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Martín A. Puricelli
Medico Especialista en Psiquiatria
Medico Especialista en Med Legal
Medico Especialista en Med Aeronautica
Perito Medico Departamento Judicial San Martin Poder Judicial Prov. Buenos Aires
Ex Medico de la Armada Argentina
Ex Medico INMAE
Hacia fines del siglo pasado y comienzos del actual se acuñó la noción de "railway spine"
para describir los síntomas post traumáticos en los pasajeros de accidentes ferroviarios, a los que
se adscribía un curso temporal limitado, la presencia de cierto grado de culpabilidad y una historia
individual con antecedentes de enfermedad . Se pensaba que el "railway spine" era debido a
lesiones del sistema nervioso simpático producidas por contusiones de la columna vertebral.
Durante la guerra ruso-japonesa (1904-1905) los médicos navales rusos, influenciados por la
escuela francesa, recogieron historias clínicas completas que describen muchos de los síntomas
incluidos más tarde entre los criterios diagnósticos modernos del TEPT. Con el estallido de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918) se utilizan por primera vez los nombres de shock post
bombardeo o "shell shock" (], y neurosis o fatiga de guerra o traumática, y síndrome del campo de
concentración.
La segunda guerra mundial (1939-1945) revivió el interés por los desórdenes mentales
post traumáticos, y la psiquiatría militar fue adquiriendo un papel preponderante dentro de la
sanidad de las fuerzas armadas. En 1943 las fuerzas aliadas reunieron una comisión de
psiquiatras eminentes que categorizaron el término de "fatiga de combate" e iniciaron
tratamientos precoces para evitar secuelas tardías A Kardiner (1941)[], describió el primer
conjunto de criterios operacionales, que incluía la presencia de alteraciones del sueño,
preocupación por el trauma, alteración de la personalidad, respuestas de sobresalto e irritabilidad.
V. Frankl fue prisionero en un campo de concentración alemán durante la segunda guerra
mundial, donde experimentó condiciones extremas; de estas vivencias extrajo los elementos
fundamentales para desarrollar la logoterapia, que incluye notas sobre la psicopatología post
traumática en "El hombre en busca del sentido" (1949)[ y "Del campo de la muerte al
existencialismo" (1947) []. Horowitz (1979, 1985, 1986) describió cinco fases en la respuesta
psicológica normal a la experiencia traumática, a saber de dolor, de negación, intrusora, de
elaboración y de consumación, y diseñó una escala para evaluar el impacto psicológico de un
evento traumático.
Otros referencias al tema pueden encontrarse en Krepelin (neurosis de espanto), cursos simil
esquizofrenia en el campo de batalla e inicio demorado de síntomas (Schneider) H Ey y otros
2. Epidemiología
La prevalencia del TEPT ha sido estudiada repetidamente tanto en la población general
como en grupos de alto riesgo, expuestos al trauma. El instrumento que ha sido más utilizado es
el DIS (Diagnostic Interview Schedule), que es un instrumento de entrevista estructurada
diseñado específicamente para ser usado por entrevistadores sin experiencia clínica. El NVVRS
(National Vietnam Veterans Readjustment Study , un modelo de estudio epidemiológico, encontró
tasas de prevalencia a lo largo de la vida del 30% entre los veteranos varones y del 26% entre las
veteranas mujeres. Un 22% de los veteranos presentaron formas subclínicas del
TEPT. Hay estudios anteriores que muestran altos porcentajes de morbilidad psiquiátrica luego
de exposiciones a traumas severos. Desafortunadamente estos estudios no pueden compararse
fácilmente con el diagnóstico moderno de TEPT, aunque describían estados sintomáticos
similares. Por ejemplo, entre los sobrevivientes a los campos de la muerte nazis se ha reportado
una prevalencia del 85 % del “síndrome del campo de concentración”, y un 100% de prevalencia
de alguna forma de psicopatología.
En los estudios de relevamiento epidemiológico con entrevistas efectuadas por
entrevistadores sin formación clínica se hallaron valores de prevalencia de entre el 1 y el 10 % en
la población general, y entre 20 y el 30 % en las personas con historia de trauma. Varios de estos
estudios estimaron la prevalencia en poblaciones expuestas a un trauma específico y las
compararon con la población general o con controles específicos. Una excepción notable a los
valores de prevalencia mencionados es la muestra estudiada en la población del estado de
Washington, en los Estados Unidos, que comparó entre aquellos que fueron afectados por la
erupción del volcán Saint Helen y los que no lo fueron, y halló valores de prevalencia del 5 y el
3% respectivamente.
La prevalencia de síntomas de ansiedad asociados con una experiencia traumática es
probablemente mayor poco tiempo después del trauma y va reduciéndose de forma progresiva
con el paso del tiempo aunque la prevalencia del síndrome se mantiene relativamente constante
por varias décadas luego de la experiencia traumática. Entre ex-combatientes, la tasa de
prevalencia es mayor, predeciblemente, entre aquellos más expuestos al combate. Los veteranos
no combatientes tienen tasas de prevalencia comparables a las de la población general.
En una muestra de ex-combatientes de VietNam, se ha descripto una mayor prevalencia
del síndrome entre los ex-combatientes de sexo masculino pero esto es muy probablemente una
consecuencia del tipo de trauma, porque las fuerzas armadas norteamericanas no usaron
mujeres en tareas de combate durante la guerra de VietNam. En efecto, también hay evidencias
que sugieren que la prevalencia y persistencia de los síntomas está relacionada con el tipo de
trauma. Por ejemplo, entre los ex-combatientes la prevalencia es mayor entre quienes han sufrido
heridas, o entre soldados de tropas especiales, y entre civiles expuestos la prevalencia es
proporcional al grado de exposición a la situación traumática o a las consecuencias físicas del
mismo. Pynoos y col. hallaron que en niños de edad escolar la frecuencia y severidad del TEPT
también es proporcional a la proximidad al estresor.
El riesgo de sufrir síntomas de estrés postraumático es mayor entre quienes tienen historia
familiar de enfermedad psiquiátrica, menor nivel socioeconómico, historia personal de abuso
durante la infancia o de separación de los padres antes de la edad de 10 años o historia de
trastorno de la conducta durante la infancia y de uso o abuso de drogas y alcohol En la
población civil, la prevalencia de TEPT es mayor entre las mujeres, en particular entre los 36 y los
50 años de edad. Entre las características personales, se ha señalado que los índices elevados
de neuroticismo (en las escalas de temperamento) se comportan como factor predisponente. Un
estudio prospectivo de una muestra de bomberos demostró que los niveles premórbidos elevados
de hostilidad y la carencia de autoeficacia explican el 42% de la varianza en la presencia de
síntomas de TEPT luego de dos años, y el mismo resultado ha sido reportado en mujeres
encarceladas con TEPT.
Entre los ex-combatientes de la guerra de Malvinas, Dickson RA y col.(1986) describieron
72 casos de TEPT, y el Servicio de Psiquiatría del Hospital Militar de Campo de Mayo (Ceballos y
col 1998) estudió 340 consultas que presentaron hasta cuatro años después del conflicto. De los
casos estudiados 45,6% presentaron con TEPT, pero la prevalencia varió significativamente de
acuerdo al rango militar, siendo máxima entre los suboficiales (62%), y mínima entre los oficiales
(4,5%), con los soldados conscriptos mostrando tasas intermedias (32,9%).
