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Apocalipsis 19

Versículo 1
Muy estimado amigo, amiga oyente: hemos llegado hoy, en nuestro interesante
maratón, -que hemos comenzado hace varios años a través del "libro de los libros", la
Biblia,- al capítulo 19 de Apocalipsis; es un capítulo clave dentro de este singular libro.
Juan, el apóstol, evangelista y autor del mismo, continúa narrando todo lo que él vio y
oyó, tanto en el Cielo al que fue llevado en sus dramáticas visiones, como en la Tierra,
donde presenció la cadena de acontecimientos que aquí ocurrirán en "los últimos días"
de nuestro planeta. Recordemos que Juan nos relató el orden cronológico de eventos
por acontecer en un futuro cuya fecha no le ha sido revelada. Dios, por amor, le reveló
al apóstol Juan el futuro de la Humanidad, y de nuestro "hábitat", la Tierra; Dios
quiere enviar a los creyentes un mensaje de aliento en la justicia divina, y a aquellos
que le rechazan o ignoran, una seria advertencia e invitación al arrepentimiento.
Hemos llegado a un capítulo muy relevante que narra, nada menos, que la Segunda
Venida de Jesucristo al mundo. Dada la especial relevancia de este impactante y
trascendental evento, que ocurrirá y será visto por todos los habitantes de nuestro
planeta, para su adecuada comprensión, hoy centraremos nuestra atención al contexto
y antecedentes de este capítulo. Si nos acompaña por unos minutos, juntos, vamos a
disfrutar, una vez más, de la lectura de la Palabra de Dios.
El tema del capítulo 19 de Apocalipsis, se hace eco de las alabanzas en el Cielo
motivadas por las denominadas "Bodas del Cordero y el regreso de Cristo" a la Tierra
para juzgar y gobernar, ya como rey, a las naciones durante Su reino de los mil años.
Pero antes de embarcarnos de lleno en la lectura en este capítulo, echemos un rápido
vistazo hacia atrás para recapitular los hechos que nos han llevado hasta este punto.
Juan escribió este libro después de haber vivido esas visiones del futuro, y por lo tanto
lo hace en tiempo pasado, pero como todo el contenido es una profecía de hechos
todavía no acontecidos, los relataremos en tiempo futuro. El Anticristo se ha hecho con
poder absoluto mundial como dictador. Su lema: paz y seguridad. En la primera parte
de la Tribulación, ese período de siete años divididos en dos partes, su política estará
marcada por cambios radicales que, en primera instancia, beneficiarán a la
Humanidad. Como consecuencia, una aparente paz se extenderá rápidamente por todo
el mundo. Su poder llegará a extenderse hasta el punto de llegar a dominar
políticamente a los demás gobiernos nacionales, así como otros ámbitos colaterales,
tales como la religión. Para aquel entonces, la verdadera iglesia, denominada en las
Sagradas Escrituras como la esposa de Cristo, ya habrá sido trasladada
sobrenaturalmente de la Tierra al Cielo, antes del mismo comienzo de la Tribulación.
En medio de aterradores sucesos, provocados por la ira y el juicio de Dios sobre la
Tierra, Israel volverá a convertirse en el testigo de Dios en la historia, representada
por una multitud de 144.000 judíos, embajadores de Su Palabra, especialmente
sellados por Dios para ser protegidos mientras dan testimonio de Él. Adicionalmente a
éstos, encontraremos otra gran multitud, de gentiles, también sellados con la marca
protectora de Dios.
En algún momento cerca de la mitad del período de Tribulación de siete años, un rey
del norte se levantará contra Israel y será juzgado por Dios de la misma manera que
sucedió en el pasado con los malvados ciudadanos de las poblaciones de Sodoma y
Gomorra, ambas destruidas por Él, tal y como se relata en el capítulo 38 del libro del
profeta Ezequiel.
Este suceso abrirá las exclusas de un canal de inmensa aflicción para la población del
mundo, para el ser humano, el cual seguirá, a pesar de las evidencias sobrenaturales,
renegando y blasfemando contra Dios. En este punto de la Historia, el Anticristo
comenzará a actuar sin engaño ni disimulo, sin máscara alguna para disimular su
verdadera identidad demoníaca. La Humanidad dominada bajo el control de Satanás,
comenzará así la última milla en el camino de su inexorable autodestrucción. El
mundo, tal y como hoy lo conocemos, comenzará a desintegrarse, a semejanza de un
fruto maduro, listo para la cosecha de la ira de Dios. El denominado hombre de
pecado, el Anticristo, el dictador mundial, romperá su pacto con la nación de Israel. El
Medio Oriente será durante este periodo, el centro neurálgico de los principales
sucesos mundiales. Al comienzo de la Tribulación el dictador, el Anticristo apoyará a
una seudo-iglesia, que será la unidad de todas las religiones, credos y sectas, con su
sede, posiblemente, en la ciudad sobre las siete colinas, Roma. Esta iglesia adquirirá
tal poder que el Anticristo la destruirá totalmente, para autoproclamarse como única
divinidad, objeto de culto y adoración sobre la Tierra, semejante a los emperadores
romanos. Por tanto, los reyes de la Tierra se mostrarán serviles y sumisos ante él.
Cuando el Anticristo llegue al poder mundial, reconstruirá el antiguo Imperio Romano,
unirá a diez naciones que le darán el poder y la fuerza para dominar el resto del
mundo. También reedificará la ciudad de Babilonia, como capital de su imperio
mundial. Recordemos cómo la antigua Babilonia, sobre el río Éufrates, llegó a ser el
centro económico y político del mundo antiguo.
Los juicios de Dios se sucederán de manera rápida e inexorable sobre un mundo
blasfemo que ha rechazado a Dios, no una, sino numerosísimas veces. De un solo
golpe, una cuarta parte de la población del mundo será eliminada. Posteriormente, una
tercera parte del mundo será destruido. La naturaleza se verá enormemente afectada;
la vegetación, los árboles, todo se secará, gran parte de la fauna marina dejará de
existir; también se secarán los ríos, y el comercio marítimo será muy mermado. El
mundo, tal y como lo conocemos, será completamente destruido. El sol, la luna y las
estrellas también serán tocados. Y sobre la tierra, un desastre tras otro acontecerá;
pero el corazón del hombre, seguirá sin arrepentirse; lejos de ello, levantará su puño
contra el cielo, -dice Apocalipsis-, y blasfemará contra Dios.
