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El matrimonio como sacramento, desde la experiencia de una mujer laica.

María Teresa Cervantes Cordero


Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla

El presente ensayo, busca demostrar que la familia, es adonde nacen los valores, se

desarrollan las virtudes y la naturaleza humana se hace grande. Vale la pena decir, que

sigue siendo la primera y principal célula de la sociedad, no ha pasado de moda, pero, si la

hacemos a un lado, no podemos negar, la ola de problemas personales y deshumanización

de la sociedad. Por eso, es necesario reconstruir el matrimonio, por consiguiente, a la

familia, y claro, todo esto a la luz de la dignidad de la persona.

Además, se ha perdido el verdadero sentido y valor del matrimonio, es común

escuchar, que los casan por las leyes, civiles o eclesiásticas, los casa el juez o el sacerdote,

lo consideran solo un formalismo, inclusive burocrático. Esta manera de pensar, hace que

se opaque el valor verdadero del matrimonio, se pierda su sentido real y profundo, y mucho

menos se valore como un sacramento. Sacramento de amor y realización plena.

Por tanto, el matrimonio es la exaltación plena de la voluntad, mediante la cual se

quiere y se toma la decisión de buscar y encontrar la felicidad plena. La felicidad no es

cuántos bienes materiales poseo, porque hay una gran diferencia entre el tener más y el ser

más. Así pues, el matrimonio cuenta con tres elementos básicos, su esencia, que es la unión,

es un vínculo entre los esposos, su causa es el pacto o consentimiento y el efecto son los

hijos, que, por ellos, esta relación entre esposos se llama matrimonio. Y entendiendo de esta

forma el matrimonio, indudablemente, así, encontramos el verdadero sentido a la unidad

que busca la Gracias y elección de amor de todos los días.


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El matrimonio sigue siendo, la unión estable de un hombre y una mujer para formar

una comunidad de vida. En el momento histórico que estamos viviendo, el matrimonio es

una acción que pasó de moda, es triste observar, como las personas ya no le apuestan al

matrimonio, lo ven como algo meramente de trámite, o como festejo social. Es triste,

conocer el pensamiento de las mujeres de esta generación, que afirman: me caso porque es

mejor ser divorciada que solterona, y de los hombres: me caso, total si no funciona me

divorcio.

En libro Cantar de los Cantares, en su versículo 7, encontramos que, “el matrimonio

es la aceptación y la donación del amor total” (Biblia de Jerusalén, 1996 p. 856), es

reconocer al esposo o a la esposa, como lo mejor de la vida, como una bendición de Dios.

Y, además, es tan importante el matrimonio en la vida del hombre, y en general de

la sociedad, que Jesucristo quiso elevar la realidad natural del matrimonio a la dignidad de

Sacramento, para quienes han recibido el bautismo. Tiene un gran valor el matrimonio, que

el mismo Jesús quiso nacer dentro de uno, el de María y José.

Sin embargo, me percato de la situación actual del matrimonio, adonde los jóvenes

ya no quieren y no sienten la necesidad de recibir el sacramento, y también, el incremento

de divorcios cada año. Los motivos son muchos: falta de conocimiento de las gracias

recibidas en el sacramento, miedo al compromiso, deseos de ser feliz sin saber cómo serlo,

entre otras.

Los tiempos que estamos viviendo no están como para festejar y lanzar cohetes en

el cielo, porque encontramos por todos lados un alto nivel de desempleo, y es alarmante los

niveles de sufrimiento, y a esto le aumentamos el mal testimonio de muchos matrimonios,

mezclado con la incoherencia de fe, y no estoy poniendo el dedo en los errores humanos
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propios de los cónyuges, si no de aquellos errores que hacemos de una manera totalmente

consiente, y nuestra conciencia católica no es de confianza.

Con su habitual exactitud santo Tomás dice:

“el matrimonio debemos considerar tres cosas. La primera es su esencia, que

es la unión, el vínculo entre los esposos. La segunda es su causa, que es el pacto o

consentimiento entre los cónyuges. Y la tercera es su efecto, que son los hijos, y en

consideración a éstos se llama matrimonio” (Viladrich, 2002, p. 41)

Entendiendo de esta forma el matrimonio, indudablemente, muchos esposos en

nuestro tiempo presente, encontramos un verdadero sentido a la unidad, ya que, a pesar de

los momentos difíciles, iremos alcanzando poco a poco nuestra realización como pareja en

el plano de la gracia y la santidad. El amor es una elección que todos los días de una forma

natural y llena de sentido común se confirma, no es algo que sucede de manera espontánea o

solo por instinto. Es una alianza estable y firme, que es perfectamente compatible con las

dificultades que actualmente toda unión íntima entre dos personas tiene, porque esas

dificultades se superan con la gracia sobrenatural que nace del sacramento.