La comorbilidad es común en los pacientes que sufren de TEPT. En los relevamientos
telefónicos de la población general, entre el 60 y el 80% de los casos con TEPT tuvieron
previamente o concurrentemente un trastorno psiquiátrico. Por otra parte entre los ex-
combatientes de la guerra de VietNam la tasa de comorbilidad a lo largo de la vida se aproxima al
100 %. Los síndromes psiquiátricos más comunes entre los pacientes que sufren de TEPT son la
depresión, el trastorno de ansiedad generalizada y el abuso de sustancias
3. Etiopatogenia.
La definición del TEPT requiere la experiencia del trauma. La definición de éste, sin
embargo, ha evolucionado en los últimos años para dar cuenta del papel, considerado cada vez
más importante, de la predisposición individual y la interacción entre el sujeto y la experiencia en
la causación de los síntomas.
. El primer intento de explicar los síntomas de trastorno postraumático desde el punto de
vista de la función cerebral puso el acento en el papel de la modulación del sistema
catecolaminérgico en situaciones de estrés inevitable. Todos estos modelos de causación de los
síntomas de trastorno postraumático incluyen una consideración más o menos detallada de
cuatro elementos que pueden analizarse separadamente, a saber: el trauma, la predisposición
individual, el ambiente, y la respuesta de acomodación al trauma.
La severidad del trauma es proporcional a la tasa de TEPT en poblaciones expuestas.
Entre las características de la experiencia traumática que se citan comúnmente como predictores
de la ocurrencia de TEPT se incluyen la amenaza cierta de muerte o daño físico severo, la
duración del trauma, y la experiencia de impotencia o pasividad frente a la amenaza. Sin
embargo, la nota más importante de la experiencia consiste en la presencia de disociación. En
efecto, hasta un tercio de la varianza en la ocurrencia de TEPT puede explicarse por la presencia
de síntomas disociativos durante el trauma. Como se ha mencionado ya, hay variaciones
importantes en la vulnerabilidad individual a los síntomas postraumáticos. Las características
premórbidas que predicen mayor susceptibilidad incluyen desarrollo incompleto (es decir, edad
preadolescente), los rasgos de personalidad agresivos, y la presencia de historia personal o
familiar de enfermedad psiquiátrica. Independientemente de la susceptibilidad individual, se ha
mencionado repetidamente que el ambiente modifica el riesgo de aparición de los síntomas. Un
ambiente favorable permitiría un procesamiento satisfactorio del acontecimiento traumático en
lugar de forzar al paciente a que reprima sus recuerdos y emociones. Sin embargo, la influencia
del ambiente no ha sido documentada en estudios controlados adecuadamente, y es en rigor una
petición de principio sobre bases teóricas más o menos discutibles, aunque un estudio
relativamente reciente que demostró que las tasas de prevalencia de TEPT en Suiza son muy
inferiores a las encontradas en otras muestras, sugiere que la estabilidad política y
socioeconómica de este país puede contribuir a una sensación de seguridad que protegería
contra las consecuencias patológicas de las experiencias traumáticas. De hecho los estudios
transculturales disponibles sugieren o bien que la estructura del síndrome no es estable en
muestras de diferentes culturas y por lo tanto es imposible establecer comparaciones directas, o
bien (en dos muestras de adolescentes) que cuando la estructura factorial de los síntomas es
estable la cultura no parece modificar la severidad o duración de los síntomas. Todavía más
directa es la evidencia de un estudio entre pacientes hispánicos luego del ataque a las torres
gemelas en Nueva York, que mostró que los factores más explicativos fueron el nivel
socioeconómico y el grado de exposición al trauma. Se ha propuesto que los eventos traumáticos
y las catástrofes evocan respuestas emocionales y conductas destinadas a disminuir el estrés y a
restaurar el equilibrio (Flaherty 1993). En la mayoría de las personas la experiencia traumática es
seguida de ansiedad transitoria y de severidad variable, depresión del humor y síntomas
somáticos. Los pensamientos fantásticos acerca de la significación del evento traumático son
frecuentes, al igual que el sentimiento inapropiado de culpa. Las pesadillas y las memorias
intrusivas son también comunes, y éstas se acompañan a menudo de labilidad emocional.
Mientras mayor sea el grado de severidad de la respuesta aguda a la experiencia traumática,
tanto mayor será el riesgo de desarrollar síntomas crónicos de TEPT. Esto parece ser
particularmente cierto respecto de las presencia de alteraciones en la percepción del tiempo, del
lugar o de las personas durante o inmediatamente después del trauma.
3.1. Fisiopatología.
4. Diagnóstico.
4.1. Consideraciones generales.
Los criterios más difundidos para el diagnóstico del TEPT son los del DSM IV (Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders, cuarta versión) y de la CIE-10 (Clasificación
Internacional de las Enfermedades, OMS), y toda la investigación actual identifica al cuadro
patológico basándose en estos criterios operacionales. El DSM IV ubica al TEPT dentro del
capítulo de los trastornos de ansiedad, y le adjudica como característica esencial la aparición de
síntomas consecuente a la experiencia de un acontecimiento extremadamente traumático. La
respuesta del sujeto a este acontecimiento debe incluir temor, impotencia, desesperanza y horror
intenso (o en los niños, un comportamiento desestructurado o agitado). El cuadro sintomático
característico secundario a la exposición al trauma debe incluir la repetición persistente del
acontecimiento traumático (en forma de pesadillas, recuerdos intrusivos, o episodios disociativos),
de evitación persistente de los estímulos asociados a él, de embotamiento de la capacidad de
respuesta del individuo, y de síntomas persistentes de activación. El cuadro sintomático completo
debe estar presente más de un mes y provocar un malestar clínicamente significativo o deterioro
social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
El evento traumático se define como aquel que representa un peligro real para la vida o
integridad física; el individuo es testigo de un acontecimiento donde se producen muertes o
heridos, o existe una amenaza para la vida de otras personas, conoce a través de un familiar o
cualquier otra persona cercana acontecimientos que implican muertes inesperadas o violentas,
daño serio o peligro de muerte o heridas graves. Entre los acontecimientos traumáticos que
pueden originar un trastorno por estrés postraumático se incluyen (aunque no de forma exclusiva)
los combates en el frente de guerra, los ataques personales violentos (agresión sexual y física,
atracos, robo de propiedades), el secuestro, la tortura, el encarcelamiento como prisionero de
guerra o internamiento en campo de concentración, los desastres naturales o provocados por el
hombre, o los accidentes automovilísticos graves. En los niños, entre los acontecimientos
traumáticos de carácter sexual, pueden incluirse las experiencias sexuales inapropiadas para la
edad aún en ausencia de violencia o daños reales. Los acontecimientos traumáticos
experimentados por los demás y que al ser transmitidos al individuo pueden producir en él un
trastorno un trastorno por estrés postraumático comprenden (aunque no de forma exclusiva)
actos terroristas, accidentes graves o heridas de envergadura vividos por un familiar o un amigo
cercano, o la constancia de que el propio hijo padece una enfermedad muy grave. El trastorno
puede llegar a ser especialmente grave o duradero cuando el agente estresante es obra de otros
seres humanos (p. ej., torturas, violaciones). La probabilidad de ocurrencia del trastorno aumenta
con la intensidad y la proximidad física del trauma.
