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En Nuestra América ocurre un fenómeno a partir del encuentro de las culturas indígenas con los
europeos y con los pueblos africanos, nos referimos al nacimiento del mestizo espiritual, aquí
debemos considerar que pese a que un “mestizo” está determinado por la mezcla de sangre; el
mestizo espiritual es una categoría que va más allá de esta condición, de modo tal que un hombre
étnicamente puro puede ser también un mestizo espiritual
Este mestizo es un hombre indoamericano que es producto de la mezcla entre la cultura indígena
que ya habitaba estas tierras con la migración europea que vendrá del viejo mundo buscando una
mejor vida y los pueblos africanos, que fueron traídos como esclavos. A pesar de sus diferencias
raciales y diversos orígenes, estos hombres al cambiar su forma de vida, bien sea por el traslado
territorial (europeos y africanos) o por tener que compartir y convivir en su territorio con nuevos
sujetos (las culturas indígenas) crearán una simbiosis, entre sus culturas y formas de vida, que
poco a poco los irá transformando y convirtiéndolos en indoamericanos, un nuevo grupo social
distinto del indígena que habitaba las tierras, del europeo que migró con los conquistadores, o del
negro que fue capturado en África, sacado de su forma de vida y obligado a servir como esclavo.
Esa identidad americana, poco a poco irá agrupando a un colectivo de individuos que irán
constituyendo las naciones. La nación es resultado de una construcción histórica que se consolida
en una identidad racial y cultural, compartida por un grupo de individuos que viven en un
Idea de territorio determinado con unas identidades culturales, y un pasado común y sometidos a una
nación legislación. En el caso colombiano, la construcción de la nación está determinada por el fenómeno
del mestizo espiritual.
En Indoamerica se irá poco a poco desarrollando la idea de una independencia, y así comenzarán
las luchas de los indoamericanos por liberarse del yugo español, lo cual iniciaría con los
movimientos comuneros y posteriormente, con las juntas de gobierno y se consolidarían con las
campañas libertadoras. Ahora debemos considerar que en las diversas etapas de su independencia
de España y su nacimiento como República (1810-1830), Colombia consideraba a Panamá como
parte de su territorio
Hay que considerar que desde su inicio como nación independiente, los territorios que en el futuro
crearían la llamada República Colombia, se han caracterizado por marcadas diferencias culturales
en sus diversas regiones. Esta heterogeneidad territorial llevó a que los gobernantes buscasen
diversas formas de integrar a las provincias. En este asunto tiene una gran importancia la
preocupación de Francisco de Paula Santander por la educación pública, la cual debía ser la
“primera base del edificio social y sin la cual la República no es más que un vano nombre”.
Asimismo el llamado “Hombre de las Leyes” consideraba que la instrucción “prepara la felicidad de
los pueblos que, cuando más ilustrados, conocen mejor sus derechos y se hacen más dignos de su
libertad”. Esto llevaría a que cuando Santander asumiera la vicepresidencia de la Gran Colombia
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(1821-1828), llevase a cabo la inauguración de las escuelas normales de Bogotá, Caracas y Quito a
partir de 1822. Asimismo, por iniciativa de Santander se fundaron numerosos colegios y se
establecieron escuelas elementales para los varones en las ciudades y villas. Por otro lado, se
estableció que los conventos religiosos debían abrir escuelas para hombres y mujeres. (Conde
Calderón & Alarcón Meneses, 2009, págs. 116-119)
Además, los deseos de integración de las repúblicas del proceso de independencia, se reflejaron
por parte del propio Bolívar que en alguna ocasión planteo la integración y unidad de
Hispanoamérica, por lo que propuso la realización de un Congreso Anfictiónico en 1826.1 En ese
deseo de integración Bolívar exaltó a Panamá como centro del mundo y la asimiló al istmo de
Corinto en Grecia, interpretando ese sentimiento común latinoamericano (Ocampo López, 2009,
pág. 135). La expresión de ese sentimiento de importancia Panamá, se evidencia en la invitación
que Bolívar realiza a los gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala al
Congreso Anfictiónico (Ortega Díaz, 2006):
Para llevar a cabo este análisis debemos considerar las etapas de la independencia
latinoamericana propuestas por el historiador Javier Ocampo López (2009, págs. 18-23):
1
Se llamó Congreso Anfictiónico, en la medida que Bolívar quería emular a la Liga Anfictiónica, que unía a los distintos
pueblos griegos en una confederación religiosa que se reunía en el oráculo de Delfos, cerca del estrecho de Corinto
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Es importante destacar el activo papel que los panameños tuvieron en la constitución del 63 “En la
Convención que dio origen a la constitución de 1863, tienen participación seis diputados
panameños y Don Justo Arosemena fue quien la presidió, esto indica que en la constitución del 63
que da origen a los Estados Unidos de Colombia, tuvo una gran participación el sector político
panameño” (Mendoza & Stamato, 1996, pág. 13)Esto nos indica que los panameños se sentían
partícipes de la vida nacional a través del modelo federal de los liberales.
De igual manera, es destacable la importancia que los gobiernos liberales dieron a las relaciones
con el istmo, como lo evidencia el tratado Mallarino- Bidlack, firmado el 12 de diciembre de 1846.
La importancia del tratado Mallarino- Bidlack radica en que éste otorgó a los buques y mercancías
provenientes de los Estados Unidos las mismas garantías y privilegios que gozaban las naves
granadinas. A cambio los Estados Unidos mantendrían su neutralidad en el istmo. Según David Mc
Cullough, el tratado establecía en su Artículo XXXV, que Colombia autorizaría a los Estados Unidos
el derecho exclusivo de tránsito por “cualquiera de los medios de comunicación que ahora existen
o que pueden ser construidos de ahora en adelante”. A cambio los Estados Unidos se
comprometían a mantener la “absoluta neutralidad” en la zona del istmo, este acuerdo permitiría
la construcción del ferrocarril de Panamá, el cual comenzó a construirse en 1850 y solo se
inauguraría hasta 1855 (Mc Cullough, 1979, págs. 32-35). Al conseguir que no hubiera intromisión
estadounidense en el territorio panameño, los gobiernos liberales encontraron la posibilidad de
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potenciar la economía nacional a través del ferrocarril que uniría las costas panameñas,
desarrollando la actividad comercial de la nación.
