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Introducción

¿Por qué hemos querido realizar un Glosario Critico de Materialismo Histórico?


Básicamente, porque dicho pensamiento, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en una
especie de horizonte cultural, político, y moral, para todos aquellos que nos interesamos por la
resolución de los agudos y cambiantes problemas que nos plantea la sociedad capitalista de
fines y principio de siglo.
Vemos este esfuerzo como un intento por abrir el debate y la discusión en torno a
nociones y conceptos relevantes para interpretar y hacer teoría sobre el estado actual de las
relaciones sociales y la realidad, fomentando el uso critico de los conceptos y nociones que
proponemos. Se trata eso si de hacer a la vez teoría orientada a la practica, con categorías
centrales para la conversación, la interpretación y el análisis crítico anticapitalista , apuntando
al desenmascaramiento de las contradicciones del capitalismo tardío y en la idea de establecer
una sociedad distinta, una sociedad en donde la alienación y la explotación formen parte de un
oscuro y superado pasado.
Por eso queremos dar cuenta en forma breve y a través de notas, referencias, lecturas y
citas, de nociones como: Alegoría, Alienación, Aura, Antiarte, Capital/capitalismo, Clase,
Comunismo, Conciencia, Deturnement, Cosificación, Fetichismo de la mercancía, Dialéctica,
Espectáculo, Estado, Fantasmagoría, ideologia, Mercancia, Mimesis, Mito, Modernidad,
Psicogeografía, Posmodernidad, Porosidad, Proletariado, Teoria Critica, Tiempo Histórico,
Totalidad, Trabajo, Valor de uso, Valor de cambio, Modo de Vida Capitalista.
Nos anima un sentido colectivo de avanzar en una educación para la emancipación. Se
trata entonces, siguiendo la estela benjaminiana, de hacer habitables zonas en donde hasta
hoy reina la locura; locura que transformada en razón dominante, convierte a niños en
precoces obreros o en mercancías sexuales, a madres en productoras de mano de obra barata
y, en fin, al ser humano en simple objeto de intercambio. Es aquí en donde creemos que la
crítica se transforma en un deber moral.
Esta es la primera entrega.

En esta oportunidad proponemos y tratamos las nociones de Espectáculo, Modernidad,


Posmodernidad y Teoría Critica.
ESPECTÁCULO
Por Julio Cortes

En la segunda mitad del siglo XX, Guy Debord -fundador y principal impulsor de la
Internacional Situacionista- acuñó el concepto de “espectáculo”, elemento central de su
actividad teórica y práctica, que constituye probablemente uno de los legados imprescindibles
para posibilitar la comprensión actual del Modo de Producción capitalista. (iba a decir, “y para
reemprender colectivamente sus intentos de superación”, pero no es así necesariamente: El
concepto también ha servido para ser banalizado, sembrar confusión, y/o facilitar repeticiones
estériles. Sin embargo, en este diccionario vamos a entender este concepto en el sentido que
él quiso darle y no en otro) (1).

Una lamentable conjunción de factores ha determinado que el concepto de Espectáculo


se haya difundido de una manera que no sólo no da cuenta de la amplitud –y especificidad- de
su contenido en Debord, sino que, a la vez que lo reduce a las manifestaciones más obvias, le
resta potencial crítico para pasar a ser un lugar común como crítica de la preponderancia del
consumo de imágenes publicitarias y de los medios de comunicación masivos.

Pero el concepto es algo mucho más profundo. Para comprenderlo, es bueno recordar
que Debord era, dentro de los hegelianos, de la variedad lukacsiana. Veamos lo que Georgy
Lukacs decía en su “error de juventud”: “No es en modo alguno casual que las dos grandes
obras maduras de Marx dedicadas a exponer la totalidad de la sociedad capitalista y su
carácter básico empiecen con el análisis de la mercancía . Pues no hay ningún problema de
ese estadio evolutivo de la humanidad que remita en última instancia a dicha cuestión, y cuya
solución no haya de buscarse en la del enigma de la estructura de la mercancía.” (La
Cosificación y la Consciencia del proletariado, en Historia y Consciencia de clase, Grijalbo,
1967, páginas 89 y siguientes).