El acontecimiento traumático puede ser reexperimentado de varias maneras.
Normalmente, el individuo tiene recuerdos recurrentes e intrusos o pesadillas en las que el
acontecimiento vuelve a suceder. En algunos casos, por otra parte muy poco frecuentes, el
individuo experimenta estados disociativos que pueden durar de pocos segundos a varias horas,
o incluso días, durante los cuales se reviven aspectos del suceso y la persona se comporta como
si en ese momento se encontrara en él. Cuando el individuo se expone a estímulos
desencadenantes que recuerdan o simbolizan un aspecto del acontecimiento traumático (p. ej.,
aniversarios del suceso, clima frío y nevado o guardias uniformados en los supervivientes de los
campos de la muerte; clima cálido y húmedo en veteranos de la guerra del Sur del Pacífico; entrar
en cualquier ascensor en una mujer que fue violada en uno de ellos), suele experimentar un
malestar psicológico intenso o respuestas de tipo fisiológico. Los estímulos asociados al
acontecimiento traumático acaban siendo persistentemente evitados. El individuo suele hacer
esfuerzos deliberados para evitar caer en pensamientos, sentimientos o mantener
conversaciones sobre el suceso y para eludir actividades, situaciones o personas que puedan
hacer aflorar recuerdos sobre él. En este comportamiento de evitación puede incluirse la amnesia
total de un aspecto puntual del acontecimiento. La disminución de la reactividad al mundo
exterior, denominada “embotamiento psíquico” o “anestesia emocional”, suele aparecer poco
después de que tenga lugar el acontecimiento traumático. El individuo puede manifestar una
acusada disminución de la capacidad del interés o participación en actividades que antes le
resultaban gratificantes, una sensación de alejamiento o enajenación de los demás o una
acusada disminución de la capacidad para sentir emociones (especialmente las que hacen
referencia a la intimidad, ternura y sexualidad). El individuo puede describir una sensación de
futuro desolador (p. ej., no creer en la posibilidad de obtener un trabajo, casarse, formar una
familia o, en definitiva de llevar a cabo una vida normal).
El sujeto con este trastorno padece constantemente síntomas de ansiedad o aumento del
estado de alerta que no existían antes del trauma. Entre estos síntomas cabe citar la dificultad
para conciliar o mantener el sueño, la hipervigilancia y las respuestas exageradas de sobresalto.
Algunos individuos manifiestan irritabilidad o ataques de ira o dificultades para concentrarse o
ejecutar tareas. El aumento del estado de alerta puede ser cuantificado mediante estudios de
actividad vegetativa (p. ej., frecuencia cardíaca, electromiografía, secreción de glándulas
sudoríparas). A consecuencia del acontecimiento traumático pueden aparecer enfermedades
médicas (p. ej., traumatismos craneoencefálicos, quemaduras). Los individuos con TEPT pueden
sentirse amargamente culpables por el hecho de haber sobrevivido cuando otros perdieron la
vida. En otras ocasiones las actividades que simulan o simbolizan el trauma original interfieren
acusadamente con sus relaciones interpersonales, lo que puede generar conflictos conyugales,
divorcio o pérdida del empleo. Cuando el agente estresante es de carácter interpersonal (p. ej.,
abusos sexuales o físicos en niños, peleas familiares, secuestros, encarcelamientos como
prisionero de guerra o internamientos en campos de concentración, torturas), puede aparecer la
siguiente constelación de síntomas: afectación del equilibrio afectivo, comportamiento impulsivo y
autodestructivo, síntomas disociativos, molestias somáticas, sentimientos de inutilidad,
vergüenza, desesperación o desesperanza, sensación de perjuicio permanente, pérdida de
creencias anteriores, hostilidad, retraimiento social, sensación de peligro constante, deterioro de
las relaciones con los demás, y alteración de las características de personalidad previas.
El inicio y la duración de los síntomas del trastorno pueden clasificarse como TEPT agudo
(la duración de los síntomas es inferior a los 3 meses), crónico (la duración de los síntomas es
igual o superior a los 3 meses), o de inicio demorado (entre el acontecimiento traumático y el
inicio de los síntomas han pasado como mínimo 6 meses).
La CIE -10, describe al TEPT dentro del subcapítulo de reacciones a estrés grave y
trastornos de adaptación, que pertenece al capítulo de trastornos neuróticos, secundarios a
situaciones estresantes y somatomorfos. Los criterios diagnósticos de investigación de la CIE -10
proponen como criterio para valorar el carácter del trauma la “naturaleza excepcionalmente
amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar generalizado en casi todo el mundo”, de
modo análogo a la ahora abandonada definición del DSM-IIIR. En la CIE -10 los síntomas de
alerta exagerado no se consideran indispensables, pudiendo ser sustituidos por la incapacidad
para recordar aspectos importantes del trauma. A diferencia del DSM IV, los criterios diagnósticos
de investigación de la CIE -10 no establecen una duración mínima de los síntomas.
En el capítulo de trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto, dentro del
subcapítulo de transformación persistente de la personalidad no atribuible a lesión o enfermedad
cerebral, aparece la transformación persistente de la personalidad tras experiencia catastrófica,
que se asemeja a los cambios en la estructura del comportamiento descriptos en la sección de
síntomas asociados del DSM-IV. En efecto, la transformación persistente de la personalidad
puede aparecer tras la experiencia de una situación estresante catastrófica. El estrés debe ser tan
extremo como para que no se requiera tener en cuenta la vulnerabilidad personal para explicar el
profundo efecto sobre la personalidad. Son ejemplos típicos: las experiencias en campos de
concentración, las torturas, los desastres y la exposición prolongada a las situaciones
amenazantes para la vida (p. ej., secuestro, cautiverio prolongado con la posibilidad inminente de
ser asesinado). Puede preceder a este tipo de transformación de la personalidad un TEPT. Estos
casos pueden ser considerados como estados crónicos o como secuelas irreversibles de aquel
trastorno. No obstante, en otros casos, una alteración persistente de la personalidad que reúne
las características que a continuación se mencionan puede aparecer sin que haya una fase
intermedia de un TEPT manifiesto. Sin embargo, las transformaciones duraderas de la
personalidad después de una breve exposición a una experiencia amenazante para la vida como
puede ser un accidente de tráfico, no deben ser incluidas en esta categoría puesto que las
investigaciones recientes indican que este tipo de evolución depende de una vulnerabilidad
psicológica preexistente.