Después de estos acontecimientos, el relato bíblico nos traslada a un escenario bélico
en la tierra de Israel. Millones de hombres serán movilizados para intervenir en una
contienda militar que no es una simple batalla sino la guerra de Armagedón. Hasta tal
punto llegará la masacre que la Biblia utiliza una expresión que no deja lugar a dudas:
la sangre de los soldados llegará hasta los frenos de los caballos. Recordemos que
antes de que todo esto suceda, los verdaderos hijos de Dios, los que han creído y
aceptado al Hijo de Dios, a Jesucristo como su único Salvador y Señor, que forman Su
iglesia, serán sacada de la Tierra para estar con Él en el Cielo, aunque,
posteriormente, regresarán con Él a la Tierra.
Nosotros, como cristianos, realmente no tenemos esa actitud "de esperar" los hechos
narrados a partir del capítulo 4 hasta el capítulo 18 de Apocalipsis. El Apocalipsis es un
libro profético escrito hace casi 2.000 años, pero cuyo cumplimiento se sitúa en el
futuro. Nuestra expectativa se basa en la esperanza de encontrarnos cara a cara con
nuestro Dios y Salvador, Jesucristo. Ni siquiera sabemos el día, o el año aproximado
en el que Él regresará; pero sin duda, lo hará. Puede que sea pronto; puede que sea
hoy mismo, incluso antes de concluir este programa. Pero también podría ser dentro
de cien años o, incluso, cientos de años; nadie puede predecirlo con certeza. Cualquier
persona que pretenda fijar una posible fecha para Su regreso yerra, dado que la Biblia
afirma que ni siquiera el Hijo de Dios, Jesucristo, conoce dicha fecha, sino sólo el
Padre. El Dr. Bill Anderson, un conocido estudioso de la Biblia, solía decir: "Dios está
preparando el escenario. Parece que viene pronto".
Ahora bien, una vez dicho todo esto, llegamos al capítulo 19 de Apocalipsis donde
leeremos acerca de las Bodas del Cordero y el regreso de Jesucristo para ejercer su
juicio sobre los hombres y sobre las naciones. En este capítulo nos encontramos, en
primer lugar, cuatro "aleluyas", tal y como apreciaremos en los primeros 6 versículos.
Posteriormente leeremos sobre la Esposa del Cordero y la cena de las Bodas del
Cordero, en los versículos 7 al 10. En tercer lugar, asistiremos al regreso de Jesucristo
como Rey de reyes y Señor de señores, en los versículos 11 al 16. A partir de aquí se
desencadenará la batalla, la guerra de Armagedón, en los versículos 17 y 18. A
continuación, veremos el castigo del Anticristo y de su Falso Profeta en los versículos
19 al 21.
Como puede ver, estimado amigo y amiga, el capítulo 19 de Apocalipsis recoge
numerosos acontecimientos, además de suponer un drástico cambio en el tono
narrativo del propio libro. La destrucción de la ciudad de Babilonia, capital del reino del
Anticristo, el Dictador, la Bestia, señalará el fin de la Gran Tribulación. Después de
todos los dramáticos y terribles acontecimientos que hemos vivido de la mano del
profeta y apóstol Juan, ahora podemos, al fin, vislumbrar un rayo de esperanza. Los
terribles días del juicio han finalizado. Y asistiremos al evento más esperado de la
historia, al menos por los cristianos, tras la muerte y resurrección de Jesucristo: Su
Segunda Venida a la Tierra para establecer Su Reino. Es por ello que los estudiosos de
la Biblia denominan a este capítulo el puente entre la Gran Tribulación y el Milenio, el
reino milenario que el Señor Jesucristo establecerá en la Tierra.
Ahora bien, retrocediendo al comienzo del capítulo, observaremos con mayor detalle
dos hechos de gran significado: Las Bodas del Cordero y el regreso de Jesucristo a la
tierra. Un evento sigue al otro.
El capítulo 19 de Apocalipsis, comienza con un sonoro multitudinario aleluya. La
traducción de esta palabra hebrea aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento y
todas en este capítulo. Esta exclamación significa "Alabado sea el Señor" y ocurre con
frecuencia en el Antiguo Testamento. Cuando leamos el capítulo completo,
observaremos que hay cinco razones por las que ellos alaban a Dios: 1º) Ha librado a
su pueblo de sus enemigos (v.1); 2º) porque ha administrado justicia (v.2); 3º)
porque ha aplastado de forma permanente la rebelión humana (v.3); 4º) se ha
mostrado soberano (v.6) y 5º) porque ha mantenido la comunión con Su pueblo (v.7).
Leamos pues el versículo primero de este capítulo 19 de Apocalipsis, que dice así:
1
Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya!
Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro;
Juan comienza utilizando la expresión: "Después de esto"; procedente del griego
"meta-tauta". ¿A qué se está refiriendo exactamente? Se trata, sin duda, a una
referencia al tiempo cronológico transcurrido tras la destrucción de Babilonia al final de
la Gran Tribulación, justo antes de que sea establecido de denominado Reino Milenario
de Cristo en la Tierra, en el capítulo 20.
Juan también añade: "Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo".
Posiblemente Juan se está refiriendo a ángeles, porque los Santos se suman a ellos
más adelante (v.5). El motivo parece claro: el regreso inminente del Señor Jesucristo
a la Tierra es la causa de semejante profusión de alabanza.
Podemos observar aquí cómo los "aleluyas" han sido reservados hasta la victoria final,
y resulta interesante constatar cómo esta palabra, "aleluya" es habitualmente utilizada
en el libro de los Salmos, como por ejemplo en el Salmo 146 y también en el Salmo
150. El Salmo 150 es un hermoso cántico de alabanza que bien pudiera haber sido
entonado por tal multitud en el cielo. La Gran Tribulación ya ha pasado. ¡Cristo viene!
La iglesia será unida a Cristo a semejanza de una unión matrimonial. El Salmo 104,
versículo 35, dice: "Sean consumidos de la tierra los pecadores, y los impíos dejen de
ser." ¿Qué es lo que quiere decir eso? Y continua: "Bendice, alma mía, a Jehová.
Aleluya." Aleluya porque Dios viene a juzgar y los impíos serán quitados de la tierra.
Aleluya como una expresión de alabanza de regocijo ante el comienzo de la última
etapa de la "historia de la salvación".
El apóstol Pablo, en su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículos 18 al 23, ya
habló a este respecto: "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente
no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque
el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa
del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la
esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos
que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no
sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo".
