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El porquê de los que van

Peronistas y piqueteros en ei Gran Buenos Aires


(una antropologia de Ia política vivida)

Julieta Quirós

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Este libro fue financiado por ei proyecto UBACyT S043 Antropologia dei
Consumo, proyecto acreditado y financiado por Ia Secretaria de Ciência
y Técnica de Ia Universidad de Buenos Aires.

MUSEU NACIONAI
Departamento de Antropoio.
Btca. Francisca Keller

NO,
17012

ISBN: 978-987-1238-81-1
Primera edición: Editorial Antropofagia, octubre de 2011.
www.antropofagia.com.ar

Quirós, Julieta
El porquê de los que van ; Peronistas y piqueteros en ei Gran Buenos
Aires(una antropologia de Ia politica vivida) . - Ia ed.- Buenos Aires
: Antropofagia, 2011. 296 p. ; 23x15 cm.

ISBN 978-987-1238-81-1

1. Antropologia Social. 2. Grupos Sociales. I. Título.


CDD 306

Queda hecho el depósito que marca Ia ley 11.723. No se permite Ia repro-


duccíón total o parcial de este libro ni su almacenamiento ni transmisión
por cualquier médio sin Ia autorización de los editores.
A Horacio,
y a nuestro hijo Gabino
Introducción

I. La política popular argentina: imágenes morales en disputa


En el mismo bar dei centro porteno al que me había convocado a mí,
Roberto Martino, máximo dirigente de una organización de desocupa
dos dei sur dei Gran Buenos Aires, había citado a Elena, una argentina
radicada en Nueva York que desde hacía unos anos se desempenaba en
nuestro país como representante de Global Exchange, ONG norteameri-
cana "dedicated to promoting political, economic, environmental, and
social justice'".
-Un minuto y estoy con vos -me dijo Martino cuando llegué, después
de presentarme a Elena e invitarme a sentarme con ellos.
-^Ustedes pueden el jueves 17? -le preguntó Elena con agenda en
mano.

-Sí -contesto él- lA Ia manana?


-Sí, pero hasta Ias dos de Ia tarde -dijo ella-, porque a Ias três tenemos
que estar de vuelta para ver a Ias Madres.
-Okay -dijo Martino-, pero si cerramos Ia visita con un almuerzo,
entonces tienen que llegar temprano. i,Van en combi?
-Sí ^Cuánto era que demorábamos? -preguntó Elena.
-Si salen dei centro, calculale una hora y media. Nosotros los espera
mos en Ia estación de Varela para llevarlos hasta el barrio.
-Bien. O sea que llegaremos tipo diez...
-Tendrían que llegar a Ias nueve -dijo Martino.
-Bueno... Y arrancamos con una charla de presentación dei movi-
miento. Ia historia de Ia organización, esas cosas...
-Sí, empezamos con Ia presentación, recorremos el taller têxtil, des
pués podemos ir a Ias huertas, al centro de salud que está funcionando

1 http://www.globalexchange.org/tours. Consultada el 10 de marzo de 2009.


12 El porquê de los que van

muy bien (tuvimos capaoitax:ión de médicos cubanos) -aclaró Martino—,


y después algunos comedores así conocen los barrios... Y después cerra
mos con el almuerzo ^Cuántos son?
-Diez -dijo Elena.
-i,De dónde son?
-Hay bastante mezcla esta vez; hay italianos, hay dos norteamerica-
nos, creo que una espanola, un holandês, y creo que alemanes también.
^Con el almuerzo haoemos como siempre, Io preparan ustedes y después
me decís?
-Sí, Ias cocineras dei comedor Io preparan.
-Ah... che, i,cómo era el tema agua, que no me acuerdo? -dijo Elena.
-Cómo... -preguntó Martino con cara de no entender.
-i,Estaba bien para tomar? i,Era potable?
-Bueno -dijo Martino-, nosotros tomamos de ahí... O sea... sí, es
agua común...
-Bueno, por Ias dudas yo llevo agua mineral y gaseosa, así que por Ia
bebida no se preocupen.

Hacía ocho anos que Elena organizaba reaJity tours en Argentina,


una modalidad de viaje conocida como turismo alternativo, o también,
turismo social. Su primei contacto con Global Exchange, organización
promotora de estos tours, databa de vários anos antes, cuando, como
residente argentina en Estados Unidos, Elena había contratado, via esa
ONG, un reality tour a Cuba: "En esa época", me contó Elena aquella
tarde dei bax,"para nosotros esa era Ia única forma posible de conocer Ia
isla". Fue en ese viaje que se le ocurrió que Ia Argentina también podia
ser un destino atractivo para los reality tours. Entonces armó un proyecto
y Io presentó en Global Exchange. Por mucho tiempo no tuvo respuesta:
"Hasta que vino Ia crisis dei 2001", me dijo, "y ahí me llamaron".
Con Ia crisis de 2001 Ia Argentina se tornaba objeto de interés in
ternacional: para el establishment local y global, Io hacía en tanto (mal)
ejemplo de Ia debacle econômica y el default financiero; para los diversos
progresismos, en cambio, pasaba a representar un caso ejemplar de re
sistência popular al neoliberalismo y sus efectos de exclusión. Y así, por
ejemplo, a nadie que haya asistido al segundo encuentro dei Fórum Social
Mundial, celebrado en Porto Alegre un mes después de los acontecimien-
tos de diciembre de 2001, se le podría pasar por alto el lugar sobresaliente
que "larebelión argentina" ocupaba en los seminários, mesas de trabajo,
grupos de debate, y conferências dei evento. Más llamativo era -al me
nos Io fue para mí- que en cualquier interacción informal el solo hecho de
"ser argentino" despertara comentários y preguntas referidas a aquel 20
Introducción 13

de diciembre: "Qué ejemplo"; "Qué combativos"; "Es que los argentinos


no se callan"; "^Vos estuviste en Ia Plaza?"
Imagen ejemplar que, entre otras cosas, transformaria a nuestro país
en flamante polo de atracción dei turismo social: Io que tornaba rea-
iistas a los tours organizados por Global Exchange en nuestro país no
serían aquellos destinos convencionales como Ias cataratas dei Iguazú o
Ias atracciones de Ia capital portena -que, dígase de paso, también es-
taban incluidos-, sino el contacto, cara a cara, con una serie de actores
y organizaciones populares, surgidos al calor dei conflicto social de una
década de gestión neoliberal. Los procesos de privatización dei sector pú
blico, desindustrialización, y flexibilización de los derechos laborales; Ia
irrupción dei desempleo estructural que signó los anos 90 en Ia Argen
tina; crearon, entre otras cosas. Ias condiciones de posibilidad para Ia
emergencia de nuevas experiências de movilización colectiva; sin duda Ia
constitución de movimientos de desocupados, más conocidos como mo-
vimientos piqueteros -organizaciones que instaJaron el desempleo como
problema social, hicieron dei derecho al trabajo una reivindicación frente
al Estado, y dei piquete de ruta su principal método de protesta-, fue
una de Ias más notables de esas experiências, y como era de esperarse,
destino privilegiado dei turismo alternativo^.
También Ia investigación militante y acadêmica, nacional e interna
cional, se vio interpelada por diciembre de 2001. EI campo intelectual
se constituyó, junto a médios de comunicación y actores políticos, en
activo partícipe de Ia construcción de esa Argentina de Ia resistência;
casi a Ia par de su discurrir, los sucesos de diciembre (y los que les si-
guieron inmediatamente) devinieron objeto de estúdio; movimientos de
desocupados, asambleas vecinales, fábricas recuperadas, movimientos de
economia solidaria y comercio justo, clubes de trueque: cada una de es
tas manifestaciones de Ia Argentina movilizada encontro su lugar en Ia
producción sociológica, historiográfica, antropológica, politológica y fi
losófica. Inquietud colectiva que se expresó, entre otras cosas, en una
multiplicación de equipos de investigación, tesis de grado y posgrado,
mesas en congresos acadêmicos, y publicaciones, sobre Io que dio en Ila-
marse (nuevos y nuevas) "formas de protesta social", "formas de acción
colectiva", "movimientos sociales", y a veces, más genéricamente, "polí
tica contenciosa" o "política beligerante"^.

2 Para un análisis dei surgimiento de los movimientos de desocupados en Argentina, véase


Svampa y Fereyra 2004. Para un análisis dei proceso socio-histórico a través dei cual el
piquete se instala como forma socialmente reconocida de demanda frente al Estado, véase
Manzano 2007.
3 Menciono algunas de Ias principales publicaciones que resultaron de Ia investigación
acadêmica, militante, y académico-militante, desarrollada al calor de los acontecimientos
14 El porquê de los que van

Alguna vez comenté que a principies de 2005, cuando di inicio a mi


trabajo de campo en Florencio Varela -distrito dei sur dei Gran Bue
nos Aires al que me había acercado con Ia idea de estudiar el fenômeno
piquetero-, me sorprendió ver que entre los personajes con quien era
permanentemente eisociada y confundida en mis recorridas por los ba-
rrios, estuvieran -además de "los periodistas", "Ias asistentes sociales
dei gobierno" y "los sociólogos"- "los extranjeros". Recuerdo que en una
oportunidad, Gafa, uno de mis principales interlocutores de campo en
ese entonces, me llevó a recorrer Ias sedes y comedores comunitários dei
movimiento de desocupados dei que participaba en ese momento. En uno
de esos comedores nos pusimos a conversar con el grupo de mujeres que
preparaba el almuerzo, y en un momento pude oír que una de ellas le
decía a Gafa, a media voz:
-Che, ojo que esta entiende todo...
Y Gafa, dándose cuenta de que yo había escuchado y que no había
vuelta atrás, le dijo que "cómo no iba a entender" si yo era "argentina".
-Ay, qué papelón -dijo Ia mujer, ruborizada, en médio de Ias carca-
jadas de sus companeras. Y como queriendo disculparse me explico: -Es
que te vi así, blanquita, y pensé que eras una de Ias alemanas o de Ias
francesas, viste, que vienen todo el tiempo por acá...
Los companeros de Ias organizaciones piqueteras parecían habituados
a Ia atracción que suscitaban en el progresismo nacional e internacional.
Y aún cuando, de una u otra forma, todos aprendimos a naturalizar visi
tas de ese tipo, aquella tarde de julio de 2008 en que Elena (representante
de Global Exchange) coordinaba con Martino (dirigente dei Movimiento
Teresa Rodríguez), el tour de diez gringos por bardos dei Gran Buenos
Aires, me sorprendió encontrar que, siete anos después de los aconteci-
mientos de 2001, esos vínculos forjados al calor de Ia Argentina de Ia
resistência^ siguieran vivos.
Pero no fue Ia resistência el único discurso legado por diciembre de
2001. Su contrapartida fue Ia interpretación que vio en Ias moviiizacio-
nes de aquel 19 y 20 una conspiración palaciega de Ia que el pueblo
movilizado no habría sido más que un instrumento. Desde esta lectura,
los saqueos a comércios y supermercados que, a mediados de aquel mes,
de 2001: sobre procesos y formas de protesta social, Scribano y Schuster 2001, Schuster
y Pereyra 2001, Giarraca 2001, Lobato 2002, Lobato y Suriano 2003, Battistini 2002,
Auyero 2002a, 2004, Almeyra 2004, Schuster et al 2005; sobre los sucesos de protesta de
diciembre de 2001, Cafassi 2002, Giarraca et al 2007; sobre asambleas barriales, Bielsa et
al 2002, Grimberg et al 2004, TVigubofF 2008; sobre fábricas recuperadas y autogestiona-
das, Fernández Álvarez 2006; sobre movimientos de desocupados, Oviedo 2001, Colectivo
Situaciones 2003, Cross y Cató 2002, Lenguita 2002, Isman 2004, Masseti 2004, Svampa
y Pereyra 2004, Delamata 2004, Auyero 2002b.
Introducción jg