Los esposos cristianos encuentran en la convivencia mutua una maravillosa ocasión

de vivir la generosidad, porque, es pensar en el otro, es darse sin medida, como Jesús nos

enseñó. En la búsqueda constante de Dios, la unión se va convirtiendo más sólida, con entrega

y con mayor seguridad. No estoy hablando de historias sacadas de un cuento de hadas,

actualmente hay matrimonios así, que viven en una unión constante e intensa con Dios, que

es una vida de oración y sacramentos. Hemos escuchado o leído que el amor suma no resta,

la Madre Teresa de Calcula (1996) decía, que “debemos hace las cosas ordinarias con un

amor extraordinario”.
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No obstante, los divorcios han ido en aumento o simplemente ya no se quieren

casar. Hace más de 50 años el divorcio era un tabú, los abogados Slater y Gordon (2012,

citado en Familia Unida, 2018), presentan algunas razones lógicas por lo que se llega a la

separación o divorcio, enlistan en primer lugar la infidelidad, continuando con la ausencia

de felicidad, falta de amor y comunicación, enfrentamientos constantes, y actualmente una

razón importante son problemas de dinero y poder.

La separación de los padres tiene una lista muy grande de consecuencias, entre las

que podemos considerar más importantes, los daños morales, el bienestar de la familia

disminuye y el gasto familiar se ve afectado. Y estas consecuencias se reflejan en los hijos

dentro de sus ámbitos escolares y extraescolares.

Y el punto central de todo este pesar matrimonial, es por la búsqueda incansable y

errónea de la felicidad. Todos queremos ser felices, pero hemos perdido el verdadero valor

y significado de la palabra felicidad. Además, si el verbo querer lo entendemos como un

deseo o una búsqueda, entonces, todos deseamos ser felices y estamos en la búsqueda

constante de la felicidad.

Pero ¿sabemos realmente qué es la felicidad, conocemos los medios para llegar a

ella? Si nos formulamos la pregunta de ¿cuántas personas conocemos que son felices?,

tendremos dificultad para responder, ya que su comportamiento, sus actitudes y su estado

de ánimo, no nos permite hacer un juicio evidente (Ugarte, 2005). Porque, no saben qué es

la felicidad o de qué manera se siente ser feliz.

“Hay una gran diferencia entre tener más y ser más” (Ugarte, 2005). No por tener más soy

más feliz, no puedo poner como base los bienes materiales en mi felicidad, porque inclusive

el tener más me puede hacer avaro, y esa actitud me lleva a ser infeliz, si lo que tengo no lo

comparto, nada será satisfactorio.


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La verdadera felicidad está relacionada con el ser, con lo que soy y estoy llamado a

ser. Tengo que desarrollar mis capacidades, hacer lo que me toca hacer según mi

naturaleza, desarrollar mis potenciales y cada día alimentar mis valores, porque la

verdadera felicidad, consiste en ir aumentado mis valores, porque entre más valores

desarrolle y comparta, más feliz se irá siendo.

Por los medios de comunicación, el consumismo innecesario, la falta de identidad, y

sobre todo la pérdida de valores, la dirección para encontrar la felicidad no la encontramos,

y el matrimonio siendo un valor moral y espiritual, se ha ido perdiendo. Ahora bien, estoy

segura que uno de los bienes más valioso de la humanidad es el matrimonio y la familia,

que son la célula fundamental de una comunidad. El vivir en matrimonio tiene muchos

beneficios. Creo y le apuesto al matrimonio. Las crisis por las que pasan los matrimonios,

no tienen por qué terminar inevitablemente en un divorcio. La palabra crisis es un sinónimo

de lucha y de tensión espiritual. Dentro del matrimonio es necesario ver y entender las

crisis como una prueba de crecimiento, de maduración y fortalecimiento del amor entre los

esposos, que se refleja definitivamente en los hijos.