Muy estimado amigo, y amiga que nos escucha: el reloj de la historia avanza
inexorablemente hacia el cumplimiento perfecto del plan de Dios para la Humanidad.
Se acerca el día en el que la Tierra será liberada de la esclavitud del pecado y la
Creación dejará de gemir por el mal trato recibido por parte del hombre.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee relataba que en su juventud
encargó la construcción de una casa con escaleras para subir a las diferentes plantas.
Con el devenir de los años, el sencillo ejercicio de subir y bajar aquellas hermosas
escaleras se tornó, paulatinamente en una pequeña tortura. Las antaño hermosas
escaleras se tornaron en un horroroso instrumento de tortura en el que cada escalón
era capaz de arrancarle un doloroso gemido. Su esposa le decía que no era necesario
gemir a cada paso, pero él le solía responder que el gemido era algo santo y bíblico:
"Nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos", dice la Escritura. Anécdotas
aparte, estimado oyente, algún día ya no habrá más gemidos, sino sólo "Aleluyas". De
esto nos habla toda la Biblia, y especialmente este pasaje. Algún día ya no habrá más
problemas, ni sufrimientos, dolores, ni problemas de salud, ni guerras entre los
hombres, ni entre éstos y Dios.
Lo cierto, estimado amigo, es que Dios merece ser alabado porque de Él proviene
nuestra salvación; Él merece ser alabado por Su inmensa gloria y Su infinito poder.
Cada uno de estos tres atributos debería despertar en nuestros corazones un intenso
sentimiento de alabanza, no por obligación, sino por gratitud y amor hacia Él. Su
Gloria, debería despertar nuestra reverencia. Y Su inmenso poder, siempre ejercido
con amor, y justicia, debería despertar en nosotros confianza y descanso. Estos tres
elementos; la gratitud, la reverencia y la confianza, son los ingredientes de la
verdadera alabanza.
En este pasaje, Dios es alabado porque ha ejercido su Justo y Verdadero juicio. El
juicio es la consecuencia inevitable del pecado. El famoso científico T.S. Kepler solía
afirmar lo siguiente: "No se puede quebrantar la ley moral más fácilmente que la ley
de la gravedad". Dios es el único perfecto en Sus juicios por tres razones: 1ª, porque
sólo Él puede ver los pensamientos y deseos íntimos de una persona. 2ª, porque Él es
el único que tiene esa pureza capaz de juzgar sin prejuicios. Y 3ª, porque sólo Él posee
la sabiduría para encontrar el juicio correcto y que tiene el poder para aplicarlo.
La iglesia falsa, la seudo-iglesia, aquella que pretenderá aglutinar a todas las
religiones, pero sin proclamar a Jesucristo, el Hijo de Dios en quien hay perdón y
salvación eterna; quien por Su obediencia y amor vino a este mundo para saldar la
deuda de los pecados y transgresiones del ser humano muriendo en una cruz, y quien
resucitó al tercer día para interceder, como abogado defensor, ante el Dios Padre,
hasta su regreso a la Tierra; esa iglesia falsa, llamada también "la gran ramera", será
juzgada por Dios, porque habrá corrompido al mundo. Dicen, que el peor de los
pecados, es el de enseñar a pecar a otros. Y aquí encontramos otra razón para
regocijarse: El juicio justo de Dios es la garantía fiel de que Dios nunca abandona a los
Suyos de manera indefinida.
Juan, el apóstol, tiene siempre un doble propósito: el primero, relatarnos las cosas que
habrán de suceder cuando Jesucristo regrese de nuevo, con el ánimo de alentarnos a
"estar preparados y vivir cada día con la pasión y con la excelencia de como si fuera el
último". El segundo; desafiarnos a alcanzar mayores cotas espirituales, a seguir
sumergiéndonos en las profundidades de la Palabra para disfrutar lo que está por
debajo de la superficie, y que antes nos quedaba oculto a los ojos. Juan, el último
autor de la Biblia, nos recuerda que hay "vida después de la vida", y que está a
nuestro alcance decidirnos, mientras tengamos tiempo.
Los ángeles que alaban a Dios a gran voz nos enseñan aun otra cosa que no
deberíamos olvidar: a llevar una vida de alabanza, por el sencillo motivo de que
deseamos honrarle sobre todas las cosas, porque Le amamos de todo corazón, hasta
tal punto, de que deseamos obedecerle en todo, cueste lo que cueste.
El verdadero sentido de la alabanza y adoración va mucho más allá de cualquier
expresión musical, lingüística o cultural. Es una actitud, un código universal que
solamente comprenden quienes han hecho de sus propias vidas una manifestación
constante de alabanza y adoración a Dios. No necesitamos ir a una iglesia para alabar
a Dios, porque podemos hacerlo mientras trabajamos, mientras cocinamos, hacemos
deporte, conducimos, mientras esperamos en la cola para pagar la compra. Y,
además, no sólo podemos alabar a Dios con palabras o pensamientos, sino también
con nuestros actos; podemos alabar a Dios mientras estamos haciendo algo "como si
fuera para Él". Si usted trabaja de manera excelente y realiza cada una de sus tareas
con la mayor excelencia, "como si fuera para Dios", está alabando a Dios. Y aunque
usted no fuera valorado por su jefe en su trabajo, si trabaja como para Dios, eso es
adoración: es dedicarle a Él todo lo que usted hace, todo lo que usted dice, todo lo que
usted piensa. La alabanza, querido amigo y amiga, son más que palabras: es un estilo
de vida.
Estimados oyentes, hasta aquí nuestro estudio de hoy. No se pierda nuestro siguiente
programa, donde seremos testigos, de la mano del apóstol y evangelista Juan, de la
Segunda Venida de Cristo. ¡Que Dios bendiga Su Palabra y a usted, estimado amigo,
amiga oyente!

Versículos 2-12
Continuamos hoy, estimados amigos, amigas oyentes y acompañantes en nuestra
travesía en esta interesante incursión en el libro de Apocalipsis. Un auténtico viaje
apocalíptico, que, programa a programa, continua sorprendiéndonos en cuanto a
intensidad y dramatismo; el Apocalipsis no es sólo una historia grandiosa y magnífica;
es la historia del retorno del señor Jesucristo a nuestro planeta Tierra; es la historia
del fin del mundo tal y como lo conocemos; es la historia de la caída y la destrucción
del enemigo de Dios, del Anticristo y de sus secuaces, y del juicio final de la
Humanidad, pero también nos relata el comienzo de "unos cielos nuevo y una tierra
nueva".