La transformación de la personalidad debe ser persistente y manifestarse como rasgos
rígidos y maladaptativos que llevan a un deterioro de las relaciones personales y de la actividad
social y laboral. Por lo general, la transformación de la personalidad debe ser confirmada por la
información de un tercero. El diagnóstico esencialmente se basa en la presencia de rasgos
previamente ausentes como, por ejemplo, la actitud permanente de desconfianza u hostilidad
hacia el mundo, el aislamiento social, los sentimientos de vacío y desesperanza, el sentimiento
permanente de “estar al límite”, como si se estuviera constantemente amenazado, o la vivencia
de extrañeza de sí mismo. Esta transformación de la personalidad debe haber estado presente
por lo menos durante dos años y no debe poder ser atribuida a un trastorno de la personalidad
preexistente o a un trastorno mental distinto del trastorno de estrés postraumático. También debe
descartarse la presencia de una enfermedad o de una lesión cerebral importante que pudieran
dar lugar a manifestaciones clínicas similares.
5. Diagnóstico Diferencial
“La decisión puede resultar a veces imposible respecto al caso individual (de pacientes con
esquizofrenia), incluso para el más avezado”
Kurt Schneider (1946)
5.1. Consideraciones generales.
Se ha sugerido repetidamente que los evaluadores clínicos omiten investigar, y por lo tanto
no detectan, la historia personal de trauma durante la anamnesis Los sentimientos de verguenza
y culpa aparecen como manifestaciones sintomáticas frecuentes entre los pacientes que han
sufrido experiencias traumáticas, especialmente cuando se trata de de violencia física o sexual, e
inducen a estos pacientes a consultar sobre síntomas secundarios como la depresión o la
ansiedad, sin referir espontáneamente el trauma. Poe ejemplo, en una muestra ambulatoria de mil
consultas en Rhode Island, en los Estados Unidos de América, los evaluadores identificaron
TEPT en el 7.2%; sin embargo, cuando los mismos pacientes respondieron a un cuestionario
específico de detección de síntomas de TEPT, un 18.6% adicional (o cerca de 100 pacientes)
admitieron sufrir síntomas específicos vinculados a experiencias traumáticas en cantidad
suficiente para llenar los criterios diagnósticos de TEPT. La importancia de este hallazgo es
subrayada por el hallazgo de que ambos grupos de pacientes con síntomas de TEPT (los
diagnosticados por los evaluadores y los detectados con el cuestionario) eran en promedio más
jóvenes, menos educados, y tenían más síntomas de suicidalidad que los que consultaron por
otras causas . Estos resultados sugieren que el TEPT es menos diagnosticado cuando los
pacientes no refieren espontáneamente la historia de trauma, y que esta circunstancia es
extremadamente común . Un número aún mayor de pacientes con TEPT decide no buscar
atención médica. La causa citada por más de la mitad de estos pacientes, aún entre aquellos con
incapacidad severa como consecuencia de los síntomas, es que estos "no son un problema" . Es
probable que la decisión de no consultar se deba no solamente a falta de información, o a la
incapacidad para identificar los síntomas, sino que represente una forma de evitación del trauma
o de su recuerdo . Entre aquellos que reconocen necesitar ayuda pero aún así no consultan a un
profesional, las causas más citadas son el costo de un posible tratamiento, la desconfianza en los
resultados, la convicción de que los síntomas se resolverán espontáneamente, o de que pueden
resolverse sin asistencia externa . Otras causas citadas incluyen el temor del estigma, el temor a
una hospitalización involuntaria, los problemas del lenguaje o la desconfianza en el sistema de
salud . El uso de cuestionarios de detección mejora sensibilidad sin afectar significativamente la
especificidad diagnóstica. En particular, la provisión de una lista de experiencias traumáticas, si
se conjuga con preguntas sobre síntomas de repetición de la experiencia, parece bastar como
exploración mínima para la detección de el TEPT aún subsindromático .
Las consecuencias clínicas del fracaso en el diagnóstico del TEPT dependen
principalmente de dos factores, a saber, de si el diagnóstico correcto resulta en un cambio en el
curso longitudinal de los síntomas asociados, y de la disponibilidad de tratamientos específicos
para el TEPT. Por lo menos cuatro estudios han evaluado el efecto del trauma infantil en el curso
de la depresión durante la edad adulta, y todos ellos demuestran que las mujeres que han sufrido
trauma infantil tienen un riesgo mayor de sufrir episodios crónicos de depresión Sin embargo, el
impacto del diagnóstico de TEPT sobre el curso o el desenlace de la depresión no ha sido
estudiado específicamente. Con respecto al impacto del tratamiento del TEPT sobre el desenlace
de la patología comórbida, el sentido común parecería indicar que la precisión diagnóstica y el
tratamiento específico deberían favorecer al estado clínico de los pacientes, pero es también
posible que el impacto del trauma (reflejado en el TEPT) resulte en un peor curso clínico y una
respuesta terapéutica inferior a pesar del diagnóstico correcto.. Cuando menos desde el punto de
vista farmacológico, la detección y el diagnóstico del TEPT puede no ser importante, porque las
mismas drogas poseen eficacia en la reducción de los síntomas de depresión y ansiedad y del
TEPT, y no hay hasta el momento medicaciones eficaces para el tratamiento específico de los
síntomas del TEPT. Por el otro lado, la terapia cognitivo-conductual (Foa et al. 1991, Resick y
Shnicke 1992) y otras modalidades terapéuticas pueden ser eficaces en la reducción de
síntomas del TEPT, y si el TEPT no es reconocido como tal los pacientes pueden no recibir esta
forma de terapia.
El trastorno limítrofe de la personalidad puede coexistir con el TEPT (Axelrod et al. 2005), y
es a menudo difícil de distinguir de él. En efecto, hay un cuerpo considerable de estudios
enfocados en la relación entre el trauma infantil y el desarrollo anormal de la personalidad, y más
específicamente en el desarrollo de la personalidad con trastorno límitrofe. Los estudios
epidemiológicos describen la presencia casi universal de alguna forma de trauma infantil en los
pacientes con este trastorno (Goodman et al. 2004, Axelrod et al. 2005), y la tasa de historia de
abuso sexual infantil en los pacientes con trastorno limítrofe (40-70%) es el doble que en los
pacientes con otros trastornos de personalidad (20-25%) (Goodman et al. 2004), y se encontraron
correlaciones entre la severidad del abuso o el tratamiento negligente experimentado y la
severidad de los síntomas de trastorno limítrofe, indicando la posibilidad concreta de que este
trastorno fuese una manifestación del espectro post traumático (Goodman et al. 2004). El mayor
defecto de estos resultados, es que estudiaron exclusivamente pacientes hospitalizados, y
cuando se intentó repetirlos en muestras comunitarias los resultados han sido mucho menos
convincentes. Un estudio con la técnica de meta análisis evaluó la relación entre abuso sexual
infantil y trastorno limítrofe en 2,414 pacientes, y encontró apenas una correlación moderada, que
a su vez tenía una relación inversa con el tamaño de muestra de cada estudio individual (Fosatti
et al. 1999). Otros investigadores han propuesto que el trauma vinculado al abuso físico o sexual
durante la infancia se vincula no con el diagnóstico sino con dimensiones sintomáticas específicas
de la personalidad anormal, pero este punto de vista también ha sido puesto en duda por los
datos empíricos. En efecto, en una muestra comunitaria de voluntarios con trastornos de
personalidad, no se encontró correlación alguna entre el tipo o severidad del trauma infantil
(reportado por casi el 80% de los pacientes) y las manifestaciones sintomáticas del trastorno de
personalidad (Goodman et al. 2004). En una muestra similar, se encontro que los pacientes con
trastorno limítrofe tenían con más frecuencia también un TEPT (25 vs. 18%), pero un análisis de
rutas causales no encontró ninguna vinculación entre el TEPT y el trastorno limítrofe de
personalidad; el trauma infantil predijo la existencia del TEPT pero indistintamente del diagnóstico
de personalidad (Goodman et al. 2004).
