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Canción de Navidad
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Aula de Literatura
Director
Francisco Antón Canción de Navidad
Asesores
Manuel Otero
Agustín S. Aguilar
Charles Dickens
Rebeca Martín
Introducción
Secundino Villoria
Juan José Lanero
Gabriel Casas
Notas
Gabriel Casas
Traducción
Francisco Torres Oliver
Actividades
Gabriel Casas
Emilio Sales
Ilustración
P. J. Lynch
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ÍNDICE
Introducción
El novelista de los humildes . . . . . . . . . . . . . . . . . vii
El cronista de la época victoriana . . . . . . . . . . . . . . xxii
Un cántico a la Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xxv
Canción de Navidad
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Primera estrofa. El espectro de Marley . . . . . . . . . 5
Segunda estrofa. El primero de los tres espíritus . . . . 41
Tercera estrofa. El segundo de los tres espíritus . . . . 75
Cuarta estrofa. El tercero de los tres espíritus . . . . . 125
Quinta estrofa. El final del relato . . . . . . . . . . . . . 155
Actividades
Textos auxiliares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Análisis literario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
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INTRODUCCIÓN
El duro aprendizaje de la infancia las primeras fantasías, y su afán de ensoñaciones le llevó a leer,
a una edad muy temprana, numerosos libros de la pequeña bi-
Charles John Huffam Dickens nació en la localidad costera de
blioteca de su padre; entre ellos, Robinson Crusoe, Don Quijote
Portsmouth el 7 de febrero de 1812. Era el segundo de ocho hi-
y, sobre todo, Las mil y una noches, su obra favorita.
jos de una familia de clase media. Su madre, Elizabeth, mujer
En 1822 la familia se trasladó a Camden Town, un tranquilo
inquieta, aficionada a la danza y al teatro, se encargó de ense-
suburbio a las afueras de Londres que, pasado el tiempo, Dic-
ñar las primeras letras a sus hijos. El padre, John, era funcio-
kens recordaría como un lugar «cochambroso, sórdido, sucio y
nario de la Armada, y con ese empleo ganaba un sueldo sufi-
húmedo». En su sombría evocación del barrio, quizá pudo in-
ciente como para llevar una vida más que digna; pero sus an-
fluirle el recuerdo del estado anímico que padeció cuando era
sias de grandeza lo movieron a endeudarse una vez tras otra
niño a causa de las muchas privaciones. Su padre, abrumado
hasta el punto de provocar la desgracia de los suyos.
por las deudas, acudió en más de una ocasión a parientes y
En la infancia de Dickens, la familia se mudó con la misma
amigos para pedirles dinero prestado, y en 1822, sin medios
frecuencia que el padre cambiaba de destino o veía menguados
para pagar la educación de sus hijos, los sacó de la escuela. La
sus recursos. En 1817 se trasladaron a Londres, y poco después
interrupción de sus estudios entristeció al curioso e inquieto
a Chatham. En esta última ciudad, que al pequeño Charles le
Charles, pero aún le apenó más que unos meses después los
parecía un lugar «mágico», transcurrieron sus años más felices.
padres enviaran a su hermana Fanny a estudiar música a un
Los cuentos que le narraba la doncella despertaron en el niño
internado, mientras que a él lo dejaban en casa para ayudar en
las tareas domésticas. Esta discriminación le hizo sentirse muy
dolido y abandonado por su padre, al que percibía cada vez
más distante y malhumorado.
La situación económica de la familia sufrió un duro golpe
cuando el 20 de febrero de 1824 John Dickens fue encarcelado
en Marshalsea, una prisión para personas con deudas no sal-
dadas. Pocos días antes, Charles, que apenas contaba doce años,
había sido enviado a trabajar diez horas diarias en una fábrica
de betún para contribuir al mantenimiento familiar. Los do-
mingos, él y Fanny iban a la cárcel a visitar no solo al padre,
sino también a la madre y a sus otros hermanos, que se habían
instalado en una habitación alquilada en el mismo presidio.
Estas visitas, sus contactos con los compañeros de la fábrica y
su conocimiento de los barrios y ambientes pobres de Londres
dejaron una imborrable huella en el niño, experiencia que el
El padre del autor, John Dickens (a la izquierda), era un hombre alegre y aficionado a
las letras que ejerció esporádicamente el periodismo. La madre, Elizabeth, admiraba a escritor trasladaría más adelante a sus novelas con toda crude-
su marido, pero sufrió lo indecible por la enfermiza tendencia de John a endeudarse. za y realismo.
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La experiencia de trabajar en la fábrica de betún (el edificio de la derecha) fue humi- A la izquierda, dibujo de Robert Ingpen que representa a Dickens envolviendo botes de
llante y traumática para Dickens. «Hasta que no la derruyeron», escribiría años más betún en papel y añadiéndoles una pegatina con la marca del fabricante. A la derecha,
tarde, «no tuve el valor de regresar al lugar donde empezó mi servidumbre». la humilde casa de la calle Bayham, en Camden Town, donde vivieron los Dickens.
Gracias a una herencia materna, las dificultades económi- periencia adquirida en el despacho de abogados y su conoci-
cas de los Dickens conocieron un respiro. En 1825 el padre fue miento de la taquigrafía le valieron para que se le encargara de
puesto en libertad y Charles pudo matricularse en la Welling- la información sobre los tribunales de justicia, y, al cumplir
ton House Academy, una escuela de pomposo nombre cuyo los diecinueve años, fue nombrado cronista parlamentario.
director solía azotar a los alumnos y a quien Dickens describi- Como tantos otros novelistas de la época, Dickens iba apren-
ría más adelante como «el hombre más ignorante y de peor diendo el oficio de escritor en el taller del periodismo.
temperamento que he tenido el placer de conocer». Pero esta Y si temprana fue su dedicación a la prensa, no menos pre-
bonanza no duró mucho, ya que dos años después, y esta vez coces fueron otras de sus inquietudes y pasiones: así, mientras
definitivamente, Dickens hubo de abandonar los estudios pa- se ejercitaba como actor, tomando cursos de declamación, co-
ra trabajar en un despacho de procuradores, donde copiaba menzó a escribir breves piezas teatrales y se enamoró perdida-
documentos o ejercía de chico de los recados. Tenía quince mente de Maria Beadnell, una muchacha hermosa y coqueta a
años, pero era un joven ambicioso que aspiraba a ser periodis- la que cortejó por todos los medios durante tres años. Los pa-
ta. Esta afición al periodismo era estimulada por su tío mater- dres de Maria no veían con buenos ojos esa relación porque el
no John Barrow, director del semanario The Mirror of Parlia- pretendiente pertenecía a una clase social inferior, pero la pro-
ment, donde Dickens publicaría sus primeras crónicas. La ex- pia joven tampoco estaba muy segura de sus sentimientos. Fi-
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segunda estrofa
El primero de los tres espíritus
1 Antes de que el reloj dé la hora en punto, suenan las cuatro campanadas co-
rrespondientes a los cuartos.