Podemos considerar como una consecuencia del Tratado Mallarino-Bidlack la aprobación del
tratado Clayton-Bulwer, el cual fue firmado por los Estados Unidos y la Gran Bretaña. Este tratado
encuentra su origen, en el temor británico de que los Estados Unidos llegasen a amenazar sus
dominios en Nicaragua por cuenta de la expansión hacia el oeste. Asimismo los Estados Unidos
temían que eventualmente, la Gran Bretaña consolidase su dominio sobre el istmo llegando a
construir un canal. El tratado estableció que ambas potencias se comprometerían a “gobernar
conjuntamente un canal que se construyera en Nicaragua o, por implicación, cualquier canal que
se abriera en cualquier parte de la América Central”. Sin embargo, el conflicto de Gran Bretaña con
los Boers en Sudáfrica y los problemas que se devinieron de esta guerra para los británicos,
sirvieron como pretexto para los Estados Unidos para derogar este tratado en 1897. Pese a que
era un tratado bipartito anglo-estadounidense, podemos afirmar que este tratado fue una jugada
geopolítica estratégica por parte de Colombia, que logró a través de la alianza con los Estados
Unidos, neutralizar las pretensiones británicas y estadounidenses en territorios panameños.
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como parte del territorio, más bien se desentendió del mismo, lo cual no fue seguido por los
liberales quienes serían los defensores de Panamá como parte de nuestro territorio.
Encontramos entonces que la constitución de 1886 había sido convertida en un instrumento que
facilitaba la represión y la restricción en la participación del debate político para el liberalismo que
no podía enfrentar la intransigencia conservadora manifestada en la censura a la prensa y en las
restricciones que se imponían a los liberales para acceder a los cargos públicos.
“… la constitución cuando estatuye en los artículos 38, 39 y 40, que es permitido el ejercicio
de todos los cultos que no sean contrarios a la moral cristiana ni a las leyes, y que nadie será
molestado por razón de sus opiniones religiosas, ni compelido por las autoridades a profesar
creencias ni a observar prácticas contrarias a su conciencia; siendo entendido además que la
Iglesia Católica no es ni será nada oficial, y conservará su independencia. Pero sucede que en
la práctica se olvida frecuentemente este saludable principio, y fresca cita ofrece a ello, a
nuestro sentir el decreto que copiamos expedido por el Señor Rector del Colegio Balboa de
Panamá…(este decreto prohibió que estudiaran en el Colegio Balboa personas que no
aceptaran la enseñanza religiosa) La moral cristiana como que resiente, del mismo modo, de
la disposición que el decreto, entraña, por cuanto tiende a imponer por arte de disciplina lo
que debe de serlo por arte de persuasión. Y no se crea que estas observaciones signifiquen
guerra de nuestra parte a la enseñanza religiosa; porque la verdad es que ni lo hemos
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pensado ni estamos para provocar debates de este género. Lo que deseamos es que se
cumpla, en la materia la libertad que la constitución establece. Nada más ni nada menos.”
(Mendoza & Stamato, 1996, págs. 70-71)
Para Panamá, cuyas condiciones eran distintas a las del resto del país, la constitución de 1863 era
vital, y cuando ésta desaparece y se impone una constitución centralista (1886), se ve amenazada
la identidad que se había venido construyendo, dado que los habitantes de Panamá se sintieron
agredidos, pues no se consideraron representados por el gobierno conservador. Un gobierno
centralista representaba para Panamá, una contravención a la identidad cultural que había
construido a lo largo de la historia, por su condición de puerto y de lugar de transición. Esta forma
de cultura, era contraria al proyecto centralista de Nuñez y Caro; este último a lo largo de su vida,
se preciaba de no haber salido nunca de la sábana de Bogotá. Esto último nos permite pensar que
la visión de nación de Caro era claramente cerrada y excluyente, y en estas condiciones de
desconocimiento del resto del país fue nombrado por Núñez representante de Panamá en la
convención que redactó la constitución de 1886. Contrastando con la amplia participación que
tuvieron los panameños en la redacción de la constitución de 1863.
Mientras Panamá contó con libertades en la vigencia de la constitución del 63, durante el período
de la Regeneración, se le impusieron medidas restrictivas para limitar su participación en el
parlamento y en la escena política colombiana, como se observa en el uso que el gobierno
conservador dio a un censo antiguo de la población del istmo, del cual se valieron para disminuir el
número de representantes de Panamá ante el gobierno nacional: “… con la ley 7º de 1888, el
Estado permitía a los gobernadores departamentales dividir su departamento en los distritos
electorales, de acuerdo a su población. El gobierno central desempolvó un censo de población
panameña llevado a cabo en 1870, con un número poblacional claramente inferior que disminuye
los distritos electorales del istmo, por tanto, la participación panameña de la vida nacional se ve
disminuida.” (Mendoza & Stamato, 1996, págs. 48-49)
Del mismo modo, el modelo centralista representaba para los panameños el no poder hacer un
máximo aprovechamiento de sus propios recursos, los cuales habían manejado con una cierta
autonomía. Sin embargo, en las medidas de la Regeneración, los dineros recaudados para Panamá,
fueron utilizados para pagar gastos que antes correspondían a la nación, como observa en la
edición del periódico panameño El Deber, del 29 de marzo de 1893, recogido por Mendoza:
“Los istmeños eran los únicos colombianos que se vieron sometidos de 1886
para acá a la vigencia de leyes cuya especialidad no ha traído más que
funestos resultados. Es así como después de haberse cobrado más de seis
millones de pesos de los pueblos de Panamá, en forma de contribuciones y
de impuestos, desde 1885 para acá, ese dinero ha sido gastado fuera del
pago de sueldos y de unas pocas mejoras materiales, en atender a servicios
que, como los de la fuerza pública y la marina, corren en el resto de la
República a cargo del erario nacional.” (Mendoza & Stamato, 1996, pág. 87)
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La situación del conservatismo no era pacífica, y diversos sectores del partido empezaron a asumir
una posición contraria a la del gobierno de la Regeneración. Este sector del partido, que va a
abogar por algunos cambios y que expresaba su rechazo a las prácticas arbitrarias, fue conocido
como “Los Históricos” que proponían algunos cambios como la descentralización administrativa y
reformas a la libertad de prensa. Sin embargo, Caro lidero el sector conservador de tendencia
Nacionalista, el cual proponía una Regeneración sin cambios de ninguna índole y que propugnaba
por un partido católico y una república centralista. Al estar Caro en el poder, se mostró
completamente intransigente e intolerante, con los históricos, a los que persiguió con el mismo
rigor con que lo hizo con los liberales, esto lo muestra el cierre de los periódicos Los Hechos y Los
Tiempos, el primero liberal y el segundo conservador histórico.
