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“DE LA CECA A LA MECA”: DE TEORÍA Y HERMENEUTICA EN

ARQUEOLOGÍA

I. RECUENTO HISTÓRICO

1. TEORÍA ARQUEOLÓGICA
A lo largo del tiempo, la disciplina arqueológica ha transitado diversas posturas teóricas, cada una
de ellas como respuesta a un contexto determinado, a una situación política-económica y social de
relevancia mundial, esto debido a que toda posición teórica procede necesariamente de las
asunciones básicas que se tienen para juzgar cuestiones del presente. Cada una de estas posturas
convergió en una muy nutrida Ciencia Social, generando la multiplicidad de enfoques, modelos
teóricos, escuelas y complejas metodologías investigativas que hoy en día generan un ambiente
polémico y de debate entre tendencias aparentemente opuestas.
Para un simple y sucinto entendimiento (de lo que debe significar una necesidad fundamental para
el investigador) de las tendencias ideológicas que abordan la arqueología, utilizaremos la propuesta
de Juan Pablo Carbonelli (2011). Este autor postula el recorrido histórico de la arqueología a través
de “tres periodos hegemónicos”, cada uno de ellos marcados por sus diferencias en cuanto al
entendimiento del pasado del hombre y el objeto o cultura material:
Érase finales del siglo XIX, atrás había quedado ya los excesos del evolucionismo unilineal y
darwinismo social debido a la lenta decadencia del colonialismo y la tan encasillada forma de
presentar la prehistoria por Thomsem, Lubbock y Mortillet. Se vivían los malos resultados de la
revolución industrial y el progresivo aumento de la competitividad entre naciones (crecimiento del
nacionalismo), obligaba a la Arqueología a ser utilizada como la principal herramienta para
delimitar las áreas culturales primigenias en el llamado “principio de los tiempos”, en este sentido
se mantenía una “visión normativa de la cultura”, la cual sostendría el concepto de cultura como un
conjunto de ideas compartidas expresadas de forma imperfecta por la cultura material (postulado
sintetizado en el diagrama de David Clarke en 1973, véase imagen 01), esto provocaría como
consecuencia: una errónea concepción del modo de transmisión cultural, transmisión que no
existiría si no fuera por medio de la difusión (postulado arduamente impulsado por la miembros de
la Escuela de Viena). Es en este contexto en el que ve la luz la Escuela Histórico-Cultural Alemana,
el primer periodo de hegemonía teórica, que tiene como base epistemológica: el enfoque
inductivista, el cual sostenía que por medio de lo analizado y observado en el trabajo de campo, el
arqueólogo podría reunir y completar aspectos de una cultura a modo de rompecabezas; otro de los
postulado es la imposición de una “cronología cultural en el espacio tiempo” como las de Childre
por ejemplo, que pretende parecer un inmenso horario entre culturas, como si una manifestación
hubiera aparecido y desaparecido mágicamente para la aparición de otra sucesiva; o también la
creación de mapas llenos de flechas que indican: continuas migraciones o la anteriormente referida
difusión de ideas.
Todos estos “errores” fueron cometidos debido a la tendencia fetichista de sus investigaciones, por
superponer al objeto por encima del ser humano e incluso estudiarlo a solas, descuidando el
individuo creador y beneficiario del artefacto. El tiempo transcurre de manera inevitable, la Escuela
Historicista intenta fallidamente mantenerse vigente con nuevos postulados, sin embargo sus
producciones tendían ser únicamente descriptivas. Era la década de los 40’ del siglo pasado, un
profesor y revolucionario del pensamiento Antropológico, Leslie A. White, infundía en su alumno
L. B. Binford un enfoque distinto de analizar el pasado. Con White, el neoevolucionismo parecía
triunfar por encima de los demás enfoques teóricos, así como, la propuesta de una nueva tendencia:
la de observar la cultura como un sistema integrado por subsistemas, los cuales se relacionan entre
ellos1.

Imagen 01: esquema que resume el concepto de cultura bajo la visión historicista. (David Clarke: 1976)

Es así pues, que este nuevo concepto convertido ahora en un paradigma de investigación
antropológica, se termina de concretizar en los años 60 con L. B. Binford, y sus dos principales
artículos: “Archaeology as Antropology” (1962) y “Archaeology systematic and the study of
process culture” (1965), y con D. Clarke y su “Teoría General de Sistemas” expuesta en el año de
1968. Este corresponde el segundo periodo hegemónico en teoría.
Tanto los nuevos postulados que esta tendencia posee, como su enfoque procesualista del
entendimiento del pasado, serán profundizados en un apartado más adelante, en esta oportunidad
nos limitaremos solamente a enunciar algunas de las principales características resumidas por V.
Fernández en su obra “Teoría y Metodología de la Arqueología” (1989):
 La cultura es considerada como un modo extrasomático de adaptación al medio.

1
Para ahondar en esta propuesta el lector puede revisar el artículo de J. Caldwell en 1959: “La Nueva
Arqueología Americana”, donde se sintetiza esta y otras de las nuevas tendencias de mediados del siglo XX.
 Al ser la cultura un modo de adaptación al medio, su transformación no depende del
contacto con otras culturas, ni mucho menos por difusión de ideas (DIFUSIONISMO), sino
más bien se verá notablemente influenciada por el ambiente.
 Si la cultura se transforma influenciada por el ambiente, entonces deben existir leyes
generales que permitan entender la conducta humana y su relación con el exterior
(PROCESOS GENERALES DE CAMBIO).
 Estas leyes son las mismas que se aplican en las Ciencias Naturales, por tal motivo usan
también el método hipotético – deductivo, de este modo es posible conocer ciertamente
todo aspecto de la cultura (POSITIVISMO).
 Este positivismo y su principal pretensión: el poder reconstruir todo un sistema cultural en
base a los restos materiales, lo llevo a construir sistemas cuantitativos de análisis que
permitan relacionar la mayor información posible.