2 Se sobreentiende que Scrooge se levanta cada día a las seis de la mañana.
3 carámbano: pedazo de hielo que queda colgado al helarse el agua que cae o go-
tea de algún sitio.
4 El reloj de repetición, inventado en 1767, marcaba las horas cuando se apretaba
un resorte.
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Dado que la idea era alarmante, salió a gatas de la cama y sita cuando el reloj diese la una. Decidió quedarse en la ca-
se dirigió a tientas a la ventana. Tuvo que quitar el hielo del ma despierto hasta que pasase la hora; y, considerando que
cristal frotando con la manga de la bata antes de que pudiera volverse a dormir le sería tan difícil como entrar en el Reino
ver; y aun entonces pudo ver muy poco. Todo lo que consi- de los Cielos, esta fue, quizá, la resolución más sensata a su
guió discernir fue que aún había mucha niebla y hacía mu- alcance.
chísimo frío, y que no se oía a la gente ir de aquí para allá, ni El cuarto de hora fue tan largo que más de una vez tuvo el
armar bullicio, como indiscutiblemente habría sido el caso si convencimiento de que se había adormilado sin darse cuenta,
la noche hubiese barrido al radiante día y se hubiese adue- y por ello no había oído el reloj. Por fin, empezó a tronar en
ñado del mundo. Era un gran alivio, porque si no hubiese su oído atento:
días que contar, el «A tres días vista de esta primera de cam- «¡Din, don!»
bio, pagaré al Sr. Ebenezer Scrooge o a su orden»,1 etc., se —El cuarto —dijo Scrooge, contando.
habría convertido en un mero título de crédito de los Esta- «¡Din, don!»
dos Unidos.2 —¡La media!
Scrooge regresó a la cama y se puso a pensar, y a pensar, y «¡Din, don!»
a pensar, una y otra vez, y no podía explicárselo. Cuanto más —Menos cuarto —dijo Scrooge.
lo pensaba, más perplejo se sentía; y cuanto más se esforzaba «¡Din, don!»
en no pensar, más pensaba. El espectro de Marley lo turbaba —La hora —dijo Scrooge, triunfal—, ¡y nada más!
tremendamente. Cada vez que concluía en su fuero interno,5 Lo dijo antes de que sonase la campana de las horas, que
tras sesudas reflexiones, que todo había sido un sueño, su dio ahora una profunda, oscura, cavernosa y melancólica una.
imaginación volvía a saltar, como un muelle al soltarse, a su En ese instante se produjo un súbito resplandor en la habita-
posición primera, y le planteaba la misma cuestión que dilu- ción, y se descorrieron las cortinas de su cama.
cidar: «¿Era un sueño o no?». Os aseguro que fue una mano la que apartó las cortinas
Scrooge siguió en la cama en este estado hasta que las de la cama. No las de los pies, ni las de la cabecera, sino aque-
campanas dieron tres cuartos más; entonces recordó, de re- llas hacia las que Scrooge tenía vuelta la cara. Las cortinas se
pente, que el espectro le había prevenido que tendría una vi- descorrieron; y Scrooge, medio incorporándose de súbito,
se encontró cara a cara con el sobrenatural visitante que las
5 en su fuero interno: para sus adentros. había apartado: tan cerca de él como lo estoy yo ahora de ti,
1 Esta es la fórmula utilizada en un pagaré o letra de cambio, documento según aquí de pie, en espíritu, a tu lado.
el cual alguien se obliga a pagar cierta cantidad o a devolver un préstamo.
2 Hacia 1830, algunos estados de los Estados Unidos pidieron créditos a bancos Era una figura extraña, como de niño; aunque más que
extranjeros para financiar obras públicas. La crisis financiera americana de 1837 un niño, parecía un viejo visto a través de algún medio so-
provocó que muchos de estos estados se desentendieran del pago de sus deu-
das, actitud que fue muy criticada por la prensa inglesa. El sentido del texto es,
brenatural que le diera aspecto de haberse alejado y, por tan-
pues, que Scrooge emitiría letras que después no podría cobrar. to, de haber disminuido de tamaño hasta adquirir las pro-
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6 apagavelas: instrumento en forma de cucurucho que sirve para apagar las velas.
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su mano, aunque había sido breve y ligero, en la sensibilidad río serpeante. A continuación vieron venir hacia ellos, al tro-
del viejo Scrooge. ¡Y mil olores flotaban en el aire, cada uno te, unos cuantos caballitos peludos montados por chiquillos,
relacionado con mil pensamientos y esperanzas y alegrías y los cuales daban voces a otros que iban en rústicas calesas11 y
caricias olvidadas hacía mucho, mucho tiempo! carros guiados por campesinos. Parecían todos muy conten-
—Te tiemblan los labios —dijo el espectro—. ¿Y qué es tos y no paraban de gritarse unos a otros, llenando de tal mo-
eso que tienes en las mejillas? do los campos de alegría que hasta el aire fresco se regocija-
Scrooge murmuró, con un inusitado tono de voz, que era ba al oírlos.
una espinilla;3 y suplicó al espectro que lo llevara a donde —Esas no son sino sombras de seres que existieron —di-
quisiera. jo el espectro—. Ignoran nuestra presencia.
—¿Recuerdas el camino? —preguntó el espíritu. Siguieron acercándose los joviales12 viajeros; y, al llegar a
—¿Que si lo recuerdo? —exclamó Scrooge con ardor—. su altura, Scrooge los reconoció y dijo el nombre de todos.
