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2017

PARCIAL DOMICILIARIO
Comunicación Masiva y Matrices
Culturales

Profesores: Aldo Almegeiras y Juan Pablo


Cremonte.
Alumna: Daiana Marinelli.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el continente europeo atravesaba otra postguerra en
menos de medio siglo. En el contexto de un mundo cada vez más complejo nacen los
estudios culturales en Inglaterra. Se entiende por estudios culturales a una tradición de
estudios focalizados en la relación entre medios de comunicación y cultura popular.

Fundamentalmente, se caracterizaron por su enfoque interdisciplinario y por centrarse en


la cultura como una dimensión para pensar las transformaciones históricas.

Consagrándose en un campo de estudios de temáticas similares, surgen como


reacción, por un lado, al conservadurismo del funcionalismo y, por el otro, al exceso de
determinismo economicista basado en la lógica del marxismo.

En el campo de los estudios de comunicación, el paradigma dominante era el


funcionalismo. Este paradigma concibe a los medios como elementos neutrales, dentro
de un sistema que funciona como un organismo en el que cada parte posee su función. De
este modo, la función que cumplirían los medios sería la de asegurar el consenso social.
Sin embargo, los estudios de esta corriente se encuentran lejos de ser neutrales desde el
preciso momento en que sus financiadores son compañías e instituciones que buscan
distintas formas de llegar al público, ya sea con el fin de vender productos o para lograr
votos.

La preocupación central de la economía política, basada en el marxismo, es precisamente


la cuestión de la propiedad de los medios. Marx considera que la base económica de una
sociedad determina todo lo demás. Por ende, la investigación en comunicación se enfoca
en estudiar qué intereses se encuentran detrás de los mensajes de los medios.

Los estudios culturales se hacen presentes como una reacción a estas ideas. Sus
iniciadores eran personas de orígenes obreros que no aceptaban la visión de la sociedad
que ofrecía el funcionalismo y que, por su cultura de clase trabajadora, no podían estar de
acuerdo con el elitismo de la Escuela de Frankfurt.

El precursor de los estudios culturales fue Richard Hoggart. Este sociólogo


británico rechazó la polarización que se establecía, en ese momento, de cultura alta y
cultura de los trabajadores e hizo “una lectura de la cultura trabajadora en pos de sus
valores y significados encarnados en sus esquemas y significados” (Hall, S.; 1994).

Entre los principales exponentes de los estudios culturales se presentan Stuart Hall,
Raymond Williams y Edward Thompson. Todos ellos, inclusive Richard Hoggart, son
representantes de la corriente de la Escuela de Birmingham. En esta Escuela, los estudios
se enfocan en las prácticas culturales de la clase obrera. Es el centro institucional del que
se desprenden los estudios culturales.

Las reflexiones de Hoggarts influyeron decisivamente en el movimiento de los estudios


culturales. En 1957 publica su obra más conocida y considerada como fundadora de los
estudios culturales. Allí, el autor estudia la influencia de la cultura difundida en la clase
obrera a través de los medios de comunicación modernos. Su idea central es que se posee
cierta tendencia a sobrevalorar la influencia de los productos de la industria cultural sobre
las clases populares. Lo que significa que la cultura obrera puede ofrecer algún tipo de
resistencia frente a los medios de comunicación de masas.

También cabe destacar los aportes iniciales que a estos tipos de estudios realizaron
intelectuales como Thompson y Williams, con sus trabajos realizados desde las
tradiciones históricas. Entre ellos tuvo lugar una discusión acerca del esquema de
base/superestructura. Esta primera discusión se da con las interpretaciones clásicas
marxistas en las que se explica la superestructura adscrita a las ideas y a los significados,
determinada como un reflejo de la base. Con el fin de transformar esta visión, Williams
propone “reemplazar la idea de base y superestructura con la idea de un campo de fuerzas
mutuas y desigualmente determinantes” (Williams, R.; 1994). Esto lleva a concluir que
las estructuras no son categorías individuales sino que, se construyen colectivamente en
la interacción entre las totalidades y las prácticas que le subyacen. La discusión que hace
Thompson frente a esta situación es que ve las clases como relaciones de lucha y de poder,
reprochando en Williams la manera en que define la cultura. Este último considera a la
cultura como una forma total de vida, lo cual es proclive, en términos de Thompson, a
absorber los conflictos entre las culturas de clase.

Sin embargo, tanto Williams como Thompson comparten la visión de una historia
construida a partir de las luchas sociales y de la interacción entre cultura y economía, en
la cual la noción de resistencia al orden capitalista se presenta como central. En esta época
se pone énfasis en el debate que opone la base material de la economía a la cultura,
convirtiendo esta última en un reflejo de la primera. Los estudios culturales pretenden
salir de este dilema considerado como imposible y reductor.