Sin embargo, a medida que avanzamos en el tiempo, parece ser que este afán positivista empieza a
rozar los límites de lo consentido, las leyes generalizadoras no permiten absolver todas las
cuestiones arqueológicas propuestas y el método nomotético – deductivo no tiene los mismo
resultados que en las Ciencias Naturales, parece necesario reencauzar a la arqueología como una
Ciencia Humana, es aquí donde aparece el tercer marco teórico hegemónico, el hermenéutico,
expuesto más adelante.
2. HERMENEUTICA
Hermenéutica. Desde la antigüedad se viene utilizando este vocablo, nacido como gran parte de la
terminología castellana en la Grecia Clásica, aparece por primera vez con Aristóteles en su obra
Organum, como “peri hermanais” significando en primera instancia: un instrumento para el recto y
seguro pensar, enfocado eminentemente en el análisis de los juicios y preposiciones. Sin embargo,
es solo a partir de finales del siglo XV en medio del Renacimiento y la Reforma Luterana, en un
contexto de quiebre histórico – cultural del ese entonces presente, con el pasado, que la
hermenéutica comienza a surgir de forma progresiva como una disciplina ligada íntimamente al
estudio de textos sagrados y conocimientos afines, así como a la retórica, la lógica y la gramática.
Más adelante en el tiempo, este término es aplicado a la literatura grecolatina – clásica, así como al
ámbito legal, orientándose a textos de esta naturaleza y su correcta aplicación a la particularidad de
los casos (Gómez 1986). Es a partir de ese momento que la hermenéutica es considerada como una
Teoría General, encargada de la interpretación y exclusivamente dedicada a la indagación del autor
y de su obra.
Es de esa forma que aun hoy en día entendemos la hermenéutica, como una actividad de reflexión,
una actividad orientada al ámbito interpretativo que nos permite acceder a la captación de la
orientación del accionar del individuo en los diferentes contextos por los que la humanidad ah
transcurrido. Interpretar una obra es descubrir el mundo al que ella se refiere en virtud de su
disposición, de su género y estilo (Ricoeur 1984).
3. HERMENEUTICA EN CIENCIAS SOCIALES
Las Ciencias Sociales también seguirán un proceso secuencial histórico, que partirá desde el apego
positivista, que las acerca al naturalismo (seguir los modelos planteados para las Ciencias
Naturales), hasta el campo de la filosofía con la hermenéutica de Gadamer.
Ruben Horacio Pardo (2003), identifica tres estadíos por los que atravesó las Ciencias Sociales: un
primer estadío naturalista, con el apego referido hacia la idea de hablar de una Ciencia Social que
plantee leyes y explique hechos sociales; un segundo estadío en contraposición del primero llamado
comprensivista, que rescata el lado subjetivo y que pretende comprender el ámbito social. Y una
tercera, que es la que nos interesa tratar en este apartado y que cambiará cualquier idea anterior, por
la incorporación de un elemento peculiar en su estudio, “el lenguaje”, el cual permitirá entender la
cultura material como un texto, visualizará la obra como el reflejo del actor. Cada uno de estos
periodos se ampliará a continuación:
Con respecto al primer estadío. Debido a los grandes aportes logrados por las ciencias naturales, las
llamadas ciencias blandas (demás Ciencias no Naturales) pasaban a segundo plano por la “poca
objetividad” manejada en ellas. Es así que dentro de todas las ramas científicas, las Ciencias
Sociales eran las “menos científicas” u objetivas, como reacción ante esto, se pretendió
“cientifizarla”. Para ello se incorpora el supuesto naturalista, que no será más que la propuesta de
homogeneizar el mundo social con el físico (como si un hecho social se pudiera medir, contabilizar
y predecir al igual que un hecho físico), se aplica el reduccionismo científico, es decir, se impone
la idea de que sólo habrá una única manera de hacer ciencia y esta será por medio de la aplicación
del ya conocido “método científico”, ofreciendo de esta forma leyes generales para explicar hechos
particulares. Se confía en la experiencia y en la comprobación, y con eso se pretende ser
completamente objetivo. Todas estas ideas serán manejadas en el mismo contexto donde
encontraremos al segundo periodo hegemónico en arqueología y este corte positivista tendrá un
nombre propio ARQUEOLOGÍA PROCESUAL, llamado de distintas formas por diversos autores
como “el gran despertar” (Renfrew: 1982) o “la arqueología paradigmática” (Trigger: 1989). Sin
embargo, todas estas ideas pecarán de reduccionistas y generarán evidentemente reacciones
contrarias.
Como se mencionó anteriormente el estadío comprensivista, la contraparte del reduccionismo en las
Ciencias Sociales, llegará con nuevas ideas, tomando en cuenta conceptos nunca antes usados en las
Ciencias Naturales, tales como la voluntad, el propósito y la intensión. Conceptos que desenfocan
cualquier pensamiento netamente cientifísta, es así como se les devolverá valor a los actores
sociales. Este modelo por decirlo de algún modo, planteará el proceso cognitivo de comprender.
Otorgándole valor a la subjetividad del investigador y del individuo detrás del objeto, este nuevo
modelo pretenderá llegar a una empatía psicológica y sus ideas traerán consigo otras ideas, como la
especificidad y el dualismo metodológico. Sin embargo esta reacción contra el reduccionismo se
terminará convirtiendo en psicologismo, dando lugar al último estadío, el cual cambiará la idea de
“comprender el pasado” hacia la idea de “interpretar el pasado”, para esto se valdrá de una
herramienta con una trayectoria dentro de la teología y el ámbito jurídico, y que dentro de las
Ciencias Sociales pretenderá restablecer el vínculo por el momento oculto. Este modelo teórico
corresponde a la HERMENEUTICA, su aplicación dentro de las Ciencias Sociales llegará gracias a
Gadamer, su tendencia asumirá nuevas posiciones, hablará de la parte subjetiva del investigador
subdividiéndola en dos categorías: la de tradición y la de pertenencia, influenciadas ambas por el
lenguaje.
Así el lenguaje tendrá una doble funcionalidad: el ser la materia prima de la sociedad y ser además
un rasgo de la racionalidad humana .La hermenéutica postulará que todo acto cognitivo requiere de
la interpretación, al mismo tiempo la explicación será parte de comprender. Ampliaremos la
información sobre este modelo en el siguiente apartado.