Podría recorrerlo con los ojos vendados. ¿Por qué se alegró tanto al verlos? ¿Por qué le brillaron sus
—¡Qué extraño, haberlo tenido olvidado durante tantos fríos ojos y le latió el corazón con violencia al cruzarse con
años! —comentó el espectro—. Sigamos. ellos? ¿Por qué le llenó de contento oírlos desearse unos a
Echaron a andar por el camino. Scrooge reconocía cada otros feliz Navidad, al separarse en los desvíos y encrucija-
portillo,9 cada poste y cada árbol, hasta que, al fin, apareció a das13 para regresar a sus casas? ¿Qué significaba «feliz Navi-
lo lejos un pueblecito ferial10 con su puente, su iglesia y su dad» para Scrooge? ¡Al diablo las felices navidades! ¿Qué bien
le habían reportado a él?
9 portillo: puerta de una cerca o cancela.
10 pueblo ferial: pueblo donde se celebran ferias o mercados de ganado al aire libre.
11 calesa: carruaje de dos o cuatro ruedas, con asientos y capota.
3 En realidad, Scrooge tiene una lágrima en el rostro, la primera señal de que sus 12 joviales: contentos, alegres.
sentimientos se están reavivando. 13 encrucijada: cruce de caminos.
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el hombre creía que estaba soñando, pero no lo estaba. Era el vez, cuando todos los
papagayo, ¿sabes? ¡Allá va Viernes, corriendo hacia la cala demás chicos se habían
para salvar su vida!8 ¡Eh! ¡Oye! ¡Eh! ido a casa a pasar estu-
Seguidamente, con una rápida transición muy ajena a su pendamente las vaca-
carácter habitual, dijo, compadeciéndose del niño que fue: ciones.
«¡Pobre chico!», y se puso a llorar otra vez. Ahora no estaba le-
—Me gustaría… —murmuró Scrooge, metiéndose la ma- yendo, sino que pasea-
no en el bolsillo y mirando a su alrededor, tras enjugarse los ba desesperado arriba y
ojos con el puño de la camisa—; pero ahora ya es demasiado abajo. Scrooge miró al
tarde… espectro y, tras mover
—¿Qué es lo que deseas? —preguntó el espíritu. tristemente la cabeza, se
—No, nada, nada —dijo Scrooge—. Es solo que anoche volvió a mirar con an-
vino un chiquillo a cantar villancicos a la puerta de mi casa. siedad hacia la puerta.
Me habría gustado darle algo. Eso es todo. Cuando esta se abrió,
El espectro sonrió pensativo e hizo un gesto con la mano, entró corriendo una ni-
diciendo al mismo tiempo: ña mucho más pequeña
—¡Veamos otra Navidad! que el chico, le echó los
Nada más pronunciar estas palabras, creció la figura in- brazos al cuello y, be-
fantil de Scrooge, y la habitación se volvió un poco más os- sándolo repetidamente,
cura y más sucia. Se encogieron las tablas del enmaderado, le decía: «Hermano, que-
se agrietaron las ventanas, del techo cayeron fragmentos de rido hermano».
yeso y quedaron al descubierto las vigas desnudas; pero de —¡He venido para
cómo ocurrió todo esto tenía Scrooge tanta idea como po- llevarte a casa, mi que-
déis tenerla ahora vosotros. Solo sabía que todo aquello era rido hermano! —dijo la
cierto; que había sucedido así; que allí estaba él, solo otra criatura, palmoteando
con sus manitas e incli-
8 Dickens alude a dos episodios de Robinson Crusoe (1719), la novela del británico nándose para reír—. ¡Pa-
Daniel Defoe. En el primero de ellos, el náufrago regresa un día a su choza y ra llevarte a casa, a casa,
oye asombrado la voz del papagayo que se dirige a él con las palabras que men-
ciona Scrooge. Dieciocho años después, y al cabo de veinticuatro de vida solita- a casa!
ria, Robinson ve cómo unos caníbales desembarcan en la isla con el propósito —¿A casa, pequeña
de devorar a dos hombres que llevan presos en sus canoas. Mientras asesinan a
uno, el otro huye corriendo. Robinson ataca a los caníbales, salva la vida del fu- Fan? —replicó el mu-
gitivo y decide llamarlo Viernes, porque lo rescató en ese día de la semana. chacho.
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—Sí —dijo la niña, rebosante de alegría—. A casa, y para y celestes de las ventanas estaban ateridos de frío. Entonces
siempre.9 A casa para siempre jamás. Papá es mucho más sacó una licorera con un vino sospechosamente claro y un
amable que antes; tanto, que la casa es como el Paraíso. Me trozo de bizcocho tremendamente amazacotado, y sirvió a
habló con tanta dulzura una noche cuando me iba a acostar, los jóvenes una porción de estas exquisiteces, al tiempo que
que no me dio miedo preguntarle otra vez si podías volver; y mandaba a un escuálido criado que trajese un vaso de «algo»
dijo que sí, que debías volver; y me ha enviado en un coche para el postillón,19 el cual respondió que se lo agradecía, pe-
para llevarte. ¡Y vas a ser un hombre! —dijo la niña, abrien- ro que si era de la misma espita20 que el que había probado
do mucho los ojos—, y no vas a volver nunca más aquí; pero antes, prefería no tomar. Dado que, entretanto, habían atado
antes vamos a pasar las navidades juntos, y a divertirnos más el baúl del señorito Scrooge en lo alto del coche, los herma-
que nadie en el mundo. nos se despidieron contentísimos del maestro, subieron, y se
—¡Eres ya toda una mujer, pequeña Fan! —exclamó el mu- alejaron alegres por la curva del camino que atravesaba el
chacho. jardín: las veloces ruedas levantaron salpicaduras de la escar-
Ella aplaudió y rio, y trató de tocarle la cabeza; pero era cha y la nieve de las hojas ennegrecidas de los aligustres.21
demasiado pequeña y no la alcanzaba, así que volvió a reír y —Siempre fue una criatura delicada a la que el menor so-
se puso de puntillas para abrazarlo. Luego empezó a tirar de plo de aire podía marchitar —dijo el espectro—. ¡Pero tenía
él, con infantil impaciencia, hacia la puerta; y él la acompa- un gran corazón!