En nuestras Biblias, estimados amigos, hay muchos más tesoros de los que
sospechamos, y Apocalipsis es, sin lugar a duda, una joya especial. A lo largo de
muchos programas hemos ido desgranando las visiones del apóstol Juan, y nos hemos
ido internando en los mensajes que, tras casi veintiún siglos, han llegado hasta
nosotros por medio de las Sagradas Escrituras. La Biblia, que quizá tenga en alguna
estantería, estimado amigo y amiga, ha costado sangre, sudor y lágrimas. Muchos
tuvieron que morir como mártires para que la Biblia llegara hasta nosotros. Y nadie
muere por algo que no valga la pena, ¿verdad? La Biblia es y ha sido siempre el centro
y la razón de nuestros programas. La Biblia es sin duda, el libro más famoso del
mundo: el más famoso, pero no el más leído; el más vendido pero también, el más
ignorado.
Vamos ahora a abrir nuestra Biblia para disfrutar de su palabra y su mensaje. Nos
estamos acercando al final de este fabuloso libro. Hoy, regresaremos al capítulo 19,
versículo 2; un capítulo singular, donde asistiremos a una boda: la denominada "Boda
del Cordero", es decir, la unión de Jesucristo con la iglesia fiel, así como el posterior
banquete nupcial. Hoy también asistiremos al regreso del Señor Jesucristo a la Tierra.
Leamos los versículos 2 al 4 del capítulo 19:
2
porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha
corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la
mano de ella. 3 Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los
siglos. 4 Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y
adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
El ejército angélico entona su segundo aleluya, alabando a Dios porque el humo de la
Babilonia destruida se elevará por siempre jamás; es decir, que ya nunca más volverá
a resurgir de sus ruinas. A ésta, le sigue la alabanza de los veinticuatro ancianos y de
los cuatro seres vivientes. Recordemos que los veinticuatro ancianos aparecieron al
comienzo del libro, al igual que los cuatro seres vivientes. Ya vimos que los
veinticuatro ancianos representan posiblemente a los doce patriarcas de Israel y a los
doce apóstoles, y por tanto, representan a la totalidad de la Iglesia. Los cuatro seres
vivientes, como el león, el buey, el hombre y el águila, guardianes del Trono, seres
que adoran a Dios, juntos se postran ante la majestad y la autoridad de Dios en
adoración.
En el versículo 2 leímos lo siguiente: "Y ha vengado la sangre de sus siervos de la
mano de ella." A los creyentes se nos prohíbe vengarnos por nosotros mismos; un
cristiano jamás deberá tomarse la justicia por su mano. El apóstol Pablo escribió en su
Carta a los Romanos, en el capítulo 12, versículo 19: "No os venguéis vosotros
mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mía es la
venganza, yo pagaré, dice al Señor."
Si usted ha sido menospreciado o maltratado por causa de su fe, no busque venganza;
entregue su deseo de justicia en las manos de Dios, y Él la ejecutará algún día.
Leamos ahora, los versículos 5 y 6 de este capítulo 19 de Apocalipsis:
5
Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los
que le teméis, así pequeños como grandes. 6 Y oí como la voz de una gran multitud,
como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía:
¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!
La voz que procede directamente del Trono, probablemente, de uno de los querubines:
"Alabad a nuestro Dios ?dice la voz- vosotros todos Sus siervos, vosotros, los que le
teméis".
El grandioso final: "¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!" son
las alabanzas de la multitud de los redimidos. Toda esta inmensa multitud lanzará su
grito de alabanza porque la promesa de Cristo a Sus hijos se ha cumplido
completamente.
En el evangelio según San Lucas, capítulo 1, versículos 32 y 33, leemos: "Éste será
grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su
padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Él va a
venir. Pero antes de que Él venga, tendrá lugar esta gran boda.
Fijémonos ahora en un detalle muy significativo, muy propio de Juan: Este pasaje
nombra a Dios y le llama El Todopoderoso. La palabra griega original, "pantokrator",
quiere decir, literalmente, "el que controla todas las cosas". Lo significativo de esta
palabra es que aparece diez veces en todo el Nuevo Testamento, y nueve de ellas en
Apocalipsis. En otras palabras: éste es un título de Dios muy característico en
Apocalipsis.
Recordemos que cuando el apóstol Juan escribe el Apocalipsis, no ha habido otro
momento en la Historia en que estuvieran coaligadas contra la iglesia tantas fuerzas
destructivas. No ha habido ningún otro tiempo en el que un cristiano fuera llamado a
pasar por tales sufrimientos y a aceptar la perspectiva de una muerte cruel. Y, sin
embargo, aún en tales circunstancias, Juan llama a Dios pantokrator, es decir,
Todopoderoso. Esto es fe y confianza; y la grandeza de este pasaje está en que esa fe
y esa confianza son reiteradas, a pesar de las circunstancias. Los versículos 7 y 8 de
este capítulo 19 de Apocalipsis, dicen:
7
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del
Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino
fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
Ésta será sin duda la experiencia más emocionante de la Iglesia en toda su existencia.
La Iglesia, formada por los creyentes desde el día de Pentecostés, -el día en que el
Espíritu Santo vino a la Tierra, tal y como narra el capítulo 2 del libro de los Hechos de
los Apóstoles-, hasta el momento del arrebatamiento, la sobrenatural recogida, antes
del comienzo del período de la Tribulación, es ahora presentada como una novia al
Señor Jesucristo, siguiendo la similitud de una boda, para unirse con Él, como Su
esposa.
En la escena de las bodas del Cordero y Su novia representa la unión final entre
Jesucristo y Su Iglesia. La idea de la relación entre Dios y Su pueblo en términos "de
matrimonio" se remonta al Antiguo Testamento. Una y otra vez, los profetas hablaron
de Israel como la esposa del Señor. Y puede que ésta nos parezca una metáfora
extraña, pero refleja mejor que ninguna otra una serie de grandes verdades: 1º) Está
presente un intenso amor, dado que un matrimonio sin amor es una contradicción; 2º)
está la íntima comunión, tan íntima que el marido y la esposa llegan a ser una sola
carne, y participan de una común personalidad. Y es que, querido amigo y amiga, la
relación del cristiano con Cristo debe ser la más íntima y personal de nuestra vida. 3º)
También nos encontramos con el gozo: No hay nada comparable al gozo de amar, y
ser amado. Si el Evangelio no produce gozo, entonces es estéril. 4º) Y está la
fidelidad, dado que ningún matrimonio puede existir sin fidelidad; y el cristiano debe
ser tan fiel a Jesucristo, como Jesucristo lo es con él. El apóstol Pablo en su epístola a
los Efesios, en este capítulo 5 que mencionamos, versículos 25 al 27: "Maridos, amad
a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin
de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga, ni
cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha."