marcan el fin dei gobierno dei entonces presidente Fernando De Ia Rúa,


fueron interpretados -y más tarde denunciados- como maniobra políti
ca, a través de Ia cual una fracción dei establishment habría llevado a
cabo su plan golpista. Esta lectura suponía un actor decisivo: el peronis
mo. El aparato justicialista, valiéndose de sus "redes clientelares" en el
conurbano bonaerense, habría organizado y manipulado a "los pobres"
-"saqueadores"-, dirimiendo de este modo, y una vez más, los destinos
políticos de Ia nación.
Me acuerdo que yo llevaba algunos meses de trabajo de campo en
Florencio Varela cuando Gafa, sin disimular Ia risa que le provocaban
mis preguntas, me explico que los saqueos dei 2001 habían sido "todo
política":
-Eso es todo agitación -me dijo-; todo armado Juli, esas cosas son
siempre así, como los saqueos dei 89.
Gafa me contó entonces que en el 89, cuando "trabajaba para los
peronistas", había sido convocado por "el partido" a una reunión donde
recibirían directivas importantes. Aunque él había ido entusiasmado a
esa reunión -"A mí me encanta agitar", solía decir Gafa-, salió de allí
decepcionado porque se dio cuenta de que "Ia movida" no estaria dirigida
a "los gordos", sino al "almacenero de Ia esquina". Y eso, para Gafa, no
era saquear; eso era afanar: "Igual que el 2001, igualito".
Si diciembre de 2001 nutrió Ia Argentina de Ia resistência, también
recreó el fantasma de su antítesis: Ia Argentina de Ia política espúria y an-
quilosada. Ia Argentina dei clientelismo. Y de alguna forma esta imagen
adquiere un nuevo impulso cuando en abril de 2002 el gobierno provisio-
nal de Eduardo Duhalde declara Ia "Emergência Ocupacional Nacional"
-el índice de pobreza alcanzaba entonces al 53% de Ia población-, y lanza
el programa de asistencia social de mayor envergadura en Ia historia dei
país, el Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados (pjjhd), un subsidio
de 150 pesos mensuales (50 dólares en esa época) para jefes y jefas de fa
mília que declararan su condición de desocupados/as. En sí Ia naturaleza
dei PJJHD no era nueva: desde el ano 1996 y en el marco de un aumento
ininterrumpido de Ia tasa de desempleo -que había alcanzado en 1995 el
20 % de Ia población económicamente activa-, los gobiernos nacionales
y provinciales implementaban diversos tipos de programas de ocupación
transitória de ese monto y operatoria -programas popularmente conoci-
dos con el nombre de planes de empleo o planes sociales. Lo que sí dio
particular trascendencia al PJJHD fue su alcance: financiado por el Tesoro
Nacional y el Banco Mundial, y enmarcado en un decreto de urgência dei
Poder Ejecutivo Nacional orientado a garantizar el "Derecho Familiar de
16 El porquê de los que van

Inclusión Social", ei pjjhd llegó a contar, en menos de un afio, con 2


millones de beneficiários en todo el país"^.
La enorme maquinaria burocrática demandada por un programa con
cebido como política de asistencia universal, los critérios particulares de
distribución aplicados, en Ia práctica, por Ias organlzaciones que estuvie-
ron a cargo de su ejecución -desde ONGs y entidades municipales, hasta
movimientos de desocupados y organizaciones religiosas-, dieron lugar a
un intenso debate, mediático y político, sobre el presunto "manejo clien-
telar" de Ia "ayuda social". Desde el pjjhd. Ia Argentina dei cJienfceJismo
seria Ia Argentina dei "manejo de los planes": además de diagnósticos
reetlizados por organizaciones no gubernamentales y organismos interna-
cionales de crédito, de informes e investigaciones periodísticas de amplia
difusión (véase, por ejemplo Dinatale 2004, 0'Donnell 2005), los médios
de comunicación fueron el escenario privilegiado donde periodistas, figu
ras políticas, intelectuales, y expertos, expusieron sus críticas y denuncias
sobre Ia operatoria (clientelar) dei plan. Tal vez uno de los signos más
notables de esa preocupación sea, como muestra el trabajo de Vommaro
(2009a), el incremento sostenido que tuvo, desde 2002 en adelante, en los
principales diários dei país, Ia aparición dei término "clientelismo" y su
asociación casi exclusiva a Ia administración de planes sociales.
También aqui el campo acadêmico tuvo su participación como pro-
ductor de representaciones-sobre. Los estúdios sobre clientelismo no eran
nuevos® pero sin duda Ia apelación al término cobra impulso de Ia mano
de un conjunto de investigaciones sobre formas de organización política
en contextos urbanos social y sociologicamente definidos por Ia pobreza^.
En algunos casos. Ia cuestión dei "manejo de los planes" llegó a susci
tar preocupaciones sobre Ia posible influencia o contaminación que Ia
Uamada "cultura clientelar" dei peronismo podría ejercer sobre aquellas
organizaciones que, como Ias piqueteras, habían devenido íconos de Ia
4 Un cuidadoso análisis dei contexto y los marcos políticos y burocráticos dei pjjhd y
otros programas de ocupación transitória, como su vinculación con Ias políticas sociales
de "lucha contra Ia pobreza" dispuestas por los organismos internacionales de crédito
desde inícios de los 90, puede encontrarse en Manzano 2007 y Vommaro 2009a.
5 Sobre los estúdios de "clientelismo" en Ia academia argentina véase Guber y Soprano
2003, también Soprano 2002, y Vommaro 2009b.
6 Ya en Ia década dei 90 Ia constitución de vínculos políticos territoriales, especialmente
en el marco de procesos de implementación de políticas sociales, había sido objeto de
investigación, sobre todo desde Ia antropologia: véase, por ejemplo, Neufeld et al 1996,
Grassi et al 1994, 1996, Andrenacci et al 2000, Scaglia y Woods 2000. En esta línea
se enmarcan trabajos posteriores, como los de Grimson et al 2003, Andrenacci 2002,
Delamata 2004, Míguez y Semán 2006, y otros especificamente orientados al estúdio de
Ia estructura territorial (y "clientelar") dei peronismo, como Auyero 2001, 2002c, 2007,
Levitsky 2005. Estúdios de política local que discuten Ia noción de "clientelismo" pueden
encontrarse en FVederic 2004, Rosato 2003, Soprano 2003.
Introducción 17

política de Ia resistência: "^Hay una diferencia -se plantearon algunos


investigadores (Grimson efc ai 2003:74-76)- entre ia obligación de asistir
a un acto impuesta por un puntero peronista y Ia decisión votada por una
asamblea de desocupados de que aquellos que no participen activamente
de una protesta no puedan acceder a los benefícios obtenidos?"
Recientemente, Javier Auyero, sociólogo argentino y referencia en los
estúdios sobre clientelismo contemporâneo, reaviva Ia discusión sobre los
sucesos de diciembre de 2001, con Ia publicación de La Zona Gris (2007),
trabajo en que examina el lugar jugado por los punteros dei peronismo
bonaerense en los saqueos, o Io que el autor llamó "Ias conexiones ocultas
y clandestinas" entre Ias redes clientelares de Ia "política ordinária" y los
hechos de "violência extraordinária".
Pienso que, nutridas desde distintos espacios y actores sociales, resis
tência y clientelismo constituyen dos imágenes morales de Ia política, y
más precisamente, de Ia política que tiene por protagonistas a los sectores
populares -a veces llamada, también, política popular, o política de los
pobres, según reza el título de una de Ias obras más conocidas de Auyero
(2001). Esas dos imágenes se defínen de forma relacionai y, al decir de
Bourdieu (2000:153), dan cuerpo al antagonismo entre Ia versión "posi
tiva" y Ia versión "negativa" de "Io popular": Ia resistência es Ia buena
política. Ia política de Ia lucha, el compromiso y Ia transformación; el
clientelismo es Ia mala política. Ia dei intercâmbio instrumental. Ia ma-
nipulación y Ia reproducción. Y si, para algunos. Ia primera puede ser
también sinônimo de 'mala política' -política dei conflicto, política que
atenta contra el orden-, hay, sin embargo, un componente que Ia hace
conservar su valencia positiva y que, en última instância. Ia distingue de
Ia segunda. Ese componente tiene que ver con una explicación tácita a
'por quê Ia gente está ahí' o 'por qué va'-a manifestar el 20 de diciembre
de 2001 por ejemplo. La idea de resistência involucra una razón legíti
ma: esa gente va por adhesión a un conjunto de ideas, por convicción o
compromiso hacia alguna causa; mientras el clientelismo convoca razo-
nes ilegítimas: esa gente va por interés -a Ia espera de algún benefício-,
o va por necesidad -una necesidad que otros, los poderosos, aprovechan
y manipulan. En este sentido, resistência y clientelismo son dos respues-
tas alternativas -legas y acadêmicas, de 2001 y de hoy- a una misma
pregunta: ^Por qué esas personas participan de esos hechos políticos?
Una primera forma de enunciar el objeto de este libro es decir que
tiene por protagonistas a algunas de esas personas, es decir, a algunos de
los que,en Ias arenas públicas, mediáticas, y acadêmicas,dan cuerpo a Ias
imágenes de Ia resistência y el clientelismo. El escenario en que transcurre
esta obra, sin embargo, no son esos eventos -saqueos, movilizaciones.
18 El porquê de los que van

insurrecciones- que tantos debates suscitan en los âmbitos mediáticos,


políticos, y sociológicos, sino una trama de relaciones y experiências,
menos visible y menos espectacular, que teje esos eventos y los hace
posibles. Esa trama se sitúa en un lugar, un conjunto de barrios dei
município bonaerense de Florencio Varela, y gravita en torno a una serie
de actores que, posiblemente, para buena parte de mis lectores, remita a
dos estereótipos en que suelen personificarse esas dos imágenes morales
de Ia política: el piquetero y el puntero. Mi idea es que, al finalizar el libro,
el lector me haya acompanado en dos desplazamientos: por un lado, que
esos estereótipos se hayan desdibujado en hombres y mujeres de carne y
hueso, con todos sus pliegues y contradicciones; por otro, que Ia pregunta
formulada por el sentido común lego y acadêmico de Ia resistência y el
cJienteiismo -por que Ia gente está ahí-, haya dado lugar a otra -cómo Ia
gente está ahí-, y con ella, a respuestas que resultarán menos familiares,
pero también, confio, más interesantes.
En este sentido, una segunda forma de enunciar el objeto de este li
bro es decir que trata sobre el involucramiento político. Primero, porque
explora, desde una perspectiva etnográfica^, cómo Ias personeis viven y
se involucran, cotidianamente, en algo que suelen llamar política. Segun
do, porque a través de esa exploración, somete a reflexión una serie de
hábitos epistemológicos a partir de los cuales Ias ciências sociales acos-
tumbran a pensar y explicar Ias relaciones de los sectores populares con
Ia actividad política -y tal vez vale aclararlo desde ahora: escribo sectores
populares en itálica para indicar su caracter de término nativo dei campo
intelectual socio-antropológico con el cual este libro dialoga y discute.
Llevaba algunos meses de trabajo de campo en Florencio Varela cuan-
do le comenté a Ia Huanca -una referente barria!^ dei peronismo en el

