo muy serio. Prosiguió (movilizando su sentido
del humor) con una descripción de cómo uno de sus amigos, con el que
compartía una vivienda en su época de estudiante, se levantaba temprano, se
daba una dacha fría, hacía gimnasia e iniciaba el día rebosante de alegría. El,
en cambio, seguía en la cama sumido en una profunda depresión, y sólo el
temor a las consecuencias lo hacía levantarse.
Para entender plenamente esta cuestión del resentimiento del enfermo
psiquiátrico hacia las personas que están suficientemente bien y no se
encuentran atrapadas en un sistema defensivo rígido ni en la sintomatología de
una enfermedad, es necesario examinar la teoría del trastorno psiquiátrico.
Cuando un psicoanalista pone el acento en el factor ambiental, siempre suscita
extrañeza. Son precisamente los psicoanalistas quienes han llamado la
atención hacia el conflicto interno del individuo que subyace a la psiconeurosis
y a la enfermedad mental. Esta contribución del psicoanálisis ha sido de
inmenso valor y ha permitido que personas adecuadamente preparadas
trataran a los individuos en lugar de limitarse a culpar al ambiente. A las
personas les agrada pensar en su enfermedad como en algo propio, y las alivia
comprobar que el analista busca las raíces de esa enfermedad en ellos
mismos. Esa búsqueda tiene éxito en diverso grado. Pero es importante que el
analista haya sido elegido adecuadamente y haya aprendido a utilizar la
técnica, y también es útil que tenga experiencia en su trabajo. De modo que el
factor ambiental no se elimina por complete en ningún caso. Al investigar la
etiología de la enfermedad, los psicoanalistas descubrieron que es necesario
retroceder hasta aspectos muy tempranos de la relación entre el bebé o el niño
pequeño y el ambiente. Lo que Heinz Hartmann llamó "el ambiente previsible
normal" yo lo he denominado "la madre devota corriente"; otros autores, por su
parte, han empleado términos similares para describir un ambiente facilitador
que debe poseer ciertas cualidades para que los procesos de maduración
tengan lugar en el niño y éste se convierta en una persona real, en el sentido
de sentirse real en un mundo real.
Aunque sea importante descubrir los orígenes del sufrimiento de una persona
en ella misma, en su historia y su realidad interna, resulta necesario admitir, o
incluso proclamar, que en lo que se refiere a la etiología última, lo que importa
es el ambiente. En otras palabras, si el ambiente es suficientemente bueno, el
bebé, el niño pequeño, el niño en crecimiento, el niño mayor y el adolescente
tendrán la oportunidad de crecer de acuerdo con el potencial que han
heredado.
Por el contrario, si la provisión ambiental no es suficientemente buena, el
individuo, en alguna medida y quizás en gran medida, no será capaz de
desarrollar su potencial. En ambos casos se puede hablar de ricos y pobres
desde el punto de vista psiquiátrico, y es fácil ver el resentimiento en acción a
partir de esta diferencia. Lo que estoy sugiriendo es que aunque todas Las
otras diferencias de clase tienen vigencia y engendran resentimiento, ésta es
tal vez la más importante de todas. Es verdad que muchos individuos que se
desempeñaron excepcionalmente bien, conmovieron al mundo o hicieron un
aporte sobresaliente tuvieron que pager un precio elevado por ello, como si
estuvieran en el límite entre los ricos y los pobres. Es posible advertir que
hicieron una contribución excepcional a causa de su desdicha o impulsados por
una amenaza que procedía de su interior. Queda en pie el hecho de que en
este ámbito hay dos posiciones extremas: la de los que tienen la posibilidad de
autorrealizarse y la de los que, a causa de fallas en las etapas tempranas, no
pueden hacerlo. Nada tiene de sorprendente que los segundos se sientan
agraviados por la existencia de los primeros. Los desdichados tratarán de
destruir su felicidad. Los que son prisioneros de sus rígidas defensas tratarán
de destruir la libertad. Los que no pueden disfrutar plenamente de su cuerpo
tratarán de impedir el disfrute del cuerpo a los demás, incluso a sus propios
hijos, a quienes amen. Los que no pueden amar tratarán de destruir la sencillez
de una relación natural por media del cinismo. Y, desde la otra orilla, los que
están demasiado enfermos para vengarse y pasan su vida en hospitales
psiquiátricos harán que los que están sanos se sientan culpables de estarlo y
de gozar de la libertad de vivir en sociedad y de tomar parte en la política local
o mundial.
Hay muchos modos de describir lo que estoy tratando de destacar: que la
libertad misma pone en peligro a la libertad. Los que son lo bastante sanos y
libres deben ser capaces de tolerar el triunfo que implica su estado. Y sin
embargo, sólo a la suerte deben la oportunidad de ser sanos.
22. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SIGNIFICADO DE LA
PALABRA "DEMOCRACIA"

(Escrito para Human Relations, junio de 1950)

Ante todo, permítaseme decir que sé muy bien que los comentarios que
ofrezco aquí pertenecen a un tema que escape a mi especialidad. Los
sociólogos y quienes se dedican a la ciencia política experimentarán quizás al
comienzo cierto fastidio ante tal impertinencia, pero me parece importante que
cada tanto los profesionales traspasen los límites de su campo de acción
específico, a condición de que tengan perfecta conciencia, como ocurre en mi
caso, de que sus reflexiones resultarán inevitablemente ingenuas para quienes
conocen la literatura pertinente y están acostumbrados a un lenguaje
profesional que el intruso desconoce.
La palabra "democracia" es muy importante en la actualidad. Se la emplea en
innumerables sentidos, algunos de los cuales son los siguientes:

1. Un sistema social en el que el pueblo gobierna.


2. Un sistema social en el que el pueblo elige a su líder.
3. Un sistema social en el que el pueblo elige al gobierno.
4. Un sistema social en el que el gobierno otorga al pueblo libertad de
pensamiento, de expresión y de empresa.
5. Un sistema social que, en circunstancias afortunadas, puede permitirse
conceder a los individuos libertad de acción.

Es posible estudiar:

1. La etimología de la palabra.
2. La historia de las instituciones sociales: griegas, romanas, etcétera.
3. El uso que se hace de esta palabra en diversos países y culturas de la
actualidad: Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia, etcétera.
4. El abuso de esta palabra por parte de dictadores y otros; el engaño al
pueblo, etcétera.

En todo examen de un término, como el de democracia, evidentemente es


esencial llegar a una definición, adecuada al enfoque particular que se ha
elegido.

Psicología del uso del término

¿Es posible estudiar el uso de este término desde el punto de vista


psicológico? Aceptamos los estudios psicológicos de otros términos difíciles
tales como "mente normal", "personalidad sana", "individuo adaptado a la
sociedad", y confiamos en que tales estudios resultarán valiosos en la medida
en que otorgan a los factores emocionales inconscientes toda la importancia
que tienen. Una de las tareas de la psicología consiste en estudiar y poner de
manifiesto las ideas latentes que existen en el uso de tales conceptos, sin
limitar su atención al significado manifiesto o consciente.
Aquí se hace un intento por iniciar un estudio de tipo psicológico.
Definición operativa del término

Parecería que resulta posible encontrar un significado latente y de importancia


para este término, a saber, que una sociedad democrática es "madura", esto
es, que posee una cualidad que es afín a la de la madurez individual que
caracteriza a sus miembros sanos.
Por lo tanto, la democracia se define aquí como una "sociedad bien adaptada a
sus miembros individuales sanos". Esta definición coincide con el criterio
expresado por R. E. Money-Kyrle.
Lo importante para el psicólogo es la forma como la gente utiliza este término.
Un estudio psicológico se justifica si el término implica el elemento de madurez.
Lo que sugiere aquí es que en todos los usos del término resulta posible
encontrar implícita la idea de madurez o de madurez relativa, si bien resulta
difícil, como todos admitirán, definir estos términos de modo adecuado.

