Publicado el 13/03/2003 Venezuela Analítica Editores. <http://www.analitica.
com> Autor: Carlos Yusti
¿Para qué nos sirve la literatura? En infinidad de ocasiones he escuchado a muchas
personas proclamar, que jamás han tenido la debilidad, o la aviesa tentación, de leer un libro.
En infinidad de ocasiones he escuchado a muchas personas, jóvenes y viejos
indistintamente, proclamar, como si de un logro excepcional se tratara, que jamás han tenido la debilidad, o la aviesa tentación, de leer un libro. No se avergüenzan de mostrarse como ágrafos con títulos universitarios o como simples analfabetas funcionales que manejan Internet. Se han gastado bastantes folios para llegar al hueso de las bondades de la lectura. Advierte, en un texto la escritora Cristina Peri Rossi, que pregunta “¿Para qué sirve la literatura?”‚ regresa cada poco tiempo, como la gripe y la guerra. No se la hacen, sin embargo, los millones de personas que no leen nunca un libro, (...)Se la suelen hacer los escritores. Leer y escribir son actividades distintas, pero que tienen en común el lenguaje escrito. Tanto para el lector como para el escritor el manejo inteligente del idioma es vital. En uno para comprender lo que lee y en el otro para trasmitir con claridad todo aquello que necesita expresar. Muchos lectores pueden caer en la sugestión, a veces vanidosa, de escribir, pero para un escritor es indispensable la lectura porque escribir, según lo escrito por Montserrat Roig, es ir escribiendo. Se aprenden los secretos de la escritura sobre la marcha, sobre una practica perseverante de profusa lectura y cuantiosa escritura. Para descubrir los trucos de los diferentes discursos es necesario leer a otros escritores y aprehender, de primera mano, los pormenores de un oficio que es fértil y cambiante cada tanto. Nunca es sencillo el trabajo con las palabras las cuales siempre son signos vivos y dispuestos a las mutaciones más diversas. No sin razón Fernando Lazaro Carreter escribió: "Una lengua natural es el archivo adonde han ido a parar las experiencias, saberes y creencias de una comunidad. Pero este archivo no permanece inerte, sino que está en permanente actividad, parte de la cual es revisionista: los hablantes mudan el valor o la vigencia de las palabras y las expresiones" Los libros son una parte importante de ese archivo y por esa razón la lectura parece un paso impostergable para acercarse a la magia inigualable y mutable del idioma. Escritores y lectores somos en esencia idioma. Los cambios en el lenguaje denotan, por lo general, una mutación sustancial en el colectivo hablante. Necesitamos la inteligencia para desarrollar un lenguaje variado y rico. "La variedad polifónica˜ Lazaro Carreter acota˜ resulta de manejar inteligentemente el repertorio general de posibilidades que la lengua ofrece a todos" Se escribe (y se lee) para enriquecer el idioma que hablamos y que de alguna manera nos habla y permite dejarnos expuestos ante los demás. Cuando se agotan todos los argumentos sobre los beneficios, terapéuticos e intelectuales, de la lectura los amantes de los libros esgrimen como argumento definitivo el relativo al placer. Lo hizo estupendamente Roland Barthes cuando escribió sobre el Placer del textos y lo utiliza de nuevo Peri Rossi: "Creo que hemos dado con dos conceptos claves: no hay literatura sin intención (sin moralidad, en un sentido amplio del término) y no hay literatura sin placer. ¿Qué placer? No es uno solo, sino múltiple". La literatura en realidad carece de utilidad para muchos asuntos. No sirve, por ejemplo, para ser idiotas toda la vida, como tampoco es eficaz para conocer gente real, sino seres imaginarios, personajes enmarañados y más complejos sicológicamente que algunas de nuestras amistades que pastan en el césped de nuestra esfera privada. Mucho menos sirve para quedarnos en nuestra dejadez a la hora de utilizar el idioma. Leer es un obstáculo si queremos que las pasiones analfabetas, como la xenofobia, el racismo y los extremismos políticos o religiosos, permitan que formemos parte de la turba de trogloditas que generan la violencia sin sentido. Leer puede ser contraproducente si queremos olvidar. Los libros son un reservorio de memoria. Leer también puede llevarnos a descubrir lo importante que es la imaginación, pero cuidado vivimos en un mundo real donde importan sólo las cifras y los índices. Leer tampoco puede liberarnos de nuestros cerrados prejuicios, tampoco nos convierte en mejores personas y mucho menos sirve para culturizarnos ni para obtener títulos universitarios. Quienes insistan en buscarle usos prácticos y transcendentales a la literatura perderán de manera insalvable el tiempo. El último libro que devoré, en una hospitalización de tres días debido a una úlcera gástrica, fue " Vivir para contarla ". El libro de Gabriel García Márquez vino a mi rescate de ese mundo atroz que significa un hospital público. Las memorias del escritor colombiano no me aliviaron, pero hicieron menos inhóspito mi forzada estada en aquel espeluznante lugar. Cada palabra, cada frase era una música callada excepcional y el libro me distrajo, me obsequió un respiradero en aquella atmósfera asfixiante y bituminosa donde la muerte te tutea a cada instante o juega al ajedrez con el enfermo vecino. La literatura es a fin de cuenta un pasatiempo exquisito y complejo que eleva la conciencia. La literatura es un diálogo que necesita interlocutores, que requiere de un lector, pero no un lector cualquiera, sino de ese ávido de historias, personajes y universos impresos. No sin razón escribe Félix de Azúa: "Ese lector es la única razón de ser de la escritura cuando ésta pasa a llamarse literatura, hasta el punto de que sólo podemos llamar buena literatura a aquella escritura que añade lector nuevo, no una repetición, a la cadena". Cuando me inicié, bastante joven, en la lectura estaba ansioso por descubrir en los libros el intríngulis de la existencia. Pero me ha sucedido que la vida, con sus sinsabores y sus mieles a ratos, me ha enseñado los libros. Hoy al leer ya no busco respuestas. Ni trato de categorizar si tal o cual libro me será más beneficioso leer, simplemente me dejo llevar por ese río de las palabras que no va a ninguna parte, pero que le proporciona sonido a la vida y hace que la imaginación resuene, que todo adquiera una música especial que permite olvidar por un rato ese ruido ensordecedor e incesante del mundo. Lo escrito por Michel de Montaigne siguen siendo de una validez inalterable: "En los libros sólo busco un entretenimiento agradable y honesto,..."