ñó de buena gana. —Sí que lo tenía —exclamó Scrooge—. Es verdad. No lo
Una voz terrible gritó en el vestíbulo: «¡Bajad el baúl del voy a negar, espíritu, ¡Dios me libre!
señorito Scrooge, venga!»; y apareció el propio maestro, que —Murió siendo ya mujer —dijo el espectro—, y tuvo hi-
miró al señorito Scrooge con feroz condescendencia, y le su- jos, según creo.
mió en un espantoso estado de ánimo al estrecharle la ma- —Un niño —replicó Scrooge.
no.10 A continuación condujo al chico y a su hermana a la —Cierto —dijo el espectro—. ¡Tu sobrino!
sala de visitas más helada y vetusta18 que haya visto nadie en Scrooge pareció desasosegado, y contestó escuetamente:
su vida, donde los mapas de la pared y los globos terráqueos —Sí.
Aunque acababan de dejar atrás la escuela, ahora se en-
18 vetusta: muy vieja. contraban en las calles concurridas de una ciudad donde os-
9 Fan o Fanny era el nombre de la hermana preferida del propio Dickens, una curos viandantes iban de un lado para otro, donde luchaban
muchacha muy dotada para la música, como la sobrina de Scrooge. por abrirse paso oscuros carruajes y coches, y donde reinaba
10 Fruto de su desdichada experiencia como escolar, Dickens tenía una pésima
opinión del sistema educativo inglés y de los maestros: a muchos de ellos los ca-
lificó de «hombres ignorantes, brutales y sórdidos, a los que pocas personas con 19 postillón: mozo que iba montado en una de las caballerías delanteras del tiro de
sentido común hubieran confiado el cuidado de su caballo o su perro». De su un carruaje para guiarlo.
propio maestro llegó a escribir que era «el hombre más ignorante […] y de peor 20 espita: canuto de la cuba por el que sale el vino que aquella contiene.
temperamento que jamás ha existido». 21 aligustre: arbusto de flores blancas que se emplea en setos de parques.
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ras. Entraron los seis jóvenes pretendientes cuyos corazones Hubo más bailes, y juegos de prendas, y nuevos bailes, y
habían roto las tres muchachas. Entraron todos los jóvenes hubo tarta, y vino especiado,25 y una gran pieza de carne
de uno y otro sexo empleados en la empresa. Entró la criada asada, y otra de carne cocida, y hubo pasteles de carne pica-
con su primo el panadero. Entró la cocinera con el lechero, da, y cerveza abundante. Pero el gran golpe de efecto de la
amigo personal de su hermano. Entró el mozo de enfrente, noche vino después de las carnes asada y cocida, cuando el
de cuyo amo se sospechaba que no le daba bastante de co- violinista —¡un viejo zorro: la clase de hombre que sabe lo
mer, tratando de ocultarse detrás de la doncella de dos por- que tiene que hacer, mejor de lo que vosotros o yo podría-
tales más allá, cuya señora se sabía que le tiraba de las orejas. mos haberle indicado!— atacó la tonada para la danza «Sir
Todos entraron, uno tras otro: unos con timidez, otros con Roger Coverley».12 Entonces salió el viejo Fezziwig a bailar
descaro; unos con gracia, otros con torpeza; unos empujan- con la señora Fezziwig. Se colocaron a la cabeza, lo que era
do, otros empujados; todos entraron, de todas las formas y arduo cometido para ellos, pues les seguían detrás veintitrés
maneras. Y salieron a bailar veinte parejas a la vez, dando o veinticuatro parejas: gentes que no se iban a amilanar, que
medio giro con las manos, luego otro medio al revés, incli- se habían propuesto bailar y no sabían siquiera caminar.
nándose la mitad y volviéndose a incorporar; dando vueltas Pero aunque hubieran sido el doble, o el cuádruple, el
y revueltas en diversas fases de afectuosa agrupación: des- viejo Fezziwig les habría igualado, y lo mismo la señora Fez-
viándose siempre la primera pareja, y tomando la cabeza ziwig. En cuanto a ella, era una digna pareja de su marido,
una nueva al llegar a ese punto, hasta que todas figuraron en en toda la extensión de la palabra. Si no es este un gran elo-
el puesto delantero y no quedó una sola detrás que acudiese gio, decidme otro mejor, y lo emplearé.
en su ayuda. Una vez terminado esto, el viejo Fezziwig dio Una clara luz parecía emanar de las pantorrillas de Fezzi-
unas palmadas para que parase el baile, y dijo en voz alta: wig. Le resplandecían como lunas en cada parte de la danza.
«¡Ha estado muy bien!», y el violinista hundió su cara acalo- No habríais podido predecir, en un momento cualquiera,
rada en una jarra de cerveza negra, especialmente preparada qué iban a hacer al siguiente. Y cuando el viejo señor Fezzi-
para ese fin. Pero, sacrificando el descanso por sus ansias de wig y la señora Fezziwig hubieron ejecutado toda la danza
reaparecer, volvió a empezar en seguida, aunque aún no ha- —avanzar y retroceder, coger a la pareja de la mano, saludar
bía bailarines, como si se hubiesen llevado a casa, exhausto, y hacer la reverencia, el “tirabuzón”, el “paso de la aguja”26 y
encima de un postigo, al anterior violinista, y fuese él un
hombre totalmente nuevo, dispuesto 25 vino especiado : vino de oporto o de jerez mezclado con agua caliente, azúcar,
zumo de limón, nuez moscada y otras especias.
a superarlo o perecer. 26 tirabuzón: movimiento en que los bailarines, dispuestos en una fila, se cogen de
las manos con los brazos estirados, y entonces las parejas avanzan una tras otra
por entre las demás; paso de la aguja: movimiento consistente en que la mujer,
con las manos unidas al hombre, pasa por debajo de un brazo de él.
12 «Sir Roger Coverley» era un famoso baile popular que el propio Dickens solía
danzar en las fiestas con el mismo entusiasmo que Fezziwig.