4. HERMENÉUTICA EN ARQUEOLOGÍA
Como ya se comentó anteriormente, la hermenéutica llegará de la mano de la Filosofía a las
Ciencias Sociales con la propuesta de Gadamer. Uno de los mayores avances que ofrece este
modelo es la incorporación del lenguaje, que a su vez y particularmente aplicado a la arqueología
pretenderá el estudio del material como un texto, como producto de un actor social al que podremos
entender por medio de la cultura material.
En el contexto arqueológico la hermenéutica representará las mismas características que en las
Ciencias Sociales. Las características son descritas por Horacio Pardo (2003):
a. El giro lingüístico, esta concepción de que las acciones humanas son lenguaje.
b. Una concepción holística de la razón, el cual propondrá que la interpretación contiene en
su interior a la “compresión” y a la “explicación”.
c. El supuesto hermenéutico, un dato puede albergar muchas mediaciones teóricas, en
arqueología, este supuesto aún es muy cuestionado y hasta catalogado del “vale-todo de la
arqueología”, sobre esto nos pronunciaremos más adelante.
d. La dimensión interpretativa y subjetiva de la realidad, propone que el lenguaje y la
historicidad condicionan el conocimiento. Y que la interpretación del hecho dependerá del
investigador.
Así las interpretaciones siempre serán predispuestas por el investigador. No podemos pretender ser
completamente objetivos, como menciona Nietzsche: “la razón interpreta”. Con la intensión de no
dejar afuera ninguna de las posibilidades, la hermenéutica responde con un primordial criterio,
propuesto por Hodder (1991): “Multivocality where any interpretation is as good as another”.
Aunque esto le ha otorgado a este modelo y a la arqueológica post-procesual el apelativo de “vale
todo”.
El modelo hermenéutico, o la arqueología post-procesual regida por este modelo se ha posicionado
en Latinoamérica hace relativamente poco tiempo. Los enfoques contextualistas y la arqueología
del paisaje han llegado a provocar cambios realmente importantes en la arqueológica del Perú, esto
lo trataremos en el aparto referido a la arqueología peruana.
II. DISTINCIÓN MÉTODO / ENFOQUE HERMENEUTICO
Hablar de teoría en arqueología hoy en día, en una época en que lo menos importante es creer si
nuestra disciplina continúa siendo ciencia o si tenemos que acostumbrarnos a ser tratados como una
disciplina más, es complicado, sobre todo si consideramos que un gran porcentaje de profesionales
relacionados con la arqueología, se ven abrumados por la “comodidad” del trabajo de campo y del
registro del material o que la mayoría de investigaciones no correspondan al número de arqueólogos
trabajando actualmente. En este sentido, la concepción del investigador con respecto a su
investigación, ya no sigue líneas teóricas sino pues, su “simple criterio”.
A priori, la teoría es concebida como una sucesión de corrientes y escuelas desarrolladas a lo largo
de la historia y no solo para las Ciencias Sociales, sino para cualquier otra ciencia. No podemos
negar que muchas de las corrientes y enfoques que se mencionan en teoría, corresponden a un
proceso social mayor dentro de las ciencias sociales, netamente influenciado por el contexto socio-
cultural como se explicó anteriormente. Por tal motivo, aún está presente la confusión entre que es
“una teoría”, un “método”, un “enfoque” e inclusive un “modelo teórico”.
La primera distinción que debemos hacer es, la diferencia entre método y teoría, que aunque son
términos muy relacionados frecuentemente, tienen conceptos completamente diferentes.
Según Fernández (1989), la teoría correspondería: al conjunto de principios más importantes que se
suelen aplicar en la interpretación de la cultura material. Y el método por su parte, constituiría, la
aplicación de estos principios para la resolución de los problemas concretos. Otro concepto bastante
explícito, es el ofrecido por Matthew Jhonson (2000), quien plantea que la teoría cubre el porqué,
mientras que el método el cómo.
Señalando los dos primeros conceptos, ahora nos referiremos a los que estructuran la teoría
arqueológica actualmente: el modelo teórico arqueológico (MTA) y el enfoque teórico arqueológico
(ETA). Para luego, con esos otros conceptos esclarecidos, ahondar en el concepto de Método
Arqueológico (MA).
 El modelo teórico, será el rango más importante sobre una concepción básica, un modelo
es una guia a seguir. En ciencias, un modelo puede ser entendido como el esquema teórico
de un sistema o una realidad compleja que se elabora para facilitar su comprensión y el
estudio de su comportamiento. Estrictamente en arqueología, un MTA será el primer
contacto con la investigación que deseamos plantear, este nos proveerá de los diferentes
enfoques que utilizaremos para entender nuestro problema. Sin embargo, el MTA, también
llevará a nuestra investigación hacia temas predeterminados, el escoger un modelo teórico
determina la forma en la que se visualizará la realidad, por ejemplo: “el modelo teórico
procesual”.
 El enfoque teórico. En orden jerárquico, el MTA puede tener varios ETA, estos buscarán
entender al problema desde una perspectiva más particular, es decir, una vez planteado el
marco y los objetivos de mi investigación, tengo que plantear el cómo entenderé el
problema desde unos supuestos previos que me permitan resolverlos, por ejemplo: “el
enfoque sistémico”.
El método, como ya se dijo anteriormente cubrirá el cómo. Horacio Pardo (2003) postula con
relación al método: “la palabra método proviene del griego methodos cuyo significado alude a un
camino por el cual aproximarse a lo que debe conocerse”. El MA por tanto, corresponderá a la
aplicación de los principios otorgados por los ETA para solucionar un problema planteado, por
ejemplo: “el método hipotético-deductivo”.

Imagen 02: Esquema sintético de la jerarquización conceptual entre los términos: “modelo”, “enfoque” y
“método”.