Salud psiquiátrica

En términos psiquiátricos, cabe decir que es normal o sano el individuo


maduro; de acuerdo con su edad cronológica y su marco social, presenta un
grado adecuado del desarrollo emocional. (En este razonamiento se presupone
la madurez física.)
Por ende, salud psiquiátrica es un término que carece de un significado fijo. De
la misma manera, el término "democrático" no necesita tener un significado
específico. Utilizado por una determinada comunidad, puede significar lo más y
no lo menos maduro en la estructura de la sociedad. De esta manera cabría
esperar que el significado congelado de la palabra fuera distinto en Gran
Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética, y comprobar sin embargo que el
término conserve su validez debido a que implica reconocer que madurez es
sinónimo de salud.
¿Cómo se puede estudiar el desarrollo emocional de la sociedad? Un estudio
de este tipo debe estar estrechamente relacionado con el del individuo y ambos
deben llevarse a cabo simultáneamente.

LA MAQUINARIA DEMOCRATICA

Es necesario tratar de determinar las cualidades aceptadas de la maquinaria


democrática. Tal maquinaria debe existir a los fines de la elección de los líderes
a través del voto libre, el voto realmente secreto. La maquinaria debe existir
para que la gente pueda librarse de los líderes mediante el voto secreto, y
también para la elección y eliminación ilógicas de los líderes.
La esencia de la maquinaria democrática es el voto secreto, en la medida en
que asegura la libertad del pueblo para expresar sentimientos profundos, al
margen de los pensamientos conscientes. (1)
En el ejercicio del voto secreto, el individuo asume plena responsabilidad por
esta acción, si es suficientemente sano. El voto expresa el resultado de un
conflicto interno, pues la escena externa ha sido internalizada e interviene así
en la interacción de fuerzas en su propio mundo interno personal. Es decir, la
decisión en cuanto a la manera de votar expresa la resolución de un conflicto
interno. El proceso parece ser más o menos éste: la escena externa, con sus
múltiples aspectos sociales y políticos, se vuelve personal para el individuo en
el sentido de que éste se identifica gradualmente con todas las facciones que
intervienen en la lucha. Ello significa que percibe la escena externa en términos
de su propio conflicto interno, y temporariamente permite que esa lucha interna
se libre en términos de la escena política externa. Este proceso de ida y vuelta
implica esfuerzos y lleva tiempo, y la maquinaria democrática debe encargarse
de asegurar un período de preparación. Una elección repentina produciría un
agudo sentimiento de frustración en el electorado. El mundo interno de cada
votante debe convertirse en un campo de lucha política durante un período
limitado.
Si existe alguna duda en cuanto al carácter secreto del voto, el individuo, por
sano que sea, sólo puede expresar sus reacciones a través de su voto.

Nota:

1) En este sentido, la representación proporcional, aun cuando sea secreta, es


antidemocrática porque interfiere en la libre expresión de los sentimientos, y
sólo resulta adecuada para situaciones específicas en las que personas
inteligentes y educadas desean conocer las opiniones conscientes.

La maquinaria democrática impuesta

Resultaría factible imponer a una comunidad la maquinaria correspondiente a


la democracia, pero ello no implicaría crear una democracia. Se necesitaría que
alguien continuara manteniendo la maquinaria (para el voto secreto, etc.), y
también para obligar a la gente a aceptar los resultados.

LA TENDENCIA DEMOCRATICA INNATA

Una democracia constituye un logro, en un momento determinado de una


sociedad limitada, esto es, de una sociedad que cuenta con algún límite
natural. De una verdadera democracia, tal como el término se utiliza hoy, cabe
afirmar: en esta sociedad, y en este momento, existe suficiente madurez en el
desarrollo emocional de una proporción suficiente de los individuos que la
integran como para que haya una tendencia innata (2) a la creación, recreación
y mantenimiento de la maquinaria democrática. Sería importante saber qué
proporción de individuos maduros se requiere para que haya una tendencia
democrática innata. En otras palabras, qué proporción de individuos
antisociales puede contener una sociedad sin que desaparezca la tendencia
democrática innata.

Nota:

2) Por innata quiero expresar lo siguiente: las tendencia naturales en la


naturaleza humana (hereditaria) florecen y se transforman en el estilo
democrático de vida (madurez social), pero ello sólo se logra a través del
desarrollo emocional sano de los individuos, de los cuales sólo una
determinada proporción en un grupo social han tenido la suerte de alcanzar la
madurez y, por lo tanto, sólo a través de ellos puede realizarse concretamente
la tendencia innata (hereditaria) del grupo a la madurez social.
Hipótesis

Si la Segunda Guerra Mundial, y el programa de evacuación en particular,


hubieran aumentado la proporción de niños antisociales en Gran Bretaña,
digamos, de un X por ciento, a un 5X por ciento, ello podría haber afectado el
sistema de educación, de modo que la orientación educativa apuntara al 5X por
ciento de antisociales, que reclaman métodos dictatoriales, en lugar de estar
dirigida al 100 - 5X por ciento de niños no antisociales.
Una década más tarde este problema se plantearía de la siguiente manera:
mientras que la sociedad podría manejar un X por ciento de criminales
recluyéndolos en las cárceles, el 5X por ciento de antisociales tendería a
provocar una reorientación general hacia los criminales.

Identificación inmadura con la sociedad

En una sociedad, en cualquier momento dado, si existe una cantidad X de


individuos que muestran su falta de sentimiento social desarrollando tendencias
antisociales, hay una cantidad Z de individuos que reaccionan frente a la
inseguridad interna a través de otra tendencia: la identificación con la autoridad.
Esto es malsano e inmaduro, porque no se trata de una identificación con la
autoridad que surja del autodescubrimiento, sino de algo así como un marco
sin un cuadro, un sentido de la forma sin conservar la espontaneidad.
Constituye una tendencia a favor de la sociedad que es anti-individual. Las
personas que se desarrollan en esta forma pueden considerarse como
"antisociales encubiertos".
Los antisociales encubiertos no son "personas totales", como tampoco lo son
Los antisociales manifiestos, ya que necesitan encontrar y controlar la fuerza
conflictual fuera del self, en el mundo externo. En cambio, la persona sana,
capaz de deprimirse, puede encontrar todo el conflicto dentro del self, y
también percibir todo el conflicto fuera del self, en la realidad externa
(compartida). Cuando las personas sanas se unen, cada una de ellas hace su
aporte a un mundo total, porque cada una de ellas constituye una persona total.
Los "antisociales encubiertos" proporcionan material para un tipo de liderazgo
que es sociológicamente inmaduro. Además, este elemento aumenta
enormemente en una sociedad el peligro que derive de sus elementos
antisociales manifiestos, sobre todo si se tiene en cuenta que las personas
corrientes permiten fácilmente que quienes anhelan gobernar ocupen
posiciones clave y, una vez en ellas, estos líderes inmaduros no tardan en
obtener el apoyo de los antisociales manifiestos, quienes los acogen como sus
amos naturales. (Falsa resolución de la disociación.)