Otto Morales Benítez (1998, pág. 17), describe la división de históricos y nacionalistas como un
avance de la derecha política: “…La división conservadora era cada día más aguda. Se movían
muchos intereses. Los liberales independientes que habían acompañado el movimiento de Núñez,
se retiraban. Los grupos de derecha celebraban este acontecimiento, pues desaparecían como
elementos que perturbaban el goce absoluto del poder. Lo fueron logrando lentamente. Aquellos
se sintieron prestando un concurso incómodo a un proceso que no conduciría a resultados eficaces
para sus ideas. El mundo de posibilidades que habían soñado, se les cerraba en forma definitiva.
Quedaban las definiciones en manos de los conservadores. Pero éstos, ariscamente y con una
división cruel señalaban a sus antiguos socios con los más entusiastas calificativos de desdén.” Esto
se traducirá en la intransigencia con que la corriente nacionalista tratará también a los
conservadores históricos, quienes se acercarán a los postulados liberales. Estas eran los principales
propuestas de los históricos:
Descentralización Administrativa.
Incremento de las obras públicas.
Responsabilidad del Ejecutivo
Reformas a la ley de prensa
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Entre ellos Santiago Pérez
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La división conservadora fue evidente en 1892 cuando Caro decidió dejar la presidencia para no
quedar inhabilitado y así, poder lanzarse a un nuevo mandato. Por tanto, Caro designa al general
Guillermo Quintero Calderón, pero éste nombró como ministro a Abraham Moreno, perteneciente
al ala conservadora de los históricos. Esta situación hizo que Caro regresara al poder apenas cinco
días después de renunciar, en aras de limitar el poder de los históricos, sin embargo esta acción lo
inhabilitó para participar en las elecciones, que habrían de elegirlo como presidente en propiedad.
En medio de esta difícil coyuntura, los liberales, llevaron a cabo su convención política, donde las
diversas tendencias del liberalismo, lograron un acuerdo común. Dice Otto Morales Benítez (Uribe
Uribe, 1995, págs. 48-51) cito: “…El liberalismo hace una declaración en la cual plantea las
modificaciones a que aspira para poder alcanzar una acción nuevamente conviviente en la
República. La mayoría de las propuestas se dirigen a obtener una modificación profunda de la
constitución y de las leyes que tenían un espectacular poder permanente en contra del
entendimiento nacional. En el interés de desacreditar el período de las administraciones radicales,
alegando que en esa época se desintegró la república por los mecanismos de que gozaban los
estados soberanos. Se ha repetido hasta el cansancio que sólo en la Regeneración se logró la
unidad nacional. Habría que preguntar ¿Cuál unidad nacional? Porque antes las gentes no
estuvieron tan separadas; más antagónicamente encaradas; más dramáticamente escindidas. Fue
un régimen que produjo dos guerras civiles, la última la más larga y sangrienta entre las civiles. No
se gozó de las libertades individuales y públicas. La intención de crear un criterio de benevolencia
que arrope un régimen, lleva a remarcar juicios inconsecuentes con la realidad.”
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Tomados de la declaración original de la Convención Liberal disponible en
http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/89147/brblaa176286.pdf
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VI. Prohibición de ser elegidos Presidente y Vicepresidente de la República todos aquellos que
hayan desempeñado el Poder Ejecutivo, por cualquier tiempo y con cualquier carácter, en el
periodo constitucional inmediatamente anterior.
VII. Restablecimiento de la responsabilidad legal del Presidente de la República por todos los
actos que se relacionen con el derecho individual de los ciudadanos, con la soberanía de la Nación
y con la administración de la Hacienda Nacional y el Crédito publico.
VIII. Supresión de toda facultad extraordinaria ó discrecional que menoscabe los derechos
individuales de los ciudadanos, ó altere el régimen constitucional en algún sentido; y en
consecuencia, derogación de la Ley 153 de 1881, en cuanto hace prevalecer la Ley sobre la
Constitución, y de la Ley 61 de 1888, en su totalidad.
IX. Organización de la Instrucción publica primaria, de suerte que sea realmente gratuita, y que
se prodigue de manera que puedan aprovecharse de sus beneficios todas las clases sociales.
X. Restablecimiento de la inviolabilidad del Poder Judicial, de manera que sus miembros no
puedan ser destituidos sino por sentencia, ni cambiados de sus puestos; y la duración temporal de
las funciones de la Magistratura.
XI. Supresión de todo impuesto que grave los artículos de exportación.
Reducción de los impuestos que encarecen 1a sal, la carne y los artículos extranjeros de primera
necesidad.
Abolición de todo monopolio, sin menoscabo de los derechos adquiridos y sin perjuicio de que
sean gravados, en cualquiera otra forma, los licores alcohólicos.
XII. Prohibición absoluta de aumentar la cantidad de papel moneda que hay actualmente en
circulación.
Amortización gradual de tal deuda mediante la aplicación a ese efecto de una porción suficiente
de las rentas generales.
Restablecimiento de la circulación metálica y libre estipulación de moneda en los contratos.
Libertad de ejercer la industria bancaria, y consiguiente facultad de emisión otorgada a los Bancos
particulares.
XIII. Abolición de la pena de muerte.
XIV. Erección en un nuevo departamento de las siete provincias meridionales del Cauca, según lo
han solicitado sus Consejos Municipales.