Sin embargo, vale la pena tener en cuenta que al hablar de definiciones delimitadas como las
anteriormente referidas, los conceptos pueden llegar a cambiar según los modelos e inclusive los
enfoques teóricos. Por ejemplo, Horacio Pardo (2003) plantea que actualmente el método va mas
allá de solo las particularidades, para él, el método busca excluir el error, pero ¿esto es posible en
las llamadas ciencias blandas? Los nuevos modelos teóricos también se plantean la misma cuestión
y vale recalcar que los conceptos aquí ofrecidos nos servirán únicamente para entender la estructura
de la teoría en la arqueología.
Sin embargo, vale la pena tener en cuenta que al hablar de definiciones delimitadas como las
anteriormente referidas, los conceptos pueden llegar a cambiar según los modelos e inclusive los
enfoques teóricos. Por ejemplo, Horacio Pardo (2003) plantea que actualmente el método va mas
allá de solo las particularidades, para él, el método busca excluir el error, pero ¿esto es posible en
las llamadas ciencias blandas? Los nuevos modelos teóricos también se plantean la misma cuestión
y vale recalcar que los conceptos aquí ofrecidos nos servirán únicamente para entender la estructura
de la teoría en la arqueología.
Los nuevos conceptos relacionados a modelos teóricos dentro de la misma teoría tendrán que ser
tomados como información relevante y característica de ese modelo.
En el caso particular de la hermenéutica, estas concepciones serán útiles, debido al constante uso de
estos términos para referirse a distintos conceptos, así se hablará de un modelo teórico
hermenéutico o post- procesual – aunque algunos autores argumentan que no existe un modelo post-
procesual sino más bien una condición post-procesual (Acosta citando a Preucer: 1995) – el cual
posee tres posiciones epistemológicas: la analítica, la hermenéutica propiamente dicha y la crítica.
Los enfoques tampoco se librarán del uso de estos términos, pues hoy en día se habla de una
“arqueología interpretativa” o “enfoque hermenéutico” que tratará exclusivamente del uso de la
hermenéutica y añadirá concepciones como los “horizontes”. Así como también se manejará un
método interpretativo o hermenéutico (Renfrew y Bahn: 2008)
Hasta este punto, nos hemos enfocado en presentar un panorama general de la arqueología y
particularmente de la hermenéutica. Sin embargo, siendo la labor del arqueólogo el entender las
sociedades del pasado a través de los artefactos, ¿cómo deberíamos percibir la cultura material?. La
concepción del pasado ha transitado por un extenso proceso que ya conocemos, sin embargo el
cómo percibimos los artefactos influirá notablemente la información que pretendamos obtener, así
los conceptos antes mencionados tendrán una propia manera de entenderlos y estudiarlos.
III. CRÍTICA Y COMPARACIÓN ARQ. POSTPROCESUAL – ARQ.
PROCESUAL
Con un conocimiento y distinción entre lo que significa enfoque y método, será mucho más sencillo
poder comprender lo que en esta sección se desarrollará. Para empezar con la comparación entre
“ambas arqueologías” es necesario recordar y analizar, en primera instancia el origen de las mismas,
así como su respectiva percepción de “cultura”.
Distintos autores se han referido sobre la posición antagónica de estas dos modelos teoricos entre
ellos Hernando Almuneda, de quien nos valdremos para dar un panorama general sobre las distintas
características que definen ambas arqueologías (véase imagen 03).

Imagen 03: Cuadro resumen de las tres corrientes o escuelas teóricas que dominaron las investigaciones arqueológicas
a través del tiempo con sus características. (Almuneda: 2002)
La AP tuvo su origen allá por la década de los 60’ con Lewis Binford y sus dos emblemáticas obras:
“Archaeology as Antropology” (1962) y “Archaeology systematic and the study of process culture”
(1965), las cuales serán usadas como base teórica para la “Nueva Arqueología. Unos años más
adelante, en 1968, David Clarke, introduciría la denominada “Teoría General de Sistemas” (véase la
imagen 04), la cual consiste en la propuesta de una concepción de la cultura como un sistema
conformado por subsistemas, en palabras del mismo Clarke en 1973: “consiste en un modelo
estático y sistemático del equilibrio dinámico entre la red de subsistemas de un sistema
sociocultural y el conjunto de su sistema medioambiental” (Clarke citado por Matthew Johnson:
2000). Dicho en términos más sencillos “una red intercomunicante de atributos o entidades que
conforman un todo” (Clarke, 1978:495), esta teoría pretende por tanto, observar las relaciones entre
subsistemas y así contemplar la cultura “hacia afuera” – hacia el exterior – para entender cómo se
adaptó un determinado sistema cultural (manifestación cultural), en vez de mirarla “hacia adentro”,
hacia lo que piensa el individuo.
La Teoría General de Sistemas definió las investigaciones del modelo teórico procesualista, al
comprenderlas también comprenderemos el modelo, por lo tanto expondremos en qué consiste con
seis sintéticos aspectos, enunciados por Matthew Johnson (2000: 95):
1. Los sistemas son como son, porque están adaptados a un entorno externo. El término y el
concepto de adaptación es muy usado en esta teoría debido a que el modelo teórico del cual
desciende se fundamenta precisamente en eso.
2. Los sistemas son observables, evidentemente esta concepción no es literal sino más bien
figurada, por cuanto no es posible observar los subsistemas componentes de los sistemas,
sin embargo, lo que sí es posible, es construir y cuantificar las relaciones existentes entre
ellos. Por ejemplo, no es posible observar, en base a la cultura material, un subsistema
comercial, pero lo que sí es posible es medir el subsistema de comercio con la presencia de
vasijas y relacionarlo con los diferentes contextos de uso comercial, que posean las mismas
vasijas.
3. Los sistemas pueden ser modelados según se requiera, facilitando la formación de
generalizaciones sobre los procesos culturales. Aunque se mantiene la idea de utilizar leyes
rígidas y formales para la explicación del pasado, la Teoría General de Sistemas, otorga la
posibilidad de “ablandar” el formalismo posibilitando el uso de generalizaciones.