Los indeterminados

Las cosas nunca son tan simples porque, si hay (X + Z) por ciento de
individuos antisociales en una comunidad, no resulta valedero decir que 100 -
(X + Z) por ciento de ellos son "sociales". Se deben considerar también Los que
ocupan una posición indeterminada. Esto podría expresarse de la siguiente
manera:
Antisociales X por ciento
Indeterminados Y por ciento
A favor de la sociedad, pero anti-individuales Z por ciento
Individuos sanos capaces de una contribución social 100- (X + Y + Z) por
ciento
Total 100 por ciento

Todo el peso de la democracia recae sobre el 100-(X + Y + Z) por ciento de


individuos que están madurando como tales, y que gradualmente se vuelven
capaces de incluir un sentido social en su desarrollo personal firmemente
establecido.
Por ejemplo, ¿qué porcentaje representa hay día en Gran Bretaña el 100 - (X +
Y + Z) por ciento? Quizá sea muy pequeño, digamos un 30 por ciento. Quizá, si
hay un 30 por ciento de personas maduras, un 20 por ciento de individuos
indeterminados estará sometido a una influencia suficiente como para que
resulte factible considerarlos maduros, con lo cual el total asciende al 50 por
ciento. Pero, si el porcentaje de individuos maduros desciende a un 20 por
ciento, cabe esperar que se produzca una disminución aún mayor en el
porcentaje de individuos indeterminados capaces de actuar en forma madura.
Si un 30 por ciento de madurez en una comunidad influye sobre un 20 por
ciento de indeterminados, es decir, abarca un total del 50 por ciento, quizás un
20 por ciento de madurez en una comunidad sólo influya sobre un 10 por ciento
de indeterminados, con lo cual el total ascendería al 30 por ciento.
Mientras que un 50 por ciento podría indicar una tendencia democrática innata
suficiente para los fines prácticos, el 30 por ciento no lo sería para evitar ser
vencidos por la suma de los antisociales (encubiertos y manifiestos) y de los
individuos indeterminados que se verían llevados a asociarse con ellos por
debilidad o temor.
Sobreviene así una tendencia antidemocrática, una tendencia a la dictadura,
caracterizada al principio por un febril reforzamiento de la fachada democrática
(en el sentido de embaucamiento que puede encerrar este término).
Un signo de dicha tendencia es la institución correctiva, la dictadura localizada,
el campo de práctica de los líderes personalmente inmaduros que son
antisociales a la inversa (pro-sociales pero anti-individuales).
La institución correctiva está peligrosamente cerca de la prisión y el hospital
para enfermos mentales de una sociedad sana, y por tal razón los médicos que
tratan a criminales e individuos insanos deben mantenerse constantemente
alertas por evitar que se los utilice, sin que ellos lo adviertan, como agentes de
la tendencia antidemocrática. De hecho, siempre hay un punto limítrofe en el
que desaparece la distinción entre el tratamiento correctivo del opositor político
o ideológico y la terapia de la persona sana. (En ello radica el peligro social de
los métodos físicos de terapia para los pacientes mentales, en comparación
con la verdadera psicoterapia o incluso la aceptación de un estado de insania.
En la psicoterapia el paciente es una persona que tiene una relación de igual a
igual con el médico, con derecho a estar enfermo, y también a reclamar salud y
plena responsabilidad por sus ideas personales políticas o ideológicas.)

CREACION DEL FACTOR DEMOCRATICO INNATO


Si la democracia es madurez, y la madurez implica salud, y consideramos que
esta última es algo deseable, entonces quisiéramos establecer si es posible
hacer algo para promoverla. Sin duda, de nada servirá imponerle a un país la
maquinaria democrática.
Debemos volver al grupo de individuos que constituyen el 100 - (X + Y + Z),
pares todo depende de ellos. Los miembros de este grupo pueden promover la
investigación.
Comprobamos que en cualquier momento dado, no podemos hacer nada para
aumentar la proporción de este factor democrático innato, cuya importancia sea
comparable a lo que los padres y los hogares de esos individuos ya han hecho
(o han dejado de hacer) cuando esos individuos eran niños y adolescentes.
Con todo, podemos tratar de no comprometer el futuro. Podemos tratar de no
inmiscuirnos en los hogares que están en condiciones de manejar, y de hecho
lo hacen, a sus propios niños y adolescentes. Estos buenos hogares corrientes
constituyen el único marco en el que puede crearse el factor democrático
innato. (3) Sin duda, se trata de una formulación modesta de contribución
positive, pero su aplicación encierra un grado sorprendente de complejidad.

Nota:

3) El buen hogar corriente desafía toda investigación estadística. No tiene valor


de noticia, no es espectacular ni provienen de él los hombres y las mujeres
cuyos nombres son conocidos por público. Basándome en veinte mil historias
clínicas redactadas personalmente durante un período de veinticinco años,
creo que esa clase de hogar es común e incluso habitual dentro de la
comunidad en que trabajo.

Factores adversos al funcionamiento de un buen hogar corriente

1. A la gente le resulta muy difícil reconocer que lo esencial de una democracia


radica en realidad en el hombre y la mujer corrientes, y en el hogar común y
corriente.
2. Aun cuando una política gubernamental adecuada otorgue a los padres
libertad para manejar su hogar según su criterio, no es seguro que los
funcionarios que ponen en práctica la política oficial respetarán la posición de
los padres.
3. Los padres corrientes necesitan efectivamente ayuda; requieren todo lo que
la ciencia esté en condiciones de ofrecer con respecto a la salud física, y a la
prevención y el tratamiento de la enfermedad física. Asimismo, necesitan
adquirir conocimientos en cuanto al cuidado de los niños, y recibir ayuda
cuando éstos padecen trastornos psicológicos o presentan problemas de
conducta. Pero, si solicitan esa ayuda, ¿cómo pueden estar seguros de que no
se verán despojados de sus responsabilidades? Si ello ocurriera, dejarían de
ser creadores del factor democrático innata.
4. Muchos padres no son lo que llamamos padres buenos corrientes, sino
casos psiquiátricos, o bien inmaduros, o antisociales en un sentido amplio y
socializados en un sentido restringido, o bien no han contraído matrimonio, o
tienen una relación inestable o agresiva, o se han divorciado, etcétera. Estos
padres son objeto de la atención de la sociedad debido a esos defectos. El
problema aquí es el siguiente: ¿puede la sociedad comprender que no debe
permitirse que la orientación con respecto a esos rasgos patológicos repercuta
sobre la orientación de la sociedad con respecto a los hogares sanos
corrientes?
5. De cualquier manera, el intento de los padres de proporcionar un hogar para
sus hijos, en el que éstos puedan crecer como individuos, y en el que cada uno
de ellos adquiera gradualmente la capacidad de identificarse con los padres y
luego con grupos más amplios, comienza desde el principio, cuando la madre
se adapta a su bebé. Aquí el padre cumple la función de agente protector que
asegura a la madre la libertad necesaria para consagrarse por completo a su
bebé.
La importancia del hogar se reconoce desde hace mucho, y en los últimos años
los psicólogos han aprendido mucho sobre las formas como un hogar estable
no sólo capacita a los hijos para encontrarse a sí mismos y encontrarse
mutuamente, sino que también los ayuda a convertirse en miembros de la
sociedad en un sentido más amplio.
Este problema de la interferencia en la temprana relación madre-hijo, sin
embargo, requiere especial consideración. En nuestra sociedad la interferencia
en este sentido es cada vez mayor, y también la peligrosa creencia, aceptada
por algunos psicólogos, de que al comienzo lo único que importa es el cuidado
físico, lo cual sólo puede significar que en la fantasía inconsciente de la gente
en general, las ideas más terribles se concentran en la relación madre-hijo. La
ansiedad inconsciente está representada en la práctica por:

1. Enfasis exagerado por parte de médicos e incluso de psicólogos en los


procesos y la salud físicos.
2. Diversas teorías que sostienen que la lactancia natural es perniciosa, que la
educación de esfínteres debe iniciarse no bien nace el bebé, que las madres no
deben manejar a sus bebés, etc., y (en el extremo opuesto) que se debe
asegurar la lactancia natural, que debe evitarse todo tipo de educación de
esfínteres, que jamás debe permitirse que los bebés lloren, etcétera
3. La forma como, durante los primeros días posteriores al nacimiento, se le
impide a la madre tener acceso directo a su bebé y ser ella la primera en poner
a su hijo en contacto con la realidad externa. Al fin de cuentas, esto constituye
la base de la capacidad del recién nacido para llegar con el tiempo a
relacionarse con una realidad externa cada vez más amplia y si se perjudica o
se impide que la madre haga este aporte trascendental a través de su
consagración al bebé, no hay esperanzas de que el individuo pase alguna vez
a formar parte del grupo 100 - (X + Y + Z), el único capaz de engendrar el factor
democrático innato.