7 A quien Ia palabra "etnografía" le es extrana: se conoce como etnografía o trabajo


de campo etnográfico a un modo de conocimiento, propio de ia antropologia, en el que
ei investigswlor: a) se vale de una inmersión directa y prolongada en el universo social
a estudiar; y b) formula sus preguntas y respuestas de investigación a partir de! punto
de vista y Ia experiência de Ias personas que componen dicho universo. Qué significa
esto en Ia práctica, y qué implicâncias analíticas conlleva, son cosas que el lector va a
ir capturando con el propio correr de Ias páginas, de manera que al finalizar este libro
"etnografia" le resultará un término más próximo. Sobre Ia etnografía como método,
mirada y tipo de escritura, véase Guber 2001.
8 En el sentido común, y en buena parte de Ia literatura sociológica, suele utilizarse el
término puntero para referir a aquellos que trabajan con o para algún candidato o línea
partidaría, movilizando bases y reclutando votantes; sin embargo, en muchos universos
-como en los barrios en que se basa mi investigación- puntero no funciona como una
autodenominación, sino como un califícativo peyorativo asignado por otros; en cambio,
los llamados punteros suelen designarse a sí mismos referentes barrfafes (véase también
Colabella 2009, Manzano 2007, Vommaro 2007, Quirós 2006).
Introducción 19

barrio Las Rosas- Ia posibilidad de armar un proyecto documental so


bre Ia política barrial. Ella, mostrándose realmente entusiasmada con Ia
propuesta, me dijo:
-Sabés qué me gustaría de Ia película, me gustaría que mostremos co
mo son las cosas... Que Ia gente no viene porque le tengas que dar algo
para que te acompane, que Ia gente viene porque tiene un compromiso
con uno.

En aquel entonces lei este comentário como una aclaración dirigida


a mí: una "escritora de Ia universidad", como Huanca solía presentarme
en su universo de relaciones (o una "rubia de Capital", como podría bur-
larse una vez que nuestro vínculo había alcanzado una buena dosis de
confianza y complicidad). Como una u otra, yo provenía de ese mundo
para el cual Ia Huanca -una puntera dei pj- y su trabajo político, son
signos inequívocos de clientelísmo. Conocedora de esta mirada sobre su
universo. Ia Huanca buscaba defenderse de Ia sospecha, y el documental
parecia una buena oportunidad para hacerlo. Precisé de algún tiempo,
sin embargo, para percibir que las distinciones involucradas en Io que
ella queria que "mostráramos en Ia película" -"venir por compromiso"
vs. "venir por algo"- eran agenciadas en otras situaciones, y no sólo fren
te a mí. Otro tanto me llevó entender que no se trataba, meramente, de
categorias cognitivas o normativas con las que Huanca "daba sentido"
a su actividad política; eran palabras con las que hacía y creaba reali
dades, términos con los que atribuía y evaluaba intenciones propias y
ajenas, justificaba y/o criticaba el accionar propio y el de los otros, y en
ese camino, hacía -y/o deshacía- sus propios vínculos y relaciones. Pre
cisé todavia de más tiempo para otorgar a esas atribuciones de intención
-"venir por" esto o Io otro- el lugar que, creo hoy, mereceu en una etno-
grafía que se propone dar cuenta de Ia política en su dimensión vivida.
Basicamente porque, al igual que los cientistas sociales, y que cualquier
persona en su vida cotidiana, mis interlocutores de campo someten su
mundo a interrogación; y entre otras cosas (junto a los periodistas, figu
ras políticas, e intelectuales que producen imágenes y explicaciones-sobre
"Io popular" y Ia política "popular"), ellos también formulan respuestas
a Ia pregunta de 'por qué están ahí': por qué y cómo, ellos y otros, van
y vienen a ciertas organizaciones, manifestaciones, y actos políticos. Y
cotidianamente tejen sus vínculos en base a las respuestas que se dan a
estas preguntas, es decir, a las explicaciones, razones, e intenciones que
atribuyen a sus acciones y las acciones de los otros.
Explorando Ia pragmática de las explicaciones, justificaciones, y crí
ticas, que las personas dan en su hacer (política y otras cosas), este libro
20 El porquê de los que van

se propone contribuir al esbozo de (Io que me gustaría llamar, valién-


dome dei término acunado por B. Mallnowski) una "teoria etnográfica"
dei Involucramiento político®. En Io que sigue, presento al lector los ca-
minos empíricos y conceptuales a través de los cuales este propósito fue
construido.

II. LIegar a Florencio Varela: de Ia política escindida a Ia política


vivida

Corria el mes de enero de 2005 cuando,siendo estudiante de maestria, caí


en Florencio Varela (un município de 350.000 habitantes ubicado a 24 km
al sur de Ia ciudad de Buenos Aires), con Ia idea de estudiar el "fenômeno
piquetero". Digo caí porque en esa mezcla de elecciones y azares que es
Ia definición dei lugar de campo dei antropólogo, llegué a esos barrios de
los que poco sabia, a excepción de que, por algunas características, po-
dían ser promisorios para mi tema de investigación: Florencio Varela era,
como solían ensenar los libros, cuna de Ias primeras organizaciones de
desocupados y de los primeros piquetes de ruta dei Gran Buenos Aires;
de acuerdo a Ias clasificaciones dei Instituto Nacional de Estadísticas y
Censos, formaba parte, además, de los distritos que componen el "Con-
urbano 4", Ia región con índices más elevados de desempleo y pobreza de
todo el Gran Buenos Aires (gba). Al ano 2001, por ejemplo, mientras
los 24 partidos que componen el GBA presentaban en conjunto un índice
de pobreza por nbi dei 17,6 %, en Florencio Varela Ia cifra trepaba al
30,4 %,Ia más alta de todos los distritos'". En 2002 Ia tasa de desempleo
nacional alcanzaba el 21,5%, el 24,2% para el GBA, y el 26,8% para el
"Conurbano 4"". Para el ano 2009, Ia tasa de desempleo medida para el
GBA había descendido al 12,3%, mientras para el "Conurbano 4' era aún
de 17,8%'^
Tal vez el mayor desafio que me impuso el contacto cara a cara con
este imiverso, fue el de lidiar con una sinuosidad que no se ajustaba a
distinciones y clasificaciones sociológicas a Ias que yo estaba habituada:
"Antes trabajaba para los peronistas, ahora me anoté con los piquete-
ros", me decían algunos de mis interlocutores de campo."Yo estaba en un

9 Sobre Ia noción de "teoria etnográfica" véase Malinowski 1935. Véase también Jnfra.
10 Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2001, indkc.
11 Encuesta Permanente de Hogares Continua, indec.
12 SEL Consultores.
Introducción 21

movimiento, pero ahora me pasé con el intendente", decían otros; "Tra-


bajé mucho para los peronistas, ahora estoy con los piqueteros"; "Antes
nosotros éramos un movimiento piquetero, ahora somos un movimiento
político", me explicaria una dirigente dei Movimiento Evita, organización
piquetera que en 2004 se alinea politicamente con Ia gestión dei gobierno
de Néstor Kirchner, y pasa a formar parte de Io que vários médios de
comunicación dieron en llamar "piqueteros K".
Mientras Ia literatura disponible sobre piqueteros se veia preocupa
da por demarcar fronteras -políticas, ideológicas, programáticas- entre
Ias organizaciones existentes, mis interlocutores me mostraban que sus
relaciones no estaban predeterminadas por su pertenencia a una de esas
organizaciones; mientras Ia bibliografia oponía el piquetero (dei movi
miento social) y el puntero (dei peronismo), mis interlocutores vivían
situaciones en que esos rótulos guardaban continuidades, y cuya oposi-
ción podia ser irrelevante; Ia expresión "estar con" (los piqueteros, los
peronistas), que Ias personas usaban para referir a Io que hacian, reve-
laba el carácter relacionai y situacional de sus pertenencias colectivas
(véase Quirós 2005, 2006).
Claro que mi sorpresa, y el hecho de que ese escenario me resultará
sinuoso, tenia que ver menos con una propiedad intrínseca a él y más
con Ias propias prenociones que yo caxgaba. Una de Ias más arraigadas
era esa visión compartimentada de Ias experiências políticas de los secto-
res populares que el campo acadêmico contribuyó a producir: me refiero
a Ia separación y oposición -como si de naturalezas excluyentes se tra
tara- entre política contestataria y política no contestataria; o política
beligerante (de los movimientos sociales. Ia protesta social, y Ia acción
colectiva) y política institucionalizada (de los partidos y sus redes clien-
telares) Esta compartimentación (que replica en el discurso acadêmico
Ia oposición resistência/clientelismo de Ia que hablê más arriba) puede
verse, hasta el dia de hoy, plasmada en una división dei trabajo intelec
tual: cada "variante" de Ia política constituye un objeto de investigación
diferenciado, cuenta con sus propios programas de curso en Ias currículas
universitárias, con sus propios simpósios, foros, y mesas de trabajo en
los congresos de ciências sociales, con sus producciones y publicaciones
bibliográficas, y tambiên, claro, con sus propias tradiciones teóricas y
marcos explicativos (de un lado Ias teorias sobre acción colectiva y mo
vimientos sociales, dei otro Ias teorias de partidos, redes, clientelismo y
13 Esta clasifícación se nutre, fundamentalmente, de una lectura e importación de laa
teorias de Ia acción colectiva desarrolladas por Charles Tilly en los anos 70. Una primera
crítica dei propio autor a Ia rigidez analítica de esa y otras oposiciones implicadas en
los usos dados a Ia noción de "acción colectiva", puede encontrarse en Tilly 1995. Para
revisiones posteriores véase Tilly 2005.
22 El porquê de los que van