El Señor Jesucristo amó tanto a la Iglesia, que se entregó a Sí mismo por ella.
Recuerde lo que Él dijo en la oración sacerdotal del capítulo 17 del evangelio según
Juan, versículos 23 al 26, dijo: "Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en
unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos
como también a mí me has amado. Padre, aquellos que me has dado, quiero que
donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has
dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el
mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me
enviaste. Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el
amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos."
Juan, además nos dice aquí que el vestido de la iglesia es las acciones justas de los
santos. Se refiere aquí, no a la justicia de Cristo, sino a los resultados prácticos de esa
justicia en la vida de los creyentes, es decir, la manifestación exterior de la virtud
interior. El apóstol Pablo escribió en su epístola a los Filipenses, capítulo 3, versículo 9:
"Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es
por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe."
Ahora bien: ¿Por qué dice entonces el apóstol Juan que el vestido de boda es las
acciones justas de los santos? De la misma forma que el vestido de novia se utiliza
una sola vez, nosotros estaremos vestidos con la justicia de Cristo por toda la
Eternidad. Nosotros, como hijos de Dios, creyentes redimidos por la sangre de Cristo,
compadeceremos ante el Tribunal de Cristo, no para ser juzgados por nuestros
pecados, sino para recibir nuestra recompensa. A través de los siglos, los creyentes
han estado llevando a cabo actos de justicia, o buenas obras, no para salvación, regalo
que nos ofrece Cristo gratuitamente, hagamos o no buenas obras, sino como una
consecuencia externa de un cambio interno; y son precisamente estas buenas obras u
obras de justicia las que se han acumulado para adornar este hermoso vestido de
boda.
Esta idea nos lleva a reflexionar sobre lo siguiente: "¿Qué estoy haciendo para adornar
ese vestido de bodas? ¿Qué estoy haciendo para el Señor?" El apóstol Pablo escribió
en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 3, versículos 12 al 14: "Y si sobre este
fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la
obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será
revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra
de alguno que sobre-edificó, recibirá recompensa."
Utilicemos otra metáfora: el oro, la plata, y las piedras preciosas, sobrevivirán el
fuego, pero el heno y la madera y la hojarasca, se convertirán en humo. Es por ello
que se dice que las buenas obras son el vestido de bodas de la iglesia. "Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas." (Efesios 2:10). La Iglesia reflejará la
Gloria del Señor, y no la suya propia. En la Carta del apóstol Pablo a sus amigos y
hermanos en la fe, los Efesios 2:7, se nos dice: "Para mostrar en los siglos venideros
las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús."
Juan, como resulta habitual en él, nos obsequia con otro detalle de inmensa
significación: nos dice que la Iglesia, la Esposa de Cristo, está vestida de lino fino,
puro y resplandeciente. Hay un contraste con el escarlata y el oro de la Gran Ramera,
la iglesia apóstata, la seudo-iglesia. El lino fino representa las buenas obras de los
consagrados a Dios; es decir, es el carácter del verdadero cristiano lo que forma el
vestido de la Esposa de Cristo. Y de la misma forma, esto nos lleva a reflexionar:
¿Refleja mi carácter que soy cristiano? ¿Refleja mi carácter el de Cristo? ¿Alguien que
no fuese cristiano sabría que lo soy, debido a mi carácter?
Ahora, los versículos 9 y 10 de este capítulo 19 de Apocalipsis, nos dicen:
9
Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las
bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. 10 Yo me postré
a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de
tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio
de Jesús es el espíritu de la profecía.
Los judíos tenían la idea de que, cuando viniera el Mesías, el pueblo de Dios sería
invitado por Dios a un gran banquete Mesiánico. ¿Por qué dice Juan: "Bienaventurados
los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero"? ¿Quiénes son los llamados?
Juan no se está refiriendo aquí a la esposa (la Iglesia), sino a los invitados. La esposa
no es la invitada, porque es ella la que invita. Éstas son las personas que fueron salvas
antes de Pentecostés, todos los creyentes fieles y salvos por la Gracia mediante la fe
que vivieron hasta el nacimiento de la iglesia, narrado en el libro de los Hechos,
capítulo 2. Y, aunque aquí no son "la Esposa", todos ellos serán glorificados y reinarán
con Cristo en el Reino milenario. Entre los invitados se incluirán los Santos de la
Tribulación, y lo creyentes que vivan en un cuerpo terrenal durante el reino milenario.
La Iglesia es la Esposa durante la fiesta de presentación en el Cielo, que después
acompañará al Señor Jesucristo en Su regreso a la Tierra, para la celebración del
banquete en el Reino del Milenio. Tras ello, vendrá el nuevo orden y el matrimonio
será consumado.
Así pues, estimado amigo, amiga oyente, las Bodas del Cordero tendrán lugar en el
Cielo, mientras que, posteriormente, la cena o Banquete de bodas, será celebrado en
la Tierra. En el capítulo 25 del evangelio según Mateo, versículos 1 al 13, Jesucristo
relata la parábola de las 10 vírgenes, donde ninguna de ellas era Su esposa; Él sólo
tiene una esposa: la iglesia. Los judíos fieles y los gentiles que entrarán al Milenio lo
harán como los invitados al Banquete de bodas, que representa, evidentemente, el
Milenio. ¿Se puede imaginar usted una "luna de miel" que dure mil años? Amigo
oyente, eso sólo será el principio.
Abrumado por la grandiosidad de la visión, Juan cayó tendido en adoración delante del
ángel. El ángel, le responde: "No lo hagas". La Biblia prohíbe el culto a los ángeles
(Colosenses 2:18,19). Los ángeles son sólo "espíritus ministradores enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (Hebreos 1:14), y la
adoración sólo se la debemos dar a Dios. ¡Qué reproche el que tenemos aquí para
Satanás, el Anticristo, y el Falso Profeta, que pretenderán ser adorados! Nunca
olvidemos que con la venida de Jesucristo, no se necesita ningún otro intermediario
entre Dios y la Humanidad. Sólo Dios debe ser adorado y Jesucristo es el único
Mediador. Nadie, querido oyente, absolutamente nadie, puede mediar entre usted y
Dios. Dios no necesita intermediarios humanos. Jesucristo mismo dijo que sólo Él es
"el camino" al Padre, excluyendo cualquier otro camino, cualquier otro mediador.