4. Los subsistemas son interdependientes (o sea están relacionados uno con otros), por lo que
cada cambio que se haga en alguna de las parte del sistema, afectará a la totalidad del
mismo, pudiendo ser “positivos” o “negativos”, aunque siempre manteniendo el equilibrio
u “homeostasis”. Debido a la orientación naturalista que posee la Nueva Arqueología, los
Sistemas Sociales son continuamente comparados con los Naturales, los cuales tienden a
mantener un estado de equilibrio en todo su momento, la intrusión de un elemento exógeno
modifica el Sistema Natural de manera positiva o negativa, pero tras un relativamente corto
periodo de fluctuación regresa a un nuevo estado de homeostasis, lo mismo ocurriría con
los Sistemas Sociales.
5. Los subsistemas se relacionan por la función que realizan; por ejemplo, si lo que se
requiere es explicar las formas rituales (subsistema religioso) de un período en particular, se
puede determinar según la función que realiza el ámbito religioso, los cuales otorgan
legitimidad a la estratificación social (subsistema social), dicho de otra forma: se justifica
un alto estatus social por la exclusividad de acceso a los dioses.
Las relaciones entre subsistemas son examinados a manera de “correlación” y no de “efectos
causales”; por ejemplo, es posible contemplar una intensificación en el tiempo de la actividad
agrícola y “correlacionarla” con el aumento poblacional, sin embargo, poder identificar cual
antecede a cual en el tiempo a modo de “causa – efecto” es, bajo esta teoría, poco productivo.
Imagen 04: Esquema de la “Teoría General de Sistemas” o “Visión Sistémica de la Cultura” realizado por
David Clarke en 1976. (Jhonson: 2000)
La APP por su parte, nace a finales de la década de los 80’ y se consolida en la década siguiente, su
nacimiento responde a una reacción contra los excesos positivistas del procesualismo, y en un
contexto marcado por planteamientos filosóficos postmodernos (como el rechazo del esencialismo
patrocinado por Derrida: 1989 o Gadamer:1993), la pérdida de confianza en el método científico
(postura defendida por distintos autores como Nietzsche o Heiddegger) y el giro lingüístico
(concepción de que las acciones humanas son lenguaje). Una de las primeras referencias que recoge
las concepciones postprocesuales es el libro “Social Theory and Archaeology” de Shanks y Tilley
(1987), en el, se expone lo anteriormente dicho y se propone una serie de críticas hacia la AP. Estas
y otras críticas, debidamente referenciadas se expondrán a continuación:
1. La APP acusa a la AP de ser causante de una escisión entre el pasado y presente, esto
debido a que la AP postula la existencia de un “sentido objetivo” en el cual, el pasado debe
ser reconstruido a cabalidad por el arqueólogo. (Shanks y Tilley: 1987)
2. La ciencia positivista – refiriéndose a la AP – es un monologo, es una imposición de
narrativas, una colonización de los pasados. (Vaquer: 2015)
3. El uso de la AP como modelo teórico pretendería la utilización de un discurso científico
que monopolice las narrativas del pasado, imponiendo una lógica sobre la otra, totalizando
y sistematizando la Historia (Levinas: 2002). Es un proceso de “violencia epistémica”
(Gnecco: 1999).
4. La rígida sistematicidad de la AP no reconoce al individuo como un agente causal, debido a
que arqueológicamente no es reconocible. Bajo este concepto, la AP “erróneamente”
pretende explicar a la cultura como sistemas adaptativos capaces de generalizaciones
(Hodder y Hutson 2003)
Para la APP la cultura solo es “interpretada” pero nunca “explicada” y estas interpretaciones deben
hacerse valiéndose de la hermenéutica, la cual se encuentra sustentada en asociaciones, secuencias y
contextos; sin embargo, ¿cuáles son los efectos de adoptar un marco teórico hermenéutico en las
interpretaciones del pasado?, sobre esta cuestión José Maria Vaquer (2015), señala dos
consecuencias inmediatas:
a. La primera es la de reubicar a la Arqueología, de las Ciencias Naturales a las Ciencias
Humanas, las cuales se basan en la interpretación y no en explicaciones objetivas.
b. Y la segunda consiste en considerar las consecuencias prácticas de las interpretaciones
arqueológicas, a partir de las nociones de la "situación hermenéutica"2 – sostenida por
Heidegger en su obra: “Interpretaciones Fenomenológicas sobre Aristóteles” (1922) –, de la
"conciencia de la historia efectual"3 sostenida por Gadamer en su obra: “Verdad y
Método I” (2003) y el “círculo hermenéutico” como indicador metodológico para evaluar
las relaciones entre la parte y el todo entre los prejuicios y las interpretaciones (Vaquer:
2015).
La APP propone, que al encontrarnos nosotros introducidos dentro de las Ciencias Humanas, jamás
obtendremos un resultado objetivo del pasado, la función de la hermenéutica en este sentido es la de
cuestionarnos sobre los intereses detrás de las interpretaciones y de esta manera realizar una
práctica crítica (Vaquer: 2015). La hermenéutica se convertiría por tanto, en una “dialéctica de
preguntas y respuestas”, donde entender algo significa haber hallado la respuesta a nuestra
pregunta, pero esta respuesta solo es nuestra con respecto a la forma en que fueron recogidas y
transformadas por nosotros las preguntas. O sea, todo entender esta motivado por las preguntas, las
cuales determinan de antemano la perspectiva del entender.