Le apostamos al matrimonio

Se ha comprobado que, dentro del matrimonio, las personas gozan de mejor salud

física y emocional. Estudios de los doctores John y David Gallacher (2017, citado en La

vida en familia, 2018), las mujeres casadas se sienten más seguras emocionalmente y los

hombres gozan de mejor salud física. Sin embargo, es difícil hablar de matrimonio, por el

mal testimonio de muchos casados. El verdadero amor, busca lo mejor para la otra persona,

busca tener un bienestar común.


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Además, se ha comprobado que, son los esposos más responsables, comprometidos

y disciplinados. Cuando los esposos juegan su rol, son personas más responsables y

comprometidas con ellos mismos y su familia.

Sin embargo, para los jóvenes ahora todo es provisional y desechable. Un soltero es

más irresponsable en la toma de decisiones por ejemplo de trabajo, pero un casado es más

maduro porque piensa en el bienestar de su familia.

También, se enfrentan mejor los problemas de la vida. Es tan importante la familia

que Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María.

Actualmente, viven las personas más desconfiadas y centradas en egoísmo. Sin embargo, la

convivencia con otras personas, hace a los cónyuges más participativos, y esto hace crecer

y madurar para resolver los conflictos.

A juicio de los expertos, es el estado perfecto para que los hijos nazcan y se

desarrollen. Ellos, tienen menos problemas emocionales, cuando nacen fuera del matrimonio.

Actualmente, los jóvenes que están por unirse ya no quieren hijos. Y es triste ver que los

hijos ante una separación de sus padres, sufren más que si uno de los dos hubiera muerto.

Conclusión

El matrimonio sigue siendo entre el hombre y una mujer, Y la relación más estable

para formar una familia. Sin embargo, el número de divorcios va en aumento. Ahora bien,

entre muchas razones, encontramos, la falta de valor que le damos a la vida, al compromiso

le tenemos miedo, y no podemos ocultar el mal ejemplo que algunos matrimonios dan

como testimonio.
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Por un lado, juzgamos y señalamos a los jóvenes que no saben qué es lo que quieren

y cómo lo quieren. Pero, es muy difícil, encontrar una estabilidad y ni siquiera pensar en

una madurez en ellos, porque la situación que viven en muy complicada. Actualmente los

niños y jóvenes conviven con sus padres, las novias o nuevas esposas de sus padres, con

sus hermanos, con los nuevos hijos de sus padres y los hijos que ya tenía cada uno de los

padres. Y ante esta situación que es una realidad, no podemos cerrar los ojos y el corazón.

Y es por eso que, los padres, tendrán el compromiso de educar a los hijos con valores y que

esos valores se hagan vida. Adonde ellos tienen que ser el primer ejemplo.

Pero, por otro lado, en el matrimonio la convivencia promueve el fortalecimiento de

las personas y la solución de problemas, cuando juegan su rol los cónyuges son más

responsables y se tiene una mayor estabilidad emocional y física, lo que hace un ambiente

propicio para la formación y desarrollo de la familia.

Una vez en una reunión, escuché a una mujer que decía que para divorciarse lo

primero era creer que en el matrimonio se iba a ser feliz, ahora estoy segura después de

tantos años de casada, que, si llegan al divorcio, es porque no conocen la grandeza que

tiene la experiencia de vivir dentro del sacramento del matrimonio. No es fácil, pero le

apuesto al matrimonio.

Referencias

“Biblia de Jerusalén”. (1996). México: Antiguo Testamento

El divorcio era un tabú. (2012) Familia Unida. Recuperado de:

http://www.familiaunida.org/index.php/es/biblioteca/matrimonio/344-conoces-la-

causa-numero-1-de-divorcio
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Fernández, B. (s.f.). El Sacramento del matrimonio. Tercera charla.

Hay una diferencia entre tener más y ser más. (2005). Matrimonio. Recuperado de:

https://www.aciprensa.com/Familia/matrimonio.htm

Juan Pablo II (1988). La familia cristiana. Madrid. Paulinas.

Las personas gozan de mejor salud física y emocional. (2017) La vida en familia.

Recuperado de: http://www.lavidaenfamilia.com/beneficios-del-matrimonio

Viladrich, P. J. (2001) El modelo antropológico del matrimonio. Madrid: Ediciones RIALP

Viladrich, P. J. (2002) El pacto conyugal. Madrid: Ediciones RIALP


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