Construyendo sobre esa perspectiva, la noción debordiana de espectáculo constata que


la característica central del Modo de Producción capitalista - el predominio del valor de cambio
por sobre el valor de uso- ya se ha extendido sobre todos las esferas de la vida.
El libro La sociedad del espectáculo es el que desarrolla en profundidad esta noción. A
efectos de síntesis, resulta interesante ver como Debord se refiere a ella 21 años después: “En
1967, con el libro La sociedad del espectáculo puse de relieve lo que el espectáculo moderno
era ya en esencia: el reinado autocrático de la economía mercantil, que ha conseguido un
estatuto de soberanía irresponsable, y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que
corresponden a ese reinado”.

En 1967 Debord distinguía dos formas “sucesivas y rivales” de sociedad espectacular:


lo espectacular difuso y lo espectacular concentrado. Mientras la versión concentrada surgía
sobretodo en el totalitarismo contrarrevolucionario nazi y estalinista y se basaba en una
ideología alrededor de un dictador, la variedad difusa se encarnaba prototípicamente en
Estados Unidos, e “incitaba a los asalariados a escoger libremente entre una gran variedad de
nuevas mercancías”. La principal corrección que en 1988 introduce a esta diferenciación, es la
comprobación de que luego de 1968 había surgido una versión nueva a la que se refiere como
lo “espectacular integrado” (2), utiliza ambas formas previas a la vez, ampliándolas y
modificándolas en gran medida.

“Por lo que respecta al aspecto concentrado, el centro director se ha convertido en


oculto: ya nunca se coloca en él a un jefe conocido o una ideología clara. En cuanto al lado
difuso, la influencia espectacular no había marcado jamás hasta ese punto la práctica totalidad
e las conductas y de los objetos que se producen socialmente, ya que el sentido final de lo
espectacular integrado es que se ha incorporado a la realidad a la vez que hablaba de ella; y
que la reconstruye como la habla. Así pues, esa realidad no se mantiene ahora enfrente suyo
como algo ajeno. Cuando lo espectacular era concentrado se le escapaba la mayor parte de la
sociedad periférica; cuando era difuso se le escapaba una mínima parte; hoy no se le escapa
nada”, así, “la experiencia práctica de la realización sin freno de la voluntad de la razón
mercantil, habrá demostrado de forma rápida y sin excepciones, que el devenir-mundo de la
falsificación era también el devenir-falsificación del mundo”.

Debord señala cinco rasgos principales de la sociedad dominada por lo espectacular


integrado, que ahora se han hecho totalmente evidentes y visibles:
-la incesante renovación tecnológica
-la fusión económico-estatal
-el secreto generalizado
-la falsedad sin réplica
-un perpetuo presente

Nos interesa destacar que, en el fondo, la dominación espectacular en la forma que se


presenta hoy implica la aniquilación del sentido histórico. La manera generalizada en que nadie
recuerda el pasado es garantía del presente perpetuo de la sociedad mercantil, al punto que
los aspectos más destructivos del recorrido catastrófico del Modo de Producción no sólo no se
recuerdan, sino que en su manifestación actual, extremadamente nociva para la humanidad y
para el globo terráqueo, no son casi percibidas. En este sentido, frente a la dominación total
por parte de la mercancía, sólo cabe una contestación total que destruya tal separación de la
actividad humana de su producto. Desde esta perspectiva, el anticapitalismo es la
reivindicación del tiempo histórico y de la inteligencia colectiva de la humanidad.

Si bien en Debord el concepto de espectáculo aparece frecuentemente ligado al rol


pasivo de contemplación de imágenes, porque tal es la forma en que esta fase del capitalismo
afecta nuestra vida cotidiana, “el problema, sin embargo, no es la ´imagen` ni la
´representación` en cuanto tal, como afirman tantas filosofías del siglo XX, sino la sociedad que
tiene necesidad de esas imágenes. Es cierto que el espectáculo se apoya particularmente en la
vista....pero el problema reside en la independencia que han conquistado esas
representaciones que se sustraen del control de los hombres y les hablan de forma
monológica, desterrando de la vida todo diálogo. Esas representaciones nacen de la práctica
social colectiva, pero se comportan como seres independientes” (Anselm Jappe, Guy Debord,
página 22).