IV. SITUACIÓN ACTUAL DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL PERU
La arqueología actual del Perú en particular y de toda Latinoamérica en general no ha llegado a una
cúspide teórica, es decir hasta hoy no hay un fundamento teórico en arqueología para explicar la
situación de los elementos de este territorio que de por sí, es completamente diferente al del lugar de
donde vienen las “grandes teorías” que hoy se aplicamos. Esta carencia de “teoría propia” genera en

2
Sostiene que toda interpretación está conformada por tres elementos: un punto de mira, fijado
explícitamente, una dirección de la mirada, que nos permite determinar el “como – algo” que nos permite
precomprender el objeto de la interpretación y un horizonte de la mirada, determinado tanto por el punto
de mira como por la dirección de la misma con un afán de incorporarle objetividad a la interpretación. Todo
esto teniendo en cuenta que “el pasado sólo se manifiesta con arreglo a la resolución y a la capacidad de
apertura de la que dispone el presente”. (Heidegger: 2002)
3
“[…]implica que nuestra conciencia actual está marcada y constituida por una determinada historia de la
trasmisión, es decir, fue "efectuada" por la historia. En consecuencia, hay una conciencia de este ‘estar
efectuada’ mismo. La misma historicidad se constituye en la situación hermenéutica. El entender o la
aplicación no es, en primer lugar, el acto de un sujeto autónomo, sino un integrarse en el acontecer de la
trasmisión donde pasado y presente se encuentran en una mediación constante. El mismo acto de la
interpretación es parte de la efectuación de la historia, por lo que la relación que se constituye entre el
intérprete y lo interpretado no es una relación de sujeto y objeto, ya que el sujeto se encuentra formando
parte de la misma tradición que va a interpretar. En consecuencia, no existe una ‘visión objetiva’ de la
historia, porque la interpretación es siempre un efecto de la misma que incluye al intérprete” (Vaquer
referenciando el concepto de “conciencia de la historia efectual” de Gadamer: 2003)
los investigadores, la necesidad de forzar las metodologías y encajar obligatoriamente la data
proveniente de estos lugares que si cuenta con una solidez teórica, rica en enfoques y metodologías,
como la europea o norteamericana.
El acercamiento más claro hacia un planteamiento de aquí y que funcione aquí, que bien se podría
considerar como un “boom”, fue el de la Arqueología Social Latinoamericana, creado en la década
de los 70s como resultado del 39º Congreso Internacional de Americanistas realizado en Lima, cuyo
representante fue uno de los grandes exponentes de la arqueología peruana: Luis Guillermo
Lumbreras, pero que con el afán de ser netamente social, utilizar al arqueólogo como un
instrumento de lucha e incentivar el dialogo, se perdió entre la teoría sin llegar a una aplicación
concreta. Y así una de los enfoques más notables que entró por la puerta grande se terminó yendo
por la puerta trasera.
Ante el análisis de las investigaciones contemporáneas, en la práctica de estas metodologías, se
podría deducir que vivimos en un ambiente procesual, muy propio de los 60’s y 70’s. e incluso
anterior a este, nos estancamos en los conceptos de Childre, hablamos de ecología cultural y de la
funcionalidad de las piezas materiales. Sin embargo y aunque parezca contrario o antagónico,
también interpretamos o al menos pretendemos ir al lado cognitivo detrás del objeto. El papel del
arqueólogo reconstruyendo el pasado se enriquece con la visión de que, sin una realidad objetiva y
totalizante aún es posible conocer el pensamiento de un individuo como ente activo de una
sociedad.
Aunque suene absurdo pretendemos imparcialidad y seguimos defendiendo la posición de la
arqueología como ciencia, nos encerramos en el uso del método hipotético-deductivo para las
investigaciones. Hoy en día, ya no solamente nos seduce la idea de describir, de ver materiales o
solo estudiar procesos generales, ahora queremos entender al individuo detrás del objeto, el
problema es que aun aspiramos objetividad.
A finales del siglo XX la tendencia interpretativa llegó al Perú, y aunque hoy es la más difundida
entre los jóvenes o la generación de arqueólogos de la “nueva era” todavía se tienen muchas
limitaciones en su aplicación. Ian Hodder, pionero y representante del postprocesualismo, mantiene
una dura crítica hacia la tendencia generalizadora y cientifísta procesual, es precisamente contra
eso, a lo que se opone esta corriente por excelencia interpretativa cuyo modelo teórico es la
Hermenéutica.
Estas nuevas ideas centraran su atención ya no en el objeto, ni su manufactura, ni los procesos
detrás de él, sino que se enfocará en el actor activo detrás de él, el individuo. Esta visión es la que
actualmente atrae a cada vez más “arqueólogos contemporáneos”, puesto que como se mencionó, el
investigador sucumbe ante la necesidad de entender al individuo del pasado.
Aunque ya existe una tendencia recién llegada que va tomando posición en Norteamérica gracias al
ya mencionado Ian Hodder, quien posee el anhelo de evolucionar junto con la teoría. El post-
modernismo cuya idea básica es aplicar los enfoques necesarios independientemente del modelo
según lo requiera el problema. Pues bien, la idea no es volvernos post-modernistas ahora, pues
suena seductor y parece fácil, sin embargo, esta tendencia también requiere de un conocimiento
basto en teoría arqueológica.
V. EL MÉTODO HERMENÉUTICO Y SU IMPLICANCIA EN EL POST-
PROCESUALISMO
La hermenéutica como el modelo teórico de la ARQUEOLOGIA POST-PROCESUAL, busca
interpretar los símbolos proporcionados por un texto, considerando que cualquier objeto material lo
es. El post-procesualismo basara sus propuestas o postulados en la interpretación y la aplicación de
la hermenéutica en donde las ideas se acumulan sin alcanzar nunca un nivel de interpretación
definitivo (Fernández: 1989). La parte subjetiva de la interpretación se compensará con la capacidad
de respuestas múltiples o multivocalidad (Hodder: 1989). Sin embargo, es muy cuestionable la
“coherencia” de estos postulados, para ello este modelo aplica una especie de filtros basándose en
Collingwood: 1946 y otros autores, con los “criterios de validez” que discutiremos posteriormente.
El método hermenéutico en este sentido, repercutiría dentro de la teoría arqueológica en dos
maneras: la primera a) directamente en contra a la objetividad del pasado, defendido por el
procesualismo de Binford y la segunda b) relacionada con la política, convirtiendo al pasado como
“un discurso de poder que puede legitimar o cuestionar relaciones de poder existentes en el
presente” (Vaquer: 2015), proponiendo que si la arqueología está fundamentada en la
interpretación, entonces el pasado es consecuencia de una interpretación hecha en el presente. Con
relación a esta última repercusión, Shanks y Tilley (1987) proponen al pasado como una narrativa
con efectos políticos en el presente.