Leamos el versículo 11 del capítulo 19 de Apocalipsis:
11
Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se
llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
Aquí tenemos uno de los momentos más dramáticos del Apocalipsis: el surgimiento de
Jesucristo, el Conquistador. El caballo blanco es el símbolo del conquistador, porque un
general romano cabalgaba en un caballo blanco cuando desfilaba en triunfo por Roma.
Cristo, en una imagen distinta de la mansedumbre que nos relatan los evangelios,
desciende aquí con poder y gloria. Se le llama Fiel y Verdadero. La palabra fiel en
griego, "pistós", significa literalmente "absolutamente digno de toda confianza".
Además, es Verdadero, cuyo original en griego, "alethinós", tiene dos significados:
Quiere decir "verdadero", en el sentido que Jesucristo es el único que trae la verdad y
que nunca, en ningún tiempo, dice nada que contenga la menor falsedad. Pero,
además quiere decir "genuino", que es todo lo opuesto a falso. En Jesucristo entramos
en contacto con la realidad libre de toda falsedad. Juan, añade: "Y con justicia juzga y
pelea". Una traducción alternativa podría ser: "Que juzga y hace la guerra con
integridad". Juan, sabía a su avanzada edad todo lo que se podía saber sobre la
perversión de la justicia: no se podía esperar justicia de un tirano pagano caprichoso.
En Asia Menor, hasta el tribunal del procónsul estaba sujeto a soborno y a mala
administración. Las guerras eran asunto de ambición, tiranía y opresión, más que de
justicia. Pero cuando Cristo el Conquistador venga, ejercerá su poder con justicia.
Leamos el versículo siguiente, el 12, que dice así:
12
Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía
un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
Aquí empieza la descripción de Cristo el Conquistador. Sus ojos son como una llama de
fuego. Ya vimos este detalle en Apocalipsis 1:14 y en 2:18. Representa el poder
irresistible de Cristo el Conquistador. Sobre Su cabeza luce muchas coronas. La
palabra original que se usa aquí es "diadema", que es la corona real, distinta de
"stéfanos", que es la corona de la victoria. Tiene, además, un nombre que no lo
conoce nadie más que Él mismo. No sabemos cuál es este nombre, pues el pasaje no
lo dice, y resulta inútil conjeturar. Hay cosas que nunca comprenderemos en esta vida.
Y es que solamente el Hijo de Dios puede entender el misterio de Su propio Ser.
"Nadie conoce al Hijo, sino el Padre (Mateo 11:27, Lucas 10:22).
Como vemos, el apóstol Juan, nuevamente, apunta a Jesucristo como único
protagonista del Apocalipsis.
Estimado amigo, amiga oyente, deseamos finalizar hoy nuestro programa con una
pregunta provocadora: ¿Apunta nuestra vida hacia Jesucristo, o hacia nosotros
mismos? Nuestros apetitos dictan la dirección de nuestras vidas; ya sean los anhelos
de nuestro estómago, el deseo apasionado por las posesiones o el poder, o nuestro
amor espiritual por Dios. Pero, para el cristiano, el hambre por cualquier otra cosa que
no sea Dios puede llegar a ser su mayor enemigo. ¿Sentimos esa hambre de Él? Si no
la sentimos, es probable que la causa radique que hemos estado picoteando
demasiado en las diversas ofertas en la mesa del "mundo", es decir, estamos
saciados, por aquellas cosas que no tienen nada que ver con Dios, y con Su buena
voluntad para con nuestra vida. ¿Tenemos quizá el alma demasiado llena de pequeñas
cosas que no dejan espacio para las importantes? Si estamos llenos, ¿cómo habría
sitio para Dios?
Le invitamos, muy estimado amigo, y amiga, a reflexionar sobre este pensamiento.
Esperamos volver a contar con su presencia en nuestro próximo programa, que ya se
acerca a su fin. ¡Que Dios siga bendiciendo Su Palabra con poder, paz, perdón y
esperanza, que pueden hoy ser suyos, si acepta a Jesucristo como su Salvador y
Señor! No demore esa decisión, que pudiera ser vital para usted.

Versículos 11-21
Hoy, estimado amigo, amiga oyente, continuamos nuestro viaje por el fascinante libro
de las profecías de Apocalipsis. Recordemos que el autor es el apóstol y evangelista
Juan quien relata las impresionantes visiones que Dios le permitió "ver y oír". Juan
relata ahora, en primera persona, lo que leemos en el capítulo 19, versículos 11 y 12,
que nos dicen:
11
Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se
llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de
fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno
conocía sino él mismo.
Tanto para ayudar a los nuevos oyentes que hoy nos acompañan, como aquellos
amigos ya habituales, vamos a recordar algunos detalles comentados en programas
anteriores. Hemos llegado al momento del regreso del Señor Jesucristo a la Tierra.
¡Qué suceso más emocionante, amigo oyente! Esta Segunda Venida del Hijo de Dios
es el clímax, ya que hasta ahora, hemos visto en este libro de Apocalipsis, la historia
de la iglesia, desde el día de Pentecostés, hasta el momento en que la iglesia fue
llevada, o "arrebatada", al Cielo en un evento sobrenatural.
A partir del capítulo 4 y hasta el capítulo 18, nos hemos encontrado sumergidos,
contemplando los siete años que dura el período de la Gran Tribulación, que tendrá
dos fases o tiempos, de tres años y medio cada uno. Ese período concluye con la
Venida de Jesucristo a la Tierra para establecer Su Reino.
Existe una idea muy vaga sobre el futuro de nuestro planeta Tierra. Algunos no creen
en nada específico, otros reducen todos los crecientes males presentes como
subsanables con el empleo de los vertiginoso avances tecnológicos; algunos han oído
"algo" acerca del Apocalipsis, pero lo relacionan con alguna película de Hollywood, y
los menos, saben, pero no se aclaran muy bien, que un día, ese Jesús considerado
"histórico", volverá a la Tierra, pero no ya como un indefenso niño, sino como Rey,
para instaurar la paz verdadera, en un Reino presidido por el amor, la justicia, la
unidad entre todos los pueblos. También piensan que Jesucristo pondrá a los "buenos"
en un lado, que sería el cielo, y a los "malos" en otro, que se llama el infierno eterno.
Estimado amigo y amiga oyente: no será tan sencillo, ni tan simple. Al leer la Palabra
de Dios somos conscientes del hecho de que Dios tiene un plan, un propósito y
programa para esta Tierra que Él está siguiendo de manera muy clara y rigurosa.