La anestesia emocional es uno de los grupos sintomáticos característicos del TEPT, que tiene
manifestaciones comunes con la depresión, en particular con la depresión melancólica, y su
presencia en efecto se correlaciona con el riesgo de depresión comórbida, aunque no se
confunde conceptualmente con ella . Entre el 50 y el 60% de las personas con trastorno depresivo
mayor tienen historia de un trastorno ansioso en algún momento de su vida, y entre el 25 y el 50
% de los pacientes con trastornos ansiosos tienen historia de abuso de substancias o
alcoholismo. Los trastornos ansiosos, incluyendo al TEPT, raramente se dan aisladamente, y
depresión comórbida se asocia con mayor severidad sintomática (incluyendo suicidalidad) y
mayor cronicidad. Además, la depresión puede darse como consecuencia independiente y directa
del trauma, y viceversa, la historia previa de depresión es un factor predisponente al TEPT en los
expuestos a situaciones traumáticas . Quizás el aspecto más relevante de la tasa elevada de
comorbilidad es, como se anotó antes, la confusión diagnóstica a que lleva la consulta por los
síntomas asociados a expensas de la historia de trauma . La comorbilidad del TEPT con los
trastornos de adicción es compleja en parte porque el uso puede interpretarse como un intento de
automedicación, pero por el otro lado los síntomas de abstinencia exacerban los síntomas
ansiosos. Además, la discusión del trauma puede precipitar recaídas o exacerbaciones del uso de
substancias y el estilo de vida vinculado a la drogadicción predispone a los adictos a los eventos
traumáticos . Respecto de esto último, en una muestra de sujetos que usaban drogas, el 94 %
había experimentado por lo menos un evento calificante para el criterio A del TEPT, el 38.5%
tenían síntomas suficientes para establecer el diagnóstico del trastorno, y más de la mitad los
habían tenido en algún momento de su vida anterior.
Típicamente, los eventos traumáticos que resultan en el TEPT son, como se ha visto, el
combate, los asaltos criminales o sexuales, los desastres naturales o los accidentes violentos.
Todos ellos suceden en el ambiente externo de la persona y lo transforman en una amenaza para
su integridad física. Sin embargo, en la cuarta edición del manual de la American Psychiatric
Association (1995), la experiencia pasiva de recibir el diagnóstico de una enfermedad
potencialmente letal se incluyó en la lista de traumas causales en respuesta a una literatura de
investigación creciente que indicaba esta posibilidad. El comienzo de una enfermedad física, tal
como el infarto de miocardio o una hemorragia, puede ser súbito e inesperado y amenazar de
inmediato la supervivencia del sujeto, y por lo tanto satisfacer en principio el criterio A de la
clasificación. En otros casos, el evento externo y pasivo de recibir el diagnóstico de una
enfermedad potencialmente mortal o incurable como el cáncer o el SIDA puede percibirse como
un trauma. Por último, el tratamiento médico o quirúrgico agresivo y prolongado pueden ser lo
suficientemente traumáticos como para generar los síntomas del TEPT. Las reacciones
psicológicas a uno o varios de estos traumas pueden incluir terror, ansiedad anticipatoria severa y
poco realista, y sentimientos de desesperación y pérdida de control, todas las cuales se dan
también con los traumas que convencionalmente se aceptan como etiológicos en el TEPT . Sin
embargo, la mayoría de los estudios epidemiológicos y clínicos que han buscado establecer la
presencia, prevalencia y severidad de síntomas post traumáticos en poblaciones médicas no han
provisto métodos que permitan distinguir con suficiente validez entre los trastornos de adaptación
con ansiedad, las respuestas postraumáticas normales y el TEPT, en parte por carecer de
seguimiento longitudinal de los pacientes, criterios diagnósticos variables, evaluaciones clínicas
incompletas sin suficiente énfasis en los grupos sintomáticos específicos, y grados variables de
intervención terapéutica o preventiva . No obstante las dificultades metodológicas mencionadas,
sigue siendo de interés evaluar los estudios publicados para establecer comparaciones sobre los
hallazgos de prevalencia de TEPT en distintos grupos de patología médico-quirúrgica. Las tasas
más bajas han sido reportadas, como cabe esperar, en los partos (1.7–5.6%), y algunas de las
más elevadas en pacientes que han padecido riesgo de muerte e internación en unidades de
cuidados intensivos (14–59%), con tasas también elevadas en los pacientes con SIDA (que
pueden tener un riesgo mayor por la existencia de trauma previo), y los diagnosticados con
enfermedades terminales o cáncer. Hay alguna indicación de que la enfermedad de base puede
modificar las manifestaciones sintomáticas de la patología postraumática. Por ejemplo, las
madres neófitas sufren más memorias intrusas que anestesia emocional, mientras que los
pacientes con infarto de miocardio tienen el patrón opuesto . Como en el caso de los pacientes
con SIDA, parece claro que las características preexistentes de los pacientes, incluyendo sus
rasgos de personalidad, historia previa de adversidad o trauma, o de patología psiquiátrica,
afectan su susceptibilidad al desarrollo de TEPT. Otros factores predisponentes parecen incluir la
carencia relativa de apoyo conyugal, la percepción negativa del personal médico, pero no la
severidad de la enfermedad en sí misma, aunque sí la agresividad de la intervención terapéutica.
En un menor grado, los estudios publicados sugieren que la presencia de TEPT puede modificar
el curso de la salud física. El TEPT ha sido vinculado a un aumento de la morbilidad en pacientes
que recibieron transplantes cardíacos, en el parto y puerperio, y en pacientes con SIDA
Los estudios sobre cuadros seudoconvulsivos no epilepticos han informado que el
diagnostico psiquiatrico mas frecuente entre estos pacientes es el TEPT. En el TEPT pueden
ocurrir síntomas similares a los producidos por un traumatismo de cráneo. Por ejemplo se hace
difícil distinguir las alteraciones cognitivas del TEPT (dificultad para concentrarse y amnesia
selectiva psicógena) de las alteraciones cognitivas secundarias a un traumatismo de cráneo leve.