A pesar de las diferencias generacionales,4 los liberales coincidían en que se encontraban en una
situación de desesperanza y desesperación debido al grado de exclusión y persecución al que era
sometido el liberalismo, por parte de los conservadores. La intransigencia del régimen llevó a que
todos los sectores del liberalismo, estuviesen de acuerdo en optar por la guerra contra los
conservadores. Esto podemos verlo en las palabras de Rafael Uribe Uribe: <<La casi totalidad de
los liberales estaba acorde en que se debía hacer la guerra, porque no nos quedaba otro camino.
La oportunidad, el plan y los jefes era lo único en que discrepábamos, pero en el punto de partida
no había divergencia entre los hombres de pensamiento y los de acción. >> (Vesga y Ávila, 1914,
pág. 19)
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Dirigían el Partido Liberal, Aquileo Parra, Salvador Camacho Roldán, Nicolás Esguerra, Gil Colunje, Luis A.
Robles. Destinados a dirigir las acciones bélicas en la guerra de los mil días, encontramos a los también
liberales que oficiaron como jefes militares: Sergio Camargo, Gabriel Vargas Santos, Foción Soto, Santos
Acosta, Benjamín Herrera y Rafael Uribe Uribe.
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La derrota electoral del doctor Miguel Samper en las presidenciales representó un revés para el ala
liberal que intentaba aplazar la iniciación de la guerra, como afirman Villegas y Yunis (pág. 43):
“…el insuceso golpea el prestigio de los jefes pacifistas y abre dentro de la colectividad anchas
posibilidades a los predicadores de la guerra, que no desperdician oportunidad para lanzarse a la
revuelta…”
Según el testimonio de Benjamín Herrera: “Una vez lanzado el liberalismo a la guerra, su decoro le
obligará a sostenerla hasta obtener la victoria u obligar al adversario a una transacción patriótica
y honrada que le devuelva sus derechos y funde para siempre y sobre sólidas bases el imperio de la
república en esta patria infortunada”. (Vesga y Ávila, 1914, pág. 18)
En ese sentido es importante releer el manifiesto del director del partido liberal Gabriel Vargas
Santos recopilado por Otto Morales Benítez (1998, págs. 269-270), donde éste explica las razones
por las cuales el liberalismo ha entrado en la guerra:
“Dirijo una guerra, la a cual dan inspiración los más levantados ideales de libertad y de
justicia: Domina el norte de la república; se levanta imponente en todos los ámbitos del país
y, con paso firme y seguro, avanza hora por hora, terreno que amplía su campo de acción y
ensancha su base de operaciones… Los ejércitos liberales luchan por establecer en este país
efectiva y definitivamente la república… Por parte del liberalismo no ha sido abierto en esta
lucha el propósito de reponer instituciones y de incidir en prácticas que no se conformen con
el sentimiento nacional… Aspira a renovar en nuestras prácticas administrativas las ya
olvidadas tradiciones de severa honradez…Propende porque la Constitución Política se
conforme a la estructura nacional… Es su propósito robustecer (…) la unidad nacional… Que
se deje a cada entidad política la autonomía y los medios necesarios para impulsar su
progreso y procurar su propio bien… Luchar porque sean los individuos y los pueblos los que
dispongan de su suerte… Respeta y garantiza, por lo mismo el sentimiento religioso,
naturalmente católico, del pueblo colombiano, y otorga a los sacerdotes toda la
consideración que se merecen en cuanto no tomen su augusta misión de paz, en baluarte y
propaganda de la guerra… Rehabilitar nuestro sistema monetario… Restablecer la
responsabilidad de los mandatarios y la limitación de sus funciones a la simple función de
resguardar el derecho… Clama por establecer en materia de contribuciones una austera
economía… Acabar con el odioso y suicida distingo entre compatriotas vencedores y
vencidos.”
Uno de los problemas que tuvieron que afrontar los liberales, fue la –considerada por algunos
historiadores- precipitada decisión del general Paulo E. Villar por iniciar las acciones bélicas contra
los conservadores en la región de Santander (Batalla de Bucaramanga). Esta decisión llevó al
liberalismo a entrar en un combate para el que no estaba preparado. Por tanto, ese primer
tropiezo será injustamente achacado a Uribe Uribe, quien prácticamente se vio obligado a dirigir a
los ejércitos liberales contra el gobierno conservador en la zona, sin que éstos tuvieran las mejores
condiciones para ello. Según el testimonio publicado en 1914 de Vesga y Avila (pág. 16), así fue la
que se presume como actitud precipitada de Villar:
“El doctor Paulo E. Villar, gozaba de extensas simpatías en Santander, por su despejado
talento como médico, su entusiasmo liberal y cierta firmeza de carácter que lo hacía a los
ojos de la juventud, el más a propósito para poner en actividad los ardores bélicos de que se
estaba poseída. Fue con los votos de esa juventud ardorosa con los que obtuvo la dirección
del liberalismo en Santander. Consecuente con el espíritu que informó su jefatura, todos sus
trabajos se encaminaron a lanzarnos a la guerra, y aunque halló dificultades en el resto del
país, creyó que el sólo vigor de Santander bastaría para derrocar la Regeneración. Fue así,
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como quebrantando la disciplina del partido, desató la guerra, sin que éste estuviera
convenientemente preparado, y confiando en promesas ilusorias. Muchos hombres,
experimentados y prudentes trataron de aplazar cuando menos el movimiento: pero la
insistencia del doctor Villar, superó a toda consideración, y la revolución fue inerme y sin
concierto, arrastrando sin querer al a casi todo el partido a sus devoradoras llamas”
En el precario estado de la tropa liberal, Uribe Uribe tuvo que hacerse cargo de dirigir los ejércitos
revolucionarios, hacemos nuestras las reflexiones de Vesga y Avila cito:
“La retirada fue impuesta por las circunstancias, obra del enemigo, no labor militar de quien
tuvo el encargo de encabezarla para salvarse. (…) Muertos, heridos y prisioneros los Jefes del
Ejército de Santander, de Boyacá y Cundinamarca; desmoralizadas las tropas con la derrota y
con el dolor infinito que en nuestros soldados colecticios produce la pérdida de sus jefes (…)
desalentados por la ilusión pérdida que era apoderarse de Bucaramanga, los restos del
ejército eran una informe montonera dispuesta a cualquier cosa, menos a presentar la cara a
su enemigo, no porque faltara valor, sino porque habían perdido los jefes que inspiraban
confianza.” (Vesga y Ávila, 1914, pág. 74)
Debe Uribe Uribe reconstruir la confianza de los liberales y será así que llega a enfrentar la que
sería exitosa batalla de Peralonso.