patroneLzgo; de un lado ia sociologia de Ia transformación, dei otro Ia


sociologia de Ia reproducción)
Eran esas y otras oposiciones analiticas (y morales) Ias que mis inter
locutores de campo, en sus movimientos a Io largo dei tiempo y dei espa
do, ponían en cuestión, tornando cada vez más áridas Ias visiones desde
lejos que, en aquel entonces, dominaban (salvo excepciones, véase Man-
zano 2004, Auyero 2002b, 2004), los estúdios sobre piqueteros. Estúdios
que englobé -no sin cometer alguna injusticia intelectual- en el rótulo "so
ciologia de los movimientos"(Quirós 2006:25 y ss), en Ia medida que com-
partían una serie de procedimientos básicos: 1) hacer dei "actor colectivo"
(un movimiento, ios movimientos, ei movimiento piquetero en genérico) o
de Ia "acción colectiva"(una protesta, varias protestas, ia protesta social
en genérico) su objeto y unidad de análisis; 2) hacer dei discurso oficial
y público de Ias organizaciones, como de Ias entrevistas a sus dirigentes
y militantes reconocidos, Ia fuente privilegiada en Ia construcción de los
datos; 3) por intermédio de una sinécdoque, hacer de esos discursos Ia voz
representativa de "el movimiento", y por extensión, de "los piqueteros".
Al finalizar Ia lectura de Ia literatura disponible, uno podia diferen
ciar y clasificar Ias distintas organizaciones de desocupados según sus
orientaciones políticas, modalidades organizativas, filiaciones partidárias,
objetivos y consignas, orígenes y desarrollos; también había aprendido
mucho sobre el surgimiento dei piquete como forma de acción colectiva,
sus causas estructurales, sus efectos transformadores en niveles macro y
micro, colectivos e individuales, objetivos y subjetivos, políticos e identi-
tarios. Pero una serie de preguntas quedaban sin respuesta, sencillamente
porque no formaban parte dei tipo de interrogantes que interesaba a los
autores(y que en general interesan a un antropólogo): ^Quiénes eran esos
íiombres y mujeres que se llamaban y/o eran llamados piqueteros? iQné
era de sus vidas? ^Cómo y en qué circunstancias se habían aproximado
a una organización de desocupados? i,Cómo y en qué circunstancias se
habian dispuesto a participar de un piquete? í,Qué significaba y cómo
vivían esas experiências'^?

14 Aún cuando estas oposiciones hacen ai sentido común acadêmico dominante, afortu
nadamente en los últimos cinco anos el escenario intelectual ha dejado de ser monolítico.
on distintos objetos, recortes, y preocupaciones, los resultados de una serie de inves-
tigacjones recientes -en su mayoría de tipo etnográfico, o influídas por Ia etnografía-,
ponen en tela de juicio Ias visiones rupturistas, desplegando tramas de relaciones donde
distintas expresiones de Ia política y diversas formas de vínculo con el EJstado, se entre-
cruzan y desplazan. Véase especialmente los trabajos de Merklen 2005, Manzano 2004,
2007, 2009, Frederic 2009, FVederic y Masson 2007, Ferraudí Curto 2006, 2009, Vommaro
2007, Auyero 2007, Colabella 2009, Grimson et ai 2009.
15 Un uso antropológico de Ia noción de experiência, tal como Ia entiendo a Io largo de
esta obra, puede encontrarse en Turner 1967, 1985, y Thompson 1968.
Introducción 23

Fue en virtud de estas inquietudes que el punto de partida de Ia in-


vestigación etnográfica que emprendería en Florencio Varela consistió en
descentreirme de "el movimiento" (y de "Ia acción colectiva") como ob
jeto. En términos de campo, este desplazamiento implico redefinir qué
iba a ser etnografiado y desde el punto de vista de quíén: mis observacio-
nes no estarían centradas ni en Ias sedes de una organización, ni en esas
prácticas que F. Weber (1991) llamaría "visibles y oficiales" -reuniones,
asambleas, piquetes o marchas, por ejemplo. Mis principales interlocuto
res tampoco serían Ias caras oficiales de Ias organizaciones, sino aqúellas
personas, más anônimas, que cotidianamente nutrían sus columnas movi-
lizadas. Fueron Ias experiências rutinarias de esas personas, los espacios
por donde transitaban -Ia casa, el trabajo. Ia escuela, el centro de salud,
el club social, el centro municipal, el movimiento. Ia casa dei puntero pe
ronista, Ia iglesia-, y Ias relaciones que constituían y Ias constituían -de
parentesco, de vecindad, de amistad; adscripciones políticas y religiosas-,
aquello que engrosaría mis registros de campo.
Fue así como los barrios de Florencio Varela me revelaron algo más
que un mundo de piqueteros. Más de una vez escribí que, entre otras
cosas, una de Ias impresiones más fuertes que tuve al cruzar Ia avenida
Sarmiento y adentrarme en los barrios donde iba a centrar mi trabajo de
campo, fue Ia de estar en un universo social en el que Ia reproducción
material de Ia vida depende no sólo de los circuitos dei mercado, sino
también, y en buena medida, de una intervención estatal cotidiana en Io
que refiere a Ia asignación de recursos y programas de asistencia social
para Ia población. En aquel entonces, los planes de empleo o planes so-
ciales eran, sin duda, el más importante de esos recursos. Como escribí
originariamente (Quirós 2006:54 y ss), el plan no sólo se revelaba como
un médio de vida generalizado, sino también como un lenguaje colectivo,
manejado y entendido por todos: anotasse en el plan, estar en el plan,
esperarlo, recibirlo, cobrarlo, darlo de baja, darlo de alta, perderlo, eran
los signos más recurrentes de ese lenguaje, como también Io eran Ias foto
cópias dei DNi y dei CUIL, y Ias planillas y Ias firmas a Ia contraprestación
requerida por el gobierno como contrapartida dei subsidio'®. Algo simi-
16 Los planes sociales implementados en Ia Argentina desde mediados de ia década dei 90
se enmarcan en "políticas activas de empleo" previstas por los organismos internacionales
de crédito. Contraprestación es el término utilizado por Ias reglamentaciones y normati
vas de esos programas para designar el conjunto de actividades laborales, comunitárias,
educativas, de capacitación y formación, que corresponde desempenar a cada destinatário
como contrapartida de su plan. En el marco de un modelo de política social concebida en
términos de inclusión y empoderamiento de Ia sociedad civil, Ia contraprestación busca
promover destinatários activos con posibilidades de reinserción laborai. Sobre Ias caracte
rísticas de Ia política social implementada en Ia Argentina desde los anos 90 en adelante,
véase Acuna, Kessler y Repetto 2002, Vommaro 2009a.
24 El porquê de los que van

lar sucedia en relación a los programas alimentarios: ei ticket, ei vaie, ia


caja de mercadería, constituían -y constituyen- signos cotidianos de los
barrios de Florencio Varela. Como sefialan algunos autores para el Gran
Buenos Aires (Grimson 2009:35), resulta difícil encontrar en los barrios
de Varela una organización social o política que no cuente con su propio
comedor,su copa de leche, o con alguna forma de asignación de alimentos.
Pero no fue sólo esta omnipresencia estatal Io que llamó mi aten-
ción, sino también, Ia forma en que esos recursos eran asociados por mis
interlocutores a los piqueteros y a ios peronistas:
-Mi casa era el lugar donde venía todo el barrio -me decía en una
oportunidad uno de los hijos de Ia Polaca, referente histórica dei pero
nismo varelense en el barrio Villa Margarita-. Había una inundación,
había hambre, o Io que fuera, y tenías a todos acá en casa. Hoy vienen
menos porque están los piqueteros, pero si no, acá llovía y tenías a toda
Ia gente durmiendo en el comedor, o pidiendo chapas. Ahora los movi-
mientos también dan. Ia semana pasada fueron al asentamiento a repartir
colchones con un camión, ^los viste?
A partir de su experiência, el hijo de Ia Polaca me narraba una de Ias
transformaciones más significativas dei escenario político de Florencio Va-
rela, y dei Gran Buenos Aires en su conjunto, en los últimos diez anos: Ia
constitución de los movimientos de desocupados como interlocutores dei
Estado en lo que respecta a la obtención y gestión de recursos, políticas,
y programas de asistencia social que tradicionalmente eran monopolio
casi exclusivo de Ias redes de referentes barriales dei Partido Justícialis-
• En los barrios, Jos piqueteros pasaron a formar parte dei universo
de ^uellos que, como me dijo el hijo de la Polaca, también dan.
n particular me sorprendería, durante mis primeras visitas a Vare-
. ^^^tralidad que recursos como el plan tenían en Ia forma en que
niis interlocutores narraban su aproximación-a o distanciamiento-de una
organización piquetera; "A mi hermana le había salido el plan de los
mueteros, entonces vine y me anoté", me decían algunos; "Como la
MumcipaUdad ya no estaba dando planes, me vine con los piqueteros",
ecian otros; "Estuve meses marchando con los piqueteros, pero el plan
nunca me salió";"Acompano a la Polaca [referente barrial] porque me dio
el plan"; "Trabajaba con los peronistas pero me cansé de esperar, ahora
17 Desde sus orfgenes, la principal base política y electoral dei peronismo ha sido el Gran
Buenos región de la província de Buenos Aires que suma una población de casi 10
millones de habitantes, y constituye un tercio dei padrón electoral nacional. El peronismo
gobierna la província desde 1987; y el município de Florencio Varela desde 1983, primero
bajo el mandato dei intendente justicialista Júlio Carpinetti (1983-1986 y 1987-1991), y
después dei también justicialista JuUo Pereyra, quien en 2007 fue reelecto en su quinto
mandato consecutivo.
Introducción 25

me anoté con los piqueteros". El plan parecia ser aquello que había in
corporado ei estar con, ei trabajar con -los peronistas, los piqueteros- al
"horizonte de los posibles", como diria Sigaud (2004, 2005), de muchos
de mis interlocutores de campo. La recurrencia de Ia expresión "anotar-
se con" -que, como habria de ver tiempo después, circulaba también en
otros universos (cf. Ferraudi Curto 2006, Manzano 2007, Vommaro 2007,
Colabella 2009)- parecia sintetizar esa asociación entre Ia participación
en espacios considerados políticos, y el acceso a recursos econômica y
socialmente significativos como un plan^^.
El plan se revelaba, además,como un objeto en circulación a través dei
cual Ias personas tejian y destejian múltiples relaciones de obligaciones y
derechos: entre vecinos, parientes, agentes estatales, referentes barriales,
politicos, y organizaciones piqueteras; y era en virtud de estas relaciones
que Ias personas transitaban por espacios disimiles, trascendiendo fronte-
ras organizacionales, y desafiando clasificaciones sociológicas. El circuito
de mi trabajo de campo fue trazado por estos trânsitos; y este proce
der, poco convencional, me llevó a reflexionar sobre Ia unidad analitica
que me encontraba recortando. En un primer momento supuse que si mi
unidad no era "el movimiento", era el barrio -un recorte territorial, en
lugar de organizacional'®. Después pensé que hablar de barrio presuponía
un conjunto de fronteras geográficas delimitadas, cuando Io cierto es que
mis recorridos de campo se habían ido configurando a través de los lazos,
múltiples y heterogêneos, que Ias propias personas entretejían. Mi unidad
no era de naturaleza sustantiva -el/los movimiento/s, o el/los barrio/s-