Como regla, se considera que lo síntomas producidos por un traumatismo de cráneo, incluyendo
alteraciones de la memoria, comienzan inmediatamente después de producido el golpe, y
mejoran durante los meses siguientes. Los síntomas del TEPT, sin embargo, suelen ser más
evidentes y manifiestos más tardiamente. La pérdida de la memoria en el TEPT involucra, la
mayoría de las veces, aspectos circunscriptos del evento traumático (generalmente la parte más
dolorosa desde lo psicológico). En la amnesia secundaria a un traumatismo de cráneo, se suele
perder la memoria de todo el hecho traumático, incluyendo partes de la memoria antes y después
del trauma (memoria retrógrada y anterógrada). Cuando el TEPT y el traumatismo de cráneo se
dan juntos, deberán estudiarse por separado. A este respecto, las ultimas investigaciones
demuestran que el TEPT es mucho mas frecuente de lo que se creia en pacientes con TEC leve y
moderado, como asi mismo son mas frecuentes las secuelas psiquiatricas o neurocognitivas de
algun tipo en pacientes con TEC leve a moderado que lo previamente establecido.
Existe abundante información sobre el hecho de que entre las profesiones de ayuda, por
ejemplo, bomberos, médicos, enfermeras, psicoterapeutas, etc., la exposición permanente y
prolongada a hechos traumáticos, a menudo aberrantes o grotescos como cadáveres
destrozados en forma atroz, demanda permanente de atención por parte de un público conflictivo,
ocasiones de violencia y amenazas físicas, etc., conducen a la aparición del denominado
“síndrome del agotamiento (burn out) profesional”(Freudenburger 1974), que consiste en una
mezcla de agotamiento emocional y un escepticismo y una desmoralización crecientes y una
pérdida progresiva de la motivación. El síndrome completo consta de agotamiento emocional,
quejas continuas y generalizadas sobre el ambiente (en especial el laboral), fatiga y desilusión
con el trabajo cotidiano, dificultades para afrontar la sobrecarga laboral y reducción de la
satisfacción y el compromiso con la tarea profesional, convicción del fracaso en la profesión,
enfriamiento de las relaciones interpersonales, reacción cínica ante la posibilidad de ayuda,
sensación de atrapamiento sin salida, síntomas de somatización e intentos de automedicación.
Para detectar y cuantificar este síndrome existen escalas como la de Maslach, que se basa
en tres aspectos generales: la disminución de la realización personal, el cansancio emocional y la
despersonalización. Este síndrome también aparece como motivo de estudio en la psiquiatría y la
psicología laboral, que informa que cuanto más se interpretan las políticas empresariales o
institucionales como ajuste o control del personal, tanto mayor es la incidencia (ausentismo,
somatización, etc.) de estos síntomas entre el personal . Con más frecuencia de lo que podría
suponerse, este síndrome puede desembocar en gravísimos trastornos afectivos o de conducta .
Debe notarse que el concepto de burn out proviene del campo de la sociología laboral, en tanto
que una creciente corriente de pensamiento psiquiátrico afirma que este síndrome correspondería
en un todo con los cuadros de depresión reactiva o por agotamiento.
Nepente: Planta de la familia de las nepentáceas. Con sus hojas preparaban los antiguos
una infusión prodigiosa, remedio infalible contra la tristeza y los infortunios, y que al igual
que las aguas del Leteo, producía olvido.
Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría
5.1. Consideraciones Generales.
Las intervenciones terapéuticas en el TEPT pueden dividirse, según la preponderancia de
la evidencia científica disponible a partir de ensayos terapéuticos controlados y con asignación
aleatoria del tratamiento, en aquellas que son eficaces (la evidencia muestra categóricamente que
los pacientes mejoran más con la intervención que sin ella), las que probablemente son eficaces
(la preponderancia de la evidencia es favorable a la intervención comparada con controles
adecuados), aquellas de eficacia incierta (sea porque la calidad de los ensayos es insuficiente, o
porque el número de pacientes tratados en condiciones controladas es muy pequeño), y aquellas
que probablemente carecen de eficacia (la preponderancia de la evidencia indica que la
intervención es ineficaz). A su vez, los tratamientos del TEPT pueden dividirse entre los
profilácticos, que reducen el riesgo de aparición del trastorno en pacientes expuestos a un trauma
severo, y los propiamente terapéuticos, cuando el síndrome ya está presente . Entre las
intervenciones profilácticas, puede hacerse una distinción adicional para separar los ensayos
terapéuticos en personas con síntomas de estrés agudo de aquellos en personas expuestas a
situaciones traumáticas pero aún asintomáticas.
5.2. Intervenciones Profilácticas.
5.2.1. Terapia Cognitivo-conductual.
Un ensayo controlado con asignación aleatoria (ECAA) comparando el efecto de cuatro
sesiones de terapia cognitivo-conductual (TCC) con el del curso natural de los síntomas en
pacientes con distress psicológico luego de sufrir lesiones físicas encontró que el tratamiento
redujo el número y severidad de los síntomas un año después, pero sin modificar la tasa de
sujetos con suficientes síntomas como para recibir el diagnóstico de TEPT . Otro estudio, en
conductores de ómnibus que fueron objeto de asaltos, mostró que los sujetos que recibieron TCC
tenían menos síntomas ansiosos y memorias intrusas, seis meses más tarde, que quienes no
recibieron tratamiento . Sin embargo, no hubo diferencias en la frecuencia de síntomas de
evitación o depresión entre las dos muestras . Dos estudios pequeños evaluaron el efecto de la
TCC en la progresión de los síntomas con trastorno de estrés agudo luego de un evento
traumático (accidentes de tránsito o asaltos excluyendo los sexuales) . El primero comparó el
efecto de cinco sesiones de TCC con el de cinco sesiones de orientación de apoyo individual y
encontró que la primera redujo la tasa de TEPT inmediatamente después del tratamiento, y que la
diferencia persistió más allá de los seis meses . En el segundo ECAA se compararon tres
tratamientos, a saber: exposición prolongada, exposición prolongada combinada con reducción de
ansiedad, y orientación individual de apoyo , y se mostró que los dos primeros redujeron la tasa
de TEPT inmediatamente después del tratamiento, con un efecto persistente luego de seis meses
Otro ECAA comparó el impacto de dos sesiones de reestructuración del recuerdo con el de la
conversación de apoyo y halló que el primero de estos tratamientos redujo la severidad de los
síntomas de TEPT tres meses luego de la experiencia traumática. En general, la calidad
metodológica de los ECAA descriptos es pobre. Los problemas encontrados incluyen la falta de
descripción del seguimiento de los pacientes, el análisis de los datos sin usar intención de
tratamiento a pesar del alto número de seguimientos incompletos, y la inevitable ausencia de
diseños a ciego.
5.2.2. Apoyo al traumatizado.
Los ECAA para evaluar el efecto del apoyo colaborativo al traumatizado han provisto
evidencia insuficiente para juzgar su eficacia. Estas intervenciones incluyen apoyo emocional,
social y práctico a las personas expuestas a eventos traumáticos dentro de la primer semana de
su ocurrencia. Dos ECAA han evaluado esta forma de intervención clínica . El primero comparó el
apoyo colaborativo con una sesión de revisión (defriefing) o con el curso natural de los síntomas,
y encontró que las dos intervenciones redujeron el riesgo de un desenlace desfavorable (basado
en la presencia de síntomas postraumáticos), pero que el apoyo colaborativo fue superior a la
sesión de revisión con respecto a la severidad y frecuencia de síntomas . En el segundo ECAA se
compararon los efectos del apoyo colaborativo con los del curso natural de los síntomas cuatro
meses después de accidentes automovilísticos . Las personas que recibieron apoyo colaborativo
tuvieron menos prevalencia de TEPT, pero la diferencia no fue estadísticamente significativa . En
este caso, como en el de los estudios con TCC, la calidad de los ECAA es pobre.