Después de la derrota de Bucaramanga, los liberales se retiran del territorio, pero después
obtendrán su primera victoria en el puente de Peralonso, el cual fue explicado así por Villegas y
Yunis: “Las fortificaciones naturales en que se parapeta la fuerza gubernamental retornan el ligar
casi infranqueable. El río atraviesa la región entre escapados barrancos siendo vadeable
únicamente por un estrecho puente colgante, descubierto, a cuyos lados, siguiendo el cauce del río,
una tapia de adobe y piedra horadada con aspilleras por los fusileros, sirve de magnífica defensa.
Se abre fuego el 15 de diciembre. Todos los intentos de desalojar a los rivales y atravesar el puente
fracasan. (…)Uribe cruza el puente al frente de 11 voluntarios. Tras ellos sigue el grueso de las
tropas liberales. El ejército conservador se desbanda en completa confusión, dejando en la huída
numerosos muertos, heridos y prisioneros (900) así como grandes cantidades de armamento,
municiones y provisiones. La batalla es el único triunfo liberal de importancia, en esta primera
etapa de la guerra. Su ánimo decaído mejoró después de los desastres de los Obispos y
Bucaramanga.” (Villegas & Yunis, 1979, págs. 58-59)
Se ha rumorado que los conservadores dejaron esta victoria a los liberales en aras de dar
prolongación a la guerra y mantener la defensa de sus intereses particulares. Esta hipótesis resulta
creíble, dada la mejor condición en que se encontraban las tropas conservadoras. La prueba de
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ello, según Villegas y Yunis, fue este telegrama fue enviado al general Villamizar, jefe de las tropas
conservadoras:
Reservado y urgentísimo
General Villamizar
Permanezca a la defensiva-retírese a Pamplona. Deje pasar revolución. Gobierno necesita
prolongar estado de cosas, fin circular emisiones, salvar causa. Destruya. Firmado José Santos
Esta batalla fue trascendental dado que los liberales pretendían hacerse con el control del río
Magdalena, con lo cual controlarían el territorio nacional, considerando que éste río ha sido la
principal vía comercial del país. Sin embargo, la flota conservadora logró responder en el lugar
conocido como “Los Obispos” cerca de La Gamarra infligiendo estratégica derrota al liberalismo.
Afirma el capitán Ricardo García Bernal en la curiosa obra La guerra civil de los Mil Días en el Mar:
“Tal como indica el general De Castro en su informe, el precio pagado por la victoria
gobiernista fue bien leve: tres heridos, el ojo derecho del comandante, y la avería del
“Colombia”. En cambio, para los revolucionarios fue un desastre definitivo. Además de la
muerte de los generales que se citan en el parte de batalla. Sufrieron 500 bajas entre
muertos y heridos (…) Puede deducirse que toda la operación fue una gran irresponsabilidad
y una evidente falta de profesionalismo por parte de los jefes revolucionarios, a pesar de
haber visualizado la importancia de hacerse al control del río Magdalena, con lo cual una vez
más se confirma que no es posible improvisar en una semana una marina de guerra, tal
como pretendieron hacerlo” (García Bernal, 2003, págs. 134-137)
El combate se realiza a la colombiana: con valor, odio y falta de maestría que causan
admiración. No son choques frontales de grandes cuerpos. Son enfrentamientos de pequeñas
columnas de fusileros que se despedazarán lenta y sistemáticamente. La caballería no existe.
(…) Es el infante, el campesino de fusil y machete quien arrastra todo el peso de la guerra.
Más que el fusil, el machete. Se combate cuerpo a cuerpo y, en ciertas circunstancias, el fusil
de poco sirve. Son cargas de macheteros, desbaratando las columnas enemigas, que al paso
de estos soldados enrojecidos por el sol se doblan con la facilidad y rapidez con que se doblan
las espigas en la siega bajo el filo cortante de la hoz. (…) Quince interminables días de
matanza. En una tierra reseca, árida. Los cadáveres se van amontonando, la putrefacción
envenena el aire. No hay tiempo para recoger heridos ni para enterrar los muertos. Unos y
otros confundidos en medio del hedor que enrarece el aire. (Villegas & Yunis, 1979, pág. 68)
En los preliminares de la guerra, Ecuador (Eloy Alfaro), Venezuela (Cipriano Castro) Nicaragua (José
de Santos Zelaya), así como sectores importantes de la dirigencia norteamericana manifestaron
intención de apoyar efectivamente con insumos (armas y municiones) la que consideraban
suficientemente legítima decisión del Partido Liberal de recuperar la legitimidad plena de las
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Durante la guerra, se mantuvo una cierta solidaridad de los gobiernos de tendencia liberal vecinos
de Colombia, como lo menciona Thomas Fischer, el gobierno conservador, se encontró aislado en
la región, dado que los vecinos de Colombia, comprendieron la condición opresiva e intransigente
del conservatismo. Por tanto los gobiernos vecinos encontraban justificada la acción bélica por la
que habían optado los liberales. Como lo menciona Fischer (2001, págs. 82-84):
En el caso del sur, Eloy Alfaro otorgó refugio a los liberales quienes llevaron a cabo una Incursión
bajo el liderazgo de Camilo A. Álvarez, la cual apoyada por el presidente ecuatoriano Eloy Alfaro, el
choque se presenta en la hacienda Simancas contra el general Lucio Velasco, que derrotaría a los
liberales.