El concepto de espectáculo y sus ramificaciones (al igual que la afirmación del Lukács
de 1919-1922) nos seguirán afectando por mucho tiempo más. De paso, señala el camino a la
buena y revolucionaria teoría crítica (o teoría crítica radical, o teoría revolucionaria si se quiere:
en nuestro diccionario lo que con esto se quiere nombrar es el momento pensante-reflexivo en
la actividad de las fuerzas que aspiran a la superación del capitalismo).

Lecturas recomendadas:
Guy Debord, “La sociedad del espectáculo”. Publicada originalmente en 1967. La
versión en español más conseguible es la editada por Biblioteca de la Mirada, Buenos Aires.
Disponible en http://www.sindominio.net/ash/espect.htm
Guy Debord, “Comentarios a la sociedad del espectáculo”. Editado en 1988,
versión en español de Editorial Anagrama, 1990. Disponible en http://www.nucleodeira.cjb.net/
Anselm Jappé, “Guy Debord”. Capítulo 1: “El concepto de espectáculo”. También
disponible en el sitio del núcleo de la IRA, sección “archivo”.
Anselm Jappé, “Las sutilezas metafísicas de la mercancía”. Disponible en
http://www.giga.or.at/others/krisis/a-jappe_las-sutilezas-metafisicas_spanisch.html

NOTAS:
1. “-La cuestión es saber –dijo Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas
diferentes.
“-La cuestión es saber –dijo Humpty Dumpty- quien dará la norma....y punto”.
2. Pioneras de esta forma serían Francia e Italia, caracterizadas por una débil tradición
democrática, largos años de un partido en el poder, un fuerte rol sindical, político y cultural del
estalinismo, y por haber tenido que enfrentar contestaciones revolucionarias surgidas de manera
sorpresiva.

MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD

Por Cristian Alarcon Ferrari

La relación entre estos dos conceptos esta marcada por la periodización histórica que
intentan reflejar y el contenido normativo e interpretativo que asumen. Raymon Williams
(“Palabras Clave. Un vocabulario de la Cultura y la Sociedad”), propone que “lo moderno”, con
su intención de dar cuenta sobre las tendencias sociales que existían en un tiempo histórico
concreto, y visto también como lo contemporáneo para ese momento, surgió como
contraposición a lo antiguo. Señala además que en algún momento, para periodizar la
transición entre lo antiguo y lo moderno, se recurrió a un concepto que diera cuenta del
proceso intermedio, utilizándose para este efecto la idea de un periodo medio o medieval.
Ahora bien, la modernidad, como proyecto político y social, implicaba una serie de
interpretaciones comunes en el ámbito de la filosofía, la teoría de la sociedad, la economía y la
interpretación del mundo. Este proyecto se basaba en la relación e idealización de la razón, el
proyecto social ilustrado y la acción de un sujeto histórico homogéneo, central y constituyente.
Y fue esa conjunción la que le dio dinamismo y resultados prácticos.
Si la critica de ese proyecto, anclado en la razón y el sujeto racional moderno, se vuelve
radical, entonces se abre una brecha de sentido del propio proyecto moderno, y surge un
momento critico explosivo que cuestiona teórica y filosóficamente a la razón ilustradora de, por
ejemplo, Hegel y el idealismo europeo en su conjunto. Ahí tenemos a Walter Benjamin con la
formulación de una critica radical a la noción de progreso, idea consustancial a la modernidad
política; a Adorno y Horkheimer con la deconstrucción y desmitificación de la razón occidental
y, en consecuencia, el develamiento de su parte oscura en términos de razón instrumental; a la
estética y la dialéctica volcadas a la negatividad en manos de Adorno en sus últimos trabajos.
Interesa resaltar que en el centro de este proceso nos encontramos con una critica
histórica y conceptual a la Ilustración Europea: “ La Ilustración, en el más amplio sentido de
pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los
hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece
bajo el signo de una triunfal calamidad.” (Adorno y Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración,
Pagina 59).
La crisis de sentido aparece también con la emergencia de nuevos aspectos
articuladores del capitalismo: la producción y mercantilización de las cosas por nuevos medios,
la conversión en espectáculo del arte antes dotado de potencial critico, la transformación de las
relaciones entre el capital y el trabajo humano, la actual estructuración del capital financiero y
los procesos de industrialización e integración positivista de la cultura.
La modernidad, como producto del eurocentrismo, eclosiona y abre paso a un momento
de búsqueda conceptual en el que el momento posmoderno es una problematización que
intenta entender este proceso, y que incluye la noción de modernidad inacabada. Es un intento
de dar cuenta teóricamente de la experiencia colectiva y las vivencias individuales de la ultima
mitad del siglo XX. Entre estos acontecimientos tenemos: el devenir de las vanguardias
artísticas y políticas que lograron cierta indiferenciación en la relación entre Arte y Política; la
ampliación del potencial tecnológico autónomo, es decir, sin apego necesariamente a las
necesidades humanas de primer orden y que conlleva la perdida del sentido social respecto de
la potencia de los desarrollos tecnológicos y técnicos; la masificación de los medios de
comunicación y la constitución social de la historia como pura contingencia. Se trata de
acontecimientos que en su conjunto marcan un cambio en la comprensión y la forma de la
conciencia actual. “En efecto, la premisa misma que posibilita el debate gira en torno a un
supuesto inicial, estratégico acerca de nuestro sistema social: Conceder alguna originalidad
histórica a una cultura posmodernista es también afirmar implícitamente cierta diferencia
estructural radical entre lo que a veces se llama sociedad de consumo y los momentos
anteriores del capitalismo del que surgió” ( Fredric Jameson, “El Giro Cultural”, Página 39).
Albrecht Wellmer señala que hoy en día la forma de entender ambos conceptos es a
través de un tratamiento dialéctico de los significados y contenidos de una y otra noción. Lo
anterior implica hacernos cargo de la interpretación del estado actual del capitalismo y llevar a
la estructura interna de los proyectos anticapitalistas la sentencia de Adorno contra Marx (en un
aspecto especifico de este ultimo), respecto de un nuevo proceso de interpretación del mundo.
“La filosofía, que antaño pareció superada, sigue viva porque se dejó pasar el momento de su
realización. El juicio sumario de que no ha hecho mas que interpretar el mundo y mutilarse a si
misma de pura resignación ante la realidad se convierte en derrotismo de la razón, después
que ha fracasado la transformación del mundo.“ (Adorno, Dialéctica Negativa).
El estudio de esa “originalidad histórica” a que se refiere Jameson la encontramos por
ejemplo en David Harvey, quien asume los cambios en el capitalismo contemporáneo y coloca
el énfasis en la necesidad de interpretar sus condiciones de posibilidad y desarrollo: “La
intensidad de la comprensión espacio - temporal en el capitalismo occidental a partir de la
década de 1960, con todos sus rasgos congruentes de transitoriedad y fragmentación
excesivas en lo político y en lo privado, así como en el ámbito social, parece revelar un
contexto de experiencias que convierte a la condición posmoderna en algo especial. Pero si
situamos esta condición en su contexto histórico, como parte de una historia de olas sucesivas
de comprensiones espacio temporales generadas por las presiones de la acumulación
capitalista con su constante afán de aniquilamiento del espacio por el tiempo y de reducción de
los tiempos de rotación , al menos podremos situar la condición de la posmodernidad en el
espectro de una situación accesible al análisis y la interpretación materialista de la historia.”
(David Harvey. La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio
cultural.)
Si la sensibilidad moderna, centraba en la temporalidad, abre paso a una sensibilidad
marcada por la espacialidad y lo posterior de la modernidad se delimita por la asunción de una
nueva pauta cultural que genera una nueva totalidad (Jameson), se trata, en consecuencia, de
repensar dialéctica y críticamente categorías y nociones como razón, totalidad, cultura y una
serie de ideas que arrancan de la modernidad, con la mirada puesta en la critica radical del
actual modo de vida capitalista. La consciencia de esta dialéctica histórico social, es una forma
categórica de entender también la práctica.
Lecturas recomendadas: Perry Anderson,“Los Orígenes de la Posmodernidad”; Josep
Picó, compilador, “Dialéctica de Modernidad y Posmodernidad”; Fredric Jameson, “El
posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado”,“ El Giro Cultural”; Albrecht
Wellmer, “Sobre la dialéctica de modernidad y postmodernidad. La critica de la razón después
de Adorno”; Adorno y Horkheimer, “Dialéctica de la Ilustración”; Raymon Williams ,“Palabras
Clave. Un vocabulario de la Cultura y la Sociedad”, Walter Benjamin, “Poesia y Capitalismo”,
“Sobre el concepto de historia”; Theodor Adorno, “ Dialéctica Negativa”, “Teoría Estética”; David
Harvey, “La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio
cultural”; Slavoj Zizek, “ ¿Lucha de Clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, (En
Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda); Andreas
Huyssen, “ Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo”.

