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TEMA 2.

DEPRESIONES Y RELIEVES EN EL INTERIOR DE LA MESETA

INTRODUCCIÓN.

Se tiende a reducir a la Meseta como una vasta llanura, de elevada altitud, rodeada por
destacados relieves que llegan a encontrarse en su interior dividiéndola en dos mitades.
Un análisis más detallado muestra que la Meseta no aparece como una llanura, ni posee
caracteres homogéneos en sus dos mitades, norte y sur. Se prolonga hacia el noroeste,
siendo el núcleo más antiguo de la Península Ibérica al que se han adosado los
territorios surgido durante las convulsiones terciarias, hasta adquirir la configuración
actual. Cabe distinguir en ella dos elementos esenciales: el zócalo y la cobertera
sedimentaria.

El primero está constituido por materiales arcaicos y paleozoicos y sufrió varios


plegamientos como el caledoniano y el herciniano, ambos dentro de la era primaria o
paleozoica. La orientación general de los pliegues es del noroeste al sureste. A lo largo
del Secundario fueron arrasados y toda la región convertida en una vasta penillanura
cuyos ríos fluían hacia el oriente mediterráneo. Las aguas de este mar, mucho más
extenso que ahora, bañaban e irrumpían los territorios del zócalo por el norte, el este y
esporádicamente por el sur, donde fueron depositando una cobertera sedimentaria poco
uniforme, que tras el plegamiento alpino, dio origen a los relieves que adornan la
Meseta con materiales acumulados durante el Secundario.

Por el oeste, desde Galicia a Sierra Morena, predominan los materiales antiguos
(gneis, granitos y pizarras) de tonos grises y cárdenos y de consistencia muy dura que se
traduce en abundantes afloramientos graníticos. La red fluvial se ve obligada a realizar
profundos tajos, evidenciando un claro predominio de la erosión vertical sobre la
horizontal, mientras atraviesa la Meseta hacia el Atlántico.

Según Solé, la evolución morfológica de la Meseta ha tenido las siguientes fases:

 Una primera fase en la que se cincela la penillanura poligénica (pretriásica), desde


finales del Primario y comienzos del Secundario, a expensas de los relieves
aparecidos en la orogenia herciniana.

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 Una segunda fase, la orogenia alpina, que reforma los contornos meseteños y
abomba o fragmenta su interior.
 Una tercera fase, durante el Mioceno avanzado, en la que se desarrolla la
penillanura fundamental (finimiocénica) sobre los resaltes alpinos eocenos y
oligocenos
 En la cuarta fase dicha penillanura sufre los últimos reajuste isostáticos terciarios
y aparece dislocada y elevada en varias partes hasta un nivel de cumbres.
 En la quinta fase se forma una nueva penillanura por arroyada, típica de los
climas áridos cuyas precipitaciones esporádicas, pero intensas, originan grandes
acumulaciones de sedimentos angulosos y groseros.

1. LA SUBMESETA NORTE.

También conocida como la depresión del Duero, tiene una altitud media de 850 m y
aparece rodeada por los relieves portugueses de Tras-os-Montes al oeste, Montes de
León y Cordillera Cantábrica al noroeste y norte, Cordillera Ibérica al este y Cordillera
Central al sur y suroeste. Estos relieves llegan a rebasar los 2000 m en numerosas
ocasiones por lo que la submeseta norte tiene el aspecto de una verdadera depresión de
origen terciario a pesar de su elevada altitud. Estas barreras debilitan la influencia del
Atlántico, traduciéndose en escasez de lluvias y fuertes contrastes térmicos.

La depresión está drenada por el río Duero, excepto la Bureba burgalesa y el Bierzo
leonés, que caen bajo la influencia del Ebro y del Miño, respectivamente. Cuando la
Meseta basculó hacia el este, las zonas septentrional y oriental recibieron un gran aporte
de sedimentos marinos cuyo espesor siguió aumentando por subsidencia hasta alcanzar
en algunos puntos más de 3000 m. La red hidrográfica aparece encajada profundamente
en esta llanura, tan extensa como uniforme desde la geología, pues los terrenos son casi
todos ellos de origen terciario. Los materiales finos (yesos) se localizan en el centro de
la cuenca, mientras que en los bordes aparecen los más gruesos (conglomerados). En
las áreas intermedias abundan las arcillas rojas cubiertas por rañas al noroeste y por
calizas pontienses hacia el este, mientras que en el sur han sido sustituidas por las
arenas miocénicas procedentes del desmantelamiento de la Cordillera Central.

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Esta uniformidad topográfica esconde realidades muy diferenciadas por su origen, como
las penillanuras, las plataformas estructurales, los glacis petríficos y las terrazas
fluviales. La penillanura es la última fase en el ciclo erosivo de un viejo zócalo como
puede verse en Zamora y Salamanca. La plataforma estructural o páramo se
establece sobre un estrato duro de conglomerados o areniscas de borde de cuenca
(páramo leonés) o sobre calizas en el centro de la misma por sedimentación, como los
páramos de la Nava, Peñafiel y Tudela de Duero antes de llegar a Valladolid y los de
Cerrato al sureste de Palencia.