Asimismo, en Venezuela, Cipriano Castro otorgó refugio a liberales como Rafael Uribe Uribe quien
se refugió en Curazao. Bajo el liderazgo del general Clodomiro Castillo, y con el respaldo del
presidente venezolano Cipriano Castro, los liberales atacan las fuerzas conservadoras del general
Juan Arjona quien derrota a los liberales, que no solo pierden la batalla sino también al general
José Francisco Socarrás, asesinado. En la posterior derrota de Carazua, los venezolanos se retiran
del combate. (Jaramillo, 1989, págs. 106-107)
5.1. Parcial cumplimiento de José Santos Zelaya en apoyo a Panamá. Y la lucha de Victoriano
Lorenzo contra Carlos Albán
El 31 de marzo con apoyo del presidente nicaragüense José Santos Zelaya, desembarca en Punta
Burica el Dr. Belisario Porras con el general Emilio J. Herrera, quienes con el apoyo de Zelaya y
Alfaro inician una marcha hacia la capital con el apoyo de los indígenas cholos liderados por
Victoriano Lorenzo, quien apoyó decididamente a los liberales en su lucha contra el general
panameño Carlos Albán quien es derrotado el 27 de Agosto de 1902 por Benjamín Herrera.
Victoriano Lorenzo posteriormente, sería fusilado buscando doblegar al grupo indígena que
lideraba. (Jaramillo, 1989, págs. 109-112)
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Tomemos en consideración que los panameños, siempre anhelaron la restitución del orden y la
pacificación del país, es decir reconocían la importancia de la unión con Colombia, más quedaba
en claro su desavenencia con el régimen de la Regeneración, como vemos en el periódico La
situación, del 29 de febrero de 1892:
“La paz he ahí nuestro grito y nuestra bandera, porque la paz es el más tremendo
castigo que puede darse a los gobiernos abandonados por la opinión pública, es la
oposición más formidable que puede presentársele a los gobiernos absolutistas. Ella y
solo ella es bastante para derribarlos. En ese camino de salvación estamos, y de él no
saldrán las colectividades políticas que aman, en Colombia, las instituciones
republicanas. Seguiremos pues aconsejando la conservación del orden. Aunque el
sufragio sea una farsa, un ridículo, una mentira; aunque las garantías individuales, en
todas las formas, hayan desaparecido por completo; aunque se encarcele, destierre y
confine a ciudadanos pacíficos, sin fórmula de juicio, y se expulse de la misma
manera a extranjeros domiciliados; aunque a los periodistas independientes se les
arruine a fuerza de crecidas multas con el objeto de conseguir que guarden profundo
silencio; aun cuando todo esto suceda, continuaremos predicando la paz…”
(Mendoza & Stamato, 1996, págs. 43-44)
<<Otra notable petición (de Benjamín Herrera) elevada a mediados de 1902, fue la relativa al
canal de Panamá. Consciente de que los intereses partidistas torpedeaban cualquier
iniciativa en torno a esa obra. Y ante el peligro del a invasión norteamericana, que Herrera
estimaba inminente propuso entonces en el tratado de Paz de Wisconsin, que se reuniera de
inmediato una Convención Nacional Paritaria-entre liberales y conservadores-para que
decidiera sobre la apertura del canal e iniciara de inmediato la obra. Su clamor nacionalista
no fue escuchado, a pesar de que era una clausula que obligaba al gobierno. El odio político
se había apoderado de Colombia y los gobernantes de turno solo veían por el ojo mezquino
del partidismo. Se prefirió pedir otra vez, la intervención norteamericana, antes que claudicar
ante una revolución fratricida y triunfante. >> (Rodríguez, 1973, págs. 96-97)
Manuel Amador, un médico de prestigio nacido en Tumaco, pero criado en Panamá y que se
encontraba radicado en los Estados Unidos fue convencido por el gobierno, para dirigir el
movimiento separatista, en vista de que el gobierno colombiano de los conservadores había
mostrado un desinterés enorme por Panamá. Este plan es explicado en una carta que Amador
envía a su hijo:
“El Plan me parece bueno. Se declara independiente una porción del Istmo al cual no
permiten los Estados Unidos, llegar fuerzas de Colombia a atacarnos. Se convoca una
asamblea y ésta da facultades a un ministro que nombra al nuevo gobierno para que
haga un nuevo tratado sin necesidad de ulterior aprobación de esa asamblea.
Aprobado el nuevo tratado por ambas partes ya queda la nueva república protegida
por los Estados Unidos y se agregarán los demás pueblos del Istmo que no estaban
formando parte de esa República y quedan también bajo la protección de Estados
Unidos.” (Diaz Espino, 2001, pág. 111)
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5.4. Tratados.
La guerra debió resolverse en tres acuerdos diferentes lo que nos da cuenta de que los liberales
eran todavía una fuerza amplia capaz de resistir la batalla, sin embargo los dirigentes liberales
optarán por la salida negociada, en aras de establecer la defensa de Panamá.
“Tengo el dolor de anunciaros que, salvo el ejército de Panamá y el que nosotros constituimos, la
revolución no cuenta ya con ningún otro grupo de importancia en el país… Por eso y en vista de las
circunstancias, he celebrado el convenio de Neerlandia, en que a trueque del desarme, he
procurado obtener para vosotros algunas garantías individuales y para nuestros demás
copartidarios algunas ventajas de carácter colectivo. De mi parte doy por terminada la guerra, y
excito a todos los liberales que aún permanezcan en armas a tomar la vuelta de sus hogares
abandonados y reasumir las faenas del trabajo. Despidámonos como soldados y preparémonos a
saludarnos como ciudadanos… Forjémonos un alma resistente y un corazón enérgico capaces de
reanudar la vida civil a despecho de las tristezas de la derrota actual; y unidos al pie de nuestra
gloriosa bandera marchemos a la conquista del derecho porque a pesar de todo, nuestro es el
porvenir.” (Cardona Tobón, 2006, pág. 310)
Es comprensible que Herrera, tuviera dudas sobre cual sería la decisión acertada. Tomamos de
Villegas y Yunis (págs. 296-297), esta reflexión de Benjamín Herrera quien manifestó: “Cómo es
posible y prudente que vayamos a entregar a cambio de promesas un tan poderoso ejército como
el nuestro que ha demostrado ser invencible para el gobierno; que crece fantásticamente cuando
más lo atacan, y cuando trabajamos con excelentes fundamentos con la realización de la campaña
del Atlántico, que puede asegurarle al liberalismo una redención definitiva”.