Uno de los conceptos fundamentales que recupera la Escuela de Birmingham es el de


hegemonía de Antonio Gramsci. Justamente, Williams retoma el concepto de hegemonía
de Gramsci. Este último autor sostiene que el poder se logra a través de la construcción
de la hegemonía de un grupo sobre todos los demás. Para Gramsci, la dominación no se
logra por la fuerza sino por la construcción de un ámbito simbólico, un discurso
socialmente compartido en el que los distintos grupos se reconocen. No es una situación
estática sino que los grupos dominantes reconstruyen la hegemonía constantemente para
que las demandas de los grupos subordinados aparezcan representadas.

La ideología se presenta como el sentido común. Hace olvidar que la sociedad y el poder
no poseen nada de natural sino que, son construcciones sociales y, por ende, existe un
grupo social que determina los términos de esa construcción. Para Williams, la cultura se
define como “la forma en la que hombres y mujeres dan significado a su experiencia”
(Williams, R.; 1994). Por lo tanto, la hegemonía está inserta en la cultura, en sus valores,
significados y prácticas. Los estudios culturales se interesan en ver cómo opera la
hegemonía en las distintas prácticas culturales y cómo puede ser resistida para crear
nuevos significados no dominados por los intereses de las clases dominantes.

Al trío de los exponentes de los estudios culturales se añade Stuart Hall. Este sociólogo
y teórico cultural ocupará más adelante el papel de director de Richard Hoggart en el
Center of Contemporary Cultures Studies (CCCS). Se centra en explicar cómo
confluyeron dos vertientes de reflexión acerca de la cultura en la formación de los
estudios culturales: el culturalismo y el estructuralismo. Para ello, retoma textos de
Hoggart, obras de Williams (aquí identifica que circula dos acepciones del término
cultura) y trabajos de Thompson. La obra de estos pensadores confluye en la
preocupación por el concepto de cultura.

Piensa que “La cultura no es una práctica, ni es simplemente la descripción de la suma de


los hábitos y costumbres de una sociedad. Pasa a través de todas las prácticas sociales y
es la suma de sus interrelaciones” (Hall, S.; 1980).

Este teórico cultural sitúa la discusión en los paradigmas culturalistas y estructuralistas,


debido a que se encontraron como opuestos en su concepto de experiencia. Mientras que
para el culturalismo, la experiencia es lo vivido, para el estructuralismo, se encuentra
enmarcada por marcos de referencia que otorga la cultura (es decir, la experiencia está
dada por las experiencias anteriores del individuo). Además, poseen distintas
concepciones en cuanto al hombre. El culturalismo considera que el hombre es
constructor y portador de su propia historia. En contraposición, para el estructuralismo el
hombre es el resultado de la estructura social de las condiciones determinantes. En fin,
el culturalismo insiste en la agencia humana y la relevancia de la particularidad, mientras
que el estructuralismo ubica la actividad humana en el contexto de las condiciones
sociales, económicas y políticas que preexisten al individuo.

Pese a la incompatibilidad de estos dos paradigmas, Hall insiste en mantener a ambos


como punto de referencia en los estudios culturales, tras identificar y señalar limitaciones
de algunas elaboraciones teóricas posteriores. Sostiene que los estudios culturales deben
ubicarse entre ambos paradigmas, en un constante vaivén entre el análisis de la
cultura/ideología (conciencia) y sus condiciones de posibilidad.

Además de estos aportes, Hall relativizó la omnipotencia de los mensajes de los medios
y revalorizó la figura del receptor. Este autor considera que el receptor ya no es pasivo
sino que posee la capacidad de decodificar esos mensajes. Presta total atención a la idea
de un receptor activo que resignifica, desde su contexto, los mensajes de los medios de
comunicación. En su texto “Codificación y decodificación en el discurso televisivo”, la
noción de decodificación muestra el hecho de que los receptores poseen estatus y culturas
determinadas y, que ver y oír un mismo programa no implica necesariamente una misma
interpretación y comprensión. La recepción y decodificación implica que, los miembros
de una audiencia pueden tener una lectura de los mensajes distinta a la de los medios.

Si bien los estudios culturales nacieron en Gran Bretaña, tuvieron su contrapartida


en Latinoamérica con exponentes tales como Jesús Martín Barbero y Néstor García
Canclini. En este caso, el foco de los estudios culturales latinoamericanos se centró en
las culturas populares y sus distintas manifestaciones en el territorio de América Latina.