5.2.3. Psicoeducación.
Los efectos de la psicoeducación no se han estudiado aisladamente de forma sistemática.
En los ECAA en que se compararon sus efectos con la TCC, su eficacia no ha sido demostrada.
5.2.4. Sesión de revisión (debriefing).
En una revisión sistemática de los ECAA que estudiaron el impacto de las sesiones de
revisión durante el primer mes después de un evento traumático (un total de 356 pacientes), no
se hallaron diferencias en la tasa de TEPT a los tres o seis meses entre los sujetos que recibieron
la sesión de revisión y los que no fueron tratados, y de hecho la tasa al año fue mayor entre los
tratados y estas conclusiones fueron confirmadas en un meta análisis . La terapia de revisión
grupal tampoco reduce la tasa de TEPT si se la compara con el curso natural de los síntomas,
aunque no se han llevado a cabo ECAA . Es posible que si la sesión de revisión se efectúa dentro
de las primeras diez horas después del trauma el resultado sea mejor que si se la efectúa más
tarde, pero de todos modos la evidencia parece indicar que el uso de esta estrategia parece
asociarse con más síntomas psicológicos a largo plazo. Las investigaciones que han estudiado
esta intervención son metodológicamente de calidad moderada, y adolecen de los mismos
problemas mencionados antes, aunque tal vez en menor grado.
5.2.5. Orientación individual de apoyo.
El impacto de la terapia de orientación individual de apoyo ha sido estudiado en dos ECAA
con pacientes que sufrían trastorno de estrés agudo después de accidentes automovilísticos o de
un asalto excluyendo los sexuales, y en ambos se encontró que esta forma de intervención es
menos eficaz que la TCC (ver más arriba).
5.2.6. Farmacoterapia.
Los estudios del efecto de la administración de fármacos a personas expuestas a eventos
traumáticos como tratamiento profiláctico son pocos y pequeños, y no ha habido revisiones
sistemáticas de sus resultados. En un ECAA con pacientes internados en terapia intensiva con
shock séptico se evaluó la eficacia de la hidrocortisona (comparada con placebo) en la prevención
del TEPT . La administración de hidrocortisona redujo significativamente la proporción de
pacientes con TEPT tres años después. Aunque los resultados de este estudio pueden no ser
aplicables a otras formas de trauma, no obstante sugieren que los glucocorticoides pueden ser de
utilidad como tratamiento profiláctico, y abren la puerta para estudios sistemáticos en el futuro. En
otro ECAA se estudió el efecto del propranol (comparado con placebo) en personas con síntomas
post traumáticos seis horas después del evento traumático, y no se hallaron diferencias en las
tasas de TEPT entre los dos grupos al mes o a los tres meses . En un estudio similar pero que
incluía personas con síntomas dentro de las dos semanas que siguieron al evento traumático, se
comparó la eficacia de la administración de temazepám contra placebo, y no demostró diferencias
en la tasa de TEPT entre los grupos a los tres meses
5.3. Intervenciones terapéuticas.
5.3.1. Terapia cognitivo-conductual.
Se han publicado recientemente dos revisiones sistemáticas de los ECAA sobre los efectos
de la TCC en los pacientes con TEPT El primero encontró que las tasas de TEPT luego del
tratamiento con TCC son menores que en el curso natural de la enfermedad, o que luego de
terapia de reducción de estrés, psicoterapia de apoyo, psicoterapia psicodinámica, orientación
individual de apoyo o hipnoterapia pero iguales a las encontradas luego del tratamiento con la
terapia de reprocesamiento y desensibilización con movimientos oculares . El segundo encontró
que la TCC enfocada en el trauma es equivalente a la terapia de reducción de estrés en el
tratamiento del TEPT, aunque señaló la evidencia que sugiere la superioridad de la primera entre
los dos y los cinco meses luego del tratamiento . Esta revisión también encontró que la TCC
enfocada en el trauma es superior a otras formas de psicoterapia Más específicamente, la
revisión sistemática del National Institute for Clinical Excellence halló que la TCC reduce la tasa
de TEPT con respecto a la hallada en los pacientes en una lista de espera usada como control o
con respecto a los pacientes tratados con terapia de reducción de estrés, psicoterapia de apoyo,
piscoterapia psicodinámica o hipnoterapia Sin embargo, el número de pacientes que
abandonaron el seguimiento fue significativamente mayor entre quienes recibieron la TCC
enfocada en el trauma que entre quienes estaban en la lista de espera control, sugiriendo que tal
vez esta forma de terapia sea difícil de tolerar . Esto no es del todo sorprendente, porque también
se ha visto que la inmersión imaginaria puede empeorar los síntomas de TEPT . La revisión de la
Colaboración Cochrane comparó los resultados de veintinueve ECAA con tratamientos
psicológicos excepto la terapia de reprocesamiento y desensibilización con movimientos oculares
. En este caso las intervenciones estudiadas incluyeron la TCC enfocada en el trauma, la terapia
de reducción de estrés, otras psicoterapias (psicoterapia de apoyo, orientación individual no
directiva, psicoterapia psicodinámica e hipnoterapia), y TCC de grupo. El desenlace primario fue
la severidad de los síntomas del TEPT medidas por un clínico, y las medidas secundarias
incluyerons síntomas subjetivos de estrés post traumático, síntomas de depresión y de ansiedad,
efectos adversos y abandonos de la terapia. Con respecto al desenlace primario, la TCC
enfocada en el trauma fue superior a los controles en lista de espera (13 estudios, n=609), y a las
otras psicoterapias (3 estudios, n=120), pero no a la terapia de reducción de estrés (6 estudios,
n=239). A su vez, predeciblemente, la terapia de reducción de estrés fue superior a los controles
en lista de espera (3 estudios, n=86) y a las otras psicoterapias (1 estudio, n=25). No se
detectaron diferencias en la severidad de los síntomas medidos por los clínicos entre los
pacientes tratados con las otras psicoterapias o los controles en lista de espera (2 estudios, n=72)
En esta revisión también se hallaron indicaciones de que la tolerabilidad de las terapias eficaces
es pobre, llevando a un número mayor de abandonos del tratamiento .
5.3.2. Terapia de reprocesamiento y desensibilización con movimientos oculares.
Los efectos de este método terapéutico fueron objeto de una revisión sistemática , que
demostró su eficacia comparada con el curso natural de la enfermedad (controles en lista de
espera), y su equivalencia con otras dos formas de terapia eficaces (la TCC enfocada en el
trauma y la terapia de reducción de estrés). Específicamente, este método terapéutico redujo la
tasa de TEPT cuando se la comparó con el curso natural de la enfermedad (5 estudios, n=169), o
con el "tratamiento usual", que incluía medicación o tratamiento psicológico (1 estudio, n=67) Las
tasas de reducción de síntomas no son significativamente diferentes cuando se las compara con
la terapia de reducción de estrés (3 estudios, n=84), o con TCC enfocada en el trauma (6
estudios, n=220)
5.3.3. Psicodrama.
Los efectos de esta modalidad terapéutica no han sido estudiados de modo sistemático.