No obstante, a pesar de tener razonable control territorial y militar del istmo, Benjamín Herrera
entabla negociaciones de paz con los conservadores, quienes habían llegado incluso al extremo de
solicitar ayuda militar a los Estados Unidos en contra de sus propios nacionales (panameños y
liberales). El tratado que intentaba poner fin a la confrontación, se firmaría a bordo del acorazado
estadounidense Wisconsin. Sería firmado por Víctor Salazar y Vásquez Cobo en representación de
los conservadores y Lucas Caballero y Eusebio A. Morales por parte de los liberales y
posteriormente el tratado sería ratificado por Nicolás Perdomo y Benjamín Herrera.
Gran esfuerzo y sacrificio liberal, en aras de salvar la unidad del territorio colombiano.
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CONVENIO DE PAZ
"Los infrascritos: a saber Ramón González Valencia, Gobernador, Jefe Civil y Militar del Departamento y Comandante en Jefe
del Ejército de Santander, ampliamente autorizado por el Gobierno Nacional, por una parte, y por otra Ricardo Jaramillo y
Ricardo Tirado Macías, en representación del Subdirector de la Guerra, señor doctor Foción Soto, autorizado éste también
debidamente por el señor Director general de la guerra y del Partido Liberal, con el objeto de poner término definitivo a la
actual contienda armada en todo el territorio de Colombia, hemos convenido, después de canjeados, y hallados bastantes
los poderes respectivos, en celebrar un Tratado de Paz en los términos y cláusulas siguientes.
1ª. Los revolucionarios depondrán las armas y las entregarán al Gobierno, lo mismo que todos los elementos de guerra de
cualquier especie que tengan en su poder.
2ª. El Gobierno expedirá Decreto de carácter provisional legislativo, por el cual se conceda amplia amnistía a cuantos directa
o indirectamente hayan tomado parte en la revolución.
3ª. No podrán ser en ningún tiempo perseguidos, juzgados ni penados por considerárseles cabecillas de expediciones de
guerra iniciadas u organizadas en país extranjero contra el Gobierno de Colombia, ni por actos que en calidad de
revolucionarios hayan ejecutado o mandado ejecutar contra las personas o contra las propiedades de los demás, aquellos
que hubieren depuesto ya las armas por convenios especiales o sin ellos, ni los que las depusieren dentro del término que
señala este Tratado.
Para comprobar que cualquiera de estos actos se dirigía a un fin militar y que el responsable se hallaba en servicio activo de
la Revolución, bastará la certificación jurada del Superior correspondiente o de quien pueda hacer sus veces.
4a. Inmediatamente después de publicado el Decreto de amnistía, se efectuará el desarme de los revolucionarios, y a la vez
serán puestos en libertad los presos políticos y prisioneros de guerra en todo el país; cesará toda medida represiva adoptada
a causa de la turbación del orden público y en consecuencia se suspenderá la exacción de empréstitos forzosos y
contribuciones de guerra impuestas a los revolucionarios; se levantarán los confinamientos y se cancelarán las fianzas y
demás cauciones existentes por motivos políticos, así como también se volverán a sus dueños las propiedades raíces que
hubiere tomado el Gobierno debido al estado de guerra.
5a. El Gobierno dictará Decreto provisional legislativo por el cual reforme las circunscripciones electorales de una manera
equitativa, consultando las condiciones topográficas y económicas de cada región. El objeto de esta medida será
principalmente garantizar a todos los partidos la eficacia de sus derechos políticos, a fin de que puedan tener la
representación que les corresponda en el poder público.
6a. Los revolucionarios que continuaren en armas después de cuarenta días contados desde la fecha de la publicación del
Decreto de amnistía, no quedarán amparados por las estipulaciones de este Tratado.
7a. Verificados el desarme y la entrega de los elementos de que trata la Cláusula primera, convocará el Gobierno a
elecciones para Asambleas Departamentales y Congreso.
8a. Reunido el Cuerpo Legislativo de la Nación en virtud de la convocatoria a que se contrae la cláusula que precede, para
ejercer las atribuciones que le confiere la Constitución, el Gobierno le propondrá nuevamente las reformas indicadas por el
Vicepresidente de la República en su mensaje a las Cámaras de 1898, en cuanto aquellas reformas que no fueron entonces
sancionadas.
9a. El desarme de las fuerzas revolucionarias y la consiguiente inmediata entrega de los elementos de guerra de que ellas
disponen, se hará por inventario a las Comisiones que al efecto designará oportunamente el Gobernador del respectivo
Departamento.
Los Jefes y Oficiales revolucionarios tendrán derecho a conservar sus espadas, revólveres, equipajes y caballerías de uso
personal.
1Oa. El Gobierno facilitara los auxilios de marcha correspondientes a los Jefes, Oficiales e individuos de tropa de las fuerzas
revolucionarias que depongan y entreguen las armas, para que puedan trasladarse a sus domicilios y les dará los
salvoconductos del caso para que sean respetados en sus personas y bienes. Los auxilios de marcha se liquidarán y
abonarán inmediatamente, en la misma forma y cuantía que a los Jefes, Oficiales y tropa del Gobierno.
11a. Con el fin de contribuir al restablecimiento y definitiva consolidación de la paz pública, y con el patriótico intento de
abrir camino a la concordia nacional, el Partido Liberal declara que reconoce la Constitución vigente en la República, y
manifiesta su firme voluntad de someterse a ella y acatarla como Carta Fundamental. En consecuencia, prome te
solemnemente no procurar en lo sucesivo las reformas o enmiendas que estima necesario introducir en ella, sino por los
medios pacíficos que ella misma determina.
12a. Para que este Tratado entre en vigencia se requiere la aprobación del Excmo. Señor Vicepresidente de la República,
encargado del Poder Ejecutivo, por una parte, y por otra la de los señores Dr. Foción Soto y General Gabriel Vargas Santos,
Subdirector y Director General de la Guerra, respectivamente.
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En fe de todo lo cual firmamos dos ejemplares de un mismo tenor, uno para cada parte, en la ciudad de Chinácota,
Departamento de Santander, hoy veintiuno de noviembre de mil novecientos dos.