En su obra “De los medios a las mediaciones”, Barbero estudia las relaciones existente
entre lo masivo/lo popular, los medios/las mediaciones y la cultura global/la cultura
popular.

Comienza enfocándose en cómo se relaciona lo popular con lo masivo. Para ello, lleva a
cabo un análisis historicista de cómo fue mutando la concepción de pueblo y lo popular
a través del tiempo. En principio, la Ilustración ve al pueblo como un mito. Se lo entendía
desde lo político, es decir desde la clase burguesa que legitimaba las diferencias sociales
y donde se gestan las categorías de “culto” y “popular”. Y lo popular se constituía por
exclusión, más que nada por lo que no es o le falta. En contraposición, el Romanticismo
toma al pueblo desde el ámbito cultural y no político. Revalorizan sus significados y
valores aunque seguían excluidos de la política. En la segunda mitad del siglo XIX,
tuvieron lugar dos corrientes que se distanciaron del concepto de pueblo: “marxistas y
anarquistas comparten una concepción de lo popular que tiene como base la afirmación
del origen social, estructural de la opresión como dinámica de conformación de la vida
del pueblo” (Barbero, J.M.; 1987) Mientras que el anarquismo considera que el pueblo
se construye por los oprimidos al que le otorga cierto poder de transformación. Para el
marxismo, el proletariado es el pueblo, denominado clase (definida por las condiciones
económicas).

También este autor retoma el proceso de enculturación. Barbero hace mención de que los
Estados-Nación se consolidaron en el momento en que emergen las clases en lucha. Se
da un pasaje de una sociedad polisegmentarizada a la unidad del pueblo, con el nombre
de Nación, integrado bajo la gestión del Estado. Considera que, en este punto “se pone en
marcha la inversión de sentido que hará manifiesta la cultura popular en el siglo XIX”
(Barbero, J.M.; 1987).

Según Barbero, cada vez que la cultura de masas aparezca como cultura popular se
continuará sustituyendo al pueblo por la Nación. Esta situación fue posible gracias al
denominado proceso de centralización. El mismo sucede a través de dos dispositivos: uno
de integración horizontal y otro de integración vertical. Una sociedad polisegmentaria
está compuesta por grupos y subgrupos, cuyas relaciones de equilibrio se encuentran
gobernadas por rituales y normas. Los espacios donde allí las diferencias culturales son
expresadas, se convierten en un obstáculo a la unidad nacional, sustentada por el poder
estatal. De esta manera, el Estado expone de a poco su incompatibilidad. A esta situación,
el autor la nombra dispositivo de integración horizontal. Por el contrario, implantar
nuevas reglas sociales para los individuos y que lo remitan a la autoridad social y lo
desliguen de la solidaridad grupal es lo que Barbero llama dispositivo de integración
vertical. Aquí el Estado es el único aparato jurídico encargado de la cohesión social.

Todo lo expuesto sintetiza lo que Barbero denomina proceso de enculturación, donde la


centralización es fundamental para que los diferentes segmentos de una sociedad
construyan una cultura nacional. Este tipo de proceso se refleja en la transformación del
sentido del tiempo y en la del saber y sus modos de transmisión. Dentro de las culturas
populares, el tiempo se organiza en torno a las fiestas que están cargadas de participación
de la vida colectiva. Existen dos dispositivos que bloquean este tiempo, uno deforma las
fiestas y el otro las desplaza. Por un lado, la deformación opera modificando la fiesta en
un espectáculo. El eje no pasa ya por vivir la fiesta y participar en ella activamente sino
que, sea mirada y admirada como un espectáculo. Por otro lado, el desplazamiento se
relaciona con la organización del tiempo. En el capitalismo, el tiempo se mueve en torno
a la producción material. El tiempo de trabajo equivale al de producción. Aquí se instituye
un tiempo único, desvalorizando el de los sujetos.

Otro punto clave del proceso de enculturación fue la transformación del saber y sus modos
de transmisión. Este autor considera que, en esta nueva sociedad, la escuela no podía
“introducir a los menores en los dispositivos previos a la entrada de la vida productiva,
sin desactivar los modos de persistencia de la conciencia popular” (Barbero, J.M.; 1987).
Por ello trabaja sobre dos principios, uno la enseñanza y el otro la moralización. El
primero se relaciona con la enseñanza como algo vacío, sin contenido alguno que se puede
llenar. Y la segunda, la manera de arrancar los vicios de la cultura popular de los menores.
El aprendizaje de las nuevas sociedades se basa en sustituir la enseñanza de los padres
sobre la conservación de la cultura popular. Además de comenzar a difundirse entre las
clases populares su desvalorización y menosprecio. Barbero piensa que, la aceptación de
una cultura universal es producto del sentimiento de incultura.