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volver al sitio—, Fezziwig hizo un entrechat 27 con tal destre- —No es eso —dijo
za que pareció que parpadeaba con las piernas, y volvió a caer Scrooge, molesto por el
sobre sus pies sin tambalearse. comentario, y hablando
Cuando el reloj dio las once, concluyó este baile domésti- inconscientemente co-
co. El señor y la señora Fezziwig ocuparon sus puestos, uno mo si él fuese el Scroo-
a cada lado de la puerta, y, a medida que sus invitados salían, ge del pasado, no como
fueron estrechándoles la mano a cada uno de ellos y deseán- el de ahora—. No es eso,
doles feliz Navidad. Cuando se hubo marchado todo el mun- espíritu. Está en manos
do menos los dos aprendices, hicieron lo mismo con ellos. Y de Fezziwig hacernos
se apagaron sus voces alegres y dejaron que los muchachos dichosos o desdichados;
se fueran a sus camas, situadas debajo de un mostrador de la hacer que nuestro tra-
trastienda. bajo sea ligero o pesado,
Durante todo este tiempo, Scrooge había estado como un placer o una carga.
enajenado. Tenía el corazón y el alma puestos en la escena y Digamos que su fuerza
en su antigua persona. Lo corroboró todo, lo recordó todo, consiste en palabras y
disfrutó de todo y experimentó la más extraña agitación. Y miradas, en cosas tan le-
solo en aquel momento, al alejarse las caras radiantes de ves e insignificantes que
aquel muchacho que él había sido y de Dick, se acordó del no se pueden sumar ni
espectro, y se dio cuenta de que este lo estaba mirando, en contar; ¿y qué? La dicha
tanto la luz de su cabeza resplandecía muy clara. que proporciona es tan
—Cuesta poco —dijo el espectro— hacer que estas gen- grande como si costase
tes sencillas se sientan llenas de gratitud. una fortuna —Scrooge
—¿Poco? —repitió, como un eco, Scrooge. advirtió la mirada del
El espíritu le hizo señas para que escuchase a los dos apren- espectro, y se calló.
dices, que colmaban de alabanzas a Fezziwig, y dijo: —¿Qué pasa? —dijo
—¡Cómo! ¿No te parece poco? No se ha gastado más que el espectro.
unas libras de vuestro dinero mortal; tres o cuatro, quizá.28 —Nada de particu-
¿Tanto es, para que merezca esos elogios? lar —dijo Scrooge.
—Algo pasará, ¿no?
27 entrechat: figura de baile que consiste en dar un salto y entrecruzar las piernas —insistió el espectro.
varias veces en el aire, antes de volver a poner los pies en el suelo.
28 libra : ‘unidad monetaria del Reino Unido’. En la época, el sueldo mensual de —No —dijo Scroo-
un empleado no excedía las tres o cuatro libras que menciona el espíritu. ge—, nada. ¡Que ahora
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13 La muchacha alude al pasaje bíblico en que los israelitas fundieron sus pen-
dientes de oro para moldear un becerro, ídolo que había de sustituir al verdade-
ro Dios, Yahvé, del que se sentían decepcionados (Éxodo, 32). La joven se queja,
pues, de que Scrooge ha cambiado el amor por ella por el amor al dinero.
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nada que proclame condenar con más severidad que la per- ojos. Si no hubiese existido nunca eso entre nosotros —dijo
secución de la riqueza! la joven, mirándolo dulcemente, pero con firmeza—, dime:
—Temes demasiado a la gente —respondió ella suave- ¿me buscarías y tratarías de conquistarme? ¡Por supuesto que
mente—. Todas tus otras esperanzas se han fundido en la de no!
ponerte fuera del alcance de sus sórdidos29 reproches. He vis- Él pareció rendirse, a pesar suyo, a la evidencia de tal su-
to desvanecerse una tras otra tus más nobles aspiraciones, posición. Pero dijo, con un esfuerzo:
hasta que se ha apoderado de ti esa pasión dominante: ganar —¿De verdad piensas así?
dinero. ¿No es así? —Me alegraría muchísimo pensar que no es así —con-
—¿Y qué? —replicó él—. ¿Y qué, si me he vuelto más jui- testó ella—. ¡Bien lo sabe Dios! Al darme cuenta de una ver-
cioso? No he cambiado respecto a ti. dad como esta, he comprendido lo fuerte e irresistible que
Ella negó con la cabeza. debe de ser. Pero si fueses libre hoy, mañana, ayer, ¿puedo
—¿Crees que he cambiado? —preguntó él. creer que elegirías a una muchacha sin dote,30 tú que lo mi-
—Nuestro compromiso viene de muy atrás. Lo hicimos des todo en función de las ganancias, incluso tu intimidad
cuando éramos pobres y estábamos conformes con serlo con ella? O, en caso de elegirla, si es que por un momento
hasta que, con el tiempo, pudiésemos mejorar nuestra fortu- traicionases tus principios hasta el extremo de hacer una co-
na material con nuestro paciente trabajo. Tú has cambiado. sa así, ¿no sé yo que en seguida te vendría el arrepentimiento
Cuando nos prometimos eras otro hombre. y el pesar? Claro que lo sé; y por eso te dejo en libertad. De
—Era un jovenzuelo —dijo él con impaciencia. todo corazón, por amor al que fuiste en otro tiempo.
—Tu propio interior te dice que ya no eres el mismo —re- Él fue a hablar; pero ella, con la cabeza vuelta, prosiguió:
plicó ella—. Yo sí. Lo que prometía ser felicidad cuando nues- —Puede que esto (el recuerdo de lo pasado casi me hace
tros corazones eran uno solo, se ha cargado de desdicha aho- esperar que así sea) te produzca dolor. Pero dentro de poco,
ra que han vuelto a ser dos. No voy a decirte cuántas veces y de muy poco tiempo, rechazarás de buena gana este recuer-
cuán intensamente he pensado en esto. Basta que sepas que do como un sueño poco provechoso del que tuviste la suerte
he pensado en ello, y que puedo liberarte del compromiso. de despertar. ¡Que seas feliz en la vida que has elegido!
—¿Acaso he pretendido yo que me liberes? Ella lo dejó; y los dos se separaron.
—Con palabras, no. Nunca. —¡Espíritu! —dijo Scrooge—. ¡No me enseñes nada más!
—¿Cómo, entonces? Llévame a casa. ¿Por qué te complaces en torturarme?
—Con un cambio de carácter, con una actitud diferente, —¡Una sombra más! —exclamó el espectro.
con otro modo de vida, otra esperanza como meta suprema. —¡Más, no! —gritó Scrooge— ¡Más, no! No quiero verla.
Con todo lo que hacía de mi amor algo digno y valioso a tus ¡No me enseñes más!
29 sórdido: mezquino, miserable. 30 dote: bienes o dinero que aportaba la mujer al matrimonio.