Debemos reiterar que este será el momento de la historia universal, el clímax hacia el
cual todos los eventos se están dirigiendo. El contraste que aquí observamos, con
respecto a Su primera Venida, es muy revelador, absolutamente extraordinario.
Amigo oyente, cuando Él vino por primera vez, Él vino como lo expresa poéticamente
George McDonald: "Estaban esperando a un rey que destruyera a sus enemigos, que
los elevara muy en alto, y Él vino, como un pequeño bebé, que hizo llorar a una
mujer". Así es como entró al mundo, Jesús. Fue manso y humilde. El Salvador, el que
murió por los pecadores. Ahora le veremos regresar en toda Su gloria y poder. ¡Qué
visión! Ésta es la manifestación final de la Ira de Dios sobre los pecadores en el
mundo. La rebelión de Satanás, de los demonios y de la humanidad es detenida y
juzgada. Él aplastará toda injusticia antes de establecer Su Reino de justicia. El Cielo
se abrió en Apocalipsis, capítulo 4, versículo 1, para permitir que Juan, como
representante de la Iglesia, entrase al Cielo donde pudo contemplar a los Ancianos, es
decir, al conjunto de la Iglesia, que ya está allí. Y ahora, en el capítulo 19 el Cielo
vuelve a abrirse para la magnífica salida del Señor Jesucristo. El caballo blanco sobre
el cual está montado es un animal de guerra. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, Él
entró en Jerusalén montado en un pollino, un asno joven, que, aunque era un animal
de reyes, significaba paz, y no guerra. Juan le ve montado en un caballo blanco, lo que
habla de guerra.
Jesucristo es llamado aquí "Fiel", porque Él ha venido a llevar a cabo este extenso
programa de Dios, y todo aquello que ya había sido profetizado. Aquellos que se
burlaban decían: "¿Dónde está la señal de Su venida?" La señal es que Él ya ha
llegado, está aquí. Él es fiel, siempre. El Señor Jesucristo es el único en el cual usted y
yo, amigo, amiga oyente, podemos confiar, y en el cual podemos descansar, porque Él
es, ha sido, y será siempre FIEL.
También se Le llama aquí "Verdadero". Intrínsecamente, Él es verdadero. Él dijo: "Yo
soy la verdad". (Juan 14:6). Él no es alguien "que dice la verdad". Él es la verdad. Él
es quien establece las normas de la verdad. Él es la vara que mide la verdad. Él hoy es
la verdad. ¡Qué maravilloso es tener a Alguien en quien confiar! Y aquí vemos que Él
ha venido a juzgar y a pelear, no para morir otra vez en una cruz.
Luego Juan continúa describiéndole: "Sus ojos eran como llama de fuego." En el
capítulo 1, recordemos, versículo 14, leímos que Sus ojos eran como llamas, mientras
caminaba por las iglesias, juzgándolas. Ahora había llegado la hora de juzgar la Tierra
y derrotar toda injusticia.
Y dice: "Y había en su cabeza muchas diademas." Esto nos indica que Él será el único
gobernante de esta Tierra. Su gobierno no hará concesiones, será una completa y
absoluta dictadura celestial.
Para aquellos que no hayan aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, para los
que vivan en ese tiempo será un período incómodo, porque Él será un dictador, pero
justo y verdadero. Él será el Rey de reyes y el Señor de señores.
En el versículo 12 leemos: "Tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él
mismo." ¿Cuál será ese nombre? Aquí se Le dan cuatro nombres, los cuales
corresponden a los cuatro Evangelios. En 1º lugar, es llamado el Rey de reyes. Ese
título corresponde al Evangelio según Mateo, porque Mateo presenta a Jesucristo,
como un Rey. 2º.- Él es llamado Fiel y Verdadero. El Evangelio de Marcos Le presenta
como el Siervo de Dios; la característica más importante en un siervo no es su
genealogía, sino "si es confiable". A un siervo se le pide fidelidad y confianza, ser "fiel
y verdadero". 3º. El Señor Jesucristo es llamado la Palabra de Dios. Esto lo leemos en
el Evangelio según Juan, donde se le denomina así: "En el principio era el Verbo . . . y
aquel Verbo fue hecho carne." (Juan. 1:1,14). El Verbo de Dios, la Palabra de Dios.
¿Cuál es este nombre que ninguno conoce? Bueno, nosotros tenemos una sugerencia.
Corresponde, en 4º lugar a lo que dice el Evangelio de Lucas, donde es presentado
como Jesús, el Hijo del Hombre. Y éste es el nombre que tenemos aquí: Jesús. Hoy en
día existe demasiada familiaridad en la utilización de ese nombre; se lo utiliza para
jurar y blasfemar. Pero éste es un nombre que usted y yo vamos a tener que
proclamar a través de la Eternidad. Él es Jesús, el Hijo del Hombre. ¿Conoce usted
verdaderamente a Jesús, amigo oyente?
Ésa es la razón por la cual el apóstol Pablo podía decir, no al principio de su ministerio,
sino al final, antes de ser ejecutado, en su epístola a los Filipenses: "A fin de
conocerle, y el poder de su resurrección." (Filipenses 3:10). Nadie conoce al Hijo sino
el Padre. Creemos que para los verdaderos cristianos, los auténticos hijos de Dios,
cuando lleguemos al Cielo, lo más grandioso será el conocer a Jesucristo, verle ¡cara a
cara!
Hay muchas personas que cuando se las llega a conocer bien, ya no resultan tan
atractivas como nos parecía, ¿verdad? Pero, con Jesucristo es todo lo contrario; cuánto
más Le conocemos, más cercanía e intimidad experimentamos en Su presencia;
nuestro amor por Él aumenta como también nuestro deseo de "ser como Él es", y de
hacer lo que Él nos pide. En el evangelio según Juan, capítulo 14, versículo 7
Jesucristo dijo: "Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le
conocéis, y le habéis visto." Y en el capítulo 14 del mismo evangelio según Juan,
versículo 9, dice: "Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me
has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices
tú: Muéstranos el Padre?" Y luego en esta oración intercesora que Él pronunció en el
capítulo 17 del mismo evangelio de Juan, en el versículo 3 leemos: "Y esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero."