18 La expresión anotarse-con (los piqueteros, un político) o anotarse-en (Ia Municipa-


lidad) refíere a Ia acción de inscribirse en Ias listas de aspirantes a una política social,
como un plan de empleo por ejemplo. La recurrencia de Ia expresión "anotarse con los
piqueteros", entre mis interlocutores de campo, indicaba Ia institucionalización de Ias or
ganizaciones de desocupados como parte -junto con entidades municipales, asociaciones
civiles, y ONGs- de los ejecutores de esos programas. En el caso de Florencio Varela, fue
entre el 1999 y 2001 que, tras constituirse juridicamente como "asociaciones civiles", los
movimientos de desocupados fueron formalmente reconocidos como espacios habilitados
para realizar Ia selección e inscripción de beneficiários. Como muestra el trabajo de Man
zano (2007), ese proceso de reconocimiento no se dio de manera simultânea ni homogênea
en todos los distritos. Cabe senalar, por otro lado, que al ano 2004 se estimaba que Ias
organizaciones piqueteras gestionaban sólo el 10% de Ia totalidad de planes sociales de Ia
Argentina (cf. Svampa y Pereyra 2004); y para el ano 2009 consultoras privadas indican
Ia misma cifra (Informe CIPPEC, Centro de Implementación de Políticas Públicas para Ia
Equidad y el Crecimiento).
19 Sobre el barrio como recorte analítico y locus de Ia "politicidad" de Ias cJases popu
lares, véase Merklen 2005, Grimson et ai 2003, y más recientemente, Grimson et ai 2009.
Antecedentes a esta perspectiva son analizados por FVederic (2003): como muestra Ia au
tora, en Ia década dei 80 los cientistas sociales argentinos construyeron al barrio como
unidad de análisis, en tanto espacio social privilegiado de Ia politización de los sectores
populares.
26 El porquê de los que van

sino relacionai: una trama de vínculos de inter-conocimiento por Ia que


mis interlocutores transitaban y me hacían transitar.
En términos analíticos, abordé esa trama valiéndome dei concepto de
Gguración de Norbert Elias (1991, 2001), es decir, como un entramado
de relaciones de dependência recíproca o interdependência entre perso-
nas. Y enfatizo Ia noción de persona, porque si mi objeto no eran "los
movimientos" ni "el barrio", tampoco eran "los piqueteros": eran perso-
nas cuya experiencia-en y relación-con una organización de desocupados
no podia ser entendida sino a través de otras experiências y dimensio
nes relacionales de su vida. Básicamente porque, como nos han ensefiado
viejos y nuevos socio-antropólogos, si es cierto que Ias personas hacen
relaciones, también es cierto que Ias relaciones hacen personas (o si se
quiere: Ias relaciones tâmbién son primero). Los cortes unidimensionales
a los que estamos tan habituados en ciências sociales (el sociólogo dei tra-
bajo estudia "trabajadores", el sociólogo de Ia salud estudia "pacientes
o médicos", el piqueterólogo estudia "piqueteros"), aplanan a Ias per
sonas a una única dimensión y desatienden un principio epistemológico
^ndamental: para comprenderlas en tanto "trabajadores", "pacientes ,
médicos", o "piqueteros", es necesario considerar su condición de
Partiendo de estos princípios, los actores colectivos y Ias acciones
colectivas fueron encarnándose en formas múltiplos y heterogêneas de
ser y estar-con-Jos piqueteros, como también de sentir, vivir, significar,
apreciar, y ser afectado-por esa experiência. Restituir a los movimientos
en el movimiento de Ia vida -escribí entonces-, era embarcarse en ese
universo díspar que se resistia a ser encorsetado en dilemas prefabricados.

a Varela; rehaclendo objetos


Sobre Ia base de esta tríada analítica centrada en Ias nociones de fi-
guración, persona, y experiência, Ia investigación que da origen a este
libro vuelve a Florencio Varela como lugar. Un retorno que ai principio
en^ezaba el ano 2007- no me resultó fácil.
Pasadas Ia satisfacción dei reencuentro con muchas de Ias personas
que habían protagonizado mi tesis de maestria; pasadas Ias emociones
despertadas por ese trabajo que había sido publicado y ahora circulaba
por varias manos en libro^^; el hecho de dar continuidad a un campo ya

20 Véase F. Weber 1991, y Beaud y Pialloux 1999.


21 Cruz&ndo 1& Sârmíento. Una etnografia sobre piqueteros en Ia trama social dei sur
dei Gran Buenos Aires (cf. Quirós 2006).
Introducción 27

conocido me suscito, durante largos meses, más intranquilidad que con-


fianza, más desventajas que puntos a favor: Ia falta de extranamiento,
primero, y después, Ia sensación de que no podría ver ni decir algo dife
rente a Io dicho. Durante algún tiempo, mis recorridos por esos barrios
ya caminados, me parecieron una adición a Io mismo: más personas, más
casas, más familias, más rutinas, más historias, más planes, más movi-
mientos. Una interpelación insidiosa me acompanaba: i,Cómo no hacer
de mi tesis de doctorado una mera repetición, ampliación o coníirmación
de Ias preguntas y respuestas ya formuladas?
A esto se le sumó el problema de Ia residência: Ia idea inicial de hacer
un trabajo de campo con todas Ias letras, instalándome en los barrios
de Varela, no resultaria sencilla de concretar en los hechos. Las casas de
Ias personas con quienes tenía un vínculo de confíanza no tenían espado
disponible; Ia posibilidad de alquilar un cuarto o una casa presentaba
dificultadas que mis propios interlocutores expresaban: que ese barrio
mejor no; que a este otro podría entrar pero no salir de noche; que por qué
mejor no buscaba ir con alguien; que por qué mejor no me buscaba algo
por Varela. 'Varela' queria decir el centro dei município, donde quedan
los barrios más antiguos y acomodados, el centro comercial y cívico, y
Ia estación de tren, desde donde parten los ramales de Ia línea 500 de
colectivos hacia los barrios periféricos que yo transitaba. Las advertências
de mis interlocutores me hablaban no tanto de Ia percepción que ellos
tenían de su mundo, como de Ia que tenían de ese mundo en relación
al mio y a mi; en definitiva, de cómo ellos codificaban algunas de las
distancias que nos separaban. Mientras decidia qué hacer, y considerando
que mi trabajo aún no había "comenzado formalmente", me propuse ir
a Varela tan temprano como me fuera posible. El rápido "Bosques Via
Temperley", que salía a las 7.35 de Ia estación Constitución en Capital,
y llegaba a Ia estación Varela una hora después, seria el principio de una
serie de rutinas que se iban a prolongar, inicialmente, a Io largo de diez
meses consecutivos.
Al sentimiento de frustración por no realizar uno de los preceptos
de Io que consideraba un trabajo de campo strícto sensu, se agregó otra
distancia: Ia de Pato Elizalde, esa adolescente que había sido mi principal
interlocutora de campo durante mi trabajo de maestria, y protagonista,
también principal, de Ia toma dei local que iba a transformarse, más
tarde, en sede de Ia juventud dei movimiento de desocupados Teresa
Rodríguez (mtr de aqui en adelante)^^. Al poco tiempo de mi retorno a

22 En Cruzando Ia Sarmiento, Pato Elizalde, una de sus protagonistas principales, apare


ce con el seudónimo de Vero Aguirre. En esta oportunidad, haciendo lugar al desacuerdo
en relación al uso de nombres fícticios que ella, su família, y otros interlocutores me

UFRJ ^
MN BI
28 EI porquê de los que van

Varela, Pato se iba a alejar dei mtr, e iba a limitar su participación a Ias
marchas. Por Ias mananas estaba yendo a Ia escuela -cursaba su último
ano de secundaria, en poços meses cumpliría los 18-, y por Ias tardes
estaba trabajando como ninera a unas cuadras de Ia casa. Al alejarse dei
MTR Pato se alejaba de mi pesquisa, o mejor dicho, yo me alejaba de ella
y de su vida, esa que tanto me había ensefiado de Florencio Varela, dei
estar con los piqueteros, y dei caracter relacionai de Ia etnografía.
Mientras tanto, su hermana Maria, dos anos menor -que hasta en-
tonces había tenido un vínculo acotado con el MTR, y solía quejarse "dei
movimiento" porque Ias marchas eran largas, y porque su padre y su her
mana "se Ia pasaban en el movimiento"- parecia ahora aproximarse, sin
prisa y sin pausa. Guando volvi a Varela estaba trabajando en la copa de
leche de una de Ias sedes dei mtr; poco tiempo después seria nombrada
subdeJegada, asumiendo Ias responsabilidaxies que le tocaban como tal;
ai tiempo la veria asistir a Ias reuniones de la juventud dei movimiento,
que se hacían los dias sábados en aquel local que había vuelto a abrir, y
quedaba a unas doce cuadras de su casa. Una vez, mientras nos tomába-
mos el 500, de Villa Margarita a Varela, y me contaba de una discusión
que había ocurrido en la última reunión de los jóvenes, Maria refirió, por
pnmera vez, a ese cambio que yo venia observando en su vinculo con la
organización:
-Viste que antes yo iba asi nomás —me dijo-. Como que tenia que
y punto. Ahora voy distinto... Me interesa Io que se habla en Ias
reumones, opino... No sé, como que me fui enganchando, viste. ..
De los tantos déjà vu que me había deparado mi vuelta a Florencio
^ela, la expresión de Maria fue de esas que, en el mismo momento
que uno Ias escucha, se da cuenta de que ya hubo otras igualitas que
pasaron sin ser advertidas. El verbo no me era nuevo, tampoco la con-
jugacion. ir enganchándose. Más arriba hablé de cómo me sorprendió,
su momento, la preeminencia que ocupaba la expectativa de obtener
^rias oportunidades, he respetado su voluntad de conservar los nombres
disfintas circunstancias
he hecho conalgunos
(y en aqueilascasos,
personas quelectura
trás la protagonizan este libro
dei borrador), y que, en
manifestaron
a pre erencia de conservar sus nombres en esta publicación. Para el resto de Ias personas
que aparecen en estas páginas, he utilizado nombres íicticios, como también he modifi-
nombres propios de barrios y calles de Florencio Varela. También me valgo de
nimos para nombrar a los funcionários de gobierno que aparecen a Io largo de este
I ro, exceptuando figuras de alto conocimiento público, que aparecen con sus nombres
rea es. un cuando aigunas de estas personas pueden haber preferido constar con su
nom re oripnal, y a sabiendas de que, como suele ocurrir en Ias etnografías, cualquier
conocedor dei universo en cuestión no tendrá dificultad para identificar quién es quien,
he apelado al recurso de los seudónimos, a los fines de preservar la identidad de aqucllos
que, por distintas razones, no pudieron ser debidamente consultados al momento de esta
publicación.
Introducción 29