DESARROLLO DE TEMAS SUBSIDIARIOS: LA ELECCION DE PERSONAS

Otro aspecto esencial de la maquinaria democrática es que lo que se elige es


una persona. Hay una enorme diferencia entre 1) votar por una persona, 2)
votar por un partido con una tendencia determinada y 3) apoyar a través del
voto un principio claramente definido.

1. La elección de una persona implica que los electores creen en sí mismos


como personas y, por ende, creen en la persona por la que votan. La persona
elegida tiene la oportunidad de actuar como una persona. En tanto es una
persona total (sana), tiene en su interior el conflicto total, lo cual le permite
tener una visión, si bien personal, de situaciones externas totales. Desde luego,
puede pertenecer a un partido y apoyar una tendencia determinada, no
obstante lo cual, puede adaptarse en forma sensible a condiciones cambiantes;
si modifica su tendencia principal puede presentarse como candidato para una
reelección.
2. La elección de un partido o de la tendencia de un grupo es relativamente
menos madura. No requiere que los electores confíen en un ser humano. Sin
embargo, es el único procedimiento lógico para las personas inmaduras,
precisamente porque ellas no pueden concebir a un individuo verdaderamente
maduro ni tener confianza en él. El resultado de votar por un partido o una
tendencia, por una cosa y no por una persona. es una visión, rígida, que no
permite reaccionar con sensibilidad frente a las situaciones. La cosa que se
elige no puede amarse ni odiarse, y resulta conveniente para los individuos que
tienen un sentido del self deficientemente desarrollado. Cabría afirmar que un
sistema electoral es menos democrático, porque es menos maduro (en
términos del desarrollo emocional del individuo), cuando el acento se pone en
votar por un principio o un partido y no por una persona.
3. El hecho de votar por un principio específico está aún más alejado de la
palabra democracia. Hay muy poca madurez en todo lo que se refiere a un
referéndum, aunque éste pueda adecuarse a un sistema maduro en ocasiones
excepcionales. Como ejemplo de la forma como un referéndum resulta inútil
podría citarse el que tuvo lugar en Gran Bretaña entre las dos últimas guerras.
El pueblo debía responder a una pregunta específica: "¿Está usted a favor de
la paz o de la guerra?". Gran número de personas se abstuvieron de votar
porque sabían que la pregunta era capciosa. Entre los que lo hicieron, gran
número votó por la paz, aunque en realidad, cuando Las circunstancias
cambiaron, apoyaron la declaración de guerra e intervinieron en la lucha. Lo
importante aquí es que en este tipo de planteo sólo hay cabida para la
expresión del deseo consciente. No existe ninguna relación entre el hecho de
poner un tilde junta a la palabra paz en un referéndum de este tipo y el de votar
por una persona a la que se conoce por su tendencia pacifista, siempre y
cuando la renuencia a luchar no signifique un cómodo abandono de las
aspiraciones y responsabilidades y una traición con respecto a los amigos.
La misma objeción se aplica a gran parte de las encuestas Gallup y otros
cuestionarios, aun cuando se hagan enormes esfuerzos por evitar
precisamente este peligro. De cualquier manera, un voto con respecto a un
problema específico constituye sin duda un sustituto muy pobre del voto a favor
de una persona que, una vez elegida, dispone de un período de tiempo durante
el cual puede utilizar su propio criterio. El referéndum no tiene nada que ver
con la democracia.

EL APOYO A LA TENDENCIA DEMOCRATICA: RESUMEN

1. El apoyo más valioso se prestó en un sentido negativo, mediante la no


interferencia organizada en la buena relación corriente madre-hijo, y en el buen
hogar corriente.
2. Para un apoyo más inteligente, incluso de este tipo negativo, se necesitan
más investigaciones sobre el desarrollo emocional del niño de todas las
edades, así como sobre la psicología de la madre durante los primeros meses
de vida de su bebé y de la función del padre en diversas etapas.
3. La existencia de este estudio demuestra nuestra fe en el valor de la
educación dentro del proceso democrático, la cual, desde luego, sólo puede
proporcionarse en la medida en que hay comprensión, y sólo puede ser útil
para los individuos emocionalmente maduros o sanos.
4. Otra importante contribución de tipo negativo consistiría en evitar los intentos
por imponer la maquinaria democrática a comunidades totales, ya que el único
resultado posible es un fracaso y un revés para el verdadero crecimiento
democrático. En cambio, lo valioso aquí es apoyar a los individuos
emocionalmente maduros, por poco numerosos que sean, y dejar que el tiempo
se encargue de lo demás.

LA PERSONA: ¿HOMBRE O MUJER?

La cuestión que debe considerarse es si en lugar de la palabra "persona"


puede utilizarse "hombre" o "mujer".
Lo cierto es que los líderes políticos de casi todos los países son hombres,
aunque es cada vez más frecuente ver a mujeres ocupando cargos de
responsabilidad. Cabe quizá suponer que hombres y mujeres poseen igual
capacidad en calidad de hombres y mujeres, o bien, dicho de otra manera,
sería imposible afirmar que sólo los hombres tienen capacidad para el liderazgo
debido a sus condiciones intelectuales o emocionales para ocupar los cargos
políticos más altos. No obstante, esto no significa que hayamos resuelto el
problema. Al psicólogo le incumbe llamar la atención sobre los factores
inconscientes que con tanta facilidad se dejan de lado incluso en un estudio
serio de este tema. Lo que se debe considerar es el sentimiento popular
inconsciente con respecto al hombre o la mujer que se elige como dirigente
político. Si existe alguna diferencia en la fantasía según que se trate de un
hombre o una mujer, es imposible ignorar este hecho, o hacerlo a un lado
diciendo que las fantasías no deben tenerse en cuenta porque son "sólo
fantasías".
En la labor psicoanalítica y en otros campus afines, se comprueba que todos
los individuos (hombres y mujeres) experimentan cierto temor a la mujer. (4)
Algunos individuos experimentan este temor en mayor medida que otros, pero
puede afirmarse que es universal. Esto no significa sostener que un individuo
teme a una mujer en particular. Este temor a la mujer constituye un factor
peligroso de la estructura de la sociedad y es el responsable de que en muy
pocas sociedades las mujeres tengan en sus manos las riendas del poder
político, y de la enorme crueldad para con las mujeres que puede observarse
en costumbres aceptadas por casi todas las civilizaciones.
Se sabe que este temor a la mujer obedece al hecho de que en la historia
temprana de todo individuo que ha tenido un desarrollo normal, que es cuerdo
y que ha podido encontrarse a sí mismo, existe una deuda con una mujer, la
que se consagró a él cuando era niño y cuya devoción era absolutamente
esencial para su desarrollo sano. La dependencia original ha caído en el olvido
y, por ende, la deuda no se reconoce, excepto en la medida en que el temor a
la mujer representa la primera etapa de este reconocimiento.
Las bases de la salud mental del individuo se establecen desde el principio,
cuando la madre está simplemente dedicada a su bebé y éste depende
doblemente de ella precisamente porque no tiene la menor conciencia de esa
dependencia. La relación con el padre jamás exhibe esa cualidad, y ésa es la
razón por la que un hombre que en la esfera política ha alcanzado la cumbre
puede ser apreciado por el grupo en forma mucho más objetiva que una mujer
que ocupara una posición similar.
Las mujeres a menudo afirman que si ellas controlaran el poder, no habría más
guerras. Existen motivos para dudar de la veracidad absoluta de esta
afirmación, pero, aun cuando estuviera justificada, ello no implicaría que los
hombres o las mujeres tolerarían siquiera como principio general que estas
últimas ocuparan siempre las posiciones más altas del poder político. (La
Corona, por estar fuera o más allá de la política, no se ve afectada por estas
consideraciones.)
Como derivación de todo esto tenemos la psicología del dictador, que se
encuentra en el polo diametralmente opuesto a todos los significados posibles
de la palabra democracia. Una de las raíces de la necesidad de ser dictador
puede ser la compulsión a manejar ese temor a la mujer, cercándola y
actuando en lugar de ella. La curiosa costumbre de los dictadores de exigir no
sólo obediencia y dependencia absolutos sino también "amor" tal vez tenga
este origen.
Además, la tendencia de ciertos grupos a aceptar e incluso a anhelar una
dominación real, nace del temor a verse dominados por una mujer que
corresponde a la esfera de la fantasía. Dicho temor los mueve a buscar, e
incluso a aceptar de buen grado, la dominación de un hombre conocido, sobre
todo cuando se trata de alguien que ha tomado sobre sí la cargo de
personificar, y por ende limitar, las cualidades mágicas de la mujer
todopoderosa de la fantasía, con la cual se tiene una deuda tan inmensa. El
dictador siempre puede ser derrocado, y a la larga morirá, pero la figura
femenina de la fantasía inconsciente primitiva no conoce límites en lo que se
refiere a su existencia o a su poder.