5.3.4. Psicoterapia basada en la internet.
No ha habido revisiones sistemáticas de los estudios con este modo terapéutico, pero se
ha publicado un ECAA en 25 pacientes comparando sus efectos con el curso natural de los
síntomas en pacientes en lista de espera (Lange et al. 2001). Este estudio halló que a las cinco
semanas los pacientes tratados con psicoterapia basada en la internet tenían menos síntomas
intrusos y evitativos (Lange et al. 2001). La evidencia disponible es insuficiente para sacar
conclusiones adecuadas.
5.3.5. Psicoterapia psicodinámica.
No ha habido revisiones sistemáticas de los estudios con este modo terapéutico. Se ha publicado
un ECAA en 112 pacientes comparando los efectos de tres intervenciones, a saber: la
psicoterapia psicodinámica, la desensibilización al trauma, y la hipnoterapia, con el curso natural
de los síntomas de TEPT en los pacientes en una lista de espera. Este estudio sugirió que la
psicoterapia psicodinámica reduce los síntomas de evitación y las memorias intrusas a los cuatro
meses del tratamiento. La hipnoterapia mejoró los síntomas de evitación y las memorias intrusas
con respecto al curso natural de los síntomas en los pacientes en lista de espera después de
cuatro meses. La evidencia disponible es insuficiente para sacar conclusiones adecuadas.
5.3.6. Psicoterapia de apoyo.
No ha habido revisiones sistemáticas de los estudios con este modo terapéutico. Un ECAA
en 51 pacientes no halló diferencias significativas en el curso clínico de los pacientes tratados con
psicoterapia de apoyo, los tratados con TCC enfocada en el trauma, y los controles en lista de
espera. La evidencia disponible es insuficiente para sacar conclusiones adecuadas.
5.3.7. Terapia de grupo.
La única revisión sistemática de los estudios con esta técnica terapéutica no halló
suficiente evidencia para sacar conclusiones firmes sobre su eficacia (National Institute for Clinical
Excellence 2005). Esta revisión reporta los resultados de dos ECAA comparando, el primero, la
tasa de TEPT luego del tratamiento con terapia de grupo con los de los pacientes en lista de
espera (48 pacientes, no hubo diferencias significativas), y el segundo entre terapia de grupo
cognitivo-conductual y terapia de grupo enfocada en el presente (360 pacientes, no hubo
diferencias significativas). La evidencia disponible es insuficiente para sacar conclusiones
adecuadas.
5.3.8. Orientación del afecto.
No ha habido revisiones sistemáticas de los estudios con este modo terapéutico. Un ECAA
en 48 mujeres comparó el efecto de 15 semanas de tratamiento de orientación del afecto con el
curso natural de los síntomas en pacientes en lista de espera, y encontró que el tratamiento
redujo los síntomas de TEPT (medidos con la escala de trauma de Davidson) y los síntomas
disociativos (medidos con la escala de experiencias disociativas) . La evidencia disponible es
insuficiente para sacar conclusiones adecuadas.
5.3.9. Farmacoterapia. Consideraciones generales.
Los pacientes con TEPT a menudo plantean formidables desafíos terapéuticos ya que las
multiples dimensiones y formas de presentación de este trastorno hacen muy difícil un abordaje
farmacológico lineal y simple. A pesar de que no hay mediciones especificas para el TEPT,
muchas de las drogas usualmenmte utilizadas en otros trastornos, tienen efecto en la
sintomatología de este trastorno. A menudo, un enfoque útil de la cuestión consiste en estudiar
las dimensiones patológicas y la sintomatología más conflictiva en el “día a día” del tratamiento
5.3.9.1. Antidepresivos
5.3.9.1.1. Inhibidores de la recaptación de serotonina y otros antidepresivos relacionados.
Al momento de escribir este articulo, los IRSS sertralina y paroxetina han sido
considerados por la FDA norteamericana como indicados para el tratamiento del TEPT/PTSD
5.3.9.1.2. Inhibidores de la monoamino oxidasa.
FENELZINA
5.3.9.1.3. Antidepresivos tricíclicos.
Amitriptilina.
5.3.9.2. Antipsicóticos.
. La evidencia disponible es insuficiente para sacar conclusiones adecuadas, pero hay
literatura y experiencia publicada principalmente con mejor desempeño de los antipsicóticos
atípicos.
5.3.9.3. Benzodiacepinas.
En una revisión sistemática de la literatura no se identificó ningún ECAA de suficiente
calidad para estudiar el efecto de las benzodiacepinas en el TEPT. Sin embargo, la experiencia
clínica indica que un uso cauteloso de compuestos como Clonacepam puede ser beneficioso
como estrategia de potenciación o coadyuvante en el tratamiento asintomático agudo
5.3.9.4. Carbamazepina.
En una revisión sistemática de la literatura no se identificó ningún ECAA de suficiente
calidad para estudiar el efecto de la carbamazepina en el TEPT. Sin embargo la experiencia
publicada derivada del tratamiento de otras patologías (depresión, trastorno bipolar, trastorno del
control de los impulsos) avala el uso de estos agentes en TEPT/PTSD
5.3.9.5 OTROS AGENTES
Trazodona: para tratar las parasomnias y disomnias. Tambien como estrategia de
potenciación antidepresiva y antiimpulsiva
Buspirona: útil como agente ansiolítico antiimpulsivo pero primordialmente como agente
“potenciador” de IRSS
Lamotrigina
Pregabalina
Gabapentin
Tianeptina
Clonidina /Prazosin/guanfancina: para disminuir el tono adrenérgico y regular
hiperactivacion/ reducción de pesadillas
Propanolol: En síntomas de hiperactivación y agresividad
AC Valproico/Valproato: Experiencia de uso en impulsividad y síntomas disociativos
6. Conclusiones
El TEPT es común, frecuentemente incapacitante, y de diagnóstico difícil. Es imperioso
indagar la historia de eventos traumáticos en los pacientes que presentan con deterioro funcional
y síntomas ansiosos, afectivos o de somatización. Los progresos en la neurobiología del trauma
prometen estrategias específicas para el tratamiento de los síntomas del TEPT, pero hasta que
éstos surjan la evidencia disponible sugiere que la TCC enfocada en el trauma, la terapia de
reducción del estrés, o la terapia de reprocesamiento y desensibilización con movimientos
oculares deben combinarse con el uso de IRSS como primera línea de tratamiento. La utilidad de
las intervenciones profilácticas todavía no se ha establecido de modo adecuado.
PARA TERMINAR RECUERDE: SE DEBE TRATAR EL ESTRÉS Y NO LOS CRITERIOS
DIAGNÓSTICOS. LOS PACIENTES TRAUMATIZADOS (Y LOS PSIQUIATRICOS EN
GENERAL) REQUIEREN; COMO QUIZAS NINGUN OTRO, PARA SU TRATAMIENTO DEL
MAXIMO DE NUESTROS ESFUERZOS, CAPACIDADES TECNICAS Y CONDICIONES
HUMANAS