un plan en Ia forma en que Ias personas me narraban su aproximación


a una organización piquetera. Necesidad era, de hecho, el término con
que muchos referían a Io que cierta literatura desestimaría como una
explicación economicista de Ia acción colectiva: "Yo acá vine por nece
sidad"; "Lo primero que te trae es Ia necesidad", escuché muchas veces
entre mis interlocutores. Es curioso que, después de decir estas palabras,
esas personas pasaban a indicarme el momento en que habían empe-
zado a marchar; seguían contándome cada una de Ias actividades que
habían realizado dentro dei movimiento en esos comienzos; luego descri-
bían otras rutinas que se habían ido sucediendo; hasta que, como quien
sintetiza una historia en una única frase, concluían diciéndome: "Y así
me fui enganchando..."
Y aunque había escuchado esta expresión muchas veces, nunca me
había interpelado. Tal vez ahora sí lo hacía por Ia sorpresa que me causó
Ia proximidad y el entusiasmo de Maria hacia el movimiento -quizás,
y para mi asombro, resulta que sí estaba abierta a percibir cosas que
en otro momento, abstraída en ciertas discusiones e inquietudes intelec-
tuales, personales, políticas, no había podido percibir. ^Qué era engan-
charse? ^Qué era lo que había enganchado a Maria? ^Cómo se había
ido enganchando? De manera simétrica e inversa: ^Qué habría ido des-
enganchando a Pato?
Eran preguntas difíciles de responder por intermédio de palabras: el
engancharse sólo podia observarse en acción. Y no sólo en lo que Maria o
Pato u otros hacían, sino también, y sobre todo, en cómo lo hacían. Ma
ria no solamente había pasado a participar más dei movimiento. Estaba
participando distinto. Ahora voy distinto^ me había dicho. De repente. Ia
repetición que había encontrado en mi retorno al campo, esa que tanto
me preocupaba porque sólo me parecia más de lo mismo, emergió como
una oportunidad para capturar etnográficamente ese "distinto". Sin que
lo supiera, mi reencuentro con Maria era el inicio de Ias preguntas de
investigación que dieron origen a este libro. Cómo Ias personas se en-
ganchan en -algo que ellas y otros suelen llamar- política. Lo que era
también preguntarme cómo Ia política Ias engancha.
Y como sospechaba entonces, y pretendo demostrar a lo largo de
estas páginas, capturar el engancharse requeriría de una serie de despla-
zamientos epistemológicos y metodológicos. En primer lugar, preguntarse
cómo Ias personas (se enganchan-en) -en lugar de por qué (están, van,
o vienen)-, no significa tanto sustituir una respuesta unívoca por otra
múltiple, sino más bien, apostar a una indagación procesual que obser
ve a Ias personas en acción. Y observar en acción es observar lo que se
hace con actos, pero también con palabras, lo que se dice con palabras.
30 El porquê de los que van

pero también con actos, con silêncios y con gestos. En segundo lugar
(y por tanto), significa expandir Ias dimensiones con que solemos cons
truir el dato etnográfico, pasando a considerar seriamente no sólo Io que
miramos y escuchamos en el campo —eso que probamos ante los otros
cuando escribimos 'fulano hizo tal cosa', o más corrientemente, poniendo
dos puntos y abriendo comillas: 'fulano dijo tal otra'—, sino también, Io
que podemos olfatear y percibir. Es decir: explorar cómo Ias personas
se engancban, nos convoca a dar un lugar -analítico y epistemológico— a
Ias múltiples dimensiones de conocimiento que son puestas en juego en
el trabajo de campo en tanto experíencia vivida por una persona, el in
vestigador/a/es (véase Wacquant 2009). Como bien senala Favret-Saada
(1990), Ia comunicación entre el etnógrafo y sus interlocutores de campo
no es solamente verbal; tampoco exclusivamente voluntária e intencional:
como en cualquier relación social, en Ia relación de campo hay también
comunicación no verbal, impensada, y desprovista de intencionalidad.
Salvo que insistamos en reducir Ia antropologia a una indagacíón de los
aspectos intelectuales de Ia experíencia humana (cosificados en Ias "re-
presentaciones nativas"), no hay razón, argumenta Favret-Saada, para
ción^En evidencia empírica
sintonia con producida a partir
estas observaciones, vale de esa aotra
volver los comunica
preceptos
e método etnográfico dei viejo Malinowski, quien ya en los anos 20 nos
enseno que eso que llamamos "perspectiva nativa" no es sólo -m tanto-
^ punto de vista, una forma de ver o pensar el mundo, sino también
y más bien-, un cierto sabor de Ia vida que el estar-ahí dei trabajo de
campo permite capturar^^
ohV go,
' entre otras
refierecosas,
a mi ainvestigación, recuperaraquello
des-compartimentar estos presupuestos me
que mis hábitos
habían aprendido a compartimentar: engancharse no era
® acción, pero tampoco de una sumatoria de acciones; no era
de 1 razón -como Ias implicadas en el 'por qué están ahí
cJienteJismo-
si^atoria de razones -esas pero"morales",
"políticas", tampoco "econômicas"
era producto de una
, "sub-
je iv^ j con que los antropólogos solemos venir a complejizar aquello
que,juzgamos, otros colegas simpJifícan. En este sentido, ir atrás dei en
gancharse implico redimensionar Ia propia idea de persona que yo estaba
manejando: Ia experíencia de mis interlocutores sólo podia ser entendida
^
con que Mauss, enconcepción de persona
una conferência "total",
de 1924, para usar
caracteriza a eseIaserexpresión
humano
completo y concreto" que es objeto de Ia sociologia -un ser humano en
23 Véase también Favret-Saada 1977.
24 Cf. Malinowski 1995.
Introducción 31

el que cuerpo, alma, y sociedad, se entremezclan, y que ei sociólogo debe


contemplar en "todas Ias fibras de su ser" (1971:284 y ss).
Y aunque creo que algo de esto estaba esbozado en Cruzando Ia Sar-
miento, sus implicâncias analíticas y teóricas no estaban exploradas. De
alguna forma este libro consiste en esa exploración, entendida y ejer-
citada en términos de un proceso de producción de teoria etnográfica.
Si partimos de Ia idea de que "teoria etnográfica" no es ni teoria pura
mente "antropológica", ni teoria puramente "nativa", sino aquello que el
etnógrafo produce a partir dei encuentro de una con otra (véase Gold-
man 2006), entonces el objeto de este libro puede (re)enunciarse en estos
términos: qué direcciones y desplazamientos pueden tomar nuestras prác-
ticas cognoscitivas y explicativas dei involucramiento político, si estamos
dispuestos a averiguar cómo Ias personas se van enganchando.
Pato y Maria Elizalde me Uevarian a don Dib, delegado de Ia sede
dei MTR donde ellas trabajaban. Don Dib me iba a llevar a Ias reuniones
semanales de delegados dei mtr, en Ia sede principal de Ia organización,
y a través de esas y otras reuniones, a Martino y a Osvaldo, dirigentes
dei movimiento. Martino y Osvaldo, y su lectura, comentários y criti
cas a Cruzando Ia Sarmiento, terminarian llevándome a los dirigentes de
otras organizaciones piqueteras, y todos ellos, a los funcionaros dei go-
bierno municipal, provincial, y nacional. Don Dib me llevaria también a
Ia Huanca, su amiga, vecina, y referente barrial dei peronismo varelense;
y Ia Huanca, a sus companeros (referentes barriales y dirigentes políticos
dei peronismo), y a funcionários dei gobierno municipal.
Asi, en relación a mi recorte inicial. Ia figuración que trazo en esta et-
nografia se desplaza en al menos tres direcciones. Por un lado, se adentra
en un espado político nuevo para mi: el peronismo varelense, y Io hace
a través de una serie de relaciones que gravitan en torno a una referente
barrial; por otro, se adentra en el universo dei mtr, incorporando Ia ex
periência y el punto de vista de aquellos que hasta ahora, en virtud de
mi discusión con Ia "sociologia de los movimientos", habian ocupado un
lugar subsidiário en mi investigación: Ias dirigencias médias y altas de
los movimientos. Finalmente, incorpora un circuito relacionai que hace
a Ia vida cotidiana de referentes peronistas y dirigentes piqueteros: los
vínculos que unos y otros establecen, en distintas dependências estata-
les, con los funcionários de gobierno. Si los piqueteros me llevaron a los
peronistas, y los peronistas de nuevo a los piqueteros, fueron ambos los
que me llevaron a Ias oficinas y los pasillos dei gobierno^^.

25 Hablo de gobierno siguiendo el término utilizado por mis interlocutores de campo, y


recuperando Ias observaciones de Borges (2004) sobre Ias potencialidades de esa noción
32 El porquê de los que van

Como veremos, parte de los protagonistas de este libro son quienes co-
tidianamente se dirigen a dependências gubernamentales en donde, entre
otras cosas, gestionan Ia obtención de recursos y programas sociales que
luego son asignados a Ja gente en los barrios -así es como, desde el punto
de vista de Ja gente, piqueteros y peronistas son parte de los que dan. Y
ciertamente, este conjunto de acciones -obtener, gestionar, asignar, dar
es uno de los aspectos que más centralidad parece haber ganado en Ias
discusiones, estúdios, preguntas y respuestas, legas y acadêmicas, sobre
Ia vida política de los sectores populares. En el debate público, por ejem-
plo, es aquello que suscita Ia preocupación por el "manejo clientelar" de
los recursos de asistencia social; en Ias ciências sociales, es aquello que ex
plica, tal vez, Ia tendência a conceptualizar a organizaciones piqueteras
y referentes peronistas como "mediadores" entre el Estado y Ia pobla-
ción (cf. Auyero 2001:93 y ss; Svampa 2004:8; Grimson et al 2003:14,
33, 76); o que, inclusive aquellos que discutimos con Ia perspectiva de Ia
mediación", acabemos otorgando al dar y recibir un lugar analítico fun-
amental. Basta atender a nuestro vocabulário: en Io que escribimos y Io
que hablamos, planes sociales y otros recursos aparecen como objetos de
circulación" e "intercâmbio" (Quirós 2006, 2007, Vommaro 2007), como
o jetos de "demanda y negociación" (Manzano 2007), como objetos de
aistribución» (Colabella 2009); piqueteros y peronistas, organizaciones
P3J"tidarias, aparecen como parte de "campos transaccionales
^Manzano 2007), "circuitos de distrlbución» (Colabella 2009), "cadenas
e obUgaciones y contra-obligaciones", o prestaciones y contraprestacio-
^
que(Qnirós 2006,
circula no sonVommaro 2007).
sólo bienes Todossino
tangibles, aclaramos -claro-
también que aquello
intangibles; tam-
^len mostramos, como se espera de nosotros, que esos intercâmbios y
rnr« .
como tales. dimensión "moral" y "simbólica", que los constituye