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Pero el implacable espectro le sujetó los dos brazos y lo contemplar las pestañas de sus ojos entornados sin provo-
obligó a mirar lo que ocurría a continuación. carle un rubor; soltar las ondas de sus cabellos, de los que un
Estaban en otro escenario y otro lugar: una habitación no simple centímetro habría sido un recuerdo inestimable. En
muy amplia ni elegante, pero llena de comodidades. Junto al fin, confieso que me habría gustado gozar de las alegres li-
hogar se encontraba una hermosa joven, tan parecida a la bertades de un niño, y ser lo bastante mayor para apreciar su
anterior que Scrooge creyó que era la misma, hasta que la valor.
vio, ahora convertida en una gentil madre de familia, senta- Pero de pronto llamaron a la puerta, y se produjo inme-
da frente a su hija. El bullicio en la habitación era realmente diatamente tal revuelo que la joven, con el rostro sonriente y
tumultuoso, porque había allí más niños de los que Scrooge, el peinado maltrecho, fue arrastrada hacia el centro de aquel
con su agitado estado de ánimo, podía contar; y, a diferen- grupo arrebolado y bullicioso, a tiempo de saludar al padre,
cia del célebre rebaño del poema,14 no eran cuarenta niños que regresaba acompañado por un mozo cargado con jugue-
comportándose como uno solo, sino que cada uno se com- tes y regalos de Navidad. ¡Y qué gritos y forcejeos y acometi-
portaba como cuarenta. El resultado era un alboroto increí- das al indefenso mozo hubo a continuación! ¡Cómo
ble; pero a nadie parecía importarle; al contrario, madre e lo asaltaron trepando por las sillas como si fue-
hija reían de buena gana y disfrutaban lo indecible; y esta úl- ran escalas, para registrarle los bolsillos, le
tima, al incorporarse al juego poco después, fue asaltada sin arrebataron los paquetes de papel
piedad por los pequeños forajidos. ¡Qué no habría dado yo marrón, le sujetaron por la corba-
por ser uno de ellos! Aunque jamás habría sido tan desconsi- ta, se colgaron de su cuello, le apo-
derado, ¡de ningún modo! Ni por todo el oro del mundo ha- rrearon la espalda y le dieron
bría estropeado aquel peinado de trenzas, ni lo habría deshe- patadas en las piernas con
cho. ¡Dios mío!, ni para salvar mi vida le habría quitado su afecto irreprimible! ¡Con qué
precioso zapatito. En cuanto a rodear su cintura jugando, gritos de sorpresa y alegría
como hacía la prole31 atrevida, no habría podido; habría acogieron la abertura de cada
temido que se me quedara el brazo curvado para siem- paquete! ¡Y el anuncio terri-
pre, en castigo, y no poder volverlo a enderezar. Sin ble de que el más pe-
embargo, cómo me habría gustado, lo confieso, rozar queño había sido sor-
sus labios; hacerle preguntas para que los abriese; prendido metiéndose
en la boca la sartén de
31 prole: descendencia, hijos. una casa de muñe-
14 Alusión al poema de Wordsworth «Escrito en marzo» cas, y la sospecha
(1802), en el que aparecen los siguientes versos: «El
ganado está pastando / no levantan nunca sus cabezas;
más que fundada
/ ¡comen cuarenta como si fueran uno!». de que se había
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tragado un pavo de juguete pegado a una fuente de madera! Scrooge se volvió hacia el espectro; y, al ver que lo miraba
¡Y el inmenso alivio de descubrir que había sido una falsa con una cara en la que, de alguna extraña manera, había ras-
alarma! ¡Qué alegría, qué gratitud, qué éxtasis! Sería imposi- gos de todas las caras que le había mostrado, se puso a force-
ble describirlos. Baste decir que, poco a poco, los niños y sus jear con él.
emociones fueron abandonando la habitación y, uno tras —¡Llévame! Devuélveme a mi casa. ¡No me atormentes
otro, subieron por la escalera a la parte superior de la casa, más!
donde se acostaron y al fin se apaciguaron. En la lucha —si puede llamarse lucha, puesto que el es-
Y ahora Scrooge miró con más atención que nunca al pectro, sin resistencia visible por su parte, seguía impertur-
dueño de la casa, que se sentó junto a la chimenea con su es- bable a los esfuerzos de su adversario—, Scrooge observó
posa y su hija, la cual se había reclinado cariñosamente en él. que la luz de su cabeza brillaba intensamente; y, relacionan-
Y, al pensar que una criatura como aquella, tan graciosa y do esto vagamente con su influjo sobre él, cogió el gorro apa-
prometedora, podía haberle llamado padre, y haber sido una gavelas y, con súbito movimiento, se lo encasquetó al espec-
primavera en el sombrío invierno de su vida, se le enturbia- tro en la cabeza.
ron los ojos. El espíritu se achicó bajo el gorro, de manera que el apa-
—Belle —dijo el marido, volviéndose hacia su mujer con gavelas lo cubrió por entero; pero, aunque Scrooge se lo apre-
una sonrisa—, esta tarde he visto a un antiguo amigo tuyo. taba con todas sus fuerzas, no podía sofocar su luz, que salía
—¿A quién? por debajo y se extendía por el suelo como una inundación.
—¡Adivínalo! Se dio cuenta de que estaba exhausto y vencido por una
—¿Cómo voy a adivinarlo? ¡Ah, ya sé! —añadió a conti- somnolencia irresistible, y, además, de que se encontraba en
nuación, riendo como él—. El señor Scrooge. su propio dormitorio. Dio un último apretón al gorro y sol-
—Efectivamente, el señor Scrooge. He pasado por delan- tó las manos; apenas tuvo tiempo de llegar tambaleante a la
te de la ventana de su oficina; y como no estaba cerrada y te- cama antes de sumirse en un sueño profundo.
nía una vela encendida, no he podido por menos de verlo.
Su socio se está muriendo, según he oído, y estaba allí él so-
lo. Está completamente solo en el mundo, según creo.
—¡Espíritu! —dijo Scrooge con voz quebrada—, ¡sácame
de este lugar!
—Ya te he dicho que estas eran sombras de cosas que han
pasado —dijo el espectro—. ¡No me culpes de que sean co-
mo son!
—¡Sácame de aquí! —exclamó Scrooge—. ¡No puedo so-
portarlo!