Nota:

4) No es éste el lugar adecuado para examinar detalladamente este problema,


pero la idea básica será más fácil de entender si se utiliza un enfoque gradual:
I) temor a los padres en la temprana infancia;
II) temor a una figura combinada, una mujer con la potencia del hombre (bruja);
III) temor a la madre que detentaba un poder absoluto al comienzo de la vida
del niño para proporcionarle, o para no hacerlo, los elementos esenciales para
el temprano establecimiento del self como individuo.
Véase también "La contribución de la madre a la sociedad", en este volumen,
pág.143. [Comps.]

LA RELACION PROGENITOR-NIÑO

El marco democrático implica también la provisión de cierto grado de


estabilidad para los gobernantes electos; mientras puedan cumplir sus
funciones sin perder el apoyo de sus electores, siguen adelante. De esta
manera el pueblo les asegura cierto grado de estabilidad que no podría
conseguirse a través del voto directo con respecto a cada cuestión que
surgiera, aun cuando ello resultara factible. Aquí la apreciación psicológica
consiste en que en la historia de todo individuo existe una relación progenitor-
hijo. Aunque en la forma democrática madura de vida política se supone que
los electores son seres humanos maduros, no puede darse por sentado que no
existe un residuo de la relación progenitor-hijo, con sus evidentes ventajas. En
cierta medida, en la elección democrática las personas maduras eligen a
progenitores temporarios, lo cual significa que también reconocen, hasta cierto
punto, que los electores siguen siendo niños. Incluso los progenitores
temporarios elegidos, los líderes del sistema político democrático, son también
niños fuera de su actividad política profesional. Si mientras manejan su auto
exceden el límite permitido de velocidad, sufren las consecuencias judiciales
corrientes porque manejar un auto no forma parte de su tarea de gobernar.
Como líderes políticos, y sólo en su condición de tales, son progenitores
temporarios, y cuando han perdido una elección vuelven a ser niños. Es como
si se comprobara que resulta conveniente jugar a los padres y los hijos porque
las cosas resultan mejor de esa manera. En otras palabras, puesto que la
relación progenitor-hijo ofrece ciertas ventajas, se conserva parte de ella; pero
para que tal cosa resulte posible, es necesario que una proporción suficiente de
individuos sea lo bastante adulta como para que no les moleste representar el
papel de niños.
Del mismo modo, se considera negativo que las personas que juegan a ser
padres carezcan ellos mismos de progenitores. Dentro del juego, generalmente
se piensa que debe haber otro conjunto de representantes frente a los cuales
los gobernantes elegidos directamente por el pueblo deberán dar cuenta de sus
actos. En Gran Bretaña esa función incumbe a la Cámara de Los Lores, que
está constituida en parte por personas que poseen un título hereditario y en
parte por personas que han llegado a ocupar un lugar en ella por haberse
destacado en diversas ramas de la actuación pública. También aquí los
"progenitores" de los "progenitores" son personas, y capaces de hacer un
aporte positivo como seres humanos. Y tiene sentido amar u odiar, respetar o
despreciar a personas. En una sociedad no pueden existir sustitutos para el ser
o los seres humanos que están en la cumbre, en tanto se evalúe a la sociedad
conforme a su madurez emocional.
Y, además, en un estudio de la situación social en Gran Bretaña, podemos
observar que los Lores son niños en relación con la Corona. Aquí, en cada
caso encontramos a personas que ocupan su posición por herencia, y también
por el hecho de conservar el amor del pueblo debido a su personalidad y sus
acciones. Sin duda es útil cuando se da el caso de que el monarca reinante da
un paso más y proclama espontánea y sinceramente su fe en Dios. Aquí
llegamos a dos temas interrelacionados: el del Dios Agonizante y el Monarca
Eterno.

LA FRONTERA GEOGRAFICA DE UNA DEMOCRACIA

Para lograr el desarrollo de una democracia, en el sentido de una estructura


social madura, parecería necesario que exista alguna frontera geográfica
natural para esa sociedad. Evidentemente, hasta hace poco e incluso ahora, el
hecho de que Gran Bretaña esté rodeada por mar (exceptuando su relación
con Irlanda) ha contribuido en gran medida a la madurez de la estructura de
nuestra sociedad. Suiza tiene límites montañosos, que resultan menos
satisfactorios. Hasta no hace mucho, Estados Unidos tenía la ventaja de contar
con una región que se conoce como el Oeste que ofrecía posibilidades
ilimitadas para la explotación, lo cual significaba que, si bien dichos estados se
mantenían unidos por vínculos positivos, no comenzaron sino recientemente a
experimentar a fondo los conflictos internos de una comunidad cerrada, unida a
pesar del odio, así como a causa del amor.
Un Estado que carece de fronteras naturales no puede dejar hacer una
permanente adaptación activa a sus vecinos. En cierto sentido, el temor
simplifica la situación emocional, pares muchos de los Y indeterminados y
algunos de los X antisociales menos severos pueden llegar a identificarse con
el Estado sobre la base de una reacción cohesiva frente a una amenaza de
persecución externa. Con todo, tal simplificación va en detrimento del
desarrollo tendiente a la madurez, el cual es un proceso difícil que implica el
pleno reconocimiento del conflicto esencial y la renuncia a toda vía de escape o
todo rodeo (defensas).
De cualquier manera, la base de una sociedad es la personalidad humana total,
y la personalidad tiene un límite. El diagrama correspondiente a una persona
sana es un círculo (una esfera), de modo que todo lo que sea no-self puede
describirse como ubicado dentro o fuera de esa persona. Las personas no
pueden superar, en cuanto a la construcción de una sociedad, lo que pueden
alcanzar en su propio desarrollo personal.
Por tales motivos miramos con desconfianza el uso de términos como
"ciudadanía del mundo". Quizá sólo unos pocos hombres y mujeres realmente
notables y de edad avanzada llegan alguna vez tan lejos en su propio
desarrollo como para que se justifique que piensen en términos tan amplios.
Si nuestra sociedad abarcara el mundo entero, necesitaría entonces deprimirse
en determinados momentos (tal como ocurre inevitablemente con una persona)
y tendría que estar en condiciones de reconocer plenamente el conflicto
esencial dentro de sí misma. El concepto de una sociedad global encierra la
idea del suicidio del mundo así como la idea de la felicidad del mundo. Por tal
motivo suponemos que los protagonistas militantes de ese Estado mundial son
individuos que están en la fase maníaca de una psicosis maníaco-depresiva.