anaUr suando inicié mi investigación en Varela, adverti el tabu


dirh a literatura disponible en ese entonces trataba(o mejor
tienen en Ia vida cotidiana
el lugar que recursos
de Ias de que
personas subsistência
integran como los planes
Ias organizacio
nes piqueteras. Argumenté que, atendiendo al principio etnográfico de
nsiderar seriamente Ia forma en que Ia gente vive y da sentido a sus
practi^, negar Ia centralidad que el pJan tiene en un universo como el
Oran Buenos Aires, no sólo es incurrir en una violência interpretativa;
es, em , negar Ias condiciones sociales y materiales concretas con Ias

para pensM al Estado en su dimensión vivida, histórica y temporal. Gobierno es Ia forma


con Ia cual Ias personas refieren a su experiência cotidiana de aquello que los cientistas
sociales solemos empenarnos en uniformizar y abstraer en términos de "Estado".
Introducción 33

cuales esas personas -con inefable esfuerzo y creatividad- lidian dia a


dia (Quirós 2006, 2009). Y aunque hoy sigo estando de acuerdo con esta
afirmación, invito al lector a que nos abstengamos, por un momento, de
rotular esos recursos como "objetos de" (intercâmbio, demanda, circula-
ción, negociación); que nos abstengamos de enmarcar a Ias personas en
posiciones (mediadores, dadores, receptores) dentro de campos, circuitos,
tramas, figuraciones, o sistemas; que prescindamos, también, de calificar
de antemano sus acciones (gestionar, asignar, dar, recibir, intercambiar,
transaccionar). Y que, en lugar de esto, simplemente, Ias veamos hacer.
En ese hacer, vamos a poder advertir otros verbos, otras posiciones, otros
objetos, y otras realidades.

IV. El particularismo etnográfico: Ia teoria?


Cierro esta introducción con algunas observaciones sobre el tipo de escri
tura que los lectores van a encontrar en este libro. Más que observaciones,
se trata de advertências, en Ia medida que el estilo narrativo de esta et-
nografía no se ajusta estrictamente al tipo de discurso que el lector, aca
dêmico o no, espera encontrar en un trabajo de antropologia o de ciências
sociales. Esas advertências se sintetizan en cuatro principios básicos:

1. Se puede explicar describiendo (o también: el 'cómo^ es una forma


de llegar al 'por qué'). La estructura de cada uno de los cuatro capítulos
que componen este libro no está organizada en tópicos analíticos, sino
en base a situaciones etnográãcas de Ias que yo misma fui observadora y
partícipe a Io largo de cinco campanas de campo: enero a marzo de 2005,
agosto de 2005, marzo a diciembre de 2007, febrero a julio de 2008, mayo
de 2009. Conforme a Ias preguntas y propósitos que he desdoblado hasta
aqui, esas situaciones tratan, básicamente, de personas haciendo cosas;
y en este sentido, el lector va a encontrarse con una descripción que no
busca ser econômica ni sintética, sino, más bien, analítica. Tomando pres
tado un término de Latour (2005), diria que Ia descripción etnográfica
que sigue es, básicamente, lenta. Lenta, no en el sentido de densa, tam-
poco de detallada o de profunda -y menos aún, espero, en el sentido de
aburrida. Lenta, más bien, porque presupone que describir y explicar no
son operaciones intelectuales situadas en momentos o niveles distintos,
sino que Ia descripción puede ser, en si misma, un camino de explicación.
Narrar personas haciendo cosas involucra una forma particular de
abordar el discurso producido en campo. A Io largo de esta etnografía.
34 El porquê de los que van

Ia palabra de mis interlocutores no es presentada ni tratada como ex-


presión de (Io que suponemos son) sus "creencias", "represcntaciones", o
"visiones de mundo", sino más bien, como parte constitutiva de Io que
bacen. El lector encontrará, así, una estratégia narrativa centrada en el
diálogo, y más precisamente en diálogos-en-escena. Como habrá podido
verse en esta introducción, exceptuando fragmentos cortos de discurso in-
directo -marcados entre comillas- y términos nativos fuera de contextos
de situación específicos -marcados en cursiva-. Ia palabra de mis inter
locutores es presentada bajo Ia forma directa dei guión de diálogo. Esta
técnica narrativa no sólo me resultó apropiada para conducir al lector
por y a través dei cómo de Ia acción (y en última instância, de Ia política
en su dimensión vivida), sino que además constituye, desde mi punto
de vista, una estratégia textual adecuada para dar al discurso un trata-
miento propiamente etnográfico. Con esto me refiero, en primer lugar, a
aquello que el propio Malinowski (1930, 1935) nos ensefió en su teoria
etnográfica dei lenguaje: para el antropólogo, el decir es inescindible dei
acer, lejos de poder sintetizarse en una definición, el significado de los
términos empleados por nuestros interlocutores de campo sólo se desen-
trana en los múltiples "contextos de situación" en que esos términos son
Puestos a jugar; dilucidar el sentido de una palabra o de una afirmación,
la Malinowski, eqüivale a desplegar esas palabras tal como se usan
y manipulan en cada contexto; y entonces el significado nunca es, en si
")isnio, completo, literal, ni unívoco, sino que está intrínsecamente as^
lado a la forma, esto es, a quién dice qué, en qué circunstancias, frente
quien, para quién, haciendo qué, produciendo qué gestos, movimientos
corporales, y silêncios».
^ es hecho, como indica Mariza Peirano (2001), no sólo porque
palabra cobra significado junto a Io que la gente hace, sino tambien
spfíí.° que asípalabra
senaxon misma
como Ias hace.dicen
personas Los pragmáticos
cosas con y adei lenguaje
través de losnos en-
actos,
tambien hacen cosas con y a través de Ias palabras (veáse Austin 1962).
J® arriba que, al igual que nosotros (los socio-antropologos), Ias
personas sobre y con quienes trabajamos viven formulando razones y
a n uyendo explicaciones al accionar propio y ajeno. Como seiialan Bol-
tanski y Thévenot (2006), el requerimiento de explicar forma parte de
la vida ordinária. Y no solamente de explicar: según estos autores, uno
de los rasgos constitutivos de Ias relaciones humanas es que cotidiana-
mente nos encontramos con el imperativo de dar explicaciones fundadas
en algún principio o sentido de Justicia, es decir, de justificar nuestras

26 A Ia luz de estas inquietudes, ensayé otras técnicas narrativas en Quirós 2006.


Introducción 35

acciones, ante los otros y ante nosotros mismos. i,Cómo una ciência so
cial -se preguntan Boltanski y Thévenot (2006:37)- espera tener êxito
si deliberadamente ignora ei hecho de que Ias personas se encuentran,
permanentemente, frente a Ia obligación de responder por su comporta-
miento ante los otros con quienes interactúan?
En estas páginas, busco tratar Ia palabra de mis interlocutores con
templando esta dimensión pragmática (y cotidiana) de sus explicaciones
-entre ellas, sus justificaciones y críticas de 'por quê Ia gente va'. Y
así, el tipo de preguntas que ha guiado ei análisis e interpretación de Ia
evidencia lingüística no es tanto "^cómo conciben mis interlocutores tal
cuestión? o ^cómo se representan tal otra?", sino más bien, "iqué efec-
tos produce decir tal o cual cosa ("fulano viene por compromiso", por
ejemplo)? íQué consecuencias conlleva decir tal otra ("vengo por necesi-
dad", por ejemplo)? iQué realidades son creadas en estas afirmaciones?
i,Cómo configuran Ia dinâmica (constitución y ruptura, continuidad y
discontinuidad) de Ias relaciones en juego?
2. La ãcción es una manera de contar Ia realidad. La estratégia et
nográfica centrada en escenas y diálogos puestos en escena, nos coloca
frente a una cuestión controvertida si Ias hay: el carácter construído, y
no "textual", dei relato etnográfico. A este respecto vale subrayar que,
a excepción de unas poças entrevistas que Uevé a cabo durante mi in-
vestigación. Ia evidencia etnográfica que da cuerpo a este libro proviene
casi en su totalidad de Ia observación y Ia vivência de situaciones junto
a mis interlocutores de campo. Y más importante: a excepción de al-
gunas circunstancias específicas (como Ias reuniones con funcionários de
gobierno narradas en el capítulo lll), mis notas de campo no eran to
madas en el momento de Ia interacción, sino en lapsos de descanso, y Ia
mayor parte de Ias veces sólo al final de cada dia. De este modo,todos los
diálogos -diálogos entre mis interlocutores, entre ellos y yo- han sido en-
teramente reconstruídos y recreados. En esa reconstrucción, y a los fines
dei encadenamiento de mi propio argumento. Ias escenas han sido objeto
de procedimientos de montaje y edición; y para esto no sólo me he valido
de recursos usuales como Ia elipsis, sino que he jugado, también, con el
tiempo, el espado, y Ia composición de los eventos. Así, por ejemplo, una
escena puede poner el foco en ciertas personas en detrimento (o incluso
omisión) de otras que también estuvieron allí; otras escenas pueden con
densar acciones y eventos que acontecieron en momentos diferidos; y Ias
personas que protagonizan esas escenas son personajes, en Ia medida que,
inevitablemente, mi descripción realza ciertas características biográficas
en detrimento de otras (consideradas innecesarias o no pertinentes a los
fines dei argumento).
36 El porquê de los que van