VI. LA HERMENEUTICA EN EL QUEHACER ARQUEOLÓGICO
Una vez ya introducido al lector hacia la visualización de la hermenéutica dentro de la Arqueología
Postprocesual, así como aclarado ya, la distinción entre los conceptos de método y enfoque
hermenéutico y su correcta aplicación y delimitación, es de menester en este apartado definir cómo
la hermenéutica nos otorga un marco teórico para abordar el quehacer arqueológico.
Para desarrollar la temática de este apartado nos apoyaremos en la propuesta de José María Vaquer
(2015), y separaremos de manera arbitraria el quehacer arqueológico en dos aspectos: a) uno ligado
a la práctica de campo específicamente y b) el otro relacionado con las interpretaciones producto
de la evidencia material obtenidas del primero. Nos centraremos en el segundo aspecto que es el
que nos concierne para desarrollar el artículo, en primer lugar es necesario revisar nuevamente el
concepto de situación hermenéutica, y recordar que este posee tres elementos: un punto de mira,
una dirección de la mirada y un horizonte de la mirada, teniendo claro esto podemos señalar
que existirán tantas interpretaciones como situaciones hermenéuticas existan. Una vez asumido
como cierto tal proposición, para Vaquer existen por lo menos existen tres narrativas sobre el
pasado sustentadas todas en lógicas diferentes: a) una lógica científica, que depende la
interpretación científica de la cultura material, b) una lógica local, que consiste básicamente en una
interpretación del pasado en términos de las interpretaciones locales (como lo conciben los propios)
y finalmente c) una lógica del investigador, que depende de las interpretaciones subjetivas
producto de las experiencias de vidas de los agentes.
Pero, ¿qué es lo que sucede si solo se tiene en cuenta la lógica científica para la narrativa del
pasado?, se volvería a la práctica de violencia epistémica referida en un pasado apartado, donde se
imponga una verdad por encima de la otra y no se aperture el dialogo. El quehacer arqueológico
debe ser en todo momento de su proceso, una experiencia dialógica.
1. EL PASADO COMO TEXTO
Shanks y Tilley (1987), defensores de la aplicación del método hermenéutico en la Arqueología
Postprocesual, consideran a la cultura material como una expresión que permite la comunicación,
“una forma de escritura o discurso silencioso”, consideran además, que la relación entre la forma
material y el contenido significado presente en el, se evidenciaría de manera mucho más simple en
una situación prehistórica debido a la sencillez de la misma.
En tal sentido, es necesario tener en cuenta algunas cuestionamientos correspondientes al hombre y
su vínculo con la sociedad en donde se desarrollan, cuestiones que nos permiten esclarecer si esta
forma comunicativa materializada (cultura material), corresponde a una expresión ampliamente
autónoma de la persona o si corresponde a una estructura en relación con los procesos sociales que
engloban, definen y crean al individuo.
No es para nada recomendable seguir una visión teorica exclusivamente humanista que le otorgue al
individuo una sucesión de atributos y capacidades muy especificas. Así como tampoco lo es,
sostener una postura radicalmente anti – humanista (como Althusser y Balibar: 19704), en donde no
se le otorgue relevancia alguna al individuo como tal.
La hermenéutica en este sentido, propondría reconstruir el significado humano entendiéndolo como
producto de sistemas compartidos de significación, reconociendo al individuo no como un agente
constructor del lenguaje y de la cultura material sino más bien como un producto de ellos, el
lenguaje y la cultura material anteceden al individuo, cualquier significado que el hombre pueda
articular sobre el mundo depende de la construcción de ese mundo, por medio del lenguaje y de la
cultura material.
Según lo dicho, es necesario entender la existencia de una doble “condición hermenéutica”: por un
lado el marco de significados del investigador, un agente que pretende comprender un pasado
inexistente en el presente y por otro lado, la cultura material que este estudia. La primera
condición pone en manifiesto que comprender efectivamente es un relación histórica (Gadamer:
1975), que se encuentra íntimamente relacionada a la tradición del investigador y a su propia vida,
puesto que cada persona contiene un “paquete de prejuicios”. Es debido a esto precisamente, que el
número de situaciones hermenéuticas son directamente proporcionales al número de agentes
sociales que realicen interpretaciones del pasado. Convirtiendo a la arqueología en un estado
interpretativo y por defecto en multivocal (Hodder: 1999). Bajo esta perspectiva, el pasado se
convertiría es un texto, la cultura material se convierte en una forma de comunicación, la
hermenéutica en el diálogo sobre el texto, donde los interlocutores varían en sus interpretaciones y
los autores primigenios no existe en el presente.
2. CRITERIOS DE VALIDEZ: PROPUESTA DE UNA METODOLOGÍA
Sin duda, existe una paradoja en la aplicación de la hermenéutica en la arqueología y esta es que al
igual que el método hipotético – deductivo no nos permite notar el aspecto subjetivo de las
explicaciones del pasado, el método hermenéutico no nos permite notar que tan objetivas (lógicas)
pueden llegar a ser nuestras interpretaciones del pasado (Criado: 2006).
Hablar de métodos en la interpretación puede sonar aparentemente contradictorio y lo es, en la
medida en que las interpretaciones no saben de métodos y tanto el método como las
interpretaciones, no son conceptos conciliables. Sin embargo como propuesta para solucionar el,
quizás involuntario, excedente subjetivista, Felipe Criado Boado (2006) propone el método
interpretativo, un procedimiento “desubjetivizador” que otorga cierta “validez básica” a las
interpretaciones evitando que estas se extravíen.
Este método consta en su desarrollo de dos fases o periodos: a) el primer periodo referido a la
enunciación de interpretaciones y b) una segunda con respecto a la interpretación de las
interpretaciones.