A pesar de contar con los recursos, condiciones cada vez más favorable para conducir la guerra
hacia un final victorioso, los líderes liberales de la misma sacrificaron la que sería su victoria,
renunciaron a los laureles y optaron por hacer la paz con los conservadores en aras de preservar la
unión nacional ante la mayor amenaza, la posibilidad de la separación de Panamá y la injerencia
estadounidense en el istmo. Los conservadores de Marroquín, desatendieron ese llamado tal
como lo muestra Gustavo Humberto Rodríguez al describir como Benjamín Herrera ofreció al
gobierno conservador sus servicios y experiencia militar para defender Panamá en noviembre de
1903, cito : <<…Cada día aparece más claro quien fue el responsable (de la separación de Panamá).
Que lo fue el Imperialismo Norteamericano no hay duda. Pero que el gobierno de Marroquín le
sirvió el plato tampoco la hay. También aparece como fue de nobilísimo el gesto de Herrera
vencedor, deponiendo las armas después de Aguadulce. De noble de grande y de estéril. Fue una
nobleza y un patriotismo llevado hasta el final. Porque el fatídico 3 de noviembre de 1903 Herrera
estaba en Pamplona y desde allá se dirigió telegráficamente a Marroquín ofreciendo su espada
invicta al gobierno para defender la soberanía nacional ultrajada. Un ultraje que por parte de
Marroquín se quedó sin respuesta. A la incapacidad se había unido la claudicación. Pensando en
Colombia, telegrafió Herrera: Pamplona, 8 de noviembre de 1903 Excelentísimo señor
vicepresidente. En defensa del honor y de la integridad de la Patria, ningún buen liberal dejará
de ir, como irán todos los buenos colombianos, hasta el sacrificio si fuere necesario. Animado por
estos sentimientos, tengo el honor de ponerme a órdenes del gobierno. B. HERRERA. (Rodríguez,
1973, págs. 172-173)>>
6. Separación de Panamá
El proyecto de ley Spooner (aprobado en junio de 1902) estableció que los Estados Unidos
construirían el canal en territorio panameño, pero solo con la condición de que se pudiera
negociar un tratado satisfactorio con Colombia. De lo contrario, el gobierno estadounidense
optaría por construir el canal en Nicaragua. Después, en la presentación del Tratado al embajador
José Vicente Concha por parte de los estadounidenses, este se realizó según los términos de la ley
Spooner, por tanto, los Estados Unidos exigían no solo un arriendo, sino una cesión absoluta y
perpetua de la tierra aledaña al canal. Concha se negaría a ratificar dicho tratado y sería
remplazado por Tomás Herrán. En la tarde del 22 de enero Herrán recibió la oferta final que
esperaba del gobierno de los Estados Unidos: 10 millones de dólares y una renta anual de 250 mil
dólares. La aceptó y así se estableció el tratado Herrán-Hay. (Diaz Espino, 2001, págs. 61-75). Sin
embargo el 16 de agosto, el tratado fue negado en el congreso colombiano, lo cual supuso un
revés para los planes de Estados Unidos, por lo que incentivaron el movimiento separatista.
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Manuel Amador según el relato de Ovidio Díaz Espino (2001, pág. 144): “Huertas, lo que es usted
hoy se lo debe a Panamá. De Bogotá no puede esperar nada. Yo estoy viejo y cansado de la vida,
no me importa morir. Si usted quiere ayudarnos, alcanzaremos la inmortalidad en la historia de la
nueva república. Aquí habrá cuatro barcos de guerra norteamericanos. En Colón habrá otros
tantos. Usted y su batallón no pueden hacer nada contra la fuerza superior de los cruceros que
tienen sus órdenes. Elija: Aquí gloria y riqueza; en Bogotá miseria e ingratitud”. Huertas al final
accedió a unirse al movimiento separatista.
Ante el temor de una intentona separatista en Panamá el general Juan B. Tovar es enviado por el
gobierno colombiano con un ejército a la zona del istmo. Sin embargo después de su llegada a
Colón, los Estados Unidos obstaculizan el traslado de la tropa, llevando solamente al general y a su
cuerpo cercano en el ferrocarril, mientras que sus tropas se quedaron en la ciudad de Colón. Ese
mismo día llegaría el crucero estadounidense Nashville del comandante Hubbart. A la llegada de
Tovar a Ciudad de Panamá, será arrestado por Esteban Huertas, militar colombiano a cargo del
Batallón Colombia en Panamá, quien se unió a los separatistas. En esas circunstancias Panamá
proclamó su independencia, los ciudadanos se tomaron la plaza de la ciudad y proclamaron su
independencia, la cual fue reconocida casi inmediatamente por los Estados Unidos. (Diaz Espino,
2001).
Reflexiones finales
- El partido liberal se vio en una situación desesperada que le llevó a tomar las armas y
hacer la guerra como opción para luchar contra la exclusión de la Regeneración.
- La Regeneración Conservadora derivó en autoritarismo y represión contra las
libertades, así como la centralización del poder y los recursos económicos. Esto. era
contrario a la cultura de los panameños,
- El gobierno conservador de manifestó un claro desconocimiento y desatención por la
situación de la población del istmo, llevó a que los pobladores buscasen obtener la
independencia.
- Los Estados Unidos aprovecharon la situación de desinterés del gobierno central hacia
Panamá, para apoderarse de la región para llevar a cabo la construcción del canal.
- De este modo, la guerra de los mil días no puede ser considerada una causa de la
separación de Panamá, dado que los panameños se sentían parte de Colombia, pero el
modelo represivo y centralista de la Regeneración llevó a que los panameños optasen por
la separación del territorio colombiano.
- Los liberales antepusieron su victoria y éxitos militares en aras de defender el istmo y
la soberanía de Colombia sobre Panamá.
- Entonces se puede afirmar que mientras el conservatismo tuvo una actitud de
desinterés hacia la población istmeña, los liberales tanto en el gobierno, como en la
oposición siempre la defendieron como parte de Colombia, llegando a superponer los
intereses nacionales por encima de sus intereses políticos para su defensa, como lo
demuestra la disposición y voluntad de los liberales para llegar a acuerdos de paz, que en
última instancia permitiesen conservar integra la soberanía de Colombia.
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centotto, 2012
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