Y entonces más de un lector se sentirá inclinado a preguntar: i.cómo


caben estos procedimientos de edición en una teoria pragmática dei len-
guaje que proclama al "contexto de situación" como elemento indispen-
sable para atribuir sentido? Guando no a cuestionar, horrorizado: pero
entonces, ^es realidad (científica) o es ficción (literária)? Naturalmente,
no es este el lugar para saldar una discusión de esta naturaleza (am-
pliamente desarrollada, dígase de paso, en Ia teoria antropológica desde
los anos 80 en adelante), pero si me interesa senalar que Ia inquietud
habla de un problema con el que todo etnógrafo debe lidiar: cómo trans
formar un fragmento de Ia vida social en algo narrable (es decir, cómo
traducir Ia experiência en palabras, y hacerlo, además, para alguien que
no estuvo alli); y cómo no perder, en esa traducción, ia multiplicidad
de dimensiones de realidad —y de contexto— que hacen a esa experiência
interpretable e inteligible. Sabemos que, al pasar de Ia vida al papel —y
no sólo me refiero al texto publicado, sino a todo el conjunto de textos
que le anteceden, empezando por el propio diário y registros de campo
en el caso dei antropóloga-. Ias observaciones y vivências (etnográficas
u otras) son inevitablemente alteradas. Estamos habituados a aceptar
este desajuste; tampoco nos molestan los recortes que derivan de puntos
vista, objetos de investigación, y marcos teóricos proclamados. Me-
nos habituados estamos, sin embargo, a que el etnógrafo nos diga que,
además, reelabora contextos, reconstruye diálogos, y pone en boca de
Ias personas palabras que no fueron debidamente (esto es, literalmente)
grabadas.
Me adelanto a estas eventuales aprensiones dei hombre cientifico, di-
ciendo que, efectivamente. Ia adecuación entre Io que ocurrió y Io que
.?^en cuenta que ocurrió (como Ia adecuación dei contexto de situa-
oion vivido y el contexto de situación narrado), demanda un ejercicio
enexivo continuo; que ese ejercicio es necesariamente impuro e maca-
) que esta impureza es, antes que una deficiência, parte de Ias con-
aiciones de posibilidad (y potencialidad) de un modo de conocimien-
ío que, como Ia etnografía, es producido sobre Ia experiência e inmer-
sion de un investigador-persona (y todos sus sentidos) en una figura-
cion social determinada; y que por tanto, valiéndose de familiares y no
tan familiares procedimientos de montaje y edición, esta etnografía es
on-en-el-mismo-sentido
se resguarda que Io es cualquier
en Ia ilusión positivista otra, cofre
dei grabador, incluída aquella
sagrado que
donde
se cree poder conservar Ias "representaciones", "creencias", y "valores"
de Ia gente, para ser, entonces, examinadas y reproducidas de manera
incontestable, enteras o en fragmentos (eso en general poco importa: lo
Introduccíón 37

importante es que sea un texto textual, precedido por dos puntos y de-
bidamente entrecomillado).
De entre Ias posibles formas de contar historias (reales) a través de
relatos (ficcionales), este libro elige una: aquella que apuesta a Ias poten
cialidades cognoscitivas de restituir el decir y el hacer dei engancbarse
en su propio discurrir.

3. Se puede "contextualizar" etnográãcamente. Si, como sostengo,


comprender cómo Ias personas se engancban-en es mostrarlas en acción,
dei mismo modo digo que hacerse una idea de quê y cómo es el universo
en que esas personas viven, es mostrarlo en experiência. Adelanto, en este
sentido, que el lector no va a encontrar en este libro algo así como un
primer capítulo en el que se compacta Ia "socio-historia" de Florencio Va
rela, ni tampoco una síntesis de sus "condiciones socio-económicas" -esas
que suelen resumirse en el dato duro e inobjetable dei índice estadístico.
Estas dimensiones que acostumbramos a llamar (y siempre demandar co
mo el) "contexto dei caso", serán desplegadas a Io largo de Ias páginas,
por intermédio de detalles, acciones, apreciaciones, y retazos de Ia vida
de mis interlocutores. Pausadamente, como en un ejercicio de encastre si
se quiere, esos detalles irán componiendo el pasado y el presente de los
barrios varelenses, y en definitiva ese lugax (y su "contexto") como lugar
vivido. El mismo principio vale para Ia caracterización de organizaciones
como el MTR, u otros movimientos de desocupados, instituciones baxria-
les, y estructuras partidárias como el peronismo: estos espacios no serán
presentados de una vez, sino a través dei bacer de Ias personas que los
habitan y constituyen.
Sobre todo allí y cuando algún lector se sienta ansioso, y asaltado por
preguntas dei tipo i,a título de qué me está contando esto? o ^cuál es el
interés de este suceso?, adelanto que puede ser útil volver a leer el inciso
3 dei punto iv de esta Introducción.

4. Podemos bacer teoria con y a través de Ia etnografía (y podemos


bacer ciência social con el lenguaje de todos los dias). Las tesis de este
libro se van construyendo y demostrando exclusivamente por intermédio
de Ia etnografía. Es decir: las discusiones conceptuales que dan cuerpo a
mi análisis no están formuladas en apartados específicos, ni enunciadas
antes-de ni después-de el material etnográfico, sino que se van desdoblan-
do progresivãmente junto con y a través de las situaciones que componen
cada capítulo. Y aunque cada uno de esos capítulos está organizado en
base a un conjunto finito de cuestiones, y desenvuelve un argumento
propio que contribuye a Ia tesis general dei libro, ninguno cuenta con un
resumen de ese argumento, ni al inicio ni al final.
38 El porquê de los que van

Sin duda, esta estratégia textual presenta sus propias dificultades, y


aqui quiero referir a dos. Primero: Ia de dejar puntos abiertos al análisis,
en Ia medida que Ias implicâncias e interpretaciones producidas a partir
de Ias escenas etnográficas priorizan ciertas discusiones, dejando otras de
lado. A Io largo de los capítulos, el lector podrá encontrar, entonces, cues-
tiones (sociales y sociológicas) que quedan puramente planteadas, incluso
sugeridas, sin ser analíticamente agotadas; y esto (que algunas escuelas
epistemológicas ensenan a leer como falta-de) es, desde mi punto de vis
ta, un atributo apreciable de Ia etnografía como gênero textual: un texto
cuya evidencia es pasible de nuevas preguntas, lecturas, y comparaciones
-o, al decir de CliíTord Geertz, un registro siempre consultable de Io que
el hombre ha dicho.
Segundo: Ia construcción de un argumento y posicionamiento analí
ticos sobre Ia base de una descripción etnográfica lenta es una estratégia
que puede requerir algún esfuerzo extra al lector familiarizado con otros
tipos de escritura acadêmica. Aún así, defiendo esta estratégia en Ia me
dida que responde al tipo de antropologia que me gusta hacer y leer: una
antropologia que confia en Ia relación indisociable y simétrica -esto es,
no jerárquica- entre teoria y etnografía. Dei mismo modo que Ia descrip
ción puede ser, como dije más arriba, una forma de producir explicación,
adhiero a Ia idea de que Ia etnografía es un camino y un modo de produ
cir teoria. Recientemente, en un seminário al que fui invitada a disertar
sobre mis temas de investigación, un politólogo me pidió explicaciones
sobre una cuestión con Ia que,creo, tarde o temprano todo antropólogo se
tropieza; "i,Pero quê grado de generalidad tiene su caso?", objetó. Traigo
aqui esta pregunta, no para entrar en Ia discusión metodológica que en-
cierra, evidentemente, sino para introducir dos observaciones adicionales
que juzgo necesarias para una lectura provechosa de esta etnografía:
-que a mis colegas antropólogos puede resultar una ob-
VI ad, pero no asi a otros lectores— es que todo buen etnógrafo opera,
al momento de recoger, construir, y analizar sus datos, con algún tipo de
pensamiento estadístico y comparativo. Y con esto no sólo me refiero al
hecho de que nos valemos de cuantificaciones y comparaciones hechas por
otros (el censo y Ia estadística son Ias más corrientes), sino también, y
fundamentalmente, al hecho de que el investigador de campo: a) produce
cuantificaciones y comparaciones en y dentro de su campo; b) produce
cuantificaciones y comparaciones en y entre sus datos; y consecuentemen-
te, c) al momento de construir el texto etnográfico, elige narrar ciertos
eventos (y no otros), y poner el foco en ciertas personas (y no en otras),
en Ia medida en que esos eventos y esas personas condensan —y le permi-
ten iluminar- dimensiones y lógicas de funcionamiento dei mundo social
Introducción 39

que, etnográficamente, tienen un grado de regularidad que los trasciende


-o inversamente y por contraste, que por el hecho mismo de salirse de Ia
regularidad, le permiten apreciaria de un modo más acabado.
Como etnógrafa debo decir, entonces, que Ia decena de personajes
que protagoniza este libro no es representativa de "los piqueteros", "los
peronistas", "los varelenses". La experiência personal de esos protagonis
tas no agota ni sustituye Ia variabilidad de experiências que encierran
esos colectivos. Pero ciertamente -y este es el punto-, esas personas es-
tán aqui porque sus características biográficas, su mundo de relaciones,
sus apreciaciones, dilemas, prácticas, y sentidos de Ia vida, son un ca-
mino para acceder y examinar hechos sociológicos extendidos, en este y
en otros universos empíricos.
La otra observación refiere al hecho de que el alcance -el grado de ge-
neralídad, para usar el término dei politólogo- que tiene una etnografía,
no sólo depende de Ias conclusiones extraídas por el propio antropólogo.
Como dije más arriba, una de Ias especificidades dei texto etnográfico es
su carácter abierto: el lector habrá de ver que Ias experiências desplega-
das en estas páginas permiten trazar contrastes y diferencias, analogias,
homologías, e identidades, entre Ia figuración que esta investigación tiene
por objeto, y otras figuraciones sociales, símiles y disímiles, próximas y
distantes. Algunas de estas relaciones, habrá de verse, son formuladas y
explicitadas por mi; otras quedan abiertas a Io que los lectores quieran
hacer con y a partir de este texto etnográfico. Precisamente porque el
caso es una herramienta para iluminar cosas que ocurren (también, de
modo igual, de modo diferente) en otros casos, es que Ia etnografía siem-
pre llama a Ia comparación; y que Ia descripción siempre convoca a Ia
teoria: no sólo usándola,sino también produciéndola. Este libro es, enton
ces, una invitación a sumergirse en una descripción lenta por intermédio
de Ia cual Ia teoria antropológica se usa, y una teoria etnográfica se pro-
duce: una teoria etnográfica sobre el involucramiento -vale explicitarlo
entonces- no-sólo-politico y no-sólo-de-los-sectores-populares.
Finalmente, quiero decir que Ia imbricación entre teoria y etnografía
que propone Ia narrativa de este libro responde, además, al hecho de que
el mismo ha sido pensado y escrito no sólo para antropólogos y cientistas
sociales, sino también, para cualquier lector interesado en los temas en
cuestión. Sé que corro el riesgo de que ni unos ni otros se sientan dei
todo a gusto: puede que los lectores no formados en ciências sociales se
encuentren con pasajes misteriosos, o con términos y discusiones que les
resulten esotéricos; inversamente, es probable que algunos colegas sientan
falta de definiciones, citas de autoridad, y explicitaciones o desarrollos
40 El porquê de los que van

teóricos. A los primeros les adelanto que procuré hacer un uso operati
vo de Ias herramientas conceptuales, de forma tal que mis argumentos
resulten accesibles y comprensibles a una audiência amplia; a los segun
dos les digo que apuesto a una antropologia liana y desacartonada, y a
Ia potência que adquieren nuestros conceptos -y nuestra capacidad para
comprender Ia vida social- allí cuando Ia teoria es usada y producida sin
teoricismos.
En definitiva, mi palabra y Ia escritura de este libro responden al
mismo principio con que procuro tratar Ia palabra de mis interlocutores
de campo: aciuel que confia en que Io dicho nunca está disociado de Ia
forma de decir.

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