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Actividades
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TEXTOS AUXILIARES
1 TEMAS
«Solo trabajó en el almacén de betún seis meses, pues su padre lo 1.5 Miseria y aumento de población
sacó de allí al enfrentarse con el gerente de la fábrica. Pero su madre
intentó limar asperezas de modo que pudiera volver al trabajo. Esa «El hombre que viene a un mundo ya ocupado, si no consigue que
fue una herida que nunca cicatrizó. Años más tarde Dickens escribió: sus padres puedan mantenerlo y si la sociedad no necesita de su tra-
“Nunca pude olvidar, nunca olvidaré ni podré olvidar que mi madre bajo, no tiene derecho a reclamar la más mínima cantidad de ali-
se sintió reconfortada al verme volver al trabajo”.» mento y, de hecho, no tiene ningún derecho a estar donde está. Re-
sulta, pues, que en virtud de las leyes de la Naturaleza, algunos seres
Walter Allen, The English Novel, Penguin, Harmondsworth,
humanos deben necesariamente sufrir escasez.»
1980, p. 165.
Robert Malthus, Primer ensayo sobre la población [1803],
Alianza, Madrid, 1981, p. 168.
1.3 Liberalismo y riqueza de las naciones
«Cada individuo en particular pone todo su empeño en buscar el 1.6 Actitud social del liberalismo inglés
medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que
puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, «[El liberalismo inglés de la época victoriana consideraba que] el ca-
no el de la sociedad en común: pero estos mismos esfuerzos hacia su pitalismo era el marco imprescindible dispuesto por Dios para el pro-
propio beneficio le inclinan a preferir, sin que se lo haya propuesto, greso de la raza humana. El dolor y la pena han sido siempre partes
el empleo más útil a la sociedad como tal. […] principales en el plan misterioso de la divinidad, y como tal deben
»Ninguno por lo general se propone primariamente promover el ser aceptados para ser aliviados por la caridad cristiana […].
interés público, y acaso ni siquiera sabe cómo de hecho lo está fo- »[El hombre de negocios] predicaba el ahorro, el trabajo y la cari-
mentando cuando no era esa su intención. Cuando prefiere la indus- dad como bases morales del nuevo capitalismo y amasaba su rique-
tria nacional a la extranjera solo piensa en su propio interés: y cuan- za, no como decían los utilitaristas, para lograr el máximo de sus pla-
do dirige la primera de modo que su producto sea del mayor valor ceres, sino con el rígido sentimiento del deber.»
que pueda, solo piensa en su propia ganancia; pero en este y en R. H. S. Crossman, Biografía del Estado moderno, Fondo de
otros muchos casos es conducido como por una mano invisible a Cultura Económica, Madrid, 1982, p. 172.
promover un fin que nunca formó parte de sus propósitos.»
Adam Smith, Investigación sobre las causas de la riqueza de 1.7 La caridad: ¿un planteamiento erróneo o insuficiente?
las naciones [1776], en M. Artola, Textos fundamentales pa-
ra la historia, Alianza Universidad, Madrid, 1982, p. 433. «La impresión que su obra deja en el lector [es que] todos los males
sociales han de remediarse mediante la bondad y la entrega de dine-
1.4 Educación y justicia social ro de los ricos a los pobres. Esto, sin duda, es esencial, pero solo una
parte. Los pobres necesitan justicia, no caridad, es decir, limosnas. Si
«Dickens creía firmemente en esta época que todo el crimen, la mi- alguien necesita limosnas es porque está en la miseria. Acabad con la
seria, la desigualdad, la violencia que tanto temía y odiaba en la so- miseria a base de una rigurosa formación a temprana edad de hom-
ciedad en que vivía, eran el resultado de la falta de educación. Siem- bres y mujeres, y la enfermedad será erradicada, y aquello que solo
pre creyó en la educación (un hombre que desea tener fe en el futu- sirve para aliviar los síntomas, es decir, la limosna, no será necesario.»
ro debe pensar así).» R. H. Horne, reseña de Canción de Navidad en Wenstminster
Angus Wilson, The World of Charles Dickens, Granada Pu- Review (junio 1844), en P. Collins, Dickens. The Critical He-
blishing, Londres, 1983, p. 143. ritage, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1971, p. 150.
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1.8 La Navidad: consumismo e insolidaridad rastrearse en todos los púlpitos y confesonarios de la Cristiandad
desde 1842.»
«¿Puede decirme alguien qué ha llegado a ser una conmemoración
Lord Jeffrey, carta a Dickens (23 diciembre 1843), en P. Phi-
cuyo entresijo fue el del recogimiento frente al frío, la reunión en
lip, ed., obra citada, p. 148.
torno al hogar, el epílogo de las tareas campesinas? La Navidad es
solo de boquilla una fiesta de concordia y de generosidad. O ni si-
quiera de boquilla, porque la gente se ha desenmascarado. Si hubie- 1.10 La obsesiva presencia de la muerte
ra que elegir la mayor exaltación del egoísmo y del consumismo, yo
«La mezcla de juego y terror […] es un tema axial en todo el mundo
elegiría la Navidad. A mí, que soy poco dado a escandalizarme, me
de fantasía de Dickens […]. Ese mundo nunca se aleja demasiado de
escandaliza y repugna la avidez y el derroche de lo innecesario, la
la sombra de la Muerte; ciertamente, algunas de las escenas más bri-
espantosa discriminación entre quien tiene y quien no, el maldito
llantes y divertidas basan su humor y su patetismo en esa conscien-
clasismo, el lujo desbocado y la inmisericorde indiferencia con que se
cia permanente de la mortalidad.»
contempla la miseria ajena, y se tira como mucho a la cara a los
mendigos un mendrugo de pan para no privarse ni de este otro es- Angus Wilson, The World of Charles Dickens, Granada Pu-
pumillón, ni de ese otro mazapán de la fiesta entrañable, del espíritu blishing, Londres, 1983, p. 13.
navideño y de los humanitarios sentimientos.»