Otro aspecto por el que se interesa este autor se basa en la literatura de cordel y los
folletines. Este tipo de literatura y espectáculos (feria, circo y teatro) forman parte de los
cimientos del cine. En sus comienzos, el cine es considerado trasclasista ya que todos
pueden asistir. En ese entonces, se persigue la idea de hacer masivo lo popular y se retoma
lo negado de la cultura popular con el fin de transformarlo en temas. Sin embargo, esta
idea de imbricación de lo masivo en lo popular no es lo mismo. Por tal motivo, Barbero
expone la metáfora de la máscara y el rostro. Mientras que el rostro representa lo popular,
lo real, la máscara toma el lugar de lo masivo, lo que se quiere contar de esa realidad.
Este autor sostiene que no debe confundirse la máscara con el rostro debido a que, esta
última necesita rescatar algo atractivo de lo popular para manipularlo y transformarlo con
fines mercantiles.

Más tarde, también se estudia la recepción desde la cultura popular. Se hace una
interpretación de la que hacen los receptores de los mensajes. Como la recepción se da en
un contexto de dominación, el receptor resignifica lo que ve a partir de las herramientas
de interpretación que posee, las cuales se basan en las mediaciones, todos los elementos
que constituyen la identidad, que median entre los mensajes de los medios y el receptor.
Como sostiene Hall, el receptor es considerado activo.
Otro exponente de los estudios culturales latinoamericanos que se presenta aquí
es García Canclini. En sus estudios sobre la modernidad e interculturalidad en
Latinoamérica, este intelectual propuso el uso del concepto hibridación definiéndolo
como “procesos socioculturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían
en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas”
(García Canclini, N.;2004). Esto le permitió al autor repensar los procesos de contacto
e intercambio cultural, no sólo históricamente sino que también analizar las formas
modernas de interculturalidad. Desde esta perspectiva criticó el uso de algunas de las
dicotomías organizadoras de las ciencias sociales, como por ejemplo tradición-
modernidad, local-global, etc.

A modo de cierre, se llevan a cabo observaciones propias tanto de los estudios


culturales ingleses como de los latinoamericanos. Desde sus principales exponentes hasta
en pensamientos y características difieren.

Los estudios culturales ingleses hacen énfasis en la preocupación por lo cultural sobre la
concepción marxista de la relación o esquema base/superestructura y el determinismo.
Este tipo de estudios reconocen que existe una hegemonía cultural, también dada en los
medios aunque relativizan su omnipotencia. Vale destacar a dos grandes representantes
de los estudios culturales ingleses por sus aportes. Williams plantea que, dentro del
proceso social total, además de lo dominante, pueden identificarse otros estadios como lo
arcaico, lo residual y lo emergente. Y Hall deja su marca cuando sostiene que se relativizó
la omnipotencia de los mensajes y resignificó a los receptores, otorgándole capacidad de
decodificarlos y resignificarlos.

En cambio, los estudios culturales latinoamericanos se centraron en las culturas populares


y sus distintas manifestaciones en América Latina. Uno de sus grandes exponentes, Jesús
Martín Barbero, realiza un aporte sustancial con el concepto de mediaciones. Se puede
afirmar que en ambos tipos de estudios se resignificó el lugar del receptor. En otro tiempo,
las teorías de la comunicación consideraban al receptor como un sujeto pasivo sin
capacidad de agencia. Sin embargo, en los estudios culturales, se destaca la fuerte
impronta por resignificar la capacidad de agencia y decodificación que poseen los
receptores frente a los medios masivos.
Más adelante, surgieron los estudios de recepción que dieron un giro a estos tipos de
estudios y comenzaron a buscar un método empírico (por ejemplo las técnicas
etnográficas) para la observación y comprensión de los públicos reales.

Bibliografía

 Barbero, Martín (1978) Procesos de comunicación y matrices de cultura.


Barcelona: GG.
 García Canclini, Néstor (2004). Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir
de la modernidad, México: Editorial Grijalbo, página 3.
 Hall, Stuart (1994) “Estudios culturales: dos paradigmas”, en: Causas y Azares,
nro. 1, pp. 26 a 43.
 Hall, Stuart (2004) “Codificación y decodificación en el discurso televisivo” en
CIC: Cuadernos de información y comunicación, nro. 9, Madrid.
 Williams, Raymond (1994) Sociología de la cultura, Barcelona: Paidós, pp. 91-
164.

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