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EDUCACIÓN HACIA UNA UTOPÍA POLÍTICA

Escuelas del Buen Convivir

“No es con hombres arrodillados como se pone de pie a la democracia”

Célestin Freinet

Uno de los retos más grandes para México es sin duda la educación. Entre los países de la

OCDE, México ocupa el último lugar en educación: el 55% de los alumnos no alcanza el

nivel de competencia básico en matemáticas, lo mismo ocurre con el 41% en lectura y el 47%

en ciencias. Por si esto fuera poco, la Reforma Educativa impulsada por la administración

actual ha enfrentado mucha resistencia y no ha lograda convencer ni a los actores

directamente involucrados, ni a la población en general.

El panorama es desolador, y la crisis es más profunda de lo que aparenta. El problema

educativo no puede resolverse con nuevos planes de estudios, con nuevas metodologías, ni

con mobiliario o tecnologías de punta. El problema no es episódico, sino estructural.

Cualquier intento de superar la crisis debe plantearse el reto de construir una educación

apropiada a los tiempos, una educación no para el país que tenemos, sino para el país que

queremos.

La tradición educativa, y especialmente la tradición de la educación pública, en

nuestro país nació en el seno del positivismo de finales del siglo XIX. Aquella perspectiva

prometía que con generaciones educadas tendríamos una nación de primer mundo,

competitiva y al nivel de cualquier país de Europa. Pero ese sueño jamás se cumplió. Nunca

hemos tenido más jóvenes profesionistas mexicanos; y, sin embargo, cada año producimos

1.2 millones de egresados desempleados. Algunas de nuestras universidades alcanzan los


lugares más altos en investigación y formación en América Latina, pero fallamos al intentar

convertirnos en un país competitivo a nivel mundial.

El progreso como meta y la educación como vía es un modelo fallido. Una educación

completa ni siquiera puede garantizar acceso a un empleo justo en nuestro país, y tampoco

ha ayudado a detener la fragmentación del tejido social que ha permitido las crisis económica,

política, de seguridad, familiar y espiritual. ¿Por qué seguimos insistiendo en un principio

educativo que no ha abonado a resolver ninguna de las situaciones críticas en México? Si el

progreso siempre ha sido inalcanzable para nosotros, ¿por qué lo seguimos persiguiendo?

Ha llegado el momento de replantearnos las bases de nuestra educación, y

especialmente lo que pretendemos lograr con ella. Es tiempo de dejar de perseguir una

promesa fallida y dar nacimiento al futuro que queremos y empezar a prepararnos para él. El

proyecto de las “Escuelas del Buen Convivir” es, antes que nada, una crítica a ese modelo

positivista, y una propuesta de una nueva utopía política. La formación que proponen procura

una educación para ciudadanas y ciudadanos capaces de hacer frente a las problemáticas de

nuestro tiempo, pretende convertirse en un espacio para que todas y todos tomemos en

nuestras manos la misión de construir el entorno que queremos.

En las “Escuelas del Buen Convivir” no se privilegia la técnica positivista, sino las

habilidades de convivencia que nos conduzcan a restablecer nuestros vínculos, consolidar

nuestras identidades y fortalecer nuestra capacidad de llegar a acuerdos y de respetarlos. El

Buen Convivir como meta nos urge a aprender capacidades para tomar acciones juntos,

suplanta el progreso individual por el caminar comunitaria, deja atrás las fallas del sistema

educativo actual y pretende empoderarnos localmente para que las soluciones nazcan de la

deliberación en común.
Los principios que rigen el proyecto lo lanzan a atender una realidad compleja. No se

conforma con soluciones provisionales o parciales, sino que asume el reto de responder de

manera integral a un problema sistémico. Por eso, las “Escuelas” no son centro de

especialización, sino espacios de encuentro en donde las comunidades se forman para

construir gobiernos más participativos, educación más integral, familias más fuertes,

economías más humanas y una espiritualidad que fundamente las búsquedas en común e

impulse hacia el Buen Convivir como utopía integral.

Los diplomados son el primer paso en la consolidación de las “Escuelas del Buen

Convivir”, y un apoyo indispensable para el Proyecto de Reconstrucción del Tejido Social.

Esta institución será un punto de encuentro para las comunidades, un centro de formación de

saberes múltiples en el que los actores locales encontrarán los medios para convertirse en la

ciudadanía que quieren ser. Las “Escuelas del Buen Convivir” no son un producto pasajero,

sino la primera piedra del país que las comunidades quieran construir para el futuro. Se han

conformado múltiples esfuerzos para alcanzar esta meta, el mundo académico ha entrado en

diálogo con las diversas realidades nacionales, los habitantes de los pueblos y las ciudades

han puesto su palabra para consolidar los programas y las propuestas. El Buen Convivir como

paradigma educativo suma las voces de quienes quieran ser escuchados y alienta a tomar el

control del país que queremos ser.

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