Antonio Gala, «Magia Negra», El País Semanal (6 de enero
de 1990), p. 62. 2 PERSONAJES Y ESTILO
«Debería estar contento, ya que puede estar seguro de que ha he- «[Forster] decía que [en Dickens] la intención moral y la enseñanza
cho más bien con esta pequeña publicación —alentando sentimien- prevalecían sobre el mérito puramente literario. Esto podría parecer-
tos de bondad y propiciando actos de beneficiencia— del que puede nos pasado de moda… si no cayéramos en la cuenta de que, entre
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8 ACTIVIDADES
2.3 Creación de ambientes La novela comienza con la confirmación de que, tiempo atrás, se
produjo la muerte de un anciano personaje que tendrá una impor-
«Es muy característico de Dickens que sus ambientes sean más im- tancia decisiva en el desarrollo de los acontecimientos.
portantes que sus historias. El ambiente navideño es más importante
que Scrooge o que cualquiera de los fantasmas; en cierto sentido, el a ¿Quién era este personaje y qué le unía a Scrooge? (pp. 5-6)
trasfondo es más importante que las figuras.» ¿Cuándo falleció? (p. 15)
G. K. Chesterton, Charles Dickens, Methuen and Co. Ltd., Tras describir el odioso carácter de Scrooge, el narrador nos conduce
Londres, 1906, p. 122. hasta el despacho del protagonista.
b ¿En qué día del año se sitúa el inicio de la acción? (p. 8) ¿Quié-
2.4 Arte y sentimentalismo
nes trabajan en el despacho y en qué condiciones? (p. 9)
«Para leer a Dickens como es debido tendríamos que desterrar nues-
Por tratarse de una fecha tan señalada, el viejo avaro recibe tres visi-
tros prejuicios del siglo XX contra la explotación del patetismo y del
tas en su oficina.
sentimentalismo, ya que lo patético no es necesariamente arte malo
ni tampoco el sentimentalismo es necesariamente empalagoso.» c ¿Quiénes acuden a verlo y con qué distintos propósitos? ¿Cómo
reacciona el prestamista ante los buenos deseos o las peticiones
Trevor Blount, Dickens: The Early NoveIs, Longman (Writers
and their Work, 204), Londres, 1978, p. 6. de sus visitantes? (pp. 9-22)
cer su desconfianza? (pp. 25-27) ¿Quién se materializa ante sus acude a buscarlo y con qué intención? (p. 55) ¿Por qué pasaba el
ojos y qué insólitos fenómenos han precedido esa aparición? (pp. muchacho la Navidad lejos de su casa? (p. 56)
27-29) ¿A qué atribuye Scrooge las visiones que experimenta?
(p. 31) No obstante, ¿cómo le afectan? (pp. 25 y 32) La alusión a la muerte posterior de la «pequeña Fan» (p. 57) resucita
los olvidados afectos de Scrooge y enlaza con el tono amable de la
El espectro del antiguo socio de Scrooge lleva arrollada una gruesa escena siguiente, la más jovial en este regreso al pasado. De la mano
cadena con la que se ve obligado a vagar como alma en pena. del espectro, el protagonista se desplaza hasta el almacén del señor
Fezziwig.
f ¿Qué simboliza la cadena que arrastra? ¿En qué consiste su casti-
go? (pp. 32 y 34) ¿De qué se arrepiente? (pp. 34-36) ¿Con qué d ¿Qué oficio desempeñaba Scrooge en ese establecimiento? (p.
intención visita al protagonista? (pp. 36-37) 58) ¿Cómo se comportaba el patrón con sus empleados? (pp. 59
y 64) Desde la perspectiva de su infancia, ¿cómo valora el prota-
Cumplida su misión, el espectro de Marley abandona la casa por una gonista al señor Fezziwig? (p. 65) Al rememorar a su antiguo pa-
ventana y se reúne con otros fantasmas como él. trón, ¿qué lección aprende el viejo avaro? (pp. 65-66)
g ¿Qué sonidos emiten los espectros? ¿A qué obedece la tristeza e
A punto de agotarse su tiempo, el espíritu de las Navidades Pasadas
impotencia de estos personajes fantásticos? (pp. 38-39)
hace presenciar a Scrooge dos últimas escenas, claramente conecta-
das. El protagonista de la primera de ellas conversa con una joven.
1.2 Segunda estrofa
e ¿Quién es esta muchacha? ¿Qué le recrimina a Scrooge? (pp.
Scrooge despierta en mitad de la noche y se pregunta si el fantasma 66-69) Desengañada, ¿qué decisión adopta? (p. 69)
de Marley lo ha visitado de verdad o es más bien el producto de una f En la siguiente escena, ¿qué notables diferencias advertimos en-
terrible pesadilla. tre el destino que la vida le reserva a cada uno de estos persona-
a ¿A qué curioso fenómeno no le encuentra explicación? (p. 41) Al jes? (pp. 70-72) ¿Cómo se siente el viejo al constatarlo? (p. 73)
dar la una de la madrugada, ¿quién visita a Scrooge y con qué
propósito? ¿Qué aspecto ofrece el intruso? (pp. 43-46) 1.3 Tercera estrofa
El dulce y benevolente espectro conduce a Scrooge a un nostálgico Scrooge se queda dormido y, cuando poco después despierta y sue-
viaje al pasado. na la una en el reloj, se ve envuelto por un resplandor rojizo que
procede de la habitación contigua.
b ¿Qué cambios se observan en el ánimo del protagonista cuando
reconoce a las primeras «sombras» del pasado? (pp. 48-49) a ¿Qué descubre el avaro al otro lado de la puerta? (pp. 76-78)
¿Qué aspecto tiene el espíritu que lo aguarda? (pp. 78-79) ¿Qué
En su fantástico viaje, el viejo avaro tiene la oportunidad de contem- actitud adopta Scrooge ante el nuevo espectro? (pp. 79 y 82)
plarse a sí mismo en diversas etapas de su vida.
El espíritu de las Navidades Presentes inicia un fantástico viaje que,
c ¿Cómo es la escuela a la que asistió cuando era pequeño? ¿Có-
desde el primer momento, se contagia de su cordial talante.
mo entretiene el niño su soledad? (pp. 50-54) ¿Qué dos efectos
obra en Scrooge esta triste imagen? (p. 54) La idea del desampa- b ¿Cómo contrasta el tiempo atmosférico con el ambiente que se
ro de la infancia se reitera a través de un nuevo salto temporal. respira en calles y tiendas? (pp. 82-85) ¿Qué comentario de Scro-
¿En qué han cambiado el lugar y el niño? (pp. 54-55) ¿Quién oge nos revela que el personaje se está trasformando? (p. 88)