Teoría Crítica

Por Lenin Pizarro Navia

En su trabajo de 1931, “Teoría tradicional y teoría crítica”, el filósofo alemán Max


Horkheimer desarrolla las bases histórico-filosóficas de la llamada “Teoría crítica”. No obstante
y más allá de ese importante y fundacional trabajo, el término “Teoría crítica” ha pasado a
denominar cierto tipo de pensamiento, que encuentra variadas y múltiples formas de desarrollo,
básicamente, en autores como Th. W. Adorno, H. Marcuse, J. Habermas y A. Wellmer, entre
otros. En general, se entiende por “Teoría crítica” la producción intelectual de la denominada
“Escuela de Fráncfort”. Consiste, básicamente, en una teoría de inspiración marxista, que toma
a la crítica no como un mero instrumento o herramienta de análisis o evaluación científica, sino
como una actitud o compromiso del pensador ante su objeto de estudio. Así, por ejemplo, la
Teoría crítica rechazará el presupuesto del desinterés o distanciamiento supuestamente
“objetivo” de la “teoría tradicional” respecto de su objeto (o sujeto), y postulará, al contrario,
que toda teoría lleva en sí ciertos intereses de corte ideológico o manifiesta —por su condición
de producción histórica— el nivel de desarrollo industrial de tal o cual sociedad. Dice
Horkheimer: “No hay teoría de la sociedad (ni siquiera la de los sociólogos inductivistas) que no
contenga intereses políticos, cuya verdad se debe determinar en la actividad histórica concreta,
en lugar de hacerlo en una reflexión aparentemente neutral que, por su parte, no piensa ni
actúa”. En este sentido, la Teoría crítica se opone a la “teoría tradicional”, la cual —desde R.
Descartes al positivismo lógico— se articula bajo el supuesto según el cual la teoría es un
conjunto de enunciados relacionados entre sí, que se estiman básicos y que dan lugar, por
deducción, a otro conjunto de enunciados que, para ser aceptados como verdaderos o válidos,
deben ser comprobados con los hechos. Por lo mismo, el espíritu crítico, lejos de armonizar
con el status quo de la sociedad y con las producciones teóricas por ésta engendradas, se
encuentra en una oposición constante y radical con respecto a la sociedad misma y a las
teorías que la avalan o que le sirven de consorte intelectual o científico. Así, la Teoría crítica se
opone a corrientes que en apariencia se muestran antagónicas (como el positivismo lógico y el
ontologicismo heideggeriano), pero que en el fondo confluyen en su falso “desinterés” práctico.
La Teoría crítica, es por esto, esencialmente negativa, por cuanto destruye y desmitifica la
caparazón política, económica, moral, filosófica, etc. que recubre la producción material o
intelectual del ser humano. Asimismo, es positiva pues en base a dicha negatividad, plantea el
mundo de lo posible (o, como diría otro teórico crítico como E. Bloch, el “todavía no”), como
forma concreta de utopía (una praxis y una razón emancipadas de la lógica de la tradición, es
decir, una vida no instrumentalizada ni alienada). Dicho en otros términos: la Teoría crítica no
sólo es un compromiso teórico de liberación respecto de los modelos tradicionales de
conocimiento (cuya esencia está en la dominación y cosificación del objeto o sujeto de estudio),
sino que es también una práctica constructiva (política, si se quiere) en pos de la emancipación
de la humanidad.

Para una aproximación a la “Teoría crítica”, se pueden consultar los siguientes textos:
M. Horkheimer: Teoría tradicional y teoría crítica, Madrid, 2000; M. Horkheimer: Ocaso,
Barcelona, 1991. M. Horkheimer y Th. W. Adorno: Dialéctica de la Ilustración, Madrid, 1998; Th.
W. Adorno, Minima moralia, Madrid, 2000; H. Marcuse, Filosofía y cultura, Buenos Aires, 1969;
A. Wellmer: Finales de partida, Madrid, 1998; C. F. Geyer, Teoría crítica, Barcelona, 1985, H.
Mansilla, Introducción a la Teoría crítica, Barcelona, 1986.

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