Con respecto al primer periodo, este permite expresar distintas hipótesis interpretativas y contrastar
su validez y coherencia, esto quiere decir, analizar si la estructura de las hipótesis interpretativas
propuestas aparece en distintos ámbitos de la formación cultural. La recurrencia estructural
funciona, en este sentido, como el generador de las hipótesis y a su vez como una forma directa de
comprobación, esta comprobación no es explicativa ya que no nos da a conocer el principio a la que
responde tal fenómeno de formación cultural, sino más bien es de contraste con la regularidad en
otros casos. Como dice Criado, esta primera parte es por sí misma un método de gestión de

4
Althusser, Louis; Balibar, Etienne. 1970. Para leer El Capital. Trad. de Martha Harnecker, Buenos Aires: siglo
XXI
hipótesis, que nos permite saber si estas son licitas y coherentes. Es generar conocimiento con la
menor cantidad de intrusión del investigador posible, tan solo comparando.
En relación a la segunda fase del método interpretativo, “la interpretación de las interpretaciones”,
puede entenderse como redundante, ilógica o en el mejor de los casos paradójica, pero es esta parte
en particular, la que pretender otorgarle “objetividad” a nuestra interpretación.
Hasta este punto ya tenemos una cantidad determinada de “hipótesis/interpretaciones” formuladas a
partir de la recurrencia estructural, ahora es momento de interpretarlas. Criado Boado la define por
sí misma como un método de recuperación de la razón perdida, la razón por la cual podamos
“comprender” (entendiendo “comprender” dentro de los parámetros no positivistas del método
hermenéutico) una realidad anteriormente reducida a hipótesis. Esta sección no propone un tipo de
explicación nomotética, causal o deductiva como la de Hempel, sino una “interpretación objetiva” o
sea contrastada, la cual se gesta no desde la pura subjetividad del intérprete sino del horizonte de
subjetividad del que pertenece el fenómeno interpretado.
Pero ¿cómo se concretiza esto?, utilizando modelos interpretativos alternativos tomados (debido a
la naturaleza del método hermenéutico) del saber antropológico, histórico y porque no del
etnográfico (diferenciándola arbitrariamente del saber antropológico), estos modelos son teóricos
por tanto necesitan de horizontes de subjetividad diferentes sobre los cuales poder contextualizar la
interpretación, así que será necesario poder contrastarlos en primer lugar con la realidad empírica.
La arqueología es la única disciplina que estudia los sujetos por medio de la cultura material
obtenible, la antropología, la historia y la etnografía no, por lo que no sus modelos nos serán
aplicables en su totalidad, sin embargo es posible construir modelos sustitutorios.
Cabe resaltar que estas dos fases no necesariamente tienen que ir siempre juntas, sin embargo para
un cierto peso metodológico es recomendable de que se aplique según lo señalado.
VII. CONSIDERACIONES FINALES
Finalmente y después de todo lo expuesto cabe recalcar algunos puntos de este debate. En primer
lugar la corriente procesual y la post-procesual, como modelos teoricos, pretenden estudiar el
pasado pero desde perspectivas diferentes. La mayor diferencia entre estas tendencias es pues, que
la primera propone estudiar a la sociedad como un todo, mientras la otra centrará su atención en
entender al individuo de esta sociedad como actor y autor principal.
No es que todas las tendencias expuestas sigan caminos irreconciliables, los variados enfoques de
cada una, aunque siguen su propia línea metodológica pueden manejarse con innovaciones en su
aplicación. Es posible llegar a creer que un modelo teórico nos limita metodológicamente, pero en
realidad nos lleva a centrarnos en un problema específico, pues nuestra emoción como arqueólogos
novatos, como “hacedores de la historia”, nos hace creer que podemos dedicarnos a un todo general,
cuando en la práctica, esto no es posible.
Muchos autores argumentan que hablar de modelos y enfoques teóricos hoy en día es innecesario,
pero incluso con las tendencias más contemporáneas es necesario su conocimiento. El
postmodernismo a nuestro modesto parecer, no se podría definir como una corriente debido a que
no presenta un modelo teórico o una estructura específica, aún con la conocida “Teoría del Sistema
Mundo”; sin embargo, es necesario reconocer también que el postmodernismo al caracterizarse por
el uso de distintos modelos, enfoques y métodos para resolver un determinado problema, requiere
de un vasto conocimiento de teoría arqueológica.
Desde el título, el presente artículo pretende dar algunos alcances de lo que es la hermenéutica, su
origen y la aplicación del modelo en la arqueología, al mismo tiempo expone este aparente divorcio
teórico entre el procesualismo y el post-procesualismo. Cabe aclarar que muchos de los postulados
que ahora sostiene la hermenéutica y otras tendencias contemporáneas, nacen como postulados de
otras tendencias anteriores, así como también conviene decir que muchos conceptos nuevos han
sido asumidos por tendencias aparentemente herméticas, ampliando su alcance pero nunca
cambiando su base epistemológica, tal es el caso del “procesualismo cognitivo” propuesto por
Renfrew, que usa el método individualista, a pesar del carácter generalista del procesualismo puro.
Muchos temas sobre la hermenéutica y la arqueología en general, se irán desligando a lo largo del
desarrollo del artículo, mostramos algunas propuestas de posibles problemas teóricos que cualquier
interesado en teoría podría aborda, entre ellos: “la hermenéutica ontológica o ética”, ahondar en el
tema del “aspecto político de la arqueología”, “la cultura material vista desde otros horizontes”, “la
idea del Otro en la concepción del pasado como texto y como comprenderlo”, “la hermenéutica
filosófica y su aplicación relativamente pura”, etc.
Enfatizamos en fomentar el interés del lector por la teoría arqueológica, para en un futuro no tan
lejano poder organizar más conversatorios, coloquios o congresos, íntegramente abocados al
aspecto teórico y metodológico, esperamos además que este artículo sea entendido como ilustrativo
de las corrientes por la que atravesó la Arqueología como disciplina científica y la hermenéutica por
tratarse de un tema conceptual conflictivo, pero no como defensor de una postura en particular.
Aunque nuestras tendencias personales como investigadores siempre están presentes, esperamos
que en el desarrollo del presente, no hayamos caído en la imposición de una postura por encima de
la otra.
VIII. CONCLUSIONES
IX. REFERENCIAS
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