LA EDUCACION EN LA TRADICION DEMOCRATICA

Cualquiera que sea el grado de tendencia democrática que existe, es posible


incrementarlo mediante un estudio de la psicología de la madurez social e
individual. Los resultados de dicho estudio deben presentarse en un lenguaje
comprensible a las democracias existentes y a los individuos sanos de todas
partes, de modo que éstos puedan volverse inteligentemente autoconscientes.
De otro modo no sabrán qué deben atacar y qué deben defender, ni podrán
reconocer las amenazas a la democracia cuando éstas se presenten. "El precio
de la libertad es la vigilancia eterna": ¿la vigilancia llevada a cabo por quiénes?
Por dos o tres del 100 - (X + Y + Z) por ciento de individuos maduros. Los otros
están muy ocupados tratando de ser buenos padres corrientes y transfiriendo a
sus hijos la tarea de crecer y de ser adultos.

LA DEMOCRACIA EN GUERRA
Debemos preguntar: ¿es posible que haya una democracia en guerra? Sin
duda, la respuesta no es decididamente afirmativa. De hecho, existen algunos
motivos por los cuales, en época de guerra, debería anunciarse la suspensión
temporaria de la democracia debido al conflicto bélico.
Es evidente que los individuos sanos y maduros, que colectivamente
constituyen una democracia, deberían estar en condiciones de ir a la guerra: 1)
para asegurar su crecimiento; 2) para defender aquello que valoran, que ya
poseen, etc., y 3) para combatir las tendencias antidemocráticas en la medida
en que haya personas dispuestas a defender dichas tendencias a través de la
agresión. (5)
Con todo, lo más probable es que muy contadas veces las cosas hayan sido
así. De acuerdo con la descripción ofrecida, una comunidad nunca está
compuesta por un 100 por ciento de individuos sanos y maduros.
En cuanto surge una amenaza de guerra, se produce una reorganización de los
grupos, de modo que cuando estalla la contienda Los individuos sanos no son
los únicos que participan en la lucha. Consideremos nuestros cuatro grupos:

1. Muchos de los antisociales, junto con los paranoicos leves, se sienten


mejor debido a la realidad de la guerra, y acogen de buen grado la
amenaza real de persecución. Encuentran una tendencia pro social a
través de la lucha activa.
2. De los individuos indeterminados, muchos hacen lo que se espera de
todo ciudadano, quizás utilizando la lúgubre realidad de la guerra para
crecer en una forma que les habría resultado imposible de otra manera.
3. De los antisociales encubiertos, probablemente algunos encuentran una
oportunidad para ventilar su necesidad de dominar a través de las diversas
posiciones clave que crea la guerra.
4. Los individuos sanos y maduros no responden necesariamente tan bien
como los otros. No están tan seguros como los otros de que el enemigo sea
realmente malo; tienen serias dudas al respecto. Asimismo, experimentan
mayor preocupación por la cultura del mundo, por la belleza y la amistad, y no
les resulta fácil creer que la guerra es necesaria. En comparación con los
individuos casi paranoicos, se muestran remisos en tomar un arma y apretar el
gatillo. De hecho, suelen perder el ómnibus que los lleva hasta el frente, aun
cuando una vez allí, constituyen los elementos más confiables y los más
capaces para adaptarse a la adversidad.
Además, algunos de los individuos sanos en tiempos de paz se vuelven
antisociales en tiempo de guerra (pacifistas por conciencia) no por cobardía
sino a causa de una genuina duda personal, tal como los antisociales de los
períodos de paz tienden a participar con valentía en las acciones bélicas.
Por estas y otras razones, cuando una sociedad democrática se ve envuelta en
una guerra, todo el grupo es el que lucha, y sería difícil que se diera el caso de
una guerra en la que participan sólo aquellos miembros de la comunidad que
proporcionan el factor democrático innato en tiempos de paz.
Podría ocurrir que, cuando una guerra ha perturbado una democracia, resulte
adecuado decir que en ese momento la democracia ha terminado, y que
quienes prefieren esa forma de vida deberán comenzar nuevamente y luchar
dentro del grupo para restablecer los mecanismos democráticos, una vez
finalizado el conflicto externo.
Se trata de un tema muy amplio, que merece la atención de personas de
mentalidad igualmente amplia.

Nota:

5) Una exposición más completa de estas ideas puede consultarse en "Análisis


de los fines de la guerra", en este volumen pág.241 [Comps.]

RESUMEN

1. El uso de la palabra "democracia" puede estudiarse desde un punto de vista


psicológico en tanto implica madurez.
2. Ni la democracia ni la madurez pueden imponerse a una sociedad.
3. La democracia es el logro de una sociedad limitada en un momento
determinado.
4. El factor democrático innato de una comunidad deriva de la función que
cumple el buen hogar corriente.
5. La principal actividad para promover la tendencia democrática es de tipo
negativa: evitar toda interferencia en el buen hogar corriente. El estudio de la
psicología y de la educación, por lo que se sabe, constituye una ayuda
adicional.
6. La devoción de la madre buena corriente por su hijo encierra particular
significación, dada que la capacidad para la madurez emocional constituye el
resultado de esa devoción. La interferencia masiva en ese momento debilitaría
rápida y efectivamente el potencial democrático de una sociedad, así como
menguaría la riqueza de su cultura.
23. EL LUGAR DE LA MONARQUIA

(Escrito en 1970)