Los glacis detríticos presentan una pendiente suave y están constituidos por materiales
de arroyada que han cubierto otros más blandos como las arcillas. Las terrazas
fluviales, fruto de las alternancias climáticas durante el Cuaternario, están presentes en
numerosos valles meseteños: Tormes al sur de Salamanca, Duero al oeste Valladolid o
del Carrión.

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Aparte de estas grandes unidades morfológicas en la depresión del Duero, existen otras
muchas formas de modelado sobre materiales blandos (cárcavas, motas, vallonadas y
mamblas) o sobre duros (taludes, bolas de granito, sierros, arribes y negrizales) que
dotan de una gran variedad de detalle a la submeseta norte. Dentro de los rasgos
generales de la misma, hay que señalar su clima continentalizado de inviernos
rigurosos y veranos cálidos, escasez de lluvias, especialización cerealista de las
campiñas, escasa presencia de masas boscosas y la baja densidad humana.

2. LA SUBMESETA SUR.

También denominada depresión del Tajo, la submeseta sur está limitada por el Sistema
Central al norte, la Cordillera Ibérica al este y Sierra Morena al sur. Por el oeste se abre
al Atlántico cuyas influencias ciclonales son escasas debido a la baja latitud de aquélla.
Frente a la submeseta norte, que forma una unidad homogénea en muchos aspectos, la
sur está subdividida en dos por los Montes de Toledo, la septentrional drenada por el
Tajo y la meridional, por el Guadiana. Una porción de ésta, al sureste, ha pasado al
dominio mediterráneo arrastrada por las aguas del río Júcar y su afluente el Cabriel. En
menor proporción, una circunstancia similar se está dando al sureste de la depresión del
Duero, cuyas tierras ha empezado a tocar el curso alto del Henares en su acción
remontante, beneficiándose de la menor altitud media de la submeseta sur.

Los materiales que rellenan la depresión son de origen continental, pertenecen al


Terciario (Mioceno) y en su ubicación repiten el mismo esquema que en la zona norte:
los más groseros en los márgenes (conglomerados, gravas, etc.) y los más finos en el
centro (yesos, limos o calizas palustres). La sedimentación se prolonga hasta el Mioceno
superior y es en el Plioceno cuando la Península bascula hacia occidente, pasando a
convertirse toda la Meseta en una zona exorreica. También se repiten los grandes
conjuntos geomorfológicos de la submeseta norte: páramos calizos como los de la
Alcarria excavados por el Henares y el Tajuña, que abren amplias vallonadas en los
materiales arcillosos subyacentes; rañas que descienden del Sistema Central en los
interfluvios de los afluentes del Henares y del Jarama o de los Montes de Toledo, entre
Gálvez y Alcaudete, en el gran arco que forma el Tajo hacia Talavera de la Reina, y
terrazas sinnúmero en casi todos los ríos, complejas las del Henares y famosas por los

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hallazgos paleolíticos las del Manzanares. La falta de homogeneidad se traduce en una
clara diferenciación entre las partes de la submeseta sur. En ella cabe distinguir varios
subconjuntos: la cuenca de Madrid, la del Tajo, la llanura manchega y la cuenca del
Júcar.

2.1. La cuenca de Madrid.

Se extiende por la margen derecha del Tajo entre el Sistema Central al norte, la Sierra de
Altomira al este, los Montes de Toledo al sur y Mejorada-Talavera de la Reina al oeste.
Está drenada por los ríos Jarama, Guadarrama y Alberche y en ella se singularizan el
páramo alcarreño partido en dos por el río Tajuña.

2.2. La cuenca del Tajo.

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Continúa la de Madrid y pertenece al ámbito del río Tiétar. Se caracteriza por la
torrencialidad de los ríos que descienden del Sistema Central y buena prueba de su
ímpetu son los conos aluviales en Arenas de San Pedro y Candeleda. Este valle se abre
hacia el campo Arañuelo cuya altitud ha descendido hasta a los 300 m por la intensa
erosión sufrida.

2.3. La llanura manchega.

Se define por su gran plenitud, débil drenaje y abundancia de extensas zonas


endorreicas o semiendorreicas. Ocupa la zona meridional de la Meseta, limitando por el
norte con las estribaciones de los Montes de Toledo y del Campo de Criptana; por el
este con el valle del Júcar y Sierra de Higueruela y por el sur y sureste con Sierra
Morena y el Campo de Montiel. La zona centro es una gran llanura aluvial alimentada
por el río Záncara (Campo de Criptana) donde abundan las dunas construidas por los
vientos. En las áreas calizas se ha desarrollado todo un paisaje cárstico a base de
dolinas, uvalas, etc.