El aprendizaje de conocer a Jesucristo es como una escuela, en la cual se comienza en
el grado inferior. Cuando llegamos a Jesucristo, cargados con nuestras penas, dolores,
quebrantos, angustias y todos nuestros pecados, Jesucristo se nos revela como
nuestro Salvador y Amigo personal. Y a medida que continuamos nuestro camino a Su
lado, más se nos revelará, más conocimiento tendremos, y nuestra confianza y fe
aumentará a medida que caminemos junto a Él. El autor de estos estudios bíblicos, el
Dr. J. Vernon McGee contaba que después de jubilarse Su deseo ferviente era conocer
mejor aún al Señor Jesús. Cada mañana al levantarse, le daba gracias al Señor por
otro día más de vida. Le decía: "Señor Jesús, te amo, te amo aun cuando no entiendo
bien, aun cuando pareces estar muy lejos. ¡Quiero conocerte mucho más!" Y pedía que
el Espíritu de Dios le ayudara a conocer más a la persona de Jesucristo. El dulce
nombre de "Jesús", amigo, amiga oyente, tiene un poder extraordinario que apacigua
y calma a nuestra alma en momentos de extrema angustia y dolor; infunde aliento,
esperanza y fuerza, porque su "Nombre, es sobre todo nombre". En el Cielo tendremos
toda una Eternidad para conocer al Señor Jesucristo.
Los versículos 13 al 16 de este capítulo 19 de Apocalipsis, dicen:
13
Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.
14
Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en
caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las
naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la
ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre:
REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
El versículo 13 comienza diciendo: "Estaba vestido de una ropa teñida en sangre". Y
también en el versículo 15, leemos: "Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del
Dios Todopoderoso. " Eso nos hace regresar al libro del profeta Isaías. Usted recordará
que leímos en el capítulo 63, los primeros 3 versículos que dicen: "¿Quién es este que
viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿Éste hermoso en su vestido, que
marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar.
¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar? He pisado yo
solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con
mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas."
Esta es una referencia a la Segunda Venida, no a la primera venida de Cristo. El
apóstol Juan comenta que Él regirá con vara de hierro. Eso nos recuerda lo que dice el
Salmo 2. Él es Aquel de quien Dios dijo: "Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi
santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: mi hijo eres tú; yo te
engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los
confines de la tierra." ¿Cómo llegará a obtenerlas? En Su Primera Venida padeció
hasta la muerte, pero ahora regresa para, como dice el Salmo 2, versículos 6 al 9:
"Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás." De
este evento nos está hablando Juan aquí en Apocalipsis. La Segunda Venida de
Jesucristo, a esta Tierra.
El furor de Su ira, en Su Segunda Venida, será un gran contraste con la mansedumbre
que demostró en Su Primera Venida. Sin embargo, en ambos se revela la Ira del
Cordero.
Llegamos ahora al final de la "guerra de Armagedón". Esta es la definitiva batalla final.
Leamos los versículos 17 y 18 de este capítulo 19 de Apocalipsis:
17
Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las
aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, 18
para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de
caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes.
Para nuestra mente moderna este texto de las Escrituras es incomprensible y
repugnante. Observemos que Dios lo incluye al final de Su Palabra, como para
recordarnos lo repugnante y nauseabundo que resultan para Él "las obras de la carne".
Los hombres que viven "en la carne", -que significa "vivir a mí manera", con una
mente materialista, hedonista, consumista; todo este conjunto de auto-gratificación
significa "la carne"- las personas que vivan "en la carne", verán su carne destruida. Al
final de la gran batalla que pondrá fin a la "guerra de Armagedón" un ángel invitará a
las aves carroñeras a que acudan a esta gran cena, a este banquete en la Tierra,
donde podrán saciarse, -dice: "Para que comáis carne de reyes y de capitanes, y
carnes de fuertes." Es terrible rebelarse contra Dios Todopoderoso, porque Él juzgará
a todos los que "no están con Él, sino en contra de Él". Ahora, continuemos con los
versículos 19 y 20 de este capítulo 19 de Apocalipsis, donde, por primera vez, se abre
el Infierno:
19
Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear
contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. 20 Y la bestia fue apresada, y
con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales
había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su
imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con
azufre.
La Bestia y el Falso Profeta desafiarán a Dios hasta el último momento. La bestia
mencionada aquí es el Anticristo, ese gobernante político que llegará a ser el dictador
mundial, y su brazo derecho, el Falso Profeta, el gobernante seudo-religioso,
responsable de propagar la adoración y la veneración de este falso "salvador del
mundo", que incluso fabricará una imagen del gobernante mundial y la colocará en
Jerusalén como objeto de culto, ambos serán tomados. Y el versículo 21 nos dice:
21
Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el
caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.
La rebelión del hombre contra Dios es inútil y absurda. Estos dos grandes tiranos
rebeldes, el Anticristo y el Falso Profeta, tienen la dudosa distinción de ser los
primeros en ser arrojados al Infierno. Todavía no es la hora del castigo de Satanás, el
diablo, Él todavía no ha llegado a ese terrible lugar.
Surge, naturalmente, la pregunta de si el lago de fuego es un sitio real, y si hay que
interpretarlo de forma literal. Bueno, amigo, y amiga oyente, vamos a regresar a este
tema cuando estudiemos el siguiente capítulo 20 de Apocalipsis. Si este sitio no es
real, entonces se demostrará que será peor, peor que un lago de fuego que arde con
azufre. Piense en esto hasta que lleguemos a estudiar el capítulo 20.
"Con la espada que salía de Su boca." ¿Qué será esto? Claramente vemos en la
Palabra de Dios lo que significa "la espada". Es la misma Palabra de Dios. Es Su
Palabra. "Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos,
y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón", Carta a los Hebreos,
capítulo 4, versículo12. Y el apóstol Pablo escribió en su epístola a los Efesios, capítulo
6, versículo 17: "Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la
Palabra de Dios."
El profeta Isaías, en el capítulo 11, versículo 4 de su libro, nos dice: "Sino que juzgará
con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la
tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío."
Indudablemente es la Palabra de Dios. Y fue la Palabra de Dios la que creó este
universo. Es la Palabra de Dios la que nos salvará. El apóstol Pedro en su primera
epístola, capítulo 1, versículo 23 dice: "Siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre." Así
es como se nace de nuevo, estimado amigo, y amiga oyente, y será por la Palabra de
Dios que será destruido todo lo impío al fin de este tiempo. ¿Se ha percatado que
hasta ese momento Satanás no ha sido castigado, todavía no está en el Infierno?
Bueno, vamos a ver este tema en nuestro próximo programa y confiamos que usted
vuelva a sintonizar nuestro programa.

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