Me propongo examinar el lugar de la monarquía en Gran Bretaña. Aunque no


poseo un conocimiento particular de la bibliografía sobre la institución
monárquica ni me especializo en historia, creo tener una excusa válida para mi
intento, y es que la monarquía es algo con lo que convivimos y sobre lo que
nos mantenemos constantemente informados a través de la televisión, la
prensa popular, las conversaciones con los choferes de taxi y el intercambio de
opiniones con los amigos en el bar. Vivo muy cerca del Palacio de Buckingham
y me entero, viendo izada la bandera, de que la reina está en él. Pero la
pregunta permanente y vital que todo el mundo se formula hay en Gran
Bretaña es: ¿Ha salvado Dios a la reina? Lo que hay detrás es el dicho "¡El rey
ha muerto, que viva el rey!", importante porque implica que la monarquía
sobrevive a la muerte del monarca reinante. Este es el punto capital.
Como se habrá advertido, aunque no soy demasiado sentimental en lo que
respecta a la realeza y las familias reales, tome muy en serio la existencia de la
monarquía, puesto que creo que sin ella la vida en Gran Bretaña sería muy
diferente, sin entrar a considerar esta otra cuestión: ¿un sistema distinto de
gobierno sería mejor o peor? Sin entrar a considerar tampoco los complejos
aspectos de una evaluación objetiva de las cualidades personales de un rey o
una reina determinados.
Como paso preliminar a la reflexión sobre la monarquía y su lugar en la
comunidad, es natural que nos formulemos esta pregunta: ¿qué dice la gente
común cuando se la aborda de manera adecuada y se le da la oportunidad de
expresar una opinión personal? En su mayoría manifiestan dos tipos de actitud:
la que se basa en los sentimientos y la conversacional.
La actitud conversacional es la que encuentra expresión en el juego que
llamamos hablar. La verbalización nos permite explorar muchas posibilidades, y
en un debate podemos sostener simultáneamente opiniones opuestas y discutir
sólo por placer. En este tipo de exposición de actitudes, sin duda valioso, la
mayoría de las personas deja de lado la tremenda complicación que significan
las motivaciones inconscientes. Al inconsciente se lo considera una molestia,
algo que arruina la diversión. El inconsciente tiene que ver con el psicoanálisis
y con el tratamiento de las personas enfermas. En el bar decimos lo que
creemos saber y aportamos racionalizaciones que pasan por razones. Y es
preferible que no tomemos las cosas demasiado en serio, ya que si lo
hiciéramos tal vez nos encontraríamos hacienda el amor o la guerra antes de
haber tenido tiempo de decir "amén". La conversación seria, sin embargo, es
prueba de civilización, y debe exhortarse a quienes conversan a que tomen en
cuenta el inconsciente. La actitud basada en los sentimientos, siendo, como es,
una respuesta total, incluye al inconsciente. Pero las personas no pueden, de
buenas a primeras, actuar de acuerdo con lo que sienten como personas
totales.
En la actitud verbalizada respecto del lugar de la monarquía en nuestra cultura,
demasiado a menudo la cuestión de la realeza es tratada como un cuento de
hadas. Algunos piensan que ese cuento de hadas es agradable, satisfactorio, y
que enriquece nuestra vida cotidiana. Otros, que es una práctica escapista, que
debilita nuestra decisión de cambiar lo que hay de malo en la economía, de
hacer algo respecto de las viviendas malas o inadecuadas, la soledad de los
ancianos, el desvalimiento de los disminuidos físicamente, la miseria y la
pobreza o la tragedia de las persecuciones motivadas por prejuicios. Tal actitud
puede resumirse en la palabra "escapismo", y sobre esta base se condena el
cuento de hadas.
En estrecha correspondencia se encuentra el término "sentimental", que califica
la actitud de quienes nunca despiertan del todo a la realidad, no son capaces
de ver el horror de los tugurios y se refugian en la ficción.
Los que emplean el término "escapismo" desprecian a los sentimentales; éstos
no saben qué hacer exactamente con los del otro bando, hasta que un día,
perplejos, se encuentran involucrados en una situación política, por ejemplo en
una revolución que para ellos carece de sentido.

EL USO INCONSCIENTE DE LA MONARQUIA

La suposición en que se apoya lo que estoy diciendo es difícil de comprender o


imaginar. Concierne a la base de la existencia del individuo humano y al
aspecto más fundamental de las relaciones objetales. El axioma es el siguiente:
lo que es bueno siempre está siendo destruido. Esto incluye el concepto de
intención inconsciente. La verdad que encierra es de algún modo similar a la
que encierra el dicho "La belleza está en el ojo del que contempla''.
Esta es una de las realidades de la vida. Se observa en nuestro himno
nacional: "¡Dios salve a la reina (al rey)!" ¿Los salve de qué? Es fácil pensar
que se elude a salvarlos de algún enemigo, aunque el tema se trata
debidamente en otros versos. (Lo de "sus viles triquiñuelas" suena divertido,
pero sabemos que no es lo esencial del asunto.) A lo que los seres humanos no
pueden dejar en paz es a lo bueno: tienen que conseguirlo y destruirlo.

SUPERVIVENCIA QUE NO DEPENDE DE LA PRESERVACION

Es pertinente preguntarse: ¿por qué existen las cosas buenas si su existencia y


su bondad provocan a la gente y pueden llevar a que se las destruya? Hay una
respuesta que elude a las cualidades de las cosas buenas: éstas pueden
sobrevivir. La supervivencia es posible gracias a las propiedades de las cosas
buenas que permanentemente están siendo destruidas. Porque sobreviven se
las ama, se las valora e incluso se las venera. Han superado la prueba de que
se las usara despiadadamente y de haber sido el objetivo, que no hicimos nada
por proteger, de nuestros impulsos e ideas más primitivas.
La monarquía es puesta a prueba constantemente. Puede sobrevivir en los
momentos difíciles gracias al apoyo de los realistas o los legitimistas, pero en
última instancia todo depende de los reyes y las reinas, cuya ascensión al trono
no es el fruto de una decisión personal.
Aquí es donde interviene el principio hereditario. Ese hombre (o esa mujer) no
ocupa el trono porque así lo haya decidido, ni porque lo hayamos decidido
nosotros, ni porque haya sido votado o tenga méritos para ocuparlo, sino por
derecho de herencia.
Vistas las cosas de ese modo, es casi un milagro que la monarquía haya
subsistido en Gran Bretaña por más de un milenio. Ha habido momentos de
incertidumbre, falta de herederos, personas no queridas o no queribles
entronizadas de grado o por fuerza, y se ha derramado sangre de reyes. Pero
muy pocas veces cesó la monarquía; tanto es así que inmediatamente
pensamos en Cromwell, quien quizás haya contribuido a hacer comprender al
país que un buen dictador puede ser peor que un mal rey.
Dos consideraciones importantes inspire el hecho de que sobreviva una cosa
buena que ha estado expuesta a toda la gama de sentimientos sin contar con
protección (la cual implicaría la inhibición de los impulsos y la postergación del
momento de la verdad, de la prueba real).
Una de estas consideraciones se refiere a los individuos involucrados en cada
momento. La supervivencia de la cosa (en este caso la monarquía) la hace
valiosa y permite que gente de todo tipo y edad advierta que la voluntad de
destruir no tiene que ver con el odio sino con una clase primitiva de amor, y que
la destrucción sólo ocurre en la fantasía inconsciente o en los sueños que cada
uno forja mientras duerme. Si la cosa es destruida, lo es en la realidad psíquica
interna personal. En la vida de vigilia, la supervivencia del objeto, sea cual
fuere, produce alivio y un sentimiento de confianza desconocido hasta
entonces. Queda en claro que, a causa de sus propias cualidades, las cosas
pueden sobrevivir, a pesar de nuestros sueños y de la escenografía de
destrucción de nuestra fantasía inconsciente. El mundo comienza a existir
como un lugar por derecho propio; un lugar en el que vivir y no un lugar temible
o en el que uno se sienta coartado o perdido o con el que se deba tratar sólo
en los momentos de ensoñación o fantaseo.
Gran parte de la violencia que hay en el mundo tiene que ver con el intento de
lograr una destrucción que en sí misma no es destructiva, a menos, claro está,
que el objeto no consiga sobrevivir o se sienta impulsado a vengarse. De modo
que para el individuo es muy valiosa la supervivencia de las cosas más
importantes, una de las cuales es, en nuestro país, la monarquía. La realidad
se vuelve más real, y menos peligroso el impulso de exploración primitiva.
La otra consideración tiene que ver con la política. En un país que no sea
demasiado grande, que tenga una historia y que, en lo posible, sea una isla
(con el mar por toda frontera), se puede mantener una dualidad, un sistema
político integrado por un gobierno al que es factible cambiar periódicamente y
una monarquía indestructible ("¡El Rey ha muerto, que viva el Rey!").
Es obvio—y sin embargo debe ser repetido cada tanto—que el funcionamiento
del sistema democrático parlamentario (conceptualmente opuesto a la
dictadura) depende de la supervivencia de la monarquía, y pari passu la
supervivencia de la monarquía depende de que la gente esté convencida de
que votando puede acabar con un gobierno en una elección parlamentaria o
librarse de un primer ministro. Damos por sentado aquí que el derrocamiento
de un gobierno o un primer ministro debe basarse en los sentimientos
expresados mediante una votación secreta y no en encuestas (de Gallup u
otras), ya que las encuestas no reflejan los sentimientos profundos, la
motivación inconsciente ni las tendencias en apariencia ilógicas.
El rechazo de un gobernante o un partido político implica algo menos
inmediato: la elección de otro jefe político. En el caso de la monarquía, la
cuestión está resuelta de antemano. De este modo la monarquía puede inspirar
una sensación de estabilidad en un país que atraviesa por una etapa
turbulenta, que es lo que periódicamente debería ocurrir.