2.4. La cuenca del Júcar.

Engloba por el este la del Cabriel, que se abre entre la sierra de Rubial y la de Martés
formando la plana de Utiel-Requena; por el noroeste alcanza hasta los límites
provinciales con Ciudad Real; por el oeste incorpora el Campo de Montiel y por el sur
limita con las estribaciones béticas. En el centro quedan los llanos de Albacete
colmatados por los sedimentos del río Jardín.

3. LA CORDILLERA CENTRAL.

Divide la Meseta en dos partes. Se encuentra fragmentada en bloques, debido a


numerosas fallas de orientación noreste-suroeste con algunas otras en sentido
perpendicular. La Cordillera o Sistema Central es un fragmento de la Meseta elevado y
fallado durante el plegamiento alpino. Las fallas transversales que reproducen la
orientación noroeste-sureste del plegamiento herciniano permiten la comunicación norte
a sur a través de puertos conocidos: Béjar, la Paramera de Ávila y Somosierra. Por las
fallas longitudinales discurren algunos ríos como el Lozoya, Alberche, Tiétar, curso alto

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del Tormes y Jerte. Los materiales dominantes corresponden al corazón del zócalo,
granitos y neis en Gredos y Guadarrama y pizarras paleozoicas en Somosierra. En
general los materiales son, de oeste a este, cada vez más modernos, finalizando en un
enclave de sedimentos mesozoicos que sirve de enlace entre la Sierra de Ayllón y la
Cordillera Ibérica.

Ni las numerosas líneas de fractura ni los diversos enrasamientos y posteriores


elevaciones explican suficientemente la morfología de la Cordillera Central. Hay que
contar también con la fuerte erosión diferencial desencadenada por los ríos entre las
vertientes norte y sur. Allí la red hidrográfica ha excavado valles abiertos y suaves
interfluvios. Al rebasar hacia el sur la línea de cumbres, los resultados son muy distintos
ya que predominan los valles estrechos y profundos, verdaderos tajos favorecidos por la
tectónica y por un nivel de base algunos cientos de metros inferior al de la cuenca del
Duero.

Sin llegar a tener la importancia de los glaciares alpinos, debido a una altitud menos y
una latitud más meridional, también aquí los hielos cuaternarios dejaron su impronta
por encima de los 1.600 m en la Estrella y de los 1.900 en Somosierra. Las lenguas
glaciares nunca alcanzaron más de 7 km de longitud y las navas y hoyos, aunque
numerosos, son de tamaño reducido. Fruto de esta actividad de los hielos cuaternarios
son las numerosas lagunas de alta montaña repartidas por la Sierra de Gredos de este a
oeste, como la Nava, las Cinco Lagunas y la Grande de Gredos. Pero más importante
todavía que el modelado glaciar fue el periglacial sobre las rocas cristalinas, aún vigente
en las altas cumbres.

4. LOS MONTES DE TOLEDO.

Son fruto del abombamiento que sufrió la Meseta durante el plegamiento alpino.
Comparten con la Cordillera Central algunas características: la fragmentación en
bloques tectónicos elevados (Horst) y hundidos (graben), las formas redondeadas o
aplanadas de sus cumbres y las mismas superficies de erosión en su historia
geomorfológica. Sin embargo también existen notables diferencias como son la menor
longitud y altitud de los relieves sureños, cuyas cotas oscilan entre los 1.200 y 1.400

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m, el predominio de las cuarcitas y pizarras frente al granito y la inexistencia de
actividades glaciares.

Hacen divisoria de aguas entre las cuencas del Tajo y del Guadiana y en su conjunto
pueden considerarse como una penillanura disecada, de orientación este-oeste, cuyos
materiales están compuestos por pizarras y cuarcitas del Silúrico, excepto la extensa
formación cristalina al sur de Toledo. Al este mantienen cierta prestancia topográfica
que van perdiendo paulatinamente hacia occidente.

Los crestones de cuarcita que aparecen en el tramo occidental, desde las Villuercas a la
Sierra de San Pedro, son un ejemplo de relieve apalachense exhumado y resaltado por la
erosión diferencial. Las cimas aparecen a un mismo nivel, lo que confirma la existencia
de una superficie de erosión pretriásica, que enrasó los relieves hercínicos de
orientación armoricana (NO-SE). Las diferencias morfológicas vienen dadas por la
distinta dureza entre cuarcitas y pizarras, propiciando estas últimas un
desmantelamiento más rápido. Al pie de los relieves y en las áreas intramontanas
aparecen amplias extensiones de rañas, que son depósitos detríticos suavemente
inclinados, compuestos por materiales cuarcíticos angulosos y cementados con arcillas y
limos. Han tenido su origen en un clima semiárido o árido.

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