EL LUGAR DE LA PERSONA QUE OCUPA EL TRONO


Por fortuna la supervivencia de la monarquía no depende de la psicología ni de
la comprensión lógica, ni tampoco del hábil discurso de un filósofo o un líder
religioso. En última instancia, depende de la persona que ocupa el trono. Sería
interesante examinar la teoría que puede construirse en torno de estos
fenómenos tan significativos.
Todo el tiempo somos conscientes de que, aunque una monarquía esté basada
en mil años de historia, baste un día para destruirla. Pueden destruirla una
falsa teoría o el periodismo irresponsable. Pueden acabar burlonamente con su
existencia quienes sólo ven en ella un cuento de hadas, un ballet o un juego,
cuando en realidad están contemplando un aspecto de la vida misma. Ese
aspecto de la vida debe ser explicado claramente, porque en general no se lo
toma en cuenta en la conversación descriptiva. Tiene que ver con la zona
intermedia en que se produce la transición del sueño a la vigilia y de la vigilia al
sueño. Este es el lugar para el juego y la experiencia cultural, así como el lugar
que ocupan Los objetos y fenómenos transicionales, testimonios de la buena
salud psiquiátrica.
Aunque la teoría de la personalidad y la vida humanas se elabora
principalmente en función de las alternativas del sueño personal y la realidad
compartida, si observamos sin preconceptos veremos que la mayor parte de la
vida de los adultos, adolescentes, niños, niños pequeños y bebés transcurre en
esa zona intermedia. La civilización misma podría describirse partiendo de esta
base. Es preferible que el estudio de esa zona se realice en primer término con
bebés cuidados por una madre suficientemente buena y un padre que lleva una
apropiada vida hogareña. He explicado tan claramente como me es posible que
lo que caracteriza a la zona de fenómenos transicionales es la aceptación de la
paradoja que vincula la realidad externa con la experiencia interior. Es una
paradoja que nunca debe resolverse. En relación con el bebé que aferra un
pedazo de género o un osito de felpa esenciales para su tranquilidad y
felicidad, símbolo de una madre o un elemento materno (o paterno)
permanentemente disponibles, nunca expresamos la duda: ¿creaste eso o
encontraste algo que ya estaba allí? Aunque la pregunta es pertinente y
significativa, la respuesta no lo es.
En lo que respecta a la monarquía, el hombre o la mujer que ocupa el trono es
el sueño de cada cual, y sin embargo es una persona dotada de todas las
características humanas.
Sólo si estamos muy alejados de esa mujer, la reina, podemos soñar y situarla
en la zona del mito. Si estuviéramos muy próximos a ella, es de suponer que
nos resultaría difícil prolongar el sueño. Para mí, como para muchos millones
de personas, esa mujer representa mi sueño y al mismo tiempo es un ser
humano a quien puedo ver, mientras espero sentado en un taxi, cuando sale en
su auto del Palacio de Buckngham para cumplir alguna función que es parte del
rol que le fue asignado por el destino y en el que la mantenemos la mayoría de
nosotros. Mientras maldigo por la demora que me hará llegar tarde a mi cite, sé
que necesitamos la formalidad, la deferencia y las molestias del "sueño
convertido en realidad". Posiblemente la mujer que es la reina también odia
todo eso alguna vez, pero nunca nos enteramos, porque casi no tenemos
acceso a los detalles de su vida y la persona de esta mujer particular, lo cual es
necesario para que se mantenga su significado de sueño. Sin su significado de
sueño, sería una vecina más.
Por supuesto que intentamos levantar el veto. Disfrutamos leyendo acerca de
la reina Victoria e inventamos historias a la vez sentimentales y procaces, pero
en el centro de todo eso se encuentra una mujer (o un hombre) que tiene o no
tiene la capacidad de sobrevivir, de existir sin reaccionar ante la provocación ni
la seducción, hasta que llegada la hora de su muerte, un sucesor designado
por herencia asume esa terrible responsabilidad. Es una responsabilidad
terrible porque es irreal en su completa realidad, porque donde hay vida puede
haber muerte, porque en el momento crucial hay aislamiento, un grado de
soledad que no tiene paralelo.
Cuando examinamos esta zona intermedia en la que vivimos y jugamos, en la
que somos creativos, no debemos resolver la paradoja sino tolerarla. Para
aclarar este punto cabe hacer referencia a los cuadros de la Corona. Estos
cuadros, que tienen un inmenso valor artístico, fueron coleccionados por la
reina y sus antepasados durante siglos, y son de su propiedad. Pero al mismo
tiempo pertenecen a la nación—a cada uno de nosotros—, porque la reina es
nuestra reina y la encarnación de nuestro sueño. Si la monarquía fuera abolida,
de inmediato esa colección de objetos encantadores se convertiría en una lista
de mercancías tasadas en un catálogo, que pasarían a manes de cualquiera
que tuviese abundancia de Libras o dólares en un momento determinado.
Tal como están las cosas, con la reina representándonos en la propiedad, no
necesitamos pensar en falsos términos de valor monetario.

RESUMEN

En consecuencia, la supervivencia de la monarquía depende: de sus


cualidades intrínsecas; de su prescindencia en los altercados políticos
(generalmente de carácter verbal) que se producen en el Parlamento o durante
los comicios; de su dependencia respecto de nuestro sueño o nuestro potencial
inconsciente total; de su dependencia de las cualidades de la mujer (o el
hombre) que ocupa el trono y las características de la familia real, así como de
cuestiones aleatorias de vida o muerte por accidente o enfermedad; de la salud
psiquiátrica general de la comunidad, incluida una proporción no demasiado
alto de personas resentidas a causa de la deprivación o enfermas a causa de
las privaciones que sufrieron en sus relaciones más tempranas; de factores
geográficos, y así sucesivamente.
Sería un error creer que vamos a preservar lo que consideramos bueno. En
última instancia será la capacidad de supervivencia del monarca real lo que
decide el asunto. En la actualidad, al parecer, somos afortunados. Somos
capaces de apreciar la tensión que acompaña al gran honor y privilegio de
ocupar el trono de este país, un país no demasiado grande, rodeado por el mar,
que una canción describía como "una agradable y un poco estrecha islita".

CONCLUSION

Mi tesis es que no se trata de salvar la monarquía. Es más bien a la inversa. La


existencia ininterrumpida de la monarquía es una de las indicaciones que
tenemos de que aquí y ahora se cumplen las condiciones que hacen posible
que la democracia (que es un reflejo de los asuntos familiares en un marco
social) caracterice el sistema político y tornan muy improbable el surgimiento
de una dictadura, sea benévola o maligna (ambas se basan en el miedo). En
tales condiciones los individuos, si son emocionalmente sanos, pueden
desarrollar un sentimiento de ser, realizar parte de su potencial personal, y
jugar.

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